Está en la página 1de 94

Elígeme siempre

Sahara Jane Rose


Contenido
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epilogo
Capítulo 1

Keyla miró a su alrededor de manera discreta, fijando su mirada en las


paredes acristaladas de la sala de reuniones donde en ese momento su jefe
estaba reunido con unos inversionistas muy importantes, al parecer estaba
detrás de ellos desde hace mucho tiempo. Suspiró mirando que esa mañana
se había puesto el traje azul con la corbata en color plata, ¡Dios!, era tan
guapo. Llevaba trabajando diez años en la agencia de publicidad de James
O ‘Callaghan, había entrado como becaria, pero su esfuerzo la llevó a que
fuera la única que se quedara en la empresa trabajando, ahora tenía su
propio equipo y estaba muy contenta. Lo único malo era que cada mañana
suspiraba observando a su jefe, sin atreverse a confesarle sus sentimientos.
No supo cómo, ni cuándo se enamoró de él. James O ‘Callaghan era un
hombre de mundo, un tiburón que le gustaba ir tras su presa, y esas presas
por lo regular eran mujeres de piernas kilométricas, y ajustados vestidos de
Prada, Keyla obviamente era todo lo contrario a eso, era bajita, y su cabello
rubio era muy común, podría definirlo como hermoso, pero nada
destacable. Estaba muy a gusto con su apariencia, pero tenía que ser
realista, nunca aspiraría a tener a su lado a un hombre como James. Él giro
la vista a donde ella estaba, tal parecía que la había pillado observándolo a
escondidas, se ruborizó, y giró la vista a su computadora, era mejor que se
pusiera a trabajar y dejará de pensar en tonterías. Si seguía alimentando sus
fantasías estaba segura de que comenzaría a pensar en el color del papel de
las invitaciones de su boda, en definitiva, debía olivarlo, aunque la verdad
es que la tarta de bodas le gustaría que fuera adornada con rosas naturales y
la crema del relleno que fuera de nuez.
Un sonido llamó su atención, y se dio cuenta de que Lory la estaba
llamando desde la sección de cafetería, se levantó sonriendo no sin antes
dar un último vistazo a la sala de reuniones, se alisó su falda de tuvo que
llevaba ese día, se quitó una miga de donut que se había desayunado y la
cual se le había pegado en la impecable blusa blanca. Vale, debía declararse
culpable porque su alimentación era un desastre, pero en su defensa tenía
que decir que no le daba tiempo de nada, aunque por suerte su metabolismo
ayudaba a que, aunque comiera pura comida con mil calorías, ella no subía
ni un gramo. Tal vez era una solitaria que habitaba en su cuerpo.
—¿Qué sucede Lory? —Su amiga le tendió una taza de café, y ella la
aceptó dándole las gracias.
—¿Te has enterado? —Escuchó que le decía su amiga mientras ella
miraba a James de manera insistente.
—No, en cuanto he llegado me he puesto de lleno en la campaña de la
farmacéutica. Pero cuéntame el chisme, sé que te estás muriendo por
decírmelo.
—Bueno, tu amore, ha conseguido el contrato con la agencia de viajes.
—La que maneja la mujer esa que parece una garrapata pegada a él.
—Es correcto querida, se rumora que también se comprometerán el
mismo día que anuncien la firma del contrato.
El corazón de Keyla se estremeció de dolor, no podía ser cierto.
—Dime que es una broma.
—Son rumores, pero ya sabes que cuando el rio suena.
—Tan bien que estaba comenzando mi día, estoy a punto de terminar la
campaña de publicidad, al fin iba a poder descansar el fin de semana, y
mira, ahora tendré que sufrir llorando por los rincones por culpa de James.
Por suerte tengo mi bote de helado, me consolará, él nunca me falla.
—Y no lo olvides, tienes una cita el sábado por la noche. Billy está muy
entusiasmado.
Keyla se dio un pequeño golpe en la frente, siendo sincera lo había
olvidado por completo.
—No lo digas Keyla, te mato donde hayas olvidado la cita que tienes con
ese guapo bombero.
—No, soy incapaz de hacer algo así. Lo juro, palabra de niña
exploradora —dijo tratando de sonar normal, mientras cruzaba los dedos
detrás de la espalda poniendo cara de inocencia, Lory era capaz de
golpearla ahí mismo enfrente de todos con tal de hacerle pagar su falta.
—Keyla, en verdad Billy es todo lo que una mujer sueña: es guapo,
inteligente, con un cuerpo de infarto, estoy segura de que te dejará fundidos
los plomos en una sola noche.
—Sabes que solo suspiró por un hombre.
—Un hombre que es un tarado, tanto que, incluso teniéndote frente a él,
no es capaz de ver lo colada que llevas de sus huesitos. Y eso que incluso
babeas cuando pasa frente a ti.
—Vale, dejémoslo así, saldré con Billy, nos enamoraremos a primera
vista y tendremos muchos hijitos, viviremos juntos en una pequeña casita
blanca con un porche lleno de flores.
—De acuerdo. —Su amiga se fue de ahí mirándola de manera
acusatoria, Keyla sonrió porque siempre era la misma historia. Ningún
hombre le valía después de haber conocido a James. Se dio la vuelta para
volver a su escritorio, con tal mala suerte de que no se dio cuenta de que
alguien estaba detrás de ella, cuando quiso detenerse fue demasiado tarde,
su taza de café se había derramado sobre la impecable camisa de su jefe.
Nunca en su vida había sentido la necesidad de decir: trágame tierra, pero al
parecer ese día sí que necesitaba que el suelo se partiera devorándola. Y si
la escupía en una isla griega que mejor.
—Lo siento —dijo ella mirándolo con arrepentimiento.
—Ha terminado de perder el tiempo señorita Anderson, porque creo que
la campaña en la que está trabajando no se va a realizar sola, es mejor que
dejé de estar pensando en ese bombero y se dedique a trabajar.
¡Dios! Ahora hasta regañada había terminado.
—Disculpe señor. —Keyla iba a acercarse con una servilleta para
limpiarle, pero él la detuvo con un gesto, estaba segura de que la despediría
si pudiera.
—Déjalo así Anderson, me cambiaré en seguida. —Que la llamara por
su apellido no era un buen presagio,
A Keyla no le quedó más remedio que caminar a su escritorio, se moría
de la vergüenza, no entendía cómo podía ser tan patosa, giró la vista a los
escritorios de sus compañeros y se dio cuenta de que la observaban con
miradas mal simuladas mientras escondían una sonrisa burlona. Bueno, de
nada le servía lamentarse, echó un vistazo por última vez a su jefe para ver
que se estaba limpiando la camisa mientras juraba por lo bajo que algunas
mujeres eran un desastre andando.
El día se le pasó demasiado rápido sumida en los últimos toques de la
campaña, vio los bocetos preliminares y se dio cuenta de que había un error
en un logotipo, Dios, a ese paso nunca le presentarían al cliente su
campaña. Envió las correcciones para que al día siguiente ya estuviera
corregido, de otra manera comenzarían a rodar cabezas, si ya hoy había
hecho enojar a su jefe, no quería ni pensar en lo que pasaría si algo salía
mal con los bocetos.
Llegó al piso donde vivía casi arrastrando los pies, estaba cansada tanto
física como mentalmente, la puerta del departamento de al lado se abrió y
vio que Jeremy se asomaba sonriendo.
—¿Un día difícil? —preguntó su amigo, mirándola de arriba abajo.
—Ni que lo digas, ha estado fatal —dijo Keyla metiendo la llave en la
puerta de su departamento.
Su amigo la siguió hasta el interior, acomodándose en el sofá como si
estuviera en su casa.
—Definitivamente me he levantado con el pie izquierdo esta mañana,
primero mi equipo no tenía terminada la campaña; segundo Lory me
recordó que tengo una cita con un bombero del cual me había olvidado y la
tercera, por estar tan concentrada platicando de eso, no me he dado cuenta
de que mi jefe estaba detrás de mí y le he manchado toda la camisa con café
caliente. Así que hoy se puede conmemorar este día como el más patético y
horrible de mi vida.
—Acaso ese día no fue cuando vomitaste encima del chico del instituto
que te gustaba, justo cuando te estaba pidiendo que lo acompañaras al baile
de graduación.
—Créemelo Jeremy, ese día dista mucho de ser el más horrible después
de este bochorno que acabo de pasar. Dime, cómo puede James verme
como la mujer adecuada para ser la señora O ‘Callaghan si solo me
recordará como la tía más patosa de la vida que le ha estropeado su camisa
de diseñador.
—Por lo menos ha notado tu presencia, siempre suspirando de amor
desde tu escritorio, en el anonimato. Vamos, no puede ser que en todos
estos años no te echara el ojo.
—Las chicas con las que sale son de piernas kilométricas, parecen
modelos. Jamás se fijaría en alguien tan común como yo.
—Cariño tú jamás podrás ser una persona común. Patosa sí, pero común
nunca.
—Ya, lo dices porque eres mi mejor amigo —dijo cerrando los ojos de la
vergüenza— no me recuerdes lo patosa que soy. Moriré siempre de la
vergüenza, diré en el trabajo que algún familiar lejano ha muerto y que
tengo que viajar por meses, cuando regrese seguro todos se habrán olvidado
de mi accidente. Por lo menos espero que James no me odie.
—Claro cielo, pero no te desanimes, seguro que en este momento tu
nombre está pasando por su mente.
— ¿Lo crees en verdad? —dijo mirándolo con la esperanza reflejada en
su rostro.
—Para maldecirte por la camisa, pero estoy seguro de que sí se acuerda
de ti.
Keyla se sentó en el sillón junto a él ofreciéndole una cerveza.
—No sé ni porque soy tu amiga.
—Porque soy el mejor confidente, y un paño de lágrimas excelente. Y tú
serías una novia fabulosa para acompañarme a la cena de aniversario de mis
padres.
—Jo, encima eres modesto. Y ni loca iría a esa cena.
Se levantó para ir a la entrada principal, estaba esperando que le
enviaran la respuesta de un curso que estaba deseando tomar, pero al
parecer en el solo se ingresaba por concurso enviando diseños de campañas
y por supuesto ella aún no había logrado cautivar al jurado, sus trabajos
eran buenos, pero la oportunidad de participar aun no llegaba. Abrió las
facturas para ver hasta cuando era la fecha de pago de la tarjeta de crédito y
se dio cuenta de que tenía unos cargos que ella no reconocía.
—¿Qué sucede Key? —dijo Jeremy llamándola por el apelativo cariñoso
con el que solía referirse a ella.
—No lo sé, tengo unas compras que no reconozco.
—Seguro que tuviste un ataque de ansiedad y has dejado temblando la
tarjeta de crédito.
—No, sabes que soy muy prudente en estos temas. Al parecer son unas
compras tontas.
—Enséñame que es.
—Sí, mira —se sentaron juntos para revisar la factura —, aquí dice que
se ha pagado una cena en el restaurante Le moire place.
—¿Cuándo has estado tú en New York?, si puede saberse, claro —dijo
su amigo con fingida indignación.
—Eso es lo malo, yo no he salido de la ciudad en años.
—Entonces debe de ser un error del banco, habla para saber qué es lo
que sucede. Seguro te reembolsan el dinero.
Estaba a punto de tomar el teléfono cuando su equipo le llamó para
decirle que tenían un problema con la campaña. Vale, lo del banco tenía que
esperar. Gimió porque esa llamada solo significaba que esa noche no
dormiría nada. Sus peores pesadillas se materializaron cuando el diseño de
la campaña en algún momento muerto se fue desviando a una campaña muy
parecida que ya estaba en el mercado. Algo totalmente malo, pues ahora
tendrían que plantear nuevas ideas antes de mostrársela al cliente. No quería
ni imaginar la cara de su jefe al enterarse de que estaban plagiando ideas.
Podrían ganarse una demanda que dejaría temblando a la empresa.
—Debo dejarte Jeremy, el equipo tiene problemas, vamos a trabajar toda
la noche.
—Vale, cariño eres una novia pésima.
—Mejor llama Natalie, ella sí que es una novia estupenda.
—¡Me dejó!
—Pero eso es porque eres un canalla, hasta yo te dejaría si tu idea de una
cita romántica es sentarse en el local chino de la esquina.
—Hacen los mejores rollitos primavera del mundo.
—Ya, pero es que no pillaste la indirecta de la pobre, ella quería dar un
paso más en la reacción y tú saliste corriendo como un niño inmaduro. Pero
ahora será mejor que te arrodilles frente a ella con un enorme diamante de
Tiffany′s, porque ella se lo merece.
—Tú serías una novia de pega fabulosa.
—Habla con Natalie, deja de decir locuras. Ahora te dejo, mi equipo me
espera para salvar la campaña.
—No los hagas esperar cariño y diles que ya los odio por separarte de
mí.
—Llama a Natalie, porque no pienso jugar a ser tu novia.
Decir que se pasarían una noche sin dormir, fue una soberana mentira,
porque en realidad estuvieron cerca de un mes trabajando sin parar más que
para dormir por turnos. Al parecer todo había sido culpa de la nueva
becaria. La pobre chica pensaba que la idea había surgido de su cabecita
loca, pero los bocetos los había visto en la web, y pensó que si usaban una
idea similar no pasaba nada. Aunque Keyla al principio se la quería comer
con patatas fritas, al ver el azoramiento de la chica, se dijo que tenía que
recordar el tiempo cuando ella era becaria. Claro que ella nunca cometió
errores, recordaba que quien dirija el equipo era James y era casi como
trabajar con un dictador, aunque aprendió muchas cosas. Keyla estaba
segura de que desde ese momento estuvo completamente enamorada de él,
un gran problema ya que James nunca tuvo más palabras que las
estrictamente necesarias para con ella, por eso ella se dejaba la vida
tratando de ser la mejor. Quería que notara lo brillante que era, para que por
lo menos se diera cuenta de que existía.
Ahora que estaba llevando a su propio equipo, no debía olvidar sus
comienzos, suspiró mirando por la ventanilla de su departamento, ella
también había tenido algo de culpa, tenía que haber notado el error antes,
pero por estar pensando en James había delegado asuntos importantes del
trabajo. Necesitaba dejar de soñar despierta, Keyla por lo regular era muy
realista, en lo único en lo que se permitía fantasear era con que James algún
día se diera cuenta de que ella era la mujer de su vida. Algo que no pasaría
ni en un siglo. A veces le daban ganas de dejar ese empleo, llevaba varios
años juntando todo el dinero que ganaba para poder abrir su propia empresa
de publicidad. Esperaba que en un año o dos como mucho pudiera
independizarse. Amaba la empresa donde trabajaba, pero quería formar su
propio sello creativo, y tal vez, solo tal vez de esa manera lograría dar
carpetazo a su amor platónico por su jefe que en nada le convenia.
El sonido del móvil la sacó de sus pensamientos, esperaba que no fueran
más problemas con la campaña, al día siguiente la presentarían de manera
oficial al cliente y esperaba de verdad que quedara muy satisfecho, aunque
ella se ocupaba de clientes nuevos y de presupuestos menores, ya que eran
los equipos de más antigüedad los que tenían la cartera de clientes más
potenciales y los cueles siempre eran supervisados por su jefe, a ella solo le
pedía una muestra de los bocetos y la dejaba estar a su aire en la reunión ya
que sus clientes facturaban menos dólares al año. Aunque Keyla se
consolaba diciéndose que James tenía absoluta confianza en ella y por eso
era libre para trabajar sus diseños y no porque la ignorara. Miró el mensaje
que le había llegado y se desconcertó, ¡¿Qué demonios estaba pasando?!
Volvió a mirar la pantalla como si no se creyera lo que estaba leyendo.
Sabía que había olvidado el tema de las compras que le habían cargado a la
tarjeta, pero pensó que sería un error, ahora viendo el mensaje que decía que
había excedido el límite de compras por día pensaba que su vida no podía
estar tomando un rumbo peor. Abrió la banca electrónica, para fijarse que es
lo que le habían cargado y casi se desmaya al darse cuenta de que habían
gastado más de la mitad de todos sus ahorros.
Jeremy abrió la puerta buscándola con la mirada.
— ¿Keyla?, estás preparada, mañana es el día de la presentación de la
campaña. Me pareció extraño ver la luz encendida.
—Ven, necesito que me digas si esto que estoy viendo es verdad —dijo
ella muy concentrada en la pantalla de su móvil.
—No me digas que tu campaña no está lista.
—Esto es mucho peor —dijo comenzando a sentirse inundada por el
pánico.
—¿Peor que algo malo en tu campaña?, entonces quiere decir que es
algo más crítico.
—Acaba de llegarme un mensaje donde dice que he sobrepasado el
límite de compras en el día.
—¿Y?
—¿Cómo qué y? Pues que yo no he comprado nada hoy, ¡me han
estafado!
—Tranquila cariño, que te va a dar un infarto.
—Jeremy, acabó de revisar la banca en el móvil y se han gastado más de
la mitad de mis ahorros. Eso sin contar que seguramente me han de haber
dejado temblando la tarjeta de crédito —dijo ella gritando, la impresión de
ver que su dinero se había esfumado la había dejado paralizada. Ahora que
veía la realidad era como si un jarro de agua le cayera encima. El fruto del
trabajo de tantos años se lo había gastado otra persona.
—Marca al banco, cancela tus tarjetas, eso es delito. Debes denunciar
para que atrapen a quien haya hecho semejante canallada. Han robado tu
identidad.
—Dios mío, parece que me ha mirado un tuerto.
—Sí cielo, y ha sido un tuerto con muy mala leche.
Después de estar por más de cinco horas tratando de demostrar que ella
no había hecho las compras, por fin el banco había accedido a bloquear sus
tarjetas. Aunque después de un rato ya no le pareció tan buena idea, ya que
ahora estaba sin dinero hasta que le dieran la reposición de su tarjeta; en ese
momento se arrepentía de no haber contratado un seguro en caso de robo de
identidad. Dios, parecía una mala broma, justo cuando las cosas estaban
empezando a salir bien, llegaba esa estafadora a joderle la vida.
Capítulo 2

Darla sonrió al hombre que tenía frente a ella, era muy guapo para su paz
mental, la había invitado a una copa y ella estaba fascinada. Tenía que tener
mucho cuidado sino quería salir dañada, la vida que llevaba no era como
para ponerse en evidencia, para bien o para mal, ella había buscado una
manera de sobrevivir; desde muy chica había vagado entre las calles más
peligrosas de la ciudad, nunca supo quiénes eran sus padres ya que estos la
dejaron abandonada en un orfanato del cual escapó cuando apenas tenía
ocho años, aunque al salir del orfanato no estuvo sola, ella y su amigo John
se fugaron para evitar los maltratos de sus cuidadores.
Sonrió cuando se dio cuenta de que su galante caballero de brillante
armadura, la miraba como si quisiera devorarla. Era la misma mirada que
había visto mil veces en hombres que deseaban su cuerpo. Tenía plena
conciencia de que era hermosa, un factor que la había ayudado mucho en
sus objetivos. Cuando se dio cuenta de que si quería ser alguien en la vida
tenía que hacer hasta lo imposible, se dijo que nada la vencería y nada
truncaría su deseo de ser más que una dama de compañía para los hombres
con dinero. Cuando cumplió los diecinueve años, vivía en una pequeña
bodega que estaba abandonada, sus únicas pertenencias eran una vieja
cama, una mesa y un televisor. Por horas se pasaba viendo programas de
estilo y glamur para aprender a comportarse, veía a las mujeres que salían
en ellos vestidas de manera elegante, la forman en la que sonreían, sus
modales, todo lo que podía aprender era bien recibido.
Al principio trabajaba en un bar de mala muerte, se encargaba de servir
los tragos, algo que odiaba, los hombres a veces se podían poner muy
pesados, pero las propinas eran buenas. Claro que eso no evitó que tuviera
que dar un par de tortazos a los que se quisieran propasar con ella. Aunque
tenía muchas ganas de estudiar no podía hacerlo, pues no tenía dinero y en
el orfanato solo le enseñaron lo básico, así que su sueño de ser una abogada
de éxito no era posible. Después se comenzó a juntar con una chica del bar
que era camarera, pero también se dedicaba al negocio turbio de falsificar
identificaciones o todo tipo de papeles. Ella la descubrió porque un día uno
de los borrachos le derramó una cerveza encima y tuvo que ir a los
vestidores a cambiarse, cuando estaba en la parte trasera del bar se dio
cuenta de que la puerta que daba al callejón estaba abierta, cuando debía de
estar cerrada para evitar que alguien ajeno entrara. Salió para cerciorarse de
que no dejaba a ningún empleado afuera y se dio cuenta de que Hanna
estaba en el callejón con una mujer que a simple vista parecía muy elegante,
su compañera le entregó un sobre y la mujer le dio otro. Darla al principio
pensó que su compañera estaba metida en asuntos de drogas, así que esperó
a que entrara al bar para hablar con ella. En cuanto entró la abordó de
manera directa la chica le caía bien y por las conversaciones que tenían
sabía que estaba estudiando la universidad, así que le dio un sermón sobre
las drogas y demás adicciones peligrosas, que podían destruir su futuro.
Cuando terminó su amiga solo se rio de ella.
—Estás loca, ¿cómo comprendes que voy a estar metida en drogas?
—Entonces qué es lo que le diste a esa mujer. He visto cuando te
entregaba un sobre.
Su compañera la miró de manera seria, como si no supiera que decir.
—Vale, te lo contaré, pero no quiero que me delates con nadie, yo no
tengo nada que ver, solo hago las entregas.
—Soy una tumba, lo prometo.
—Tengo un familiar que hace trabajos de falsificación de documentos,
yo solo los entrego y recibo la paga.
Darla se tomó un segundo para digerir esas palabras, vale, no eran
drogas, pero la falsificación de documentos igual era un delito.
—Pero eso es delito, cómo pueden hacerlo, aparte, esa mujer se ve de
mucho dinero, para que quiere una documentación falsa.
—Pues no acostumbramos a preguntar a los clientes, pero esa mujer en
especial hace un pedido cada poco. Así que supongo que lo utilizara para
estafar a las personas, ya sabes, se hace pasar por una mujer que no es, nos
pide tarjetas bancarias, identificaciones y documentos legales, así es como
consiguió su fortuna.
—Pero, ¿toda esa gente a la que estafa?, cómo se deben de sentir
después de que esa mujer les dejé temblando la tarjeta de crédito.
—No lo quiero ni imaginar, pero te confieso algo, por momentos he
estado a punto de hacerlo yo también, estoy harta de esta pobreza, estoy
harta de tener que contar cada dólar que tengo, de no saber si mañana habrá
de comer en la casa. Sabes, una vez me dijeron que si quieres ser exitosa
debes robarle las oportunidades del destino, pasar por sobre de quien sea,
con tal de triunfar. La vida no es de las personas que son cobardes, no,
definitivamente no, la vida es de quien hace hasta lo imposible para llegar a
la cima.
—Se puede lograr de manera legal. No tienes que robar para obtener lo
que deseas.
—Sabes lo que dices Darla, nunca saldremos de este mugroso bar de
mala muerte, nunca lo podremos hacer porque nos tocó ser pobres. Algunos
incluso dirían que somos escoria.
Esas palabras se le quedaron marcadas a fuego a Darla, por eso, ahora
que tenía a ese hombre frente a ella, se dijo que efectivamente le tenía que
robar las oportunidades al destino, necesitaba salir de ese lugar tan horrendo
donde vivía y comenzar a vivir de una manera más digna. Poco a poco fue
comenzando a idear un plan, era algo seguro ya que ella solo pedía los
documentos falsos a los cuales les ponían su foto y listo. Lo único malo es
que nunca se había topado con un hombre que le llamara tanto la atención
como el que tenía enfrente. Sonrió levantando su copa en señal de brindis,
Dios, Erick Luke era demasiado guapo para su paz mental. Lo había
conocido en el club de golf al que se había afiliado. Todos sabían que si te
querías relacionar con personas importantes debías de estar en un solo
lugar, y ese no era otro más que el club de golf más prestigioso de la ciudad.
Ahí se congregaban la flor y nata de la sociedad, grandes empresarios,
banqueros, inversionistas; todos acudían ahí para cerrar negocios
importantes. Le había costado una buena pasta lograr que le dieran una
membresía, y no sabía cómo lo había logrado su amiga Hanna, pero una
semana después estaba parada frente a ella con una tarjeta dorada vip. El
club era un lugar sorprendente, literalmente te podías perder en él. Se gastó
una buena cantidad de dinero en comprar ropa adecuada para presentarse
ahí, pero todo era patrocinado por las tarjetas de crédito que le había
vendido Hanna, no quería desentonar, los hombres y mujeres que se
paseaban por el lugar parecían gentes comunes y corrientes, pero nada más
lejos de la realidad, sus atuendos gritaban que eran personas con suficiente
dinero.
Los relojes que portaban algunos valían auténticas fortunas, Hanna le
había dado un curso para distinguir entre marcas de ropa, joyería y todo lo
que la gente de alta categoría ostentara, no quería quedar como una mujer
que no sabía distinguir entre una imitación del bolso de Gucci y el original.
Después de dar varias rondas por las canchas, el área de la piscina y el
restaurante, Darla encontró un hombre atractivo que no llevaba una alianza
de casado, aunque pensándolo bien, tampoco es que le molestara mucho ese
detalle, no, los objetivos de ella eran muy claros, lo único que necesitaba
era encontrar un hombre que la sacara de vivir en la pobreza. No pensaba
usurpar la identidad de otras personas para toda la vida, no, solo lo haría
una vez más para poder costear los gastos para atrapar a un buen pez gordo
que estuviera dispuesto a darle la vida que ella merecía. Suspiró pensando
que estaba completamente loca.
—Una moneda por tus pensamientos —escuchó que le decía Erick en
tono seductor. Sonrió de manera tímida dándole otro sorbo a su copa, Dios
no tenía ni la menor idea de cómo le hacían esas personas para comenzar a
beber tan temprano. Lo que daría por tomarse un café o un jugo. Pero si
quería parecer sofisticada lo mejor era que se pidiera un coctel, y ahí estaba
bebiendo una mimosa, que estaba deliciosa, pero si seguía bebiendo con el
estómago vacío estaba segura de que terminaría emborrachándose. Nunca
había tolerado demasiado bien el licor, y a esas horas de la mañana el
resultado serio desastroso.
—No creo que valgan la pena —dijo mirando fijamente a los ojos de
Erick.
—Yo creo que sí, recuerde que me debe la vida, así que señorita
Anderson, ¿qué le gustaría hacer? —Dios, ese hombre tenía una sonrisa
cautivadora, con unos dientes perfectamente alineados.
— ¿Qué me propone señor Luke?,¿cómo puedo pagar que haya sido mi
salvador?
Estaba claro que ya lo tenía en el bote, su plan estratégico fue:
localizarlo dentro del club, y después disimuladamente se había paseado por
la orilla de la piscina en un diminuto bikini, Erick se había mantenido
leyendo el The New York time, y varios diarios financieros sin prestarle la
menor atención, pero Darla tenía que aprovechar todas las oportunidades,
fingió que no sabía nadar, y se arrojó a la piscina con un grito de auxilio.
Por suerte su estrategia dio resultados, ya que Erick se había lanzado de
lleno a rescatarla. Lo que sintió estando entre sus brazos la dejó sin aliento,
fue como si una descarga eléctrica le recorriera todo el cuerpo. Ambos
estaban en el agua, y él la miraba de una manera tan ardiente que cuando le
preguntó si estaba bien, Darla no fue capaz de contestar.
—Señorita Anderson, tengo un avión privado que me llevará a las Vegas
en unas horas, le gustaría acompañarme —le dijo él sacándola de sus
pensamientos de nuevo, ella dio un último sorbo a su coctel de manera
seductora.
A Darla casi le da un infarto, ese hombre tenía un avión privado y ella no
tenía ni siquiera para viajar en el metro. Debía sopesar los pros y los
contras, cabía la posibilidad de que fuera un secuestrador, o un tratante de
blancas, y estaba claro que ella no estaba para eso. Por un segundo pasó por
su mente la idea de que era una cobarde, pero el hecho de no conocer a ese
hombre la ponía nerviosa.
— ¿Las vegas?, la ciudad del pecado, no creé que es un lugar demasiado
adictivo, no será usted uno de esos hombres que se la pasan pegados a las
apuestas.
—Nada más lejos de la realidad señorita Anderson, por desgracia,
aunque no es un lugar que frecuente para diversión, si es un lugar donde a
veces tengo reuniones con mis clientes. Pero, por favor dejemos los
formalismos, puedes llamarme Erick. —Él se pasó la mano por su negra
cabellera espesa, para después mirarla de nuevo a ella. ¿Qué debía hacer?
—Y cómo puede tener la seguridad señor Luke, de que no es un tratante
de blancas o un secuestrador.
Erick sonrió de medio lado provocándole un estremecimiento.
—Tendrá que averiguarlo señorita.
La voz de una chica que llamaba a gritos a Erick hizo que Darla no
pronunciara las palabras que estaba por contestarle. La chica era muy guapa
con una espesa melena morena y un cuerpo de infarto se acercaba a ellos,
mientras hablaba por el móvil. Parecía decidida, y por un momento se
imaginó que a lo mejor era la conquista de ese hombre y solo se estaba
burlando de ella.
—¿Qué sucede Amber? —preguntó Erick como si le estuvieran sacando
una muela, mientras fulminaba a la joven que se sentó en una de las sillas
donde ellos estaban.
—No seas pesado Erick, lamento interrumpir tu cacería, pero nuestra
madre quiere hablar contigo antes de que te vayas a las Vegas y te dediques
solo a cerrar negocios. Debes de disfrutar de la vida hermanito. Si no te
hubiera obligado a venir, estarías metido en tu despacho inventado como
duplicar tus inversiones. —Darla suspiro de alivio en cuanto esa chica dijo
que era su hermano, pero lo que más la tranquilizó fue saber que él de
verdad iba a un viaje de negocios, pero, si iba a trabajar; para qué quería
que ella lo acompañara. Bueno, de cualquier forma, no dejaría pasar la
oportunidad. Si no lograba sacarle nada, por lo menos conseguiría un viaje
gratis. Amber le entregó el móvil a Erick y este se retiró para contestar la
llamada, la chica se quedó sentada junto de ella, y Darla dio otro sorbo a su
bebida.
—Así que eres la nueva conquista de mi hermano —dijo Amber dejando
de sonreír dejando ver su verdadera personalidad.
—No es así.
—No, acaso crees que no vi tu absurdo intento de llamar su atención
aventándote a la alberca.
El corazón comenzó a acelerársele, Dios, la había descubierto.
—Me salvó, de verdad que no sé nadar, sino fuera por él, no sé qué sería
de mí.
—No seas tonta, hay auxiliares que están cuidando la zona, nunca te
había visto aquí. Sabes, he visto desfilar infinidad de mujeres alrededor de
mi hermano tratando de conseguir su atención, y hasta ahora nadie lo ha
logrado, y entonces llegas tú y con un burdo ensayo de mujer patética, y has
conseguido que se siente a una mesa a tratar de conquistarte.
—Ha sido él quien ha insistido.
—Efectivamente, no puedo negar que eres hermosa, pero te voy a dejar
algo muy claro: hazle daño a mi hermano, atrévete a jugar con sus
sentimientos y no habrá lugar sobre la tierra donde te escondas.
—Es una amenaza.
—Yo no amenazo querida, es una promesa, y que no te quede la menor
duda que la cumpliré.
De pronto Amber cambio el semblante y puso de nuevo una sonrisa en
sus labios, Erick se acercaba sonriendo mientras colgaba la llamada. Le
tendió el móvil a Amber, que se levantó para darle un beso en la mejilla a su
hermano. Después su nueva enemiga le dedicó una mirada significativa
dándole a entender que hablaba muy en serio sobre lo de buscarla por todo
el mundo, vaya al parecer pensaban que era una devoradora de hombres que
iba detrás de un pez gordo. Vale, sí que iba detrás de un millonario, pero de
ahí a que fuera una fresca había un mundo de distancia. Dios, como odiaba
sentirse así.
—Disculpa si te ha incomodado mi hermana, a veces suele ser muy
sobreprotectora.
—No hay nada de lo que preocuparse, de hecho, es una chica adorable.
— ¿Y bien?, nos vamos.
Sonrió débilmente y se levantó de la silla donde estaba sentada. Bien, era
hora de continuar con el plan. A lo mejor lograba que le comprara algo,
seguro que en un lugar como las Vegas tendrán tiendas de diseñadores.
Tenía la excusa perfecta, ya que no llevaba equipaje, así que él se vería
obligado a proporcionarle alguna vestimenta. Sí, en definitiva, era el plan
era perfecto. Llegaron al aeropuerto, y se dirigieron hasta una pista privada;
frente a ella estaba el avión en el que viajarían, vaya, era todo de ensueño.
Para ella que había vivido entre la basura y la más profunda pobreza, estar
ahí era casi como si hubiera entrado en una realidad alterna. Subieron por la
escalerilla del avión, todo era tan lujoso que incluso daba miedo tocar nada,
seguramente así viajaban los multimillonarios. Se recordó que eso era lo
que ella se merecía. Una azafata le ofreció una copa de champagne, nunca
lo había probado y estaba ansiosa. Le dio un sorbo y sintió que las burbujas
subían por su nariz haciéndole cosquillas, sonrió como una tonta al sentir el
leve cosquilleo, Erick salió de la cabina de control donde se había acercado
a saludar al capitán, en cuanto se sentaron les dijeron que debían de
ajustarse los cinturones, él la miraba sonriendo, pero de pronto un destello
en sus ojos hizo que se atragantara con la bebida, comenzando a toser, y
para su desgracia las burbujas comenzaron a subir por su nariz haciendo
que sus ojos lagrimearan.
— ¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada, se me ha desviado la bebida. Siempre me pasa con el
Champagne.
Erick le dio unos golpecitos en la espalda, mientras le quitaba la copa y
se la entregaba a la azafata. Él sostuvo su rostro con la mano, y Darla supo
que la besaría, estaba segura de que eso es lo que pasaría. No se dio ni
cuenta del momento en el que despegaban, solo era consciente de los ojos
de él, de la manera en la que brillaban con expectación, estaba segura de
que los suyos tendrían un brillo similar. Los labios de él se acercaron
peligrosamente a los de ella, por un momento se le paralizó el corazón, era
una sensación tan extraña, ningún hombre había despertado en ella esas
emociones. Mucho menos después de lo que le habían hecho en el pasado.
Pero no quería pensar en ese horrible momento, lo único que quería era
disfrutar y conseguir salir de una vez por todas de esa vida que odiaba.
—Bien, en cuanto lleguemos al hotel podremos salir a disfrutar.
Capítulo 3

Keyla sentía que se desmayaría de la impresión, como puede ser que


alguien te robe la identidad y nadie haga nada, había llamado al banco para
saber si tenían alguna solución, pero lo único que le dijeron es que tenía que
haber contratado el maldito seguro contra robo; y que por el momento nada
podían hacer, porque había mil cláusulas que debía cumplir, formatos que
llenar y para ser más, claros lo que necesitaban era que llevara a la
estafadora al banco a que declarara que ella había gastado sus ahorros para
que de esa manera pudieran verificar si era posible que le devolvieran algo
de dinero.
En este momento el agente de policías la miraba como si fuera un
desastre, vale, que ella había tenido la culpa por no darse cuenta antes de
que alguien estaba comprado como loca, pero nadie sabía que su trabajo era
muy demandante. Después de presentar la campaña el cliente exigió que se
le hicieran unas reformas que ella no había considerado, y de ahí a volver a
empezar de nuevo. Dios, ¿por qué la vida la estaba castigando de esa
manera?
Le dieron a firmar su declaración para anexarla al expediente de la
denuncia, la mirada del agente le dijo que no harían nada, y para colmo ya
llegaba tarde al trabajo, si James se daba cuenta de eso estaba segura de que
la despediría, aun se alejaba de ella en cuanto la veía con una taza de café
en la mano. Entró corriendo en el edificio de la empresa y casi se tropieza al
intentar esquivar a la chica que realiza la limpieza, a veces podía ser tan
patosa, recordaba que su madre decía que era una fabrica de accidentes. Se
dio un repaso en el espejo de la pared de ascensor, tenía los ojos hinchados
de tanto llorar.
A veces las personas te dicen que uno no debe llorar solo por dinero.
Pero la impotencia pudo con ella, se había privado de tantas cosas para
poder montar su empresa, que ahora que lo pensaba lo mejor era que se
fuera viaje con los pocos ahorros que tenía, era mil veces preferible gastar
el dinero en ella misma. Solo le quedaba rezar para que su jefe no se diera
cuenta de su retraso, movió la punta del pie dando leves golpecitos, odiaba
ponerse nerviosa.
—Vamos cacharro del infierno —dijo mientras las puertas se abrían un
piso abajo del suyo, estaba claro que ese día tampoco sería su día de suerte.
Se quedó mirando de manera fija una mancha que estaba en el suelo, lo
mejor era que se calmara porque si no, entraría en crisis de pánico.
—Vaya, señorita Anderson, es un milagro que nos ilumine con su
presencia. —En definitiva, ese día estaba declarado como el peor de su
vida. Vio que James miraba su carísimo reloj de oro, si tan solo ella se
hubiera comprado uno igual por lo menos pensaría que su dinero estaba
bien invertido, siempre y cuando no se lo robaran en el metro, claro.
—Disculpe, he tenido un asunto personal que atender.
—A sí, ¿se le murió algún familiar?, porque de otra manera no
comprendo el retraso de cuatro horas. Espero que esa campaña salga bien,
pase por alto el error que tuvo en la campaña anterior, pero no quiero que se
repita, donde nos llegué una demanda por su culpa ya puede esconderse
porque la perseguiré si es necesario.
James salió del ascensor dejándola sumida en sus pensamientos, esas
palabras solo le confirmaban que no le tenía tanta confianza como creía. Él
sabía de su fallo, pero lo que la dejaba intrigada era porque no se lo había
echado en cara en su momento, o porque no le había llamado la atención,
cuando el jefe manda a llamar a algún empleado por lo regular la empresa
tiembla de miedo.
En cuanto llegó a su escritorio Lory le hizo señas para que fuera a la
maquina de café, eso era justo lo que necesitaba, el café siempre ha
solucionado varios problemas a través de la historia.
—¿Qué ha sucedido? Te han dicho que van a detener a la estafadora —
dijo su amiga tendiéndole una taza de café humeante.
—No, de hecho, toda pinta que no harán nada, según ellos como no es
parte de su distrito donde se hicieron las compras, no pueden hacer mucho y
del banco ni te cuento, me han pedido que les entregue la dirección exacta
del santo grial para poder darme los formularios para levantar el reporte.
—Ahora si que has tenido mala suerte, pero cómo fue que no te diste
cuenta de que algo así sucedía, vamos, yo miro la aplicación de banco mas
que las aplicaciones de mis redes sociales. Si un dólar me falta, no paro
hasta investigar donde ha quedado.
—Ni siquiera se que es lo que sucedió, estaba tan enfrascada en la ultima
campaña, la becaria metió la pata hasta el fondo y me tocó a mí resolver el
problema, así que me olvide del mundo exterior. Para mi mala suerte creía
que James no se había dado cuenta de los errores que cometimos, pero en el
ascensor me ha dejado claro que sí que los notó y no quiere que se repitan.
Keyla cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz, se sentía agotada
tanto física como mentalmente, solo quería alejarse de todos, o regresar el
tiempo y darse cuenta de sus errores. Es que no comprendía como es que
aparte de patosa era idiota, mira que no prestar atención a el dinero faltante,
había revisado los estados de cuenta y ni así, en ese instante si alguien le
daba una bofetada incluso lo agradecería. Ella que se creía la más
inteligente de su clase, claro, que a desorganizada nadie le ganaba, estaba
en sus venas el desastre.
—Creo que te ha mirado un tuerto, amiga, no es normal tanta mala
suerte, y qué es lo que le has dicho a James, supongo que te has defendido
diciéndole que despedirías a esa estudiante. Si cursa el último semestre y no
sabe que no se puede plagiar es para matarla por lo menos.
—Me he quedado como siempre lo hago cuando estoy frente a él: como
una tonta, me ha echado en cara que he llegado tarde, le quise explicar que
tuve un asunto familiar y me ha dicho que, si acaso se había muerto algún
familiar, que solo eso explicara mi demora de cuatro horas, lo puedes creer,
en verdad no entiendo como puedo estar tan colada por un hombre que es
un capullo.
—Yo te lo diré amiga, el primer motivo es que: el hombre esta como un
queso, es un pastelito, es inteligente, tiene dinero y cuando sonríe parece un
modelo de pasta de dentífrico. Y cualquiera estaría encantada de que nos
envíe llamar a su oficina y nos empuje contra el escritorio para después
arrancarnos las bragas, y bueno, creo que ya me he desviado mucho.
—¡Eres una descarada Lory! —le dijo sonriendo.
—Y tú eres una mojigata y nadie te está criticando. Debes de desmelarte
amiga.
—Si, pero debo de aterrizar los pies sobre la tierra, ¿qué posibilidades
hay de que se fije en mí?, cero, ninguna; le presta más atención a una
hormiga que baja por la pared que a mí, podría pasear desnuda frente a él y
estoy segura de que ni se inmutaría.
—¡Así se habla amiga!, te propongo que entres en esa oficina, y lo hagas
tuyo a la fuerza.
—Ya claro, sobre todo porque me dejará que le haga algo, si me deja
paralizada con solo dirigirme la mirada, así que no creo poder ir y seducirlo
—le dijo mirándola como si estuviera loca. Aunque sí que le gustaría probar
el sabor de sus labios, saber si son tan suaves como se los había imaginado
desde que lo vio por primera vez. Le dio un sorbo a su café que aun esta
caliente, mientras trataba de alejar esos pensamientos pecaminoso de su
mente.
—Señoritas, no tienen trabajo que hacer.
En cuanto escuchó esa voz, fue imposible que pudiera detenerse, el
sorbo de café que estaba tomando, ha salido disparado de sus labios y
salpicando a su amiga con él. Bueno, a lo mejor se lo merecía por no
avisarle que James estaba detrás de ella.
—¡Qué demonios Keyla!, me has echado a perder mi blusa favorita —
exclamó Lory mientras se limpiaba con una servilleta de papel. Dios, lo
único en lo que podía pensar era que, si existía algún Dios que, por favor,
hiciera que la tierra se abriera y se la tragara.
—Vaya señorita Anderson, es usted un peligro en la zona de café, creo
que partir de ahora pondremos un letrero de guardar por lo menos dos
metros de distancia con usted mientras mantenga una taza de café en taza de
café en sus manos —exclamó James, se apostaba la vida misma en que su
rostro estaba rojo como un tomate maduro, y es que ese era uno de sus
grandes defectos, ella se ponía sonrojaba por deporte, mas en presencia de
su jefe.
—No es necesario señor —le dijo tratando de serenarse.
—Es mejor que se pongan a trabajar, que para eso les pago. —Nunca en
su vida se había sentido tan avergonzada como en ese instante, mataría a su
amiga, la mataría tan lentamente que ni siquiera se enteraría de que estaba
muerta, tan fácil que era avisarle de que el peligro las asechaba.
Ambas se fueron a sus escritorios, dedicándose una mirada de odio.
—Keyla —la voz de su jefe la hizo detenerse al instante —, eso que ha
dicho su amiga sobre mi oficina, jamás pasara, dedíquese a trabajar sino
quiere poner en peligro su puesto de trabajo.
Vale, su moral había caído por los suelos. Le estaba dejando en claro que
jamás tendría algo con ella, y en realidad no entendía porque se sentía
dolida, ella misma se había dado cuenta de que nunca tendría una
oportunidad con él. Llegó a su escritorio para ponerse a trabajar con su
nueva campaña, eso era lo que tenía que hacer, en vez de estar pensando en
tonterías y corazones. Estaba claro que el amor no era para ella, pero no se
acordaba de quien le había vendido la idea de que un hombre guapo y de
mundo se podría interesar en una simple publicista de tres al cuarto.
No entendía que es lo que estaba pagando, a quien le había hecho tanto
daño como para que la vida la golpeara de esa manera. Ahora se encontraba
sin sus ahorros, con un bajón emocional hasta el piso, y su jefe acababa de
matar cualquier esperanza de que un milagro sucediera entre ellos dos. Vale,
la vida no podía ser mas cabrona.
Llegó a su departamento y Jeremy la estaba esperando en el portal, ese
amigo suyo algo quería y no era dinero, o eso esperaba porque estaba frita
económicamente. Cuando llegó a su lado su amigo solo levantó unas bolsas
de comida china de su local favorito y Keyla gimió de gusto.
—Dios, Jeremy en este instante incluso te besaría, pero no quiero que
Natalie me vaya a moler a golpes.
—Ja, no tienes nada que temer, le he llamado y no me ha contestado el
móvil. Te puedes creer eso, ella me ha rechazado.
—¿Y qué querías que hiciera?, yo te hubiera pateado ahí a donde mas te
duele, no puedes decirle a una chica que la llevaras a celebrar su aniversario
y que la cita será de lo mas especial. Para luego llevarla al local de la
esquina.
—Otra vez con eso, cómo demonios me iba a imaginar que ella pensaba
que le propondría matrimonio, es que es ilógico, nunca mencione anillos ni
nada.
—Es que eres algo lento amigo mío, esa mujer lleva amándote desde
cuándo, desde siempre Jeremy, es lógico que quiera dar el siguiente paso.
—Deja ese tema por la paz, ya mis padres me han dicho de todo, me han
puesto morado con su discurso de mi falta de compromiso y el miedo a las
relaciones formales. No entienden que aún estoy muy joven para atarme a
una mujer.
—Entonces no la amas como deberías, porque cuando uno ama, solo
piensa en estar con la persona adecuada.
—Odio cuando te pones en plan filosófico, claro que la amo, pero el
matrimonio es una responsabilidad grande, después querrá hijos, una casa
más grande, y tener una mascota.
—Sabes qué pienso, creo que has hecho bien en romper con ella, no es
justo para nadie que ella píense a futuro y tú quieras estar estancado en esta
vida de soltero, así que lo mejor es que sus caminos estén separados —le
dijo, aunque su tono de voz sonó más ofuscado de lo que pretendía, pero el
hecho de que su amigo no quisiera dar el siguiente paso con su novia la
alteraba, pero respetaba su decisión, tal vez el hecho de toda la tensión que
estaba pasando la hacia ser cruel con los que la rodeaban.
—De acuerdo, sé que estas alterada, que nada está saliendo bien en tu
vida, pero debes de tomar todo con calma.
Las lágrimas que llevaba contendiendo todo el día, salieron a relucir en
ese instante, su amigo la consoló, pero es que era imposible que estuviera
bien emocionalmente cuando su vida era un caos. Por lo regular su jefe se
comportaba como un soberano capullo, pero que hoy le dijera esas palabras
le había dolido en demasía. Tal vez era muy tonta, porque vamos, le han
robado la mitad de sus ahorros y ella se ponía a pensar en que la habían
regañado por llegar tarde, y para más inri en la amenaza de que nunca
llegaría a tener una oportunidad con él.
—Todo estará bien Keyla, estoy seguro de que la policía encontrara a esa
estafadora y la refundirán en la cárcel.
—Mi sueño Jeremy, mi hermoso sueño de tener mi propia empresa se ha
ido al garete por culpa de esa mujer. Y la policía no hará nada, me han
dicho que no les compete a ellos, ¿Qué puedo hacer? A menos de que la
busque por todo el mundo hasta encontrarla y hacerla que me pague mi
dinero, no creo que poder recuperar nada.
—Cielo, lamento mucho toda esta situación, si en algo te puedo ayudar,
sabes que estaré para ti.
—Nadie me puede ayudar Jeremy, por lo menos ya están canceladas
todas mis tarjetas, y ya no podrán acceder mas a mi dinero. Aunque hoy he
estado a punto de ser despedida de mi empleo por llegar tarde.
—No le explicaste al capullo de tu jefe que fuiste ha poner una denuncia
por el robo de identidad al que fuiste sometida.
—Creí que era suficiente con avisarle a mi equipo, pero me lo he
encontrado en el ascensor, me ha dicho que no quiere que se repita y
también aprovechó el momento para echarme en cara los errores de la
campaña anterior.
—Es un capullo. Eres la mejor en tu trabajo, debería de subirte el sueldo
y ampliar tu cartera, y no reprocharte un error que a cualquiera le pudo
pasar.
—Solo quiero cerrar los ojos y dejar que todo pase.
Capítulo 4

Era impresionante como era la vida de las personas con dinero, Darla
sonrió a Erick, que en ese instante estaba pidiendo dos cocteles en la barra
del casino, después de llegar a las Vegas, se trasladaron a un hotel lujoso,
tuvo que controlarse para no dejar la boca abierta cuando vio la reluciente
entrada donde estaba una cascada junto a unas esculturas que tenían la pinta
de ser carísimas. Ella que nunca había estado en un lugar tan bonito y
reluciente, le daba incluso miedo de tocar algo.
La recepcionista les dio la bienvenida, y cuando los nombraron dijeron
que eran los señores Luke, al ver que Erick no hacia la corrección de que no
estaban casados, Darla dejó que todos pensaran que eran una pareja, a lo
mejor le servía de algo en el futuro. Las chicas que estaban a su alrededor
miraban a su acompañante con los ojos brillantes, algo le decía que ese
hombre había estado ahí varias veces, porque ellas le hablaban como si lo
conocieran, pero sobre todo como estuvieran muy interesadas en llamar su
atención, sintió una enorme satisfacción cuando él tomo su mano y ellas
abrieron los ojos de la sorpresa.
Por primera vez en la vida, Darla se sintió tan bien, imaginar que en
verdad ese hombre fuera suyo le provoco un estremecimiento, ojalá no lo
hubiera conocido en esas circunstancias, estaba segura de que si Erick se
enteraba de sus planes la despreciaría para siempre, ese pensamiento le dio
terror, no se suponía que fuera así, en su perfecto plan que había trazado no
entraba el amor, y ningún sentimiento parecido. Debía reconocer que ese
hombre era muy guapo para su paz mental, pero en las pocas horas que
llevaba a su lado se dio cuenta de que en verdad era muy inteligente,
durante el trayecto en avión le había contado todo sobre su trabajo como si
la quisiera impresionar. Al parecer se dedicaba a la fabricación de
tecnologías, ella lo había escuchado muy paciente, y se impresionaba por la
forma en como la miraba mientras sus ojos brillaban de la emoción.
Nunca le había sucedido algo así con ningún chico, pero bueno, del lugar
donde venia no es que hubiera demasiados candidatos, los hombres que
conocía en el bar, eran unos holgazanes buenos para nada, y por el barrio
ninguno valía la pena. Los nervios la comenzaron a traicionar, su plan no
tenía ni pies ni cabeza, ¿Qué se suponía que haría ahora? No podía pedirle
dinero a ese hombre, le pediría que fuera su novio y que le diera dinero, no,
tenía que haberlo pensado antes.
Erick regresó hasta donde ella estaba, y le tendió una copa, ambos la
levantaron y brindaron sonriendo, no tenía ni idea de que estaban
celebrando, pero había tomado la decisión de que disfrutaría de la
oportunidad de vivir esa experiencia.
—¿Por qué brindamos? —le dijo a Erick, él la miró de tal manera que
hizo que se sonrojara, parecía que se la quería comer entera.
—Por las nuevas oportunidades, Keyla. —Darla se quedó por un
momento sin saber que contestar hasta que recordó que la membresía decía
el nombre de Keyla Anderson, y ella se había presentado así, tenía que
poner más atención a esos detalles, Dios, lo que daría porque ese hombre
pronunciara entre sus labios su nombre real.
—Por las nuevas oportunidades Erick —le dijo tratando de sonar
sensual, ya que estaba dispuesta a arriesgarse a que la descubrieran, lo
mejor era disfrutar de la noche.
—Creo que es hora de que vayamos a probar suerte en las mesas de
juego.
—Espero que no seas un adicto al juego.
—Para nada nena, he venido aquí a cerrar negocios, por muy ilógico que
parezca hay muchos hombres importantes en este lugar. Pero, aunque he
estado aquí mas de lo que me gustaría, no me gusta apostar.
—Y que ha cambiado hoy para que quieras arriesgarte a perder en las
mesas de juegos.
—Presiento que tú me traerás suerte nena.
Darla sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos, estaba pisando un
terreno tan peligroso, en buena hora se había dejado llenar la cabeza por las
historias de Hanna, para poder ser una estafadora las mujeres debían tener
la sangre lo suficientemente fría como para llegar hasta el final, ella de por
si ya estaba mas que agobiada porque había desfalcado a una pobre incauta.
«Yo lo merezco, yo merezco esta vida, merezco salir de ese horrible
agujero que es mi vida.» pensó mientras veía la mano de Erick frente a ella,
mostrándole unos dados, le hizo una señal para que les soplara y así le diera
suerte, él los lanzó a la mesa de juego y todos gritaron cuando vieron que
ganaba. Vale, lo mejor era dejar de pensar en lo que estaba haciendo,
porque ya nada podía hacer para remediarlo. En cuanto pudiera se
despediría de Erick y se marcharía dándole alguna excusa.
No supo ni como fue, pero al primer coctel le siguieron otro y otros más,
tanto que estaba de lo mas achispada, su acompañante la abrazaba y ella se
dejaba ya sin ningún disimulo, quería experimentar todo lo que la vida le
había negado, después de pasar unas horas jugando, se dirigieron a un
restaurante que estaba en la parte baja del casino, por suerte Erick se
encargó de pedir por los dos, porque al parecer la carta estaba en francés,
ella con dificultad hablaba su idioma natal como para saber un idioma
extranjero.
—Cuéntame Keyla, tienes familia. —Dale con la mentada Keyla, por
qué no podía haberse llamado su victima igual que ella, aun así, sonrió de
manera encantadora.
—No, no tengo a nadie, soy sola en el mundo. ¿Y tú?, tienes mas familia
aparte de esa adorable hermanita que conocí hoy.
—Sí, como escuchaste la que me llamaba era mi madre, que esta de viaje
con mi padre, ambos están retirados del negocio, así que están disfrutando
de su segunda luna de miel.
—Vaya, que afortunados, es todo un reto que las parejas puedan tener un
matrimonio duradero.
—Estoy de acuerdo. Solo espero encontrar a la mujer que me quiera
acompañar para el resto de mi vida —dijo él, y por la mirada que le dedicó
supo que ella daría lo fuera por ser esa mujer, intentaría hasta lo imposible
por sentir lo que ese hombre le provocaba solo con la mirada para toda la
eternidad.
—Yo también, quisiera encontrar un amor así, pero eso solo esta en las
novelas románticas, y esto es la realidad, la cruda y cruel realidad.
—Así que te gusta leer novelas románticas, la verdad es que no tienes
pinta de lectora, no te ofendas, pero pensé que te gustaba mas ir de
compras, esas cosas que a las chicas las vuelven locas.
—Te asombrarías de saber lo que a las mujeres nos vuelve locas. A
muchas nos gusta solamente contemplar el atardecer con una taza de café
humeante en las manos.
—No lo dudo. Pero es muy difícil encontrar a una mujer que se interese
por cosas tan simples —le dijo él dando un sorbo de su copa, Darla al ver
los labios de él al contacto con el cristal sintió que algo ardía en ella.
—Lo que no puedo creer es que aun no exista una señora Luke a la que
traer a este tipo de reuniones. ¿Cuál es tu mayor defecto para estar soltero?
No creo que sean falta de opciones.
Él sonrió de medio lado provocando que un estremecimiento le
recorriera la espalda. Su mirada le indicaba que estaba deseando pasar la
noche con ella, y muy dentro de ella tenía los mismos deseos, el miedo la
comenzó a recorrer de nuevo, su subconsciente le estaba enviando alertas
de que tenía que detenerse, marcharse de ese lugar, pero es que ni siquiera
tenía bien definida que era lo que quería hacer, no, pero ya era demasiado
tarde, Darla estaba tan deseosa por pasar la noche con él, que incluso se
había olvidado de planear una estrategia para salir de ahí victoriosa.
Se debatía entre sus pensamientos, ¿qué quería?, ¿qué buscaba?, al
principio pensó en utilizar las tarjetas de crédito e identificaciones que le
dio Hanna para conseguir algo de dinero, pero cuando un día en el cajero
automático le salió el mensaje de que estaba rebasando el limite permitido
de compras y disposiciones por día, se dijo que ese método de conseguir
cosas no lo tendría para siempre, no es como si pudiera seguir gastando el
dinero de esa mujer sin que ella se diera cuanta, incluso pensaba que para
ese día ya estarían canceladas todas las tarjetas. Pero nada, al parecer la
mujer a la que estaba estafando o estaba muy concentrada en otra cosa o se
había muerto porque de otra manera no entendía que sucedía.
Erick pidió otra ronda de cocteles, después de cenar tenían programado
ir a ver uno de los espectáculos que ofrecía el casino, eran algo muy
exclusivo y que prometía bastante diversión, Darla se felicitó interiormente
porque, aunque ya llevaba varios cocteles aún se encontraba bastante
lucida. Miró al hombre que tenía frente a ella y suspiró porque al día
siguiente tendría que marcharse.
—Por nosotros —le dijo Erick, Darla se dijo que, si moría ese día, al
menos habría hecho algo que realmente valía la pena. Solo esperaba que
nadie la descubriera o estaría en grandes aprietos.
—Por nosotros —le respondió ella de manera encantadora con los ojos
brillantes de la emoción.
Él se acercó hasta ella y unió sus labios, fue apenas un tierno roce, pero
para Darla fue como si tocara el cielo con la punta de las manos. El beso se
fue tornando más y más candente, que lo único que quería era que se fueran
a un lugar mucho mas intimo a disfrutar de su escapada.
Lo que sucedió esa noche solo son imágenes borrosas en su mente, Darla
veía como si estuviera frente a una gran pantalla de cine donde las escenas
de su aventura nocturna pasaban en secuencia, se observó tomada del brazo
de Erick, para después besarse como si no hubiera un mañana, ambos
entraron en un salón donde los estaban esperando, pero no tenía idea de
para qué, solo cuando la imagen de un anillo en su dedo se recreó en su
mente, fue que dio un brinco.
Trató de enfocar la vista, pero estaba todo obscuro, cerró los ojos porque
el dolor de cabeza la estaba matando, vio que estaba en una cama, se cubrió
el cuerpo con la sabana, ¡estaba desnuda! Dios, no tenía la menor idea de lo
que había hecho la noche anterior, pero estaba claro que había sido una
noche de locura y desenfreno. La cabeza le comenzó a dar de vueltas y se
recostó para calmar las náuseas que amenazaban con atacarla. Sintió que
chocó con algo duro y se dio cuenta de que no estaba sola, trató de enfocar
la mente, había ido con Erick, así que esperaba con toda su alma que el
hombre que estaba a su lado fuera él. Dios, habían pasado la noche juntos y
ella no se acordaba de nada.
Alzó su mano a la altura de los ojos para poder verla y ahí estaba el
anillo, Dios, no podía haber cometido una locura tan grande verdad, bueno,
ya nada le extrañaba porque lo que había iniciado como un plan magnifico
había terminado como un autentico desastre.
No podía ser, no podía estarle pasándole eso a ella, ¡maldición!, se había
casado en las Vegas. Con suma cautela se acercó al hombre que estaba
tendido en la cama y suspiro de alivio cuando vio el rostro de Erick, estaba
tan dormido que no se daba cuenta de nada, incluso en ese instante era el
hombre más guapo que había conocido. Él suspiró dándose una vuelta
poniendo su brazo sobre su cintura, Darla se quedó tan quieta, miró la mano
de Erick, y el anillo de matrimonio de él relucía como una estrella brillante,
Dios, habían cometido una soberana locura. Vale, debía pensar con la
cabeza clara, aunque en ese momento no es que estuviera muy lucida, su
primera borrachera y tenía que poner su vida patas para arriba, se levantó
tratando de hacerlo de manera cautelosa, si su ahora esposo se levantaba
estaba segura de que estaría en un gran aprieto. Pero qué demonios tenía ese
hombre en la cabeza, cómo era posible que se casará con una perfecta
desconocida. Es que era para encerrarlo en el manicomio.
Buscó su ropa por todos lados y la encontró a un lado de la cama en un
pequeño sofá que estaba junto a la mesa de noche, un papel llamó su
atención, y se dio cuenta de que era la partida de matrimonio, ¡maldición!, y
había firmado con el nombre de Keyla Anderson, doble maldición, había
pillado un marido rico, pero se lo había endilgado a una perfecta
desconocida, dudaba que pudiera mantener la farsa de su identidad por
mucho tiempo. Junto al documento estaba la billetera de Erick, como no
tenía mucho efectivo, tomó el que él traía.
Se vistió en completo silencio, y buscó su bolso, ¡demonios!, tenía que
huir lo más pronto posible, antes de que terminara encerrada en la cárcel
por el delito de robo de identidad, Hanna había sido muy específica
diciéndole que debía de tener cuidado, porque, aunque las credenciales que
le habían hecho eran tan exactas que nadie pondría en duda que eran
originales, no debía de correr ningún riesgo, un paso en falso y estaría en la
cárcel en un dos por tres. Pero es que no había mujer mas tonta que ella,
incluso al usar las tarjetas de crédito le dijo que tratara de parecer lo más
serena posible, claro que solo a ella se le ocurría el irse de juerga con un
hombre millonario, guapo a morir y para mas inri casarse con él, vale que si
lo veía desde ese punto sonaba a cliché de culebrón televisivo, pero ya
estaba hecho, ahora solo le quedaba salir de ese lugar y desaparecer para
siempre.
Antes de salir de la habitación dio una última mirada a la cama,
suspirando al ver al hombre que dormía tan placido, era una verdadera
lástima que sus caminos se tuvieran que separar en ese momento. Cuando
llegó a la entrada del lujoso hotel, levantó la mano para hacerle la parada a
un taxi, tuvo suerte porque al instante se detuvo uno, se subió en él y miró a
la puerta del hotel hasta que el conductor dio la vuelta, suspiró pensando
que su escapada había durado muy poco, vamos, pero es que ella no estaba
hecha para ese tipo de aventuras, en que cabeza cabía, si ni siquiera tenía
planeada cuál era su meta principal, no, definitivamente lo que acababa de
hacer no tenía ni pies ni cabeza, lo mejor era bajarse de esa nube en la que
se había subido, claro que quería tener una mejor calidad de vida, pero era
una tonta creyendo que la conseguiría robándole a otra persona, no, siempre
había tenido la firme convicción de que si quería algo debía luchar por
alcanzarlo.
Hizo un mohín con sus labios, ahora debía despedirse de esos cocteles
maravillosos y de las estancias en hoteles cinco estrellas, pero, aunque
pareciera muy ilógico lo que la dejaba mas devastada era no volver a ver a
Erick, y eso era lo mas absurdo porque no conocía a ese hombre de nada,
tampoco es como si se hubiera enamorado de él por solo compartir un día,
¿cierto? Llegó al aeropuerto para buscar un vuelo que la llevaría de regreso
al infierno, por suerte el dinero que traía con ella le alcanzaba para llegar a
su destino. Al parecer la suerte le seguiría sonriendo porque el siguiente
vuelo salía en una hora y como no llevaba equipaje no tuvo problema con la
facturación, para no aburrirse decidió que iría comprar unas revistas.
Escogió varias que le llamaron la atención, se pidió un café bien caliente
para poder despertar, la resaca la estaba matando, Dios, si ella nunca se
había emborrachado, estaba claro que se le habían aflojado los tornillos de
la cordura porque de otro modo no entendía lo que le había pasado. La
culpable de todo era Hanna que le había dicho que trabajando honestamente
jamás lograría salir de esa pobreza.
Fue directo a la caja de la tienda para pagar y fingiendo que no pasaba
nada le entregó a la señorita que estaba atendiendo una de las tarjetas de
crédito que le había dado su amiga, sonrió de manera fingida mientras
esperaba a que el mentado chisme dijera que su compra había sido
aprobada, los segundos se le hicieron eternos, cuando la chica la miró de
manera misteriosa se dijo que estaba en problemas.
—Me permite un segundo, por favor —le dijo la joven y Darla no se lo
pensó más, salió corriendo del lugar como si el diablo la estuviera
persiguiendo, en su intento de huir dejó tiradas todas las revistas que había
pedido, Hanna le había dado la instrucción de que, si alguien la descubría,
lo mejor era salir corriendo antes de que la detuvieran, de reojo vio que la
dependienta salía con uno de los guardias de seguridad y la señalaba, el
hombre después corría para tratar de alcanzarla, nunca en su vida pasó tanto
miedo, ni siquiera cuando se había escapado del orfanato con John.
El aire fresco le pegó en el rostro, en cuanto estuvo fuera del aeropuerto,
no se lo pensó más y tomó el primer autobús que se detuvo, vio a varios
guardias correr por la calle, se agachó todo lo que pudo sobre el asiento
para que no la pudieran ver. Su corazón latía acelerado, Dios, había estado a
punto de ser llevada presa, eso le recordó que ahora no podía seguir usando
las tarjetas de crédito ni su identificación falsa, demonios, esperaba tener un
poco mas de tiempo para seguir comprando y gastando el dinero de la pobre
incauta a la que le habían robado su identidad, estaba segura de que toda la
policía de la ciudad la estaría buscando.
Cerró los ojos suspirando del alivio porque se había salvado por los
pelos, ahora debía encontrar un lugar seguro donde esconderse, por lo
menos por unos días, hasta que pudiera volver a trabajar en algún bar de
mala muerte donde no la encontraran ni, aunque quisieran. Llegó a la
terminal del autobús, y se bajó para buscar otro que fuera a la ruta mas
lejana posible. En cuanto estuvo en marcha, se dejó caer de nuevo sobre el
asiento mirando a todos lados por si alguien la reconocía. Aunque aun le
quedaba algo de dinero, tenía que ser muy cautelosa, bajó del autobús
cuando estuvo en uno de los barrios mas lejanos de la ciudad, ahí nadie la
buscaría, y si llegaban a preguntar por ella nunca dirían su nombre.
Lo mejor era que comenzara a buscar un lugar donde pudiera teñirse su
negra cabellera, haría lo que fuera necesario para que no la descubrieran.
Por suerte encontró una habitación libre en un hotel de mala muerte, casi
llora de la impotencia, no comprendía como la noche anterior había pasado
varias horas viviendo como una reina en una habitación de lujo y ahora
estaba en esa pocilga de nuevo. Una lágrima traicionera recorrió su rostro,
en definitiva, no merecía esa vida, ella quería una vida llena de lujos, sin
carencias, por un instante se había permitido fantasear con una vida cerca
de Erick, era una locura lo sabía, pero su mente se había echado a volar en
contra de su voluntad.
Su mirada fue a caer a su mano donde aun conservaba el anillo que le
gritaba que se había casado con un hombre, bueno, en teoría había casado a
otra mujer con ese hombre y eso era una noticia lamentable, sacó la partida
de matrimonio de su bolso y volvió a ver las firmas, posiblemente fuera de
mentira, como cuando se fingen las bodas. Dios, ahora que lo pensaba
estaba segura de que en el casino habría cámaras de seguridad, podría jurar
que para esa hora tendrían alguna foto de ella. Claro, aunque solo la
seguirían si Erick la buscaba, pero él era un hombre de mundo, seguramente
estaba acostumbrado a pasar la noche con miles de mujeres, no creía que
ella fuera tan importante para él.
Se pasó una mano por la frente, estaba cansada tanto física como
emocionalmente. Necesitaba replantearse todo lo que quería hacer, estaba
claro que eso de saquear las cuentas bancarias de los demás, no era lo suyo,
Dios, tenía que haberle pedido consejos a esa mujer que era la clienta del
primo de Hanna, porque ella no le encontraba ni pies ni cabeza a eso, había
estado comprando con las tarjetas que le habían dado y, hasta ahí todo bien,
hasta que se le ocurrió la brillante idea de que buscando un hombre con
posición y suficiente dinero lograría salir de la pobreza, ya claro, como si
los hombres ricos se casaran con las mujeres pobres de barrio, tenía que
dejar de ver tanta novela romántica, porque solo le metían pájaros en la
cabeza. Ahora tenía que asumir las consecuencias de sus actos.
Solo esperaba que la tal Keyla Anderson jamás se encontrara con Erick.
Capítulo 5

El dolor de cabeza que la estaba aquejando desde la mañana estaba a


punto de dejarla noqueada: tenía años que las migrañas no la atacaban, toda
la culpa la tenía ese estrés del que era prisionera. Todo en su vida estaba
yendo de mal en peor. James estaba de un humor de perros y eso hacia que
todo el edificio estuviera en constante tensión, para colmo de males, el
cliente de la campaña que le habían asignado no se decidía por ninguno de
sus diseños, y estaba amenazando con largarse a otra agencia, lo que hacía
que su adorado jefe le mirara con ojo de halcón en cualquiera de sus
movimientos.
Para colmo de males la policía aun no le tenía noticas sobre la mujer que
la había estafado, bueno, ella pensaba que había sido una mujer, pero en
esos casos, nunca se sabía nada a ciencia cierta. Había estado investigando
sobre el robo de identidad y vaya, se había quedado con la boca abierta; no
entendía como las personas, tomaban sus datos, clonaban las tarjetas e
identificaciones y se ponían a gastar todo el dinero, sin sentir ni una pizca
de lastima. Por más que lo pensaba e intentaba imaginar que es lo que las
llevabas a cometer tal delito, no lograba entenderlos.
Keyla poco a poco había perdido las esperanzas de recuperar su dinero, y
eso era algo que la tenía devastada. Jeremy le repetía que no debía de
atormentarse, que solo era dinero, pero a ella nadie le había regalado nada,
se había dejado la vida trabajando para ocupar un lugar en la agencia de
publicidad, pero ella no quería quedarse ahí, quería poder hacer algo por su
cuenta. Pero solo había bastado con que alguien tuviera la magnífica idea de
vaciarle sus cuentas bancarias, para truncar su sueño.
Siempre había sido una persona muy positiva que no se dejaba vencer
por las adversidades, pero en esta situación no dejaba de pensar en que su
sueño estaba acabado. El sonido del ascensor la sacó de sus pensamientos.
Miró su reloj, esa era la hora de llegada de su jefe, instintivamente se llevo
la mano a su pelo para acomodarlo, era una tonta, ese hombre le había
dejado bien claro que nunca tendría alguna oportunidad con él.
Centró la mirada en su ordenador, lo mejor es que se pusiera a trabajar.
Su cliente quería una serie de modificaciones, y necesitaba tener los
primeros bocetos antes de que James le fuera a gritar que era una
incompetente; un papelito aterrizó en su escritorio, lo tomó entre sus dedos,
mirando a todos lados buscando quien se lo había enviado. La sonrisa de
Lory le dijo que ella era la causante, a veces se comportaba como una niña
de cinco años. Abrió la pequeña nota que solo decía que volteara a ver a la
sala de reuniones donde estaba su jefe. Ella lo hizo de manera discreta y su
corazón dio un salto al ver que, su jefe la miraba de manera directa,
escondió la mano donde tenía la nota como si la hubieran sorprendido
haciendo una travesura.
Un movimiento detrás de su jefe le llamó la atención, una mano
femenina apareció acariciando el hombro de él, Keyla se quedó muy tensa
mirando como él se giraba y tomaba a esa mujer por la cintura para después
besarla. Cerró los ojos porque al parecer su jefe creía que era una chiflada
que no le bastaba con el que le hubiera dicho que no tenía ninguna
oportunidad, no, él necesitaba dejárselo mas que claro y que mejor manera
que pasándole por las narices a una mujer que si estuviera a la altura de ir
de su brazo.
Se levantó de su silla y caminó sin mirar a nadie con rumbo al baño, no
sabía porque estaba tan alterada, últimamente sentía que sus emociones la
superaban. Vale que su jefe no la quería ni ver, pero eso no tenía por qué
trastocarla tanto; había miles de hombres en el mundo como para estar
sufriendo por uno. Lo único malo es que llevaba suspirando por el mismo
hombre desde hace varios años, James O ‘Callaghan no saldría de su
corazón tan fácilmente. Algo que no comprendía, pues era un capullo hecho
y derecho, estaba claro que uno no escogía quien entregarle el corazón,
porque de ser así, ella ya estuviera al lado de un hombre que la valorara,
metió las manos en el chorro de agua del lavabo, esperaba que eso la
ayudara a calmarse.
Lory entró en el baño mirándola casi con lastima.
—No se lo tomes en cuenta, lo ha hecho para fastidiarte —le dijo su
amiga, acercándose a ella, para mirarse en el espejo.
—No entiendo por qué me duele, es un completo estúpido que nunca se
ha dado cuenta de que existo, no comprendo por qué ahora hace ese
despliegue frente a mí, jamás le he insinuado o dicho algo para que el sienta
que quiero algo con él. Tiene el ego tan grande, incluso mas grande que esa
cabezota en la que solo baila una neurona.
—Vale, pues sino te importa demuéstraselo. Déjale bien clarito que tú
no eres como esas mujeres que se arrastran para estar a su lado, muéstrale
indiferencia, no creo que sacara conclusiones solo por la conversación que
tuvimos el otro día. Es un idiota.
—Está completamente loco si cree que voy a sufrir por lo que haga, es
mas creo que es hora de que tenga esa cita pendiente con Billy —dijo
mientras sus ojos brillaban de manera amenazadora, estaba harta de perder,
tenía que darle un rumbo a su vida, a lo mejor tenía que pausar sus planes
de abrir su propia agencia publicitaria, pero no dejaría que nadie mas le
amargara la vida, seguiría trabajando hasta conseguir sus soñados planes, y
después se marcharía de ahí. Trataría de encontrar el amor fuera de esas
paredes, pero, sobre todo, lo buscaría en un hombre que fuera todo lo
contrario a su jefe.
—Eso Keyla, ya estuvo bien de que te pases suspirando por ese capullo.
—Hey, que yo no me la paso suspirando.
—¡Por Dios?, todo el mundo sabe que estás enamorada de ese hombre
hasta las trancas. Cuando pasa por tu escritorio, tus ojos brillan con tal
intensidad que parece que lo quieres desnudar ahí mismo.
—Es broma, ¿cierto? —Ni siquiera era consciente de que lo hiciera, por
la sonrisa de su amiga vio que estaba bromeando, pero en sus ojos vio que
era sincera, Dios, no podía ser tan patética como para dar ese tipo de
muestras, estaba claro que cuando las mujeres se enamoran cometen todo
tipo de locuras. Lo bueno es que aún estaba a tiempo de solucionar sus
problemas.
—Medio broma, vale, es que de tus ojos salen chiribitas cuando lo ves,
pero él es tan ciego que no lo ha notado.
—No podré verlo a los ojos de nuevo.
—No es para tanto, mira tienes dos opciones: lo olvidas para siempre, o
lo encierras en esa oficina y bajas las persianas para darle un beso en
condiciones, para que le queden claras tus intensiones.
—Ja, estoy segura de que incluso es capaz de poner una orden de
alejamiento en mi contra.
—Pues él se lo pierde y el que gana es Billy, le enviaré en este instante
un mensaje para decirle que al fin tienes tiempo de salir con él. Te espero
abajo para salir a comer.
—Vale, salgo en cinco minutos.
Su amiga salió del baño y Keyla se quedó mirando su reflejo en el
espejo, vamos que tampoco es que fuera para tanto, muchas veces había
hecho el ridículo como para que ahora se mortificara por James. Sin voltear
a mirar a la oficina de su jefe, fue hasta su escritorio y tomó su bolso,
necesitaba un poco de aire fresco, llamó al ascensor y para su buena suerte
este llegó de manera casi inmediata, estaba tan concentrada maldiciéndose
por ser tan torpe, que ni se dio cuenta de que dentro del aparato infernal,
estaba su jefe, quien a partir de ahora sería su némesis personal, lo malo es
que no estaba solo, no claro que no, él tenía que tener a esa lapa de piernas
kilométricas pegada a su cuello. Vaya, al parecer las mujeres cuando se
encaprichan con un hombre son capaces de perder incluso hasta la dignidad.
Pues ella no era de esas mujeres, se quedó parada un instante, y después
caminó hasta ponerse a un lado de ellos, procuró no mirarlo por si es que a
sus ojos se les ocurría traicionarla y demostrar algo que no era realidad. La
mujer que lo acompañaba llevaba un vestido rojo fuego y sus labios estaban
pintados del mismo tono, claramente era una descarada de cuidado. Trató
por todos los medios de tener la mirada fija en una inexistente mancha en la
pared del ascensor, lo malo es que estas eran de un espejo reluciente que
proyectaba todo lo que hacia el capullo de James con esa lagartona.
—Cielo, esta noche serás todo mío, estoy deseando quitarte esta corbata
tan apretada.
Esa mujer era toda una descarada pensó Keyla gruñendo interiormente,
la sola idea de imaginarlos a esos dos en una cama la ponía enferma.
—Dulzura, me encanta este vestido, te lo quitaré a mordidas.
Vale estaba confirmado que esos dos eran tal para cual, se merecían el
uno al otro. Suspiró tratando de serenarse antes de lanzarse encima de esa
lagarta; ese pensamiento la hizo perder todo el color de la cara, no podía
pensar de esa manera, él siempre había sido su jefe y nunca le dio algún
tipo de aliciente que le hiciera perder la cabeza, no, debía centrarse en lo
que realmente valía la pena.
Giró la vista al frente para ver el reflejo y se dio cuenta de que James la
miraba fijamente de nuevo, ¿qué demonios quería ese hombre?, no podía
dejarla en paz. Por suerte las puertas del ascensor se abrieron y su amiga
Lory perdió la sonrisa cuando vio quienes eran los que bajaban antes que
ella. Keyla le hizo una ceña para que no dijera nada, pero esta pareció no
comprender lo que quería decirle.
—Keyla, me ha dicho Billy que te recogerá hoy por la noche para
llevarte a cenar, al parecer lo has dejado impresionado en foto que no quiere
pasar ni un solo día mas sin conocerte —dijo su amiga lo suficientemente
alto como para que la escucharan en todo el edificio. Keyla se puso de todos
los colores de la vergüenza, tanto que ni siquiera se dio cuenta de como
James tensaba la espalda al escucharla.
—¿Qué haces Lory? ¡Estás loca! —dijo Keyla prácticamente gritando.
—Nada. Solo quería comprobar algo.
—Sí, ¿qué?, no puedo creer que seas mi amiga.
—Tranquila, tampoco es para tanto, él ni siquiera se ha inmutado. Es un
idiota.
—Ya sabíamos que no le intereso así que olvídalo y no vuelvas a dar este
tipo de espectáculos.
—Descuida, no lo volveré ha hacer, ahora vamos a comer y te cuento de
Billy.
Salieron del edificio platicando sobre el clima y otros temas banales,
cuando llegaron a la cafetería de la esquina que era donde siempre comían,
pidieron lo mismo de siempre, Lory una ensalada y Keyla una hamburguesa
con patatas fritas.
—Morirás antes de los cuarenta si sigues comiendo de esa manera, sabes
cuantas calorías tiene esa hamburguesa.
—La verdad, no lo sé, ni me importa, estos días he aprendido que debo
aprovechar todo, así que mi solitaria debe de estar muy agradecida porque
gracias a ella puedo comer todo lo que se me antoje y no subir ni un gramo.
—Pues cuando esa solitaria tenga un hijo me lo regalas porque yo,
aunque como pura comida de conejos no consigo bajar estos diez kilos de
más.
—Yo te veo perfecta.
—Ya, eso lo dices porque eres mi amiga, y porque como tú no eres la
que tiene que entrar en una talla diez.
—No, en verdad, te vez fabulosa tal cual como estas. No tienes que
matarte con esas absurdas dietas.
—Vale, me has convencido, me pediré una hamburguesa con todo y
patatas, pero si muero de un infarto dejaré una carta donde diga que tú eres
la culpable.
—Vale, yo asumiré las consecuencias.
Comieron platicando sobre lo maravilloso que es Billy, y al parecer las
palabras de su amiga: la noche con el bombero prometían. Keyla lo tenía
claro, iba a ser muy difícil que se olvidara de la fantasía que había creado
con James por mucho que lo intentara. Odiaba el hecho de creer que los
finales felices existían, que los príncipes en realidad salvaban a las
princesas cuando eso no era más que una estúpida mentira, imaginaba que
un día su jefe llegaría y le declararía su recién descubierto amor por ella y
que ambos cabalgarían hacia el horizonte, vaya tontería. A veces la mente
nos suele jugar varias pasadas y a ella la hizo que se enamorara del hombre
más imposible de la tierra.
Por suerte cuando llegaron a la oficina no se lo encontró más, ni a él ni a
la lagartona que tenía colgada, solo de pensar que seguro se habían ido a
encerrar en alguna habitación, le ponía enferma, pero tenía que ser mas
inteligente que ellos, vale que se hubiera ilusionado con ese hombre, vale
que hubiera creado en su mente un mundo de fantasía donde ellos dos
vivirían en una linda casita, pero ella no tenía la culpa de que su
imaginación fuera tan volátil, y el que menos responsabilidad tenía era su
tonto corazón que saltaba cada vez que James estaba cerca de ella.
Se centró en su trabajo, solo faltaba que la despidieran, ahí sí que estaría
perdida. Recodó que nunca se había tomado vacaciones en los años que
llevaba trabajando en ese lugar, siempre tan ocupada en ser la mejor que se
olvido de cuidar de ella. Dios, pero es que nunca tenía un espacio libre para
descansar. Jeremy le decía que su mayor defecto es que no sabía decir la
palabra «no» a nadie, pero eso era porque su amigo era un exagerado. Claro
que ella les negaba cosas a todos, el único defecto que ella tenía es que era
una persona sumamente empática y con una disponibilidad para ayudar a
sus compañeros de trabajo que era envidiable.
Si incluso se había negado a ser la novia de pega de Jeremy, así que ahí
se demostraba que su amigo estaba equivocado. Tomó entre sus manos los
borradores de los bocetos, y los giró de tal manera de que los pudiera
apreciar desde diferentes ángulos, pero sentía que algo estaba mal, aun no
decidía si eran los colores, el logotipo o la tipografía, pero algo no
cuadraba. Estaba tan concentrada en buscar lo que hacía que no pudiera
finalizar su trabajo, que no fue consciente de que alguien se ponía detrás de
ella.
—Debes cambiar ese color de fondo, yo pondría un tono gris plata que
combine con el móvil en color blanco, así resaltaría y lo haría ver mas
elegante, que es justamente lo que necesitas para ese eslogan.
Dio un brinco en su asiento, qué demonios hacia James detrás ella, si
seguía teniendo esos sobresaltos tendría un paro cardiaco antes de cumplir
cuarenta años. Keyla miró con detenimiento el boceto imaginando los
cambios que le había dicho su jefe y tenía que reconocer que el muy capullo
tenía razón, madre del amor hermoso, ahora tenía que buscar de nuevo a los
de impresión para hacer los ajustes. Pero lo que mas lamentaba es que su
jefe se diera cuenta de su error.
—Gracias —dijo a regañadientes, no sabía que es lo que le pasaba, pero
tenía que estar a la defensiva con ese hombre.
—Keyla, necesito que hablemos, pasa a mi oficina.
Su jefe pasó junto a ella dejando el aroma de su fragancia, estaba segura
de que acababa de ducharse, porque su cabello lo tenía húmedo, pero era
mejor que abandonara esos pensamientos porque de otra manera diría
alguna locura, y ya su jefe la miraba de manera reprobadora como para
darle mas motivos. Caminó detrás de él entrando en la oficina. Trató de
mentalizarse para la regañina que le esperaba, observó de reojo como sus
compañeros se quedaban impresionados al ver que entrada en la en ese sitio
que para muchos era mas que un centro de tortura medieval.
Su jefe ya estaba sentado mirando unos bocetos, al parecer eran
importantes porque estaba muy concentrado, Keyla vio como frunció el
ceño antes de tomar un marcador rojo y poner una enorme x en todo el
boceto. Dios, ese hombre no tenía ninguna consideración con sus
empleados y lo malo es que ahora le tocaba a ella recibir la regañina de su
vida. bueno, al mal paso darle prisa, de nada le servía estar evitando un
momento que de todas maneras llegaría.
Se paró frente al escritorio, por un instante sintió que regresaba a la edad
del colegio, e imaginó que estaba parada frente a la directora. Bueno
tampoco era para tanto.
—De qué quería hablar señor —dijo sonando muy formal, aunque no es
que se tutearan precisamente, porque, aunque eran jefe y empleada pocas
veces habían cruzado palabra.
—Vaya cuanto formalismo Keyla. —El tono de voz al pronunciar su
nombre hizo que un estremecimiento le recorriera la columna vertebral,
Dios, este hombre era capaz de llevarla a rozar la locura con tan solo
susurrar su nombre, eso solo demostraba lo mal que estaba, no podía
comenzar a sentir mariposas cada que su jefe abriera la boca.
—Es mejor que sea de esa manera jefe, creo que me ha dejado muy claro
que no tiene ningún interés es mantener una relación ajena al trabajo,
aunque yo jamás le he dado motivos para que piense que siento un interés
ajeno al que nos mantiene en este lugar.
Estaba tan ocupada mirando el respaldo de la silla, que no se dio cuenta
de que su jefe se levantaba de su silla y caminaba de manera amenazadora
hasta ponerse a su lado. Keila alzó la mirada sorprendida, el aroma de su
fragancia inundaba el ambiente.
—Si no tienes ningún interés en mi, por qué me comes con la mirada
cada vez que nos encontramos en los pasillos.
Vale, si había un instante en el que quisiera que la tierra se abriera y se la
tragara, era ese preciso momento. Pero es que todos a su alrededor se
estaban volviendo locos, de acuerdo ella lo miraba, eso no significaba que
muriera de amor por él.
—Que mentira mas grande señor, yo jamás lo he mirado de esa manera,
ahora si me disculpa tengo muchas cosas que hacer.
Tenía que huir de ese lugar antes de que cometiera una locura. James la
tomó de la cintura pegándola mas a su cuerpo, el calor que desprendía
amenazaba con hacerla arder por combustión espontanea.
—Qué opinas ahora Keyla, sigues diciendo que te soy indiferente, por
que tu cuerpo dice otra cosa.
Eso no estaba pasando, asombrada vio como James bajaba sus labios
hasta casi rozar los suyos, ¿acaso había entrado en un universo paralelo
donde era correspondida por su jefe? El sonido de alguien gritando la sacó
de esa neblina donde estaba sumergida, ambos vieron como un hombre
llegaba buscando a Keyla Anderson, ella se quedó muy quieta porque no
sabía de quien se trataba. Sintió como James se tensaba al escuchar la
insistencia de aquel desconocido.
—Nena, ¿quién demonios es ese hombre que está gritando tu nombre?
—No tengo ni la menor idea.
Capítulo 6

Observó como James salía de la oficina para ver que es lo que estaba
pasando, al parecer el hombre que la llamaba a gritos estaba muy alterado,
pero Keyla no lograba poner rostro a la voz, así que salió para ver quien la
reclamaba con tanta urgencia. Se quedó parada mirando al imponente
espécimen masculino que estaba mirando a James de manera amenazadora.
Eran muy parecidos en estatura y complexión física, ambos estaban
midiéndose con suficiencia como retándose a dar el siguiente paso.
Keyla estaba de lo más desconcertada, porque en su vida había visto a
ese hombre. Se acercó hasta ellos sin hacer ningún ruido para enterarse de
lo que sucedía.
—¿Quién demonios se cree es, para entrar gritando en mi empresa? —
dijo James.
—Mira, no te estoy buscando a ti, estoy buscando a Keyla Anderson —
dijo el hombre mirando a todos los presentes como si de esa manera pudiera
encontrarla.
—¿Para qué la buscas? —Se notaba que su jefe estaba a punto de
explotar y eso no presagiaba nada bueno.
—¿Qué para que la busco?, porque es mi esposa y necesito localizarla,
¡¿dónde demonios está?! —Esas palabras cayeron como una loza pesada
sobre ellos, ese hombre debía de estar drogado o en definitiva la que estaba
drogada era ella, porque no lo conocía de nada, en su vida lo había visto
como para que ahora llegara a decirle que estaba casada con él. Tenía que
ser una broma pesada, muy pesada y de mal gusto.
James se giró para fulminarla con la mirada como si hubiera cometido el
peor delito de su vida.
—Te juro que no se de que esta hablando este hombre, nunca lo he visto
en mi vida, no tengo la menor idea de quién es.
—Usted es Keyla Anderson —dijo Erick incrédulo, por Dios, pero es
que no entendía nada, la miraba como si no se esperara que ella fuera la
mujer que buscaba.
—Por la mañana he mirado mi identificación y sí, decía ese nombre, es
el que he usado desde que nací. Lo que no comprendo es qué hace usted
aquí.
—No puede ser, yo conocí a otra Keyla Anderson en un club de tenis,
después nos fuimos a las vegas donde nos hemos casado. —James la miró
alzando una ceja, como preguntándole que era esa tontería que decía ese
hombre, Dios, cerró los ojos mareándose, temiendo que eso fuera parte de
una pesadilla.
—Debe tratarse de una equivocación, porque yo jamás he estado en las
vegas, mucho menos en un club de tenis. Y por supuesto, no estoy casada.
—Aquí tengo la partida de matrimonio —dijo él levantado un papel para
mostrárselo, Keyla se acercó a él como si fuera una serpiente venenosa que
estuviera a punto de morderla. Cuando tuvo entre sus manos el papel, no
podía creer lo que sus ojos estaban mirando, ahí plasmada en una de las
líneas estaba su firma, si tuviera que decir si era falsa no lo podría
demostrar porque eran tan exacta que daba miedo.
—Nena, déjame ver eso. —Aun impresionada le dio el acta a James para
que la revisara.
—Debe de haber un error, yo nunca he estado en las Vegas.
—Sé perfectamente que no fue usted con quien pasé la noche, pero
entonces dónde demonios está esa mujer, y cómo maldita sea se llama.
—No tengo idea, hace unos días descubrí que alguien había robado mi
identidad y gastado la mitad de mis ahorros, pero jamás me imaginé que me
pudiera pasar esto.
Al darse cuenta de lo que esa situación implicaba, todo comenzó a darle
de vueltas, no podía estarle pasando precisamente eso en ese momento,
desearía no haberse levantado esa mañana. Seguramente la había mirado un
tuerto y ella no se dio cuenta, porque de otra manera no se imaginaba
porque la mala suerte la perseguía.
Sentía que estaba a punto de caer y nadie se daba cuenta, James estaba
tan sumido mirando el acta de matrimonio, que no le prestaba la menor
atención. Todo comenzó a ponerse obscuro, era como si una cortina de
denso humo la cubriera, no fue consciente de nada, ni siquiera se dio cuenta
de que el hombre que según la partida de matrimonio decía que se llamaba
Erick la tomaba en brazos para evitar que cayera de golpe en el suelo,
tampoco se percató de que James en cuanto vio ese movimiento corrió a
arrebatársela de los brazos para llevarla hasta su oficina, con tan mala suerte
que no se fijo y su cabeza rebotó contra el marco de la puerta.
Keyla despertó con un fuerte dolor de cabeza, se llevó la mano a la parte
donde mas le dolía, Dios, había tenido un sueño demasiado raro, tenía una
serie de imágenes, borrosas donde veía como James la tomaba de la cintura
mientras su corazón latía de manera desenfrenada, después pasaba algo muy
confuso porque mientras ella entreabría los labios porque estaba segura de
que su jefe la besaría, un hombre desconocido llegaba diciendo que se había
casado con ella. A veces su mente le jugaba malas pasadas. Suspiró no
queriendo salir del sueño donde el hombre de sus sueños la tenía entre sus
brazos.
Un fuerte olor la hizo toser, Dios, qué es lo que le estaban poniendo,
acaso querían ahogarla, tosió con fuerza, levantándose de donde estaba
recostada.
—Recuéstate nena, estas muy pálida —dijo James sosteniendo un frasco
en sus manos.
—¿Qué me ha pasado? —preguntó aun desorientada. Estaba mareada,
como si le hubieran dado un buen golpe para noquearla.
—Te desmayaste.
—He tenido un sueño muy raro, un hombre llegaba diciendo que estaba
casado conmigo, me llamaba por mi nombre e incluso traía la partida de
matrimonio con él.
En ese instante se abrió la puerta de la oficina de su jefe y entró el
hombre del que hablaba, Dios, no había sido un sueño, todo era tan real. El
que supuestamente era su esposo se acercó a ellos tendiéndole a James una
botella de alcohol. Keyla cerró los ojos de la impresión, no podía estarle
pasado esto, no le bastaba al bendito karma con ponerle a una estafadora en
su vida, no, incluso tenía que casarla con ese hombre.
—Nena, qué es lo que está pasando —escuchó que le decía James,
mirándola muy serio.
—Ni yo misma sé que ha sucedido, de un día para otro me doy cuenta de
que me han vaciado la cuenta bancaria y nadie sabe que es lo que ocurrió.
Por cierto, deja de llamarme nena —dijo ella llevándose una mano a la
cabeza, Dios le dolía horrores, sentía que en un lugar en especifico el dolor
era mas intenso y se palpó con cuidado sobre la zona para verificar que le
estaba saliendo un chichón.
—¿Por qué demonios no me lo dijiste? —Vale, la voz de su jefe
recriminándole había sonado demasiado alta, él era quien menos derecho
tenía de pedirle una explicación cuando nunca se había fijado en ella más de
dos veces. Y eso ya era decir mucho.
—Perdone jefe por no venir a molestarlo con mis asuntos personales, por
si no lo recuerda, he estado muy ocupada con las campañas. De hecho, ese
fue el motivo por el que no les presté demasiada atención a los estados de
cuenta de mi banco —le dijo ella, ahora era ilógico que la quisiera regañar
por no contar su vida personal a todo mundo. Miro al hombre que decía ser
su esposo, bueno, por lo menos debía dar gracias a su estafadora porque le
había conseguido un marido guapo—, ahora si me disculpa jefe, tengo que
ir a aclarar este malentendido con el señor Luke.
Se levantó del sillón donde estaba recostada, y pasó junto al tal Erick
Luke.
—Vamos, necesito que me aclaré todo este embrollo y usted es el único
que ha estado junto a la estafadora que me ha robado la mitad de mis
ahorros.
Su esposo de mentira le hizo una afirmación con la cabeza y salieron de
la oficina de su jefe para entrar en la sala de reuniones, aunque ahora que lo
pensaba a lo mejor no había sido una buena idea, ahí estarían a la vista de
todos, pero por lo menos no los escucharía nadie, claro a menos que
gritaran y eso no iba pasar porque ella era una mujer muy, pero que muy
pacífica.

—¡¡Me estás diciendo que pediste que borraran las cintas de grabación
donde sales tú y esa mujer!! —Vale, su grito se debía de escuchar hasta la
Patagonia, ella una mujer que nunca perdía los estribos, pero en qué cabeza
cabía irse a las vegas de juerga, casarse con una desconocida y luego pedir
que borren todo rastro de ellos.
—Tengo una reputación que mantener.
—Pero es que hay que ser idiota, ahora me vas a decir que no tenemos ni
una foto de ella, nada que nos ayudé a encontrar su paradero. —Keyla vio
de reojo a las paredes acristaladas y se dio cuenta de que James la miraba
fijamente mientras estaba con ese hombre, Dios, ahora debía concentrarse
en el problema que tenía encima y no estar tonteando con su jefe.
—Mira guapa, cuando me desperté en ese hotel no recordaba ni como
me llamaba, sino es por los empleados del hotel no me llego a enterar de
que existe una señora Luke, cuando fui a pedir las grabaciones me dijeron
que antes de que entráramos a la boda, pedí que borraran todo, obviamente
estaba muy ebrio.
Keyla caminó de un lado a otro pensando en la manera de salir bien
librada de esa situación, pero al parecer no se le ocurría nada. Esa mujer
podía ser cualquiera que pasara caminando a su lado, y si era tan inteligente
como para hacer que un hombre millonario se casara con ella, lo mas
probable es que jamás le verían el pelo.
—Bueno, pero ese documento no puede ser muy legal, vamos, que yo no
lo he firmado, hay pruebas de que he sufrido un robo de identidad.
—Créelo este documento es tan legal, que da miedo. Tenía
identificaciones, firmaba igual que tú. ¡Debiste haberla denunciado cuando
comenzó a faltarte el dinero! —Lo miró como si faltara un tornillo, es que
era algo estúpido ese hombre, que parte de que estaba muy ocupada con sus
proyectos no comprendía.
—Mi empleo corría un gran peligro, eso era para mi prioridad, unas
compras de mas que yo no había hecho no me supusieron un gran desfalco,
creía que el banco se había equivocado y por eso no fui hacer el reclamo.
—Al parecer los dos somos unos obsesos del trabajo, y eso nos ha
llevado hasta este punto.
—Punto que por cierto vamos a solucionar, porque quiero el divorcio.
—No se puede —dijo Erick como si estuviera dándole la hora o el
estado del clima de una manera tan relajada que le puso los nervios de
punta.
—Es broma ¿no?, solo debemos pedir el divorcio exprés de común
acuerdo y listo.
—Eso sería lo ideal, pero no se puede, ya he llevado el caso con un juez
para anularlo y él nos pide como mínimo seis meses de convivencia para
poder darnos el divorcio.
—Y si vamos a las vegas y pedimos que anulen el acta. —La mirada
sarcástica de Erick le dijo que ya lo había intentado.
—Bueno, tenía que agotar todas las posibilidades.
—Solo serán seis meses, después pediremos la anulación y seremos
libres para siempre.
Keyla giró la vista hasta donde su jefe estaba, Dios, seis meses siendo la
esposa de un hombre al que no conocía, aunque en realidad no tenía nada
que perder, ella era libre, bueno en teoría era ilegalmente casada; James
jamás se fijaría en ella de manera romántica así que si necesitaba fingir que
era la esposa de ese hombre para que le dieran el divorcio, ella lo haría
encantada. A lo mejor podía ir a la policía para denunciar ese atropello,
porque estaba claro que las autoridades de ese lugar brillaban por su
ausencia.
—No entiendo cómo demonios dejaste que una mujer que no conocías
de nada te envolviera al grado de casarte con ella —dijo Keyla mirando a su
supuesto marido como si fuera un soberano tonto.
—A veces los hombres somos muy estúpidos y dejamos que una mujer
nos nuble el juicio. —A Keyla se le cortó el aliento al ver en sus ojos que
de verdad ese hombre se había enamorado de su estafadora, lo que le
faltaba que su supuesto esposo estuviera enamorado de otra mujer.
—Vaya suerte la mía, pesco un marido millonario y está enamorado de
otra mujer. Bien, qué es lo que propones que hagamos, nos vamos a vivir a
nuestro nidito de amor, para pasar ahí seis meses o buscamos a esa mujer
para que pague por lo que ha hecho. Nunca me habían estafado así que no
tengo la menor idea de que hacer.
—Por lo pronto tengo un investigador privado que me esta ayudando a
encontrarla, pero tal parece que se la ha tragado la tierra.
—No recuerdas nada de ella, algo que te dijera de donde provenía, no
tenía acento al hablar, alguna manía, conversaciones donde ella dijera algo
de su vida privada.
—Nada, por mas que he tratado de recordar todas las conversaciones que
tuvimos, me he dado cuenta de que nunca me dijo un dato de ella, siempre
hablamos de mi de mis negocios, de mi familia. Pero nada, es muy astuta.
—Creo que más bien es una…—vale, al ver la mirada que él le estaba
echando, Keyla mejor se guardó su comentario— te creía más listo guapo,
pero veo que las apariencias engañan. Para manejar una empresa de
millones de dólares no eres muy espabilado, por suerte no te has ido a la
banca rota.
Aquello parecía una realidad alterna, después de que Erick se fuera,
Keyla se sentó en una de las sillas de sala de juntas. Se llevo las manos a la
cabeza, aun le dolía; y para colmo estaba el asunto del supuesto esposo,
parecía estar metida en una mala película de comedia, donde todas las
desgracias le pasaban a ella, vamos, que en definitiva el karma estaba
ensañado con ella. No le bastaba con hacerla perder sus ahorros, no, ahora
tenía que cargar con un esposo que no quería y buscar a la estafadora.
James entró en la sala de juntas, mirándola preocupado, era la primera
vez que mostraba algún tipo interés por ella, a su mente llegaron las
imágenes de ellos dos antes de que Erick irrumpiera en su vida y ella lo
miró negando porque no podía estar mas confundida. Quería cerrar los ojos
y despertarse un día antes de entrar a trabajar a ese lugar, tenía que ponerse
a pensar todo con perspectiva, sentía que la acababa de atropellar un camión
de carga.
—¿Qué sucede nena? —dijo él acuclillándose a su lado. Keyla no tenía
ni la menor idea de qué diablos le sucedía, giró la vista a todos lados, a lo
mejor estaba en medio de un programa televisivo de bromas o algo así,
aunque trató de buscar la cámara escondida no logró encontrarla.
—Creo que no es correcto que me llames de esa manera. —Se levantó de
la silla y comenzó a caminar de un lado a otro de manera nerviosa.
—¿Qué demonios te sucede?, antes de que llegara ese hombre estábamos
tan bien.
—No, antes de que ese hombre entrara estábamos a punto de cometer
una soberana locura, antes de hoy nunca me habías mirado ni una sola vez,
así que no entiendo tu conducta de hace un instante, incluso te has paseado
con esa mujer de piernas kilométricas dejándome muy claro el mensaje de
que no te interesa.
—No es lo piensas.
—Que frase tan trillada James, mira dejemos todo tal cual estaba el día
de ayer, yo llego, trabajo y tú me ignoras, de otra manera me volveré loca
intentando encontrarle sentido a todo esto.
—¿Quién demonios era ese hombre? —preguntó James deteniéndola
para ponerla frente a él.
—No escuchaste, al parecer ahora tengo que cargar con un esposo que
yo no pedí por seis meses, hasta que el juez nos conceda el divorcio. Dios,
todo esto no tiene sentido. —sentía que el pánico se comenzaba a apoderar
de ella, dificultándole respirar, se acercó a una silla para inclinarse y poner
la cabeza entre sus piernas.
—Keyla, respira despacio, encontraremos una solución, buscaremos al
mejor abogado de la ciudad, no debe ser tan difícil anular el matrimonio.
—Crees que ese hombre con todo el dinero que tiene no ha buscado ya a
los mejores. El juez nos pide seis meses de convivencia, de otra manera no
nos lo otorgaran.
—No estarás pensando en serio en vivir con un desconocido. —Sintió
que James se tensaba a su lado.
—Tengo que hacerlo si quiero terminar con esto, aparte me ayudara a
encontrar a la estafadora. Te juro que en cuanto la tenga frente a mí la
mataré, no me importa ir a la cárcel.
—No puedes hacerlo Keyla, te ayudaré, y encontraremos una solución.
Estaba tan confundida, sobre todo con la actitud que estaba tomando su
jefe, ella no significaba nada para él, cerró los ojos recordando la escena del
ascensor. Tenía que pensar todo con la mente templada.
—Lo siento James, lo que iba a ocurrir entre nosotros no tiene futuro, y
ahora sería un error comenzar algo así. Primero necesito arreglar todos mis
problemas.
Si decir nada más salió, de la sala de reuniones sintiendo tontamente que
estaba dejando ahí su corazón destrozado, por mucho que se lo negara se lo
había entregado a ese hombre en cuanto lo conoció y nunca lo recuperaría.
Capítulo 7

Darla se levantó con un dolor de cabeza terrible, parecía que se había ido
de juerga la noche anterior, después de que pasó tres días metida en un hotel
de mala muerte, el dinero se le comenzó a agotar, así que, aunque no quería,
tuvo que salir de su escondite para comenzar a buscar un lugar donde
trabajar.
Después de asegurarse de que nadie en su barrio la estuviera buscando,
regresó al bar donde trabajaba para ver si le daban otra oportunidad, el
encargado la miró como si fuera menos que un insecto, pero el muy capullo
sabía que ella ganaba buenas propinas así que no puso mucha objeción, en
cuanto Hanna la vio ingresando al local con el indecente uniforme que
usaban, puso los ojos en blanco adivinando lo que había sucedido.
Empezaron su turno trabajando como si no hubiera pasado nada, pero en
cuanto fue su tiempo de descanso, su amiga la comenzó a atacar con
preguntas.
—¿Qué demonios pasó Darla?, imaginaba que no te volvería a ver
nunca, es que acaso te has metido en algún problema.
—Fui una tonta Hanna, no sirvo para esto de estafar gente —dijo
mientras bebía de una soda en el callejón que estaba detrás del bar.
—No te estará buscando la policía, dime que es lo has hecho.
—No supe que fue lo que paso, al principio solo saque algo de dinero de
las tarjetas que me diste, hice compras, el plan era sencillo, pero se me pasó
por la cabeza que si encontraba a un hombre rico saldría de esta maldita
pobreza más rápido.
—Dios, es que no aprendiste nada Darla, debes pasar desapercibida.
Ahora cuéntame que ha pasado con ese hombre, porque por tu cara deduzco
que si conociste a alguien.
—Simule ser una joven con dinero en el club, ahí conocí a Erick Luke,
todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, fingí que me caía a la alberca y no
sabía nadar para que me salvara y dio resultado, el problema fue cuando me
propuso que fuéramos a las Vegas. Nunca debí aceptar su propuesta,
empezamos a beber y luego de repente al día siguiente estaba desnuda en su
cama y con un anillo en el dedo.
—Me estás diciendo que te casaste con un hombre desconocido y
millonario.
—Sí, bueno en realidad yo no, sino Keyla Anderson, no sé ni como
pudimos llegar a la habitación.
—Ahora, ¿cuáles con tus planes?
—Seguir trabajando en este mugroso bar y rezar para que Keyla y Erick
nunca se conozcan.
—Creo que lo vas a tener un poco difícil porque estoy segura que ese
hombre te buscará para que le des el divorcio. Debes estar atenta amiga,
ahora me arrepiento de haberte metido esas ideas en la cabeza, eres
demasiado inocente para hacer ese tipo de estafas.
La noche fue tan agotadora que cuando salió del bar sentía que los pies
la estaban matando, llegar a la bodega y encender la luz de la única vela que
tenía fue lo más deprimente del mundo. No podía creer que días antes
estuviera en un hotel de lujo y en ese instante estaba viviendo entre ratas.
Fue una suerte que en los días que estuvo fuera no se metieran a robar a su
pequeño hogar.
Con cuidado sacó un envoltorio de papel donde había guardado un
emparedado que alguien había pedido en el bar y no lo habían tocado. Esa
sería su cena, aunque trataba de ser fuerte fue inevitable que una lágrima se
rodara por su mejilla y a esta le siguió otra hasta que el llanto inundó su
rostro, con cada mordida que daba al emparedado sentía que se le formaba
un nudo en la garganta. Odiaba esa vida, odiaba vivir en la más absoluta
pobreza.
Se había criado en ese barrio, conocía como la gente conseguía dinero
para salir de ahí, pero ella se negaba a trabajar para el que vendía droga, por
eso había decidido trabajar en el bar y aunque muchas de las chicas que
trabajaban también lo hacían como prostitutas ella se había negado en
redondo. Cerró los ojos y la imagen de la sonrisa de Erick llegó a ella, no
podía entender cómo es que le extrañaba tanto, su loco corazón saltaba cada
que pensaba en él. Con el paso de los días los recuerdos acudieron a su
memoria, se veía a ella sonriendo mientras Erick la cargaba para entrar en la
habitación, su mirada la derretía y por un momento se sintió la mujer más
hermosa del mundo.
Solo de recodar sus caricias sobre su cuerpo sentía que la piel se le
erizaba. Tenía que buscar la manera de salir de ese agujero, lo tenía muy
claro cuando ideo el plan, pero su mente volátil le había jugado malas
pasadas, por un segundo se permitió soñar con la posibilidad de una vida
distinta, al lado del hombre más maravilloso del mundo y sobre todo lejos
de esa pobreza.
Llevaba una semana caminando con pies de plomo, mirando a todos
lados buscando si alguien se le quedaba viendo, si un agente de seguridad
se le acercaba, sentía que iba directo a arrestarla, puede que alguien buscara
su foto en alguno de los casinos, o en el aeropuerto. Era obvio que Erick
tenía los recursos para poder buscarla hasta debajo de las piedras. Vio a un
hombre con una chaqueta que le cubría hasta el cuello, estaba mirando en
su dirección, su instinto le dijo que algo iba mal, porque nunca había visto a
ese tipo por ese barrio.
Sintió un escalofrió, lo más lógico es que diera la media vuelta y corriera
lo más deprisa que pudiera, pero siguió su camino como si no se hubiera
dado cuenta de su presencia, en cuanto entro por la puerta trasera del bar,
Hanna la tomó del brazo llevándola a un rincón.
—Darla debes irte antes de que hombre que esta frente al bar se acerque
para detenerte.
—¿Qué?
—Me han dicho que estuvo aquí con el encargado, y ha preguntado por
ti.
—¿Por mí? Pero si yo no he hecho nada, estás segura de que no llegó a
buscar a Keyla Anderson.
—No tonta, Charlie me ha dicho que preguntaron por Darla Miller, Dios,
estás metida en un buen lio, mira te voy a echar una mano, sal de nuevo por
el callejón y en cuanto puedas toma un taxi —dijo su amiga mirándola muy
seria, mientras le daba un papel doblado —ve a esta dirección, ahí te estará
esperando mi primo para llevarte a un lugar seguro. Ya después me pondré
en contacto contigo, pero por lo que más quieras debes darte prisa y si por
mala suerte te atrapan no debes delatarnos, no nos conoces ni has escuchado
nada de mi o mi primo. Toma esta chaqueta y ponte el gorro para cubrir tu
cabeza.
—No quiero ir presa Hanna, en verdad, trabajaré para que pagar el
dinero que tome de esa mujer, pero no quiero pasar años en la cárcel.
—Tranquila Darla, debes calmarte, que entres en crisis ahora no nos
conviene.
Suspiro y se puso la chaqueta, caminó por el callejón en dirección
contraria a donde se encontraba el hombre misterioso, trató de alejarse muy
rápido, estaba por salir del callejón cuando alguien la tomó del brazo
poniéndola junto a un contenedor de basura.
—Soy inocente lo juro —dijo mirando al mismo hombre que estaba
frente de la entrada y que ahora la estaba acorralando.
—Eso no es lo que opina la policía, es mejor que me acompañe señorita
Miller, el señor Erick Luke la estaba buscando.
Darla no sabía que era peor, si enfrentarse a la policía o al hombre que
había estafado.

Keyla sentía que todo lo que estaba viviendo era irreal, cuando llegó a su
departamento después de dejar a James en su oficina, se dijo que debía
pensar todo con serenidad, su móvil le sonó y vio que era un mensaje de
Eric Luke, al parecer la invitaba a cenar para platicar sobre lo que harían a
partir de ese día. Estaba tan confundida, solo quería cerrar los ojos y
descubrir que todo era parte de una horrenda pesadilla. Bueno tenía que
comenzar a solucionar sus problemas, así que le envió un mensaje
diciéndole que lo esperaba en su restaurante favorito.
Se dio una ducha rápida y se puso un vestido casual, no quería dar la
impresión de que iba buscando guerra, al final solo estaría hablando con su
esposo para resolver como vivirían. Se estaba poniendo unos pendientes
cuando sonó el timbre, se extrañó porque no esperaba a nadie. Abrió la
puerta sin percatarse de quien tocaba lo que claramente fue un grave error
porque James estaba del otro lado.
—James —dijo asombrada, solo en sus más locos sueños se lo
imaginaba de pie en su puerta.
—Tenemos que hablar Keyla.
—No tenemos nada de qué hablar —dijo tratando de cerrar la puerta,
pero James fue más rápido y metió el pie, abriéndose paso entrando en su
departamento.
—Claro que, si debemos hablar nena, vaya que vamos a hablar, le he
dado muchas vueltas al asunto desde que te marchaste de la oficina, no
puedes hablar en serio cuando dices que te iras a vivir a con ese hombre.
—James debes comprender que debo hacerlo para poder pedir el
divorcio, de otra manera seguiré atada a él para siempre. Tú no has
mostrado interés en mí nunca, solo me mirabas como si fuera menos que un
insecto, así que no veo porque ahora tienes esta repentina fijación por lo
que hago o dejo de hacer. Ahora si me disculpas tengo que verme con mi
supuesto esposo en media hora.
—No puedes hacerme esto nena, sé que te atraigo, no puedes dejar que
ese hombre se meta entre nosotros.
—Es que no existe un nosotros. Nunca ha existido, solo he siendo Keyla
Anderson la patosa de la oficina a la que le has pasado a tus novias por la
nariz para dejarle en claro cuál era su lugar. Pues descuida, lo que
comprendido.
James le tomó el rostro, y la besó de manera casi desesperada, Keyla se
quedó tan sorprendida que no supo reaccionar, separó los labios por la
sorpresa y James lo aprovechó para entrar en su boca devorándola como si
estuviera sediento de ella, Dios, sus labios tenían el sabor justo que siempre
había imaginado. Todo su cuerpo comenzó a reaccionar, sabía que lo que
estaba sucediendo estaba mal, debía de apartar a ese hombre, pero había
estado año tras años imaginando como sería que James llegara a su puerta
como un brillante caballero de armadura dorada para reclamarla como suya.
Vaya patrañas te meten las novelas románticas porque su caballero andante
había resultado ser un idiota envuelto en papel aluminio.
Cuando James bajó sus manos hasta llegar a su trasero para amasarlo,
supo que tenía que detener esa locura, por mucho que ese hombre le alterara
la sangre hasta dejarla a punto de ebullición, no era lo correcto, costándole
más que la vida misma lo apartó empujándolo.
—Por favor James, no hagamos esto más difícil. —Él tomó su rostro
entre sus manos y apoyo su frente en la suya.
—No te alejes por favor, elígeme a mi nena.
—No se trata de elegir James, nosotros no hemos tenido nada, solo debo
hacer lo correcto. No puedes aparecer en mi puerta diciendo que te elija a ti,
cuando nunca hemos estado en una competencia. Te lo vuelvo a repetir,
hasta el día de ayer solo éramos jefe y empleada, sigamos así.
—Es que no lo entiendes Keyla.
—Lo único que entiendo, es que eres como un niño al que le han robado
esa piruleta que no se decidía a tomar y cómo ve que otro se la lleva, ahora
ya la quiere. No seas infantil James.
James la miró como si lo hubiera decepcionado, después se dio la vuelta
y salió de su departamento dando un portazo.
—Muy maduro de tu parte jefe. —Por incomprensible que pareciera algo
dentro de ella se rompió en ese momento, parecía estar dentro de una mala
comedia.
Suspiró y tomó su bolso, miró el móvil y salió casi corriendo porque ya
estaba retrasada. Por suerte un taxi estaba pasando frente a su edificio y le
fue fácil llegar. Buscó con la mirada a Erick y ahí estaba sentado con la
chaqueta del traje desabotonada mientras bebía una copa de vino, ese
hombre era realmente guapo, y por su reloj carísimo era notorio que tenía
dinero. Fue una sorpresa darse cuenta que no le valía ningún hombre para
acelerar su corazón, ahí tenía frente a ella a un espécimen masculino digno
de admiración, y ella no sentía absolutamente nada.
Cuando Erick la vio, se levantó como todo un caballero, para darle un
beso de bienvenida, retirando la silla para que ella se sentara. Tenía tanto
tiempo que nadie mostraba una atención para con ella.
—Bien señorita Anderson, debo reconocer que todo esto está trastocando
muestras vidas, lamento el escándalo que hice en su trabajo, debo reconocer
que no fue la manera correcta.
—Te comprendo, al parecer esa mujer nos ha estado amargando la vida y
créeme que es muy fácil perder los papeles al ver cómo ha jugado con
nosotros.
—Hablando de eso, te repondré el dinero que te ha quitado.
—No es necesario, tú no has tenido la culpa, pero en cuanto la tenga
frente a mí, la llevaré directo a la comisaría más cercana.
—Precisamente eso es lo que quiero evitar.
—No puedes hablar en serio, esa mujer debe ir a la cárcel.
—No quiero que esto se sepa, tengo una reputación mantener.
—Pero me estafó a mí, nadie se enterará que tiene alguna relación
contigo. Descuida que nadie sabrá que una zorra te engatuso para sacarte
dinero.
—Keyla, ahora tú eres mi esposa, piensa en que dirán cuando se enteren
que la mujer con la que me anduve paseando en las Vegas, te ha estafado.
Eso sin contar con nuestro matrimonio.
—Debemos planear que es lo que haremos, te parece si mantenemos
nuestro matrimonio en secreto, cada uno viviendo en su departamento, solo
nos presentaremos en la corte para lo estrictamente necesario.
—Ya te había comentado que el juez nos ordena convivir seis meses,
después de eso cada uno tomara caminos diferentes.
Estaba a punto de protestar, pero el camarero los interrumpió llevándoles
aperitivos y tomándoles la orden. Erick ya había pedido una botella de vino,
así que le sirvieron una copa, lo que agradecía porque estaba de los nervios,
de un día para a otro entraban en su vida personas desconocidas y ella tenía
que adaptarse a lo que necesitaran.
—En verdad debe haber una solución, que hay si me niego.
—Deberás pagarme una suma bastante considerable, la mitad de mis
deudas es tuya, así que un divorcio en malos términos hará que nos
dividamos todo, créeme cuando te digo que lo mejor es hacerlo por la paz.
Mira, estoy jugándome mi empresa, no firme un maldito acuerdo
prenupcial, así que por favor te pido que me ayudes, solo debes mudarte a
mi departamento seis meses, ni notaras que estoy ahí.
Keyla lo pensó por un instante, Dios, cada segundo odiaba más a esa
mujer, y mirando el brillo que se acumulaba en sus ojos de él cuando
hablaba de ella, sentía una envidia. A ella ningún nombre la nombraba con
ese tono de anhelo.
—Si quieres puedo firmarte un poder donde diga que no quiero nada, tu
fortuna no me interesa, en verdad. Solo quiero que ella pague por lo que me
ha hecho.
—Eso me ayudaría mucho, pero en verdad espero que nadie se entere de
esto, permite que te devuelva el dinero, yo me encargaré de darle su
merecido a esa impostora.
—Con ese brillo en tus ojos cuando hablas de ella me dice que el único
castigo que le darás será atarla a la cama por una semana para hacerla tu
esclava sexual.
—Esa mujer me vuelve loco, nunca en la vida me dejé dominar por las
mujeres, solo tenía relaciones con ellas y las dejaba al día siguiente, pero
ella llegó aparentando ser una damisela en peligro y me cautivo con su
sonrisa. Y ahí estaba yo casado con una mujer que era una impostora que,
para más inri, ha estafado a la mujer con la que me ha unido legalmente.
—Esto no tiene ni pies ni cabeza, solo espero que estos meses se pasen
lo más rápido posible.
Capítulo 8

Darla buscaba algún tipo de salida de escape, pero no encontraba


ninguna, el hombre que la había capturado la llevaba esposada en el asiento
trasero de su camioneta, si gritaba a lo mejor alguien la escuchaba, pero
tampoco es como que pudiera pedir que la policía la ayudara, si lo hacía
solo terminaría en la cárcel. Un escalofrió la comenzó a recorrer por la
espalda, sus minutos estaban contados, y no tenía a quien pedir ayuda.
Ese hombre le dijo que la llevaría con Erick Luke, y la sola idea de estar
en su presencia la estaba matando, seguramente él la llevaría a la cárcel por
robar una identidad y engañarlo, pero lo que más miedo le daba era ver la
mirada que le dedicaría, no soportaría que la despreciara. Se quería quedar
con la última imagen de él durmiendo tan placido, y de las caricias en su
cuerpo.
Su captor la miraba de reojo por el espejo retrovisor, tal parecía que tenía
miedo de que se le escapara, tal vez si lo atacaba lograría escapar de su
destino, aunque claro eso sería sumarle otro delito a su historial policiaco.
No es que fuera muy religiosa, pero en ese momento comenzó a rezar todas
las oraciones de las que se acordaba.

Keyla miró muy seria a la sala de reuniones donde estaba James, desde
el día de su encuentro en su departamento no habían cruzado palabras, él
solo la miraba y después se marchaba a encerrar a su oficina, pero ese día
estaban presentado una gran campaña de publicidad para un importante
empresario que tenía una compañía de envíos aéreos, así que todos estaban
con los nervios de punta, su jefe literal era una bomba de relojería andando.
Suspiró pensando en todas las cajas de embalaje que tenía en su
departamento, ese día iría una mudanza para llevar todas sus pertenencias al
que sería su nuevo hogar por seis meses.
Debía confesar que le daba un miedo espantoso el convivir con un
hombre extraño, pero también quería ser libre. Sintió la mirada de alguien y
se dio cuenta de que James la estaba mirando fijamente mientras los
asistentes a la presentación salían de la sala de reuniones. Su encuentro
visual duro un par de minutos hasta que él rompió el contacto con ella y se
encerró en su oficina dando un portazo. Esperaba con ansias la hora de la
comida, Jeremy y Lory comerían con ella, esperaba que ellos le ayudaran a
encontrar una solución.
Llegó a la cafetería acompañada de su amiga y ahí estaba Jeremy, tenía
días que no lo veía porque estaba ocupado en su trabajo y ella no lo quiso
molestar con sus problemas.
—Keyla, debes explícame qué demonios es lo que está sucediendo, te
dejo de ver unas semanas y me encuentro con que tu departamento está
cerrado y que te has mudado a otro lugar. Es que acaso te has vuelto loca.
—En este momento creo que estoy en una dimensión desconocida,
primero una mujer se lleva mis ahorros, un hombre aparece en la oficina
diciendo que es mi esposo y que nos hemos casado en las Vegas, y para
rematar todo, mi jefe me besa, así de la nada me besa y me pide que no me
vaya a vivir con mi supuesto esposo.
—Vaya Key, tú no pierdes el tiempo, Dios mío estas desatada —dijo
Jeremy sonriendo, mientras devoraba su hamburguesa con patatas.
—Nunca me contaste que el jefe te había besado Keyla, eres una mala
amiga, y mira que tuve que dar la cara por ti con Billy, pero ahora
cuéntanos que sentiste cuando te beso, te juro amor eterno, te dijo que te
llevaría en su noble corcel a su castillo para vivir en felices para siempre.
—Esto es una locura, el nunca dio muestras de que le gustara ni para
amiga, estábamos a punto de besarnos cuando llego Erick a decir que somos
esposos, Dios, es un lio y ahora me tuve que ir a vivir con él para que el
juez nos dé el divorcio en seis meses.
—Vaya como en la película, locura de amor en las Vegas. ¡Que
romántico!, has pasado de no tener ni una sola oportunidad con James a
tener a dos galanes peleándose por ti.
—No tengo dos galanes peleando por mí, eso es una locura.
—Y qué tal es tu nuevo esposo —preguntó su amigo.
—Es un adonis —respondió Lory robándole la palabra.
—Sí, pues ese adonis está enamorado de la estafadora que se llevó mi
dinero, de hecho, me ha devuelto mi dinero para que no le haga nada. Los
hombres a veces suelen ser tan tontos. Estoy segura que en cuanto la tenga
frente a él, se la llevará a la a habitación más cercana.
—Pues es tu esposo, si yo estuviera en tu lugar me lo llevaría a la cama
sin pensarlo, claro eso sería posible sino estuvieras enamorada de James,
que, aunque es un estúpido también es un D ios griego.
Después de comer con sus amigos regresó a su trabajo más confundida
de lo que estaba, tenía que dejar de pensar en tonterías y dedicarse a lo que
realmente importaba, ahora que tenía su dinero de regreso, comenzaría a
buscar la posibilidad de emprender su propia compañía. El solo pensarlo la
animaba, pero le daba pavor, tenía que buscar una cartera de clientes.
Mucho más animada se dispuso a trabajar, dejando de lado sus problemas,
—Keyla, ven por favor a mi oficina —dijo James sobresaltándola, por
mucho que lo detestara, no podía negarse, hasta que no se pudiera
independizar no tenía más opción que obedecer a su jefe.
Llegó hasta la oficina como si fuera directo al matadero, ni siquiera tocó
la puerta, solo entró acercándose al escritorio donde su jefe estaba
esperándola, por la mirada que tenía su visita ahí no presagiaba nada bueno.
—Keyla a partir de ahora necesito que te ocupes de la campaña de John
Richardson.
—La empresa de envíos aéreos, ¿pero por qué?, creí que la campaña
presentada había sido un éxito.
—Así lo fue, pero necesito apoyo, tengo que ir a Europa dentro de unas
semanas y no podre supervisar todo, así que necesito que partir de hoy te
quedes más tiempo a trabajar conmigo en todos los detalles.
Durante varios años, había anhelado una oportunidad como esta, pero en
este momento no creía que fuera conveniente, si lograba arrancar su propia
empresa posiblemente necesitaría más tiempo libre.
—No puedo aceptar tu oferta James.
—Es que no es una oferta, como tu jefe te estoy diciendo cual será tu
próximo trabajo.
—Hoy me voy a mudar al departamento de Erick, así que no puedo
quedarme, y en un futuro pretendo presentar mi renuncia para empezar a
trabajar por mi cuenta.
—No puedes estar hablando en serio Keyla.
Ella iba a protestar, pero la presencia tan cercana de su jefe la estaba
alterando, demonios por qué no le pasaba eso con otros hombres. Alzó su
mirada para encontrarse con los ojos de James lo que fue un grave error,
porque en cuanto estuvo presa de ellos, supo que estaba perdida. Vio en
cámara lenta como él tomaba su rostro entre sus manos y se acercaba a sus
labios, sabía que tenía que correr, alejarse de ahí pero no podía, era como si
sus pies estuvieran anclados al piso. Los labios de James eran su perdición,
como una droga la cual amenazaba con destruirla.
Lo que había comenzado como un beso se estaba volviendo en algo
mucho más candente, las manos de James vagaban por todo su cuerpo, no
sabía que es lo que la estaba poseyendo, pero en ese instante la poca
cordura que le quedaba se había evaporado, su cuerpo parecía no querer
obedecer a su cerebro. Sus respiraciones estaban tan agitadas, Keyla sentía
que su corazón se saldría en cualquier momento, cuando James desabrochó
su blusa supo que ya no había marcha atrás, tal vez después se arrepentiría,
pero era hora de vivir el momento, lo deseaba tanto.
Con movimiento preciso James la colocó sobre el escritorio tirando todo
lo que estaba encima de él, Keyla quería también tocarlo y sentir su piel
junto a la de ella, los besos de él sobre su cuello le provocaban miles de
estremecimientos, en su mente no podía encontrar ni una sola idea que la
hiciera alejarse de ese hombre. James bajó las copas de su sostén con una
maestría casi perfecta, metiéndose uno de sus pezones en la boca los cuales
clamaban por ser atendidos. Su falda se subió lo suficiente como para darle
libre acceso a sus húmedas braguitas, cuando la tocó de manera íntima
introduciendo uno de sus dedos, Keyla sentía que estaba a punto de rozar el
paraíso.
—Tu olor me vuelve loco nena. —Si estaba a punto de volverse loca de
deseo, su cuerpo ardería por combustión espontánea con el solo susurro de
su voz.
—Oh, por dios James —susurró ella con la respiración entrecortada,
necesitaba más, lo necesitaba dentro de ella.
—Eres mía nena, desde el día que pusiste tus ojos sobre mí, supe que me
traerías problemas. Pero eres mía, y que te vayas a vivir con ese hombre me
está volviendo loco.
Ni siquiera la dejó que contestara algo, sus labios la devoraban, sus
bragas fueron destrozadas, dejándola completamente expuesta. James entró
en ella de un solo empellón robándole el aliento, sentía que llenaba todo su
ser, con cada estocada una necesidad urgente de liberación crecía en su
interior.
—Estas tan húmeda y caliente para mí nena. —Keyla cerró los ojos
dejándose llevar, los labios de él sobre sus pezones provocaban que ambos
se movieran frenéticos por liberarse.
—Por favor James, ya no puedo soportarlo más.
—Abre los ojos nena, quiero que veas cuando te corras que quien lo ha
provocado he sido yo. Solo yo nena.
James no la defraudó acelerando sus embestidas provocando en su
interior una tensión insoportable, su piel ardía con cada roce de sus cuerpos.
Keyla mordió el hombro de James para tratar de acallar un poco el grito que
pugnaba por salir de sus labios, cuando ambos estallaron en un placer
indescriptible.
James posó su frente sobre la de ella mientras le daba tiernos besos
diciéndole lo maravillosa que era, Keyla sentía que estaba flotando en el
paraíso, era tan feliz que no quería abrir los ojos y volver a la realidad. Poco
a poco su respiración se fue normalizando, los brazos de James la envolvían
de tal forma que parecía que no la quería dejar marchar, pero por mucho
que estuviera cómoda ahí, tenía que romper el mágico momento.
—¿Crees que alguien nos ha escuchado? —dijo ella soltándose de su
abrazo y tratando de cubrirse con su blusa.
—Dios, espero que no, nena.
Keyla se bajó del escritorio y se sonrojó al ver el desorden que habían
provocado, Dios, nunca podría entrar en esa oficina sin ruborizarse. Se
acomodó su falda, tirando de sus braguitas para depositarlas en el bote de la
basura. Miró su reflejo en el espejo que estaba en el baño de la oficina, su
cabello estaba todo despeinado por las caricias de él, y sus labios parecían
dos enormes salchichas. No se creía capaz de salir de esa oficina y mirar a
sus compañeros a la cara.
Tomó el pomo de la puerta para salir, pero James la acorraló entre sus
brazos para besarla de nuevo.
—Quédate esta noche en mi departamento nena. —Él acarició su mejilla,
dándole un dulce beso en los labios.
—De acuerdo, pero debemos ser muy discretos, mi matrimonio será un
secreto de estado, y Erick quiere que todo lo resolvamos lo más pronto
posible.
—Yo también lo deseo nena, no sabes cuánto, te veo esta noche.
Por suerte ninguno de sus compañeros parecía notar lo que acaba de
pasar en la oficina, así que tomó su bolsa para irse a su casa antes para
comenzar con la mudanza. El departamento de Erick estaba en una de las
zonas lujosas de la ciudad, de hecho, la mudanza que le envió era de
primera, habían llevado percheros para que su ropa no se maltratara. Los
muebles los dejó en su mismo departamento porque después de seis meses
sería una lata tener que encontrar un nuevo lugar para vivir. Erik le dijo que
su departamento era el único del sexto piso, el portero la saludo y le dio un
juego de llaves para que entrara. Al parecer su esposo no llegaría hasta muy
entrada la noche, Dios, si lo ponía de esa manera era una mujerzuela que le
era infiel a su esposo.
En cuanto entró en el departamento, se dio cuenta que ella estaba muy
lejos de vivir con esa opulencia, todos los muebles eran de calidad, y con un
estilo tan moderno.
—Buenas tardes, señora Luke. —Keyla dio un brinco al escuchar la voz
de la asistente de la casa —discúlpeme señora, no era mi intensión
asustarla, me llamo Marie.
—Descuide, llámeme Keyla.
—El señor Erick me dijo que le mostrara cuál será su habitación, sus
pertenencias ya están acomodadas. El señor me dijo que cenará fuera pero
que usted me dijera que le apetece y lo preparara, quiere este lo más
cómoda posible.
—No se preocupe por la cena, no pasaré la noche aquí, puede darle el
recado al señor cuando llegue.
—Por supuesto, si necesita algo solo tiene que pedirlo.
Su habitación era casi del mismo tamaño de su departamento, la cama
era enorme, exploró un poco, había dos puertas ocultas frente a la cama,
una era un closet tan amplio que nunca tendría la ropa suficiente para
llenarlo. El baño tenía una tina donde cabían dos personas y tendrían
espacio suficiente. Se dio una rápida ducha y se visto con un vestido casual,
no tenía ni idea de lo que encontraría en el departamento de James, estaba
tan nerviosa. Tenía la sensación de estar en una realidad alterna. Dejó una
nota para Erick diciéndole donde pasaría la noche, así como la dirección de
James, no es que le debiera alguna explicación, pero prefería evitar
confusiones.
James vivía en un edificio muy parecido al de Erick, se notaba que
ambos tenían un estatus de vida bastante alejado del de ella. Tocó la puerta
con bastante nerviosismo, uno de sus sueños que tanto había anhelado se
estaba convirtiendo en realidad. Sentía una alegría tan grande que incluso le
daba miedo.
La puerta se abrió sobresaltándola y James estaba del otro lado con la
camisa del traje y las mangas recogidas, se había quitado la corbata, y en
una mano sostenía un vaso con un líquido ambarino, estaba tan guapo que
robaba el aliento.
—Pasa nena, te estaba esperando.
El sonido de su voz la estremeció, tal parecía que se estaba volviendo
adicta a él.
Entró tomada de la mano de James, la luz de la estancia era tenue, el
departamento tenía unos enormes ventanales que le daba una vista
panorámica de la ciudad. Una música embriagante inundaba todo el lugar
con las dulce notas melodiosas, todo era tan romántico.
James dejó su bebida sobre una mesilla, y la tomó entre sus brazos,
moviéndola al compás de la música, Keyla se dejó llevar, el olor de él la
estaba volviendo loca, los labios de James comenzaron a descender por su
cuello, llevándola a rozar la locura. No hicieron falta las palabras, sabía que
esa noche prometía ser la mejor de su vida.

Darla miró impresionada la fachada del edificio que tenía frente a ella,
aunque parecía una de las zonas lujosas de la ciudad para ella era como
llegar a la cárcel, el investigador privado que la tenía capturada la llevaba
tomada del brazo, a cada paso que daba sentía que iba de camino al
paredón. Su última oportunidad era suplicarle que la ayudara.
—Por favor, señor, por lo que usted más quiera ayúdeme, no me
entregue con el señor Luke, prometo que desaparece para siempre, no
volveré a estafar a nadie.
—Eso debió pensar antes de ir por la vida aprovechándose de las
personas.
—Por favor, en verdad necesito escapar, no puedo presentarme con
Erick.
—Lo siento. Es una pena que una joven como usted se vea involucrada
en ciertos delitos. En cuanto la encontré he avisado al señor Luke, así que él
esta avisado de su llegada.
Entraron en el edificio y subieron al ascensor, Darla sentía que el pánico
se apoderaba de ella, quería correr, Erick estaba esperando dentro de esas
paredes, cuando se le había ocurrido hacer aquel estúpido plan no se planteó
la posibilidad de volver a verlo, y ahora ahí estaba llegando al patíbulo para
esperar su condena.
En cuanto salieron del ascensor su corazón comenzó a latir de manera
acelerada, antes de que pudieran llegar, la puerta del departamento se abrió,
robándole el aliento, ahí estaba él, el único hombre que la había
conquistado con esa sonrisa tan perfecta, solo que ahora no la miraba de
manera encantadora, no, ahora sus ojos parecían decirle que la odiaba.
—Señor Luke, aquí esta lo que me encargo.
Ese investigador era idiota, ni que ella fuera un maldito paquete.
—Puede retirarse, yo me encargaré de ella.
En cuanto el investigador se fue, ella se quedó parada frente a su
verdugo sin saber qué hacer, quería salir corriendo, con su mirada recorrió
el lugar para buscar una ruta de escape, pero no encontraba ninguna, el
investigador acababa de bajar por el ascensor así que por mucho que
corriera por las escaleras seguramente la atraparía.
—Vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí, a la señorita Keyla Anderson,
no esperen es mucho mejor a la señora Luke.
Erick la tomó del brazo metiéndola en el departamento, su agarre era
fuerte, tanto que estaba comenzando a lastimarla, pero no dijo nada, estaba
segura que lo que menos quería escuchar ese hombre eran sus lamentos.
—Erick por favor, déjame ir, prometo que no volveré a estafar a nadie.
—Vaya que no lo volverás a hacer nena, ahora déjame decirte las buenas
noticias cielo. Si creías que me podías ver la cara de estúpido y no pagar
por ello, estas equivocada. Tu victima a la que le has quitado sus ahorros
está buscándote y adivina qué, se muere porque pises prisión.
Darla sintió un estremecimiento recorriéndole por la columna vertebral.
Capítulo 9

Darla sabía que no saldría muy bien librada de ese problema, pero todo
su cuerpo le decía que estaba en una zona de peligro, la tensión que
emanaba del cuerpo de Erick era tan palpable.
—Te creías muy lista, pero pagaras todo lo que has hecho, nadie me
toma el pelo. —Erick estaba tan cerca de ella que sus respiraciones se
mezclaban, a Darla solo le había bastado con estar dos días con ese hombre
para enamorarse perdidamente de él, pero tal parecía que a Erick no le
había sucedido lo mismo.
—Perdóname Erick no era mi intensión burlarme de ti.
Una lágrima rodó por su mejilla sin poder evitarlo, no soportaba que él la
odiara, tal vez era una estúpida, pero no quería perder aquello que tuvieron
en su escapada, tal vez solo fuera unos días, pero para Darla fue la aventura
mas mágica de su vida.
—No te creo nada nena —dijo Erick rozando sus labios —lo vas a pagar,
a partir de ahora trabajaras para mi si no quieres terminar en la cárcel.
—Pagaré el dinero de esa mujer. Lo prometo.
—Vaya que lo pagaras, tuve que devolver todo lo que sacaste de sus
tarjetas para evitar que pisaras la cárcel, lo que menos necesito en este
instante es un escándalo. Ahora ven a mi habitación, vas pagarme cada
centavo que pague por ti.
¿Qué demonios significaba eso?
La metió en una de las habitaciones y después cerró la puerta, Darla
sintió miedo, estaba furioso y en ese instante Erick le parecía demasiado
peligroso.
—Desnúdate Darla.
¡¿Qué?! no podía estar hablando en serio, no la obligaría a tener sexo
con él.
—No puedo hacerlo Erick —dijo ella dando un paso atrás.
—Ahora no puedes, pues en las Vegas no parecías para nada tímida,
vamos, he pagado por tu libertad y me vas a devolver cada dólar —exclamó
el tomándola del brazo para aventarla sobre la cama.
Atrapó su cuerpo entre la cama y él, sus manos estaban sujetas por las
suyas sobre su cabeza, la respiración de Darla comenzó a acelerarse.
—Ahora me perteneces Darla, y si digo que te desnudez, lo harás sin
decir nada. A la hora que quiera y cuando yo lo diga.
—Erick, por favor no lo hagas.
Erick bajó sus labios hasta los suyos, no es que la estuviera besando con
pasión, sino más bien era un beso de castigo, y muy a su pesar ella comenzó
a disfrutar de su contacto, era como si su cuerpo no le perteneciera, cuando
Erick le quitó la blusa sintió que estaba perdida. La primera vez que
hicieron el amor, las imágenes de Erick siempre eran de placer y, pero ahora
sus movimientos eran rudos, sin delicadeza. Ni siquiera se dio cuenta de
cómo Erick rompía su sostén, solo cuando él se metió uno de sus pezones
en la boca torturándola, sintió que moría de placer. Sus pantalones
desaparecieron y sus braguitas, Erick entró en ella de un solo empellón
provocando que Darla arqueara su espalda por el placer tan indescriptible
que le proporcionaba. Se mordió los labios con fuerzas para no gritar, Erick
estaba poseyéndola para castigarla, no para que disfrutara.
—Te gusta esto nena, aún recuerdo como te retorcías conmigo dentro
como la zorra avariciosa que eres.
Aunque esas palabras le dolieron, el placer que estaba experimentado no
la dejaba pensar con coherencia, Erick la giró para que su rostro quedara
sobre las sabanas de la cama, ambos jadeaban y sus cuerpos sudorosos se
movían como si fueran solo uno. Darla cerró los ojos cuando sintió que
estaba tan cerca de alcanzar su liberación, apretó las sabanas y mordió la
almohada ahogando sus gritos de satisfacción, Erick aceleró sus embestidas,
llegando a un éxtasis de placer indescriptible mientras gritaba su nombre.
Los ojos de Darla se humedecieron al darse cuenta de cómo sería su vida a
partir de ese momento. Sintió que el frío se apoderaba de ella cuando el
cuerpo de Erick abandonó la cama.
—Vístete Darla, mañana iras a la oficina conmigo, y por la noche, te
quiero desnuda en mi cama. Tu habitación es la del final que es la que usa
el servicio de limpieza, ni se te ocurra querer escapar porque te estarán
esperando los guardias para llevarte a la estación de policías más cercana.
Ah y si me olvidaba mencionar que Keyla Anderson vive en este
departamento, ya que gracias a ti ahora es mi esposa. No quiero problemas.
Ahora márchate. Me repugna ver tu cara.
Salió de la habitación cubriéndose con una sábana, ni siquiera se detuvo
a buscar su ropa, se sentía tan sucia, como si fuera una simple mujerzuela.
Estaba atrapada entre esas paredes a disposición de su verdugo, fue
inevitable no llorar toda la noche, su piel ardía por su contacto, lo había
extrañado tanto, desde que se había marchado de aquella habitación soñaba
con él, lo anhelaba tanto, que ahora tenerlo tan cerca y lejos a la vez era
prácticamente una tortura. Le dolía tanto su rechazo, pero lo comprendía,
en verdad que era consciente de que había hecho mal. Pero nunca imaginó
que su peor castigo seria el desprecio del hombre del que se había
enamorado.
Al día siguiente se levantó con un terrible dolor de cabeza, se metió en el
baño de la habitación que Erick le dijo que ocupara, en su tragedia de la
anoche anterior ni se dio cuenta que no tenía ropa para vestirse, salió de la
ducha y se envolvió en la misma sabana de la noche anterior, fue hasta la
habitación de Erick, y tocó suavemente, cuando escuchó que dijo que
pasara abrió la puerta sintiendo que el mundo se le caía encima al ver la
manera en que la miraba.
—Si vienes a ofrecer tus servicios, no es necesario, te di la orden de que
te quería desnuda por la noche.
—No tengo ropa para vestirme —dijo en un susurro, tragándose la
vergüenza.
—La habitación de Keyla es la enfrente, puedes tomar lo que necesites,
te quiero lista en media hora. Espero que no le moleste. Ya me ha costado
un triunfo convencerla para que retirara los cargos contra ti.
Sin decir nada salió de la habitación y entró en la que ahora era la
habitación de la señora Luke, mientras buscaba que ropa ponerse las
lágrimas brotaban de sus ojos, si seguía en ese lugar se pasaría llorando
toda su vida. Nadie la había amado nunca, sus padres la abandonaron, en el
orfanato la odiaban, el único que le había brindado ayuda era John, pero en
cuanto separaron sus caminos, jamás la volvió a buscar.
Solo se había entregado a un hombre en la vida antes de conocer a Erick,
fue un chico del barrio que la encandiló con su sonrisa, pero en cuanto se
entregó a él, desapareció del mapa, ahí supo que el amor no existía, se había
pasado toda su vida buscando el amor, y ahora caía en los brazos de ese
hombre que la repudiaba.
Tomó un vestido color berenjena, y unas medias negras, por suerte los
zapatos de Keyla le quedaban a la perfección, estaba segura que esa mujer
la odiaría, en cuanto supiera que le había tomado su ropa se molestaría.
Salió a la estancia donde Erick ya estaba desayunando, como no sabía que
hacer se acercó a donde estaba poniéndose a un lado.
—Ve a la cocina y para que te prepares tu desayuno.
Sin contestarle se fue a la cocina, se sentía como una ladrona que vagaba
por una casa. En la cocina estaba una señora de unos cincuenta años, en
cuanto la vio le sonrió con amabilidad.
—Siéntese señorita en seguida le preparo el desayuno.
—No hace falta, yo puedo cocinarme algo.
—No puedo permitir que eso suceda, para eso estoy aquí.
—Con un té estaré bien. En verdad no se moleste.
Por suerte la asistenta no insistió con prepararle un desayuno, estaba
terminando su té cuando Erick la llamó para que se fueran. De camino a la
oficina no cruzaron palabra, pero por cómo veía las cosas Erick era capaz
de ponerla a limpiar los baños de toda su oficina. Todos en el edificio de la
empresa de Erick los miraban como si tuvieran miedo, y no era para menos,
Erick estaba furioso.
Subieron al último piso del edificio, detrás de un escritorio estaba una
chica que seguramente era la secretaria de presidencia.
—Buenos días señor Luke.
—Buenos días, Lucy. Pasa a mi oficina.
Vaya, por lo menos no fue grosero con la chica, al parecer solo ella se
merecía un saludo digno. Fue imposible no mirarla de reojo. Era muy
guapa, con su cabello rojo brillante y sus ojos azules, el traje que llevaba
era color rosa y se veía increíble con su maquillaje. Darla se sintió una
piltrafa, solo se había cepillado su negro cabello, y se había puesto un labial
que le había tomado a Keyla.
Pasaron a la oficina y ella ni se dio cuenta de lo que había dentro, solo
quería que su tortura terminara pronto.
—Lucy, quiero que le órdenes a la señorita Miller un escritorio junto al
tuyo, trabajara para ti, que en recursos humanos le hagan su contrato, y por
favor dile a los de seguridad que vengan.
Cuando dijo eso la miró en manera de advertencia, ya sabía que no debía
de escapar, Erick tenía los recursos para volver a encontrarla y el castigo
seria peor.
—Por supuesto señor Luke, algo que quiera agregar. —Por como decía
esas palabras estaba segura de que esa mujer la creía una amenaza, suponía
que estaba enamorada de su jefe, pero eso era algo inevitable, el hombre era
demasiado guapo para el bien mental de cualquier mujer.
—No, por el momento es todo, Darla acompaña a Lucy, ella será tu
nueva jefa.
Ni siquiera le contesto, no veía la necesidad de decir alguna palabra, él
solo le contestaría con un gruñido, hasta que llegara la hora de estar
desnuda en su cama, porque tal parecía que solo servía para eso. Pasó el día
siguiendo las órdenes de esa mujer que desde el minuto uno le declaró la
guerra, no abiertamente, pero la enviaba a hacer cualquier tipo de actividad
que a ella le fastidiaba. Tuvo que lavar los baños de la oficina, limpiar el
área del escritorio de la secretaria, después la envió a recoger su ropa a la
lavandería. Prácticamente era la esclava de esa mujer. Después de una larga
jornada, Erick la envió a llamar a su oficina, Lucy ya se había retirado, pero
ella no lo podía hacer hasta que su verdugo no le diera permiso, entró sin
decir nada, parándose frente a él.
—Le he avisado a Keyla que estas en el departamento, así que esta
noche ira para que hablemos.
El pulso de Darla se aceleró, no quería enfrentarse a ella, tenía miedo de
lo que pudiera pasar, si Erick estaba molesto con ella, Keyla estaría más.
—¿Me va a denunciar con la policía?
—No digas tonterías, ya le he pagado el dinero y ha retirado la denuncia,
mis abogados se encargaron de zanjar el asunto, pero ella quiere conocer a
la mujer que la metió en este problema y después de lo que ha sufrido, creo
que es lo menos que puedo hacer.
—De acuerdo.
—Ahora desnúdate Darla.
¿Qué?, se suponía que solo tendrían intimidad cuando estuvieran en su
departamento.
—¿Ahora? —preguntó en un susurro. Erick se acercó a ella como si
fuera un león al acecho de su presa, sus piernas amenazaban con no
responderle, el aroma de él llegó hasta sus fosas nasales, provocándole un
estremecimiento.
—Recuérdalo nena, cuando quiera y donde quiera, eres mía, he pagado
por ti. —Mientras pronunciaba esas palabras la tomó del cabello para dejar
libre el espacio de su cuello, sus labios se posaron sobre el
mordisqueándolo. Darla se derritió por completo, sus labios la estaban
castigando y ella de manera masoquista lo disfrutaba. Erick bajó el cierre de
su vestido que cayó al suelo en cuanto lo bajó por sus hombros, dejándola
únicamente en su conjunto de lencería, que también era de Keyla.
—Erick. —dijo en un tenue gemido de placer.
—Inclínate sobre el escritorio. —Ni siquiera le dio tiempo de hacerlo,
Erick la volvió para ponerla boca abajo sobre la fría madera, sus pechos
estaban tan sensibles que el contacto con la superficie la estremeció, Erick
entró en ella sin previo aviso, pero no hacía falta, ella estaba preparada
siempre para él. —Por Dios, estas tan húmeda, justo para mí.
Con cada embestida la estaba volviendo loca, las manos de él
comenzaron a amasar sus pechos dando pequeños pellizcos a sus pezones
que clamaban por atención, Erick la tomó del cabello, mientras la poseía de
manera frenética, acaricio sus nalgas, haciéndola suspirar, pero cuando le
dio un azote sintió que su mundo se tambaleaba. Era lo más erótico que
había, experimentado. Solo se escuchaba el sonido de sus cuerpos al unirse
en ese baile tan candente que la derretía por dentro.
—Por favor Erick, te necesito.
Erick no al defraudo, sus embestidas se hicieron más urgentes,
provocando que una deliciosa tensión se apoderara de ambos
catapultándolos a la cúspide del placer. Todo su ser estallo llevándola a un
universo de colores del cual no quería regresara, Erick seguía dentro de ella
mientras besaba su cuello, aspirando su olor. Darla no abrió los ojos, se
quedó de esa manera disfrutando del momento. Aunque Erick había sido
rudo, esta vez la había hecho disfrutar como nadie.
—Te encuentras bien. —La voz de Erick llegó como en la lejanía, se
escuchaba como si estuviera preocupado, por primera vez se permitió
sonreír.
—Ha sido maravilloso.
—Parecía que te habías desmayado.
—Estuve muy cerca. Esto ha sido tan intenso.
—Vístete Darla, vamos para el departamento, Keyla nos estará
esperando.
—Tengo miedo.
—Escúchame Darla, esto es lo que es, Keyla no tomara cartas contra ti.
Pero el hecho de que disfrutemos del sexo no quiere decir que te he
perdonado. Continuaras trabajando para mí, hasta que pagues el dinero que
invertí en ti, no eres mi esposa, ni mi amiga, solo eres mi amante.
—No tienes derecho de tratarme como si fuera una puta Erick, vale, te
lastime, jugué contigo, y también me aproveche, pero lo lamentó, en serio,
te pido perdón, repararé mis fallas, pero no puedo hacerlo, no puede seguir
siendo la mujer a la posees cuando te da ganas.
—No tienes más opción Darla, y si no querías ser tratada como una
cualquiera debiste de pensarlo antes de ofrecerte a mí. Ahora vístete,
tenemos que irnos.
De camino al departamento Darla no dejaba de llorar, agradeció a la
obscuridad que reinaba en el automóvil, se sentía sucia, nunca en su vida
pensó que terminaría de esa manera. En cuanto pudiera escaparía, prefería
vivir en la más absoluta de las indigencias a tener que soportar el desprecio
de Erick. Subieron en completo silencio al departamento, tal parecía que era
un perrito faldero detrás de su amo.
Keyla estaba furiosa, desde el momento en el que supo que su estafadora
había estado en el mismo departamento que ella sentía que la sangre le
hervía, aunque James la había tratado de calmar a base de sexo, nada había
funcionado, aun no comprendía que demonios había orillado a esa mujer a
robarle su dinero y gastarlo sin la más mínima preocupación, y lo que más
odiaba es que no podía cobrar venganza, Erick, la tenía atada de pies y
manos, al parecer ese hombre ere demasiado idiota como para proteger a
esa delincuente.
La puerta se abrió mostrando la presencia de Erick, y detrás de él la
mujer que era la culpable de todas sus desgracias. Casi se lanza a golpearla,
pero al ver la mirada vacía que tenía se detuvo en seco.
—Hemos llegado, Keyla ella es Darla Miller.
La mujer la miraba con miedo, no podía creer que esa fuera la culpable
de que sus planes de tener su propia empresa se vieran pausados. Al ver la
tristeza en sus ojos, le dio lastima, miró de manera interrogatorio a Erick,
estaba segura de que el culpable del vacío en sus ojos era él.
—No tienes nada que decirle a Keyla, Darla. —El tono de voz de ese
hombre la dejó descolocada, parecía realmente enamorado de esa mujer,
pero ahora tal parecía que la odiaba.
—Lo siento Keyla, te devolveré el dinero. Lo juro.
Dios, Keyla quería golpearla, estar furiosa con esa mujer, pero la verdad
es que su aspecto era lamentable, mucho se temía que la cárcel era mejor
que estar en las garras de su esposo de mentira.
—Erick puedes dejarme a solas con ella por favor.
Aunque al principio parecía no querer separarse de Darla, al final
accedió a dejarlas solas. Para odiarla tanto, estaba claro que la protegía de
lo que Keyla le podría hacer. El silencio entre las dos se volvió incomodo,
Darla porque no sabía cómo reaccionar, y Keyla porque se sentí incomoda
en ese lugar también.
—¿Quiero saber porque lo hiciste Darla?, que te orilló a tomar el dinero
de otra persona.
Al principio Darla solo agachó la mirada, estaba avergonzada, era muy
difícil para ella abrirse a las demás personas, pero a Keyla le debía una
explicación.
—He vivido desde siempre en la más absoluta pobreza, tenía tantos
sueños de estudiar para abogada, pero la falta de dinero siempre me lo
impido. Mis padres me abandonaron, crecí en casas de acogida. Hasta que
un buen día me escape del orfanato con un amigo, trabajé para subsistir, y
un buen día una amiga del bar donde estaba trabajando me dijo que un
primo de ella se dedicaba a falsificar documentos, la sorprendí cuando
entregaba un paquete. Al ver a la mujer que se lo entregaba tan fina y llena
de lujos creí que mi amiga vendía drogas, pero la sorpresa fue otra.
Platicamos mucho y me dijo que nunca saldríamos de esa pobreza. Que
éramos lo que los ricos llaman escoria. Se me hizo fácil hacer lo que esa
mujer, utilicé los ahorros que tenía y compré la documentación, mi amiga
me consiguió la membresía del club donde conocí a Erick. Y pagué todo
con tus tarjetas, pero se nos fue la mano, lo que yo creía que sería algo sin
importancia, resulto en una noche loca en las Vegas.
—Y de paso me conseguiste un esposo millonario y lo peor, me has
unido a un hombre enamorado de ti.
—Él no está enamorado de mí, de hecho, llegue ayer y me ha tratado
como si fuera una prostituta. Me odia por haber jugado con él. Me burle de
él.
—Pues el hombre que me fue a buscar a la oficina y que estaba
desesperado por encontrar a su esposa, en definitiva, no la odiaba. Me
confeso que lo volvías loco.
—Puede que en el plano sexual nos llevemos bien, pero solo eso, por
mucho que me humille tratándome como una mujerzuela, mi cuerpo
responde a sus carisias. Quiero irme, por favor Keyla, ayúdame, sé que soy
la última persona que te puede pedir ayuda, pero te lo suplico: ayúdame
salir de aquí. No lo soporto, no soporto su desprecio, ni la manera en que
me toma, por mucho que lo disfrute.
—Por Dios, estás enamorada, pero cuantos días convivieron.
—Estos días en los que he estado escondida para que la policía no me
encontrara, no podía dejar de pensar en él.
Capítulo 10

Keyla entró en el departamento de James que la estaba esperando con


una sonrisa en los labios, llevaba una semana durmiendo con él, por el día
trabajaban como si no sucediera nada, pero al cerrar la puerta dejaban que
la pasión se apoderara de cada centímetro de su piel.
—¿Cómo te fue cielo?, has dejado calva a esa mujer. —Se acercó a ella
depositando un tierno beso en los labios, al principio se había empeñado en
acompañarla a ver a su estafadora. Obviamente ella se negó en redondo,
aunque la razón principal fue que James estaba celoso de Erick.
—No, me ha dado mucha pena, si la vieras te darías cuenta de que se
está consumiendo, me ha suplicado que la ayude a escapar de Erick.
—Está decidido, no volverás a ese departamento, pondré a todos mis
abogados para que te liberen de ese hombre, seguramente es un maniaco.
—Siento que tengo que ayudarla, no puedo dejarla ahí, está sufriendo
mucho.
—Cielo, esa mujer se lo merece, te ha estafado, y jugo con él. Si a mí me
hubieras hecho lo mismo desearía que pagaras.
—Quieres que hablemos de la rubia de piernas kilométricas que colgaba
de tus brazos hace unos días. Tú me has hecho sufrir, sabías que me moría
por ti, y aun así traías a tus novias y me mirabas como si fuera un insecto.
—¿Qué quieres que te diga? Soy un idiota. No quería aceptar lo mucho
que te deseaba, pero me di cuenta a tiempo cielo.
—Te quiero James, te he amado desde el primer día en que te vi, cuando
me dieron la vacante fui la mujer más feliz del mundo, pero ni me mirabas.
No sabes la de veces que me imaginaba que te dabas cuanta de que te quería
y me declarabas tu amor.
—Cielo, tal vez he sido muy idiota y nuestra relación no he empezado de
la mejor manera, pero en verdad te quiero, creo que nunca en la vida he
experimentado el amor con una mujer, pero contigo, todo parece tener otro
sentido, te pienso a cada instante, quiero estar contigo siempre y no concibo
la vida sin ti. Elígeme siempre Keyla, eres el amor de mi vida, y quiero
seguir amándote de esta manera.
Keyla no pudo evitar que las lágrimas se escaparan rodando por su
rostro, era tan feliz, la vida le había dado el mejor regalo, amaba a ese
hombre por sobre todas las cosas, y jamás se apartaría de su lado, ahora
solo le quedaba resolver el asunto de su divorcio. Había tomado la decisión
de ayudar a Darla, creía en el amor verdadero, y en que el amor a primera
vista si existía y esos dos estaban tan enamorados.
Keyla suspiró mirando la fachada del edificio de su esposo, entró
sonriendo a la recepcionista, subió hasta el piso donde se encontraba
presidencia, sabía que Erick a esa hora estaba en una reunión para una
fusión así que no estaría disponible. La única que estaba enterada de que
ella estaba casada con Erick era su secretaria, así que no tendría problemas
con ella. En cuanto llegó le sonrió de manera fingida, la pobre estaba
enamorada de su jefe, pero no tenía ninguna posibilidad.
—Buenos días, se encuentra Erick.
—El señor Luke está en una reunión muy importante, no se le puede
interrumpir. —Darla estaba sentada en un escritorio detrás de la secretaria.
—Bien, me puede ayudar tu asistenta a comprar unas cosas.
—No creo que pueda salir, tiene trabajo pendiente que realizar.
—Si mi esposo pregunta solo dile que la lleve a comprar algo que
necesitaba.
Aunque la secretaria se negaba al final acepto haciendo un gesto a Darla
para que se levantara y fuera con ella. Casi grita de la emoción cuando
subieron al ascensor, en cuanto estuvieron solas, Keyla se puso muy cerca
de ella.
—Escúchame bien Darla, vamos a salir y a caminar como si fuéramos
con dirección al centro comercial, en la siguiente calle James nos estará
esperando en un automóvil para llevarte al aeropuerto, tiene una casa en
México donde te podrás quedar unos días en lo que Erick deja de buscarte.
Salieron de ascensor, y caminaron como si nada pasara, pero en la
entrada un agente de seguridad las detuvo.
—Disculpe, pero la señorita no tiene permitido salir del edificio. —Darla
se comenzó a poner nerviosa, pero Keyla se mostró más serena de lo que
estaba.
—Mi esposo, el señor Erick Luke ha dado su permiso para que
salgamos, si gusta puede verificarlo con su secretaria, me han informado
que él está en una reunión muy importante.
Tuvieron que esperar a que llamaran a la secretaria de Erick, cuando
pusieron un pie en la calle fue un alivio, dejaron salir el aire que estaban
conteniendo, es como si estuvieran escapando de la policía. Caminaron
como si no llevaran los nervios a flor de piel, en cuanto Keyla vio el auto de
James corrieron para meterse en el como si las viniera persiguiendo el
mismo diablo. James miraba muy serio al final de la calle, y arrancó
acelerando cuando vio a Erick salir corriendo de la empresa.
Habían recorrido la suficiente distancia como para que no los alcanzaran,
pero aun así no estaban tranquilos, la policía podía seguirles la pista en
cualquier momento, aunque dudaba que Erick quisiera involucrarla.
Llegaron a uno de los hangares del aeropuerto, donde un amigo de Erick,
les ayudaría para que Darla viaja hasta México, ellos no podían salir en ese
instante de la ciudad, pero la dejarían en buenas manos.
—Escúchame Darla, en la casa de México tendrás todo lo que necesites,
puedes llevar una vida normal en ese lugar. Solo promete que no te volverás
a meter en problemas, nos estamos jugando mucho para ayudarte.
—Lo prometo, en verdad lo siento, eres la última persona que debería
ayudarme, y lo has hecho, si alguna vez necesitas algo, ahí estaré para
devolverte el favor. Te juro que ya no soportaba el desprecio de Erick.
—Piénsalo un poco Darla, sé que Erick no le eres tan indiferente, pero
está muy cabreado, imagínate que conoces a una chica que te gusta tanto al
punto de volverte loco, te la llevas a un viaje de negocios porque no quieres
perderle la pista, y resulta que el asunto se descontrola un poco, a la mañana
siguiente te das cuenta de que la chica se ha marchado, pero ese no es el
problema, sino que en una soberana locura te has casado con ella. Decides
buscarla para saber qué opina ella de eso y cuando la encuentras te das
cuenta que la que es tu esposa es una mujer completamente diferente. Lo
primero que debió pensar es que era el estúpido más grande del mundo. Eso
sin contar que la chica que lo enamoró en unos días, es una estafadora que
ha dejado sin dinero a la que legalmente es su esposa.
Darla bajó la mirada, lograba entender el punto, Erick se sentía estafado,
pero no lo soportaba más, no podía seguir con el mientras la torturaba de
esa manera. Su corazón estaba muriendo lentamente, tal vez la culpa no la
dejará vivir, y aunque no se merecía nada, ni siquiera la oportunidad de ser
feliz, no quería seguir sufriendo.
Keyla le dio un abrazo a Darla, antes de que bajaran del auto. James las
esperaba con la puerta abierta y una maleta de viaje en la mano. Se
despidieron y Darla caminó en dirección a la entrada del avión. Keyla y
James se quedaron abrazados, mientras la veían partir, ahora solo quedaba
enfrentarse al poderoso Erick Luke.
Estaban cenando en su departamento, Keyla había ignorado todas las
llamadas y mensajes de Erick, no sabía cómo iba a reaccionar. Los golpes
en la puerta le indicaron que había llegado el momento tan temido. James se
levantó de la mesa, dispuesto a abrir la puerta, pero Keyla se interpuso, era
mejor que ella se enfrentara a Erick.
—¡Abre la puerta Keyla!, sé que estás ahí.
Abrió la puerta y Erick la miraba furioso.
—¿Dónde demonios está Darla?, sé que ustedes la han escondido. Exijo
que me digan donde la tienen.
—Erick, tranquilízate, ella estaba destrozada, la trataste como si fueran
una mujerzuela.
—No puedes hablar en serio, ella te estafo, te quitó la oportunidad de
independizarte en tu trabajo, te unió a mí.
—Exactamente, yo soy la más agraviada y no por eso la he tratado como
escoria. La pobre mujer quería huir de ti, me suplico por ayuda, y
discúlpame si por ayudarla te arruino la posibilidad de destruirla, pero no
me arrepiento de nada.
—Vas a decirme donde esta esa mujer, Keyla. —Erick se acercó a ella de
manera amenazante.
—No le hables así a mi mujer —dijo James poniéndose entre los dos, se
midieron como si fueran dos cavernícolas neandertales.
—Pues ella ha escondido a la mía, y necesito que la devuelva.
—No, hasta que dejes de ser un idiota —dijo Keyla retándolo con la
mirada—, la quieres, no entiendo como la has hecho sufrir de tal manera
que la pobre quiso salir huyendo.
—Tenía que pagar por lo que hizo, me dejó en ridículo, ahora estoy en
un matrimonio con una mujer que se acuesta con su jefe…—ni siquiera
pudo terminar la frase, James le asesto un golpe que tiró a Erick al suelo.
—Deja de ser un capullo Erick, cuando quieras recuperar a esa mujer
que se ha enamorado de ti, te diré donde la puedes encontrar, pero solo si es
para hacerla feliz.
James levantó a Erick sacándolo del departamento. Bueno, por lo menos
habían esquivado la bala, ahora solo necesitaban que ese estúpido se diera
cuenta del gran error que estaba cometiendo.

Seis meses después…


—Listo, por fin soy libre.
Keyla estaba pletórica, al fin habían firmado el divorcio, esa noche lo
celebrarían a lo grande, estaba tan feliz, James aun no sabía que ya había
firmado su divorcio y que ahora era legalmente libre. Miró de reojo a Erick,
se notaba más delgado y cansado. Solo habían convivido lo suficiente para
que el juez les diera su libertad. Así que la mayor parte del tiempo que
pasaba en el departamento Erick o estaba encerrado en su habitación o en su
estudio trabajando. Al parecer no la había perdonado aun, en cuanto
terminaron de leer el acta, se levantaron dando la mano a sus abogados.
Erick le cedió el paso para que saliera primero de la oficina. Cuando
estuvieron en el pasillo Keyla no sabía qué hacer, le diría adiós y se
marcharía, o le tenía que agradecer, no tenía ni la menor idea. Erick estaba
al final del pasillo y ella se dijo que de perdidos al rio, así que se acercaría
para despedirse.
—¿Erick? —Él la miró mientras se pasaba una mano por su espesa
cabellera.
—Al fin eres libre Keyla.
—Te encuentras bien Erick, te noto algo desmejorado.
—Han sido unos meses un poco estresantes. Pero estoy bien, gracias por
preguntar.
Keyla se mordió el labio mirándolo fijamente.
—Ella se encuentra bien. —Presentía que la razón de que ese hombre se
viera derrotado era Darla.
—Me alegro, la he buscado, pero al parecer se la ha tragado la tierra,
pero me alegro que se encuentre bien.
—Sé que, si te alegras, porque estoy segura de que lo sientes por ella es
más grande que tu enojo.
—Puedes hacerme un favor, cuando hables con ella dile que todo se ha
acabado, que para mí todo está olvidado. Y que le deseo que sea muy feliz
en su nueva vida.
—Se lo diré Erick.
—Te agradezco que la ayudaras, eso habla muy bien de ti. A pesar de
que fuiste afectada, hiciste lo posible para que estuviera bien.
—No ha tenido una vida fácil, la comprendí. —Keyla sonrió y se acercó
a darle un beso en la mejilla —cuídate Erick, te deseo toda la suerte del
mundo.
Ambos se separaron y Keyla se dijo que ya era hora de que esos dos
dejaran de hacer el tonto. Le envió un mensaje de texto a Erick, ahora solo
esperaba que todo saliera como lo había planeado, se moría por ver la cara
de su exesposo cuando se enterara de la sorpresa.

Darla separó los labios y cerró los ojos dejando que el viento le
acariciara el rostro, el agua de la playa mojaba sus pies desnudos. Acaricio
su enorme vientre cuando sintió que su hija le daba una patada. Los
primeros días después de llegar a la casa de James, estaba tan deprimida
que todo le daba igual. Pero Keyla la llamó y la amenazó con darle su
ubicación a Erick sino se levantaba de la cama y buscaba un empleo. James
le había conseguido una vacante en un hotel cercano a su casa, así que ahí
empezó a trabajar sirviendo las habitaciones.
Por mucho que le gustara la sensación de estar descansando en ese lugar
tenía que marcharse, porque turno en la tarde, Keyla le había dicho que
dejara de trabajar, que ellos la ayudarían hasta que naciera su hija, pero no
estaba dispuesta a ser una carga para nadie. Sintió que una mirada se posaba
sobre ella, pero volteó a todos lados y no encontró nada. Tal vez estaba algo
paranoica. Keyla le había llamado para contarle que al fin tenía firmado el
divorcio, aunque se negaba en redondo a preguntar por Erick, su amiga
parecía que no tenía ningún problema en decirle lo mal que lo había visto.
Llegó al hotel y se puso el uniforme de mucama, Susi le sonrió cuando
entró en la recepción para preguntar a qué habitaciones tenía que darles
servicio.
—Darla, ¿Cómo está el bebé hoy?
—Algo inquieto, aun nos faltan unas semanas para que llegue.
—Deberías estar descansando. No puede ser bueno para el bebé que
andes dando tumbos por el hotel.
—Descuida en tres semanas tengo la revisión y me darán la baja por
maternidad. Ahora voy a comenzar mi ronda antes de que alguien se queje.
—Ve a la habitación doscientos treinta, al parecer no han limpiado bien
su baño, pero ten cuidado, el hombre, aunque es guapo tiene un carácter de
los mil demonios.
—De acuerdo.
Fue a traer su carrito de limpieza, revisó que llevara todo, no quería estar
bajando y subiendo, aunque quería ser fuerte a veces se sentía cansada. Otra
fuerte patada le robó el aliento mientras tocaba la puerta de la habitación
doscientos treinta. Se recargó del carrito mientras se acariciaba el vientre.
—Cielo, por favor, hoy no, deja trabajar a mamá.
La puerta de la habitación se abrió sin decirle que entrara, pero sabía que
a veces algunos clientes eran muy groseros.
Empujó el carrito y se dirigió al baño que era de lo que se habían
quejado, estaba contando las toallas que dejaría, cuando sintió que un
estremecimiento le recorría la piel.
—Hola nena, parece que tenemos mucho de que hablar.
Darla se quedó anclada al piso, esa voz la hizo temblar. No comprendía
como la había encontrado, nadie sabía que la casa donde se alojaba era de
James, al parecer estaba a nombre de una de sus tías, y sobre su empleo, era
temporal así que solo le daban contratos sin estar en el sistema.
—Erick —susurro, impresionada, estaba tan guapo, aunque era verdad lo
que decía Keyla, estaba más delgado y parecía agotado.
—Solo eso vas a decir nena, he pasado un infierno buscándote, parecía
que te había tragado la tierra. Y cuando me miras solo dices mi nombre.
Al ver la furia en su mirada, Darla intento salir de la habitación, pero él
fue más rápido y la retuvo tomándola del brazo.
—Suéltame Erick, por favor.
—No te vayas nena, no de nuevo —dijo Erick envolviéndola entre sus
brazos, acariciando con sus labios el lóbulo de su oreja, odiaba sentir que se
derretía al más simple contacto con él— por favor escúchame. No me
abandones de nuevo.
—No tenemos nada de qué hablar Erick, te hice daño, me burle y
aproveche de ti.
—Te necesito nena, no puedo vivir sin ti, soy un idiota que de dejó llevar
por el enojo, pero estos meses sin ti he sentido que algo me faltaba en mi
vida, y eso no es más que tú. No quiero perderte, he sido un estúpido que no
supo ver a la mujer de su vida cuando la tuvo enfrente. —Darla ya no lo
pudo soportar y dejó escapar el llanto. Sentía que el corazón le iba a estallar
de la felicidad, había pasado noches enteras anhelando estar entre sus
brazos. Cuando se enteró que estaba embarazada recuperó un poco de la
felicidad que anhelaba al sentir que siempre tendría un pedazo del hombre
que amaba— perdóname nena. Regresa conmigo, te prometo que esta vez
será diferente.
—No tengo nada que perdonarte Erick, te he amado desde el primer
instante en que te vi. Estos meses alejada de ti he sentido morir, hasta que
descubrí que estaba embarazada. Al menos podría tener algo que fuera
también tuyo. Te amo tanto que a veces siento que me duele.
—No te vas a arrepentir cielo, me dedicaré a hacerte feliz, ahora soy
libre para convertirte en la señora Luke, ahora si serás mi esposa.
—¿Qué dices?
Dejándola sin habla, Erick se puso de rodillas mientras le mostraba un
hermoso anillo.
—Darla, te amo, y no hay nada que desee más que el convertirte en mi
esposa, por eso: me harías el honor de ser mi esposa, la madre de mis hijos
para ser felices por siempre.
—Sí, acepto, una y mil veces sí, te amo Erick, no hay nada que me haga
más feliz que ser tu esposa.
Epilogo

Keyla sonrió a su amiga Lory mientras veía bailar a Jeremy en la pista


con Natalie. Sintió que unos brazos la rodeaban y el peculiar aroma de su
esposo llegó hasta ella, un suave beso en el cuello la estremeció.
—Estas muy guapa señora O ‘Callaghan —dijo James mientras la volvía
para besarla en los labios.
—Tú también lo estas cariño. —Ambos miraron a la mesa de los novios,
donde Darla y Erick brindaban cruzando sus copas, se notaba que eran muy
felices. La hermana del novio estaba cargando a su preciosa bebé de seis
meses de nacida, ahora James y Erick eran grandes amigos, aunque fue muy
difícil hacer que las rencillas quedaran olvidadas.
—Creo que serán muy felices, se nota que se aman mucho.
—Pero no tanto como te amo cariño. —dijo Keyla abrazándolo.
—En eso tienes razón nena, no podrían amarse más que nosotros nunca,
ahora vamos a bailar, quiero que todos vean la belleza con la que me
casado.
—Te amo tanto cielo, te elegiría siempre.
—Yo también nena, te elegiré hasta mi final.

Fin

También podría gustarte