Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Darla sonrió al hombre que tenía frente a ella, era muy guapo para su paz
mental, la había invitado a una copa y ella estaba fascinada. Tenía que tener
mucho cuidado sino quería salir dañada, la vida que llevaba no era como
para ponerse en evidencia, para bien o para mal, ella había buscado una
manera de sobrevivir; desde muy chica había vagado entre las calles más
peligrosas de la ciudad, nunca supo quiénes eran sus padres ya que estos la
dejaron abandonada en un orfanato del cual escapó cuando apenas tenía
ocho años, aunque al salir del orfanato no estuvo sola, ella y su amigo John
se fugaron para evitar los maltratos de sus cuidadores.
Sonrió cuando se dio cuenta de que su galante caballero de brillante
armadura, la miraba como si quisiera devorarla. Era la misma mirada que
había visto mil veces en hombres que deseaban su cuerpo. Tenía plena
conciencia de que era hermosa, un factor que la había ayudado mucho en
sus objetivos. Cuando se dio cuenta de que si quería ser alguien en la vida
tenía que hacer hasta lo imposible, se dijo que nada la vencería y nada
truncaría su deseo de ser más que una dama de compañía para los hombres
con dinero. Cuando cumplió los diecinueve años, vivía en una pequeña
bodega que estaba abandonada, sus únicas pertenencias eran una vieja
cama, una mesa y un televisor. Por horas se pasaba viendo programas de
estilo y glamur para aprender a comportarse, veía a las mujeres que salían
en ellos vestidas de manera elegante, la forman en la que sonreían, sus
modales, todo lo que podía aprender era bien recibido.
Al principio trabajaba en un bar de mala muerte, se encargaba de servir
los tragos, algo que odiaba, los hombres a veces se podían poner muy
pesados, pero las propinas eran buenas. Claro que eso no evitó que tuviera
que dar un par de tortazos a los que se quisieran propasar con ella. Aunque
tenía muchas ganas de estudiar no podía hacerlo, pues no tenía dinero y en
el orfanato solo le enseñaron lo básico, así que su sueño de ser una abogada
de éxito no era posible. Después se comenzó a juntar con una chica del bar
que era camarera, pero también se dedicaba al negocio turbio de falsificar
identificaciones o todo tipo de papeles. Ella la descubrió porque un día uno
de los borrachos le derramó una cerveza encima y tuvo que ir a los
vestidores a cambiarse, cuando estaba en la parte trasera del bar se dio
cuenta de que la puerta que daba al callejón estaba abierta, cuando debía de
estar cerrada para evitar que alguien ajeno entrara. Salió para cerciorarse de
que no dejaba a ningún empleado afuera y se dio cuenta de que Hanna
estaba en el callejón con una mujer que a simple vista parecía muy elegante,
su compañera le entregó un sobre y la mujer le dio otro. Darla al principio
pensó que su compañera estaba metida en asuntos de drogas, así que esperó
a que entrara al bar para hablar con ella. En cuanto entró la abordó de
manera directa la chica le caía bien y por las conversaciones que tenían
sabía que estaba estudiando la universidad, así que le dio un sermón sobre
las drogas y demás adicciones peligrosas, que podían destruir su futuro.
Cuando terminó su amiga solo se rio de ella.
—Estás loca, ¿cómo comprendes que voy a estar metida en drogas?
—Entonces qué es lo que le diste a esa mujer. He visto cuando te
entregaba un sobre.
Su compañera la miró de manera seria, como si no supiera que decir.
—Vale, te lo contaré, pero no quiero que me delates con nadie, yo no
tengo nada que ver, solo hago las entregas.
—Soy una tumba, lo prometo.
—Tengo un familiar que hace trabajos de falsificación de documentos,
yo solo los entrego y recibo la paga.
Darla se tomó un segundo para digerir esas palabras, vale, no eran
drogas, pero la falsificación de documentos igual era un delito.
—Pero eso es delito, cómo pueden hacerlo, aparte, esa mujer se ve de
mucho dinero, para que quiere una documentación falsa.
—Pues no acostumbramos a preguntar a los clientes, pero esa mujer en
especial hace un pedido cada poco. Así que supongo que lo utilizara para
estafar a las personas, ya sabes, se hace pasar por una mujer que no es, nos
pide tarjetas bancarias, identificaciones y documentos legales, así es como
consiguió su fortuna.
—Pero, ¿toda esa gente a la que estafa?, cómo se deben de sentir
después de que esa mujer les dejé temblando la tarjeta de crédito.
—No lo quiero ni imaginar, pero te confieso algo, por momentos he
estado a punto de hacerlo yo también, estoy harta de esta pobreza, estoy
harta de tener que contar cada dólar que tengo, de no saber si mañana habrá
de comer en la casa. Sabes, una vez me dijeron que si quieres ser exitosa
debes robarle las oportunidades del destino, pasar por sobre de quien sea,
con tal de triunfar. La vida no es de las personas que son cobardes, no,
definitivamente no, la vida es de quien hace hasta lo imposible para llegar a
la cima.
—Se puede lograr de manera legal. No tienes que robar para obtener lo
que deseas.
—Sabes lo que dices Darla, nunca saldremos de este mugroso bar de
mala muerte, nunca lo podremos hacer porque nos tocó ser pobres. Algunos
incluso dirían que somos escoria.
Esas palabras se le quedaron marcadas a fuego a Darla, por eso, ahora
que tenía a ese hombre frente a ella, se dijo que efectivamente le tenía que
robar las oportunidades al destino, necesitaba salir de ese lugar tan horrendo
donde vivía y comenzar a vivir de una manera más digna. Poco a poco fue
comenzando a idear un plan, era algo seguro ya que ella solo pedía los
documentos falsos a los cuales les ponían su foto y listo. Lo único malo es
que nunca se había topado con un hombre que le llamara tanto la atención
como el que tenía enfrente. Sonrió levantando su copa en señal de brindis,
Dios, Erick Luke era demasiado guapo para su paz mental. Lo había
conocido en el club de golf al que se había afiliado. Todos sabían que si te
querías relacionar con personas importantes debías de estar en un solo
lugar, y ese no era otro más que el club de golf más prestigioso de la ciudad.
Ahí se congregaban la flor y nata de la sociedad, grandes empresarios,
banqueros, inversionistas; todos acudían ahí para cerrar negocios
importantes. Le había costado una buena pasta lograr que le dieran una
membresía, y no sabía cómo lo había logrado su amiga Hanna, pero una
semana después estaba parada frente a ella con una tarjeta dorada vip. El
club era un lugar sorprendente, literalmente te podías perder en él. Se gastó
una buena cantidad de dinero en comprar ropa adecuada para presentarse
ahí, pero todo era patrocinado por las tarjetas de crédito que le había
vendido Hanna, no quería desentonar, los hombres y mujeres que se
paseaban por el lugar parecían gentes comunes y corrientes, pero nada más
lejos de la realidad, sus atuendos gritaban que eran personas con suficiente
dinero.
Los relojes que portaban algunos valían auténticas fortunas, Hanna le
había dado un curso para distinguir entre marcas de ropa, joyería y todo lo
que la gente de alta categoría ostentara, no quería quedar como una mujer
que no sabía distinguir entre una imitación del bolso de Gucci y el original.
Después de dar varias rondas por las canchas, el área de la piscina y el
restaurante, Darla encontró un hombre atractivo que no llevaba una alianza
de casado, aunque pensándolo bien, tampoco es que le molestara mucho ese
detalle, no, los objetivos de ella eran muy claros, lo único que necesitaba
era encontrar un hombre que la sacara de vivir en la pobreza. No pensaba
usurpar la identidad de otras personas para toda la vida, no, solo lo haría
una vez más para poder costear los gastos para atrapar a un buen pez gordo
que estuviera dispuesto a darle la vida que ella merecía. Suspiró pensando
que estaba completamente loca.
—Una moneda por tus pensamientos —escuchó que le decía Erick en
tono seductor. Sonrió de manera tímida dándole otro sorbo a su copa, Dios
no tenía ni la menor idea de cómo le hacían esas personas para comenzar a
beber tan temprano. Lo que daría por tomarse un café o un jugo. Pero si
quería parecer sofisticada lo mejor era que se pidiera un coctel, y ahí estaba
bebiendo una mimosa, que estaba deliciosa, pero si seguía bebiendo con el
estómago vacío estaba segura de que terminaría emborrachándose. Nunca
había tolerado demasiado bien el licor, y a esas horas de la mañana el
resultado serio desastroso.
—No creo que valgan la pena —dijo mirando fijamente a los ojos de
Erick.
—Yo creo que sí, recuerde que me debe la vida, así que señorita
Anderson, ¿qué le gustaría hacer? —Dios, ese hombre tenía una sonrisa
cautivadora, con unos dientes perfectamente alineados.
— ¿Qué me propone señor Luke?,¿cómo puedo pagar que haya sido mi
salvador?
Estaba claro que ya lo tenía en el bote, su plan estratégico fue:
localizarlo dentro del club, y después disimuladamente se había paseado por
la orilla de la piscina en un diminuto bikini, Erick se había mantenido
leyendo el The New York time, y varios diarios financieros sin prestarle la
menor atención, pero Darla tenía que aprovechar todas las oportunidades,
fingió que no sabía nadar, y se arrojó a la piscina con un grito de auxilio.
Por suerte su estrategia dio resultados, ya que Erick se había lanzado de
lleno a rescatarla. Lo que sintió estando entre sus brazos la dejó sin aliento,
fue como si una descarga eléctrica le recorriera todo el cuerpo. Ambos
estaban en el agua, y él la miraba de una manera tan ardiente que cuando le
preguntó si estaba bien, Darla no fue capaz de contestar.
—Señorita Anderson, tengo un avión privado que me llevará a las Vegas
en unas horas, le gustaría acompañarme —le dijo él sacándola de sus
pensamientos de nuevo, ella dio un último sorbo a su coctel de manera
seductora.
A Darla casi le da un infarto, ese hombre tenía un avión privado y ella no
tenía ni siquiera para viajar en el metro. Debía sopesar los pros y los
contras, cabía la posibilidad de que fuera un secuestrador, o un tratante de
blancas, y estaba claro que ella no estaba para eso. Por un segundo pasó por
su mente la idea de que era una cobarde, pero el hecho de no conocer a ese
hombre la ponía nerviosa.
— ¿Las vegas?, la ciudad del pecado, no creé que es un lugar demasiado
adictivo, no será usted uno de esos hombres que se la pasan pegados a las
apuestas.
—Nada más lejos de la realidad señorita Anderson, por desgracia,
aunque no es un lugar que frecuente para diversión, si es un lugar donde a
veces tengo reuniones con mis clientes. Pero, por favor dejemos los
formalismos, puedes llamarme Erick. —Él se pasó la mano por su negra
cabellera espesa, para después mirarla de nuevo a ella. ¿Qué debía hacer?
—Y cómo puede tener la seguridad señor Luke, de que no es un tratante
de blancas o un secuestrador.
Erick sonrió de medio lado provocándole un estremecimiento.
—Tendrá que averiguarlo señorita.
La voz de una chica que llamaba a gritos a Erick hizo que Darla no
pronunciara las palabras que estaba por contestarle. La chica era muy guapa
con una espesa melena morena y un cuerpo de infarto se acercaba a ellos,
mientras hablaba por el móvil. Parecía decidida, y por un momento se
imaginó que a lo mejor era la conquista de ese hombre y solo se estaba
burlando de ella.
—¿Qué sucede Amber? —preguntó Erick como si le estuvieran sacando
una muela, mientras fulminaba a la joven que se sentó en una de las sillas
donde ellos estaban.
—No seas pesado Erick, lamento interrumpir tu cacería, pero nuestra
madre quiere hablar contigo antes de que te vayas a las Vegas y te dediques
solo a cerrar negocios. Debes de disfrutar de la vida hermanito. Si no te
hubiera obligado a venir, estarías metido en tu despacho inventado como
duplicar tus inversiones. —Darla suspiro de alivio en cuanto esa chica dijo
que era su hermano, pero lo que más la tranquilizó fue saber que él de
verdad iba a un viaje de negocios, pero, si iba a trabajar; para qué quería
que ella lo acompañara. Bueno, de cualquier forma, no dejaría pasar la
oportunidad. Si no lograba sacarle nada, por lo menos conseguiría un viaje
gratis. Amber le entregó el móvil a Erick y este se retiró para contestar la
llamada, la chica se quedó sentada junto de ella, y Darla dio otro sorbo a su
bebida.
—Así que eres la nueva conquista de mi hermano —dijo Amber dejando
de sonreír dejando ver su verdadera personalidad.
—No es así.
—No, acaso crees que no vi tu absurdo intento de llamar su atención
aventándote a la alberca.
El corazón comenzó a acelerársele, Dios, la había descubierto.
—Me salvó, de verdad que no sé nadar, sino fuera por él, no sé qué sería
de mí.
—No seas tonta, hay auxiliares que están cuidando la zona, nunca te
había visto aquí. Sabes, he visto desfilar infinidad de mujeres alrededor de
mi hermano tratando de conseguir su atención, y hasta ahora nadie lo ha
logrado, y entonces llegas tú y con un burdo ensayo de mujer patética, y has
conseguido que se siente a una mesa a tratar de conquistarte.
—Ha sido él quien ha insistido.
—Efectivamente, no puedo negar que eres hermosa, pero te voy a dejar
algo muy claro: hazle daño a mi hermano, atrévete a jugar con sus
sentimientos y no habrá lugar sobre la tierra donde te escondas.
—Es una amenaza.
—Yo no amenazo querida, es una promesa, y que no te quede la menor
duda que la cumpliré.
De pronto Amber cambio el semblante y puso de nuevo una sonrisa en
sus labios, Erick se acercaba sonriendo mientras colgaba la llamada. Le
tendió el móvil a Amber, que se levantó para darle un beso en la mejilla a su
hermano. Después su nueva enemiga le dedicó una mirada significativa
dándole a entender que hablaba muy en serio sobre lo de buscarla por todo
el mundo, vaya al parecer pensaban que era una devoradora de hombres que
iba detrás de un pez gordo. Vale, sí que iba detrás de un millonario, pero de
ahí a que fuera una fresca había un mundo de distancia. Dios, como odiaba
sentirse así.
—Disculpa si te ha incomodado mi hermana, a veces suele ser muy
sobreprotectora.
—No hay nada de lo que preocuparse, de hecho, es una chica adorable.
— ¿Y bien?, nos vamos.
Sonrió débilmente y se levantó de la silla donde estaba sentada. Bien, era
hora de continuar con el plan. A lo mejor lograba que le comprara algo,
seguro que en un lugar como las Vegas tendrán tiendas de diseñadores.
Tenía la excusa perfecta, ya que no llevaba equipaje, así que él se vería
obligado a proporcionarle alguna vestimenta. Sí, en definitiva, era el plan
era perfecto. Llegaron al aeropuerto, y se dirigieron hasta una pista privada;
frente a ella estaba el avión en el que viajarían, vaya, era todo de ensueño.
Para ella que había vivido entre la basura y la más profunda pobreza, estar
ahí era casi como si hubiera entrado en una realidad alterna. Subieron por la
escalerilla del avión, todo era tan lujoso que incluso daba miedo tocar nada,
seguramente así viajaban los multimillonarios. Se recordó que eso era lo
que ella se merecía. Una azafata le ofreció una copa de champagne, nunca
lo había probado y estaba ansiosa. Le dio un sorbo y sintió que las burbujas
subían por su nariz haciéndole cosquillas, sonrió como una tonta al sentir el
leve cosquilleo, Erick salió de la cabina de control donde se había acercado
a saludar al capitán, en cuanto se sentaron les dijeron que debían de
ajustarse los cinturones, él la miraba sonriendo, pero de pronto un destello
en sus ojos hizo que se atragantara con la bebida, comenzando a toser, y
para su desgracia las burbujas comenzaron a subir por su nariz haciendo
que sus ojos lagrimearan.
— ¿Estás bien?
—Sí, no pasa nada, se me ha desviado la bebida. Siempre me pasa con el
Champagne.
Erick le dio unos golpecitos en la espalda, mientras le quitaba la copa y
se la entregaba a la azafata. Él sostuvo su rostro con la mano, y Darla supo
que la besaría, estaba segura de que eso es lo que pasaría. No se dio ni
cuenta del momento en el que despegaban, solo era consciente de los ojos
de él, de la manera en la que brillaban con expectación, estaba segura de
que los suyos tendrían un brillo similar. Los labios de él se acercaron
peligrosamente a los de ella, por un momento se le paralizó el corazón, era
una sensación tan extraña, ningún hombre había despertado en ella esas
emociones. Mucho menos después de lo que le habían hecho en el pasado.
Pero no quería pensar en ese horrible momento, lo único que quería era
disfrutar y conseguir salir de una vez por todas de esa vida que odiaba.
—Bien, en cuanto lleguemos al hotel podremos salir a disfrutar.
Capítulo 3
Era impresionante como era la vida de las personas con dinero, Darla
sonrió a Erick, que en ese instante estaba pidiendo dos cocteles en la barra
del casino, después de llegar a las Vegas, se trasladaron a un hotel lujoso,
tuvo que controlarse para no dejar la boca abierta cuando vio la reluciente
entrada donde estaba una cascada junto a unas esculturas que tenían la pinta
de ser carísimas. Ella que nunca había estado en un lugar tan bonito y
reluciente, le daba incluso miedo de tocar algo.
La recepcionista les dio la bienvenida, y cuando los nombraron dijeron
que eran los señores Luke, al ver que Erick no hacia la corrección de que no
estaban casados, Darla dejó que todos pensaran que eran una pareja, a lo
mejor le servía de algo en el futuro. Las chicas que estaban a su alrededor
miraban a su acompañante con los ojos brillantes, algo le decía que ese
hombre había estado ahí varias veces, porque ellas le hablaban como si lo
conocieran, pero sobre todo como estuvieran muy interesadas en llamar su
atención, sintió una enorme satisfacción cuando él tomo su mano y ellas
abrieron los ojos de la sorpresa.
Por primera vez en la vida, Darla se sintió tan bien, imaginar que en
verdad ese hombre fuera suyo le provoco un estremecimiento, ojalá no lo
hubiera conocido en esas circunstancias, estaba segura de que si Erick se
enteraba de sus planes la despreciaría para siempre, ese pensamiento le dio
terror, no se suponía que fuera así, en su perfecto plan que había trazado no
entraba el amor, y ningún sentimiento parecido. Debía reconocer que ese
hombre era muy guapo para su paz mental, pero en las pocas horas que
llevaba a su lado se dio cuenta de que en verdad era muy inteligente,
durante el trayecto en avión le había contado todo sobre su trabajo como si
la quisiera impresionar. Al parecer se dedicaba a la fabricación de
tecnologías, ella lo había escuchado muy paciente, y se impresionaba por la
forma en como la miraba mientras sus ojos brillaban de la emoción.
Nunca le había sucedido algo así con ningún chico, pero bueno, del lugar
donde venia no es que hubiera demasiados candidatos, los hombres que
conocía en el bar, eran unos holgazanes buenos para nada, y por el barrio
ninguno valía la pena. Los nervios la comenzaron a traicionar, su plan no
tenía ni pies ni cabeza, ¿Qué se suponía que haría ahora? No podía pedirle
dinero a ese hombre, le pediría que fuera su novio y que le diera dinero, no,
tenía que haberlo pensado antes.
Erick regresó hasta donde ella estaba, y le tendió una copa, ambos la
levantaron y brindaron sonriendo, no tenía ni idea de que estaban
celebrando, pero había tomado la decisión de que disfrutaría de la
oportunidad de vivir esa experiencia.
—¿Por qué brindamos? —le dijo a Erick, él la miró de tal manera que
hizo que se sonrojara, parecía que se la quería comer entera.
—Por las nuevas oportunidades, Keyla. —Darla se quedó por un
momento sin saber que contestar hasta que recordó que la membresía decía
el nombre de Keyla Anderson, y ella se había presentado así, tenía que
poner más atención a esos detalles, Dios, lo que daría porque ese hombre
pronunciara entre sus labios su nombre real.
—Por las nuevas oportunidades Erick —le dijo tratando de sonar
sensual, ya que estaba dispuesta a arriesgarse a que la descubrieran, lo
mejor era disfrutar de la noche.
—Creo que es hora de que vayamos a probar suerte en las mesas de
juego.
—Espero que no seas un adicto al juego.
—Para nada nena, he venido aquí a cerrar negocios, por muy ilógico que
parezca hay muchos hombres importantes en este lugar. Pero, aunque he
estado aquí mas de lo que me gustaría, no me gusta apostar.
—Y que ha cambiado hoy para que quieras arriesgarte a perder en las
mesas de juegos.
—Presiento que tú me traerás suerte nena.
Darla sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos, estaba pisando un
terreno tan peligroso, en buena hora se había dejado llenar la cabeza por las
historias de Hanna, para poder ser una estafadora las mujeres debían tener
la sangre lo suficientemente fría como para llegar hasta el final, ella de por
si ya estaba mas que agobiada porque había desfalcado a una pobre incauta.
«Yo lo merezco, yo merezco esta vida, merezco salir de ese horrible
agujero que es mi vida.» pensó mientras veía la mano de Erick frente a ella,
mostrándole unos dados, le hizo una señal para que les soplara y así le diera
suerte, él los lanzó a la mesa de juego y todos gritaron cuando vieron que
ganaba. Vale, lo mejor era dejar de pensar en lo que estaba haciendo,
porque ya nada podía hacer para remediarlo. En cuanto pudiera se
despediría de Erick y se marcharía dándole alguna excusa.
No supo ni como fue, pero al primer coctel le siguieron otro y otros más,
tanto que estaba de lo mas achispada, su acompañante la abrazaba y ella se
dejaba ya sin ningún disimulo, quería experimentar todo lo que la vida le
había negado, después de pasar unas horas jugando, se dirigieron a un
restaurante que estaba en la parte baja del casino, por suerte Erick se
encargó de pedir por los dos, porque al parecer la carta estaba en francés,
ella con dificultad hablaba su idioma natal como para saber un idioma
extranjero.
—Cuéntame Keyla, tienes familia. —Dale con la mentada Keyla, por
qué no podía haberse llamado su victima igual que ella, aun así, sonrió de
manera encantadora.
—No, no tengo a nadie, soy sola en el mundo. ¿Y tú?, tienes mas familia
aparte de esa adorable hermanita que conocí hoy.
—Sí, como escuchaste la que me llamaba era mi madre, que esta de viaje
con mi padre, ambos están retirados del negocio, así que están disfrutando
de su segunda luna de miel.
—Vaya, que afortunados, es todo un reto que las parejas puedan tener un
matrimonio duradero.
—Estoy de acuerdo. Solo espero encontrar a la mujer que me quiera
acompañar para el resto de mi vida —dijo él, y por la mirada que le dedicó
supo que ella daría lo fuera por ser esa mujer, intentaría hasta lo imposible
por sentir lo que ese hombre le provocaba solo con la mirada para toda la
eternidad.
—Yo también, quisiera encontrar un amor así, pero eso solo esta en las
novelas románticas, y esto es la realidad, la cruda y cruel realidad.
—Así que te gusta leer novelas románticas, la verdad es que no tienes
pinta de lectora, no te ofendas, pero pensé que te gustaba mas ir de
compras, esas cosas que a las chicas las vuelven locas.
—Te asombrarías de saber lo que a las mujeres nos vuelve locas. A
muchas nos gusta solamente contemplar el atardecer con una taza de café
humeante en las manos.
—No lo dudo. Pero es muy difícil encontrar a una mujer que se interese
por cosas tan simples —le dijo él dando un sorbo de su copa, Darla al ver
los labios de él al contacto con el cristal sintió que algo ardía en ella.
—Lo que no puedo creer es que aun no exista una señora Luke a la que
traer a este tipo de reuniones. ¿Cuál es tu mayor defecto para estar soltero?
No creo que sean falta de opciones.
Él sonrió de medio lado provocando que un estremecimiento le
recorriera la espalda. Su mirada le indicaba que estaba deseando pasar la
noche con ella, y muy dentro de ella tenía los mismos deseos, el miedo la
comenzó a recorrer de nuevo, su subconsciente le estaba enviando alertas
de que tenía que detenerse, marcharse de ese lugar, pero es que ni siquiera
tenía bien definida que era lo que quería hacer, no, pero ya era demasiado
tarde, Darla estaba tan deseosa por pasar la noche con él, que incluso se
había olvidado de planear una estrategia para salir de ahí victoriosa.
Se debatía entre sus pensamientos, ¿qué quería?, ¿qué buscaba?, al
principio pensó en utilizar las tarjetas de crédito e identificaciones que le
dio Hanna para conseguir algo de dinero, pero cuando un día en el cajero
automático le salió el mensaje de que estaba rebasando el limite permitido
de compras y disposiciones por día, se dijo que ese método de conseguir
cosas no lo tendría para siempre, no es como si pudiera seguir gastando el
dinero de esa mujer sin que ella se diera cuanta, incluso pensaba que para
ese día ya estarían canceladas todas las tarjetas. Pero nada, al parecer la
mujer a la que estaba estafando o estaba muy concentrada en otra cosa o se
había muerto porque de otra manera no entendía que sucedía.
Erick pidió otra ronda de cocteles, después de cenar tenían programado
ir a ver uno de los espectáculos que ofrecía el casino, eran algo muy
exclusivo y que prometía bastante diversión, Darla se felicitó interiormente
porque, aunque ya llevaba varios cocteles aún se encontraba bastante
lucida. Miró al hombre que tenía frente a ella y suspiró porque al día
siguiente tendría que marcharse.
—Por nosotros —le dijo Erick, Darla se dijo que, si moría ese día, al
menos habría hecho algo que realmente valía la pena. Solo esperaba que
nadie la descubriera o estaría en grandes aprietos.
—Por nosotros —le respondió ella de manera encantadora con los ojos
brillantes de la emoción.
Él se acercó hasta ella y unió sus labios, fue apenas un tierno roce, pero
para Darla fue como si tocara el cielo con la punta de las manos. El beso se
fue tornando más y más candente, que lo único que quería era que se fueran
a un lugar mucho mas intimo a disfrutar de su escapada.
Lo que sucedió esa noche solo son imágenes borrosas en su mente, Darla
veía como si estuviera frente a una gran pantalla de cine donde las escenas
de su aventura nocturna pasaban en secuencia, se observó tomada del brazo
de Erick, para después besarse como si no hubiera un mañana, ambos
entraron en un salón donde los estaban esperando, pero no tenía idea de
para qué, solo cuando la imagen de un anillo en su dedo se recreó en su
mente, fue que dio un brinco.
Trató de enfocar la vista, pero estaba todo obscuro, cerró los ojos porque
el dolor de cabeza la estaba matando, vio que estaba en una cama, se cubrió
el cuerpo con la sabana, ¡estaba desnuda! Dios, no tenía la menor idea de lo
que había hecho la noche anterior, pero estaba claro que había sido una
noche de locura y desenfreno. La cabeza le comenzó a dar de vueltas y se
recostó para calmar las náuseas que amenazaban con atacarla. Sintió que
chocó con algo duro y se dio cuenta de que no estaba sola, trató de enfocar
la mente, había ido con Erick, así que esperaba con toda su alma que el
hombre que estaba a su lado fuera él. Dios, habían pasado la noche juntos y
ella no se acordaba de nada.
Alzó su mano a la altura de los ojos para poder verla y ahí estaba el
anillo, Dios, no podía haber cometido una locura tan grande verdad, bueno,
ya nada le extrañaba porque lo que había iniciado como un plan magnifico
había terminado como un autentico desastre.
No podía ser, no podía estarle pasándole eso a ella, ¡maldición!, se había
casado en las Vegas. Con suma cautela se acercó al hombre que estaba
tendido en la cama y suspiro de alivio cuando vio el rostro de Erick, estaba
tan dormido que no se daba cuenta de nada, incluso en ese instante era el
hombre más guapo que había conocido. Él suspiró dándose una vuelta
poniendo su brazo sobre su cintura, Darla se quedó tan quieta, miró la mano
de Erick, y el anillo de matrimonio de él relucía como una estrella brillante,
Dios, habían cometido una soberana locura. Vale, debía pensar con la
cabeza clara, aunque en ese momento no es que estuviera muy lucida, su
primera borrachera y tenía que poner su vida patas para arriba, se levantó
tratando de hacerlo de manera cautelosa, si su ahora esposo se levantaba
estaba segura de que estaría en un gran aprieto. Pero qué demonios tenía ese
hombre en la cabeza, cómo era posible que se casará con una perfecta
desconocida. Es que era para encerrarlo en el manicomio.
Buscó su ropa por todos lados y la encontró a un lado de la cama en un
pequeño sofá que estaba junto a la mesa de noche, un papel llamó su
atención, y se dio cuenta de que era la partida de matrimonio, ¡maldición!, y
había firmado con el nombre de Keyla Anderson, doble maldición, había
pillado un marido rico, pero se lo había endilgado a una perfecta
desconocida, dudaba que pudiera mantener la farsa de su identidad por
mucho tiempo. Junto al documento estaba la billetera de Erick, como no
tenía mucho efectivo, tomó el que él traía.
Se vistió en completo silencio, y buscó su bolso, ¡demonios!, tenía que
huir lo más pronto posible, antes de que terminara encerrada en la cárcel
por el delito de robo de identidad, Hanna había sido muy específica
diciéndole que debía de tener cuidado, porque, aunque las credenciales que
le habían hecho eran tan exactas que nadie pondría en duda que eran
originales, no debía de correr ningún riesgo, un paso en falso y estaría en la
cárcel en un dos por tres. Pero es que no había mujer mas tonta que ella,
incluso al usar las tarjetas de crédito le dijo que tratara de parecer lo más
serena posible, claro que solo a ella se le ocurría el irse de juerga con un
hombre millonario, guapo a morir y para mas inri casarse con él, vale que si
lo veía desde ese punto sonaba a cliché de culebrón televisivo, pero ya
estaba hecho, ahora solo le quedaba salir de ese lugar y desaparecer para
siempre.
Antes de salir de la habitación dio una última mirada a la cama,
suspirando al ver al hombre que dormía tan placido, era una verdadera
lástima que sus caminos se tuvieran que separar en ese momento. Cuando
llegó a la entrada del lujoso hotel, levantó la mano para hacerle la parada a
un taxi, tuvo suerte porque al instante se detuvo uno, se subió en él y miró a
la puerta del hotel hasta que el conductor dio la vuelta, suspiró pensando
que su escapada había durado muy poco, vamos, pero es que ella no estaba
hecha para ese tipo de aventuras, en que cabeza cabía, si ni siquiera tenía
planeada cuál era su meta principal, no, definitivamente lo que acababa de
hacer no tenía ni pies ni cabeza, lo mejor era bajarse de esa nube en la que
se había subido, claro que quería tener una mejor calidad de vida, pero era
una tonta creyendo que la conseguiría robándole a otra persona, no, siempre
había tenido la firme convicción de que si quería algo debía luchar por
alcanzarlo.
Hizo un mohín con sus labios, ahora debía despedirse de esos cocteles
maravillosos y de las estancias en hoteles cinco estrellas, pero, aunque
pareciera muy ilógico lo que la dejaba mas devastada era no volver a ver a
Erick, y eso era lo mas absurdo porque no conocía a ese hombre de nada,
tampoco es como si se hubiera enamorado de él por solo compartir un día,
¿cierto? Llegó al aeropuerto para buscar un vuelo que la llevaría de regreso
al infierno, por suerte el dinero que traía con ella le alcanzaba para llegar a
su destino. Al parecer la suerte le seguiría sonriendo porque el siguiente
vuelo salía en una hora y como no llevaba equipaje no tuvo problema con la
facturación, para no aburrirse decidió que iría comprar unas revistas.
Escogió varias que le llamaron la atención, se pidió un café bien caliente
para poder despertar, la resaca la estaba matando, Dios, si ella nunca se
había emborrachado, estaba claro que se le habían aflojado los tornillos de
la cordura porque de otro modo no entendía lo que le había pasado. La
culpable de todo era Hanna que le había dicho que trabajando honestamente
jamás lograría salir de esa pobreza.
Fue directo a la caja de la tienda para pagar y fingiendo que no pasaba
nada le entregó a la señorita que estaba atendiendo una de las tarjetas de
crédito que le había dado su amiga, sonrió de manera fingida mientras
esperaba a que el mentado chisme dijera que su compra había sido
aprobada, los segundos se le hicieron eternos, cuando la chica la miró de
manera misteriosa se dijo que estaba en problemas.
—Me permite un segundo, por favor —le dijo la joven y Darla no se lo
pensó más, salió corriendo del lugar como si el diablo la estuviera
persiguiendo, en su intento de huir dejó tiradas todas las revistas que había
pedido, Hanna le había dado la instrucción de que, si alguien la descubría,
lo mejor era salir corriendo antes de que la detuvieran, de reojo vio que la
dependienta salía con uno de los guardias de seguridad y la señalaba, el
hombre después corría para tratar de alcanzarla, nunca en su vida pasó tanto
miedo, ni siquiera cuando se había escapado del orfanato con John.
El aire fresco le pegó en el rostro, en cuanto estuvo fuera del aeropuerto,
no se lo pensó más y tomó el primer autobús que se detuvo, vio a varios
guardias correr por la calle, se agachó todo lo que pudo sobre el asiento
para que no la pudieran ver. Su corazón latía acelerado, Dios, había estado a
punto de ser llevada presa, eso le recordó que ahora no podía seguir usando
las tarjetas de crédito ni su identificación falsa, demonios, esperaba tener un
poco mas de tiempo para seguir comprando y gastando el dinero de la pobre
incauta a la que le habían robado su identidad, estaba segura de que toda la
policía de la ciudad la estaría buscando.
Cerró los ojos suspirando del alivio porque se había salvado por los
pelos, ahora debía encontrar un lugar seguro donde esconderse, por lo
menos por unos días, hasta que pudiera volver a trabajar en algún bar de
mala muerte donde no la encontraran ni, aunque quisieran. Llegó a la
terminal del autobús, y se bajó para buscar otro que fuera a la ruta mas
lejana posible. En cuanto estuvo en marcha, se dejó caer de nuevo sobre el
asiento mirando a todos lados por si alguien la reconocía. Aunque aun le
quedaba algo de dinero, tenía que ser muy cautelosa, bajó del autobús
cuando estuvo en uno de los barrios mas lejanos de la ciudad, ahí nadie la
buscaría, y si llegaban a preguntar por ella nunca dirían su nombre.
Lo mejor era que comenzara a buscar un lugar donde pudiera teñirse su
negra cabellera, haría lo que fuera necesario para que no la descubrieran.
Por suerte encontró una habitación libre en un hotel de mala muerte, casi
llora de la impotencia, no comprendía como la noche anterior había pasado
varias horas viviendo como una reina en una habitación de lujo y ahora
estaba en esa pocilga de nuevo. Una lágrima traicionera recorrió su rostro,
en definitiva, no merecía esa vida, ella quería una vida llena de lujos, sin
carencias, por un instante se había permitido fantasear con una vida cerca
de Erick, era una locura lo sabía, pero su mente se había echado a volar en
contra de su voluntad.
Su mirada fue a caer a su mano donde aun conservaba el anillo que le
gritaba que se había casado con un hombre, bueno, en teoría había casado a
otra mujer con ese hombre y eso era una noticia lamentable, sacó la partida
de matrimonio de su bolso y volvió a ver las firmas, posiblemente fuera de
mentira, como cuando se fingen las bodas. Dios, ahora que lo pensaba
estaba segura de que en el casino habría cámaras de seguridad, podría jurar
que para esa hora tendrían alguna foto de ella. Claro, aunque solo la
seguirían si Erick la buscaba, pero él era un hombre de mundo, seguramente
estaba acostumbrado a pasar la noche con miles de mujeres, no creía que
ella fuera tan importante para él.
Se pasó una mano por la frente, estaba cansada tanto física como
emocionalmente. Necesitaba replantearse todo lo que quería hacer, estaba
claro que eso de saquear las cuentas bancarias de los demás, no era lo suyo,
Dios, tenía que haberle pedido consejos a esa mujer que era la clienta del
primo de Hanna, porque ella no le encontraba ni pies ni cabeza a eso, había
estado comprando con las tarjetas que le habían dado y, hasta ahí todo bien,
hasta que se le ocurrió la brillante idea de que buscando un hombre con
posición y suficiente dinero lograría salir de la pobreza, ya claro, como si
los hombres ricos se casaran con las mujeres pobres de barrio, tenía que
dejar de ver tanta novela romántica, porque solo le metían pájaros en la
cabeza. Ahora tenía que asumir las consecuencias de sus actos.
Solo esperaba que la tal Keyla Anderson jamás se encontrara con Erick.
Capítulo 5
Observó como James salía de la oficina para ver que es lo que estaba
pasando, al parecer el hombre que la llamaba a gritos estaba muy alterado,
pero Keyla no lograba poner rostro a la voz, así que salió para ver quien la
reclamaba con tanta urgencia. Se quedó parada mirando al imponente
espécimen masculino que estaba mirando a James de manera amenazadora.
Eran muy parecidos en estatura y complexión física, ambos estaban
midiéndose con suficiencia como retándose a dar el siguiente paso.
Keyla estaba de lo más desconcertada, porque en su vida había visto a
ese hombre. Se acercó hasta ellos sin hacer ningún ruido para enterarse de
lo que sucedía.
—¿Quién demonios se cree es, para entrar gritando en mi empresa? —
dijo James.
—Mira, no te estoy buscando a ti, estoy buscando a Keyla Anderson —
dijo el hombre mirando a todos los presentes como si de esa manera pudiera
encontrarla.
—¿Para qué la buscas? —Se notaba que su jefe estaba a punto de
explotar y eso no presagiaba nada bueno.
—¿Qué para que la busco?, porque es mi esposa y necesito localizarla,
¡¿dónde demonios está?! —Esas palabras cayeron como una loza pesada
sobre ellos, ese hombre debía de estar drogado o en definitiva la que estaba
drogada era ella, porque no lo conocía de nada, en su vida lo había visto
como para que ahora llegara a decirle que estaba casada con él. Tenía que
ser una broma pesada, muy pesada y de mal gusto.
James se giró para fulminarla con la mirada como si hubiera cometido el
peor delito de su vida.
—Te juro que no se de que esta hablando este hombre, nunca lo he visto
en mi vida, no tengo la menor idea de quién es.
—Usted es Keyla Anderson —dijo Erick incrédulo, por Dios, pero es
que no entendía nada, la miraba como si no se esperara que ella fuera la
mujer que buscaba.
—Por la mañana he mirado mi identificación y sí, decía ese nombre, es
el que he usado desde que nací. Lo que no comprendo es qué hace usted
aquí.
—No puede ser, yo conocí a otra Keyla Anderson en un club de tenis,
después nos fuimos a las vegas donde nos hemos casado. —James la miró
alzando una ceja, como preguntándole que era esa tontería que decía ese
hombre, Dios, cerró los ojos mareándose, temiendo que eso fuera parte de
una pesadilla.
—Debe tratarse de una equivocación, porque yo jamás he estado en las
vegas, mucho menos en un club de tenis. Y por supuesto, no estoy casada.
—Aquí tengo la partida de matrimonio —dijo él levantado un papel para
mostrárselo, Keyla se acercó a él como si fuera una serpiente venenosa que
estuviera a punto de morderla. Cuando tuvo entre sus manos el papel, no
podía creer lo que sus ojos estaban mirando, ahí plasmada en una de las
líneas estaba su firma, si tuviera que decir si era falsa no lo podría
demostrar porque eran tan exacta que daba miedo.
—Nena, déjame ver eso. —Aun impresionada le dio el acta a James para
que la revisara.
—Debe de haber un error, yo nunca he estado en las Vegas.
—Sé perfectamente que no fue usted con quien pasé la noche, pero
entonces dónde demonios está esa mujer, y cómo maldita sea se llama.
—No tengo idea, hace unos días descubrí que alguien había robado mi
identidad y gastado la mitad de mis ahorros, pero jamás me imaginé que me
pudiera pasar esto.
Al darse cuenta de lo que esa situación implicaba, todo comenzó a darle
de vueltas, no podía estarle pasando precisamente eso en ese momento,
desearía no haberse levantado esa mañana. Seguramente la había mirado un
tuerto y ella no se dio cuenta, porque de otra manera no se imaginaba
porque la mala suerte la perseguía.
Sentía que estaba a punto de caer y nadie se daba cuenta, James estaba
tan sumido mirando el acta de matrimonio, que no le prestaba la menor
atención. Todo comenzó a ponerse obscuro, era como si una cortina de
denso humo la cubriera, no fue consciente de nada, ni siquiera se dio cuenta
de que el hombre que según la partida de matrimonio decía que se llamaba
Erick la tomaba en brazos para evitar que cayera de golpe en el suelo,
tampoco se percató de que James en cuanto vio ese movimiento corrió a
arrebatársela de los brazos para llevarla hasta su oficina, con tan mala suerte
que no se fijo y su cabeza rebotó contra el marco de la puerta.
Keyla despertó con un fuerte dolor de cabeza, se llevó la mano a la parte
donde mas le dolía, Dios, había tenido un sueño demasiado raro, tenía una
serie de imágenes, borrosas donde veía como James la tomaba de la cintura
mientras su corazón latía de manera desenfrenada, después pasaba algo muy
confuso porque mientras ella entreabría los labios porque estaba segura de
que su jefe la besaría, un hombre desconocido llegaba diciendo que se había
casado con ella. A veces su mente le jugaba malas pasadas. Suspiró no
queriendo salir del sueño donde el hombre de sus sueños la tenía entre sus
brazos.
Un fuerte olor la hizo toser, Dios, qué es lo que le estaban poniendo,
acaso querían ahogarla, tosió con fuerza, levantándose de donde estaba
recostada.
—Recuéstate nena, estas muy pálida —dijo James sosteniendo un frasco
en sus manos.
—¿Qué me ha pasado? —preguntó aun desorientada. Estaba mareada,
como si le hubieran dado un buen golpe para noquearla.
—Te desmayaste.
—He tenido un sueño muy raro, un hombre llegaba diciendo que estaba
casado conmigo, me llamaba por mi nombre e incluso traía la partida de
matrimonio con él.
En ese instante se abrió la puerta de la oficina de su jefe y entró el
hombre del que hablaba, Dios, no había sido un sueño, todo era tan real. El
que supuestamente era su esposo se acercó a ellos tendiéndole a James una
botella de alcohol. Keyla cerró los ojos de la impresión, no podía estarle
pasado esto, no le bastaba al bendito karma con ponerle a una estafadora en
su vida, no, incluso tenía que casarla con ese hombre.
—Nena, qué es lo que está pasando —escuchó que le decía James,
mirándola muy serio.
—Ni yo misma sé que ha sucedido, de un día para otro me doy cuenta de
que me han vaciado la cuenta bancaria y nadie sabe que es lo que ocurrió.
Por cierto, deja de llamarme nena —dijo ella llevándose una mano a la
cabeza, Dios le dolía horrores, sentía que en un lugar en especifico el dolor
era mas intenso y se palpó con cuidado sobre la zona para verificar que le
estaba saliendo un chichón.
—¿Por qué demonios no me lo dijiste? —Vale, la voz de su jefe
recriminándole había sonado demasiado alta, él era quien menos derecho
tenía de pedirle una explicación cuando nunca se había fijado en ella más de
dos veces. Y eso ya era decir mucho.
—Perdone jefe por no venir a molestarlo con mis asuntos personales, por
si no lo recuerda, he estado muy ocupada con las campañas. De hecho, ese
fue el motivo por el que no les presté demasiada atención a los estados de
cuenta de mi banco —le dijo ella, ahora era ilógico que la quisiera regañar
por no contar su vida personal a todo mundo. Miro al hombre que decía ser
su esposo, bueno, por lo menos debía dar gracias a su estafadora porque le
había conseguido un marido guapo—, ahora si me disculpa jefe, tengo que
ir a aclarar este malentendido con el señor Luke.
Se levantó del sillón donde estaba recostada, y pasó junto al tal Erick
Luke.
—Vamos, necesito que me aclaré todo este embrollo y usted es el único
que ha estado junto a la estafadora que me ha robado la mitad de mis
ahorros.
Su esposo de mentira le hizo una afirmación con la cabeza y salieron de
la oficina de su jefe para entrar en la sala de reuniones, aunque ahora que lo
pensaba a lo mejor no había sido una buena idea, ahí estarían a la vista de
todos, pero por lo menos no los escucharía nadie, claro a menos que
gritaran y eso no iba pasar porque ella era una mujer muy, pero que muy
pacífica.
—¡¡Me estás diciendo que pediste que borraran las cintas de grabación
donde sales tú y esa mujer!! —Vale, su grito se debía de escuchar hasta la
Patagonia, ella una mujer que nunca perdía los estribos, pero en qué cabeza
cabía irse a las vegas de juerga, casarse con una desconocida y luego pedir
que borren todo rastro de ellos.
—Tengo una reputación que mantener.
—Pero es que hay que ser idiota, ahora me vas a decir que no tenemos ni
una foto de ella, nada que nos ayudé a encontrar su paradero. —Keyla vio
de reojo a las paredes acristaladas y se dio cuenta de que James la miraba
fijamente mientras estaba con ese hombre, Dios, ahora debía concentrarse
en el problema que tenía encima y no estar tonteando con su jefe.
—Mira guapa, cuando me desperté en ese hotel no recordaba ni como
me llamaba, sino es por los empleados del hotel no me llego a enterar de
que existe una señora Luke, cuando fui a pedir las grabaciones me dijeron
que antes de que entráramos a la boda, pedí que borraran todo, obviamente
estaba muy ebrio.
Keyla caminó de un lado a otro pensando en la manera de salir bien
librada de esa situación, pero al parecer no se le ocurría nada. Esa mujer
podía ser cualquiera que pasara caminando a su lado, y si era tan inteligente
como para hacer que un hombre millonario se casara con ella, lo mas
probable es que jamás le verían el pelo.
—Bueno, pero ese documento no puede ser muy legal, vamos, que yo no
lo he firmado, hay pruebas de que he sufrido un robo de identidad.
—Créelo este documento es tan legal, que da miedo. Tenía
identificaciones, firmaba igual que tú. ¡Debiste haberla denunciado cuando
comenzó a faltarte el dinero! —Lo miró como si faltara un tornillo, es que
era algo estúpido ese hombre, que parte de que estaba muy ocupada con sus
proyectos no comprendía.
—Mi empleo corría un gran peligro, eso era para mi prioridad, unas
compras de mas que yo no había hecho no me supusieron un gran desfalco,
creía que el banco se había equivocado y por eso no fui hacer el reclamo.
—Al parecer los dos somos unos obsesos del trabajo, y eso nos ha
llevado hasta este punto.
—Punto que por cierto vamos a solucionar, porque quiero el divorcio.
—No se puede —dijo Erick como si estuviera dándole la hora o el
estado del clima de una manera tan relajada que le puso los nervios de
punta.
—Es broma ¿no?, solo debemos pedir el divorcio exprés de común
acuerdo y listo.
—Eso sería lo ideal, pero no se puede, ya he llevado el caso con un juez
para anularlo y él nos pide como mínimo seis meses de convivencia para
poder darnos el divorcio.
—Y si vamos a las vegas y pedimos que anulen el acta. —La mirada
sarcástica de Erick le dijo que ya lo había intentado.
—Bueno, tenía que agotar todas las posibilidades.
—Solo serán seis meses, después pediremos la anulación y seremos
libres para siempre.
Keyla giró la vista hasta donde su jefe estaba, Dios, seis meses siendo la
esposa de un hombre al que no conocía, aunque en realidad no tenía nada
que perder, ella era libre, bueno en teoría era ilegalmente casada; James
jamás se fijaría en ella de manera romántica así que si necesitaba fingir que
era la esposa de ese hombre para que le dieran el divorcio, ella lo haría
encantada. A lo mejor podía ir a la policía para denunciar ese atropello,
porque estaba claro que las autoridades de ese lugar brillaban por su
ausencia.
—No entiendo cómo demonios dejaste que una mujer que no conocías
de nada te envolviera al grado de casarte con ella —dijo Keyla mirando a su
supuesto marido como si fuera un soberano tonto.
—A veces los hombres somos muy estúpidos y dejamos que una mujer
nos nuble el juicio. —A Keyla se le cortó el aliento al ver en sus ojos que
de verdad ese hombre se había enamorado de su estafadora, lo que le
faltaba que su supuesto esposo estuviera enamorado de otra mujer.
—Vaya suerte la mía, pesco un marido millonario y está enamorado de
otra mujer. Bien, qué es lo que propones que hagamos, nos vamos a vivir a
nuestro nidito de amor, para pasar ahí seis meses o buscamos a esa mujer
para que pague por lo que ha hecho. Nunca me habían estafado así que no
tengo la menor idea de que hacer.
—Por lo pronto tengo un investigador privado que me esta ayudando a
encontrarla, pero tal parece que se la ha tragado la tierra.
—No recuerdas nada de ella, algo que te dijera de donde provenía, no
tenía acento al hablar, alguna manía, conversaciones donde ella dijera algo
de su vida privada.
—Nada, por mas que he tratado de recordar todas las conversaciones que
tuvimos, me he dado cuenta de que nunca me dijo un dato de ella, siempre
hablamos de mi de mis negocios, de mi familia. Pero nada, es muy astuta.
—Creo que más bien es una…—vale, al ver la mirada que él le estaba
echando, Keyla mejor se guardó su comentario— te creía más listo guapo,
pero veo que las apariencias engañan. Para manejar una empresa de
millones de dólares no eres muy espabilado, por suerte no te has ido a la
banca rota.
Aquello parecía una realidad alterna, después de que Erick se fuera,
Keyla se sentó en una de las sillas de sala de juntas. Se llevo las manos a la
cabeza, aun le dolía; y para colmo estaba el asunto del supuesto esposo,
parecía estar metida en una mala película de comedia, donde todas las
desgracias le pasaban a ella, vamos, que en definitiva el karma estaba
ensañado con ella. No le bastaba con hacerla perder sus ahorros, no, ahora
tenía que cargar con un esposo que no quería y buscar a la estafadora.
James entró en la sala de juntas, mirándola preocupado, era la primera
vez que mostraba algún tipo interés por ella, a su mente llegaron las
imágenes de ellos dos antes de que Erick irrumpiera en su vida y ella lo
miró negando porque no podía estar mas confundida. Quería cerrar los ojos
y despertarse un día antes de entrar a trabajar a ese lugar, tenía que ponerse
a pensar todo con perspectiva, sentía que la acababa de atropellar un camión
de carga.
—¿Qué sucede nena? —dijo él acuclillándose a su lado. Keyla no tenía
ni la menor idea de qué diablos le sucedía, giró la vista a todos lados, a lo
mejor estaba en medio de un programa televisivo de bromas o algo así,
aunque trató de buscar la cámara escondida no logró encontrarla.
—Creo que no es correcto que me llames de esa manera. —Se levantó de
la silla y comenzó a caminar de un lado a otro de manera nerviosa.
—¿Qué demonios te sucede?, antes de que llegara ese hombre estábamos
tan bien.
—No, antes de que ese hombre entrara estábamos a punto de cometer
una soberana locura, antes de hoy nunca me habías mirado ni una sola vez,
así que no entiendo tu conducta de hace un instante, incluso te has paseado
con esa mujer de piernas kilométricas dejándome muy claro el mensaje de
que no te interesa.
—No es lo piensas.
—Que frase tan trillada James, mira dejemos todo tal cual estaba el día
de ayer, yo llego, trabajo y tú me ignoras, de otra manera me volveré loca
intentando encontrarle sentido a todo esto.
—¿Quién demonios era ese hombre? —preguntó James deteniéndola
para ponerla frente a él.
—No escuchaste, al parecer ahora tengo que cargar con un esposo que
yo no pedí por seis meses, hasta que el juez nos conceda el divorcio. Dios,
todo esto no tiene sentido. —sentía que el pánico se comenzaba a apoderar
de ella, dificultándole respirar, se acercó a una silla para inclinarse y poner
la cabeza entre sus piernas.
—Keyla, respira despacio, encontraremos una solución, buscaremos al
mejor abogado de la ciudad, no debe ser tan difícil anular el matrimonio.
—Crees que ese hombre con todo el dinero que tiene no ha buscado ya a
los mejores. El juez nos pide seis meses de convivencia, de otra manera no
nos lo otorgaran.
—No estarás pensando en serio en vivir con un desconocido. —Sintió
que James se tensaba a su lado.
—Tengo que hacerlo si quiero terminar con esto, aparte me ayudara a
encontrar a la estafadora. Te juro que en cuanto la tenga frente a mí la
mataré, no me importa ir a la cárcel.
—No puedes hacerlo Keyla, te ayudaré, y encontraremos una solución.
Estaba tan confundida, sobre todo con la actitud que estaba tomando su
jefe, ella no significaba nada para él, cerró los ojos recordando la escena del
ascensor. Tenía que pensar todo con la mente templada.
—Lo siento James, lo que iba a ocurrir entre nosotros no tiene futuro, y
ahora sería un error comenzar algo así. Primero necesito arreglar todos mis
problemas.
Si decir nada más salió, de la sala de reuniones sintiendo tontamente que
estaba dejando ahí su corazón destrozado, por mucho que se lo negara se lo
había entregado a ese hombre en cuanto lo conoció y nunca lo recuperaría.
Capítulo 7
Darla se levantó con un dolor de cabeza terrible, parecía que se había ido
de juerga la noche anterior, después de que pasó tres días metida en un hotel
de mala muerte, el dinero se le comenzó a agotar, así que, aunque no quería,
tuvo que salir de su escondite para comenzar a buscar un lugar donde
trabajar.
Después de asegurarse de que nadie en su barrio la estuviera buscando,
regresó al bar donde trabajaba para ver si le daban otra oportunidad, el
encargado la miró como si fuera menos que un insecto, pero el muy capullo
sabía que ella ganaba buenas propinas así que no puso mucha objeción, en
cuanto Hanna la vio ingresando al local con el indecente uniforme que
usaban, puso los ojos en blanco adivinando lo que había sucedido.
Empezaron su turno trabajando como si no hubiera pasado nada, pero en
cuanto fue su tiempo de descanso, su amiga la comenzó a atacar con
preguntas.
—¿Qué demonios pasó Darla?, imaginaba que no te volvería a ver
nunca, es que acaso te has metido en algún problema.
—Fui una tonta Hanna, no sirvo para esto de estafar gente —dijo
mientras bebía de una soda en el callejón que estaba detrás del bar.
—No te estará buscando la policía, dime que es lo has hecho.
—No supe que fue lo que paso, al principio solo saque algo de dinero de
las tarjetas que me diste, hice compras, el plan era sencillo, pero se me pasó
por la cabeza que si encontraba a un hombre rico saldría de esta maldita
pobreza más rápido.
—Dios, es que no aprendiste nada Darla, debes pasar desapercibida.
Ahora cuéntame que ha pasado con ese hombre, porque por tu cara deduzco
que si conociste a alguien.
—Simule ser una joven con dinero en el club, ahí conocí a Erick Luke,
todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, fingí que me caía a la alberca y no
sabía nadar para que me salvara y dio resultado, el problema fue cuando me
propuso que fuéramos a las Vegas. Nunca debí aceptar su propuesta,
empezamos a beber y luego de repente al día siguiente estaba desnuda en su
cama y con un anillo en el dedo.
—Me estás diciendo que te casaste con un hombre desconocido y
millonario.
—Sí, bueno en realidad yo no, sino Keyla Anderson, no sé ni como
pudimos llegar a la habitación.
—Ahora, ¿cuáles con tus planes?
—Seguir trabajando en este mugroso bar y rezar para que Keyla y Erick
nunca se conozcan.
—Creo que lo vas a tener un poco difícil porque estoy segura que ese
hombre te buscará para que le des el divorcio. Debes estar atenta amiga,
ahora me arrepiento de haberte metido esas ideas en la cabeza, eres
demasiado inocente para hacer ese tipo de estafas.
La noche fue tan agotadora que cuando salió del bar sentía que los pies
la estaban matando, llegar a la bodega y encender la luz de la única vela que
tenía fue lo más deprimente del mundo. No podía creer que días antes
estuviera en un hotel de lujo y en ese instante estaba viviendo entre ratas.
Fue una suerte que en los días que estuvo fuera no se metieran a robar a su
pequeño hogar.
Con cuidado sacó un envoltorio de papel donde había guardado un
emparedado que alguien había pedido en el bar y no lo habían tocado. Esa
sería su cena, aunque trataba de ser fuerte fue inevitable que una lágrima se
rodara por su mejilla y a esta le siguió otra hasta que el llanto inundó su
rostro, con cada mordida que daba al emparedado sentía que se le formaba
un nudo en la garganta. Odiaba esa vida, odiaba vivir en la más absoluta
pobreza.
Se había criado en ese barrio, conocía como la gente conseguía dinero
para salir de ahí, pero ella se negaba a trabajar para el que vendía droga, por
eso había decidido trabajar en el bar y aunque muchas de las chicas que
trabajaban también lo hacían como prostitutas ella se había negado en
redondo. Cerró los ojos y la imagen de la sonrisa de Erick llegó a ella, no
podía entender cómo es que le extrañaba tanto, su loco corazón saltaba cada
que pensaba en él. Con el paso de los días los recuerdos acudieron a su
memoria, se veía a ella sonriendo mientras Erick la cargaba para entrar en la
habitación, su mirada la derretía y por un momento se sintió la mujer más
hermosa del mundo.
Solo de recodar sus caricias sobre su cuerpo sentía que la piel se le
erizaba. Tenía que buscar la manera de salir de ese agujero, lo tenía muy
claro cuando ideo el plan, pero su mente volátil le había jugado malas
pasadas, por un segundo se permitió soñar con la posibilidad de una vida
distinta, al lado del hombre más maravilloso del mundo y sobre todo lejos
de esa pobreza.
Llevaba una semana caminando con pies de plomo, mirando a todos
lados buscando si alguien se le quedaba viendo, si un agente de seguridad
se le acercaba, sentía que iba directo a arrestarla, puede que alguien buscara
su foto en alguno de los casinos, o en el aeropuerto. Era obvio que Erick
tenía los recursos para poder buscarla hasta debajo de las piedras. Vio a un
hombre con una chaqueta que le cubría hasta el cuello, estaba mirando en
su dirección, su instinto le dijo que algo iba mal, porque nunca había visto a
ese tipo por ese barrio.
Sintió un escalofrió, lo más lógico es que diera la media vuelta y corriera
lo más deprisa que pudiera, pero siguió su camino como si no se hubiera
dado cuenta de su presencia, en cuanto entro por la puerta trasera del bar,
Hanna la tomó del brazo llevándola a un rincón.
—Darla debes irte antes de que hombre que esta frente al bar se acerque
para detenerte.
—¿Qué?
—Me han dicho que estuvo aquí con el encargado, y ha preguntado por
ti.
—¿Por mí? Pero si yo no he hecho nada, estás segura de que no llegó a
buscar a Keyla Anderson.
—No tonta, Charlie me ha dicho que preguntaron por Darla Miller, Dios,
estás metida en un buen lio, mira te voy a echar una mano, sal de nuevo por
el callejón y en cuanto puedas toma un taxi —dijo su amiga mirándola muy
seria, mientras le daba un papel doblado —ve a esta dirección, ahí te estará
esperando mi primo para llevarte a un lugar seguro. Ya después me pondré
en contacto contigo, pero por lo que más quieras debes darte prisa y si por
mala suerte te atrapan no debes delatarnos, no nos conoces ni has escuchado
nada de mi o mi primo. Toma esta chaqueta y ponte el gorro para cubrir tu
cabeza.
—No quiero ir presa Hanna, en verdad, trabajaré para que pagar el
dinero que tome de esa mujer, pero no quiero pasar años en la cárcel.
—Tranquila Darla, debes calmarte, que entres en crisis ahora no nos
conviene.
Suspiro y se puso la chaqueta, caminó por el callejón en dirección
contraria a donde se encontraba el hombre misterioso, trató de alejarse muy
rápido, estaba por salir del callejón cuando alguien la tomó del brazo
poniéndola junto a un contenedor de basura.
—Soy inocente lo juro —dijo mirando al mismo hombre que estaba
frente de la entrada y que ahora la estaba acorralando.
—Eso no es lo que opina la policía, es mejor que me acompañe señorita
Miller, el señor Erick Luke la estaba buscando.
Darla no sabía que era peor, si enfrentarse a la policía o al hombre que
había estafado.
Keyla sentía que todo lo que estaba viviendo era irreal, cuando llegó a su
departamento después de dejar a James en su oficina, se dijo que debía
pensar todo con serenidad, su móvil le sonó y vio que era un mensaje de
Eric Luke, al parecer la invitaba a cenar para platicar sobre lo que harían a
partir de ese día. Estaba tan confundida, solo quería cerrar los ojos y
descubrir que todo era parte de una horrenda pesadilla. Bueno tenía que
comenzar a solucionar sus problemas, así que le envió un mensaje
diciéndole que lo esperaba en su restaurante favorito.
Se dio una ducha rápida y se puso un vestido casual, no quería dar la
impresión de que iba buscando guerra, al final solo estaría hablando con su
esposo para resolver como vivirían. Se estaba poniendo unos pendientes
cuando sonó el timbre, se extrañó porque no esperaba a nadie. Abrió la
puerta sin percatarse de quien tocaba lo que claramente fue un grave error
porque James estaba del otro lado.
—James —dijo asombrada, solo en sus más locos sueños se lo
imaginaba de pie en su puerta.
—Tenemos que hablar Keyla.
—No tenemos nada de qué hablar —dijo tratando de cerrar la puerta,
pero James fue más rápido y metió el pie, abriéndose paso entrando en su
departamento.
—Claro que, si debemos hablar nena, vaya que vamos a hablar, le he
dado muchas vueltas al asunto desde que te marchaste de la oficina, no
puedes hablar en serio cuando dices que te iras a vivir a con ese hombre.
—James debes comprender que debo hacerlo para poder pedir el
divorcio, de otra manera seguiré atada a él para siempre. Tú no has
mostrado interés en mí nunca, solo me mirabas como si fuera menos que un
insecto, así que no veo porque ahora tienes esta repentina fijación por lo
que hago o dejo de hacer. Ahora si me disculpas tengo que verme con mi
supuesto esposo en media hora.
—No puedes hacerme esto nena, sé que te atraigo, no puedes dejar que
ese hombre se meta entre nosotros.
—Es que no existe un nosotros. Nunca ha existido, solo he siendo Keyla
Anderson la patosa de la oficina a la que le has pasado a tus novias por la
nariz para dejarle en claro cuál era su lugar. Pues descuida, lo que
comprendido.
James le tomó el rostro, y la besó de manera casi desesperada, Keyla se
quedó tan sorprendida que no supo reaccionar, separó los labios por la
sorpresa y James lo aprovechó para entrar en su boca devorándola como si
estuviera sediento de ella, Dios, sus labios tenían el sabor justo que siempre
había imaginado. Todo su cuerpo comenzó a reaccionar, sabía que lo que
estaba sucediendo estaba mal, debía de apartar a ese hombre, pero había
estado año tras años imaginando como sería que James llegara a su puerta
como un brillante caballero de armadura dorada para reclamarla como suya.
Vaya patrañas te meten las novelas románticas porque su caballero andante
había resultado ser un idiota envuelto en papel aluminio.
Cuando James bajó sus manos hasta llegar a su trasero para amasarlo,
supo que tenía que detener esa locura, por mucho que ese hombre le alterara
la sangre hasta dejarla a punto de ebullición, no era lo correcto, costándole
más que la vida misma lo apartó empujándolo.
—Por favor James, no hagamos esto más difícil. —Él tomó su rostro
entre sus manos y apoyo su frente en la suya.
—No te alejes por favor, elígeme a mi nena.
—No se trata de elegir James, nosotros no hemos tenido nada, solo debo
hacer lo correcto. No puedes aparecer en mi puerta diciendo que te elija a ti,
cuando nunca hemos estado en una competencia. Te lo vuelvo a repetir,
hasta el día de ayer solo éramos jefe y empleada, sigamos así.
—Es que no lo entiendes Keyla.
—Lo único que entiendo, es que eres como un niño al que le han robado
esa piruleta que no se decidía a tomar y cómo ve que otro se la lleva, ahora
ya la quiere. No seas infantil James.
James la miró como si lo hubiera decepcionado, después se dio la vuelta
y salió de su departamento dando un portazo.
—Muy maduro de tu parte jefe. —Por incomprensible que pareciera algo
dentro de ella se rompió en ese momento, parecía estar dentro de una mala
comedia.
Suspiró y tomó su bolso, miró el móvil y salió casi corriendo porque ya
estaba retrasada. Por suerte un taxi estaba pasando frente a su edificio y le
fue fácil llegar. Buscó con la mirada a Erick y ahí estaba sentado con la
chaqueta del traje desabotonada mientras bebía una copa de vino, ese
hombre era realmente guapo, y por su reloj carísimo era notorio que tenía
dinero. Fue una sorpresa darse cuenta que no le valía ningún hombre para
acelerar su corazón, ahí tenía frente a ella a un espécimen masculino digno
de admiración, y ella no sentía absolutamente nada.
Cuando Erick la vio, se levantó como todo un caballero, para darle un
beso de bienvenida, retirando la silla para que ella se sentara. Tenía tanto
tiempo que nadie mostraba una atención para con ella.
—Bien señorita Anderson, debo reconocer que todo esto está trastocando
muestras vidas, lamento el escándalo que hice en su trabajo, debo reconocer
que no fue la manera correcta.
—Te comprendo, al parecer esa mujer nos ha estado amargando la vida y
créeme que es muy fácil perder los papeles al ver cómo ha jugado con
nosotros.
—Hablando de eso, te repondré el dinero que te ha quitado.
—No es necesario, tú no has tenido la culpa, pero en cuanto la tenga
frente a mí, la llevaré directo a la comisaría más cercana.
—Precisamente eso es lo que quiero evitar.
—No puedes hablar en serio, esa mujer debe ir a la cárcel.
—No quiero que esto se sepa, tengo una reputación mantener.
—Pero me estafó a mí, nadie se enterará que tiene alguna relación
contigo. Descuida que nadie sabrá que una zorra te engatuso para sacarte
dinero.
—Keyla, ahora tú eres mi esposa, piensa en que dirán cuando se enteren
que la mujer con la que me anduve paseando en las Vegas, te ha estafado.
Eso sin contar con nuestro matrimonio.
—Debemos planear que es lo que haremos, te parece si mantenemos
nuestro matrimonio en secreto, cada uno viviendo en su departamento, solo
nos presentaremos en la corte para lo estrictamente necesario.
—Ya te había comentado que el juez nos ordena convivir seis meses,
después de eso cada uno tomara caminos diferentes.
Estaba a punto de protestar, pero el camarero los interrumpió llevándoles
aperitivos y tomándoles la orden. Erick ya había pedido una botella de vino,
así que le sirvieron una copa, lo que agradecía porque estaba de los nervios,
de un día para a otro entraban en su vida personas desconocidas y ella tenía
que adaptarse a lo que necesitaran.
—En verdad debe haber una solución, que hay si me niego.
—Deberás pagarme una suma bastante considerable, la mitad de mis
deudas es tuya, así que un divorcio en malos términos hará que nos
dividamos todo, créeme cuando te digo que lo mejor es hacerlo por la paz.
Mira, estoy jugándome mi empresa, no firme un maldito acuerdo
prenupcial, así que por favor te pido que me ayudes, solo debes mudarte a
mi departamento seis meses, ni notaras que estoy ahí.
Keyla lo pensó por un instante, Dios, cada segundo odiaba más a esa
mujer, y mirando el brillo que se acumulaba en sus ojos de él cuando
hablaba de ella, sentía una envidia. A ella ningún nombre la nombraba con
ese tono de anhelo.
—Si quieres puedo firmarte un poder donde diga que no quiero nada, tu
fortuna no me interesa, en verdad. Solo quiero que ella pague por lo que me
ha hecho.
—Eso me ayudaría mucho, pero en verdad espero que nadie se entere de
esto, permite que te devuelva el dinero, yo me encargaré de darle su
merecido a esa impostora.
—Con ese brillo en tus ojos cuando hablas de ella me dice que el único
castigo que le darás será atarla a la cama por una semana para hacerla tu
esclava sexual.
—Esa mujer me vuelve loco, nunca en la vida me dejé dominar por las
mujeres, solo tenía relaciones con ellas y las dejaba al día siguiente, pero
ella llegó aparentando ser una damisela en peligro y me cautivo con su
sonrisa. Y ahí estaba yo casado con una mujer que era una impostora que,
para más inri, ha estafado a la mujer con la que me ha unido legalmente.
—Esto no tiene ni pies ni cabeza, solo espero que estos meses se pasen
lo más rápido posible.
Capítulo 8
Keyla miró muy seria a la sala de reuniones donde estaba James, desde
el día de su encuentro en su departamento no habían cruzado palabras, él
solo la miraba y después se marchaba a encerrar a su oficina, pero ese día
estaban presentado una gran campaña de publicidad para un importante
empresario que tenía una compañía de envíos aéreos, así que todos estaban
con los nervios de punta, su jefe literal era una bomba de relojería andando.
Suspiró pensando en todas las cajas de embalaje que tenía en su
departamento, ese día iría una mudanza para llevar todas sus pertenencias al
que sería su nuevo hogar por seis meses.
Debía confesar que le daba un miedo espantoso el convivir con un
hombre extraño, pero también quería ser libre. Sintió la mirada de alguien y
se dio cuenta de que James la estaba mirando fijamente mientras los
asistentes a la presentación salían de la sala de reuniones. Su encuentro
visual duro un par de minutos hasta que él rompió el contacto con ella y se
encerró en su oficina dando un portazo. Esperaba con ansias la hora de la
comida, Jeremy y Lory comerían con ella, esperaba que ellos le ayudaran a
encontrar una solución.
Llegó a la cafetería acompañada de su amiga y ahí estaba Jeremy, tenía
días que no lo veía porque estaba ocupado en su trabajo y ella no lo quiso
molestar con sus problemas.
—Keyla, debes explícame qué demonios es lo que está sucediendo, te
dejo de ver unas semanas y me encuentro con que tu departamento está
cerrado y que te has mudado a otro lugar. Es que acaso te has vuelto loca.
—En este momento creo que estoy en una dimensión desconocida,
primero una mujer se lleva mis ahorros, un hombre aparece en la oficina
diciendo que es mi esposo y que nos hemos casado en las Vegas, y para
rematar todo, mi jefe me besa, así de la nada me besa y me pide que no me
vaya a vivir con mi supuesto esposo.
—Vaya Key, tú no pierdes el tiempo, Dios mío estas desatada —dijo
Jeremy sonriendo, mientras devoraba su hamburguesa con patatas.
—Nunca me contaste que el jefe te había besado Keyla, eres una mala
amiga, y mira que tuve que dar la cara por ti con Billy, pero ahora
cuéntanos que sentiste cuando te beso, te juro amor eterno, te dijo que te
llevaría en su noble corcel a su castillo para vivir en felices para siempre.
—Esto es una locura, el nunca dio muestras de que le gustara ni para
amiga, estábamos a punto de besarnos cuando llego Erick a decir que somos
esposos, Dios, es un lio y ahora me tuve que ir a vivir con él para que el
juez nos dé el divorcio en seis meses.
—Vaya como en la película, locura de amor en las Vegas. ¡Que
romántico!, has pasado de no tener ni una sola oportunidad con James a
tener a dos galanes peleándose por ti.
—No tengo dos galanes peleando por mí, eso es una locura.
—Y qué tal es tu nuevo esposo —preguntó su amigo.
—Es un adonis —respondió Lory robándole la palabra.
—Sí, pues ese adonis está enamorado de la estafadora que se llevó mi
dinero, de hecho, me ha devuelto mi dinero para que no le haga nada. Los
hombres a veces suelen ser tan tontos. Estoy segura que en cuanto la tenga
frente a él, se la llevará a la a habitación más cercana.
—Pues es tu esposo, si yo estuviera en tu lugar me lo llevaría a la cama
sin pensarlo, claro eso sería posible sino estuvieras enamorada de James,
que, aunque es un estúpido también es un D ios griego.
Después de comer con sus amigos regresó a su trabajo más confundida
de lo que estaba, tenía que dejar de pensar en tonterías y dedicarse a lo que
realmente importaba, ahora que tenía su dinero de regreso, comenzaría a
buscar la posibilidad de emprender su propia compañía. El solo pensarlo la
animaba, pero le daba pavor, tenía que buscar una cartera de clientes.
Mucho más animada se dispuso a trabajar, dejando de lado sus problemas,
—Keyla, ven por favor a mi oficina —dijo James sobresaltándola, por
mucho que lo detestara, no podía negarse, hasta que no se pudiera
independizar no tenía más opción que obedecer a su jefe.
Llegó hasta la oficina como si fuera directo al matadero, ni siquiera tocó
la puerta, solo entró acercándose al escritorio donde su jefe estaba
esperándola, por la mirada que tenía su visita ahí no presagiaba nada bueno.
—Keyla a partir de ahora necesito que te ocupes de la campaña de John
Richardson.
—La empresa de envíos aéreos, ¿pero por qué?, creí que la campaña
presentada había sido un éxito.
—Así lo fue, pero necesito apoyo, tengo que ir a Europa dentro de unas
semanas y no podre supervisar todo, así que necesito que partir de hoy te
quedes más tiempo a trabajar conmigo en todos los detalles.
Durante varios años, había anhelado una oportunidad como esta, pero en
este momento no creía que fuera conveniente, si lograba arrancar su propia
empresa posiblemente necesitaría más tiempo libre.
—No puedo aceptar tu oferta James.
—Es que no es una oferta, como tu jefe te estoy diciendo cual será tu
próximo trabajo.
—Hoy me voy a mudar al departamento de Erick, así que no puedo
quedarme, y en un futuro pretendo presentar mi renuncia para empezar a
trabajar por mi cuenta.
—No puedes estar hablando en serio Keyla.
Ella iba a protestar, pero la presencia tan cercana de su jefe la estaba
alterando, demonios por qué no le pasaba eso con otros hombres. Alzó su
mirada para encontrarse con los ojos de James lo que fue un grave error,
porque en cuanto estuvo presa de ellos, supo que estaba perdida. Vio en
cámara lenta como él tomaba su rostro entre sus manos y se acercaba a sus
labios, sabía que tenía que correr, alejarse de ahí pero no podía, era como si
sus pies estuvieran anclados al piso. Los labios de James eran su perdición,
como una droga la cual amenazaba con destruirla.
Lo que había comenzado como un beso se estaba volviendo en algo
mucho más candente, las manos de James vagaban por todo su cuerpo, no
sabía que es lo que la estaba poseyendo, pero en ese instante la poca
cordura que le quedaba se había evaporado, su cuerpo parecía no querer
obedecer a su cerebro. Sus respiraciones estaban tan agitadas, Keyla sentía
que su corazón se saldría en cualquier momento, cuando James desabrochó
su blusa supo que ya no había marcha atrás, tal vez después se arrepentiría,
pero era hora de vivir el momento, lo deseaba tanto.
Con movimiento preciso James la colocó sobre el escritorio tirando todo
lo que estaba encima de él, Keyla quería también tocarlo y sentir su piel
junto a la de ella, los besos de él sobre su cuello le provocaban miles de
estremecimientos, en su mente no podía encontrar ni una sola idea que la
hiciera alejarse de ese hombre. James bajó las copas de su sostén con una
maestría casi perfecta, metiéndose uno de sus pezones en la boca los cuales
clamaban por ser atendidos. Su falda se subió lo suficiente como para darle
libre acceso a sus húmedas braguitas, cuando la tocó de manera íntima
introduciendo uno de sus dedos, Keyla sentía que estaba a punto de rozar el
paraíso.
—Tu olor me vuelve loco nena. —Si estaba a punto de volverse loca de
deseo, su cuerpo ardería por combustión espontánea con el solo susurro de
su voz.
—Oh, por dios James —susurró ella con la respiración entrecortada,
necesitaba más, lo necesitaba dentro de ella.
—Eres mía nena, desde el día que pusiste tus ojos sobre mí, supe que me
traerías problemas. Pero eres mía, y que te vayas a vivir con ese hombre me
está volviendo loco.
Ni siquiera la dejó que contestara algo, sus labios la devoraban, sus
bragas fueron destrozadas, dejándola completamente expuesta. James entró
en ella de un solo empellón robándole el aliento, sentía que llenaba todo su
ser, con cada estocada una necesidad urgente de liberación crecía en su
interior.
—Estas tan húmeda y caliente para mí nena. —Keyla cerró los ojos
dejándose llevar, los labios de él sobre sus pezones provocaban que ambos
se movieran frenéticos por liberarse.
—Por favor James, ya no puedo soportarlo más.
—Abre los ojos nena, quiero que veas cuando te corras que quien lo ha
provocado he sido yo. Solo yo nena.
James no la defraudó acelerando sus embestidas provocando en su
interior una tensión insoportable, su piel ardía con cada roce de sus cuerpos.
Keyla mordió el hombro de James para tratar de acallar un poco el grito que
pugnaba por salir de sus labios, cuando ambos estallaron en un placer
indescriptible.
James posó su frente sobre la de ella mientras le daba tiernos besos
diciéndole lo maravillosa que era, Keyla sentía que estaba flotando en el
paraíso, era tan feliz que no quería abrir los ojos y volver a la realidad. Poco
a poco su respiración se fue normalizando, los brazos de James la envolvían
de tal forma que parecía que no la quería dejar marchar, pero por mucho
que estuviera cómoda ahí, tenía que romper el mágico momento.
—¿Crees que alguien nos ha escuchado? —dijo ella soltándose de su
abrazo y tratando de cubrirse con su blusa.
—Dios, espero que no, nena.
Keyla se bajó del escritorio y se sonrojó al ver el desorden que habían
provocado, Dios, nunca podría entrar en esa oficina sin ruborizarse. Se
acomodó su falda, tirando de sus braguitas para depositarlas en el bote de la
basura. Miró su reflejo en el espejo que estaba en el baño de la oficina, su
cabello estaba todo despeinado por las caricias de él, y sus labios parecían
dos enormes salchichas. No se creía capaz de salir de esa oficina y mirar a
sus compañeros a la cara.
Tomó el pomo de la puerta para salir, pero James la acorraló entre sus
brazos para besarla de nuevo.
—Quédate esta noche en mi departamento nena. —Él acarició su mejilla,
dándole un dulce beso en los labios.
—De acuerdo, pero debemos ser muy discretos, mi matrimonio será un
secreto de estado, y Erick quiere que todo lo resolvamos lo más pronto
posible.
—Yo también lo deseo nena, no sabes cuánto, te veo esta noche.
Por suerte ninguno de sus compañeros parecía notar lo que acaba de
pasar en la oficina, así que tomó su bolsa para irse a su casa antes para
comenzar con la mudanza. El departamento de Erick estaba en una de las
zonas lujosas de la ciudad, de hecho, la mudanza que le envió era de
primera, habían llevado percheros para que su ropa no se maltratara. Los
muebles los dejó en su mismo departamento porque después de seis meses
sería una lata tener que encontrar un nuevo lugar para vivir. Erik le dijo que
su departamento era el único del sexto piso, el portero la saludo y le dio un
juego de llaves para que entrara. Al parecer su esposo no llegaría hasta muy
entrada la noche, Dios, si lo ponía de esa manera era una mujerzuela que le
era infiel a su esposo.
En cuanto entró en el departamento, se dio cuenta que ella estaba muy
lejos de vivir con esa opulencia, todos los muebles eran de calidad, y con un
estilo tan moderno.
—Buenas tardes, señora Luke. —Keyla dio un brinco al escuchar la voz
de la asistente de la casa —discúlpeme señora, no era mi intensión
asustarla, me llamo Marie.
—Descuide, llámeme Keyla.
—El señor Erick me dijo que le mostrara cuál será su habitación, sus
pertenencias ya están acomodadas. El señor me dijo que cenará fuera pero
que usted me dijera que le apetece y lo preparara, quiere este lo más
cómoda posible.
—No se preocupe por la cena, no pasaré la noche aquí, puede darle el
recado al señor cuando llegue.
—Por supuesto, si necesita algo solo tiene que pedirlo.
Su habitación era casi del mismo tamaño de su departamento, la cama
era enorme, exploró un poco, había dos puertas ocultas frente a la cama,
una era un closet tan amplio que nunca tendría la ropa suficiente para
llenarlo. El baño tenía una tina donde cabían dos personas y tendrían
espacio suficiente. Se dio una rápida ducha y se visto con un vestido casual,
no tenía ni idea de lo que encontraría en el departamento de James, estaba
tan nerviosa. Tenía la sensación de estar en una realidad alterna. Dejó una
nota para Erick diciéndole donde pasaría la noche, así como la dirección de
James, no es que le debiera alguna explicación, pero prefería evitar
confusiones.
James vivía en un edificio muy parecido al de Erick, se notaba que
ambos tenían un estatus de vida bastante alejado del de ella. Tocó la puerta
con bastante nerviosismo, uno de sus sueños que tanto había anhelado se
estaba convirtiendo en realidad. Sentía una alegría tan grande que incluso le
daba miedo.
La puerta se abrió sobresaltándola y James estaba del otro lado con la
camisa del traje y las mangas recogidas, se había quitado la corbata, y en
una mano sostenía un vaso con un líquido ambarino, estaba tan guapo que
robaba el aliento.
—Pasa nena, te estaba esperando.
El sonido de su voz la estremeció, tal parecía que se estaba volviendo
adicta a él.
Entró tomada de la mano de James, la luz de la estancia era tenue, el
departamento tenía unos enormes ventanales que le daba una vista
panorámica de la ciudad. Una música embriagante inundaba todo el lugar
con las dulce notas melodiosas, todo era tan romántico.
James dejó su bebida sobre una mesilla, y la tomó entre sus brazos,
moviéndola al compás de la música, Keyla se dejó llevar, el olor de él la
estaba volviendo loca, los labios de James comenzaron a descender por su
cuello, llevándola a rozar la locura. No hicieron falta las palabras, sabía que
esa noche prometía ser la mejor de su vida.
Darla miró impresionada la fachada del edificio que tenía frente a ella,
aunque parecía una de las zonas lujosas de la ciudad para ella era como
llegar a la cárcel, el investigador privado que la tenía capturada la llevaba
tomada del brazo, a cada paso que daba sentía que iba de camino al
paredón. Su última oportunidad era suplicarle que la ayudara.
—Por favor, señor, por lo que usted más quiera ayúdeme, no me
entregue con el señor Luke, prometo que desaparece para siempre, no
volveré a estafar a nadie.
—Eso debió pensar antes de ir por la vida aprovechándose de las
personas.
—Por favor, en verdad necesito escapar, no puedo presentarme con
Erick.
—Lo siento. Es una pena que una joven como usted se vea involucrada
en ciertos delitos. En cuanto la encontré he avisado al señor Luke, así que él
esta avisado de su llegada.
Entraron en el edificio y subieron al ascensor, Darla sentía que el pánico
se apoderaba de ella, quería correr, Erick estaba esperando dentro de esas
paredes, cuando se le había ocurrido hacer aquel estúpido plan no se planteó
la posibilidad de volver a verlo, y ahora ahí estaba llegando al patíbulo para
esperar su condena.
En cuanto salieron del ascensor su corazón comenzó a latir de manera
acelerada, antes de que pudieran llegar, la puerta del departamento se abrió,
robándole el aliento, ahí estaba él, el único hombre que la había
conquistado con esa sonrisa tan perfecta, solo que ahora no la miraba de
manera encantadora, no, ahora sus ojos parecían decirle que la odiaba.
—Señor Luke, aquí esta lo que me encargo.
Ese investigador era idiota, ni que ella fuera un maldito paquete.
—Puede retirarse, yo me encargaré de ella.
En cuanto el investigador se fue, ella se quedó parada frente a su
verdugo sin saber qué hacer, quería salir corriendo, con su mirada recorrió
el lugar para buscar una ruta de escape, pero no encontraba ninguna, el
investigador acababa de bajar por el ascensor así que por mucho que
corriera por las escaleras seguramente la atraparía.
—Vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí, a la señorita Keyla Anderson,
no esperen es mucho mejor a la señora Luke.
Erick la tomó del brazo metiéndola en el departamento, su agarre era
fuerte, tanto que estaba comenzando a lastimarla, pero no dijo nada, estaba
segura que lo que menos quería escuchar ese hombre eran sus lamentos.
—Erick por favor, déjame ir, prometo que no volveré a estafar a nadie.
—Vaya que no lo volverás a hacer nena, ahora déjame decirte las buenas
noticias cielo. Si creías que me podías ver la cara de estúpido y no pagar
por ello, estas equivocada. Tu victima a la que le has quitado sus ahorros
está buscándote y adivina qué, se muere porque pises prisión.
Darla sintió un estremecimiento recorriéndole por la columna vertebral.
Capítulo 9
Darla sabía que no saldría muy bien librada de ese problema, pero todo
su cuerpo le decía que estaba en una zona de peligro, la tensión que
emanaba del cuerpo de Erick era tan palpable.
—Te creías muy lista, pero pagaras todo lo que has hecho, nadie me
toma el pelo. —Erick estaba tan cerca de ella que sus respiraciones se
mezclaban, a Darla solo le había bastado con estar dos días con ese hombre
para enamorarse perdidamente de él, pero tal parecía que a Erick no le
había sucedido lo mismo.
—Perdóname Erick no era mi intensión burlarme de ti.
Una lágrima rodó por su mejilla sin poder evitarlo, no soportaba que él la
odiara, tal vez era una estúpida, pero no quería perder aquello que tuvieron
en su escapada, tal vez solo fuera unos días, pero para Darla fue la aventura
mas mágica de su vida.
—No te creo nada nena —dijo Erick rozando sus labios —lo vas a pagar,
a partir de ahora trabajaras para mi si no quieres terminar en la cárcel.
—Pagaré el dinero de esa mujer. Lo prometo.
—Vaya que lo pagaras, tuve que devolver todo lo que sacaste de sus
tarjetas para evitar que pisaras la cárcel, lo que menos necesito en este
instante es un escándalo. Ahora ven a mi habitación, vas pagarme cada
centavo que pague por ti.
¿Qué demonios significaba eso?
La metió en una de las habitaciones y después cerró la puerta, Darla
sintió miedo, estaba furioso y en ese instante Erick le parecía demasiado
peligroso.
—Desnúdate Darla.
¡¿Qué?! no podía estar hablando en serio, no la obligaría a tener sexo
con él.
—No puedo hacerlo Erick —dijo ella dando un paso atrás.
—Ahora no puedes, pues en las Vegas no parecías para nada tímida,
vamos, he pagado por tu libertad y me vas a devolver cada dólar —exclamó
el tomándola del brazo para aventarla sobre la cama.
Atrapó su cuerpo entre la cama y él, sus manos estaban sujetas por las
suyas sobre su cabeza, la respiración de Darla comenzó a acelerarse.
—Ahora me perteneces Darla, y si digo que te desnudez, lo harás sin
decir nada. A la hora que quiera y cuando yo lo diga.
—Erick, por favor no lo hagas.
Erick bajó sus labios hasta los suyos, no es que la estuviera besando con
pasión, sino más bien era un beso de castigo, y muy a su pesar ella comenzó
a disfrutar de su contacto, era como si su cuerpo no le perteneciera, cuando
Erick le quitó la blusa sintió que estaba perdida. La primera vez que
hicieron el amor, las imágenes de Erick siempre eran de placer y, pero ahora
sus movimientos eran rudos, sin delicadeza. Ni siquiera se dio cuenta de
cómo Erick rompía su sostén, solo cuando él se metió uno de sus pezones
en la boca torturándola, sintió que moría de placer. Sus pantalones
desaparecieron y sus braguitas, Erick entró en ella de un solo empellón
provocando que Darla arqueara su espalda por el placer tan indescriptible
que le proporcionaba. Se mordió los labios con fuerzas para no gritar, Erick
estaba poseyéndola para castigarla, no para que disfrutara.
—Te gusta esto nena, aún recuerdo como te retorcías conmigo dentro
como la zorra avariciosa que eres.
Aunque esas palabras le dolieron, el placer que estaba experimentado no
la dejaba pensar con coherencia, Erick la giró para que su rostro quedara
sobre las sabanas de la cama, ambos jadeaban y sus cuerpos sudorosos se
movían como si fueran solo uno. Darla cerró los ojos cuando sintió que
estaba tan cerca de alcanzar su liberación, apretó las sabanas y mordió la
almohada ahogando sus gritos de satisfacción, Erick aceleró sus embestidas,
llegando a un éxtasis de placer indescriptible mientras gritaba su nombre.
Los ojos de Darla se humedecieron al darse cuenta de cómo sería su vida a
partir de ese momento. Sintió que el frío se apoderaba de ella cuando el
cuerpo de Erick abandonó la cama.
—Vístete Darla, mañana iras a la oficina conmigo, y por la noche, te
quiero desnuda en mi cama. Tu habitación es la del final que es la que usa
el servicio de limpieza, ni se te ocurra querer escapar porque te estarán
esperando los guardias para llevarte a la estación de policías más cercana.
Ah y si me olvidaba mencionar que Keyla Anderson vive en este
departamento, ya que gracias a ti ahora es mi esposa. No quiero problemas.
Ahora márchate. Me repugna ver tu cara.
Salió de la habitación cubriéndose con una sábana, ni siquiera se detuvo
a buscar su ropa, se sentía tan sucia, como si fuera una simple mujerzuela.
Estaba atrapada entre esas paredes a disposición de su verdugo, fue
inevitable no llorar toda la noche, su piel ardía por su contacto, lo había
extrañado tanto, desde que se había marchado de aquella habitación soñaba
con él, lo anhelaba tanto, que ahora tenerlo tan cerca y lejos a la vez era
prácticamente una tortura. Le dolía tanto su rechazo, pero lo comprendía,
en verdad que era consciente de que había hecho mal. Pero nunca imaginó
que su peor castigo seria el desprecio del hombre del que se había
enamorado.
Al día siguiente se levantó con un terrible dolor de cabeza, se metió en el
baño de la habitación que Erick le dijo que ocupara, en su tragedia de la
anoche anterior ni se dio cuenta que no tenía ropa para vestirse, salió de la
ducha y se envolvió en la misma sabana de la noche anterior, fue hasta la
habitación de Erick, y tocó suavemente, cuando escuchó que dijo que
pasara abrió la puerta sintiendo que el mundo se le caía encima al ver la
manera en que la miraba.
—Si vienes a ofrecer tus servicios, no es necesario, te di la orden de que
te quería desnuda por la noche.
—No tengo ropa para vestirme —dijo en un susurro, tragándose la
vergüenza.
—La habitación de Keyla es la enfrente, puedes tomar lo que necesites,
te quiero lista en media hora. Espero que no le moleste. Ya me ha costado
un triunfo convencerla para que retirara los cargos contra ti.
Sin decir nada salió de la habitación y entró en la que ahora era la
habitación de la señora Luke, mientras buscaba que ropa ponerse las
lágrimas brotaban de sus ojos, si seguía en ese lugar se pasaría llorando
toda su vida. Nadie la había amado nunca, sus padres la abandonaron, en el
orfanato la odiaban, el único que le había brindado ayuda era John, pero en
cuanto separaron sus caminos, jamás la volvió a buscar.
Solo se había entregado a un hombre en la vida antes de conocer a Erick,
fue un chico del barrio que la encandiló con su sonrisa, pero en cuanto se
entregó a él, desapareció del mapa, ahí supo que el amor no existía, se había
pasado toda su vida buscando el amor, y ahora caía en los brazos de ese
hombre que la repudiaba.
Tomó un vestido color berenjena, y unas medias negras, por suerte los
zapatos de Keyla le quedaban a la perfección, estaba segura que esa mujer
la odiaría, en cuanto supiera que le había tomado su ropa se molestaría.
Salió a la estancia donde Erick ya estaba desayunando, como no sabía que
hacer se acercó a donde estaba poniéndose a un lado.
—Ve a la cocina y para que te prepares tu desayuno.
Sin contestarle se fue a la cocina, se sentía como una ladrona que vagaba
por una casa. En la cocina estaba una señora de unos cincuenta años, en
cuanto la vio le sonrió con amabilidad.
—Siéntese señorita en seguida le preparo el desayuno.
—No hace falta, yo puedo cocinarme algo.
—No puedo permitir que eso suceda, para eso estoy aquí.
—Con un té estaré bien. En verdad no se moleste.
Por suerte la asistenta no insistió con prepararle un desayuno, estaba
terminando su té cuando Erick la llamó para que se fueran. De camino a la
oficina no cruzaron palabra, pero por cómo veía las cosas Erick era capaz
de ponerla a limpiar los baños de toda su oficina. Todos en el edificio de la
empresa de Erick los miraban como si tuvieran miedo, y no era para menos,
Erick estaba furioso.
Subieron al último piso del edificio, detrás de un escritorio estaba una
chica que seguramente era la secretaria de presidencia.
—Buenos días señor Luke.
—Buenos días, Lucy. Pasa a mi oficina.
Vaya, por lo menos no fue grosero con la chica, al parecer solo ella se
merecía un saludo digno. Fue imposible no mirarla de reojo. Era muy
guapa, con su cabello rojo brillante y sus ojos azules, el traje que llevaba
era color rosa y se veía increíble con su maquillaje. Darla se sintió una
piltrafa, solo se había cepillado su negro cabello, y se había puesto un labial
que le había tomado a Keyla.
Pasaron a la oficina y ella ni se dio cuenta de lo que había dentro, solo
quería que su tortura terminara pronto.
—Lucy, quiero que le órdenes a la señorita Miller un escritorio junto al
tuyo, trabajara para ti, que en recursos humanos le hagan su contrato, y por
favor dile a los de seguridad que vengan.
Cuando dijo eso la miró en manera de advertencia, ya sabía que no debía
de escapar, Erick tenía los recursos para volver a encontrarla y el castigo
seria peor.
—Por supuesto señor Luke, algo que quiera agregar. —Por como decía
esas palabras estaba segura de que esa mujer la creía una amenaza, suponía
que estaba enamorada de su jefe, pero eso era algo inevitable, el hombre era
demasiado guapo para el bien mental de cualquier mujer.
—No, por el momento es todo, Darla acompaña a Lucy, ella será tu
nueva jefa.
Ni siquiera le contesto, no veía la necesidad de decir alguna palabra, él
solo le contestaría con un gruñido, hasta que llegara la hora de estar
desnuda en su cama, porque tal parecía que solo servía para eso. Pasó el día
siguiendo las órdenes de esa mujer que desde el minuto uno le declaró la
guerra, no abiertamente, pero la enviaba a hacer cualquier tipo de actividad
que a ella le fastidiaba. Tuvo que lavar los baños de la oficina, limpiar el
área del escritorio de la secretaria, después la envió a recoger su ropa a la
lavandería. Prácticamente era la esclava de esa mujer. Después de una larga
jornada, Erick la envió a llamar a su oficina, Lucy ya se había retirado, pero
ella no lo podía hacer hasta que su verdugo no le diera permiso, entró sin
decir nada, parándose frente a él.
—Le he avisado a Keyla que estas en el departamento, así que esta
noche ira para que hablemos.
El pulso de Darla se aceleró, no quería enfrentarse a ella, tenía miedo de
lo que pudiera pasar, si Erick estaba molesto con ella, Keyla estaría más.
—¿Me va a denunciar con la policía?
—No digas tonterías, ya le he pagado el dinero y ha retirado la denuncia,
mis abogados se encargaron de zanjar el asunto, pero ella quiere conocer a
la mujer que la metió en este problema y después de lo que ha sufrido, creo
que es lo menos que puedo hacer.
—De acuerdo.
—Ahora desnúdate Darla.
¿Qué?, se suponía que solo tendrían intimidad cuando estuvieran en su
departamento.
—¿Ahora? —preguntó en un susurro. Erick se acercó a ella como si
fuera un león al acecho de su presa, sus piernas amenazaban con no
responderle, el aroma de él llegó hasta sus fosas nasales, provocándole un
estremecimiento.
—Recuérdalo nena, cuando quiera y donde quiera, eres mía, he pagado
por ti. —Mientras pronunciaba esas palabras la tomó del cabello para dejar
libre el espacio de su cuello, sus labios se posaron sobre el
mordisqueándolo. Darla se derritió por completo, sus labios la estaban
castigando y ella de manera masoquista lo disfrutaba. Erick bajó el cierre de
su vestido que cayó al suelo en cuanto lo bajó por sus hombros, dejándola
únicamente en su conjunto de lencería, que también era de Keyla.
—Erick. —dijo en un tenue gemido de placer.
—Inclínate sobre el escritorio. —Ni siquiera le dio tiempo de hacerlo,
Erick la volvió para ponerla boca abajo sobre la fría madera, sus pechos
estaban tan sensibles que el contacto con la superficie la estremeció, Erick
entró en ella sin previo aviso, pero no hacía falta, ella estaba preparada
siempre para él. —Por Dios, estas tan húmeda, justo para mí.
Con cada embestida la estaba volviendo loca, las manos de él
comenzaron a amasar sus pechos dando pequeños pellizcos a sus pezones
que clamaban por atención, Erick la tomó del cabello, mientras la poseía de
manera frenética, acaricio sus nalgas, haciéndola suspirar, pero cuando le
dio un azote sintió que su mundo se tambaleaba. Era lo más erótico que
había, experimentado. Solo se escuchaba el sonido de sus cuerpos al unirse
en ese baile tan candente que la derretía por dentro.
—Por favor Erick, te necesito.
Erick no al defraudo, sus embestidas se hicieron más urgentes,
provocando que una deliciosa tensión se apoderara de ambos
catapultándolos a la cúspide del placer. Todo su ser estallo llevándola a un
universo de colores del cual no quería regresara, Erick seguía dentro de ella
mientras besaba su cuello, aspirando su olor. Darla no abrió los ojos, se
quedó de esa manera disfrutando del momento. Aunque Erick había sido
rudo, esta vez la había hecho disfrutar como nadie.
—Te encuentras bien. —La voz de Erick llegó como en la lejanía, se
escuchaba como si estuviera preocupado, por primera vez se permitió
sonreír.
—Ha sido maravilloso.
—Parecía que te habías desmayado.
—Estuve muy cerca. Esto ha sido tan intenso.
—Vístete Darla, vamos para el departamento, Keyla nos estará
esperando.
—Tengo miedo.
—Escúchame Darla, esto es lo que es, Keyla no tomara cartas contra ti.
Pero el hecho de que disfrutemos del sexo no quiere decir que te he
perdonado. Continuaras trabajando para mí, hasta que pagues el dinero que
invertí en ti, no eres mi esposa, ni mi amiga, solo eres mi amante.
—No tienes derecho de tratarme como si fuera una puta Erick, vale, te
lastime, jugué contigo, y también me aproveche, pero lo lamentó, en serio,
te pido perdón, repararé mis fallas, pero no puedo hacerlo, no puede seguir
siendo la mujer a la posees cuando te da ganas.
—No tienes más opción Darla, y si no querías ser tratada como una
cualquiera debiste de pensarlo antes de ofrecerte a mí. Ahora vístete,
tenemos que irnos.
De camino al departamento Darla no dejaba de llorar, agradeció a la
obscuridad que reinaba en el automóvil, se sentía sucia, nunca en su vida
pensó que terminaría de esa manera. En cuanto pudiera escaparía, prefería
vivir en la más absoluta de las indigencias a tener que soportar el desprecio
de Erick. Subieron en completo silencio al departamento, tal parecía que era
un perrito faldero detrás de su amo.
Keyla estaba furiosa, desde el momento en el que supo que su estafadora
había estado en el mismo departamento que ella sentía que la sangre le
hervía, aunque James la había tratado de calmar a base de sexo, nada había
funcionado, aun no comprendía que demonios había orillado a esa mujer a
robarle su dinero y gastarlo sin la más mínima preocupación, y lo que más
odiaba es que no podía cobrar venganza, Erick, la tenía atada de pies y
manos, al parecer ese hombre ere demasiado idiota como para proteger a
esa delincuente.
La puerta se abrió mostrando la presencia de Erick, y detrás de él la
mujer que era la culpable de todas sus desgracias. Casi se lanza a golpearla,
pero al ver la mirada vacía que tenía se detuvo en seco.
—Hemos llegado, Keyla ella es Darla Miller.
La mujer la miraba con miedo, no podía creer que esa fuera la culpable
de que sus planes de tener su propia empresa se vieran pausados. Al ver la
tristeza en sus ojos, le dio lastima, miró de manera interrogatorio a Erick,
estaba segura de que el culpable del vacío en sus ojos era él.
—No tienes nada que decirle a Keyla, Darla. —El tono de voz de ese
hombre la dejó descolocada, parecía realmente enamorado de esa mujer,
pero ahora tal parecía que la odiaba.
—Lo siento Keyla, te devolveré el dinero. Lo juro.
Dios, Keyla quería golpearla, estar furiosa con esa mujer, pero la verdad
es que su aspecto era lamentable, mucho se temía que la cárcel era mejor
que estar en las garras de su esposo de mentira.
—Erick puedes dejarme a solas con ella por favor.
Aunque al principio parecía no querer separarse de Darla, al final
accedió a dejarlas solas. Para odiarla tanto, estaba claro que la protegía de
lo que Keyla le podría hacer. El silencio entre las dos se volvió incomodo,
Darla porque no sabía cómo reaccionar, y Keyla porque se sentí incomoda
en ese lugar también.
—¿Quiero saber porque lo hiciste Darla?, que te orilló a tomar el dinero
de otra persona.
Al principio Darla solo agachó la mirada, estaba avergonzada, era muy
difícil para ella abrirse a las demás personas, pero a Keyla le debía una
explicación.
—He vivido desde siempre en la más absoluta pobreza, tenía tantos
sueños de estudiar para abogada, pero la falta de dinero siempre me lo
impido. Mis padres me abandonaron, crecí en casas de acogida. Hasta que
un buen día me escape del orfanato con un amigo, trabajé para subsistir, y
un buen día una amiga del bar donde estaba trabajando me dijo que un
primo de ella se dedicaba a falsificar documentos, la sorprendí cuando
entregaba un paquete. Al ver a la mujer que se lo entregaba tan fina y llena
de lujos creí que mi amiga vendía drogas, pero la sorpresa fue otra.
Platicamos mucho y me dijo que nunca saldríamos de esa pobreza. Que
éramos lo que los ricos llaman escoria. Se me hizo fácil hacer lo que esa
mujer, utilicé los ahorros que tenía y compré la documentación, mi amiga
me consiguió la membresía del club donde conocí a Erick. Y pagué todo
con tus tarjetas, pero se nos fue la mano, lo que yo creía que sería algo sin
importancia, resulto en una noche loca en las Vegas.
—Y de paso me conseguiste un esposo millonario y lo peor, me has
unido a un hombre enamorado de ti.
—Él no está enamorado de mí, de hecho, llegue ayer y me ha tratado
como si fuera una prostituta. Me odia por haber jugado con él. Me burle de
él.
—Pues el hombre que me fue a buscar a la oficina y que estaba
desesperado por encontrar a su esposa, en definitiva, no la odiaba. Me
confeso que lo volvías loco.
—Puede que en el plano sexual nos llevemos bien, pero solo eso, por
mucho que me humille tratándome como una mujerzuela, mi cuerpo
responde a sus carisias. Quiero irme, por favor Keyla, ayúdame, sé que soy
la última persona que te puede pedir ayuda, pero te lo suplico: ayúdame
salir de aquí. No lo soporto, no soporto su desprecio, ni la manera en que
me toma, por mucho que lo disfrute.
—Por Dios, estás enamorada, pero cuantos días convivieron.
—Estos días en los que he estado escondida para que la policía no me
encontrara, no podía dejar de pensar en él.
Capítulo 10
Darla separó los labios y cerró los ojos dejando que el viento le
acariciara el rostro, el agua de la playa mojaba sus pies desnudos. Acaricio
su enorme vientre cuando sintió que su hija le daba una patada. Los
primeros días después de llegar a la casa de James, estaba tan deprimida
que todo le daba igual. Pero Keyla la llamó y la amenazó con darle su
ubicación a Erick sino se levantaba de la cama y buscaba un empleo. James
le había conseguido una vacante en un hotel cercano a su casa, así que ahí
empezó a trabajar sirviendo las habitaciones.
Por mucho que le gustara la sensación de estar descansando en ese lugar
tenía que marcharse, porque turno en la tarde, Keyla le había dicho que
dejara de trabajar, que ellos la ayudarían hasta que naciera su hija, pero no
estaba dispuesta a ser una carga para nadie. Sintió que una mirada se posaba
sobre ella, pero volteó a todos lados y no encontró nada. Tal vez estaba algo
paranoica. Keyla le había llamado para contarle que al fin tenía firmado el
divorcio, aunque se negaba en redondo a preguntar por Erick, su amiga
parecía que no tenía ningún problema en decirle lo mal que lo había visto.
Llegó al hotel y se puso el uniforme de mucama, Susi le sonrió cuando
entró en la recepción para preguntar a qué habitaciones tenía que darles
servicio.
—Darla, ¿Cómo está el bebé hoy?
—Algo inquieto, aun nos faltan unas semanas para que llegue.
—Deberías estar descansando. No puede ser bueno para el bebé que
andes dando tumbos por el hotel.
—Descuida en tres semanas tengo la revisión y me darán la baja por
maternidad. Ahora voy a comenzar mi ronda antes de que alguien se queje.
—Ve a la habitación doscientos treinta, al parecer no han limpiado bien
su baño, pero ten cuidado, el hombre, aunque es guapo tiene un carácter de
los mil demonios.
—De acuerdo.
Fue a traer su carrito de limpieza, revisó que llevara todo, no quería estar
bajando y subiendo, aunque quería ser fuerte a veces se sentía cansada. Otra
fuerte patada le robó el aliento mientras tocaba la puerta de la habitación
doscientos treinta. Se recargó del carrito mientras se acariciaba el vientre.
—Cielo, por favor, hoy no, deja trabajar a mamá.
La puerta de la habitación se abrió sin decirle que entrara, pero sabía que
a veces algunos clientes eran muy groseros.
Empujó el carrito y se dirigió al baño que era de lo que se habían
quejado, estaba contando las toallas que dejaría, cuando sintió que un
estremecimiento le recorría la piel.
—Hola nena, parece que tenemos mucho de que hablar.
Darla se quedó anclada al piso, esa voz la hizo temblar. No comprendía
como la había encontrado, nadie sabía que la casa donde se alojaba era de
James, al parecer estaba a nombre de una de sus tías, y sobre su empleo, era
temporal así que solo le daban contratos sin estar en el sistema.
—Erick —susurro, impresionada, estaba tan guapo, aunque era verdad lo
que decía Keyla, estaba más delgado y parecía agotado.
—Solo eso vas a decir nena, he pasado un infierno buscándote, parecía
que te había tragado la tierra. Y cuando me miras solo dices mi nombre.
Al ver la furia en su mirada, Darla intento salir de la habitación, pero él
fue más rápido y la retuvo tomándola del brazo.
—Suéltame Erick, por favor.
—No te vayas nena, no de nuevo —dijo Erick envolviéndola entre sus
brazos, acariciando con sus labios el lóbulo de su oreja, odiaba sentir que se
derretía al más simple contacto con él— por favor escúchame. No me
abandones de nuevo.
—No tenemos nada de qué hablar Erick, te hice daño, me burle y
aproveche de ti.
—Te necesito nena, no puedo vivir sin ti, soy un idiota que de dejó llevar
por el enojo, pero estos meses sin ti he sentido que algo me faltaba en mi
vida, y eso no es más que tú. No quiero perderte, he sido un estúpido que no
supo ver a la mujer de su vida cuando la tuvo enfrente. —Darla ya no lo
pudo soportar y dejó escapar el llanto. Sentía que el corazón le iba a estallar
de la felicidad, había pasado noches enteras anhelando estar entre sus
brazos. Cuando se enteró que estaba embarazada recuperó un poco de la
felicidad que anhelaba al sentir que siempre tendría un pedazo del hombre
que amaba— perdóname nena. Regresa conmigo, te prometo que esta vez
será diferente.
—No tengo nada que perdonarte Erick, te he amado desde el primer
instante en que te vi. Estos meses alejada de ti he sentido morir, hasta que
descubrí que estaba embarazada. Al menos podría tener algo que fuera
también tuyo. Te amo tanto que a veces siento que me duele.
—No te vas a arrepentir cielo, me dedicaré a hacerte feliz, ahora soy
libre para convertirte en la señora Luke, ahora si serás mi esposa.
—¿Qué dices?
Dejándola sin habla, Erick se puso de rodillas mientras le mostraba un
hermoso anillo.
—Darla, te amo, y no hay nada que desee más que el convertirte en mi
esposa, por eso: me harías el honor de ser mi esposa, la madre de mis hijos
para ser felices por siempre.
—Sí, acepto, una y mil veces sí, te amo Erick, no hay nada que me haga
más feliz que ser tu esposa.
Epilogo
Fin