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No vuelvas a herirme

Sophie Saint Rose


Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo
Capítulo 1
Dahlia puso la jarra sobre la mesa al lado del Jarl y este le dio una fuerte palmada en el trasero
riendo a carcajadas. Ella forzó una sonrisa. —
¿Le gusta la cena, mi Jarl?
—La liebre está buenísima. ¿La has hecho tú, mujer?
—Claro que sí, mi señor. Sé que es su comida favorita.
—Eres la mejor cocinera de todo el fiordo.
Sonrió encantada. —Gracias, Jarl.
Se fue sintiéndose observada e incómoda apartó su trenza rubia del hombro antes de dejar otra jarra
de hidromiel de camino a la zona de la cocina. Ya estaban medio borrachos. Uno de los hombres
alargó la mano para cogerla por la cintura y se escabulló con agilidad haciendo reír a sus amigos.
Fue hasta la zona del hogar donde las mujeres preparaban la comida a su pueblo, que siempre se
reunía para la cena en la casa del Jarl.
Los niños corrían de un lado a otro mientras las risas y las voces lo
inundaban todo. Se acercó a Erika y susurró —Esta noche están muy pesados.
Su hermana apenas un año menor que ella la miró con sus mismos ojos verdes. —Ya no sé qué
hacer. Me duele el trasero de todas las veces que me lo golpean. Tengo morados.
—Entretente por aquí, ya me encargo yo.
Erika la cogió por el brazo. —El Jarl te mira mucho. Estoy asustada.
¿Y si…?
—No perderá a su mejor cocinera por llevarla al catre.
—No seas absurda, Dahlia. Cuando se emborrachan ni saben lo que hacen. A Nanna la violaron
ayer y cuando esta mañana fue a quejarse al Jarl le dijo que se casara para que su marido la
protegiera de quien quisiera levantarle las faldas. Las solteras sin padre estamos desamparadas. Y
cada vez hay más porque con sus incursiones regresan menos hombres.
—Shusss, hablaremos después.
Se volvió con dos jarras más en la mano cuando vio como se abría la puerta dando paso a varios
hombres. Se le cortó el aliento porque eran los hombres de Brandr y con el corazón en el puño
esperó impaciente que apareciera, mientras todos gritaban de la alegría por su llegada levantándose
de sus asientos para abrazarles. Dahlia estiró el cuello cuando al fin entró en
la casa riendo mientras varios le daban palmadas en la espalda. Su cabello negro ya le llegaba por
debajo de los hombros y la barba al pecho, pero ella solo pudo mirar sus ojos azules brillantes de la
alegría por estar de nuevo en casa. El Jarl riendo se acercó a su hijo y le dio un fuerte abrazo. —¡Por
todos los Dioses, estás más fuerte!
—Ha pasado un año, padre.
—¿Cómo no has avisado? Os hubiéramos recibido como os merecéis —dijo orgulloso.
Dahlia dio un paso hacia el grupo para escuchar mejor.
—El idiota de Ebbe perdió el cuerno en una tormenta. Hemos tenido un tiempo horrible a la vuelta.
Pero Odín estaba de nuestro lado.
—¡Por supuesto que sí! —Le dio una fuerte palmada en la espalda y su piel se abrió mostrando un
gran medallón de oro colgado del cuello y en la cinturilla de su pantalón portaba una daga con el
mango del mismo metal precioso, que llevaba una enorme piedra roja en el centro de la
empuñadura.
—Al parecer os ha ido bien.
Se echó a reír provocándole un vuelco al corazón. —Nos ha ido muy bien, padre. Ya lo verás. Ahora
queremos comer algo caliente.
Varios gritaron y ella sonrió dejando las jarras para correr hacia la cocina mientras el Jarl saludaba a
su otro hijo y a sus amigos. Cuando se
acercó a las mujeres dijo —Rápido, comida caliente para el hijo del Jarl y sus hombres.
Su hermana la miró de reojo y se sonrojó porque sabía lo que pensaba, pero hizo como que no la
veía cogiendo una fuente de cordero que acababan de servir. Impaciente porque la viera se acercó a
la mesa del Jarl y le contempló mientras se sentaba a su derecha. Al ver su fuerte espalda ya sin el
abrigo de las pieles sintió que se le secaba la boca por como su morena piel brillaba por la luz del
fuego de la chimenea. Sintió que unos calores recorrían su vientre y se detuvo en seco de la
sorpresa. El Jarl volvió a palmear el hombro de su hijo más orgulloso que nunca y la vio allí de pie.
—¡Muchacha sirve a mis hijos! ¿No has oído que están hambrientos?
Eso la hizo salir de su ensoñación y sonrojada se acercó de inmediato poniendo la comida en el
centro de la mesa.
—¿Traes esclavos, hijo?
Brandr cogió un pedazo de carne. —No quería que me quitaran espacio para las riquezas, padre.
—¿Riquezas?
Todos se quedaron en silencio y él dio un mordisco a la carne riendo por lo bajo. —Teníais que
verlo, hay oro al alcance de la mano. En nuestra
primera incursión apenas salimos de la playa y nos encontramos con un castillo.
—¿Un castillo? —preguntó su primo sin saber qué era eso.
—Es un edificio enorme hecho de piedras donde vive la gente de alcurnia y sus vasallos. —Miró a
su padre a los ojos. —Casi no tenían hombres para protegerles. Pasamos allí tres días. Las mujeres
tenían vestidos de telas que no habíamos visto nunca y eran tan hermosas que quitaban el aliento. —
Varios de sus hombres se echaron a reír y Dahlia gruñó por dentro porque era evidente que las
habían probado. —Y sus joyas, padre… —Se cogió el medallón del pecho. —Esto era de uno de
ellos. Era sobrino del rey y estaba allí de visita.
—Seguro que ya no vuelve.
—Ese ya no puede ir a ningún sitio.
Toda su gente se echó a reír dando golpes en la mesa y Dahlia sin poder evitarlo dio un paso hacia
ellos queriendo escuchar cada una de las palabras que salían de su boca.
—Por todos los dioses, ¿eres Dahlia? —preguntó Axe que sentándose en el banco frente a Brandr la
miraba con sus ojos castaños como platos.
Se puso como un tomate cuando Brandr se volvió mirándola de arriba abajo antes de girarse de
nuevo para seguir comiendo. Forzó una sonrisa al mejor amigo de Brandr que la miraba con sus
ojitos azules. —Sí, Axe… soy yo.
El rubio rio golpeando la mesa con fuerza. —Lo sabía. ¡Mujer, cómo has crecido! —dijo como si no
la hubiera visto en años—. ¿Y sigues soltera?
Las risas a su alrededor la sonrojaron aún más. —Sí, sigo soltera —
dijo entre dientes volviéndose y yendo hacia su hermana que muy nerviosa lo observaba todo con
un cuchillo en la mano como si fuera a lanzarse sobre alguien en cualquier momento—. ¿Quieres
dejar eso? Todo va bien.
Dejó el cuchillo sobre la mesa de madera. —Halls no deja de mirarme.
Echó un vistazo al hermano de Brandr que las observaba con una sonrisa de satisfacción en la cara
desde el final de la mesa donde estaba sentado con sus amigos. Al mirar sus ojos negros vio su
deseo hacia Erika.
Era muy parecido a su hermano y no era mala persona, todo lo contrario. Si tenía que elegir de entre
los dos, el que peor carácter tenía era Brandr sin duda alguna. Se acercó a Erika. —Si lo haces bien,
puedes salir beneficiada.
Es un buen hombre y te desea. Podría ser un buen marido.
La miró como si estuviera loca. —¿Quieres que me case con él?
—¿Ves a muchos tan apuestos como él por aquí?
Erika hizo una mueca antes de mirarle de nuevo y agachando la cabeza se sonrojó. —No me quita
ojo.
—Eres preciosa, ¿cómo no te va a mirar?
—Pues soy clavada a ti, así que también podría mirarte.
—¡Pero te mira a ti!
Varias mujeres se volvieron y gimió cogiendo del brazo a su hermana para acercarla. —Mira, no
tenemos mucho donde elegir y como ha dicho el Jarl necesitamos un marido. En cuanto se levante
de esa mesa veinte mujeres viudas o solteras se tirarán sobre él para compartir su lecho.
Tienes que interesarle lo suficiente para que mañana no te deseche por otra.
Si madre estuviera viva te diría que no compartas lecho con él.
—¿Y si me obliga?
—Entonces tendré que matarle.
Erika hizo una mueca antes de mirarle de nuevo de reojo y sonreír sin poder evitarlo. Para ser nueva
en el arte del amor se le daba muy bien.
Al contrario que ella que no sabía seducir a un hombre. Solo sabía rechazarles. Era lo que había
hecho los últimos seis años porque desde los doce no la dejaban en paz. De hecho, Axe lo había
intentado varias veces, al
contrario de Brandr que no lo había intentado nunca. Se mordió su grueso labio inferior pensando en
lo que haría si no conseguía a Brandr. Llevaba esperándole un año. Bueno, un año no porque había
soñado con él todas las noches desde que era una cría. Le había amado toda la vida y si no le hacía
caso tarde o temprano acabaría con uno de esos borrachos entre las piernas.
Igual si su hermana se casaba podría librarse. Halls era hijo menor del Jarl y le debían respeto. Pero
si no se casaba, eso implicaría que no tendría hijos.
Un niño moreno pasó ante ella gritando con un pedazo de pan en la mano. Huía de otro más mayor
que llevaba una espada de madera y no con buenas intenciones. Se interpuso entre ellos y puso las
manos en jarras. —
¿Qué haces, Bo?
—Me ha robado el pedazo de pan. —Se volvió y cogió un pedazo de la mesa tendiéndoselo. —¡Ya,
pero yo quería ese!
—¿De veras? Pues como no cojas este, te quedarás sin pan toda la semana.
Miró el pedazo que tenía en la mano y lo cogió antes de salir corriendo en dirección contraria.
Sonrió divertida porque las amenazas siempre funcionaban. Al menos con los niños. Al mirar el
enorme salón y ver a la mitad de los hombres borrachos gruñó. Iba a ser una noche muy larga.
Casi todos los suyos ya se habían ido después de la gran fiesta. Solo quedaban algunos borrachos
tirados por el suelo y los hombres del Jarl en su mesa hablando con él. Recogiendo miraba de reojo
hacia ellos. Brandr estaba de espaldas y solo veía su perfil que parecía muy serio escuchando lo que
decía su padre. Para estar hablando de riquezas y victorias estaba muy tenso. Brandr asintió
levantándose y le hizo un gesto a Axe que se levantó de inmediato al igual que Halls que le guiñó
un ojo a Erika antes de ir tras ellos.
—Hijo…
Halls se volvió hacia su padre y él le hizo un gesto con la mano para que se acercara. Lo hizo y
Adalsteinn le cogió por la nuca para que se agachara hablando con él con firmeza como si estuviera
enfadado.
Extrañada miró a Erika que les observaba preocupada.
—No te preocupes, hablaré con él.
—Hazlo. —De repente sonrió soltándole. —Me alegro de que estéis de vuelta.
—Gracias, padre.
—Ve con él. Que traigan mi parte de ese fantástico tesoro a la casa.
Mañana le echaré un vistazo. Me acostaré enseguida y tenéis que hacer el reparto.
—Sí, Jarl.
Las hermanas se miraron. No se podían retirar hasta que lo hiciera el Jarl por si necesitaba algo. Es
lo que había al no tener familia. Las más ancianas les dejaban el trabajo a las jóvenes y se retiraban
después de la cena para que ellas limpiaran. Afortunadamente solo quedaban en la mesa él y su
mano derecha. Balder se levantó con su cuerno en la mano y se sentó a su lado. Limpiando la mesa
de al lado escuchó —¿Estás seguro de esto?
El chico no se lo ha tomado nada bien.
—Ya he esperado mucho tiempo. Se empeñó en irse y no ha vuelto en un año. —Rio por lo bajo tras
su espesa barba encanecida. —Es rebelde, pero acatará mis deseos.
—Es una buena alianza, de eso no hay duda.
—Y no hay mujer más hermosa en los fiordos que Ragna. Su belleza es inspiración de poetas. Al
menos eso dice su padre.
A Dahlia se le cortó el aliento dándose cuenta de lo que querían decir. Una alianza con el fiordo
vecino. Había oído hablar de Ragna porque todo el mundo sabía de su belleza. Era la hija predilecta
de Stern
Genderson, un Jarl muy rico que presumía de los botines que había conseguido en sus incursiones.
Sintiendo que el miedo la atenazaba se mordió el labio inferior. No podían casarse. ¿Qué sería de
ella?
—¿Qué te ha dicho Brandr? ¿Se ha negado en redondo?
—No haría algo así llevándome la contraria, pero como has visto no ha puesto buena cara. Halls
hablará con él y le hará entrar en razón.
—Una mujer por aquí, y con poder además, complicará las cosas.
Recuerda a tu esposa, no hacía más que provocar conflictos.
—A mí con que sea fértil… Necesito nietos, Balder. Ya le cerrará la boca mi hijo.
Balder rio por lo bajo. —Sí, no tiene mucha paciencia.
El Jarl bebió de su jarra de oro regalo de su hijo en su última incursión. —Este ha sido su último
viaje.
Su amigo le miró sorprendido. —Eso sí que no le va a gustar.
Disfruta mucho de sus correrías.
—Es mi heredero. Debe empezar a encargarse de su gente.
—¿Temes estirar la pata?
El Jarl se echó a reír a carcajadas. —¿Cuánta hidromiel has bebido?
—No tanta como debería, pero es hora de retirarse. —Se levantó y le dio una palmada en el hombro
a su amigo. —Estos viejos huesos
necesitan una mujer caliente para dormir y mi esposa me espera en casa.
—Aquí tienes mujeres de sobra.
—Ya me he acostumbrado a ella. Buenas noches.
Dahlia fue hasta el hogar a toda prisa llevando varios cuencos y sintió la mirada del Jarl sobre ella.
Nerviosa dejó los cuencos en el agua para fregar y su hermana se puso a su lado lavándolos a toda
prisa.
Escucharon como el Jarl suspiraba y se levantaba de su enorme silla. —
Dejad eso para mañana. Es muy tarde.
Se volvieron incómodas. —Sí, Jarl. —Ligeramente empujó con el codo a su hermana que fue hasta
sus pieles mientras ella se secaba las manos. Se puso la piel a toda prisa cubriéndose su cabello
rubio con la capucha. —Que descanse, mi señor.
Él mirando la jarra de oro asintió y ambas cogidas de la mano salieron de la casa del Jarl. Al cerrar
la enorme puerta se miraron a los ojos.
—Abrígate no te pongas enferma.
Empezaba a hacer frío y las nieves no tardarían en llegar. Un viento helado las acompañó hasta su
pequeña casita en el centro de la aldea y en cuanto entraron Dahlia pasó el tablón asegurándose de
que nadie las sorprendiera durante la noche, mientras su hermana avivaba el fuego.
—¿Qué ocurre? Cuando hablaban te quedaste pálida.
Se quitó la piel y angustiada se apretó las manos. —El Jarl quiere que Brandr se case.
—Eso es estupendo, así buscará esposa. —Por la expresión de su rostro perdió la sonrisa. —Ya ha
decidido quién será su esposa.
—Sí, Ragna la hija de Genderson.
—Rayos… —Se sentó sobre la cama que compartían. —¿Y qué vas a hacer?
—¿Acaso puedo hacer algo? ¡La decisión está tomada! —Muy inquieta empezó a caminar de un
lado a otro apretándose las manos. Eso no se lo esperaba. Siempre había creído que Brandr se
casaría con alguna de las suyas. Hizo una mueca. Sueños estúpidos eso habían sido, porque era
lógico que siendo el hijo mayor del Jarl aportara un buen matrimonio.
Angustiada susurró —¿Cómo voy a casarme con otro? Los hombres escasean y… ¡No me gusta
ninguno!
—A mí me has dicho…
—¡Sé lo que te he dicho! —Se pasó las manos por su cabeza apartando los mechones rebeldes. —
No disimules conmigo, Halls te parece muy apuesto. Siempre le miras con ojos de carnero
degollado.
Erika se puso como un tomate levantando la barbilla. —Menuda mentira. Es uno de tantos. ¡Y hace
un año que no le veía! Además, seguro
que no quiere casarse y si lo hace su padre le casará con una como Ragna para crear otra alianza.
Se mordió el labio inferior porque tenía razón. Era su segundo hijo, pero podría hacer un buen
matrimonio con él. —¿Qué hacemos?
Erika sonrió con tristeza. —Nuestro destino no es casarnos con los hijos del Jarl. Un herrero, un
labriego, incluso un guerrero si tenemos suerte, pero no un hombre importante dentro de nuestro
pueblo. Deja de soñar.
—¡No puedo!
Su hermana suspiró empezando a abrirse los costados del vestido y levantando los brazos se lo sacó.
—Ya decía madre que tenías demasiados pájaros en la cabeza.
—¿Y qué tiene de malo soñar, Erika? —Su hermana la miró a los ojos. —¿Por qué nosotras no
podemos soñar? Ellos pueden subirse a esos barcos y recorrer mares buscando riquezas mientras
nosotras nos quedamos aquí trabajando como bestias. Ni siquiera nos protegen cuando lo
necesitamos. Yo trabajo para el Jarl de sol a sol, ¿y dónde están mi parte de esas riquezas? ¿Dónde
están las tuyas?
Erika entrecerró los ojos. —Tienes razón.
—Si no nos quedara soñar, si esta fuera la vida que llevaría hasta mi muerte, me tiraría desde el
acantilado al fiordo. La única maldita esperanza que tenía era que Brandr se fijara en mí y vivir con
el hombre al que amo, pero ya no me queda nada. —Sus ojos se llenaron de lágrimas. —No puedo
vivir aquí si no voy a hacerlo con él.
Su hermana la abrazó con fuerza. —¿Ni por mí? —Dahlia se aferró a ella y sollozó sobre su
hombro. —Todavía no está todo perdido. Puede que no se casen. Igual no es lo que los dioses tienen
preparado para él.
—Si lo ha dicho Adalsteinn es como si lo hubiera dicho el mismo Odín. —Se apartó sorbiendo por
la nariz. —No me quedaré aquí viendo cómo vive con esa mujer. Como ella pare a sus hijos.
—Dahlia… ¿Qué estás pensando?
Levantó el rostro para mirarla con sus preciosos ojos verdes cuajados en lágrimas. —Me voy más al
sur. ¿Vendrías conmigo? Por las conversaciones de los hombres sé que en Heirst mercadean con las
pieles.
Con dinero podríamos tener nuestra propia tienda. Podríamos vender telas.
Los ojos de su hermana brillaron. —¿Tú crees?
—Trabajaríamos para nosotras. Seríamos libres.
—Pero no tenemos dinero. Solo los brazaletes de plata de madre. Y
eso no dará para mucho.
—Porque nadie nos compensa por nuestro trabajo —dijo con rabia
—. Solo nos alimentan. ¿Por qué tengo que pedir telas para hacer unos vestidos cuando me las he
ganado? Todo tenemos que pedírselo a Sigrid como si fuéramos pedigüeñas.
Se quedaron en silencio durante varios minutos pensando en la solución. Mordiéndose el labio
inferior se miraron a los ojos y Erika fue la primera que se atrevió a hablar. —¿Y si cogemos parte
del tesoro del Jarl?
Se lo están llevando en este momento, ¿no? Ni se enteraría de que le falta algo porque seguro que
no lo revisa en condiciones hasta mañana.
Dahlia sonrió. —Me has leído el pensamiento. —Su hermana se sentó en la cama y se quitó las
botas. —¿Qué haces?
—Dormir. Hay que dejar que pase parte de la noche para entrar en la casa del Jarl y asegurarnos de
que estén dormidos sus hijos y él.
Puso los brazos en jarras. —Pero hay muchas cosas que planificar.
¿Cómo huimos?
—En la barca de padre.
Parpadeó porque parecía muy segura de lo que decía. —¿Y los vigías?
—Vamos, somos nosotras… ¿Por qué iban a negarse a que pasemos? Además, tenemos una prima al
otro lado del fiordo. Bien
podemos ir a verla antes de que las nieves lo impidan.
A toda prisa se quitó el vestido de arriba y se descalzó. —Déjame sitio.
—¿Por qué no duermes en la cama de padre?
—Porque tú me das calor. ¡Hazme espacio!
—Serás mandona.
Se acostaron una al lado de la otra y Dahlia susurró —¿Tienes miedo?
—Llevo teniendo miedo seis años desde que murió madre, así que esto no será nada.
—Yo estoy asustada. —Su hermana se volvió para mirarla incrédula. —A veces tengo miedo,
¿sabes? No soy de piedra.
—Tú no tienes miedo a nada. Solo te apena no volver a ver a Brandr.
Suspiró mirando el techo. —Cada vez que me levanto pienso en él.
Y lo hago desde hace tanto tiempo… Es la única ilusión que he tenido en mi vida. Lo que me ha
hecho seguir adelante durante estos años.
—Lo siento.
Una lágrima corrió por su sien. —Es una tontería, nunca me ha hecho caso. Jamás me ha dirigido
una palabra amable. Solo he recibido
órdenes.
—Pues Halls siempre ha sido amable conmigo. Siempre me sonríe cuando me ve.
Parecía que había pena en su voz. —¿Estás segura de que quieres hacer esto?
—No podría vivir sin ti. Eres lo que más amo en la vida y si has decidido irte me voy contigo. Hace
un año pensé que le quería, pero se fue y durante este tiempo me he dado cuenta de que todos los
hombres son iguales. No les importamos más allá de calentarles la cama, llenarles la panza y darles
hijos.
—Pues está decidido.
Cinco horas después entraron en la gran casa sin hacer ruido. Para atravesar el salón rodearon a un
borracho que tirado en el suelo ante la puerta roncaba a más no poder.
En silencio fueron hasta la puerta que separaba la parte privada de la casa del Jarl. En ella había
ordenado hacer cinco habitaciones donde su familia dormía. Ahora solo se ocupaban tres
habitaciones, porque su esposa había fallecido con la misma enfermedad que se llevó a la suya y la
otra se
usaba para guardar los tesoros del Jarl, que eran cuantiosos, porque todo el que utilizara sus barcos
para las incursiones tenía que darle dos tercios de las ganancias. Incluso sus hijos. Y eso le había
salido muy rentable convirtiéndole en un hombre rico.
Dejaron la puerta abierta para que la luz que llegaba de la chimenea del salón iluminara el pasillo.
Dahlia miró a su hermana y ambas se detuvieron ante la puerta que les interesaba, que era la primera
a su derecha.
El Jarl había decidido que sería esa porque también almacenaba allí sus armas y quería que
estuviera cerca del salón en caso de ataque. Sabían que se estaban jugando el cuello y no podían
cometer errores. Precavida cogió la grasa de cerdo que llevaba en la mano y la untó en el pasador de
hierro para que se deslizara sin hacer ruido. No había candado porque su Jarl estaba seguro de que
los suyos jamás le robarían. Puede que eso las ayudara a que no las descubrieran. Tiró del pasador
lentamente conteniendo el aliento y la puerta se abrió. Con el corazón retumbando en su pecho miró
hacia las puertas de los chicos sin preocuparse por el Jarl que siempre dormía como un tronco.
Empujó la puerta lentamente y entraron en la habitación. Casi no se veía nada y le hizo un gesto a su
hermana que salió de la habitación como un fantasma. Sin moverse se quedó allí de pie intentando
acostumbrarse a la oscuridad, pero como no había ventanas para evitar el frío en invierno, había que
ser un topo para ver algo. La luz se fue
acercando y llegó su hermana con una antorcha. Cogió la argolla de la pared y la colgó. Se quedaron
sin aliento al ver amontonado en un lado de la habitación un auténtico tesoro. Había monedas, joyas
y hasta lo que parecía una corona. Sujetó a su hermana del brazo y se acercó para susurrarle —
Coge solo monedas.
Asintió y mientras ella vigilaba, Erika empezó a coger monedas una por una para guardarlas en una
bolsa de rafia. Lo hacía lentamente para no hacer un solo ruido, pero Dahlia se impacientó. Estaban
tardando demasiado. Sacó la cabeza de la habitación para vigilar el pasillo, pero no se escuchaba
nada. Se sobresaltó al ver a su hermana a su lado y miró la bolsa. ¡Casi no había cogido nada!
Gruñó cogiendo la bolsa y Erika negó con la cabeza. —Se darán cuenta. Es suficiente —susurró
nerviosa.
—Vigila. —Se acercó al oro y se agachó. Cogió un puñado de monedas y las metió en la bolsa. Una
de ellas hizo un ruidito al chocar con las demás y se les cortó el aliento mirando la pared de al lado.
Al no escuchar nada cogió otro puñado y se levantó. Vio un anillo hermosísimo con una piedra
verde y lo cogió. Pensando en su hermana cogió otro muy parecido con una piedra azul y los metió
en la bolsa volviéndose. Su hermana cogió la antorcha y salieron sigilosamente mientras Dahlia se
colgaba la bolsa en el cinturón del vestido inferior. Con la piel que la cubría no se vería.
Mientras su hermana devolvía la antorcha a su sitio, ella cerró la puerta y con la piel limpió la grasa
lo mejor que pudo. Salió al salón y cerró la puerta lentamente. Al volverse vio que su hermana ya
estaba en la puerta esperándola impaciente y caminó hacia allí. Uno de los borrachos tirados en el
suelo se volvió hacia ella farfullando algo y se le detuvo el corazón por si abría los ojos. Erika
susurró —Corre.
Lo más aprisa que pudo fue hacia la puerta y salieron de allí a toda prisa. Dahlia corrió hacia la casa
y su hermana la siguió sin rechistar.
Cuando cerraron la puerta la miró como si estuviera loca. —¿Qué haces?
Ese no era el plan.
Dahlia chasqueó la lengua. —Es que he pensado que si nos vamos ahora y sin avisar se darán cuenta
de que hemos hecho algo. Tenemos que quedarnos un tiempo.
—¿Estás loca? ¡Nos matarán! ¡Tenemos que irnos cuanto antes!
—¿Acaso crees que no nos seguirían? ¡Y nos encontrarían!
Entonces sí que estaríamos muertas. En una semana o dos decimos al Jarl que nuestra prima nos ha
invitado a vivir con ella y nos iremos sin sospechas. Si nos vamos ahora sí que sospecharán.
Erika entrecerró los ojos. —¿Y qué hacemos con eso? Porque si se dan cuenta de que les hemos
robado registrarán las casas.
Los ojos verdes de Dahlia brillaron y cogió un cucharón de madera.
—Vuelvo enseguida.
—¿Voy contigo?
—No, lo enterraré al lado de las rocas.
—Pero llegarás al amanecer. ¿Y si alguien te ve?
—¿Qué más da que me vean al amanecer? Siempre me levanto a esa hora. —Su hermana cogió la
cesta de la ropa y se la tendió. —¡No! ¡Te toca a ti!
—Si vienes con la ropa lavada no lo verán tan extraño.
Bufó cogiendo la cesta y escondió el cucharon en él. —Muy bien.
Tú puedes dormir un par de horas más.
—¿Crees que voy a dormir después de lo que acabamos de hacer?
—preguntó de los nervios.
—No volveremos a hablar de esto. A partir de ahora somos ciegas y mudas. No sabemos nada de
nada.
—¿Y si castigan a alguien por esto? ¿Qué vas a hacer?
—¿Acaso crees que ellos confesarían por nosotras? —Erika negó con la cabeza. —Exacto. Estamos
solas, así que solo tenemos que preocuparnos por nuestro trasero como llevamos haciendo desde
que murió madre. Acuéstate y olvídalo hasta que sea hora de irse.
—Bien, Dahlia.
La besó en la mejilla y salió de la casa. Escuchó como su hermana cerraba tras ella. Atravesó la
aldea y siguiendo el fiordo se alejó en la oscuridad conociendo bien hacia donde iba. Subió una
colina y al llegar a las rocas que daban a un acantilado dejó la cesta en el suelo. Miró a su alrededor
y se agachó a toda prisa cogiendo el cucharón para escarbar en la tierra que estaba blanda por las
lluvias de los últimos días. Cuando hizo un hoyo lo suficientemente hondo sacó su botín metiéndolo
en su interior.
Empujó la tierra con las manos y lo cubrió. Cuando terminó y se levantó, miró la roca que tenía al
lado memorizándola. Pisó la tierra con el pie y para asegurarse de que no lo vería nadie si pasaba
por allí, cogió una pequeña roca con ambas manos y la puso encima. Sonrió cogiendo la cesta y tiró
la cuchara por encima de las rocas. Cuando se dio cuenta de que la luz del amanecer empezaba a
verse en el horizonte, corrió colina abajo con la cesta. Tenía que darse prisa.
Al llegar a la ribera del fiordo se arrodilló cogiendo uno de los vestidos inferiores de Erika. Lo mojó
jurando por lo bajo por lo helada que estaba el agua. Cogió el jabón y lo frotó enérgicamente
lavando lo más aprisa que podía. Estaba casi terminando cuando escuchó un crujido tras ella y se
tensó. Miró sobre su hombro y se le cortó el aliento al encontrarse
a Brandr tras ella. Con los ojos entrecerrados se puso a su altura mirando el horizonte y Dahlia se
quedó de piedra sin saber qué hacer.
—Te has levantado temprano —dijo él como si nada.
—Siempre tengo cosas que hacer antes de ir a la casa del Jarl —
susurró antes de seguir frotando.
Él miró sus manos enrojecidas mientras a ella el corazón parecía que iba a salírsele del pecho. Sabía
algo pues jamás le había hablado por hablar.
Si lo hacía era porque sabía lo que había hecho. Pálida aclaró la prenda varias veces sin que él le
quitara ojo. —Hace un año que no he estado aquí y todo sigue exactamente igual.
—Aquí nunca pasa nada. —Escurrió la prenda deseando salir corriendo, pero la retorció varias
veces antes de dejarla en la cesta con las demás.
Se puso como un tomate al ver que solo le quedaba uno de los paños que usaba cuando tenía el
periodo y él se tensó al ver la mancha fresca pues era de cuando se había levantado. —¿Y esa
sangre?
Sin saber que decir levantó la cabeza. —¿Qué?
—¿Te has herido?
—Es cosa de mujeres —farfulló apartando la mirada.
La observó con una intensidad que la sonrojó y ella frotó el paño hasta que la mancha desapareció.
Muy avergonzada escurrió el paño y lo tiró sobre la ropa mojada. —¿Por qué no te casas, Dahlia?
Se levantó cogiendo la cesta. —¿Es importante?
La cogió por el brazo deteniéndola y Dahlia sintió que la traspasaba un rayo. Nunca la había tocado
y nunca hubiera pensado que se sentiría así.
Se miraron a los ojos y él siseó —Yo diré si es importante o no.
—Porque no quiero.
Miró su bello rostro como si lo que viera le atrajera. Su corazón casi grita de felicidad en su pecho
mientras latía alocado. —Es increíble lo que has crecido cuando hace nada eras apenas una niña.
Esa frase fue como si la tirara a las heladas aguas del fiordo porque demostraba que ni se fijaba en
ella. —¡Pues no era ni soy una niña! —
Apartó el brazo y caminó hacia la aldea. Al llegar a la primera casa miró sobre su hombro para ver
como la observaba con una sonrisa en el rostro.
Levantando la barbilla miró al frente antes de echar a correr haciéndole reír.
Cuando llegó a la casa golpeó la puerta. Su hermana abrió de inmediato y entró a toda prisa. —
Cierra, cierra.
—¿Qué ocurre? —Erika se llevó la mano al pecho. —Nos han pillado.
—No. —Dejó la cesta en el suelo y la miró con los ojos como platos. —Me ha mirado. ¡Me ha
hablado!
—¿Quién?
—¿Quién va a ser? Brandr fue al río cuando estaba lavando. —Aún impresionada se llevó la mano
al pecho donde su corazón latía acelerado.
—Y me ha hablado.
Su hermana no se lo podía creer. —¿Qué te preguntó? ¡Qué te dijo!
Por Thor, lo sabe. Estamos muertas.
Aún maravillada por todo lo que había sentido a su lado miraba al vacío pensando en cada una de
sus palabras. El tortazo de su hermana la hizo jadear llevándose la mano a la mejilla. —¿Qué haces?
—¡Mira, tú puedes soñar con el hijo del Jarl, pero yo me juego el cuello, así que vas a decirme cada
palabra que ha salido de su boca!
Apenas dos minutos después su hermana la miraba como si estuviera loca. —Yo hablo más con el
herrero y mira que no tengo relación con él.
—¿No te das cuenta? ¡Nunca me había hablado porque sí! —
Ilusionada se levantó. —Igual aún tengo una oportunidad.
—¿Estás loca? Sabes tan bien como yo que lo que dice el Jarl se hace sin rechistar. ¡Se va a casar
con otra!
Su sueño se esfumó de un plumazo y pensando que su hermana debía creer que era tonta, asintió
antes de ir hacia la puerta disimulando lo mal que se sentía porque hubiera explotado su burbuja. —
Voy a la casa del Jarl. Hay mucho que hacer después de que ayer nos fuéramos sin terminar.
Seguro que Sigrid nos lo reprocha. Tiende la ropa y reúnete conmigo allí.
—No quiero desilusionarte, pero…
—Tienes razón. Es una tontería mía.
Erika la observó preocupada mientras salía de la casa. Reprimiendo las ganas de llorar porque sabía
que su hermana tenía razón fue hasta la casa del Jarl y al pasar al lado del borracho que seguía allí
tirado le pegó un puntapié en la cadera. —¡Tengo que fregar! —Molesta fue hasta el hogar y cogió
el atizador para revolver las ascuas. Tenía que hacer los cereales para el desayuno y el pan de
centeno porque casi se había acabado la noche anterior. Con ganas de atizar a alguien tiró dos leños
al fuego y cuando se volvió se puso como un tomate al ver a Brandr sentado en la mesa mirándola
divertido. Dahlia carraspeó —Todavía no he hecho…
—Tráeme algo de carne de ayer y queso.
Se quitó la piel dejándola en el gancho que tenía en un lateral y nerviosa se pasó las manos por el
vestido antes de quitar el paño que tenía
sobre la carne del día anterior. Cogió el cuchillo cortando algunas lonchas y lo puso en un plato con
algo de queso con pan. —¿Quieres leche agria?
Él negó con la cabeza. Sabía que odiaba la leche, así que cogió una jarra y la hundió en el barril de
la cerveza para acercarse a él. Se lo dejó delante e iba a volverse cuando él preguntó mirándola a los
ojos —¿Has desayunado?
—No, es temprano para mí. —Se retorció las manos antes de ir hacia el hogar. Terminó de lavar los
platos de la noche anterior y cogió el cubo del agua sucia recorriendo el salón mientras él
entrecerraba los ojos.
Regresó con él lleno de agua limpia y aclaró los cacharros antes de empezar a secarlos. Cuando
terminó cogió el saco de harina y lo arrastró por la cocina para llegar a la mesa. Tiró la harina de
cebada sobre la superficie y empezó a hacer la masa. Con ambas manos empezó a apretar la mezcla
una y otra vez. Cuando se atrevió a mirar a Brandr él masticaba lentamente sin quitarle ojo. —
¿Quieres algo más?
Negó con la cabeza sin contestar, pero no dejaba de mirarla. Se sonrojó agachando la cabeza y
repartió más harina. Era trabajoso, pero ya estaba acostumbrada. Cuando llegó Sigrid estaba
haciendo los cortes que siempre les hacía a sus panes en forma de equis. Al verla suspiró del alivio
porque al menos el pan estaba listo para meter en el horno que estaba en la pared y que ya caliente
esperaba la masa. La mujer como siempre recorrió
el salón arrugando la nariz como si algo oliera mal. Se quitó la piel colgándola al lado de la suya
cuando se giró poniendo los brazos en jarras.
—¿Todavía no has hecho los cereales para el desayuno?
Sudorosa pasó su mano por debajo de la nariz antes de contestar —
No han traído la leche.
—¡Pues deberías haber ido tú a por ella!
Dahlia miró de reojo a Brandr que se enderezó en la silla. No las miraba, pero sabía que no había
perdido palabra. —Iré ahora mismo.
—¡Venga, date prisa! ¡El Jarl estará a punto de levantarse!
Corrió cruzando el salón y salió de la casa. En ese momento llegaba su hermana con la leche y
sonrió radiante. —Sabía que ese idiota no la ordeñaría a tiempo. Ayer estaba demasiado borracho.
Riendo entraron en la casa con los dos cubos y su hermana al ver a Brandr perdió la sonrisa de
golpe. —Buenos días.
—Buenos días, Erika. —Bebió de su jarra mirando los cubos a rebosar de leche. —Sigrid, más
cerveza.
La mujer le hizo un gesto a Dahlia como siempre y después de dejar el cubo se volvió hacia él para
coger su jarra. Él cogió su muñeca y siseó —
Se lo he ordenado a Sigrid.
Avergonzada se volvió hacia la mujer que parecía sorprendida. —¿O
acaso te crees más que las demás, vieja?
—Es la que manda —susurró Dahlia.
Él entrecerró los ojos. —¿La que manda? —Se levantó de la silla lentamente. —¡Aquí quien manda
soy yo!
—Sí, por supuesto. —Sigrid apurada cogió una jarra limpia y la metió en el barril antes de ir hacia
él dejándola sobre la mesa. La miró fríamente y la mujer se sonrojó. —¿Algo más?
Él se volvió saliendo de la casa pegando un portazo que despertó de golpe al borracho. Sintiendo
que su corazón saltaba de la alegría observó la puerta.
—¿Pero qué miras, tonta? ¡Ponte a trabajar! —gritó Sigrid furiosa.
Corrió hacia el hogar donde su hermana ya había puesto la leche a calentar. Se miraron a los ojos
reprimiendo una sonrisa antes de continuar con su trabajo.
Capítulo 2
Apenas un par de horas después cuando el Jarl estaba rodeado de sus hombres, llegó el hijo del
encargado del establo con cara de mala leche.
Dustin tenía quince años y era delgado como un junco. Al ver que se ponía a su lado preguntó —
¿Querías algo?
—El hijo del Jarl me ha ordenado que venga a ayudar. Que si hay que coger pesos lo haga yo a ver
si así me hago fuerte. Pero solo cojo pesos.
Nada de cocinar, que eso es de mujeres.
Al ver sentado a Halls al lado de su padre supo que la orden había salido de Brandr y su corazón
saltó en su pecho sin poder evitarlo. ¿Lo hacía por ella? No, claro que no. —Pues empieza
moviendo esos barriles vacíos fuera del salón y trae unos llenos.
Él miró los barriles y se alejó refunfuñando —Seguro que pesan como muertos.
Rio por lo bajo volviéndose para seguir cortando la carne cuando vio que Brandr entraba en la casa.
Sin mirarla fue hasta su padre y le susurró algo al oído. El Jarl le miró sorprendido y de repente se
levantó saliendo del salón sin dar explicaciones. Las hermanas se miraron mientras los hombres del
Jarl se levantaban yendo hacia la puerta con curiosidad.
El chico entró en ese momento, pero ella le hizo un gesto para que saliera señalándose el ojo
después. Dustin entendió saliendo de nuevo. —
¿Qué crees que ha pasado? —preguntó su hermana asegurándose de que las demás estaban lo
bastante alejadas y que no las escuchaban.
—Ni idea, pero Dustin se enterará por nosotras.
De repente varios corrieron fuera de la casa y se tensaron. —¿Qué ocurre?
Sin poder evitarlo corrió hacia afuera para ver como Brandr le pegaba un puñetazo al herrero
tirándolo al suelo. —Ahora me vas a explicar eso de que faltan cuatro caballos. —Le agarró por el
cabello elevando su rostro que sangraba por la nariz y la boca. —¿Dónde están?
—No lo sé.
—¡Qué traigan al encargado del establo!
Dustin palideció. —¡Mi padre no ha hecho nada!
Con el corazón encogido vio como arrastraban al padre de Dustin hasta el hijo del Jarl que le cogió
por la camisa acercándole a su rostro. —
¡He contado cuatro caballos menos y mi padre me ha dicho que no los ha vendido! ¿Se han muerto
durante este año?
—No —dijo pálido mirando al herrero—. Es más, han nacido cuatro.
—¡Entonces faltan ocho! ¿Dónde están?
—Ya se lo he dicho, el herrero se los llevó diciendo que cumplía órdenes del Jarl. No los he visto de
nuevo.
Fue un alivio cuando lo soltó para mirar hacia el herrero que muy asustado pateó hacia atrás. —
Colgadle al poste.
Sus hombres le arrastraron hasta el poste que estaba en el centro del patio y le ataron las manos a la
cuerda que colgaba de él para después estirarle con fuerza casi haciendo que se pusiera de puntillas.
Axe le rasgó la parte de atrás del chaleco que llevaba mostrando su espalda. —Ahora me vas a decir
qué has hecho con los caballos de mi padre.
Cogió un látigo de siete colas y Dahlia se estremeció por la frialdad de su rostro. El látigo cruzó su
espalda marcándola de parte a parte. El herrero no gritó. Simplemente cerró los ojos con fuerza,
pero no abrió la boca. Y no iba a hablar porque si lo hacía sabía que sería su sentencia de
muerte. Solo esperaba que el dolor no le hiciera decir aquello que le llevaría con sus antepasados.
—¡Dónde están mis caballos! —repitió Brandr antes de darle de latigazos de nuevo. Dahlia asustada
miró a su hermana que cogió su mano sabiendo que si se enteraban de que habían robado ese oro
correrían la misma suerte. Perdió la cuenta de los latigazos que le propinó y el herrero agotado no lo
resistió más y susurró —Genderson. Se los vendí a Genderson en primavera.
Dejó caer la mandíbula del asombro. Brandr miró a su padre que gruñó. —Miente.
—Padre…
—¡Miente! ¡Sácale la verdad!
—¡Es la verdad! —gritó la mujer del herrero—. ¡Llegaron a un acuerdo! Le dije que no lo hiciera,
que se darían cuenta. —Se echó a llorar.
—¡Pero él le respondió que si eso pasaba nos acogería en su pueblo!
—Quería robar más cuando llegara la primavera —dijo Brandr con rabia—. Registrad su casa.
—¡No le pagó! —gritó asustada—. ¡Cuando llegó con los caballos dijo que lo haría, pero no lo
hizo! ¡Lo juro! ¡Le engañó sabiendo que no abriría la boca!
Sus hombres no le hicieron caso y ella desgarrada intentó acercarse a su marido, pero uno de los
hombres la apartó cogiéndola por la cintura.
Dahlia no sabía por qué lloraba tanto cuando todo el mundo sabía que si iba bebido de más la
pegaba. Un día hasta la echó de la casa y ellas habían tenido que acogerla.
Su hermana tiró de ella al interior de la casa. —No se va a casar con Ragna.
—¿Qué dices?
—Utilizará esto para decir que no son de fiar. ¿No has visto su rostro? Seguro que ahora está
esperando a que no encuentren nada.
—Su padre no le cree. Lo negará. Es la palabra de un Jarl contra la de un herrero. ¿De qué parte
crees que se pondrá?
—¿Qué iba a hacer con los caballos sino?
Eso era cierto y seguro que Brandr estaba pensando lo mismo.
Volvieron a salir justo en el momento en que Halls llegaba negando con la cabeza. —¿Seguro? —
preguntó su padre muy tenso.
—Seguro, padre. Hemos registrado toda la casa.
—Lo enterraría por ahí —dijo el Jarl con desprecio.
—¡No! —gritó el herrero—. ¡No me pagó! Dijo que lo haría cuando viniera a la boda de su hijo,
Jarl. ¡Lo juro!
Todos se miraron impresionados porque era una noticia que no se sabía y Brandr miró a su padre
que entrecerró los ojos antes de ordenar —
Matadle.
—¡No! —gritó su mujer desgarrada—. ¡Le engañaron!
—¡Nos ha traicionado! —gritó Brandr—. ¡Y suerte tienes de conservar la cabeza sobre los hombros
porque tú lo sabías, zorra! ¡Debería matarte a ti también!
Varios gritaron levantando los brazos apoyando el castigo y Dahlia les miró incrédula. Conocían al
herrero desde siempre. Era evidente que les importaba muy poco. Sin poder evitarlo dio un paso
bajando los escalones.
—¡No!
Brandr la miró. —¿Qué dices, mujer?
—No es justo. ¡Al menos debería conservar la vida hasta que este asunto se aclare! ¡El Jarl
Genderson debería dar explicaciones! ¡Eso es lo justo! —Señaló al herrero. —¿Sabéis sus razones
para esa traición que gritáis? ¡Ha sido fiel toda su vida! ¿Es que nadie va a decir nada en su favor?
Todo el mundo se mantuvo en silencio y Brandr fue hasta ella. —
¡Entra en la casa, mujer!
Miró sus ojos azules y siseó —El Jarl Genderson es quien debería explicar su traición. Es un ladrón
que se ha escudado tras uno de los tuyos.
—Eso no es asunto tuyo. —La cogió del brazo con fuerza y la empujó hacia la casa con tal
violencia que la hizo caer contra los escalones de la entrada. Ella hizo un gesto de dolor y Brandr
apretó los labios antes de volverse cogiendo el hacha que le tendió Axe. Miró a su padre antes de
que este asintiera. Fríamente hizo un arco con el hacha cortándole la cabeza con un golpe seco. Uno
de los suyos la cogió por los pelos alzándola y todos gritaron celebrando su venganza.
Su hermana se agachó a su lado cogiéndola del brazo. —¿Te ha hecho daño?
Aún impresionada miraba a Brandr que dejaba caer el hacha al suelo. Volvió la cabeza y sus ojos se
encontraron. Esos fríos ojos la estremecieron y supo que si tenía que matarla lo haría porque su
orgullo le impediría no hacerlo. Agachó la cabeza y dejó que su hermana la ayudara a levantarse
sintiendo que su estómago se ponía del revés. Sabía que era un hombre duro y había escuchado las
hazañas en sus incursiones que demostraban su valor, pero jamás hubiera pensado que era
despiadado.
Entró en la casa sintiendo un fuerte dolor en la cadera porque había chocado con el escalón en su
caída. Caminó hacia el hogar y su hermana susurró —
No te dejes engañar por ese amor que le profesas. Si lo supiera…
—Lo sé. No te preocupes.
Erika asintió sabiendo que estaba a punto de llorar. —El herrero era un cabrón.
—No es por eso. No le dio una sola oportunidad —susurró cogiendo un cuenco para empezar a
desenvainar las legumbres.
—No debía dársela. Le haría parecer débil ante su pueblo. Lo que pasa es que lo de ayer te ha
hecho… —Miró a su alrededor. —Ya sabes. Ver el otro lado.
Tenía razón y asintió. Por ellas tampoco tendría piedad y eso no debía olvidarlo nunca. Su hermana
era lo único importante.
Al amanecer se acercó a la ribera del fiordo y escondida tras unas rocas se quitó la piel gruñendo
por dentro porque odiaba asearse a esas horas. El agua siempre estaba helada, pero no podía hacerlo
más tarde porque entonces podrían verla. Se quitó el vestido y se sentó sobre una roca para quitarse
las botas desatando los cordones de cuero. Las tiró a un lado y se levantó gimiendo porque la hierba
estaba helada. Cuando se fueran de allí se compraría una tina muy grande y se bañaría con agua
caliente como sabía que hacía Ragna en su casa. Se quitó el vestido inferior y lo tiró a un
lado caminando hacia el agua. Casi se desmaya al sentir el agua fría en las puntas de los dedos de
los pies. Aquello iba a ser realmente duro. —Vamos
—dijo intentando darse valor—. Tienes que bañarte. —Siempre que acababa su periodo lo hacía y
además su cabello ya lo necesitaba. Sus pezones se endurecieron con el aire frío y gimió porque si
no lo hacía ahora se tendría que lavar en casa por zonas el resto del invierno. Cada vez soñaba más
con esa tina. Metió el pie hasta el tobillo. —La madre del cordero que se llevó Loki.
Una risa tras ella la sobresaltó y gritó. Al ver a Brandr corrió hacia el agua cubriéndose hasta los
pechos. Él riendo más fuerte se sentó en una roca.
—¡Vete! —gritó medio histérica.
—Preciosa, me voy a aficionar a levantarme temprano. ¿Está fría?
—Tiritando asintió y él cogió el jabón. —Te has olvidado esto. —Se lo lanzó y ella alargó los
brazos para cogerlo mostrando sus pechos. Al darse cuenta chilló agachándose y él se la comió con
los ojos sonrojándola.
Se volvió molesta. —¡Vete!
—Creo que es mejor que me quede por si llega un animal y te ataca.
Dahlia entrecerró los ojos porque sabía que no le haría caso. Quería reírse de ella y empezando a
enfadarse de veras se desató el cordón de
cuero del pelo dejando que su precioso cabello la cubriera. Se hundió sin darse cuenta ya de lo fría
que estaba el agua y empezó a enjabonarse con vigor. Como no podía sostener la pastilla de jabón y
lavarse el cabello a la vez en cuanto se pasó el jabón le tiró la pastilla a la cabeza haciéndole reír.
Estaba segura de que no le había dado lo que era una pena. Se frotó el cabello y cuando lo sintió
limpio se hundió pasándose las manos por el resto del cuerpo. Unas manos rodearon su cintura
haciéndola gritar bajo el agua y la pegaron a su duro cuerpo. Al sentir sus pechos contra su duro
torso le miró sorprendida bajo el agua antes de que Brandr atrapara sus labios. Fue como si todo lo
que había sentido por él en esos años se multiplicara por mil y cuando entró en su boca supo que
sería suya más allá de la muerte. Sus manos bajaron por su espalda hasta su trasero y emergieron
mientras Dahlia se entregaba sin reservas. Al sentir su miembro erecto entre sus piernas las abrió
rodeando sus caderas mientras acariciaba su nuca sin poder dejar de beber de su boca. Él apretó sus
glúteos con pasión antes de levantarla. El roce de su piel contra su sexo la hizo gritar de placer
mientras Brandr metía un pezón endurecido en su boca mordisqueándolo. Dahlia arqueó su cuello
hacia atrás impresionada por el placer que la recorrió desde su pecho hasta su vientre sintiendo que
ardía y cuando atrapó entre sus dientes el pezón tirando ligeramente de él creyó que moriría. La
torturó lo que le pareció una eternidad y su vientre reclamaba
algo que la hacía jadear de necesidad. La bajó lentamente besando su cuello hasta el lóbulo de su
oreja, pero Dahlia solo estaba pendiente de su sexo rozando el suyo. Entró en ella de un solo
empellón y gritó aferrada a su cuello. La invasión fue molesta, pero saber que en ese momento era
suyo la hizo olvidarlo para disfrutar de la suave dureza que reclamaba su cuerpo.
Sentir como se movía en su interior fue tan maravilloso que solo podía querer más. Brandr la sujetó
con firmeza por los glúteos sin dejar de embestirla una y otra vez. Más fuerte, más rápido hasta que
perdió la noción de todo excepto del placer. Todo su cuerpo se tensó y clavó las uñas en su cuello
sin saber lo que ocurriría, pero cuando entró de nuevo en ella algo estalló en su interior y durante un
momento creyó estar en el Valhalla.
Abrazada a él sintió el beso en su hombro antes de que cogiera su melena tirando de su cabeza hacia
atrás. —Mujer, tienes que cortarte las uñas. Me has despellejado vivo.
Dahlia reaccionando le agarró por el cabello. —¿Qué has hecho?
—Desvirgarte —respondió posesivo acariciándole el trasero.
Se miraron a los ojos y él empezó a salir con ella del agua. —Ahora no podré olvidarte —susurró
diciendo en voz alta sus pensamientos.
—¿Y por qué ibas a querer hacerlo? —preguntó divertido antes de besar su labio inferior—. A partir
de ahora dormirás en mi cama.
Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?
La dejó sobre la hierba. —Vístete. —Le dio un azote en el trasero y al alejarse dos pasos él vio el
enorme morado que tenía en la cadera, pero no dijo palabra. Que no se disculpara le provocó un
vuelco al corazón y se sintió decepcionada, pero aún sin reaccionar por sus palabras observó cómo
se vestía con sus pantalones de cuero y las botas. Cuando se puso la piel por encima frunció el ceño
al ver que ella seguía allí de pie. —Te vas a helar.
¡Vístete, mujer!
Se agachó cogiendo su vestido inferior y se lo puso rápidamente.
Cuando sacó la cabeza se detuvo en seco porque había desaparecido. No se lo podía creer, le hacía
el amor y se iba. Y eso no era lo peor, quería que fuera a su cama cuando no era su esposa. Ante los
suyos sería la amante del hijo del Jarl. Ante todos perdería el poco respeto que le tenían. Se
convertiría en su amante. Ningún hombre se casaría con ella jamás porque se avergonzarían de que
hubiera compartido lecho con el hijo del Jarl. Era un deshonor saber que tu jefe se había beneficiado
a tu esposa y que lo supiera todo el mundo. Una cosa es lo que había ocurrido y que no se enterara
nadie y otra muy distinta hacerlo públicamente y estar en boca de todos. Se sonrojó con fuerza. No
podía hacerlo, se moriría de la vergüenza.
Entró en la casa del Jarl y se acercó a su hermana a toda prisa.
Afortunadamente Brandr no estaba allí y el salón estaba vacío. Al ver su pálido rostro su hermana se
tensó. —¿Qué te ha ocurrido?
—Tenemos que irnos.
—¿Ahora? Dahlia habíamos quedado…
—Me ha tomado cuando me bañaba.
Su hermana dio un paso atrás de la impresión. —¿Quién?
—Brandr.
Se llevó la mano al pecho. —¿Te ha forzado?
Se apretó las manos angustiada. —No, pero quiere que duerma con él cada noche.
—¡Eso es un deshonor! —exclamó impresionada—. No eres una viuda que vaya de cama en cama.
Si saben que eres su amante, en cuanto te deseche serás presa de cualquiera que quiera levantarte las
faldas. Nadie se casará contigo.
—Exacto. Si no nos vamos ahora me convertiré en una zorra para todos. Y él no querrá que me vaya
hasta que se canse de mí.
—¿Entonces nos vamos sin hablar con el Jarl? Pensarán que ocurre algo extraño. Solo ha pasado un
día. ¿Y si nos descubren?
—Tengo que correr el riesgo. —Dahlia pensó en ello y sonrió.
—¿Qué has pensado?
—Esta noche esperarás a que todos se retiren y le cuentas que nuestra prima nos ha invitado a pasar
el invierno con ella y su familia. Que tiene muchos hijos y que necesita ayuda. Que ya nos pidió esa
ayuda el año anterior, pero temíamos que al Jarl no le pareciera bien. Yo mientras tanto conseguiré
que Brandr salga de la casa para que no se entere de vuestra conversación y partiremos antes del
amanecer. Cuando Brandr se entere de que nos hemos ido ya no podrá hacer nada porque el Jarl
habrá dado su permiso.
—¿Tengo que hablar yo con él? —preguntó Erika asustada.
—Con lo tímida que eres ni se imaginará que hay algo extraño.
Su hermana se acercó. —No saben nada todavía. De la que venía me crucé con Axe y Brandr que
iban hacia los caballos. Le preguntaba que si su padre había revisado su parte. Respondió que se
fiaba de él, pero que de todas maneras se lo mostraría hoy y él decidiría si era lo correcto. Axe le ha
dicho que había sido más que generoso con su padre, que no pondría problemas. Si lo descubren
hoy…
—No se van a dar cuenta. Casi no hemos cogido nada. —Nerviosa miró a su alrededor. —Ahora
calla, este no es lugar para hablar de esto.
Siguieron con sus tareas y afortunadamente Brandr y sus hombres no se presentaron en el desayuno,
lo que significaba que debían haber ido a recorrer las tierras para revisar que todo estuviera en orden
para el invierno.
Seguramente llegarían con algunas piezas de caza que tendrían que salar.
Llegaron al anochecer y nerviosa le observó de reojo mientras se sentaba al lado de su padre. Sus
hombres dejaron más de cuarenta piezas de caza en la cocina. Llevó a la mesa varias jarras de
hidromiel. Esa noche su Jarl no estaba especialmente de buen humor. —Hijo, ¿has cogido algo del
tesoro que has dejado en mis aposentos?
Mientras Dahlia perdía parte del color de la cara, Brandr que estaba bebiendo se detuvo en seco. —
Por supuesto que no, padre. ¿Para qué iba a coger nada?
—La noche que lo trasladaste no me llegaba el sueño y harto de estar en la cama le eché un ojo. —
Sonrió satisfecho. —No pude resistirme y es realmente impresionante, hijo. Esa noche elegí un
anillo para tu prometida. Un anillo con una piedra verde lo suficientemente estrecho para sus
delicados dedos. Ese anillo no está.
—¿Estás seguro?
—Lo dejé en la parte superior de la pila y no está. Me he dado cuenta esta tarde mientras estabais
fuera, al ir a buscar la espada de tu
abuelo para el adiestramiento. Quería mostrársela a los muchachos más jóvenes.
Brandr se tensó dejando la jarra sobre la mesa. —¿Falta algo más?
—Es difícil saberlo, pero el anillo no está donde yo lo dejé. De eso estoy seguro.
—Igual se ha caído rodando de la pila —dijo su amigo Balder—. Es imposible que te hayan robado,
Jarl. ¿Quién se atrevería y más después de lo ocurrido ayer mismo?
—Tienes razón. —El Jarl sonrió. —Seguramente cuando lo revise bien lo encontraré.
—Lo haremos después de cenar —dijo Brandr sin relajarse.
Disimulando Dahlia cogió una fuente vacía y fue hasta el hogar donde su hermana estaba atareada
cortando la carne. Le puso la fuente delante y susurró —El Jarl se ha dado cuenta. —Su hermana se
detuvo sin dejar de mirar la carne. —Sigue cortando. —Erika lo hizo, pero vio como su labio
inferior tembló de miedo. —Ya no podemos decirle al Jarl que queremos irnos, eso nos delataría. —
Su hermana asintió. —Esta noche dormiré con Brandr.
La miró sorprendida. —No, Dahlia…
—Mejor el deshonor que la muerte. Debo aparentar que no ocurre nada por nuestro bien. —Puso
sobre la bandeja toda la carne que tenía a mano y volvió hacia la mesa para dejarla ante Halls que
frunciendo el ceño observaba a su hermana.
—Dahlia, ¿ocurre algo?
Le miró sorprendida. —No, ¿por qué?
—Tu hermana parece alterada.
—Está preocupada por mí, eso es todo. Me duele la cadera.
Él frunció el ceño mientras Brandr se tensaba al otro lado de la mesa. —Quizás deberías descansar
—dijo Halls amablemente—. Trabajas demasiado.
—Sí, niña —dijo el Jarl desde su sitio demostrando que no perdía detalle de lo que ocurría a su
alrededor—. Vete a tu casa. No me gustaría que cayeras enferma. ¿Quién me haría la liebre como a
mí me gusta? —
preguntó indignado.
Sonrojada por ser el centro de atención negó con la cabeza. —Estoy bien, Jarl.
—¿Has visto, Brandr? Una mujer como debe ser. Pero no tienes que hacerte la dura conmigo, hija.
Vete a casa. Una noche de descanso te vendrá
bien. Y llévate a tu hermana. Te cuidará como tú has cuidado de ella toda tu vida.
Emocionada por ese gesto amable que no se esperaba agachó la cabeza. —Gracias, mi señor.
—Que descanses, pequeña.
Fue hasta la cocina donde su hermana ya la esperaba con su piel en la mano y mirando de reojo a
Brandr que se había vuelto para observarla fríamente salió del salón a toda prisa.
—Por Odín, creía que Halls nos iba a interrogar.
—Debes calmarte, ¿me oyes? Si muestras debilidad se darán cuenta de que ocurre algo.
—Lo siento. —Erika se abrazó a sí misma. —Pero tengo miedo.
La abrazó por los hombros. —No te disculpes, esto es culpa mía.
Vamos, no debemos hablar fuera de la casa. Y ahora aún menos.
Apenas cinco minutos después estaban sentadas a la mesa en su casita comiendo un pedazo de
queso. Cada una pensaba en el problema que tenían entre manos después de que Dahlia le hubiera
contado todo lo que había escuchado en la mesa.
—Muy bien, no sabemos nada de nada. Y si hay interrogatorios no sabemos ni de que hablan.
Nunca hemos visto ese tesoro. El Jarl nos envió
a casa y dormimos, así de simple. No pueden demostrar que hemos sido nosotras —dijo Dahlia con
la boca llena.
—Ya no podremos irnos hasta la primavera por lo menos.
—No sin jugarnos el cuello.
Los ojos verdes de su hermana brillaron. —¿Y si devolvemos los anillos?
—Ahora sí que estarán atentos a cualquier anillo. Seguro que en este momento el Jarl y sus hijos
están contando cada maldita moneda. Lo único que puede delatarnos es nuestra actitud.
Su hermana asintió. —No sé si seré capaz de disimular.
—Olvídate de esa noche. Olvídate de lo que ha pasado. No sabes nada y así debes actuar. Nos
interrogarán. Interrogarán a todos los que trabajamos en la casa.
—El Jarl estaba medio borracho esa noche, ¿y si no recuerda que nos envió a casa?
—Lo recordará como recordó lo del anillo. No estaba tan borracho.
—Bien.
—Debemos acostar… —En ese momento llamaron a la puerta y se miraron asustadas.
Dahlia se levantó en el acto. —¿Quién es?
—Abre la puerta.
La voz de Brandr al otro lado le cortó el aliento. A toda prisa se deshizo la trenza mientras su
hermana le abría los laterales del vestido. —
¡Un momento!
Se quitó la parte de arriba del vestido y se cubrió con la piel. Quitó el tablón de la puerta mientras su
hermana se medio escondía para que no la viera desde el exterior. Abrió lentamente y el reflejo de la
luz de la chimenea le iluminó. Él sorprendiéndola entró en la casa mirándola fríamente, lo que le
heló la sangre. —Estoy cansada. El Jarl…
Él cerró la puerta de golpe y la agarró por el cabello de la nuca acercándola a su rostro. Su hermana
gritó asustada. —Escúchame bien, a mí no me tomes por estúpido —siseó apretando más su cabello
y haciéndole daño—. Habéis sido vosotras.
—¿Qué?
Le pegó un empujón que la tiró al suelo y su cabeza se golpeó con la pata de la mesa, pero del
miedo que tenía ni se dio cuenta mientras asustada pataleaba hacia atrás. —No sé de qué hablas.
—¿No? —La agarró por la piel zarandeándola. —Plateada. Tu padre se la regaló a tu madre. —Se le
cortó el aliento. —¡Yo mismo le vi matar al lobo y no hay otra así por los contornos! —le gritó a la
cara—. Ni te diste
cuenta de que al cerrar la puerta varios pelos se quedaban en el marco. ¡Y
allí siguen pegados por la grasa de cerdo que usasteis en la cerradura!
Palideció escuchándole y solo le quedaba una opción. Mentir lo mejor que pudiera o estaba muerta.
Sin darse cuenta de que sangraba por la frente susurró —No sé de qué hablas.
Brandr entrecerró los ojos y miró a su hermana que lloraba en una esquina al otro lado de la cama
muerta de miedo, porque sus ojos decían que las mataría sin dudar. —¿Dónde están? —vociferó.
—¿Dónde están el qué?
—¡Las joyas!
Su hermana a toda prisa fue hasta el pequeño cofre que estaba sobre el hogar y lo abrió dejando caer
los brazaletes de su madre sobre la mesa.
—Llévatelos, pero no nos hagas daño —suplicó sin dejar de llorar.
Brandr dio un paso atrás como si le hubieran golpeado antes de volverse hacia ella que muerta de
miedo se abrazó las piernas cubriéndose la cabeza con las manos temiendo que la golpeara para que
dijera la verdad.
Sollozó sin darse cuenta mientras su corazón retumbaba en su pecho.
—¿Dahlia? —Se encogió al escuchar que la llamaba y él perdió el color de la cara.
—¡No le hagas daño! —gritó su hermana corriendo hasta ella y cubriéndola con su cuerpo—. Por
favor, no le hagas nada.
Brandr se volvió llevándose las manos a la cabeza y Dahlia apartó ligeramente los brazos para
observarle. Empezó a registrar la casa tirándolo todo y cuando levantó el colchón de lana de oveja
para no encontrar nada rugió golpeando rabioso la viga central de la casa. Se encogieron
abrazándose con fuerza y él respirando agitadamente las miró fríamente. —
Como me hayáis mentido, os mataré con mis propias manos. —Salió dando un portazo y su
hermana se echó a llorar muerta de miedo. Dahlia la abrazó con fuerza. —Shusss, no digas una
palabra —susurró en su oído—. Seguro que nos está escuchando.
Erika sorprendida abrió los ojos como platos. —¿Qué crees que quería?
—Escuché que el Jarl ha perdido un anillo. Seguro que estaba tan borracho que ni se acuerda bien
de donde lo puso —dijo con desprecio esperando que él lo escuchara—. Pero Brandr cree que
hemos sido nosotras.
Nada como echar la culpa al más débil —dijo con firmeza demostrando todo el asco que sentía en
ese momento.
—Estás sangrando. —Su hermana se echó a llorar de nuevo. —Tu frente… ¿Te duele?
Una lágrima recorrió su mejilla. —Estoy viva. Por un momento pensé que me mataría.
—Y yo.
Se llevó la mano a la nuca. Le había arrancado un mechón de pelo cuando la había empujado y al
ver la sangre se echó a llorar. —Nunca creí que me tratara así.
—Lo sé, pero esto te demuestra que no te ama y que no te amará nunca, Dahlia. Un hombre que
ama jamás se comportaría así ni te tomaría sin el respeto que te mereces.
—¿Crees que el amor existe?
—Padre amaba a madre.
—Al menos no la trató así nunca. —Sin poder dejar de mirar la sangre en su mano susurró —
Tráeme agua.
Al amanecer se levantó después de no pegar ojo en toda la noche por lo que le dolía la frente y los
nervios de lo que había ocurrido. No sabía cómo iba a explicar lo hinchada que tenía la cara. En
silencio y sin vestirse siquiera salió de la casa y fue a aliviarse fuera de la aldea. Caminó por la
ribera del fiordo sin saber qué hacer ahora. ¿Qué debía decir a los demás
cuando la vieran? ¿Que Brandr la había empujado? Se preguntarían la razón y eso podría sembrar
dudas sobre ellas.
Se sentó en una roca mirando el agua y con cuidado pasó su mano por su frente hinchada. Se había
golpeado de tal manera que tenía la frente morada y hasta se le había hinchado el párpado izquierdo.
—¿Dahlia?
Asustada se levantó volviéndose para encontrarse a Brandr ante ella.
Al ver el estado de su rostro él apretó los labios. Dio un paso hacia ella y temerosa retrocedió
tensándole. —Hablaré con padre para decirle que estás enferma. No debes salir de la casa.
—¡Para que nadie vea lo que me has hecho! —gritó dolida por su trato—. ¡Yo no voy a esconderme,
no he hecho nada malo!
—¡Sé que fuisteis vosotras! —gritó furioso.
—Estás loco. ¡No quieres reconocer que te has equivocado porque si no esto te convertiría en un
monstruo!
Dio un paso hacia ella amenazante y Dahlia levantó la barbilla. —
¿Vas a pegarme para que te dé la razón? —Le escupió en la cara. —Tú no eres un hombre.
La cogió por el cuello apretando con fuerza y asustada cogió su muñeca intentando que la soltara
mientras él decía entre dientes —No me
provoques. Puede que destiles inocencia, pero sé que eres la culpable.
Encontraré lo que habéis robado, solo necesito tiempo.
—Púdrete.
Vio admiración en sus ojos azules y gritó antes de que atrapara sus labios besándola ansioso. Ella
quiso empujarle y Brandr apartó su boca cuando intentó hincarle los dientes. Divertido susurró —
¿Vas a morderme, preciosa?
Gritó intentando soltarse cuando la empujó haciendo que cayeran sobre la hierba. Quiso arañarle la
cara, pero él soltó su cuello cogiendo sus brazos y colocándolos sobre la cabeza para sujetarlos con
una sola mano mientras la aprisionaba con su cuerpo. Sintió como subía su vestido interior y pasaba
su mano por su sexo de arriba abajo. Gritó de rabia mientras él reía. —Estás mojada. Puede que me
odies, pero tu cuerpo me reclama.
—¡Maldito cabrón!
Él besó su cuello apasionadamente y cerró los ojos intentando no sentir, pero su cuerpo anhelaba sus
caricias. Metió un dedo en su interior provocando que un gemido saliera de su garganta y la acarició
íntimamente aumentando su deseo. Brandr levantó su rostro para mirar el placer en sus ojos sin
dejar de acariciarla cuando su pulgar rozó el botón de su placer.
Arqueó su cuello hacia atrás sin poder creer todo lo que le hacía sentir y él
sonrió entrando en ella de un solo movimiento de caderas. Sin aliento por la invasión apretó los
puños. Él entró en su interior una y otra vez de manera frenética sin darle tregua. Cada empuje
provocaba que su interior se tensara con fuerza y gimió de necesidad antes de que con un envite
final la hiciera caer al abismo con un grito de liberación.
Sintió frío cuando se levantó y al abrir los ojos vio cómo se cerraba los pantalones antes de sonreír
con satisfacción. —Aprietas mi miembro como nadie, preciosa. —Se agachó cogiendo su nuca y
elevando su rostro.
—Esta noche dormirás en mi cama. Eres mía —dijo posesivo —. Y lo serás mientras yo quiera. —
Sus ojos se llenaron de lágrimas de la impotencia. —
Me da igual lo que digas por ahí respecto a lo que te ha ocurrido. Depende de ti. De todas maneras,
no eres nadie y a nadie le importará.
Sintió que se le rompía el corazón. —Sí soy alguien. Y que Loki me lleve si esto no lo vas a pagar.
Él palideció soltándola y enderezándose. —No me provoques.
Puede que te quiera en mi cama, pero podría sustituirte en un abrir y cerrar de ojos. Y te aseguro
que mañana no me acordaría de ti.
—¡Pues hazlo! ¡Seguro que esas zorras con las que te acuestas normalmente están deseando que les
hagas caso!
—¿Y quién dice que no les hago caso? Soy un hombre de grandes apetitos y he decidido que tú
dormirás en mi cama hasta que llegue mi esposa.
Fue como si le clavara un puñal en el corazón y loca de dolor gritó levantándose para golpear su
pecho con los puños, pero él ni se inmutó.
Desgarrada sintió que le fallaban las fuerzas y poco a poco se dejó caer de rodillas sobre la hierba.
Avergonzada porque la viera llorar con lo poco que le importaba, se cubrió el rostro con las manos
sin poder dejar de sollozar.
Él suspiró acuclillándose a su lado. —Preciosa, no te resistas más. Al final harás lo que te diga.
Quizás estés dolida por lo de ayer, pero sabes que tengo razón. Si te abres de piernas sin rechistar,
incluso puede que olvide que has sido tú quien ha robado a mi padre. Puede. —Alargó la mano y
cogió un mechón de su hermoso cabello rubio antes de levantarse alejándose de ella como si le
importara muy poco su estado.
Unos brazos la rodearon y se sobresaltó para ver a su hermana. Se echó a llorar contra su pecho y
Erika reprimiendo las lágrimas susurró —
Tranquila… Eres muy fuerte.
Avergonzada porque su hermana lo hubiera visto todo susurró —
¿Qué voy a hacer?
—No tienes ninguna opción, Dahlia. Tienes que ser su amante si quieres conservar la vida. Está
convencido de que tú robaste al Jarl y si no
cumples sus pedidos te matará.
Sin aliento levantó la vista hacia ella. —Dice que no soy nadie.
Vio la rabia en los ojos de su hermana. —Y tú le has jurado que le demostrarás que no es así. Ese
cabrón va a tragarse sus palabras. Ahora solo tenemos que encontrar la manera de vengarnos.
Capítulo 3
Cuando llegaron a la casa después de calmarse el Jarl ya estaba despierto y al verle la cara se
levantó de golpe. —Dahlia, ¿qué te ha ocurrido?
Brandr se tensó a su lado y se volvió para mirarla fijamente. Se apretó las manos y dio un paso hacia
su señor. —Ayer por la noche no se veía bien y me resbalé.
—Se cayó y se golpeó la cara con el canto de un abrevadero, mi Jarl.
Adalsteinn se acercó a ella y la cogió suavemente por la barbilla levantándole el rostro. —Un poco
más abajo y podrías haber perdido el ojo.
Debes tener más cuidado, niña. La belleza es frágil y podrías perderla. —Se le cortó el aliento
porque parecía una advertencia y mirando sus ojos grises asintió. —¿Seguro que puedes trabajar?
—Sí, Jarl.
—Quizás debería descansar unos días —sugirió Halls muy tenso sin quitarle ojo.
—No, está bien. Así evitará los accidentes.
Supo que el Jarl sabía lo que había ocurrido y se alejó sentándose en su asiento. Su hermana tiró de
ella hacia el hogar y la ayudó a quitarse la piel dejándola en el gancho al lado de la suya. Sigrid se
acercó y dijo por lo bajo —El Jarl se ha extrañado de que no llegaras antes y me ha preguntado por
ti. Su hijo le dijo algo en voz baja que no he llegado a escuchar, pero han hablado un buen rato.
Además, hay rumores sobre los gritos que ayer noche salían de tu casa y que alarmaron a algunos,
pero al escuchar a Brandr no se atrevieron a entrar para auxiliaros. Ten cuidado, niña. El hijo del
Jarl es su ojito derecho. Cualquier cosa que haga estará bien para él.
Incluso aunque te tenga aprecio.
Sorprendida miró su espalda mientras se alejaba porque jamás le había dado un consejo. Su
hermana a su lado susurró —Preparemos las verduras para la cena. Nos observan.
Al girarse vio de reojo que varios en la mesa la miraban y como si nada cogió un enorme cuenco
para ponerlo sobre la mesa de madera que utilizaban para trabajar y ellos parecieron relajarse
volviendo a hablar de sus cosas.
Sin abrir la boca se dedicó a su trabajo mientras el odio crecía en su interior. Ninguno daba la cara
por ella. Había echado una mano a sus vecinos siempre que la habían necesitado y ahora nadie se
ponía de su lado.
Pero qué le extrañaba si habían matado al herrero y nadie había abierto la boca cuando todos le
debían favores. Cometió un error y se habían tirado sobre él como perros.
Mira cómo ignoraban lo que ella les importaba cuando les interesaba. Ni siquiera habían ido a ver a
Genderson para pedir explicaciones. Que el Jarl vecino se hubiera reído de ellos al parecer no les
afectaba.
Esa noche estaba recogiendo cuando Brandr se levantó riendo. Sin dejar de reír se acercó a ella por
la espalda y la abrazó por la cintura besándola en el cuello. Preocupada fue muy consciente de como
poco a poco la gente dejaba de hablar para mirarles. —Vamos a la cama —dijo avergonzándola
todavía más.
Su hermana se apretó las manos esperando su reacción y durante un segundo su rebeldía la tentó a
protestar, pero sabía que no conseguiría nada.
Ya llegaría su momento. Solo debía tener paciencia. Sin dejar de abrazarla
caminó hacia la puerta abierta de los aposentos del Jarl y se dejó llevar entre sus brazos. La besó en
el cuello de nuevo y en cuanto entraron en la segunda puerta a la derecha cerró con el pie sin llegar
a soltarla. Sus manos subieron a sus pechos y los amasó, pero algo dentro de ella no le hizo disfrutar
de sus caricias como antes. Igual era porque no la apreciaba en absoluto y que todos sus sueños
respecto a él eran simples fantasías. Se mantuvo muy quieta mientras la seguía tocando y frustrado
la volvió cogiendo su trenza para forzar su cabeza hacia atrás. —¿Qué te pasa?
—Nada. ¿Me abro de piernas ya?
La furia de sus ojos le hizo levantar la barbilla. Él sonrió. —
Desnúdate. Ahora.
Se agachó cogiendo sus faldas y tiró de ellas sacándoselas por la cabeza para mostrar su cuerpo
desnudo ante él. —Quítate las botas —dijo con voz ronca. Ella se sentó sobre la enorme cama
cubierta de pieles y se desabrochó las botas dejándolas caer al suelo antes de soltarse el cabello.
Cuando terminó se tumbó en la cama y con las manos a cada lado de su cuerpo esperó y tocó la
suave piel que estaba bajo su cuerpo pensando que ella se cubría con pieles endurecidas por el paso
del tiempo. Desde que su padre había muerto nadie se había encargado de regalarles una. Vio como
él se sentaba a su lado quitándose las botas y se levantó para bajar sus pantalones dejándolos caer al
suelo. Nunca le había visto desnudo y no
pudo menos que admirar su hermoso cuerpo. Era perfecto. Estaba acostumbrada a ver su torso
desnudo, ya fuera en invierno o verano, y esos duros pectorales y esos brazos como troncos siempre
la habían fascinado.
Conocía cada músculo cada vello que recorría su pecho, pero verlo en todo su esplendor, y excitado
además, la dejó en shock. Su miembro la apuntaba como una flecha y levantando la cabeza para ver
sus muslos algo en su interior se alteró.
Él se acercó a la cama y de pie a su lado pasó la mano por su ombligo hasta el valle de sus pechos.
—¿Quieres reprimir lo que tenemos, preciosa? Te voy a demostrar que por mucho que lo intentes no
lo lograrás.
A la mañana siguiente sonreía como una tonta amasando el pan recordando el baño que se habían
dado esa mañana. Después de una noche imposible de olvidar donde se había mostrado exigente y
atento como siempre había creído que sería, pues había besado cada parte de su cuerpo, la llevó
hasta el fiordo y la sumergió en el agua porque ella decía que estaba fría. Ni se dio cuenta de lo
helada que estaba el agua mirando sus ojos.
Sonrió de nuevo y su hermana que la miraba de reojo levantó una de sus cejas rubias. —¿Qué pasó
anoche?
Se sonrojó con fuerza. —¡Erika!
Su hermana reprimió una risita. —Te has puesto colorada. ¿Tan bien fue?
Hizo una mueca. —Soy realista. No creas que me hago ilusiones de nuevo o algo así.
—Nadie te culparía si lo hicieras. Le has amado media vida. Es lógico que quieras estar a su lado.
Varias mujeres las miraron y empezaron a murmurar antes de reír.
Dahlia perdió la sonrisa de golpe. —Ya empiezan.
—Hay ciertas cosas que tendrás que soportar. Lo siento. Soy tan culpable como tú y eres la única
que paga las consecuencias. —Se acercó aún más. —Halls se me acercó ayer por la noche. Y me
acompañó a casa para asegurarse de que llegaba bien ya que tú no estabas.
La miró a los ojos y vio la ilusión en ellos. —¿De veras?
—Creo que le agrado. —Perdió la sonrisa de golpe y pasó la mano sobre la superficie de madera. —
Es una tontería, ¿verdad? Nos iremos.
—Shusss… —La cogió por el brazo apartándola. —¿Estás loca?
¿Quieres que te escuche alguien?
Erika se sonrojó. —Lo siento, no me di cuenta.
Suspiró mirándola a los ojos. —Puedes quedarte, ¿sabes?
—No —respondió asustada—. No me quedaré aquí sin ti.
Se le hizo un nudo en la boca del estómago porque hacía años que no la veía tan ilusionada con
nada y no soportaría que fuera infeliz por su causa. —Erika…
—No hay más que hablar.
Dahlia suspirando se volvió cogiendo un cubo, pero Dustin se lo quitó. —¿Qué traigo? ¿Agua?
—Sí, y llévate esa agua sucia.
El chico lo hizo y cuando pasó a su lado le guiñó un ojo. Se echó a reír. —¡Serás bribón!
Acababa de salir de la casa cuando llegó Brandr furioso. Ella sonrió mirando hacia él sin poder
evitarlo y cuando se acercó a ella la cogió por el brazo llevándola aparte. Le miró asombrada. —
Brandr, ¿qué ocurre?
—Los Genderson están subiendo el fiordo.
Perdió la sonrisa lentamente. —Traen a tu prometida.
—Seguramente nos vieron llegar y saben que estamos de vuelta.
Prepáralo todo para los invitados. Halls dormirá en la habitación de padre, así las habitaciones libres
las usarán el Jarl y su hija.
—Pero….
Sin dar más explicaciones se alejó y juró por lo bajo antes de acercarse a Sigrid. Cuando le contó lo
que ocurría la mujer se puso a dar órdenes para tenerlo todo preparado para sus invitados. Ya no
hubo tiempo ni para pensar. Ella y su hermana fueron las encargadas de preparar las alcobas.
Decidieron poner varios camastros en la habitación que había sido de la madre del Jarl por si se
necesitaban. También pusieron varios camastros en la habitación de Halls que era para la prometida.
Aún no sabía si iba, pero si lo hacía que era lo más probable seguro que iba acompañada por alguna
mujer. Para fastidiar a Brandr decidió preparar su habitación para Stern Genderson.
Su hermana sabiendo su dolor porque todo se había terminado la miraba preocupada. Dahlia se
mordió el labio inferior pasando la mano por la cama que habían usado la noche anterior. Se debatía
entre el odio por lo que le había dicho y el amor que le había profesado durante esos años. Ni sabía
cómo sentirse. Levantó la vista hacia su hermana que susurró —Será mejor que continuemos.
—Sí, aquí he terminado.
Al salir miró hacia la puerta del tesoro del Jarl y se le cortó el aliento al ver que Halls estaba
poniendo un candado. Él sonrió al verlas. —
¿Habéis terminado?
—Tendréis que dormir con tu padre —dijo su hermana tímidamente.
—No importa. —Erika fue hacia el salón y cuando Dahlia pasó tras él sin sonreírle frunció el ceño
volviéndose para ver cómo se alejaba. —
¿Ocurre algo?
—No.
Halls la cogió por la muñeca deteniéndola. —Se rumorea que eso te lo ha hecho mi hermano, ¿es
cierto?
Se tensó mirándole a los ojos. —¿Por qué quieres saberlo?
—Porque me cuesta creer que alguien te haga daño a sabiendas y mucho más que esa persona sea
mi hermano al que admiro enormemente.
—Agachó la mirada y soltó su muñeca. Él se tensó. —Entiendo. ¿Te obliga a ser su amante?
—¿Acaso puede negársele algo al hijo del Jarl? ¿Crees que quería ser su amante? —preguntó
molesta—. Porque si esas son las intenciones que tienes con mi hermana…
—Te aseguro que las intenciones que tengo con tu hermana son de lo más honorables. Quiero que
sea mi esposa.
Se llevó la mano al pecho de la impresión viendo la verdad en sus ojos. —¿De veras?
—Durante este último año he rezado a los dioses para que se mantuviera soltera. Es lo que más
deseo y ya que tú eres su única familia
debo preguntarte si me das permiso para casarme con tu hermana.
Asustada miró hacia el salón. —El Jarl es quien debe decir si puedes casarte.
—Quiero saber si a ti te parece bien y mucho más después de lo que te ha pasado con Brandr. Si
dijeras que no, lo entendería. Será el futuro Jarl de este pueblo y a ti no te ha tratado bien.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y no podía ignorar lo que sentía su hermana por puro egoísmo. Él
era su futuro. A su lado puede que siguiera soltera el resto de su vida. Tenía derecho a ser feliz y
estaba segura de que con él lo sería porque veía en sus ojos que la amaba. —Te doy mi
consentimiento. —Él sonrió. —Pero te aconsejaría que te casaras cuanto antes.
Se iba a volver cuando él la agarró de nuevo. —¿Y eso por qué?
—Sin padre está totalmente expuesta. Como me ha pasado a mí cualquiera puede aprovecharse de
su debilidad. —Halls palideció. —No es la primera vez que tenemos que defendernos y puede que
no esté aquí para ayudarla hasta tu boda.
—Entiendo.
Sintiéndose observada se alejó mientras que maldecía su lengua.
¿Por qué le había dicho eso? Esperaba que no lo hubiera entendido.
Escuchó el sonido de los cuernos en el embarcadero y apretó los labios caminando hasta la mesa de
trabajo. Cogió un cuchillo y empezó a cortar el pan en pedazos para que estuviera preparado para la
cena. Levantó la vista hacia la puerta abierta intentando ver algo mientras daba otro corte y cuando
miró hacia la mesa para coger otro pedazo de pan vio la sangre.
Separó los labios de la impresión al ver el tajo entre el índice y el pulgar.
—¡Dahlia! —Sigrid cogió su mano que sangraba en abundancia apartándola de la mesa y su
hermana se acercó con un paño para vendarla a toda prisa.
—No he sentido nada —susurró impresionada.
Pálida miró a Erika que dijo —Debemos ir a la curandera.
—No debes preocuparte. No he sentido nada. Todo está bien. —Se miró el paño empapado en
sangre y en ese momento empezó a sentir que todo giraba a su alrededor. Halls la cogió en brazos
antes de que cayera redonda al suelo.
Vio la luz del sol y como varios la miraban, pero tuvo que cerrar los ojos de nuevo. Sintió que
entraba en una casa. —Túmbala sobre la mesa. —
Suspiró cuando su cabeza se apoyó en algo duro y abrió lentamente los ojos parpadeando al ver
sobre ella un búho colgado de las patas mirándola con sus ojos abiertos. La cara de la bruja Urg que
sonrió mostrando el incisivo
que le quedaba. —Niña, hacía mucho que no te atendía. Desde tu nacimiento.
—¿Estás bien? —preguntó su hermana preocupada.
—Vete, niña. Está bien cuidada.
Halls frunció el ceño. —¿Seguro?
—Seguro. —Apartó el paño mirando su mano. —Esto no es nada.
Aunque tendré que aplicarle el fuego para cerrar la herida.
—¿Y no me puedo quedar?
—Halls llévatela. Se pondrá nerviosa y hoy es un día importante.
Él apretó los labios antes de cogerla del brazo y sacarla de la casa casi a la fuerza. En cuanto se
cerró la puerta Urg la miró a los ojos. —
¿Duele?
—No.
—Hablo de la cara.
—Algo.
La anciana asintió. —Al parecer has llegado a una encrucijada, niña.
Siempre había huido de esa mujer porque la miraba de una manera con sus ojitos negros que la
ponía nerviosa. —No sé de qué hablas.
—¿No? No sabes por qué camino dirigirte, ¿no es cierto? El amor a veces nos nubla el juicio. Y un
amor como el que tú sientes es difícil de olvidar. —Dahlia miró el techo sin hablar. —Puedes
ignorar mis palabras, pero eso no significa que no las haya dicho. —Levantó su mano. —Tendré que
vendártela con fuerza para que no separes esos dedos. Ya sangra menos, pero tendré que aplicar el
fuego igualmente.
—Haz lo que quieras.
—Si hiciera lo que quisiera te diría a lo que lleva uno de los caminos. Quitaría eso que tienes en las
entrañas y que crece a cada hora que pasa.
Se le cortó el aliento volviendo la cabeza hacia ella. —¿Qué dices?
—Vas a tener un hijo. Un hijo que será todo un guerrero, pero ese niño destrozará tu vida. —
Palideció al escucharla y Urg apretó los labios.
—Puedo arreglarlo. Te irás y podrás seguir tu vida. Pero si el hijo del Jarl se entera, jamás podrás
salir de este fiordo. Estarás ligada a él toda tu vida y serás testigo de todo lo que le acontezca. Verás
crecer a los hijos de otra mujer y siempre estarás sola con tu niño, odiada por ella y siendo su
sirvienta. ¿Quieres tomar ese camino?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y apartó su rostro intentando que no viera su angustia. —Puedo
darte unas hierbas. Solo notarás un calambre,
apenas nada.
Una lágrima cayó por su sien. —Maldito el día en que puse mis ojos en él.
—Ahora te contaré otro camino. El camino de la verdad. Fue la muerte de tu padre la que cambió tu
destino.
Se le cortó el aliento. —¿Qué dices?
—Estabas comprometida con él desde niña. —Separó los labios de la impresión. —Tu padre era el
mejor amigo del Jarl. ¿No lo recuerdas?
Asintió con la cabeza.
—El día en que naciste estaban tan contentos por el exceso de hidromiel que te comprometió con
Brandr. Pero tu padre murió y el Jarl decidió olvidarlo convenientemente. Brandr lo sabe, por eso te
tomó.
Porque siempre te ha considerado suya.
Se sentó de golpe mirándola asombrada y Urg la miró maliciosa. —
¿Por qué nadie me ha contado esto? Ni mi madre…
—Porque el Jarl la amenazó como a todos los demás. Se dio cuenta del error que había cometido y
ya no teníais a vuestro padre para recordarle su promesa. Simplemente os mantuvo y tu madre se
convirtió poco menos que en su fregona si quería alimentaros. Hasta la convirtió en su amante. —
Dahlia horrorizada gritó de rabia apretando los puños con fuerza. —Pero
murió no sin antes decirte que tenías demasiados sueños que nunca se cumplirían. Tu madre te
conocía bien y te mintió para que no te revelaras.
—Maldito bastardo.
—No seas tonta. —Cogió su mano levantándola. —Este corte me ha recordado que aún puedes
reclamar lo que es tuyo, pero después tendrás que asumir las consecuencias con un Jarl que te odiará
por dejarle en evidencia.
Y tu vida correrá peligro porque Brandr todavía no te ama para arriesgarlo todo por ti. Lo demuestra
que te trata como su amante en vez de como su esposa. Puede que pierdas la vida en cuanto abras la
boca.
—¿Hay más caminos? —preguntó con rabia.
—Puedes huir esta misma noche. Pero siempre te sentirás vacía. La cara de ese niño te recordará a
Brandr y que no podrás estar a su lado nunca más durante el resto de tu vida. Eso por no decir que tu
hijo no tendrá la vida que se merece.
Pensó en ello con la respiración agitada y durante esos segundos miles de recuerdos acudieron a su
mente. Su padre cogiéndola de niña en brazos y haciéndola reír antes de pasársela a su madre que
orgullosa la besó en la mejilla. Recordó estar ante la hoguera funeraria de su padre y el dolor que
sintió. El sufrimiento cuando escuchaba llorar a su madre por las noches. La recordó en su lecho de
muerte intentando sonreír y diciéndole
que cuidara de su hermana, pero lo que recordó sobre todo fueron las palabras que dijo antes de
morir: “Pelea por ser feliz si hace falta. Nunca te rindas”. Miró a Urg que sonrió satisfecha. —Veo
que ya sabes que camino vas a tomar.
—Cúrame la mano.
Entró en el salón donde la fiesta estaba en pleno apogeo y todos brindaban por los visitantes. Apartó
la mirada asqueada. Malditos bastardos. Se acercó a su hermana que dejaba dos jarras de bebida en
una de las mesas y esta cogió su mano. —¿Te duele?
—Me pondré bien.
Sintió la mirada de Brandr en su espalda y cogió a su hermana del brazo alejándola hasta el hogar
ocultándola tras unos sacos. —Vete a casa.
—¿Estás loca? No puedo irme. Sigrid…
—No quiero que te quedes aquí. ¡Hazme caso, Erika, vete a casa!
En ese momento escucharon la voz del Jarl y como su enorme silla se desplazaba sobre el suelo de
piedra. Estiró el cuello y le vio con el gran cuerno de oro en la mano que solo usaba en ocasiones
especiales. —Es un placer recibiros en mi casa. —Los ojos de Dahlia recorrieron la mesa y
pasaron ante el Jarl del fiordo vecino. Tras su espesa barba castaña sonreía satisfecho antes de mirar
a su lado y Dahlia lo hizo también. Una mujer preciosa de largo cabello castaño lleno de rizos y
unos preciosos ojos azules de un color tan claro que parecían trasparentes sonreía mirando frente a
ella.
Sintió un nudo en la boca del estómago al ver que miraba a Brandr con deseo y los celos la
recorrieron de arriba abajo. —Y es un placer aún mayor conocer al fin a la prometida de mi
primogénito.
Esas palabras la tensaron y dio un paso al frente. —Si ya me conocíais, mi señor. —Los murmullos
a su alrededor y la sorpresa en la cara de Adalsteinn casi la hicieron reír. —¿Acaso lo habíais
olvidado?
—¿Pero qué dice esa mujer? —gritó Stern mirando a su anfitrión atónito.
Brandr se volvió en su asiento para mirarla a los ojos y se levantó lentamente. —Dahlia vete a casa.
—¿Por qué? —Sin sentirse intimidada miró a su alrededor. —
¿Acaso no soy tu prometida? ¿Desde cuándo?
—¡Brandr sácala de aquí! —gritó su padre.
Él se acercó, pero Dahlia rodeó la mesa escabulléndose. —¿Pero qué ocurre? —preguntó
aparentando asombro—. ¿Queréis callarme?
—¿Quién es esta mujer? —preguntó Ragna indignada—. Brandr,
¿estás comprometido con ella?
Él apretó los labios advirtiéndola con la mirada y Dahlia sonrió retándole. —Díselo Brandr, dile
como nuestros padres nos comprometieron el día de mi nacimiento.
—¡Es cierto! —dijo Urg desde la puerta—. Yo misma lo oí aquella noche.
—Tú qué vas a oír, vieja —dijo Adalsteinn indignado.
Uno de los más ancianos se levantó. —¡Yo también lo escuché!
¡Estaba aquí esa noche! ¡Le hiciste una promesa a Egil que no cumpliste!
El Jarl palideció como si no se lo creyera y Dahlia emocionada vio como varios envalentonados
porque no serían los únicos en hablar se levantaron de sus asientos.
—¿Padre? —gritó Ragna sin poder creérselo.
—¡Espera hija, tiene que haber un error! ¡Él me pidió esta alianza!
Ragna se levantó. —¿Es cierto, Brandr? ¿Estás comprometido con ella?
Él tomó aire por la nariz enderezándose antes de girarse hacia su nueva prometida. —Sí, es cierto.
Varios hombres Genderson se levantaron empuñando sus espadas.
—¡Esto es un insulto! —gritó Stern furioso.
El jarl dio un golpe sobre la mesa fuera de sí. —¡Ese compromiso está roto! ¿Crees que te ofendería
de esta manera?
Furiosa dio un paso hacia él. —¡Mientes! ¡Mi padre murió creyendo que cumplirías tu promesa!
¡Niégalo si te atreves! ¡Murió por salvarte la vida y tienes la desfachatez de mentir en su nombre!
Adalsteinn tiró el cuerno a un lado y apretando los puños dio dos pasos hacia ella rojo de rabia. —
¿Cómo te atreves?
—¡No tienes palabra! —gritó sabiendo que la mataría, pero ella se giró hacia Brandr para mirarle
con desprecio—. Y tú lo sabías. —Se tensó aún más. —Lo sabías y lo has permitido. Nunca me has
dado mi sitio.
—Dahlia…
—¿Vas a casarte con este horror? —gritó Ragna sin poder creérselo.
—¡Mi hermana no es ningún horror, estúpida! —gritó Erika furiosa.
Jadeó asombrada. —Me ha llamado estúpida, padre.
—Aún podemos solucionarlo —dijo Adalsteinn abochornado—. Os digo que ese compromiso está
roto y si no es así puedo romperlo cuando a mí me plazca.
Brandr apretó los puños sin dejar de mirarla a los ojos. —No padre, no puedes. —Se giró hacia
Adalsteinn que no salía de su asombro. —
Siempre me has dicho que tengo responsabilidades y me diste esta cuando apenas era un niño.
Cuando murió su padre cambiaste de opinión, pero ya habías dado tu palabra. Siempre me has dicho
que la palabra es lo único que nos hace hombres. Que un hombre sin palabra no vale nada.
El Jarl le miró asombrado. —¡Harás lo que yo te diga! ¡Te casarás con Ragna!
—No. Diste tu palabra por mí y debo mantenerla.
—¡Esto es un insulto! —gritó Stern.
Los hombres de Adalsteinn se pusieron en guardia y Brandr que estaba desarmado la cubrió con su
cuerpo. —¡Proteged al Jarl! —gritó antes de esquivar una espada y de pegar un puñetazo. Dahlia
que no se había esperado eso chilló cuando un puñal pasó a su lado y entonces todo su pueblo gritó
lanzándose a la batalla. Brandr se volvió cogiéndola del brazo y le gritó a la cara —¡Ahora tendré
que matarles a todos! —La empujó hasta donde estaba su hermana y se abrazaron escondiéndose
tras la mesa.
—¿Qué ha pasado? —gritó Erika con los ojos como platos escuchando los gritos y los choques de
las espadas.
—¡Estoy comprometida con él!
—Eso si no te lo matan. ¡Si es así los dos estáis muertos!
—¡Nos vamos a casar con ellos! —gritó emocionada. Erika la miró sin comprender—. ¡Halls me ha
pedido tu mano!
—¿La vieja te ha dado alguna de sus hierbas? ¿Y cómo sabías…?
—Un chillido de mujer les hizo levantar la cabeza y al ver que una mujer de unos cuarenta años
agarraba de los pelos a Sigrid ambas parpadearon. Se miraron. —¿Intervenimos?
Dahlia bufó levantándose antes de chillar cubriéndose cuando una jarra la golpeó en el hombro. Al
mirar hacia allí vio que uno de los hombres de Genderson iba a traspasar a Halls por la espalda, así
que se subió a la mesa gritando para lanzarse sobre él. Halls se volvió con la respiración agitada y se
la encontró subida sobre esa mole que no dejaba de moverse de un lado a otro intentando quitársela
de encima, pero ella se agarraba a su melena tirando de la piel de su cara hacia atrás. Halls le dio
una patada en la entrepierna y la mole gimió cayendo de rodillas. Ella sonrió radiante bajando de su
chepa. —Gracias.
—Gracias a ti —respondió antes de pegarle un puñetazo a aquel tipo.
—¿No le matas?
—Todavía no.
—No quiero interrumpirte. Parece que mi prometido necesita ayuda.
Se giró para ver como Brandr con una pequeña espada en la mano repelía un ataque antes de
golpear a otro en el estómago. Halls negó con la cabeza. —Se arregla solo.
—Confías mucho en sus habilidades.
—Totalmente.
—¿Y en las de tu padre?
Halls juró por lo bajo al ver que los Jarl se pegaban de puñetazos y su padre no parecía estar
ganando. —¿Debería ayudarle? No quiero que piense que creo que es viejo para esto.
—Es que lo es.
Halls entrecerró los ojos. —¿Qué te propones?
—Cambiar las cosas —respondió fríamente—. ¿No crees que ya va siendo hora?
Capítulo 4
Apenas diez minutos después los Genderson que seguían vivos, que eran la mayoría, estaban
sentados en el suelo con las manos atadas a la espalda mientras que el Jarl sentado en su sitio
apartaba a uno de sus hombres furioso porque intentaba ver un corte que tenía en la mejilla. —
¡Qué te apartes te digo, joder!
Se levantó fuera de sí y caminó hasta ella lentamente. Era obvio que no le importaría nada matarla
en ese momento, pero ella levantó la barbilla.
Brandr al otro lado del salón se tensó.
—¿Ves lo que has hecho? ¡Estamos en guerra por tu culpa!
—¿Con unos ladrones? ¿Con ellos ibas a unir a tu pueblo?
El tortazo que la tiró al suelo ni lo vio venir. Le latió la mejilla y sintió la sangre en su boca. Estaba
claro que como siguiera metiéndose en líos su cara iba a tardar en curar.
—No vuelvas a tocarla —siseó Brandr a su lado. Sorprendida por la violencia de su voz levantó la
vista para ver como sujetaba con rabia el brazo de su padre. —Ni se te ocurra volver a tocarla. Es mi
mujer.
Se le cortó el aliento y vio como el Jarl soltaba su brazo de malos modos. —No me puedo creer que
hayas hecho esto.
—Puede que a ti se te olviden ciertas cosas a tu conveniencia, pero a mí no.
—¡Bien dicho, Brandr! —gritó uno de los más ancianos.
—¡Haya calma! —gritó Balder con un corte en el brazo acercándose a Adalsteinn que parecía que
no se creía lo que estaba ocurriendo. —¡Tu padre hizo lo que consideraba mejor para nuestro
pueblo!
—¡Pues tenía que haberlo pensado cuando me comprometió con una niña! ¡Y nunca se desdijo
cuando Egil vivía! ¡Lo recuerdo muy bien! ¿Qué quieres que haga ahora, Balder? ¿Decir que ella
miente? ¡No puedo hacerlo! Su padre me la dio a mí para que la protegiera y eso pienso hacer por
mucho que me fastidie.
Ella sentada aun en el suelo frunció el ceño. Así que le fastidiaba.
Bueno, hacía una hora estaba comprometido con otra, así que la cosa no iba nada mal. No debía
enfadarse, pero aun así dijo con rencor —Gracias, prometido.
Él la fulminó con la mirada. —Vete a casa.
—No. —Se levantó con agilidad y sonrió de oreja a oreja. —Me quedo aquí para que me protejas
—dijo melosa.
Adalsteinn dio un paso hacia ella amenazante y Brandr la colocó tras su cuerpo. Le gustaba que la
protegiera. Cuando lo hacía tenía un agradable cosquilleo en el estómago y eso no se lo había
esperado. Bueno, es que no se había esperado que la defendiera, la verdad. Cuando abrió la boca
pensó que le quedaban segundos de vida, pero era cierto que la vida te daba sorpresas. Miró tras ella
y vio como Urg sonreía satisfecha.
—Brandr, ¿qué piensas hacer? —dijo Balder en voz baja—.
Piénsalo bien. Si no cumplimos este compromiso con Ragna todo nuestro pueblo estará abocado a la
guerra y la muerte.
Asustada se agarró a la parte de atrás de su pantalón cogiéndole por la cinturilla. —¿Y qué
propones, amigo? ¿Que la mate, me olvide y continúe con mi vida? ¡Quizás mi padre tenía que
haberse retractado hace un año cuando le dije que no me casaría con Ragna! ¡Y sabía las razones!
Ella jadeó asombrada rodeándole para verle el rostro. —¿Qué razones? ¿Las razones soy yo? ¿Y
cuánto tiempo ibas a tenerme esperando, eh?
—¡Cierra la boca, mujer! —le gritó a la cara.
—¡No me da la gana! —gritó sorprendiéndoles a todos—. ¡Habéis hecho y deshecho de mi vida lo
que os ha venido en gana! ¡Pues ahora quiero lo mío! ¡Quiero casarme ya!
—Sera hija de Loki.
Jadeó por el insulto mirando a Ragna que sentada al lado de su padre la observaba con odio. —¿Qué
has dicho?
Sonrió maliciosa. —Padre, no pienso casarme con él.
—Tranquila, hija. Eso no va a pasar. —Stern a su lado sonrió de una manera que ponía los pelos de
punta. —De este pueblo no va a quedar nada.
—¡Ladrones! ¿Tenéis la osadía de ofenderos cuando robáis nuestros caballos y quedáis impunes?
—Puta mentirosa, ¿cómo te atreves? —gritó Stern fuera de sí—.
¡Cuando te tenga entre mis manos te arrancaré el corazón! ¡Eso te lo juro por Thor!
Ella sonrió. —Y no es lo único que habéis robado —dijo dejándolos a todos de piedra—. ¿No es
cierto?
—¿De qué habla esta loca? —preguntó Ragna ofendidísima.
—La última vez que vuestro Jarl vino por aquí desaparecieron muchas cosas. —Stern entrecerró los
ojos. —En el telar desaparecieron varias telas. De la cocina cuatro quesos y dos barriles de las bayas
que tenía
almacenadas para el invierno. Fueron muy inteligentes. Tres herramientas aquí, dos ovejas allá.
¡Pero todo en conjunto es una fortuna!
Brandr la volvió. —¿Qué dices?
—Tengo oídos. ¡Paso por las mesas y escucho lo que se habla durante la cena! Si faltan tres
herramientas nadie denuncia nada, simplemente lo comenta como algo extraño. Han desaparecido.
¿Pero no es raro que todo pasara cuando ellos estaban aquí? Un día desaparece esto y otro día lo
otro. ¡Y dejan de desaparecer cosas cuando ellos se van! ¡Y te aseguro que se iban con las bodegas
llenas!
—Es cierto —dijo Dustin—. Mi padre me dijo que habían desaparecido riendas de caballo. Dos o
tres, no estaba seguro.
—Y a mí me desaparecieron tres cuchillos —dijo otro.
—¡A mí un arco!
Todos se pusieron a decir cosas a la vez y Dahlia sonrió levantando las cejas. —¿Ves? No miento.
Por eso sabía que el herrero había dicho la verdad.
—¡Y por qué no me lo dijiste! ¡Por qué no se lo dijiste a nadie!
—¡Porque cualquier cosa que diga nunca se toma en cuenta! ¿O
acaso me hiciste caso con el herrero? ¡Lo que diga una mujer siempre es ignorado por el Jarl o por
sus hombres!
Brandr apretó los labios antes de mirar a su padre que parecía que tenía el rostro tallado en piedra.
—¿Sabías esto?
—No —respondió furioso volviéndose y caminó hacia Stern que le miró fijamente—. ¿Querías
tomarme el pelo, cabrón? —Le pegó un puñetazo que le tiró al suelo y su hija gritó asustada —
¡Registrad sus barcos! Como haya en ellos una sola cosa nuestra, prepárate para morir.
—No es necesario, Jarl —dijo Sigrid levantándose y señalando a Ragna—. Ella lleva el colgante de
mi madre en el cuello. Me di cuenta de que faltaba días después de que se fueran. Se lo dije, Jarl.
¿Recuerda?
Ragna palideció. —Me lo regaló padre. ¡Yo no sabía nada!
Adalsteinn asintió. —Lo recuerdo, Sigrid… Lo recuerdo muy bien.
—Cogió a Ragna de su melena y le arrancó el colgante de oro estirando el brazo hacia Sigrid que se
acercó a toda prisa a por él cogiéndolo con cuidado. Les miró con odio y escupió en la cara de
Ragna que se echó a llorar mirándoles con temor.
—¡Yo no sabía nada! ¡Lo juro!
Dahlia satisfecha se cruzó de brazos y Brandr juró por lo bajo dando un paso hacia su padre. —
¿Qué vamos a hacer?
—¡Matadles! —Su pueblo rugió clamando venganza levantando sus armas. —¡Y después iremos a
recuperar lo que es nuestro!
Brandr la miró y Dahlia levantó una ceja. —Prometido mío, ¿nos casamos ahora? —La miraron
como si tuviera tres cabezas y se encogió de hombros. —Creo que ya he esperado mucho. ¡Además
si te vas de incursión quiero estar casada! Y si llevo un hijo tuyo en mis entrañas, ¿eh?
¡Quién le dará su sitio!
—¡Bien dicho, hermana! —Todos se giraron hacia Erika que se sonrojó. —¡Es la señora de la casa y
trabaja de fregona!
A eso nadie podía decir nada y Brandr se puso rojo de furia por el reproche. —¡Muy bien! —le gritó
a la cara—. Nos casaremos ahora. ¿Estás contenta?
Sonrió radiante. —Mucho. —Le cogió del brazo mirando a su Jarl que no salía de su asombro. —
Cuando quiera, Jarl.
En sus ojos vio que si tuviera un hacha en la mano le cortaría la cabeza en ese mismo instante, pero
con todo su pueblo delante no podía decir palabra. —Estáis casados —dijo entre dientes antes de
volverse.
—¿Ya? —preguntó asombrada.
—Preciosa vete a casa.
—Pero es que con otros siempre suelta un discurso —dijo decepcionada—. Y la gente canta y hay
música… Suegro, se alegró más del grano que le salió en el trasero que de esta boda.
Las risas la rodearon y el Jarl siseó —Llévate a tu mujer de aquí antes de que pierda la paciencia.
Brandr tiró de ella hasta la puerta de sus aposentos y la metió en su habitación con un fuerte
empellón. —¡Eh! ¿Cuándo vas a tratarme como tu mujer?
—¡Cuando aprendas a tener la boca cerrada!
—¡Es que si la hubiera mantenido cerrada ahora estarías casado con ella! ¡Y nos seguirían robando!
—le gritó a la cara.
Él gruñó cogiéndola por la nuca para besar sus labios de manera apasionada. Cuando la soltó la
miró a los ojos. —¿Estás bien? —Medio atontada asintió y él gruñó de nuevo antes de salir cerrando
la puerta de golpe. Emocionada miró a su alrededor. Soltó una risita tocando las pieles sobre la
cama. La cama que compartiría con su esposo. Ni se lo podía creer.
La puerta se abrió y entró su hermana que algo asustada la miró con los ojos como platos. —¿Y
ahora yo qué hago? Porque es evidente que ya no nos vamos.
—No. —Se mordió el labio inferior. —Tengo la sensación de que mi suegro ahora no va a estar
receptivo para consentir tu boda.
—¿No me digas? ¡Suerte tendremos si no nos matan en cuanto pase esto! Nadie se sorprendería de
que aparecieras con el cuello cortado
cualquier mañana. ¡Le has dejado en ridículo ante su pueblo! ¡Y no solo eso, has provocado una
guerra!
—¡He descubierto un engaño! En cuanto tengan las arcas repletas se les olvidará todo.
Erika dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Tú crees?
—Mi suegro es un avaro. Cuando regresen con los barcos llenos estará contentísimo, te lo aseguro.
Y ellos no se esperan el ataque, así que será muy fácil. Eso por no hablar que tendrán cuatro barcos
nuevos para sus correrías. Todo son ventajas. ¡Deberían darme las gracias! —Se acercó a su
hermana y la cogió de las manos. —No te preocupes. Todo está mucho mejor que esta mañana. Y
cuando diga que espero un hijo…
—Pero no lo esperas y eso puede tardar, sab… —Al ver sus ojos radiantes de alegría susurró —No
puede ser.
—Me lo ha dicho Urg como todo lo demás. Esa mujer nos ha cambiado la vida, hermana. Voy a
tener un hijo.
Erika la abrazó emocionada. —Felicidades. —Se echó a reír. —Por todo.
—Quiero que te mudes a la habitación de enfrente.
—Pero son las habitaciones del Jarl. Él no ha dado su permiso.
Sonrió maliciosa. —Pero lo doy yo que soy la señora de la casa.
Está vacía no tiene por qué importarle. Eres mi única familia. Además esa habitación la usarás poco
porque Halls no te va a dejar escapar. —Su hermana se sonrojó de gusto.
—¿De veras te ha pedido permiso para casarse conmigo?
—¿Te mentiría en algo así? —Se sentó en la cama. —Ven que te lo cuente todo.
Minutos después escucharon los gritos y se cogieron las manos asustadas. Su gente estaba
tomándose su venganza en el patio. —¿Y si ella no tiene nada que ver? —preguntó su hermana en
voz baja—. Lo vi en sus ojos, no mentía. El Jarl hace cosas de las que nadie es responsable. Solo él.
Sabiendo que tenía razón corrió fuera de la habitación. —¡Dahlia no! ¡Le enfadarás más!
Llegó sin aliento y vio la matanza gracias a las antorchas que rodeaban el patio. La cabeza del Jarl
estaba sobre una pica al lado de otras más mientras sus cuerpos yacían en el suelo manchando de
sangre la verde hierba. Pero no veía a Ragna. Bajó los escalones y un yanto la hizo volverse
para encontrarla al lado de las escaleras intentando huir a gatas. Se puso a su lado. —¿Qué haces?
—Yo no sabía nada, lo juro. Por favor ayúdame —le rogó.
De repente escucharon gritar a una mujer y Ragna pálida se levantó.
—Gudrun. —Sorprendiéndola corrió hacia el gentío y se tiró sobre Axe que sujetaba por la pechera
del vestido a la mujer que había pegado a Sigrid.
Varios se echaron a reír cuando empezó a arañarle con rabia. —¡Suéltala!
¡Ella no ha hecho nada!
Axe la empujó por el vientre tirándola al suelo y Ragna gritó de la rabia levantándose de nuevo y
dándole de patadas.
—Es peleona —dijo su hermana.
—¡Basta! —gritó Brandr furioso.
Ragna se echó a llorar histérica al ver el cuerpo de su padre tumbado en el suelo a su lado y su dolor
provocó que Dahlia se mordiera su labio inferior.
—¡Mátala, Jarl! ¡Esa zorra se ha reído de nosotros! —gritó uno de los suyos.
—¡He dicho basta! —Con la espada ensangrentada en la mano se acercó a Ragna y la cogió del
brazo volviéndola hacia su padre. —¿Qué piensas hacer con ella?
—Matadla. ¡Matadlos a todos!
—¡No!
Todos miraron hacia Dahlia y su marido puso los ojos en blanco. —
Mi Jarl, no debería matarla. Nos es más útil viva.
—¿De veras? —preguntó atónito—. Mujer, ¿no te había dicho que te fueras? ¡Me sacas de quicio!
—¿De verdad? —Puso los brazos en jarras. —Pues solo intento ayudar.
—¡No necesito tu ayuda! —gritó furioso.
—Preciosa, vete dentro. —Su marido exasperado parecía a punto de soltar cuatro gritos. Y lo que no
eran gritos.
Ignorándole se acercó a Ragna. —¿Acaso no la creéis?
—¡No! —gritaron casi todos sobresaltándola.
—¡Os ciega la venganza! —Varios levantaron los brazos al cielo como si no pudieran con ella. —
¿Qué puede decir una mujer frente a las decisiones de un hombre?
—¡Pues tú dices demasiado! —Su marido señaló la casa. —¡A tu habitación!
Sonrió sorprendiéndole. —Espera esposo, tenemos mucho tiempo por delante. Antes quiero contar
mi opinión.
Varios se echaron a reír.
—¡Últimamente la dices demasiado! —gritó su suegro.
—Tranquilo, que ahora termino. —Miró a su alrededor y vio a Sigrid. —¡Tú!
—¿Yo? —preguntó sorprendida.
—Sí, tú. Eras la mujer que más poder tenía en la casa, ¿no es cierto?
—Sí, mi señora.
—Puedes llamarme Dahlia.
Sigrid reprimió una sonrisa. —Sí, Dahlia. La casa era mi responsabilidad.
—¿Y acaso has tenido voz y voto en algunas de las decisiones que ha tomado el Jarl?
—No, por supuesto que no. Eso es cosa suya.
—¿Conocías todos los detalles de sus decisiones? ¿Intervenías en sus planes de alguna manera?
—No. Soy mujer. Nadie me hubiera hecho caso.
—¡Exacto! —Miró a su alrededor. —¡Todos la conocéis! ¡Era la mujer con más poder de las que
hay aquí y no intervenía ni sabía nada! ¿Por qué creéis que Ragna conocía los planes de su padre?
¿Porque decidió que se casara con Brandr? ¡Si el mismísimo Brandr tuvo que cerrar la boca
frente a la decisión de su padre! —gritó asombrada haciendo gruñir a su marido. —¡Solo el Jarl era
responsable!
—¿Entonces hemos matado de más? —preguntó Axe asombrado mirando los cuerpos.
Ella hizo una mueca. Tampoco quería que se sintieran culpables. —
Seguro que ellos sí nos robaron algo.
Axe sonrió más tranquilo mientras el Jarl dejaba caer la mandíbula del asombro. Brandr carraspeó
incómodo y forzó una sonrisa. —Ya se va, padre.
—Un momento… —Entrecerró los ojos dando un paso hacia ella y Dahlia tragó saliva. De esa no se
libraba. —Estás diciendo que yo soy responsable de todas las decisiones que tomo.
—Bueno, es lo justo. Las toma usted. Aquí nadie puede decir ni pío en contra.
—¿Entonces qué estás haciendo?
Parpadeó antes de sonreír. —¿Dar mi opinión? Yo no ordeno nada.
Solo opino y digo lo que veo. Para evitar que cometa errores involuntarios, Jarl… como casar a
Brandr con ella. Está bien escuchar a todo el mundo.
Eso amplía miras.
El Jarl muy tenso giró la cabeza hacia su hijo que carraspeó. —
Padre como no la ate….
—¡Pues átala! ¡No sé lo que le ha soltado la lengua, pero amárrala antes de que se la corte!
Sí, la verdad es que no sabía lo que le pasaba. Ni ella se reconocía.
Debió ser la indignación al llevar tantos años comprometida sin tener ni idea. Frunció el ceño
pensando en ello. —Igual es que llevo unos días en que he dormido poco. —Abrió los ojos como
platos. —¡Igual es la pérdida de sangre! —Levantó la mano. —¿Ha visto, Jarl?
—¡Mujer a la cama!
—Brandr no seas impaciente que la vida de Ragna está pendiente de un hilo. —Sonrió al Jarl. —
¿Qué opina, mi señor? ¿La indultamos?
—¡No! —le gritó a la cara.
Chasqueó la lengua. —¿No le he convencido? —Al parecer tenía que buscar otra táctica. —Pues me
disgustaría saber que va a morir. Encima que se queda sin marido… Que tiene que ser un disgusto
no casarse con Brandr, seamos sinceros. Yo me moriría de la pena. —Brandr reprimió la risa. —¿No
ha sufrido ya suficiente? Sería un disgusto que aumentara su pena. Y he oído que las mujeres que
están preñadas no deben disgustarse demasiado.
—¿Estás preñada? —preguntó el Jarl a Ragna sin poder creérselo.
—¡Claro que no! ¡Soy pura!
—No… —Dahlia soltó una risita. —Soy yo la que puedo disgustarme. Soy yo la que está preñada.
¿Verdad Urg?
Brandr la miró asombrado antes de girarse hacia la mujer que riendo asintió. —Sí, niña. Darás a luz
un varón fuerte y sano.
El pueblo se echó a gritar de la alegría levantando sus armas y Brandr la cogió en brazos haciéndola
chillar de la sorpresa. Se sujetó en su cuello mirando sus ojos azules que brillaban bajo la luz de las
antorchas.
Aunque dudaba si era de furia o de alegría porque no movía un gesto. —
¿Estás disgustado? —preguntó insegura.
Atrapó su boca besándola apasionadamente y ella se abrazó a su cuello respondiendo entregada y
todos gritaron dispuestos a celebrarlo.
Brandr se apartó y miró sus ojos. —A la cama.
—No me has regalado nada por nuestro matrimonio… —dijo acariciando su cuello.
Brandr se echó a reír. —¿Y qué quieres? ¿Un collar? ¿Un cinturón de oro?
—Las quiero a ellas. Mis esclavas.
Ragna jadeó. —¿Qué? ¡Soy la hija de un Jarl!
—¡Niña, cierra la boca! —ordenó Sigrid con autoridad.
—¡Hijo, tu mujer es peor que tu madre y tu abuela juntas! —
exclamó el Jarl atónito.
Riendo asintió mirando sus ojos. —Tranquilo, padre. Además, nos vendrán bien. Ahora habrá más
trabajo en la casa.
Sin más subió los escalones con ella en brazos. —Muy lista, preciosa —susurró antes de besar sus
labios suavemente.
—¿Estás contento? —Pasó la lengua por su labio inferior antes de atraparlo con sus labios.
La dejó caer en la cama y frunció el ceño viendo los camastros. —
¡No te había dicho que usaras esta habitación!
—¿No? —preguntó haciéndose la tonta.
Él entrecerró los ojos. —¡Preciosa, tengo mis ganancias ahí! —dijo señalando un cofre pegado a la
pared.
—Eso significa que tú tampoco te fiabas de ellos, ¿verdad? Qué listo eres. Deberíamos poner un
candado. Es que no puede uno fiarse de nadie.
—¿Dónde está mi mujer? —gritó perdiendo los nervios.
Asombrada se sentó en la cama. —Estoy aquí. —Frunció el ceño.
—¿Estás bien? —Jadeó llevándose la mano al pecho. —¿No te estarás
volviendo tonto como el padre de Sigrid que ni la reconocía? Voy a llamar a Urg.
—¡No te muevas de aquí! ¡A dormir!
—¿No me acompañas? Es nuestra primera noche de casados —dijo seductora subiéndose el vestido
para mostrar sus hermosas piernas.
Él gruñó observándola antes de salir de la habitación y cerrar de un portazo. Dahlia hizo una mueca.
—Bueno, ya se acostará. —Suspiró de felicidad poniéndose cómoda. —Casada. Estás casada con
Brandr.
Se despertó sobresaltada y atontada de tanto dormir miró a su alrededor sin saber dónde estaba. Al
darse cuenta de que era la habitación de su marido se desperezó. Ese día ya no tendría que trabajar.
Suspiró de gusto porque a partir de ahora no iba a mover un solo dedo, solo debía mandar. De
repente miró a un lado y tocó las sábanas vacías. ¿No había dormido allí? Eso la hizo sentarse de
golpe. ¿Dónde estaba su marido?
Preocupada se levantó y se vistió a toda prisa. Sin recogerse el cabello salió de la habitación y al
llegar al salón se dio cuenta de que las mujeres estaban ya preparando la comida. Sigrid sonrió. —
Se ha levantado tarde, mi señora.
¿Quiere algo de comer?
—¿Dónde están los hombres? —preguntó mirando la mesa vacía.
—De incursión a las tierras Genderson. Han ido casi todos.
Su hermana apareció a su lado sonriendo de oreja a oreja. —Ya he trasladado nuestras cosas.
—Sigrid, ¿dónde duermen las nuevas?
—Han dormido aquí en el suelo. Aunque no han dormido mucho, no han hecho más que llorar. —
Le señaló el otro extremo del salón con la cabeza y Dahlia se volvió para encontrárselas a las dos
abrazadas ante la chimenea sentadas en el suelo. —Como son sus esclavas no sé qué ordenarles,
señora.
—Que me llames Dahlia, Sigrid.
La mujer levantó la barbilla orgullosa. —¿Qué hago?
Suspiró porque seguro que no sabían hacer nada. —Que limpien. No quiero que quemen la comida
y que el Jarl tenga alguna queja.
—Muy bien. —Sigrid se palmeó las manos limpiándose la harina y caminó hasta ellas. —Eh,
vosotras. ¡A limpiar!
Se levantaron en el acto y Dahlia dijo —Hay que fregar bien el suelo. Ya es hora de poner los juncos
para el invierno. Los hombres llegan con las botas llenas de nieve y lo ponen todo perdido si no
están puestos.
—Sí, Dahlia —dijo Sigrid sonriendo porque era lo que ella hubiera ordenado.
—¿Has desayunado? —preguntó a su hermana.
—Sí.
—Acompáñame mientras lo hago yo. —Fue hasta la mesa y apoyó las manos sobre la superficie
sentándose en la silla de al lado de su esposo.
No se lo podía creer. Su hermana puso ante ella leche y pan con queso.
Comió con apetito porque la noche anterior no había cenado. —Has dormido mucho. ¿Estás bien?
—Es que es una cama muy cómoda. —Soltó una risita antes de beber.
—Sí que lo es. —La miró sorprendida mientras se sentaba a su lado.
—Ni te has dado cuenta de que he dormido contigo. Cuando me enteré de que los hombres se iban,
tu marido me ordenó que lo hiciera. Que no me separara de tu lado.
—¿De veras?
—Y Halls hizo lo mismo. —La miró de reojo sonrojándose. —Y me robó un beso de despedida.
Sigrid dejó otra jarra de leche caliente ante ella. —Es buena para el bebé.
—Gracias. —Cogió la jarra de leche caliente y la olió. Olía a dulce.
—¿Qué es?
—Leche con miel.
—¿Miel? —Sus ojos brillaron. —No la probaba desde niña. Padre la traía, ¿recuerdas Erika? —
Bebió un trago y disfrutó de su sabor.
—Sí —dijo mirando la leche anhelante. En cuanto Sigrid se volvió le pasó la jarra y su hermana le
dio un sorbo.
—Lo he visto. Erika, ¿quieres una jarra? —La miró sin saber qué decir. —Puedes pedir lo que
quieras —dijo Sigrid —. Ahora eres familia del Jarl.
—¡Sí! —respondió emocionada—. Gracias.
Sigrid sonrió divertida. —De nada. Enseguida te la llevo.
—¿Podemos tomar nosotras también? —preguntó Ragna suavemente. Mira qué pronto se le habían
bajado los humos. Las hermanas se miraron—. No hemos desayunado.
—¡La miel es para las señoras y los niños enfermos! —las reprendió Sigrid—. Y hubieras
desayunado si hubieras hecho algo. ¡Así que a fregar, señoritinga! Si no trabajas, no comes.
Reprimiendo las lágrimas agachó la cara antes de seguir barriendo.
Dahlia se mordió el labio inferior pensando que tenía que sentirse muy mal.
Lo había perdido todo. Sigrid le puso delante la jarra a su hermana y esta arrepentida miró la leche.
Sabía por qué, porque ella ya había desayunado.
Bebió un sorbo y era evidente que no lo estaba disfrutando. Tenía un corazón enorme. Dahlia se
levantó y dijo —¿Ragna? Recoge esto. Gudrun ayúdala.
—Sí, señora.
Se acercaron de inmediato y al ver las jarras de leche casi sin probar se les cortó el aliento antes de
observar a las señoras que salían del salón hablando entre ellas. Sigrid sonrió negando con la
cabeza. —Tomadla. Si no la señora se disgustará. Estas niñas nunca aprenderán. Siempre hacen
estas cosas. —Negó con la cabeza antes de ver que se habían quedado allí paradas. —¡Venga, qué se
enfría!
En la tarde ya se aburrían como ostras. Había empezado a llover con fuerza, lo que las había
obligado a recluirse en la casa. Sentadas a la mesa tamborileaban los dedos con la cara apoyada en
la otra mano mirándose la una a la otra. —Esto es muy aburrido.
Su hermana se enderezó. —¿Jugamos al escondite?
—La casa tampoco es tan grande.
Erika bufó volviendo a su posición inicial y Ragna escuchándolas mientras repartía los juncos en el
suelo puso los ojos en blanco tirándolos todos de golpe. —Deberíais haceros un vestido. Eso que
lleváis es indigno para el hijo del Jarl.
Se les cortó el aliento antes de mirarse con los ojos como platos. —
Un vestido.
Se volvieron hacia Sigrid que reprimió la risa. —Hay unas telas que han traído los hombres de la
última incursión. Se reservaban para Ragna.
Para agasajarla.
Ragna chasqueó la lengua. —Tengo muchos vestidos. O los tenía.
—Miró hacia ellas. —¿Qué hago ahora?
Al menos no era perezosa. Dahlia vio el hermoso vestido que llevaba. Parpadeó porque no se había
fijado hasta ese momento. Era de color granate y su tela parecía muy suave y caliente. Se levantó
acercándose y cogió la manga acariciándola. —Es terciopelo. Está de moda entre la nobleza del sur.
—¿De veras?
—Niñas tenéis las telas en la habitación del Jarl. La que está cerrada, así que debéis esperar a que
regrese.
—Vaya —dijo su hermana, pero aun así sonrió—. ¿Te gustaría tener un vestido así?
—Me gustaría estar tan hermosa como ella.
Ragna se sonrojó de gusto y la miró al rostro. —¿Qué te ha pasado?
—Nada —respondió avergonzada —. Me caí.
—Ah. No tienes aspecto de ser una mujer torpe…
Esta no era tonta. Aunque seguramente nadie se lo había creído porque ni el Jarl ni Halls se habían
tragado lo que había dicho. Se volvió para regresar a la mesa sentándose y dándole la espalda. Erika
apretó los labios acercándose y le acarició el hombro. —Las cosas han cambiado mucho. Has sido
muy valiente. —Se sentó a su lado. —Mírate, ahora eres la señora de la casa. Eso te lo hizo cuando
no… —Su hermana se detuvo en seco.
—¿Cuando no era nadie? —Sonrió con tristeza. —Seguro que sigue pensando lo mismo. Era su
prometida y me ha ignorado durante años.
—Tenía que seguir las órdenes de su padre. Pero cuando tuvo que apoyarte estuvo a tu lado.
Cumplió su palabra.
—¿Si, verdad? —Sonrió ilusionada. —¿Crees que puede llegar a amarme?
—¿Y para qué quieres que te ame?
Se volvieron para ver que Ragna no se cortaba en poner la oreja.
—¿Quieres dejar de cotillear lo que dicen las niñas? —preguntó Sigrid indignada que de pronto se
había convertido en su mayor defensora.
—¡No cotilleaba! Estaba aquí detrás. —Se acercó un par de pasos más. —Eres la señora de la casa,
¿por qué quieres que te ame? Con que te dé tu puesto…
—Mis padres se amaban.
Erika asintió.
—Cierto. Egil amaba muchísimo a su Brenda —dijo Sigrid sonriendo—. Fueron muy felices
mientras estuvieron juntos.
—¿Eso quieres? ¿Ser feliz con él?
Las tres la miraron como si estuviera loca. —Claro que sí.
—Niña, sigamos limpiando —dijo Gudrun—. Disculpadla. Es que no ha vivido rodeada de amor.
No lo comprende.
Se quedaron de piedra y las tres se miraron atónitas. —Pensaba que su padre la quería —susurró.
—¿Mi padre? Nunca me hablaba. Solo cuando quería mostrarme ante algún invitado. Me daba
caprichos si los pedía para estar más hermosa,
¿pero amor? No recuerdo que mi padre me haya abrazado… —Pareció pensar en ello. —No, no me
abrazó jamás.
—Pobrecita —susurró Sigrid impresionada—. ¿Y tu madre?
—Murió en mi parto. —De repente sonrió. —Pero tengo a Gudrun.
Ella me ha cuidado. Es mi madre.
La mujer se emocionó. —Claro que sí, cielo.
—Entonces sí que sabes lo que es el amor. La tienes a ella —dijo Dahlia.
—Pero el amor de un marido es distinto —dijo Erika.
Gudrun se sonrojó. —No me he casado, así que no ha visto muchos ejemplos a su alrededor. Y con
afecto muchos menos.
—Me sorprendió mucho cuando Brandr te besó en público. —
Dahlia se sonrojó de gusto recordándolo. —Eso no se hace.
—Claro que sí —replicó Erika.
—No. Solo puede tocarte la mano.
Parecía tan convencida que no se lo podían creer. —¿De dónde has sacado eso?
—Una vez vinieron unos recién casados aliados de mi padre.
Vinieron de visita y solo se tocaban la mano. Nada más.
—¿No has visto a nadie de tu gente besarse?
Se sonrojó. —Solo con mujeres de mala reputación. A veces se emborrachan en las fiestas, pero
entonces padre me hacía retirarme.
—Has vivido en una burbuja —dijo Dahlia impresionada.
—Hermana, a esta hay que espabilarla porque ahora no tiene a su padre para que la proteja.
Jadeó llevándose la mano al pecho. —Es cierto.
—Ven Ragna. Voy a darte unas directrices que debes seguir al pie de la letra.
Capítulo 5
Los hombres regresaron al día siguiente al amanecer. Al escuchar el cuerno suspiró del alivio y
como todos corrió medio vestida al puerto para ver llegar los barcos. Seis barcos que debían estar
cargados hasta los topes por la línea de flotación. Los suyos estaban en la borda levantando sus
armas, pero ella solo miraba a Brandr que iba en el segundo barco tras el del Jarl agarrado a una
soga. No celebraba nada. Simplemente miraba a su padre fijamente con una dura expresión en el
rostro. Dahlia separó los labios porque conocía esa expresión. Estaba furioso con su padre, lo que
significaba que habían sido despiadados y ella lo sintió por esa gente porque muchos no tenían la
culpa de nada. Los demás que iban con él tenían una expresión parecida en el rostro. De hecho,
Halls parecía fuera de sí. En cuanto atracaron Brandr saltó de su barco. Los suyos le dieron
palmadas en la espalda felicitándole, pero les ignoró para llegar hasta ella.
La cogió por las piernas cargándosela al hombro y Dahlia no protestó. Solo
se sintió feliz porque había ido a su encuentro y se dejó llevar mientras varias mujeres soltaban
risitas a su paso.
Al llegar a su casa entró en su habitación y la tiró sobre la cama tumbándose sobre ella.
Simplemente se la quedó mirando y acarició la parte sana de su rostro. En sus ojos vio la tortura
como si los recuerdos le acosaran y se dio cuenta de que no había podido hacer nada. —¿Lo has
intentado? —susurró cogiéndole por las mejillas para que la mirara a los ojos—. ¿Has intentado
impedirlo?
—Sí —respondió con rabia.
—Pues has hecho lo que has podido. No es responsabilidad tuya. No eres el Jarl. Cuando lo seas, tú
tomarás las decisiones. —Acarició su barba y sonrió. —La tienes muy larga. Siempre te la afeitas
para el verano, pero este año no lo has hecho.
Esa frase pareció relajarle. —¿Me la afeitarás?
Sus ojos brillaron de la alegría. —¿Me dejarías?
—Es tu función, eres mi esposa.
Acarició sus hombros por debajo de la piel. —Es cierto, lo soy —
dijo con la voz ronca porque sentirle la encendía.
—Y vas a darme un hijo. —Movió la cadera contra la suya y Dahlia cerró los ojos por el roce contra
su sexo.
—Sí…
La puerta se abrió y Halls se sonrojó. —Lo siento, pero creo que deberías salir.
Brandr se tensó sobre ella. —¿Por qué?
—Hay problemas.
Su marido se levantó en el acto y tirando su piel a un lado salió de la habitación. Dahlia hizo una
mueca. —Haces menos el amor de casada que de soltera. ¿Esto es normal?
Saltó de la cama y tiró la piel al lado de la de su marido antes de correr tras él. Varias personas
gritaban en el salón y se detuvo en seco porque Brandr empujaba por el pecho a Axe separándole de
uno de los guerreros más leales al Jarl. —¿Qué pasa aquí?
—¡El Jarl quiere quedarse con todo! —gritó Axe—. ¿Y nuestra parte?
—¡Son cosas que se han robado a todos! —gritó una mujer—. ¡La única que ha recuperado lo suyo
es Sigrid! ¡Yo también quiero el brazalete de mi madre!
Dahlia chasqueó la lengua. —Tú no has tenido un brazalete en la vida, Frida. No te pases.
Varios se echaron a reír mientras la mujer se sonrojaba. Brandr la advirtió con la mirada y decidió
cerrar la boca. A ver si así le hacía el amor.
Brandr se dirigió a su padre que bebía tranquilamente de su jarra. —
Padre, ¿de qué hablan? Ya tienes los barcos.
—¡Eso! ¡Con ellos ganarás mucho en las próximas incursiones! —
gritó Axe furioso—. ¡Nosotros también tenemos familias!
—¡Nos han robado a todos, así que todos tenemos que recibir nuestra parte! —gritó uno de los más
ancianos.
—Como ha demostrado Frida siempre habrá algún aprovechado que intentará lucrarse de ello —dijo
el Jarl dejándola con la boca abierta—. Así que no hay nada para nadie. Eso es lo justo.
Todos se quedaron en silencio y Brandr se pasó la mano por el cabello apartándolo. —Vamos a
ver… Ha sido una incursión. Un tercio. Ese es el trato para todos. ¡Mis hombres tienen derecho a
recibir su parte! ¡Se han jugado la vida!
—¿Tus hombres? —Adalsteinn se levantó lentamente. —¡Son mis hombres no los tuyos!
Brandr se tensó con fuerza apretando los puños de la impotencia. —
Merecen su parte.
—¡Yo decido quien merece o quien no merece algo entre mi pueblo!
¡Y puede que tú no merezcas ser Jarl, porque con tu actitud has demostrado que no mereces este
puesto! ¡No has hecho lo mejor para los tuyos! ¡Los has puesto en riesgo por ella!
—¡Lo he hecho por cumplir tu palabra!
Le miró fríamente. —¡A veces hay que dejar ciertas cosas a un lado por el bienestar de todos!
—¡Lo que no quieres es dar el brazo a torcer porque te han demostrado que eran unos ladrones y te
han dejado en ridículo!
Adalsteinn palideció mirando fijamente a su hijo. —¿Qué has dicho?
—Deberíais calmaros antes de decir algo irreparable —dijo Balder preocupado.
—Creo que mi hijo ya ha dicho algo irreparable. Desaparece de mi vista.
Brandr apretó las mandíbulas. —No hasta que se aclare el tema de la repartición.
—No va a haber repartición y como sigas con el tema hago que quemen los barcos con todo lo que
tienen dentro. —Varios jadearon del asombro y otros protestaron. —¡Silencio! ¡Quien no esté de
acuerdo puede
irse de mis tierras! —Dio un paso hacia su hijo. —¿Me oyes? ¡Mis tierras!
¡Mis órdenes!
Brandr se volvió furioso y le dijo —Recoge tus cosas. Nos vamos.
Impresionada susurró —Pero…
—¡Ahora!
Adalsteinn rojo de furia apretó los puños mirándola como si todo fuera culpa suya. Si antes la
odiaba ahora ese odio sería eterno. Agachó la mirada volviéndose y fue hasta la habitación donde su
marido ya tiraba todas sus pertenencias dentro del cofre que tenía abierto. —Recoge las pieles, son
mías.
Halls apareció en la puerta. —Hermano, ¿qué haces?
—Se acabó. Por eso tardé un año en volver, porque estaba harto.
Nunca piensa lo que dice y terminamos en problemas. Lo ha hecho toda la vida y mucho más
cuando bebe. Casi nos busca la ruina con ese matrimonio. ¡Ha ordenado matar a gente inocente! ¡Y
yo soy un guerrero no un asesino!
Nunca se sintió más orgullosa de él que en ese momento y empezó a recoger las pieles y a
enrollarlas para el traslado.
—¿Pero a dónde vais a ir? Piénsalo bien. Llega el invierno y tu esposa está en estado.
—Nos arreglaremos.
Erika se acercó asustada pasando tras Halls para llegar hasta ella. —
¿Dahlia?
Miró a su hermana a los ojos. —Me voy con mi marido.
—Pues me voy contigo. —Asustada miró a Brandr. —¿Puedo, por favor?
—¡Tú no te vas a ningún sitio! —exclamó Halls asombrado.
—Claro que sí. Si mi hermana se va, me voy con ella.
—Hermano si lo que quieres es casarte con Erika, vete olvidándote porque padre no te dará
permiso. Y ahora aún menos porque eres su heredero. Las odia. Si pudiera las mataría.
—Vuelvo enseguida. ¡No os vayáis sin mí!
Halls con la boca abierta fue muy consciente de que le abandonaba con tal de no perder a su
hermana. Hizo una mueca porque era comprensible.
Axe llegó a la habitación y siseó —Me voy con vosotros y varios más también.
Brandr le miró sorprendido. —¿Cuantos más?
—Al menos veinte y el número aumenta por momentos.
—¿Y cómo vamos a trasladar a tantos?
—¡Te dije mil veces que teníamos que hacer nuestro propio barco!
—gritó su amigo.
—Tenemos caballos, no pasa nada. —Dahlia enrolló bien las pieles para que ocuparan lo menos
posible. —Todo irá bien.
Brandr se acercó a ella y ató las pieles. La miró a los ojos. —¿Estás segura? Este es tu hogar.
Sonrió radiante. —Mi hogar está donde estés tú y mi hermana. Os tendré a los dos. No puedo pedir
más.
Su marido sonrió y se dijo que por esa sonrisa recorrería el mundo.
Halls parecía indeciso y era evidente que no tenía ni idea de qué hacer.
—Ya estoy aquí —dijo Erika casi empujándole para pasar con un hatillo en la mano y su piel puesta.
—¡Está claro que no te lo piensas mucho! —gritó molesto.
Se sonrojó antes de mirarle tímidamente. —Si vinieras sería perfecto.
—¡No tenéis a donde ir!
—Eso no es excusa para no intentarlo.
—Podemos volver a mi hogar. —La tímida voz de Ragna les hizo mirar tras Halls que se apartó
para dejarla pasar. —No sé a cuantos habéis
matado. No sé lo que queda si es que queda algo, pero sé que los supervivientes necesitarán un guía.
Brandr apretó los labios. —No podemos hacer eso.
—¡Hemos conquistado ese terreno, tenemos derecho a él! —
exclamó Axe.
Se acercó a Axe y le cogió por las pieles pegándole a él. —¡Nos odiarán! ¡La vida de nuestras
mujeres correrá peligro! ¡Siempre habrá alguien que nos guarde rencor! ¿Te atreverías a comer algo
que prepararan esas mujeres? El odio perdurará para siempre.
Axe frunció el ceño mirándole fijamente antes de negar con la cabeza y nadie pudo decir algo a eso
porque tenía toda la razón. Ragna dio un paso hacia ellos. —Hay una casa abandonada en nuestro
fiordo. Esta a cierta distancia de nuestro pueblo, así que estaremos alejados de mi gente.
—La conozco —dijo Brandr—. Era la antigua casa del Jarl, pero la trasladó hace muchos años para
tener más terreno en la época de siembras.
—Exacto. Si la acondicionamos podemos pasar el invierno mientras decidimos qué hacer.
—¿Por qué nos ayudas? —preguntó Erika suavemente.
—Porque si os vais, mi vida aquí será mucho peor de lo que es ahora. Por favor llevadnos con
vosotros.
Brandr asintió. —Axe encárgate de reunir en el puerto a los que se van. Quien tenga barca que la
cargue con las pertenencias para el traslado.
Quien no tenga caballo tendrá que caminar.
—Sí, Jarl.
A Brandr se le cortó el aliento y Halls sonrió. —No conozco a nadie que merezca más que le llamen
así.
—Bueno, ¿vienes o no? —preguntó Erika impaciente.
Halls apretó los labios mirándola con sus ojos negros torturados por la duda. —No puedo dejarle.
Siento que ahora mi deber es estar a su lado.
Erika agachó la mirada. —Entiendo. —Halls dio un paso hacia ella, pero Erika susurró —Os espero
fuera.
Brandr se acercó a su hermano y le dio un fuerte abrazo. —Te enviaré noticias.
—Lo sé.
—Siempre serás bien recibido esté donde esté.
—Se dará cuenta de su error en cuanto te vayas —dijo emocionado apartándose.
—Pero no lo reconocerá. Venga mujer, tenemos mucho que recoger todavía.
Reprimió las lágrimas porque los hermanos nunca se habían separado y sabía que se echarían
muchísimo de menos. Era desgarrador el sufrimiento de sus rostros al separarse. Halls salió de la
habitación y supo que no le volvería a ver. Al menos de momento. Sin perder el tiempo recogió todo
lo que pudo porque sabía que lo necesitarían en la casa nueva.
Quiso llevarse el colchón, pero su marido se negó. —Preciosa si todos nos llevamos los colchones
no entraría nada más en las barcas. Solo lo imprescindible.
Se llevó la mano al pecho al recordar algo y su marido que cogía el arcón se detuvo en seco. —¿Qué
ocurre?
—Las monedas —susurró levantando las cejas.
Su marido juró por lo bajo dejando el arcón. —¡Lo sabía!
—Son mías. Bueno, nuestras. ¡Nunca nos han dado nada por nuestro trabajo!
—Son suyas. Déjalo.
—¡No! —Se señaló la cara. —¡Me las he ganado!
Brandr gruñó exasperado. —Muy bien, vete a buscarlas.
—Tardaré un poco.
—¡Entonces no!
Juntó sus manos. —Nos vendrán muy bien.
—¿Crees que las necesito?
Viendo el pedazo de arcón cargado de oro no era que lo necesitara mucho, pero ella se negaba a
dejar su parte allí.
—Vengo enseguida. Tú vete sacando esto. No te dejes nada.
Asombrado iba a decir algo pero ella cogió su piel y salió corriendo.
Al pasar por el salón vio al Jarl sentado en su sitio mirando muy serio su cuerno de oro regalo de su
hijo. Estaba solo y sintió pena porque se había dejado llevar por su orgullo y ahora se veía en esa
situación.
—Jarl…
—Todo esto es culpa tuya. —Sonrió como si no se lo creyera antes de mirarla. —Tendría que
haberte matado en cuanto abriste la boca.
—No, Jarl. Yo no soy la culpable de que su hijo se vaya y si no se da cuenta de las razones que tiene
para irse le perderá para siempre. Espero que entre en razón porque desearía que mi hijo tuviera un
abuelo.
Él apartó la mirada como si le diera asco y dolida susurró —Le deseo lo mejor.
Se iba a alejar cuando él dijo —Cuídale, niña.
—Lo haré. Haría lo que fuera por él.
—Lo sé. Siempre lo he sabido.
Asintió antes de salir corriendo. No sabía por qué sentía ganas de llorar con todo el daño que le
había hecho, pero es que había pasado mucho tiempo atendiéndole y no podía evitar tenerle cariño.
Para darse más prisa decidió ir a caballo y al ver el hermoso caballo de Axe se subió sobre él antes
de salir a galope. —Dahlia, ¿qué haces?
—¡Vuelvo enseguida! —Era un caballo muy brioso y ella no estaba acostumbrada, pero consiguió
dominarlo y subir la colina. Estaba escarbando cuando aparecieron las primeras barcas bajando el
fiordo y se le cortó el aliento por todos los que eran. Extrajo la saca y de pie sobre las rocas se la ató
al cinturón. Les observó unos segundos mientras el aire azotaba su cabello. Unas manos rodearon su
cintura y sonrió cerrando los ojos. —Mi amor. —La abrazó a él con fuerza y cuando sintió un beso
en la sien abrió los ojos. —Míralos… Te siguen a ti.
—No dejes que me convierta en él.
Sonrió acariciando sus manos. —Lo intentaré.
—Vamos preciosa, Axe espera su caballo.
Cogió su mano y caminaron hasta sus monturas. La cogió por la cintura subiéndola a su caballo y
puso los ojos en blanco al ver la saca. —
Preciosa, ¿tienes ahí ese anillo?
Sus preciosos ojos verdes brillaron de la alegría. —Sí.
Él cogió la saca y la abrió sacando el anillo que había elegido para ella con la piedra verde. Cogió su
mano y le puso el anillo en el índice.
Emocionada se agachó y besó sus labios. —Te amo.
Brandr sonrió, pero al acariciar su dolorida mejilla perdió la sonrisa poco a poco. —Vamos, nos
están esperando.
Le observó subir a su caballo y le siguió, pero sabía que el momento se había roto y no sabía muy
bien por qué. Aunque aquella situación no era normal se había sentido más unida a él que nunca y
deseaba con toda su alma que estuvieran así de bien en el futuro.
Capítulo 6
El viaje fue difícil. Realmente difícil porque llovía a cántaros y estaban calados hasta los huesos.
Los hombres con las barcas esperaban casi al final del fiordo a los que iban a caballo para arrastrar
las pequeñas embarcaciones a través de la tierra hasta el otro lado. No podían arriesgarse a entrar en
mar abierto con las barcas cargadas pues el mar estaba muy embravecido en esa época del año.
Eligieron precisamente ese lugar para cruzarlas porque el terreno era menos escarpado.
Las mujeres se encargaron de los caballos mientras ellos tiraban de las barcas con gruesas sogas
arrastrándolas a través de la tierra para llegar al fiordo vecino. Tuvieron que pasar la noche al raso y
muerta de frío se abrazó a su hermana que intentaba no llorar mientras Brandr se encargaba de
adelantar varias barcas para llegar cuanto antes. Por la mañana estaba agotado como todos los
hombres, pero cruzaron el fiordo con las barcas, las descargaron y regresaron a por ellos. Estaba
preocupada por varias de las
mujeres. Sobre todo por Sigrid que estaba pálida aunque Gudrun intentaba ayudarla en todo lo que
podía.
Cuando los hombres llegaron con las barcas ella se acercó a Brandr.
—Cielo, trasladar primero a los más mayores.
—¡Hago lo que puedo!
Palideció por su tono y dolida dio un paso atrás. —Perdona… —Se volvió a toda prisa y regresó
con las mujeres. Se dijo que estaba cansado, que se le pasaría en cuanto comiera algo y entrara en
calor. Debía tener paciencia. Además, Brandr no se caracterizaba por su buen humor precisamente.
Lo sabía de sobra.
Cuando les pasaron al otro lado apenas tardaron una hora en llegar a la destartalada casa. Subida en
el caballo ante su marido escuchó como él juraba por lo bajo porque se le había caído una pared.
Además, la casa no era lo bastante grande para todos. Debían ser cuarenta y allí no cabrían ni para
dormir. Pero cuando habían hablado de la casa no se imaginaban que serían tantas personas. Sonrió
a su marido y susurró —Nos arreglaremos.
—Como se ponga a nevar… —Negó con la cabeza. —Con el peso de la nieve se vendrá abajo.
—Entremos a ver si tienes razón.
Por dentro no estaba mejor. Un par de mujeres se echaron a llorar por su estado, pero vista desde
dentro era más grande de lo que parecía.
Caminó hasta el hogar en el centro de la casa que tenía una gran olla oxidada y Dahlia apretó los
labios antes de sonreír. —Bueno, los hombres tienen que descansar y las mujeres podemos empezar
a hacer nuestro trabajo. ¡Dejad los llantos que no conducen a nada y a trabajar! ¡Este será nuestro
hogar a partir de ahora, así que no quiero ni una queja! Dentro de un año todo será muy distinto, os
lo aseguro. —Brandr la observó desde la puerta y Dahlia sonrió. —¿Verdad marido?
—Verdad.
Las mujeres se pusieron manos a la obra y después de meter todos sus enseres desde las barcas,
consiguieron colgar unas pieles del lateral que no tenía pared cosiendo las piezas unas a otras.
Disimuladamente le dio la saca a su hermana para que la guardara entre sus cosas porque no quería
meterla en el arcón de Brandr. No le parecía justo porque su hermana había arriesgado el cuello por
ella, así que era suya. Ella intentó negarse, pero al darse cuenta de que llamaban la atención la cogió
metiéndola entre la tela de su mejor vestido antes de guardarlo con el resto de sus pertenencias en el
hatillo. Se miraron a los ojos sonriendo antes de seguir con sus tareas.
Los hombres por la tarde cortaron leña y salieron a cazar algo. En cuanto encendieron el fuego la
actitud de todos cambió y empezaron a
hacer planes. Mientras hacían las liebres al fuego muchos contaron lo que podían hacer para mejorar
su nuevo hogar. Repartieron las pieles por el suelo y se sentaron. Brandr se sentó tras ella apoyando
la espalda en la pared y la abrazó a él recostándola contra su pecho. No se separaron ni para cenar.
—¿Y tú que planes tienes? —preguntó mirando hacia atrás.
Brandr sonrió y besó sus labios. —Dormir. Y tú deberías dormir también porque las preñadas
duermen mucho.
—¿De veras? —De repente abrió los ojos como platos. —Urg no ha venido con nosotros.
—¿Y?
—¿Cómo voy a parir?
—Las mujeres parían antes de Urg.
—Muy gracioso.
Miró al frente preocupada y él besó su sien. —Alguna de las mujeres te ayudará. No te preocupes.
Su hermana tumbada a su lado sonrió. —Claro que sí, Dahlia. No pasará nada.
—Siento lo de Halls.
Chasqueó la lengua. —No sé para qué me hago ilusiones. La culpa es tuya que me metes ideas raras
en la cabeza.
—Él quería casarse —dijo su marido.
—No lo suficiente. Pero no sé de qué me extraño. Todos los hombres son iguales. Nunca se
arriesgan por nosotras, solo por lo que pueden conseguir o por el maldito orgullo. Jamás por una
mujer —
respondió antes de girarse dándoles la espalda.
Se la quedó mirando pensativa y sintió como su marido suspiraba tras ella. —¿Tú piensas así,
preciosa?
Apretó los labios antes de recostarse en su pecho. —No quiero discutir, Brandr.
—¿Crees que voy a discutir por esto? —preguntó intentando aparentar indiferencia—. Solo quiero
saber qué piensas.
—Durante años hemos estado solas, así que no hagas que conteste a esa pregunta.
Sintió como se tensaba tras ella. —Ya la has contestado, preciosa. Y
es evidente que me haces responsable.
Quiso gritar que sí que era responsable, porque tenía que haber estado a su lado, pero en lugar de
eso se mordió la lengua. —Durmamos, estoy cansada.
—Sí, será lo mejor.
Se despertó muy cansada y cuando se giró se dio cuenta de que su marido la había tumbado en el
suelo sobre una piel. Gruñó tocándola porque estaba húmeda. Chasqueó la lengua sentándose. Le
dolía todo. Hasta la cabeza. Al mirar a su alrededor gimió por que el fuego estaba casi apagándose.
Las mujeres y algunos hombres seguían durmiendo. Al mirar las pieles colgadas vio que empezaba
a amanecer. Era hora de levantarse y al hacerlo se tambaleó. Su hermana se levantó en el acto y
asustada la cogió del brazo. —¿Dahlia? Estás pálida.
—Estoy algo mareada.
—A ver si tiene fiebres —dijo Sigrid acercándose.
—Siéntate.
—Tenemos mucho trabajo. Estoy bien.
Sigrid le puso la mano sobre la frente y frunció el ceño. —Está algo caliente.
—Hoy te vas a quedar tumbada. Seguro que has pasado mucho frío.
—Como todas.
—Pero tú estás preñada —dijo su hermana.
—No puedo quedarme tumbada mientras las demás trabajáis. No es justo.
—Lo que no sería justo es que te murieras por cabezota. Túmbate.
—Esa piel está húmeda —dijo agotada.
Su hermana se agachó para palparla. —Pero qué… —Se incorporó pasando la mano por su espalda.
—Estás empapada. Hay que quitarte esta ropa. Tienes que entrar en calor.
Varias se acercaron y entre todas la cubrieron por si alguno de los hombres la veía. Su hermana le
puso un vestido seco y unas gruesas medias de lana. Antes de tumbarla en una piel seca la
envolvieron en otra sacándole el cabello que estaba algo húmedo en la nuca. Decidieron tumbarla
cerca del fuego y apenas unos minutos después se quedó dormida. Muy preocupada Erika salió de la
casa y encontró a Brandr organizando a los hombres. —Axe encárgate de talar árboles. Tenemos
que cubrir esa pared antes de que nieve.
—¡Brandr! —Se volvió para verla llegar. —Tu esposa está enferma.
La miró incrédulo. —Si estaba bien. Dormía muy a gusto cuando la dejé.
—Tiene calentura. Igual deberíamos ir hasta la aldea a ver si hay una curandera. Además he
escuchado toser a tres mujeres.
—¿Una curandera?
—Sí —dijo Ragna—. Se llama Helmi. Si voy con vosotros seguramente nos ayudará.
—O mata a todo el que pueda con algunas de sus hierbas solo por venganza. —Se volvió
ignorándolas. —Mi mujer está bien, solo necesita descansar.
Les observaron impotentes y cuando se pusieron a hablar como si no estuvieran allí regresaron a la
casa para cubrirse del frío viento. —Igual no es nada —susurró Ragna.
—Mi hermana nunca enferma. Es la persona más fuerte que conozco.
—Pues esperemos que se reponga pronto porque esos no tienen ninguna intención de ir a ningún
sitio.
A la noche no era la única enferma. Cinco mujeres más estaban con fiebre y dos de los hombres.
Sigrid había preparado un caldo para todos con la caza que los hombres habían conseguido. No
habían podido cortar la madera en tablas porque nadie había llevado una sierra, así que colocaron
los troncos uno pegado al otro para hacer la pared, pero por algunas grietas se colaba el frío así que
no quitaron las pieles hasta que pudieran taparlas.
Brandr entró en la casa y se quitó la piel mirando a su alrededor. Sigrid y las demás estaban
intentando que los enfermos tomaran el caldo, pero muchos no eran capaces porque ni se
despertaban. Entre ellos Dahlia. Su hermana tenía su cabeza apoyada en sus rodillas y le acercaba el
tazón a la boca, pero el líquido le caía por la comisura sin que tragara nada.
Brandr se acercó de inmediato y se arrodilló a su lado. —¿Por qué no me dijiste que estaba peor?
—¡Te lo dije! ¡Mira a tu alrededor! ¡Varios están enfermos! ¡No digas ahora que no te hemos
avisado! —gritó angustiada—. Está muy mal.
¡Ella no se pone nunca enferma y mírala!
Él cogió su mejilla y se la acarició antes de mirar a su alrededor. —
Joder, ¿qué vamos a hacer ahora?
—Ya te lo he dicho —dijo Ragna—. La curandera…
—¡Olvídate! ¡No pienso dejar que la maten!
Axe se acercó y apretó los labios por el aspecto de Dahlia. —Mi madre decía que la corteza de
fresno era buena para las fiebres.
Brandr miró hacia las pieles y se levantó en el acto sacando el cuchillo de la bota. Sigrid levantó la
vista. —¿Y sabes cómo se usa?
—Decía que se hervía. Pero no sé cuánta ni con qué cantidad de agua. —Se pasó la mano por la
barba. —También contaba que si se abusa
puede matar, pero no recuerdo cómo. Igual es si se usa mucha.
Brandr se volvió con un buen trozo en la mano y Erika se puso muy nerviosa. —¿Y si es mucha?
—Sigrid encárgate.
—¿Y si la matas?
La fulminó con la mirada. —¿Tienes alguna opción mejor?
—¡Sí, ir a buscar a esa mujer!
—¡Esa mujer está muerta! —le gritó a la cara haciéndola palidecer
—. ¡Allí ya no queda nadie!
Los hombres apretaron los labios apartando la mirada y Ragna impresionada se llevó la mano al
pecho. —¿Qué dices? —Axe la cogió por la cintura cuando se tiró sobre él. —¡Asesinos! —gritó
desgarrada—.
¡Había niños allí! ¡No habían hecho nada!
Brandr la miró a los ojos. —¿Por qué crees que he abandonado mi hogar y mi herencia, mujer?
Gudrun se echó a llorar dejándose caer en el suelo y Ragna corrió hacia ella abrazándola con fuerza
mientras todos las observaban con pena.
—Fue una masacre. El Jarl ordenó acabar con todos. Brandr no quería deciros nada para que no os
afectara —dijo Axe mirando los ojos llenos de lágrimas de Ragna.
—Entonces podríamos trasladarnos allí —susurró Dustin. Su padre le dio un codazo mandándole
callar—. ¿Qué? Las casas están hechas.
Todos se quedaron en silencio y una mujer susurró —Yo no me voy allí. Solo hay muertos. Es mal
fario. Los Dioses nos castigarían por ello, estoy segura. Esas tierras están malditas.
Varios asintieron y Brandr miró a su mujer. —Sigrid hierve la corteza. Los enfermos beberán poco a
poco para evitar que sea demasiado.
La mujer asintió y le dijo a Dustin —Trae agua.
El chico salió corriendo y todos se sentaron en el suelo totalmente desmoralizados. Brandr se
arrodilló al lado de su esposa y la abrazó apoyándola en su torso. —Intenta darle el caldo, Erika.
Evitando las lágrimas porque su situación cada vez era peor, cogió el tazón y se arrodilló al lado de
su hermana acercándolo a su boca. Algo llegó a tragar, lo que fue un alivio y cuando terminó su
marido la tumbó arropándola de nuevo. De pie ante su gente vio a su alrededor las caras de
desesperación y suspiró pasándose la mano por la nuca porque no sabía qué decirles. Le habían
seguido hasta allí y ahora podían morir enfermos o por el duro invierno porque no estaban
preparados. Ni tenían comida para cuando llegaran las nieves.
—¿Brandr?
Se volvió sorprendido porque Dahlia le miraba con una cansada sonrisa en el rostro. Se agachó de
inmediato. —Estás despierta.
—Estoy muy cansada.
Le pasó la mano por la frente. —Te vas a poner bien.
—¿Y mi hermana?
—Aquí. —Cogió su mano forzando una sonrisa. —Estoy aquí, a tu lado.
—¿Ya es de noche? —Miró sorprendida a Brandr. —¿No he hecho nada en todo el día?
—Tienes que descansar —dijo su marido de manera distante.
Erika sorprendida por su actitud no pudo decir palabra. —Mañana empezaremos a ahumar pescado.
—Sus ojos se fueron cerrando. —Y hay que matar animales. Necesitamos pieles, se acerca el
invierno. —Pareció estremecerse. —Y el invierno es duro.
—No te preocupes, todo irá bien —dijo su hermana sin querer que se alterara.
—Necesitamos una casa más grande. —Se quedó dormida de nuevo.
Brandr se puso de pie yendo hasta la puerta y cogiendo su piel salió de la casa.
—¿A dónde va? —preguntó molesta.
Axe se encogió de hombros antes de sentarse con la espalda apoyada en la pared obviamente
agotado. Erika le observó durante unos segundos. Ni había pedido nada de cenar. Se acercó a la olla
con un cuenco en la mano y se lo llenó para acercárselo. Él sonrió cogiéndolo. —Lo siento, pero no
hay cucharas. Solo había cuencos.
—Todo un lujo.
Sonrió volviéndose y escuchó susurrar —Gracias Erika.
Sorprendida miró sobre su hombro y vio que él sonreía antes de beber de su cuenco. Al girarse se
dio cuenta de que Ragna la observaba con los ojos entrecerrados y se sonrojó sin saber la razón.
Era media mañana cuando un sonido chirriante acercándose hizo que varios se volvieran con sus
hachas en la mano. Gritaron al darse cuenta de que era Brandr con un carro tirado por dos bueyes.
Los hombres se acercaron a toda prisa.
—¿Qué has hecho? —preguntó Axe asombrado mirando la parte de atrás repleta de cosas. —¡Por
Odín, una sierra! —exclamó como si nunca hubiera visto ninguna.
—Puede que las tierras estén malditas, pero necesitamos las herramientas y todo lo demás.
Descargad, que iremos a hacer otro viaje. —
Saltó del carro y fue hasta la casa. —Allí hay otro carro y varios animales.
Reúne a los hombres. Tenemos que trasladar todo lo posible cuanto antes.
—¿Estás seguro de esto?
—¿Prefieres morir de frío? ¡Y si alguien protesta envíamelo a mí!
—gritó entrando en la casa.
Dahlia al verle sonrió alargando la mano y este se la cogió enseguida. —¿Dónde has estado? Estaba
preocupada.
—Buscando algo que pueda ayudarnos.
Asintió acariciándole con el pulgar. —¿Y lo has encontrado?
—Sí. —Pasó una mano por su frente apartando su cabello rubio. —
Parece que estás mejor.
—Me encuentro mejor.
—Preciosa, no sé si te has enterado ya…
—Conozco a tu padre muy bien, mi amor —susurró mirando sus ojos—. No tienes que decirme
nada. Lo imaginé cuando vi tu rostro al bajar del barco. ¿Por qué crees que dije que este sería
nuestro hogar a partir de ahora?
Brandr asintió y se puso de pie soltando su mano. Extrañada observó cómo se enderezaba. Parecía
distante y eso la preocupó. Se le veía agotado. —¿Has dormido algo? ¿Has comido?
—Ahora lo haré.
—Brandr, tienes que cuidarte. Enfermo no les ayudarás.
—¿Como tú? —preguntó molesto.
Separó los labios de la impresión antes de que se alejara de ella cogiendo un cuenco que le tendió
Sigrid.
—No se lo tomes en cuenta. No se ha detenido un instante desde ayer por la mañana —dijo Dustin
en voz baja acercándole un tazón con agua—. Ha traído un carro cargado de cosas y está helando.
Intenta recoger lo máximo posible antes de que caigan las nieves. Necesita ayuda.
Sonrió mirando sus ojos castaños. —Quieres ir.
—¿Puedo? Si le pregunto al Jarl dirá que no…
—No quiero que lo veas.
—¡Soy un hombre!
—Me da igual. Cuando tengas que enfrentarte a la muerte, lo harás como es tu deber.
—¿Qué pasa aquí? —Brandr se acercó con el cuenco en la mano.
—¿Puedo ir, Jarl?
Brandr se tensó. —No. Aquí te necesitan más.
—Hijo… —Su padre le reprendió con la mirada. —Van a traer animales y tenemos que buscarles
refugio. Ven conmigo.
—Pero…
—Haz caso a tu padre.
—Sí, Jarl. —Se volvió hacia su padre que sonrió y le dio una palmada en el hombro.
—Quiere aventuras.
—Pues las va a tener con el invierno que nos espera sin tener que ver un pueblo plagado de
cadáveres.
—¿Qué vais a hacer con ellos?
Se acuclilló a su lado. —No tenemos tiempo para eso.
Separó los labios de la impresión. —¡Brandr!
—Entiéndelo, una pira nos llevaría al menos un día. Eso sin hablar de todo el trabajo que tenemos
aquí si queremos superar el invierno. No tardará en nevar más de una semana y eso siendo
optimistas, Dahlia.
Axe entró en ese momento y todos vieron los copos de nieve sobre su piel. Brandr suspiró
incorporándose. —¿Estáis listos?
—Sí, Jarl.
—Ten cuidado —dijo ella preocupada.
Él asintió alejándose y Dahlia no pudo dejar de notar que no la había besado. Al parecer el momento
que habían tenido el día de su partida había sido un instante de debilidad porque no había vuelto a
mostrarse cariñoso con ella y eso la preocupaba. La preocupaba mucho porque tenía la sensación de
que le había fallado. La había necesitado para apoyarle y no la había tenido. Que le hubiera echado
en cara que estuviera enferma era prueba de ello. Y eso la asustaba porque le daba la sensación de
que ella nunca podría apoyarse en él.
Al día siguiente se levantó a pesar de las protestas de las chicas que decían que no era necesario. Por
supuesto que lo era. Los hombres se habían dividido en grupos y los que tenían que cazar
acumulaban las piezas para que las mujeres las ahumaran. El ambiente en la casa era irrespirable y
tuvieron que abrir la puerta para airear. Afortunadamente la nevada del día anterior ni había cubierto
el suelo y hacía sol, lo que les permitió salir de la casa para hacer otras tareas como limpiar las aves
al aire libre. Los hombres con las nuevas herramientas habían quitado los troncos y habían
empezado a sustituir los troncos por tablas. Varios estaban en el techo arreglando
varias goteras. Afortunadamente no les faltaba la madera porque si fuera así estarían en un
verdadero problema.
Después de un día de trabajo más algunas mujeres empezaron a decir que hasta con los muertos se
trasladarían. Que estaban siempre con el frío en el cuerpo y que aquello era una locura. Ella las
fulminó con la mirada acallándolas en el acto. —¡Sois libres para iros cuando queráis!
¡Solo tenéis que caminar hasta la aldea! ¡Pero si os quedáis no quiero protestas! ¡Todos estamos
dejándonos la piel para salir adelante!
Sonrojadas se alejaron de ella y Ragna se acercó. —Siéntate un poco. No has parado en todo el día y
estás enferma.
Miró hacia la puerta ahora cerrada. —¿Dónde estarán? ¿Y si les ha pasado algo?
—Estarán bien. Son guerreros y están armados. —La cogió por el brazo. —Siéntate.
Lo hizo sobre una piel y Ragna le acercó un cuenco de agua. —
Bebe, pareces acalorada.
Ella lo hizo sin dejar de mirar la puerta, pero cuando terminó se dio cuenta de que Ragna estaba
sentada a su lado y apretó los labios. —No sé cómo puedes tomártelo todo tan bien.
—Gudrun me enseñó que había que resignarse a nuestro destino.
Que lo decidían los Dioses y que por mucho que lucháramos nunca podríamos hacer nada frente a
sus caprichos o sus deseos.
Ella también había pensado así, pero si no se hubiera revelado no estaría casada con Brandr y eso le
había enseñado que cuando se quería algo había que luchar. —Así que crees que todo es un capricho
de los dioses.
—Algo así.
—¿Entonces para qué trabajas? Si es decisión de Odín, la comida te caerá del cielo —dijo divertida.
—Muy graciosa. Hay cosas que tenemos que hacer por nosotros mismos. No van a encargarse de
todo. Pero cuando tu destino no depende de ti, cuando las decisiones las toman otros y tu futuro se
ve afectado, eso sí que es cosa de ellos, ¿no crees?
—No, creo que los caprichos humanos son los que afectan nuestras vidas y que los dioses solo
observan para actuar en algo verdaderamente importante.
—¿Y qué es para ti algo importante?
Se echó a reír. —No lo sé. Como has dicho los dioses son caprichosos. —Ragna hizo una mueca. —
En estos últimos tiempos he
aprendido a que si quiero conseguir algo debo luchar. —Se miraron unos segundos. —Te admiro
mucho.
—¿A mí?
—Tu entereza frente a todo lo que ha ocurrido…
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Jamás hubiera pensado que pasaría algo así. Lo he perdido todo.
¿Qué voy a hacer, Dahlia? ¿Ponerme a llorar y dejarme morir de la pena? Aún tengo algo que me
importa muchísimo. —Ambas miraron hacia Gudrun que dormía cerca de la pared.
—Quizás tienes razón y soy de las que luchan.
—Sí que lo eres. ¿No nos culpas?
—No puedo culparos de algo que solo mi padre hizo mal. No debería haberse burlado de esa
manera de vuestro Jarl. Lo que siento es que hayan pagado personas inocentes por lo que hizo. Y
solo puedo dar las gracias a Odín porque te cruzaste en mi camino en ese momento y nos salvaste la
vida.
—Igual sí que intervienen de vez en cuando.
Sonrieron y Erika se sentó a su lado. —¿Cómo estás?
—Cansada, como todos. No quiero ni imaginar cómo están los hombres.
—Igual se han quedado a descansar.
Eso la alivió. —Sí, puede que hayan decidido detenerse. ¿Llevaban provisiones?
—Sí, algo del queso que robé antes de irme —dijo Sigrid desde el hogar. Avivó el fuego y se acercó
a ellas sentándose también.
—Sigrid no debes trabajar tanto, ya te lo he dicho. —Cogió su mano y vio que la tenía desollada de
ahumar la carne. —Tiene que dolerte horrores.
—He tomado algo del hervido de corteza y me ha aliviado mucho.
Se miraron las unas a las otras. —¿Qué vamos a hacer? —susurró su hermana—. No tenemos casi
de nada. Esa carne no nos dará ni para un mes.
—Igual los hombres traen provisiones de la aldea —dijo Ragna—.
Estábamos preparados para el invierno.
—Los barcos del Jarl estaban llenos. Seguro que arrasaron con todo lo que pudieron. Espero que
traigan alguna vaca. Podríamos tener leche.
—Y algunas gallinas —dijo su hermana ilusionada.
—Algún vestido. —Todas miraron a Ragna. —¿Qué? Llevo días con el mismo y apesto.
Rieron por lo bajo. —Pues vete acostumbrando porque aquí no tienes ese balde con el que te bañas.
—No, lo tengo allí —dijo ilusionada—. ¿Crees que lo traerán?
—No lo creo con todo lo que tendrán para transportar —dijo Dahlia con pena.
—Pues como no lo traigan soy capaz de ir a buscarlo.
—Y yo te acompañaría —dijeron todas a la vez antes de echarse a reír.
Les chistaron y se taparon la boca reprimiendo la risa. Dahlia sonrió mirando a su alrededor y al
escuchar a alguien toser con ganas perdió la sonrisa poco a poco. —¿Alguien tiene alguna idea
sobre qué hacer para conseguir comida rápidamente?
Se quedaron en silencio durante varios segundos hasta que Ragna sonrió. —Pues sí.
—¿Cómo? —preguntó ansiosa.
—Matar un par de osos o tres.
—Eso es mucha carne —dijo Erika impresionada.
—O eso o matamos los bueyes que ha traído tu marido porque los hombres ni siquiera han visto
alces.
—No podemos matar a los bueyes —dijo Sigrid—. Si sobrevivimos los necesitaremos para arar los
campos. Y el resto de los animales ha migrado porque empieza el invierno.
—Sigrid tiene razón —dijo antes de morderse el labio inferior—.
Osos…
—El año pasado padre perdió cuatro hombres por los ataques de los osos.
—Están a punto de hibernar, eso si no lo están ya. No los encontraríamos —dijo Sigrid.
—Hay una cueva muy profunda en la que hibernan desde hace años y sé dónde está. Padre todos los
años decía que les mataría, pero todos los años lo dejaba estar.
—Es que es muy peligroso —dijo Erika estremeciéndose de miedo
—. He oído historias…
—Todas las hemos oído —dijo advirtiéndola con la mirada. Su hermana cerró la boca—. Pero algo
tendremos que hacer. Y la verdad, si matáramos al menos cuatro tendríamos carne para gran parte
del invierno.
Somos cuarenta y ocho. ¿Crees que será suficiente? —preguntó a Sigrid que entrecerró los ojos.
—Si hacemos guisado sí. Pero para eso deberíamos tener nabos o algo para acompañarla. Creo que
necesitaríamos el doble de carne.
—Ocho. Eso es imposible —dijo Ragna—. No creo que haya tantos.
—Estamos intentando hacer en unos días lo que hacemos en todo el verano. —Sigrid negó con la
cabeza. —Nuestra única esperanza es que los hombres traigan comida.
Dahlia asintió y todas se fueron levantando para ir hasta sus pieles a dormir, pero ella no dejaba de
darle vueltas a la cabeza. Tumbada pensó en qué podían hacer. Como había dicho Sigrid la caza
escaseaba y era buena muestra de ello que casi todo lo que habían conseguido eran aves. El pescado
era más fácil de conseguir y más al lado del fiordo, pero solo podrían salir en los días menos duros
para pescar. Eso sería un apoyo para la carne que ya tuvieran. Aunque tendrían que pescar mucho
para tanta gente. Se mordió el labio inferior por la responsabilidad que su marido tenía sobre sus
hombros. Se levantó sin hacer ruido y se acercó a Ragna que tampoco estaba dormida y se apoyó en
su codo en cuanto llegó hasta ella.
—¿Qué ocurre? —susurró.
—¿De verdad sabes dónde está la cueva?
—Sí. Bueno, no he ido nunca, pero todo el mundo decía que está en la montaña de la cascada azul.
—¿La cascada azul?
—En invierno se congela y con el reflejo del sol parece azul.
Gudrun me la mostró al pasar.
—¿Está muy lejos?
—¿A caballo? —Asintió mirando a su alrededor por si alguien las escuchaba. —Como a medio día
subiendo el fiordo supongo, no estoy segura. —Dahlia asintió e iba a alejarse cuando Ragna la
cogió de la muñeca. —¿No estarás pensando en ir hasta allí?
—No, claro que no. —Sonrió divertida. —¿Me ves matando osos?
—Ragna pareció aliviada. —Solo estaba interesada. —Se alejó hasta su piel y se tumbó de nuevo
poniéndose de costado. Su hermana frente a ella abrió los ojos y se miraron durante varios
segundos. Temió por ella. Temió por su hijo y por Brandr. Necesitaban alimento, así que no tenían
otra opción.
Tenían que matar esos osos y cuanto antes.
Capítulo 7
Al día siguiente cuando se levantaron nevaba ligeramente y Sigrid miró el cielo que tenía un color
plomizo que no presagiaba nada bueno. —
Se acabó el tiempo. Ya está aquí el invierno.
Un chirrido hizo que se volvieran y casi se echa a llorar del alivio al ver a dos de sus hombres a
caballo y uno de ellos era Axe. Corrieron hasta allí y el mejor amigo de su marido sonrió. —
Enseguida llegan. Han querido que nos adelantemos para avisar. Que salgan todos los que puedan.
Tenemos que entrarlo todo antes de que nieve con fuerza.
—¿Habéis conseguido comida?
Axe apretó los labios antes de mirarla con sus ojos castaños y negar con la cabeza. —Solo un barril
de pescado salado. Es como si no trajéramos nada.
—Algo es algo.
—¿No había harina? —preguntó Sigrid.
—Oh, sí. Harina sí que tenemos. Varios sacos.
Se echaron a gritar y se abrazaron de la alegría. —Podremos hacer mucho con la harina. —
Emocionada se apartó de su hermana y corrió hasta la casa. —¡Preparaos para descargar! La comida
primero. No quiero que se estropee nada, ¿me oís?
Ansiosos salieron de la casa e impacientes vieron llegar a tres carros llenos. —Odín nos ha echado
una mano —susurró Sigrid.
—Si nos hubiéramos trasladado… —dijo Dustin haciendo que todos les miraran—. ¿Qué? —Su
padre le dio una colleja. —¡Padre!
—Cierra la boca, no te lo digo más.
Dahlia no escuchaba mirando a su marido que llevaba el primer carro. Estaba muy tenso y agotado.
—Sigrid prepárales algo de comer.
Estarán hambrientos.
—Sí, Dahlia.
La mujer entró en la casa y en cuanto se detuvo el carro todos se acercaron a descargar, pero ella fue
hasta Brandr que se bajó con agilidad.
—Que lo apilen en las esquinas de la casa —ordenó a Axe que asintió. La miró a los ojos—. Veo
que estás mejor.
—¿Estás bien?
Asintió yendo hacia la casa y Dahlia apretó las manos porque era evidente que algo les había
separado. Corrió tras él y cuando entró él se sentaba con sus hombres alrededor del hogar para
entrar en calor. Se acercó a su espalda y vio como Sigrid la miraba de reojo dándole el tazón al Jarl.
Le había prometido que no dejaría que se convirtiera en alguien como su padre y lo pensaba hacer.
Se agachó a su lado y se arrodilló. —Marido,
¿podemos hablar?
—Ahora no. —Dio un sorbo al caldo y Dahlia se mordió el labio inferior. Igual estaba demasiado
cansado para esa conversación. Pero es que no tenían tiempo.
Ragna chilló de la alegría y dio saltitos aplaudiendo. —¡Mi bañera!
Brandr gruñó. —La he traído por si la necesitáis. El invierno es largo.
—Gracias, esposo. —Sonrió de la alegría. —Nos será muy útil.
Varios hombres admiraron a Ragna que estaba tan contenta que era una alegría para la vista. Incluso
su marido la miró y eso la molestó. La molestó mucho porque a ella apenas le había echado un
vistazo antes de entrar en la casa. Sabía que no era tan bella como Ragna, pero… Enfadada se
levantó y salió de la casa cogiendo a Ragna del brazo para que la acompañara. Estuvieron
entretenidas metiendo cosas en la casa. Hasta un
telar habían llevado. No sabían para qué porque no tenían ovejas, pero allí estaba. Los animales que
trajeron fueron siete caballos más y diez vacas.
¿Dónde iban a meterlas? El padre de Dustin estaba preocupadísimo porque ni sabía cómo iban a
alimentarlas. Pero necesitaban la leche, así que tendrían que ingeniárselas. Fue un alivio ver pieles.
Ignoró que algunas estaban manchadas de sangre y ordenó limpiarlas a las mujeres. Sigrid se
encargaba de organizar todo lo que fuera para cocinar y Axe todas las herramientas. Cuando
descargaron los carros entró en la casa. Su marido dormía pegado a la pared, así que cogió una piel
y se acercó a él lentamente colocándosela sobre el pecho. Ni se despertó de lo cansado que estaba.
—Odd, hay que empezar a hacer el establo. Reúne a los que puedan trabajar y empezad a talar
árboles —ordenó Axe cogiendo el tazón que le ofrecía Sigrid.
Se acercó a él y se sentó a su lado. —¿No estás cansado?
—Yo dormí ayer noche. El Jarl me lo ordenó mientras les quemaban
—dijo por lo bajo para que nadie les escuchara—. No quería que fueran presa de los animales.
Por eso se habían retrasado. —¿Queda algo más?
—Quedan mil cosas que podríamos aprovechar —dijo con la boca llena antes de tragar—. Hasta un
simple pedazo de madera nos sería útil en
este momento. Pero ha dicho que probaremos en primavera cuando tengamos más espacio. Ahora
tendríamos que dejarlas fuera y se estropearían.
—Entiendo.
—Hemos traído lo más necesario. Comida, herramientas, las ollas para cocinar…
—Sí, lo he visto. Habéis elegido bien.
—Pero no es suficiente.
Miró sus ojos. —Ragna me ha dicho una cosa…
Él frunció el ceño. —¿El qué?
—Hay osos por la zona.
Los ojos de Axe brillaron. —¿Osos?
—Sí, osos. Hibernan en una cueva en la cascada. ¿La has visto?
—Sí, está de paso. No demasiado lejos.
Se quedaron en silencio y él comió dejando el cuenco a un lado cuando había terminado. —Puedes
comer más.
—No, es suficiente. —Sonrió en agradecimiento.
—Recuerdo un cuento que me contaba mi padre. Decía que era una de sus hazañas —susurró—.
Una vez cavó un hoyo y metió en él unas
estacas. Lo volvió a cubrir y atrajo a un oso. Era un oso blanco. Nunca se ven por aquí…
—Cierto, he oído que viven muy al norte.
—Exacto. Padre decía que mi madre quería una piel blanca como la nieve, pero mi madre se reía
diciendo que nunca le había regalado una piel así, que si la hubiera tenido valdría una fortuna y
padre la hubiera vendido.
—Es cierto. Esa piel se vendería por mucho oro. Cuando vamos al mercado de Heirst siempre las
piden.
—Como mi madre dijo eso nunca me creí lo que contaba padre,
¿pero crees que se puede matar a un oso de esa manera?
Axe asintió. —Sí, mi abuelo mató así a un oso antes de unirse al Jarl e ir a vivir a la aldea. Por lo
visto casi pierde la vida dos veces por su culpa, así que hizo lo del hoyo. Después le remató desde
arriba con una lanza. —
Entrecerró los ojos. —¿Pretendes que vayamos a matar a los osos?
—¿Tenemos otra alternativa?
El amigo de su marido negó con la cabeza. —Es muy peligroso. Si están en esa cueva… Rayos,
tanto si están como si no es muy peligroso. Un oso siempre es impredecible. Y son difíciles de
matar. No te puedes acercar con un hacha, ¿sabes? Solo un zarpazo y estás destrozado. Nunca me he
enfrentado a ninguno, pero he visto lo que hacen y no debe ser una muerte agradable.
—Por eso he pensado que lo del hoyo…
Axe miró hacia Brandr. —¿Se lo has dicho?
—Estaba muy cansado. No ha querido escucharme.
Axe se levantó haciendo una mueca. —Está de un humor extraño.
Creo que se arrepiente de haberse ido.
—Tienes que estar equivocado —dijo sorprendida.
Su amigo apartó la mirada. —No me hagas caso.
Le agarró por el brazo. —¿Por qué dices eso? ¿Te ha dicho algo?
Él se acercó a su rostro y susurró —Cuando me he levantado esta mañana me lo encontré ante la
pira donde los cuerpos aún ardían. —Ella asintió. —Le dije que ya era hora de regresar y él me dijo:
¿Regresar? Ojalá pudiéramos regresar.
Separó los labios de la impresión y Axe se apartó levantándose. —
Voy a ayudar con la tala de los árboles. Me necesitarán.
Se quedó de rodillas sin saber qué pensar. Si estaban allí era por su decisión. Toda esa gente le había
seguido por un impulso, cierto. Seguro que ahora muchos se arrepentían incluido su marido. Y ella
como su esposa le había apoyado. Un error claramente porque Brandr había renunciado a
todo cuando hubiera sido mucho más sencillo que hubiera retado a su padre para quitarle del medio.
¿Pero cómo lo iba a hacer si le quería? Puede que discutieran, pero sabía que ambos se querían. El
orgullo de los dos había hablado y ahora estaban en esa casa a punto de entrar en el frío invierno y
sin provisiones. Pensado en ello se sorprendió porque ella no se arrepentía en absoluto. Un hombre
que había ordenado matar a todos esos inocentes no debía dirigirles. Brandr había demostrado que
sería un buen Jarl para ellos haciendo todo lo posible para salvarles. Se volvió hacia su marido y al
encontrarle despierto se levantó de inmediato para acercarse, pero él la miró furioso antes de girarse
dándole la espalda. Se quedó helada porque la había mirado como si la odiara y no podía entender el
por qué. Dio un paso hacia él, pero la tensión en los músculos de su espalda le hizo temer que la
rechazara y que todos lo vieran, así que se alejó.
Brandr se levantó al alba y como casi todos estaban dormidos aprovechó para levantarse también
siguiéndole fuera. Se cerró bien la piel y se puso la capucha antes de salir. Se lo encontró
aliviándose cerca de unas rocas y sonrió porque no nevaba lo que significaba que podrían trabajar.
Se acercó lentamente, pero debió escucharla por sus pisadas sobre la nieve
porque se volvió sobre su hombro enderezando la espalda antes de mirar al frente de nuevo. —
¿Estás enfadado conmigo?
—No empieces a comportarte como un incordio. No soportaba cuando mi madre lo hacía y eso que
me había parido. —Se ató los pantalones y se volvió ignorando que Dahlia había palidecido.
Vio como cogía el hacha y empezaba a cortar leña. —No entiendo por qué te comportas así.
—No tienes que entenderlo. —Dio un hachazo cortando el grueso tronco en dos. —Entra en la casa.
—Sé que he estado enferma y no te he ayudado mucho. ¿Es eso? —
La miró como si fuera estúpida y Dahlia se sonrojó, pero no podía dejarlo así. —¿Es porque me
viste conversar con Axe? Hablábamos de la comida.
La fulminó con la mirada. —Vuelve a la casa.
—Me hablas como lo haría tu padre —susurró impotente porque volvía a su trabajo.
Brandr se enderezó y volvió la cabeza lentamente. —No, preciosa…
Mi padre no te hablaría. Te pegaría hasta que cerraras esa boca tan grande que tienes.
Se quedó sin aliento. —Brandr, ¿qué dices?
—¡Tú eres la culpable de todo! —le gritó sobresaltándola y dando un paso hacia ella mirándola
como si quisiera matarla—. ¡Si no hubieras dicho nada sobre un compromiso muerto hace años
todas esas personas seguirían vivas y los que están en la casa no estarían a punto de morir porque
casi no tienen que llevarse a la boca! —Asustada dio un paso atrás mientras sus ojos se llenaban de
lágrimas. —¡Si no hubieras abierto la boca, el destino de muchos sería muy distinto! ¡Incluido el
mío que lo he perdido todo por defender tu cuello! ¡Maldito el día que se me ocurrió abrir la boca
para desdecir a mi padre! ¡Te hubiera matado y muchos vivirían! ¡Tu lengua de serpiente nos ha
metido en esto y no sabes cómo me arrepiento de haberte apoyado!
Sintiendo que le arrancaban el alma susurró —Brandr, ¿pero qué dices?
—¿Qué digo? —La cogió por las mejillas apretando con fuerza. —
¡Digo que más valía que estuvieras muerta porque solo das problemas!
Impresionada por sus palabras y por el odio que destilaban, se dio cuenta que jamás la amaría.
Todos sus sueños se resquebrajaron mirando esos ojos azules que siempre había adorado.
Desgarrada gimoteó apartándose y echó a correr intentando escapar del dolor. Corrió todo lo que
pudo, pero el dolor no la abandonaba y gritó desgarrada una y otra vez como un animal herido
mientras las lágrimas fluían sin control. Siguió
corriendo hasta que una piedra la hizo caer sobre la nieve. Con la respiración agitada sollozó y se
volvió tapándose la cara con las manos rogando porque ese sufrimiento acabara. Solo rogaba porque
Odín la ayudara a morir porque no sabía que se podía sufrir de esa manera. No la quería, jamás la
había querido y era hora de aceptar que después de cómo le había hablado nunca la amaría. Pero que
deseara su muerte… eso no lo podía soportar.
Ni supo cuánto tiempo estuvo allí tirada y cuando al fin el dolor cesó, dio paso al vacío y a la pena.
Miró el cielo. Se preguntó si tenía razón.
Si ella no hubiera dicho nada sobre su compromiso muchos vivirían y ellos no se encontrarían en
esa situación. No había pensado en las consecuencias, pero quién se iba a imaginar que iba a pasar
eso. ¿Acaso ella no tenía derecho a ser feliz? ¿Feliz? Nunca sería feliz con él porque no la querría
jamás. ¿Cómo había podido ser tan idiota? Él se había dejado llevar por el honor y el orgullo. Y ella
había pensado que tenía una oportunidad de ser dichosa a su lado, pero eso no pasaría nunca porque
la consideraba responsable de su desgracia. Mirando el cielo pensó en si tenía razón y en si era
mejor que estuviera muerta, pero en ese momento recordó a su hijo. Su hijo. Puede que no la
quisiera, pero iba a tener un hijo y haría lo que fuera por él. Por él tenía que ser fuerte y luchar.
Se sentó lentamente y le costó un triunfo levantarse porque sentía su cuerpo muy pesado, como sin
energías. Miró a su alrededor y empezó a caminar hacia la casa. Después de varios minutos se
encontró a Axe y a Dustin caminando en su dirección. Axe aliviado corrió hacia ella. —Pero mujer,
¿dónde estabas? Tu hermana se ha puesto muy nerviosa al no encontrarte. Todos te están buscando
en lugar de trabajar, podrías haber avisado.
Que Brandr ni hubiera dicho que se había ido, fue como otra puñalada en su muerto corazón al igual
que le reprocharan su actitud. Puede que tuviera razón y que sí fuera una egoísta que solo pensaba
en ella sin medir las consecuencias. Siguió caminando sin hablar. Con la mirada perdida pensó en
ello y ambos preocupados la siguieron.
—¿Estás enferma otra vez? —preguntó Dustin.
—No, estoy bien —susurró sin dejar de caminar.
Sin saber qué decirle los hombres se mantuvieron en silencio hasta que llegaron y Brandr que estaba
ante la casa la vio llegar. Furioso fue hasta ella y la cogió por el brazo de malos modos apartándola
de todos. —¡Ni se te ocurra volver a irte de esa manera! ¿Es que estás loca? ¡Todo el mundo te está
buscando! —le gritó a la cara, pero ella tenía la mirada perdida preguntándose si ese vacío que
sentía podría llegar a llenarlo su hijo algún día. —¡Dahlia!
Sus preciosos ojos verdes le miraron fijamente sin expresar ninguna emoción y Brandr
impresionado soltó su brazo. —¿Preciosa?
—No —susurró rota por el dolor—. Ya no me llames así, por favor.
—Se volvió lentamente sin ver que palidecía por su ruego y que la observaba ir hacia la casa como
alma en pena.
Al ver su estado nadie le dijo más cuando se enteraron de que estaba allí. Su hermana intentó hablar
con ella, pero dijo que estaba cansada y se sentó sobre una piel. Sigrid rápidamente le dio un tazón
con corteza hervida que al parecer ahora utilizaba para todo. Al beber aquel líquido caliente se sintió
mejor pues su helado cuerpo fue entrando en calor. Erika apartó un mechón de su sien y susurró —
Estaré aquí cuando quieras hablar de ello,
¿lo sabes verdad?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y asintió. En ese momento entró Brandr en la casa con varias aves
y fue hasta Sigrid mirándola de reojo, pero ella ni se dio cuenta. Cuando dejó las piezas sobre la
mesa que habían trasladado hasta allí se acercó a ella que seguía mirando al vacío. —¿Te encuentras
mejor?
Dahlia volvió la cabeza hacia él. —Sí, Jarl. Estoy muy bien —dijo sin ninguna entonación.
Se acuclilló a su lado preocupado. —Dahlia… Sobre lo que te dije…
Se levantó en el acto. —Sigrid necesita ayuda. ¿Me disculpas, mi Jarl? —Se alejó a toda prisa y
Brandr apretó los labios.
—Todos los hombres sois iguales —dijo Erika con desprecio—.
Sabía que le harías daño, pero no me imaginaba que podrías destrozarla.
Él se enderezó. —Métete en tus asuntos.
Erika se levantó mirándole con desprecio. —Por supuesto, mi Jarl.
Como todas las mujeres yo oír, ver y callar.
—Erika, ven a pelar las aves.
—Sí, hermana. —Pasó ante él con ganas de escupirle a la cara y cuando Brandr miró a su mujer esta
hizo que no se había dado cuenta continuando con su trabajo.
Esa noche durmió al lado de su hermana. Ambas pegadas la una a la otra como cuando eran niñas.
Brandr no se volvió a acercar en el resto del día lo que fue un alivio. No soportaba ni mirarle por el
dolor que la
traspasaba cada vez que recordaba lo que le había dicho. Para olvidar trabajaba todo lo que podía.
Su hermana procuraba entretenerla con otras conversaciones al igual que las demás que veían en su
rostro que había pasado algo que le había hecho daño.
Como tenían leche de sobra para todos los que estaban allí se dedicaron a hacer quesos como locas.
No podrían madurar como debería, pero lo irían comiendo en sus distintos procesos y no perderían
la leche. Lo difícil fue donde los colocaban porque casi no había sitio y debían estar en un sitio
fresco lejos del hogar. Así que Dustin y su padre cortaron tablas que aseguraron a la pared. También
fueron colgando todo lo que le pidieron y cuando terminaron había mucho más espacio porque
habían aprovechado las paredes. Hasta la bañera estaba colgada después de que Dahlia y su
hermana la hubieran lavado concienzudamente porque tenía restos de sangre.
Cuando llegó la hora de la cena los hombres entraron en la casa sacudiéndose la nieve. Había
empezado a nevar con fuerza y cada vez tenían menos tiempo. Axe la miró de reojo y ella apartó la
vista de inmediato cortando el pan de centeno que habían hecho ese día. —Repartid el conejo.
—Sí, enseguida —dijo su hermana cogiendo la bandeja para llevarla hasta Brandr que sentado ya en
el suelo miraba a su mujer fijamente. Al
darse cuenta de que ella les evitaba apretó los labios cogiendo un pedazo de carne de la bandeja.
Sigrid repartió el pan y Ragna el agua.
—Como echo de menos el hidromiel —dijo Axe divertido.
—Amigo para eso habrá que esperar. —Brandr dio un mordisco a la carne sin dejar de mirar a su
mujer que había cogido una bandeja y se dedicaba a dar de comer a los que tenía a su alrededor. Los
suyos le sonreían cogiendo un pedazo. Masticando vio que con la bandeja vacía regresaba al hogar
para coger más.
Axe sentado a su lado carraspeó. —Hablando de miel… Tu mujer me dijo algo que puede que te
interese. —Eso llamó su atención volviendo la cara hacia él de golpe y Axe forzó una sonrisa. —Al
parecer hay osos.
Sería una buena cantidad de carne, ¿no crees?
Ragna que se acercaba con otra bandeja de carne sonrió. —Sí que los hay. ¿Os cuento lo que sé, mi
Jarl?
Haciendo que no sabía de lo que estaban hablando siguió trabajando. Al parecer a ellos sí que les
escuchaba. Intentando ignorar como se sentía ayudó en lo que pudo y al acercarse a Dustin este
sonrió. —¿Sabes que mañana terminarán el establo?
—Eso es estupendo. —Forzó una sonrisa porque parecía emocionado y se enderezó. Al volverse vio
que su marido la observaba y
agachó la vista de inmediato volviendo a la mesa de trabajo. Se sentó con Sigrid y su hermana en
silencio para cenar cuando los demás ya habían acabado. Apenas les quedaba nada, pero se las
apañaron. Sigrid la obligó a tomar algo de leche antes de ir a dormir. Lo hizo donde la noche
anterior y preparó la piel para su hermana. Sintió algo de frío porque se había alejado del hogar,
pero no buscó otra piel porque escaseaban. Se cerró bien la suya poniéndose la capucha y se tumbó
mirando la pared. Escuchó durante un tiempo los susurros de los que hablaban, pero no conseguía
dormirse. Una lágrima rodó por su nariz y furiosa consigo misma se la limpió. Tenía que dejar de
llorar, eso no servía de nada. Se lo había dicho a su hermana mil veces. Sintió como su hermana se
tumbaba a su espalda y la abrazaba.
Sonrió con tristeza sin dejar de mirar la pared. Al menos la tenía a ella.
Pasaron las horas y escuchó como los hombres se acostaban.
Alguien avivó el fuego y el calor llegó hasta ella. Suspiró cerrando los ojos y poco a poco se fue
quedando dormida. Su último pensamiento fue la mirada de odio de su marido mientras le gritaba
—¡Tú eres la culpable de todo!
Se despertó apartando una piel que alguien le había puesto por encima durante la noche. Aún medio
dormida frunció el ceño sentándose y
miró a su alrededor. Todos dormían. Con cuidado se levantó para no despertar a Erika y salió de la
casa. Se alejó lo suficiente para aliviarse dando gracias a los dioses porque no nevaba. Se acercó a la
orilla del fiordo y se agachó metiendo las manos en las frías aguas. Se pasó las manos por la cara
para despejarse y se secó con su piel. Se incorporó para escuchar un ruido tras ella y se tensó sin
volverse. —Te has levantado temprano —dijo suavemente su marido.
—Hay mucho que hacer. —Se volvió y sin mirarle pasó a su lado caminando a toda prisa hacia la
casa.
—¡Dahlia!
Se detuvo sin volverse y apretó los puños porque no solo era su marido sino su Jarl y le debía
obediencia. —No pensé lo que dije.
—Lo pensaste muy bien —dijo intentando no mostrar que estaba dolida—. Fuiste muy claro.
Intentaré molestarte lo menos posible y si quieres dejar de ser mi marido solo tienes que decirlo,
porque está claro que no me consideras adecuada para ser la esposa del Jarl o de cualquiera. No hay
dotes de por medio ni nos debemos nada. Tu padre no permitía que los casados rompieran su
matrimonio, pero sé que en otros pueblos lo hacen si tienen razones. —Él se enderezó tras ella
apretando los labios. —Y ya me has dicho esas razones. Por mí este matrimonio se ha acabado, pero
eres el Jarl y tienes la última palabra.
La cogió del brazo y la volvió de golpe. —¿Quieres dejar de ser mi esposa? —siseó furioso. Asintió
sintiendo un nudo en la garganta y él dio un paso atrás mirándola como si no se lo creyera. —Entra
en la casa.
—Supongo que eso quiere decir que ya no eres mi marido.
Dahlia se quitó el anillo del índice y lo dejó caer sobre la nieve ante sus pies antes de volverse
dejándole de piedra. Cuando entró en la casa Brandr se agachó y cogió el anillo apretándolo en el
puño antes de mirar hacia la casa de nuevo.
Esa misma mañana los hombres se prepararon para partir en busca de los osos. Ni siquiera salió a
despedirles y a desearles suerte como todos.
Simplemente se quedó en la casa sentada ante el hogar mirando el fuego.
Les escuchó gritar y se los imaginó levantando sus armas. El sonido de sus caballos al partir hizo
que suspirara apretándose las manos antes de pasarlas por sus muslos por encima del vestido para
levantarse pensando en su siguiente tarea. Tenía que hacer algo para distraerse. La puerta al abrirse
la sobresaltó y se volvió sorprendida para ver a Brandr en la puerta mirándola fijamente. —¿Se os
olvida algo?
—Sí —respondió entre dientes caminando hacia ella como si quisiera matarla. Dahlia palideció y
cuando alargó el brazo para cogerla ella chilló de miedo y se agachó cubriéndose la cabeza con las
manos. Brandr perdió todo el color de la cara por como su mujer temblaba. Ni cuando la había
acusado de robar a su padre había reaccionado así. Ahí se dio cuenta de que como decía su hermana
la había destrozado con sus palabras convirtiéndola en una mujer lo bastante herida como para solo
cubrirse de los golpes. Dahlia apartó los brazos de su cabeza lentamente mirándole con
desconfianza y cuando le vio allí de pie observándola incrédulo se dio cuenta de que se había
equivocado. Lentamente se levantó poco a poco, pero sin poder evitarlo dio un paso atrás. Brandr
apretó las mandíbulas con fuerza antes de decir —Como mi esposa quedas al cargo porque me llevo
a casi todos los hombres.
Se le cortó el aliento mirando sus ojos sin poder creérselo. Él abrió el puño y dejó caer el anillo
sobre la mesa. —Póntelo.
—Pero…
—¡Ponte el anillo, Dahlia!
Pálida se acercó evitándole todo lo que podía y alargó la mano cogiendo el anillo para ponérselo en
el índice. Él asintió observando su mano antes de volverse y salir de la casa dando un portazo que
casi desencaja la desvencijada puerta. Asombrada bajó la vista hasta su anillo y
lo acarició antes de mirar la puerta. ¿Quería seguir casado con ella? ¿Por qué? Tenía a Ragna y
seguro que en ese momento la apreciaba mucho más que a ella. Claro, pero Ragna no iba a tener un
hijo suyo. Suspiró acariciando la piedra verde de nuevo antes de volverse. Seguro que pensaba que
ya había bastantes rumores a su alrededor como para aportar más cuando su gente necesitaba
estabilidad. Que ahora se disolviera su matrimonio cuando había sido la razón de todo lo ocurrido
sería un shock para todos. Sí, seguro que era por eso. Bueno, al parecer era otra cosa más que
tendría que aceptar. Y lo haría, era lo bastante fuerte. Aunque en ese momento no tuviera energías
las recuperaría y haría lo que fuera por su gente, pero sobre todo por crearle un futuro estable a su
hijo. Y si tenía que seguir viviendo con su marido, lo aceptaría como todo lo que le había ocurrido
en su vida. Quizás era cierto lo que decía Ragna respecto a los Dioses. Por mucho que luchara, si los
Dioses habían decidido su destino nada podía hacer para cambiarlo. Y su destino sería amarle hasta
la muerte sabiéndose ya muerta por dentro por su rechazo y desprecio.
En los días siguientes empezó a nevar con fuerza y la desesperación empezó a hacer huella entre las
mujeres. Muchas creían que sus hombres no iban a volver y las solteras como Ragna o su hermana
empezaron a pensar
que habían muerto. Ella intentó calmarlas, pero al sexto día al ver desde la puerta de la casa la
cantidad de nieve que les rodeaba empezó a pensar que su hermana tenía razón. Siempre había
creído que si a Brandr el pasaba algo lo sabría, pero últimamente no sentía nada así que puede que
estuviera equivocada.
—Cierra hermana, entra el frío.
Suspiró cerrando la puerta y al volverse vio a Dustin sentado junto al fuego. Tenía una rama en la
mano y pasaba el cuchillo quitando la corteza para hacer una flecha como su marido le había
ordenado. Ya había hecho muchísimas, pero él seguía con su tarea como era su deber. Se dio cuenta
de que el chico reprimía las lágrimas creyendo que su padre había muerto. Se acercó lentamente y
se sentó a su lado. Él pasó el cuchillo de nuevo levantando la corteza y Dahlia susurró —Se te da
bien.
—Padre me enseñó. Las más rectas que encontrarás jamás. Por eso el Jarl me lo ha pedido a mí —
dijo orgulloso antes de sorber por la nariz.
—Se nota que tienes maña. ¿Y haces más cosas?
Levantó la cabeza para mirarla. —¿Más cosas?
—Necesitamos camas.
Los ojos del chico brillaron. —¿Camas?
—Será un invierno demasiado largo como para seguir durmiendo en el suelo. No tenemos ni
bancos. Ni juncos para cubrir esta fría piedra. Así que las camas serían lo mejor, ¿no crees?
—Sí. —Entrecerró los ojos pensándolo. —Podemos unir unas tablas con patas para no dormir sobre
el frío suelo.
—Sí, sería perfecto. ¿Crees que podrías…? —Un sonido en el exterior llamó su atención y se
levantó en el acto volviéndose antes de escuchar un grito a lo lejos. Echó a correr hacia la puerta y
la abrió a toda prisa. Unos caballos se acercaban y los suyos gritaron de la alegría rodeándola para
darles la bienvenida. Sonrió aliviada porque ya estuvieran allí. Uno de los carros iba cargado de
carne y se le cortó el aliento al ver la cabeza de un oso. Miró a los hombres de nuevo y sus ojos
coincidieron con los de su marido que iba delante y como la observaba muy serio perdió la sonrisa
de golpe desviando la cara hacia Dustin. —Lo han conseguido.
—Sabía que volverían. —Orgulloso corrió hacia ellos y Dahlia levantó una ceja divertida.
—Rápido, comida caliente para los hombres —ordenó a las mujeres.
Se apretó las manos mientras se bajaban del caballo. Estaban agotados y debían estar helados y
hambrientos. —Atizad el fuego y calentad leche.
—Sí, Dahlia —dijeron las mujeres antes de entrar en la casa para prepararlo todo.
Los hombres bajaron del caballo y los que iban en el carro empezaron a descargar la carne. Cuando
miró de nuevo a su marido vio cómo se sujetaba a la silla para bajar del caballo. Su brazo quedó al
descubierto debajo de la piel mostrando que tenía todo el antebrazo vendado. Frunció el ceño. Su
marido jamás se ponía camisa. Ni en verano ni en invierno y sin pensar se acercó a él. —¿Estás
herido? —preguntó indignada sin saber por qué.
Él parpadeó antes de fruncir el ceño. —No es nada.
—¿Seguro?
—¡Sí mujer, no es nada!
—¡Más te vale porque como te envenene la sangre nos quedamos sin Jarl!
—¿Eso es lo que te preocupa? ¿Quedarte sin Jarl? —le gritó a la cara.
—Claro.
Atónito vio cómo iba hacia la casa y Brandr gruñó antes de escuchar la risa de Axe. —Anímate,
amigo. Al menos ya no parece triste.
La asombró que hubieran matado cuatro osos. Viéndolos al lado del hogar ocupando una cantidad
de espacio increíble puso los brazos en jarras mirando a las mujeres mientras los hombres comían
en una esquina.
—Bien, vamos allá. Quien tenga fuerza que coja un cuchillo.
Tenemos mucho trabajo por delante.
Tenían que ahumar la carne para no perderla. Empezaron a despiezar y a despellejar las piezas y
aunque todas las mujeres ayudaron era un trabajo monumental para aprovechar todo lo que
pudieran. Todo se estaba llenando de sangre porque tenían que hacerlo dentro de la casa pues en el
exterior hacía demasiado frío. Además, las piezas estaban muy rígidas y costaba muchísimo
moverlas y cortarlas. Dustin llegó con una pequeña hacha y colaboró en lo que pudo. Ese chico era
un diamante en bruto. Los hombres intentaron ayudar aunque estaban agotados, pero ellas se
negaron porque ya habían hecho bastante. Entonces llegaron las historias de cómo habían
conseguido las piezas. De cómo habían cavado una gran zanja ante la cueva y su marido había
entrado en ella con una antorcha pegando gritos.
Se le pusieron los pelos de punta escuchando a Axe que hablaba con orgullo mientras relataba como
los osos corrieron tras él y echó a correr saltando la zanja. Dos de los osos cayeron, pero los otros
dos fueron más listos saltándola y contaron como al enfrentarse a uno de ellos una de sus garras
rajó su antebrazo. Cortando un pedazo de carne miró hacia su marido que se había acostado
dándoles la espalda. —Es el mejor Jarl que podríamos tener
—dijo su amigo hinchando el pecho orgulloso—. Ni una sola queja. Solo clavó su lanza entre sus
ojos y cuando se aseguró de que estaba muerto se volvió para comprobar si nosotros habíamos
matado al otro. Cuando lo vio tirado en el suelo ordenó que los subiéramos al carro. Daos prisa,
dijo. Las mujeres están solas y deben estar preocupadas.
Todos murmuraron a su alrededor y ella se volvió hacia su marido.
Dejó el cuchillo sobre la mesa y se lavó las manos en el cubo de agua. Se acercó a su espalda
secándose las manos con el vestido superior que estaba hecho un desastre y estiró el cuello para
comprobar si estaba dormido.
Estaba tumbado sobre el brazo sano y sí parecía dormido. Se mordió el labio inferior. ¿Debía
despertarle? Era su obligación curarle las heridas y le había ignorado desde que había llegado. Ni
siquiera le había dado de comer.
Sintiendo remordimientos se arrodilló tras él pero no podía ver su brazo herido porque lo tenía
pegado a su pecho. Estiró el cuello de nuevo casi poniéndose sobre él y Brandr giró la cabeza
mirándola a los ojos. —¿No estás dormido?
—¿Cómo voy a dormirme si me miras así? —le espetó molesto.
Se sonrojó dudando en si preguntarle o no, pero se decidió. —¿Me muestras el brazo?
—¿Para qué?
—Para verlo y curártelo si puedo.
—Está bien así.
Intentó no reflejar lo que le dolía su rechazo y se levantó asombrándose a sí misma porque creía que
ya nada podía hacerle daño.
Pero al parecer el dolor continuaría. Se alejó a toda prisa y cogió su cuchillo de nuevo continuando
con su trabajo sin darse cuenta de cómo su marido se giraba sobre su hombro y la miraba. Dahlia
hizo un gesto de dolor porque su mano herida ya le palpitaba. Reprimiendo las lágrimas cogió otro
pedazo de carne y le pegó un corte. Brandr antes de volverse se dio cuenta de que Axe que lo había
visto todo negaba con la cabeza como si hubiera metido la pata y él apretó los labios molesto antes
de girarse de nuevo hacia la pared.
Capítulo 8
Se pasó el dorso de la mano herida por su frente perlada de sudor sin soltar el cuchillo. Llevaban
dos días trabajando como posesas y hacía un calor en esa casa por culpa del ahumado que el
ambiente era casi irrespirable. Afortunadamente había dejado de nevar dándoles los Dioses una
tregua y los que no ahumaban salieron de la casa. Sigrid que había salido para tomarse un respiro
entró en la casa y apretó los labios al encontrársela trabajando. —Deberías descansar, estás preñada.
Su hermana la miró de reojo limpiando una de las pieles porque también querían conservarlas pues
les vendrían muy bien, pero no dijo ni pío porque ya había intentado convencerla y no había dado su
brazo a torcer. Sin dejar de trabajar ignoró a las mujeres. Dustin entró en ese momento con un cubo
de agua limpia y apretó los labios al ver que seguía trabajando. En silencio dejó el cubo y volvió a
salir.
—Voy a tomar el aire —dijo su hermana.
Minutos después se sintió tan acalorada que se acercó al cubo y se lavó las manos y la cara
pasándose la mano por la nuca. Al mirar el agua de nuevo se mareó y cayó de rodillas. Sigrid chilló
del susto y la cogió por el brazo antes de que cayera de costado.
—Esto ya lo sabía yo —dijo cogiéndola por el otro brazo—. ¿Qué quieres demostrar matándote a
trabajar, eh?
Cerró los ojos porque todo le daba vueltas y se sentó en el suelo. —
Déjame.
—Ven más a la puerta para que respires aire fresco. ¡Ayudadme! —
ordenó a las otras mujeres.
Se dejó ayudar y entre dos la acercaron a la puerta abriéndola para que la brisa la despejara. —Hay
que tener cuidado que no se enfríe de nuevo. Está sudando —dijo Sigrid cogiendo una piel y
poniéndosela por encima.
En ese momento alguien entró en la casa y Dahlia suspiró agotada al ver las botas de su marido.
Recorrió con su mirada sus pantalones de cuero y pasaron por la piel que le cubría el torso hasta su
barba antes de llegar a sus ojos. Él apretó los labios y les hizo un gesto a las mujeres para que se
alejaran. Erika que había entrado en la casa tras él se resistió, pero una
mirada de su Jarl hizo que diera un paso atrás y Sigrid la cogió de la mano tirando de ella hacia el
hogar.
Brandr se acuclilló ante ella y la cogió por la nuca para que le mirara. —Escúchame bien, esposa —
siseó—. Vuelve a descuidarte de esta manera y te juro por Odín que lo vas a pagar. —Su corazón se
retorció mirando sus ojos azules. —A partir de ahora descansarás y comerás cuando toque, ¿me has
entendido? —Apretó la mano de su nuca. —¡Contesta!
¿Acaso quieres matar a mi hijo? —Dahlia perdió el poco color de la cara que le quedaba. —Te juro
que como lo pierdas, también perderás la vida.
Puede que no quieras ser mi esposa, pero daña a mi hijo y te mato. —Soltó su nuca como si le diera
asco y salió de la casa dando un portazo sin ver como su esposa se desplomaba en el suelo sin
sentido mientras una lágrima caía por su mejilla.
Los gritos de las mujeres hicieron que Brandr entrara de nuevo en la casa y jurara por lo bajo al
verla desmayada. A toda prisa la cogió en brazos sacándola al exterior mientras Erika le gritaba que
la soltara. Axe la cogió reteniéndola mientras toda su gente les observaban. Ignorándola la llevó
hasta las aguas del fiordo y se agachó sentándola con cuidado antes de coger un poco de agua con
una mano y pasársela por la cara. —Vamos preciosa… —susurró muy nervioso viendo como las
gotas de agua helada no la hacían reaccionar. Cogió más agua y se la pasó de nuevo por la cara y
el cuello mientras Erika lloraba intentando que la soltara. Impotente puso la mano en su cuello y
acercó su rostro a su boca para sentir su aliento. Su débil respiración le hizo cerrar los ojos del alivio
antes de alejarse y mirar su pálido rostro. Acarició su mejilla y dijo en voz baja —Abre los ojos,
esposa. Te lo ordena tu Jarl.
El frío la estremeció y levantó los párpados poco a poco para ver los ojos azules de Brandr que
simplemente se la quedó mirando sin decir palabra. Dahlia se llevó la mano a la frente algo confusa
y recordó sus palabras justo antes de perder el sentido. Él vio el dolor en sus ojos y cuando su
esposa apartó la mirada apretó los labios levantándose para llevarla de nuevo hacia la casa. Todos se
quedaron fuera mientras el Jarl metía a su esposa dentro y cerraba la puerta con el pie.
La llevó hasta donde dormía él normalmente y la sentó en el suelo antes de coger una piel y
extenderla a toda prisa. —Debes cuidarte más —
dijo como si estuviera molesto—. Me conoces bien, esposa. No tengo paciencia. Tengo mal humor y
nuestra situación a veces me supera. —La cogió de nuevo tumbándola sobre la piel y Dahlia se giró
dándole la espalda porque por supuesto no pensaba dar su brazo a torcer. Le daba igual que le
hubiera hecho daño. Él apretó los labios alargando la mano y cogiendo otra piel para cubrirla. —No
voy a disculparme. Deja de comportarte como una
niña y asume tu papel. Tú has querido este matrimonio y eso es lo que vas a tener. Todos tenemos
que asumir las consecuencias.
Se alejó dejándola sola y enseguida su hermana entró corriendo a la casa y se tumbó tras ella
abrazándola. —¿Estás bien?
—Sí —susurró mirando la pared.
—Dahlia mírame. Dime que está pasando. Desde hace días no pareces tú y ahora…
Cerró los ojos. —Déjalo.
—Te ha hecho daño, lo sé. ¿Qué es lo que te ha dicho? —Se echó a llorar angustiada y su hermana
cogió su hombro tumbándola de espaldas.
—Dime que te ha dicho.
Sollozando le contó todo lo que había pasado y su hermana se tapó la boca de la impresión antes de
abrazarla con fuerza. —No es culpa tuya porque lo que decide una mujer nunca vale nada sin el
respaldo de un hombre. Ellos lo decidieron todo como lo hacen siempre. Que te eche la culpa a ti
solo demuestra que es un cabrón sin sentimientos. Como lo fue antes de que os casarais al
humillarte ante nuestro pueblo y al convertirte en su amante. —A Dahlia se le cortó el aliento
apartándose para mirarla a los ojos. Erika la cogió por los hombros furiosa. —Nunca le has
importado. —
Dahlia angustiada negó con la cabeza. —¡Escúchame! ¡Te tomó en el río
sabiendo que le amabas, Dahlia! ¡Lo ha sabido siempre y te tomó en cuanto se le antojó sin darte tu
lugar! ¡Quiso convertirte en su amante incluso a punto de llegar su prometida sabiendo que su
prometida eras tú! ¡Iba a casarse con Ragna y tú alteraste sus planes! ¡Si se enfrentó a su padre fue
su decisión! ¡Él alteró la vida de todos no tú! ¡Lo que pasa es que es un maldito manipulador que va
a volverte loca! ¡No te quiere y no te querrá nunca!
—Cuando me defendió… Cuando dio la cara por mí y me abrazó sobre el acantilado creí que todo
sería distinto. Me pidió que no dejara que fuera como su padre. —Sollozó de nuevo mirándola con
sus preciosos ojos verdes rojos de tanto llorar. —¿Fue un sueño?
Erika suspiró. —No, no fue un sueño. Fue algo pasajero que se le olvidó en cuanto se dio cuenta de
lo que había hecho. Tú has sido la persona en la que ha descargado sus frustraciones y ya va siendo
hora de que abras los ojos, hermana. Ahora lo único que le importa de ti es ese hijo que vas a darle.
Hace un rato salí de la casa y le vi hablando con Ragna. Y
te puedo asegurar que a mí nunca me ha hablado de esa manera. ¿Por qué crees que entró enfadado?
Vi como Dustin se acercaba a él para contarle como te encontrabas.
Cerró los ojos llevándose la mano al pecho. —¿La cortejaba? —
preguntó casi sin voz.
—Hablaban apartados de todos y se sonreían cómplices. —Erika vio cómo se abría la puerta y
entraban varios hablando entre ellos. Sigrid las miró de reojo antes de ir hacia el hogar hablando con
Gudrun. —Reponte.
Todos nos miran.
Se acostó dándoles la espalda y Erika se tumbó tras ella abrazándola. —¿Qué debo hacer? —
susurró.
—Siempre me has cuidado. Siempre has estado a mi lado y yo pienso hacer lo mismo por ti. Nos
vamos esta noche.
La miró sobre su hombro sorprendida y al ver la resolución en su rostro susurró—¿Estás loca?
Moriremos en ese fiordo.
—No, porque nos iremos a la aldea Genderson. Solo tenemos que aguantar hasta la primavera y
después atravesaremos las montañas. He oído que Heirst está al otro lado y es un pueblo muy
próspero. Hay mercado en el puerto y muchos de los nuestros acuden allí para vender sus pieles.
Tenemos lo suficiente para empezar de nuevo como habíamos planeado antes de tu matrimonio. —
Erika cogió su mano. —Decide tú. O nos quedamos aquí y vives con un hombre que te aprecia
cuando le conviene o nos vamos e iniciamos una nueva vida.
Dahlia la miró sin verla realmente recordando todo lo que había ocurrido y las frases que Brandr le
había gritado acudieron a su mente. “No
eres nadie.” “Puede que te quiera en mi cama, pero podría sustituirte en un abrir y cerrar de ojos. Y
te aseguro que mañana no me acordaría de ti.” “¡Tú eres la culpable de todo!” “¡Tu lengua de
serpiente nos ha metido en esto y no sabes cómo me arrepiento de haberte apoyado!” “¡Más valía
que estuvieras muerta porque solo das problemas!” “Daña a mi hijo y te mato.”
Esas palabras hicieron que el dolor que había sentido y que había provocado el vacío que había
experimentado días, dieran paso al rencor y al odio. Ese vacío se llenó y provocó que sus preciosos
ojos verdes lo reflejaran. Erika sonrió. —Eso es, hermana. Vuelve a ser tú. Ese marido tuyo no te
conoce realmente, pero yo sí te conozco. Has dejado que el amor te hiera y estás lamiéndote las
heridas. Has intentado ser otra ante todos para que tus acciones no me dañaran a mí. Pero yo ya
puedo defenderme sola. Es hora de que dejes salir a la verdadera Dahlia, esa a la que padre regañaba
porque no controlaba su carácter. Esa que se escondió con su muerte porque madre tenía miedo a
que te mataran. El otro día la vi cuando te enfrentaste a ellos por el herrero y cuando te enfrentaste
al Jarl por conseguir a Brandr. ¿La recuerdas, Dahlia? Tienes que regresar porque a partir de ahora
te necesitamos más que nunca.
Decidieron cómo hacerlo y su hermana se levantó y se acercó a su hatillo. Cogió una gran piel, se la
puso sobre los hombros y se agachó cogiendo su hatillo bajo la piel para ocultarla antes de salir de
la casa.
Dahlia no se movió del sitio escuchando como las demás trabajaban y cuando regresó su hermana
esta se tumbó a su lado y susurró —Tu marido me ha visto salir. —La miró a los ojos atenta. —Pero
le ha llamado Axe y se ha ido al establo. Lo he metido en nuestra barca y he echado nieve encima.
—Bien, ahora debemos dormir. No sabemos cuánto tendremos que remar.
Cuando Dahlia se despertó era mitad de la noche. Apartó la piel sentándose y Erika se despertó. La
luz del hogar les mostró que todos estaban dormidos. Se levantaron en silencio y caminaron entre
los suyos para acercarse al fuego. Bebieron algo de agua y su hermana se acercó a una de las
estanterías y cogió un queso. Aún estaba fresco, pero las alimentaría. Vieron algo de carne asada en
un plato que seguramente Sigrid había dejado para ellas y en silencio lo comieron mirando a su
alrededor.
No parecía que nadie estuviera despierto, pero nunca se sabía.
Disimuladamente cogió un cuchillo y se lo metió en el cinturón debajo del vestido.
—¿Me acompañas fuera? Tengo que aliviarme —dijo lo bastante alto para que la oyera cualquiera
que estuviera despierto.
—Sí —susurró su hermana—. Pero abrígate no enfermes de nuevo.
Se acercaron a las pieles que habían usado para dormir y después de ponerse las suyas sobre las
cabezas las cogieron colocándoselas sobre los hombros. Al volverse vio a Brandr durmiendo ante la
puerta como si estuviera vigilando la entrada. Ambas se miraron y caminaron de puntillas entre los
cuerpos dormidos para llegar hasta él. Brandr abrió los ojos y se apoyó en su codo. —¿A dónde
vais?
—Mi hermana tiene que aliviarse —dijo Erika molesta mientras él se levantaba—. Ha dormido
muchas horas y lo necesita. Y yo también.
Brandr la miró, pero ella agachó su rostro como si estuviera aún dolida cuando en realidad ahora le
gustaría arrancarle la barba a tirones mientras le gritaba que era un cerdo. Su marido asintió y Erika
susurró —
Vamos, hermana.
Pasó a su lado y Brandr la cogió del brazo deteniéndola.
Sorprendida le miró a los ojos y él frunció el ceño. —¿Estás mejor?
—Sí, Jarl —respondió en voz baja, pero él se tensó al escuchar la ironía en su tono. —Todo va muy
bien. ¿Me permites?
Él entrecerró los ojos antes de soltar su brazo lentamente y observó con desconfianza como iban
hacia la puerta. Al abrirla sintieron el aire frío y agacharon la cara, pero al volverse para cerrar la
puerta sus ojos coincidieron. No pudo evitar que todo el rencor que sentía hacia él se reflejara en su
mirada y Brandr impresionado dio un paso hacia ella. —
¿Preciosa?
Cerró la puerta a toda prisa y echó a correr detrás de su hermana. La ayudó a empujar la barca y
miró sobre su hombro. —Vamos, date prisa.
Erika subió cogiendo el remo y cuando estuvo en el agua Dahlia se subió con agilidad. Cogió el
remo y empezaron a remar fiordo arriba todo lo rápido que podían. —Rayos, mira que despertarse
—siseó su hermana.
—Shusss.
—¿Dahlia? —escucharon a lo lejos.
Erika giró la cabeza sobre su hombro mirándola asustada y remaron más aprisa. A Dahlia le dolía
todo por el esfuerzo que había hecho al despiezar los osos, pero remó como una posesa empezando
a sudar por debajo de las pieles.
—¡Dahlia! —gritó su marido haciendo que el eco llegara hasta allí.
Empezó a nevar con fuerza y escucharon los gritos de los demás llamándolas. Hasta escucharon la
voz de Ragna a lo lejos. Dahlia
frunciendo el ceño siguió remando con fuerza decidida a dejarlos fuera de su vida.
Año y medio después
Varios mercaderes se acercaron al barco que acababa de llegar. Halls en la proa miró a su alrededor
y apretó los labios por las mujeres que les gritaban con descaro buscando clientes. Una hasta le
mostró los pechos antes de reír. Una palmada en el hombro hizo que se volviera y sonrió a su
hermano. —De vuelta a Heirst, como en los viejos tiempos. Siempre nos deteníamos aquí antes de
regresar a casa.
Brandr asintió mirando el pueblo que había crecido mucho. —Al parecer les va bien. —Miró a su
hermano a los ojos. —Tengo que agradecerte…
—No tienes que agradecerme nada. Iba a venir igualmente a vender las pieles. No me importa nada
traeros y llevaros lo que necesitéis. Es lo menos que puedo hacer.
Brandr apretó los labios. —No me has quitado el puesto, hermano.
Yo renuncié a él.
—¿Y te arrepientes?
Miró al pueblo de nuevo y susurró —Me arrepiento de muchas cosas que he hecho en la vida, pero
si hay algo de lo que no me arrepiento es de haberle plantado cara. Igual tenía que haberlo hecho
antes.
—Murió apesadumbrado por lo que hizo, ¿sabes? De todo lo que hizo. Habló de Dahlia antes de
morir. De que tenía que haberla tratado como una hija, de lo que le hizo a su madre… Supongo que
la enfermedad y estar cerca de la muerte le hizo ver todo de distinta manera.
Brandr se tensó. —Ahora están muertos. Todos están muertos, así que es hora de dejarlo atrás.
Halls asintió. —Vayamos a tomar algo de hidromiel. Invitas tú.
Se echó a reír asintiendo y se volvió viendo a Axe armado con un hacha en la espalda. —Amigo,
¿no te relajas?
—¿Aquí? Son capaces de robarnos hasta los dientes si les dejáramos.
Se echaron a reír porque todos llevaban sus armas sabiendo a lo que se enfrentaban. Ladrones,
asesinos, prostitutas y timadores se mezclaban con mercaderes y las mejores cantinas de todos los
fiordos. Por eso todo el que tenía algo que vender o comprar se pasaba por allí en lugar de ir a otra
ciudad más grande y la cantidad de barcos que estaban en el puerto eran prueba de ello.
Halls ordenó a varios que se quedaran de guardia y lo hicieron sin rechistar. Brandr vio orgulloso
como se había convertido en todo un Jarl y los hombres le respetaban. Al pisar el puerto varios se
lanzaron sobre él ofreciéndole cosas y rugió haciendo que muchos salieran corriendo. Los suyos se
echaron a reír y siguiéndole Axe apartó a algunos que se habían quedado de piedra y caminaron
entre los puestos. Al ver un puesto de telas le hizo un gesto a su mano derecha. —Compra telas para
las mujeres.
Necesitan vestidos nuevos.
Axe se echó a reír. —Lo que no quieres es regresar y que Ragna te ponga rojas las orejas.
—Eso también. A esa mujer no hay quien la aguante cuando se le mete algo en la cabeza. —Miró a
su hermano. —¿No es hora de que te cases?
Halls le miró con horror haciéndoles reír. —Déjame vivir en paz.
—Sería una buena mujer para ti.
—¡Pues cásate tú con ella!
Esa respuesta le hizo perder la sonrisa y disimulando miró a Axe que apretaba los labios molesto,
pero su amigo de repente forzó una sonrisa.
—Hablando de mujeres, mi Jarl… Los hombres hace mucho que no están acompañados.
—¡Fuera de mi vista! —ordenó. Antes de darse cuenta se habían quedado los hermanos solos y se
echaron a reír por sus prisas.
—Necesitáis mujeres, hermano —dijo Halls divertido.
—Si casi todos están casados. —Vio como Axe se acercaba al puesto de telas. —Somos pocos los
solteros. No más de diez. ¿Sabes que casé hace un par de meses a Odd con Gudrun? Es la mujer que
acompañaba a Ragna.
—¿Odd? ¿El del establo? ¿El padre de Dustin?
—Ese mismo.
Halls se echó a reír. —Pero si llevaba viudo años y huía de las mujeres como si tuvieran la peste.
—Pues está de lo más enamorado. —Se detuvieron de repente y vieron a varios hombres entrando
en el local al que solían acudir a emborracharse cuando querían divertirse. —Vamos a ver a Nilsa.
Entraron en la casa agachando la cabeza para encontrarse las mesas iluminadas por lámparas de
aceite de ballena. La vieja Nilsa gritó de la alegría al fondo del local con una jarra en la mano y se
acercó a toda prisa.
—¡Por todos los Dioses! ¡Mira quien ha traído las aguas del fiordo! ¡Si es el mismísimo Brandr
Adalsteinnson y su hermano!
—¡Vieja, cada día estás más guapa! ¿Has engordado más, mujer?
Un día de estos no voy a abarcarte. —La cogió por la cintura y la giró haciéndola reír mientras se
sonrojaba de gusto. Cuando la dejó en el suelo le dio un azote en el trasero haciéndola reír mientras
Halls sonreía.
Nilsa se volvió. —La mejor mesa para mis mejores clientes. ¡Tú! —
Un hombre delgaducho que iba a beber de su jarra la miró asombrado. —
Largo de ahí. —Como no se movía se acercó y le pegó un puñetazo que le tiró del taburete. Todos
se echaron a reír y ella encantada les mostró la mesa. —Toda vuestra, hermosuras.
—Tú sí que eres una hermosura. Algo de comer, mujer. Y que no falte la bebida.
—Por supuesto.
—Cómo te cuida.
—La última vez que vinimos y que te fuiste con aquella puta, se me ocurrió entrar aquí. Yo estaba
tan borracho que casi me casa con su hija, la muy bribona. Menos mal que me rescató Axe.
Nilsa que lo escuchó de la que se alejaba se echó a reír a carcajadas.
—Pues bien que la he casado. Tengo un ojo para los buenos maridos…
Los hermanos se sentaron y Halls riendo miró a su alrededor.
Frunció el ceño al ver colocada ante las mesas una plataforma. A ambos lados de ella tenía dos
mantas roídas colgadas del techo. —¿Qué es eso, Nilsa?
La mujer que ya se acercaba con dos enormes jarras las dejó sobre la mesa y se pasó la mano por su
cabello cano apartándolo del hombro. —
Hace un año o así llegó una preciosa mujer de oriente. Me la vendieron porque el hombre que la
capturó no se atrevía a llevarla a casa porque era excepcionalmente bella.
—¿De oriente? —preguntó Halls de lo más interesado.
—Oh, sí. Hacía un baile que a los hombres les volvía locos. Me llenaba el local así que ordené que
hicieran eso para que la vieran desde atrás porque me protestaban. Pero la muy loca hace como dos
meses salió una noche a mear y ya no volvió.
—¿Alguien se la llevó?
Nilsa hizo una mueca. —Seguramente. Pero mis chicas ya habían aprendido el baile y no sabéis
como se pone esto cuando actúan.
—¿Tienes putas nuevas? —preguntó Brandr divertido—. ¿Son hermosas?
—¿Hermosas? Las más hermosas de los fiordos. Pero no son putas, solo bailan.
Los hermanos se echaron a reír sin creerse una palabra. Nilsa hizo una mueca. —Sí, nadie se lo
creía hasta que le abrieron la cabeza uno de los Danielson. —La miraron asombrados. —Tienen un
carácter mucho peor que el mío.
—Los Danielson tienen malas pulgas —dijo Brandr antes de beber.
—Pues ellas las tienen mucho peor. Las pobrecitas. Las timaron nada más llegar robándoles lo poco
que tenían. Menos mal que dieron conmigo que si no… Pero me dio pena el bebé. Es tan guapo…
—Vio que llegaban más clientes. —Rayos.
—¿Y dónde están esas preciosidades? —preguntó Halls mirando a su alrededor.
—¿Por qué crees que tengo el local así? Van a actuar. Cuando terminen estarán todos tan calientes
que tendrán que beber el doble antes de regresar a sus casas para satisfacerse con sus feas mujeres
soñando que están con mis chicas.
Ambos se echaron a reír y ella se alejó para atender a los clientes.
—Si son tan hermosas no las dejaremos escapar, ¿verdad, hermano?
—Haré lo que pueda —dijo Brandr antes de beber de nuevo.
Vieron a una chica con unos pechos enormes que se acercó a Nilsa para susurrarle algo al oído.
Nilsa negó con la cabeza muy seria y la chica salió corriendo antes de meterse por una puerta.
—Pues si esa es una de ellas tampoco es para tanto —dijo Halls divertido.
Brandr apoyó los codos sobre la mesa. —Su hija tiene su tamaño, es bizca y tiene los dientes tan
montados que hasta un conejo sería más atractivo. —Halls se partía de la risa. —Si cree que es
hermosa, imagínate como serán esas bellezas que tanto alaba. ¿Has visto por aquí alguna belleza en
todas las ocasiones que hemos venido?
—Pues ya que lo dices no. Si quería una mujer me iba al local de al lado, ya lo sabes.
—De todas maneras seguro que nos reiremos con el espectáculo.
La mujer de pelo castaño y pechos grandes volvió a salir para hacerle un gesto a Nilsa para que se
acercara. Al mover la mano de un lado a otro llamando su atención Brandr entrecerró los ojos
tensándose y se levantó en el acto. —Hermano, ¿qué ocurre? ¿Has visto a una de esas hermosuras?
Sin responder caminó hacia la chica que al verle corrió hacia la puerta, pero él la cogió por el brazo
deteniéndola y levantó su mano. Se
quedó sin aliento al ver el anillo de su esposa en su dedo y miró sus ojos castaños. —¿De dónde has
sacado esto?
—¿Qué? Por favor, no me hagáis daño. —Intentó soltarse.
—¡De dónde! —gritó haciendo que medio local se callara mirándole.
Nilsa se acercó de inmediato. —Brandr, ¿qué ocurre? Deja a Laila.
Ahora está ocupada. Pero si quieres puedes ir con Torfa. Es nueva, ¿sabes?
Seguro que te gusta y…
—¿De dónde has sacado este anillo? —siseó apretando su mano.
Ella hizo un gesto de dolor y dijo asustada —Me lo regalaron.
—¿Quién? —preguntó muy tenso.
—Brandr, ¿qué ocurre? ¿Te lo han robado?
—Mi marido lo arrancó de la mano muerta de una mujer hace más de un año. —Brandr dio un paso
atrás perdiendo el color de la cara. —No lo robó. Estaban muertas.
—¿Eran dos? —preguntó Halls a su lado en voz baja.
La chica asintió mirándoles asustada. —Sí, me dijo que eran dos.
Parecía que se habían muerto de frío.
—¿Qué hizo con ellas? ¿Dónde estaban? Quiero hablar con tu marido —ordenó Brandr pálido.
—Murió —dijo Nilsa por ella—. Poco después le apuñalaron ante mi negocio. Laila dale el anillo.
La mujer dio un paso atrás. —No, es mío. Es lo único que tengo.
Brandr llevó la mano al pecho y se arrancó el enorme medallón de oro que colgaba de su cuello. —
¿Es suficiente?
La mujer abrió los ojos como platos y se quitó el anillo rápidamente tendiéndoselo. Brandr cogió el
anillo entre sus enormes dedos y su hermano observó como regresó a su mesa.
—¿Pero está loco? ¡Eso es una fortuna! ¡Seguro que se larga y no vuelvo a verla por aquí!
—Que no nos falte el alcohol. Necesita olvidar —dijo ignorando su enfado.
Brandr observó el anillo entre sus dedos y apretó los labios. —Se lo puse el día que nos fuimos de
nuestras tierras rumbo a una nueva vida. —
Acarició la piedra verde recordando. —Estaba agotada, enferma y en lugar de apoyar a mi esposa
descargué sobre ella todo el veneno que llevaba dentro.
—Ahora no sirve de nada que te fustigues.
—No. —Tomó aire por la nariz mirando el anillo antes de ponérselo en el meñique. De repente se
echó a reír. —¿Te he contado que este anillo
se lo robó a padre? —Halls preocupado asintió. Levantó la vista para mirar sus ojos. —Es increíble
todos los recuerdos que tengo de ella. Hasta de cuando era niña. Me observaba pescar durante horas.
—Han estado en nuestras vidas demasiado tiempo, hermano —dijo sentándose ante él—. Están
muertas. Esta es la confirmación que necesitabas. Ya puedes seguir con tu vida.
—Eso es lo que me temo. Que su ánima me siga torturando hasta mi último aliento. Y lo hace,
hermano. No puedo dejar de pensar en ella.
Halls agachó la mirada. —No eres el único que ha defraudado a su mujer. Ni serás el último. Déjalo
estar por tu bien.
Asintió porque no quería aguarle la fiesta a su hermano y cogió la jarra bebiéndose todo su
contenido hasta dejarla vacía. Golpeó la mesa con ella y en ese momento llegó Nilsa con más y un
plato de carne con pan. Fue cuando se escuchó una flauta y todos miraron hacia el escenario. Poco a
poco las voces disminuyeron hasta desaparecer y el sonido se volvió insinuante y sensual. Brandr
miró el anillo en su mano de nuevo y apretó las mandíbulas antes de coger la jarra decidido a
emborracharse. Estaba llevando la jarra a sus labios cuando se detuvo en seco al ver que una pierna
preciosa aparecía por un lado del escenario detrás de la cortina. Frunció el ceño mirando su pie
desnudo apoyado de puntillas sobre el escenario y subió por su pantorrilla para llegar hasta su muslo
mientras todos gritaban
aplaudiendo. De repente desapareció y Brandr dejó la jarra sobre la mesa.
Nilsa sonrió divertida cruzándose de brazos antes de mirar hacia el escenario de nuevo. La flauta
volvió a sonar y de repente se vio una pierna en cada parte del escenario y Halls sonrió cuando
aparecieron unas caderas que moviéndose de manera ondulante mostraban unos vientres planos con
unos ombligos de lo más apetitosos. —Al menos gordas no son.
Brandr se adelantó mirando el vientre de la que había mostrado primero la pierna sin poder dejar de
mirar la peca que tenía justo encima del ombligo. Frunció el ceño. Era más grande. Se estaba
imaginando cosas. Se miró el anillo. Seguro que era culpa de haberlo encontrado. Miró hacia el
ombligo de nuevo y gruñó apoyando el codo sobre la mesa viendo que esa mujer cubría su sexo con
apenas un pedazo de tela roja. Un brazo apareció de repente y empezó a moverlo de arriba abajo sin
dejar de mover la cadera.
Al ver el movimiento insinuante de su cadera y su cintura sintió como su sexo se tensaba con fuerza,
algo realmente sorprendente después de año y medio. Cogió la jarra de hidromiel sintiendo la boca
seca y al mirar a su hermano vio que tenía la boca abierta realmente impresionado. No le extrañaba
que se hubieran llevado a la anterior, lo que le sorprendía era que esas todavía siguieran allí y eso
que aún no les habían visto la cara. De repente aparecieron sus pechos apenas cubiertos con dos
triángulos sujetos con una tela a la espalda y el hidromiel empezó a caer sobre su pecho sin
darse cuenta mientras elevaba la vista lentamente sobre la tela que cubría el rostro de la mujer hasta
encima de su nariz. Solo se le veían los ojos.
Pintados de negro a su alrededor resaltaba un verde tan hermoso que se le cortó el aliento. Su
cabello estaba cubierto por una tela del mismo color rojo que el resto de la poca ropa que llevaban y
siguieron moviendo las caderas hasta encontrarse en medio del escenario poniéndose la una frente a
la otra. Ni se había dado cuenta de que la otra iba vestida igual, pero de azul, y ambas levantaron las
manos sobre sus cabezas uniendo sus palmas sin dejar de mover las caderas. Al ver su trasero de un
lado a otro sintió que la sangre fluía por sus venas de manera acelerada y gruñó cuando sin soltarse
las manos unieron sus pelvis inclinándose hacia atrás. Ver sus pechos moviéndose de un lado a otro
casi le hace levantarse de la silla y la que iba de rojo miró hacia él. Cuando sus ojos se encontraron
vio la sorpresa en ellos antes de mirar hacia arriba de nuevo de golpe. Brandr se quedó de piedra
fijándose más en esa mujer si eso era posible. De repente ya no estaba tan coordinada con la otra
bailarina que era muy parecida a ella y esta la miró a los ojos antes de que empezaran a girar al
sonido de la música. Varias piezas de tela empezaron a salir de sus caderas elevándose por los giros.
La flauta aceleró el ritmo y sin dejar de girar empezaron a hacerlo en círculos girando la una con la
otra hasta que se dejaron caer al suelo y la música cesó. Brandr que se había quedado sin aliento
tomó aire,
no podía dejar de mirarlas. Con las cabezas agachadas una al lado de la otra con las manos
extendidas sobre el suelo esperaban mientras las aplaudían.
Entonces vio su mano. La cicatriz que recorría su piel entre el índice y el pulgar le hizo golpear la
mesa con el puño rompiéndola en pedazos antes de levantarse. Dahlia levantó la vista de golpe y
con la respiración agitada vio esos ojos azules que creía que no iba a volver a ver. Y estaban
furiosos.
—¡Brandr, esa mesa deberás pagarla! —dijo la dueña del local indignada.
Él dio dos pasos hasta el escenario hirviendo de furia y Dahlia chilló antes de levantarse a toda prisa
y salir corriendo. Brandr rugió subiéndose de un salto mientras las dos salían despavoridas.
Halls atónito con la jarra en la mano gritó —Hermano, ¿ocurre algo? Sí que te ha impresionado el
espectáculo.
Brandr alargó la mano y vio que daban un salto antes de correr hacia la puerta por la que había
intentado huir Laila. Intentó coger a la que iba detrás y arrancó el pañuelo de Erika que chilló
cerrando la puerta y pillándole el antebrazo. Brandr golpeó la puerta con fuerza y ambas chillaron
antes de salir corriendo. Abrió la puerta de golpe desencajándola de sus goznes para ver como
Dahlia cogía al bebé de una pequeña cuna y se lo pegaba al pecho dando un paso atrás mirándole
con odio. Gruñó viendo la cabeza del niño rubio como su madre. —Esposa… Me has enfadado.
—¿No me digas? —Le retó levantando la barbilla.
Erika le tiró una jarra a la cabeza y levantó el brazo cubriéndose.
Halls apareció en la puerta sonriendo y al ver a Erika con la respiración alterada dejó caer la
mandíbula del asombro antes de gritar —¡Mujer, estás viva! ¡Estás viva y vas desnuda!
Entrecerró los ojos volviéndose y cogió un cuchillo enfrentándose a ellos. —Acercaros y os rajo.
—¡Erika! —Halls no se lo podía creer.
En ese momento Brandr rugió yendo hacia su esposa que chilló rodeando una mesa. El niño se echó
a llorar y ella le miró con odio desde el otro lado. —Siempre jodiendo.
—¡Mujer! —exclamó asombrado.
—¡Has hecho llorar a Egil!
—¿Le has puesto al niño el nombre de tu padre? —gritó a los cuatro vientos.
—¡Es que no estabas para preguntártelo! ¿Y no esperarías que llevara el del tuyo?
Brandr entrecerró los ojos y alargó la mano sobre la mesa, pero ella la cogió tumbándola y
poniéndola entre los dos. Juró por lo bajo rodeándola para ver que Erika atacaba a su hermano con
el cuchillo y este saltaba hacia
atrás librándose por un pelo. Al mirar al otro lado de la mesa solo vio algo metálico que le daba en
toda la cara. Trastrabilló hacia atrás aturdido por el golpe y vio a su mujer con una olla en la mano
gritando como una loca mientras se acercaba de nuevo para darle otro porrazo. Mirando sus ojos
verdes parpadeó antes de caer hacia atrás sin sentido golpeándose la cabeza con la pared. Dahlia se
volvió de repente y Halls miró a una y luego a la otra. —No quiero haceros daño. Sed buenas y
dejad las armas.
Ambas gritaron corriendo hacia Halls que fue a toda prisa hacia la puerta casi tirando a Nilsa que les
miraba con los ojos como platos. —
Niñas, ¿hay algo que no me habéis dicho?
—¿Dónde está Laila? —preguntó Erika indignada—. ¡Ella tenía que avisarnos si aparecían!
—Ha desaparecido.
—¡Será zorra! —Corrió hasta su hijo que había dejado sobre una piel y su hermana cogió su ropa
colocándole una capa encima. —Corre, corre.
Halls metió la cabeza apartando a la mujer viéndola salir por la puerta de atrás. —Os vamos a
seguir. ¿De verdad queréis huir?
Erika se volvió mirándole con odio. —¡Espero que te traspase un rayo!
Asombrado vio como cerraba de un portazo antes de mirar a Nilsa.
—¿Y yo qué he hecho?
—¡Dejarme sin bailarinas y una puta! ¡Eso habéis hecho! ¡Fuera de mi cantina!
Capítulo 9
Dahlia azuzó su caballo y miró hacia atrás para ver que su hermana la seguía como podía. No
estaban acostumbradas a montar, pero no había más remedio, así que habían robado dos caballos a
Nilsa por todo el dinero que les debía, que era mucho, y sin ningún remordimiento se habían
largado. Menuda cara tenía la vieja.
Cuando habían llegado a Heirst buscaron un sitio donde dormir. Se habían encontrado con esa mujer
que parecía muy agradable y les había alquilado una casita. Ilusionadas pensaron en construir una
tienda con vivienda detrás para vigilar que no les robaran el género y le habían preguntado en su
inocencia cómo tenían que hacerlo. Ella amablemente les dijo que tenían una buena tienda para
comprar. Que un artesano que había enviudado hacía poco pensaba en venderla para regresar con
los suyos y les indicó donde era. El sitio no podía ser mejor porque estaba ante el puerto y cuando
habían llegado a un trato fueron a la casa para buscar su oro. Su
sorpresa, que se lo habían robado todo y supieron enseguida quien había sido, porque cuando
estaban lamiéndose las heridas apareció Nilsa exigiéndoles el pago de la casita para los días
siguientes, diciendo que podía alquilársela a unos cazadores que acababan de llegar. Ahí se dieron
cuenta de la trampa en la que habían caído porque las obligó a trabajar en la cantina y después a
bailar. Incluso intentó convertirlas en putas, pero a eso se negaron y cuando vio como le partían la
nariz a un tipo contra la mesa por intentar aprovecharse de Erika no volvió a preguntárselo. Solo las
alimentaba y las vestía, pero nada de dinero que pudiera hacerlas independientes. Allí conocieron a
Laila que de vez en cuando cuidaba de su hijo mientras ellas actuaban. Un día estaba sirviendo unas
mesas y vieron llegar a unos hombres de su pueblo. Erika le dijo a Laila que las cubriera y tuvieron
que decirle la razón. Entonces dijo que las ayudaría, pero a cambio de algo y como su anillo era lo
único que les quedaba de valor no tuvo más remedio que dárselo. Incomprensiblemente
desprenderse de él le dolió más que la pérdida de los brazaletes de su madre y no entendía la razón.
Pensando en ello se dijo que tenían que haber robado a la vieja mucho antes y haberse largado de
allí porque lo que había ocurrido esa noche lo temían desde hacía tiempo.
Se detuvo llevando la mano libre a la espalda de su hijo. Giró su caballo para ver a su hermana que
se acercaba a ella con cara de susto. —
Este cabrito casi me tira.
—¿Estás bien?
—¿A dónde vamos? —preguntó angustiada—. ¡No tenemos dinero ni a donde ir!
—¿Quieres volver y enfrentarte a Brandr?
—Yo duermo en cualquier parte.
—Eso creía. —Volvió su caballo viendo el mar a lo lejos. Se habían alejado lo suficiente del pueblo
como para que ya no dieran con ellas, pero ahora qué hacían. —Menos mal que hace buen tiempo.
—Egil pedirá de comer dentro de poco. Debemos buscar donde dormir esta noche.
Avanzaron alejándose de la costa y subieron una pequeña colina.
Escucharon ladrar a un perro y vieron una casita entre unos árboles. Las hermanas se miraron. —
Igual nos dejan pasar la noche —dijo Erika indecisa—. Somos dos mujeres indefensas.
—Por aquí no hay nadie indefenso. ¿Eso no lo has aprendido ya?
Un hombre enorme salió de la casa y llevaba un hacha en la mano.
—Vámonos. Es evidente que no seremos bienvenidas.
Sin que les quitara la vista de encima rodearon sus tierras para seguir su camino. Empezó a
oscurecer. Se detuvieron entre unos árboles y
le dio de mamar a Egil. Acunándolo se quedó dormido en cuanto terminó y su hermana sonrió
observándola.
—Es el niño más bueno del mundo —susurró.
Dahlia sonrió con tristeza y acarició su rechoncha mejilla. —Sí que lo es. Lo mejor que he tenido en
la vida.
—Lo conseguiremos —dijo su hermana viendo la preocupación en su rostro.
—Como has dicho no tenemos dinero ni oro. Ni un techo sobre nuestras cabezas. No tenemos Jarl
que nos proteja ni trabajo. Somos dos mujeres con un niño.
Su hermana miró al niño. —El hijo de un Jarl.
La miró sin comprender. —¿Qué quieres decir?
—¿Crees que querrá recuperarlo por un sustancioso rescate?
—¿Estás loca? ¡No le voy a dar a mi hijo!
—Ya, pero eso él no lo sabe.
—¡Erika deja de decir locuras! ¡No me acercaría a Brandr ni loca y tú deberías pensar igual que yo
si quieres seguir conservando la cabeza sobre el cuerpo! ¿Viste sus ojos? ¡Nunca le había visto tan
furioso y ahora lo estará aún más!
Su hermana suspiró. —Tienes razón, eso sería jugar con fuego.
—Deberíamos dormir y continuar al alba. Igual encontramos algún sitio donde necesiten
trabajadoras. Una granja o un pueblo. Debemos recuperar las fuerzas.
—Llevas sin comer todo el día —dijo su hermana preocupada—.
Puedes quedarte sin leche.
Eso era lo que más la preocupaba. —Ha comido. Ya veremos lo que ocurre. Si no robaremos en la
próxima casa.
Erika asintió y se tumbó a su lado. Con cuidado tumbó a su hijo sobre la piel y le tapó para darle
calor. Acarició su pelito rubio y sonrió con tristeza porque era lo único que tenía de ella. En todo lo
demás era igualito a su padre. Como dijo Urg un recordatorio suyo para toda la vida. Pero también
el empuje que necesitaba para esforzarse al máximo en salir adelante.
El crujido de una rama la hizo abrir los ojos y miró a su hermana que atenta alargó la mano hacia el
cuchillo que tenía entre ellas, pero Dahlia fue más rápida levantándose con él. Un hombre estaba
ante ellas con un hacha en la mano mirándolas fijamente. La luz de la luna mostró sus largas trenzas
en su rubia barba tan larga como su pelo. No llevaba camisa y sus
pantalones de cuero estaban rotos en la rodilla derecha. Miró a Dahlia y luego a Erika que cogió a
su sobrino a toda prisa para protegerlo.
—No deberíais dormir aquí —dijo con voz grave antes de mirar a su alrededor—. Ni siquiera habéis
hecho un fuego.
—No queríamos que nos molestara nadie. —Dahlia se puso ante su hermana para protegerlos.
—Habéis pasado ante mi casa. Si queréis podéis dormir allí.
—¿A cambio de qué? —preguntó agresiva.
El hombre levantó sus cejas. —A cambio de nada.
No se creyó una palabra. —Aquí estamos bien. Gracias de todas formas.
Las observó unos segundos y se alejó sin decir una palabra más.
Atentas vieron como iba hacia su caballo y que al cabo de un segundo dejaba el hacha y se volvía
con algo en la mano. Dahlia separó los labios al ver que era algo envuelto en una tela. A unos
metros de ellas lo dejó sobre una roca antes de volverse de nuevo y regresar a su caballo. Se puso el
hacha a la espalda asegurándola con la cinta de cuero y se subió a su montura diciendo desde allí —
Si queréis pensarlo mejor, seréis bienvenidas.
Y si sabéis cocinar mejor. Mi hijo hace tiempo que no come algo decente.
—Sin más se alejó dejándolas con la boca abierta.
—¿Nos ha ofrecido trabajo? —preguntó su hermana tras ella.
—Creo que sí. —Se mordió el labio inferior y fue hasta la tela agachándose para recogerla. La abrió
a toda prisa para ver un buen pedazo de pan y medio queso.
—Vaya, es generoso.
Dahlia levantó la vista hacia el lugar por donde se había ido antes de volverse para mirar a su
hermana que susurró —¿Qué piensas?
—Comamos primero y ya con el estómago lleno tomaremos la mejor decisión.
Una hora después se miraban sin saber todavía qué hacer. —
Deberíamos decírselo —dijo Dahlia—. No sería justo vivir en su casa y que el día de mañana si
llegara Brandr buscándonos le rebanara el cuello por acogernos.
—Tienes razón. ¡Pero es que si lo vamos diciendo por ahí no podremos quedarnos en ningún sitio!
¡Debes cerrar la boca, Dahlia!
—¡No quiero ser la responsable de más muertes!
—¡Yo nunca te he visto matar a nadie que no se lo mereciera! ¡O me vas a decir que el tipo que
intentó violarme hace unos días merecía
compasión! ¡Son ellos los que toman esa decisión! ¿Qué culpa tienes tú?
Agachó la mirada dolida. —Pues siento que Brandr tenía algo de razón en lo que dijo. Si no hubiera
hablado…
—¡Ellos se habrían salido con la suya que es lo único que les importa! ¡Todo fue culpa de sus
decisiones y odio que tu marido te haga dudar de ti misma! ¡Tú no has hecho nada malo!
Una lágrima rodó por su mejilla y se la limpió harta de pensar en lo que había ocurrido. —¿Qué
hacemos?
—Yo aceptaría esa invitación. ¡No tenemos otra cosa!
—¿Te fías de él?
—¿De un hombre que podría habernos matado si hubiera querido hace nada? No. No me fío, pero
ha demostrado ser más de fiar que muchos de los que he conocido últimamente. Puede que haya
suerte y si no es así habrá que matarle.
Al amanecer estaban ante la casa. Dahlia sin descender del caballo con el cuchillo en la bota, le vio
salir de la casa y apenas un segundo después un niñito de unos cuatro años salió tras él abrazándose
a su pierna y
mirándolas tímidamente. Ella levantó la vista hasta los ojos grises de ese hombre que las observaba
muy serio.
—Mi nombre es Daven y este es mi hijo Leif.
—Yo soy Dahlia, ella es Erika. —Acarició la espalda de su hijo pegado a su pecho. —Y mi hijo
Egil.
—Yo duermo con mi hijo en la cama. La casa es grande. Podéis dormir al otro extremo si queréis.
Se sonrojó ligeramente por cómo la miraba porque parecía que le interesaba mucho y su hermana
carraspeó revolviéndose incómoda sobre su caballo antes de decir —Trabajaremos por comida y
cobijo.
—Perfecto, entonces nos entenderemos bien.
—No buscamos marido.
Daven sonrió de medio lado. —Yo tampoco.
Dahlia sonrió sin poder evitarlo. —Entonces sí que nos entenderemos.
—Esos caballos están agotados y sedientos. Descended. No os quedéis ahí, seguro que tenéis
hambre.
Se miraron y Dahlia más tranquila asintió. Bajaron del caballo y se acercaron lentamente tirando de
las riendas. Él se aproximó muy despacio
como si no quisiera asustarlas y cogió las riendas de sus manos. —Dentro tenéis comida. No es un
lujo, pero…
—Estará bien lo que haya. —Dahlia miró hacia abajo y sonrió a Leif. Un niño bien hermoso que era
la viva imagen de su padre. —Hola guerrero.
El niño sacando la cabeza tímidamente sonrió. —No está acostumbrado a la gente. Su madre murió
cuando nació.
Dahlia sintió pena por él, pero sin perder la sonrisa se agachó mostrándole a Egil. —Mira… —El
niño se desprendió de su padre mirando al niño con la boca abierta. —Es un niño como tú.
—Es muy pequeño…
Rio por lo bajo acariciando su cabeza. —Tú eras así.
—¿Es mi hermano? ¿Me lo regalas?
Los tres sonrieron. —No puedo regalártelo.
—Es su hijo, Egil. Como tú eres el mío.
Dahlia se incorporó. —¿Me enseñas la casa, Leif?
—Sí. —Tímidamente cogió su mano y fueron hacia la puerta mientras Daven las observaba.
Al entrar en la casa perdieron la sonrisa poco a poco. Se notaba que él no se encargaba demasiado
de las tareas domésticas. La cama estaba
revuelta y todo estaba lleno de polvo y suciedad. De hecho, la olla que estaba en el hogar estaba
llena de roña. No sabía cómo ese niño no había enfermado y al mirarle tampoco parecía que no se
aseara. De hecho, tenía la ropa medianamente limpia.
—Al parecer hace lo imprescindible —susurró su hermana.
—Tiene mucho trabajo. ¿No has visto los campos labrados y los animales? Es evidente que cuando
está en casa no hace demasiado. Bien, pongámonos a trabajar. Hay mucho que hacer.
—Lavaré la olla.
—Me has leído el pensamiento.
El olor de la comida le hizo entrar en la casa y miró sorprendido a su alrededor. Parpadeó como si
no se lo pudiera creer antes de mirarlas a las dos que estaban frente al hogar esperando su reacción.
—Podéis quedaros todo lo que queráis.
Sonrieron encantadas y casi se puso bizco por su belleza. Carraspeó como si se sintiera incómodo y
Dahlia que tampoco le gustaba que se sintiera así en su propia casa dijo —Estarás hambriento. He
preparado guiso con la liebre que estaba ahí.
—Muy bien. —Se sentó a la mesa y ellas se pusieron en movimiento rápidamente. Antes de darse
cuenta Leif estaba sentado a su lado con un tazón humeante delante con pan recién hecho y una
jarra de leche. A él le pusieron otra de hidromiel. Padre e hijo se miraron sonriendo encantados
antes de empezar a comer con ganas. De repente Daven levantó la vista. —¿No coméis?
—Siempre lo hacemos después —respondió Erika demostrando que habían servido casi toda su
vida.
—En esta casa no. Aquí todos somos iguales. —Asintieron y se sentaron a la mesa con un tazón
cada una. —¿Estáis casadas? ¿Por eso no buscáis marido? ¿O sois viudas?
Las hermanas se miraron de reojo y Dahlia apretó los labios antes de meterse la cuchara en la boca.
Daven frunció el ceño. —Entiendo. ¿Va a venir algún marido por aquí?
Erika se mordió el labio inferior y le pegó una patada bajo la mesa.
La fulminó con la mirada y ella respondió negando con la cabeza para que no le dijera nada. Pero no
le parecía justo. Tenía un hijo en el que pensar.
—Soy la esposa de Brandr Adalsteinnson. Un Jarl del norte.
Daven se tensó dejando caer la cuchara sin quitarle ojo. —Será una broma. ¿Y ese es su hijo? —
preguntó molesto.
—Sí.
Miró a una y luego a la otra como si buscara la confirmación de Erika y esta asintió. —La última
vez que le vimos estaba en Heirst. Por eso huimos. Llevamos haciéndolo más de un año.
Asombrado miró al niño. —Ni sabía que tenía un hijo, ¿verdad?
—No —susurró Dahlia levantándose—. Vámonos Erika.
Su hermana se levantó sin decir palabra y fueron hasta sus pocas pertenencias que estaban en una
esquina al lado de su hijo que dormía sobre una piel.
—¡Un momento!
Ambas se detuvieron y Dahlia vio en sus ojos la indecisión. —¿Qué ha hecho Brandr para que le
hayas abandonado?
Se le cortó el aliento. —¿Le conoces?
Asintió secamente. —Hace unos años coincidimos en un viaje. Él me trajo a casa cuando nuestro
barco se hundió. Le debo la vida.
Se sonrojó porque había sido una idiota. Se pondría de su parte. Al fin y al cabo, era un hombre. —
Da igual lo que te diga. Le debes la vida y…
—Me considero un hombre justo —respondió muy tenso.
Impotente miró a su hermana. ¿Qué le podía decir? ¿Que había abandonado a su esposo porque no
la amaba? No lo entendería. Tenía un hijo suyo y se lo había ocultado.
—¿Quieres saber lo que ha ocurrido? —preguntó su hermana molesta—. Pues yo te lo cuento.
Minutos después él apartó el cuenco a medio comer y su hijo alargó la mano cogiéndolo y
hundiendo la cuchara en él mientras su padre ni sabía qué decir.
—Erika, nos vamos —dijo preocupada.
—No. —Daven se levantó muy tenso. —Como os he dicho os podéis quedar en mi casa todo el
tiempo que queráis. —Sorprendidas vieron que iba hacia la puerta. —Tengo trabajo. Volveré para la
cena. ¿Leif?
—¿Si, padre? —preguntó con la boca llena.
—Cuida de las mujeres.
El niño frunció el ceño cuando salió de la casa y las miró. —¿Hay más?
Tumbadas en el colchón de lana que Daven les había hecho, Dahlia miraba las llamas reflejadas en
el techo. Escuchó a Daven suspirar. Le
parecía increíble que ya llevaran allí una semana. Se preguntó si Brandr habría regresado al fiordo.
Y también se preguntó como estarían Sigrid y Dustin. Si Brandr estaría con Ragna… Al pensar en
él apretó los labios. Se negaba a pensar en su marido, pero lo que sintió en ese escenario al verle
sentado allí todavía la torturaba. Nunca le olvidaría y era descorazonador pensar que siempre
llevaría esa losa sobre sus hombros. Jamás sería feliz con otro hombre y los había realmente buenos
como Daven. Qué pena que no le hubiera conocido antes, porque era un hombre que estaría
orgullosa de amar. Recordaba los años en los que amaba con orgullo a Brandr y lo ciega que estaba.
Pero era un sueño y por supuesto los sueños no tienen nada que ver con la vida que tenía o había
tenido, así que cuando uno se despierta se golpea con la realidad. Una realidad que le había
destrozado el alma.
Recordó la conversación que había tenido con Daven esa tarde mientras Erika había ido a lavar al
río. Sentado en la mesa la observó coserle una camisa que estaba rota en el codo.
—Es increíble que no ame a una mujer como tú.
Se sonrojó con fuerza agachando la mirada de la vergüenza. —Igual es que no soy suficiente. —Sin
poder evitarlo sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Serías suficiente y más… hasta para un rey. —Sin aliento le miró a los ojos. —Y nunca pienses lo
contrario. Si un hombre te hace sentir así
es que no te merece y has hecho bien en abandonarle.
Sorbió por la nariz y siguió cosiendo sin saber qué decir mientras él la miraba con pena. —¿Amaste
a tu mujer?
—Sí, mucho. Era maravillosa y sufrí lo indecible con su muerte —
dijo sin avergonzarse.
—Lo siento mucho —susurró viendo la tristeza en sus ojos.
Él sonrió con pena. —Dicen que no se vuelve a amar de la misma manera dos veces, pero espero
que se equivoquen porque a ella no le gustaría que estuviera solo y querría una madre para Leif.
Querría que tuviera hermanos.
—Espero de corazón que la encuentres.
—Y yo espero que Brandr se dé cuenta de lo que ha perdido y te haga feliz.
Esas palabras de amabilidad demostraban que Daven era un hombre con un corazón de oro. Su
hermana se movió a su lado refunfuñando por lo bajo —Nabo…
Casi se echa a reír porque esa tarde después de llegar de lavar había arrancado para el cocido unos
nabos que no habían madurado lo suficiente y Daven la había regañado. Pero su hermana que había
superado su timidez hacía tiempo le había pegado cuatro gritos diciéndole que si quería cocido
necesitaban los nabos. Daven no se había quedado corto y habían terminado a gritos mientras los
demás les miraban con los ojos como platos. Su hermana había terminado la discusión arrancando
otro nabo dejándole con la palabra en la boca antes de entrar en la casa.
—Maldito nabo. —Volvió a farfullar su hermana. Divertida miró hacia Daven al otro lado de la
habitación y se le cortó el aliento por la sonrisa en su rostro.
Mirando el techo de nuevo se preguntó si allí estaba surgiendo algo bonito entre su hermana y él.
Esperaba que sí porque se merecían ser felices.
Alguien la tocó en el hombro y se despertó sobresaltada. —¿Ya ha amanecido?
—Shusss. —Aún medio dormida vio a Daven ante ella y escucharon ladrar al perro. —Viene
alguien. Tenéis que esconderos.
Esa frase la espabiló de golpe y Erika se puso de pie sobre la cama a toda prisa mostrando su
vestido interior que se le transparentaba a través del fuego. Daven se quedó con la boca abierta
viéndola saltar del colchón y así se mantuvo mientras se vestía. Cuando ambas estuvieron
preparadas se
volvieron. Daven carraspeó cogiendo el colchón y tirándolo sobre su cama.
—Leif túmbate sobre la cama y haz que duermes.
—Sí, padre.
Corrió descalzo hacia la cama haciendo de inmediato lo que su padre le había ordenado. Daven
apartó una piel en la pared y se quedaron con la boca abierta porque ninguna de las dos sabía que
eso estaba allí. En la falsa pared había escondidas varias armas y un cofre, así como pieles.
Estaba claro que allí escondía lo que tenía de valor. —Entrad. —Lo hicieron con el niño en brazos.
—Que no llore.
Miró a su hijo que dormía plácidamente y se quedaron a oscuras cuando puso la piel en su sitio.
Escucharon como abría la puerta quitando el tablón que la aseguraba. Su hermana temerosa se
arrimó a ella.
—¿Quiénes sois y qué queréis? —rugió. Ambas se lo imaginaron con el hacha en la mano.
—Por todos los Dioses, ¿Daven? —Dahlia cerró los ojos sabiendo que era Brandr. Le escucharon
reír y su sonido la traspasó de arriba abajo porque era totalmente sincera. —Cómo me alegro de
verte, amigo. —Su voz estaba mucho más cerca.
—¿Brandr? —preguntó aparentando incredulidad—. Por Thor, ¿qué haces aquí?
—Busco a una mujer y a su hermana. Tienen un niño de poco tiempo. Rubio. ¿Las has visto? —Su
tono de voz indicaba que se había tensado con la pregunta.
—¿Dos mujeres con un niño? No. Desde principios de verano que nadie pasa por aquí. Entrad,
estaréis sedientos. Mi hijo está dormido, pero…
—No queremos molestar.
—Por Odín, vosotros no molestáis. Pasad.
—Tu esposa…
—No tengo esposa. Estamos solos.
Escucharon unos pasos sobre la madera mientras Dahlia sentía su corazón a punto de salírsele del
pecho.
—Brandr, deberíamos seguir. No tienen comida ni recursos —dijo Halls cortando el aliento a su
hermana.
—¿Han hecho algo malo esas mujeres para que las busquéis? —
preguntó Daven más cerca de ellas.
—Son fugitivas. Tienen que darme cuentas sobre un tema que tenemos pendiente. Un tema vital
para mí. ¿Seguro que no las has visto?
—No, no han pasado por aquí.
—Este pan tiene un aspecto excelente… ¿Sabes, Daven? He visto a mi esposa hacer pan miles de
veces. —A Dahlia se le cortó el aliento. —Y
siempre… y cuando digo siempre es en todas las ocasiones, hace un corte en el pan antes de
hornearlo. Un corte como este.
—¿De verdad? Menuda casualidad. ¿Así que una de ellas es tu mujer?
—Sí —respondió fríamente—. Mía. Mi esposa, así que si la has visto te aconsejo que me lo digas.
Y cuanto antes.
—¿Por qué iba a ocultarte algo así? —preguntó molesto.
—No lo sé. Por eso me sorprende que me mientas. Sobre todo porque si continúas en esta vida es
gracias a mí —respondió fríamente.
Se hizo un denso silencio y Dahlia se movió inquieta por Daven que no tenía la culpa de nada. Su
hermana la agarró por el brazo deteniéndola.
—Estuvieron aquí hace siete días. Comieron y durmieron, pero se fueron a la mañana siguiente.
Brandr suspiró. —Me has defraudado, amigo. Ese guiso lo ha hecho mi mujer. Es una cocinera
excepcional y cualquiera de los míos se daría cuenta. Siempre sabían cuando lo había preparado
ella. ¿Quieres que lo prueben?
—Lo probaré yo, hermano. Hace tiempo que no tengo la oportunidad. —Siguieron unos segundos
muy tensos que le pusieron el corazón en un puño. —Vaya, no me cabe ninguna duda. Está
delicioso.
—Y por si eso no fuera todo, esta camisa a medio coser… ¿Ahora coses, amigo? Creía que solo te
dedicabas a cortar cabezas en el sur.
—Eso hace mucho que quedó atrás. Ahora tengo un hijo —dijo muy tenso.
—Y le cuidas muy bien por lo que veo. ¿El vestido que está secando fuera es suyo? —preguntó
fríamente.
Dahlia supo en ese momento que le mataría como no dijera la verdad y fue hasta la piel apartándola
para ver que su marido estaba ante Daven mientras sus hombres incluido Axe esperaban
franqueando la puerta.
Todos se volvieron y Brandr apretó los labios. —Ven aquí, esposa.
—No le hagas daño. No ha hecho nada.
—¿No? —Se giró mirando a su amigo antes de pegarle un puñetazo que lo tiró sobre la mesa. Gritó
de miedo y Leif chilló corriendo hasta su padre. Erika asustada lo cogió en brazos, pero este se
revolvió llorando cuando vio que su padre se incorporaba pasándose la mano por la boca para
limpiarse la sangre. —Y no te mato por la amistad que nos unió, pero es
evidente que de esa amistad no queda nada. —Se volvió hacia su esposa. —
¡Ven aquí!
—No te la mereces.
—¿Qué has dicho?
—¡Déjale! —gritó Erika asustada.
—¡No te la mereces! ¡Si no la vas a cuidar, déjala vivir su vida!
Furioso le agarró por la barba tirando de él hasta su rostro. —¿Qué ocurre, Daven? ¿Quieres
quedártela? ¡Es mía! ¡Lo ha sido desde que nació y lo será hasta su muerte!
—¡No le mates! —chilló Erika soltando al niño para acercarse a él
—. ¡Suéltale!
—Le amas.
A Erika se le cortó el aliento levantando la vista hasta Halls que parecía asombrado. —¡Sí! —gritó
dejándoles a todos de piedra—. ¿Y sabes por qué? ¡Porque en siete días me ha demostrado que es
mucho más hombre y mucho más bueno que todos vosotros juntos! Si tengo que elegir a un hombre
le elegiría a él porque sé que no me defraudaría ni aunque lo intentara con fuerza! ¡No solo es un
padre maravilloso sino todo lo que cualquier mujer sueña que debe ser su marido!
Halls con la cara tallada en piedra apretó los puños antes de asentir y salir de la casa empujando a
los hombres en su camino. Erika miró a Daven y se sonrojó, pero aun así preguntó —¿Estás bien?
—Sí.
—Dahlia nos vamos.
—No.
Mirándola como si fuera a soltar cuatro gritos se acercó y ella dio un paso atrás. La cogió por el
brazo pegándola a él y le gritó —¡No vuelvas a huir de mí!
Egil se echó a llorar y furiosa entrecerró los ojos pegándole un rodillazo en la entrepierna. Él gimió
doblándose. —¡No vuelvas a gritarme cuando tenga al niño en brazos, bruto! —le gritó a la cara
mientras todos hacían una mueca de dolor.
—Mujer… —dijo con voz de pito antes de caer de rodillas.
—¡Me tienes harta!
—¿Axe?
—¿Si, Jarl? —preguntó indeciso.
—Coge al niño.
Ellas gritaron cogiendo unos cuchillos y Daven apareció a su lado con una espada poniéndose en
guardia.
—¿A cuál, mi Jarl?
Su jefe le miró como si fuera idiota antes de fulminar a su mujer con la mirada. —Esposa me pones
de muy mal humor…
Ella levantó las cejas antes de ponerle el cuchillo bajo la barbilla.
Brandr hizo un gesto de dolor. —¿Te he cortado? Lo siento, es que con tanto pelo no veo. Como
ahora ni te afeitas… Fuera de mi vista.
—Vas a venir conmigo por las buenas o por las malas.
—¿Qué has dicho? Es que tienes la voz tan rara que ni te entiendo.
Varios rieron por lo bajo y él les miró como si fuera a matarles con sus propias manos antes de
dirigirle a su mujer la misma mirada. —¡Dahlia ya está bien!
—¡Claro que ya está bien! ¡Déjame en paz! ¡Este matrimonio no lo has querido nunca, así que
olvídame!
De repente se levantó e intentó arrebatarle al niño de entre sus brazos. Cuando lo consiguió porque
ella temía que le hiciera daño, se miraron a los ojos sorprendidos antes de agachar la mirada y ver el
cuchillo que Dahlia había clavado en su muslo en el forcejeo. —¡La madre que te parió!
—Uy, ¿te duele?
—¿Que si me duele? ¡Me has traspasado! —le gritó a la cara. Los ojos de Dahlia se llenaron de
lágrimas y él le pasó el niño, así que lo cogió de inmediato. —¡No llores! ¿Encima lloras? ¿Después
de todo lo que has hecho? ¿Abandonas a los tuyos, me ocultas a mi hijo, todos creemos que estáis
muertas, me atacas con un cuchillo y encima lloras? ¡Mujer, me crispas!
—¿Entonces para qué me buscas?
—¡Porque eres mía! —le gritó a la cara sobresaltándola. Sus palabras le calentaron el alma y le
encantó escucharlo aunque para él esas palabras no significaran lo mismo que para ella.
—Jefe, deberíamos ver esa herida. No tiene buena pinta —dijo Axe preocupado.
—Joder —dijo por lo bajo antes de arrancarse el cuchillo del muslo.
Ella hizo una mueca por como sangraba. —A eso va a haber que aplicarle fuego. ¿Qué opinas,
Daven?
—Estoy de acuerdo. —Cogió el cuchillo sobre la mesa para colocarlo en el hogar mientras Brandr y
sus hombres les miraban asombrados.
—¡Necesito una curandera!
—Pues va a ser que no. Por aquí no te pongas enfermo que igual te encuentras con tus antepasados.
—Volvamos a Heirst —dijo Axe preocupado—. No está demasiado lejos.
—¿Ves lo que sangra? —preguntó Erika como si fuera idiota—.
Mejor aplicarle el fuego cuanto antes que igual la casca. Aunque para nosotras mejor, tú verás. Mi
hermana se queda viuda y asunto terminado.
Brandr gruñó llevándose las manos al cierre de sus pantalones y Erika chilló volviéndose al darse
cuenta de sus intenciones. Cuando su marido se bajó los pantalones Dahlia tragó saliva acariciando
la espalda de su hijo. Daven apartó los cacharros que estaban sobre la mesa y Brandr se tumbó sobre
ella mostrando el corte por el interior y por el exterior del muslo. —Pues sí que el cuchillo te ha
traspasado —dijo asombrada por su fuerza.
—¡Tú me has traspasado! ¡El cuchillo no hace esto solo!
—Vamos amigo, así no vas a conseguir reconciliarte con tu mujer.
Debes ser más delicado.
—¿Tú me das consejos? ¡Y no me llames amigo, traidor! ¡Tenía que haber dejado que murieras
ahogado en lugar de recogerte!
—Tu carácter se ha agriado un poco durante estos años.
—¡Será que me he casado!
Las mujeres jadearon indignadas y Dahlia entrecerró los ojos. —
¡Pues no sé por qué me buscas! ¡Tenías que haberte quedado con Ragna que es mucho más de tu
gusto!
—¿Pero qué dices mujer? Después de conocerla ni loco me juntaría con esa bruja.
Axe carraspeó. —Bueno, no está tan mal. —Todos le miraron y se sonrojó. —Es muy hermosa y
agradable… Cuando quiere.
—Pues quédate tú con ella.
Su amigo entrecerró los ojos. —¿Lo ordena mi Jarl?
—¡Sí! ¡A ver si casada deja de meterse donde nadie la llama! Dócil dijo su padre. ¡Mentía como un
bellaco! ¡Una pesadilla de mujer, eso es lo que es! ¡En cuando empezó a soltársele la lengua solo me
ha dado dolores de cabeza con sus quejas! ¡Así que toda tuya!
Dahlia estaba asombrada viendo como Axe sonreía de oreja a oreja subiéndose los pantalones como
si estuviera de lo más satisfecho. No sabía si Ragna iba a estar tan contenta cuando regresaran. —Yo
me encargo, Jarl.
En cuanto le haga un hijo estará más ocupada.
Su hermana giró la cabeza mirándola de reojo tan asombrada como ella. —¿Y nadie va a
preguntarle a Ragna? —preguntó Erika con mala
leche.
—No —sentenció su marido como si fuera lo más evidente del mundo.
Dahlia gruñó siseando —No has cambiado nada. —Se volvió dándole la espalda sin ver su mirada
de asombro y se sentó ante el fuego. Se bajó el vestido y le dio de mamar a su hijo, que estaba
hambriento, mientras rumiaba por lo bajo que no sabía para qué se hacía ilusiones.
—¿Qué dices por lo bajo, mujer? —preguntó furioso desde la mesa sin quitarle ojo.
Le miró sobre su hombro. —¡Qué me dejes!
—¡Qué más quisieras! —Daven se acercó poniéndole el cuchillo sobre la herida interna del muslo
sin avisar. —¡Joder! ¡Por todos los Dioses!
¡Joder! —Le pegó un puñetazo en la cara que le hizo bizquear antes de caer desmayado al lado de la
mesa.
—¡Daven! —Erika se agachó a su lado asustada al igual que Leif que no dejaba de lloriquear. —
Tranquilo cielo, respira. ¿Ves cómo respira?
Eso es que solo está dormido. —Levantó la cabeza para mirar con odio a Brandr que seguía jurando
por lo bajo. —¡Bestia!
—¡Más respeto a tu Jarl! —gritó Axe.
—¡No es mi Jarl! ¡Ni siquiera es el marido de mi hermana! ¡Le ha dejado y está en todo su derecho
de vivir su vida!
—¿Qué has dicho?
—¡Cabrón!
Brandr la cogió por la pechera del vestido acercándola a su rostro.
—Repite eso.
Asustada Dahlia se levantó con el niño en brazos y se volvió mostrando parte de su pecho mientras
Egil no dejaba de mamar. —
¡Suéltala!
Su marido la miró asombrado antes de empujar a su hermana tirándola al suelo para vociferar —
¿Estás loca, mujer? ¡Tápate!
—¡Egil tiene hambre! ¡Y deja de gritar que asustas a los niños!
—¡Qué te tapes, te digo! —Se volvió hacia sus hombres. —¡Largo de aquí!
Todos salieron prácticamente corriendo y Erika entrecerró los ojos cogiendo el cuchillo de manos de
Daven que seguía inconsciente. Antes de darse cuenta Brandr lo tenía en el cuello y Dahlia asustada
susurró —Deja el cuchillo, hermana.
—No. Si le matamos asunto zanjado. No te molestará más.
—No digas locuras, por favor. Sus hombres están fuera. Nos matarán a todos. Baja el cuchillo.
—¿Eso es lo que te preocupa? —preguntó su marido indignado.
—¡Sí! ¡Tengo que criar a mi hijo! —Al mirar hacia abajo se dio cuenta de que había terminado y le
puso sobre su hombro dándole palmaditas en la espalda. Un fuerte eructo hizo sonreír a su padre.
—Se nota que es fuerte.
Erika levantó las cejas. —Hermana se me cansa el brazo.
—¡Baja eso! ¡Me estás cabreando! ¡No vas a matar al padre de mi hijo!
Chasqueó la lengua antes de mirar con odio a Brandr. —Con las ganas que te tenía. Pero ella manda.
—¡No, aquí mando yo! ¡Mujer, me desangro!
Fue hasta su hermana y le tendió a Egil que chilló de la alegría cuando lo sujetó su tía. Le arrebató
el cuchillo de las manos y lo puso al fuego. Brandr alargó la mano y su hijo cogió su dedo índice
como si estuviera fascinado con sus enormes dedos. —Sí que eres fuerte, ¿verdad?
Vas a ser todo un Jarl.
—No.
—¿Cómo?
—¡Qué no! —Se volvió con el cuchillo ardiendo y su hermana se apartó para que lo aplicara sobre
su herida. Le miró con rencor. —No dejaré que sea como tú o como tu padre. —Puso el cuchillo
sobre la herida y él gimió tensándose con fuerza. No apartó el cuchillo aunque él intentó mover el
muslo casi cayéndose de la mesa y cuando vio que había cerrado la herida sonrió. —Ya está, cielo.
—Has disfrutado con esto —siseó con la respiración agitada mirándola con ganas de matarla.
—No sabes cuánto.
Daven gimió en el suelo y todos miraron hacia él. —¿Estás bien? —
preguntó Erika preocupada.
Él sonrió aún tumbado en el suelo. —Eres preciosa.
—¿De verdad? —Soltó una risita sonrojándose de gusto. —No tienes que decirme esas cosas solo
por lo que dije antes porque…
Él se sentó y atrapó sus labios. Erika gimió de la sorpresa antes de suspirar de gusto. Cuando Daven
se apartó le miró fascinada y él sonrió. —
¿Quieres ser mi esposa?
—No me fastidies —dijo Brandr molesto.
—¡No estropees este momento! —Asombrado vio como sonreía a los novios. —Por favor,
continuad.
Erika chilló de la alegría antes de abrazarle con cuidado sin soltar a Egil. —Sí, seré tu esposa.
Dahlia emocionada sonrió. —Qué bonito. ¡Hermana te vas a casar!
¿Estás contenta?
—Mucho —dijo mirando a su prometido a los ojos—. Estoy totalmente segura de que es el hombre
adecuado.
—Felicidades. —Se acercó a su hermana y alargó las manos. —
Dame al niño, así podrás besarle todo lo que quieras.
—¡Dahlia! —dijo avergonzada haciendo reír a su novio.
—No has pedido permiso a tu Jarl —dijo Brandr algo ofendido.
—Será porque no tengo —replicó Erika incorporándose antes de volverse—. Por mí ya estoy casada
porque no veo ningún Jarl por aquí. ¡Y
tápate!
Gruñó mirando a su esposa. —No puedo ponerme los pantalones.
—Oh, sí. Hay que vendarte.
—Gracias —dijo irónico—. Hay que ver lo volubles que sois las mujeres.
—¿No me digas?
—¡Quería casarse con mi hermano!
Dahlia negó con la cabeza decepcionada. —¡No puedo creer que también quieras estropear esto!
¡Halls no dio la cara por ella! ¡Prefirió quedarse con tu padre aun sabiendo que no consentiría ese
matrimonio!
Tanto no debía quererla, ¿no crees?
—Yo di la cara por ti y aun así me abandonaste.
Palideció mirando sus ojos azules. —Como bien me dijiste te arrepientes de haberlo hecho.
Preferías que estuviera muerta.
—No Dahlia, no…
Sin querer escucharle para que no le hiciera más daño cogió una piel y él la miró impotente. —
Esposa, no quería decir eso. ¡Estaba enfadado! —
Salió de la casa dando un portazo y él suspiró apoyando la cabeza sobre la mesa. —¿Alguien puede
darme algo para cubrir las heridas antes de que mi esposa vuelva a huir de mí?
Capítulo 10
Erika salió de la casa y vio a su hermana sentada en un tronco acunando a su niño mientras los
hombres de Brandr y Halls la vigilaban a unos metros de ella. Halls se tensó al verla, pero
ignorándole como él había hecho con su pedido hace más de un año fue hasta su hermana y se sentó
a su lado.
—Es hora de separarnos —susurró Dahlia mirándola con una forzada sonrisa en el rostro.
—Si no quieres irte con él no puede obligarte.
—Sabes que sí puede. Y odiaría que sufrieras más por esto. Ya es suficiente, hermana. Tienes
derecho a vivir tu vida. Te he cargado con mis problemas demasiado tiempo.
—Prometí que no te dejaría… —dijo angustiada.
—Debes vivir tu vida y ser feliz. No sabes cómo me alegro de que hayas encontrado un hombre
como Daven. Sé que te cuidará bien y nada
puede hacerme más dichosa.
Su hermana se emocionó. —No sabes cómo voy a echarte de menos.
—Y yo a ti. Nunca nos hemos separado. —Se miraron a los ojos y se abrazaron con fuerza mientras
las lágrimas corrían por sus mejillas. —Te quiero, hermana.
—Si vuelve a hacerte daño, si me necesitas, solo tienes que venir.
Sabía que nunca haría algo así, pero para que se quedara tranquila se apartó y forzando una sonrisa
asintió. Erika le limpió las lágrimas. —Dime que volveremos a vernos.
—Por supuesto que sí. Te quiero y nos une algo que nadie podrá destruir jamás.
Erika besó su mejilla y miró a su sobrino entre sus brazos que ya estaba dormido. —Le voy a echar
mucho de menos. —Besó su frente con ternura y Dahlia sintió un nudo en la garganta. No era capaz
de hablar y al ver el rostro de su hermana supo que ella tampoco. Sorbió por la nariz mirándola a los
ojos y en ese momento se abrió la puerta. Brandr salió ya vestido con su pantalón y entrecerró los
ojos al verla al lado de su hermana.
Erika se levantó inquieta al no ver a Daven, pero en ese momento salió con el niño en brazos.
Su marido se acercó cojeando y gruñó antes de gritar —¡Mi caballo!
Ven, esposa. Tenemos que irnos.
Se levantó y Erika la cogió por el brazo. —Recuerda quién eres. Ya no tienes que protegerme como
le prometiste a madre. Ahora solo tienes que pensar en ti y en tu hijo. Y a él no le hará nada. O te
enfrentas a tu marido o nunca conseguirás ser feliz. Es el mejor consejo que puedo darte.
—¡Dahlia!
Se volvieron para ver que ya estaba subido a su caballo y entrecerró los ojos. —¿Qué? —gritó
sorprendiéndole.
—Que nos vamos —dijo como si fuera lo más obvio del mundo.
—¡Ya lo sé! ¡Te han oído hasta en el fiordo! ¡Estoy despidiéndome de mi hermana y si no quieres
esperar eres muy libre de irte!
Todos la miraron asombrados antes de girar la cabeza hacia su Jarl que gruñó acercando su caballo.
—Tengo prisa. ¡Sube!
Bufó como si fuera un pesado antes de sonreír a Daven que se había colocado tras su hermana. —La
cuidarás, ¿verdad?
—Con mi vida.
—No lo dudo. Eres un buen hombre. Me hace muy feliz vuestra unión y sé que no puede estar en
mejores manos. —Sonrió al niño antes de ir hacia su marido que seguía mirándola como si fuera la
causante de todos
sus males. —¡Ya voy! —Al llevar al niño en brazos Brandr no la podía agarrar para subirla, así que
Daven la cogió por la cintura elevándola y la sentó ante su marido. —Gracias. —Al sentir el brazo
de Brandr rodeando su cintura para colocarla bien pegada a su cuerpo le dio un vuelco al corazón y
miró a su hermana a los ojos que apretó las manos angustiada.
Daven le pasó un brazo por los hombros como si quisiera protegerla y Dahlia sonrió. —Adiós.
—Adiós, hermana. Cuidaros mucho y que Odín os proteja.
Brandr hincó ligeramente los talones contra su montura y esta empezó a alejarse de ellos. No separó
la vista de Erika temiendo no verla nunca más y reprimió las lágrimas mientras su hermana lloraba.
—¡Te quiero! —gritó Dahlia.
—¡Yo también te quiero!
Halls pasó a galope y gritó —¡Os veo en Heirst!
Su marido suspiró tras ella, pero Dahlia no fue consciente mirando a su hermana con los ojos llenos
de lágrimas mientras se alejaban. Cuando la oscuridad hizo que su figura se difuminara, agachó la
cabeza girándose al frente. Sorbiendo por la nariz se limpió las mejillas y se quedó en silencio
porque ni sabía qué decir. Después de más de un año casi se sentía lo suficientemente segura de que
no iban a volver a encontrarse. Pero a pesar
del tiempo había sido verle la cara y sentir lo mismo que antes de que se casaran. Era como si se
hubiera ido a uno de sus viajes, porque estaba claro que su cuerpo le reclamaba con fuerza de nuevo
a pesar de que su mente le rechazaba, temiendo que le hiciera daño. Al parecer ya no tenía otra
opción que regresar a su lado, pero se iba a llevar una sorpresa porque no pensaba seguir siendo una
estúpida que aguantara sus tonterías. Para vivir así mejor peleaba y si llegaba a pegarla al menos se
quedaría a gusto. Porque ella iba a responder a sus golpes. Ya no pensaba reprimir su carácter. Se
odiaba a sí misma por haber sido tan débil en el pasado. Pero eso no iba a pasar de nuevo, porque ya
no volvería a hacerse ilusiones respecto a que la amara en el futuro. Ahora tenía los ojos muy bien
abiertos y los pájaros de la cabeza habían desaparecido por completo. No sabía muy bien qué hacía
allí, pero suponía que él le dejaría claro cuál sería su función a partir de ahora. Puede que la llamara
esposa, que dijera que era suya, pero eso se había acabado.
Él había dejado de ser su marido el día en que deseó su muerte.
Empezó a amanecer y vieron la ciudad a lo lejos. Su hijo se quejó entre sus brazos y ella le
acomodó. Mirándole le acarició la mejilla. Su marido tiró de las riendas deteniéndose en una colina
y a Dahlia se le cortó el aliento al ver su anillo en su meñique. Disimulando que no lo había visto
miró la ciudad, pero él apretó la mano que tenía en su vientre pegándola más a él y susurró en su
oído —Como vuelvas a quitártelo, lo vas a pagar.
Me has dejado en ridículo, mujer. ¡Eres mi esposa! Todavía no me puedo creer que estés aquí, pero
no te castigaré como mereces por mi hijo. Vamos a empezar de nuevo y vas a comportarte como te
corresponde.
Chasqueó la lengua, pero él le cogió la mano derecha y antes de darse cuenta se lo estaba deslizando
por su dedo índice sin ninguna delicadeza. Dahlia entrecerró los ojos y forzó una sonrisa girándose a
su marido, que sonrió satisfecho como si hubiera conseguido una proeza antes de coger las riendas
sin ver venir el cabezazo que le tiró de espaldas del caballo. Dahlia parpadeó estirando el cuello
para verle tirado sobre la hierba con la mano sobre la nariz. —Brandr, ¿te has caído?
Apartando la mano para ver la sangre gruñó. —La madre que la parió.
Axe detuvo su caballo a su lado. —Jarl, ¿te has caído?
—¡Cierra la boca!
Vio como caía el anillo y ella hizo una mueca. —Se me ha resbalado. Ya que estás abajo, ¿lo
recoges? Se me deben haber adelgazado los dedos. Será tu hijo que chupa mucho.
Axe dejó caer la mandíbula antes de mirarla bien. Brandr se levantó rápidamente y le gritó —¡Al
barco!
—¿Al barco? ¿Pero nos vamos ya? ¿Y las compras?
Cogió el anillo furioso mirándola como si quisiera matarla a golpes, pero Dahlia levantó la barbilla.
Se subió tras ella de malas maneras y el caballo protestó —¿Quieres tener cuidado? A ver si se
encabrita y me tira al niño.
—Mujer… ¡Casi me rompes la nariz!
El niño se puso a llorar y ella se giró mirándole fastidiada. Tuvo la decencia de sonrojarse. —Es
algo asustadizo, ¿no? Seguro que es culpa tuya.
—Como siempre tengo la culpa de todo… —Molesta miró al frente.
Brandr apretó los labios mirando su cabello rubio que no le había dado tiempo a trenzarse. La cogió
por el vientre acomodándose de nuevo y al sentir su miembro presionando su trasero Dahlia abrió
los ojos como platos. ¿Cómo podía estar excitado en un momento así? Estaba claro que esa semana
no había estado con una mujer buscándola a ella. Claro, como había herido su orgullo y le había
dejado en ridículo ante los suyos…. Pues con ella no. Ah, no. A ella no la preñaba más. —No sé por
qué te empeñas en buscarme con lo que piensas de mí. Todavía estás a tiempo de dejarme aquí y
seguir con tu vida.
Se tensó tras ella. —Será porque eres mi esposa.
—No, te abandoné. Y es algo de lo que no me arrepiento. —El silencio tras ella hizo que le mirara
sobre su hombro. —Si no me hubieras visto hubieras seguido con tu vida, ¿no? ¡Pues hazlo!
La cogió por el cabello acercándola a su rostro y siseó —¡Eres mi mujer y como te dije lo serás
hasta que respires tu último aliento! ¡Deja esa actitud, esposa!
Sin alterarse observó sus ojos azules. —¿Actitud? No es una actitud.
Ahora soy así. Y si no te gusta ya sabes lo que debes hacer. ¿O vas a pegarme para moldearme a tu
antojo?
—¡Podría hacerlo!
Sonrió maliciosa dejándole de piedra. —Sí que podrías intentarlo, pero lo único que conseguirás es
que te odie más de lo que ya lo hago. No tengo casa, ni dinero, ni a donde ir. Hasta acabo de perder
a mi hermana.
Solo me queda mi hijo y te aseguro que lucharé por su bien con uñas y dientes, pero lo demás no me
importa nada y mucho menos tú. Nunca seré tu esposa de nuevo. —Sintió como su excitación se
relajaba y sonrió aún más. —Así que si se te ha ocurrido meterte entre mis piernas, puede que lo
consigas porque eres más fuerte que yo, pero cuida tu cuello cuando duermas porque puede que tu
gente necesite otro Jarl cuando te encuentren desangrado en tu cama cualquier mañana. Puede que
no sea fuerte, pero como sabes el cuchillo lo manejo muy bien.
—¿Me estás amenazando?
—Como tú a mí —respondió con rabia—. Ahora suéltame. —Él apretó más la mano en su nuca y
miró sus labios. —Veo que no lo has entendido. Si voy contigo únicamente es porque mi hermana
ha sufrido el desamparo durante este tiempo y era momento de terminar para que sea feliz de una
maldita vez. Mi hijo necesita un padre por si el día de mañana a mí me ocurre algo, pero solo por
eso. Si necesitara un macho no te elegiría a ti. Me asqueas por tu cobardía y por tu desdén hacia mí
durante años. Tu desidia ante la promesa que había dado tu padre y tu desamparo ante cualquiera
que quisiera abusar de mí. Pero lo que nunca te perdonaré es tu rechazo. Ya te di mi amor una vez.
Hubiera muerto y matado por ti. Te hubiera dado mi alma, pero pagaste conmigo tu frustración y tu
impulsividad con tu padre, como si yo fuera la responsable de algo que solo hicisteis vosotros. Y no
contento con eso, estando en estado y enferma ignoraste mi dolor durante días dejando que me
torturara por tus palabras.
No eres un buen hombre y no tengo más remedio que soportarte. ¿He sido clara? Antes me acostaría
con un cerdo a hacerlo contigo. Cocinaré, trabajaré hasta desollarme las manos porque no me
regales lo que me lleve a la boca, pero nada más. ¡Búscate otra puta para satisfacer tus deseos,
incluso búscate otra esposa, pero a mí déjame en paz!
Él apretó las mandíbulas mirándola con los ojos entrecerrados. —
Así que no quieres ni verme. Muy bien, esposa… Tus deseos son órdenes.
Bájate del caballo —dijo fríamente.
Le miró sorprendida porque renunciara tan rápido. Esa no era su personalidad. Inclinándose hacia
atrás pasó la pierna con cuidado por si la tiraba del caballo y saltó con su hijo en brazos. Dio un
paso atrás mientras sus hombres que lo habían escuchado todo la rodeaban con sus caballos y
disimulando su miedo porque sabía que en ese momento la mataría levantó la vista hacia él.
—¿Vas a dejar que se lleve a tu hijo, Jarl? —preguntó Axe muy tenso.
Sonrió con malicia. —Por supuesto que no. Es mi hijo, sangre de mi sangre. Dahlia, estoy
esperando.
Negó con la cabeza. —¡No te lo voy a dar! ¡Egil es mío!
Varios sacaron sus armas y nerviosa gritó —¡No me lo quitaréis! —
Se lo pegó al pecho queriendo protegerle. —¡Vete y déjanos!
—¡Es mi hijo, me lo arrebataste! ¡Creía que no había nacido, pero ahora que le he encontrado es
mío! ¡Dame a mi hijo antes de que pierda la paciencia, mujer!
Con un nudo en la garganta intentó correr, pero sintió que la agarraban del cabello y gritó de dolor
cayendo hacia atrás sobre la hierba.
—¡No! —gritó desgarrada viendo a Brandr sobre ella—. ¡No te lo llevarás, es mi hijo!
Gritó de dolor cuando sintió que se lo arrebataba de los brazos. Se levantó y corrió tras él golpeando
su espalda, pero sin inmutarse la empujó del pecho con fuerza haciéndola caer de nuevo sobre la
hierba. Desesperada se levantó cogiéndole de la pierna y recordó su herida. Clavó las uñas en ella y
él gruñó de dolor. Alguien la cogió del hombro sorprendiéndola y al ver a Axe chilló de la rabia
pegándole un puñetazo antes de volverse.
Brandr había azuzado a su caballo. —¡No! —gritó corriendo tras él. Brandr se detuvo y sonrió
irónico.
—¿Has cambiado de opinión, esposa?
Con los ojos llenos de lágrimas pensó en mentir, pero las palabras de su hermana pasaron por su
mente y no iba a doblegarse a su antojo. Ya no. —Dame a mi hijo.
—Jarl, al parecer está indecisa y necesita tiempo para pensarlo, ¿no opinas lo mismo? Aunque es
increíble, mi jarl. ¿Dónde va a estar mejor que contigo? Es evidente que este año no le ha enseñado
nada.
—Cierto. Mujer deberías estar agradecida de que te haya encontrado. Te lo ofrezco todo. Ser mi
esposa y dejar de arrastrarte por estas tierras por un mendrugo de pan. Eres una desagradecida.
Dahlia vio en sus ojos que estaba dolido y que su orgullo le haría matarla si era necesario. Era el Jarl
y le había humillado en público. Cuando hieres a un animal es imprevisible y en ese momento sabía
que Brandr podría tomar cualquier decisión.
—Pero como dice mi amigo necesitas tiempo para pensarlo y te lo voy a dar. Axe, átala a un árbol.
Puede que alguna alimaña me libre de ella y la decisión ya estará tomada. Y si no es así veremos si
esta noche ha cambiado de opinión. Al fin y al cabo es la madre de mi hijo. Démosle una
oportunidad.
—Sí, Jarl… Seguro que eso le hace cambiar de opinión —dijo su amigo sonriendo malicioso.
Cuando sus hombres se acercaron gritó intentando resistirse y mirándole gritó—¡Eres igual que tu
padre!
Brandr se echó a reír. —¿Eso crees? Mi padre te mataría ahora mismo por los insultos que me has
regalado, esposa. ¿Quieres que te mate?
Pálida cerró los ojos de dolor cuando le amarraron las muñecas con una soga para atarla a un árbol
que tenía a sus espaldas. Una lágrima rodó
por su mejilla antes de abrir los ojos de nuevo y Brandr muy tenso siseó —
Cambia de opinión, mujer. Si quieres ver como crece tu hijo cambia de actitud porque si no me veré
obligado a esto y puede que llegues a morir en una de estas lecciones. ¿Quieres eso? Es tu decisión.
—¡Cabrón! —gritó con rabia—. ¡Malditos cobardes!
Sus hombres se echaron a reír yendo hacia sus caballos y se subieron a ellos acercándose a su Jarl.
—Vamos a tomarnos un hidromiel mientras piensas en cómo sería tu vida alejada de tu hijo. Piensa,
esposa.
No tengo paciencia y lo sabes. Recapacita.
—¡Egil! —gritó desesperada tirando de la cuerda hiriéndose las muñecas en su esfuerzo por
desatarse. Viendo cómo se alejaban gritó de dolor temiendo no verle más y cuando desaparecieron
al descender la colina lloró apoyando la cabeza en el enorme tronco. Tiró de las cuerdas una y otra
vez. Sintió las heridas, pero no podía dejar de intentarlo. Pasaron las horas y el dolor de los brazos
llegó a su espalda provocando que cada movimiento fuera una tortura. Sentía sus manos mojadas de
sangre y que se había desgarrado algo en su hombro, pero tenía que soltarse. Solo pensar que su hijo
tendría hambre y ella no estaría para alimentarle la torturaba, así que no perdió las fuerzas.
Cuando llegó el mediodía un lametón en la mano la detuvo en seco cortándole el aliento y cuando
escuchó un gruñido se le heló la sangre.
Volvieron a lamerle la mano y muy despacio intentó mirar hacia atrás para ver la cola de lo que
parecía un perro enorme o un lobo. El primer mordisco la hizo gritar de dolor y miedo una y otra
vez. Eso debió asustar al animal porque la soltó, pero al cabo de unos segundos respirando
agitadamente miró hacia atrás y vio a un lobo con la boca llena de sangre. El miedo la atenazó y
susurró —Odín ayúdame. —El lobo rodeó el árbol para mirarla de frente e inclinó la cabeza a un
lado antes de gruñir mostrando sus fauces.
Se tiró sobre ella y Dahlia apartó la cara sintiendo como hundía los dientes en su hombro. Gritó de
dolor al sentir como tiraba de su carne intentando desgarrarla cuando este chilló soltándola. Medio
mareada vio la flecha en su costado antes de que otra le atravesara el cuello. Dahlia no podía
levantar la cabeza y cuando alguien llegó a su lado cogió su cabello por la coronilla levantándole el
rostro. Al ver a Halls se sorprendió y él apretó los labios.
Sin decir palabra cortó la cuerda que la ataba al árbol y ella cayó de rodillas al suelo.
—No sabes cómo siento que haya pasado esto. Tengo que hacerte más daño, Dahlia. Pero es por tu
bien. —Arrancó un mechón de su pelo, pero ella ni se inmutó. Tiró el mechón de su cabello en el
suelo y fue hasta el lobo cogiéndolo por las patas traseras para acercarlo a ella. —Tranquila, está
muerto. —Cogió su cuchillo de la bota y lo clavó en su vientre. —Si queremos que piense que estás
muerta tiene que haber sangre. La sangre del
lobo fluyó a su alrededor y sacó unas vísceras tirándolas al suelo. Arrastró el lobo alejándola de ella
dejando un reguero de sangre.
—Encontrará el lobo —susurró llevándose la mano al hombro antes de mirarlo. Tenía la marca de
los dientes de los que fluía la sangre sin control—. Se dará cuenta de que es mentira.
Se alejó sin hacerle caso y al cabo de unos minutos regresó con él sobre los hombros. Lo cargó a su
caballo y volvió a su lado. Hizo una mueca mirando su herida antes de coger su brazo revisando el
mordisco y las muñecas. —No sé cómo ayudarte para curar esto.
—Llévame con mi hermana, por favor.
—Irá hasta allí al no encontrar tu cuerpo.
—Erika pensará que estoy muerta —dijo angustiada casi sin fuerzas.
—Pues tendrá que pensarlo para convencerle. ¿Quieres recuperar a tu hijo? Pues tendrás que
tomarle por sorpresa y si cree que estás viva no lo lograrás.
—¿Por qué me ayudas?
—Porque tu hermana me ha abierto los ojos. —La cogió en brazos y la llevó hasta su caballo
subiéndola con delicadeza.
—Te ha hecho daño —susurró sintiendo que las fuerzas la abandonaban.
Él se sentó tras ella y volvió el caballo. —Sí, pero tenía razón. No luché por ella cuando tuve la
oportunidad. Conocía a mi padre y a mi hermano. Sabía que su orgullo les impediría reconciliarse.
Mi egoísmo, la oportunidad de ser el Jarl hizo que la dejara a un lado por lo que consideraba más
importante. ¿Pero sabes? No he podido olvidarla y puede que no lo haga nunca. Eso demuestra que
me equivoqué como se está equivocando mi hermano. No te ha olvidado, ¿sabes? Ni un maldito día
desde que desapareciste, pero su orgullo le impide demostrártelo como debería. Le abandonaste y no
sabe cómo comportarse contigo. Lo que te dijo en el pasado y esto… Cuando llegaron a la taberna
no me lo podía creer y vi en sus ojos que se arrepentía, pero como a mi padre su orgullo le impide
demos… —Al mirar a Dahlia juró por lo bajo porque había perdido el sentido. Detuvo el caballo y
cogió sus mejillas. Entonces pensó en Erika y en la oportunidad de redimirse que ella nunca le dio.
Recordó la actitud de Dahlia hacia su hermano desde que le había visto de nuevo.
Rechazándole una y otra vez. Sabía que había herido su orgullo, pero darle esa lección…. Pensando
en ello dudó. Él ya no podría tener a Erika porque había entregado su corazón a otro hombre, pero
recordó a Dahlia cuando su hermano había entrado en la casa de Daven y ella había salido de su
escondite. A pesar del temor había visto anhelo seguramente esperando que le dijera que la amaba,
pero su hermano se había mostrado furioso. Había
visto su decepción y su pena antes de reaccionar fríamente. Eso significaba que a pesar de todo lo
que le había hecho aún le quería y puede que tuvieran una oportunidad. ¿Incluso después de lo que
acababa de ocurrir? Erika no había perdonado su rechazo, ¿podría perdonar esa mujer todo lo que le
había pasado? No se la merecía e igual sería feliz lejos de él. Apretó los labios azuzando su caballo
sabiendo que había tomado la decisión correcta.
Brandr de pie ante el árbol se llevó las manos a la cabeza viendo la sangre y pálido susurró —
Buscadla.
—Pero Jarl, está muerta. Sus vísce…
—¡Buscadla! —gritó fuera de sí.
Sus hombres siguieron el rastro y él se acercó a la sangre sintiendo un nudo en la garganta. Vio el
mechón manchado de sangre y lo cogió entre sus dedos sintiendo que el dolor le traspasaba el
corazón. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido para atarla allí? Y la había dejado sola en lugar de
alejarse por si le necesitaba, pero para que sus hombres no vieran que se preocupaba por ella fue
hasta la ciudad sin quitársela de sus pensamientos.
Odín le había dado la oportunidad de recuperarla y la había matado. Porque suya había sido la
decisión, él había dado la orden. Había matado a su
mujer como si la hubiera traspasado con su cuchillo él mismo. Viendo sus vísceras se llevó las
manos a la cara, pero su mente le mostró lo que tuvo que haber sufrido antes de morir. Se levantó
dándose la vuelta porque era un monstruo. Mucho peor que su padre y el dolor de su rostro hizo que
Axe que aún estaba allí apartara la mirada avergonzado.
—Lo siento, Jarl. Si quisiste darle una lección fue por mi culpa.
—¡Cállate! ¡No intentes excusarme!
Uno de sus hombres regresó en ese momento y dijo —Se pierde el rastro. La sangre desaparece un
poco más abajo entre los arbustos.
—¿No hay cuerpo? —preguntó Axe porque su Jarl casi ni podía hablar.
—No. Igual alguien la ha encontrado y se la ha llevado porque no hay restos.
—¡Encontrad a mi mujer!
—Igual Daven…
Fulminó a su amigo con la mirada antes de correr hasta el caballo y montar a toda prisa. Sin esperar
a nadie azuzó su montura y salió a galope.
Axe ordenó —Buscadla.
—Está muerta.
—Lo sé y él también, pero si quiere su cuerpo lo encontrareis. Lo ordena tu Jarl.
Llegó a galope a la casa y el perro avisó de su llegada. Daven solo con los pantalones puestos salió
con el hacha en la mano y frunció el ceño al ver su rostro. —¿Qué ocurre? ¿Has venido a vengarte
por haberte mentido?
Se bajó del caballo de un salto a pesar de su herida en el muslo. —
¿La tienes tú?
—Erika está dentro.
—¡Hablo de mi mujer!
—¿La has perdido de nuevo? —preguntó asombrado.
Le apartó de un empujón para entrar en la casa y Erika chilló cubriéndose con una piel mirándole
con los ojos como platos. Al ver al niño durmiendo en una piel se llevó las manos a la cabeza
porque era evidente que no sabían lo que ocurría y allí no estaba. Ni había sangre ni Erika lloraba.
De hecho parecía que estaba haciendo el amor con su esposo cuando él llegó.
—¿Qué ocurre? —preguntó Erika asombrada.
—Busca a tu hermana —respondió Daven preocupado—. Amigo,
¿qué ocurre? ¿Se ha escapado de nuevo?
Miró a Erika a los ojos, los mismos ojos que su Dahlia y el dolor le hizo gritar de la rabia.
Apoyando las manos en sus rodillas sintiendo que le faltaba el aire levantó la vista de nuevo hacia la
hermana de su mujer que lloraba por su dolor. —¿Qué ocurre, mi Jarl?
Él levantó el mechón de su cabello lleno de sangre y Erika sin comprender miró su puño antes de
palidecer. Su grito desgarrado se escuchó en todo el valle y el dolor le hizo perder el sentido.
Erika sonrió a Egil y le tocó su naricilla. —Otra cucharadita y a dormir.
Sentado a la mesa Brandr vio como su hijo negaba con la cabeza y ella insistió acercándole la
cuchara. Volvió a negar, pero al final abrió la boquita a regañadientes y su tía le metió las gachas
trituradas en la boca.
Antes de darse cuenta las escupía poniéndola perdida. Se echó a reír por la cara de sorpresa de
Erika. —Igualito que su madre. Cuando dice que no es que no —dijo por lo bajo antes de beber de
su jarra.
—Yo creo que es tan cabezota como tú —dijo Daven divertido sentado a su izquierda.
Perdió la sonrisa poco a poco. —Esperemos que se parezca a mí lo menos posible.
En ese momento se escuchó un cuerno desde el fiordo y los hombres se levantaron atentos al
sonido. Brandr sonrió. —Es mi hermano. Seguro que viene de vender sus pieles. Que no les falte
bebida ni comida a sus hombres, Sigrid.
—Sí, mi Jarl.
Salió de la casa del Jarl que era la casa original, pero quien la viera ahora no la reconocería. Se
había ampliado para que hubiera seis habitaciones y se había puesto el hogar a un lateral con un
horno para el pan. Las casas de sus hombres estaban tras la del Jarl y esa vez estaban más que
preparados para el invierno. Al ver como se acercaba el barco hasta el embarcadero que habían
terminado ese verano se preguntó qué pensaría Halls de todo lo que habían hecho desde su última
visita. Viendo como surcaban las aguas apretó los labios porque la última vez que le había visto
había sido cuando Dahlia había muerto cuatro meses atrás. Su hermano le había dicho que tenía que
darle gracias a Odín por tener a su hijo y debía seguir con su vida, pero parecía que esa vida se
había paralizado desde el instante en que vio ese árbol, porque desde ese momento tuvo la certeza
de
que ya no vería más sus ojos ni escucharía su risa. Ya no tocaría su piel ni la abrazaría. Pero lo que
le torturaba era no haberle dicho que sentía haber hecho lo que hizo. No haberla tratado como se
merecía. Haber sido tan injusto cuando se trasladaron allí y todo el dolor que le había provocado.
Ahora ya era tarde para lamentaciones y ese vacío no se iría nunca.
Sumido en sus pensamientos recordó como los hombres la habían buscado durante días, pero había
sido para nada. Axe se encargó de las compras y de elegir un barco. Erika se había encargado de
cuidar a su sobrino después de intentar matarle un par de veces sin ningún resultado.
Daven temió represalias contra su esposa, pero Brandr la comprendía así que simplemente ignoró su
odio y consintió en que cuidara a lo único que le quedaba de su hermana. Regresaron a casa y al
verla llegar con el niño en brazos nadie se atrevió a preguntar nada. Nadie excepto Ragna que fue
informada de todo por Axe y se encargó de contar lo que había ocurrido.
También se encargó de decirle a su Jarl muy claro que a ella no la casaba nadie sin su
consentimiento y Axe protestó diciéndole que no molestara al Jarl con sus cosas. Recordando la
mirada de su esposa cuando había dicho a su amigo que le daba a Ragna, se arrepintió de su
decisión y la liberó de su compromiso. Axe se enfadó, pero no dejaba de insistir, hecho que a Ragna
la halagaba. Y empezaba a pensar que le estaba provocando.
Como si la hubiera invocado con sus pensamientos Ragna se puso a su lado. Exasperado la miró de
reojo. —Si vienes a protestar no estoy de humor, mujer.
—Lo sé, mi Jarl. Llevas sin estar de humor desde que nos vinimos aquí.
Gruñó por dentro porque con esa frase le recordó todo lo que había pasado de nuevo. —¿Qué
quieres ahora? —bramó sobresaltándola.
Una risa paralizó su corazón y asombrado miró hacia el barco que en ese momento estaba ante él.
Creyendo que soñaba vio como los hombres tiraban los cabos para amarrarlo. —Veo que no te ha
mejorado el carácter.
Volvió a escuchar su risa e impresionado dio un paso al frente sin poder creérselo. —Dahlia…
Escuchó unos pasos y su rostro apareció en la proa hasta mostrar el resto de su cuerpo. Iba vestida
como una princesa con un increíble vestido en verde con ribetes en oro. Su precioso cabello suelto
caía en ondas por su espalda. Sonrió, pero esa sonrisa no llegó a sus preciosos ojos verdes que le
miraban con un odio exacerbado. Halls apareció a su lado muy tenso, pero él no podía dejar de
mirarla. —Dahlia.
—¡Dahlia! —Su mujer miró hacia la casa del Jarl y vio acercarse a su hermana corriendo. Al llegar
hasta su gente los apartó impaciente para
hacerse paso a través del muelle. —¡Hermana! —Llorando de la alegría mostró su pequeño vientre
mientras corría hacia el barco. Dahlia fue hasta la pasarela que los hombres acababan de colocar y
corrió hasta ella para abrazarla con fuerza. —Estás viva —dijo emocionada.
—Sí, y estoy aquí, a tu lado. Siento haberte dejado.
—Lo importante es que estás viva. —Se apartó para mirarla como si no se lo creyera y la cogió por
sus mejillas.
Brandr apretó los puños porque le gustaría hacer lo mismo, pero sabía que no sería bien recibido.
Miró a Halls que bajaba del barco en ese momento. —Espero una explicación, hermano.
—Está viva. ¿No te basta con eso?
—No.
Dahlia se apartó de su hermana y se puso a su lado cogiendo su mano. —Dahlia es mi mujer ahora y
venimos a por su hijo.
Fue como si le dieran un hachazo en el pecho y les miró incrédulo primero a uno y después al otro.
Dahlia sin sentir absolutamente nada por él se le quedó mirando esperando su reacción. Los
hombres murmuraron a su alrededor mientras Ragna dejaba caer la mandíbula del asombro
mirándola de arriba abajo y Erika con los ojos como platos se había tapado la boca de la impresión.
Brandr pálido siseó —Hermano, dime que mientes.
—No miento. Nos casamos hace dos meses. En cuanto se recuperó.
Casi muere varias veces, pero tiene la fuerza de Thor. La amo y consintió en ser mi esposa.
Podemos hacer esto por las buenas o por las malas, pero nos llevaremos al niño. Se lo arrebataste
para dejarla morir y ha sobrevivido para este momento. Es suyo y los Dioses quieren que sea así.
Dánoslo.
Dahlia vio la incredulidad en su rostro, pero también vio el miedo y eso le cortó el aliento. ¿El
miedo a qué? ¿A perder a su hijo? Puede que le hubiera cogido cariño, pero ella le quería mucho
más. Era suyo. Y lo recuperaría.
—Dame a mi hijo —dijo fríamente.
La miró a los ojos. —No. ¡Puede que él te haya hecho su esposa simulando que estabas muerta, pero
eres mía! ¡Cómo Egil! ¡A Halls nunca le has querido!
Sonrió maliciosa. —Te aseguro que en este momento le quiero mil veces más que a ti. —Vio como
se le cortaba el aliento. —¡No pienso dejar que mi hijo sea criado por ti! ¡Dámelo!
—¿Y qué vas a hacer? ¿Provocar una guerra?
—¿Quién ha hablado de guerra? —preguntó atónita—. Yo solo hago un pedido. Está en tu mano
provocar una guerra o no.
—Si crees que reteniendo al niño vas a recuperarla estás equivocado. ¡Es mi mujer ahora! —
exclamó su hermano muy serio—.
Danos al niño.
—¡No! Es mi hijo y… —Dio un paso amenazante hacia ellos y la risa de Dahlia le detuvo en seco.
—¿Ves esposo? No cambiará nunca. Solo sabe ordenar y amenazar.
No es tan tierno y comprensivo como tú. —Vio como los celos recorrían el rostro de Brandr y
sonrió. —Tampoco es tan buen amante como se piensa.
Halls la miró de reojo mientras Erika jadeaba del asombro. —¿De veras te has casado con Halls?
—Hermana, tú le rechazaste. No me lo tomes en cuenta. Me ha tratado muy bien. Es imposible no
entregar el corazón a un hombre así después de lo que me había tocado en desgracia. —Levantó la
mano mostrando su anillo con una gran piedra roja tres veces más grande del que Brandr aún
llevaba en su meñique. —¿Lo ves? Me lo regaló por toda la sangre que derramé a causa de tu Jarl.
—Miró a Brandr a los ojos. —
¿Quieres ver las cicatrices del lobo que me atacó cuando me ataste a ese árbol para arrebatarme a mi
hijo? Ni el mismísimo Odín podría detenerme para recuperarle. —Los jadeos a su alrededor la
hicieron sonreír y acarició el pecho desnudo de Halls con posesividad. —¿Verdad, amor?
—Verdad, esposa. Es lo que los dioses quieren y es lo que tendrás.
Hermano…
—¡No me llames así, traidor! —gritó perdiendo los nervios al ver cómo le tocaba.
—No te he traicionado, hermano. Solo la salvé de ti.
Brandr palideció al escuchar esas palabras antes de mirar a Dahlia a los ojos. —Aléjate de él.
Su risa le puso de los nervios y más cuando se pegó a su hermano para susurrarle algo al oído. Su
labio inferior rozó el lóbulo de su oreja y eso le puso frenético. Gritó yendo hasta ella y la agarró
por la muñeca alejándola de Halls para pegarla a su pecho, pero antes de darse cuenta tenía un
cuchillo en la garganta que Dahlia se había sacado de la manga. Pegada a su torso apretó el cuchillo
sobre su barba y siseó —Suéltame.
—No. —Llevó su brazo a la espalda y la apretó a él con ambos brazos mientras su hermano
levantaba las cejas. Dahlia hizo un gesto de dolor y él preocupado aflojó su agarre.
—Suéltala, aún le duelen las heridas —exigió Halls desenvainando su espada.
Él miró sus ojos sin importarle el cuchillo. —Dime que no te has casado con él.
—No voy a dejar que vuelvas a herirme —susurró angustiada sin darse cuenta.
Esa frase le heló el alma y soltó su muñeca sintiendo que la había perdido, pero al menos estaba
viva y eso ya era un inmenso alivio. Estaba viva. Viva y tan hermosa que robaba el aliento. No
podía creérselo y debía dar gracias a los dioses por ello. Apretó los labios entendiendo lo que quería
decir y se dio cuenta de que ya era suficiente. Su relación nunca había sido dichosa excepto por un
breve momento sobre un acantilado. Solo la había herido y merecía su libertad. Lo comprendió
mirando aquel mechón de cabello aquella horrible noche y ahora no debía olvidarlo por mucho que
ansiara estar a su lado y le doliera verla con Halls. Muy tenso porque sentía que se estaba
arrancando un brazo miró a su hermano. —Hablemos dentro.
Debemos llegar a un acuerdo.
Asombrada vio que caminaba entre sus hombres alejándose de ellos y Halls se puso a su lado. —Al
parecer no voy a morir hoy —dijo divertido.
—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó asombrada porque eso no se lo esperaba.
—Tú. Ven, debes entrar conmigo. —Cogió su mano y pasaron entre los suyos. Sigrid sonrió al igual
que muchos otros que se alegraron diciéndole palabras amables de la que pasaban. Impaciente entró
en la casa y lo vio. Su hijo estaba en brazos de Gudrun y corrió hacia él impaciente
por cogerlo. Al sentirle a su lado cerró los ojos de felicidad pegándole a ella. Él chilló cogiendo un
mechón de su cabello y Dahlia abrió los ojos para ver a Brandr ante ella observándola. Apartó su
mirada como si no soportara verlos juntos y le dijo a su hermano —Siéntate.
Halls carraspeó. —Está grande.
—Come muy bien —dijo Gudrun antes de hacer una mueca—.
Cuando quiere.
Dahlia sonrió apartándole para verle bien. —¿Cómo te has portado?
—Llenó su carita de besos haciéndole reír y emocionada porque meses atrás hacía lo mismo miró a
Halls. —Se acuerda de mí.
—Claro que sí, mujer. ¿Cómo no va a acordarse? Eres su madre.
—Ma…
Se echó a llorar de la alegría y fascinada le observó antes de sentir a su hermana a su lado. —
Habla…
—Es la primera cosa que dice —riendo acarició su espalda—. Ven, siéntate. Tienes mil cosas que
contarme. Hoy no puedo ser más feliz. No sabes cómo me alegro de verte.
—No pude avisarte antes.
Se sentaron alejadas con su hijo en brazos y Daven observó como su Jarl se sentaba al lado de su
hermano sin dejar de mirar a su antigua mujer
como si no quisiera perderse nada. Sigrid les sirvió hidromiel y Halls cogió la jarra bebiéndosela
casi de golpe.
—Tenía la garganta seca pensando en que me traspasarías nada más desembarcar.
Brandr miró sus ojos negros. —¿Por qué me has hecho esto, hermano?
—Hay cosas en la vida que no se pueden evitar. La conoces. ¿Qué hombre no lo daría todo por ella
después de tratarla? Era tan inevitable como que el sol se ponga cada noche. Cualquiera lo haría,
excepto tú.
—Es mi… Era mi esposa.
—Y eso fue lo único que me retuvo durante un tiempo. Pero la trataste tan mal, estaba tan débil y
triste… Lloraba a cada momento. Mi cuidado y el tiempo pusieron las cosas en su sitio. —Hizo una
mueca. —
Creía que la olvidarías. Nunca debió importarte demasiado, ¿no es cierto?
—No, no es cierto —siseó molesto.
Halls frunció el ceño. —¿No? Pues ahora ya no hay marcha atrás.
—¿Seguro?
A Halls se le cortó el aliento. Si fuera otra mujer después de que él la hubiera tocado la desdeñaría
para siempre, pero al parecer con Dahlia era distinto y eso significaba mucho…. Muchísimo con lo
orgulloso que era su
hermano. —No entiendo lo que quieres decir. —Haciéndose el tonto bebió de su jarra que estaba
llena de nuevo.
Miró a su esposa que hablando con su hermana tenía lágrimas en los ojos. —Pídeme lo que quieras
—dijo desesperado.
—¿Pero de qué hablas? —susurró—. Hermano, recapacita. Creía que te habías dado cuenta de tu
error y que ya no insistirías en este matrimonio. ¿Acaso me he equivocado?
Giró la cabeza hacia a él y siseó —Pídeme lo que quieras y déjala aquí.
—¿Que abandone a mi esposa? —preguntó aparentando asombro.
Brandr se acercó amenazante. —Mira, eres sangre de mi sangre, pero como vuelvas a ponerle una
mano encima a mi mujer, te destripo con mis propias manos.
—Ya sabía yo que no iba a ser tan fácil.
—Halls…
La advertencia de su voz le hizo levantar una ceja y supo que había llegado al límite de su aguante.
Mejor retirarse ahora que aún estaba entero.
—Quiero que hagas una incursión para mí. Hasta que no vuelvas con el barco lleno no te molestes
en regresar. Tengo barcos de sobra sin gente que sepa llevarlos. Desde que te fuiste no se ha hecho
ninguna incursión y mis
arcas se reducen manteniendo a mi gente. Hazlo y será tuya con la condición de que nunca vuelvas a
dañarla.
Su hermano cogió su brazo sorprendiéndole con su fuerza y siseó —
Largo.
Halls se levantó sonriendo. —Te espero en la primavera, hermano.
Le miró con rencor mientras salía de la casa y Dahlia miró sorprendida hacia la puerta. —¿Halls?
Su hermano se volvió y sonrió con pena. —Me ha hecho una oferta que no puedo rechazar, mi
hermosa Dahlia. —Miró a su hermana que también parecía sorprendida. —Tenías razón. Elegí ser
Jarl y lo seré hasta las últimas consecuencias protegiendo a mi gente. —Apretó los labios viendo su
vientre hinchado por el hijo de otro hombre. —Y al parecer no me he equivocado. ¿Hermano? Sé
que cumplirás tu promesa.
Dahlia se levantó con el niño en brazos siguiéndole y chilló sorprendida al ver que salía de la casa
—¡Ibas a ayudarme!
Sonrió de medio lado y se detuvo en el patio. Dahlia sintió la presencia de Brandr tras ella, pero no
se volvió mirando a Halls ansiosa, pues esperaba su respuesta que no tardó en llegar. —Te salvé la
vida. —
Miró a su hermano. —Nunca nos hemos casado ni ha sido mi amante. Lo dijimos para comprobar tu
reacción y para obligarte a darle el niño
temiendo una guerra. No me defraudes, hermano. —Le advirtió con la mirada. —Ningún daño.
Se volvió y caminó hacia el embarcadero dejándola atónita. La había engañado desde el principio.
Su amabilidad y comprensión había sido solo para conseguir algo de Brandr a cambio de devolverla
y ella como una estúpida había caído en su trampa. ¿Pero por qué en ese momento? ¿Por qué no
cuando la encontró herida?
—¿Dahlia?
Sobresaltada se volvió mirando a Brandr como si fuera descendiente del mismísimo Loki. Él apretó
los labios al ver su temor. —Tu hermana te enseñará tu habitación.
—No —susurró dando un paso atrás con el niño en brazos.
—Esposa… —Al escuchar esa palabra gritó desgarrada y él asustado dio un paso hacia ella. —
Dahlia.
—¡No la toques! —gritó su hermana abrazándola mientras Dahlia rota caía de rodillas sin tener
fuerzas para más. Había estado tan cerca, había rozado su libertad con las yemas de los dedos y con
su hijo además, para que Halls la traicionara en el último momento. Se volvió para ver a Halls en el
barco mirándola muy tenso mientras este se alejaba y Dahlia
abrazó a su hijo y besó su coronilla sollozando de dolor porque aquella tortura no había terminado.
Capítulo 11
Sigrid salió de la habitación con el vaso en la mano para encontrarse allí al Jarl preocupado. —
Enseguida descansará. La corteza siempre funciona. Tiene dolores y esto la aliviará durante el
sueño. Lo necesita, la pobre niña. No deja de llorar.
La cogió por el brazo deteniéndola. —¿Has visto sus heridas?
Negó con la cabeza. —Su hermana solo le ha quitado su túnica para acostarla. Aunque…
—Habla.
—El cuello de su vestido inferior se movió al acostarse y vi una horrible aquí —dijo señalando su
clavícula.
—Así que sí que la hirió el lobo.
—¿Dudáis de sus palabras?
—Esta mañana creía que estaba muerta. Ya no sé qué pensar.
Sigrid sonrió con tristeza. —Esa niña ha sufrido mucho, mi Jarl. De eso no tenga duda.
Él asintió dejando que se fuera y miró hacia la puerta. Dio un paso hacia ella escuchando su llanto y
como decía —Me ha engañado.
—Todos los hombres son iguales. Todos menos padre y mi Daven, por supuesto. Pero los demás no
valen nada. Deja de llorar y duérmete.
Necesitas recuperarte. Ya pensaremos en algo.
Brandr apretó los labios sabiendo que intentarían irse cuanto antes y eso era algo que no iba a volver
a pasar. Salió al salón y ordenó a Axe —
Que haya un hombre siempre en su puerta.
—Sí, Jarl.
Le cogió por la barba acercándole. —Como se escape, mataré al responsable.
Su amigo tragó saliva antes de responder —Por supuesto.
Daven negó con la cabeza.
—¡No me mires así! —Se sentó a su lado y golpeó la mesa. Dustin se acercó de inmediato para
servirle.
—Amigo, no sabes tratar a las mujeres.
Le fulminó con la mirada antes de beber. —¿No me digas?
—Debes ser más delicado y tierno con ella. Debes mimarla.
Agasajarla con cumplidos.
Le miró como si le hubieran salido dos cabezas y Daven reprimió la risa antes de beber de su vaso.
—Como quieras, pero a mí me va mucho mejor que a ti. Te aseguro que mi esposa no se pone a
llorar cuando me ve.
—Muy gracioso. —Bebió de nuevo y carraspeó haciendo que Dustin se alejara. —Tú no has hecho
lo que yo.
—Cierto, tú has errado tanto que cualquier mujer saldría espantada.
—Le miró a los ojos. —Mira, no es lo mismo acostarse con una ramera en una taberna o con una de
esas viudas que quieren unas monedas que con tu esposa. No puedes tratarlas igual. Tu esposa será
tu compañera, la madre de tus hijos, la persona que te cuidará cuando enfermes y sobre todo será tu
confidente, tu amiga y tu amante. Si crees que tu mujer es otra cosa, olvídala porque tú no estás
hecho para estar casado.
Brandr se mordió la lengua impidiendo que su orgullo dijera lo que pensaba de él. En lugar de eso
susurró mirándole a los ojos —Continúa.
—Sabes lo que tenías que haber hecho la otra vez, no eres estúpido.
Pero en lugar de disculparte y alegrarte por haberla encontrado pidiéndole que regresara a tu lado,
ocurrió lo que ya todos sabemos. ¿Qué piensas hacer ahora?
—La has visto, no quiere ni mirarme. Si has tenido que llevarla tú a la habitación porque ni soporta
que la toque. Se puso como una loca. Temí hasta por Egil.
—Ella jamás le haría daño al niño. Es lo que más ama. Seguro que fue el niño quien le dio fuerzas
para sobrevivir.
Suspiró mirando su jarra. —Cada vez que ha arriesgado su vida ha sido por mi culpa. Ni sé las
veces que la he puesto en peligro.
—No te fustigues con lo que ya ha ocurrido. Tienes que mirar al futuro y ser tierno con ella. Hazle
ver lo que te importa. No la obligues a plegarse a tus deseos como estás acostumbrado a hacer. Y si
algo te molesta no la pagues con ella.
Le miró a los ojos. —Veo que tu mujer te lo ha contado todo.
Sonrió divertido. —Soy su confidente, su amigo… No hay secretos entre nosotros. A ver si
aprendes.
Al día siguiente volvían de cazar y Brandr estaba impaciente por ver a su mujer que debía estar ya
despierta, así que azuzó su caballo para adelantarse cuando vio a Erika tirando de un saco hasta una
de las barcas.
Su marido se detuvo a su lado y estaba tan ensimismada en lo que estaba haciendo que ni se dio
cuenta de que estaban allí.
—Mujer, ¿qué haces arrastrando algo tan pesado? —vociferó Daven sobresaltándola. Al volverse y
ver a Brandr se sonrojó—. ¿No ves que estás preñada?
—Lo sé, mi amor. Pero tenía mucho que lavar y…
Divertido Brandr sonrió. —¿Mucho que lavar? ¿Eso no es uno de mis quesos?
Ella miró hacia abajo y vio que se le había roto el saco y que se le había escapado uno. —Es por si
me entra el hambre.
Brandr miró a Daven. —Así que te lo cuenta todo y no hay secretos entre vosotros.
Daven gruñó bajando del caballo. Fue hacia su mujer para arrebatarle el saco de la mano.
Asombrado extrajo una hogaza de pan y miró en su interior. —Sí que tienes hambre.
—Bueno… —Se puso como un tomate. —Es que tu hijo come mucho y…
—¡A mí no me mientas!
—Ya te lo cuento luego —susurró antes de sonreír como una loca—.
¿Qué tal la caza?
—Si crees que vas a ayudar a mi esposa a huir, estás muy equivocada.
—No, claro que no.
—Uy, esposa… qué mal mientes.
Jadeó indignada. —¡Eso es mentira! Te mentí cuando te dije que me agradaba hacerte eso que te
gusta tanto y ni te diste cuenta.
Daven se puso como un tomate y Brandr se echó a reír a carcajadas como hacía tiempo que no se
reía. Volvió su caballo y le preguntó —¿Está despierta?
—No. —Levantó la barbilla retándole. —Déjala descansar.
Rio de nuevo porque mentía y azuzó su caballo hacia la casa. Al desmontar Dustin cogió sus
riendas. —¿Ha comido algo?
—Sí, Jarl. Pero no mucho.
Asintió subiendo los escalones de la casa y pasó por la puerta abierta. Axe estaba detrás de Ragna
como siempre y soltó una risita cuando le susurró algo al oído —Vosotros dos, estáis casados. Lo
dice vuestro Jarl.
Ragna jadeó indignada antes de que Axe la cogiera por la cintura cargándosela al hombro. —
¡Gracias, jefe!
Pasó la puerta que daba a las habitaciones y caminó hasta el guardia que estaba ante su alcoba. —
¿Cuántas veces ha intentado huir?
—Cinco en mi turno, mi Jarl. Y tengo un chichón que es prueba de ello.
Sonrió de oreja a oreja. —Bien.
Abrió la puerta y se agachó a tiempo de que le clavara una pequeña hacha que se incrustó en la
puerta. Fulminó a su hombre con la mirada y este se sonrojó. —Vaya, está armada.
—¿Es que tengo que ordenarlo todo? —vociferó antes de ver como su esposa intentaba sacarla y
gruñía apoyando el pie en el canto de la puerta para tirar de nuevo, así que por poco se cae al suelo.
La cogió por la cintura y la tiró sobre la cama haciéndola chillar del susto. —Muy bien, mujer. Veo
que ya tienes más fuerza en ese hombro. —Cogió el hacha y lo arrancó antes de cerrar la puerta. Lo
tiró a un lado y sonriendo de oreja a oreja se acercó a la cama. —Al parecer te encuentras mejor. —
Le miró con rabia y él hizo una mueca. —Sí, tienes mejor aspecto.
—¡Púdrete!
—Y estás de buen humor. —Ella con rabia gritó lanzándose sobre él y le agarró de la barba con una
mano y del cabello con la otra tirando con fuerza. —Mujer, compórtate. —La agarró por la cintura
intentando apartarla, pero no le soltaba. —¡Dahlia!
—¿Querías matarme? ¡Te voy a despellejar, cabrón! —gritó con rencor.
Brandr se tiró sobre la cama y Dahlia se quedó sin aliento. Él le cogió las manos colocándoselas
sobre la cabeza. Peleona quiso morderle la nariz, pero él se apartó riendo por lo bajo. —No sabía
que tenías tan mal carácter, mujer. ¿Estás enfadada conmigo?
—¡Maldito cerdo! —le gritó a la cara—. ¡Espero que Loki te agarre de eso que te cuelga entre las
piernas y te lo retuerza hasta sacártelo por la garganta, cabrón! ¡Cómo me gustaría que Odín te
desmembrara y que Thor te metiera un rayo por el culo, Jarl de pacotilla!
Brandr parpadeó. —Supongo que eso es que sí. ¿Y tardarás mucho en perdonarme?
Le miró como si estuviera loco. —¿Perdonarte? ¡El sol saldría por el oeste, las estrellas se caerían y
llovería hacia arriba antes de que yo te perdonara, pestilente hijo de mala madre! ¡Mátame de una
maldita vez y termina con esto!
—¡Mujer no voy a matarte! —gritó perdiendo la paciencia.
—¡Ya lo intentaste una vez! ¡Lo que no sé es por qué no me matas ya para acabar con esta tortura!
Él apretó los labios. —No quería que murieras. —A Dahlia se le cortó el aliento. —Solo quería…
¡Me enfureciste! ¡Después de pensar que estabas muerta, estabas viva y volviste a huir de mí! —le
gritó a la cara asombrándola—. ¡Y encima te mueres de nuevo! ¿Sabes lo que sentí?
—Te voy a…
Se revolvió y su hombro quedó al descubierto. Brandr viendo parte de las cicatrices soltó su mano y
rasgó el vestido perdiendo todo el color de la cara al ver las protuberancias de las heridas que había
provocado el lobo.
—Preciosa…
—Te odio —dijo reflejando el dolor que sentía.
La miró a los ojos y asintió. —Lo sé. —Una lágrima corrió por su sien sintiéndose impotente y le
arreó un tortazo que le volvió la cara. Él suspiró y al girar la cabeza tomó aire. —Sabes que no
tengo paciencia, esposa.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Matarme de nuevo? ¡Pues hazlo! ¡Eres peor que tu padre! —Sus ojos azules
se oscurecieron y asintió levantándose de la cama. Cuando la liberó le miró sorprendida mientras se
pasaba las manos por su cabello. Parecía indeciso y eso le provocó un vuelco en el estómago porque
se dio cuenta de que no sabía cómo tratarla.
—Creo que es mejor que descanses un poco más a ver si se te aplaca ese carácter revuelto que
tienes.
—Pues no has visto nada —dijo con odio—. ¡Dame a mi hijo y deja que me vaya!
—Eso no va a pasar. —Fue hasta la puerta y la abrió molesto.
—Una vez dijiste que no era nadie. Te voy a demostrar que soy la que te va a hacer la vida
imposible hasta que consiga lo que quiero. ¡Tienes dos opciones o me matas o me dejas ir y no me
iré sin mi hijo!
Brandr cerró de un portazo como respuesta y rabiosa corrió tras él abriendo la puerta. Dio un
empujón al que estaba delante y gritó —¡Te quemaré la casa!
Su marido chasqueó la lengua antes de desaparecer y furiosa gritó apretando los puños de la
impotencia antes de mirar a su hombre que la observaba con los ojos como platos. —¿Y tú qué
miras?
—Nada.
Le pegó un puñetazo antes de entrar en la habitación y cerrar de un portazo. Con la respiración
agitada miró a su alrededor y vio el hacha que había encontrado en el baúl de al lado de la
chimenea. Entrecerró los ojos.
Brandr sentado a la cabecera de la mesa se metió un pedazo de liebre en la boca y masticó
tranquilamente escuchando los golpes. Axe encantado de la vida se sentó a su izquierda. —¿Qué es
eso?
—Mi esposa desahogándose. Está destrozando los pocos muebles que tiene.
—Ah… —Le miró de reojo cogiendo su jarra de hidromiel. —¿Y
no piensas impedírselo?
Masticó pensando en ello. —No.
Daven rio por lo bajo y su esposa paseando inquieta con Egil en brazos le fulminó con la mirada.
Reprimió la sonrisa y carraspeó. —Jarl…
—Tiene prohibida la entrada en su habitación hasta que ambas entren en razón. Tu mujer es una
mala influencia.
—Igual si ve el niño se relaja un poco —dijo Axe con la boca llena.
Lo pensó unos segundos. —No, ya lo ha visto y escúchala. No parece que la relaje mucho.
—¡Mi hermana tiene que comer!
Él entrecerró los ojos y se levantó cogiendo una bandeja y la jarra de hidromiel de Axe que estaba
casi llena. Sorprendidos vieron cómo iba hacia las habitaciones y desaparecía en el pasillo. Dos
minutos después su Jarl regresó con grasa de liebre en el pecho y su rostro mojado. Todos en
silencio no salían de su estupor mientras se sentaba de nuevo como si nada.
—No tiene hambre.
Asintieron esperando su colérica reacción, pero como si no ocurriera nada alargó la mano. Axe le
acercó otra bandeja de carne y cogió una pata de liebre para seguir comiendo tan normal. En ese
momento llegó Dustin corriendo desde las habitaciones y se acercó a su Jarl. —¿Si, chico? ¿Qué
ocurre?
—Sé que me ha puesto ante la puerta de su esposa porque se pensará golpearme antes de hacerlo,
pero ha empezado a destrozar la puerta con el hacha y vengo a preguntarle qué debo hacer.
Suspiró como si fuera un fastidio y se levantó. —Tendré que quitársela. —Todos asintieron. —¿Y
cómo se desahogará ahora? —
murmuró por lo bajo mientras se alejaba.
Atónitos se miraron los unos a los otros. —¿Qué le pasa al Jarl? —
preguntó Axe.
—Que al fin se ha dado cuenta de lo que trata el matrimonio —
contestó Daven divertido.
Vio el filo del hacha en la puerta y escuchó los esfuerzos de su esposa por sacarla de la madera.
Cuando lo consiguió contó hasta tres para ver el filo de nuevo. Hizo una mueca. Cada vez lo hacía
mejor. La escuchó jurar por lo bajo y Brandr frunciendo el ceño abrió la puerta para verla agotada y
sudorosa con la respiración agitada. Estaba desfallecida y al borde de las lágrimas. Se acercó a ella y
la cogió en brazos. La llevó hasta la cama que tenía todo el colchón desgarrado. La tumbó
sentándose a su lado antes de apartar el cabello rubio de su frente húmeda. —¿Te duele el brazo?
Ella asintió antes de volverse y darle la espalda. Brandr vio las cicatrices que tenía allí y apretó los
labios. —Haré que Sigrid te dé un poco de corteza. Así descansarás.
—No.
—¿Por qué, preciosa?
—No quiero que seas bueno conmigo —susurró intentando disimular que estaba llorando.
Brandr alargó la mano para acariciar su espalda deseando tocarla, pero cerró la mano en un puño
antes de rozarla. Lloró un rato, pero estaba tan cansada que su llanto fue desapareciendo poco a
poco. Observándola preguntó en voz baja —¿Por qué no quieres que sea bueno contigo?
—Porque luego me harás daño de nuevo. Cuando menos me lo espere…
Se sintió un miserable y no fue capaz de decir palabra. Pasaron los minutos y ella se relajó lo
suficiente para quedarse dormida y la observó sin saber qué hacer. Su mano apoyada en el colchón
rozó un mechón de su cabello y lentamente se lo cogió acariciándoselo. Un grito en el exterior le
hizo levantar la vista y al ver que el fuego se apagaba se levantó pensando en todo lo que había
ocurrido. Azuzó el fuego y se incorporó volviéndose.
Dahlia gimió en sueños tocándose el hombro y él salió de la habitación a toda prisa. Cuando regresó
con un tazón de corteza de fresno se acercó a ella rodeando la cama para mirar su rostro. Parecía
inquieta y se sentó a su lado haciendo una mueca al ver que la mesa que antes estaba allí estaba
totalmente destrozada. Un quejido le tensó y vio el miedo en su rostro. Ella se giró poniéndose boca
arriba respirando agitadamente y Brandr sintió su terror. Cuando iba a gritar la cogió por el hombro
despertándola de golpe.
Le miró con los ojos como platos como si no le reconociera. —Debes beber esto. Te aliviará el
dolor.
Aún asustada se alejó de él hasta el otro extremo de la cama y Brandr apretó los labios antes de
alargar la mano para que cogiera el tazón.
Le dio un manotazo tirando su contenido sobre la cama sin dejar de mirar sus ojos. Brandr agachó la
mirada sin soportar el dolor en sus preciosos ojos
verdes sabiendo que se lo había provocado él. No sabía que decirle y tuvo la sensación de que puede
que la hubiera conseguido, pero nunca habían estado más alejados que en ese momento y parecía
una distancia insalvable.
Cuando tuvo el valor se quedaron en silencio mirándose el uno al otro durante varios minutos. —
¿Dónde estuvisteis? —preguntó sin pensar—. El verano pasado no estabais en la taberna.
—Estábamos en la antigua casa de Ragna —respondió en voz muy baja.
—Estuvimos allí. Os buscamos y no…
—Nos escondimos. Las dos veces. La primera vez nos escondimos bajo los juncos de una casa, tras
una cama. La siguiente vez ya era primavera y subimos al monte. Sabíamos que no regresaríais
después de llevaros todo lo que necesitabais, así que nos quedamos casi todo el verano.
—Nos lo llevamos todo. Hasta la madera de las casas para los fuegos —dijo incrédulo.
—Nunca hemos tenido demasiado. —Los ojos de Brandr se ensombrecieron porque fue como una
cuchillada en el estómago. Él debía haberse encargado de su bienestar después de la muerte de su
padre, pero la había ignorado y lo más triste es que ni siquiera se lo reprochaba en esos momentos.
—Durante el invierno encontramos comida en alguna de las casas que no llegasteis a llevaros la
primera vez y durante el verano pescamos. Se me da bien. —Levantó la barbilla orgullosa. —No
pasamos hambre y el niño tampoco.
La miró pensativo. —Te gustaba verme pescar.
Dahlia agachó la mirada sin contestarle, así que decidió regresar a la conversación original. —
¿Cómo acabasteis en la taberna?
—Nos robaron. Nos obligaron a hacerlo si queríamos comida y casa.
Él se tensó. —¿Y te obligaron a algo más?
Sonrió divertida porque era evidente lo que quería saber. Si la había tocado otro hombre, pero se iba
a quedar con la duda, el muy cerdo.
Al no obtener respuesta Brandr apretó los labios. —¿Fue Nilsa?
¿Ella os obligó a trabajar allí?
Asintió tirando de un hilo de su vestido y Brandr recordó algo de mucho tiempo atrás. El día en que
murió su padre y ella estaba sentada en la misma posición tras su casa sumida en sus pensamientos
mientras la barca que portaba el cuerpo de su padre se quemaba en el fiordo. Era una niña que
estaba enfadada con todo el mundo por robarle a una de las personas que más quería. Recordó como
la observó durante varios minutos sentado bajo
un árbol. Parecía tan triste… Quiso acercarse, pero Axe llegó en ese momento y decidieron ir a
cazar. Se maldijo a sí mismo porque le había fallado tantas veces que ella no confiaría en él jamás.
—¿Fue duro? —Le miró sin saber de qué hablaba. —El parto. ¿Fue duro? Estabais solas.
Sus ojos se iluminaron. —Dolió, pero fue el mejor momento de mi vida. Egil es lo mejor que he
tenido nunca.
—¿Te asustaste?
—Sí.
Él asintió. —Debo haberte hecho mucho daño para que prefirieras pasar por todo eso antes que estar
a mi lado.
Sus ojos se ensombrecieron de nuevo. —No fue nada comparado con verme atada a un árbol
mientras una bestia me devoraba. Pensé que no vería a mi hijo nunca más.
Brandr se levantó. —No quería que te pasara nada. No lo pensé.
—¿En todo el día no lo pensaste? Mientes. Incluso lo dijiste antes de atarme. Querías que me
ocurriera. Que una alimaña te librara de mí. —
Brandr palideció y ella le miró con desprecio. —Tienes la memoria frágil…
Jarl. Tu hermano me dijo que después fuiste a la taberna. Espero que disfrutaras de tu hidromiel y de
las putas mientras tu mujer sentía los
dientes de ese lobo desgarrando su cuerpo. —Levantó la manga de su vestido mostrando su brazo.
Las muñecas tenían una especie de quemaduras alrededor y en el antebrazo tenía una mordedura en
la que le faltaba un pedazo de carne. Se veía que la habían quemado para curar la herida como le
habían hecho en el hombro. —¿Crees que esto es castigo suficiente por abandonarte? —Se rasgó
más el vestido mostrando hasta su pecho enseñándole todas las cicatrices. —¿Y esto? —Le retó con
la mirada. —
Pero los Dioses me ayudaron a salvar la vida. Tu hermano me trasladó hasta nuestro fiordo y Urg
me curó. Pero al parecer Halls tiene tan mala sangre como tú porque es un traidor de mierda. —Se
echó a reír sin ganas. —Venía a verme a mi antigua casa cada día para comprobar mi estado,
¿sabes? Me convenció de que me ayudaría. Al principio fingió mi muerte diciendo que así estaría
liberada de ti, pero después me convenció de que si quería recuperar al niño era mejor fingir ser su
esposa. Que no le matarías por tu hijo ni por mí. Que no entrarías en guerra por eso. Me engañó
desde el principio. Y tenía una razón —dijo con desprecio—. Ya me ha contado mi hermana que
quiere que vuelvas al sur a robar y matar inocentes. Por eso me vendió. Espero que seáis muy ricos
porque es lo único que os importa.
—Se tumbó dándole la espalda de nuevo. Se había acostado sobre sus heridas y debía dolerle, pero
no se movió.
—Sé que no me crees, pero me alegré de encontrarte y reconozco que perdí los estribos cuando me
rechazaste ante mis hombres. No sé cómo disculparme por lo que ocurrió, pero no voy a
disculparme por llegar a un trato con mi hermano porque solo deseo que estés a mi lado como lo
quise hace meses, como lo quise cuando me enfrenté a mi padre, aunque después te lo haya
recriminado. —A Dahlia se le cortó el aliento. —He hecho mil cosas mal, preciosa. Seguramente
nunca me perdonarás, pero no puedo evitar sentirme mejor ahora que estás aquí y como soy un
egoísta aquí te vas a quedar. Intenta sufrir lo menos posible, por favor.
Sorprendida escuchó como rodeaba la cama y le vio ir hacia la puerta para abandonar la habitación.
Durante mucho tiempo pensó en lo que le había dicho, pero aunque su corazón se moría por creerle
su mente le decía que no fuera una estúpida porque tarde o temprano la decepcionaría de nuevo y
puede que esa vez perdiera la vida. Un enfado, algo que saliera mal y de lo que pudiera ser
responsable… ¿Y si un día cometía un error?
Nunca podría confiar en que él la apoyara porque no lo había hecho desde que le había conocido.
Solo una vez se puso de su lado y lo había hecho por orgullo, no porque ella fuera importante para
él.
Su hermana entró con el niño en brazos y sonrió. —Estás despierta.
Se sentó loca por coger al niño y extendió los brazos. —¿Ha comido?
—Sí, ha comido muy bien. —Se lo entregó y Dahlia sonrió porque después de sentarle sobre sus
piernas el niño se agarró a su melena queriendo llamar su atención. —Hoy está algo inquieto. A ver
si contigo duerme la siesta.
Llamaron a la puerta. —Adelante.
Sigrid metió la cabeza. —¿Se puede?
—Pasa, por favor.
Llevaba un tazón en la mano y se le encogió el corazón cuando se acercó a la cama. Al ver el
líquido amarillento asintió porque como había creído Brandr había ordenado que se lo llevaran.
Ignoró lo que sintió en ese momento porque no debía pensar estupideces.
—Te vendrá bien —dijo Sigrid mirando sus cicatrices disimuladamente.
Incómoda se cubrió con el vestido como pudo y su hermana se tensó al ver el roto. —¿Te ha hecho
daño?
—No. —Cogió el tazón con una mano y bebió lentamente. Su hijo alargó la mano porque quería lo
que había dentro y rio. —No, esto es para mí.
—¡No!
Abrió los ojos como platos. —¿No?
—¡No!
—Igualito que su padre.
Las tres rieron viendo el ceño fruncido de Egil que no se daba por vencido intentando coger el
tazón. —He dicho que no —dijo con firmeza antes de beber todo su contenido. Al niño se le
llenaron los ojos de lágrimas a punto de darle una rabieta y ella levantó una ceja advirtiéndole con la
mirada. Egil sorbió por la nariz y se acurrucó en su pecho.
Sigrid y Erika dejaron caer la mandíbula del asombro. —Nunca hace eso.
—Siempre ha sido muy bueno.
—No desde que está aquí. Está claro que te necesitaba.
Acarició su pelito rubio y susurró —¿No es increíble? Ya tiene más de un año.
—Han pasado muchas cosas desde que os fuisteis. —Soltó una risita. —Me he casado.
Abrió los ojos como platos. —¿Qué? —Miró a Erika buscando una confirmación y esta asintió. —
Increíble. ¿Con quién?
—Con Enar. Pobrecito me daba pena, estaba tan solo. Su esposa murió hace cuatro años y nunca ha
tenido hijos, pero fue aquí cuando me di cuenta de que me necesitaba.
—Que no mienta, que un día me dijo que le había echado el ojo hacía años cuando enviudó. Es el
que mejor pesca de todos los hombres.
Sigrid sonrió orgullosa. —Ese es mi esposo.
—Es maravilloso que seas tan feliz. —Dahlia miró a su hermana y alargó la mano para tocar su
vientre. —Y tú vas a ser madre. —Se emocionó. —Vas a ser madre.
—Shusss… —Su hermana se sentó a su lado. —Estás muy sensible, eso es todo. Has pasado por
mucho.
—Claro que sí, niña. En cuanto te recuperes del todo te encontrarás mejor.
—Urg dice que nunca me recuperaré del todo —susurró.
Su hermana levantó su barbilla para mirarla a los ojos. —¿Y que más te ha dicho?
Apartó la mirada. —No sé de lo que me hablas.
—A mí no me mientas. Cambiaste tu destino por sus palabras aquel día. ¿La has visto de nuevo y no
te ha dicho nada?
Apretó los labios y miró a su hijo que estaba dormido en su regazo.
—Que elegí mi camino y ya no puedo echarme atrás por mucho que lo intente. Mi vida está unida a
la suya hasta la muerte.
—¿Solo eso?
—Me regañó.
—¿Por qué? —preguntó asombrada.
—Por irnos aquella noche. Por abandonarle cuando apenas había empezado. Por rendirme cuando le
había amado toda la vida. Me riñó gritándome que qué esperaba. Él lo había perdido todo con un
grupo de gente de la que tenía que ocuparse y yo no había estado a la altura al no entender su mal
humor cuando le conocía de sobra. —Sigrid impresionada se llevó una mano al pecho
escuchándola. —Me dijo que todo lo que había pasado desde ese momento era culpa mía —dijo con
la voz congestionada de dolor.
—Eso no es cierto —dijo su hermana indignada—. ¡La vieja no ha estado aquí para ver cómo te
trató! ¿Cómo se atreve? ¡Mírate! ¡Te ató a un árbol y te abandonó allí! ¿Qué marido haría eso? —
gritó a los cuatro vientos antes de agarrarla de las mejillas—. Ni se te ocurra dudar de ti, ¿me oyes?
¡Era lo que me faltaba por oír! ¡Cuando pille a esa mujer ya puede correr! ¿Qué esperaba que
hicieras? ¿Que te dejaras pisotear una y otra vez?
¡Tú no eres así!
Sigrid apretó los labios. —Todo esto es culpa mía.
La miraron sorprendidas. —¿Qué dices, mujer? ¿Qué culpa puedes tener tú en todo esto?
—Lo sabía. Lo he sabido siempre. —Se apretó las manos inquieta y las hermanas entrecerraron los
ojos. —Yo estaba presente cuando naciste.
Asistí a tu madre en el parto. Vi la alegría del Jarl y de tu padre. Presencié el compromiso.
—Nadie dijo nada. Es lógico que te callaras porque lo había ordenado el Jarl.
Sigrid negó con la cabeza. —No me callé por eso.
—¿Y cuál fue la razón? —preguntó Erika sin entender su inquietud.
—Cuando murió tu padre vimos el cambio de actitud del Jarl frente a esa boda y tu madre temiendo
que suspendiera el compromiso acabó en su cama porque no tenía más remedio. La madre de
Brandr aún estaba viva. —
Las hermanas la miraron asombradas. —Aunque fue inútil porque el Jarl después de tenerla anuló el
compromiso a pesar de sus protestas, pero amenazó su vida y tuvo que cerrar la boca como todos.
Brandr la odiaba.
No podía ni verla. La convirtió en su amante y lo hacía descaradamente ante su esposa. Ésta tenía
que soportar como la tocaba con descaro ante toda su gente humillando a su esposa. Pasado un
tiempo ésta enfermó como la madre del Jarl y eran cuidadas por la mujer que compartía su cama
cada noche. Un día estaba haciendo la comida y escuché los gritos. Gritos de placer en la habitación
del Jarl, delante del lecho de su esposa enferma.
Erika se tapó la boca de la impresión. —Brandr que apenas era un hombre en ese momento llegó
sorprendiéndoles y casi mata a su padre. A partir de ese momento tu madre supo que se jugaba el
cuello. Murió la madre del Jarl y apenas dos semanas después su esposa. Cuando se dio cuenta de
que ella también estaba enferma supo que no le quedaba mucho tiempo y habló conmigo derrotada.
Temía por vosotras. Me pidió que os protegiera. Debía ser dura con vosotras. Reprimir tus instintos.
Brandr os odiaría por el odio que le tenía a ella y no quería que vosotras pagarais las consecuencias
cuando ya habíais perdido bastante. Así que os hice trabajar, pero solo podía hacerlo en la cocina
que era donde yo mandaba.
—Demasiado cerca de ellos.
—Vi durante años como le observabas en la distancia. Intenté reprimirlo y no sabes cómo me alegré
cuando empezó a hacer incursiones.
Pero cada vez que regresaba lo veía en tus ojos, la alegría y la ilusión. No sabía cómo reprimirlo
porque sabía que el Jarl no lo permitiría. Es más, durante unas semanas antes de que llegara Brandr
de su última incursión lo vi en sus ojos. El Jarl quería hacerte su amante. —Erika la miró
impresionada. —Pero una mañana en que os envié a por leche me acerqué para servir el desayuno al
Jarl. Le dije que el pan lo habías hecho tú para iniciar la conversación y él se sonrió. Supe que mis
sospechas eran ciertas y entonces no se dé donde saqué el valor. Le pregunté qué pensaría vuestro
fallecido padre de lo que había sido de vosotras. Que un alma inquieta podría ser muy dañina y
esperaba que tuvierais un buen futuro, porque no quería que se me presentara Egil para pedirme
explicaciones ya que su madre me había encomendado su cuidado. Eso le retuvo lo suficiente hasta
la llegada de Brandr y después ocurrió todo.
—Tú no tienes la culpa de nada.
Las miró angustiada. —Sí que la tengo. Porque varias veces impedí que Brandr hablara contigo.
Se enderezó con su hijo en brazos. —¿Qué?
—Temía otra cosa, te lo juro. Por como odiaba a tu madre creía que quería vengarse. A veces te
miraba cuando no te dabas cuenta. Antes de la última incursión hubo música, ¿la recuerdas? —
Ambas asintieron. —Él estaba bebiendo con Axe y tú bailabas. No dejó de mirarte y de repente se
levantó con su jarra en la mano. Iba directo a ti, pero yo te cogí del brazo sacándote de allí y
ordenándoos que os fuerais a casa porque al día siguiente tendríais que estar allí al amanecer.
—Lo recuerdo. Estabas furiosa y nos decepcionó no quedarnos —
susurró Erika.
—Al día siguiente me pediste que fuera a hablar con el herrero para que afilara los cuchillos. No
pude verles partir.
Sigrid asintió arrepentida. —Es culpa mía si no hablasteis antes de que saliera a luz vuestro
compromiso. Si os hubierais conocido, si os hubierais enamorado…
—No eres responsable de nada. —Dahlia sonrió. —Solo de intentar protegernos y es algo que nunca
te hemos agradecido.
—Hice lo que pude. Pero siento que tenía que haber sido sincera desde el principio. Tu madre…
—Eso ya es pasado. No debes torturarte por ello. Nadie sabe lo que hubiera ocurrido de haber
tomado otras decisiones. El padre de Brandr tenía el corazón negro y puede que me haya casado con
un hombre igual que él.
De tal palo tal astilla.
—No hables así. Tu hijo no se parecerá en nada a ellos. —Erika sonrió con ternura. —Tú te
encargarás de que eso no ocurra.
Miró los ojos verdes de su hermana. —¿Sabes? Igual sí que me odia. Una parte de él tiene que
odiarme para tratarme como lo hizo.
—¿Y yo? ¿Porque yo no he pagado lo que hicieron nuestros padres?
—No lo sé. Igual porque yo era la que estaba comprometida con él.
Da igual. Puede que su carácter sea así y no tenga remedio. Nunca me ha recriminado nada sobre
nuestros padres. Da lo mismo. Dejaron de
importarme sus razones hace tiempo. —Suspiró sintiendo que lo que había tomado le hacía efecto.
—Está dejando de doler.
Sigrid forzó una sonrisa. —Deberías dormir. Debes estar agotada después de destrozar la habitación.
Sonrió sin poder evitarlo apoyando la cabeza en las almohadas y colocando a su hijo a su lado.
—¿Me lo llevo? —preguntó su hermana.
—No. Hace mucho que no dormía conmigo. —Acarició la espalda de su hijo observándole. Intentó
no cerrar los ojos, pero no podía remediarlo.
—Está bien, descansa. Después te traeremos algo de comer.
Acariciando la espalda de su hijo se quedó dormida y soñó con que Brandr le hacía el amor en el
fiordo. Por primera vez desde que dejaron a su gente hacía casi dos años durmió a pierna suelta.
Capítulo 12
Se volvió y dejó caer el brazo chocando con algo duro. Se sobresaltó despertándose de golpe
pensando en su hijo y suspiró de alivio al ver a Brandr tumbado a su lado, pero cuando lo pensó
mejor jadeó apartándose.
Miró a un lado y al otro antes de fruncir el ceño al no encontrar a su hijo hasta que vio la cuna ante
la cama. Estiró el cuello no queriendo despertar a Brandr. Su hijo dormía plácidamente y tenía la
sensación de que la siesta había pasado hacía mucho. ¿Pero cuántas horas había dormido? Brandr se
giró dándole la espalda y cuando la piel se resbaló por sus caderas mostrando su duro trasero Dahlia
dejó caer la mandíbula. Sus ojos subieron por su fuerte espalda sin poder evitarlo antes de bajar de
nuevo. Un calor insoportable recorrió su vientre y recordó su encuentro en las aguas del fiordo.
Nerviosa pasó la mano bajo su labio inferior y al bajarla vio la cicatriz en su brazo. Se la quedó
mirando durante varios segundos sintiendo
que se le helaba el alma. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo podía sentir algo por ese hombre?
—¿Te duele?
Sorprendida vio que la miraba sobre su hombro y parecía preocupado. Pálida no le contestó y
Brandr se volvió apoyándose en el codo. —¿Te duele mucho?
—Esta no es tu habitación. Mi hermana me dijo que estaba vacía.
—Era para no poner alguien a vigilar en la puerta. Además suponía que querías que Egil durmiera
aquí y no sabía si te despertarías si te necesitaba.
—Ah…
Él miró su vestido y cuando se dio cuenta de que tenía medio pecho al descubierto se cubrió
rápidamente sujetándose los extremos con una mano intentando ignorar sus endurecidos pezones
marcados a través de la tela. Brandr apretó los labios. —Si tienes hambre ahí tienes algo de comer
—dijo él con la voz enronquecida.
—No tengo hambre —susurró.
—Ayer no comiste nada.
Se quedó en silencio porque no quería discutir. Él entrecerró los ojos. —Come. —Chasqueó la
lengua cruzándose de brazos. —¡Te vas a
poner enferma! ¡Come!
Dejó salir el aire que estaba conteniendo lo más lentamente que pudo dándose paciencia. Estaba
claro que quería discutir. Pues le iba a dar el gusto como siguiera importunándola. —Ya estoy
despierta, puedes irte.
Yo me encargo del niño.
—¡Esta es mi casa! ¡No me des órdenes!
Jadeó indignada. —No te doy órdenes solo te estoy diciendo…
Pasó sobre ella sorprendiéndola y le puso ante la boca un pedazo de queso, pero ella solo pudo ver
su sexo erecto. Él carraspeó cubriéndose con la piel como si nada. —Come.
Se puso como un tomate porque se hubiera dado cuenta de que le miraba y le arrebató el queso de la
mano para tener la boca ocupada porque ni sabía qué decir. Brandr sonrió satisfecho y se tumbó
boca arriba observándola de reojo. Dio un buen mordisco al queso que le supo a cuero y masticó
lentamente.
—¿Has compartido lecho con otros hombres?
Ella se atragantó y se puso a toser con fuerza. Brandr entrecerró los ojos. —¿Eso es que sí? Puedes
decírmelo. Puedes decirme todo lo que quieras. Sé que te he tratado mal en el pasado, pero eso no
va a volver a pasar. Quiero que nuestro matrimonio sea tan feliz como el de tu hermana.
Así que habla sin temor. No debemos tener secretos o reprimirnos de ninguna manera.
—Cabrón.
Brandr hizo una mueca. —¿Te estás desahogando de nuevo?
—¡Tú no quieres saber si me he abierto de piernas para otro hombre!
—Claro que sí —dijo entre dientes—. Me interesa mucho, te lo aseguro.
—¿No me digas? —Sonrió con burla. —Pues para que lo sepas han pasado por aquí tantos
guerreros que ni los he contado. Incluido tu hermano.
Se sentó de golpe. —¡A mí no me mientas, mujer! ¡Te sonrojas como una virgen!
—¡Entonces para qué preguntas!
La cogió por la nuca pegándola a él y a Dahlia se le cortó el aliento.
Al darse cuenta de lo que estaba haciendo Brandr carraspeó soltándola sin dejar de mirar sus ojos.
—Es la costumbre.
Asombrada porque parecía avergonzado vio cómo se tumbaba dándole la espalda. Dahlia estiró el
cuello para mirarle. Sin poder creérselo miró al frente antes de mirarle de nuevo. Ese no era su
marido. Su Brandr le
habría pegado cuatro gritos por insinuar que había estado con otros hombres y hasta puede que esos
gritos hubieran tirado la casa. Es más, como tuviera dudas de que le había sido infiel ya podía darse
por muerta. No porque la quisiera sino porque era una cuestión de honor. Distraída dio otro
mordisco al queso y comió pensando en ello. Decidió pincharle un poco más. —Hubo hombres. Ya
viste el baile. Los tenía a puñados y pagaban bien. —Vio cómo se tensaba con fuerza, pero no dijo
ni pío. —¿Te gustó el baile?
La miró sobre su hombro fulminándola con la mirada y ella sonrió de oreja a oreja. —Pero eso no es
ponerte la cornamenta.
—¡Claro que sí! —gritó furioso.
Su hijo ni se inmutaba lo que significaba que ya estaba acostumbrado a sus gritos. Casi mejor así
porque los iba a oír mucho.
Volviendo al tema dijo —No, porque creías que estaba muerta. Así que eras viudo. A los viudos no
se les pone la cornamenta, así que tranquilo que nadie se va a reír de ti porque me haya levantado
las faldas. —Él parpadeó como si no se creyera lo que escuchaba y con descaro le dio otro mordisco
al queso que cada vez le sabía mejor.
—¿Estás intentando provocarme, mujer?
—¿Yo? ¿Para qué? —Con el estómago lleno bebió del vaso que allí había. Después de dejarlo vacío
sintió ganas de aliviarse y se levantó de la
cama.
Brandr se sentó de golpe. —¿A dónde vas?
—Afuera. —Se sonrojó ligeramente. —Tengo que aliviarme.
—¿Y dónde lo hacías hasta ahora?
Ella señaló una jarra que había en una esquina. —Está llena. —Él gruñó apartando las mantas y se
le secó la boca por su desnudez. Cuando cogió sus pantalones preguntó —¿Qué haces?
—Ir contigo.
—¿Para qué?
—Por si tienes la idea de salir corriendo. Bastante te he buscado ya.
—Como si me hubiera buscado mucho —dijo por lo bajo.
—¿Qué has dicho?
—¿Yo? Nada.
Él gruñó subiéndose los pantalones. —Sí que te busqué.
—Lo que diga el Jarl. No quiero llevarte la contraria no vaya a ser que me ates a un árbol.
Vio como perdía parte del color de la cara. Y sin ponerse las botas siquiera rodeó la cama para abrir
la puerta. Con la cabeza muy alta salió de la habitación y ya estaban en el salón cuando dijo —El
niño…
—No tardaremos en volver. Y tu hermana duerme dos habitaciones más allá.
Salieron de la casa y en silencio se alejaron hasta unas rocas. Brandr le dio la espalda y se abrió el
pantalón. Ella corrió hacia detrás de las rocas y se agachó dándose toda la prisa que pudo. Iba a
incorporarse cuando vio el barco a lo lejos. Casi no había luna y subían el fiordo sin hacer ruido.
Rodeó la roca agachada por si la veían a lo lejos y cogió a Brandr de la cinturilla del pantalón. Él se
volvió sorprendido para verla poner el dedo ante los labios. Tensándose por el miedo en sus ojos se
agachó en silencio.
—¿Qué ocurre, preciosa? —susurró preocupado.
—Vienen los Tryggvason. Son asesinos. Un grupo formado por un tal Tryggva y sus hijos que son
numerosos. Conozco ese barco de Heirst.
No tienen piedad.
Brandr se tensó. —He oído hablar de ellos. —La cogió de la mano corriendo hacia la casa. En
cuanto llegó ante ella cogió la maza y empezó a golpear el enorme plato de hierro que estaba
colgado de un gran soporte de madera haciendo un ruido estridente. Ella que nunca había visto algo
así se le quedó mirando antes de que Brandr gritara —¡Enciérrate en la habitación con el niño!
Subió los escalones y en ese momento salió Daven con los pantalones puestos y varias armas en las
manos. Tiró una espada a Brandr
que gritó —¡Atranca la puerta!
Entró rápidamente y pasó el tablón que bloqueaba la entrada. Al volverse vio a su hermana en la
puerta de acceso a las habitaciones con lágrimas en los ojos y muy asustada.
—Vístete, son los Tryggvason.
Su hermana palideció antes de volverse y correr hacia su habitación.
Se oían gritos en el exterior. Brandr estaba organizando a los hombres. No sabían de cuánto tiempo
contaban, pero debían ser unos cuarenta hombres muy bien adiestrados y Brandr no tenía tantos.
Necesitaba toda la ayuda con la que pudiera contar. Corrió hacia su habitación y cuando se cercioró
de que el niño seguía dormido se calzó lo más aprisa que pudo. Estaba atándose las botas cuando su
hermana llegó con una espada en la mano.
Leif estaba a su lado agarrado a su vestido. Erika pasó la espada a la otra mano para acariciar la
espalda del niño. —Deja eso.
—¿Y si entran?
—Te matarán si te ven armada.
—Nos matarán igual. Nunca dejan a nadie vivo. Lo has oído en la taberna tan bien como yo.
Apretó los labios levantándose de la cama y cogió a su hijo antes de ir hacia la puerta. Agarró su
espada antes de darle al niño a su hermana y
corrió hacia la cocina. Su hermana la siguió a toda prisa. —¿Qué vamos a hacer?
—No he sobrevivido a un invierno casi sin comida y al ataque de un lobo para que esos cabrones
me arrebaten la vida. No voy a dejar que me quiten lo que más quiero. —Preocupada por Brandr
miró hacia la puerta y escuchó que alguien golpeaba. Corrió hacia allí.
—¡Mujer abre! —gritó Axe al otro lado.
Abrió la puerta y allí estaban todas las mujeres que pasaron a toda prisa con los niños en brazos.
Algunas lloraban asustadas, pero ella las ignoró para preguntar a Axe —¿Qué podemos hacer?
Escucharon gritos y al mirar hacia el fiordo vieron la proa del barco acercándose a puerto. Los
hombres gritaban desde la borda levantando sus armas. —¡Encerraos! —gritó antes de salir
corriendo para ayudar.
Con la respiración agitada se volvió mirando a las mujeres. —Son demasiados. ¡O salimos a ayudar
o vamos a morir todos!
Sigrid cogió uno de los cuchillos. —¡Las embarazadas que se queden con los niños!
Asintió como varias más, entre ellas Ragna y Gudrun que estaban dispuestas a luchar por los suyos.
Miró a los ojos a su hermana mientras las
mujeres cogían cualquier cosa que pudiera herir. Sintió un nudo en el estómago por perder a su hijo
y suplicó —Cuídale.
—Con mi vida.
Se volvió y gritó —¡Poneos en grupos de dos para protegeros las unas a las otras! ¡Y matad sin
piedad!
Veinte mujeres armadas con cuchillos y pequeñas espadas salieron de la casa para ver como los
hombres saltaban del barco. Gritaron como valkirias corriendo hacia allí y Sigrid se puso a su lado.
Al primero que vieron en dificultades fue a Enar que como no estaba acostumbrado a luchar
intentaba esquivar los mandobles de su oponente mucho más alto que él.
Sigrid gritó haciendo un arco con el cuchillo y rajando su espalda. Este se volvió y Dahlia le clavó
la espada en el vientre. Arrancó la espada y antes de caer se volvieron hacia el siguiente. Entonces
Enar se unió a ellas y entre los tres fueron ayudando a los suyos. De reojo vio como luchaba su
marido contra dos de los Tryggvason. Uno de ellos era su jefe que con un gran medallón con una
esmeralda en el centro era conocido por todos por su cabeza rapada y su larga barba trenzada. El
muy cerdo se echó a reír cuando Brandr casi cae al tropezar con una piedra y rabiosa clavó su
espada en el costado de uno de ellos que atacaba a Axe. Una de las mujeres cayó herida de gravedad
y cuando se dio cuenta de que iba a rematarla con su espada rabiosa se tiró sobre la espalda del
hombre. Enar le clavó su espada
traspasándole y se le cortó el aliento al sentir su filo en su costado, pero saltó al suelo como si nada
y escuchó el grito de Brandr matando a uno de sus atacantes. El jefe al ver como caía perdió la
sonrisa y gritando rabioso atacó a su marido con la espada una y otra vez. Brandr se defendió y no
pudo menos que admirarle porque era un guerrero increíble, pero a Dahlia algo le llamó la atención
y se giró para ver como dos hombres con antorchas corrían hacia la casa. Enar, Sigrid y ella
corrieron tras ellos.
Desesperada cogió la espada por el filo y se detuvo tirando la espada con fuerza. Para su asombro
esta se incrustó en la espalda del que estaba más lejos. Sigrid y Enar se tiraron sobre el otro
clavando sus armas en él una y otra vez salpicándose de sangre.
Al volverse sus enemigos intentaban regresar al barco. Se acercó a las antorchas y las cogió. No
iban a salir de allí vivos para hacerle eso a otras personas. De la que pasaba quemó el cabello de dos
que peleaban con Daven. Rodeó al grupo mientras Gudrun caía sujetándose el brazo que sangraba
con fuerza. El grito de Ragna le puso los pelos de punta. La esposa de Axe se tiró sobre el hombre
clavándole su cuchillo entre los ojos.
Brandr gritó levantando los brazos y todos se volvieron para ver como Tryggva caía de rodillas con
un enorme corte en el pecho de parte a parte. Varios de sus hombres corrieron hacia el barco
huyendo, pero ella llegó antes y tiró las antorchas a la vela que estaba izada prendiéndola en el
acto. Al girarse saltó hacia atrás librándose por los pelos de una espada. Su atacante abrió los ojos
como platos antes de caer de rodillas mostrando a Brandr que parecía realmente furioso. —¿No te
dije que te quedaras en casa, mujer?
—¡Nos necesitabais!
—¡A casa!
—¡No! —Se giró clavando su espada en el hombro de uno que atacaba a Axe. Su amigo puso los
ojos en blanco. —¿Qué? ¿Encima protestas? ¡Solo queremos ayudar!
—¡No necesitamos ayuda! —le gritaron a la cara sorprendiéndola.
Jadeó indignada. Escucharon un chillido y al volverse vieron a dos hombres agarrando a Ragna.
Axe salió corriendo al igual que Brandr, pero cuando llegaron varias mujeres se habían tirado sobre
los hombres matándoles con saña. Dahlia dio un paso hacia ellos cuando la sujetaron por la cintura
con brusquedad colocándole un cuchillo en la garganta. Brandr se volvió tensándose con fuerza. —
¡Suéltala!
Varios de los suyos respirando agitadamente se volvieron hacia ellos listos para la batalla.
Caminaron lentamente hasta su Jarl colocándose a sus espaldas. —Suéltala —repitió Brandr con
cara de querer matar.
Asustada le miró a los ojos antes de escuchar tras ella —Solo queremos irnos.
Dos de sus enemigos se levantaron heridos, pero Brandr traspasó a uno con la espada antes de girar
el brazo matando al otro. A Dahlia se le cortó el aliento porque era evidente que no iban a dejar que
se fuera nadie y el que tenía detrás también se dio cuenta porque su mano apretó el cuchillo.
Brandr dio un paso al frente. —Si la matas, morirás. Pero tienes una oportunidad de sobrevivir.
Enfréntate a mí y si me vences serás libre. Odín es testigo. Dáñala de alguna manera y sacaré tus
entrañas para que te coman los cuervos.
El empujón contra el suelo ni lo vio venir y apoyó sus manos sobre la hierba manchada de sangre
levantando la vista para ver a Brandr con la espada en la mano. Caminaba en círculos sin perder de
vista a su adversario que era enorme y tenía el cabello tan rubio que parecía blanco, pero lo que le
llamó la atención fue que le faltaba el dedo meñique de la mano derecha.
Entonces Dahlia se levantó de un salto. —¡No! —Corrió hacia ellos interponiéndose y extendiendo
los brazos. —¡No!
—¿Estás loca, mujer? ¡Apártate!
—¡No me hubiera hecho daño! —Se volvió y miró los ojos grises de Vidar y sonrió. El hombre
correspondió a su sonrisa y para asombro de
todos tiró la espada abriendo sus brazos. Emocionada se lanzó a él y le abrazó con fuerza. —Estás
aquí.
—Odín me ha hecho unirme a esos cabrones con un fin.
Encontrarte.
Brandr se tensó con fuerza dando un paso hacia ellos. —¡Suelta a mi mujer!
Vidar levantó una de sus cejas blancas y se apartó para mirar su rostro. —¿Tu marido?
Chasqueó la lengua muy contenta. —Eso dice él.
Todos vieron sus ojos brillantes de la alegría y el hombretón se echó a reír abrazándola de nuevo
para elevarla mientras la giraba. —Sigues siendo una pequeña hija de Loki.
Su gente jadeó por el insulto, pero para su sorpresa Dahlia se echó a reír. Brandr carraspeó. —
Esposa…
Puso los ojos en blanco y Vidar la dejó en el suelo de lo más satisfecho. Brandr estaba muy tenso y
a punto de matar. —¡Es Vidar! —
exclamó como si eso lo dijera todo—. ¡Es mi primo!
Varios dejaron caer la mandíbula del asombro mirándole de arriba abajo. Se había ido de su pueblo
siendo un chico de quince años y estaba claramente irreconocible.
—¿Este es el chico que se mudó con vosotras cuando murieron los suyos de fiebres? —preguntó
Sigrid asombrada—. Pero si era un palo.
Dustin hizo una mueca. —¿Ves, padre? Aún tengo que crecer y cuando lo haga me pondré así.
Brandr apretó los labios. —Te recuerdo. Desapareciste en una incursión dos meses antes de que
muriera tu tía. Apenas estuviste con nosotros un año.
Se quitó la camisa y al volverse todos vieron un enorme corte que le recorría la espalda. —Me
dieron por muerto, pero pude regresar pasado un tiempo.
—Entonces nos conocías. ¡Y nos has atacado!
—No sabía quién erais hasta que te vi atacando a Tryggva. ¡Han pasado seis años! ¡No tendríais que
estar aquí!
—Es una larga historia —dijo Dahlia encantada—. ¿Por qué no regresaste?
Apretó los labios apartando la mirada. —No lo sé. Por orgullo, quizás.
—Maldito orgullo. —Le abrazó tensando a su marido que gruñó. —
Te he echado de menos.
Vidar miró por encima del hombro a su marido que era evidente que no le importaría nada
descuartizarle. Carraspeó apartándose y le dio una palmadita en la espalda. Un chillido tras ellos
hizo que se volvieran y vieron a Erika corriendo con los brazos abiertos. Vidar se echó a reír. —
¡Por todos los dioses! ¡Si la pequeña va a ser madre!
Erika se tiró a sus brazos y Daven gruñó al lado de Brandr que le miró de reojo. —¿Quién es este?
—preguntó por lo bajo mosqueado.
—Un caradura que vivió con ellas un tiempo. No había hombre en casa y le trataron como a un rey.
El muy cabrón las dejó en la cuneta en cuanto pudo —dijo por lo bajo—. No le importó su bienestar
regresando a su lado. Los hombres dijeron que había sido un cobarde en la lucha, pero ellas le
justificaron diciendo que era un niño entre guerreros. Nunca me gustó.
Daven se tensó mientras su esposa hablaba con él muy emocionada.
—¿Vamos a tener problemas, Jarl?
Entrecerró los ojos sin quitarle la vista de encima. —No lo sé.
—Mátale. Nos ha atacado.
Se volvió hacia su hombre. —¿Piensas darle ese disgusto a tu esposa embarazada? ¿Acaso no la
ves?
Daven gruñó de nuevo. Las dos estaban hablando a la vez para interesarse por lo que había hecho en
esos años. —Sí, vamos a tener problemas.
—Como si no tuviera suficientes. —Se volvió hacia sus hombres.
—¡Apagad ese fuego! ¡Puede que podamos aprovechar el barco! ¡Y
registradlo!
Axe llegó con un cubo y corrió como todos los que no estaban atendiendo a los heridos. Brandr se
acercó a Gudrun y se acuclilló a su lado.
—¿Cómo estás?
—Jarl, ¿tu mujer está sangrando y te preocupas por mí?
Se enderezó a toda prisa y caminó con grandes zancadas hacia su mujer cogiéndola del brazo. Al
levantárselo mostró la sangre que tenía en el costado. No la había visto antes porque el vestido era
de color verde oscuro.
—¡Estás herida!
Se miró el costado. —No es nada.
Brandr la cogió en brazos y gritó —¡Sigrid!
—Estoy detrás, mi Jarl.
—No es nada. No asustes a mi hermana.
—¿Estás bien? —Erika parecía preocupada.
—¡Ya la has alterado!
—¡Sigrid!
—Estoy aquí, Jarl.
—Te dije que no salieras de la casa —dijo entre dientes—. ¡Es que nunca haces lo que te digo!
—Claro que sí. —Asombrada miró a su hermana. —¿A que sí, Erika?
—Bueno, si soy sincera antes sí, pero desde que te has casado…
Ignorándola se volvió hacia Brandr. —Hay habitaciones libres aquí para nuestro primo, ¿verdad?
—No. Los solteros no duermen aquí.
—¿No?
—¡No!
—¿Y dónde duermen?
—No debes preocuparte por eso. —Entró en la habitación y la tumbó con una delicadeza sobre la
cama que la dejó de piedra. Asombrada vio como cogía el cuchillo de la bota
—¿Qué haces?
—Quitarte la túnica.
—¡No! —Se apartó mirándole como si estuviera loco. —¡Es de terciopelo! ¡Nunca he tenido un
vestido tan hermoso!
—Mujer…
Viendo sus intenciones se levantó de la cama y se quitó el vestido superior. Le miró de reojo. —
Date la vuelta.
—¡Déjate de tonterías, Dahlia!
Chasqueó la lengua subiéndose el vestido interior y mostrando su herida. Erika se tapó la boca del
susto mientras Brandr palidecía por el corte que tenía en el costado porque tenía un pedazo de carne
colgando. Levantó la vista asustada. —Vaya.
—¿Vaya? —gritó él a los cuatro vientos. Saltó sobre la cama y la cogió en brazos tumbándola de
nuevo—. Sigrid, calienta mi daga.
—¡No! —Entrando en pánico le sujetó por el brazo. —Si junto las dos partes y me vendas se curará.
—Estás sangrando. Hay que impedir que sigas perdiendo sangre.
Sigrid no perdió el tiempo. —¡No! ¡Me pondré bien! ¡Fuego no, por favor! —rogó desesperada.
La sujetó por la frente para impedirle que se levantara como era su intención. —Escúchame bien.
Harás lo que sea necesario.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. —No soporto ese dolor.
Erika se echó a llorar porque era evidente lo mal que lo había pasado con sus anteriores heridas.
Brandr apretó los labios preocupado por su estado. —Pero eres valiente y la mujer más fuerte que
conozco. Puedes con esto y con mucho más.
—¡No! ¡No quiero hacerlo! —Empezó a revolverse y la sujetó por los brazos. —¡Déjame! ¡No
puedes obligarme! ¡No eres nada mío!
Brandr levantó el rostro hacia Erika que no sabía qué hacer. —
¡Llama a Daven!
Su hermana salió de la habitación. —¡No! ¡Erika no lo hagas!
Sigrid se acercó y cogió una manta de lana colocándosela en sus caderas para cubrirla, pero se
revolvió pataleando con fuerza.
—¡Dahlia contente! —gritó Brandr.
—¡Púdrete, cabrón! ¡Tócame con ese cuchillo y te cortaré el cuello!
Daven entró en la habitación y al ver la herida se acercó muy serio.
—¿Jarl?
—¡Sujétala!
—¡No! ¡Daven no!
Sin hacerle caso agarró sus brazos y Sigrid sus piernas. Asustada miró a Brandr sin darse cuenta de
que lloraba y su marido cogió el cuchillo
de la chimenea. Cuando se incorporó y mostró su hoja al rojo vivo, Dahlia se tensó con fuerza. —
No lo hagas.
—Es por tu bien.
—¡Te odio! ¡Solo me haces daño! —gritó desgarrada sin darse cuenta de que palidecía mirando su
herida—. No… —Él puso la hoja sobre su delicada piel y gritó de dolor una y otra vez arqueando la
espalda con fuerza antes de desmayarse.
Brandr asustado tiró el cuchillo al suelo y apartó a Daven para coger su nuca con una mano mientras
con la otra acariciaba su mejilla. —
¿Dahlia? —Al sentir su respiración suspiró del alivio. —Está viva.
—Claro que sí, Jarl. Es una mujer demasiado dura como para rendirse. —Miró a Daven que había
puesto la hoja al fuego de nuevo. —Te dará muchos hijos.
Observó el rostro de su esposa y acarició su mejilla con el pulgar. —
No quiere ni verme.
—Se le pasará, Jarl. —Sigrid sonrió colocando la piel sobre su cuerpo asegurándose que no se le
veía nada. —La niña está molesta. Pero esto ha sido por su bien.
Erika entró en la habitación preocupada y cuando encontró a su hermana sin sentido preguntó —¿Se
ha dormido?
—Sí, mi amor. ¿Por qué no vas a descansar tú también? —dijo su marido sonriendo—. Estás
preñada y ha sido una noche agitada.
—¿Pero se pondrá bien?
—Su marido no se separará de ella.
—Daven, acompaña a tu esposa.
—¿Seguro?
—Nos quedaremos a Egil para que mi hermana pueda descansar.
—Gracias.
Erika miró sorprendida a su Jarl porque nunca le había dado las gracias, pero lo que la sorprendió de
veras fue verle sentado al lado de Dahlia cogiendo su mano. Le acariciaba el dorso con el pulgar
como si necesitara tocarla.
Daven la cogió por la cintura. —Vamos, esposa… Dejémoslos descansar.
Se dejó llevar y escuchó como Sigrid susurraba a su Jarl —Iré a por un ungüento y unas vendas.
Axe casi se choca con ellos al salir y Daven negó con la cabeza. —
Ahora no.
—Necesito instrucciones sobre los cuerpos.
Erika sonrió con tristeza porque su marido dudaba. —Ve, tienes obligaciones.
—¿Seguro?
—Sí, estaré bien. Acostaré a los niños y después lo haré yo.
La besó suavemente en los labios. —Vendré en cuanto termine.
Observó como los hombres se iban antes de mirar la puerta cerrada de la habitación de su hermana.
Lo que acababa de presenciar no encajaba con el Brandr de dos años antes y como se había
comportado. Todo lo contrario, parecía un hombre enamorado de su esposa. Sintió un nudo en la
garganta temiendo por su hermana. Porque expusiera de nuevo su corazón por un hombre que
realmente no lo diera todo por ella. A su Jarl le quedaba mucho por demostrar y puede que no fuera
suficiente. No quería ni pensar en lo que ocurriría si su hermana no cedía y él perdía la paciencia.
Solo podía rogar a los Dioses porque no la dañara de nuevo.
Capítulo 13
Volvió en sí unos minutos después y miró los ojos azules de Brandr que en silencio seguía cogiendo
su mano. —¿Ya ha pasado?
—Ahora te vendará Sigrid.
—No soy cobarde —susurró.
—No, no lo eres. Solo una mujer muy valiente haría todo lo que has hecho tú.
Asintió cerrando los ojos e hizo un gesto de dolor. —¿Me traerá la corteza?
—Por supuesto que sí. Ahora la usa para todo. Cualquier día nos la echa a la comida para que
estemos más fuertes.
Sonrió sin poder evitarlo y abrió los ojos perdiendo esa sonrisa poco a poco. —Deja que me vaya.
—Ni hablar.
—No cederé.
—Por supuesto que lo harás. Un día me amaste y conseguiré que lo hagas de nuevo.
Sus preciosos ojos verdes se llenaron de lágrimas. —¿Y para qué quieres que te ame si no aceptas
mi amor?
—Sí que lo acepto. Solo estoy esperando que me lo entregues de nuevo.
Se tensó entrecerrando los ojos y negó con la cabeza. —Eso no pasará. Ya no soy capaz de amarte.
Puede que sea valiente pero no tengo tanto valor.
—Seré paciente.
—Tú no tienes paciencia, ¿recuerdas?
—Siempre lucho por lo que quiero. Y tú también. Entiendo porque te has rendido, pero lo superarás.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque haré lo que sea necesario, preciosa.
Meses después reunida con las mujeres ante el fuego reían por las tonterías de Dustin que hacía
caras para que todas adivinaran a que hombre
se referían. Los hombres sentados a la mesa bebían después de la cena y sonreían divertidos.
Dustin frunció muchísimo el ceño y puso los brazos en jarras. Todas rieron y Ragna gritó —¡Es
Axe!
Su marido se atragantó. —¿Pero qué dices, mujer? ¡Es el Jarl!
—¿Qué va a ser el Jarl? —Se levantó mostrando su embarazo. —
¿No has visto sus brazos? Siempre te pones así antes de gritar.
Axe se levantó poniendo los brazos en jarras. —¡Eso es mentira!
Todos se echaron a reír y él se sonrojó antes de sentarse a toda prisa.
Dahlia maliciosa preguntó —¿Y cómo imitarías al Jarl?
Brandr levantó las cejas. —Mujer, ¿quieres provocarme?
—Sí.
Todos rieron por lo bajo y Brandr se levantó. —Dustin, ¿por qué no imitas a mi descarada esposa?
Dustin la miró malicioso y puso una pose femenina haciendo que su padre se partiera de la risa.
Hizo un gesto con la mano como si se apartara la melena y levantó la barbilla arrugando su nariz.
Erika se apretó su voluminoso vientre. —Es clavadita a ti.
La miró asombrada. —No mientas. Es como Ragna. ¿No has visto su nariz?
La aludida jadeó indignada. —¿Qué has dicho? Siempre pones esa cara al ver la comida y hasta que
no pasas revista no te quedas satisfecha.
—Eso es porque mi esposa es una perfeccionista.
Se sonrojó de gusto y miró a su marido de reojo encantada. —
Gracias.
—De nada. Mujer, ¿no estás cansada?
Hala, la pregunta de todas las noches. —No.
Varios rieron por lo bajo y Daven palmeó la espalda de su Jarl. —
Mira, se hace así. —Alargó la mano hacia su esposa que sonrió radiante cogiéndola. —¿Estás
cansada, amor de mi vida?
—Mucho.
—Entonces es hora de irse a la cama.
—Lo que tú digas.
Dahlia sonrojada vio cómo iban hacia las habitaciones, pero ignoró que Brandr la miraba impaciente
y se volvió hacia Vidar que estaba de pie al lado de la chimenea. —Ven, primo. Cuéntame algo de
tus viajes.
Brandr le advirtió con la mirada y su primo carraspeó. —Pero si ya te lo he contado todo. Además,
es tarde. Creo que me voy a acostar.
Parpadeó asombrada. —¿Tarde? ¿Cómo va a ser tarde? —Se llevó una mano al pecho asustada. —
¿No estarás enfermo?
El Jarl puso los ojos en blanco antes de cogerla por la cintura y cargársela al hombro. Sus hombres
golpearon la mesa en aprobación mientras las mujeres reían. Dahlia gruñó antes de golpear su
trasero. —No tengo sueño.
—Pero yo sí.
Cuando llegó a la habitación la tiró sobre la cama. Molesta apartó su melena. —Pues acuéstate tú.
—La esposa se acuesta a la vez que el marido.
—Menuda mentira y nosotros no… —Él se abrió los pantalones y como siempre apartó la mirada
para no verle desnudo.
—¿No? —preguntó él con voz ronca—. ¿No qué, preciosa?
Sin saber ni lo que decía respondió —Nada.
—Así me gusta, que no protestes. Últimamente lo haces demasiado.
Jadeó mirándole y sintió que su corazón se salía del pecho al ver su hermoso cuerpo y su sexo
erecto. Provocándola se acercó a la cama y pasó un brazo sobre su cuerpo para pasar al otro lado.
Sus labios estaban tan cerca que sintió su aliento, lo que era una tortura porque todo su cuerpo
clamó por él. Pero lo que la puso frenética fue sentir su sexo tocando sus rodillas por encima del
vestido. Separó los labios del placer que experimentó y se acercó a su boca sin poder evitarlo.
Brandr pasó al otro
lado y asombrada vio que se metía bajo las pieles estremeciéndose. —Uff, hace frío. ¿Avivas el
fuego? Se me ha olvidado.
La puerta se abrió de golpe y sobresaltada vio a Daven que pálido dijo —Ya viene.
El Jarl se sentó de golpe. —¿Nos atacan?
—¿Cómo nos van a atacar? —preguntó su cuñado de los nervios antes de mirar a los ojos a Dahlia
—. El niño. Ya viene el niño.
Saltó de la cama y sonrió. —Perfecto. Tranquilo, seguro que aún queda mucho. Yo tardé en parir
dos días.
—¿De veras?
Se volvió mirando a su marido. —No lo sabes porque no estabas.
—¡Porque te fuiste!
—Pues eso.
Salió de la habitación dejándole con la palabra en la boca y gruñó mirando a Daven. —Que
oportunos sois.
—Ah, que ya…
—Casi, estaba a punto de claudicar. Lo sé.
Su hombre chasqueó la lengua antes de salir de la habitación. Era obvio que no le creía y molesto se
levantó cogiendo los pantalones del suelo. —Será posible. Esto me pasa por seguir sus consejos.
Debería
hacerlo a mi manera. —Levantó la vista y se sonrojó al ver a Dahlia en la puerta mirándole sin
comprender. Carraspeó enderezándose. —¿Querías algo?
—Sí. ¿Y tú?
—¿Yo? No.
—¿Seguro? Hablas solo como aquel que estaba loco. ¿Lo recuerdas? Yo era pequeña y no recuerdo
su nombre, pero…
—Dahlia, ¿qué quieres? —gritó sobresaltándola.
—Uy… ¡A mí no me grites! ¡Vas a despertar al niño! —Miró hacia la cuna pero nada. El niño había
aprendido a dormir hasta en una batalla.
Levantó la barbilla recordando la pregunta y fue al grano. —Quiero a Urg.
La miró asombrado. —¡Será una broma! ¡Está nevando!
Se apretó las manos inquieta. —Tampoco nieva tanto.
—¡Me llega la nieve hasta las rodillas!
Por la expresión de su rostro era evidente que no pensaba ir, así que replicó molesta —¡Muy bien!
¡Ya no te pido nada más! ¡No sé ni para qué me molesto!
Él apretó los labios abrochándose los pantalones. —Aquí hay muchas mujeres que pueden ayudarla.
—Al levantar la vista suspiró porque ya se había ido. Qué complicada era esta mujer.
Salió al pasillo y caminó hasta la habitación de Daven, pero en ese momento salió él. Estaba pálido.
—¿Qué ocurre?
—Me ha echado. Mi mujer me ha echado.
Le palmeó la espalda. —Lo que necesitas es una buena jarra de hidromiel. Así te encontrarás mejor.
Fueron hasta el salón y se iban a sentar con las jarras en la mano cuando Dahlia apareció. Se
incorporaron de golpe y la vieron poner las manos en jarras fulminándoles con la mirada. —¡Hay
que calentar agua!
Daven dejó la jarra. —Enseguida.
—¿Y qué hacéis ahí que no habéis llamado a Sigrid y a las demás?
Y Daven, tráeme a mi primo.
Su marido se tensó entrecerrando los ojos. —¿Para qué lo quieres?
Sin contestar fue hasta la puerta de nuevo y desapareció en el pasillo. Asombrado miró a Daven. —
¿Para qué lo quiere?
—Ni idea Jarl, pero tu esposa tiene un enfado importante.
—¡Eso ya lo he visto!
—Así no la conseguirás. Vas mal, Jarl.
—¿No me digas? ¡Está así porque quiere que vaya a buscar a la curandera al pueblo de mi hermano!
Daven le miró asombrado. —¿Por qué? ¿Algo va mal?
—¡Y yo que sé!
—¡Te dije que necesitábamos una curandera! —gritó muy nervioso.
—¿Y qué quieres? ¿Que la secuestre?
Su amigo le miró como si fuera idiota. —Claro.
—¿Estás mal de la cabeza? ¿Y que nos mate a todos con sus malas artes? ¡A esas brujas no se las
puede forzar a nada! ¡Además es un parto!
¡Mi mujer parió sola en un pueblo abandonado y aquí hay mujeres que han parido muchas veces!
¡Creo que Erika tendrá quien la ayude!
Daven entrecerró los ojos. —Tienes razón. Voy a por agua. —Fue hasta la puerta y cogió su piel
poniéndosela. Se volvió y levantó una ceja para ver a su Jarl sentado bebiendo tranquilamente. —
¡Jarl!
Este se sobresaltó tirándose la hidromiel sobre el pecho y gruñó antes de girar la cabeza lentamente.
Daven carraspeó. —¿No piensas ayudarme?
Le miró asombrado. —¿Quieres ayuda para ir a buscar a las mujeres?
—¡No, para traer el agua mientras llamas a las mujeres! ¡No quiero perder el tiempo!
—Rayos, amigo —dijo asombrado—, estás de los nervios.
—¡Cómo se nota que tú no has pasado por esto!
Hizo una mueca levantándose. —Soy el Jarl. Llama a Axe para que te ayude.
—Será posible. Ya me pedirás ayuda, ya.
—Yo no pido ayuda —dijo siguiéndole fuera de la casa—. Yo doy órdenes. —Bufó por la cantidad
de nieve que caía. —Esta mujer no está bien de la cabeza. Mira que pedir a Urg.
Los hombres sentados ante la mesa parpadearon mirando al primo de sus mujeres que carraspeó. —
¿Me lo prestas, Jarl?
—Vamos a ver si te he entendido, Vidar. —El Jarl le miró fríamente.
—¿Piensas coger el único barco que tengo, ya que el otro aún está reparándose y quieres llevártelo
tú solo por esas aguas de invierno para ir hasta el pueblo de mi hermano a pedir a la curandera, que
tiene un carácter horrible cuando se enfada, para que te acompañe hasta aquí a riesgo de no poder
regresar a su hogar si nieva más?
Axe gruñó y Vidar apretó los labios. —Te lo devolveré.
Daven miró a Jarl de reojo. —No llegarían a tiempo.
—Me lo han pedido mis primas. No puedo negarme.
—No. Vuelve a tu casa. Aquí no eres necesario.
Se tensó dando un paso hacia la mesa. —Sé que solo me has aceptado porque soy familia de tu
esposa y…
—Tú no eres familia de mi esposa. En lugar de regresar al lado de tu sangre, de una familia que te
necesitaba, te lanzaste a esas aventuras de las que no me creo ni la mitad. ¡Y para colmo en la
siguiente ocasión en la que nos encontramos venías a robarnos! ¡No tienes mi confianza ni la
tendrás nunca! ¡Solo estás aquí porque nuestras mujeres parecían ilusionadas con tu llegada, pero
nunca serás bienvenido y nunca formarás parte de mi gente!
¡Así que no! ¡No te daría mí barco ni muerto! ¡Ahora fuera de mi vista!
Vidar apretó los puños y para todos fue evidente que se estaba mordiendo la lengua antes de asentir
y salir de la casa del Jarl sin decir una palabra más.
Axe levantó la vista para ver a su esposa en la puerta y estaba pálida. Este se levantó de golpe. —
¿Qué ocurre, Ragna?
—Algo no va bien. Sigrid y Gudrun dicen que algo no va bien porque está sangrando un poco.
Daven perdió todo el color de la cara antes de levantarse y correr hacia allí. Axe se acercó a su Jarl
que se tensó con fuerza. —La vieja no vendrá.
—Lo sé. Nunca ha salido de la aldea y siempre dice que cuando se sale solo se busca la muerte. Y
ellas también lo saben.
Ragna apretó sus manos. —¿Entonces qué hacemos? Dahlia no deja de decirle a su hermana que
vendrá.
—Las mujeres no saben qué hacer —dijo Ragna llevándose la mano al vientre y asustada se acercó
a su marido que apretó los labios. Queriendo consolarla Axe se levantó y abrazó a su esposa—.
Amor…
—No debes preocuparte, ¿de acuerdo?
—Si le pasa a ella me puede pasar a mí.
La puerta se abrió de golpe y todos se volvieron hacia Dustin que gritó —¡Vidar nos está robando
una barca!
El Jarl se levantó de golpe y corrió hacia la puerta. Corrió sobre la nieve y juró por lo bajo viendo
cómo se alejaba. Axe tras él susurró —Está loco. Si consigue llegar no conseguirá nada igualmente.
Brandr apretó los labios. —Prepara el barco. Vamos a buscar a la vieja y si es preciso la
secuestramos.
—¿Estás seguro? Si tenemos problemas…
—Problemas los tendremos como a Erika le ocurra algo. Esperemos que resistan ella y el bebé hasta
que estemos de vuelta.
Su hermana no dejaba de sudar y estaba totalmente pálida. Su marido sujetaba su mano muerto de
miedo y levantó la vista hacia ella que reprimía las lágrimas angustiada por su sufrimiento.
Llevaban así tantas horas que estaba agotada de la tensión, así que ni se quería imaginar cómo
estaba su hermana, aunque lo podía ver porque estaba demacrada y Dahlia temía que su corazón no
lo resistiera.
—Se hace de rogar —dijo Erika en un susurro forzando una sonrisa.
—Seguro que no tardarán mucho en traer ayuda —dijo Sigrid agachando la mirada porque como
todos sabía que la vieja Urg se resistiría a salir de su casita.
Cuando Ragna les contó que los hombres se habían ido a por la curandera Dahlia sintió una alegría
enorme, pero a medida que pasaban las horas empezaba a perder las esperanzas. Miró entre sus
piernas de nuevo y disimuló su desesperación porque sangraba más. Su hermana reprimió un grito
de dolor tensándose con fuerza. Daven apretando su mano la miró a los ojos impotente. —Tenemos
que hacer algo.
—Viene de costado —dijo Sigrid suavemente—. O lo consigue parir por sí misma o necesitamos a
Urg. Una vez salvó a una de las nuestras en esta misma situación.
—¡No van a llegar a tiempo! —gritó su marido perdiendo los nervios.
—Cariño, puedo hacerlo. —Erika forzó una sonrisa y Dahlia no pudo evitar sollozar porque solo
intentaba aliviar la inquietud de su marido.
Su hermana la miró a los ojos y sonrió de veras. —Si mi hermana consiguió traer al mundo a Egil,
yo también puedo, ¿a que sí?
Emocionada asintió. —Por supuesto, tenemos la misma sangre. La sangre de padre. Ya sabes lo
fuerte que era.
Un par de horas después estaban solos porque Sigrid se había retirado a descansar cuando Ragna
entró en la habitación sorprendiéndoles.
—¿Cómo va?
—Igual. Los dolores no son muy continuos. —Dahlia se acercó a ella y susurró —¿Se sabe algo?
La cogió de la mano y la sacó de la habitación. Dahlia parpadeó ignorando las lágrimas para ver a
una niña ante ella que no había visto nunca. Llevaba un hatillo y una piel con una capucha. Algo
nerviosa se apartó la capucha mostrando unos hermosos rizos anaranjados.
—¿Quién es? —preguntó asombrada.
—¡La ha enviado Urg!
Separó los labios de la impresión. —¿Qué dices?
—Me llamo Jora. Hace cuatro días me ordenó que iniciara el viaje
—dijo tímidamente—. ¿Llego tarde?
—¿Tarde para qué? —Se le cortó el aliento. —¿Sabes de partos?
Jora levantó la barbilla orgullosa. —La vieja me ha enseñado todo lo que sabe.
Ambas la observaron con desconfianza porque apenas aparentaba doce años. —¿Seguro que la
envía Urg? No es de nuestro pueblo. —Miró a la niña. —¿De quién eres hija?
—El Jarl me compró en Heirst hace tres lunas llenas.
No sabía si creerla. Si decía la verdad Halls había ido a Heirst después de dejarla allí. Increíble. —
¿Y te entregó a Urg? —La chica asintió. —¿Con qué fin?
—Que aprendiera todo lo que pudiera enseñarme. —Levantó la barbilla. —Y aprendo rápido. Lo ha
dicho la vieja.
—Si la conoces tan bien, podrás decirme qué lleva colgado del cuello.
Jora sonrió con desprecio. —Lleva una pata de gallina y un ajo.
Dahlia abrió la puerta de inmediato y Ragna suspiró del alivio. La observó acercarse a su hermana
antes de mirar a Ragna. —¿Cómo ha llegado hasta aquí?
Ragna se encogió de hombros. —Estaba en el hogar y cuando me di la vuelta allí me la encontré.
—No ha podido venir caminando.
—¿Desconfías de ella? —susurró Ragna.
—Todo es muy extraño. La vieja nunca deja que toquen sus cosas.
¿Cómo va a enseñar a nadie? Nunca ha tenido la intención.
—Igual se lo ha ordenado su Jarl. Si está vieja necesitará sustituta.
—¿Y la envían aquí? ¿Y precisamente ahora?
Un grito de su hermana la alarmó y se volvió de golpe, pero la chica no la tocaba. Simplemente la
miraba desde los pies de la cama y a Dahlia se le pusieron los pelos de punta por su expresión. Se
dio cuenta de lo que había visto la vieja en ella. Era una bruja. Ella y Ragna dieron un paso al frente
y Jora la miró con una sonrisa. —La niña está bien. Quiere salir.
Para su sorpresa se agachó cogiendo un puñal de su bota y todos gritaron del susto. Daven se acercó
a ella y la cogió por la muñeca. —
¿Quién es esta niña? —preguntó furioso.
—¿A quién llamas niña, guerrero? —preguntó de una manera que les puso los pelos de punta—.
Nunca sabrás todo lo que yo sé ni verás todo lo que yo veo. ¿Quién es el niño entre los dos? ¿De
qué tienes miedo?
Asombrado miró a Dahlia. —La ha enviado Urg.
—¿La ha enviado vuestra curandera? —No se lo podía creer y era evidente por la expresión de su
rostro.
Ambas asintieron. —¿Y cómo es que tiene las botas casi secas?
Miraron hacia la niña y se dieron cuenta de que era cierto. La piel de sus botas estaba algo húmeda
al igual que su vestido. La parte delantera de la casa estaba llena de nieve porque no dejaba de
nevar. Si había viajado de tan lejos debería estar helada de frío, pero no era así, incluso sus mejillas
estaban sonrojadas y su cabello seco.
La risa de Jora las estremeció y Dahlia miró sus ojos azules. Ragna dio un paso atrás pálida de
miedo. —Es un ánima, por eso no la ha mojado la nieve.
—¡No digas tonterías, es de carne y hueso!
Un gemido les hizo mirar a Erika y se acercó a toda prisa a su hermana que ya no podía sufrir más.
—Déjala hacer lo que quiera —dijo desesperada con la respiración agitada.
—Pero…
—Me muero. La necesito.
Jora miró a Daven a los ojos. —Escucha a tu esposa, guerrero. Soy su única esperanza.
Daven miró a su mujer sin soltarla antes de apretar los labios y regresar a su lado. Dahlia le dejó
espacio yendo a los pies de la cama porque no quería perderla de vista. Jora ya libre sonrió mirando
a su hermana antes de decir suavemente —Viene de nalgas. Necesita más espacio para salir. —Dejó
caer la capa mostrando el vestido azul que llevaba y dijo —Necesito agua para asearme.
Bajo su vigilancia lavó el cuchillo y las manos. Con ellas aún húmedas se acercó a los pies de la
cama colocándose entre sus piernas. A Dahlia se le cortó el aliento al ver como metía los dedos en
el interior de su hermana y cortaba arriba y abajo. La impresionó que su hermana casi ni se enterara.
Tiró el cuchillo a un lado y miró a Erika. —Ahora vas a empujar.
Erika reprimiendo las lágrimas asintió aferrándose a la mano de su marido que estaba pálido. —
Vamos preciosa, eres muy fuerte, ¿recuerdas?
—Piensa en tu niña —dijo Dahlia angustiada. Daría lo que fuera por ser ella la que estuviera en su
lugar.
Jora giró la cabeza como un resorte hacia ella para mirarla a los ojos y se le pusieron los pelos de
punta porque le dio la sensación de que sabía lo que se le pasaba por la cabeza. La niña sonrió y con
esa misma expresión le dijo a su hermana —Ahora.
Erika empujó, pero para todos fue evidente que estaba agotada.
Dahlia nerviosa se apretó las manos e impotente dio un paso hacia su hermana. Jora susurró —
Cógele la otra mano, mujer. Tu hermana necesita esa fuerza que quieres darle.
Rodeó la cama sin pensar y cogió su mano. —Vamos hermana, tienes que empujar más.
—No puedo —dijo agotada llorando.
La cogió por las mejillas enfureciéndose por el miedo que la recorría. —¡Escúchame bien! No
pienso perderte, ¿me has entendido? ¡No nos separaremos nunca! ¡Así que empuja y deja de llorar,
que eso te quita fuerzas! —le gritó a la cara. Su hermana la miró con los ojos como platos.
—¡Venga, a empujar!
Erika asintió y empujó un poco más fuerte. Jora sonrió. —Ya queda menos, pero no la oigo gritar.
—Es cierto, ¿recuerdas lo que gritaba yo? ¡No lo haces con ganas!
¡Grita!
Daven no se lo podía creer porque su esposa asintió apretando sus manos antes de empujar. El grito
de su hermana se escuchó fuera de la casa antes de oír el llanto del bebé. Dahlia se echó a llorar de
la alegría y besó a su hermana que sonrió agotada dejando caer la cabeza sobre la almohada.
Su marido estaba loco de contento mientras Jora levantaba a la niña y se la entregaba a su padre. Era
una preciosidad de pelito rubio, tan hermosa que quitaba el aliento.
—Mujer ayúdame. —Dahlia se acercó de inmediato y la niña se agachó abriendo su hatillo. —
Necesito vendas limpias y que hagas un emplasto con estas hojas para los cortes. No debe quitárselo
hasta mañana y debe tomar un ajo al día. Dile a Sigrid que le dé dos tazas de corteza, una por la
mañana y otra por la noche. Que tome una lo más pronto posible.
—Enseguida.
Salió a toda prisa de la habitación y en el pasillo miró sobre su hombro hacia la puerta. ¿Cómo
conocía a Sigrid y sabía lo de la corteza?
Era bruja seguro.
Fue hasta el hogar y en ese momento entró Sigrid por la puerta principal. —¡Ya están aquí!
—¡Y la niña también! —gritó radiante.
Sigrid chilló de la alegría y corrió hacia las habitaciones. Se puso a calentar agua para hacer la
infusión de corteza cuando escuchó ruidos tras ella. Se volvió con una sonrisa en los labios que
perdió de golpe al ver a Urg en brazos del Jarl envuelta en una enorme piel negra. Asombrada miró
a Brandr que la dejó en el suelo antes de sacudirse la nieve de la cabeza.
Dahlia dio un paso hacia ellos teniendo un mal presentimiento. —¿Qué haces aquí?
La vieja apretó los labios mientras su marido se detenía en seco. —
¿Llegamos tarde? —Brandr frunció el ceño. —No hemos podido llegar antes. En algunos momentos
la niebla casi nos impedía ver lo que teníamos delante.
Ignorándole preguntó a la vieja —No la has enviado tú, ¿verdad?
Negó con la cabeza cortándole el aliento y se llevó las manos a la boca de la impresión. Brandr no
entendía nada. —¿Qué ocurre aquí? Vieja,
¿por qué no te mueves? Esposa, muéstrale…
En ese momento entró Axe y Vidar que preguntó impaciente —
¿Hemos llegado a tiempo? —Después de toda la tensión Dahlia se echó a llorar y corrió a sus
brazos. Su primo apretó los labios pegándola a él mientras su marido se tensaba con fuerza. Vidar le
ignoró y le susurró a su prima. —Se reencontrará con los suyos que la estarán esperando. Tu madre
la recibirá con los brazos abiertos.
—Ha sido niña. Se va a poner bien —dijo entre sollozos.
—¿Entonces por qué lloras? Es un momento de alegría. —Se apartó muy contento y la cogió en
brazos para girarla como hacía siempre pero su
prima no se rio, sino que parecía inquieta y confundido la dejó en el suelo.
—¿Qué ocurre?
—Va a ocurrir una desgracia, eso ocurre —dijo Urg helándoles la sangre. Todos la miraron y la
anciana se quitó la piel—. Voy a ver a la niña.
Asustada fue tras ella mientras todos las miraban sin comprender y le indicó por donde ir. —Urg…
—Hablaremos luego. Todavía no sé bien lo que está ocurriendo, pero desde ya te digo que no es
nada bueno. Lo huelo. Viene el dolor y la pena.
Dahlia palideció antes de abrir la puerta y vieron como Erika con la niña en brazos sonreía de oreja
a oreja. —Urg, ¿también has venido?
¿Cómo no has pasado antes?
Dahlia miró a su alrededor. —¿Dónde está Jora?
—Ha ido a comprobar el ungüento. —Daven entrecerró los ojos por la expresión de su rostro. —
¿Qué ocurre?
Teniendo un mal presentimiento salió corriendo de la habitación y entró en la suya acercándose a la
cuna de su hijo. Al encontrarla vacía gritó horrorizada y se volvió para chocarse con Brandr que
estaba tras ella. La cogió por los brazos. —¿Qué ocurre?
—Se lo ha llevado. ¡Jora se lo ha llevado!
—¿Quién?
—¡La niña! ¡Tienes que encontrarla! ¡Nos ha engañado!
Brandr muy tenso se volvió sobre su hombro para mirar a Daven porque su mujer estaba muy
nerviosa para hablar. —¿Qué está diciendo?
—Una niña de unos doce años. Es pelirroja. Dijo que venía de parte de Urg y sabía curar. ¡Ayudó a
Erika! —dijo asombrado.
—Yo no he enviado a nadie —dijo Urg entrando en la habitación—.
Y es cierto que ha hecho un buen trabajo con la niña. Si no hubiera sido por ella estaría muerta.
—Vieja, ¿esa niña se ha llevado a mi hijo? —preguntó el Jarl fríamente.
—No lo sé, pero lo que sí sé es que vais a sentir mucho dolor por lo que está por venir. —Respiró
hondo por la nariz. —Se huele.
—¡Buscadla! ¡Qué vengan los hombres! ¡Axe, hay que seguir el rastro!
Dahlia miró a su marido a los ojos y este preocupado por su estado pues tenía los nervios
destrozados la abrazó con fuerza. —Encontraré a Egil.
Se abrazó a él desesperada. —Por favor, por favor…
El Jarl muy tenso la besó en la frente y se apartó de ella gritando —
¡Buscadle! ¡Buscad a mi hijo!
Capítulo 14
Durante horas Dahlia paseó por el salón desesperada por el miedo que la atenazaba por las palabras
de Urg y la desaparición de su niño. No le encontraban porque sino ya estaría en sus brazos. Había
querido salir también a buscarle, pero no la dejaban. Urg lo prohibió terminantemente sentada en la
silla del Jarl. —Debes esperar aquí. Debes hacerlo.
Muerta de miedo se apartaba el cabello rubio de la cara intentando pensar mientras Ragna y varias
mujeres de su pueblo la observaban. Ya había amanecido cuando ya no pudo más y mirando la
puerta de entrada se dejó caer de rodillas mientras las lágrimas de dolor caían por sus mejillas.
Había oído y visto muchas veces como las madres perdían a sus hijos, pero nunca hubiera
imaginado que le ocurriría a ella hasta ese momento y no podía soportarlo.
Ragna se agachó a su lado y la cogió por los hombros. —Debes tener valor.
—¿Valor? —Sollozó sin poder evitarlo. —Creía que tenía valor, pero solo me mentía a mí misma.
—Giró la cabeza para mirarla, pero sus ojos se encontraron con los de Urg que observaba a Ragna
fijamente apretando los puños. Sus ojos le indicaron que desconfiaba de ella.
Entonces cientos de pensamientos acudieron a su memoria. Ella indicándoles a donde deberían ir
cuando se fueron de su pueblo. Diciéndole que no les guardaba rencor a pesar de haber perdido a
toda su gente, que comprendía lo que había ocurrido porque su padre era un ladrón. También
recordó las palabras de Erika diciendo que su marido estaba flirteando con ella. Eso lo había
olvidado para seguir su amistad como antes, pero ahora se preguntaba si no había sido todo mentira
porque estaba segura de algo… Si ella hubiera pasado por lo que había vivido esa mujer, si hubiera
perdido a toda su gente en las mismas circunstancias, jamás lo perdonaría y se dejaría la vida para
que sus enemigos pagaran por ello.
Dahlia miró sus ojos azules que parecían preocupados y Ragna sonrió. —Ya verás como todo sale
bien. Seguro que le encuentran.
La cogió por el cuello y Ragna la miró con sorpresa agarrando su muñeca. —¿Dónde está? —siseó
furiosa levantándose.
—¿Estás loca? ¡Suéltame!
—¡Dónde está mi hijo!
Varias mujeres se levantaron con asombro. —Suéltala Dahlia, ella no ha hecho nada —protestó
Sigrid dando un paso hacia ellas.
Sin hacerles caso agarró su cabello con la otra mano y esta chilló de dolor cuando tiró de ella hacia
el hogar. —¡Te salvé la vida! —gritó fuera de sí—. ¡Devuélveme a mi hijo!
—¡Se lo ha llevado esa niña! ¡Yo estaba contigo!
—¿La conoces? ¿Sabes quién es? —preguntó fuera de sí cogiendo un cuchillo. Mirándola como si
fuera una loca le puso el filo bajo el ojo y siseó —Dime dónde está mi hijo o te despellejo viva.
Sigrid jadeó e iba a intervenir, pero Urg la cogió por el brazo asombrándola.
—¡Dime dónde está!
Los ojos de Ragna se llenaron de lágrimas. —Vino a ayudar.
—¿Tú se lo pediste? —gritó desquiciada.
—Sí.
Palideció dando un paso atrás. —Me has traicionado.
—No sabía que iba a hacer esto, te lo juro por los Dioses.
—¡Ni los Dioses te salvarán como a mi hijo le pase algo! ¿Dónde está?
—No lo sé. Pensé que estaría en casa de Gudrun pero no está allí. —
Las mujeres murmuraron y Ragna sollozó. —No le hagas daño, es mi hermana.
—¿Tu hermana? ¡Tú no tienes hermanas!
—¡Es la hija bastarda que mi padre tuvo con una esclava! ¡Desde niña nos dimos cuenta de que era
especial!
—Yo estuve allí y no había ninguna niña.
—Me lo dijo. Es lista y conocía la aldea mucho mejor que vosotras.
Se escondió en el sótano de la casa de la curandera. Antes del ataque pasaba allí muchas horas
observándola. Cuando llegasteis os escuchaba hablar a tu hermana y a ti. Supo de mí por vuestras
conversaciones. Sabía dónde estaba, así que cuando los hombres aparecieron por allí se escondió en
los bajos de uno de los carros para llegar hasta aquí. —Se echó a llorar. —Y yo creyendo que estaba
muerta. Cuando la vi no me lo podía creer…
—¿Lleva viviendo aquí tanto tiempo? —preguntó Sigrid—. ¿Por qué no dijiste nada?
—¡Jora es especial! ¡Nunca habla con nadie que no sea Gudrun o yo! ¡Siempre ha sido muy tímida
y como empezó a curar desde muy pequeña la trataban como a la misma curandera! ¡Estaba
recogiendo hierbas cuando atacaron la aldea!
—¡Así que lo vio todo! —Le pegó un tortazo que la tiró al suelo. —
¡Tú lo sabías! ¡Sabías que nos odiaba por eso la escondiste!
—¡No! ¡Jora no es capaz de odiar a nadie! —La miró a los ojos. —
¡Te lo juro por Odín, si ella tiene a tu hijo no sufrirá ningún daño!
—¿Qué pasa aquí?
Se volvieron hacia la puerta y Brandr entraba en ese momento con sus hombres detrás. Al ver que
tenían las manos vacías gritó desgarrada antes de volverse hacia Ragna llena de rabia. Levantó el
cuchillo sin recordar que lo tenía en la mano, pero este cayó al suelo porque un puñal le traspasaba
el antebrazo. Al reconocer la piedra roja del mango perdió el aliento asombrada porque era el puñal
de su esposo. Impresionada se lo quedó mirando unos segundos sin sentir dolor siquiera antes de
volver la cabeza hacia él que gritó —¿Estás loca, mujer? ¿Qué estás haciendo?
Nunca sintió más dolor que en ese momento porque la había dañado poniéndose de parte de esa
zorra que retenía a su hijo. El sufrimiento de su rostro hizo que nadie se moviera y ni se dio cuenta
del dolor desgarrador que salió en un grito que les puso a todos los pelos de punta. Ni fue consciente
de como Axe se acercaba a su mujer y la cogía levantándola antes de abrazarla. Sintiendo un odio
como el que no había sentido nunca cogió el puñal y se lo arrancó de su brazo sin aparentar dolor
antes de girarse hacia su marido con él en la mano. Urg se llevó la mano a la boca de
la impresión sin dejar de mirarla como el resto de su gente que esperaba su reacción, pero
simplemente miró a su marido a los ojos y susurró —¿Dónde está mi hijo?
—No le hemos encontrado. No hay huellas —respondió Daven impresionado mientras su marido
pálido no dejaba de mirarla.
Sonrió sin ganas antes de volverse hacia Ragna. —¿Dónde está?
—No lo sé. ¡Fui a buscarla, pero no estaba! ¡Gudrun dijo que no la había visto desde que había
venido a ayudar! —Llorando se aferró a su marido que la observaba como si fuera a tirarse sobre
ella en cualquier momento.
—No lo sabe —dijo con desprecio—. Maldita zorra. —Volvió la vista hacia su marido. —Maldito el
día en que abrí la boca para reclamarte.
—Brandr palideció. —¡Ahora tendría a mi hijo y no estaría con uno de tus enemigos! ¡Les matasteis
y ella lo vio todo! ¡Vivía allí y estas zorras la han escondido hasta que ha tenido su oportunidad de
vengarse de alguna manera! —Se echó a reír desquiciada. —Tenías razón, vieja. Tenía que haber
escogido otro camino, pero no el que me deparabas porque al menos he conocido el verdadero amor.
¡El amor de mi hijo! ¡Y os juro por Odín que lo voy a encontrar! ¡Ni la fuerza de Thor podrá
detenerme!
Para sorpresa de todos fue hasta la puerta y empujó a su marido por el hombro para pasar. Salió de
la casa y atravesó la nieve hasta la casa de Gudrun. Abrió la puerta de golpe sobresaltando a la
mujer que se estaba vistiendo. Esta sonrió, pero perdió la sonrisa por la expresión de su rostro y el
cuchillo en su mano. —No me hagas perder el tiempo y dime donde está mi hijo.
Gudrun palideció dando un paso atrás. —No sé de qué me hablas.
—Miró de reojo su brazo ensangrentado y la herida por la que manaba la sangre.
—¿No lo sabes?
—Estás sangrando, Dahlia. Deberías curarte.
—¡Mírame!
La vieja la miró a los ojos. —¿Dónde está Jora? ¡Donde está mi hijo! —Dio un paso hacia ella de
manera amenazante.
Dustin entró en la casa acompañado de su padre que sorprendido preguntó a su esposa —¿Sabes
dónde está el niño?
—No —respondió angustiada apretándose las manos—. Ha estado viviendo en la antigua cabaña
del vigía que hay más al sur y allí le llevaba comida. ¡La iba a ver todos los días y cuando Erika
empezó con los problemas del parto creímos que ella era la mejor opción porque sabíamos
que puede que los hombres no llegaran a tiempo! La niña aprendió lo que pudo de nuestra
curandera. Siempre estaban juntas y es muy lista. Creímos que si venía hasta aquí podía ayudar —
dijo angustiada.
—¡No mientas! ¡Cuando la niña llegó a la casa del jarl no tenía la ropa mojada! No acababa de
llegar, ¿no es cierto?
—Esperamos un poco para no descubrirla por si llegaban los hombres y así seguiría su anonimato.
Cenó aquí y durmió unas horas hasta que Ragna le dijo que Erika estaba sufriendo mucho. —Sus
ojos se llenaron de lágrimas. —Lo juro. No la he vuelto a ver. No pensábamos… ¡Nunca ha hecho
algo así! Lo juro por Odín.
—¡Eso sería antes de ver morir a su gente! —gritó Brandr furioso.
Gudrun se echó a llorar cubriéndose el rostro. —Matasteis a su madre, pero se alegró tanto de
vernos…
—Quise decirlo. —Se volvieron para ver a Ragna que entraba en la casa. —Pero ella no quería.
Temí que se cerrara a mí y la llevamos a la cabaña esperando que se recuperara. Es una niña. —Le
rogó a su Jarl con la mirada. —No es mala, lo juro. No sé lo que se le ha pasado por la cabeza para
hacer esto, pero no es mala.
Brandr asintió y Dahlia le miró asombrada. —¿Vas a creerla? —
gritó furiosa.
—No tengo razones para no creerla —respondió muy tenso.
Le miró con desprecio antes de salir de la cabaña y corrió hacia la casa donde Urg le hizo un gesto
con la mano para que se acercara ya con todo preparado para curarla. —Ven, niña. Para buscar a tu
hijo no puedes seguir sangrando.
Se acercó a toda prisa rogándole con la mirada. —¿Sabes dónde está?
Cogió su brazo y la miró a los ojos antes de poner el cuchillo sobre su delicada piel. Dahlia tan
preocupada estaba que no movió el gesto y la vieja sonrió. —Bien, pequeña. Siempre has tenido
carácter. Si quieres encontrar a tu hijo sigue tu instinto como acabas de hacer. Ese instinto te llevará
hasta él. —Volvió su muñeca y posó el cuchillo de nuevo por el otro lado del antebrazo. Al ser la
cara interna dolió muchísimo más y apretó los dientes con fuerza. Mirando los ojos negros de la
mujer sintió alivio cuando le puso el ungüento escuchando los gritos de su marido en el exterior
ordenando que buscaran a la niña porque no podía estar lejos. Urg sonrió antes de mirar su brazo
para vendárselo. —Abrígate, niña. Va a nevar.
Esa frase le heló la sangre y angustiada susurró —Es tan pequeño…
—Es tan fuerte como sus padres. Si te das prisa llegarás a tiempo de salvarle la vida. Corre, niña. —
La cogió por los hombros y besó su frente.
—Que Odín te acompañe.
Desesperada corrió hacia su habitación y cogió la piel poniéndosela a toda prisa. Frenética fue a la
habitación de Erika que estaba dormida del agotamiento. Cogió sus botas que eran más abrigadas
porque ella no tenía prohibido salir de la casa. Apretó los labios mirando a su hermana que esa vez
no podía apoyarla y antes de salir su mirada se detuvo en una pequeña espada de Daven. También
cogió una piel para su niño enrollándola y con un cinturón de su hermana se la puso en bandolera
antes de correr hasta el salón y encontrar a su primo en la puerta como si estuviera esperándola. —
¿Vamos a buscarle?
—Sí.
Vidar sacó su espada. —Tu marido está fuera.
—¿Qué marido? —preguntó con desprecio antes de salir. Bajó los escalones a toda prisa con su
primo detrás e ignoró a su esposo. Avisado por Daven que la vio salir, este se volvió asombrado
para verla pasar.
—¿A dónde rayos vas, mujer? —Sin contestarle siguió caminando.
—¡Dahlia!
Sintió como la cogía por el brazo haciéndola chillar de dolor. Se volvió golpeándole en la cara con
la mano libre. —¡Apártate de mí! —gritó fuera de sí.
Brandr dio un paso atrás y apretó los labios por el odio en sus ojos verdes. Ella levantó la espada
alejándose de él sin darle la espalda. —
Apártate de mí o no respondo. —Siguió caminando hacia atrás y su primo se puso a su lado
preparado para la lucha. —Voy a buscar a mi hijo y no se te ocurra interponerte en mi camino.
¡Quédate con esa zorra y a mí déjame en paz!
Pálido les observó alejarse y sintió como Daven se colocaba a su lado. —Cree que te has puesto de
parte de Ragna. La has herido antes de saber lo que ocurría y…
—¡Si no lo hubiera impedido la hubiera matado! ¡Lo sabes tan bien como yo!
Daven apretó los labios. —Yo también la aprecio, Jarl. Ragna ya es parte de nuestro pueblo, pero te
ha ocultado algo que ha puesto en peligro a tu propia sangre. Tu mujer está furiosa y con razón. Y
más después de haberla dañado.
Brandr muy tenso apretó los labios y siseó —Quedas al cargo.
Le miró asombrado. —¿A dónde vas?
—¡A cuidar de mi mujer!
—Está con su primo y tu hijo…
Le fulminó con la mirada. —Mi hijo está en manos de una niña que si ha huido en pleno invierno
solo ha podido tomar un camino. Mi esposa piensa igual, así que voy hacia allí mientras vosotros
buscáis en los alrededores. Solo pido a los Dioses que alguno de nosotros dé con ellos antes de que
llegue lo peor del invierno. —Se volvió dándole la espalda a su hombre y Daven apretó los labios
mientras se alejaba.
Dahlia cogió la mano de su primo para que la ayudara a bajar una roca escuchando el estridente
ruido de la enorme cascada que tenían sobre ellos. Vidar le había dicho que ese era el camino más
rápido para llegar a la antigua aldea y no dudó en seguirle pasando cuando le indicó por un hueco
que había entre el agua que caía con fuerza y las rocas. El agua helada les salpicó y angustiada saltó
de una piedra a otra pensando en su niño. En si estaría tirado por allí o en si estaría empapado. Giró
la cabeza hacia atrás para mirar hacia su primo y se le cortó el aliento al ver a Brandr a lo lejos
saltando una de las rocas.
—Me odia lo suficiente como para no dejarte sola conmigo.
Le miró sorprendida. —¿Por qué iba a odiarte?
—Por abandonaros.
—Qué tontería. Estabas herido y eras un niño. —Saltó otra roca sin detenerse aún sorprendida
porque les siguiera.
—Está celoso. Cada vez que nos pilla hablando me mira como si quisiera destriparme. Quizás es
porque a mí me has perdonado. —La miró de reojo y vio como su prima apretaba los labios. —Os
abandoné. Tiene razón.
—Eras un niño.
—No volví por vergüenza.
Agachó la mirada y pisó la nieve llegando ya a la hierba. Su primo sonrió con tristeza. —Nunca me
has preguntado lo que ocurrió…
—Estabas herido. Es todo lo que tengo que saber.
—Fui cobarde.
—Eso es imposible.
Él rio por lo bajo atento a todo lo que tenía a su alrededor y escuchó a Brandr mucho más cerca de
ellos, pero aun así continuó —Llegamos a la costa al amanecer y estaba muy nervioso después de
escuchar a los veteranos hablar sobre incursiones pasadas. La aldea apenas se estaba despertando y
los hombres salieron casi desnudos para hacernos frente.
Cuando un hombre mayor se enfrentó a mí y le atravesé con mi espada algo se me removió dentro.
Su prima asintió. —Es lógico. Era la primera vez que luchabas.
—Huyendo de su hijo me metí en una casa y cerré la puerta. Me apuñalaron por la espalda y al
volverme vi a una niña tan parecida a ti que me dije que era una burla del destino. La golpeé
dejándola sin sentido y cuando se abrió la puerta yo estaba medio desmayado en el suelo. Vi como
uno de los nuestros se acercaba a mí y con desprecio me dio la vuelta llamándome cobarde antes de
quitarme el puñal de la espalda porque era de plata. Fue él quien me dijo que más valía que me
muriera a regresar a casa y pasar por la vergüenza de que toda mi gente supiera como les había
insultado con mi cobardía.
—Lo siento.
—No tienes que sentirlo. —Pensativo miró al frente. —Todavía ni sé cómo escapé de allí. Recuerdo
que pasé cerca de dos hombres que cargaban a dos mujeres que gritaban llorando mientras llamaban
a sus hombres que yacían muertos en el suelo. La siguiente vez que me desperté estaba en un
bosque cercano y conseguí llegar a la costa para ver como el barco se alejaba. Pero te juro por Odín
que sentí alivio porque se iban sin mí y la razón era que sabía las burlas que tendría que soportar si
volvía. Ni una sola vez pensé en vosotras. En que pudierais necesitarme o en que tu madre podría
morir. Pero es cierto, tenía que haber tenido valor y haber vuelto en cuanto pude.
—Tampoco me has contado cómo regresaste.
—Apenas me había recuperado cuando vi un hombre en una barca en el mar. Le seguí por la costa y
la encontré amarrada horas después.
—¿Una barca? —preguntó sorprendida—. Podrías haberte matado.
—Tuve suerte. Esos días hubo un tiempo soleado y la mar estaba como una tabla. Eso me ayudó a
llegar. Odín debía estar de mi parte. Solo quería cruzar el mar y lo conseguí, pero mucho más al sur.
Y durante estos años me fui acercando sin darme cuenta hasta llegar a casa. ¿No es irónico?
—Y te has vuelto todo un guerrero.
—Aprendí a defenderme. No me quedó más remedio. Y aprendí a matar.
—¿Y ahora cómo te sientes cuando lo haces?
—Me he dado cuenta de que da igual cuanto mate. Esa sensación que sentí la primera vez la seguiré
sintiendo el resto de mi vida cada vez que le arranque la vida a alguien, pero te juro que no he
vuelto a matar sin razón. Cuando nos encontramos acababa de unirme a esos desalmados. Me
engañaron para unirme a ellos diciéndome que me pagarían bien por hacer un trabajo. Cuando
subimos el fiordo creí que visitábamos a alguien. Solo me di cuenta de lo que ocurría cuando
empezaron a armarse y escuché
comentarios sobre a ver qué podían llevarse. Cuando bajé del barco solo me defendí, te lo juro.
Ella sonrió. —Estoy segura.
Un llanto a lo lejos le cortó el aliento y miró al frente sin darse cuenta de los copos de nieve que
empezaban a caer con fuerza. —Egil… —
Corrió lo más rápido que pudo.
Vidar corrió tras ella y gritó —¡Ten cuidado! ¡Con la nieve no ves lo que hay debajo!
—¡Dahlia! ¡Detente! —gritó Brandr corriendo lo que podía.
Sin escuchar a nadie siguió caminando tan aprisa como le era posible ya con la nieve hasta las
rodillas. —¡Dahlia detente ahí! ¡El oso!
—¡Dahlia! —gritó su primo sobresaltándola antes de que la cogiera por el brazo tirando de ella
hacia atrás. Ambos cayeron al suelo antes de que la nieve cayera a plomo en el enorme hoyo y
Dahlia estiró el cuello para encontrarse las lanzas mirando hacia ella. Se le heló la sangre al darse
cuenta de que era una de las trampas que habían hecho los hombres cuando habían ido a cazar los
osos.
Su marido se agachó a su lado. —¿Estás bien?
Le miró sorprendida antes de gritar —¿Y a ti qué te importa? —Se levantó a toda prisa y Brandr
apretó los labios por su mirada de odio antes
de continuar con su camino.
Vidar hizo una mueca antes de levantarse. —Prima, ten cuidado. —
Al no hacerle ni caso se giró hacia Brandr con el ceño fruncido. —¡Ya se le había pasado el enfado!
—Lo dudo mucho. —Gruñó siguiendo a su mujer y los hombres se miraron de reojo con
desconfianza.
Al cabo de unos minutos Vidar no lo soportó más y dijo —Parece que no te llevas muy bien con tu
esposa, Jarl.
Brandr se detuvo en seco. —Como acaba de decir mi mujer, ¿a ti qué te importa?
—¡Pues me importa y mucho!
—¡No te importaba tanto cuando las dejaste crecer solas!
—¡No sabía que mi tía iba a fallecer y teniendo en cuenta todo lo que hiciste tú, no sé cómo tienes
la poca vergüenza de echármelo en cara!
¡Tú sí que estabas allí!
Brandr dio un paso hacia él furioso. —¿Y por qué crees que trabajaban en la casa? ¡Cuando Sigrid
le preguntó al Jarl si podían trabajar en la cocina él se negó en redondo! ¡Tuve que enfrentarme a mi
padre para tenerlas a la vista cuando él no quería ni verlas después de cancelar el
compromiso! ¡Puede que no me ocupara de ellas como debía, pero hice algo en contra de mi Jarl!
—¡Tuvieron que defenderse solas! ¡Las ignorabas y te ibas de incursión durante meses para hacerte
más rico! ¿Sabes las veces que las chicas tuvieron que defenderse?
—¡Lo sé de sobra porque yo sí me preocupaba por ellas y te aseguro que quien se atrevió a ponerles
una mano encima durante mis ausencias, no se pudo levantar en una semana en cuanto me enteré!
A Dahlia se le cortó el aliento y se detuvo para volverse lentamente para ver que los hombres
seguían discutiendo acaloradamente.
—¡Le has hecho daño una y otra vez!
—¡Mi esposa me conoce muy bien! Sabe que no tengo paciencia y que no soy de trato fácil, pero…
—¿Fácil? ¡La culpaste de todo lo que había ocurrido y la ataste a un árbol para darle una lección
cuando no quiso volver a tu lado!
Dahlia sintió un vuelco en el corazón al ver el dolor en su rostro, pero aun así su marido gritó con
rabia —¡Me abandonó! ¡Yo lo había perdido todo por ella y me abandonó cuando las cosas se
pusieron difíciles!
¿Sabes lo que sentí? ¡Sabía que le había hecho daño y que había pagado mi frustración con ella,
pero es mi esposa! ¿Cuándo me ha comprendido ella a
mí? —Los ojos de Dahlia se llenaron de lágrimas. —¡Durante años tuve que mantenerme alejado, ni
le hablaba siquiera si no era necesario porque mi Jarl me lo había ordenado para que no se
comentara lo del compromiso entre mi pueblo y que así todo se olvidara! ¿Sabes lo que es sentir que
algo es tuyo y no poder tocarlo? ¿Sabes lo que es verla día tras día y tener que reprimir mis deseos
porque nunca sería mi esposa aun sabiendo que ella me amaba? —Impresionada ni se dio cuenta de
que una lágrima corría por su mejilla. —¡Si la tomé es porque ya no pude más y sabía que debía
casarme con otra mujer! ¡No pude evitarlo como no pudo evitarlo ella! ¡Sé que la insulté al hacerla
mi amante, pero preferí tenerla a no tocarla jamás! ¡Sé que le hice daño con lo que consideraba mi
rechazo y por lo que diría la gente que la había visto nacer, por eso cuando me enteré del robo me
enfurecí tanto! ¡Iba a irse! ¿Para qué iba a querer el oro sino? Te juro que algo por dentro se me
removió e hice cosas que jamás me imaginaría, pero al creer que se iría… ¡Tenía que detenerla!
—¡La heriste!
—¡Se negaba a decir la verdad cuando yo sabía que había sido ella!
¡Y el tiempo lo demostró! ¡Me mintió! ¡Tenía que recuperar el oro!
—¡Para no darle opción!
—¡Exacto! ¡Para que no me dejara! ¡Qué es lo que lleva haciendo desde que nos casamos! —Brandr
apretó los labios con fuerza. —Cuando
llegamos aquí le eché cosas en cara de las que no tenía ninguna culpa.
Estaba agotado y fuera de mí cuando vi el estado en que viviría mi gente.
¡Gente que me habían seguido a mí para morir ese invierno! ¡Lo pagué con ella, pero intenté
arreglarlo y ella me rechazó! —Dio un paso atrás como si estuviera recordándolo. —No me lo podía
creer. Parecía que me odiaba y que cualquiera le importaba más que yo. —Negó con la cabeza
incrédulo.
—Cuando se fueron… Prefería enfrentarse al invierno y la posibilidad de morir a estar conmigo…
—Se quedó en silencio unos segundos mientras Dahlia sentía que su corazón latía de nuevo. —¡Te
juro que cuando la encontré ni me lo podía creer, pero se mostró rebelde y me odiaba! ¡A mí que no
había dejado de pensar en ella en todo ese tiempo separados! ¡Sé que no hice bien, pero se burló de
mí y mi maldito orgullo habló! ¡Y te juro que cuando vi su sangre sentí que se me desgarraba el
alma!
—¡Pero regresó!
—¡Por su hijo no por mí! —Dahlia dio un paso hacia él llorando por el dolor que emanaban sus
palabras. —¡Y durante meses he intentado que se diera cuenta de lo importante que es para mí
porque nunca se lo había demostrado como debía! ¡Y para qué ha servido! ¡Me odia de nuevo!
Vidar vio en sus ojos la frustración. —Hoy la has dañado.
Apretó los labios con fuerza. —Soy su esposo, pero también soy el Jarl. No podía dejar que matara
a Ragna si podía impedirlo y tuve que
hacerlo, aunque sea mi esposa. Mi padre hubiera actuado de otra manera, pero yo no soy así. ¡Yo
imparto la justicia entre mi gente, no ella! ¡Debía haber acudido a mí, pero nunca lo hace! ¡Sé que
es culpa mía, pero Ragna no debía pagar las consecuencias! ¡Yo también quiero recuperar a mi hijo!
Su primo levantó las cejas. —¿Me estás diciendo que la amas?
—¡Sí!
El corazón de Dahlia saltó en su pecho con fuerza e iba a decir algo cuando su primo se echó a reír.
—Pues menuda manera de amarla.
—¡Te voy a destripar, cabrón!
Furioso se tiró sobre él y ambos rodaron por la nieve. Asombrada vio como empezaban a darse de
puñetazos y la verdad es que ambos estaban a la par. Cuando Brandr pegó a su primo en la cara
gruñó molesta pero cuando Vidar se lo devolvió tirándole sobre la nieve y colocándose encima a
horcajadas chilló corriendo hacia ellos. —¡Dejadlo ya, idiotas! —
Vidar le pegó un puñetazo a su marido que le volvió la cara y ella gritó de rabia tirándose sobre su
espalda. Le agarró del cabello tirando con saña. —
¡Qué le dejes!
Ambos parpadearon antes de mirarla por encima de su hombro y ella se sonrojó. Brandr sangrando
por el labio sonrió. —Mujer, ¿me estás defendiendo?
—¿Yo? No. ¡Tengo prisa por encontrar a mi hijo! ¿Queréis mover el trasero de una maldita vez? —
Muy digna se levantó y caminó dándoles la espalda.
Brandr apoyó el codo sobre la nieve incorporándose para ver cómo se alejaba. —¿No tienes nada
que decir sobre lo que le he contado a tu primo?
Se sonrojó ligeramente antes de volverse. —¿Quieres moverte de una vez, marido? El niño… —Un
gruñido tras ella le puso los pelos de punta y los hombres asustados se levantaron en el acto. Brandr
le hizo un gesto con la mano para que mantuviera la calma y ella le miró asustada a los ojos. —
¿Brandr?
—Es un oso —susurró—. No te muevas.
Ella echó a correr y Brandr gritó al verla pasar con el oso corriendo detrás —¿Es que nunca vas a
hacerme caso? —Echaron a correr tras ellos.
—¡Corre hacia la cascada!
El oso rugió y asustada miró hacia tras para ver que se acercaba a toda prisa. Vio el hueco de la
trampa a unos metros y corrió todo lo que la nieve le permitía. El oso dio un zarpazo antes de rugir
y Dahlia chilló de miedo al sentir que había rozado la piel que llevaba a la espalda. Al llegar al
borde saltó con toda la fuerza de la que fue capaz y siguió corriendo. Un
silbido la hizo volverse sobre su hombro. Los hombres al lado de la trampa miraban hacia abajo. Su
marido levantó la vista y sonrió encantado. —
Preciosa, tenías que haber venido con nosotros la otra vez. Corres como una gacela.
Gruñó acercándose con el corazón retumbándole en su pecho y al llegar hasta ellos vio el oso
ensartado en una de las estacas con dos espadas clavadas en el lomo. Su marido la cogió por los
hombros y la besó en los morros antes de poder apartarse. —Rayos, qué nervios me haces pasar,
mujer. —Como si nada se alejó dándole un codazo a su primo. —Baja por las espadas.
—¿Yo?
—¿No pretenderás que baje yo? ¡Soy el Jarl, aunque mi esposa y tú lo paséis por alto cuando os dé
la gana!
Jadeó indignada. —¿Y cuándo hago yo eso si puede saberse?
Él giró la cabeza para mirarla con los ojos entrecerrados. —¿Quieres discutir, mujer?
—¡Quiero encontrar a mi hijo!
—¡Para eso necesitamos las espadas!
—¡Vidar baja!
Su primo bufó y se apoyó en una de las espadas para bajar un pie.
De pie uno al lado del otro se miraron de reojo. —Preciosa, sobre esa herida del brazo…
—¿Me amas?
Brandr la cogió por el brazo pegándola a su pecho para abrazarla con fuerza. —No puedo vivir sin
ti. No me hagas esto otra vez. —Sonrió sobre su pecho. —¿Cómo no voy a amarte si eres lo mejor
que tengo en la vida? ¿Por qué crees que me aferro a ti? —Emocionada apartó la cara para mirar sus
ojos. —¿Recuerdas el día en que nos fuimos y que tú te empeñaste en ir a buscar tu oro? —Asintió
abrazando su cintura. —En ese instante supe que había hecho lo correcto. Fui feliz y siento que lo
que vino después lo enturbiara todo. Siento lo que hice en ese momento que perdí los nervios y te
dije todas esas cosas hirientes. Se abrió una grieta entre nosotros que no he sido capaz de cerrar,
pero te juro por Odín que pienso hacer lo que sea necesario para que me perdones.
—¿Y me perdonas tú a mí?
—Lo que hiciste fue porque creías que no te quería y eso es solo culpa mía. Siento no habértelo
demostrado como merecías. —Se agachó y besó suavemente sus labios. —Y te amo, preciosa —
susurró desesperado porque le creyera—. Te amo más que a mi vida.
Sus preciosos ojos verdes se llenaron de lágrimas de la felicidad. —
Te amaré siempre.
La miró sorprendido. —¿De verdad?
Al ver su sorpresa sonrió. —Sí.
—¿Después de todo lo que ha pasado? —preguntó incrédulo.
—Sí.
—No habías dejado de quererme nunca, ¿verdad?
—No.
—¿Entonces por qué te has resistido tanto, mujer? —le gritó a la cara—. ¿Sabes lo que te he echado
de menos durante dos años?
El corazón de Dahlia dio un vuelco sabiendo que estaba dolido y le abrazó por el cuello con fuerza.
—Lo siento, mi vida.
La pegó a él como si no quisiera que se separase jamás. —No vuelvas a rechazarme.
—No vuelvas a herirme.
—Lo intentaré.
Sorprendida le apartó por los hombros para mirarle. —¿Qué has dicho? ¿Cómo que lo intentarás?
—Mujer, es que sois muy sensibles. ¡Grito a mis hombres continuamente y no se ofenden! Tú eres
muy delicada.
—¡Sí! ¡Lo soy! ¡Así que cuida tu lengua porque sino te la corto! —
Se apartó señalándole con el dedo. —¡Estás advertido!
El Jarl hizo una mueca viendo como su mujer se alejaba molesta de nuevo pero su esposa se volvió
y le guiñó un ojo haciéndole sonreír. Vidar carraspeó desde la zanja. Estaba con las espadas en una
mano y la otra estirada hacia él para que le subiera. Fastidiado miró hacia abajo. —
¿Acabas o no? Siempre incordiando.
—¿Ves cómo estás celoso de mí? Y ahora empiezo a pensar que lo estabas cuando llegué a la aldea
siendo un chico porque nunca te he caído bien. Y era por ella, ¿verdad? Yo sí podía hablar con ella
—dijo con burla mientras le subía.
—Cierra la boca —siseó con rabia.
—¿Lo ordena mi Jarl? —preguntó intentando picarle.
—¡Sí!
—Chicos, llevaros bien o me voy a enfadar. Llevaros bien que os quiero a los dos —dijo Dahlia sin
dejar de caminar.
Ambos se miraron con inquina antes de seguirla.
Capítulo 15
Las horas que habían caminado se había mantenido muy callada porque tenía mil cosas en la
cabeza. Había entendido todo lo que su marido había dicho y aun después de todo lo que había
pasado era imposible no perdonarle. Esos últimos meses había demostrado que podía ser un buen
marido, aunque ella no le hubiera dado oportunidad de reconciliarse. Pero su marido se había
abierto a Vidar y le conocía bien, había sido totalmente sincero. Ella había dejado que el dolor de
sus acusaciones la alejara más y más de él en lugar de hablar con su marido e intentar solucionarlo
cuando los problemas en la aldea hubieran pasado. Urg tenía razón, no había estado a su lado. Él lo
había perdido todo por su causa y no le había comprendido.
No podía negar que tenía parte de culpa en lo que había ocurrido. Tenía que haber tenido más
paciencia después de lo que le había costado conseguirle por marido. Había logrado un sueño y se
había rendido fácilmente.
El llanto de su niño a lo lejos le hizo olvidar ese tema y se apuraron más aún. Tenían que llegar
cuanto antes. Urg le había dicho que si se daba prisa puede que llegara a tiempo para salvarle la vida
a su hijo y le había escuchado. Caminó lo más aprisa que pudo y los hombres notando su tensión
mantuvieron su ritmo sin hablar hasta llegar allí. A las afueras de lo poco que quedaba de la aldea
miraron a su alrededor escondidos tras unas rocas. Ponía los pelos de punta. Estaba nevando con
fuerza y apenas se veía nada porque todavía quedaba un poco para el amanecer. Nerviosa miró a un
lado y a otro intentando ver las chimeneas de las pocas casas que los suyos habían dejado en pie.
—No ha encendido ningún fuego —dijo su marido en voz baja leyendo su pensamiento.
—No puede haber llegado hasta aquí —susurró su primo—. Hemos caminado muchísimo y hace
rato que no hemos escuchado el llanto de vuestro hijo.
Preocupada se mordió el labio inferior. —Tiene que estar aquí —
dijo angustiada.
Su marido acarició su espalda antes de incorporarse. —Veamos lo que encontramos. Quédate detrás
de nosotros.
—Es una niña. ¿Crees que nos atacará? —preguntó su primo como si hubiera dicho un disparate.
—¡No lo sé! ¡Pero no quiero que le haga daño a mi mujer! ¡Y deja de discutir todo lo que digo!
—¿Yo?
Dahlia exasperada se levantó y rodeó las rocas mientras ellos discutían. —Más me valía haber
venido sola —dijo entre dientes—. Solo me retrasan.
—Te he oído, mujer. Si no llegamos a venir estarías tirada en ese pozo.
—Eso, y puede que te estuviera comiendo el oso. No seas desagradecida, prima.
—¡Shusss! ¡Como os oiga y le pase algo a mi niño os despellejo vivos! —siseó furiosa antes de
cruzar el claro lo más rápido que podía porque la nieve ya le llegaba por encima de las rodillas.
Caminó entre los restos de las casas y subió los escalones de una que tenía la puerta abierta.
Empezó a amanecer y la poca luz que había le permitió ver que en el interior no había nadie. Los
hombres se distribuyeron, pero no encontraron nada. Los tres miraron la antigua casa del Jarl que
era la única que seguía intacta. Recordó como una noche le preguntó a Axe por qué no la habían
tocado si era la más grande. Allí tenían mucha leña que aprovechar y él le había respondido que su
marido era la única que no había querido tocar temiendo que su venganza desde el más allá llegara
hasta ellos. Al parecer eso no había podido evitarse. Se le heló la sangre viendo la fachada y negó
con la cabeza. —Nunca ha estado allí. Mientras vivíamos aquí nunca entró en la casa.
—Que vosotras supierais —dijo su esposo—. Se mantuvo sola todo el invierno. Es lista. Muy lista.
Y ha llegado hasta aquí. —Miró a su marido inquieta. —Revisemos la casa.
Su marido con la espada en la mano caminó hasta la puerta cuando se escuchó un chillido ahogado
y los tres se detuvieron en seco. Sin aliento se volvió mirando hacia unas tablas que tenía a unos
metros donde antes había estado una casa. Ella corrió hacía allí pero no había nadie. Con la
respiración agitada escuchó atentamente y su marido caminó a su alrededor muy tenso. Dahlia iba a
dar un paso adelante cuando Brandr la cogió del brazo deteniéndola. Sorprendida vio que miraba
hacia el suelo y ella bajó la vista hacia allí. Había un tablón grande parcialmente cubierto de nieve.
Brandr se agachó muy lentamente y apoyando las manos en el suelo acercó la cabeza hasta pegar la
oreja. Se tensó con fuerza antes de levantar la cabeza. Sus miradas se encontraron y Brandr asintió.
Vidar se puso en guardia y Brandr cogió la espada que había dejado en el suelo para
levantarse muy despacio. Su marido pasó la mano por la madera suavemente y encontró la argolla.
La cogió sin hacer ruido y miró a Vidar que tenso asintió. Ella cogió su pequeña espada sacándola
de la piel que tenía a la espalda y vio como su marido levantaba lentamente la trampilla intentando
no hacer ruido. Una débil luz iluminaba las escaleras y Brandr bajó un escalón que crujió bajo su
peso. Bajó a toda prisa y Vidar hizo lo mismo casi saltando al sótano. Al no escuchar nada Dahlia
bajó las escaleras muy nerviosa y apartó a Vidar para ver a Jora dormida en una cama tan
tranquilamente. Sintiendo el corazón retumbando en su pecho rodeó a su marido para encontrar a su
niño tumbado al otro lado de la muchacha. Parecía dormido y angustiada miró a su esposo que le
hizo un gesto para que no se moviera. Alargó sus brazos y cogió al niño muy despacio. El niño
movió un bracito y casi solloza del alivio antes de cogerle en brazos a toda prisa alejándose de la
niña. Nerviosa apartó su mantita para comprobar que estuviera bien.
—Está enfermo.
Se le cortó el aliento y se volvió de golpe hacia la niña que para su sorpresa estaba sentada en la
cama observándola.
—Por eso lo he traído.
—¿Enfermo?
—No respira bien.
—¡Estaba bien!
—Parecía que sí.
—¿Qué le has hecho? —gritó perdiendo la paciencia.
—Nada, ya te lo he dicho. —Estaba tan tranquila que ponía los pelos de punta. —Está enfermo y le
he traído para darle unas hierbas. Es que solo las tenía aquí.
Los tres miraron a su alrededor para ver gran variedad de tarros y hierbas secas colgadas en la pared
de todos los tipos.
—Esta niña me eriza el vello —susurró Vidar.
La niña miró hacia él y sonrió de oreja a oreja haciéndole parpadear de la sorpresa mientras su Jarl
decía —¿Esposa?
—Bueno, hace unos días vi que se agitaba al respirar, pero como no tenía calentura… Erika dijo que
seguro que no era nada.
—¿Mi hijo está mejor?
Jora le miró antes de fruncir el ceño. —Te conozco. —Brandr se tensó. —Eres su Jarl. No hiciste
nada por los míos, aunque sé que discutiste con tu Jarl por salvarles. Pero vi como quemabas los
cuerpos. Lo agradecí, guerrero. Mi madre te lo hubiera agradecido. Intenté enterrarla, pero no pude.
No le hubiera gustado ser pasto para animales.
—Ahora sí que tengo los pelos de punta —susurró su primo sin dejar de observarla.
Impresionada por sus palabras dio un paso hacia ella. —¿Mi hijo se pondrá bien? —preguntó
perdiendo los nervios.
La niña asintió. —Se pondrá mejor. Si sigue tomando lo que yo le dé.
—¿Por qué no nos dijiste nada? —preguntó Brandr fríamente—.
¿Por qué no avisaste a mi mujer antes de llevártelo?
—Porque había mentido. Ellas me obligaron a mentir. Yo no quería.
Me hicieron decir que me enviaba Urg para atender a tu hermana. Escuché a Egil y lo supe, estaba
enfermo. Mi mentira se descubriría enseguida. No me creeríais y Egil me necesitaba. Me necesita.
No me hubierais creído, lo sé.
—¿Esta niña se va a quedar a vivir con nosotros? —preguntó Vidar espantado.
—Le has puesto en peligro —le recriminó Brandr a Jora—. ¡Podrías haber muerto o haberle
matado!
—Está bien. —Levantó la barbilla. —Hice lo que debía, mi Jarl.
Ahora quiero dormir. Estoy cansada —dijo como si fuera una princesa antes de tumbarse de nuevo
poniendo la mano bajo la mejilla—. No hagáis ruido.
—Asombrada miró a su marido que parecía a punto de querer soltar cuatro gritos. —¡Y cerrad la
trampilla! ¡Hace frío!
Atónita vio como su primo iba hacia la trampilla y la cerraba de golpe sobresaltando a su hijo que se
echó a llorar del susto. Vidar se sonrojó mientras los demás le fulminaban con la mirada. —Mejor
me acuesto en esa esquina que yo también necesito descansar.
Brandr se acercó a su mujer que intentaba calmar a su hijo. Cuando llegó a su lado el niño le miró y
sonrió alargando los brazos. Su marido sonriendo le cogió y le acarició la espalda mientras su hijo
apoyaba la mejilla en su hombro. Estaba tan aliviada porque estaba bien, que emocionada les
observó mientras su marido atendía a su hijo y ahí se dio cuenta de que nunca sería como su padre.
Las acciones que les habían llevado a esa situación lo habían demostrado, como lo demostraba la
herida que ella misma tenía en el brazo por haber perdido los nervios. En lugar de ser injusto y
dejarla actuar matando a Ragna sin razón, su marido lo había evitado porque era lo justo, algo que
no hubiera hecho su padre porque hubiera preguntado después. Al levantar la vista vio que la
observaba y sonrió. —No eres como tu padre.
—¿Eso crees? —preguntó sorprendido.
—Y nunca serás como él. —Brandr aliviado porque pensara eso se acercó y la abrazó besándola en
la frente. Ella se aferró a su cintura y apoyó
la mejilla en su pecho. —No eres como él.
—Entonces es gracias a ti, preciosa. —Besó su coronilla abrazándola como si no quisiera separarse
jamás. —Gracias a ti.
Ella miró hacia arriba y entonces lo vio. Vio el amor que su marido sentía por ella y su corazón
creció en su pecho hasta dejarla sin aliento. —
He nacido para sentir este momento. Sentir que me amas.
—Siempre, mi Dahlia. Hasta la muerte.
Tumbados en el suelo sobre sus pieles, su marido la abrazaba por la espalda pegándola a su pecho
para darle calor. Abrió los ojos sintiendo que la herida del brazo le latía, lo que no era buena señal.
Miró hacia la cama intentando no despertar a su esposo y se tensó porque la niña la miraba
directamente sentada en la cama con el niño en brazos. Jora sonrió. —¿Te duele?
Estaba claro que esa niña sabía cosas que los demás no veían como muy bien le había dicho a
Daven. Asintió y Jora saltó de la cama dejando a Egil con cuidado sobre ella. El niño chilló y su
marido se sentó de golpe.
Jora soltó una risita. —Tranquilo, guerrero. Todo va bien. —Con desparpajo fue hasta una pequeña
olla y Dahlia se sentó sintiendo que le
dolía todo mientras ella encendía un pequeño fuego con una yesca. Miró sobre su hombro a su
marido que no quitaba la vista de encima a la niña, lo que significaba que aún no confiaba en ella.
Cogió del brazo a su marido que la miró a los ojos y al ver que estaba pálida y agotada la cogió por
la nuca preocupado. —¿Estás bien?
—Sí. Pero me preocupa algo —susurró antes de acercarse a él y decirle al oído—. Urg me dijo que
me diera prisa si quería salvar a mi niño.
¿Salvarle de qué si ella no quiere hacerle daño?
Notó como Brandr se tensaba y al escuchar un ruido ambos miraron hacia la esquina. Su primo se
levantaba en ese momento y se acercaba a la niña. —¿Tienes agua?
—Tienes toda la que quieras fuera —dijo la niña con descaro echando unas hierbas amarronadas en
la olla.
Cuando le dio la espalda para coger un tarro Vidar alargó las manos como si fuera a estrangularla y
Brandr carraspeó. Su primo le miró y este negó con la cabeza. Dahlia no pudo evitar soltar una risita
por su cara de frustración. —¿Tienes algo de comer?
La niña levantó una ceja pelirroja. —¿Es que no puedes apañarte solo? ¿Tengo que hacerlo yo todo?
Vas a ser un desastre de marido. —Negó con la cabeza como si en verdad fuera una tragedia antes
de volverse y
poner sobre la mesa un queso al que solo le faltaba un pedazo. —Menos mal que soy previsora.
—¡Ese queso es mío! —Se levantó asombrada para ver que era uno de los quesos que ella había
hecho hacía unas semanas.
—Claro. Se lo cogí prestado al Jarl. —Este chasqueó la lengua como si fuera el colmo y Jora sonrió.
—¿A que ahora os alegráis de que lo haya cogido prestado?
—¡Lo has robado! —le echó en cara Vidar.
—No, yo no robo como otros. —Le miró tan fijamente que Vidar gruñó. —Yo tomo prestado.
Además estaba ayudando, así que tengo que comer. Yo no robo.
—Nos viene muy bien, Jora —dijo Dahlia cogiendo un cuchillo y dándole un corte. Se acercó a su
niño y se sentó a su lado apartando un mechón de su cabello de la frente.
—Enseguida tomará lo que necesita —dijo Jora satisfecha.
—¿Durante cuánto tiempo?
—Un par de años. Es para abrirle la respiración. Va a ser fuerte y muy sano, pero solo si toma esto.
—Preciosa, come. —El Jarl cortó un pedazo de queso y se lo dio a Vidar antes de cortar otro para la
niña y otro para él. —¿Qué le has dado de
comer a Egil?
—Queso —respondió como si fuera lo más evidente del mundo.
Brandr tomó aire como si se estuviera cargando de paciencia y su esposa sonrió. La verdad es que
era de armas tomar y recordó que ella en una época fue así hasta que su padre murió y todo cambió.
Brandr vio como su mirada se entristecía y se sentó a su lado. —¿Qué ocurre, preciosa? Está bien.
Sonrió cogiendo su mano. —Sí, está bien. Todos estamos bien.
Después de comer su queso Vidar fue hasta la trampilla. —Voy a aliviarme.
Nadie le hizo ni caso y empujó la pequeña puerta, pero esta no se movió. Empujó con las dos manos
y Brandr se tensó levantándose. —¿Qué ocurre?
—No se mueve —dijo con esfuerzo intentando empujarla.
Brandr se acercó a toda prisa mientras la niña se acercaba con un tazón a Dahlia. —Bebe.
—¿Qué es eso? —preguntó su marido mosqueado.
—Es para el brazo. Para el dolor y que cure bien. Mejor que la corteza de Sigrid, te lo aseguro, mi
Jarl.
Dahlia sopló sobre la tisana y bebió. Estaba agrio, pero no era desagradable. La calentó porque se
sentía algo destemplada y era porque su ropa aún no había secado del todo aunque allí no hacía frío.
Miró a su alrededor. —¿Estas hierbas las has recogido tú?
—Casi todas. Las más antiguas las recogió Helmi.
—Hay una cama.
—Dormía aquí cuando… —Agachó la mirada.
—Te escondías aquí.
—Sí. Creía que me había quedado sola hasta que llegasteis.
—¿Por qué no nos dijiste nada?
La miró fijamente con sus ojos azules. —La gente no está a gusto conmigo.
—Estoy segura de que eso no es cierto. Tu hermana…
—Mi hermana casi no hablaba conmigo. Su padre no le dejaba. Ni a Gudrun. Ellas eran de la
familia. Yo no era nadie.
—Nunca vuelvas a decir algo así, ¿me oyes? —dijo muy seria—. Tú eres tan importante como
cualquiera.
Brandr escuchándolas dejó caer los brazos apretando los labios. —
Preciosa… —Ella le sonrió y se sintió aliviado porque no vio ningún rencor en sus ojos. No sabía si
su mujer sabía todo lo que se arrepentía de esas
palabras, pero esperaba poder demostrarle que se arrepentía enormemente.
Dahlia esperaba que continuara y forzó una sonrisa. —Estamos bloqueados.
Se levantó dejando el tazón vacío sobre la mesa y asustada vio que su primo seguía intentándolo,
subiendo otro escalón más para empujar con el hombro. La puerta se elevó apenas nada, así que la
volvió a golpear de la misma manera para mostrar una fina ranura de nieve.
—¿Pero cuánto ha nevado? —preguntó impresionada.
—Lo bastante para bloquearnos —respondió su marido mirando a su alrededor—. Tendremos que
romperla y dejar caer la nieve.
—¡No! —protestó Jora—. ¡Las hierbas se estropearán!
—¿Piensas quedarte aquí todo el invierno, niña?
—¿A quién llamas niña? —Levantó la barbilla orgullosa. —Yo veo mucho más de lo que tú verás
jamás.
Al parecer esa frase se la decía a todos los que la llamaban niña y Dahlia sonrió divertida. —
¿Cuántos años tienes?
—Trece. Ya soy toda una mujer.
—Yo no lo hubiera dicho mejor.
—Esposa… —dijo su marido empezando a perder la paciencia.
—Las hierbas son importantes para los nuestros. Hay que preservarlas lo mejor posible.
Jora sonrió asintiendo. —Eso.
Frustrado se pasó la mano por su cabello negro. —¿Y qué propones? ¿Qué las traslademos? ¡No
tenemos manera de transportarlas y por cómo ha nevado vamos a tener un viaje de vuelta que no se
lo deseo ni a mi peor enemigo!
—Seguro que a tus enemigos les deseas cosas peores —dijo su primo fastidiándole.
—¡Cierra la boca!
—Haya paz —dijo exasperada porque empezaban de nuevo—. Son como el perro y el gato.
Jora sonrió. —Lo sé. Pero terminarán siendo uña y carne.
—¿De veras?
—Sí, seguro.
—¿Si ves tanto cómo no has visto que te hubieras quedado encerrada todo el invierno? —preguntó
Vidar irónico.
A Dahlia se le cortó el aliento. —Claro, era eso.
—Si se hubieran quedado encerrados no les hubiéramos encontrado
—terminó su marido por ella—. No hubieran podido salir.
—Sin comida ni agua.
—Qué tontería, sabía que me seguiríais. —Jora fue hasta la olla que estaba vacía. —Necesito agua
para el niño. Tiene sed.
Egil se pasó la lengua por el labio varias veces como hacía cuando tenía hambre antes de chillar. —
Ma…
Estiró los brazos para cogerlo y se volvió hacia su marido. —Sí, tiene sed.
—Muy bien, Vidar… rompe la puerta.
Su primo cogió un hacha que había colgada en la pared y Jora chilló
—¡Las hierbas!
—¿Queréis decidiros?
—Tenemos que salir. Rómpela. Luego ya veremos cómo lo arreglamos para que no se estropeen
hasta que podamos trasladarlas.
Vidar asintió a su Jarl y subió un escalón empezando a golpear con fuerza destrozando la madera sin
mucho esfuerzo. La nieve empezó a caer sobre él. Egil con los ojos como platos miraba a su primo.
Los pedazos cayeron al suelo antes de que un buen trozo de nieve cayera sobre su cara.
El niño rio y Vidar se limpió la cara guiñándole un ojo. El Jarl estiró el cuello para ver el cielo
despejado sobre sus cabezas. —Perfecto, no nieva.
Aprisa que tenemos mucho trecho para llegar a casa.
Jora señaló la olla. —Quiero agua, así que no me metas prisa, mi Jarl.
Horas después Jora aún estaba decidiendo qué hierbas llevar en una bolsa de cuero que Brandr había
buscado. Pero para ella no era suficiente.
Abrigados con las pieles y sentados en la cama miraban como iba de un lado a otro mientras Vidar
despejaba la entrada para clavar otras tablas que preservaran las hierbas que quedaran allí.
Dahlia le dio un pedazo de queso a su niño que comió con ansias cogiéndolo con las dos manitas. —
Jora, como no termines en el tiempo que Egil come el queso nos iremos sin la bolsa. Estás
advertida.
La niña miró a Egil y chilló corriendo de un lado a otro mientras los mayores sonreían. —Eres una
madre estupenda, preciosa.
Se acercó a su marido y este besó sus labios lentamente.
—¿Qué? ¿Nos vamos? —preguntó su primo desde fuera—. ¡Se me están helando las pestañas!
Jora metió un tarro en la bolsa y sonrió. —¡Lista!
—Ya era hora.
Se levantaron y su primo entró a toda prisa en el sótano. —Viene alguien por el fiordo —susurró
sacando su espada.
Su Jarl puso los ojos en blanco y su mujer soltó una risita. —Vidar, son de los nuestros. ¿Cómo iban
a pasar sin que los vieran desde casa?
—Muy listo este no es. —Jora indignada puso los brazos en jarras.
—Tendré que casarme con él para espabilarle.
—¿Qué ha dicho? —preguntó Vidar espantado.
El Jarl se echó a reír —Hasta me lo estoy pensando…
—Mi Jarl…
—A que ahora me vas a hacer caso en todo.
—En todo. Hasta la muerte.
Capítulo 16
Una caricia en su vientre la despertó y sintió a su marido a su espalda. Apartó su cabello rubio y
besó su cuello mientras Dahlia sentía como su sexo endurecido se pegaba a su trasero. Ronroneó
entre sus brazos cuando su mano subió hasta sus pechos acariciándolos bajo la piel que les cubría.
—Mujer, ¿estás despierta? —preguntó divertido.
Dahlia gimió en respuesta y giró la cabeza hacia él buscando sus labios. Brandr la besó
impidiéndole que se volviera y a Dahlia se le cortó el aliento cuando sintió como entraba en ella
lentamente. El placer era tan exquisito que gimió en su boca. Brandr se apartó para mirar sus ojos y
entró en ella todo lo que pudo. —Eres mi mujer.
Salió de su cuerpo tan lentamente que todo su cuerpo tembló entre sus brazos y queriendo retenerle
se aferró a la mano que estaba sobre su pecho antes de que entrara en su cuerpo con fuerza haciendo
que gritara de placer. —¿Me vas a echar de menos, preciosa? —preguntó con voz ronca.
Movió las caderas con más contundencia en su interior y Dahlia mareada tuvo que cerrar los ojos
mientras su cuerpo solo pudo temblar por todo lo que le hacía sentir. Su ser se fue tensando con
cada embestida, cada vez más fuerte cada vez más intensa, hasta que con un último empellón la
estremeció de arriba abajo por la liberación que recorrió su alma.
Aún disfrutando de él sintió los besos que recorrieron su rostro mientras le decía lo hermosa que
era. Abrió sus preciosos ojos verdes emocionada. —No te vayas. No quiero perderte.
—Lo juré. Tengo que saldar mi deuda. Te dejó conmigo y ahora tengo que pagar. No te pongas así.
—Besó sus labios de manera tan tierna que una lágrima corrió por su mejilla. Él al verla suspiró. —
No me hagas esto, preciosa.
—Prométeme que tendrás cuidado.
—Te lo prometo. —Pasó la mano por la curvatura de su vientre con posesividad. —Y esta vez veré
nacer a mi hija.
Dahlia sonrió a pesar de que solo quería gritar y él correspondió a su sonrisa. —Así me gusta. Eso
quiero recordar cuando esté alejado de casa.
—Te amo. Estos meses a tu lado han sido los mejores de mi vida.
—Habrá muchos más. —La besó de nuevo y se levantó empezando a vestirse con sus pantalones de
cuero. Ya había llegado la primavera, así
que prescindiría de la piel que usaba en invierno. Se abrochó el cinturón y se sentó en la cama para
ponerse las botas. Deseando sentirle le abrazó por la espalda y le acarició. Brandr sonrió. —
Preciosa, ¿me acompañarás así hasta el barco?
—¿Desnuda?
—Muy graciosa. —Volvió la cabeza y besó sus labios. —No te levantes. Aún no ha amanecido.
La puerta se abrió de golpe y Dahlia chilló cubriéndose cuando reconoció a Jora que sin cortarse
entró en la habitación gritando —¡Mi Jarl!
Para sorpresa de ambos entraron también Erika y Ragna que cruzadas de brazos parecían enfadadas.
—¿Se puede saber qué ocurre aquí?
—gritó furibundo. Cogió su espada como si la necesitara para enfrentarse a ellas.
—¡Mi hermana me ha dicho que mi prometido también va y eso no puede ser!
—¿Prometido? ¿Qué prometido? —preguntó asombrado.
—Mi primo, mi amor.
Asombrado miró a la niña. —¡Si te lleva diez años!
—¿Y qué? —Levantó la barbilla. —Ya te lo había dicho. Debes estar más atento, mi Jarl. Yo no me
repito mucho.
—¡Fuera de aquí!
—¿Pero va o no? Porque también se van Daven y Axe. Quien se queda, ¿eh? ¿Quién? Porque Vidar
no se iba y resulta que ahora dice que va. En el salón le tienes para que le eches un buen rapapolvo
por mentirme.
—Puso los brazos en jarras y dio dos golpecitos con el pie en el suelo.
Asombrada miró a su marido. Su primo no diría eso si no lo hubieran decidido. —Cariño, ¿quién se
queda al cargo si os vais los cuatro?
Brandr suspiró mientras las mujeres jadeaban indignadas. —¿Se van todos? —preguntó Erika
asombrada—. ¿Nos vamos a quedar aquí solas?
—¡No os vais a quedar solas! Se quedan Odds con su hijo y los más mayores. Odds ayudará a mi
esposa que es quien se queda al cargo.
Todas la miraron asombradas pero la más sorprendida era ella. —¿Y
cómo vamos a defendernos, cielo?
—Quieren venir, esposa. No puedo negarme. Además debemos conseguir esclavos. Necesito a todos
mis hombres. Y no tenemos enemigos, no va a pasar nada.
—¡Tampoco teníamos enemigos cuando nos atacaron los Tryggvason! —exclamó Erika.
Su marido apretó los labios y Dahlia vio que tampoco estaba contento con esa situación, pero había
que ser sincero, por mucho que se
quedara uno de los hombres si les atacaban nada les libraría de la muerte. El resto de los que se
quedaban no eran guerreros y aunque lucharan en una improbable batalla no servirían de mucho
enfrentándose a hombres experimentados. Por eso su marido no quería ir aunque era su deber. —
Salid de la habitación, tengo que hablar con mi esposo.
Las mujeres salieron sin discutir y Dahlia sonrió. —Tienes razón y no debes preocuparte, ¿de
acuerdo? Ya te he demostrado que sé cuidarme sola.
—Esto no me gusta. —Rabioso cogió su daga y se la puso en la bota. —No os quedan muchos
hombres y…
—Estaremos bien. Me preocupas más tú que sí que vas a enfrentarte a la muerte, así que me alegro
de que te lleves a los más fuertes para que te cubran las espaldas.
Brandr sonrió acercándose a su esposa. —Sí, ya me han dicho que les has amenazado con
despellejarlos como no me las cubrieran en condiciones.
—Que se atrevan a regresar sin ti.
La cogió por la nuca elevando su rostro y acarició sus mejillas con los pulgares. —Prométeme que
si ves que hay peligro huirás a esconderte a
la cascada o a la antigua casa de Ragna. No hay nada aquí tan valioso como vosotros. —
Emocionada le abrazó. —Prométemelo, preciosa.
—Te lo prometo. —Él se apartó y sonrió mirándose la mano donde aún portaba su anillo de casada.
—Llevaba mucho tiempo queriendo dártelo, pero algo me lo impedía no sé por qué…
Iba a quitárselo cuando ella le detuvo cogiendo su mano. —No —
dijo asustada—. Quiero que te lo quedes. Quiero que lo veas y que pienses en mí, en todo lo que te
amo. Quiero que pienses en tus hijos y en que no volverás a verlos si no regresas a mi lado. Piensa
en tu hogar y en lo que te echamos de menos. Eso te hará tener cuidado y volver cuanto antes.
La abrazó con fuerza y besó su sien. —No necesito el anillo para eso, preciosa. No saldréis de mis
pensamientos. Te amo.
—Cuídate, mi vida. Te estaré esperando.
—Me cago en el martillo de Thor y en todo lo que…. —gritó agarrándose el vientre con fuerza y
cuando el dolor cesó poco a poco miró a su hermana asombrada—. ¡Duele mucho más que Egil!
Erika pasó un paño húmedo por su frente. —Sí, hermana. Al parecer va a darte más guerra que el
niño.
Jora con Egil en brazos levantó una de sus cejas pelirrojas mirando entre sus piernas. —Todo va
bien. La niña está bien.
—Hermana, es una quejica —dijo Ragna con su hija en brazos—.
Yo no grité tanto. —Las mujeres la miraron como si hubiera dicho la mentira más gorda del mundo
y esta se sonrojó. —¿Grité?
—¡Sí! —respondieron todas a la vez.
—Ah, pues ya no me acuerdo. Mira cómo se pasa de pronto. —Miró a su niñita pelirroja y sonrió de
oreja a oreja. —Pero merece la pena.
Dahlia puso los ojos en blanco antes de posar la cabeza sobre las almohadas respirando hondo. —
No ha llegado a tiempo. No quería perdérselo.
Erika apretó los labios. —Tiene una misión que cumplir. En el siguiente estará.
—Sí, ya será en el siguiente.
—¿Habláis del Jarl? —preguntó la niña dejando a Egil en su cuna.
Todas asintieron y Jora sonrió. —Pero si está al llegar.
Se sentó de golpe. —¿Cómo que al llegar?
—Esta noche como muy tarde. —Entrecerró los ojos pensando en ello. —Sí, esta noche como muy
tarde regresarán.
—¡Tengo que retenerla! —gritó emocionada mientras todas la miraban como si estuviera loca—.
Solo hasta que llegue.
—Hermana… —Erika cogió su mano. —Se que te hace ilusión, pero…
Un fuerte dolor la atravesó y apretó su mano con fuerza haciendo gemir a su hermana que no
reprimió un gesto de dolor. Cuando cesó soltó su mano a toda prisa y ella la miró asombrada
viéndola correr hacia Jora. —
¿Me los ha roto? —La niña negó con la cabeza y su hermana suspiró del alivio. —Pues casi.
—Será posible. —Cruzó sus dedos sobre su enorme vientre antes de sonreír ilusionada. —¡Ya viene,
ya viene!
—Sí, la niña está a punto de salir —dijo Jora como si estuviera aburrida.
—¡Hablo de Brandr!
—Ah. Sí, ya viene.
Entrecerró los ojos. —No te veo muy ilusionada por el regreso de tu prometido como tú lo llamas.
—¿Ah, no?
Todas la miraron asombradas y esta se sonrojó. —Uy, uy… que vamos a tener de que hablar —dijo
su hermana acercándose—. ¿Quién es?
—¿El qué?
—¿Con quién te quieres casar ahora?
—¿Yo? Con nadie.
—Pensemos, tiene que vivir aquí porque no conoce nada más. Y no hay muchos hombres que se
diga… —Todas abrieron los ojos como platos y la señalaron. —¡Es Dustin!
Roja como un tomate negó con la cabeza. —No, ¿qué locuras decís?
—Uy, miente como una bellaca —dijo Gudrun—. ¡Niña tú no mientes nunca!
—Exacto. —Levantó la barbilla. —Y me voy a casar con Vidar. —
Todas parecieron aliviadas y Jora sonrió. —Sí, con Vidar. Si está vivo, claro.
Dejaron caer la mandíbula del asombro. —¿Cómo si está vivo? —
Dahlia la miró a los ojos. —¿Cuántos han muerto? —Jora agachó la mirada y las mujeres la
observaron angustiadas. —Niña, ven aquí —ordenó desde la cama.
La niña se acercó a regañadientes y Dahlia sintió que se le helaba la sangre porque no quería
mirarla. —¿Cuántos han muerto?
—Solo he tenido un sueño y le hieren.
—¿A Vidar?
—Sí, al salvar la vida del Jarl.
Se llevó la mano al cuello de la sorpresa. —¿Qué más viste?
—Tuvieron que salir huyendo. —Sus preciosos ojos azules se llenaron de lágrimas. —No me tenía a
mí para curarle.
—Ha sido un sueño —dijo Gudrun apretándose las manos—.
Seguro que están bien.
—Sí, niña —dijo Sigrid mirando de reojo a las demás que solo pensaban en sus maridos.
Escucharon el cuerno y a Dahlia se le cortó el aliento. —¡Son ellos!
—Todas salieron corriendo y se agarró el vientre para salir de la cama cuando un dolor la recorrió
doblándola por la mitad. De la impotencia por no poder correr hacia él sus ojos se llenaron de
lágrimas y se agarró al cabecero de la cama tomando aire para levantarse.
Caminó hasta la puerta de la habitación y descalza recorrió el pasillo hasta llegar al salón. Al llegar
a la mitad del salón sintió otro dolor y cayó de rodillas agarrándose el vientre. Cerró los ojos con
fuerza hasta que cesó y cuando los abrió de nuevo vio ante ella unas botas. Al ver el puñal sus ojos
se llenaron de lágrimas y levantó la vista lentamente buscando heridas.
Parecía intacto y su corazón saltó cuando sus ojos llegaron a los suyos que estaban entrecerrados. —
Mujer, ¿vas a parir?
—¿Eso es lo que vas a decirme después de tanto tiempo separados?
Su marido se echó a reír agachándose y cogiéndola en brazos. Ella le abrazó por el cuello
necesitando sentirle. —Estás aquí.
—Y he llegado a tiempo, preciosa… Como te prometí.
—Sí. ¿Estás bien?
—Todos estamos bien y ha sido un buen viaje. Mi hermano estará contento.
Jadeó mirándole. —¿Vas a volver a irte?
—En unos días, cielo. Tengo que darle su parte.
—¡Qué venga a buscarla!
Brandr se echó a reír y la tumbó en la cama mirándola bien. —Estás preciosa.
Se sonrojó de gusto. —Bésame, te he echado de menos.
Él se acercó y atrapó sus labios besándola intensamente.
Disfrutando de él después de tanto tiempo acarició su cuello. Brandr se apartó para mirarla a los
ojos y susurró —Yo también…
Un dolor la traspasó y se agarró el vientre con fuerza haciéndole palidecer. Brandr corrió hasta la
puerta y gritó —¡Jora! ¿Dónde se ha metido esa niña?
Con la respiración agitada abrió las piernas y su marido miró hacia ella perdiendo todo el color de la
cara. —¿Qué haces, mujer?
—¡Parir!
—¿Sola? —Miró hacia el pasillo y gritó —¡Jora! Rayos, ¿es que no hay nadie?
—¿Brandr?
Él volvió hasta ella y cogió su mano. —Estoy aquí, preciosa.
Enseguida viene alguien.
Como estaba tan asustado asintió antes de empujar con fuerza inclinándose hacia adelante y Brandr
estiró el cuello para ver la coronilla de su niña. —¡Es morena! —dijo encantado.
Le miró enfadada. —¡No me desconcentres! —Fascinado no le hizo ni caso alargando más el cuello
y le gritó al oído —¡Marido, me estorbas!
—Preciosa estás un poco alterada, pero te perdono. ¿Duele?
—¡Sí! —le gritó a la cara.
—¿Más que cuando te apuñalé?
Asombrada cogió su oreja tirando de ella con saña para apartarle antes de empujar de nuevo. Brandr
se puso ante sus piernas. —Ya sale. —
Ella se detuvo a respirar y la miró indignado. —¡No te pares ahora!
—Marido… ¡Más me valía parir sola! —Empujó de nuevo y notó como salía la cabeza.
Su marido dejó caer la mandíbula del asombro antes de cogerla con cuidado. Brandr carraspeó. —
Esposa, está algo roja. ¿Y si empujas de nuevo para que salga del todo?
Puso los ojos en blanco de la exasperación y agarrándose las rodillas volvió a empujar. La niña salió
de su vientre y se echó a llorar. Su marido loco de contento la besó en los labios. —Creo que lo has
hecho muy bien.
Mira qué bonita es, preciosa.
Miró a su hija entre sus piernas aún con la respiración agitada y sonrió. —Es clavadita a ti.
Brandr hinchó el pecho orgulloso. —Sí que lo es.
—Cúbrela que no tenga frío.
Su marido miró a su alrededor y en ese momento entró Erika que abrió los ojos como platos al darse
cuenta de que su sobrina estaba sobre la cama. Su hermana chilló antes de salir de nuevo. —Al
parecer no va a ayudarme. Dame tu daga.
Su marido se la dio sin protestar y vio como su mujer cortaba el cordón umbilical antes de coger a
su hija en brazos. Brandr cubrió a la niña
con una piel y la besó en los labios. —Eres preciosa y la única mujer para mí.
—¿Te alegras de haberte casado conmigo?
—Sí, preciosa. Aunque me arrepiento de una cosa.
Le miró preocupada. —¿De qué?
—De no haberme bañado contigo mucho antes.
Se sonrojó de gusto. —¿Sabes de lo que me arrepiento yo?
—¿De qué, mi vida?
—De haberme ido. Perdí un tiempo precioso a tu lado que no voy a recuperar nunca. —Acarició su
mejilla y él cogió su mano para besarla antes de que un enorme anillo apareciera en su dedo índice.
—Tenías tus razones, te había herido. Pero eso no volverá a pasar, preciosa. —Le guiñó un ojo. —
¿Te gusta?
—¿Por qué…?
—Me he dado cuenta de que el que llevo yo me recuerda todo aquello que me dijiste antes de partir
en esta incursión, pero también me recuerda los malos momentos pasados y lo que no debo volver a
hacer. —
Emocionada sonrió. —Por eso te regalo este. Para intentar que olvides esos momentos y solo
pienses en lo que tenemos ahora, porque te amo muchísimo.
—Esos momentos ya están olvidados porque yo también te amo.
Brandr besó sus labios demostrándole todo lo que la quería y se sintió unida a él. Unida a él de por
vida.
Epílogo
Estaba supervisando la comida cuando escuchó un chillido en el exterior y sin pensar corrió fuera
del salón. Su hijo con la pequeña espada que le había hecho su padre en la mano, intentaba herir a
Halls que reía repeliendo sus ataques con un palo. Su tío golpeó uno de sus talones haciéndole caer
y le dijo —Debes mantener las distancias.
—Sí, tío.
Su niño de ya casi seis años se levantó de nuevo y atacó.
Impresionada admiró como había mejorado, pero recibió otro golpe y eso la preocupó porque era
evidente que se había hecho daño, aunque no dijera nada. Se sobresaltó cuando unos brazos la
rodearon. Su marido la besó en el cuello pegándola a él. —Tiene que aprender.
—Lo sé. Pero es muy pequeño todavía, ¿no?
Su marido rio por lo bajo antes de contestar —No.
Gruñó mirando hacia afuera de nuevo.
—¡He dicho que no! —Ambos giraron la cabeza hacia Jora que en ese momento salía de su casa.
Aquella belleza pelirroja hizo que todos la admiraran mientras bajaba los escalones.
Vidar salió de la casa y gritó —¡Mujer, vuelve aquí!
—¡Déjame! —Se detuvo en medio del patio y puso los brazos en jarras. —¡Dile a tu primo que
como se vaya otra vez que no vuelva! ¡Estoy harta! ¡Todos los años la misma historia y todos los
años regresa herido!
—Pero regreso, ¿no? —Sonrió de manera encantadora intentando convencerla. —¿Quién me va a
curar mejor que mi propia esposa con esas manos que tienes? Además, ¿qué harías sin mí,
corazoncito?
—¡Si es por mí no hace falta que regreses! Seguro que encuentro sustituto. —Señaló a Halls. —Él,
por ejemplo.
Halls se detuvo en seco. —¿Perdón?
—¿Qué has dicho? —Vidar bajó los escalones como si quisiera matar a alguien antes de fulminar a
su cuñado con la mirada. —¿Estás intentando quitarme a mi mujer?
—¿Yo?
Varios se echaron a reír, pero era evidente que a Halls no le hacía ninguna gracia.
—Tranquilo Jarl, era un decir —dijo Jora —. ¡Pero es que no entiende nada! ¡Nunca entiende nada!
—A punto de llorar se alejó dejando a su marido sin saber qué decir.
—Mejor la sigo, ¿no?
Todos asintieron y él corrió detrás de su esposa haciendo reír a su Jarl. —Eso no te pasaría si te
casaras, Halls —dijo divertido Su hermano carraspeó y pasó su mano sobre el pelo de su sobrino.
—Hora de descansar.
—Muy bien, Jarl —dijo muy serio antes de correr a donde estaban los niños jugando mientras Erika
les vigilaba.
Brandr se tensó. —¿No me digas que vas a casarte?
—Necesito un trago —respondió entrando en la casa.
Ambos se volvieron. Él metió un cuerno en el barril y bebió con ganas.
—¿Halls? —Dahlia dio un paso hacia él. —¿Qué ocurre?
—Balder se ha empeñado en que tengo que casarme. —Los dos asintieron. —Así que todas las
mujeres me cortejan descaradamente. ¡Por eso he venido, para huir de ellas! ¡Hasta se me meten en
la cama y no son mis amantes!
Se echaron a reír, pero Dahlia perdió la sonrisa poco a poco. —¿No has olvidado a Erika?
Él apretó los labios y se sentó a la mesa. —No es eso. ¿Recordáis a Nanna? —Ambos asintieron. —
Cuando murió padre me pidió protección.
—Se puso de un rojo intenso que a Dahlia no le dio buena espina. —Así que la hice mi amante y así
llevamos todos estos años.
Dahlia jadeó llevándose una mano al pecho. —¡Mucho no te acordabas de mi hermana! —exclamó
indignada.
Él hizo una mueca antes de mirarla a los ojos. —Por eso no quería deciros nada, porque tenemos
buena relación y no quería enturbiarla.
Cuando os encontramos en Heirst yo ya estaba…
—¡Durmiendo con otra! ¡Eso estabas!
—Eso ya no es importante, preciosa. Tu hermana decidió otro camino. —La cogió por el hombro
intentando calmarla y esta le miró de reojo mientras seguía hablando con su hermano. —¿La amas?
Apretó los labios asintiendo y Dahlia sintió pena por él. —Pero no lo entiendo, ¿si la amas por qué
no te has casado con ella? Ha pasado mucho tiempo.
—Ella no quiere. Ocurrió algo en el pasado que cree que no la hace merecedora de ser mi esposa. —
Dahlia agachó la mirada porque sabía que
su violación la había afectado muchísimo. —Pero ya va a tener a nuestro segundo hijo y…
—¿Segundo hijo? —preguntó escandalizada—. ¡Eres el Jarl! —
gritó sobresaltándole—. ¡Si tú dices que se casa, se casa y punto! ¿Qué rayos te pasa?
—¡No quiero obligarla porque cuando se os obliga a algo a las mujeres os poneis de muy mal
talante! ¡Y no quiero que se vaya!
Dahlia se sonrojó con fuerza y su marido rio por lo bajo. —¿Estás intentando convencerla?
—Sí, pero llevo así tres años. Desde que nació mi primer hijo. ¿Qué hago? No quiero perderla y ella
cree que quiero casarme por los niños.
¡Ahora las mujeres de mi pueblo están como locas creyendo que busco esposa y Nanna llora por las
esquinas cuando cree que no la veo! —
Indignado se levantó. —¡Le he pedido matrimonio!
—Cree que lo haces por obligación. ¿Le has dicho que la amas?
Halls carraspeó. —Soy el Jarl. ¿Debo decirlo?
Brandr asintió mientras Dahlia ponía los ojos en blanco de la exasperación. Fastidiada se acercó y le
cogió por la oreja con fuerza tirando de él hacia la puerta. —¡Vete a casa y dile a tu mujer que la
quieres! ¡Y
después le dices que es tu esposa y que asunto terminado!
—¡Ay!
Le soltó y puso las manos en jarras mientras se frotaba la oreja. —
¿Así? ¿Ya está?
—¡Sí!
—¿Sabes que se te ha puesto mal carácter desde que estás casada?
Dahlia señaló el fiordo. —¡Fuera!
Cuando su hermano se sonrojó Brandr se echó a reír. —Dile que la amas y te aseguro que muchos
problemas desaparecerán. —Ella se volvió fulminándole con la mirada. —Todos los problemas
desaparecerán.
—Ya me parecía.
En ese momento llegó Erika con su niña en brazos mostrando su enorme embarazo y sonrió
radiante. —Buenos días.
—Hermana, ¿sabes que nuestro Halls se nos casa?
—Ya era hora. Nanna ya ha esperado muchísimo. —Todos la miraron sorprendidos y ella se detuvo.
—¿Qué ocurre?
—¿Tú lo sabías? —preguntó Halls.
—Claro. Cuando vino Urg para atenderme por mi parto me contó novedades de su casa y me lo dijo.
Me alegré mucho por ella. Lo había pasado tan mal desde la muerte de su padre… —Parpadeó
mirando a su jarl y después a su hermana. —¿Tú no lo sabías?
—No.
—Oh, se me olvidaría decírtelo. Con todo lo que pasó por Jora. —
Se encogió de hombros como si le diera igual antes de alejarse hacia el hogar y Halls gruñó por lo
bajo por su indiferencia mientras Brandr reía.
—Hermano, vete a casa y arregla tus asuntos con tu mujer.
—Sí, será lo mejor. ¿Me casarás tú, hermano?
Brandr sonrió. —Será un placer.
—En cuatro días. Antes de la incursión.
Fue decir esas palabras y las mujeres perdieron la sonrisa. Halls carraspeó antes de alejarse y gritar
órdenes a sus hombres de la que iba hacia su barco.
Brandr abrazó a su esposa por los hombros pegándola a él. —No te enfades, preciosa.
—No me enfado. Te echaré de menos, eso es todo.
Él miró sus ojos y sonrió. —Esta vez no iré. —Ella separó los labios de la sorpresa. —A partir de
ahora me quedaré en casa y recibiré mis ganancias como todo un Jarl.
—¿De veras? —Radiante de felicidad le abrazó por la cintura.
—Tengo que proteger lo que más quiero y además esta vez no llegaría a tiempo. Y será niño de
nuevo. Me lo ha dicho Jora. —Besó sus
labios suavemente. —No hay oro en el mundo por el que merezca la pena arriesgar lo que tengo a tu
lado.
Se abrazó a su cuello con fuerza. —Intentaré compensarte. Sé que disfrutas mucho de tus correrías.
—Besó su barbilla. —Hablando de correrías… Mi amor…
—¿Si, cielo?
—Tú no habrás tenido amantes mientras estuvimos separados,
¿verdad?
Brandr sonrió. —¿Y tú? Aún no sé si es cierto aquello que me dijiste sobre tu estancia en Heirst.
—Soy toda tuya, mi vida —dijo demostrándole en sus preciosos ojos verdes todo lo que le amaba.
—Lo mismo digo, preciosa. Ahora y siempre.
FIN
Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años publicando en Amazon. Todos sus
libros han sido Best Sellers en su categoría y tiene entre sus éxitos:
1- Vilox (Fantasía)
2- Brujas Valerie (Fantasía)
3- Brujas Tessa (Fantasía)
4- Elizabeth Bilford (Serie época)
5- Planes de Boda (Serie oficina)
6- Que gane el mejor (Serie Australia)
7- La consentida de la reina (Serie época)
8- Inseguro amor (Serie oficina)
9- Hasta mi último aliento
10- Demándame si puedes
11- Condenada por tu amor (Serie época) 12- El amor no se compra
13- Peligroso amor
14- Una bala al corazón
15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.
16- Te casarás conmigo
17- Huir del amor (Serie oficina)
18- Insufrible amor 19- A tu lado puedo ser feliz
20- No puede ser para mí. (Serie oficina) 21- No me amas como quiero (Serie época) 22- Amor por
destino (Serie Texas) 23- Para siempre, mi amor.
24- No me hagas daño, amor (Serie oficina) 25- Mi mariposa (Fantasía)
26- Esa no soy yo
27- Confía en el amor
28- Te odiaré toda la vida
29- Juramento de amor (Serie época) 30- Otra vida contigo
31- Dejaré de esconderme
32- La culpa es tuya
33- Mi torturador (Serie oficina)
34- Me faltabas tú
35- Negociemos (Serie oficina)
36- El heredero (Serie época)
37- Un amor que sorprende
38- La caza (Fantasía)
39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos) 40- No busco marido
41- Diseña mi amor
42- Tú eres mi estrella
43- No te dejaría escapar
44- No puedo alejarme de ti (Serie época) 45- ¿Nunca? Jamás
46- Busca la felicidad
47- Cuéntame más (Serie Australia) 48- La joya del Yukón
49- Confía en mí (Serie época)
50- Mi matrioska
51- Nadie nos separará jamás
52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos) 53- Mi acosadora
54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia
57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época) 59- ¿Qué haría sin ti?
60- Sólo mía
61- Madre de mentira
62- Entrega certificada
63- Tú me haces feliz (Serie época) 64- Lo nuestro es único
65- La ayudante perfecta (Serie oficina) 66- Dueña de tu sangre (Fantasía)
67- Por una mentira
68- Vuelve
69- La Reina de mi corazón
70- No soy de nadie (Serie escocesa) 71- Estaré ahí
72- Dime que me perdonas
73- Me das la felicidad
74- Firma aquí
75- Vilox II (Fantasía)
76- Una moneda por tu corazón (Serie época) 77- Una noticia estupenda.
78- Lucharé por los dos.
79- Lady Johanna. (Serie Época)
80- Podrías hacerlo mejor.
81- Un lugar al que escapar (Serie Australia) 82- Todo por ti.
83- Soy lo que necesita. (Serie oficina) 84- Sin mentiras
85- No más secretos (Serie fantasía) 86- El hombre perfecto
87- Mi sombra (Serie medieval)
88- Vuelves loco mi corazón
89- Me lo has dado todo
90- Por encima de todo
91- Lady Corianne (Serie época)
92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos) 93- Róbame el corazón
94- Lo sé, mi amor
95- Barreras del pasado
96- Cada día más
97- Miedo a perderte
98- No te merezco (Serie época)
99- Protégeme (Serie oficina)
100- No puedo fiarme de ti.
101- Las pruebas del amor
102- Vilox III (Fantasía) 103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)
104- Retráctate (Serie Texas)
105- Por orgullo
106- Lady Emily (Serie época)
107- A sus órdenes
108- Un buen negocio (Serie oficina)
109- Mi alfa (Serie Fantasía)
110- Lecciones del amor (Serie Texas)
111- Yo lo quiero todo
112- La elegida (Fantasía medieval)
113- Dudo si te quiero (Serie oficina)
114- Con solo una mirada (Serie época)
115- La aventura de mi vida
116- Tú eres mi sueño
117- Has cambiado mi vida (Serie Australia) 118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval) 119- Sólo
con estar a mi lado
120- Tienes que entenderlo
121- No puedo pedir más (Serie oficina) 122- Desterrada (Serie vikingos)
123- Tu corazón te lo dirá 124- Brujas III (Mara) (Fantasía)
125- Tenías que ser tú (Serie Montana)
126- Dragón Dorado (Serie época)
127- No cambies por mí, amor
128- Ódiame mañana
129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina) 130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie
oficina) 131- No quiero amarte (Serie época)
132- El juego del amor.
133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas) 134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie
Montana) 135- Deja de huir, mi amor (Serie época) 136- Por nuestro bien.
137- Eres parte de mí (Serie oficina)
138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa) 139- Renunciaré a ti.
140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas) 141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.
142- Era el destino, jefe (Serie oficina) 143- Lady Elyse (Serie época)
144- Nada me importa más que tú.
145- Jamás me olvidarás (Serie oficina) 146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas) 147- Lo que tú
desees de mí (Serie Vikingos) 148- ¿Cómo te atreves a volver?
149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1 (Serie época) 150- Prometido deseado. Hermanas
Laurens 2 (Serie época) 151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie Montana) 152- Tú no eres
para mí
153- Lo supe en cuanto le vi
154- Sígueme, amor (Serie escocesa)
155- Hasta que entres en razón (Serie Texas) 156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas) 157-
Me has dado la vida
158- Por una casualidad del destino (Serie Las Vegas) 159- Amor por destino 2 (Serie Texas)
160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina) 161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos) 162-
Dulces sueños, milady (Serie Época) 163- La vida que siempre he soñado
164- Aprenderás, mi amor
165- No vuelvas a herirme (Serie Vikingos) Novelas Eli Jane Foster
1. Gold and Diamonds 1
2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3
4. Gold and Diamonds 4
5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir
Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se pueden leer de manera
independiente
1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor
11. Una moneda por tu corazón
12. Lady Corianne
13. No quiero amarte
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Document Outline
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Epílogo

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