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Por un abrazo tuyo

Sophie Saint Rose


Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15
Capítulo 16

Epílogo
Capítulo 1

Bajó las escaleras que daban al sótano para ver a su hermana


haciendo yoga ante el televisor. Sonrió divertida porque era evidente que

había tenido una noche movidita. Solo hacía yoga, que lo odiaba, cuando ya
estaba de los nervios. —¿Una mala noche?

Bedelia apoyada únicamente sobre sus manos y las puntas de los

dedos de los pies, con el cuerpo tieso como un garrote, volvió la cabeza
lentamente para fulminarla con la mirada.

—Ha debido ser una noche pésima.

—Han estado muy pesados. Pesadísimos, aunque no la han tocado.


—Se sentó sobre la colchoneta y cruzó las piernas respirando hondo y

cerrando sus ojos azules antes de alargar las manos sobre su cabeza. —Me

tienen muy harta, no he podido pegar ojo.


Cassady se sentó sobre la cama deshecha observándola. —Sí,

últimamente nos dan mucha guerra.

—Y cada vez más. —Bedelia se puso en pie ágilmente y fue hasta el

antiguo escritorio de su bisabuelo. —Esto se nos va de las manos, hermana.

—Cogió una goma del pelo y empezó a trenzar su largo cabello negro

mirándola fijamente. —Sé que tú tomas las decisiones, pero…

—Tomo las decisiones porque soy la mayor.

—¡Por nueve meses! ¡Eso es injusto!

Levantó una de sus cejas pelirrojas. —¿Acaso soy injusta contigo?

Bedelia se pasó la mano por la frente. —No me hagas caso, estoy

agotada.

—Continúa con lo que estabas diciendo.

—Sé que tú tomas las decisiones, pero…—Angustiada la miró a los

ojos. —Necesitamos ayuda, no tenemos vida. ¿Hace cuánto que no salimos


de aquí por miedo a no poder contenerlos?

—La misión de la familia desde hace siglos…

—¡No me cuentes rollos! ¡Me sé la historia de la familia tan bien

como tú! ¡Pero ellos eran un montón y nosotras somos dos! ¡Por Dios,

mamá tuvo catorce hermanos! ¡Ella tuvo ayuda de sobra mientras vivían en
casa! ¡Y cuando faltaron los abuelos y sus hermanos se fueron de aquí tuvo
a papá y a nosotras que la ayudábamos! Pero a quién tenemos nosotras,

¿eh? A nadie. ¡Estamos solas desde hace tres años que murió mamá y ya no

lo aguanto más!

—Shusss… —dijo muy seria levantándose—. Te van a oír.

Bedelia apretó los labios. —Esta situación es insostenible.

Necesitamos apoyo y fuerza para seguir conteniéndoles.

—Tenemos a Ángel.

—Muy graciosa.

—¿Y qué sugieres? ¿Pongo un anuncio en el periódico que diga,


necesitamos vigilantes para la puerta del infierno, cualquiera que esté

interesado que llame a este número? ¿A quién voy a llamar, Bedelia? ¿Al

tío Harry que es el único que no se largó del país para no tener que vernos

más? Tiene Alzheimer y sus hijos no saben nada de esto. Sabes que

tenemos las manos atadas. —Se le cortó el aliento al ver el temor en sus

ojos. —No va a pasar nada, no tengas miedo.

—¿Sabes? En este momento no temo que todos los demonios del

infierno salgan de esa gruta y que me maten. ¡Qué nos maten a todos o que

envenenen nuestra alma! Ya me da igual —siseó dando un paso hacia ella

—. ¡Lo que sí temo es perder mi vida como en los últimos tres años!
Se le cortó el aliento porque vio en sus ojos cómo sufría. —No es

responsabilidad tuya, puedes irte si quieres.

La miró asombrada. —¿Te digo que necesitamos ayuda y me

despachas a mí? ¿Qué piensas hacer el resto de tu vida, sentarte ahí y no

hacer nada más? Y cuando mueras, ¿eh? ¿Qué va a hacer el de ahí arriba

cuando no haya nadie que vigile la puerta?

Cassady frustrada gritó —¿Y yo qué sé? ¡No parece que nos ayude

mucho en esto! ¡Pero si quieres seguir tu vida, vete! ¡No es responsabilidad

tuya! ¡Soy la mayor, es mi destino!

A su hermana se le cortó el aliento. —Estás aún más asustada que

yo.

—No digas tonterías. —Se volvió disimulando su inquietud y fue

hasta la escalera. —Tenemos el desayuno en la mesa. Ahora están muy

tranquilos, desayunemos.

Empezó a subir los escalones cuando escuchó —Tenemos que

casarnos.

Se detuvo en seco y se volvió lentamente. —¿Qué has dicho?

—Tenemos que casarnos y traerles aquí. ¡Cuantos más miembros

más fuerza, lo sabes de sobra! ¡Entre todos es más fácil retenerles!

¡Tenemos que casarnos y tener hijos cuanto antes! —Sonrió de medio lado.
—Así saldremos de la rutina y habrá otras cosas en nuestras vidas que

hagan que no quiera darme de cabezazos contra la dichosa piedra del

infierno.

Un bufido al otro lado las hizo mirar a la enorme piedra redondeada,

que labrada con símbolos protectores tapaba el agujero que suponían que

había detrás, pero como en los últimos siglos no se movió. —Igual no se

mueve nunca y estamos aquí haciendo el canelo.

—Oh, por Dios. ¡Tienes que casarte! ¡Es primordial que lo hagas, ya

oíste a mamá!

Entonces la casa tembló y asustadas gritaron corriendo hasta la

piedra. Ambas posaron las manos en ella y en ese momento recibieron el

impacto. Cassady gritó empleando toda su fuerza mientras un grito

ensordecedor provocó que su corazón temblara de miedo. De repente todo

se quedó en silencio y la risita de un niño hizo que se miraran.

—Déjame salir, por favor —dijo el niño.

Cassady bufó. —A mí no puedes engañarme, no hay niños ahí

dentro. Los niños tienen el corazón puro y nunca van al infierno.

—¡Déjame salir! —gritó una temible voz que hizo temblar la piedra.

—¡Oye, habla con tu jefe y deja de darnos el coñazo! —gritó

Bedelia exasperada—. ¡No te dejaremos salir! ¡Ni a ti ni a ninguno de tus


amigos, así que vuelve por donde has venido!

—Hay otras puertas —dijo poniéndoles los pelos de punta—. Los

vigilantes no podrán retenernos siempre y cuando salgamos preparaos para

saber lo que es sufrir.

Se quedaron en silencio durante varios minutos y cuando no

sintieron nada en la piedra apartaron sus manos lentamente antes de

mirarse. —¿Crees que es cierto? —preguntó Bedelia—. ¿Hay más puertas?

—En tres siglos no se ha oído nada igual. Nos están mintiendo como

siempre. Ya les conoces, son mentirosos compulsivos. —Puso las manos en

jarras mirando la piedra durante unos segundos. No parecía dañada, aunque

no había sido un gran ataque. Pasó la mano por su pulida superficie. —No

hay grietas.

—Menos mal porque para sustituirla habría que derruir la casa —

dijo su hermana irónica.

Puso los ojos en blanco. —Vete a desayunar. Ya me quedo yo.

—¿Te das cuenta de que ya casi ni tenemos tiempo de llegar hasta la

piedra? Saben que somos débiles y cada vez lo intentan con más fuerza. ¿Y

si un día tú estás fuera de la casa? ¿Y si un día yo estoy enferma como le

ocurrió a mamá? Cassady no puedes eludir esto, tienes que casarte. Es

primordial que nos echen una mano.


—¿Y un marido iba a ayudarnos? —preguntó irónica.

Su hermana la cogió del brazo. —Papá no nos abandonó.

Apretó los puños de la rabia y dijo —Vete a desayunar.

—¡Se murió en un accidente de coche, Cassady!

—No quieres aceptarlo y no lo harás nunca.

—¡Se hubiera arrepentido, lo sé! ¡Nos amaba más que a nada!

—¡Se fue en plena noche! ¡Cuando el sheriff llegó a la casa ni


siquiera nos habíamos levantado! —Dio un paso hacia ella. —Mamá

tampoco lo aceptó nunca, pero yo no estoy tan ciega. ¡Se iba de casa y un
camión le pasó por encima! ¿Y sabes qué? ¡Se lo merecía! —gritó furiosa

—. ¡Era un cobarde!

Los ojos de su hermana se llenaron de lágrimas. —No lo soportó

más, no puedes culparle por ello. Y lo que acabas de decir es horrible. —


Corrió escaleras arriba.

Arrepentida fue hasta las escaleras escuchando su sollozo. —

¡Bedelia!

Escuchó como su hermana corría hasta su habitación y daba un

portazo. Agotada cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla. —
Maldita sea. —Se volvió para mirar la piedra con odio. La losa que había

sepultado sus vidas y las vidas de sus antepasados. Siglos vigilando la


puerta del infierno, un secreto que cada vez era más difícil de ocultar. Fue
hasta la cama y se sentó apoyando los codos en las rodillas pasándose las

manos por sus rizos pelirrojos sin encontrar una solución. ¿Un marido?
¿Cuánto le duraría? Tres, puede que cinco, si había suerte quince años, pero

al final se cansaría de esa vida y se largaría harto de esa desagradecida


tarea. ¿Y luego qué quedaba? A su madre le quedó un corazón roto y esa

pena la fue consumiendo durante los once años que le sobrevivió. Once
años en los que nunca más volvió a salir de casa. Y desde que su madre
faltaba, la que no salía de casa era ella. Suspiró pasándose las manos por la

nuca sintiendo la tensión.

—Déjame salir —susurró una voz—. Yo puedo ayudarte. Tendrás


una vida como ni te imaginas. ¿Quieres riquezas? Yo te las daré. Te daré

todo lo que quieras, cualquier cosa que desees. Yo te haré feliz.

—¡Cállate! —Una risa al otro lado hizo que se llevara las manos a
las sienes. —¡Cállate, cállate!

—Eres más débil que tu madre. Antes de darte cuenta rajarás tu


cuello como hizo tu abuelo. —Sus ojos verdes llenos de lágrimas miraron la

piedra. —Y entonces saldré y esa hermana tuya…Uhmm. La huelo desde


aquí, seguro que es deliciosa.

—Hijo de puta —siseó levantándose—. ¡Vuelve a hablar de mi

hermana y te arranco la cabeza! —Sopló con fuerza sobre la piedra y esta


absorbió por los laterales el aire helador que expulsaba. Escuchó el grito de
dolor al otro lado al ser arrastrado hasta las profundidades del infierno.

—No le creas, no eres más débil que mamá. —Se le cortó el aliento

volviéndose para encontrarse a su hermana tras ella. —Eres más fuerte,


mucho más fuerte. Lo decía el abuelo, ¿recuerdas? Eres más fuerte que

ninguno. Pero estamos solas y estamos en problemas. Estás agotada, ambas


lo estamos y si no queremos que la tortura a la que nos someten

continuamente vaya más allá, debemos hacer algo. En cuanto un hijo


germine en tu vientre los ataques cederán porque serás el doble de fuerte y
con un marido a tu lado mucho más. Ya no hay más tiempo hermana,

debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.

—Todavía tenemos otra opción.

—¿Hablar con el Vaticano? —preguntó su hermana con burla—. El


abuelo pidió ayuda para que la carga dejara de recaer en nuestros hombros y

cuando vinieron nos estudiaron como si fuéramos bichos raros y hasta


quisieron mover la piedra para mirar al otro lado porque no se oía nada.

—El abuelo dijo que los demonios se habían alejado para que no les
escucharan. —Hizo una mueca. —Y perdimos nuestra oportunidad, nos

tomaron por locos, pero ahora todo puede ser distinto.

—No volverán por aquí. Llamarles no servirá de nada.


Cassady asintió volviéndose para mirar la puerta de nuevo y su

hermana se puso a su lado abrazándola por los hombros. —Si podemos con
unos demonios podremos buscar marido, no puede ser tan difícil —dijo

Bedelia divertida haciéndola gruñir—. ¿Hace cuánto que no hablas con un


hombre?

—Hablo con un hombre casi todos los días. El cartero pasa por aquí.

—Muy graciosa. Hablo de una conversación con un hombre.

—Con el carnicero, el sheriff y algún vecino. —Por la cara que puso


su hermana supo que no se refería a ese tipo de conversación e hizo una

mueca. —Desde el instituto.

—Ay, qué tiempos en los que casi éramos normales —dijo su

hermana con nostalgia—. Recuerdo la fiesta de graduación. —Cassady


levantó una ceja. —Vale, mi pareja no era para tanto, pero bailé toda la

noche.

—Si ni te besó.

—¡Y a ti tampoco!

—Porque no le dejé, qué pesado.

Bedelia apretó los labios. —Por aquí va a ser difícil encontrar

marido. En el pueblo piensan que somos algo raritas.

—¿No me digas?
—Y el cura, que sería el más fácil de convencer está descartado,

tiene sesenta años.

Sin poder disimular el miedo que sentía miró los ojos azules de su
hermana. —¿Cómo voy a enamorar a un hombre con la carga que tengo

sobre los hombros?

Su hermana sonrió. —No te asusta eso. Te asusta enamorarte tú y


que él te rechace por la carga que tienes sobre los hombros.

—Pues eso.

Bedelia se echó a reír. —La cara que has puesto.

—Muy graciosa.

—No puede ser muy difícil. Lo llevamos haciendo durante

generaciones. El amor lo puede todo.

Gruñó yendo hacia las escaleras.

—¿A dónde vas?

—Pienso mejor con el estómago lleno.

—¿Crees que podemos subir las dos?

Cassady silbó y Ángel, un shih tzu de tres años, bajó las escaleras a

toda prisa parándose ante la piedra para gruñir. Divertida se detuvo en la


escalera. —¿Hay alguien, cielo?
El perro ladró una vez y movió el rabo lo que significaba que no. —
Vía libre.

—No me gusta dejarle aquí solito. —Acarició su lomo moviendo su


pelito blanco y negro y él rápidamente se puso panza arriba para que le

acariciara ahí. Bedelia rio. —Eres un mimoso.

—Si se acerca alguien a la piedra ladrará, no te preocupes. —Salió


del sótano entrando en la cocina y suspiró porque seguramente los huevos

ya estarían fríos. Cogió los platos para calentarlos en el microondas y su


hermana se sentó en una silla de la cocina suspirando de puro agotamiento.

—¿Te pongo un café o prefieres un zumo?

—Un café. Tengo que estudiar, los finales son dentro de poco. —
Suspiró. —Aunque tengo sed, será mejor que me tome el zumo.

Abrió el frigorífico para coger el envase que ya estaba a la mitad. —


Tiene que ser de esto, no quedan naranjas. Tengo que ir a hacer la compra a

Pearsall.

—Da igual.

Le sirvió un buen vaso a su hermana y Cassady sonrió al verla beber


sedienta. —No has subido a la cocina ni para beber, ¿no?

—Me han puesto algo nerviosa y no quería perder la piedra de vista.


Y al final tenía razón con el empujón que le han metido hace unos minutos.
No sé si hubiera podido retenerle yo sola.

—Claro que sí. Lo has hecho antes. —Preocupada por su hermana


se volvió para sacar su plato del microondas antes de meter el suyo. Se lo

llevó a la mesa y Bedelia se puso a comer como si se lo fueran a quitar de la


boca. Se la quedó mirando unos segundos. Estaba siendo muy injusta con

ella. Bedelia tenía derecho a vivir su vida. A terminar su carrera de


psicología y a tener novios como cualquier chica normal. Pero se sentía
atada a aquella maldita casa y la quería tanto que no la dejaría a no ser que

estuviera segura de que podía arreglárselas. Y debía reconocer que en ese


momento su ayuda era esencial. No era justo, no lo era. Debía hacer algo

ya.

—¿Y citas por internet? —preguntó su hermana sacándola de sus


pensamientos.

—¿Qué?

—Citas por internet.

—Estarás de coña —dijo espantada.

Se echó a reír. —¿Y qué quieres hacer? En Helltertong no es que


haya mucho soltero. Los de nuestra edad se han ido a San Antonio o a
Austin a la universidad o a buscarse la vida. Quedamos cuatro pelagatos.

Las citas por internet son la mejor opción.


—¿Tú crees que el amor de mi vida, la persona que va a
acompañarme a vigilar la puerta del infierno, la voy a conocer por internet?

—Cosas más raras se han visto —respondió con la boca llena.

—Pues como el de ahí arriba no nos eche una mano estoy apañada.
—En ese momento algo golpeó el marco de la ventana, entrando de rebote

en la cocina y dándole a Cassady en toda la cara.

Bedelia jadeó levantándose a toda prisa. —¿Estás bien? —Al ver el


periódico en el suelo se acercó a la ventana y gritó —¡Mark Spencer,
cuando te pille te voy a poner el trasero como un tomate! ¡Le has dado a
Cassady!

—¡Lo siento! —gritó el chaval pedaleando a toda pastilla.

Bufó volviéndose para ver a su hermana con el periódico en la


mano. —¿Te ha hecho daño?

Impresionada dio la vuelta al periódico para mostrar la primera

página. Bedelia se acercó frunciendo el ceño. —¿Qué? —Cogió el


periódico entre sus manos y leyó el titular —Matthew Bampton vuelve a
casa. —Impresionada levantó la vista hasta sus ojos. —¿Vuelve a casa? —
Miró el periódico de nuevo leyendo el artículo que estaba bajo una foto
suya de cuando se graduó en Stanford seis años antes. —Ha inventado un
prototipo de motor que le ha hecho rico. ¡Quiere poner una fábrica en la
zona!

Aún sentía que le temblaban las piernas y tuvo que sentarse. Matt

Bampton…

Bedelia chilló de la alegría. —¡Vuelve a casa! —Se sentó a su lado


y agarró su brazo. —¡Vuelve a casa! Esto sí que es una señal como un
templo de grande.

—¿Eso crees? —preguntó insegura.

—¡Claro! ¡Si estabas loca por él cuándo eras una cría! —Abrió los
ojos como platos. —Es el destino.

—¡No estaba loca por él!

—Sí, claro.

Entrecerró los ojos. —Con ocho años no se tiene mucho criterio.

—¿Y con dieciséis qué criterio se tiene? Es lógico que te gustara,


que te guste. Es guapo, rico y el chico de oro del contorno. —Frunció el
ceño. —¿Cuándo llegará? Tenemos que enterarnos.

Cogió la taza de café y bebió un buen trago. La dejó sobre la mesa


mientras su hermana la observaba. —¿Qué piensas?

—No puede ser para mí. Tiene una vida perfecta, ¿qué puedo

ofrecerle yo? ¿Esto? No me hagas reír.


Bedelia separó los labios de la impresión. —Pero…

Se levantó y reprimiendo las lágrimas corrió por el pasillo para


meterse en su habitación dando un portazo.

—¡Cassady no te des por vencida! ¡Recuerda la señal! —Al no

recibir respuesta suspiró mirando la foto del periódico antes de alargar la


mano y coger el teléfono de la pared. Pues ella no se iba a quedar con la
duda.
Capítulo 2

Tumbada en su cama abrazada a la almohada se limpió una lágrima


que recorría su nariz. Es que era tonta, de verdad. Ver su foto en el

periódico la había impresionado tanto que durante un minuto se olvidó de


su destino para soñar con que iba a volver a verle y puede que tuviera una

oportunidad con el hombre con el que había fantaseado desde que era una
niña. Qué estupidez. Su padre había sido un seminarista que había ido a

visitar durante unos días al padre Murdock y que se había enamorado de su

madre en cuanto la vio. Fue tal el flechazo que se habían casado en apenas
dos meses y según le habían contado la primera vez que bajó al sótano la

miró a los ojos y le dijo —Sabía que el señor me había unido a ti. —Y hala,

felices hasta que le arrasó un camión. ¿Felices? Siempre habían creído que
sus padres eran muy felices y que se amaban por encima de todo, hasta que

llegó aquella maldita noche y el sheriff les dio la noticia, siendo evidente
para todos que su padre se piraba dejándolas tiradas. Así que no, no eran tan

felices.

Suspiró sentándose en la cama. Matt Bampton… Es que casi ni se lo

podía creer. No recordaba muy bien la primera vez que al verle su corazón

empezó a latir como loco, pero sí que recordaba perfectamente la última vez

que le vio. Sabía que había ido a visitar a su madre en las Navidades. Al

parecer acababa de empezar a trabajar en una gran empresa y su madre muy


orgullosa no dejaba de decirlo por el pueblo. Como si tal cosa pasó por su

calle con la esperanza de verle. Y le vio saliendo de la casa de la mano de

una chica rubia, pero ella casi ni se fijó comiéndoselo con los ojos. Estaba

guapísimo y cuando miró hacia su ranchera ella avergonzada miró la casa

de enfrente como si estuviera esperando a alguien. De reojo vio como reía


con la chica subiéndose a un cochazo nuevo. Sintió el mismo vacío en la

boca del estómago que había sentido en aquel momento, porque fue ahí

cuando perdió toda esperanza de que él la conociera realmente algún día. El

año siguiente su madre se mudó a Nueva York con él y ya no había visitado

más el pueblo. Y ahora cuando ya casi le había olvidado regresaba a casa. A

casa.

La puerta se abrió de golpe. —¡Va a quedarse en casa de su madre

hasta que haga la suya! ¡Piensa hacer un laboratorio o algo así en su propia

casa porque tiene no sé qué proyectos! —gritó su hermana excitadísima.


—¿Cómo sabes eso?

—He llamado a Bill al periódico.

—¿Estás loca? ¿Se lo has preguntado al mayor cotilla del pueblo,

que precisamente lleva el periódico?

Parpadeó sorprendida. —Claro, es quien tiene más información.

—¡Bedelia!

—Si le ha llamado medio pueblo —dijo excitadísima—. Una señal.

—La cogió por los brazos. —¡Hemos tenido una señal!

La miró como si estuviera mal de la cabeza. —Llamas una señal a

una casualidad. ¡Y Matt no es para mí! ¡Así que deja de decirlo!

—¿Por qué te das por vencida antes de intentarlo? ¡Si la señal te ha

abofeteado en todo el careto, abre los ojos! —Se cruzó de brazos frunciendo

el ceño. —Tenemos que trazar un plan.

—Bedelia, no.

—No te cierres.

—Y lo dice cuando tengo que estar encerrada en casa de por vida —

siseó saliendo de su habitación. Bedelia la siguió—. ¿No tenías que

estudiar?

—Bah, aprobaré igual —dijo excitadísima—. Una señal, Dios

existe.
Cassady la miró sobre su hombro. —¿Cómo has dicho?

—Empezaba a dudar si nos había abandonado, la verdad.

—¡Qué no es una señal! —Estiró el cuello para escuchar, pero al no

oír nada preguntó —Ángel, ¿todo bien?

El perrito ladró y suspiró tranquila yendo hasta la pila para lavar los

platos. Su hermana se sentó en la encimera a su lado. —Pero está ahí

observando y sé que quiere que él sea tu compañero.

Siguió fregando en silencio y su hermana apretó los labios. —Si es

tu destino no podrás cambiarlo.

—¿Ahora es el destino?

—El destino que traza el de arriba.

—Déjalo ya. No quiero hablar más de esto.

—Llega la semana que viene.

Se le cortó el aliento, pero intentó disimular fregando la sartén. —

Creo que voy a probar con las citas por internet.

—¡Venga ya! Eres la mujer más valiente y fuerte que conozco, ¿te

da miedo un tío?

—¿Te crees que tengo cinco años para que me provoques con eso?

—Cerró el grifo volviéndose hacia ella. —¡Pues sí, me da miedo un tío! —

gritó exasperada—. ¿Y sabes por qué? Porque es el hombre de mis sueños y


sé que no estoy a su altura. Es rico, guapo como has dicho, muy inteligente

y todo el mundo está muy orgulloso de su chico de oro, ¿y quién soy yo? La

rara del pueblo, que apenas sale ni habla con nadie. ¡La que tiene la casa

encantada que los niños temen porque durante generaciones varios

miembros de mi familia se han suicidado! ¡Da igual que me conozcan, que

te conozcan a ti, por mucho que nos sonrían y nos llevemos bien, todos

tienen esa opinión de nosotras y los sabes!

—En el instituto tuviste amigos, citas.

—No me hagas reír. ¿Amigos? No se tienen amigos cuando no se

puede ser sincero sobre la vida que tienes, Bedelia. Y tú tampoco los tenías.

Su hermana hizo una mueca. —Bueno, no amigos íntimos, pero…

—Cassady levantó una ceja. —¿Es por eso? ¿Porque no podrás ser sincera

con él desde el principio?

Sonrió con cinismo. —Ni llegaría a dirigirme más de dos palabras.

¿Con todas las mujeres que debe tener tras él, eso si no tiene novia, crees

que voy a interesarle?

—¡Eres la más guapa del pueblo!

—Te aseguro que la mujer que le acompañaba la última vez que le

vi era mucho más guapa y sofisticada que yo, que no me pongo tacones

desde la fiesta de graduación. —Se volvió para ir hacia las escaleras. —


Duerme un poco, ¿quieres? Creo que lo necesitas porque te cuesta captar la

realidad.

Detuvo la ranchera en el aparcamiento del supermercado y se bajó

dando un portazo. El espejo retrovisor cayó al suelo y exasperada puso los

ojos en blanco cogiéndolo de malos modos. Intentó colocarlo, pero aquello


ya no tenía arreglo. Lo tiró por la ventanilla y fue hasta los carritos

preocupada porque no podría llevarlo al taller hasta el mes que viene

porque estaban cortas de pasta. Si no recibía más pedidos de internet tendría

que ir por las tiendas de los contornos a ver si alguien le compraba alguno

de sus jarrones. Además, tenían una gotera. El tejado necesitaba cambiarse,

pero tendría que hacerle un apaño de nuevo. No sabía cómo podría salir

adelante si tuviera un problema de veras, porque ya no sabía de donde sacar

el dinero y no podía vender sus tierras. No podían permitirse tener vecinos

y encontrar un trabajo estaba descartado totalmente. Entró en el

supermercado agradeciendo el aire acondicionado y se dirigió a la zona de

verduras.

—¿Cassady? ¿Cassady Perkins?


Se volvió para ver a una de sus antiguas compañeras de instituto con

un bebé de unos seis meses en brazos. —Hola Jessica.

—¿Eres tú? Madre mía, no te veía desde…

—El instituto.

—Sí.

Ella miró al bebé. —¿Es tuyo? Me enteré en el pueblo de que te

habías casado.

—Sí. —Hizo una mueca. —Y ya me he divorciado, el niño no tenía


ni dos meses cuando firmamos. Le conocí en Austin, ¿sabes? Y ahora he

vuelto a casa de mis padres. Están encantados con el niño, claro.

—Es que es precioso. —Le guiñó un ojo y el niño rio. —¿Cómo te


llamas, guapo?

—Todavía no habla. —Su madre acarició el pelito rubio de su


cabeza. —Se llama Stevie. Saluda Stevie.

El niño rio. —Es para comérselo.

—¿Verdad que sí? Es porque es igualito a mí.

Sonrió porque Jessica no había perdido la chispa que la hacía tan


popular en el instituto. —Sí, es clavadito.

—Oye, un día de estos tenemos que quedar para ponernos al día.

Dejaré al niño con mi madre.


—Es que últimamente salgo poco.

—Pues más razón para salir, mujer. —Su antigua amiga perdió la

sonrisa poco a poco. —¿No quieres que retomemos nuestra amistad? —Se
sonrojó con fuerza. —Estás enfadada porque no te llamé más cuando me fui

del pueblo, ¿no?

—No, no es eso… Es que mi madre murió, ¿sabes?

Jessica perdió la sonrisa del todo para mirarla con pena. —Sí, me lo
dijo mi madre, pero no pude venir para el entierro.

—No pasa nada. El hecho es que ahora soy yo la que me encargo


del horno y no se puede apagar. Solo puedo salir si está mi hermana,

¿recuerdas a Bedelia?

—Sí, claro. —De repente sonrió. —Pues voy a cenar a tu casa.


¿Cuándo voy? ¿Mañana? —Cassady se quedó de piedra. —¿Mañana? He

de confesar que estoy desesperada por salir de casa. —Se echó a reír. —Se
nota, ¿no? Después de cinco años fuera de casa mis padres me ponen de los

nervios. ¿Entonces mañana? —Se acercó y le dio un beso en la mejilla. —


Llevaré una botella de vino. —Se giró guiñándole uno de sus ojos azules y

pasmada vio cómo se alejaba moviendo de un lado a otro su trenza rubia.

Se volvió y se quedó mirando las cebollas como si fueran a decirle


en cualquier momento cómo librarse de esa cena. —Mierda.
—¿Y le has dicho que sí?

—¿Qué querías que hiciera? ¡Fue imposible detenerla, se invitó


sola! Es tan encantadora que es muy difícil decirle que no. —Sacó las
manzanas de la bolsa y su hermana hizo una mueca porque eran las de

oferta. —Ya sé que te gustan menos, pero de donde no hay no se puede


sacar.

—Pues esto te va a encantar, se ha estropeado la lavadora. —Dejó

caer la bolsa de las manzanas de la impresión. —Sí, es una faena.

—¡Mierda, mierda!

—Igual por eso el de arriba quiere que te cases con un rico, para
mejorar las cosas.

—Nada, que no deja el tema.

—¡Y no lo voy a dejar! —Cogió el libro y bajó las escaleras. —


¡Callaos de una vez, pesados! ¡No voy a dejar que salgáis por mucho que
me comais la cabeza!

Cassady se acercó a toda prisa a la escalera y bajó los escalones

como una exhalación. Las voces al otro lado de la piedra la hicieron gruñir
y se acercó hasta ponerse delante. —Os lo advierto… —siseó—. ¡Callaos!
Escucharon unas risitas maliciosas. —Déjalos hermana, son débiles.

Estos no pueden mover la piedra solo tocar las narices —dijo antes de
ponerse los cascos sentándose en el escritorio que tenía allí para estudiar—.

Tranquila, si siento temblar el suelo me levanto —dijo distraída mirando el


libro.

Furiosa miró la piedra y puso la mano encima. —Os lo pasáis bien,


¿no?

—La chica quiere novio… La chica quiere novio —canturreó—. No

conseguirás novio porque no te quiere nadie. —Bedelia se quitó los cascos


al ver como se tensaba. —Pero si me dejas salir, conseguirás al hombre que

quieras. No habrá límites.

Separó los labios de la impresión.

—Le quieres a él, lo siento desde aquí. Le amas, no era una tontería

infantil como creíamos —dijo la voz sorprendida de una mujer—. Siempre


le has querido, ¿no? Puede ser tuyo Cassady, solo tuyo. Vamos… De otra

manera no tendrás una sola oportunidad. Pero podemos ayudarte, quita la


piedra y será tuyo.

—¿Hermana? —Bedelia preocupada por su expresión se levantó.

La miró a los ojos y negó con la cabeza para que no se preocupara

antes de soplar sobre la piedra haciendo que los del otro lado gritaran
alejándose. Cuando terminó los bordes de la piedra estaban llenos de hielo y

su hermana la observó ir hacia la escalera. —Llámame si vuelven a


molestarte.

—Tranquila —susurró mientras subía las escaleras a toda prisa.

En la cena ninguna de las dos hablaba y Bedelia movía su puré de


patata de un lado a otro mirándola hasta que no pudo más. —Le amas.

—No es cierto —dijo impotente.

—Te han tentado y lo saben.

—No es cierto.

—¡A mí no me mientas, te han tentado! ¡Y solo pueden hacerlo con


algo que se desea de corazón! ¡Nunca lo habían hecho, eso demuestra todo

lo que le deseas!

Apretó los labios antes de beber de su vaso de agua. —¿Has

terminado de cenar?

—Que cabezota eres. —Cassady suspiró e iba a levantarse cuando


Bedelia agarró su mano. —Saben quién es. Nos han oído hablar y lo que ha

ocurrido esta tarde les ha puesto sobre aviso. —Se le cortó el aliento. —
Mamá decía que nunca debíamos mostrar debilidades por nadie, que lo
utilizarían. Que lo había visto antes, que volvieron loca a su mejor amiga
porque sabían que le importaba y que no pararon hasta que intentó matarla

en el colegio. Saben que es importante para ti e intentarán influir en él.

Se le heló la sangre. —No es importante para mí.

—¡Le has expuesto antes de darle tu fuerza, Cassady! ¡Tienes que

hacer algo!

Pálida negó con la cabeza y Bedelia se levantó. —Ahora no tienes


otra opción. Si te importa, tienes que salvarle antes de que envenenen sus

pensamientos y destrocen su vida porque dudo que Matt tenga el corazón


puro como para escapar de su influencia, hermana.

—¡No es importante para mí! —gritó levantándose asustada por lo


que podía pasarle.

—¡Por mucho que lo grites no vas a convencerles a ellos ni a mí!

¡Te he visto! ¡He visto tu anhelo, tu necesidad y ellos lo han sentido! ¡Has
transgredido las reglas!

Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Eso es mentira.

—Dios mío, Cassady… Sé que es culpa mía, que no tenía que haber
hablado de él pero no imaginaba que le amaras. Reacciona antes de que sea

demasiado tarde. O superas esos miedos, esas inseguridades que de repente


están dominando tu vida o te pasarás el resto de tu vida sola. Dudo que en el
futuro ames a otro hombre como hoy he visto que le amas a él y si te diera
la locura casándote con otro al que no ames realmente, si metes en esta casa

a un hombre simplemente por no estar sola, tu vida sí que será un infierno.


¡Reacciona antes de que destroces la vida de los dos!

Muerta de miedo ni se dio cuenta de que lloraba. —¿Y si no lo

consigo? ¿Y si nunca consigo su amor?

—Al menos lo habrás intentado, pero tienes que ponerte en acción


cuanto antes porque sus sueños seguro que cambian esta misma noche.

Prepárate para sufrir hermana, porque no va a ser un camino de rosas. Ellos


tienen ventaja porque empezarán a envenenar su mente hoy mismo y tú no
podrás verle hasta que llegue al pueblo.

El miedo atenazó su garganta. —Ya no habrá nada que hacer.

—Mamá decía que el amor puede cambiarlo todo. No te rindas, aún

estás a tiempo.
Capítulo 3

Escucharon como el coche se detenía ante la casa y las hermanas se


miraron. —A ver cómo salimos de esta —dijo Cassady fastidiada.

—¡Hola! —gritó Jessica cerrando la puerta del coche.

Las hermanas salieron al porche sonriendo. —Ya estás aquí —dijo

Bedelia.

—Dios mío, estás guapísima. —Mirándola de arriba abajo se echó a

reír. —Por vosotras no pasan los años. —Subió los escalones y levantó una

bolsa que llevaba en la mano. —He traído vino, a ver si nos pillamos un

pedo hablando de los viejos tiempos.

—Yo no puedo beber —dijo Bedelia a toda prisa—. Estoy con los

finales.

—¿Con los finales de qué?


—Con los exámenes finales —explicó Cassady—. Está en el último

curso de psicología por la universidad a distancia.

—Ah… que estás estudiando. Eso está muy bien. Yo he tenido un

hijo, ¿sabes? —dijo como si eso fuera más importante.

—Enhorabuena —dijo Bedelia con una agradable sonrisa en el


rostro.

—Y hoy se queda con los abuelos —dijo emocionadísima haciendo


que las hermanas parpadearan—. ¿Qué pasa? Si llevarais sin juerga casi dos

años estaríais como yo. —Entró en la casa sin esperarlas. —Uy, que mono

tenéis esto. Me encantan las casas de una planta, mucho más práctico que

subir y bajar escaleras continuamente.

—¿Cuánto llevamos sin juerga? —susurró Bedelia.

—Tú dos, en aquella fiesta de primavera a la que fuiste con aquel

vaquero y yo…. —Hizo una mueca. —Y yo cinco.

—Así tienes esa cara de amargada.

Jadeó mientras su hermana entraba en la casa tras Jessica. —¡No

toques eso!

Cassady entró a toda prisa para verla con la vasija de su bisabuela en

la mano. —Uy, perdona… —Jessica la posó sobre el aparador. —Es que es


preciosa. —Se agachó para mirarla bien. —¿De qué está hecha? Ese barro

brilla. Parece de oro.

—Es secreto familiar. —Cassady la colocó bien sobre la pulida

superficie.

—Anda si tenéis más. —Parpadeó porque había distintas vasijas en

estanterías en las paredes y cuando Jessica entró en el salón soltó una risita.

—Tenéis un montón. —Se acercó a la que estaba en el centro de la repisa de

la chimenea. —Esta parece superantigua.

—Lo es. Tiene trescientos años.

—Debe ser valiosísima. Nunca había visto algo tan viejo.

—Solo es valiosa para la familia. La artesanía es el negocio familiar,

ya sabes. Cada una de estás la ha hecho un miembro de nuestra familia.

—Guau. Un legado familiar.

Las hermanas sonrieron. —Exacto —dijo Bedelia.

—Nosotros lo más antiguo que tenemos es un broche que está roto y

no vale nada. Era de mi abuela, ¿sabéis? Lo llevó en el día de su boda.

—Qué bonito. ¿Pasamos a cenar? Hay que probar ese vino. —

Cassady le indicó con la mano la cocina.

—Oh, ¿no me vais a enseñar la casa? —preguntó como si estuviera

decepcionada—. Vamos, todo el mundo habla de ella y soy una


privilegiada. Nadie que conozca ha estado aquí y me muero de curiosidad.

—Pero si es una casa muy normal.

—¿Y ese horno que nunca podéis apagar? —preguntó con sus ojos

chispeantes de curiosidad—. ¿Dónde está?

—En el antiguo granero.

Cassady escuchó como Ángel gruñía en el piso de abajo. —Bedelia,

¿por qué no se lo enseñas y lo atizas de paso mientras yo pongo la cena?

Su hermana entendió. —Sí, claro. ¿Vamos?

Cassady cogió la bolsa con el vino y fue rápidamente hacia la

cocina. —¡Y enséñale mi trabajo! ¡Qué elija un jarrón de regalo!

—Oh, que emoción.

Mientras las escuchaba salir bajó a toda prisa las escaleras y se

acercó a la piedra para sisear —Tocarme las narices y no solo soplaré, ya

sabéis a lo que me refiero.

—¿Interrumpimos tu cena? Déjanos salir y unirnos a la fiesta. Ya

verás que divertido.

Puso los ojos en blanco y miró el arpa. La ponía de los nervios, pero

iba a ser la única manera de que pudieran cenar tranquilas. Se acercó a

radiocasete y lo encendió. El sonido del arpa hizo que chillaran al otro lado

corriendo para alejarse. Sonrió irónica. El sonido de los ángeles les retorcía
de dolor. A ellos les retorcía de dolor y a ella la desquiciaba. El perrito

gimió. —Sí cielo, pero es la única opción para los débiles. Vigila por si

viene algún demonio de verdad.

Ángel se tumbó en el suelo mirando la piedra fijamente. Subió las

escaleras a toda prisa y sacó el asado del horno. Hizo una mueca porque la

carne le había costado lo que ella cobraba por un jarrón, pero había que

guardar las apariencias, es lo que diría su madre. Lo estaba poniendo sobre

la mesa cuando escuchó —Pues me imaginaba algo más grande, la verdad.

Que por ese horno tan chiquitito estéis tan atadas a la casa…

—No lo sabes bien. —Bedelia entró en la cocina y sonrió. —Asado.

—Sorpresa.

Jessica sonrió. —No tenías que haberte molestado tanto.

—Bah, tonterías. Sentaos que os sirvo. ¿Has escogido un jarrón?

—Madre mía, son preciosos. Pero me ha encantado uno verde con

forma retorcida. —Gimió porque ese era para un encargo, pero claro su

hermana no lo sabía. —Es precioso.

—Me alegro de que te guste.

—Jessica, ¿puré de patatas?

—¿Qué es eso? —preguntó su invitada.

Cassady frunció el ceño. —¿El qué? ¿Los guisantes?


Jessica negó mirando hacia arriba y ellas miraron hacia el techo

antes de mirar hacia abajo como su invitada. —Esa música.

—Oh… —Bedelia levantó sus cejas negras. —Es que Ángel,

nuestro perrito, se calma cuando la escucha.

—¿Eso es un arpa? —preguntó Jessica encantada de la vida.

—Sí, ¿te gusta?

—Pues sí, mucho. De pequeñita quería aprender, pero mi madre se

negó a comprarme ese armatoste como ella lo llamaba.

Las hermanas se miraron sorprendidas. —¿No me digas? —Cassady

le sirvió la carne. —Pues yo lo pongo por Ángel, a mí me desquicia un

poco.

—Es el sonido de los ángeles —dijo empezando a comer con ganas.

—¿Eres religiosa? No lo sabía. —Se sentó ante ella mientras su

hermana abría la botella del vino sin perder detalle de la conversación.

Jessica se encogió de hombros. —Como todos, supongo. Los

domingos tengo que ir a la iglesia porque mis padres me obligan para que

me vean los del pueblo. Es que quieren casarme cuanto antes, ¿sabéis?

Dicen que el niño no puede crecer sin padre.

—Pero crees que hay algo. —Bedelia le sirvió vino.


—Claro que sí hay algo. Alguien tuvo que ponernos aquí y a mí me

ha dado muchas señales para guiar mi camino.

Las hermanas se adelantaron. —¿No me digas? —preguntaron a la

vez—. ¿Cuáles?

Jessica dejó el tenedor sobre el plato. —Pues veréis, cuando tuve al

niño yo era muy feliz. Tenía un marido con un buen trabajo y un niño

precioso. —Ambas asintieron. —Pero un día me llegó una carta.

—¿Del de arriba? —preguntó Bedelia asombrada.

—No, era del banco, pero en el extracto venían los cargos del motel
donde me la pegaba con una compañera del trabajo.

—¿Y dónde está la señal?

—Las cartas siempre las leía mi marido, pero ese día la leí yo. —

Abrió los ojos exageradamente. —Fue su designio que me divorciara y mi


madre dice lo mismo.

—Oh… —Cassady carraspeó. —¿Alguna señal más?

—Bueno, que desapareciera de la noche a la mañana en cuanto


firmamos el divorcio también tiene que indicar algo.

—¿Aparte de que no quiere pasarte la pensión? —preguntó Cassady


con ironía. Cuando sintió la patada de su hermana en el tobillo gimió—.

Leche. —No controlaba su fuerza, la muy puñetera.


—¿Por qué crees que eso es una señal? —preguntó Bedelia muy
interesada.

Cassady puso los ojos en blanco antes de cortar la carne de su plato.


Esta ya pensaba que era un ángel, como si lo viera.

—Pues que me amenazó con quitarme al niño la noche anterior y de

repente desapareció.

Cassady levantó la vista de golpe. —¿Te amenazó?

—Sí. —Frunció el ceño. —Le comenté que iba a mudarme aquí

para estar cerca de mis padres y se puso como loco. Dijo que me quitaría al
niño, que me llevaría a los tribunales. Al día siguiente se esfumó como si se

lo hubiera tragado la tierra. —Bebió un sorbito de su vino. —Me investigó


la policía y todo —dijo con los ojos como platos—. Como si yo le hubiera

hecho algo, ¿os lo podéis creer? —Ambas negaron con la cabeza. —Pues
ellos lo creían. Lo que lloré, ya me veía en la cárcel. Pero no pudieron dar

con él ni vivo ni muerto, así que no podían acusarme de nada. En cuanto


pude vendí la casa y los muebles largándome a toda prisa. Y ahora estoy

aquí.

—Y buscas marido —dijo Cassady.

—¿Yo? Ni loca. Déjame disfrutar un poco de la vida. —Cerró los


ojos sonriendo de oreja a oreja. —Como me gustaría poder tocar así.
—¿Quieres probar? —Bedelia levantó una ceja.

Jessica la miró sorprendida y después chilló de la alegría. —No me


digas que…

—Espera que lo subo.

Cassady la miró espantada. —¿Vas a subir el arpa?

—¡Dios mío, tenéis un arpa! —gritó loca de la ilusión levantándose


—. No hace falta que lo subas, que eso pesa.

—La cena se enfría —dijo Cassady forzando una sonrisa antes de

fulminar a Bedelia con la mirada y esta se sonrojó.

—Mejor lo subimos y lo pruebas en el salón después de la cena.


Cassady se ha esforzado mucho y sería una pena que se estropeara el asado.

—Oh, lo siento Cass —dijo Jessica mirándola arrepentida.

—No pasa nada.

—¿Y lo tenéis en el sótano? ¿No se estropeará con la humedad y

eso?

—Esto es Texas y te aseguro que ahí abajo no hay ninguna


humedad. Todo lo contrario, hace un calor insoportable —dijo Cassady

preocupada.

—¿De veras? Pues el sótano de mis padres es muy fresquito.


—Seguro que cerca debe pasar un río subterráneo de esos. —

Bedelia forzó una sonrisa.

—Pues ahora que lo dices, una vez que llovió se inundó.

—¿Ves? Los demás son como el nuestro.

—Ah… —Sonrió radiante. —Y contarme, ¿salís con alguien?

Bedelia que estaba bebiendo de su agua se atragantó. —No —


contestó Cassady fulminándola con la mirada.

—Vamos, es imposible. Si sois las más guapas del condado. Seguro

que los tenéis a puñados.

—Estamos muy ocupadas. Entre la casa y los encargos no paro.

—Y yo tengo la uni, así que… —Se encogió de hombros. —Hace


dos años que no tengo una cita, ¿te lo puedes creer?

—¡No! —exclamó espantada como si fuera un delito y de los gordos


—. ¿Hace dos años?

—Pues sí. Y Cassady me supera.

Jessica la miró interrogante. —¿Cuánto?

—La supero en unos meses nada más.

—Jo, qué mentira —dijo Bedelia asombrándola—. Desde la fiesta


de fin de curso.
Jessica dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Entonces sigues

siendo virgen? Porque tú aquella noche nada de nada, todo el mundo lo


sabía.

Se puso como un tomate haciendo reír a su hermana. —¿De qué te

ríes si tú estás igual?

Eso le hizo perder la sonrisa de golpe. —¡Cassady!

—Si cuentas lo mío, cuento lo tuyo —siseó.

—Ya entiendo, esperáis al matrimonio. Pues si no salís con nadie no

os casáis. —Hizo un gesto con la mano sin darle importancia. —Aunque


sois muy jóvenes, hacéis bien.

—¿Te arrepientes de haberte casado?

Jessica sonrió con tristeza. —Cuando me fui del pueblo creí que me
iba a comer el mundo.

—¿Tú no ibas a estudiar algo de peluquería?

—Sí, pero apenas acababa de llegar y en el primer fin de semana


conocí a Jimmy. —Chasqueó la lengua agachando la mirada. —Y me volví

loca por él.

Las hermanas se miraron porque era evidente que ocultaba algo. —


Te encandiló —dijo Bedelia.
Hizo una mueca. —Dos meses después nos casamos por el juzgado.
Mi madre puso el grito en el cielo y ya no le tragó. Yo defendí mi amor y

mira cómo me ha ido.

Cassady alargó la mano cogiendo la suya. —Aquí te va a ir muy

bien, ya verás.

—Sí, con un hijo, sin estudios, sin trabajo y viviendo de mis padres
pinta muy bien. Mi madre ya me está taladrando el oído para que me ligue a

Matthew Bampton porque según ella tiene el futuro más prometedor del
pueblo. Pues hay cola.

—¿Cola? —preguntó Bedelia mientras Cassady se tensaba.

—Oh, sí. Están todas locas por pillarle. Tenías que ver cómo está la
peluquería para la semana que viene, no hay cita. Pregunté si había una

boda y la señora Cadwell me ha dicho que es por él. Es que es una locura,
de verdad. En el ayuntamiento hasta van a hacer una fiesta de bienvenida.

—¿Una fiesta? ¿Has oído, Cassady?

Jessica la miró interrogante. —¿Te gusta?

—Está loca por él desde que era una cría, aunque siempre lo ha
disimulado. Incluso a mí me lo ocultaba, aunque yo lo sabía, claro. La

conozco muy bien. Loquita la tenía.

—Oh, y ha vuelto a casa. —Jessica sonrió. —Es una señal.


—¿Verdad que sí? ¡Ayer mismo por la mañana estábamos hablando
de ello y zas! Le dio el periódico en la cara y en primera página venía…

—Bedelia, ¿tienes que contarlo todo?

—Cass, somos amigas y las amigas se apoyan en estas cosas —dijo

su invitada ilusionada—. Una señal. Ese hombre es tuyo.

—Eso mismo pienso yo.

—¡Si me lleva seis años, ni se acordará de mí!

—Ya empieza. Es muy negativa.

—Era una cría. En eso tiene razón, cuando él se fue ella que tenía,
¿doce años? —Impresionada la miró. —¿Y ya te gustaba entonces?

Se sonrojó porque en realidad le gustaba desde que tenía uso de

razón.

—Nunca hubo otro, solo él —dijo su hermana cortándole el aliento


—. Y no me eches la bronca porque entonces lo cuento todo con pelos y

señales. —Bedelia apoyó los codos sobre la mesa. —Cuando él venía de


vacaciones iba a verle a hurtadillas. Esos días tenía una ilusión en sus
ojos…

Se puso como un tomate. —Mierda, Bedelia. —Cogió la copa de


vino y se la bebió de golpe.

—No te avergüences —dijo Jessica—. Es muy bonito, ¿sabes?


Cogió la botella y sirvió su copa casi hasta el borde para beber con
ganas.

—Eh…—la advirtió Bedelia.

—Joder, ni emborracharme puedo.

—Claro que sí, mujer. Cógete un pedete, que no pasa nada —dijo
Jessica—. ¿Y qué vamos a hacer?

—¿Vamos? —Cassady levantó una ceja.

—Voy a ayudarte. —Lo que le faltaba por oír. —Las amigas se


ayudan en casos así. Sé que en el instituto no éramos íntimas, pero eso

puede cambiar, ¿no? —preguntó esperanzada.

¿Y ahora qué le decían?

—Claro que sí —dijo Bedelia encantada de la vida.

¿Pero qué estaba haciendo su hermana? La estaba poniendo en

peligro. Negó con la cabeza casi imperceptiblemente, pero no le hizo ni


caso y la escuchó decir —Así que va a haber mucha competencia.

—Eso si no viene con novia.

—¿Novia?

—¿Un tío así soltero? Debe tenerlas a puñados. Ya las tenía en el


instituto, imagínate ahora que está forrado. —Cassady desmoralizada apoyó
la espalda en el respaldo de la silla. —Tranquila, que casado no está.
—¿Y eso cómo lo sabes?

—Por mi madre. De vez en cuando habla con la suya. Son amigas


del instituto, ¿sabes?

—¿No me digas? Cuenta, cuenta —dijo Bedelia sirviéndole más

vino.

—Pues a veces Shirley la llama o mamá la llama a ella. La última

vez ha sido hoy mismo para decirle que llegarán el miércoles, que si podía
ir a abrir la casa unos días antes para ventilarla y eso.

—¿Has oído, Cassady? Son las encargadas de abrir la casa.

—Oh, y mamá tiene que encontrar a alguien para que la limpie antes
de que lleguen. ¿Adivina quién va a ir?

Las dos la miraron a ella. —¿Yo?

—Sabes limpiar, ¿no? Pues eso, a limpiar. —Apoyó los codos sobre
la mesa sonriendo radiante. —Y hay más.

—Me encanta esta mujer —dijo Bedelia exultante.

—Quieren contratar a alguien para que limpie por las mañanas. Él


no quiere que su madre haga nada de nada. La trata como a una princesa.
De momento será por las mañanas porque él dice que esa casa es muy

pequeña y no quiere a nadie interno porque no habría intimidad, pero


cuando hagan la casa nueva tendrán interna. Pero tranquila, que todavía

falta comprar los terrenos y todo lo demás, así que calcula un año.

—Tendrás al menos un año para conquistarle —dijo su hermana

admirada antes de preguntar—. ¿Y si tu madre ya ha encontrado a alguien?

—Claro que la ha encontrado con tantas candidatas, pero tranquila


que rechazaré el honor.

—¿Tú? —Cassady se mordió el labio inferior. —Pero es un trabajo


y lo necesitas.

—No quiero que a mi madre se le llenen la cabeza de pájaros —dijo


divertida—. Tranquila, que no será difícil convencerla diciéndole que el
trabajo me dejaría en desventaja en esa relación. Que él no se liaría con la

de la limpieza. Tú déjame a mí.

—¿Crees que no se liaría con la de la limpieza? —preguntó Bedelia


—. ¿Es snob?

—¿Matthew? Digamos que últimamente es un poco… estirado.

Cassady apretó los labios. —Ya lo era en el instituto. —Bedelia la


miró sorprendida. —¿Qué? Puede que me gustara, pero no era ciega.

—Era lógico. Bueno en los deportes, un hacha en los estudios,


guapo… Lo tenía y tiene todo para creerse el rey del mambo.

—A ver si es idiota —dijo Bedelia molesta—. ¿Es idiota?


—Nunca hemos hablado mucho. La última vez que le vi fue en la

fiesta de Navidad que organizó su madre. Solo me saludó. La diferencia de


edad no ayudaba mucho a que me interesara lo que pudiera decirme, pero
cuando se cabrea te mira de una manera que puede congelar los polos.

—¿De veras?

Cassady se levantó cogiendo su plato. —Esto es una tontería. —


Dejó el plato en el fregadero y apoyó las manos en él —Si ni siquiera le he
hablado nunca. Realmente ni sé cómo es.

—Pues así le conocerás —dijo Jessica—. Si no lo intentas no

tendrás la oportunidad de conocerle y saber si lo que sientes es de verdad o


no. Aunque lo de la señal es muy significativo. Esto pinta bien. —Frunció
el ceño. —Se ha acabado la música. Está ladrando el perro.

—Seguro que ahora se calma. Pero dime, en confianza, ¿es idiota o


no? —preguntó Bedelia mosqueada.

Jessica abrió la boca para contestar cuando empezaron a temblar las


copas. —¡Un terremoto!

Cassady salió corriendo hacia el sótano y Bedelia siguiéndola gritó a

su invitada —¡Corre, es la caldera! ¡Va a explotar!

Jessica chilló como una loca saliendo espantada de la casa. Cassady

sabiendo que no llegaría a tiempo se tiró desde las escaleras. Bedelia desde
la puerta separó los labios de la impresión porque de un salto llegó hasta la

piedra impactando a la vez que el demonio. El golpe provocó una onda


expansiva que la lanzó al suelo de la cocina dejándola sin aliento mientras
los platos se estrellaban contra la pared y el asado salía por la ventana.
Confusa se sentó sobre el suelo de linóleo y cuando se dio cuenta de lo que

había pasado se levantó sintiendo que el pánico la recorría. —¡Cassady! —


Corrió hacia las escaleras y suspiró del alivio al ver a su hermana con la
espalda apoyada en la piedra mirando a su alrededor. La habitación estaba
hecha un desastre. —¿Qué ha pasado?

—Ni idea, pero ahora no es momento de hablarlo. Sal, corre… Y

haz que se vaya.

—Sí, claro.

—Ay…

Bedelia volvió la cabeza con los ojos como platos. —Mierda. —

Salió corriendo y al abrir la puerta vio a su invitada tirada en el jardín con la


mejilla sobre las rosas de su hermana. —Ay, madre…—Bajó las escaleras a
toda prisa. —¡Ay, madre! ¿Estás bien?

Jessica levantó la cara mostrando los rasguños y sonrió. —Sí, claro.


¿Ha explotado la casa?

—No, hemos llegado a tiempo.


—Que buena noticia… —Sonrió más ampliamente. —¿Y sabes
qué? Hay otra buena noticia.

—¿Si? —Se agachó a su lado. —¿Cuál?

—Ya no necesito excusa para no ir a trabajar a casa de Matt, porque


creo que me he roto una pierna —dijo antes de poner los ojos en blanco y
desmayarse.

—Mierda. —Se levantó cogiéndola en brazos sin esfuerzo y gritó —


¡Cassady, me la llevo al hospital!

—¿Qué? —preguntó abriendo la ventanita del sótano que tenía el


cristal roto y asomó la cabeza para verla en sus brazos—. No fastidies. —

Hizo una mueca por su pierna. —Vaya.

—Esta no vuelve a cenar aquí.

—La llevaré yo. Tú tienes que estudiar.

—¿Estás segura?

—Sí, date prisa.

Bedelia asintió y la metió en la camioneta. Al entrar en la casa y ver

el desastre en la cocina hizo una mueca. Entonces recordó a Ángel. Chilló


corriendo hacia las escaleras y suspiró del alivio al ver que estaba tras su
hermana moviendo su rabito de un lado a otro. —¿Estás bien, cariño?
—Mira si será listo que se ha escondido en el momento oportuno —
dijo su hermana levantando la mesa donde su hermana estudiaba.

—Deja eso, ya lo hago yo. —Puso las manos en jarras mirándola


impresionada. —Has pegado un salto increíble.

—¿De veras? —preguntó distraída cogiendo sus libros del suelo.

—Jamás había visto algo igual. A ver si tenemos más dones que la
fuerza y no lo sabemos. —Al ver que su hermana no le hacía caso frunció el
ceño. —¿Qué ocurre?

—¿Aparte de que cuando en el pueblo se enteren de que Jessica se

ha roto una pierna aquí, seremos unas apestadas con todas las letras?

—Sí, aparte de eso.

—La semana que viene tienes exámenes y tienes que ir a Austin.

Su hermana juró por lo bajo y se pasó la mano por la nuca. —No me

acordaba.

—Todo esto no es buena idea.

—Bueno, ya pensaremos en ello. De momento lleva a Jessica al

hospital y déjala en casa.

—¿No avisamos a sus padres?

—¿Estás loca? ¿Y que te monten el pollo en urgencias? Además, si


queremos que trabajes para Matt, tiene que ser ella la que convenza a su
madre.

—Después de lo de la pierna creo que no me darán el trabajo. —De


repente sonrió. —Mira, podrás hacer los exámenes tranquila.

—¡No te des por vencida! ¡Vamos a solucionarlo! —Dio un paso


hacia ella. —Además, me parece que Jessica tiene algo…

—No es un ángel —dijo cortándola. El perrito ladró y sonrió


divertida. —No hablo contigo, cielo.

—Eso no lo sabes.

—Por Dios, ya ves cosas donde no las hay. Porque le guste la


música de arpa no es un ángel. Entonces todos los que tocan el arpa serían

ángeles y lo dudo mucho —dijo yendo hacia la escalera.

—Tiene algo…

—Un hijo, eso es lo que tiene.

—¿Crees que para ser ángel tiene que ser virgen?

—Está viva, cielo.

—¿Crees que tiene que estar muerta para ser ángel?

Se volvió y señaló la piedra. —Demonios, muertos. —Señaló hacia


arriba. —Ángeles, muertos. Tienen que demostrar cómo son en vida para

terminar en un lado u otro. —Se volvió saliendo del sótano. —¡Me largo!
Bedelia hizo una mueca y se volvió para mirar la piedra
encontrándose a Ángel tras ella mirando la piedra con el rabo tieso. Suspiró
levantando la vista hacia la puerta del infierno. —Va a ser una noche larga.
Capítulo 4

De camino al hospital preocupada miró de reojo a Jessica. No se


despertaba. A ver si tenía algo más grave… —¿Jessica?

Con la cabeza apoyada en la ventanilla murmuró.

—¿Qué?

—Sí, cui… —farfulló.

Cassady detuvo la camioneta en la cuneta. —¿Estás bien? —Le dio

una palmadita en la mejilla. —¡Jessica!

—Que sí, que cuidaré de ellas…

A Cassady se le cortó el aliento y más cuando sonrió. —Me gustan.

Cass me caía muy bien en el instituto, ¿sabes? —De repente Jessica frunció

el ceño. —Sí, mi Dios. Las protegeré. —De la impresión se alejó de repente


golpeándose la espalda contra la puerta del conductor. —No saldrá. No

saldrá si depende de mí, mi señor.


—La leche. —Salió de la camioneta llevándose las manos a la

cabeza. —¿No habías pedido ayuda? Pues ahí la tienes. No sé por qué te

sorprende tanto. —Entonces le dio un vuelco en el estómago pensando en el

periódico que le dio en toda la cara y separó los labios de la impresión. —

¡Es una señal! ¡Es una señal!

—¿Cass? Sí, es una señal de que quedan cinco millas para el

hospital. ¿Le ocurre algo a esta tartana que nos hemos parado?

Asombrada miró hacia la camioneta y por las luces de los faros vio

que estaba despierta. —Me duele mucho, ¿pasa algo?

—No, no. —Se subió a toda prisa al vehículo y aceleró entrando en

la carretera. —Enseguida llegamos.

—Genial —murmuró agarrándose la pierna.

—¿Te duele algo más? Llevas tiempo inconsciente.

—No, solo la pierna.

—¿Recuerdas algo?

—Claro, estábamos cenando…

—¡De lo que soñabas!

Jessica frunció el ceño. —¿Me has gritado?

—Perdona, pero es que estoy muy nerviosa.


—Tranquila, me pondré bien —dijo con una dulce sonrisa en los

labios.

Abrió los ojos como platos volviendo la vista hacia la carretera. —

Sí que es un ángel —dijo por lo bajo.

—¿Qué?

—Es que murmurabas como si estuvieras soñando.

—¿De veras?

—Sí. —Giró la cabeza hacia ella. —Hablabas con Dios.

—Oh, lo hago mucho —dijo como si nada.

—¿De veras?

—Para que me indique qué hacer y me ayude a tomar decisiones.

—¿Y te responde?

Jessica se echó a reír. —¿Cómo va a responderme? ¿Tú te has dado

un golpe?

Gruñó porque era evidente que no sabía nada y entonces se dio

cuenta de que le influía en sus sueños para guiar sus pasos. Como lo de

volver a casa. Seguro que había sido cosa suya para que las ayudara. Leche,

¿y ahora cómo se lo decía? Se mordió el labio inferior y la miró de reojo.

Jessica se agarraba la pierna como si le doliera mucho. Bueno, mejor lo

dejaba para después de que la escayolaran.


Apenas acababa de amanecer cuando llegó a casa agotada. Le costó

un poco abrir la puerta con todo lo que llevaba encima, pero al fin lo

consiguió y la cerró lentamente con el pie. Escuchó un bostezo en la cocina

y suspiró dirigiéndose hacia allí. Su hermana se volvió con la jarra del café

en la mano para verla con el bebé en brazos y Jessica totalmente grogui

colgada del hombro. —¿Pero qué?

—Su madre tiene muchas obligaciones con la iglesia y la próxima

llegada de la madre de Matt —dijo como si eso lo explicara todo.

—¿Y te los ha encasquetado a ti? —preguntó pasmada mirando la

pierna escayolada casi hasta la ingle de Jessica.

—Pues sí. Y cómo habla, la mujer. Me ha sido imposible decirle que


no. Antes de darme cuenta tenía al niño en brazos mientras Jessica la

dormía en la camioneta sin enterarse de nada. —Bajó la voz. —Tenías que

haberla visto. Para ella es un engorro total, se le ve en la cara que los

considera una carga.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —No.

Cassady asintió furiosa porque su propia madre tratara así a Jessica.

—Así que cogí al bebé y su bolsa porque la otra opción es que me pusiera a
decirle lo que pensaba y eso acabaría muy mal.

—Pobrecita. —Dejó la jarra a toda prisa y se acercó para cogerle al


bebé que dormía tranquilito. —Es precioso.

Cassady sonrió. —¿Verdad que sí? Es un angelito.

—¿Y lo de Matt? Si no ha podido hablar con su madre...

—Tranquila, después de encasquetármelos se debió dar cuenta de

que su hija ya no limpiaría la casa, así que se puso como una loca diciendo

que ahora qué iba a hacer. Que nunca podía contar con ella y mil cosas más,

porque la mujer se despachó a gusto. Que era un desastre ahora que lo tenía

todo organizado y que como siempre la iba a dejar muy mal ante todos. Así
que me ofrecí. Me miró altiva y farfulló que puede que no fuera mala idea

después de todo. A continuación me soltó de malas maneras que era lo

menos que podía hacer ya que todo era culpa mía. Y eso que solo le había

dicho que su hija había tenido un accidente en mi casa y que se había roto la

pierna, pero ella me miró como si fuera la responsable de todos sus males.

Considera que como ha sido culpa mía yo tengo que pagar las

consecuencias. Así que el puesto es mío.

—Menuda bruja —susurró su hermana—. Y yo que pensaba que era

muy agradable.
—Pues para que veas cómo es la gente realmente. —Se volvió con

cuidado de no despertar a Jessica y atravesó el hall para entrar en el pasillo

de las habitaciones. Tenían bastantes para elegir porque había dieciséis y

catorce estaban vacías. Entró en la primera vacía que era la que había sido

de sus abuelos y se acercó a la cama para tumbarla sin esfuerzo. Jessica

sonrió girándose de costado y abrazando la almohada. —Parece feliz —dijo

Bedelia divertida.

—Es que se ha tomado pastillas de más —contestó exasperada.

—¿Qué?

—Shusss. —Le hizo un gesto para que salieran de la habitación.

—¿Por qué has dejado que se las tomara?

—¿Crees que he podido evitarlo? Después de salir del hospital paré

en la farmacia para comprar la medicación que le habían recetado y como le

dolía le dije que se tomara una. Se tomó tres la muy burra y así se ha

quedado.

Su hermana dejó caer la mandíbula del asombro y Cassady se

encogió de hombros antes de volverse. —Necesito un café.

—¿Y ahora qué hacemos? Estamos peor que antes —dijo

siguiéndola—. Uy, hermana que esto se te está yendo de las manos.


—¿A mí? —Se giró para mirarla asombrada. —¿A mí se me está

yendo de las manos?

—Tú eres la mayor. Eres quien toma las decisiones. —La miró

como si quisiera estrangularla y Bedelia forzó una sonrisa. —Sí, tómate un

café.

Gimió cogiendo una taza del soporte y la jarra del café. —Menudo

lío que tenemos ahora.

—Bueno, no puede bajar las escaleras y este pequeñajo tampoco.

—¿Crees que no oirá nada?

—Le diremos que es la caldera que hace ruidos de vez en cuando.

Bebió un sorbo y pensó en ello. —Es un ángel.

Bedelia separó los labios de la impresión. —Lo sabía. Lo sentí.

—Habla con el jefe en sueños.

—¿Como hacen ellos para influir negativamente en las personas?

—Sí.

—Claro —dijo su hermana impresionada—. Sabía que lo del arpa


era raro.

Cassady puso los ojos en blanco antes de beber de nuevo. —No sé


cómo decírselo. La han enviado para protegernos.
—¿Para protegernos de qué?

—Decía algo de que no saldría.

—¿Un demonio?

—Puede, no lo sé.

—A ver si va a ser una casualidad.

Frunció el ceño y negó con la cabeza. —Tiene algo…

—Tú dijiste que no.

—Ya, pero desde que la escuché murmurar en sueños me fijé más en


su comportamiento. Tenías que haberla visto en el hospital. Era todos

sonrisas y amabilidad. Como no había mucha gente me dejaron pasar con


ella y a pesar de que le estaban haciendo daño no tuvo un mal gesto o una

mala palabra con nadie. Daba las gracias a todo el mundo por ayudarla.

—Igual es así.

—Tiene nuestra marca.

Su hermana dejó caer la mandíbula del asombro. —¿Dónde?

—En la pierna rota. A la altura de la nalga. De hecho no creo que se


la haya visto nunca.

—¿Cómo es posible?

—No lo sé, Bedelia. ¿Crees que sé algo de lo que está pasando?


—Solo los de nuestra familia nacen con la marca. Y a los que se van
les desaparece. Eso dijo el tío Harry.

—Pues ella la tiene. Tiene el círculo con la cruz en medio igual que

la piedra. Y no la vi yo sola, la enfermera que le quitó el vestido también la


vio y dijo que era una marca muy curiosa. Como si fuera un tatuaje sin

tinta.

—Es una vigilante. —Su hermana no se lo podía creer.

—Ahora tengo claro que la han enviado, aunque no sé la razón.

—¿Ayudarnos? Lo hemos rogado durante generaciones. ¿Por qué

ahora?

—¿Igual porque nosotras no seremos capaces de hacerlo?

Las hermanas se miraron a los ojos. —Esto no me gusta.

—Creía que te alegrarías.

—¿Es época de cambios precisamente ahora?

No queriendo asustarla porque ella ya lo estaba bastante por las dos


dijo —Tú lo dijiste. Somos pocos para vigilar la puerta.

—Sí, pero…

—Dime lo que piensas, Bedelia. No te calles ahora.

—Creía que casándonos el tema se solucionaría como se ha hecho


siempre. Pero que haya venido…
—Está claro que el de arriba quiere que esté aquí y no pienso

volverme loca con las razones. Ahora tenemos muchos problemas que
solucionar como decirle la verdad. Puede que sea una enviada de Dios, pero

ella no tiene ni idea conscientemente. Si se lo toma mal y se lo dice a


alguien…

—Estamos perdidas. Todos estaremos perdidos.

—Exacto. ¿Alguna sugerencia? Porque a mí solo se me ocurre


decírselo a bocajarro y si se lo toma a mal encerrarla en el sótano para que

vea la realidad.

—Hala, serás burra.

Sonrió maliciosa. —¿Quieres intentarlo tú primero?

Levantó la barbilla. —Soy la que tiene tacto en esta familia. Yo se lo

diré.

—Perfecto. Esperemos que se despierte y le daremos la noticia. Las


noticias porque no sé cómo se tomará lo de sus padres.

—¿Qué dijo su padre cuando esa bruja te dio el niño?

—Ni pío.

—Madre mía, qué familia.

—Está totalmente dominado por ella.

Bedelia miró al niño. —Casi mejor que te críes aquí, hermoso.


Cassady apretó los labios porque hacía mucho tiempo que no había

niños en la casa y lo sintió por él porque aquella no era una vida fácil. Pero
era lo que había. Cuando vio que su hermana lo ponía con cuidado sobre la

mesa y empezaba a desvestirlo se acercó. —¿Se ha hecho caca?

—Voy a ver si tiene la marca.

Se le cortó el aliento esperando impaciente. Cuando le quitó el body


y el pañal ambas acercaron la cabeza para mirar su rechonchita barriguita

bajando la vista por sus piernecitas. —Aquí no hay nada. —Bedelia le dio
la vuelta lentamente para ver en la base de su espalda la marca. Las

hermanas se miraron sorprendidas. —La tiene.

—Dios mío. —Se volvió dejando la taza sobre la encimera y apoyó

las manos teniendo un mal presentimiento. ¿Y si había llegado el momento


de que su familia dejara la puerta? Y si Jessica era la vigilante que se

encargaría a partir de ahora, ¿qué sería de ellas?

Su hermana se acercó a su espalda y apretó su hombro. —Como has


dicho no sabemos lo que va a ocurrir. Tú eres la vigilante y debemos
esperar acontecimientos.

Asintió volviéndose. —¿Están tranquilos?

—Al contrario de lo que pensaba no me han dado mucha guerra esta

noche. Ángel está abajo.


Sonrió porque era una ayuda enorme. —Voy a ducharme. ¿Puedes
encargarte de ellos mientras tanto? Después tengo que volver al pueblo para

recoger sus cosas, solo me han dado la bolsa del niño.

—Claro, tranquila.

—Tus estudios…

Bedelia sonrió. —Tranquila, lo tengo dominado.

Asintió y fue hasta el pasillo mientras su hermana la observaba. Si


antes tenía una carga ahora tenía el doble porque tenía que encargarse del

bebé y de Jessica que era un misterio por qué estaba allí. Ahora su hermana
sí que no pegaría ojo preocupada por su futuro. Miró al bebé dormidito

sobre la mesa. Había que ser franca, hasta que aquello no se aclarara ella
tampoco dormiría mucho porque tenía la sensación de que todo lo que

estaba sucediendo cambiaría sus vidas y puede que no para bien.

Estaba montando la cuna y juró por lo bajo porque el tornillo no

entraba. —Mierda —siseó mirando por el otro lado del listón por qué no
entraba el tornillo y era porque allí no había agujero. Su hermana se echó a

reír con el niño en brazos—. Eso se te da fatal.


—A mí todo lo que tenga que ver con trabajos manuales se me da
genial, guapa.

—Eso le va a encantar a Matt.

Se puso como un tomate mientras su hermana se reía. —Serás burra.

—¡Hola! —Ambas miraron hacia el pasillo. —¿Hay alguien ahí?


Leche, ¿dónde estoy?

—¡Estamos aquí! —gritó Bedelia yendo tras Cassady que se

acercaba.

Entraron en la habitación y Jessica sentada en la cama las miró con

los ojos como platos. —¿Qué hago aquí? ¿Me habéis secuestrado? —
Cassady dejó pasar a su hermana con el niño en brazos. —¡Y a mi niño!

—Oye guapa, que encima que te estamos cuidando —dijo Bedelia.

Asombrada miró a Cassady. —¿Qué ha pasado?

—Tu madre está muy ocupada como para encargarse de ti. Y nos ha

encasquetado al niño también.

—¿Qué? —gritó alucinada.

—Tenías que haber sido más suave —susurró Bedelia.

—Es que no hay manera suave de decirlo.

—Que poco tacto tienes.


Jessica aún con los ojos que se le salían de las órbitas pensaba en
sus cosas y cuando poco a poco se le fueron llenando de lágrimas, Cassady

suspiró sentándose a su lado y su nueva compañera de casa se tapó la cara


con las manos mientras se rompía y sollozaba. —Tranquila.

—Sabía que se avergonzaba de que hubiera vuelto a casa.

Le acarició la espalda. —No es para tanto.

—¿No? ¿Sin trabajo, sin dinero con un hijo y siendo una carga para
una antigua compañera de instituto?

—Las amigas se ayudan en casos así, ¿no?

Se le cortó el aliento levantando la vista hacia ella. —¿Somos


amigas?

Cassady sonrió y Jessica chilló como si le hubiera dado la alegría de


su vida abrazándola con fuerza. —No te defraudaré, te lo juro. Soy la mejor
amiga del mundo.

—De eso estoy segura. ¿Quieres ir al baño?

—Sí, pero puedo yo.

—No creo. No debes apoyar la pierna, ¿recuerdas que te lo dijo el


médico antes de que te empastillaras?

Se sonrojó. —Tres fueron muchas, ¿no?

—Te quedaste grogui.


—Pues me han sentado de miedo —dijo haciéndolas reír—. Puedo
ir al baño a la pata coja.

Sorprendiéndola la cogió en brazos como si no pesara nada y Jessica

la miró asombrada mientras su hermana gemía por lo bajo. —Vaya fuerza


tienes.

—La alfarería desarrolla los brazos y tú no pesas mucho.

—Ni mi marido me cogía así. Se deslomaba, eso decía.

—Era un blando.

—Medía casi dos metros y tenía brazos como troncos.

—¿Se hormonaba?

Hizo una mueca y susurró —Yo creo que sí. Y pasaba de eso…

Trapicheaba, ya me entiendes.

—Sí, entiendo que era un sinvergüenza.

—Sí, un poquito.

Si ella decía un poquito, debía ser un elemento de cuidado porque ya

la iba conociendo. Llegaron al baño. —Vaya, que grande. Es casi como una
habitación.

—Pues de estos tenemos dos —dijo Bedelia tras ellas.

—No me había dado cuenta ayer de que la casa era tan grande.
La dejó ante el wáter y con cuidado la ayudó a levantarse el vestido

para que se sentara. Miró a su alrededor. —Muy bonito. Me encanta el


blanco.

—Mi abuelo hizo los azulejos así cuando éramos pequeñas. —


Cassady se pasó la mano por la nuca. —¿Haces algo?

—Es que estáis mirando.

Mira, un ángel vergonzoso. Se volvieron y Jessica hizo pis. —


¿Habéis puesto la música otra vez?

—Para que Ángel no te despertara. Está algo inquieto hasta que le


conozcas. No está acostumbrado a los desconocidos.

—Oh, claro. Ya está.

Cassady se volvió y la levantó sacándola del baño. —Jessica de la


que pasaba acarició la mejilla de su niño. —¿Ha comido?

Bedelia asintió. —Como un campeón. Es muy bueno.

—Sí, solo duerme y come.

—Y caga —dijo Cassady haciéndola reír—. Y cómo caga. Nunca


había visto algo igual. Y eso que soy de campo.

Sin dejar de reír dijo —Serás exagerada.

La sentó en una silla de la cocina y Jessica vio en el hall la cuna de


su niño. —Ese listón está al revés.
Gruñó poniendo la sartén en la cocina. —Ya me había dado cuenta.

Bedelia se sentó a su lado. —No le gusta que destaquen sus

defectos.

—Oh, lo tendré en cuenta.

—Y por las mañanas no le hables mucho hasta que no se tome un

café.

—Vale.

Cassady sonrió rompiendo los huevos. —Tienes que tomarte las

pastillas. —Se volvió para mirarla sobre su hombro para ver que tenía a su
niño en brazos. —Las que te indicaron, no las que te dé la gana.

—Sí, Cass… —respondió distraída.

Miró a su hermana y le hizo un gesto con la cabeza para que se lo


dijera, pero esta negó como si no fuera el momento oportuno. Volvió a
insistir con vehemencia y Bedelia suspiró antes de mirar a su nueva amiga y

sonreír. —Antes, cuando le pegué un bañito vi que tiene una marca en la


espalda.

—Oh, sí. Mi Jimmy decía que era un antojo porque una vez pedí
donuts y no me lo trajo.

—Un antojo, ¿eh? Pues entonces las cuatro tenemos el mismo. —Se
volvió con los huevos en el plato y se lo puso delante. —Come que ahora te
pongo un zumo.

Jessica soltó una risita. —Es algo mandona, ¿no?

—No lo sabes bien.

Asombrada vio que no decía nada por lo de la marca. —¿Me has

oído? Nosotras también tenemos esa marca.

—Cassady déjame a mí.

—Es normal tener antojos. Yo también tengo uno.

Y lo veía tan normal. —¿Y el tuyo es así? —Se levantó la vieja

camiseta para mostrarle el círculo que tenía sobre el pecho derecho.

Jessica perdió la sonrisa poco a poco antes de separar los labios de

la impresión. —Es igual que…

—Que el de tu hijo. Que el de Bedelia y que el tuyo que me parece


que no te lo has visto bien.

Miró a su hermana. —¿Tú también tienes?

Se levantó y elevó la camiseta para mostrarlo en su cintura. —Es


una lata tenerlo ahí, no puedo ponerme camisetas sexis.

Jessica alargó la mano y pasó el dedo por el círculo. —Qué raro,


¿no? —Abrió los ojos como platos. —Esto tiene una pinta de señal que no
puede con ella.
—¿No me digas? —Soltó irónica ganándose una mirada de reproche
de Bedelia. —¿Qué? No tengo paciencia, ya lo sabes.

—Igual somos de un grupo destinado para algo —dijo Jessica


emocionada—. Igual tenemos una misión en la vida.

Sí, cuando se enterara de la misión iba a flipar. Le sirvió el zumo. —


¿Te gustaría? —Se sentó a su lado.

—Claro. Somos especiales. —Entrecerró los ojos. —Tenemos un


vínculo. Ahora tenemos que averiguar qué es. —Se puso a desayunar los

huevos tan contenta. —Que emoción —dijo con la boca llena.

Bedelia carraspeó al ver que Cassady abría la boca y la miró como

diciendo que la dejara a ella. —Nosotras ya sabemos de qué se trata, amiga.

Dejó caer el tenedor de la impresión. —¿Sí?

Su hermana forzó una sonrisa. —Somos vigilantes.

—Vigilantes… ¿Como los vigilantes de los centros comerciales?

—Vigilamos la puerta.

—Una puerta… —Miró a Cassady intrigada. —¿Una puerta de una

caja fuerte o algo así?

Cassady hizo una mueca. —Algo así. Les custodiamos para que no
se escapen.

Abrió los ojos como platos. —¡Cómo a los presos!


—¡Exacto! —Miró a su hermana. —Pues no era tan difícil.

—Espera que esto no ha acabado.

—Custodiamos a presos. Que trabajo más peligroso. —Entonces


frunció el ceño. —¿Pero cómo vais a custodiar a presos si nunca salís de
aquí?

—No salimos porque la puerta está aquí —dijo Bedelia


asombrándola—. En el sótano.

Jessica frunció el ceño antes de echarse a reír. —Cómo me tomáis el


pelo. Como si tuvierais una cárcel ahí abajo. Dejar de reíros de mí.

Siguió desayunando como si tal cosa y cuando su hermana la miró


impotente supo que no había otra manera. —Tómate las pastillas que las

vas a necesitar.

—Oh, sí. —Las cogió de delante de su plato y las tomó sin rechistar.

—Tú sigues al mando —dijo Bedelia por lo rápido que había


acatado su orden.

—Sí, eso parece.

—¿De qué habláis?

—¿Has terminado? —Levantó una ceja pelirroja mientras se bebía


su zumo a toda prisa.

—Lista.
—Pues ahora quiero enseñarte algo.

—¿Vas a enseñarme la casa? —preguntó ilusionada.

—Claro que sí y empezaremos por el sótano. Bedelia coge al niño.

Su hermana lo hizo en el acto y Jessica encantada de la vida se dejó


llevar. —Me muero por ver el arpa.

—Pues lo vas a ver mucho. —Empezó a bajar las escaleras y Ángel


se volvió. Cuando movió el rabito al verlas supo que estaba haciendo lo
correcto porque Jessica era de las suyas. A su Ángel no le gustaban los
desconocidos.

Jessica impresionada miró a su alrededor. —Si tenéis de todo. Hasta

una cama.

—Es que dormimos muchas noches aquí. La que vigila se puede


acostar.

Soltó una risita, pero la perdió poco a poco cuando sus ojos fueron a
parar a la enorme piedra de cuatro metros de alto que llena de símbolos
labrados no enmascaraban el grabado central de la cruz rodeada por un
círculo.

—Esa es la puerta —dijo Cassady atenta a su reacción.

—Pero…
Se acercó a ella y notó como se tensaba en sus brazos. —No tengas
miedo, no pueden hacerte daño.

—No pueden salir —añadió Bedelia—. Nosotras no les dejamos.

—¿Qué son esos grabados? —preguntó sin dejar de mirarla.

—Aztecas o mayas. Debieron encontrarla en el pasado, se debieron


dar cuenta de lo que era y la sepultaron después de hacerlos como signo de
protección. Por eso representan armas. —Se acercó y señaló un hacha

curvada que se repetía cuatro veces alrededor de la cruz como muchas otras
armas. —También está el signo del sol y la luna. O eso decía mi padre que
los estudió durante años.

—¿Por qué no la habéis sepultado vosotras?

—Buena pregunta —dijo Bedelia—. Porque el antepasado de


nuestra familia que la encontró al hacer esta casa, la dañó sin querer —dijo
pasando la mano por una fisura que tenía la piedra en un lateral—. Fue en

ese momento cuando se empezaron a escuchar las voces al otro lado y por
mucho que lo intentó ya no quedó sellada de la misma manera. Las voces
nunca se han dejado de oír en tres siglos y nuestra familia ha estado
impidiendo que salieran en todo este tiempo.

—Ahora no escucho nada.


Cassady miró a Ángel que movía el rabito. —Ahora no están.
Seguramente saben que estás aquí y quieren dejarnos mal.

Asustada miró a una y luego a la otra que estaban esperando la


pregunta. —Dijisteis que eran presos. ¿Quiénes son esos presos? —

Palideció. —¿Qué son?

—Lo que te imaginas. Esa puerta lleva a donde te imaginas —


respondió Cassady.

—¿Es la puerta del infierno?

—Y nuestra sangre la lleva custodiando tres siglos. Y ahora tú


formas parte de la familia. Esa marca lo confirma. Eres una vigilante.

Jessica sin aliento miró la puerta de nuevo y Bedelia dio un paso


hacia ella. —Tócala. Es mágica. Nos ha protegido de ellos durante siglos.
Solo la ayudamos a cumplir con su tarea de separar el mal de la vida que

todos llevan.

—El mal —susurró mientras sus ojos se llenaron de lágrimas—.


Esto no puede estar pasando.

—Entiendo que puede ser muy duro para ti, pero necesitamos
ayuda. Te necesitamos y él te ha enviado para que nos eches una mano —
dijo Cassady.

—¿Él?
—Bueno, decías que hablabas con Dios.

—¡Es una manera de hablar! —le gritó a la cara—. ¡Mucha gente


habla con Dios y no tienen que vigilar el infierno!

—Tranquila hermana, que lo está digiriendo.

—¿Cómo se puede digerir esto? —gritó casi histérica—. Yo me


largo. Déjame en el suelo que me arrastro…

Una risa al otro lado le cortó el aliento. —Vaya, vaya.

Las hermanas se tensaron porque por su tono de voz ya sabían que


era un demonio con fuerza.

—Mira quien está aquí…

Jessica palideció aferrándose al cuello de Cassady.

—Gatita, cómo me alegro de escucharte.

Los labios de Jessica temblaron, estaba totalmente aterrorizada. —


¿Jimmy?

—¡Hija de puta! ¡Me mataste! ¡Me mataste y mira donde he

acabado!

Asombradas miraron a Jessica que temblaba como una hoja. —¿Le


mataste tú? —preguntó Cassady. Sin ser capaz de hablar se puso a temblar
con fuerza y como no reaccionaba la llevó a toda prisa hacia las escaleras.
—No pasa nada. —Al ver que no dejaba de temblar gritó —¡Jessica
mírame! —Asustadísima la miró a los ojos. —No pasa nada, ¿me oyes? ¡Él

está ahí y tú aquí! ¡No puede atravesar la puerta y no puede hacerte daño!
—A toda prisa la llevó hasta la habitación y la sentó en la cama. No dejaba
de temblar y asustada se sentó a su lado y cogió sus manos. —Mírame. —
Jessica levantó la vista hasta sus ojos. —Nunca dejaré que te haga daño de
nuevo.

Se echó a llorar demostrando que sus suposiciones eran ciertas. —

¿Lo juras?

—Te lo juro por mi vida. Jamás volverá a hacerte daño. Además, el


de arriba no le dejaría, tienes una misión que debes cumplir.

Se le cortó el aliento. —¿Tú crees?

Hizo una mueca porque no sabía si decírselo, pero las tiritas mejor
quitarlas de golpe, así que se lo iba a soltar todo para que no se llevara otro
disgusto después. —Creo que eres un ángel.

—¿Qué? —chilló de los nervios.

—Hablas con Dios, Jessica. Lo haces en sueños y eso es algo que


nosotras no hacemos. Además, te gusta el sonido del arpa y a nosotras nos

pone de los nervios. ¡Puede que seas un ángel y estás aquí por una razón!
Igual te ha enviado a ti por lo de la puerta, no lo sé, pero te escuché hablar
en sueños y dijiste algo de protegernos. —Abrió los ojos exageradamente.
—Además dijiste que no le dejarías salir. —Sonrió de oreja a oreja. —Igual

hablabais de tu marido…

—¿Me estás diciendo que el de ahí arriba habla conmigo en sueños


y que soy una elegida o algo así?

—¡Sí!

—¡Quién me mandaría a mí invitarme a cenar con lo tranquila que


vivía con los pesados de mis padres!

Cassady se echó a reír asombrándola. Se echó a reír aún más fuerte

por su cara de pasmo y cuando consiguió tranquilizarse apretó sus manos.

—¿No te das cuenta de que algo te ha traído de nuevo al pueblo? Algo te ha


llevado hasta mí en el supermercado. Esa marca… No sé seguro si eres un

ángel o no, pero lo que sí sé es que eres una vigilante. Igual eres una

vigilante especial porque no eres de la familia, no lo sé. Pero lo que sí sé es


que tu destino al menos de momento es vigilar esa puerta para que

demonios como tu exmarido no destrocen nuestra vida y la vida de todos.


¿Te imaginas lo que sería si reinaran en la tierra?

—Dios mío —dijo angustiada.

—Exacto. Tu misión fue enviarle ahí y ahora es impedir que salga.

Y algo en mi interior me dice que lo vas a hacer estupendamente. —Intentó


animarla. —Tranquila, en el momento que toques la piedra tu fuerza se

multiplicará por mil, ese hueso se curará y…

—¿No moriré? —preguntó en un susurro.

Apretó los labios. —Sí, en algún momento morirás. La piedra solo


nos ayuda cuando estamos heridos para que sigamos nuestra función. Pero

no puede ser algo de gravedad. Mi madre murió de cáncer cuando el de

arriba quiso que se reuniera con los suyos.

La miró de reojo. —Tu abuelo…

Agachó la mirada a sus manos unidas. —Muchos no lo soportan. Él


no fue el único. En cada generación se quitan la vida uno o dos.

—Dios mío, mi niño.

—Él tiene un corazón puro, no pueden influir en él y más viviendo

en esta casa. Ya ha tocado la piedra y está a salvo. Además, no sabemos


cuánto tiempo os quedaréis. Los que se van de esta casa pierden la marca a

los pocos días, así como la fuerza, lo que indica que dejan de ser vigilantes.

—Pero yo la he tenido incluso lejos del pueblo.

—Por eso te digo que tú eres especial, Jessica. Y debemos averiguar

qué te ha traído aquí y durante cuánto tiempo. Tenemos que enfrentarnos a


esto, esconderse no sirve de nada.
Jessica asintió. —No sé cómo encararme con él. —Soltó una mano
y se la pasó por la frente. —Ya me entiendes. Escuchar su voz me ha traído

tantos recuerdos… Creí que me había librado de él.

—Ven que te demuestre cómo se trata en esta casa a esos

indeseables.
Capítulo 5

Se bajó de la camioneta muerta de miedo. Ni enfrentarse a diez


demonios a la vez la pondría tan nerviosa. Tenía unas ganas de vomitar

increíbles. Y era increíble porque ya había vomitado dos veces esa mañana
dejando pasmadas a su hermana y a su amiga porque creían que ella podía

con todo. Dijo que algo no debía haberle sentado bien, pero Bedelia no se
creyó una palabra y cuando se subió a la camioneta le gritó que lo tenía

chupado. ¿Chupado? Si no tenía ni idea de qué hacer.

Abrió la puertecita de madera blanca sintiendo las piernas como

gelatina y caminó por el sendero empedrado hasta las escaleras del porche.

La puerta se abrió sobresaltándola y allí estaba la madre de Jessica. Y no


parecía nada contenta. —Llegas tarde —siseó con evidentes ganas de

pegarle cuatro gritos.

—Lo siento, no me encontraba muy bien.


La miró de arriba abajo. Igual no debería haber ido con vaqueros

cortos, pero hacía tanto calor que de otra manera se asaría. La señora Martin

chasqueó la lengua. —Venga, tenemos mil cosas que hacer. La casa tiene

que estar perfecta.

—Sí, claro.

La mujer entró en la casa dejándola pasmada. ¿No preguntaba por

su hija? Entró tras ella y cerró la puerta. —Jessica está mucho mejor, ¿sabe?

—Saca las alfombras y sacúdelas. No puede haber nada de polvo.

Además, hay que encerar el suelo después de limpiarlo. Y todo eso tiene

que estar hoy mismo, ¿me oyes?

—Sí, por supuesto. —Al ver una foto de Matt en el aparador de la

entrada se le cortó el aliento porque debía tener unos diez años y vio en su

mente la primera vez que recordó verle a pesar de que era una niña de

cuatro años. Él bajaba de un coche rojo y su padre le cogió por el hombro

pegándole a él mientras reían. Ella de la mano de su madre comía un helado

y él cruzó la calle para entrar en la heladería. Sus ojos grises coincidieron

con los suyos y se miraron durante los segundos que pasó ante ella hasta
desaparecer dentro del local. En ese momento su corazón sintió anhelo por

él y su mundo cambió para siempre sin saber la razón. Recordó cómo su

madre la detuvo cuando quiso seguirle y se agachó para susurrarle —Algún

día, cielo. Algún día.


En aquel momento no entendía lo que le ocurría, pero a medida que

fue haciéndose mayor esa sensación cada vez que le miraba fue haciéndose

más fuerte en su pecho, hasta llegar a un punto en que su corazón se

sobresaltaba cuando tenía la suerte de encontrarle. Sintiendo un nudo en la

garganta recordó el día en que se fue a la universidad. Ese día no dejó de

llorar porque creía que no le vería más. Su madre la abrazó mientras


sollozaba. Tenía doce años y jamás miró igual a otros hombres. Y ahora

estaba allí.

—¿A qué esperas? —preguntó Mary Lou asombrada—. ¿Vas a


trabajar o no?

Ese tonito empezaba a fastidiarla, pero no tenía más remedio que


tragar. —Claro que sí.

—Pues haz lo que te he dicho. Shirley es una maniática de la

limpieza y quiero que todo esté perfecto en su regreso. Oh… —Miró su


reloj. —Tengo que ir a encargar los canapés para la fiesta del ayuntamiento

y las flores para mañana. Venga, date prisa que no tenemos mucho tiempo

—dijo ansiosa antes de coger su bolso y largarse de la casa—. ¡Vuelvo

enseguida!

Se volvió y pasó la mano por el aparador. Estaba impoluto. Esa se

había pasado todo el fin de semana limpiando. Pero qué estupidez, si

levantaba las alfombras iba a levantar polvo de nuevo. Además, habría que
mover los muebles. Era evidente que eso se lo había dejado a ella porque

era la parte más pesada del trabajo. Sonrió. Iba a llevarse una sorpresa.

Cuando Mary Lou regresó se quedó con la boca abierta porque

había movido todos los muebles con sumo cuidado de no rayar el suelo y ya

había sacudido las alfombras. La cantidad de mierda que habían salido de

ellas todavía estaba en el patio trasero. No lo había barrido porque suponía

que no se creería que las había sacudido, así que dejó allí las pruebas.

—Buen trabajo —dijo simplemente—. Mientras empiezo a encerar

quita las alfombras de arriba.

—Como diga, señora Martin.

—Vamos, deprisa.

Madre mía, esa mujer era insoportable. La trataba como a una

criada. Subiendo las escaleras hizo una mueca. En realidad es lo que era,
una criada. Al abrir la primera puerta lo sintió. Era su olor. Cerró los ojos

recordándolo perfectamente y respiró hondo. Una vez en la cola del cine se

había acercado lo suficiente como para que ese aroma llegara a ella y nunca

lo había olvidado. Dio un paso dentro de la habitación y abrió los ojos.

Había trofeos de beisbol y menciones del instituto por sus buenas notas. Se

acercó a la pared donde tenía colgado el reconocimiento al mejor

experimento de ciencias del año. Sonrió al recordar el cohete que había


hecho. Recordó cómo entre la gente vio como lo encendía a control remoto

haciendo que todos aplaudieran. Se sintió tan orgullosa aplaudiendo como

los demás.... En el pueblo no se habló de otra cosa en semanas. Bajó la vista

hasta el tocador y las fotos que había sobre él. Había muchas con sus

amigos en partidos, pero al ver una separó los labios de la impresión.

Recordaba esa foto el día de su graduación. Su madre se la estaba haciendo

y ella pasó por detrás de Shirley en ese momento. Matt la miró y su madre

sacó la foto en ese instante así que no miraba la cámara la miraba a ella.

Recordó cómo se sonrojó y salió corriendo. Era increíble que hubiera

escogido esa foto para ponerla precisamente allí. Sintiendo que la inundaba
una inmensa alegría se volvió y al ver que la puerta del armario estaba

abierta casi chilla al ver su cazadora del instituto. Muchos jugadores se las

dejaban a sus novias y siempre quiso ponérsela. Bueno, en aquella época le

hubiera quedado enorme, pero se moría por probársela. Se acercó a ella y la

acarició.

—¿Estás quitando las alfombras?

Se sobresaltó volviéndose y cerró la puerta del armario. —Es que la

iba a cerrar para que la ropa no se llenara de polvo.

Mirándola con sus ojos azules entrecerrados dijo —Date prisa o no

nos dará tiempo a todo.


—Sí, por supuesto. —Se agachó para coger la alfombra que estaba

al lado de la cama y enrollarla mientras ella no le quitaba ojo.

—Y ni se te ocurra cotillear, ¿me has entendido? Le he dicho a

Shirley que ya tengo una persona para que limpie su casa, pero si veo algo

raro te sustituyo antes de que te des cuenta y no me cortaré nada en decirle

a la gente cómo eres, porque yo no pienso quedar mal por esto.

Se sonrojó con fuerza porque ahora que la iba conociendo supo que

no tendría escrúpulos en dejarla mal ante todos. —Sí, señora Martin.

—Tú a hacer lo que te ordenen y no me des más problemas.

Se levantó con la alfombra en la mano. —¿Más?

Dio un paso hacia ella. —Es muy sospechoso que mi hija se haya
roto la pierna en este momento, ¿no crees? Y ahora te pillo cotilleando en el

armario de Matthew. Sí, muy sospechoso. Igual debería llamar al sheriff.

Se le cortó el aliento. —Yo no he hecho nada. Y si estoy aquí es


para hacer el trabajo ya que Jessica no podía.

—¡Pues eso! ¡Tú a hacer tu trabajo!

Eso sí que no. A ella nadie le hablaba así. Dejó caer la alfombra a

sus pies. —¡No sé por qué se pone así cuando su hija está tan ricamente
viviendo en mi casa y ni siquiera se ha molestado en llamarla por teléfono

para saber su estado! Igual debería ser yo la que le dijera a la gente como ha
abandonado a su hija con prácticamente unas desconocidas porque usted

tenía muchas cosas que hacer, como por ejemplo hacerle la pelota a su

amiguísima mientras su nieto tiene que ser cuidado por nosotras. —Dio un

paso hacia ella amenazante. —Igual debería ser yo la que dijera como los

despachó rápidamente de su casa en cuanto se dio cuenta de que tendría que

cuidar de una inválida y de su bebé. Eso por no contar como supo durante

años el infierno que su hija pasaba con su marido y usted no hizo nada.

Como su marido la obligó a tener un hijo y cuando la llamó para pedirle


consejo usted la presionó dándole la razón a ese cerdo.

La miró con odio. —¿Cómo sabes eso? ¿Te lo ha dicho Jessica?


Miente.

—Y una mierda, Jessica no es de las que mienten. Y que su marido


haya desaparecido, eso sin mencionar que está viviendo con nosotras le
dará credibilidad a mi versión. ¿Quieres retarme, Mary Lou? —preguntó

tuteándola con burla.

La madre de su amiga enderezó la espalda y Cassady sonrió. —Veo


que nos entendemos. Yo haré mi trabajo y tú dejarás de mirarme como una

bruja estirada, ¿de acuerdo? Seamos amigas, al fin y al cabo tenemos algo
en común que es muy importante para las dos.

—Sí, por supuesto… Jessica es muy importante para mí —dijo


avergonzada.
—No hablo de ella. Hablo de quedar bien con los dueños de esta
casa.

Mary Lou entrecerró los ojos. —Sabía que estabas cotilleando. Tú


vienes por él. Pues te vas a llevar una sorpresa.

Levantó sus cejas pelirrojas. —¿Sorpresa?

Sonrió maliciosa. —No eres su tipo. Eres una artista sin estudios

que no sabe dónde caerse muerta.

Se tensó entrecerrando los ojos y la muy bruja sonrió aún más. —

¿Ha dolido? Es la realidad. Él es un hombre que lo tiene todo y tú no le


llegas ni a la suela de los zapatos. Te vas a dejar las uñas limpiando y no se

fijará en ti. Ni en un millón de años. Ahora recoge las puñeteras alfombras


ya que quieres quedar tan bien con ellos, guapa.

Se largó dejándola con la palabra en la boca y una rabia la recorrió

haciendo que apretara los puños de la impotencia. Aunque no sabía por qué
se ponía así cuando ella misma había pensado lo que esa bruja le había

echado en cara. Al volverse vio la foto de Matt y se le cortó el aliento


mirando esos ojos como aquel día. Esa bruja no tenía razón porque él ya se

había fijado en ella.


Entró en la cocina desesperada por comer algo. No había probado
bocado en todo el día. A oscuras fue hasta la nevera y la abrió. La luz le

mostró a Jessica que estaba sentada a la mesa y se sobresaltó. —¿Qué haces


ahí a estas horas?

—Pensaba.

Sin dejar de mirarla cogió el plato que le habían dejado y lo llevó

hasta el microondas.

—Llegas muy tarde.

—Tu madre es una sargento de primera. No me traga y ha intentado

deslomarme a ver si así mañana no aparezco. —Cuando lo puso a calentar


se volvió y se cruzó de brazos. —Bien, ¿qué pasa?

Miró el vaso de leche que tenía entre sus manos y apretó los labios.
—Ha pasado.

—¿El qué ha pasado?

—He empujado. Sola. Bedelia estaba duchándose en ese momento.

Dio un paso hacia ella. —¿Estás bien?

Levantó la vista hasta sus ojos. —No sé cómo sentirme.

Se sentó ante ella y se quitó las botas. —Te han hablado, ¿verdad?
Te han contado algo que te ha conmovido. No les creas, no te creas ni un

carajo. Esos capullos son muy listos. —Tiró la bota a un lado y apoyó los
codos sobre la mesa. —Una vez una abuelita de lo más dulce me dijo que

era mi abuela y que estaba allí por equivocación. La creí, vaya si la creí. Yo
era una cría, mi abuela acababa de morir y me moría por escucharla. Pues

no era mi abuela, guapa. En cuanto bajó mi padre le gritó que me dejara.


Entonces ese cerdo mostró su verdadero carácter. Lloré toda la noche como

si la hubiera perdido de nuevo. No les creas, te lo digo por tu bien.

—Me han dicho que mi hijo será como ellos, que no podré evitarlo

—dijo asustada mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Tu hijo no será como ellos. Tiene la marca, es de los nuestros. —


Suspiró pasándose la mano por la nuca. —No llores, por favor. Perdona,

pero estoy agotada.

Jessica se limpió las lágrimas. —Lo siento.

—No tienes que sentirlo. Hemos pasado por eso y te comprendemos

perfectamente. Si necesitas hablar de ello hazlo, no te lo dejes dentro


porque eso es peor. —El sonido del microondas las sobresaltó y ambas

sonrieron.

—¿Estáis de fiesta? —preguntó su hermana desde abajo.

Divertida se levantó para coger su cena. Su hermana llegó del


sótano y preguntó —¿Qué hacéis a oscuras?

—Charlar.
Bedelia encendió la luz y silbó al ver sus caras. —¿Problemas?

—Yo ya los he solucionado —dijo Jessica antes de hacer una mueca

—. O casi.

—Y yo lo soluciono con unas horas de sueño. ¿Cómo ha ido el día?


—dijo sentándose.

Las dos vieron como empezaba a comer hambrienta. —Bien —


contestó su hermana yendo hacia la nevera para servirle agua—. Como

siempre.

—Eso es bueno. —Se metió de nuevo el tenedor en la boca mientras


ambas se la quedaban mirando. —¿Qué?

—¿Y a ti?

—Su madre me odia. Con todas sus fuerzas. Dudo que les hable
bien de mí. Y eso que he intentado ser agradable, no lo entiendo. Me ha

hecho encerar el suelo de toda la casa, limpiar las alfombras y después el


polvo. Y como no se fiaba de que supiera cocinar me ha hecho hacerle la

cena a ella y a su marido para luego limpiar la cocina de arriba abajo. Es


una obsesa de la limpieza.

—No lo sabes bien —dijo Jessica —. ¿Te preguntó por mí? ¿Por

nosotros? —Sin saber que contestar agachó la mirada. —Entiendo. Está


claro que estar impedida para ligarme a Matt ha sido la gota que ha
rebosado el vaso para nuestra relación —dijo irónica, aunque todas sabían
que le dolía.

—Está loca por quedar bien con Shirley —dijo alucinada—. Es


como si fuera la mejor amiga del mundo mundial y por nada quiere quedar

mal con ella.

—Ha sido así desde siempre. Iban juntas al instituto y eran


inseparables. Mamá lo pasó mal cuando Shirley se fue del pueblo y está

muy contenta de que vuelva.

—¿Contenta? Hasta está organizando la fiesta en el ayuntamiento y


por cierto a mí no me ha invitado.

—Mierda —dijo Bedelia—. Y yo que quería que te viera bonita y


que bailara contigo.

—¿Bonita?

—Arreglada. Siempre vas hecha una pena y ahora que vas a

limpiar… Eso no tiene mucho glamour.

Jessica sonrió porque era evidente que le daba igual. Cassady era así

y si Matt se enamoraba de ella tenía que amarla como era. —¿Estás


nerviosa? Le verás mañana.

Avergonzada se metió el tenedor en la boca y dijo mientras

masticaba —No, claro que no.


—Estás cagada —dijo su hermana ganándose una mirada de rencor
—. ¿Qué? No tienes que ir de dura por la vida. Háblanos, estamos aquí para

ayudarte.

—Bedelia…

—Es que como hace tanto que no liga, teme hacerlo mal —le
explicó a Jessica que soltó una risita.

—Muy graciosas.

—Es el amor de su vida, es normal que esté de los nervios —


contestó Jessica.

—No estoy de los nervios —siseó, pero ellas no le hicieron ni caso.

—Sé tú misma y ya verás como cae rendido a tus pies —dijo su


amiga—. Sinceridad ante todo. Que vea tu verdadera personalidad.

Bedelia la miró con horror. —Ni hablar, tienes que ser todo sonrisas

y halagos, a los tíos les encanta. Y déjale hablar de sí mismo. —Ambas la


miraron. —¿Qué? Yo me los ligaba así en el instituto.

—Así te ha ido —dijo Jessica haciéndola jadear.

Cassady reprimió una sonrisa mientras su amiga decía —Tienes que


mostrarte como eres para que luego no se lleve sorpresas. Si se enamora de
ti… —La señaló con ambas manos. —Si le gustas así, es que es tu hombre.

—Vaya, gracias.
—Hablo en serio. Con todo lo que tienes detrás no estará abierto a
muchas más sorpresas.

Perdió la sonrisa poco a poco y asintió. —Voy a acostarme, estoy


agotada.

—Sí, que tienes que estar bella para mañana.

Ambas vieron cómo iba hacia el hall y desaparecía en el pasillo.

Jessica gimió. —Le va a costar lo suyo enamorarle.

—¿Eso crees? —preguntó su hermana preocupada.

Jessica la miró a los ojos. —Me preguntaste el otro día si era idiota.

De idiota no tiene un pelo, pero es un prepotente de cuidado.

—No fastidies.

—Su última novia era directora general de la empresa en donde

trabajaba, no te digo más —dijo recogiendo su plato.

—No te calles ahora.

—Era un decir, chica. —Dejó el plato en la pila y se volvió. —


Siempre ha salido con mujeres que destacan, ya sea por su profesión o su
belleza. Siempre que Shirley le dice a mi madre que sale con alguien es de
ese estilo. Te aseguro que nunca ha salido con la limpiadora.

—Pero tú estabas de acuerdo.


—Leche, porque es la única manera de que se acerquen. ¿Cómo van
a llegar a conocerse sino?

Bedelia se mordió el labio inferior. —Así que no es un buen

hombre.

—Yo no he dicho eso. Es… —Se cruzó de brazos. —Es especial,


siempre lo ha sido.

—Mi hermana también es especial. —Jessica levantó una ceja. —


Pero no en el buen sentido, ¿no?

—¿Vigilante de la puerta del infierno atada a esta casa de por vida?


Él ha vivido mundo. Ha visitado no sé cuántos países. Es rico, guapo y…

—Y vuelve a casa. Tiene que ser por algo.

Ambas se miraron a los ojos. —El de arriba le ha enviado aquí por


algo, pero no sabemos si es por Cass. Esperemos que todo vaya bien porque
si no tu hermana lo va a pasar muy mal.

Dio un paso hacia ella. —Lo has visto en sus ojos, ¿verdad?

—¿El anhelo? No puede disimularlo. Y espero que eso sea lo que a


él le conmueva.
Capítulo 6

Llevaba desde las siete de la mañana limpiando la casa para que


todo estuviera en perfecto estado. Colocó de nuevo las flores que Mary Lou

había llevado, dejándolas ante la mesa del hall para que las vieran en cuanto
entraran.

—No tardarán en llegar —dijo Mary Lou tan nerviosa como si

estuviera a punto de entrar el presidente de los Estados Unidos. Al ver las


flores asintió—. ¿Has cambiado las sábanas?

—Sí, Mary Lou.

—¿Y la nevera está en orden?

—Con todo lo de la lista.

—Bien. Has hecho un buen trabajo.

La miró sorprendida. —Gracias.


La mujer se acercó a la ventana apartando la cortina y cuando no vio

a nadie se enderezó pasándose las manos por su vestido verde. Era evidente

que quería tener buen aspecto. Ella se miró. Para no ir en sus vaqueros de

siempre se había puesto un vestido de flores de tirantes y unas manoletinas

beige que casi nunca usaba. Estaba cómoda, fresca y a la vez algo
arreglada. Disimuladamente se miró en el espejo del hall y se pasó la mano

por sus rizos pelirrojos para apartarlos de la cara. No se había maquillado

porque nunca lo hacía y había decidido seguir el consejo de Jessica sobre

ser ella misma.

—¡Ya están aquí! ¡Ya están aquí!

Mary Lou abrió la puerta mientras a ella se le cortaba el aliento.

Como a cámara lenta se acercó a la entrada para ver un mercedes plateado


que parecía muy nuevo deteniéndose ante la puertecilla blanca. Al ver que

la mujer que estaba en el asiento del copiloto sonreía a Mary Lou, separó

los labios. La señora Bampton abrió la puerta tan elegante como la última

vez que la había visto. Su cabello negro estaba impecablemente peinado a la

altura de los hombros y se había maquillado ligeramente. —¿Cómo estás?

—preguntó Shirley cerrando la puerta.

Cassady no escuchó la respuesta de su amiga porque vio que se

abría la puerta del conductor y que una cabeza morena salía del coche. Aún

estaba de espaldas, pero su corazón se aceleró al ver la camisa blanca que


llevaba y como su perfil miró hacia atrás haciendo un gesto al camión que

venía detrás para que aparcaran. Se volvió hacia ella y cuando sus ojos se

encontraron su latido se detuvo. Matt entrecerró los ojos antes de cerrar la

puerta del coche.

—Matt cielo, ven a saludar a Mary Lou.

Este rodeó el coche por delante y ella pudo ver que llevaba unos

pantalones vaqueros desgastados que le quedaban para morirse. Sin poder

evitarlo se lo comió con los ojos cuando sonrió a la amiga de su madre. —

Me alegro de verte —dijo con una voz más grave de lo que recordaba.

—Y yo a ti —dijo abrazándole.

Que suerte tenían algunas.

—¿Qué tal el viaje?

—Oh, agotador. Pero odio el avión, ya lo sabes —dijo Shirley

mirando a Cassady que se sonrojó por el escrutinio—. Vaya, vaya… ¿A

quién tenemos aquí?

—¿Conoces a Cassady Perkins? Es amiga de mi hija. Jessica se ha

roto una pierna, la pobrecita, y Cassady me ha ayudado con la casa.

—Sí que la conozco. O la conocí cuando era una niña. —Shirley dio

un paso entre ellos acercándose. —Tú eres la hija de Laurin Perkins, ¿no?
—Sí, señora —respondió mirando esos ojos grises tan parecidos a

los de su hijo.

—Conocí mucho a tu madre cuando era soltera. Después casi

desapareció del pueblo. ¿Cómo está?

—Murió, señora.

—Oh, lo siento muchísimo. No somos nadie. —Se volvió para mirar

a su hijo. —¿La conoces, cielo?

—De vista, mamá. De verla por el pueblo. —Sus ojos fueron a parar

a los suyos. —Con ese pelo rojo es difícil pasar desapercibida.

Cassady se puso como un tomate.

—No sabía que era tan amiga de tu hija, Mary Lou.

—Desde que mi niña volvió al pueblo han estrechado lazos. Tanto

que ahora hasta viven en su casa. Ya conoces a los hijos, quieren

independencia.

Tendría cara, la tía. No pudo disimular su cara de asombro y Matt

entrecerró los ojos.

—Tenéis que estar agotados. ¿Queréis una limonada? —preguntó

Mary Lou de repente muy nerviosa.

—Yo prefiero una cerveza —dijo sin dejar de mirarla acelerando

aún más su corazón.


—Hay de todo. Cassady prepáralo en el salón.

—Sí, señora.

Mary Lou sonrió satisfecha viéndola desaparecer dentro de la casa.

—Es muy trabajadora. Estaréis muy bien atendidos.

—Eso no lo dudo —dijo él alterándole el corazón.

Fue a toda prisa hasta la cocina y preparó una bandeja con todo lo

que pudieran querer. Hasta puso unos aperitivos que ella había preparado.

Al coger la bandeja hizo que los vasos tintinearan y se sobresaltó.

Tranquila. Respiró hondo. —Vamos Cass, tú puedes.

Fue hasta el salón donde les escuchaba hablar y cuando iba a pasar

ante la puerta principal casi se choca con el de la mudanza que metía una

caja. —¿Esto a dónde va?

—Oh, pues…

Matt apareció en la puerta del salón. —Arriba. Las que ponen M en

la habitación ante la escalera. Las otras en la habitación del fondo a la

derecha.

El tipo empezó a subir las escaleras y Matt preguntó —¿Necesitas

ayuda con eso? Parece que pesa.

—No, gracias —dijo sonrojándose hasta la raíz del pelo. Pasó a su

lado y al llegar hasta ella su colonia casi se muere del gusto. Seguía usando
la misma.

Las mujeres no dejaban de hablar y Mary Lou dijo —Deja eso aquí

y sube a empezar a colocar sus cosas.

—La casa está impecable, Cass. Tu madre te llamaba Cass, ¿no es

cierto?

—Sí, señora. Pero solo lo hacía ella y ahora Jessica.

Mary Lou sonrió. —Esta hija mía…

—¿Entonces cómo debemos llamarte?

La voz grave de Matt tras ella la sobresaltó y se volvió levantando la

vista hasta sus ojos. —Me da igual. —Sin poder evitarlo sus ojos bajaron

hasta sus labios y al darse cuenta de lo que estaba haciendo agachó la

mirada de golpe rodeándole. —Voy a empezar a desempacar.

Sintió su mirada en su espalda y fue a toda prisa a las escaleras para

empezar a subir. Estaba a la mitad cuando miró hacia él y sus ojos se

encontraron. Se detuvo en seco sintiendo que su corazón se detenía.

—Señorita, ¿me permite?

Miró hacia arriba para ver a uno de la mudanza que bajaba. —Oh,

sí. Lo siento. —Se apartó y al mirar hacia abajo él ya no estaba. Tenía que

dejar de mirarle como si fuera idiota o pensaría que estaba realmente


desesperada. Gimió entrando en su habitación. Su corazón iba a pasar una

dura prueba en esa casa.

La cantidad de ropa que tenía ese hombre era impresionante.

¿Dónde iba a meter todo aquello? Porque en su armarito de su infancia no,


eso estaba claro. Los percheros portátiles de los de la mudanza ocupaban

gran parte del pasillo a las habitaciones y se mordió el labio inferior cuando
el jefe de mudanzas dijo que los percheros tenían que llevárselos. —Espere

un momento, voy a preguntar dónde ponemos esa ropa.

El hombre se rascó la cabeza mirando a su alrededor. —Es que su


casa de Nueva York era el doble de grande y todavía faltan algunos

muebles.

—¿Muebles? —preguntó pasmada.

—Oh, sí… Y son antigüedades, así que a ver dónde los ponemos.

—Sí, ya va siendo hora de que muevan el culo. —Se volvió y se

puso como un tomate al ver a Matt tras ella. —No saben dónde poner las
cosas.

—¿No me digas? —Parecía divertido lo que fue un alivio, la verdad.


Miró al tipo y ordenó —Dejen todos los muebles envueltos en el garaje. Y
las cajas que ponen oficina y libros también.

—Sí, señor Bampton.

Cuando el hombre pasó entre ellos a duras penas, Cassady forzó una
sonrisa. —¿Y toda esta ropa?

—Que la dejen dentro de mi habitación. Yo ocuparé aquella —dijo


señalando la del final del otro pasillo lo más lejos posible de su madre.

Mierda, ahí no había cambiado las sábanas.

—En tu habitación no hay espacio para colgar las cosas.

—Que dejen los percheros y que me los carguen en cuenta. ¿Algo


más?

—¿Qué quieres para comer?

Esa pregunta pareció divertirle. —Déjame pensar… ¿Qué tal una


brandada de bacalao con trufa?

Leche, ¿qué era aquello? Parpadeó y dijo —¿Qué tal un chili que me

sale para chuparte los dedos?

Él rio por lo bajo. —Estoy deseando probarlo.

Se sonrojó de gusto y pasó a su lado intentando no rozarle, pero él

alargó el brazo agarrando un perchero y se detuvo observándole con la


respiración agitada. —¿Ocurre algo, Cass?
Escuchar su nombre de sus labios la hizo temblar de arriba abajo y
sintiendo que casi ni tenía aire susurró —No, ¿qué puede pasar?

Él se acercó peligrosamente. —Es que parece que temes que me

acerque.

Uy, madre mía, que se iba a desmayar allí mismo de la impresión.


¿Qué le decía? Sé valiente Cassady y dile que te toque todo lo que quiera.

No seas descarada, ¿cómo vas a decirle eso? Él levantó una ceja


derritiéndola de gusto y separó los labios lo que hizo que Matt los mirara.

Él sonrió. —Entiendo.

—¿Si? —susurró—. ¿Seguro que lo entiendes?

Levantó la vista hasta sus ojos. —Sí, nena. Lo entiendo muy bien.

—Con la mano libre la cogió por la cintura y la pegó a él. Sentir la dureza
de su cuerpo, la dureza de su sexo fue como si la traspasara un rayo y ni

pudo reaccionar cerrando los ojos para disfrutar de él. Esa mano bajó hasta
su trasero y la acarició mientras él susurraba a su oído —Te mueres porque

te folle. —Besó el lóbulo de su oreja estremeciéndola. —Y lo haré.

De repente se apartó alejándose hacia la habitación de su madre. —

No, esas cajas déjenlas en la habitación de al lado. —Abrió la puerta a toda


prisa. —Aquí. Y sus percheros también.

—Sí, señor.
Cuando se volvió ella aún seguía allí con los ojos como platos. —

¿No ibas a hacer chili?

—¿Chili? —preguntó entre incrédula y decepcionada. Él se cruzó de

brazos—. Oh, el chili. Claro, el chili. —Fue hasta las escaleras sintiendo
que no las sostenían las piernas. —Lo otro…

—Cuando yo quiera.

Se sonrojó. —Oh, oh… Claro. Ahora el chili.

—Sí, tengo hambre.

Madre mía, por como la miraba parecía que quería comérsela a ella.
Loca de contenta bajó las escaleras. Así que sería difícil, ¿eh? Si estaba

chupado. O ese hombre era muy fácil o la fácil era ella, pero aquello iba
pero que muy bien. Contenta entró en la cocina deteniéndose en seco

porque allí también había cajas. ¿Pero cuántas cosas tenían? Decidió
centrarse en que tenía hambre y se puso manos a la obra.

Preparó un chili de primera algo picante para darles la bienvenida


con una comida de reyes. Cuando se sentaron a la mesa Mary Lou lo hizo

con ellos, lo que indicaba que era como de la familia.


—Sí amiga, pero afortunadamente ya estáis aquí —dijo tan contenta

—. ¿Qué has preparado, Cassady?

—Chili. —Se acercó con la fuente y la puso sobre la mesa. La


madre de Matt no puso muy buena cara al ver lo que se iba a comer. —

Bienvenidos a Texas.

Matt reprimió una sonrisa. —Gracias Cass.

—De nada. —Cogió el plato de Matt estirándose y sirvió una buena

cantidad. —Que aproveche.

—Tendré que caminar mañana diez kilómetros para eliminar tantas


calorías y colesterol de mis arterias —dijo la mujer mientras colocaba el

plato ante ella.

—Mujer, si está estupenda. Hala, a comer que se enfría y ya no es lo

mismo —dijo cogiendo el plato de Mary Lou que iba a decir algo, pero le
sirvió una buena cantidad como a los demás.

—De ahora en adelante procura hacernos comidas más sanas,

Cassady —dijo su nueva jefa—. Es a lo que estamos acostumbrados.

Miró a una y luego al otro. En sus ojos vio que se lo estaba pasando
en grande. Le había dejado hacer chili, aunque sabía que su madre no lo

aprobaría. Sería capullo. —Es lo que pidió el señorito.

Asombrada miró a su hijo. —¿Has pedido esto?


—Como ha dicho Cass, bienvenida a Texas, madre.

Esta gruñó cogiendo la cuchara y Cassady separó los labios mientras

su chico se metía la suya en la boca. Matt masticó mientras ellas gemían


cogiendo el vaso de agua para beber a toda prisa. —¿Muy picante?

Matt tragó mirándola a los ojos. —Perfecto.

Sonrió de gusto y se volvió. Recogiendo la cocina les echaba un ojo

de cuando en cuando y se derritió de felicidad cuando él se lo comió todo.

—Madre mía, me arde la lengua —dijo la madre de Matt a punto de

reírse—. Pero estaba delicioso. Cassady, es el mejor chili que he probado


nunca.

Que maja. —Gracias, señora. ¿Quieren algo de postre? No he hecho

tarta, pero hay pastelillos de la confitería que ha traído la señora Martin.

Matt se limpió los labios con la servilleta y negó con la cabeza


levantándose. —Yo no quiero nada. Mary Lou, si me disculpas tengo que

hacer unas llamadas.

—Sí, por supuesto.

—En cuanto recojas puedes irte —dijo Shirley—. Vuelve mañana a

las ocho.

¿Irse?, se preguntó viendo como él sacaba el móvil del bolsillo de su

pantalón y salía de la cocina.


Alguien carraspeó y al ver que Mary Lou la advertía con la mirada
se acercó a toda prisa a recoger los platos. —¿No quiere que me quede para

ayudarla a colocar sus cosas?

—Que amable. —Shirley levantó la vista hasta ella. —¿No te


importa?

—No, claro que no.

Sonrió encantada. —Perfecto. En cuanto termines, puedes subir a mi


habitación para ayudarme.

—Muy bien.

Las mujeres se levantaron de la mesa. —Así que tenemos otro


médico. ¿Y cómo es?

—Oh, pues no sabría decirte. No se relaciona mucho con los de

aquí. Y cuando vas a la consulta habla muy poco.

—Será tímido.

—Eso mismo pensé yo.

Era evidente que si Shirley decía que la luna era morada, ella
pensaría lo mismo. Qué adoración le tenía a esa mujer.

Después de limpiar en un tiempo récord para ver donde estaba fue


hasta las escaleras y le escuchó hablar en el despacho que había al lado del
salón. Vaya, debía ser importante porque su voz indicaba que lo era.
Cuando llegó a la habitación de la dueña de la casa la vio con un montón de
ropa interior en la mano. —Cassady, ¿puedes sacar todo lo que hay en el

armario? Mucho lo voy a donar porque esa ropa no me la pongo desde hace
años.

—Sí, por supuesto.

Mientras ellas colocaban lo del aparador ella sacó la ropa de sus


perchas en el armario y la dejó doblada a un lado. Ya casi había terminado
cuando la madre de Matt se acercó e hizo una mueca. —Lo he usado treinta
años y no lo recordaba tan pequeño.

—Es que ahora estás acostumbrada a otra cosa.

Shirley sonrió a su amiga, pero al ver una bata morada la cogió. —


Esto no. Lo conservaré. Fue el último regalo de mi marido.

—¿Se la cuelgo otra vez?

—No, déjalo. Empecemos a guardar los vestidos que me pongo a

diario, creo que será lo más práctico. Lo demás lo dejaremos en los


percheros.

Se pasó trabajando toda la tarde colocando esto y lo otro. Estaba


bajando unas cajas al garaje cuando le vio salir del despacho. Se sonrojó
metiéndose en la cocina para ir hacia la puerta del garaje. Dejó la caja en su
sitio cuando le sintió tras ella. Nerviosa se volvió para mirarle a los ojos. —
Levántate la falda.

Separó los labios de la impresión, pero aun así lo hizo lentamente

sintiendo que la excitación recorría su vientre. Él bajó la vista hasta sus


piernas y alargó la mano para rozar con el dorso de sus dedos su suave piel
hasta llegar a su ingle. Sintió que le faltaba el aire y más aún cuando cogió
la goma de sus braguitas y tiró de ellas pasando el dedo por debajo de la
tela. Tiró más y al sentir la presión sobre su clítoris gimió cerrando los ojos.

—Te noto ansiosa, nena. —Dio un paso hacia ella y tiró más de la

tela metiéndola entre sus pliegues y Cassady casi se puso de puntillas


sujetándose en sus hombros sin darse cuenta. —¿Lo estás? —Metió la
mano bajo la tela y acarició su sexo casi haciéndola gritar de placer. —Ya
veo. Pero lo que yo busco es especial. ¿Eres especial, preciosa?

Metió un dedo en su interior y Cassady abrió los ojos de la sorpresa.

Él la cogió por la nuca atrayéndola. —¿Me has esperado? ¿Tanto me


deseas?

—Sí —respondió sin poder evitarlo.

Los ojos de grises de Matt brillaron y atrapó su boca entrando en


ella de un modo que pensó que se moriría por el placer que la recorrió. Fue
tan intenso y la saboreó de tal manera que supo que jamás habría otro
hombre para ella que él. Cuando su dedo acarició el botón de su placer gritó

en su boca estremeciéndose entre sus brazos mientras todo estallaba a su


alrededor y realmente creyó conocer el paraíso. Él separó sus labios y la
abrazó mientras aún se sentía en el cielo. Mareada por lo que estaba
sintiendo acarició su nuca.

—Cassady, ¿todo bien? ¿Dónde estás?

—¡Ahora va, madre! ¡Estamos cambiando unas cajas de sitio!

—Oh, bien. No hay prisa.

Volviendo a la realidad levantó la vista hacia él y se miraron a los


ojos. Él acarició su sien antes de darle un suave beso en los labios. —
Reponte o se darán cuenta —susurró antes de sonreír.

—¿Y tú? —preguntó avergonzada.

—He disfrutado sintiéndote. —La besó de nuevo y ella quiso

responderle con toda el alma. Él gruñó en su boca antes de apartarla. Con la


respiración agitada se miraron. —Nena, eres peligrosa.

—¿De veras? —preguntó asombrada.

Él sonrió. —Sube.

Sin dejar de mirarle fue hasta la puerta y se tropezó con una caja

tirándola al suelo. —Mierda. —Se agachó porque se había abierto y se le


cortó el aliento al ver un libro de piel granate con un símbolo en el centro

en dorado, que representaba un pentagrama. Un libro de brujería.

—Nena, ¿qué pasa? —Se agachó a su lado y frunció el ceño. —


¿Qué es esto?

—No lo sé, estaba aquí.

Él abrió el libro. —¿Qué coño…? —Metió la mano en la caja y sacó


un libro que parecía muy antiguo. —Ritos y rituales.

—¿No es tuyo?

—¿Tengo pinta de que sea mío? —Miró el interior de la caja y allí


había muchos más. Se levantó con el ceño fruncido. —¿Mamá?

—¿Si, cielo?

—¿De quién son estos libros de brujería?

—¿De qué? —preguntó desde la cocina.

Apareció en la puerta con su amiga detrás y entrecerró los ojos. —


¿De dónde has sacado eso?

—Se ha caído la caja y se ha roto.

—Eran de tu abuelo. Pero se suponía que tu padre iba a tirarlos


porque cuando me mudé aquí después de casarme y los vi, le dije que me
daban miedo esas cosas. —Impresionada miró a su alrededor. —Antes no
estaban aquí.
—Es culpa mía. Subí al desván para comprobar que no habían

entrado las palomas y bajé las cajas para limpiarlo bien —dijo Mary Lou—.
Se me olvidó subirlas de nuevo.

—Llevaban en el desván cuarenta años —dijo su madre


impresionada—. ¿Por qué no las tiró?

—Le daría miedo. Todo eso me da grima —dijo Mary Lou.

Matt miró las seis cajas que había allí. —¿Mi abuelo era aficionado
a las artes ocultas?

—Hizo una tesis en su época de la universidad. ¿No está por ahí el


borrador de su tesis?

Sintiendo que se le erizaban los pelos de la nuca vio como abría el

resto de las cajas y sacaba una carpeta de anillas llena de papeles que se
salían por los bordes. —Ah, aquí está.

Shirley chasqueó la lengua. —¿Vas a leerla?

—Me interesa ver el trabajo del abuelo —dijo intrigado.

—Matt… —Los tres la miraron. —No deberías tener esto aquí. Es


peligroso.

Él sonrió. —Son solo libros. Los libros no dañan a nadie.

—Algunos sí.
—Hijo, que yo no los vea —dijo preocupada—. Me ponen muy
nerviosa.

—Mamá, esto son supersticiones de viejas. Lo importante es la


ciencia.

—Tan pragmático como siempre. Pero los recoges y los subes al


desván después.

—Tranquila.

—Como se entere el cura de que tenéis eso en casa… —dijo Mary


Lou preocupada.

—¿Te imaginas? Menudo sermón nos soltaría.

Se alejaron y ella sin soportarlo más le arrebató la carpeta de las


manos. —¿Qué haces? —preguntó asombrado.

—Esto como todos esos libros deberías tenerlos cuanto más lejos

mejor.

—Estás exagerando.

—Te aseguro que no. El mal está en todas partes, Matt. Tíralos.

Él se enderezó. —No pienso tirar el trabajo de mi abuelo. Dame eso.

Apretó los labios. —El mal puede envenenar la mente.

—¿Crees que soy tan débil de carácter como para caer en esas
supercherías? —Alargó la mano. —Dame eso.
Entonces lo entendió y recordó la voz al otro lado de la puerta. —
¿Has tenido sueños sobre esto? ¿Pesadillas en los últimos días? ¿Por eso tu
interés cuando crees que son tonterías?

Él separó los labios de la impresión. —¿Qué?

—¿Has soñado con tu vuelta al pueblo? ¿Con algo que te hace sentir
mal? —Dio un paso hacia él. —¿Has soñado conmigo?

Entrecerró los ojos. —No sé de qué me hablas.

Gimió apretando la carpeta entre sus brazos. —Me estás mintiendo.

—¿Ah, sí?

—Matt, ¿qué te dicen en los sueños?

—¿Quién me dice qué en sueños? —preguntó como si estuviera


alucinado—. ¿Se te está yendo la cabeza, nena? —Alargó más la mano. —
¿Me devuelves la tesis de mi abuelo, por favor? ¿Qué por favor?

¡Devuélvemela! ¡Ahora!

Sabía que tenía razón y miles de ideas acudieron a su mente. —Por


eso te has acercado a mí, ¿no? Porque ellos te lo han dicho. ¿Te han dicho
que te he esperado? ¿Que te amo desde niña?

—¿Estás loca? —preguntó espantado dando un paso atrás.

—¿Te han dicho que me seduzcas? No quiero que lo hagas porque


ellos te lo digan, quiero que lo hagas porque sientas que debes estar
conmigo. Porque lo desees.

—Lo que deseo en este momento es que me des eso y que te largues
de mi casa —siseó —No imaginaba que estabas loca.

—¿Y qué te imaginabas?

Él se la quedó mirando y Cassady negó con la cabeza. —Te has


delatado a ti mismo. Para lo listo que eres no tienes ni idea de dónde te estás
metiendo.

—Dame eso —dijo furioso.

Sus preciosos ojos verdes se llenaron de lágrimas. —El mal intenta


llevarte a su terreno, cielo. Sé que no lo entiendes, que crees que estoy loca,

pero aparte de mi hermana eres la persona más importante en mi vida y no


quiero que te dañen. Y lo harán si no puedo impedirlo.

—Sé cuidarme solo. No te lo repito más, dame eso.

Aún le quedaban los libros y no podía arrebatárselos todos. Alargó


los brazos y él cogió la carpeta de malos modos. —Ahora lárgate de mi
casa.

—Matt…

—Lárgate de mi casa o te saco a rastras.

Apretó los labios y fue hasta la puerta, pero algo la hizo detenerse
antes de salir. —Si que estoy algo loca, ¿sabes? Tengo un destino que no le
deseo a nadie y no he podido evitar quererte casi toda mi vida porque tú
dabas luz cuando solo había sombras. Pero hasta eso han ensuciado. —
Intentó retener las lágrimas. —Hasta eso me han quitado. —Salió corriendo

y se subió a su camioneta a toda prisa. Cuando arrancó miró hacia la casa


sin querer y le vio en el porche observándola. Sollozó girando el volante y
aceleró a tope haciendo derrapar las yantas sobre el asfalto.
Capítulo 7

—¡Y te fuiste! —gritó su hermana asombrada mientras ella no


dejaba de llorar sentada a la mesa de la cocina.

—¿Y qué querías que hiciera? ¡Me echó de su casa!

—¿Estás segura de que han influido en él? —preguntó Jessica

preocupada.

—¿Que si estoy segura? Estaba tan ciega que creí que le atraía por

mí misma. Parecía casi un milagro cuando me ha besado, me ha deseado y

nunca he sido más feliz, pero al ver como miraba los libros me di cuenta...

¡Ellos sabían que me interesaba y le han dicho algo que ha influido en su


reacción hacia mí! ¡Lo sé! De otra manera no se hubiera fijado en la

limpiadora y en el caso de que lo hubiera hecho no hubiera actuado tan

rápido. Por Dios, si fue llegar y mirarme como si quisiera comerme entera.
—Si se comportó así no me extraña que te derritieras de gusto.

Menos mal que encontrasteis esos libros y te diste cuenta. —Bedelia apretó

los labios. —Ahora ya no podrás fiarte de él. Ya no podrás acercarte a él.

—¿Por qué? —preguntó su amiga asombrada.

—Porque nunca sabrá si lo que quiere es abrir la puerta, ¿no


hermana?

Se echó a llorar tapándose la cara y Jessica se llevó la mano al


pecho. —¿Crees que tanto han influido en él? Que tanto le han cambiado

como para que…

—Pueden conseguir lo que quieran. Un tío mío siendo un

adolescente se enamoró de una joven. Una vez la trajo de visita a una

comida. Pensaban en un futuro juntos. Ella se suicidó diez días después. Por

eso nunca traemos a nuestras parejas a la casa antes de que su amor sea

férreo y toque la piedra para unir su vida a la del vigilante.

—Nunca podemos mostrar deseo o anhelo por nada. Siempre

intentan arrebatárnoslo —siseó Cassady con rabia.

—La culpa es mía —dijo Bedelia—. Si no hubiera hablado de él

cuando salió en el periódico…

—No es culpa tuya. Realmente no creías que lo deseaba tanto. Fue

culpa mía porque me provocaron y no supe desviar su atención. Mostré mis


ansias de él y han tenido tiempo de sobra para influir en Matt.

—¿Y lo vas a dejar estar? —preguntó Jessica cogiendo su mano.

La miró con sus ojos llenos de lágrimas. —No tengo otra opción.

Jamás sabré si me quiere a mí o solo quiere llegar a la puerta.

—Nuestros enemigos son capaces de fingir hasta lo inimaginable,

Jessica. Por eso nunca muestres debilidades porque no dudarán en usarlas

contra ti. Quieren salir y harán cualquier cosa.

—Pero si sabíais que habías transgredido la regla de no exponerle,

¿por qué te has acercado a él?

—Porque a veces su influencia no es tan fuerte como el amor que se

profesa la pareja.

—Dios mío, esto es una locura. Vivís un infierno en vida.

Cassady cerró los ojos y vio el rostro de Matt antes de que la besara.

Si antes era una alegría pensar en él, ahora era una tortura porque sabía que
no volvería a sentir esos labios ni sus caricias ni sus abrazos. Su hermana

apretó su hombro. —Piensa que sin su influencia jamás se hubiera acercado

a ti.

—No le digas eso.

—¿Por qué? Hasta tú me dijiste que lo tenía difícil. ¿Y llega al

pueblo y la seduce? ¿Nada más llegar? Soy la primera que quería que esto
saliera bien, pero es evidente que no tiene buena pinta y no voy a arriesgar

la vida de mi hermana dándole esperanzas sobre que esto se arreglará. ¿Para

qué? ¿Para que cometa la locura de acercarse a él, para que la convenza de
que la ama y que una noche enajenado le corte el cuello simplemente por

hacernos daño? ¿Por matar a una vigilante para hacernos más débiles, que

es lo que quieren, o porque quiera acercarse a la puerta? No, eso no va a

pasar. No pienso permitirlo.

—Bedelia tiene razón —dijo casi sin voz.

—Lo siento muchísimo, sé lo que te importaba.

Asintió levantándose. —Esta noche haré yo la guardia. Estáis

cansadas y mañana Bedelia tiene un examen. Gracias por ayudarme a

intentarlo y sobre todo por darme el valor de hacerlo. —Sonrió con tristeza.

—¿Pero sabéis qué?

—¿Qué? —preguntaron ambas sintiendo su pena.

—Que durante esas horas en esa casa me he sentido más viva que en

toda mi vida, así que no me arrepiento de nada.

Se fue dejándolas solas y Bedelia se llevó las manos a la cabeza. —

Mierda, mierda. Todo esto es culpa mía.

—Yo también la animé y la ayudé. ¿Seguro que no se puede hacer

nada? —Bedelia negó con la cabeza. —Es muy triste.


—Más triste sería tener que incinerarla y meterla en una de esas

urnas.

Jessica abrió los ojos como platos. —Leche, ¿estamos rodeadas de

muertos?

Bedelia hizo una mueca. —¿No te habías dado cuenta de que la urna
de la abuela estaba llena?

—¡Creía que eran caramelos!

No lo pudo evitar, se echó a reír.

—¿Por qué?

Cuando se calmó respondió —Es una tradición. Son los vigilantes.

—Son muchos.

—Todos los que dieron la vida por la piedra de una manera u otra.

Todos los que se quedaron hasta el final.

—¿Crees que tú y yo nos quedaremos?

—Mientras mi hermana me necesite aquí estaré.

Para intentar pensar lo menos posible, los siguientes seis días trabajó

como una loca. Cuando no estaba ante la piedra estaba en el taller y puesto
que ahora tenía más tiempo libre, porque Jessica hacía el turno de mañanas,

había empezado a esculpir otra vez. Viendo el torso que había sido su

último trabajo, allá en la época del instituto, suspiró. Cuantas cosas habían

cambiado tras la muerte de su padre. Suspiró de nuevo volviéndose al rostro

que estaba haciendo ahora y lo cubrió con una tela húmeda. Cogió las tres

cajas de los encargos y salió del antiguo granero para ir hacia la ranchera.

—¿Vas al pueblo? —gritó su hermana desde el porche.

—Tengo que llevar esto a correos.

—¿Quieres que vaya yo?

Sabía que lo hacía para que no se encontrara con Matt si tenía esa

mala suerte. —No, déjalo. Así me despejo.

Bedelia apretó los labios asintiendo y en ese momento escucharon el

motor de un vehículo. Ambas miraron hacia la carretera y le dio un vuelco

al corazón al reconocer el coche de Matt.

—¿Qué pasa? —gritó Jessica desde abajo.

Cassady ignorando lo que sentía se volvió y a paso firme caminó

hasta el porche. —Es Matt.

—Mierda. ¿Saco la escopeta?

—Veamos lo que nos dice.


Su hermana asintió y ambas se volvieron para recibir al recién

llegado. Él aparcó tras su camioneta y Bedelia gimió. —Viene acompañado.

—Tranquila.

Mary Lou bajó del coche con una bandeja en la mano y en ese
momento salió Ángel disparado hasta los escalones del porche para ladrar

como un loco por los intrusos. La madre de su amiga dijo tímidamente —

Hola.

—Cielo, calla. —El perrito se calló en el acto, pero no dejó de mirar


a los recién llegados gruñendo por lo bajo. —Qué sorpresa.

—Sorpresa la que me he llevado yo cuando me dijo Matt que no

irías a trabajar más.

Sus ojos fueron a parar a Matt que salía del coche en ese momento.

—Se habrá equivocado, fue él quien me echó.

Él apretó los labios. —Diferencias de opiniones, pero no lo debiste


entender bien.

—Claro, es que yo no tengo estudios y puede que no entienda

muchas cosas. —Puso las manos en jarras. —¿Y a qué se debe la visita?

La mujer se sonrojó. —Bueno, quería ver a mi hija y a mi nieto. ¿No


están en casa?
Las hermanas la miraron levantando las cejas y la mujer tuvo la
decencia de sonrojarse. —Es que no conduzco y a mi marido se le ha

estropeado el coche, por eso no he podido venir antes. Matt ha sido muy
amable al traerme.

—¿Lo has oído, hermana? Es muy amable —dijo Bedelia con


cachondeo.

—Sí, hermana —dijo mirando esos ojos que no perdían detalle.

Escucharon un silbido y Ángel salió corriendo dentro de la casa.

—Oh, ¿está dentro? ¡Hija estoy aquí!

—¡Ya voy, mamá! ¡Estoy vistiendo al niño!

Mary Lou sonrió y se acercó extendiendo la bandeja. —Os he traído


empanada de manzana. Es una receta muy antigua de la familia.

Cogió la bandeja porque no tenía más remedio, pero no se movió

para dejarla pasar. La mujer perdió la sonrisa poco a poco y Matt se puso a
su lado extendiendo la mano. —No sé si te acuerdas de mí, soy Matt
Bampton.

—Me acuerdo de ti perfectamente. ¿Hay alguien en el pueblo que

no te recuerde? —preguntó con ironía.

Él se tensó dejando caer la mano antes de mirar a Cassady a los


ojos. —Así que las cosas están así, nena.
Sintiendo que su corazón se retorcía de dolor susurró —Ya no hay
otro remedio.

Jessica llegó en ese momento con el niño en brazos. —Mamá,

¿cómo vienes sin avisar?

—Quería verte. —Asombrada miró su pierna. —¿No la tenías rota?

—Un error de diagnóstico. Al día siguiente casi no me dolía y me

llevaron al médico. Al final no la tenía rota y confundieron mis radiografías


con las de otra persona.

La mujer jadeó. —¿Y no les has denunciado?

—¡Mamá!

Se pusieron a discutir, pero ella casi ni las escuchaba mientras Matt

no dejaba de observarla, lo que la puso aún más nerviosa.

—Oh, por todos los clavos de Cristo. ¿Tengo que hablar contigo

mientras me achicharro al sol? —preguntó la mujer de mala manera—.


¿Desde cuándo se ha perdido la hospitalidad texana?

Jessica las miró de reojo antes de mirar a Matt. —¿Nos sentamos en


el porche?

—Traeré limonada —dijo Bedelia mirándoles con desconfianza—.

Trae hermana, me llevaré la bandeja.

—Echa un vistazo al… asado.


Su hermana asintió antes de entrar en la casa y caminaron hacia las

sillas de mimbre que habían visto tiempos mejores. En cuando Mary Lou se
sentó suspiró mirando a su hija. —¿Vas a volver a casa?

—No, mamá. Aquí estoy muy bien. —Sonrió a Cassady que


devolvió esa sonrisa débilmente antes de mirar a Matt que se sentaba en el

sofá que crujió por su peso. —Me han acogido como a una más y pienso
quedarme.

Su madre se sonrojó. —Creía que sería temporal.

Se encogió de hombros. —Así no soy una carga para vosotros. Las

chicas me han dado trabajo.

—¿De veras? —preguntó asombrada.

—Ahora trabaja para mí.

—¿En tu taller de alfarería?

—Se le da bien contener el fuego.

Jessica soltó una risita. —Sí, sorprendentemente se me da muy bien.

—Así que tienes un taller de alfarería —dijo Matt—. Has seguido la


tradición familiar.

—Oh, y es una escultora maravillosa —dijo Jessica intentando

mantener una conversación normal—. Tiene mucho talento. Yo la animo a


que venda sus obras.
—Me interesa mucho el arte —dijo Matt—. ¿Puedo verlas?

Separó los labios de la sorpresa. —Pues…

—Claro que sí —dijo Jessica—. ¿Por qué no se las enseñas mientras

hablo con mi madre?

Sabía que debía negarse, quedarse a solas con él era un peligro. No

porque fuera a hacerle daño pues tenía mucha más fuerza que él, sino
porque su corazón sufriría más de lo que estaba sufriendo ya.

Mary Lou levantó una ceja interrogante y gruñó por lo bajo por lo

que diría de ellas en el pueblo. —Sí, claro.

Matt sonrió levantándose. —Te sigo.

Bajó los escalones del porche muy tensa y caminó hacia el taller. —

Cuando dije que te fueras no era con intención de que no volvieras más —
siseó él.

—Claro, lárgate de mi casa, loca, significa vuelve mañana. Además,

es tiempo perdido.

Él se detuvo ante la puerta y la cogió por la muñeca volviéndola

para que le mirara. —¿Es tiempo perdido, nena? —siseó—. Al parecer ese
amor que dices que me profesas es algo débil si te molestas por una

estupidez.

Asustada por sentirle dijo —No es una estupidez. Ahora suéltame.


Matt separó los labios. —Joder, me tienes miedo.

—No digas tonterías. —Entró en el taller y encendió la luz. —

¿Quieres ver las esculturas o no?

Entrecerró los ojos entrando en el taller y miró a su alrededor


separando los labios al ver el torso de un joven quitándose la camiseta.

Sonrió irónico. —Nena, tienes muchas cosas que explicarme.

—¿De veras? —preguntó con ironía. Sorprendiéndola la cogió por


la cintura y la pegó a él—. Suéltame.

—Ese soy yo, ¿no es cierto? Me has esperado casi toda tu vida. Tú
lo dijiste —dijo cabreado—. Lo que es intrigante es que te des por vencida

por la tesis de mi abuelo.

—Matt suéltame.

—Y la he leído, ¿sabes? Ha sido muy interesante porque se basaba


en los rumores y los chismes de la zona sobre brujería y maldiciones.

Se le cortó el aliento. —¿Qué?

—Sobre como hace un siglo se rumoreó que Helltertong era el


núcleo de la maldad y como algo o alguien influía en los demás para una

serie de suicidios que hubo por la zona.

Cassady palideció porque conocía esa historia muy bien. —No sé de

qué me hablas.
—¿No? ¿Por qué crees que el pueblo se llama así, preciosa? Un
sheriff desesperado por la muerte de los habitantes quería espantar a los que

quisieran quedarse en el pueblo. Pero misteriosamente eso pasó, aunque


tenemos el índice de suicidios más alto de los Estados Unidos de los

últimos cien años. ¿Sabías eso?

—Hace mucho que no pasa.

Los ojos de Matt brillaron. —Así que sabes de lo que hablo. ¿Y


hace cuánto que no pasa, nena? ¿Veintiséis años? ¿Cuando un tío tuyo

perdió a su novia después de que se tirara del campanario?

—¿Cómo sabes eso? No puedes acordarte, eras un crío.

—Estos días he estado muy ocupado preguntando aquí y allá. Y he

hecho una visita a la biblioteca para echar un vistazo a los periódicos.


Vuestra familia ha salido muchas veces en él. Como la misteriosa muerte de

tu padre.

—Tuvo un accidente, pasa mucho.

—¿De veras? Pues a mí no solo me ha sorprendido su muerte sino


también su vida. Un futuro sacerdote que se casa y prácticamente
desaparece de la comunidad para enclaustrarse en esa casa. Como lo hacía
tu madre. Como lo estáis haciendo vosotras. No hay que ser muy listo para

saber que aquí pasa algo raro, ¿y sabes lo más interesante?


—Estás deseando decírmelo.

La pegó más a su cuerpo. —Que durante las dos últimas


generaciones, que es de las que he podido enterarme, pasa algo también
muy intrigante. A los pocos meses de que se casa el hijo o la hija mayor, sus

hermanos o hermanas se van del hogar y no vuelven por aquí. Y tú eres la


mayor, ¿no? Tú eres la que te quedarás.

—Estás diciendo disparates.

—El otro día hablabas de mis sueños. ¿Quieres saber qué soñaba?
Soñaba contigo desnuda en mi cama —dijo con rabia—. Pidiéndome que te
hiciera el amor. —Los ojos de Cassady se llenaron de lágrimas. —¿Quién
crees que influye en mí para que no salgas de mis pensamientos? —gritó en

su cara.

—Déjalo estar. Vete del pueblo.

—¡Y una mierda! ¡Con mi vida hago lo que me da la gana!

—¿Y cómo sabes que no han influido para que vengas?

A Matt se le cortó el aliento. —Porque la decisión siempre ha estado

tomada. Siempre he pensado en volver.

Una lágrima cayó por su mejilla. —¿De veras?

—¿Quién, nena? ¿Quién crees que está haciendo esto? ¿Por qué

nunca abandonáis la casa? Siempre se queda alguien, ¿no es cierto? Decís


que es por el horno, pero solo es una mentira para ocultar la verdadera
razón. —Se le cortó el aliento soltándola. —¿Qué ocultáis en esa casa que

no dejáis que entremos?

—Estás imaginando cosas.

—Y una mierda. —Se volvió y decidido caminó hacia la puerta.

—¿Qué haces?

—Averiguar lo que quiero saber.

Corrió tras él y cerró la puerta del granero poniéndose delante. —


Nena, aparta porque voy a entrar en la casa.

—No, no vas a entrar. Por favor, déjalo estar.

—Apártate, no quiero hacerte daño.

Le rogó con la mirada. —Y yo no quiero hacerte daño a ti.

—Lo dices como si no tuvieras más remedio.

—Déjalo estar, por favor. Vete del pueblo y no vuelvas. Te harán


daño ahora que no van a conseguir lo que quieren.

—¿Y qué quieren? —gritó perdiendo la paciencia.

—¿Matthew? —preguntó Mary Lou al otro lado de la puerta


tensándola—. ¿Podemos irnos? Voy a llegar tarde a la comida con tu madre.
Él juró por lo bajo pasándose la mano por su cabello negro antes de

mirar el torso y suspirar. —Es precioso, nena. —Se volvió para mirar sus
ojos. —Averiguaré la verdad tarde o temprano.

—Entonces estarás firmando tu sentencia de muerte porque no


podré ayudarte.

La miró impresionado. —¿No me ayudarías? —La cogió por la nuca


y atrapó sus labios como si la necesitara.

—Matthew, ¿estás ahí?

Apartó sus labios y suspiró apoyando su frente en la suya. —Sí, que


lo harías, nena. Porque lo que hay entre nosotros es mucho más fuerte que
cualquier mal que nos rodee.

Evitó un sollozo. —No vas a convencerme, ya no.

—Eso ya lo veremos.

Cassady se apartó y él abrió la puerta. Sin salir del granero le


observó alejarse hasta el coche y subirse a él. Parecía decidido y eso la

asustó aún más.


Capítulo 8

Dos días después, sentada en el porche con su hermana que estaba


leyendo un libro, escucharon a Jessica en el sótano —Serás pesado. Eras un

pesado de marido y ahora eres un pesado de muerto con mala leche. Por eso
has acabado ahí.

—¡He acabado aquí porque me has matado, puta!

Jessica jadeó. —Será posible que no me libro de ti ni muerto.

—Y lo que te queda.

—¡Lo que te queda a ti de sufrir en las entrañas del infierno,


capullo! —gritó desgañitada—. Y vuelve a insultarme y te congelo para los

restos. —Al soplar con tanta fuerza hasta llegó el aire frío hasta ellas.

—Mira, es como tener aire acondicionado —dijo Bedelia divertida.

—¿Estás bien? —preguntó bien alto para que la oyera.


—Qué pesado. Tenía que haberle despeñado con el coche mucho

antes.

—Esperemos que nunca encuentren el cadáver. —A Bedelia le llegó

un mensaje al móvil y lo abrió impaciente. —Las notas.

—Ábrelo, date prisa.

Su hermana lo abrió y lo revisó para chillar levantándose —¡He

terminado, he terminado!

Cassady rio levantándose y abrazándola. —Felicidades, has

trabajado muchísimo y lo mereces.

—¡Tenemos psicóloga en la familia! —Jessica aplaudió. —A ver si

nos das un repaso a todos que estamos de atar.

Bedelia se echó a reír y Cassady dijo —Esto hay que celebrarlo.

Escucharon el sonido de un motor y al ver el coche de Matt seguido

por el del sheriff se tensó. —¿Qué diablos…?

—Eso mismo, hermana —Bedelia frunció el ceño.

—¿Problemas? —preguntó Jessica.

—Eso parece. ¡No salgas! —ordenó Cassady bajando los escalones

del porche y recorriendo el sendero hasta llegar a donde aparcarían.

Matt detuvo el coche ante ella y sonrió desde su asiento. —Hola,

nena.
—¿Qué haces aquí? —preguntó muy tensa.

—Hacer una visita de cortesía.

Miró hacia el coche del sheriff que aparcaba en ese momento. —¿Y

él también?

—Él tiene noticias. Ya verás, te van a encantar.

Sería cabrito. ¿Qué había hecho?

El sheriff se bajó. —Cassady… —dijo a modo de saludo.

—Sheriff, qué sorpresa. ¿Ocurre algo?

—Tengo una notificación para ti que me han dado del ayuntamiento.

Orden del alcalde.

Asombrada miró a Matt que bajaba del coche. —¿Qué has hecho?

—Nena, estas tierras me vendrán fenomenal para la fábrica. Eso son

muchos puestos de trabajo. Un bien común para el pueblo.

El sheriff Priestley se acercó con el papel en la mano. —Te

comunico formalmente la expropiación de tus tierras.

—¿Qué? —Le arrebató la hoja y la leyó a toda prisa. Aquello no

podía ser. Hasta el suelo tembló bajo sus pies.

—¿Habéis sentido eso? —preguntó Matt mirando el suelo.


—A ver si aquí hay movimientos sísmicos y eso perjudicaría a la

planta que quieres poner, amigo.

—¡Eso! —gritó Bedelia sobresaltándoles—. ¡Aquí todo se mueve

mucho! ¿Pone algo el papel sobre eso, Cassady?

Levantó la vista de la hoja y le fulminó con la mirada. —Esto es

ilegal. Es propiedad privada.

—El ayuntamiento ha decidido. Es la zona con mejores accesos a la

autopista y tenéis las hectáreas necesarias. Hectáreas que por otro lado
vosotras no explotáis.

—¡Pero varios vecinos sí que lo hacen y no les cobramos por su uso

con las reses! Qué dirán ellos, ¿eh?

—Pueden decir misa. Son vuestras y en dos meses del pueblo. Las

sacará a subasta para hacer una zona industrial que sea beneficiosa para el
contorno. ¿Adivina quién va a pujar?

El sheriff carraspeó incómodo. —Todavía tenéis un recurso. Lo dice


ahí.

Le fulminaron con la mirada. —¿Contra este que está forrado?

¡Llamaré a la prensa! Esto es tráfico de influencias.

—Bien dicho, hermana —dijo Bedelia cabreadísima antes de

entrecerrar los ojos—. Ahora sí que voy a por la escopeta. ¡Esto es


propiedad privada y la enmienda no sé qué me permite protegerla!

—Por eso he venido con el sheriff —dijo sonriendo de oreja a oreja.

Estaba encantado, el muy sinvergüenza. Fuera de sí dio un paso

hacia él. —No vas a conseguir mis tierras.

—Eso ya lo veremos. —Se volvió hacia el sheriff. —Puede irse,

creo que quieren llegar a un acuerdo.

El hombre se quitó el sombrero y se rascó la calva. —¿Seguro? No

se las ve muy dispuestas.

Ellas le miraron como si fuera el anticristo y el sheriff carraspeó. —

Chicas, sed buenas o tendré que enchironaros y eso no me gustaría. Nunca

me habéis dado problemas, ¿verdad? Sigamos llevándonos bien.

—¡Fuera de mis tierras! —Volvió la cabeza hacia Matt. —Eso

también va por ti.

—Enseguida me voy, preciosa, pero antes quiero comentaros una

cosita. ¿Sheriff? Su coche espera.

—Amigo te la estás jugando, pero allá tú.

Fue hasta su coche y Cassady y Matt siguieron retándose con la

mirada hasta que se fue dejando el silencio tras él.

Bedelia leyendo el papel no se lo podía creer. —Cassady, van a

quitarnos la casa.
—No, hermana. Solo está jugando duro. ¿No es cierto, Matt?

Él sonrió de medio lado. —Al parecer me conoces muy bien, nena.

—Mucho más de lo que crees.

—Entonces sabrás que nunca me detengo ante nada. Tienes dos

opciones. O enseñarme eso que ocultáis y por lo que tu familia se ha

sacrificado siempre o en dos meses podré pasar porque seré el dueño de

todo, tú decides.

—¿Cassady?

El miedo de su hermana la tensó y a él también que dijo —¿Qué

teméis? ¿Por qué vivís así? ¿Por qué mi abuelo estaba convencido de que el

mal residía en el pueblo? ¡Qué supercherías os han inculcado para que


reaccionéis así! ¡Tendríais que estar encantadas, cuando pague vuestras

tierras seréis ricas y podréis vivir mil veces mejor que ahora! ¡Vuestra

reacción es incomprensible a no ser que os hayan lavado el cerebro como en

una secta!

Se le cortó el aliento porque con lo que le acababa de decir solo

demostraba que en el fondo seguía sin creerse nada. Quería saber,

simplemente, para descartar esas supercherías como el científico que era. —

Matt no sabes dónde te estás metiendo.


—Por eso lo voy a averiguar. ¿Me dejas pasar ahora o traigo a la

policía para que os eche y poder hacerlo tranquilamente?

—¿Si te dejo pasar retirarás esto?

—¡No puedes permitirle entrar, Cassady! ¡Han influido en él, tú lo


dijiste!

Matt se tensó. —Estoy hasta los huevos de esto. Voy a quitarte todas
esas tonterías de la cabeza cueste lo que me cueste. —La rodeó para

caminar hasta la casa.

—No Matt.

—Detenme si puedes.

—¡Matt no quiero hacerte daño!

Sin hacerle caso subió los escalones del porche de un salto mientras

ella corría detrás y cuando cogió el pomo de la puerta Cassady le agarró del
brazo lanzándole a su jardín con fuerza. Las hermanas retuvieron el aliento

ante la puerta escuchándole gemir. —Hostia. —Se sentó con esfuerzo


tocándose el hombro y levantó la vista hacia ellas pasmado. —Nena, que

fuerza tienes.

Pues eso no había sido nada. —Cariño, vete. —Le rogó con la
mirada.
Entrecerró los ojos. —Y una mierda, ahora quiero entrar todavía
más porque se abre una posibilidad que había descartado por completo.

Se levantó con esfuerzo y ella vio el roto en su pantalón a la altura


de la rodilla. Lleno de tierra del jardín volvió al sendero y la miró decidido

antes de empezar a caminar hacia ella cojeando. —Matt…

—Déjame pasar, nena.

—Tío vas a acabar en el hospital o muerto. No te pongas rebelde.

—Ella no sería capaz de matarme.

—Pero yo sí.

La puerta se abrió y mostró a Jessica que le miraba fijamente. —

Matt vuelve al pueblo y olvídate de todo, es lo mejor.

—¿A ti también te han lavado el cerebro? Pues convencerme a mí


también —siseó antes de mirar a Cassady—. ¿Ella puede saberlo y yo no?

Jessica frunció el ceño. —Ah, ¿que no lo sabe?

—Miente, lo sabe, pero está mareándonos para acercarse a Cassady.

—¿Pero qué locuras decís? —gritó exasperado.

Las dudas asaltaron a Cassady. ¿Y si realmente no habían influido

en él lo suficiente? Había soñado con ella, pero igual todavía estaban a


tiempo.

—Hermana no dudes, lo veo en tus ojos.


—Déjala decidir —dijo Matt furioso—. Es su decisión no la tuya.

—Es la vida de todos lo que está en juego y protegeré a mi hermana


por encima de todo.

—¡Dios mío, estáis de atar, pero esto lo voy a zanjar yo! —Cassady

puso la mano en su pecho deteniéndole. —Nena aparta. —Intentó moverse,


pero no pudo y puso todo su empeño, pero Cassady sin ningún esfuerzo

solo movía la mano deteniéndole en seco. Entonces él cogió su mano y le


giró el brazo poniéndose a su espalda para agarrarla por la cintura. Las

chicas gritaron, pero ella levantó la mano libre tranquilizándolas. —Ahora


voy a pasar.

—¿Eso crees? —Movió ligeramente la cadera y su mano fue a parar


a sus partes.

Le escuchó gemir. —Nena, suelta eso —dijo con esfuerzo.

—Podría arrancártelos de cuajo ¿sabes? —preguntó fríamente


mientras él la soltaba gimiendo aún más.

—Nena…

—Hermana ten cuidado porque si es inocente a ver si después no

puede tener hijos y no te vale de nada. —Cassady la miró sorprendida. —


Que empiezo a creer su versión. Porque hay que ser tonto para enfrentarse a

ti si sabe algo.
Al darse la vuelta y ver que tenía la cara roja jadeó soltándole. —

Cielo, ¿estás bien?

Cayó de costado sin ser capaz de hablar hasta que unos segundos

después susurró —Hielo.

—¡Oh, Dios mío… que le has dejado eunuco! —gritó Jessica


corriendo hacia la cocina.

A toda prisa se arrodilló a su lado. —Matt no me asustes. Parece que

te duele mucho.

—¿Tú qué crees? —siseó mirándola como si quisiera matarla.

—¿Llamo a una ambulancia? ¿Qué hago? —gritó asustándose de

veras.

—Es que no tiene mucha práctica en tocar ahí, ¿sabes? —Bedelia


puso los brazos en jarras. —Hermana esa zona es muy delicada para los

hombres. Has aplicado demasiada fuerza.

Pálida acarició su mejilla. —Lo siento, lo siento. ¡Te dije que no

quería hacerte daño! —gritó casi en su cara. Asustada porque no recuperaba


su color habitual ni sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. —¿Por qué

me haces esto?

—¿Yo a ti? ¿Yo a ti? —preguntó exasperado—. ¡Y no llores! —


Dejó caer la cabeza sobre el suelo cerrando los ojos. —Joder nena, no
llores. Lo solucionaremos.

Se le cortó el aliento antes de mirar sobre su hombro a su hermana

que se llevó una mano a la boca de la impresión. Jessica salió al porche. —


¿Vale una bolsa de guisantes? —Frunció el ceño dándole la bolsa a Bedelia.

—Me piro, que Ángel me reclama.

Él levantó la cabeza como un resorte. —¿Quién coño es Ángel? ¿Y


qué hace ahí que no sale? Es el tío que os come el coco, ¿no? —preguntó

furioso antes de fulminarla con la mirada—. ¿Tienes algo con él?

Su corazón saltó en su pecho. —¿Estás celoso?

—¿Yo celoso? ¡Lo que me faltaba por oír! —Se sentó con esfuerzo.

—¡Por qué iba a estar celoso!

—Uy, que ataque de cuernos…—dijo su hermana.

La miró como si quisiera arrancarle los miembros. —¿Qué has

dicho?

—¿Yo? Nada. —Extendió la mano. —¿Guisantes?

Le arrebató la bolsa de las manos y al ponérsela en sus partes gimió

de nuevo. Cassady le abrazó. —Lo siento, lo siento.

—Nena eso no se toca así.

Sonrió contra su cuello y le besó.

—Eso hace que me sienta mucho mejor.


—¿De veras? —Sintió como se estremecía por su aliento y eso
inflamó su deseo así que le besó de nuevo.

Su hermana carraspeó. —Tortolitos, estamos en una crisis, ¿creéis


que es el momento de poneros románticos?

Se puso como un tomate alejándose de golpe y él miró a su hermana

con rencor. —Muy oportuna.

—No hubieras sido capaz de corresponderla porque eso no debe


funcionar muy bien. Te hago un favor.

—Funciona perfectamente —siseó.

—¿De veras? —preguntó Cassady emocionada.

Gruñó por lo bajo. —Nena, ayúdame a levantarme.

Cassady se levantó de un salto y le agarró por las axilas poniéndole


de pie de golpe. —Hostia.

—¿Demasiado rápido?

—Tienes que aprender a controlar tu fuerza —dijo inclinando la


espalda hacia adelante sin quitarse la bolsa de la entrepierna.

—¿Ves como no funcionaba bien? Les cuesta un poco. A uno de mi

instituto tuvieron que amputarle un huevo después de una patada.

—¿De veras?

—Sí, se le puso negro y… —Con los dedos imitó un corte.


—Cariño vamos al hospital —dijo asustada.

—Estoy bien, pero me gustaría ir al baño.

—Ah, no —dijeron las dos a la vez asombrándole.

En ese momento salió Ángel y al verle gruñó antes de ponerse a

ladrar como un loco.

—¡Ángel no!

El perrito se calló en el acto.

—¿Ángel?

—¿No te sientes ridículo? —preguntó Bedelia con burla.

—¿Sabes que estás empezando a caerme gorda?

Bedelia sonrió radiante. —Gracias, solo hago mi trabajo.

Se enderezó lentamente. —¿Y qué trabajo es ese si puede saberse?

—Pues no, no se puede. ¿Te ayudo a llegar al coche?

—No, porque me quedo.

—Cielo no puedes quedarte, influirán aún más sobre ti.

—¡Déjate de tonterías! —le gritó sobresaltándola—. ¡Ahora voy a


entrar y os convenceré de que no existe eso que os asusta tanto, sea lo que

sea!
Cassady miró de reojo a Bedelia. —Hermana, no cedas. No puedes
fiarte al cien por cien.

—¿Y si no dejamos que se acerque? Él no dirá nada y no puede


contra las tres.

—¡Eso, dejarle pasar y que vea de lo que se trata para que deje de

dar el coñazo! —gritó Jessica—. ¡En cuanto se le pongan por corbata


cerrará el pico por la cuenta que le trae!

—¡Si no han influido en él lo suficiente lo pondrás en peligro aún


más!

—¡Ya está en peligro y si quiero salvarle, tengo que comprobar


hasta dónde llega su influencia, Bedelia!

—Eso nena, tú comprueba lo que quieras que yo me dejo —dijo


caminando hacia la puerta con las piernas ligeramente abiertas.

Se sonrojó de gusto y sonrió a su hermana antes de soltar una risita.

—Él se deja.

—Esto puede acabar fatal, lo sabes ¿verdad?

Perdió la sonrisa de golpe. —Lo sé.

—Bonito hall. Muy normal.

—¿Qué esperabas, la casa de los Adams? —preguntó Bedelia


mosqueada yendo tras ellos.
—Cielo, a la cocina.

Él miró a su derecha y caminó hacia allí. En cuanto entró tiró la


bolsa de guisantes sobre la encimera y ella fue hasta la puerta del sótano. Él

entrecerró los ojos siguiéndola, pero de repente se volvió para mirarle a los
ojos sin disimular su angustia. —Pase lo que pase a partir de ahora, quiero
que sepas que te quiero. Y eso no es una locura.

Sonrió. —Lo sé, nena. Lo sé desde hace mucho.

—Te lo digo por si tengo que matarte, que no te creas que no te


quiero porque me enamoré de ti hace mucho, pero el trabajo es el trabajo —
dijo muy nerviosa.

Perdió la sonrisa de golpe. —Nena, bajemos.

Bedelia puso los ojos en blanco bajando tras ellos. Al llegar abajo
Jessica sonrió. —Que bien, la hora de la verdad.

—Menos coñas que estoy muy nerviosa. —Se volvió para ver que

Matt gemía llegando abajo. —¿Estás bien?

—Estaba mejor cuando llegué. —Miró a su alrededor tensándola y


sus ojos fueron a parar a la piedra. —Vaya.

—No te acerques —le advirtió—. Mírala desde aquí.

Sonrió irónico. —Lo que digas. —Caminó tras ella hasta ponerse
ante la puerta con cinco metros de separación y las chicas hicieron un
pasillo dispuestas a tirarse a él.

—No sé por qué nos ponemos tan nerviosas —dijo Bedelia—. No


podría moverla.

—¿Qué estoy mirando exactamente? —preguntó él con burla—.

¿Una piedra sagrada? ¿Azteca?

—Casi —dijo Jessica sin quitarle ojo.

—Es cristiana, o eso creemos. Los grabados vinieron después.

—Así que no sabéis nada. —Frunció el ceño. —Esa cruz se parece a

la de los cruzados, pero eso sería impensable porque no se descubrió


América hasta mil cuatrocientos noventa y dos. La última cruzada fue sobre
el siglo trece creo recordar.

—Tiene que ser más antigua. Mucho más antigua.

—¿Por qué estás tan segura, nena?

—Por lo que hay detrás. —Gimió porque la miró sin comprender. —


Es una puerta.

—¿Se abre?

—Procuramos que no —dijo Bedelia.

—Impedís que se abra.

Cassady asintió. —Esa es nuestra función.


Sonrió incrédulo. —¿Cómo se va a abrir eso, nena? Debe pesar tres

toneladas.

Al ver que no contestaban perdió la sonrisa poco a poco. —Nena,


¿cuánta fuerza crees que tienes?

—La suficiente de momento. —Se apretó las manos nerviosa. —


Aunque a veces me ayudan.

Su hermana hizo un gesto. —Bah, puedes sola.

—Yo me apaño bien —dijo Jessica.

—¡Por supuesto que te apañas bien, porque eso no se mueve!

—No se mueve porque nosotros impedimos que se mueva.

Él nervioso se pasó una mano por su cabello negro despeinándolo.


—Vamos a ver. ¿Me estáis diciendo que tu familia se enclaustra en esta casa
para evitar que eso se mueva? —Señaló la puerta. —¿Eso que no lo
movería ni un buldócer?

Se mordió el labio inferior porque ya había llegado la hora de decir


la verdad. —No te pongas nervioso.

—¡Claro que estoy nervioso! ¡No entiendo cómo te has dejado

embaucar por alguien de tu familia que debía estar loco! ¡Y has embaucado
a Jessica en esto!
—Oye, que mi hermana no embauca a nadie. ¡Cuando los oigas te

darás cuenta de las estupideces que estás diciendo!

—¿Cuando oiga a quién? —preguntó furioso dando un paso hacia


ella.

—Cielo, no te acerques a la piedra.

—No la puede mover —dijo Bedelia como si fuera impensable.

—Claro que no puedo y tú tampoco.

—Sí, yo sí.

—Esto es una locura. —Miró a Cassady y cogió su mano. —Nena,


supongo que encontrasteis eso cuando construisteis la casa.

Sonrió radiante. —¡Sí! Que listo eres.

—Y habéis sufrido una psicosis colectiva que se ha ido


desarrollando generación tras generación.

—Como psicóloga ese término no es exacto…

La fulminó con la mirada. —¿Me dejas hablar con mi mujer?

Se le cortó el aliento. —¿Tu mujer?

La miró sorprendido. —¿He dicho eso?

—Sí —respondieron las tres asombradas.

Matt carraspeó. —Se me habrá escapado.


—¿Crees que le han influenciado para que diga eso? —preguntó
Jessica.

—¡A mí no me influencia nadie!

—Dijiste que soñabas conmigo antes de venir. Fueron ellos, cielo.

—¿Ellos quiénes?

Las chicas señalaron la piedra. —Ellos.

—¡Vamos a ver, que detrás de ese peñasco no hay nada! ¡Solo tierra!

—Serán cabritos, ahora no dicen nada —dijo Bedelia mosqueada

antes de acercarse a la piedra y gritar —¡Sí, ahora callaos para intentar


hacernos pasar por locas, pero no aguantaréis mucho tiempo!

Jessica sonrió maliciosa. —Déjame a mí.

Cassady separó los labios para escucharla decir —¿Jimmy? Cariño,


¿sabes que después de que murieras en ese desgraciado accidente te la
pegué con el vecino? Tom en la cama es una auténtica bestia. Me arrancó
las bragas y me hizo gozar como nunca mientras tú te pudrías ahí dentro.

Me hizo gozar tanto que gritaba una y otra vez.

—Esto es ridículo —siseó Matt—. Nena conozco a un profesional…

—Shusss… —dijo observando a Ángel que tensaba el rabo.

Jessica que también lo había visto sonrió. —Y tiene un miembro

que casi no me cabía. Gocé una y otra vez. No como esa que tenías tú que
ni me hacía cosquillas. —Cuando no dijo nada entrecerró los ojos. —Y no
era la primera vez que lo hacía. ¿De quién crees que es Stevie? Tan rubito,
si no se te parece en nada.

—¡Serás puta! —gritó Jimmy al otro lado golpeando la piedra.


Jessica puso las manos sobre ella—. Sabía que me la pegabas. Cuando te

coja te voy a destrozar, desmembraré tu cuerpo y te arrancaré la lengua


mientras dejo que todos los que están aquí te la metan ya que te gusta tanto.
¡Antes de morir sufrirás tanto que rogarás a ese Dios que quieres tanto que
te mate!

—Gracias, Jimmy. Sigues siendo tan estúpido como cuando estabas

vivo.

Matt parpadeó sin mover el gesto antes de mirar a Cassady que

forzó una sonrisa. Él carraspeó. —Vamos a ver, nena… Que creo que no lo
entiendo. ¿Quién era ese? —gritó demostrando que no estaba tan tranquilo
como parecía.

—El que te va a destrozar en cuanto te coja.

—Eres un bocazas, Jimmy —dijo otro tras la piedra—. Prepárate


para la que te va a caer en cuanto se entere de que has alterado sus planes.

—Siempre fue un metepatas —Jessica se echó a reír.

—¡Cállate zorra!
Un grito espeluznante se escuchó al otro lado y Matt apretó su mano
muy tenso. —Preséntate ante Satanás —dijo la voz de una mujer.

—¿Por qué?

—¿Prefieres que te llevemos? —preguntó una voz aterradora.

Una voz habló en un idioma que no entendían antes de oír los gritos
de Jimmy y de repente se hizo el silencio al otro lado.

Jessica se volvió asustada. —¿Creéis que le harán algo?

—No le vas a volver a oír en mucho tiempo, eso si es que vuelve.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —Gracias a Dios.

—¿Qué idioma era ese? —preguntó Matt muy tenso sin dejar de
mirar la piedra.

—No lo sabemos. Lo hemos grabado y buscado en el móvil, pero no


lo reconoce.

—¿Satanás? ¿El Satanás que me imagino?

—El mismo —susurró—, el señor de los infiernos.

De repente soltó su mano como si le quemara y se llevó las manos a


la cabeza volviéndose. —¿Matt? —preguntó asustada al ver que palidecía.
Se acercó y tocó su espalda. —¿Estás bien?

—¡No me toques! —Al mirarla vio que sus ojos se habían

oscurecido.
—¿Cass? —preguntó Jessica asustada.

Sin hacerle caso dijo —Cariño, no dejes que te torturen.

Él la empujó tirándola al suelo antes de gritar llevándose las manos


a las sienes. Cerró los ojos como si el dolor fuera insoportable. Cayó de
rodillas demostrando que su cuerpo no lo aguantaría mucho tiempo. —¡Le

están hablando! —gritó Bedelia—. ¡No podrá con ellos!

Muerta de miedo se agachó a su lado y le agarró por los brazos, pero

él se revolvió con furia. —¡No me toques, zorra! —Vio la pequeña hacha


que estaba en la pared y fue hasta allí para arrancarla amenazándola con
ella. —¡No me toques!

Cassady levantó las manos. —Cielo, no dejes que te dominen.

—¡A mí no me domina nadie! —gritó tirándose sobre ella mientras


las chicas gritaban.

El filo del hacha raspó su hombro cuando se apartó y Bedelia al ver


la sangre gritó tirándose a su espalda. —¡No le mates! —ordenó Cassady

agarrando su mano. Matt gritó de dolor cuando le rompió la muñeca —.


¡Aparta Bedelia!

Su hermana saltó dándole una patada con tal fuerza que le rompió
una pierna y Matt cayó al suelo. Cassady se tiró sobre su pecho y susurró
mirando sus ojos inyectados en sangre —Te amo —dijo sufriendo por él—.
Te amo.

Su respiración se detuvo y de repente gritó elevando el torso con tal


ímpetu que por poco la tira. Angustiada levantó la vista hasta su hermana.

—Solo tienes una opción, pero estarás arriesgando la vida de todos.

—Hazlo, Cass. No puedes rendirte. No dejes que ganen.

Los ojos de su hermana mostraban el miedo que sentía, pero aun así
dijo —Tú eres quien decide, tú eres la mayor. Tú eres la vigilante.

Sintiendo que su respiración se hacía más débil a cada segundo que


pasaba, se levantó de un salto y cogiéndole del brazo tiró de él hasta la
piedra. —Que Dios nos ayude —dijo antes de coger la palma de su mano y
pegarla al símbolo central.

Matt gritó mientras la piedra se congelaba y el hielo cubría su mano.

La muñeca se enderezó haciéndole gritar de dolor para que después pasara


lo mismo con su pierna. Sus ojos volvieron a su color y Cassady sollozó del
alivio al ver que su cuerpo se calmaba hasta que el hielo se derritió
dejándoles sobre un charco de agua.

Cassady soltó su mano que cayó al suelo y le abrazó. —Te vas a

poner bien, te vas a poner bien. —Besó su sien desesperada por oírle. —Te
vas a poner bien.
—Nena, que me ahogas.

Se apartó para mirar su rostro y vio que sonreía agotado. —¿Estás


bien?

—Joder, no me sentía tan bien en mucho tiempo.

—¡No vuelvas a hacerme esto! —gritó de los nervios.

—¿El qué? —preguntó pasmado.

Su hermana cogió el hacha del suelo y levantó una ceja.

Él se sentó de golpe. —¿Qué coño? —Se giró poniéndose de


rodillas y vio la sangre en su hombro perdiendo todo el color de la cara. —

¿He sido yo?

—Casi te pierdo. —Cassady sollozó abrazándole. —Y no quiero

perderte.

—Estoy aquí. —La besó en el cuello. —Nena tenemos que ir al


médico. —Se apartó para rasgar la camiseta a la altura del corte para ver
que la herida ya no estaba. —Pero…

—Es la piedra. Me ha curado para que siga mi función.

Se miraron a los ojos. —Tu función es evitar que salgan.

Una lágrima cayó por su mejilla. —Sí. Eso es lo que hacemos y si


no quieres formar parte de ello vete del pueblo y no vuelvas nunca más.
—Pero Cassady, ¿qué dices? Le has dado la fuerza que necesita

para…

—¡Calla Jessica! —Cogió sus mejillas. —Vete, vive tu vida y

olvídate de que has nacido aquí. Te esperan mil cosas increíbles ahí fuera.

Él entrecerró los ojos. —Continúa Jessica. ¿Qué ibas a decir? —Su


amiga se quedó en silencio. —Jessica no te calles ahora.

—¡No se lo digas! ¡Todavía está a tiempo de irse como lo intentó mi


padre!

—Yo no me debo a ti, amiga. El de arriba es quien me guía y tengo


el pálpito de que debe saberlo.

—¡No!

—Ahora tienes la fuerza para continuar la misión. Así te ha salvado


la vida. Y ella necesita un compañero para continuar la labor. Como sabes

los hermanos abandonan la casa en cuanto el hermano mayor es lo bastante


fuerte como para continuar su misión. Cass necesita un marido, hijos que
continúen la tarea. Y te ama a ti, ¿crees de veras que se entregará a otro
hombre? Tú eres el elegido del señor y las señales son prueba de ello.

Cogió sus manos llamando su atención. —No hagas caso.

Bedelia chasqueó la lengua. —Con todo lo que ha ocurrido hemos


pasado por alto que puede que su influencia aún siga ahí y que esté
fingiendo para ganarse nuestra confianza. Ahora tus fuerzas están a la par

con él. Cassady estás indefensa ante su ataque. Después de pensarlo creo
que mi hermana tiene razón, voto porque se vaya.

Él la fulminó con la mirada. —¡Yo no me voy a ningún sitio!

Jessica frunció el ceño. —¿Crees que aún puede fingir? La piedra le


ha dado su fuerza.

—Nunca hemos tenido un caso así, no lo sabemos.

—¡Pues deja de decir estupideces! —Matt se levantó y cogió a

Cassady de la cintura para ayudarla. —Nena, ¿estás bien? ¿Te he hecho

daño?

—No, no ha sido nada.

—Nunca podréis fiaros de él —dijo una voz al otro lado. Su burla la


tensó—. Es nuestro como lo seréis vosotras tarde o temprano.

—¡Cállate! —gritó él a la piedra.

Una risa que ponía los pelos de punta hizo ladrar a Ángel y la casa

empezó a temblar con más fuerza que nunca. Ella se volvió apoyando las
manos en la piedra mientras su hermana gritaba haciendo lo mismo al otro

lado. Matt apoyó las palmas de sus manos colocándose a su lado y se

miraron a los ojos. —Empuja antes de que llegue el impacto. —Él asintió y
el sonido se acercó a toda prisa. —¡Ahora!
Los tres empujaron y el impacto hizo temblar la piedra. Sintiendo la

resistencia Matt gritó empujando y Jessica empezó a soplar. Él miró sobre

su hombro al sentir el aire helado y el grito de dolor del otro lado fue
desgarrador mientras se alejaba a toda prisa. Poco a poco dejaron de

empujar escuchando hasta que no se oyó nada más.

Bedelia sonrió. —Muy bien, cuñado.

—Gracias —dijo con el ceño fruncido—. ¿Y normalmente puedes


con eso tú sola?

—Este temblor ha sido más fuerte, pero realmente no lo sé. Aunque

un ataque así no lo recuerdo. Últimamente están más pesados que nunca.

—¿De veras, nena?

—Creo que yo no hubiera podido sola —dijo Bedelia.

—¿Y cuánto peso soportas? —Le miraron como si estuviera


hablando en chino. —Por Dios, ¿no habéis probado vuestra fuerza?

—¿Y cómo lo hago? ¿Levanto un camión? —preguntó divertida.

Él sonrió. —Tengo una idea mejor.

Le dio un beso rápido a Cassady y fue hasta las escaleras. —¿A

dónde vas? —preguntó preocupada.

—Vuelvo en cuanto lo arregle.

—Cariño, no puedes decir nada.


Él se volvió en las escaleras y vio la preocupación en sus ojos. —
Nena, sé que te costará un poco confiar en mí, pero no voy a fallarte. Te lo

juro.

—Claro, si se lo juras… —Exasperados miraron a su hermana. —

¿Qué? ¿Formo parte de esta familia o no? ¡Pues en las familias se hablan
estas cosas! ¡Y no me fío de ti!

—Ya entiendo, siempre la has tenido para ti y estás celosa.

Jadeó indignada. —Menuda mentira. ¿Por qué no te piras?

Matt se echó a reír subiendo las escaleras. Las chicas la miraron

levantando una ceja. —No es cierto. ¡Fue idea mía que se casara! —Se
sonrojó ligeramente. —Bueno, no estaba preparada para esto. Siempre ha

sido mía.

Cassady se acercó con una sonrisa en los labios. —Que le quiera a

él no significa que te quiera menos, ¿sabes?

—¿No? —preguntó con desconfianza haciéndola reír. —¡No tiene


gracia! Nunca me había sentido así. Tengo que acostumbrarme a que te

apoyes más en él.

La abrazó con ternura. —Me apoyo en los dos, porque vosotros sois
mi fuerza.

—Te quiero.
—Y yo a ti.
Capítulo 9

Preocupada porque no regresaba miró por la ventana de la cocina.


Era ya de noche y no había llamado. —Dios mío, Dios mío…

—No se ha ido —dijo Jessica con la boca llena de patatas fritas de


bolsa porque con todo lo que había pasado ni la cena habían hecho.

—No temo eso.

—¿Temes que se chive? Le tomarían por loco.

Hizo una mueca volviéndose para ver que el niño se había dormido

en sus brazos. —Con todo el jaleo que hay en esta casa duerme muy bien.

—Está acostumbrado desde pequeñito al jaleo, te lo aseguro.

Preocupada se acercó. —Te admiro mucho.

La miró sorprendida. —¿De veras?

—A pesar de lo que has vivido con ese hombre sigues adelante.

Jessica sonrió. —Como debe ser. Aplícatelo si lo tuyo no sale bien.


—¿Crees que no saldrá bien?

—Creo que habéis vivido muy tranquilas hasta ahora y que empieza
la juerga de verdad. ¿Sino por qué estoy yo aquí?

Se mordió el labio inferior porque ella había pensado lo mismo,

aunque con todo lo que había ocurrido con la llegada de Matt no es que lo
hubiera meditado mucho. —Esperemos que te equivoques. —Un ruido hizo

que frunciera el ceño y se volvió hacia la ventana para apartar la cortinilla.

—¿Qué es eso?

Al ver que giraba la curva un camión y después otro dejó caer la

mandíbula del asombro.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Jessica se acercó con el niño en brazos. —

¡Dios mío, ha llamado al ejército! ¡Nos van a tirar un misil o algo!

—¿Quieres calmarte? Son camiones de obra.

Jessica entrecerró los ojos porque aún estaban lejos y solo veía el

contorno pues ya había oscurecido. —¿Seguro?

—¿Desde cuándo los camiones del ejército son amarillos?

La luz de la luna mostró el primero y Jessica suspiró del alivio al ver


que tenía razón.

—¿Qué pasa? —gritó su hermana desde abajo.

—No te muevas de ahí.


—¡Jessica ven!

—¡Y una leche, que me quiero enterar! —gritó siguiendo a Cassady

hasta el porche.

En ese momento el mercedes de Matt se detuvo ante el jardín y él

salió rápidamente para gritar —¡Dejadlos ahí! ¡En fila!

—Sí, jefe.

Asombrada vieron que eran seis camiones y que todos portaban un

contenedor de obra cargado con lo que parecía escombro. Uno de ellos

movió la grúa para descargar el contenedor dejándolo sobre el suelo. El

hombre se bajó rápidamente para quitarle la cadena que lo sujetaba a la

grúa.

Matt asintió al ver que el segundo camión hacía lo mismo

colocándolo detrás del primero y se acercó a ella cogiéndola por el hombro

para abrazarla a él. —Cielo, ¿qué haces?

—Cada uno de esos contenedores pesa dos toneladas.

Separó los labios entendiendo. —Ya veo.

—Uy, ¿un juego? —exclamó Jessica excitada—. Voy a acostar al

niño y me apunto.

Entró en la casa a toda prisa y Cassady le miró a los ojos. —¿A

dónde quieres llegar?


—Quiero saber. Debemos saber todo lo posible para sellar esa

puerta para siempre. —Acarició su mejilla.

Sus ojos se entristecieron. —Eso es imposible, Matt.

—Antes de que la casa estuviera aquí esa piedra estaba sepultada y

durante ese periodo de tiempo no paso nada. Podemos hacerlo de nuevo.

Separó los labios porque estaba convencido. —Antes no se

escuchaban las voces. Fue culpa nuestra y por eso tenemos esta vida.

Él frunció el ceño, pero uno de los hombres se acercó. —Ya está,

jefe.

—Muy bien, os avisaré cuando haya que recogerlos.

Asintió antes de volverse y gritar —¡Nos largamos!

—Matt…

—Espera a que se vayan.

Jessica salió de la casa corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. —

Estoy lista.

—Matt rompimos la piedra y ya no está sellada. Sería un riesgo

cubrirlo todo porque no sabemos si podrán salir.

—Tú no rompiste nada —siseó—. Ni siquiera habías nacido. Estás

viviendo una condena en vida por algo que no fue responsabilidad tuya y lo

voy a cambiar.
Se le cortó el aliento porque estaba plenamente convencido de lo

que decía —Pero…

—Nena, veamos cuántos de esos podemos mover.

—¡Sí, sí! —Jessica bajó los escalones de un salto y se puso ante el

primero agarrándolo bien. —Estoy lista.

—Muy bien, empuja.

Jessica empujó con todas sus fuerzas, pero los seis contenedores no

se movieron. Matt hizo una mueca. —Doce toneladas no. Nena, ¿pruebas

tú? —Ella levantó una ceja. —Hazlo por mí…—Sonrió y le dio un beso en

los labios. —No me rendiré.

—Eso es lo que temo.

—Vamos, vaga. ¿O no te crees capaz?

Jadeó antes de bajar los escalones a toda prisa. —Quita de ahí que

os voy a enseñar lo que es bueno.

—Aquí llega la jefa de los vigilantes.

—¡No veo nada, no es justo! —gritó Bedelia desde abajo.

—¡Ya llegará tu turno! —gritó Matt siguiéndola. Cuando apoyó las

manos en el borde del contenedor dijo —Bien, nena. Tenemos que medir tu

fuerza máxima que es la que realmente importa. ¿Lista?


Asintió y miró al frente antes de empujar con todas sus fuerzas. Los

contenedores se movieron un poco y ella gritó sintiendo que la fuerza la

inundaba. Dio un paso y luego otro hasta que los seis contenedores se

desplazaron al menos diez metros. Matt asombrado gritó —¡Para, nena!

Se volvió sonriendo. —Soy un hacha.

Matt se echó a reír. —Necesitamos más.

Jessica frunció el ceño. —¡Soy una debilucha!

—Quita un contenedor a ver si puedes con él.

Su amiga decidida fue hasta el primero y tiró del contenedor

desplazándolo hacia ellos. Lo fue rodeando hasta que lo empujó sacándolo

de la fila.

—Si no lo veo no lo creo.

—Cariño, no todo es ciencia.

Sonrió divertido. —¿No me digas?

Después de distintas pruebas llegaron a la conclusión de que Jessica

podía con ocho toneladas. —¡Soy como Superman! —gritó Jessica dando

saltitos mientras aplaudía.

—¿Y tú, cielo? —preguntó Cassady—. ¿No vas a medirte? ¿Crees

que ganarás a tu mujer?


—Nena, no me retes. —Le guiñó un ojo antes de acercarse a los

contenedores y colocarlos en fila de nuevo.

—¿Vas a probar con todos?

—Yo siempre voy a por todas, preciosa —dijo comiéndosela con los
ojos.

Jessica soltó una risita. —Está loquito por tus huesos.

—Shusss… —Se sonrojó de gusto y en ese momento empezó a


empujar. Le costó un poco al principio porque le resbalaba un pie, pero

cuando le cogió el truco casi empujaba lo mismo que ella. Dejó caer la
mandíbula del asombro antes de echarse a reír y cuando dejó de empujar

corrió hacia él tirándosele encima. Matt riendo la cogió por el trasero. —Lo
has hecho genial.

—Tengo que estar a tu altura.

Ella perdió la sonrisa poco a poco y confesó —Creía que quien no


estaba a la altura era yo.

Cogió su nuca con una mano y la acercó a su rostro. —Jamás

vuelvas a pensar algo así, ¿me oyes? No hay nadie en este maldito mundo
más especial que tú.

Una lágrima cayó por su mejilla y le abrazó con fuerza casi sin
poder creerse que aquello estuviera pasando. —Sí, nena… Estoy aquí y
aquí me voy a quedar, a tu lado.

Jessica sorbió por la nariz. —Qué bonito. —Levantó la vista hacia

arriba y gritó —¡Yo quiero uno así! Porque que sea un ángel no significa
que tenga que pasar el resto de mi vida sola, ¿no? ¡Quiero más

churumbeles! —Asombrado vio como fruncía el ceño sin dejar de mirar el


cielo. —¿No me contestas? Vale, espero una de las señales esas. —De

repente bostezó. —Me voy a la cama. Me toca turno de mañana.

Incrédulo miró a Cassady. —¿Ha dicho ángel?

—Cariño, aún me quedan muchas cosas por explicarte.

—Estoy deseando oírlas —dijo caminando hacia la casa sin soltarla.

—¿Y yo qué? —preguntó su hermana mosqueada.

Cassady gimió y Matt la miró asombrado para susurrar —¿Ahora?

—Por favor.

Bufó dejándola en el suelo y gritó —¡Bien, Bedelia es tu turno!

—¡Qué alguien me sustituya!

—Voy. —Sonrió subiendo las escaleras del porche y Matt le guiñó


un ojo. Sintiéndose más feliz que en toda su vida entró en la casa. Aquello

podía salir bien. Ella lo iba a intentar con todas sus fuerzas.
Se estaba tomando una taza de café mirándoles por la ventana de la
cocina cuando Jessica entró bostezando y con sus pelos rubios revueltos. —

Menuda nochecita.

—¿Una pesadilla?

—Stevie ha tenido gases.

—¿Está bien?

—Sí, ahora se ha quedado dormidito. Creo que voy a pasar al turno

de noche ya que él duerme de día. —Se puso a su lado. —¿Qué miras?

—Llevan moviendo contenedores toda la noche. Levantándolos,


llevándolos de un lado a otro. Colocando uno encima de otro a ver si podían
cargarlos…

—¿De veras? ¿Para qué?

—Están haciendo no sé qué cálculos. Mi hermana puede con diez

toneladas y eleva seis por encima de su cabeza. La muy burra casi acaba
aplastada por un chisme de esos.

Soltó una risita. —Así que entre todos podemos empujar al menos
cuarenta toneladas.

Levantó una ceja. —Pues sí, pero al parecer le siguen dando vueltas.

—¡Nena, ven!
Puso los ojos en blanco dejando la taza sobre la encimera mientras

Jessica soltaba una risita cogiendo la jarra para servirse un café. —Yo
vigilo.

—Gracias. Ángel está abajo.

Salió de la casa y bajó los escalones del porche colocándose ante


ellos con los brazos en jarras. —No se puede seguir calculando sin más

contenedores, pesados. ¿Por qué no lo dejáis?

—No estamos midiendo eso, nena —dijo él divertido.

—¿Entonces?

—Tu hermana me ha dicho que el otro día diste un salto

espectacular de al menos seis metros.

—¿Y?

Él señaló la marca que habían puesto en el suelo al lado del primer


contenedor. —Cada uno de estos mide cuatro metros de largo.

—No habláis en serio. ¡En ese momento la adrenalina corría por mis
venas y me tiré desde la escalera!

—Por eso sabemos que la marca que hagas hoy podrás superarla —

dijo su hermana como si tal cosa.

Gruñó por dentro dejando caer los brazos y él dijo —Coge


carrerilla.
—Carrerilla, carrerilla —siseó.

—Nena, ¿pasa algo?

—No, qué va. —Caminó alejándose de ellos. —La primera noche

juntos y mueve contenedores. —Se volvió y tomó aire. —Vamos a acabar


con esto cuanto antes. —Echó a correr con todas sus fuerzas y cuando se

lanzó se dejó llevar.

Matt y Bedelia dejaron caer la mandíbula del asombro al verla caer

al menos sesenta metros más allá en medio del prado. —Leche, ella sí que
es Superman.

Cassady con la respiración agitada se enderezó sintiendo que su

corazón casi se le salía por la boca al ver donde había caído. Se volvió
lentamente para mirar a Matt pálida y susurró —¿Qué está pasando?

—No lo sé, nena, pero no tiene buena pinta.

Al oír sus palabras desde allí cayó de rodillas y él corrió hacia ella
dando un salto para llegar a su lado cuanto antes. Se agachó a su lado y la

abrazó a él. —Tranquila solo son unas pruebas.

—Nunca nadie de mi familia ha hecho algo así.

—Pues somos los primeros por algo. —Acarició sus rizos pelirrojos

y forzó una sonrisa apartándose. —Hay mucho que hacer para averiguar
hasta dónde llegas. Hasta donde llegamos. Es importante.
Ella asintió y miró hacia donde miraba él para ver como su hermana
corría hacia ellos antes de saltar. Cayó unos pocos metros antes que ellos y

frunció el ceño. —Lo intentaré otra vez.

Matt sonrió. —Es muy competitiva, ¿no?

—No, pero no quiere quedar peor que tú.

—Ven nena, necesito un café y comer algo. Hablaremos de lo que

me ha contado tu hermana durante la noche.

Fueron hasta la casa mientras Bedelia saltaba otra vez. Al entrar en

la cocina dijo —Haré unos huevos.

—No te preocupes por el salto. Nunca habías medido tus


posibilidades, igual siempre has podido hacerlo —dijo yendo hasta la

cafetera.

—No lo creo. Y nadie de los míos ha hecho algo así. No sale en los
cuadernos. Siempre apuntamos todo lo extraño siguiendo la tradición.

Volvió la cabeza hacia ella como un resorte. —¿Lo apuntáis todo?

—Sí, en los cuadernos, ¿no te lo ha dicho mi hermana? Por eso


sabemos la categoría real de los demonios. No son siete como sale en

internet. Solo hay uno que es quien manda sobre todos los demás. Debajo
de Satanás hay otros que son los que denominamos fuertes y después están

esos que oyes que en realidad no hacen más que molestar.


Él bebió de su café pensando en ello. —Y son los fuertes los que
empujan la piedra.

—Sí.

—¿Y Satanás nunca lo ha hecho?

Golpeando el huevo se le cortó el aliento y le miró sobre su hombro.


—No lo sé.

—¿No sería lógico que el jefe fuera el que tuviera más fuerza para

hacerlo?

—Puede que lo haya hecho y no lo sepamos.

Matt se quedó en silencio y ella con la cuchara de madera revolvió

los huevos. —¿Qué piensas?

—Ayer me dijiste que nunca que tú recordaras habíais tenido un


ataque así.

—Sí, últimamente están más insistentes. Pensamos que era porque

nos creían débiles al ser solo dos e insistían más.

—Pero ahora somos cuatro y siguen intentándolo y cada vez con


más fuerza.

—Sí.

—Es extraño.
Apartó la sartén de los huevos para que no se enfriaran mientras
freía el beicon. Le escuchó suspirar y vio como pasaba la mano por los ojos.

—Estás cansado, ¿por qué no te acuestas un rato después de desayunar?

—Tengo que ir al pueblo o mi madre enviará a la guardia nacional.

Sonrió divertida. —¿Todavía te controla? —Levantó una ceja. —¿A

tu edad?

—Nena, no me ha controlado nunca porque no vivíamos juntos y


tenerla allí no supuso mucha diferencia excepto que nos veíamos de vez en
cuando. Pero se preocupará después de no pasar la noche en casa y más sin
avisar.

Se volvió con el sartén del beicon en la mano y empezó a servir las


lonchas en los platos que había preparado hacía una hora. —Pues ya que

vas al pueblo pásate por el ayuntamiento y cuéntales un cuento para que ya


no quieras mis tierras, ¿quieres?

Él juró por lo bajo. —Mierda, no me acordaba. —Miró su reloj. —


Tengo una reunión con el arquitecto en dos horas.

—Antes desayuna. ¡Chicas, a desayunar!

Sorprendiéndola la cogió por la cintura pegándola a su pecho y la


besó en el cuello. Cassady soltó una risita. —¿Eres una mandona, nena? —
susurró en su oído.
—Soy la vigilante.

—¿Debo acatar tus órdenes?

Se inclinó hacia atrás para mirar su rostro. —Pues sí.

—Estás equivocada, hay sitios en los que mandaré yo —dijo


comiéndosela con los ojos.

—Promesas, promesas.

Él se echó a reír. —¿Te he desatendido?

—Mucho, estoy disgustadísima.

—Te compensaré. Es que cuando me meto en un proyecto, este me


absorbe.

Puso los ojos en blanco. —Quien me mandaría a mí enamorarme de


uno de ciencias.

Matt le dio un rápido beso en los labios. —Esta noche, nena.

Se sonrojó mientras él se apartaba y se sentaba ante el plato de


Bedelia. Ella carraspeó y él la miró ya con el tenedor en la mano. Le indicó

con la cabeza el plato frente a ella. —¿De veras?

—Por favor, cielo…. No quiero conflictos en la familia. —Él


suspiró levantándose y sentándose en el asiento de enfrente. —Gracias.

Le guiñó un ojo mientras Jessica entraba en la cocina aún con el


pijama puesto. —Hay uno abajo que pregunta por ti.
Matt frunció el ceño mirándola. —¿Por mí?

—Sí, dice que tiene algo importante que decirte.

Se iba a levantar, pero Cassady levantó una mano deteniéndole. —A


desayunar.

—Nena, puede ser importante.

Ella puso los brazos en jarras. —Escúchame bien, cualquier cosa


que digan al otro lado de esa puerta es mentira. Siempre, ¿me oyes? Nunca

y cuando digo nunca es jamás te creas nada de lo que digan porque solo lo
harán con el único objetivo de que abras esa puerta. Que esto se te meta
bien en la cabeza, Bampton. Los que están al otro lado son asesinos,
violadores, personas de la peor calaña que lo único que han hecho en vida

es provocar sufrimiento a las personas que les rodean. Nunca te pliegues a


sus deseos, nunca les escuches en serio. Ignora todo lo que te digan y todo
irá bien. ¡Cómo entres en su juego, conseguirán volverte loco y terminarás
por cortarte el cuello! ¡Y es algo que no pienso permitir! ¡Así que a

desayunar!

—Ha dicho —dijo Jessica sentándose en su sitio mientras él asentía

—. La jefa tiene carácter.

Él sonrió. —Ya lo sabía.

Le miró asombrada. —¿Lo sabías?


—Nena, con siete años un chaval te levantó la falda en el parque y

le pegaste un empujón que terminó en la fuente.

Se sonrojó. —Y menos mal que estaba la fuente porque no


controlaba mi fuerza. —Él rio por lo bajo mientras Cassady daba un paso
hacia la mesa. —¿Estabas allí?

—En la heladería con mis amigos.

Se puso como un tomate. —Ah.

—Recuerdas la heladería, ¿nena?

—¿La recuerdas tú? —preguntó mirando sus ojos.

—Recuerdo cada encuentro que tuvimos.

Se llevó la mano al pecho de la impresión. —¿De veras?

—Qué bonito —dijo Jessica soñadora antes de mirar hacia arriba—.

Nada, que no suelta palabra.

—Así que eres un ángel.

—Eso dicen estas porque me gusta el arpa.

Matt la miró con horror haciéndola reír y Cassady se acercó a la


ventana. Su hermana estaba saltando de nuevo y cuando cayó la escuchó
jurar por lo bajo. —¡Ven a desayunar o se lo doy a Ángel! ¡No te lo digo
más!

—Vale.
Cuando se dio la vuelta Matt se levantó y le miró asombrada. —¿Ya

te vas?

—Nena, tengo mil cosas que hacer. —Le dio un beso en los labios.
—Te veo esta noche.

—¿Esta noche?

Las dos le miraron como si hubiera dicho un disparate. —¿Qué?

—Tienes que hacer tu turno, cielo. Ahora eres uno de los nuestros y
lo primero es lo primero.

Él gruñó —¿Turno de doce a seis de la mañana?

—¿Y cuándo vas a dormir? —preguntó pasmada.

—¿De seis de la tarde a doce?

—¿Y yo qué?

Él dijo algo por lo bajo sobre que a las mujeres no había quien las

entendiera y ellas jadearon indignadas. Entonces todos se pusieron a


discutir. Cuando Bedelia entró fue directamente hasta su plato y les observó
durante unos minutos sin dejar de masticar. Y como no se ponían de
acuerdo suspiró. —Haré yo el turno de doce a seis. Jessica el de seis a doce.

Mi hermana de doce a seis de la tarde y tú el último.

—Gracias hermana. —Cuando vio que Matt iba a decir algo le


fulminó con la mirada. —Se hará así. Si las chicas quieren salir en algún
momento, nosotros haremos su turno y viceversa.

Jessica sonrió a Bedelia. —Eso significa citas, guapa. A ver qué


pillas.

—Primero tiene que pillar mi hermana.

—Tu hermana ya está pillada, maja.

—No se han casado. Hasta que no pase por vicaría y el de arriba dé


su visto bueno, nada de nada.

Matt miró a Cassady. —¿Eso es cierto?

—Cariño…

—¿Tiene que darme el visto bueno? ¡Si me ha dado la fuerza esa!

—Eso se lo da a cualquiera que viva en la casa.

—Cuantas cosas tienes que aprender —dijo Bedelia por lo bajo.

—Es como lo de la marca. Tú no la tienes. ¿O la tienes? —preguntó

Jessica.

—¿Marca? —preguntó asombrado.

Bedelia chasqueó la lengua. —Los vigilantes de nacimiento tienen

una marca que les desaparece cuando se van.

—Yo no —dijo Jessica—. Yo la tengo desde siempre, incluso lejos


de aquí. Pero yo soy un ángel. Soy especial. ¿Tú tienes esa marca?
—¡Si no sé de lo que hablas!

Cassady se bajó la camiseta y él separó los labios de la impresión.


—Pues no, no la tengo.

—¿Ves? —preguntó Bedelia—. Mi padre tampoco la tenía. Te han


dado su fuerza para que protejas la puerta porque ahora estás aquí, pero si te
vas esa fuerza desaparecerá a medida que te alejas. Siempre ha sido así.

—Y a los vigilantes que han nacido en la familia les ocurre lo


mismo y además se les borra la marca —terminó Jessica como si fuera algo

lento.

Él gruñó. —Así que tiene que darme aún el visto bueno.

—Tranquilo que está la señal —dijo Cassady sin darle importancia

—. Te eligió a ti.

—¿Qué señal? —preguntó perdiendo los nervios.

—El periódico le dio en la cara —dijo Bedelia como si fuera muy


pesado—. Esa señal.

—Mira, me voy al pueblo, porque me están entrando unas ganas de


estrangularla…

—Tranquilo cielo, que a ti no va a caerte un rayo.

La miró espantado. —¿A alguien le ha caído un rayo?


—Bueno, a mi bisabuelo su primer matrimonio no le duró mucho. A
su novia le cayó un rayo justo después de salir de la iglesia. Luego se
enteraron de que se casaba por las tierras creyendo que estaba forrado —De

repente sonrió radiante. —Si pasas esa prueba es que estás de nuestro lado.
Que no te han influenciado, ¿no es genial?

—La prueba definitiva —dijo Bedelia con burla—. A ver si la pasas,


guapo.

—¡La voy a pasar! —Se volvió para salir de la cocina y gritó desde
el hall —¡Nos casamos mañana!

Asombrada miró a las chicas. —¿Ha dicho lo que creo que ha


dicho?

Su hermana hizo una mueca. —No ha sido una pedida muy


romántica que digamos.

Entrecerró los ojos. —Pues no.

—Ponle las pilas, hermana.


Capítulo 10

Como tenía la mañana libre durmió un poco y después fue hasta el


taller. Dejó la puerta abierta por si la necesitaban y se sentó ante el busto

que había empezado días antes. Al quitar la tela se sobresaltó al ver el rostro
de Matt retorcido de dolor y chilló levantándose tan rápidamente que tiró la

banqueta. Se alejó llevándose la mano a la boca sin poder quitar la vista de


encima a aquella expresión que le puso los pelos de punta. —¿Pero qué?

Bedelia apareció de repente. —¿Has gritado? —Al seguir su mirada

levantó una ceja. —Leche, hermana. Antes esto se te daba mejor.

—¡Yo no he hecho eso!

Su hermana con el ceño fruncido se acercó. —Trabajaste ayer en él,

¿no?

—No, hace tres días cuando vino Mary Lou. Antes de llevar los

encargos… Mierda, al final no llevé los encargos. —Se pasó la mano por la
frente sin dejar de mirar esa cara y gimió angustiada.

—Tranquila, igual es otra señal.

—¡Señal de que algo va muy mal!

—Igual es por el dolor que iba a pasar ayer cuando le rompí la

pierna. Tenía una cara así.

—¿Tú crees? —preguntó esperanzada—. Pues eso ya pasó.

—Exacto. Igual querían avisarte y lo has visto tarde. Tíralo y


olvídalo. Me voy al pueblo a llevar tus encargos.

Se volvió mientras su hermana salía. —Bedelia… —Esta se giró

con una sonrisa en el rostro. —No sé qué haría sin ti.

—Seguir adelante. Como decía mamá eso es lo que tienes que hacer

y eso es lo que harás si llega el caso. —Sonrió con dulzura. —Yo no me iré

a ninguna parte.

—Te quiero.

—Yo más.

Sonrió mientras se alejaba y se giró hacia el busto. Decidida lo

cogió entero y lo tiró al cubo de la basura. —Bien, ¿y ahora qué hago? Uy,

tengo que hacer su vasija por si las moscas.


Tan concentrada estaba en hacer la mezcla que no se dio cuenta de

como se acercaban a ella por la espalda. Echó más mica dorada y verde

cuando sintió unos brazos que la rodeaban. Sorprendida miró hacia atrás y

sonrió a Matt. —¿No tenías no sé qué reunión?

—La he cancelado. —Él miró el cuenco. —¿Qué haces?

Se sonrojó ligeramente. —Tu vasija.

—¿Estás haciendo una vasija para mí?

Gimió por dentro porque parecía que le hacía ilusión. —Sí, cielo. Es

importante. Todos tenemos una por si llega el caso.

Entrecerró los ojos. —¿Por si llega el caso?

—No se te puede meter en cualquier cosa si llega el momento.

—El momento. —Entonces la miró pasmado. —¡No será una vasija

funeraria!

Forzó una sonrisa. —Pues sí.

—¡Nena!

—Yo también tengo una —dijo señalando el estante donde había

tres.

—La madre que me parió. ¡Deja eso!

—No puedo, es importante. ¿Crees que me gusta hacerlo?


Espantado dio un paso atrás. —¡Joder, no me digas que todos esos

cacharros que tienes por la casa son tus muertos!

—Mis antepasados decían que así los antiguos vigilantes nos

protegían.

—La hostia. ¡Pues son un montón, deberían retener ellos solos la

puñetera piedra!

—Cielo, ¿por qué no te vas a dormir un poco que te veo algo

alterado?

—¿Cómo no voy a alterarme si estás haciendo mi urna funeraria?

¿En caso de que me caiga un rayo me meterás ahí? ¡No, claro que no,

porque no habré pasado la prueba!

—¿Una cervecita? Te veo algo acalorado.

La cogió por la cintura pegándola a su cuerpo y la besó tan

apasionadamente que le robó el aliento. Ella respondió ansiosa y se abrazó a

su cuello disfrutando de su sabor, bebiendo de él maravillada por cómo la


hacía sentir. Matt gruñó agarrándola de los glúteos y sentándola sobre la

mesa. Cassady acariciando su cuello sintió como abría de un tirón sus

cortos vaqueros y tiraba de ellos con fuerza arrastrando sus braguitas de

paso. Gimió de placer sin poder evitarlo y él apartó su boca. —Sí, nena…

—dijo mostrando en sus ojos su deseo, dejando caer su ropa al suelo antes
de atrapar sus labios de nuevo. Desesperada por más llevó sus manos a su

camisa rasgándola por los botones y tirando de ella hacia atrás para

acariciar sus hombros. Él se la quitó con movimientos bruscos y se abrió los

vaqueros dejándolos caer. Fascinada con su piel acarició su espalda hasta

llegar a sus glúteos y cuando Matt pegó su pelvis a su humedecido sexo,

gritó al sentir su dureza apartando su boca y arqueando su cuello hacia

atrás. Él besó su cuello deslizando el tirante de su camiseta hacia abajo para

mostrar su pecho y lo atrapó con los dientes antes de chupar con fuerza.

Algo gritó en su vientre haciéndola gemir de placer. —¿Te gusta, nena? —

Sus labios recorrieron su cuello de nuevo. —Pues esto acaba de empezar.


—Entró en ella de un solo empellón y Cassady gritó sintiendo que la mesa

temblaba bajo su trasero, pero solo quería sentirle, así que se aferró a él.

Matt deslizó su miembro por su interior hasta casi abandonarla para entrar

de nuevo en su ser provocando que el placer aumentara y con cada

embestida ese placer la volvía loca hasta creer que perdía la razón. Matt

entró en ella de manera contundente y sintiendo que su alma se quebraba

gritó aferrándose a sus hombros, pero él no le dio tregua y al recibirle de

nuevo todo estalló a su alrededor dándole el regalo más maravilloso que

nadie tuviera jamás.

Cuando su corazón se calmó sintió sus caricias en su espalda hasta

llegar a su nuca y la apartó para mirar sus ojos. —¿Estás bien?


—Guau.

Matt sonrió. —¿Eso es lo que vas a decir? Ha sido más que guau.

—¿De veras? —Enredó sus dedos en su cabello negro aún

sintiéndole dentro. —Es que soy buena en esto.

Rio por lo bajo. —Sí, nena… Eres muy buena en esto y tengo la

suerte de que las maravillas que haces solo las probaré yo.

Le miró demostrándole cuanto le amaba. —Claro que sí, vaquero.

Soy toda tuya desde siempre.

Posesivo la pegó aún más a él cortándole el aliento al sentir como

crecía de nuevo en su interior. —Pues demuéstramelo, preciosa. Estoy

impaciente.

Las chicas miraron desde la ventana de la cocina hacia el antiguo

granero. —Ni se molestan en encender la luz —dijo Jessica divertida.

—Se ha saltado el turno —dijo molesta.

—Venga, hay que entenderla. Está enamorada. Además, sabe que

estamos aquí. Ella lo haría por ti.

Hizo una mueca volviéndose y cruzándose de brazos. —Eso ya lo

sé.
—Estás preocupada por ella y es lógico, pero de momento el tío está

cumpliendo. —Soltó una risita. —Este la embaraza antes de que acabe el

día.

Reprimió una sonrisa. —Eso la haría muy feliz.

—Y eso es lo que importa, la felicidad de tu hermana.

En ese momento sonó el teléfono de la casa y Bedelia la miró


asombrada. —Nunca nos llama nadie a ese número.

Jessica corrió hasta el teléfono, pero Bedelia llegó primero. —¿Sí?

Casa Perkins.

Su amiga estiró el cuello hacia el sótano antes de mirarla para


intentar enterarse de algo. —¿Abogado? Nosotros no tenemos abogado —
dijo asombrada.

—¿Qué?

Ella le hizo un gesto para que no hablara y de repente jadeó

indignada. —Será una broma. ¡Eso no puede seguir adelante! ¿Que el


alcalde no va a recular? ¡Eso ya lo veremos! —Colgó el teléfono furiosa y

gritó —¡Matt!

—Leche, se va a liar… —El perro ladró y gruñó. —Sí, cielo… Ya


voy.
Bedelia salió de la casa. —¡Matt! ¡Ya puedes subirte los pantalones
que tenemos que hablar!

Matt que estaba dormido sobre una vieja manta en el suelo del
granero se sobresaltó sentándose de golpe. —¿Qué coño…?

Bedelia empujó la puerta golpeándola contra la pared y Cassady se

despertó levantándose de un salto dispuesta a correr. Al ver a su hermana


allí parpadeó. —¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? ¡Qué este no ha hablado con el alcalde y ha llamado

un abogado del ayuntamiento diciendo que tenemos cuarenta días para dejar
la casa!

Suspiró volviéndose. —Cariño, ¿no has ido al ayuntamiento?

—Joder, se me olvidó.

—Pues que no se te olvide —dijo Bedelia—. ¡Porque como nos


quiten la casa se va a liar muy gorda! ¡Porque nuestra misión, para lo que

nos han criado es para proteger la puerta incluso a costa de nuestra vida!

Salió dando un portazo y Matt hizo una mueca. —Ahora sí que la

tengo contenta.

Cassady cogió su ropa y empezó a vestirse a toda prisa. —Mierda.

—Nena, lo solucionaré.
Dejó caer la camiseta por su cuerpo antes de mirarle y sonrió. —Te
espero en la casa, tengo que hablar con ella.

Matt asintió y se levantó mientras ella salía encendiéndole la luz. —

Apágala cuando salgas, ¿vale?

—Sí, preciosa.

Se empezó a vestir y cuando recogió los pantalones de debajo de la

mesa apretó los labios al ver las urnas funerarias. Se agachó para coger sus
zapatos cuando vio su busto en la papelera. Levantó una ceja por su rostro

retorcido de dolor antes de mirar las urnas de nuevo y gruñó antes de sisear
—Esto es una puta locura.

Sentadas en la mesa de la cocina le escucharon hablar por el móvil


en el salón. Al principio tranquilamente, pero poco a poco se fue alterando

levantando la voz.

—¿Cómo que no? ¡Mi geólogo me ha dicho que las tierras no son
actas para construir el edificio para mis ingenieros, no las voy a usar! ¡Sí,

ese estudio se hubiera hecho si me hubieran permitido el acceso, pero


estaban en su derecho de denegármelo al ser propiedad privada! ¡Ellas me
advirtieron y mi geólogo me lo acaba de confirmar! ¡No se puede llevar a

cabo el proyecto!

—Uy, uy que esto no tiene buena pinta —dijo Jessica—. El alcalde

no quiere bajarse de la burra.

—¿Empresa de transportes? ¿Pero qué me está contando, hombre?


—Las hermanas se miraron asustadas. —¿Que si me interesara el proyecto

tendría que pujar contra ellos para la cesión de los terrenos por el
ayuntamiento? —gritó a los cuatro vientos.

—Mierda. Espero que tu hombre esté forrado —dijo su hermana.

—Esto no puede estar pasando. —Se tapó la cara con las manos
empezando a sentirse superada por los acontecimientos.

—¡Tendrá noticias de mis abogados porque ahora pienso apoyarlas

para evitar la expropiación! —gritó fuera de sí.

—Pues no, no tiene la pasta para enfrentarse a ellos.

—Bedelia, por favor.

—¡Charlie! Quiero que te pongas a trabajar para evitar la

expropiación de las tierras de mi mujer. ¿Que cuando me he casado? ¿Y a ti


qué te importa? —gritó alterado—. Contrata a quien sea, al mayor tiburón

de Texas si es necesario, pero no puede perder esas tierras, ¿me has


entendido? ¡Te quiero aquí mañana!
Las tres esperaron a que entrara en la cocina y cuando lo hizo la

miró a los ojos. —Lo solucionaré.

—¿Una empresa de transportes?

—El alcalde es más listo de lo que parecía. Ha utilizado mi idea


para sacar más dinero de cualquiera de los pujadores en la subasta de los

terrenos con fines empresariales. Pretende que compita con otros para
forrarse. El muy cabrón… —dijo cabreadísimo—. Espera que le coja.

—Le va a dar de hostias hasta en la licencia de conducir —dijo


Jessica divertida.

—Matt no puedes meterte en líos —dijo Cassady muy seria—.

Debemos ser discretos. No podemos tener más problemas con la ley de los
que ya tenemos.

Sonrió malicioso. —Nena, te aseguro que sé vengarme de mis


enemigos sin que se den cuenta. Ese cerdo va a perder hasta la camisa y

terminará pidiendo en la puerta de la iglesia como me llamo Matthew


Bampton.

—Ese es mi chico. Ahora a cenar.

El teléfono de Matt sonó de nuevo y al mirar la pantalla suspiró. —

Joder, es mi madre.

—Cariño, dile que te mudas.


—Tengo que decirle algo más. —Descolgó poniéndose el teléfono al
oído. —Madre, ahora iba a llamarte... Sí, hoy tampoco duermo en casa —

dijo pasándose la mano por la nuca—. Me quedo en casa de mi novia. —La


miró a los ojos. —Nos casamos mañana. A las cinco en la iglesia del
pueblo.

Se escuchaban los gritos desde allí. —Veo que te lo estás tomando

muy bien.

Las chicas soltaron una risita, pero Cassady frunció el ceño. Lo que
le faltaba era tener problemas con la suegra y que metiera la nariz donde no

debía.

—Madre, la decisión está tomada. ¿Hablar? Por mucho que me


cuentes no voy a cambiar de opinión. —Al ver su expresión apretó los
labios. —Sé que tú crees que es un poco pronto, pero para nosotros no es

así y no pienso perder ni un día más. Mañana a las cinco. Si quieres estar
allí perfecto, me alegraré mucho. Sino lo sentiré enormemente, pero la boda

seguirá adelante. Espero que te lo pienses —dijo antes de colgar.

—Estará allí —dijo Jessica—. Tu madre te adora.

—Y a mí me odiará. Así que fuiste a la iglesia cuando estuviste

fuera.

Él puso los brazos en jarras. —¿La estoy cagando mucho?


—En realidad te estás cubriendo de gloria. Pones en peligro nuestra
misión y nuestras tierras, le haces una petición de matrimonio penosa y

ahora haces que se case sin ni siquiera tener vestido de novia —dijo Bedelia
antes de beber de su cerveza—. Sí, eres un chollo de futuro marido.

Los tres la miraron. —¿Qué? ¿Acaso no es verdad?

Matt apretó los labios y se acercó a ella plantando la rodilla en el

suelo antes de coger su mano. Cassady sintió que se le cortaba el aliento por
la resolución en su rostro. —Nena, sé que no he hecho más que meter la

pata, pero te juro que lo arreglaré y tendremos una vida maravillosa juntos a
pesar de lo que hay ahí abajo. No voy a decirte que te quiero porque
seguramente pensarás que estoy influenciado por ellos, pero lo que sí voy a

decirte es que cuando pasabas ante mi casa siendo casi una niña mi corazón
se conmovía. Las últimas navidades que pasamos aquí te eché de menos,
pero el último día viniste y me dije que cuando fueras mayor tendría que

casarme contigo. —Los ojos de Cassady se llenaron de lágrimas y él miró


su mano. La apretó como si no quisiera perderla. —Y en cuanto vuelvo ahí
estás. No me lo podía creer y tus ojos decían que seguía siendo importante
para ti. Pero no entendí tu actitud frente a la tesis del abuelo y en ese

momento me preocupaste, nena. Me preocupaste mucho. Pero ya no


volviste y empecé a ponerme nervioso. ¿De veras esa estupidez era tan
importante para ti como para alejarte de mí? Leí la tesis y empecé a
investigar. Entonces se me ocurrió que si era tan importante para ti era
porque lo que se decía de tu familia puede que fuera cierto y me aferré a eso

para acercarme a ti de nuevo. Y ahora hemos llegado a este punto y no


pienso dar marcha atrás. Por eso… —Metió la mano en el bolsillo del
pantalón y sacó un anillo de compromiso precioso. —Cassady Elisabeth
Perkins, ¿me harías el honor de ser mi esposa?

Emocionada sollozó asintiendo y él sonrió deslizando el anillo por


su dedo. Un precioso anillo de platino que tenía el diamante en talla

brillante que toda mujer soñaría. —Era de mi abuela. ¿Te gusta?

—Es precioso. —Acarició su mejilla y besó sus labios. —Es


perfecto.

Él cerró los ojos apoyando su frente en la suya. —Lo arreglaré,


nena. Te lo juro por lo más sagrado.

—Lo sé.

Alguien sorbió por la nariz y volvieron la cabeza para ver que las
chicas lloraban a moco tendido. —Mierda, y no voy a poder ir a la boda —
dijo Jessica cogiendo el rollo de papel de cocina y arrancando un pedazo.

Bedelia y Cassady se miraron preocupadas y su hermana dijo —No


deberíamos dejarla sola, todavía es novata y no podría con un ataque como

el de ayer.
—Pero… —Sabía que tenía razón, pero nunca se imaginó que se
casaría sola.

—Lo siento, nena. Aun así, haré que sea especial.

Le miró a los ojos. —Será especial porque me caso contigo, cielo.

Él sonrió antes de besar sus labios. —Qué mujer más comprensiva


tengo.

—No te creas —dijo Bedelia—. Últimamente está algo rara, pero ya

verás cuando vuelva a su carácter, ya.

—¡Bedelia!

—¿Qué? ¡Es mejor que se lleve todos los sustos de golpe!

Todos se echaron a reír y Cassady abrazó a su hombre sintiéndose

más feliz que en toda su vida.

Abrió los ojos y se sorprendió al no ver a Matt a su lado, cuando

recordó que le tocaba el turno de doce a seis. Lo habían arreglado así


porque con todo lo que había ocurrido se habían saltado los turnos y no era
justo para las chicas. Suspiró mirando el reloj de encima de la mesilla de
noche. Las cinco y media. Era hora de que se levantara para sustituirle y

que durmiera un poco antes de la boda. Sonrió mirando el techo. Se iba a


casar con él. Sus sueños se convertían en realidad. Se bajó de la cama

desnuda y soltó una risita porque hasta ese momento jamás había dormido
así. Se puso una bata ligera y se ató el cinturón a toda prisa. Era evidente
que la noche había sido tranquila porque no la había necesitado. Aunque
ahora tenía su fuerza y podía apañárselas solo. Caminó por el pasillo
procurando no hacer ruido y cuando escuchó a Jessica tarareando al

pequeño hizo una mueca. Pobre, seguro que no había pegado ojo. Pasó por
la cocina casi a oscuras y al llegar a la escalera escuchó un murmullo.
Mierda, le estaban agobiando, estos se iban a enterar. Bajó los primeros tres
escalones sin hacer ruido y al ver que estaba sentado en una silla ante la

piedra escuchando atentamente se tensó. Tenía los codos apoyados sobre las
rodillas y miraba la puerta muy serio.

—Eso es lo que tienes que hacer.

—Abuelo, es una locura.

A Cassady se le cortó el aliento. ¿Abuelo?

—¿Locura? ¡Tienes que hacerme caso! ¿Sabes lo que nos jugamos?


No habrá más oportunidades, llevan esperando siglos este momento. No
puedes fallarme ahora.

Matt se quedó en silencio y se apretó las manos mirándoselas.


—Tienes que renunciar a algo, no puedes tenerlo todo. Mira hasta

donde has llegado gracias a ellos.

—He llegado hasta aquí, como tú querías —siseó.

—No, hijo. Estos no eran mis planes porque pensaba arreglarlo yo


mismo, pero esa zorra me descubrió. Mira donde he acabado por dejarme
llevar. No puedo consentir que cometas los mismos errores que yo. Has
leído los diarios, ya sabes cómo solucionar esto. Hazlo.

Pálida caminó hacia atrás subiendo los escalones, pero el primero


crujió bajo su peso y Matt se volvió de golpe para verla. Sonrió. —Buenos

días, nena. ¿Has dormido bien?

—¿Hablabas con alguien?

—Oh, no han dejado de molestarme en toda la noche, pero tranquila

que no he hecho caso a sus estupideces. —Se acercó a ella. —No tienes
buena cara.

Sintiendo que su corazón quería gritar de la rabia dijo —Stevie no


ha pasado buena noche.

—Sí, le he oído. —Alargó la mano y ella la miró. Su instinto le dijo


que tenía que averiguar lo que se proponía y le miró a los ojos antes de
bajar varios escalones para cogerla mostrando su anillo de compromiso. Su
corazón lloró por él mientras Matt tiraba de ella para cogerla en brazos. —

¿Lista para la boda, preciosa?

Parecía feliz, ilusionado por unirse a ella y Cassady se dijo que el


destino no podía ser tan cruel, que debía confiar en él. —Lista.

Sonrió más ampliamente. —Tengo muchas sorpresas para ti y quiero


que las disfrutes todas.

—¿Sorpresas?

—Espera y verás. —La besó suavemente en los labios y susurró —


Será un día tan especial que no olvidarás nunca.

Su piel se erizó mirando sus ojos. —Estoy impaciente.

Él sonrió dejándola en el suelo y la besó pegándola a su cuerpo.


Cuando sus labios se apartaron Matt frunció el ceño. —¿Seguro que estás

bien?

—Mejor que nunca. Venga, vete a dormir que quiero que estés

descansado para cuando digas el sí quiero.

Asintió mirándola fijamente y fue hasta las escaleras. Ángel como si


supiera que pasaba algo estaba en lo alto y cuando pasó a su lado acarició
su lomo. —No la pierdas de vista, pequeño.

El perrito movió el rabo y bajó las escaleras a toda prisa para


colocarse a su lado. Cassady se agachó para cogerlo y lo abrazó
reprimiendo las lágrimas antes de volverse para mirar la piedra. Le escuchó
coger algo de la nevera y alejarse. Entonces Cassady se acercó a la piedra y
susurró con rabia —No me lo quitaréis, antes entro ahí y os liquido a todos,
hijos de puta. No sé a lo que estáis jugando ahora, ¿pero queréis guerra? La

vais a tener, eso os lo juro por todos mis muertos.

—Ten cuidado, niña —dijo la voz al otro lado con una ironía que la

tensó—. O seguramente acabarás donde están tus antepasados y lo perderás


todo.

—Más quisieras, viejo.

Una risa al otro lado hizo que quisiera gritar, pero se contuvo y dejó
a Ángel en el suelo. —Sube a despertar a Bedelia.

—Estoy aquí.

Sorprendida vio que salía de debajo de la cama. —¿Creías que le iba


a dejar solo vigilando la puerta? Sabía que estabas dormida y no quise
despertarte. Yo me he encargado y en los últimos minutos he escuchado

cosas muy interesantes.

—Cuéntame por si me he perdido algo —dijo a toda prisa yendo


hasta los diarios. Allí estaba la respuesta. Frenética cogió el primero y
empezó a leer mientras su hermana le relataba lo que había escuchado.
—Aquí no hay nada. Los hemos leído mil veces —susurró su
hermana sentada ante el escritorio del sótano.

—Tiene que haber algo. Algo que nos haya pasado desapercibido.
—Pasó la hoja. —Han esperado siglos este momento. No podía fallarles
ahora.

—Ya sabía yo que siempre había sido muy perfecto. Buen


estudiante, un hombre de éxito sin cometer un solo error en su vida, era

raro.

Apretó los labios pasando la hoja y frunció el ceño al ver la letra de


su madre. Pero ese no era su diario. —¿Qué? —Pasó la hoja para ver la
letra de su abuelo y fue hacia atrás para verla de nuevo, pero entre esas dos
hojas su madre había escrito en ese espacio en blanco.

—Mira. —Bedelia mostró unas manchas en las esquinas. —Las


hojas se pegaron con la tinta y mamá debió aprovechar para escribir en

medio cuando se separaron.

—¿Y volvió a pegarlas? Porque cuando leí el diario esto no estaba


aquí.

—Se pegarían de nuevo. —Bedelia estiró el cuello. —¿Qué dice?


Bajó la vista hasta el diario y se le cortó el aliento. —Es una carta
para mí.

Bedelia se levantó a toda prisa poniéndose tras ella para leer:

“Mi querida hija…”

—Oye que igual es para mí.

—Quién es la vigilante, ¿eh?

—Yo también estoy aquí.

—Bedelia, ahora no.

Gruñó y ambas siguieron leyendo:

“Has leído estos diarios cientos de veces y prácticamente te los

sabes de memoria. En ellos cada uno de los vigilantes han contado sus
experiencias o las historias que ellos les contaban y que les parecían
interesantes o terroríficas. Yo también lo he hecho, pero hasta que no
empecé a tener esos sueños tras tu nacimiento, hija, no supe lo que era el

verdadero terror.”—A Cassady le dio un vuelco el corazón. —“Durante


siglos hemos custodiado la puerta creyendo que debíamos evitar que
salieran, pero nunca ha sido así. Nos teníamos que haber preparado para
su llegada. Nos equivocamos, hija. Ellos saldrán, solo es cuestión de

tiempo y el día apropiado. Y ese día será durante el eclipse de sol del año
en que cumplas veinticinco años.”
—Es dentro de una semana —dijo su hermana asustada llevándose
la mano al cuello de la impresión.

“Ese día el sol dejará de brillar y las sombras lo cubrirán todo.


Aprovechando que nuestro señor no verá lo que ocurre, Satán hará que sus

súbditos arranquen las cadenas que le atan a su trono e irá hacia la puerta.
En la tierra estarán preparados y le ayudarán a abrir la puerta para que su
rey salga e impida que las sombras desaparezcan para siempre. Él no
puede salir solo, ¿entiendes? Jamás ha podido. Pero quienes le siguen son

poderosos y harán lo que sea para llegar hasta la puerta. Si mis sueños son
ciertos, que no lo sé, esa tarde sufriréis un ataque que cambiará el curso de
la historia y sé que no estaréis preparadas.”

Las hermanas se miraron asombradas antes de seguir leyendo —“Os


preguntaréis por qué no os lo he dicho antes. ¿Por qué me he callado?
Sentía que tenía que ser así. Que debíais seguir como hasta ahora porque

en ninguno de mis sueños salís adelante.”—Cassady cerró los ojos y las


lágrimas recorrieron sus mejillas. Tomando aire los abrió de nuevo para
seguir leyendo —“No quería que vivierais pensando en ese día. Temiendo
el fin. Quería que aunque fuera durante unos años os sintierais seguras,

felices a pesar de la vida que os he dado. Tenía que haberme ido hace
mucho. Tenía que haberme alejado para que al menos esos años hubierais
tenido una vida normal, pero no fui capaz de hacerlo temiendo lo que me
habían inculcado toda mi vida y pudieran salir. ¿Comprendes mi
encrucijada? Tu padre no lo hizo. Cuando al fin se lo conté quiso alejarse

sin ser capaz de soportar lo que vendría. Yo tampoco me sentía capaz de


verlo, pero estaba dispuesta a luchar a vuestro lado. Eso no será posible,
ya no. El señor tiene otro destino para mí, pero esté donde esté y si ese día
llega estaré a vuestro lado. Te quiero, hija. Os quiero más que a nada en la
vida y os estaré esperando. No temáis, el señor proveerá.”

—Dios mío —susurró Bedelia pálida.

—Eran sueños.

—¡Estaba convencida y no nos dijo nada!

—Baja la voz. —La miró fijamente.

—Tenemos que matarle. Él forma parte de esto.

—¡Cállate y siéntate!

Su hermana lo hizo en el acto y ella volvió a mirar las páginas del


diario. —Esto no puede ser. No está sucediendo.

—Cassady abre los ojos.

Al pasar la hoja hacia atrás se le cortó el aliento. —Ya sé por qué lo


escribió aquí.

Su hermana entrecerró los ojos mirando la página. —El abuelo

habla de las espadas de oro. La historia que le contó alguien al otro lado.
Que si no tenía una de las cuatro espadas de oro mal iba a deshacerse de
ellos. Eso le dijo.

Se miraron a los ojos. —El abuelo le preguntó con burla que dónde

podía encontrarlas.

—Y él le dijo que las portaban los antiguos guerreros que


custodiaban la puerta, que le preguntara a ellos —susurró Bedelia sin
aliento antes de que ambas miraran hacia allí—. Tiene que ser mentira.
¿Qué puede hacer una espada contra un demonio?

—La piedra es mágica, igual las espadas también.

—Nos estamos aferrando a una historia contada hace sesenta años.

—Y a unos sueños de hace veinticuatro, no sabemos nada Bedelia,


pero si esa puerta se va a abrir quiero estar lo mejor preparada posible. ¿Tú
no?

—El maligno no puede abrirla solo. ¡Solo tenemos que deshacernos

de los que vengan y esos están vivos! Empezando por ese que duerme ahí
arriba. Y cuanto antes nos encarguemos de él mejor.

Cassady la cogió del brazo para detenerla. —Espera.

—¿Te lo vas a pensar?

—¿Y si no es cierto? ¿Y si influyeron en mamá de alguna manera


para tener esos sueños? ¿Vas a matar a un inocente?
—¿Acaso tenemos que actuar cuando ya tengamos el problema

encima? Su abuelo es un demonio, tú lo has oído tan bien como yo y


estaban conspirando. Lo oí claramente tenía que actuar ya y era evidente
que habían hablado antes porque lo hacían en clave como si el abuelo ya le
hubiera comentado estos temas. Yo no necesito más pruebas.

Sintiendo que su corazón se desgarraba siseó —Pues yo sí.

Soltó su brazo de golpe. —Estás ciega. Nos ha estado mareando


como ha querido.

—¿Y por qué iba a hacer todo lo que ha hecho? Solo tenía que

sorprendernos el día en cuestión. O incluso podía haberme rajado el cuello


esta misma noche mientras dormía. Tú lo has dicho, ahora tiene la fuerza
para enfrentarse a nosotras y no nos ha quitado del medio.

—Si acaban de darle instrucciones no ha tenido tiempo.

Ella miró el diario. —Si seguimos las pistas, debemos seguirlas


todas y no descartar nada. —Señaló la página de su abuelo. —Empezando
por esto.

—Las espadas han desaparecido. Nunca las encontraremos. Si

existieron alguna vez fue hace siglos.

Se le cortó el aliento. —Guerreros. No vigilantes, como nos han

llamado ellos desde el principio. —Fue a toda prisa al primer diario y lo


abrió lo más rápido que pudo. —Sí, nos llamaron vigilantes, pero no

guerreros.

—¿Qué quieres decir?

—Estos eran luchadores, preparados para enfrentarse a ellos, por eso


iban armados.

—¿Serían los encargados de poner la piedra? ¿Quienes hicieron la


puerta?

—¡O quienes cerraron la puerta después de encadenar a Satanás en

su trono! ¿Quién podía hacer algo así?

—Arcángeles que llevaron al señor del mal a las profundidades de la

tierra donde solo sentirá tormento.

—Exacto. Rafael, Miguel, Gabriel y seguramente Uriel que según el


libro de Enoc es el delegado en vencer a los ángeles de mala conducta.

Ellos fueron los encomendados en bajar a los infiernos a Lucifer, luego


llamado Satán al ser arrancadas sus alas, así como al resto de los ángeles

caídos según la Biblia, ¿no? Sus guerreros más fieles, sus favoritos, los

encargados de velar por el bien de la humanidad, ellos portaron las armas y


velaron porque se cerrara la puerta. —Mostró la piedra con sus manos. —

Ellos les sepultaron para que no volvieran al cielo ni se relacionaran con los

hombres nunca más.


—Sí, ¿pero dónde están las armas? Como no nos lo diga el de

arriba…

—Pero es que tenemos un ángel entre nosotros, así que de alguna


manera han sabido que necesitamos ayuda. Ahora seguramente enviarán

refuerzos, enviarán las armas… Tienen que ayudarnos. Ahora que lo

sabemos nosotros, ellos también.

—¿Y si Jessica es esa ayuda que creen que necesitamos? Era


evidente que algo estaba pasando. La llegada de Jessica y todo lo demás

debe ser por eso. ¿Y si no envían a nadie más?

Se le heló la sangre. —Entonces tenemos que prepararnos para


hacerles frente.

—¿Crees que lo que soñaba mamá es cierto? ¿Que no pueden mover

la piedra? Parecía muy segura de lo que decía. Igual comprobó si se movía.

—Solo hay una manera de comprobarlo. —Ambas miraron la

piedra. —Tendremos que dejar que la muevan para saber si son capaces.

—Sí, pero muy poco ¿eh? En cuanto notes algo empuja por si esto
se nos va de las manos.

Asintió mirando los símbolos y entonces se le ocurrió una idea. —

Ellos llegaron antes.

—¿Qué?
Tocó la piedra pasando sus dedos por los símbolos. —Ellos la
encontraron antes —dijo sin aliento—. La desenterraron e hicieron los

grabados. —Elevó el dedo hasta la parte de arriba de la cruz y pasó la yema

por lo que parecía una lanza. La punta estaba hacia abajo y dio un paso
atrás siguiendo su dirección. Otra lanza bajo la cruz señalaba hacia abajo.

—Una señal —susurró.

—¿Qué?

Se volvió para mirarla. —Lo sabían, sabían lo que mamá escribió en


ese libro muchos años después.

—No te entiendo.

—El sol, la luna. El eclipse… las armas… —Se llevó las manos a la

cabeza. —Pero entre todas esas armas solo las lanzas apuntan hacia abajo.

Hacia abajo…

Ambas miraron el suelo de piedra, tan antiguo que algunas de ellas


estaban más desgastadas que otras. —Pero esto siempre ha estado aquí.

—O eso creíamos.

—Traeré la maza.

Ella cogió su mano y negó con la cabeza. —No, espera. —Elevó la

vista hasta el techo escuchando atentamente, pero la casa estaba en silencio.

—¿Qué vas a hacer?


La miró a los ojos. —Casarme. Ha hablado con su madre y con el

cura, si no vamos harán preguntas. Le voy a seguir el juego, veremos hasta

dónde llega.

—Igual ahora que lo saben arriba le cae un rayo y nos ayudan en


eso.

Palideció apretando los labios y su hermana la abrazó.

—Mientras estamos en la iglesia quiero que levantes el suelo —

susurró en su oído—. Ruego a Dios porque las encuentres y si es así debes


esconderlas, ¿me has entendido? Él ha leído lo mismo que nosotras, pero

nos cree ciegas a lo que está pasando. Querrá que estemos indefensas,

intentará matarnos o evitar que estemos cerca de la puerta cuando llegue el


momento. Mantén los ojos abiertos. No puedo perderte.

—Debemos avisar a Jessica.

—A ella se le nota todo en la cara. No podrá disimular. Tengo que

pensar muy bien qué vamos a hacer, no podemos cometer un solo error. De
momento no le digas nada. Además, no quiero que se asuste o tema por el

niño. Hasta que comprobemos si pueden mover la piedra y que lo que dice

mamá en esas líneas es cierto, no quiero revelar nada a nadie. Lo sabe el de


arriba y tomará medidas si lo cree necesario. Si no es así es porque cree que

nos arreglaremos bien solas. Puede que enviaran a Jessica porque pedimos
ayuda al estar agobiadas y solas, o puede que no y que todo haya sido un

plan predeterminado porque el Señor ya conocía los planes de nuestros


enemigos. En realidad, no sabemos nada y necesitamos respuestas.

—¿Y qué le voy a decir a Jessica sobre el suelo?

—Di que en uno de los ataques se ha levantado. Que tembló el suelo

o algo así. Son piedras grandes, pero no tanto como para que no las puedas
colocar de nuevo. Alisa la tierra que haya debajo y vuelve a colocarlas lo

mejor que puedas. Seguro que ella le comentará lo ocurrido a Matt y quiero

comprobar su reacción.

—De acuerdo. —Se separaron y se miraron a los ojos. —Aunque


sabía que este momento podía llegar estoy aterrorizada. ¿Estás asustada?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y asintió. —Mucho.

—Por él, por perderle.

—Y por ti. —Cogió sus manos. —Si ves algo raro alrededor de la

casa enciérrate aquí hasta que yo llegue.

—¿Crees que hay más? ¿Que no solo le han enviado a él?

—¿Una misión tan importante y que han esperado durante tantos


siglos? No, deben tener cómplices. Como ese abogado que se supone que

llega hoy. Cuidado, hermana.


Los ojos de Bedelia brillaron de rabia. —Tranquila. No se acercarán

a la puerta. Son humanos y con esos puedo de sobra.

Asintió apretando los labios antes de decir —Esperemos a ver si los

de ahí dentro intentan algo en las próximas horas y comprobemos si pueden


moverla, porque sino tenemos otra pregunta que hacernos.

—¿Cuál?

—¿Por qué tenemos la fuerza desde hace tantas generaciones si no

la necesitamos?

Su hermana la miró comprendiendo. —Eso. ¿Por qué llevamos


empujando desde hace tanto para nada? El primer vigilante debió tener una

razón poderosa para tirarse a empujar, ¿no? Y que después los demás

hiciéramos lo mismo. Puede que mamá estuviera equivocada.

Miró la piedra fijamente sintiendo el temblor bajo sus pies y su


perro se puso a ladrar desde las escaleras. Se acercaron y se miraron a los

ojos. —¿Lista?

Bedelia asintió. El impacto hizo temblar la puerta y Bedelia a punto


estuvo de poner las manos, pero Cassady se la cogió con firmeza sin dejar

de mirar la piedra. Entonces el suelo tembló aún más y se miraron asustadas

mientras escuchaban voces que no entendían al otro lado. El impacto hizo


temblar la puerta y unas piedrecitas cayeron sobre ellas. Ambas gritaron
poniendo las manos sobre ella empujando con todas sus fuerzas. Unos

gritos se elevaron al otro lado y de repente Cassady sintió alguien tras ella.
Asustada miró hacia atrás para ver como Matt ponía las manos sobre su

cabeza mientras Jessica en las escaleras les miraba fijamente antes de

empezar a soplar. Matt empujó como ellas y los gritos fueron cesando poco
a poco hasta que después de unos segundos se hizo un silencio sepulcral.

Con la respiración agitada miró a su hermana de reojo y ella asintió.

Era evidente que su madre no estaba en lo correcto o que cuando lo había


intentado el ataque no había sido tan duro porque sí que podían moverla y

estaba muy equivocada. Podían salir y seguramente con esa prueba habían

dañado más la puerta.

Juró por lo bajo y Matt la agarró por los hombros dándole la vuelta.
—¿Estás bien?

—Sí. —Sin saber ni cómo reaccionar se dejó abrazar. ¿Y si había

imaginado su conversación con su abuelo? ¿Y si todo era porque aquella


situación la estaba sobrepasando? Sin poder evitarlo se abrazó a él.

—Ya ha pasado, nena —dijo acariciando su espalda.

Jessica se acercó y a toda prisa cogió una escalera que tenían allí

para ponerla ante la puerta. Matt dejó de abrazarla y se subió a la escalera

para mirar la parte superior de la piedra. —Tiene una fisura. No es muy


grande, pero la tiene. Y eso es un problema porque cualquier golpe puede
agravarla.

—Dios mío —dijo Bedelia asustada—. Es culpa nuestra.

Matt frunció el ceño y Cassady la fulminó con la mirada, así que

Bedelia dijo a toda prisa —No hemos empujado lo suficiente.

—No creo que haya sido eso. —Se bajó evidentemente preocupado.
—Este ataque ha sido el peor que he visto.

Por su culpa, seguro que las escucharon decir que no empujarían y

lo habían intentado con fuerza. Cassady se pasó la mano por la frente

mientras su prometido decía —Es evidente que cada vez lo intentarán con
más ímpetu. Debemos buscar soluciones para evitar que la muevan.

—¿Qué soluciones?

—He pensado en una prensa hidráulica.

Las tres le miraron fijamente.

—Las hay que aguantan mucho peso. Podría construir una prensa

que aguantara hasta quinientas toneladas. Colocar la plancha pegada a la


puerta y así evitar que se mueva mientras la prensa esté encendida. Eso os

liberaría a todas.

Se le cortó el aliento. —¿Una prensa hidráulica? Cariño, la piedra es


mágica. ¿Crees que…?
Asombrada miró a su hermana que preguntó inmediatamente —

¿Cuánto tardarías en hacerla y en colocarla?

—Tendría que diseñarla con las dimensiones de la puerta y la pared


para que las vibraciones sean las menos posibles, el proceso de fabricación

y después habría que derribar la casa para colocarla. Para empezar un mes

más o menos.

Dejó caer los hombros de la decepción. —¿Un mes?

—¿Derribar la casa? ¿Y los obreros? —preguntó Jessica—. ¿No les


hablarán los que están ahí dentro mientras trabajan?

—Eso déjamelo a mí —dijo Matt muy serio mirando a su prometida

—. ¿Me pongo con ello? Como mínimo os ayudará a estar más tranquilas.
Podemos hacer una prueba y si no funciona no seguimos adelante y

buscamos otra solución.

—Me parece una idea estupenda —dijo Jessica encantada.

Cassady ya no sabía qué pensar y preocupada dijo —Necesito un

café.

—Tranquila hermana que yo aquí me quedo —dijo Bedelia mirando

a Matt de reojo—. Pero no te precipites en tus decisiones.

Matt la siguió escaleras arriba y Jessica sonrió a Bedelia. —Una

solución. ¿No es genial?


—No lances las campanas al vuelo… —La miró fijamente. —¿Has
tenido algún sueño?

—Uy, sí… Lo poco que he dormido he soñado con Brad Pitt. —

Soltó una risita. —Mira que me lleva unos añitos, pero encantada me tenía.

Bedelia puso los ojos en blanco. —Genial, amiga.


Capítulo 11

En cuanto llegó a la cocina disimulando sus nervios puso la cafetera


mientras Matt la observaba atentamente desde el vano de la puerta al

sótano. Cuando terminó de prepararlo cogió la taza y la acarició sin poder


darse la vuelta para evitar que él viera en su rostro lo que pensaba. —Nena,

te dije que lo solucionaría y lo haré. No van a salir.

—Júramelo —susurró intentando no llorar.

—Te lo juro. —Se acercó a ella y la abrazó por la cintura pegándola

a él. —Te lo juro por lo más sagrado que no pararé hasta encontrar la
solución. —La besó en la sien. —Ahora no quiero que te disgustes, hoy es

un día importante. —Pegó su mejilla a la suya. —Hoy serás mía.

Algo se estremeció en su interior y una lágrima recorrió su mejilla.

—Sí…
Se escuchó el motor de un coche y ella aprovechó para apartarse

para mirar por la ventana limpiándose la mejilla disimuladamente. Frunció

el ceño. —Una furgoneta. —Se volvió para mirarle y vio como sonreía. —

¿Son amigos tuyos?

—Empiezan las sorpresas, nena. Feliz día de tu boda.

Se acercó a la puerta sin perderle de vista y el repartidor se bajó

cogiendo de atrás una caja blanca muy grande y otras dos más pequeñas. Se

acercó al porche con una sonrisa. —¿Cassady Perkins?

Abrió la puerta saliendo al porche y el chico la miró de arriba abajo

demostrando que le gustaba lo que veía. —Esto es para usted.

Alargó los brazos sin ser consciente de su mirada porque no dejaba

de observar las cajas. —Gracias.

—Es un placer. Un verdadero placer.

Matt apareció en la puerta gruñendo y el hombre se sonrojó. —Que

tenga buen día.

—Lo mismo digo —dijo distraída al ver que una de las cajas traía

una tarjeta. Intentó mostrarse ilusionada—. ¿Son para mí?

Su prometido que miraba la furgoneta con el ceño fruncido asintió.

—Claro que sí, nena…


Mostrando impaciencia regresó a la cocina casi corriendo y él

sonrió. —Abre la grande primero.

Apartó las otras dos y cogió la tapa con ambas manos tirando de

ella. Un papel de seda rosa cubría su regalo y lo apartó con cuidado para ver

un maravilloso encaje en blanco. Sorprendida miró sus ojos. —Pero…

Matt rio por lo bajo. —Sácalo, preciosa. Quiero saber si te gusta.

Sin poder evitar ilusionarse sacó el vestido de novia que era una

maravilla. Tenía el escote en forma de corazón y era ceñido en el torso. La

falda que debía llegarle por las rodillas caía desde la estrecha cintura. Era

un vestido de ensueño. —Es maravilloso —dijo poniéndoselo delante—. ¡Y

es mi talla!

Él se echó a reír. —Tuve que hurgar un poco en tu armario para

enterarme de la talla, espero que no te importe. No soy muy bueno con esas

cosas.

—Te perdono. —Soltó una risita acariciando el encaje antes de

acercarse y darle un beso. —Es perfecto.

—Tú sí que eres perfecta.

Encantada porque se había molestado en que tuviera un vestido

especial en su boda, lo dejó con cuidado sobre la caja y abrió otra

mostrando unas sandalias blancas. —Son preciosas… —Impaciente abrió la


otra y vio que en ella había un tocado hecho con el mismo encaje que el

vestido y que de él salía un pequeño velo que cubriría parte de su cara. —

Oh, que delicado. —Levantó la vista hasta sus ojos. —No tenías que…

—Sí que tenía. —La abrazó por la cintura. —Quiero que nuestro día

sea especial.

Cassady pasó las manos por sus hombros mirándole a los ojos. Lo

que tenían no podía ser fruto de una mentira, el destino no podía ser tan

cruel. Tenía que amarla, tenía que hacerlo, y si había decidido pasarse al

otro lado ella haría que volviera al redil y se arrepintiera. Lo haría, lucharía

por los dos por cómo le amaba y por todo lo que podían llegar a tener en el

futuro. No se rendiría.

Se abrazó a él y Matt sonrió susurrando en su mejilla —Por un

abrazo tuyo todo merece la pena.

—Por un abrazo tuyo daría la vida.

A Matt se le cortó el aliento y la abrazó con más fuerza. Se sintió

protegida y emocionada. Y por qué no decirlo se sintió amada y si eso era

mentira quería vivir esa mentira el resto de su vida. Haría que se

arrepintiera de sus actos, lo haría.

—¿Y qué darías por un beso? —preguntó él elevándola para sacarla

de la cocina.
Ella levantó la vista hacia sus ojos. —Mi alma.

Él sonrió. —¿Y por un hijo?

Le dio un vuelco al corazón porque nunca había pensado en ello,

pero en ese momento quiso que se convirtiera en una realidad. —Eso te lo

daría yo a ti.

Matt se echó a reír. —Tienes razón. —La besó suavemente en los

labios. —Y sería el regalo más maravilloso que podrías hacerme.

—¿Nos ponemos a ello, Bampton? —Sin dejar de mirar sus ojos

dijo —Necesitamos nuevos vigilantes.

Él sin dejar de sonreír la metió en la habitación. —Pienso poner

todo de mi parte.

Dos horas después Cassady bebió de su taza de café viendo a través

de la ventana de la cocina como su coche se alejaba.

—¿Qué opinas, hermana? —preguntó Bedelia tras ella.

—No lo sé. Madre no tenía razón en que no podían mover la piedra,

puede que estuviera equivocada en todo.

—¿Y lo de su abuelo?
—¿Y si simplemente le seguía la corriente? Le dije que siempre

mentían. Igual no se ha creído nada. Igual no era su abuelo. ¡Joder, no lo sé!

—Se volvió dejando la taza sobre la mesa que estaba llena de los platos del

desayuno. Escuchó como Jessica tarareaba al niño en el sótano. —¿Y si

solo quieren que no confíe en él? Sabemos que son muy listos. ¿Y si lo han

hecho a propósito para fastidiarme la boda? Matt es muy inteligente, ya

oíste lo de la hidráulica esa. A lo mejor quieren que se aleje.

—Dudas de todo.

—¿Tú no? Son expertos mentirosos, no pueden influir en nosotros

con sueños, pero sí pueden marearnos hasta que perdamos la cordura. Mira

al abuelo, se quitó la vida. ¿Y si a mamá le ocurrió algo por el estilo y ahora

nosotras dudamos por…? —Desesperada volvió a mirar la ventana. —No lo

sé.

—Dudas de él porque todo ha sido muy precipitado. Dudas de su

amor y todo esto ha resquebrajado tu burbuja de ilusión. Igual tienes razón

y solo quieren jodernos como siempre. Igual les seguía la corriente.

Aparentemente está normal. Y no se puede negar que está ilusionado con la

boda. —Respiró hondo. —Muy bien, recopilemos y veamos esto con

perspectiva.

Jessica llegó en ese momento con el niño en brazos y cogió el

biberón del agua. Cuando se volvió Bedelia llegó con un block grande que
Cassady usaba para sus bocetos y lo puso sobre la mesa. —Veamos. —Hizo

una línea temporal antes de trazar un corte al principio. —Encierran a

Satanás después de ser expulsado del cielo para siempre. Según la biblia

hubo una lucha con los arcángeles que les expulsaron a él y a los suyos para

que dejaran de joder. Alguien tuvo que cerrar la puerta, así que suponemos

que fueron ellos. Y para hacerlo iban armados.

—Con cuatro espadas de oro.

—¿Ah, si? —preguntó Jessica asombrada.

Ambas asintieron y Bedelia hizo otra marca más adelante en la

línea. —Los aztecas o los mayas encuentran la puerta por alguna razón que
desconocemos y por algo que les asustó hicieron los grabados. Y esos

grabados representan según papá en sus años de estudios, el sol, la luna y


armas para defenderse. Y después volvieron a enterrarla. —Hizo otra

marca. —Llegaron nuestros antepasados y…

—Desenterraron la puerta de nuevo —dijo Jessica sentándose a la


mesa.

—Y la dañaron, empezaron a oírse voces.

A Cassady se le cortó el aliento. —¿Y eso cómo lo sabemos? —


Ambas la miraron. —No sabemos si simplemente estaban callados. En

realidad no sabemos nada.


—Pero en los diarios…

—Como bien acabamos de descubrir no podemos fiarnos de todo lo

que pone en los diarios. —Se acercó al cuaderno y señaló la marca de los
símbolos. —¿Y si ellos les oyeron y eso fue lo que les asustó? ¿Y si cuando

nuestro antepasado desenterró la piedra no escuchó nada porque los de ahí


dentro sabían que estaba intentando abrir la puerta? Pero algo pasó que les

delató y entonces vino todo lo demás.

—Muy bien, pongamos en duda esto también. —Hizo una marca


mucho más adelante. —Después de tu nacimiento madre tiene sueños

donde llega la apertura de la puerta y no salimos muy bien paradas.

A Jessica se le cortó el aliento. —¿De veras? Igual su subconsciente


le jugó una mala pasada. La verdad es que viviendo de niña entre todo esto

es como para volverse loca. —Hizo una mueca. —Sin ofender.

Cassady sonrió. —No nos ofendemos, tienes razón. Además, ella

creía algo que no es cierto.

—¿El qué?

—La puerta se puede abrir desde dentro.

—Oh, ¿y dudabais de ello?

—Pues ya dudamos de todo, la verdad.

—¿De mí también?
Ambas la miraron sorprendidas. —Pues no —dijo Cassady
mirándola fijamente—. La verdad es que de ti no he dudado desde aquella

cena.

Jessica sonrió. —Es que soy maja y les caigo bien a todos. ¿Qué le
voy a hacer? Soy irresistible. —Se levantó con el bebé en brazos. —Voy a

darle un baño, está acalorado.

Las hermanas la observaron mientras se alejaban antes de


entrecerrar los ojos. Bedelia susurró —¿Estamos paranoicas?

—Sí, lo estamos, pero es por el problema gordísimo que tenemos


encima. —Miró la línea temporal. —Continúa aunque te has dejado muchas

cosas en medio como la muerte del abuelo y de muchos de los nuestros. —


Frunció el ceño al ver una gota sobre el inmaculado mantel. —Bedelia has

vuelto a derramar tu café sobre el mantel de mamá. —Levantó la taza y al


ver el círculo separó los labios al recordar algo. —Muchas cosas en

medio…

—¿Qué?

Dejó la taza sobre la mesa y corrió hacia las escaleras bajando los

escalones de un salto para llegar hasta los diarios. Sacó el libro donde se
relataba la muerte de su abuelo y pasó las hojas a toda prisa. —Luna llena.

Tan grande que se veía muy cerca de la casa, eso escribió mamá. —
Cogiendo otro diario dijo —Comprueba si la muerte de mamá fue en luna

llena.

Su hermana cogió su móvil introduciendo la fecha. —Sí, era luna

llena.

Frenética pasó hojas del primer diario. —Dieciséis de octubre de mil


ochocientos cincuenta y tres.

Su hermana lo introdujo en el móvil a toda prisa. —No pone nada

de eso porque solo hay entradas sobre el inicio de la guerra de Crimea —


dijo mirando el móvil—. ¡No, espera! —Levantó la vista asombrada. —

Aquí pone que el diecisiete era luna llena.

—¿Unas horas después era llena completa? —susurró impresionada.

—Sí —contestó su hermana pálida.

—Sigamos.

Una hora después habían comprobado todas las fechas importantes


de la familia y en todas o estaba a punto de ser luna llena o lo había sido.

—Dios mío... En luna llena estamos solos y hacen con nosotros lo

que quieren como en la muerte de papá. Seguro que se lanzó bajo el camión
angustiado por dejarnos —dijo Bedelia impresionada.

—Eso no lo sabemos. Solo sabemos que en luna llena es cuando


ocurren desgracias en esta familia.
—Y no solo en la familia porque en esos días siempre hay mucha

más gente en urgencias y ocurren más homicidios y suicidios. Siempre lo


dicen en la tele. Y la luna ocultará el sol en unos días —dijo asustada.

—Será noche en día.

—Mamá tenía razón.

—Empiezo a pensar que sí. Van a intentar salir ese día.

—¿Y por qué no lo han intentado antes? —escucharon que Jessica


preguntaba desde la cocina.

Puso los ojos en blanco porque habían hablado demasiado alto y ya


se había enterado de todo. Estaba claro que allí no se podían guardar

secretos. La cabeza de Jessica apareció de repente. —No es el primer


eclipse de sol que hay en la historia, ¿no?

Las hermanas se miraron. —Eso es cierto. ¿Por qué este eclipse y no

otro en años pasados? —preguntó Bedelia.

Se mordió el labio inferior. —Mira en internet que tiene de especial


ese día.

Su hermana metió las palabras claves en el móvil mientras Jessica


bajaba las escaleras. Al cabo de un par de minutos Bedelia levantó la vista

hacia ella. —Es la primera vez que convergerán completamente justo sobre
nosotras.
Apretó los labios. —Llevan esperando siglos que ocurra. El eclipse
tiene que ser completo justo en ese momento en que salgan. La oscuridad se

apoderará de nosotros y ellos aprovecharán para salir como las alimañas


que son.

Jessica les miró asustada. —¿Qué coño me estáis contando? ¿Que


van a salir? ¡Dijisteis que eso no podía pasar! ¡Qué vosotras, nosotras lo

impediríamos!

—¡Pues ahora lo dudamos! —gritó Bedelia de los nervios haciendo


que se rieran al otro lado.

Las tres miraron hacia allí. —Tic, tac… Ha llegado la hora,

pequeñas —dijo la voz de una mujer—. Satán reinará sobre la tierra.

—¡Cállate! ¡Mi Dios ya lo sabe y tomará medidas! —gritó Jessica

de los nervios antes de mirarlas—. Las tomará, ¿no? ¡Esto no puede ser el
Apocalipsis!

—El Apocalipsis. —Sin aliento negó con la cabeza antes de mirar a

su hermana que estaba pálida. —¿Crees que el anticristo ya está entre


nosotros predicando su palabra?

—Viendo las noticias que hay todos los días en la televisión no me

extrañaría, la verdad. Los gobiernos cada vez son más corruptos e


interesados alejándose de la palabra de Dios y cada vez hay menos
creyentes.

—Hay guerras, epidemias, maldad y egoísmo donde mires —dijo

Jessica—. Si actualmente no está en la tierra predicando la palabra de su


señor, entonces no creo que Satán le necesite. O puede que sea él mismo

ángel caído quien guie a los débiles de corazón como un nuevo profeta en
cuanto salga, engañando a todos.

Se pasó la mano por la frente. —Bueno, eso son suposiciones. Lo

que tenemos que evitar es que salgan de ahí, no tiene que importarnos lo
que pase después porque ni estaremos vivas.

Jessica sin color en la cara asintió. —Estoy de acuerdo.

Bedelia fue hasta una esquina y cogió una barra de uñas que había
escondido allí. —De momento vamos a enterarnos de si tenemos armas o

no. —Clavó la barra de uñas con un golpe introduciéndola hasta la mitad


entre los bordes de dos piedras. Mirando a su hermana empujó hacia abajo
levantando la piedra. Jessica la agarró y la puso a un lado. Al cabo de unos
minutos el suelo alrededor de la puerta estaba despejado y solo había tierra.

—Tienen que estar aquí —dijo Cassady angustiada arrodillándose.

Pasó la mano por la tierra donde indicaba el símbolo de la puerta y la tierra


empezó a removerse. Se le cortó el aliento al ver algo de oro que se elevó
poco a poco mostrando una empuñadura.

—Dios mío —susurró Jessica.

Sintiendo que debía hacerlo cogió la empuñadura y tiró de ella


mostrando el largo filo del tamaño de su antebrazo que brilló con la luz del

sol que entraba por las pequeñas ventanas. Sintió algo indescriptible, su
fuerza se multiplicó y su corazón supo que esa arma era suya. —Coged las
vuestras —dijo con autoridad.

Su hermana se arrodilló de inmediato pasando la mano y su pequeña


espada no tardó en aparecer. —Ven a mí. —La cogió levantándose y ambas
miraron a Jessica que tenía los ojos como platos. —Tu turno.

—Brilláis.

Las hermanas se miraron. —¿De veras?

—Tenéis como un halo de luz —dijo realmente impresionada—. ¡A

ver si me van a salir alas! ¡Eso se disimula fatal!

—Sí, cuando lleves a tu niño al cole las madres te van a mirar raro

—dijo Cassady muy seria haciéndola jadear—. ¡Coge tu arma, Jessica!

Gruñendo fue hasta ellas y se arrodilló. —Es que de verdad… Esto


me pasa por autoinvitarme a cenar.

—Exacto. ¿A que no vas a volver a hacerlo?


Sonrió antes de pasar su mano y cuando la cogió susurró —Hala.

—Yo no lo hubiera expresado mejor —dijo Bedelia divertida—.


Siento que puedo con cualquier cosa.

Hubo murmullos al otro lado y alguien dijo —Eso no os servirá de

nada. Nuestro tiempo ha llegado.

—¡Más quisieras, capullo! —gritó Bedelia—. ¡Y no interrumpas

nuestro momento!

Cassady miró el suelo. —El abuelo dijo que eran cuatro.

—Igual es Matt. —Jessica miró su arma. —Eso es fácil de saber, si

pasa la mano y no sale es que no es para él.

Se le cortó el aliento. —Una prueba.

—La definitiva —dijo su hermana sonriendo—. Así saldrás de


dudas.

—Rápido, poned las otras piedras y solo dejad esta parte al


descubierto. Tiene que estar a punto de llegar de recoger su ropa de casa de
su madre. Y esconded vuestra espada hasta ese día. Que nadie la pueda
encontrar, ¿me habéis entendido?

—Sí, Cassady.

—Daos prisa.
Fue hasta la escalera cuando se escuchó un grito espeluznante al

otro lado, pero sus chicas estaban allí. El impacto contra la piedra fue brutal
y observó desde la escalera como su hermana con una sola mano lo detenía.
Jessica sopló alejando al demonio que estaba al otro lado. —¿Creéis que
están así de pesados porque se acerca el momento? —preguntó Bedelia.

—Seguramente. Deben estar impacientes —dijo Cassady con burla.

—¡Zorra, espera que salga! —gritó uno de ellos al otro lado.

—¿Estás deseando verme la cara? —Entrecerró los ojos. —Te


aseguro que no vas a querer vernos cabreadas.

—¡No vais a conseguir nada, putas! ¡Os desmembraré con mis


propias manos! Esperad a enfrentaros a mi Señor. ¡Ahí sabréis que es el

verdadero dolor!

Una risa al otro lado la alertó porque ya la había oído antes. Era una
mujer y con muy mala leche, por cierto. —Pobrecita y creía que iba a
casarse hoy. —Se tensó. —Y ya está muerto. Entre nosotros…

—No les hagas caso, mienten —dijo su hermana rápidamente.

La sonrisa de Matt apareció en su mente y entonces miles de


imágenes se sucedieron hasta el beso de despedida de esa mañana. —No
tardaré. No quiero que estéis solas mucho tiempo. Cogeré mi ropa y
regresaré para la comida. Seguro que mi madre quiere hablar conmigo para

intentar convencerme. —Besó sus labios. —Pero ya no hay marcha atrás.

Cassady salió corriendo. Fue hasta su cuarto y se puso lo primero


que pilló que fueron unos vaqueros cortos y una camiseta. Por si la
necesitaba cogió su espada y con paso firme salió de la casa. Bedelia la vio
pasar desde la cocina y desde la ventana observó como se subía a su
camioneta. —Suerte, hermana.
Capítulo 12

Se detuvo ante la casa de su futura suegra con un frenazo. Todo


parecía muy normal en el barrio y lo que la mosqueó es que no veía el

mercedes de Matt por allí. Abrió la puerta y cuando se bajó decidió no


coger la espada por si estaba exagerando, así que la puso bajo el asiento y

cerró la puerta. Rodeó el vehículo por delante y vio que alguien dejaba caer
una cortina en el salón. Caminó por el sendero y subió los escalones del

porche. Intentando controlarse pulsó el botón cuando lo que quería era tirar

la puerta abajo buscando a su hombre.

La puerta se abrió y allí estaba su suegra que sonrió dulcemente al

verla. —Qué sorpresa, querida. ¿Qué haces aquí?

—Oh, quería ver a Matt porque ha surgido un problema con la boda


y tiene que solucionarlo.

—¿Un problema? —preguntó abriendo más la puerta—. ¿Qué

problema es? Igual puedo ayudarte.


—¿Matt no está aquí? Dijo que vendría.

—¿Te dijo eso? —preguntó con desconfianza.

Entonces un ruido en el salón la hizo mirar hacia allí por instinto.

—¿No está sola?

—Claro que sí. Ha sido el gato que al fin ha llegado de Nueva York
y se está amoldando a la casa.

—Pero si han venido en coche, ¿cómo no lo trajeron en ese


momento?

Su futura suegra entrecerró los ojos. —Porque estaba malito y en el

veterinario en ese momento.

—Oh… —Dio un paso hacia ella. —¿Puedo conocerle? Seguro que

nos llevamos bien.

—No le gustan los extraños. ¿Qué problema tienes con la boda? —

Sus ojos aparentaron preocupación. —¿No me digas que no te vas a casar?

Era evidente que era lo que quería y no era de extrañar, la verdad. El

chico de oro se casaba con una de las raras del pueblo, que además no tenía

ni profesión decente ni estudios ni clase. Lo podía ver en su mirada cuando

le dio un repaso de arriba abajo. —Ya lo sé, no tienes vestido.

—Sí tengo. —Al mirar por encima de su hombro vio un libro sobre

el aparador al lado de su foto con Matt. Era uno de los libros del abuelo de
su prometido. Sintiendo que le daba un vuelco al corazón sus ojos fueron a

parar a los de esa mujer y entonces supo que era ella quien estaba detrás de

todo. —¿Dónde está mi marido? —preguntó fríamente.

—¿Tú qué? Todavía no te has casado.

La agarró por el cuello y ni le dio tiempo a gritar mientras ella la

metía en la casa cerrando con un portazo que la desencajó. Shirley asustada

agarró su brazo. —¿Dónde está mi hombre?

—No está aquí.

—¡Mientes, qué has hecho con él! —La tiró al suelo y gritó —

¿Matt? Matt, ¿dónde estás? —Fue hasta el salón y se detuvo sorprendida al

encontrarse allí a cuatro personas de pie al lado de la chimenea para que

ella no les viera desde la entrada, entre ellas la madre de Jessica, el alcalde

y lo que la dejó de piedra, el cura del pueblo al lado del sheriff. Se miraron

los unos a los otros sin saber qué hacer. —Vaya, vaya. Si están aquí las

fuerzas vivas del pueblo. ¿Organizando otra fiestecita? Creo que me voy a

unir para que luego no digan que soy huraña con mis convecinos. —Puso
los brazos en jarras. —¿Qué coño está pasando aquí?

—¡Niña! —protestó el cura escandalizado.

Le señaló con el dedo. —¡Cierre la boca o se la cierro yo!

Mary Lou jadeó. —Qué grosera.


—¿Grosera? No has visto nada, zorra. —Dio un paso hacia ellos y

vio como el sheriff escondía algo detrás de la espalda. —Al parecer ha sido

malo sheriff, enséñeme lo que esconde.

—Has agredido a la dueña de la casa y has entrado sin permiso. —

Él sonrió malicioso mostrando la pistola que tenía en la mano. —¿Sabes

que podría pegarte un tiro aquí mismo y ni siquiera me investigarían?

—¿Sabe que puedo arrancarle los miembros antes de que respire de

nuevo? —El tipo palideció. —Sí, veo que lo sabe… —siseó con rabia—.

Tire el arma antes de que me cabree.

Se escuchó un chasquido tras ella y se volvió sorprendida para ver a

Matt con una escopeta en la mano apuntando al sheriff. —Amor, te estaba

buscando. Hoy es nuestra boda y te retrasabas.

Él sonrió. —Lo siento nena, es que cuando me acerqué a la casa vi

llegar al sheriff y me escondí para escuchar lo que decían. Madre, ahora que

te has levantado únete a los tuyos.

—Hijo…

Matt se tensó. —¡Haz lo que te digo!

Shirley pálida caminó cojeando hasta el grupo y siseó —Tira la

pistola, idiota.

El sheriff lo hizo de inmediato.


—Ya veo quien manda. —Cassady puso los brazos en jarras y se

volvió hacia Matt. —¡Me has ocultado cosas!

—Y tú a mí, nena…—La miró de reojo. —¿O no? ¡Esta mañana

cuanto te vi bajar por las escaleras supe que no confiabas en mí!

—¡Hablabas con tu abuelo! ¿Cómo querías que confiara en ti?

—¡Cómo yo lo hice en ti! —gritó cerrándole la boca en el acto—.

Pero por lo visto por mucho que dices que me quieres no te importo tanto

como esa maldita puerta.

Pálida dio un paso hacia él. —Matt.

Él sin hacerle caso miró a los presentes. —¿Quien más está metido

en esto?

—No sé de qué hablas, hijo. Era una reunión para recaudar fondos

para la fiesta de septiembre.

—No me cuentes historias, estaba escuchando. Levanta la alfombra

que al parecer has hecho un bonito dibujo y quiero verlo bien.

Miró de reojo a Mary Lou que apretó los labios con fuerza y ambas

se agacharon lentamente para apartar la alfombra mostrando la madera

donde habían rascado un pentagrama que ocupaba medio salón. En el

centro tenía el símbolo que ella tenía en el pecho. Se le heló la sangre al ver

las fotos de las tres en el centro y la de Matt sobre una de las puntas. A su
lado un cuchillo que parecía que tenía sangre. —¿Qué pensabas hacer,

matar a tu propio hijo? —preguntó él asqueado.

Shirley se enderezó. —Ese pensamiento jamás ha pasado por mi

mente.

Cassady mirando el pentagrama separó los labios de la impresión.

—Él es vuestro futuro.

—El de todos —dijo su madre orgullosa—. Será su mano derecha.


Su alma fue entregada a él en su nacimiento y nuestro señor le ha bendecido

con una vida de éxitos. —La miró furiosa. —¡Pero tenías que interponerte

en su camino cuando íbamos a realizar el ritual y decírselo! ¡Entonces te

seduciría con el propósito de llegar a la puerta! —Miró a su hijo a los ojos.

—Eres nuestro futuro. El futuro de muchos, hijo. No sé qué te ha dicho esta

mujer para que estés de su lado, pero solo te ha mentido. Debes escucharme

porque el fin de esta era se acerca y estarás en el bando equivocado. —Dio

un paso hacia él. —Imagínate hasta donde llegarías de su mano. Lo tendrás

todo a tus pies. —Sus ojos brillaron de la avaricia. —Serás su príncipe. Ha

puesto muchas esperanzas en ti.

—Está loca —dijo él sin salir de su asombro.

—Me habla por las noches, me dice lo orgulloso que está de ti. Solo

necesita una última prueba. Mátala, mátalas a todas y todo será tuyo. Le
recibiremos con los brazos abiertos —dijo ilusionada—. Será el fin de una

era y vendrá otra mucho más ventajosa para todos.

Pasmado miró a Cassady. —Ha perdido el juicio.

—Cariño, ¿has hecho algo malo en tu vida? —preguntó mosqueada


—. Porque eso de las pruebas no me gusta un pelo.

—¿Yo? ¡Si he trabajado como un cabrón para conseguir todo lo que


tengo!

—Ah, entonces son desvaríos suyos.

—¿Desvaríos? —dijo el sheriff con desprecio—. Han sido nuestros

ritos los que le han hecho triunfar, nuestros sacrificios y nuestra entrega. —
Miró a Matt. —Y tus mentiras, tus engaños y tu personalidad, ¿no Matt?
Eres un seductor cuando quieres e implacable cuando te enfadas. Siempre

consigues lo que quieres y eso es un rasgo de Lucifer, ¿no es cierto? El más


bello de los ángeles del señor. Listo, sibilino, malicioso, mentiroso… Ni

que fueras hijo suyo.

Cassady se tensó. —¿Hijo suyo?

—Nena, no entres al trapo que se les va la cabeza.

—¡Bueno, ya he perdido la paciencia! —Se acercó a Mary Lou y la


cogió por el cabello arrastrándola hasta Matt.
La mujer gritó porque sino la seguía se quedaría calva. —Por favor,
por favor, no me mates —dijo muerta de miedo.

—Tú no eres responsable de esto, ¿no? Solo te has dejado llevar.

—¡Lou, calla! —ordenó Shirley.

Tiró de su cabello hacia atrás. —O hablas o te arranco la cabeza


aquí mismo. Seguro que ese pentagrama y tu señor agradecen la sangre que

se derramará.

—¡No fue culpa mía! ¡Ella empezó con esas historias en el instituto

y me convenció!

—¿De qué?

—¡De que en el pueblo estaba la puerta del mal! Que una vez siendo
niña un grupo la había retado a ir a tu casa y que al hacerlo escuchó voces

en el sótano. ¡Se agachó a mirar y vio la puerta! Al principio no sabía lo que


era, pero entonces escuchó una voz que procedía de su interior y salió

corriendo sabiendo que era el mal. Eso empezó a obsesionarla y no dejaba


de hablar de ello. ¡Compró algunos libros e hizo que los leyera yo!

Entonces se enteró de que el abuelo de Matt había hecho una tesis sobre el
mal en el pueblo y quiso leerla. Venía a esta casa y le pedía libros. —Miró a

Matt. —¡Fue culpa de tu abuelo! Le enseñó libros muy antiguos, le contó


historias y entonces ya no tuvo duda. Él obligó a su hijo a casarse con ella
sabiendo que sería clave para su causa. ¡Satanás se lo dijo en un sueño! —
Matt impresionado dejó caer algo el arma. —Empezaron a hacer reuniones

con los allegados de tu abuelo. ¿Adivina de quienes eran familiares?

Cassady levantó la vista hasta los presentes mientras ella continuaba


hablando. —Pero no fue hasta que nació Matt cuando nos dimos cuenta de

que era especial.

—¿Especial en qué? —gritó él furioso.

—En la marca que tienes en la cabeza, hijo… Esa marca —dijo

señalando el centro del pentagrama. Fue una bendición del maligno. Me


estaba honrando con tu nacimiento y supimos que esperaba cosas muy

importantes de ti.

Se le cortó el aliento, era un vigilante. Tenía la marca y esos


estúpidos creían que era una marca del maligno.

—No fue hasta que apareció tu padre hasta que no nos dimos cuenta
de su misión —dijo el sheriff a Cassady que apretó los puños por la furia

que la recorrió porque era obvio que le habían utilizado también—. Tu


madre se enamoró en el acto y supieron, supimos que era nuestra

oportunidad. El padre Murdock nunca perdió el contacto con él, era su


confidente, y se lo contaba todo creyendo que en él tendría un aliado que

seguía rigurosamente el camino de Dios, cuando si había elegido esa


profesión fue porque su padre le dijo que saber los secretos de la comunidad

les sería beneficioso.

—Dios mío…

—Entonces naciste tú —dijo Shirley sonriendo diabólicamente—.

La siguiente vigilante. La persona que custodiaría la puerta. Una vez nos


encontramos. Ibas en el cochecito con tu madre que apenas salía de su casa

a no ser que fuera para llevarte al médico o para realizar unas compras. Me
acerqué de inmediato y levanté a Matt para que te viera. Sentí tu necesidad

por él, supe que mi señor había influido en ti para que le amaras. Más que a
ti misma si es necesario. Pero todavía tendrían que pasar años para que se

acercara a ti y te sedujera para acercarse a la puerta. Antes Matt tenía que


irse, no le habíamos contado nuestro secreto y tenía que madurar para

convertirse en un hombre admirado por todos y que afrontara la tarea que se


le encomendaría. En cuanto pude le convencí para irme con él y seguir con

mi tarea que es cuidar de la mano derecha de nuestro señor. Guié sus pasos,
le aconsejé y cuando fue necesario regresamos para estar preparados en el

momento más crucial de nuestras vidas.

—¿Y cuándo pensabas decírmelo, madre? ¿Cuando Satán abriera la

puerta y me saludara? —preguntó irónico.

—Cariño has tenido sueños sobre esto toda la vida. En el fondo


sabías a lo que estabas destinado.
Se le cortó el aliento porque por su rostro vio que tenía razón. —Por

eso no saliste corriendo cuando te lo conté todo —dijo Cassady—. Ya lo


sabías.

—No, miente.

—¡Lo aceptaste muy rápido! —Palideció dando un paso atrás. —No

me quieres, ¿no? Solo te has interesado por mí a causa de esos sueños.

—¿Vuelves con eso? —La miró torturado. —¡A mí no me influye

nadie!

—Mátala hijo. No la necesitas. Ya sabemos todo lo que pasará y


cuáles son sus puntos débiles, no es necesaria. Morirán ella y las demás,

hazlo ahora y vayamos a la casa para preparar su llegada.

—¡Cállate!

—No claudicará —dijo el padre Murdock por lo bajo.

—¡Cállate estúpido, conozco a mi hijo! —Dio un paso hacia él. —

¿Por qué crees que has conseguido todo lo que tienes? ¿Por tu inteligencia?
¿Por tu sacrificio? ¡Tu padre sí que se sacrificó dando la vida por ti! —Matt

palideció dando un paso atrás. —Él sabía que eras especial y cuando
cumpliste trece años quiso entregar su propia sangre para darle las gracias

como él merecía. Y lo hizo con orgullo.

—Por eso mi abuelo te odiaba.


—Sí. —Sonrió maliciosa. —Y quiso descubrirnos informando a la
madre de Cassady, pero desafortunadamente se cayó por las escaleras

rompiéndose el cuello. Que fatalidad, ¿verdad?

—Te envía recuerdos.

—Cariño, menuda familia tienes. —Matt la fulminó con la mirada.

—Oye, que yo no tengo la culpa de que estén algo desequilibrados.

—¡Tienen razón!

Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?

La apuntó con la escopeta haciendo reír a Shirley. —Existe, ¿no es

cierto? Está ahí abajo y quiere salir. ¡Tienen razón en sus suposiciones!
¿Por qué no van a tener razón en que soy especial para él?

Sintiendo que el miedo la recorría dijo —Eres especial, lo eres para

mí. Cariño baja el arma.

—No, no soy especial para ti porque siempre has desconfiado de mí.

¿Qué pensabas hacer si cometiera un fallo? Si escucharas cosas que he


hecho que puede que no te gusten y creyeras que no soy la persona indicada

para vigilar la puerta —siseó—. ¿Me matarías para que no se descubriera


vuestro secreto? ¿Me caería un rayo? Igual debería ponerme de su lado ya

que confían tanto en mí.


—Eso no lo dudes, hijo —dijo su madre orgullosa—. Eres nuestra
esperanza y nuestro orgullo. El orgullo de todos. Daríamos la vida por ti. —

Los demás asintieron. —¿Acaso lo haría ella?

Él los fulminó con la mirada volviendo el arma hacia ellos. —¡Solo


me habéis utilizado pensando que era un estúpido sin cerebro que me

plegaría a vuestros deseos!

Se le retorció el corazón por el dolor que destilaba su voz.

—¡Jamás te he importado más allá de lo que podía proporcionar!

Su madre se tensó. —Baja el arma, Matt.

—¿Más órdenes, madre? —preguntó fuera de sí—. Estaba harto de


tus órdenes de niño y fui muy claro contigo, yo con mi vida hago lo que me

da la gana.

Todos miraron a Shirley. —Dijiste que le dominabas con tu dedo


meñique —dijo el sheriff—. ¡Qué jamás te desobedecería!

Matt rio por lo bajo. —Madre, que mentirosa eres.

—Hijo baja el arma.

—Hijo baja el arma —dijo con burla—. Para que los aquí presentes
lo sepan, ¿por qué no les dices cuando dejé de hacerte caso? ¿Cuando seguí
con mi vida dejándote atrás?

Su madre pálida susurró —Cuando tenías seis años.


—¿Recuerdas ese día, madre? Me diste una paliza por no hacerte
caso cuando me dijiste que tenía que pegar al niño del vecino porque el

padre te había dicho que tenías que podar los setos que estaban inclinando
su valla. Te criticó en público y no lo toleraste. Estuve tres días sin
levantarme de la cama porque me negué. A partir de ahí nunca volví a
hacerte caso —dijo helándoles la sangre a todos mientras Cassady sentía
que la furia la recorría—. Les has mentido, madre. Simplemente te trataba

con respeto ante los demás y toleré tu presencia en Nueva York porque al
fin y al cabo eres mi madre, pero nunca más te haré caso. Ahora arrodillaos.
Ya que creéis tanto en vuestro falso Dios no os importará perder la vida
para estar a su lado cuando intente traspasar la puerta.

—Oh, Dios mío —dijo el cura dejándola de piedra.

—¿Qué has dicho? —preguntó Shirley girándose hacia él con cara

de loca—. ¿Ya has renunciado? ¡Maldito traidor, vas a pagar por esto! —Se
tiró sobre él y le arreó un bofetón antes de arrancarle los pocos pelos que
tenía. Entonces el hombre cayó al suelo empujando al sheriff que cayó
también.

—Están como cencerros —dijo molesta antes de mirar hacia abajo


para ver que Mary Lou tenía el cuchillo del pentagrama en la mano y

chillaba como una loca antes de intentar clavárselo en el muslo, pero


cuando la punta llegó a su carne esta se dobló como si fuera de mantequilla.
Asustada levantó la vista hasta su rostro. —Tu padre nos mintió.

Sonrió maliciosa. —No os mintió. —Se agachó para cogerla por el


cuello y apretó con fuerza elevándola por encima de su cabeza. —

Simplemente no lo sabía todo. —Rompió su cuello sin esfuerzo y sin


ningún remordimiento la dejó caer sobre el pentagrama. Entonces escuchó
un disparo y miró hacia el sheriff que aterrorizado la apuntaba antes de
seguir disparando una y otra vez. Las balas rebotaron en su cuerpo hasta
que acabó el cargador y temblando dejó caer el arma al suelo mientras los

demás gritaban intentando escapar. Al ver que Matt no disparaba se volvió


hacia él gritando —¡Haz algo! —Matt cayó de rodillas dejando caer el arma
y se le detuvo el corazón cuando empezó a salir sangre de un agujerito que
tenía al ras del pelo sobre la frente. —¡No, no! —Aterrorizada se arrodilló a

su lado tapando la herida mortal. —¡No, no pienso permitirlo! —Besó su


rostro hasta sus labios. —No puedes dejarme. —Sollozó porque no le
respondía. La piedra no podía sanar una herida así y desesperada gritó
abrazándole. Cuando volvió a mirar su rostro vio sus ojos sin vida y algo se

desgarró en su alma. Dejó que su cuerpo cayera a un lado con los ojos
abiertos. Gritó de dolor haciendo temblar la casa y cuando se volvió sus
alas se extendieron llegando al techo mientras su rostro mostraba su sed de
sangre.
Shirley miraba a su hijo sin poder creérselo y cayó de rodillas. —

Todo se ha perdido. Se acabó.

—Sí que se acabó —dijo ella antes de cogerla y tirarla contra la

pared con tal fuerza que hizo un agujero cayendo al hall. El alcalde intentó
escapar saltando sobre Matt, pero una de sus alas le dio un golpe tirándolo
sobre el sheriff que levantaba en ese momento el arma, disparando contra su
amigo cuando cayó sobre él. El sheriff al verla acercarse elevó el arma y se

disparó en la cabeza como el cobarde que era y el cura a su lado de rodillas


rezaba con las manos unidas. Ella inclinó la cabeza a un lado. —¿Te
arrepientes de tus actos?

—Sí —respondió llorando—. Me arrepiento, suplico perdón. Me


arrepiento de lo que he hecho, por favor no me mates.

Le cogió por la sotana poniéndole en pie y acercó su rostro al suyo


mientras temblaba como una hoja. Cogió su rostro con ambas manos. —

¡Está bien que te arrepientas, pero él decidirá! —Volvió las manos en un


golpe seco girando su cabeza y se escuchó el crujido que le quitó la vida. Su
cuerpo cayó al suelo y se volvió hacia Matt agachándose a su lado. La
sangre tapaba la mitad de su rostro y ella se agachó sobre su cuerpo. —Mi

amor no me dejes. Por favor no te lo lleves, haré lo que sea. —Sollozó antes
de besar sus labios y al sentir su aliento le miró sorprendida. Entonces vio el
cuchillo con el que Mary Lou había intentado herirla. No había podido
herirla y eso significaba que las espadas les protegían frente a los ataques.

Igual podían salvarle y gritó cogiéndole en brazos. Sus alas se agitaron y


dio un salto traspasando el techo cubriéndole con su cuerpo. Voló
atravesando la ciudad y los campos que llevaban a su casa tan rápido, que
antes de darse cuenta bajaba en picado hacia su hogar. En su prisa por llegar

atravesó la cocina dejándole delicadamente en el suelo ante la puerta del


infierno. —Vamos, mi vida —dijo desesperada. Cogió su brazo—. Cógela,
coge tu espada. —Los dedos de Matt tocaron la tierra y la espada se elevó.
—Lo siento, lo siento. No tenía que haber dudado de ti. —Cogió su mano

inerte entre las suyas y rodeó la empuñadura sacándola de la tierra. Matt


hinchó su pecho con fuerza respirando hondo y la bala empezó a salir de la
herida de su cabeza hasta caer a un lado. Expectante vio como la herida se
cerraba y sin dejar de llorar porque no se despertaba susurró —Por favor,
por favor no te lo lleves. —Le abrazó pegándolo a su pecho. —No te lo

lleves. Es mi alma, mi corazón y mi vida, no te lo lleves.

—¿Hermana?

Miró sobre su hombro para ver a Jessica y a Bedelia que cubiertas


de polvo miraban sus alas con los ojos como platos, pero fue su amiga la
que dijo —Se pondrá bien. Dale unos minutos.

La creyó e impaciente se apartó para mirar su rostro. Cuando movió


ligeramente los párpados antes de abrirlos mostrando esos ojos grises con
los que su corazón se había alterado desde niña, la alegría fue tan inmensa

que le abrazó de nuevo. —Gracias, gracias…

—¿Nena?

—Te pondrás bien.

—¿Qué ha pasado?

Se tensó con la pregunta y se apartó para mirar su rostro. Entonces

recordó a Jessica y a su madre. Dios, cómo se lo decía. Giró la cabeza hacia


su amiga para ver a un tío lleno de escombros sentado en el suelo con una
mordaza en la boca mirándola como si no se lo creyera. Se levantó en el
acto apartándose de Matt. —¿Quién es este?

Las chicas se sonrojaron. —El abogado de Matt. Charlie. Vino a

verle e insistió tanto que…

—¿Qué? ¿Qué coño hace aquí? ¿No te dije que ahuyentarais a todo
el que se acercara?

—Sí, pero… —Su hermana se sonrojó. —Como decía insistió


mucho y… Es que es muy guapo.

Asombrada se volvió hacia su hermana mientras Matt y el tipo ese


no dejaban de mirarla como si no se lo creyeran. Cabreada puso los brazos
en jarras. —¿Que es muy guapo? ¿Me estás tomando el pelo? ¿Ahora tienes
que hacer algo así?
—Como si tú hubieras tardado mucho en enseñarle la puerta.

—¿Precisamente en este momento, Bedelia? ¿Cuando se acerca su


llegada?

—Bueno, es que después puede que no tuviera oportunidad de


conquistarle. —Coqueta se apartó un mechón moreno del hombro y le
guiñó un ojo seductora. Él la miró con horror y Bedelia chasqueó la lengua.
—Tiene que acostumbrarse.

—¿Nena?

Le sonrió con ternura. —¿Sí, amor?

—Tienes alas.

—Oh… —Miró hacia atrás y tocó una pluma tan blanca como la
nieve. —Qué bonita.

—Ya sabía yo que nos saldrían alas —dijo Jessica fastidiada.

Bedelia se acercó al agujero que mostraba el cielo. —¿No podías


haber entrado por la puerta como todo el mundo?

Gimió acercándose a ella dando con sus alas a Jessica que se

estampó contra la pared. —Uy, perdón—dijo antes de decirle a su hermana


—. No me mires así, tenía prisa.

—Guarda tus alas. Molestan.

Puso las manos en jarras. —¿Y eso cómo se hace?


—¡Yo qué sé! ¡Soy nueva en esto de ser arcángel!

—¿Arcángel? —Matt miró su mano donde tenía su espada. —La


espada de oro. —Sin salir de su asombro la levantó. —La espada del
libro… —Entonces debió recordar porque se llevó la mano a la cabeza. —
Me dispararon. —De repente se levantó dejando caer la espada. —¡Hostia,

no me jodas! —Fulminó a Cassady con la mirada. —¿Arcángel?

—Cariño, es lo que nos ha tocado. Tenemos temas más importantes


que tratar. —Se volvió hacia Jessica apretándose las manos. —Tu madre…

Jessica asintió. —Lo he sentido hace un momento.

—¿Hija? Sácame de aquí, ¿quieres? —Todos miraron hacia la


puerta y escucharon un sollozo. —Esto no me gusta. Está muy oscuro y
hace calor.

—¿No dice que su señor saldrá en unos días? ¡Espere que le abra la
puerta, señora! —gritó Cassady.

—Nena…

Gimió volviéndose hacia él golpeando con las alas a las chicas que
cayeron sobre la cama. —Lo siento. —Sonrió a Matt. —¿Sí, amor?

—¿Has matado a mi madre?

Mierda. —Ibas a hacerlo tú.

—¡Pero no lo hice! —gritó en su cara.


—Hijo, esta mujer no me gusta para ti. Solo tenías que seducirla y
matarla, mira que no hacerme caso.

—¡Calla mamá!

—No le hables así a tu madre —dijo el cura haciendo que las chicas
se miraran asombradas.

—Eso debería ser delito —añadió el sheriff. Jessica se golpeó la


frente.

—Espero que el próximo alcalde os quite las tierras.

—Para lo que me importa. ¡A ver si así dejo de oíros! —Cassady


sopló sobre la piedra congelándola en el acto y cuando les oyó chillar

largándose sonrió satisfecha. —Listo. —Entonces las alas se fueron


encogiendo poco a poco y sonrió aún más. —Es cuando no hay peligro,
tranquilos que está controlado.

—¡Controlado! —gritó Matt furibundo—. ¡Y qué vamos a decir


cuando venga el FBI por el asesinato de medio pueblo y vea eso! —dijo

señalando el agujero.

—¿Habéis dejado el coche allí? —preguntó Jessica—. Porque

habéis venido volando… —Dio un codazo a Bedelia. —¡Podemos volar!

—Mierda, los coches. —Se mordió el labio inferior. —Además he


dejado allí mi espada. Tengo que ir a por ella.
—¿La has dejado allí?

El abogado carraspeó y todos miraron hacia él. —Oh, que mi chico


quiere decir algo. —Bedelia corrió hasta él para quitarle la mordaza. La
miró como si quisiera soltar cuatro gritos, pero en su lugar se dirigió a Matt.

—Yo que vosotros me desharía de los cadáveres antes de que los


encuentren. Puede volar, no es tan difícil. Si no hay cuerpo no hay delito. Y
por supuesto me llevaría los coches de allí. —Frunció el ceño. —¿Vosotros
no os casabais hoy? Porque debéis aparentar normalidad.

Matt gruñó. —Ya no tenemos cura y…

—¿Y? —preguntó Cassady.

—¡Pues no lo sé! —gritó en su cara—. ¡Será que ya no confío en ti!

Se le puso un nudo en la garganta. —Hablabas con tu abuelo, con


todo lo que estaba pasando no podía confiar en ti.

—Menuda base para un matrimonio —dijo con rabia antes de ir


hacia las escaleras.

—¿A dónde vas?

—¡A lavarme esta sangre y después a por mi coche!

—Tranquila, está cabreado, pero se le pasará —dijo Bedelia sin


darle importancia antes de mirar a su chico—. Siempre me han gustado los
morenos de ojos verdes. —De repente frunció el ceño. —Oye, ¿tú no
estarás casado?

—Podías haberlo preguntado antes de dejarme sin sentido, ¿no? —


preguntó con ironía.

—Es que me dio un repente. —Se agachó estirando los labios. —

¿Un besito de reconciliación?

La miró como si le hubieran salido cuernos. —¿No? Mira que


después puede ser tarde.

—Bedelia, ¿quieres centrarte? —preguntó exasperada—. Tenemos


un problema. ¡Varios problemas!

Bufó como si fuera una pesada. —Está bien. —Se enderezó y la


miró a los ojos. —. Te sigo para ayudarte. Jessica puede quedarse sola. Es
mejor que ella no vea esto.

—Gracias, amiga.

—De nada, para eso estamos.

Se miraron a los ojos mientras Cassady extendía las alas de nuevo.


—Piensa en ellas, es todo lo que necesitas.

Sus alas se extendieron rompiendo su camiseta y Charlie fascinado


vio cómo se desplegaban. —Le tienes en el bote —dijo Cassady divertida.

Le guiñó un ojo. —Lo sé. Lo supe en cuanto le vi.


—¿Estás loca, mujer? ¡Estoy comprometido!

—Sí, conmigo. —Salió volando por el agujero y Cassady le fulminó


con la mirada antes de seguirla.

—Las has cabreado. —Jessica se cruzó de brazos. —Pero tranquilo

que se les pasará.

—¿A dónde coño vais? —gritó Matt desde fuera.

Jessica hizo una mueca. —¿Si te suelto intentarás escaparte?

—¿Estás loca? ¿Para que me lances un rayo o algo así?

—¿Puedo hacer eso? —Sonrió radiante. —Sería fantástico.


Capítulo 13

Cuando se acercaron a la casa después de haber tirado los cadáveres


lastrados al Atlántico, vieron desde la luna delantera de su ranchera que la

cocina había desaparecido por completo y ya no quedaba techo en esa zona.


—¿Qué ha hecho? —preguntó alucinada.

—Vaya, debería ser contratista.

Aparcó ante la casa gruñendo porque los escombros estaban sobre

sus rosales y a toda prisa corrió hacia allí para ver un agujero que mostraba

la puerta. Su amiga estaba cavando a una velocidad de vértigo mientras


Charlie la observaba con los brazos en jarras y Ángel sentado al lado del

bebé se levantaba para acercarse, pero no podía subir. —¿Qué hacéis?

—Me ha dicho que haga espacio —dijo como si nada sin dejar de

cavar.

—¿Te lo ha dicho?
Levantó la vista hacia ella. —Órdenes de Matt antes de irse. Y

pensándolo bien tiene razón porque cuatro con las alas extendidas no

cabríamos en el sótano.

—Es cierto —dijo Charlie—. Habrá que derribar toda la casa.

—Mierda. —Al no ver a Matt frunció el ceño. —¿Dónde está mi


prometido?

—¿No estaba con vosotras?

Se le cortó el aliento. —¿No ha vuelto después de recoger su coche?

—No —respondieron los dos.

Charlie frunció el ceño. —Tranquila estará al llegar.

A pesar de su preocupación susurró —Sacaremos lo que queremos

conservar. Saca primero las vasijas. Mientras tanto despejaré el granero

para que los que no estén de guardia puedan descansar.

—Sí, hermana.

Ella fue hasta el granero y encendió la luz. Trasladó las vasijas hacia

un rincón y las mesas a un lado. Cuando iba a coger la papelera vio el rostro

retorcido de dolor de Matt y se le puso un nudo en la garganta. Esperaba

que estuviera bien.

—Lo hice yo.


Sorprendida se volvió para ver a su hermana con una caja en la

mano. —Yo le retorcí el rostro hasta hacer que pareciera que sufría —dijo

arrepentida.

—¿Por qué?

—Porque creí que pensarías que era una señal de que no era bueno

para compartir tu vida. Lo siento. No me fiaba de su repentino interés hacia

a ti y… En cuanto vi tu rostro al verla me arrepentí de inmediato. ¿Me

perdonas?

Sonrió con tristeza. —No puedo culparte por algo que fue

exclusivamente culpa mía. Dudé de él y fue a causa de mis inseguridades.

Siempre me he sentido insegura respecto a Matt porque nunca creí que

fuera posible que me amara.

—Volverá. Es uno de los nuestros.

—No quiero que vuelva por la puerta. —El dolor que expresó su

rostro le cortó el aliento a Bedelia. —Quiero que vuelva por mí. Por mí.

—Dale tiempo, ha sido mucho en unos días.

—¿Qué hacéis? —Chillaron del susto mirando hacia la puerta y

Matt entrecerró los ojos. —¿Qué pasa?

—Nada —dijeron las dos a la vez sonrojándose mientras su corazón

volaba al verle.
—Daos prisa, tenemos mucho que hacer.

Asintieron mientras él se alejaba. —¿Ves, Cassady? Ha vuelto.

—Sí, ahora solo tengo que hacer que me perdone.

Antes de medianoche ya habían derribado la casa y los cinco

miraban el sótano que era seis veces más grande que antes. Charlie agotado

se dejó caer en el suelo. —¿Será suficiente?

—Sí —dijo Matt mirándolo—. No queremos que haya demasiado

espacio por si salen e intentan eludirnos.

Cassady miró a su hermana. —Oye, ¿has…? —Hizo un gesto hacia

Charlie.

—Tranquila, tocó la piedra cuando estaba inconsciente —susurró—.

Está protegido.

Asintió y escuchó un gorgorito de Stevie que estaba en brazos de su

madre. —Es un angelito.

—Y que lo digas.

Todos sonrieron y él chilló señalando al cielo que estaba totalmente

despejado y lleno de estrellas. —Sí, cielo. Ahí está tu señor. El señor de

todo lo que abarca a la vista.


—No puedo creerlo todavía —dijo Charlie divertido—. ¿En qué

jaleo me has metido, amigo?

—A mí no me mires, culpa a Bedelia de esto.

La aludida se sonrojó. —Si está encantado.

—¿Encantado? Yo tenía una vida, ¿sabes? ¿Cómo voy a volver a

ella después de saber lo que sé?

Bufó yendo hacia el granero. —Tengo hambre y no quiero oírte.

—Pues lo que te queda por oír —dijo siguiéndola—. No puedes

interferir en la vida de los demás de esta manera.

—¡Soy arcángel, puedo hacer lo que quiera!

Jessica soltó una risita siguiéndoles y se quedaron ellos dos solos.

Se hizo un silencio incómodo. Cassady le miró de reojo y él dijo —Puedes

ir a descansar, haré el primer turno.

—Estás enfadado.

—Sí.

—¿No puedes comprenderme?

Levantó la vista hasta su rostro. —¿Puedes comprenderme tú a mí?

—Por supuesto que te comprendo, cielo. Te sientes defraudado.

—Exacto —dijo fríamente—. Me entregué a ti y a tu causa.


—¡Era tu destino, tienes la marca!

—¡Eso lo sé ahora! —gritó en su cara haciéndola palidecer—. ¡Pero

yo en ese momento lo hice por ti!

—O eso creías.

Él se enderezó muy tenso. —Es evidente que no lo entiendes, así

que esto debería acabarse aquí.

Su corazón se detuvo. —¿Qué dices? —Intentó tocarle, pero él se

apartó. —Matt yo te quiero.

—No lo suficiente. Si me hubieras amado, jamás hubieras dudado

de mí como yo nunca he dudado de ti.

—¿Estás diciendo que me amas?

La miró de una manera tan fría que le cortó el aliento y sin que le

contestara empezó a bajar la ladera de tierra para acercarse a la puerta y

sentarse en la silla que habían dejado allí. Parecía derrotado y angustiada se

volvió sabiendo que había perdido su confianza. Y lo que era peor no sabía

qué hacer para recuperarla.

Al día siguiente cuando salió del granero después de no haber

pegado ojo, se acercó a los chicos que hablaban al lado del agujero. —Sí,
creo que es lo mejor —dijo Charlie—. No tardarán en llegar y harán

preguntas.

—¿Quién hará preguntas?

Ambos se volvieron. —El ayudante del sheriff —respondió Charlie


—. Es normal que busque a los desaparecidos. Hemos pensado en cubrir

esto con una lona para que no vea la puerta.

—Entonces querrá bajar por si están ahí. Y puede que se acerque

demasiado a la puerta y oiga algo. Y no queremos eso, ¿no? —Entrecerró


los ojos. —Cubriremos la piedra con barro y taparemos los símbolos.

—¿Y si llueve? —preguntó Matt de mal humor—. ¿Qué haremos si

llueve? Al menos el que está al raso no se empaparía y el agujero no se


llenaría de agua.

Ella miró el agujero donde su hermana hacía guardia en ese


momento. Si aquello se llenaba de agua sí que sería un problema. Elevó la

vista al cielo totalmente despejado. —Esto es Texas y estamos en verano.


Es tan probable que llueva como que los cerdos vuelen. —Dio un paso

hacia él porque su actitud desdiciéndola no le gustaba nada. —Aquí quien


toma las decisiones soy yo. Yo soy la vigilante y yo decidiré lo que

hacemos todos. ¿Me habéis entendido?


Charlie se sonrojó. —Como digas, no quería… Solo intentábamos
ayudar.

Matt la miró con ganas de soltar cuatro gritos y fue hasta el granero.
Dejó caer los hombros porque imponer su autoridad ahora no era lo ideal

para su relación, pero mejor dejar las cosas claras cuanto antes.

—Charlie…

—¿Sí, jefa?

—Ve al ayuntamiento y entérate de lo que está pasando.

Él sonrió. —Voy a cambiarme. Tengo que parecer un abogado de

éxito.

—Eso no ha sido lo más inteligente del mundo —dijo su hermana


desde la puerta.

Bajó la pendiente para acercarse. —Lo sé.

—Tiene un cabreo… Y parece que cada minuto que pasa va a peor.


Cuando le sustituí pareció molesto porque lo hiciera yo. Igual quiere que

hables con él.

—Lo he intentado. Ahora tenemos algo mucho más importante que


nosotros entre manos. Si salimos de esta intentaré arreglarlo.

Su hermana cogió su mano haciendo que la mirara a los ojos. —¿Y

si no salimos de esta? ¿De veras quieres abandonar este mundo y que estéis
enfadados?

—Es él quien está enfadado. No me entiende.

—Claro que te entiende. Pero está dolido porque la puerta es más


importante para ti que él.

—Es que es más importante.

—Y eso es lo que le revienta porque para él no hay nada más


importante que tú.

Sintiendo una impotencia y unas ganas de llorar horribles gritó —

¡Pues tiene que darse cuenta de que eso no debe ser así!

Su hermana apretó los labios. —Lo que digas, hermana. Pero yo


daría lo que fuera porque Charlie sintiera eso por mí. —Soltó su mano. —

Voy a desayunar algo.

Sola ante la puerta puso los brazos en jarras mirando los símbolos.

Se agachó cogiendo la tierra y la metió por los símbolos para taparlos, pero
necesitaría agua así que se volvió. —¿Jessica? ¿Bedelia? —gritó bien alto.

Genial ahora tenían un problema de comunicación—. ¿Hay alguien ahí?

Matt apareció al borde del agujero.

—¿Puedes traerme un cubo de agua?

—¿Hace calor? —preguntó con burla—. Igual si hubiera un toldo no

nos achicharraríamos. No me quiero ni imaginar lo que será estar ahí al


mediodía.

Vaya, ¿cachondeo? —¡Trae un cubo de agua!

Hizo una reverencia. —Enseguida, jefa.

—Este hombre —dijo por lo bajo antes de agacharse de nuevo y


coger más barro. Estaba distraída metiéndolo en los símbolos cuando un

montón de agua helada le cayó encima. Chilló del susto mirando hacia
arriba y allí estaba Matt sobre ella con el cubo vacío. —¡Era para hacer

barro! —gritó empapada.

—Oh…—dijo con cara de sorpresa antes de sonreír—. Pues ahí lo

tienes y recemos porque no llueva porque eso se convertirá en un lodazal.

—Te voy a…

Él levantó una ceja. —¿Qué?

Lo que quería era que se cabreara, así que apretando los puños dijo
—¡Gracias!

—De nada, preciosa. Tus deseos son órdenes para mí. Si necesitas
más agua no dudes en pedirla que hasta puedo traer la manguera y hacerte

una piscinita.

Que cabezota era. —No será necesario.

—Bien. —Se alejó, pero de repente se volvió para ver que ella tenía
un buen pedazo de tierra en la mano. —No seas infantil, nena. No te pega.
Tú eres la jefa, tienes que dar ejemplo.

Se sonrojó haciéndole reír y Cassady apretó los puños con rabia.

Cuando se alejó farfulló por lo bajo lo idiotas que eran los hombres.

—No lo sabes bien —dijo su suegra al otro lado—. Mi marido a


veces era insoportable. Menos mal que no me duró mucho tiempo.

—Pues mi marido era un amor. —Mary Lou suspiró. —¿Me echará


de menos?

—Lo dudo —dijo Cassady—. Con lo bruja que eras para él sería un

alivio perderte de vista.

—Oye, retira eso. Me quiere mucho. Y mi hija también. —Apretó

los labios mientras ella continuaba —Seguro que está enfadadísima contigo
por lo que has hecho.

—Sí, tiene un disgusto enorme.

—Mary Lou, reconócelo has sido una madre horrible.

—Mira quien fue hablar. Mi hija me quiere al contrario del tuyo que
no te puede ni ver. Menudas trolas me metías sobre tu niño. ¡Pues míralo!

¡Arcángel!

—¡Como la tuya, guapa!

—¡Pero es que mi hija se lo merece! ¡No como el tuyo que es un


sinvergüenza sibilino desde que nació! ¿O no recuerdas cuando fuiste a
hablar con el director del instituto porque le pillaron con hierba? ¡O cuando
tuviste que tapar el embarazo de aquella chica! —A Cassady se le detuvo el

corazón. —¡A saber todo lo que hizo en la universidad o en Nueva York!


¡Con el vicio que hay en esa ciudad que ahora no se las dé de santo!

—¡Eres una bocazas! ¡La chica abortó sola y quién no se ha fumado


un porro en el instituto!

—Y después iba de estrella.

—Te recuerdo que tu hija despeñó a su marido para matarle.

—Era un cerdo, se lo merecía.

—Pues tú no la apoyaste. Ahí demostraste la madre que eras.

—¡Bruja!

—¡Qué más quisiera! ¡Y para que lo sepas cuando estuvo en Nueva


York se comportó como un santo! ¡No me extraña que se haya ganado las
alas!

—Menudo hijo de Satán nos estabas vendiendo. ¡Fullera!

—Te voy a…

Puso los ojos en blanco porque ahora competían por quien tenía el

mejor hijo arcángel. Aquello era de locos. Se mordió el labio inferior.


¿Había dejado embarazada a una chica en el instituto? Bueno, no podía
pedir que fuera célibe hasta conocerla y un error lo tenía cualquiera.
Además eso la beneficiaba a ella porque aunque habían pasado poco tiempo
juntos lo que había ocurrido en ese granero todavía la sonrojaba.

—¿Qué piensas? —preguntó Matt.

Sorprendida miró hacia arriba. —¿Quieres dejar de pegarme esos

sustos?

—¿Esto te asusta? Pues entonces prepárate para lo que puede salir

de ahí.

—Tu madre estaba hablando.

Él apretó los labios sentándose al borde. —No la escuches.

—Hijo eso no ha sido muy amable.

Disimuló una sonrisa porque parecía que quería hablar con ella.

Siguió metiendo barro en la piedra. —¿Crees que eso va a funcionar?

—En cuanto seque no se notará

—Sobre el toldo…

Sí, era un cabezota. —En cuanto pase el ayudante del sheriff lo


ponemos.

Matt asintió. —También he pensado en traer una prensa.

Detuvo su trabajo para mirarle. —Somos cuatro arcángeles, ¿crees


necesario poner una prensa?
—¿Estás dispuesta a escucharme antes de decir que no?

Dejó caer los brazos. —Siempre estoy dispuesta a escucharte.

Él apretó los labios antes de decir —Es para hacer una prueba.

Entrecerró los ojos. —¿Una prueba?

—Para el futuro si nos libramos. Sabemos que esa noche tendrán


más poder que nunca y por eso será su momento para que intenten salir. Es
evidente que ese poder está aumentando a medida que se acerca el día, ¿no?

—Sí.

—Pues si consigo comprobar si una prensa les retiene, aunque solo


sea unos minutos, eso significaría…

—Que en un día normal en cuanto pase el eclipse la prensa les


retendría por sí sola.

—Exacto.

—Cariño la prensa estará en medio molestándonos. Y no sabemos si

soportará el primer impacto lo que puede ser un desastre en un momento


así.

—Pues entonces déjame hacer la prueba la noche antes. Ese día


también me sirve.

Miró sus ojos. No se daría por vencido. Entonces una idea se le pasó
por la cabeza y sonrió incrédula. —Ya la has encargado, ¿no?
—¿Yo? No, nena… Yo sigo órdenes.

Nada, que no dejaba las pullitas. —Está bien. La noche antes


haremos la prueba. Pero si noto algo raro se retirará de inmediato.

—Bien. —Se levantó y salió corriendo.

—¿Bien? ¿Ni gracias mi amor ni nada por el estilo?

—Encima que te hace un favor —dijo Shirley cabreada—. Es que


eres… No sé qué ha visto en ti.

—Sí, eso ya me ha quedado muy claro. ¡Pero me quiere!


¿Entiendes, bruja? ¡Me quiere a mí!

—¿Nena?

Como un tomate miró hacia arriba y carraspeó. —¿Sí, cielo?

—Me llevo tu camioneta —dijo mirándola fijamente.

—¿Le llenas el depósito?

—Encima aprovechada.

Jadeó mirando la piedra. —¡Oye bonita, que de aprovechada no


tengo un pelo!

—Nena, no la escuches.

—Es que me saca de quicio.


Matt miró hacia la carretera. —Joder, Cass date prisa que viene el

ayudante del sheriff.

—¿Qué? —Se agachó lo más aprisa que pudo y pasó las manos

llenas de barro por encima de los símbolos que aún no había cubierto.

Matt cayó a su lado y la ayudó en lo que pudo cuando escucharon


que el coche se detenía a su lado. Matt y ella se miraron. De repente Matt la
cogió por la cintura pegándola a él para atrapar su boca y la besó
apasionadamente apoyándola en la parte de la piedra que aún no estaba

cubierta.

Al escuchar un carraspeo Matt levantó la vista. —Hostia Peter, ¿qué

haces aquí?

El chico sonrió. —Veo que habéis llegado a un acuerdo con el tema


de las tierras. —Se llevó la mano a la gorra en señal de saludo. —Cassady.

—Hola Peter.

—Eso si nuestro alcalde no decide expropiarlas de todas maneras


para hacerme la competencia.

Peter se sonrojó. —Sí, ya me he enterado. Es un listo.

—De listos está el mundo lleno. —Caminó hasta la ladera. —


Perdona estaba ayudando a mi chica a recoger barro para sus obras. ¿Sabes
que es escultora?
—Sí, y por lo que se dice en el pueblo era muy buena en el instituto.

Ganaste un premio hace algunos años, ¿no?

—Sí —dijo Matt antes de que pudiera contestar dejándola con la


boca abierta—. Mejor artista del condado. El torso era mío, ¿sabes?

—¿De veras? Leche, cuando lo cuente en el pueblo. Así que un


amor clandestino.

—Hasta ahora —dijo poniéndose ante él para que le diera la espalda


a Cassady—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—¿Vosotros no os casabais ayer? Varios del pueblo asistieron a la


iglesia porque no se lo creían y cuando no aparecisteis…

—Sí, pero el padre Murdock nos llamó cuando ya estábamos


vestidos para decirnos que no podía oficiar la boda.

Peter entrecerró los ojos. —¿De veras?

—Sí. Al parecer tenía algo ineludible. Cass se llevó un disgusto,

pero dijo que nos casaría la semana que viene y ya sabes cómo es el cura,
más vale llevarse bien con él que luego todo son pegas.

—Sí, claro.

—¿Qué pasa, Peter? —dijo mirando de reojo a Cassady que a toda


prisa estaba tapando todos los símbolos que todavía quedaban a la vista.

—Pues no sé muy bien cómo decirte esto, la verdad.


Matt frunció el ceño. —¿Qué ocurre?

—Varios miembros de nuestra comunidad han desaparecido.

—¿Qué?

—El marido de Mary Lou Martin nos llamó ayer por la noche

porque no sabía nada de ella. Le dijimos que hasta que pasaran veinticuatro
horas más no podía presentar una denuncia, pero aun así llamé al jefe que
tampoco contestó. Encontré su coche esta mañana ante la casa de tu madre,
pero ella tampoco estaba en la vivienda y…

—¿Mi madre? —preguntó alterándose.

—¿Cariño? —preguntó Cassady llegando a su lado y cogiendo su


brazo en señal de apoyo.

—Y eso no es todo cuando entré en la casa había signos de lucha y

un agujero en el techo que es de lo más incomprensible. Esta mañana me ha


llamado la chica que trabaja en la casa del cura para decir que no había
dormido en casa y la esposa del alcalde se acaba de presentar en la oficina
del sheriff para decir que su marido ha debido ser secuestrado por las chicas
que trabajan en el club de carretera porque siempre que va llega a las cuatro

de la mañana. Me he pasado por allí y no estaba. Y lo más interesante no


estuvo en toda la noche. Hace una semana que no va por allí.
—Vamos a ver que lo entienda… —dijo Matt aparentando asombro
—. ¿Me estás diciendo que han desaparecido el cura, el sheriff, la mejor
amiga de mi madre, mi madre y el alcalde?

—Sí, eso mismo. Y no solo eso en casa de tu madre había cosas


muy raras.

—¿Qué cosas?

—Libros sobre el demonio y un símbolo en el suelo. Satánico.

—¡No digas tonterías, Peter!

—Hablo en serio. —Le mostró su móvil. —Mira las fotos si quieres.


En este momento está Jack allí recopilando pruebas.

Cassady miró de reojo a Matt mientras pasaba las fotos. —¿Qué


coño es esto?

—¿Hace cuánto que no ves a tu madre, Matt?

—Pues ayer no la vi. Quedamos en vernos en la iglesia. Fue antes de


ayer. Había pasado la noche con Cass y fui a por ropa.

Cassady asintió. —Sí, eso es. No le gustó nada que se casara

conmigo.

—Nena… Ahora no.

—Si es la verdad. Díselo, dile que se puso como loca y decía

disparates.
—¿Qué disparates?

Matt tomó aire. —Que la iba a matar y cosas así. Hace un tiempo
que no es la de siempre, por eso he regresado a casa para a ver si el cambio
de aires y volver a su hogar le sentaba bien.

—Entiendo. ¿Demencia?

—No la han diagnosticado, pensaba llevarla aquí a un especialista.


Allí se negó en redondo, decía que la querían matar.

Peter apuntó en su libretita. —¿Crees que es violenta?

—¿Mi madre? —preguntó indignado—. Claro que no.

—Sí —dijo Cassady llevándole la contraria—. Vamos cielo, cuando


limpié en tu casa se me tiró encima porque te hice ojitos.

—¿De veras? —preguntó Peter.

—Sí, pero no lo denuncié porque él me dijo que la perdonara que no


estaba bien. Por eso dejé de trabajar en su casa. ¿Y sabes qué? No era la

única que no estaba bien porque la madre de Jessica la echó de casa con su
hijo porque decía que cuando llegara su amiga iban a estar muy ocupadas y
que no podía ayudarla con el bebé. Aquí la tengo viviendo conmigo. Menos
mal que acogí a la pobrecita, pero para eso están las amigas.

—¿De veras? —No salía de su asombro.


—Sí, ¿quieres que salga? —Se volvió y gritó —¡Jessica, Peter
quiere hablar contigo!

Jessica salió con su hijo en brazos. —¿Peter?

Este sonrió como si le hubieran regalado la luna y Cassady miró de


reojo a Matt que levantó una ceja. Jessica sonrió acercándose con una cara
angelical que no podía con ella. —Buenos días, Peter. Que sorpresa más

agradable.

Este se sonrojó de gusto. —Jessica tengo que decirte algo que te


disgustará.

—¿Si? —Perdió la sonrisa de golpe. —¿A mi padre le ha pasado


algo?

—No, tu padre está bien. Es tu madre la que ha desaparecido.

—¿Desaparecido? ¿Del pueblo? —Negó con la cabeza. —No, eso


no puede ser, estará por ahí con Shirley.

—Eso me temo, porque Shirley también ha desaparecido. ¿Hace


cuánto que no ves a tu madre?

—Semanas. —Se encogió de hombros. —Desde que me echó de su


casa.

—No, recuerda que vino a visitarte una tarde. La trajo Matt. —


Sonrió como una tonta pegándose a él. —Vino a reconciliarse y eso fue una
excusa para verme.

—Oh, es cierto, pero casi ni la vi porque discutimos. Me había


echado de casa y quiso largarse.

—Entonces hace días que no la ves.

—No. —Forzó una sonrisa. —Pero seguro que está bien, ¿no?

—Sí, claro. No te preocupes. Les encontraremos a todos.

—¿A todos?

—Yo te lo explico que Peter tiene mucho que hacer.

Peter miró hacia el granero. —¿Quién es ese?

Todos se volvieron para ver que Charlie vestido como un hombre de


Wall Street iba hacia el coche. —Es mi abogado. Ha venido a solucionar el
tema de la expropiación. El abogado del ayuntamiento ya puede ponerse a
temblar. Nunca ha perdido un juicio. ¿Quieres hablar con él?

—No. —Peter miró el agujero. —¿Una piscina?

—No, será mi sala de pruebas de los próximos motores. Ya sabes, es


información muy delicada y prefiero tenerla en casa.

—Comprendo. Así que vais a hacer vuestra casa aquí.

—Sí, la casa de la familia estaba llena de termitas y era muy vieja


con habitaciones poco prácticas. La haremos mucho más funcional y al
norte haremos la planta de producción ya que está al lado de la interestatal.
Mi chica tiene hectáreas de sobra.

—Sí, amor… y son todas tuyas.

Peter rio por lo bajo. —Deberías haberte reconciliado con tu novia


antes de sugerir lo de la expropiación al alcalde.

—Fallo mío, estaba cabreado por su rechazo y metí la pata. Pero

pienso subsanarlo.

—Más te vale —dijo Cassady.

—¿Tengo que hacer algo? ¿Se harán batidas de búsqueda o algo así?

—De momento no. Déjanos investigar un poco. Te avisaré. ¿Estarás

aquí?

—Sí, hemos habilitado el granero como vivienda mientras acaban


las obras. Puedes llamarme al móvil. —Se lo dijo para que lo apuntara en su
libreta. —¿Lo tienes?

—Sí, gracias. —Miró a Jessica que parecía angustiada. —No te


preocupes, les encontraremos.

—¿Mi padre está bien? Es que con lo de que me echaron de casa no


he vuelto a hablar con él y no sé…

—Está bien. —Dio un paso hacia ella. —Entiendo que estés dolida,

pero deberías llamarle.


—Lo haré.

Peter asintió. —Os llamaré. —Fue hasta su coche y en ese momento


se sintió un temblor. Matt y Cassady se lanzaron a la puerta y ambos

empujaron mientras Peter dejaba caer la mandíbula de la impresión al ver


sus alas extendidas.

—Vaya, las de Matt son de un tamaño enorme —dijo Jessica a su


lado.

Peter miró hacia ella antes de poner los ojos en blanco y caer de
costado tan largo como era. Jessica hizo una mueca. —Deberías tener una
piel más dura. —Chasqueó la lengua antes de mirar a su niño que gorgoteó.

—Te gustará como padre, es un buen hombre. Ya le endureceremos,


¿verdad que sí, amor mío? —Miró hacia abajo y le tocó con la punta del pie
en el muslo soltando una risita. —Despierta cielo, que tienes mucho que
hacer.

Bedelia se puso a su lado. —¿Le ha dado un infarto de la impresión?


Porque a ver cómo justificamos eso. —El coche de Charlie se detuvo y

desde la ventanilla levantó una ceja. —Cielito, ¿has visto que flojo?

—Sí, preciosa. —Sonrió divertido mientras Jessica jadeaba


indignada. —¿Me quedo?
—No, arregla lo del ayuntamiento —dijo encantada. Este aceleró

haciendo sonar la bocina—. Este está en el bote. —Soltó una risita mientras
su amiga la fulminaba con la mirada. —¿Qué? ¡Él no se desmayó!

—¡Porque tuvo tiempo para digerirlo!

—No le excuses. —Abrió la boca asombrada. —¡Te gusta!

Se puso como un tomate. —Sí, ¿qué pasa? Siempre ha sido muy


amable conmigo.

Bedelia miró a Peter. —Y es mono con esos ricitos rubios. Además


está macizo.

—Va al gimnasio a Pearsall.

—Ah.

Unas voces las hicieron estirar el cuello hacia el agujero. —¡Te ha


visto! —gritó Cassady mosqueadísima.

—Y a ti no. ¿eh?

—¡Has sacado las alas! ¡Tienes que controlarte!

Matt puso los ojos en blanco. —¿Y tú qué tienes en la espalda?

Ella miró hacia atrás y gruñó. —Pues a ver cómo lo arreglamos.

—Tranquilos —dijo Jessica con una sonrisa en el rostro—. Tengo el


pálpito de que lo pasará por alto.
Capítulo 14

Peter gimió y abrió los ojos para ver sobre él cuatro cabezas con una
sonrisa en el rostro como si estuvieran chiflados. —Ah… —Se encogió

haciendo que Jessica perdiera algo la sonrisa. —¿Qué queréis?

—¿Nosotros? Nada —dijo Cassady mirando a Jessica—. Este no es

muy listo, ¿no?

—Claro que sí. ¡Hizo un curso en Pearsall de mecánica! —dijo

como si por ello le hubieran dado el Nobel.

Matt entrecerró los ojos. —¿Eres mecánico? ¿Qué especialidad?

—Industrial, ¿por qué?

—Estupendo, levanta que tenemos mucho que hacer.

—Cariño, mira que bien te viene. —Él la fulminó con la mirada y


ella chasqueó la lengua. —Qué rencoroso eres.

—¿Yo rencoroso? ¡Estoy aquí y has matado a mi madre!


—¡La ibas a matar tú!

Peter no salía de su asombro. —Rocecillos de familia —dijo Jessica


—. ¿Estás bien?

Él sacó la pistola apuntando a uno y después a otro. —Somos

arcángeles —dijo Bedelia exasperada—. No puedes matarnos. Díselo


Cassady que tiene cara de que no se lo cree.

La hermana mayor asintió. —El sheriff lo intentó y no pudo.

—La hostia. ¿Has matado al jefe?

—Le disparó. —Hizo un gesto con la cabeza hacia Matt. —Se lo

merecía, pero en realidad se mató solo.

—¡Le estáis liando y asustando! —protestó Jessica arrodillándose a

su lado—. Verás, es que somos vigilantes.

—Vigilantes.

—Sí, de la puerta del infierno y somos los que salvaremos al mundo

en el próximo eclipse evitando que salga Satán por la puerta de ahí. —

Sonrió radiante. —¿Lo has entendido?

La punta de la pistola casi toca su nariz. —Aparta.

—Uy… Esto no me lo esperaba.

Cassady puso los ojos en blanco y se enderezó. —Pues habrá que

matarle.
—¡No! —protestó Jessica—. Yo le haré entender.

—¿Te importo? —preguntó Peter asombrado.

Se puso roja como un tomate. —Bueno, eres un inocente.

—¿Y eso cómo lo sabes? —preguntó Matt—. Porque su jefe no lo


era. De hecho no lo era ni el cura.

—No jodas, ¿también estaba metido en esto?

—Seguidores de Satán.

—¿El cura? —Era evidente que no se creía una palabra.

—Acércate a la puerta y escucha. Ya verás como me crees.

—¡Lo que voy a hacer es acercarme al coche y pedir refuerzos, eso

voy a hacer!

—No, no es muy listo —dijo Bedelia—. Chica búscate a otro que

este no tiene muchas luces.

—No hables así de él.

Matt bufó. —Habla así de todos, que menudas pullas me comí yo,

pues él también.

—Eso, cielo.

—¡Y tú no me hagas la pelota!

—¡Encima que te apoyo!


—¡Ahora, me apoyas ahora!

—Que rencoroso eres.

—¿Pero estos no se querían?

—Sí, ¿qué pasa? —Cassady se cruzó de brazos. —Estamos pasando

una crisis de pareja.

—¿Pero los ángeles tienen pareja? —Jessica asintió. —¡Estáis de

atar! —gritó intentando levantarse—. ¡Atrás y las manos en alto!

—Has visto las alas, por eso te has desmayado —dijo Bedelia

empezando a mosquearse.

—No me he desmayado, yo no me he desmayado en la vida —dijo

sonrojándose—. ¡Me ha dado un vahído!

—Pues eso.

Jessica se puso ante él. —¿Vas a dispararme? ¡Venga dispara!

—Amiga... que no sé si funciona con todos.

—Con Matt funcionó y contigo también. Venga dispara.

Peter entrecerró los ojos. —Aparta, no quiero hacerte daño.

—¿Quieres bajar el arma de una vez? —preguntó Cassady

exasperada y preocupada por su amiga—. Ella no ha hecho nada.

—Sí, porque soy un ángel.


—Eso ya lo has dicho —dijo Peter como si estuviera hablando con

alguien muy lento.

—No, lo que quiere decir… —Matt hizo un gesto con la mano. —

Déjalo hasta a mí me costó comprenderlo. ¿Quieres acercarte a la piedra de

una vez? —De repente sonrió malicioso. —¿Quieres encontrar al sheriff y a

los demás? Pues están ahí.

—¡Los habéis enterrado en una cueva! ¡Sois unos desalmados!

Empezó a bajar la pendiente sin dejar de apuntarles —¡Iréis todos a

la cárcel! ¡Ni se os ocurra moveros de ahí u os pegaré un tiro!

—¿Es buena idea dejar que se acerque? —preguntó Cassady.

—Así se dará cuenta de la realidad.

—A ver si piensa que están vivos que este no es muy listo —dijo

Bedelia a punto de reírse.

—Muy graciosa —siseó Jessica —. Se dará cuenta.

Los cuatro miraron hacia él y este acercó el oído a la piedra. —

¿Jefe? —Se acercó a la piedra asombrado. —Jefe, ¿es usted? Enseguida le

saco, voy a pedir ayuda.

—¡No! —gritaron desde dentro.

—Pues no se ha dado cuenta —Jessica decepcionada acunó a su hijo

que se estaba quedando dormido.


De repente Peter frunció el ceño. —¿Papá?

—La leche. Otro que tiene familiares ahí dentro —dijo Bedelia a

punto de reírse.

—Parece espantado —dijo Cassady.

—No me extraña si está ahí dentro no es que fuera buena persona.

Peter miró hacia ellos. —¿Cómo es que mi padre está ahí si murió

cuando yo tenía dieciséis años?

—¿Era buena persona? —preguntó Bedelia.

—Era un cabrón de primera.

—Pues eso.

Peter asustado dio un paso atrás. —¡La hostia!

—¡No te vayas, no te vayas! —gritaron desde el interior.

—¡Y una leche, si estáis con mi padre es por algo!

—Peter toca la piedra —dijo Jessica con una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué? —preguntó con desconfianza.

—Para que te proteja. Sabes nuestro secreto y ahora intentarán

comerte la cabeza para que les ayudes. Eso lo impedirá.

—Ah… —Miró la puerta y alargó la mano como si fuera a darle una

descarga que le dejara tieso.


—No, no es muy valiente.

—¡Bedelia, vale ya! —Bajó la pendiente y se acercó a él sonriendo.

—No pasará nada. Yo también lo he hecho.

—Jess, esto es muy gordo. ¿Cómo te has metido en un lío así? —


gritó de los nervios.

—Porque el de arriba me ha encomendado esta misión. Toca la


piedra.

Peter entrecerró los ojos mirándola fijamente. —Si me das una cita.

Si tanto te interesa que la toque no podrás rechazarme.

Jessica se sonrojó de gusto antes de mirar sobre su hombro y soltar


una risita.

—Pues no es tan tonto, no —dijo Bedelia divertida.

Cassady asintió dándole ánimos y Jessica se volvió hacia él. —De


acuerdo, te daré una cita.

Él sonrió y sin dejar de mirarla estiró la mano y tocó la piedra.

Abrió los ojos sorprendido. —Siento…

—¿Más fuerza?

—Sí.

—Y no te ha caído un rayo, eso es que al de arriba le gustas.

—¿De veras? —preguntó mirando al cielo.


—¡Peter!

Él levantó la vista hasta Cassady. —Ahora eres uno de los nuestros

y seguirás mis órdenes.

—Que mandona es esta mujer —dijo Matt por lo bajo.

Hizo como si no lo hubiera oído. —Aún te quedan muchas cosas por


comprender que Jessica te irá contando. Si nos traicionas, acabaras ahí

dentro, ¿entendido?

—¿Qué hago con la desaparición de…? —Señaló con la cabeza la

puerta. —Estos.

—¿Tú qué crees? —le preguntó a Matt.

—¿Ahora me preguntas a mí? Tú eres la jefa.

—¡No seas cabezota!

Su hombre entrecerró los ojos. —¿Captados por una secta?

—Había sangre, signos de lucha —dijo Peter acercándose.

—Mierda, es tu sangre —dijo como si él tuviera la culpa—. ¡Sabrán

que estuviste allí!

—Y había fotos. Fotos vuestras. ¿Por qué creéis que vine aquí

primero?

—¿No recogiste las fotos del pentagrama? —preguntó Matt


alucinado.
—Perdona, pero estaba más preocupada por salvarte la vida

—¡Pero luego volviste a por el coche, te deshiciste de los cuerpos!

—¡Y tú también volviste a por el coche! Podrías haber hecho algo,


¿no?

Peter puso los ojos en blanco. —Que desastre. —Se quitó la gorra y
se pasó la mano por la nuca pensando en ello. —Y Jack está recogiendo las

pruebas…

—Las fotos demuestran que nos odiaban —dijo Cassady—. Querían


hacer un ritual para maldecirnos y que dejáramos a Matt en paz.

—¿Y su sangre? —preguntó Bedelia—. ¿Cómo vais a justificar eso?

—Peter la sustituirá. Seguro que se han cogido unos bastoncillos de

esos manchados de sangre. Solo hay que cambiar unos bastoncillos por
otros.

El ayudante del sheriff asintió. —De eso me encargo yo. ¿Pero hacia
donde llevo la investigación? ¿Qué le digo a la prensa?

—¿Prensa? —preguntó espantada.

—Nena no esperarías que desaparecieran tantos miembros de la


comunidad y no se enterara la prensa.

—Pues no había pensado en ello, la verdad. ¡Haz algo!

—¿Yo?
—Tú eres el acostumbrado a tratar con la prensa.

Matt gruñó antes de mirar a Peter. —Captados por una secta. Que la
sangre sea de gallina o algo así. Hicieron un ritual. Mi madre no estaba muy

bien de la cabeza. Estaba obsesionada con esos temas.

—Puedes decir lo mismo de la mía —añadió Jessica.

—¿Y lo del cura? ¡Con lo beato que parecía! ¡No se lo tragarán! Y


sobre todo, ¿cómo justifico el agujero del techo? ¡Pasasteis dos pisos

atravesando el tejado y lo más extraño es que los escombros están en la


calle no en el interior de la casa, lo que no puedo justificar porque significa

que el agujero se hizo desde dentro!

Todos miraron a Cassady que gritó exasperada —¡Quería salvarle la

vida, no seáis pesados!

—Lo que no puedas explicar di que aún está en investigación. Que


ante las evidencias crees que están vivos y que hay que seguir buscando.

Que no perdéis la esperanza y cosas así. Revisa bien todo para la llegada del
FBI.

—¿FBI? —preguntó Cassady espantada—. ¡Está investigando él!

—Nena, ya te dije que…

—¿Ves en el lío en el que nos has metido?

—¿Yo? —Matt no salía de su asombro.


—Antes de tu llegada llevábamos tranquilos muchos siglos.

—Pero tenía que venir por una razón, ¿no? —Se acercó a ella y le

gritó a la cara—¡Cómo la llegada del fin del mundo!

—¿El fin de qué? —preguntó Peter.

—Luego te lo explico —Jessica le guiñó un ojo—. ¿En la cena?

Sonrió como un tonto. —Hecho.

—Ah, no. Hoy salgo yo con Charlie. He conseguido una cita.

Cassady miró a Matt con ganas de pegarle cuatro gritos —Hasta

ellas tendrán una cita antes que yo.

—¡Lo que tú tienes es un anillo en el dedo!

Al verlos discutir encarnizadamente Peter preguntó —¿Seguro que

son arcángeles?

—Es que los arcángeles tienen muy mala leche. Imparten justicia.

—Ah. Volviendo al tema... —Carraspeó así que Cassady y Matt le

miraron. —¿Qué coño digo a la prensa?

—Ellas se volvieron locas, los mataron y se han largado del pueblo


—dijo Matt.

—¿Cómo se han ido? Porque los coches estaban ante la puerta.

—¡Pues si eres tan listo resuélvelo tú!


Peter frunció el ceño. —Un secuestro, es la única solución.

—Una secta, lo que yo decía —dijo Matt satisfecho.

—¿Y lo del techo?

—Debieron hacer algún ritual con una bombona de gas que salió

disparada. ¿Creéis que colará?

Todos se miraron los unos a los otros y como estaban hartos del

tema dijeron —Sí.

—Estupendo, pues me voy al pueblo para hacer mi parte.

Jessica impulsivamente le besó en la mejilla sonrojándole. —Que


tengas un buen día. Vuelve luego, recuerda que tenemos cena.

—No lo olvidaré, preciosa mía.

Rio como una tonta y Cassady fulminó a Matt con la mirada antes
de alejarse. Él asombrado preguntó —¿Qué? ¿Qué pasa ahora?

Sentada sobre la piedra con las piernas colgando acariciaba la


barriguita de Stevie que estaba a su lado metido en un capazo. Los chicos

ya se habían ido a disfrutar de la noche y tenía que hacer de niñera. Y no le


disgustaba nada la tarea, la verdad, porque el pequeñín era un amor. El niño
intentó ponerse de rodillas agarrándose al borde. —Uy, uy que enseguida
vamos a tener que ir detrás de ti.

Un ruido tras ella la asustó y miró sobre su hombro. Matt estaba allí

con una caja de pizza y unas latas de refresco. —La ha traído Charlie
cuando ha venido del pueblo. Ya debe estar fría. —Se sentó a su lado.

—Gracias. —Vio como dejaba los refrescos a un lado y abría la

caja. Ya no aguantaba más esa tensión, discutían por todo y tenían que
aclararlo. —Yo te quiero.

Él la miró a los ojos y asintió. —Sí, pero no soy lo primero, ¿no?

—No es justo lo que dices. Si tuvieras que elegir entre la puerta y


yo, debes elegir la puerta. Muchas vidas dependen de ello.

—A mí la vida de los demás me da igual. Si estoy aquí es por ti.

—Estabas predestinado a ello, como yo, así que no estás aquí solo
por mí, cielo. Era tu destino.

Él suspiró abriendo una lata de refresco y tendiéndosela. —Bebe, no


has bebido nada en todo el día. Mañana Peter vendrá para preparar la prensa

hidráulica que llegará. La he encargado de sesenta toneladas, aunque las


hay más grandes.

—¿Por qué cambias de tema?


—Porque no quiero hablar de ello —dijo molesto—. Tú tienes una
manera de pensar y yo otra.

—Y una de las dos tiene que ser equivocada.

—Creía que…

—No te calles ahora.

La miró a los ojos provocándole un vuelco al corazón. —Creía que


era lo más importante para ti. Me siento defraudado, eso es todo.

—Te sientes defraudado por mí. —Apretó los labios asintiendo. —


Es increíble. —Se levantó furiosa.

—¿No querías hablarlo? Es lo que pienso.

—¡He dado mi vida por esa maldita puerta y por ti! ¡Cada
pensamiento, cada sueño te los entregué a ti! ¿Sabes las horas y las lágrimas

que he gastado porque creía que nunca más iba a verte?

—Nena…

—Pero no es suficiente, ¿no? Tienes que ser lo primero. ¡Pues


bienvenido al mundo real, no eres lo primero! —Se quitó el anillo. —Y
como es una falta tan grave como para tratarme así, me acabo de dar cuenta
de que estaba totalmente equivocada. ¡Yo necesito un marido que esté a mi
lado, no que discuta todo lo que yo digo o que me cuestione porque se

siente inseguro cuando lo he dado todo por él!


—¿Inseguro? ¡Insegura tú que nunca te has creído mi amor, por eso
has dudado de mí!

Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¿Crees que no me dolía pensar

así? ¿Que no me hubiera gustado olvidarlo todo y simplemente dejarme


llevar? Pero hay mucho en juego.

—Pues bien que confías en Charlie y Peter. No te vi tan reticente a


creerles.

—A ellos no les sorprendí hablando con su abuelo y ocultándome


esa conversación.

—¡No quería preocuparte! ¡Tenía que cerciorarme de que lo que me


había dicho era cierto! ¡Por eso escuché a hurtadillas a mi madre y a los

demás!

—Es evidente que se ha abierto una brecha que ninguno de los dos

está dispuesto a cerrar. —Alargó la mano. —Toma el anillo.

Él entrecerró los ojos. —¿Esto es lo que quieres?

—Es lo que quieres tú. Estás dispuesto a castigarme por ser como
soy y es algo que no pienso consentir. ¿No te gusta como soy? Pues muy
bien, en cuanto esto acabe cada uno por su lado.

—Estupendo —dijo arrebatándole el anillo de la mano—. De todas


maneras es el anillo que mi abuelo le dio a mi abuela y seguro que lo odias.
Levantó la barbilla orgullosa intentando disimular su dolor a que lo

hubiera cogido y como lo había hecho, así que dijo —Pues ya que lo dices
sí. Está maldito y es evidente que desde que me lo pusiste en el dedo nada
ha ido bien. —Se volvió cogiendo al niño y sintiéndose observada rodeó el
agujero para ir hasta el granero y dormirle. Intentó retener las lágrimas,
pero no podía y Stevie pasó la mano por su mejilla suavemente haciendo

que mirara sus preciosos ojos. —No pasa nada. La tía que tiene un mal día.
Enseguida se me pasa. —Le besó en la frente y le dejó sobre el colchón de
Jessica para cogerlo del capazo y meterlo en su cuna. Sonrió cuando
protestó y dio vuelta a la rosca que movía los animalitos que tenía sobre él

mientras Ángel moviendo el rabito se subía al colchón para no perder al


niño de vista. Fascinado vio como giraban y sus ojos poco a poco se fueron
cerrando. —Eso es cielo, que tengas dulces sueños.

Un temblor la tensó mirando hacia la puerta y corrió. El temblor


aumentaba y gritó de miedo lanzándose al vuelo hacia la piedra. No había
nadie. Asustada estiró las manos y tocaron la piedra justo en el impacto.

Sintió como la piedra se movía apenas unos milímetros y sus pies


resbalaron sobre la tierra. Con todas sus fuerzas empujó resistiendo el
ataque. Intentando controlar su respiración sopló contra la piedra y esta se
congeló en el acto. Escuchó gritos de dolor, pero resistieron, aunque las

fuerzas del demonio ya no eran las mismas. Gritó sin dejarse vencer
sintiendo como la piedra raspaba su brazo hasta dejarla en carne viva.

Entonces escuchó una voz en ese idioma que no entendía y suspiró de alivio
cuando se alejaron.

Una risa hizo que cerrara sus ojos. —Le has perdido, le has perdido
—canturreó Shirley—. Es lo que tiene ser siempre el centro de atención, ser
el más querido y admirado, su ego es mucho mayor que el tuyo. Le he
enseñado bien. En cuanto no ha conseguido lo que quería que era a ti se ha

enfadado. Los hombres son como niños, reclaman atención y tu atención


está centrada en otra cosa.

—No se ha ido.

—¿No? ¿Y dónde está?

Se volvió preocupada por él. —¿Matt? Matt, ¿dónde estás?

—A ver cómo te las arreglas con esos inútiles que te acompañan —


dijo maliciosa.

—¡Cállate!

—Ahora estáis perdidos.

—¿Cómo que se ha ido? —dijo Bedelia asombrada mientras su


hermana no dejaba de llorar sentada a la mesa de la cocina porque Jessica y
Peter vigilaban la puerta.

—Se fue. Acosté al niño y sentí el temblor. Como era fuerte me

acerqué y no estaba. —Se limpió las lágrimas con la mano. —No estaba. Se
ha esfumado.

Charlie se sentó frente a ella. —No es propio de él, cuando se


entrega a algo no se da por vencido.

—Le devolví el anillo —susurró.

—Joder. ¡Ahora tenemos un arcángel despechado! ¿Se ha llevado su


espada?

—No. Sigue donde las demás, pero sé que va a volver.

—¿Seguro? —preguntó Bedelia. Cuando Charlie la advirtió con la


mirada esta apretó los labios viendo a su hermana totalmente destrozada—.

Claro que volverá. Tiene una misión y te ama. No nos dejará tirados.

Sabía que su hermana no se creía lo que decía, pero ella tenía la

esperanza de que volviera. No dejaría de hacer lo correcto, aunque ella le


hubiera defraudado. —Dijo que si estaba aquí era por mí. Que los demás le
daban igual.

—Estaría enfadado —dijo Charlie—. A veces se dicen tonterías


cuando se está enfadado. Volverá.
Capítulo 15

Pero no regresó. Los días siguientes Peter tuvo que lidiar con la
prensa y la noticia se diluyó poco a poco por la falta de pistas. El FBI ni

apareció por allí porque no había cuerpos y la sangre era de gallina. Era una
desaparición, que era un misterio para el pueblo, pero pudieron estar

tranquilos dentro del lío en que estaban metidos.

Por las noches Peter se dedicaba a trabajar en la enorme prensa que


había llegado para que la plancha pusiera resistencia sin moverse de la

posición que necesitaban. Era una prensa que aplastaba coches y no querían

que destrozara la puerta al empujar. Debía mantenerse en su sitio y Peter no

dejaba de trabajar en ello. Jessica estaba orgullosa de él y no dejaba de


decirle lo bien que lo hacía.

Por otro lado, Charlie había conseguido que el ayuntamiento retirara

la expropiación. Las tierras ya no corrían peligro y Bedelia no dejaba de

piropearle por lo bien que había llevado el caso. Le alababa cada vez que
daba una idea y ahí fue donde se dio cuenta de sus fallos. Ella nunca había

animado a Matt, nunca había agradecido su ayuda o le había mimado. Era

normal que se sintiera infravalorado porque no había sabido trasmitirle lo

necesario que era en su vida y se arrepentía, se arrepentía muchísimo.

La noche antes del eclipse empezó a hacer un tiempo extraño. Un


viento bastante molesto azotaba Texas, pero no había una sola nube en el

cielo. En la radio no se paraba de hablar de lo que ocurriría al día siguiente

cuando realmente no tenían ni idea y Cassady ya empezaba a perder la

pequeña esperanza que tenía a que pudieran controlarlo porque los ataques

cada vez eran más fuertes y continuos demostrando su fuerza. Observó

como Peter le hacía un gesto de asentimiento y ella miró la máquina que

estaba lista para ser probada.

—¿Estás segura de esto? —preguntó su hermana—. Ya nos cuesta

contenerlo entre dos. Muchas veces los chicos tienen que ayudar.

—Debemos hacerlo para el futuro. Puede que Matt tenga razón y

nos ayude.

—Como digas.
—¡Colocaros en dos filas a sus flancos! —gritó poniéndose al lado

de la máquina—. ¡Si notáis que este chisme cede, Peter la apagará y

actuaremos nosotros!

Jessica asintió al otro lado con Charlie tras ella dispuesto a echar

una mano en quitar la máquina. —¿Listos?

Peter la empujó sobre la tierra hasta la marca, dejando la plancha

pegada a la puerta y le dio al encendido. Cassady temiendo que rompiera la

puerta con su presión se acercó para ver que Peter había hecho un buen

trabajo y que no se movía. Soportaría el peso que le impusieran desde el

otro lado sin estropearla. Sonrió levantando el pulgar y esperó, no deberían

tardar mucho. Estaba anocheciendo y ese día ya llevaban más de veinte


ataques. No tardarían en actuar. Miró sobre su hombro a Bedelia que lista

asintió. Vio su pequeña espada colgada del cinturón que Jessica les había

hecho a todos para que no les estorbara en la mano y queriendo asegurarse

de que la suya estaba en su sitio llevó su mano allí tocando la empuñadura.

Recordando que la de Matt estaba abandonada en el granero apretó los

labios volviendo la cabeza a la puerta. El suelo tembló y gritó —

Preparados…. ¡Ahí viene!

Un chillido aterrador le erizó el cabello y estiró los brazos casi

tocando la puerta. Jessica al otro lado hizo lo mismo y llegó el impacto que

tuvo una onda expansiva brutal azotando su rostro, pero la piedra no se


movió. Agachando algo la cabeza para poder abrir los ojos vio que la

máquina resistía y miró a Jessica con una sonrisa en el rostro.

—¡No se mueve! —gritó Peter antes de reír de la alegría.

—¡No os mováis de vuestras posiciones! —ordenó no queriendo

que se distrajeran.

Aguantó varios minutos y de repente empezó a salir un humo blanco

de ella. —¡Listos para el cambio! —La máquina empezó a temblar. —¡Ya!

Ellas apoyaron las manos gritando por el esfuerzo y Peter tiró de la

máquina apartándola de la puerta. Los demás se lanzaron a ayudarlas y

entre todos no tardaron en contenerlo.

Cuando no se escuchó nada al otro lado las hermanas se miraron

gritando de la alegría antes de abrazarse. —¡Sí, sí! ¡Funciona!

Peter rio. —Necesitaremos una mucho más grande y con más

potencia.

Contenta se apartó de Bedelia que fue a darle un beso a Charlie y al

mirar la máquina perdió algo su sonrisa porque se lo había perdido. Había

sido idea suya y se lo había perdido. Jessica de la mano de Peter se acercó.

—Ya lo celebrarás con él.

—Sí —dijo con un nudo en la garganta—. Porque mañana estará

aquí.
Su amiga asintió. —Voy a ver al niño y a comer algo. Va a ser una

noche difícil.

—Sí, Charlie vete con ellos y descansad un rato. Después volvéis y

que vaya Bedelia.

—Sí, jefa. —Charlie muy contento dio otro beso a su ahora novia y
se fue con sus nuevos amigos muy ilusionado. —¿Habéis visto cómo la ha

retenido? —Dio un golpe en la espalda a Peter. —Buen trabajo.

—¿Piensas en él?

Miró a su hermana a los ojos. —Le hubiera gustado ver esto.

—Cassady sé que no quieres hablar de ello, pero tenemos que

empezar a pensar…

—Volverá —dijo muy tensa.

—¿Y si no es así? Su espada necesita un dueño. Charlie…

Fulminó a su hermana con la mirada. —Es la espada de Matt. La

tierra se la dio a él.

—Igual si otro hubiera puesto la mano encima también hubiera

salido, eso no lo sabemos.

—¡Esas espadas solo las portan los arcángeles! ¿Quieres arriesgar la

vida de Charlie porque se atreva a tocarla?

—Ya ha tocado la mía y sigue vivo.


Se le cortó el aliento. —¿Qué has dicho?

—Pensé que si los aztecas las habían enterrado es que podía

hacerse. Ayer tocó la empuñadura de la mía y no le pasó nada.

—¿Y a tu novio le han salido alas? —Su hermana se sonrojó. —

¿Tiene más fuerza que antes? ¡Porque por lo que he visto hoy no!

—No, eso no ha pasado.

—¡Porque es de Matt, Bedelia! ¡Y seguirá siendo así!

—Pero con la suya…

—¡No quiero hablar más del tema! ¡Matt volverá!

—Bien dicho, nena.

Se le cortó el aliento mirando hacia arriba y Matt se agachó sobre la

puerta sonriendo de esa manera que la volvía loca. —¿Me has echado de

menos?

Atónita puso los brazos en jarras extendiendo sus alas con ganas de

guerra. —¿Dónde diablos has estado? —gritó casi haciendo retumbar la

tierra.

—¿Enfadada?

—¡Serás idiota! ¡Me has dado un susto de muerte, no sabía si te

había pasado algo!


Matt se lanzó al suelo cayendo de pie ante ella mientras sus ojos se

llenaban de lágrimas por el miedo que había pasado. —Llegué a creer que

te había perdido.

—Y yo llegué a creer que te había perdido a ti.

Se tiró a él abrazándole con fuerza necesitando tocarle. La alegría

porque estuviera allí era tan intensa que parecía que el corazón se le iba a

salir del pecho. —Te he amado y te amaré más allá de la muerte.

Matt sonrió. —Cómo echaba de menos tus abrazos, nena.

Se apartó para mirarle. —¿Te digo que te amo y me sueltas eso?


¡Venga ya, nunca me lo dices!

—Te lo diré mañana después del eclipse.

—¡Será broma! —Furiosa se apartó. —¿Y si la casco sin oírlo? ¿Me

harías eso?

Matt sonrió. —No preciosa, porque mañana venceremos.

—Parece muy seguro de lo que dice, este no ha visto los ataques que

sufrimos ahora —dijo Bedelia.

—Es que tengo fe, cuñada. —Sacó un cuaderno del bolsillo trasero

de su vaquero. —Y ahora más que nunca porque esto me ha ayudado a


entender mejor lo que va a ocurrir.

—Una vieja libreta de cuero.


—¡Deja que se explique! ¡Matt explícate!

—Nena, ¿estás más mandona?

—Uy, no lo sabes bien y eso aumenta con cada minuto que se acerca
el momento —dijo Bedelia interrumpiendo. Cuando Cassady la fulminó
con la mirada dijo —¿Estorbo?

—Vete a descansar —dijo entre dientes.

—Genial voy a ver a mi amorcito, que estará impaciente por


hacerme el amor. Es tan fogoso y apasionado... Y es leal y de fiar. No como

otros que se piran cuando las cosas se ponen difíciles.

Matt gruñó. —Oye cuñada…

—No entres al trapo. ¿No ves que solo quiere provocarte? ¡Bedelia
largo!

Sonrió maliciosa alejándose y Matt gruñó de nuevo volviéndose

hacia ella que por la expresión de su rostro no estaba nada contenta. —


¿Sigues cabreada?

—¿Dónde has estado?

—He tenido que hacer un viajecito. —Levantó la libreta. —Por lo


que contiene esta libreta.

—¿De qué hablas?


—Cuando rompiste el compromiso y te largaste, mi abuelo se
acercó a la puerta mostrando sus verdaderas intenciones.

—Salir de ahí.

—Como todos, ¿no?

Ella hizo una mueca viendo como abría la libreta y mostraba un


dibujo de una casa. —Entonces intentó convencerme de que estaba de mi

lado, que me había ayudado a descubrir quien estaría esperando a Satanás y


todo eso. Yo le dije que tendría que haber más, que llevaban mucho tiempo

esperando ese momento y que nos atacaría más gente.

Frunció el ceño porque estaba tan centrada en la puerta que no había


pensado en eso. —¿Y qué te dijo?

—Me dijo que no y fue ahí cuando me di cuenta de que me mentía


porque el padre de Jessica también tiene que estar metido en esto. ¿Su

mujer es una seguidora del diablo y no lo sabe? Impensable.

—Jessica no lo sabía. Tú no lo sabías.

—Con tu pareja compartes cosas que no compartes con los hijos.


¿Qué haría yo si desaparecieras? ¿Qué hiciste tú el día de nuestra boda?

—Ir a buscarte.

—Exacto y lo hizo, estuvo allí. Incluso abrió su coche. Me lo dijo


una vecina que le vio entrar en la casa, después de que nosotros hubiéramos
estado allí porque es evidente que no se encontró con los cadáveres.

—Pero no dijo nada hasta la noche.

—Cuando se suponía que unas horas antes iban a ir a una boda.


Muchos de los del pueblo no se la querían perder, ¿crees que ella sí?

—Ocultó su desaparición a propósito.

—Porque sabía que no estaban haciendo nada bueno. Cuando lo


hizo fue porque se asustó.

—Entonces tu abuelo miente y sabe que tienen cómplices.

—Sí, todo lo que hizo fue simplemente para vengarse de mi madre

por lo que había hecho en el pasado, pero su intención nunca fue ayudarnos
a salvaguardar la puerta.

—Entiendo. Seremos atacados por ambos flancos.

—Exacto.

—¡Eso no explica a dónde has ido!

Matt sonrió. —Nena necesitas hacer el amor. —Jadeó indignada. —


¿Qué harías tú si supieras que tu señor va a intentar salir y se acerca el

momento de su llegada? ¿Que será en el eclipse como lo sabía mi madre?

—Por los sueños. Tu madre tenía sueños.

—Como debían tener los demás porque han tenido que ponerse en

contacto con ellos de alguna manera. ¿Cómo van a llegar aquí sino para
ayudarle a salir?

—Dios mío, ¿qué me estás contando? ¿Que vendrá gente de todo el

país?

Matt apretó los labios asintiendo. —Sí, nena. Y puede que del
mundo. De hecho muchos ya están aquí. Se nota que no habéis pasado por

el pueblo. Hay gente durmiendo hasta en los coches con la excusa del
eclipse.

Se llevó una mano al cuello de la impresión. —¿Qué vamos a hacer?

Él frunció el ceño. —¿Peter no os ha dicho nada?

—¿De la gente del pueblo? No. Pero hace días que no va a trabajar

para ayudarnos. Ha dicho que está enfermo. Para que no le molestaran


apagó el teléfono.

—Pues seguro que debe tener mil mensajes porque en el pueblo no

dan abasto con los líos que organiza esa gente.

—Pobres. —Miró la libreta entre sus manos. —¿Y en qué puede


ayudarnos eso?

—Era de mi abuelo. Estaba en una de las cajas de los libros.

Se le cortó el aliento. —Tiene un dibujo de mi casa.

—Creo que siempre estuvisteis bajo sospecha como cinco familias


más del pueblo. Hasta que mi madre le dijo lo de la puerta, claro. Pero estos
dibujos son más antiguos porque aquí hay un apunte de que estos se
mudaron en el ochenta y nueve. —Mostró los dibujos de sus casas. —

Cuando vi la libreta por primera vez creí que eran bocetos o algo así. Por
eso no le di importancia. Pero eso no es lo más interesante. Lo más
interesante es esto. —Abrió el libro por la mitad y vio una hilera de

nombres con sus números de teléfono. Algunos de los que tenían dirección
estaban tachados, pero eran muchísimos y Matt pasó la hoja para mostrar

más.

—¿No me digas que…?

—No estaba seguro de nada, cuando me dijo que no había más


implicados recordé la agenda. Podían ser conocidos que no tuvieran nada

que ver. Pero no perdía nada por hacerles una visita. Gracias a mis alas
puedo desplazarme rápidamente. He intentado localizar a los que he podido,

pero no ha sido fácil. Como no estaba seguro perdí casi un día entero con el
primero para asegurarme, pero en cuanto entré en su casa ya no tenía dudas.

Tenía un cuarto donde adoraba al maligno y tenía los billetes de avión a


Austin. Cincuenta y dos billetes, nena. Sufrió un terrible accidente tirándose

por la ventana. Creo que los demás deben estar esperando en la puerta del
aeropuerto. Me da que no llegarán a tiempo.

—¿Le has matado?


—Tenía que evitar que vinieran. Muchos de los que visité de la lista
ya no estaban en su casa, así que seguramente les veremos aquí.

—¿Y los que ya están en el pueblo?

—¿Piensas en atacarles antes de mañana? Nena, sería una masacre

en el centro del pueblo. Si sobrevivimos al eclipse habría una investigación


y puede que nos descubrieran después de la desaparición de mi madre y los

demás. Ya nos libramos una vez y no creo que nos libremos otra. Debemos
dejar que se acerquen. Tus tierras están muy aisladas.

Cassady entrecerró los ojos. —No podremos hacer dos cosas a la


vez. Su fuerza aumenta y os necesitaré a todos.

Él miró la puerta. —¿Tanto empujan? —Volvió la vista hacia la

máquina. —Veo que la habéis utilizado.

—¡Y ha funcionado!

Separó los labios de la impresión. —¿De veras?

—Bueno, durante unos minutos. Pero como te he dicho los ataques


no son como los de antes. Cuando pase el eclipse funcionará muy bien.

Él rio cogiéndola por la cintura. —Lo sabía.

—Es que eres muy listo —dijo acariciando su nuca. Él agachó la


cabeza para besarla, pero ella se apartó—. Sobre el ataque…

—¿Me has hecho la cobra? — preguntó asombrado.


—¡Cariño, mañana a las doce y treinta y ocho del mediodía vamos a
ver a nuestro creador como no hagamos algo! ¡No tengo tiempo para besos!

—Increíble —dijo entre dientes.

—Pero yo te quiero.

—Hubieras tardado lo mismo en darme un beso que en decirme eso.

Puso los ojos en blanco. —No, porque luego te animas.

—¡Nena, llevo días sin tocarte!

—Y de quién es la culpa, ¿eh? Si no te hubieras enfadado a lo tonto


te hubieras llevado muchos orgasmos. Ahora a esperar. —Puso los brazos
en jarras. —¿Qué hacemos?

—Si no me hubiera enfadado el abuelo no habría hablado conmigo y


no hubiera recordado esto —dijo poniéndole la libreta ante la cara. Ella

entrecerró los ojos—. ¿Qué?

—Ya no nos sirve de nada, si lo hubieras recordado antes les


habríamos pillado a todos en su domicilio.

—¿Me lo estás echando en cara? ¡He matado a más de sesenta


personas, llevo días sin dormir volando de un lado a otro del país!

—¿Has matado a tantos? —preguntó con los ojos como platos—.


Cariño como te hayas equivocado en alguno…
—Te aseguro que no. —Tiró la libreta a un lado. —He impedido
que vengan muchos porque varios de los muertos eran una especie de jefes

de aquelarres, pero en realidad no sé cuántos quedan ni los que se


presentarán aquí.

—Eso si ese malnacido no influye a gente inocente para que le


ayude.

—Por supuesto, eso también puede pasar.

—Dios mío… —Se llevó la mano a la nuca. —Tenemos que


deshacernos de los del pueblo.

—¿Qué tal si evacuamos la zona? —preguntó Peter.

Se volvieron para verlos a todos bajando la pendiente. Charlie


sonrió. —Sabía que volverías.

—¿Evacuar la zona?

—Tenemos un plan de emergencia para evacuar todo el condado en


caso de que haya una fuga en la central nuclear de Porton. Me hicieron

leerlo cuando ingresé en el cuerpo.

—Pero eso está a media hora de aquí.

—Exacto. En caso de avería y puede ser un recalentamiento de

cualquier chisme tienen que evacuar. Solo tiene que saltar la alarma. Hay
una base del ejército de tierra a veinte minutos. En cuanto suene la señal se
pondrán en acción y con ayuda de las autoridades de la zona evacuarán a

todo el mundo en un radio de cien kilómetros.

Cassady sonrió mirando a Matt. —Cariño, ¿sabes algo de nucleares?

—Nena, soy ingeniero mecánico.

—¿Eso es que sí o que no?

La cogió de la cintura pegándola a su pecho y atrapó su boca


besándola de una manera que la hizo temblar por dentro. Él se separó

lentamente. —Deséame suerte.

—Suerte.

Salió volando y ella impresionada miró hacia arriba.

—Vaya, vaya…—dijo Jessica acercándose—. Al parecer ha vuelto

con fuerza. —Se agachó cogiendo la agenda. —¿Qué es esto?

Suspiró mirándola. —Tenemos que prepararnos para recibir visita


porque dudo que este plan funcione del todo. Si se empeñan en llegar,
llegarán.
Capítulo 16

Apenas una hora después sonó la sirena del pueblo. —Ese es mi


chico —dijo satisfecha antes de meterse medio sándwich en la boca. De

repente tenía un hambre feroz.

—¿No deberíamos apagar la luz por si llegan los del ejército? —

preguntó Charlie.

Peter contestó —Sí, y deberíamos esconder los coches detrás del

granero. Vendrán por la carretera y al no ver ninguna casa darán la vuelta.

—Bien, prepararlo —dijo con la boca llena antes de beber de su lata

de refresco.

—En cuanto se vayan deberíamos hacer un perímetro de esos como

en las pelis para saber si se acerca alguien —dijo Jessica—. Trampas,


estacas que se clavan en cuanto se pisa algo… —Todos se echaron a reír. —
¡Eh, como en Rambo! Hablo en serio, si nos libra de seis o siete eso que nos

ahorramos.

—Jessica tiene razón —dijo Matt aterrizando.

—¿Qué? ¿Cómo ha ido?

—Como había demasiada seguridad para pasar desapercibido con

esto que tengo en la espalda, les ha caído un meteorito en la chimenea

principal que la ha obstruido. Van a tardar días en arreglarlo.

—Genial. —Se tiró a su cuello. —Eres el mejor, el más listo y el

más guapo.

—Nena, ¿estás bien? ¡No tendrás fiebre! ¡Ni se te ocurra ponerte

mala ahora!

Se puso como un tomate. —¿No puedo hacerte un cumplido?

La miró con desconfianza. —Sí, claro.

—Pues eso. Además te he dicho más veces que eres muy listo.

—Nena, ¿crees que necesito que me elogies o algo así?

Se puso como un tomate. —Tu madre dice que tu ego…

—¿Le haces caso a mi madre?

—¡Ellas están todo el día dorándoles la píldora! ¡Creí que estaba

haciendo algo mal porque me has dejado!


—Me has dejado tú a mí —dijo asombrado.

De repente se echó a llorar tapándose el rostro y Matt separó los

labios de la impresión cogiéndola de los brazos para pegarla a él. —¿Podéis

dejarnos solos un momento?

—Sí, claro —dijo Jessica preocupada por su amiga.

Matt acarició su espalda mientras se alejaban y la besó en la sien. —

¿Demasiada presión, nena?

—Lo siento.

—No tienes que sentirlo. Y no tienes que decirme lo genial que soy
para que esté contento. No se trata de eso.

—Ya, pero es que lo otro no puedo evitarlo.

Él sonrió. —Sé que me amas, lo sé desde siempre y tienes razón,

puede que mi ego se haya dañado porque no puedo ser lo más importante

para ti, pero no es culpa tuya. Si la puerta no existiera, lo sería ¿no? —


Cassady no se movió. —¿Nena?

—Está Bedelia.

Él sonrió aún más. —Después de Bedelia.

—Estáis a la par.

—Estamos a la par. —Acarició sus rizos hasta llegar a su nuca y tiró

de ellos suavemente para mirar su rostro. —Lo siento, nena. Siento haber
sido tan egoísta. En estos días sin ti me he dado cuenta de lo injusto que era

contigo porque si algo has hecho desde siempre es demostrarme lo

importante que soy para ti. Y no con palabras a veces una mirada basta.

Entonces ella lo vio en sus ojos y sonrió. —Me amas.

—Tanto que nunca creí que pudiera amar así. Has pasado a ser lo

más importante de mi vida y pienso estar a tu lado en lo bueno y lo malo…

—En la salud y en la enfermedad.

—Cada día de mi vida, nena. Eso no lo dudes nunca. Pero hazme un

favor, ¿quieres?

—Lo que quieras.

—La vasija házmela un poco más grande. Me agobian los espacios

pequeños.

Ella soltó una risita sintiéndose muy feliz. —Hecho. —Él acercó sus

labios a los suyos y la besó de una manera tan tierna que supo que ese beso

lo recordaría más allá de la muerte.

Matt se apartó y le guiñó un ojo. —Venga, tenemos mucho que

hacer.
Dos horas antes de que llegara el momento apoyó la espalda en la

piedra agotada por la noche que habían pasado y vio a Bedelia, Charlie y

Jessica con varias vasijas en las manos saliendo del granero. —¿Qué

hacéis?

—Deben estar aquí —dijo Bedelia muy seria. Cassady al ver el

temor en sus ojos se enderezó—. Nos han protegido siempre y deben estar

en este momento.

Si a ella la hacían sentir mejor no iba a protestar. —Sí, por supuesto.

Pon la de mamá aquí sobre la puerta. Bedelia sonrió caminando con ella

hasta estar encima de la piedra. —Ponla en plano si puedes no me gustaría

que se rompiera o cayera abajo.

Su hermana se agachó y no vio bien donde la puso, pero sabía que

estaba ahí y eso sin saber por qué la hizo sentir más segura. —Colocarlos a

todos rodeando el agujero.

—Sí, Cassady.

Matt y Peter llegaron en ese momento.

—¿Y bien?

—Hemos hecho lo que hemos podido con el material que teníamos.

No son muchas trampas, pero serán eficaces. Todas están colocadas como a

cien metros, así que cuidado. —Se acercó y pasó el dorso de sus dedos por
su pálida mejilla. —Nena, estás agotada. Descansa un poco, nos quedamos

nosotros.

—Sí hermana, llevas muchas horas ante la puerta. No te preocupes

no nos moveremos de aquí.

Estaba acalorada, a pesar del viento hacía un calor abrasador. —Una

ducha me despejará. —Hizo una mueca. —Con la manguera.

Le dio un beso en los labios y fue hasta el granero. Los chicos


habían colocado la manguera colgada de la pared y habían puesto una de las

puertas de la casa para dar intimidad. Sin desvestirse siquiera giró la llave

para dejar que el agua le cayera encima. Mierda, estaba templada. Cerró los

ojos dejando que el agua cayera sobre su nuca. Le dolía todo y no había

acabado. Igual se había excedido, pero había querido que los demás

descansaran ya que ella era la que tenía más fuerza. Puede que hubiera

cometido un error. Miró sus manos, en el último ataque se las había

despellejado con los símbolos de la piedra, pero ahora ya estaban curadas.

Si salían de esa qué vida les daría a sus hijos. Se echó a llorar tapando su

rostro.

La abrazaron por la espalda y Matt la pegó a su pecho. —Todo irá


bien —dijo en su oído—. Y cuando pase te haré la casa más bonita del

contorno. —Apoyó la mejilla en la suya. —Y tendrás el sótano más seguro,

con una cámara acorazada con reconocimiento de retina, una prensa que
aguante todas las toneladas que encuentre y un sistema de detección de

vibración terrestre que será el más puntero del mercado. —Sonrió sin poder

evitarlo. —Eso sin contar que pondré tres generadores por si falla uno y

habrá alarmas por toda la casa. Ángel tendrá un descanso, que el pobre se lo

ha ganado.

—Oh, ¿dónde está?

—Está en el granero vigilando al niño. Todo va bien. —Besó su

sien.

Suspiró apoyándose en su pecho. —Alarmas, ¿eh? Me tratas como a

una reina.

—Como te mereces. Pero antes nos casaremos y nos iremos de luna


de miel, que te has ganado unas buenas vacaciones.

Se le cortó el aliento. —¿Luna de miel?

—Iremos a donde quieras y haremos turismo como la gente normal,


comeremos y todas las noches haremos el amor. —Cogió su mano y la

elevó ante su cara para ponerle en el dedo un anillo con unos diamantes con
formas de alas.

Se le cortó el aliento. —¿Cómo?

—Lo vi en un escaparate en Boston y supe que era para ti.

—Es precioso —dijo emocionada.


—Mi ángel, mi amor.

—Me lo tienes que decir después.

—Y así lo haré, nena. Y no dejaré de decírtelo cada día. —Se apartó


y cerró el agua antes de cogerla en brazos. —Vas a dormir, aunque solo sea
una hora.

Ella sonrió. —Tienes que coger tu espada.

—Lo haré ahora. —La metió en el granero y la tumbó sobre el


primer colchón. Ángel se acercó a ella y se subió al colchón para tumbarse

a sus pies. —Vigila campeón. —Le acarició la cabeza antes de


incorporarse. —Cierra los ojos.

—No podré dormir.

—Pero al menos cierra los ojos. Descansa la mente, eso también es

importante.

Como sabía que no se iría si no lo hacía los cerró y sintió su beso


sobre sus labios. —Aprovechado.

Él rio por lo bajo. —Sentirás si te necesitamos, no te preocupes.

Escuchó como salía del granero y suspiró. La invadió un cansancio


que la hizo bostezar y de repente en su mente vio a su madre. Esta sonrió

volviéndose ligeramente para mostrarle algo con la mano. Tras ella


aparecieron su abuela y su padre. Al ver a su padre se echó a llorar, pero él
le hizo un gesto como diciendo que no importaba, que no tomaba en cuenta
su desconfianza por creer que les había abandonado. Muchas personas más

les acompañaban y de repente todos desplegaron sus alas. Su madre dio un


paso hacia ella y dijo —La fuerza está en tu corazón, hija. Y tu corazón es

el de todos nosotros.

Abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama con la respiración


agitada. Confundida se pasó la mano por la frente. ¿Se había dormido?

Ángel a su lado gruñó estirando el rabo y corrió hacia la puerta

arrancando la espada del cinturón. En cuanto salió vio a la gente que se


acercaba. Eran unos cincuenta y Peter al borde del agujero gritó alertando a

los suyos. Matt y Bedelia se elevaron volando y eso les detuvo mirándoles
asombrados. Matt la vio y elevando su espada gritó —¡Vete a la puerta!

—¡No, Matt!

Su hermana y él fueron hacia los hombres y mujeres que de repente


echaron a correr hacia ellos. Cassady no tuvo más remedio que volar hacia

la puerta donde Jessica y Charlie resistían un ataque. Ella clavó su espada al


lado de la piedra y empujó con fuerza. —¿Qué hora es?

—¡Queda media hora! —gritó Charlie rojo del esfuerzo.

—¿Qué?
Se escuchó un estremecedor rugido en el interior. —¡Se está

preparando!

—¡Jessica ayúdales, les necesitamos!

Jessica se elevó y ella tuvo que poner toda su fuerza en ello.

Preocupada por los suyos miró hacia arriba. —¡Peter!

—¡Vienen más, son cientos! ¿Pulso? ¡Están en la línea!

—¡Sí!

Peter levantó el control remoto y se escucharon explosiones lo

bastante cerca como para que temblara la tierra. —No podrán con todos.
¡Peter!

Este corrió hacia ellos y empujó. Jessica llegó en ese momento

mostrando su espada ensangrentada. —Son demasiados.

—Que venga mi hermana. ¡Las dos me sustituiréis!

—¡Cassady queda poco!

—¡Si llegan hasta nosotros no podremos empujar! ¡Ponte aquí, entre

los cuatro aún podéis retenerlos!

Jessica no tardó en regresar con su hermana y Cassady se apartó


arrancando la espada de la tierra para salir volando. Al elevarse vio a la

multitud y como Matt luchaba contra los que podía. —Muy bien, jefe. Es
hora de echarnos una mano. —El suelo tembló y miró hacia abajo.
Entonces vio las vasijas y recordó su sueño. Recordó como en el diario

decía que estarían a su lado y tuvo un presentimiento. Se lanzó en picado y


estiró su brazo. La punta de su espada rompió la primera y después la

siguiente. Así una tras otra hasta llegar a la de su madre. El viento formó un
remolino con sus cenizas y ella se elevó sobre él gritando mientras elevaba

su espada. Matt miró hacia ella y en ese momento las cenizas se disiparon
mostrando a cientos de ángeles, que gritando la siguieron a toda velocidad

agarrando a los hombres y lanzándolos como si fueran muñecos sobre los


demás, mientras ella traspasaba con su espada a todo el que se le cruzaba

sabiendo que no debía sentir pena por ellos. El cielo se fue oscureciendo y
miró hacia allí.

—¡Está pasando! —gritó Matt volando hacia ella.

Su madre agarró a dos por las cabezas aplastándolas una contra la


otra y gritó —¡Hija vete! ¡Les retendremos!

Se volvió mientras la tierra temblaba y se lanzó en picado al

agujero. Eran muchos para estar ante ella, sería casi imposible empujar así.
—¡Peter, Charlie, apartad!

Lo hicieron en el acto y cada uno empujó donde pudo. Bedelia de


rodillas en la parte de abajo, Matt a la derecha, ella a la izquierda y Jessica

volaba empujando con el hombro. Por como temblaba la tierra supo que no
sería suficiente. Al ver que la piedra se resquebrajaba asustada miró a Matt.
—Nena… ¡No te rindas, empuja!

Sus amigos soplaban con fuerza y la piedra se congeló mostrando


los símbolos. Se le cortó el aliento al ver el que representaba la espada y

cuando el pedazo de barro cayó vio la suya en el suelo. Cada una en una
parte de la piedra, debía significar algo. —¡Sujetad! —Se agachó sin soltar

una mano y cogió su espada poniéndola como indicaba el símbolo. La


espada se pegó a la piedra con fuerza y brilló casi cegándoles, pero ella no

se apartó empujando con ambas manos. —¡Jess!

Desenvainó su espada e hizo lo mismo colocando la punta hacia


abajo y Matt sin perder tiempo la imitó. Bedelia miró a su hermana a los

ojos y Cassady susurró —Clávala.

Bedelia la clavó en el suelo con fuerza y las cuatro se iluminaron de

tal manera que relucían como el mismo sol mostrando la cruz en medio. A
medida que la luna cubría al sol, la luz que despedían las espadas se hacía

más fuerte y los temblores en la piedra disminuían. —¡Aguantad! —gritó


Matt—. ¡Esto no ha terminado!

Entonces el rugido en su interior se hizo ensordecedor y los

temblores aumentaron.

—Ahí viene ese malnacido —dijo Jessica.


Ella miró a Matt y susurró —Te amo.

—Te amo, nena. Siempre.

Emocionada miró la piedra y siseó —No pasarás.

—¿Cass?

—No tengas miedo, hermana. —Apretó los dedos contra la piedra

mientras la luna cubría por completo al sol. —Dios está con nosotros.

El impacto fue tan brutal que Jessica y Bedelia salieron despedidas.

Matt y ella gritaron del esfuerzo agitando sus alas y mientras Peter se tiró a
la piedra intentando ayudar. —¡Aparta! —gritó Jess porque sin darse cuenta

Matt y Cassady empezaron a agitar sus alas para empujar. Su amiga ocupó
su puesto aportando su fuerza y Bedelia llegó en ese momento.

—¡Ocho minutos! —gritó Charlie viendo como cada uno se

colocaba en una esquina.

Entonces Cassady sintió un roce en un costado y miró hacia atrás


para ver a una chica vestida totalmente de negro que apenas era una
adolescente con un arma en la mano. —Dejadle salir.

Volvió a disparar una y otra vez y las balas revotaron en su carne


cayendo al suelo. Sorprendida dejó caer la pistola y su madre volando llegó

en ese momento, la agarró del brazo y la lanzó fuera del hoyo. Lo sintió
muchísimo por ella. Era una cría, aquello era una locura.
El calor era sofocante y empezó a sudar muchísimo del esfuerzo.

—¡Cass no puedo más! —gritó su hermana.

—¡Seis minutos! —gritó Charlie—. ¡Quedan seis minutos!

No lo conseguirían. Una lágrima cayó por su mejilla y una grieta


recorrió la cruz de arriba abajo. —Dios, dame fuerzas. —A pesar de la luz
consiguió mirar a Matt que tenía el rostro contorsionado del esfuerzo como

en el busto. Separó los labios de la impresión y algo se removió en su


interior. No podía dejar que les pasara nada. No podía, tenía que
protegerles. Ellos eran su vida. Gritó haciendo retumbar la tierra y voló
alejándose haciendo que todos gritaran. Se giró mientras Peter y Charlie se
tiraban a la piedra para ayudar y Matt la miró sobre su hombro. —Nena no.

—Te amo. —Voló a toda velocidad hacia la puerta y la cruz se

reflejó en sus ojos. El impacto fue tan brutal que les tiró a todos sobre la
tierra provocando que todo temblara con fuerza. Cuando Matt miró hacia
ella vio como su cuerpo sangraba por varias heridas antes de caer al suelo
sin sentido. El aire se detuvo y se hizo el silencio antes de que las espadas

cayeran a su alrededor.

—¡Cassady! —Él corrió hacia ella y en ese momento sus alas

desaparecieron. —¡No nena, no! —La abrazó con fuerza pegando su mejilla
a la suya. —¿Por qué lo has hecho? —preguntó angustiado. La apartó para
mirar su rostro—. ¿Por qué no se cura? —Cogió su mano desesperado y la
pegó a la piedra. —Vamos nena, no puedes hacerme esto.

—Está muerta, Matt —dijo Jessica con lágrimas en los ojos—. Lo

ha hecho para salvarnos a todos.

—¡No! ¡No! ¡Ella no! —La abrazó de nuevo y miró a su hermana


que sollozaba rota de dolor. —¡Ella no! ¡No se lo merece! ¡Yo sí! ¡Cass ha
sacrificado toda su vida por la puerta!

Bedelia llorando cayó de rodillas. —Cassady. —Sollozó tapándose


el rostro con las manos y Charlie se agachó a su lado para abrazarla.

—¡No llores por ella, se pondrá bien! —Matt la apartó para mirar su
rostro y desesperado pasó la mano por su mejilla para borrar su sangre. —

No llores por ella porque se pondrá bien. Nos casaremos y la haré feliz.
Juro que lo haré, nena. Abre los ojos. —La pegó a él. —Abre los ojos, mi
amor. Porque te amo más que a nada y nada soy sin ti.

—Por un abrazo tuyo todo merece la pena.

Se le cortó el aliento y se apartó lentamente para ver que abría sus


preciosos ojos verdes sonriendo débilmente. —Lo conseguí —dijo con
esfuerzo.

Emocionado asintió. —Lo conseguiste, nos has salvado a todos.

—Quiero ir a Italia. Dicen que es preciosa.


—Iremos a donde tú quieras.

—Al Vaticano no, no me caen bien.

Rio por lo bajo asintiendo. —Lo pasaremos por alto.

—Y quiero todo eso que me prometiste.

—Soy un hombre de palabra.

Gimió cerrando los ojos. —Duele.

—Tienes muchas heridas, pero te estás curando. La herida de la


cabeza ya se ha cerrado. Te pondrás bien.

Bedelia apareció sobre ella. —¡Me has dado un susto de muerte! —


Se echó a llorar. —Estás viva, no daba un dólar por ti.

Sonrió divertida. —¿Y dejar escapar al hombre de mis sueños? —


Miró el rostro de Matt. —Está destinado a mí.

—Eso no lo dudes, nena. Somos uno desde que esos preciosos ojos
se posaron en mí.

—Y no te quitaré ojo, amor. De eso puedes estar seguro.


Epílogo

Cassady inspeccionó la gigantesca plancha por tercera vez en el día


y al revisar los gráficos vio que las vibraciones eran las habituales. Nada

preocupante o habría saltado la alarma. Escuchó un gruñido al otro lado de


la piedra y miró hacia allí, aunque ahora no se veía por la enorme plancha

de acero que tenía delante. Al escuchar que su suegra gritaba que la dejaran
salir bufó. —Qué pesada. —Se giró y su mirada recayó en las espadas que

estaban custodiadas en la urna de cristal blindado. La luz estaba en verde lo

que indicaba que la caja estaba cerrada.

Bedelia dio dos golpecitos al cristal de la sala de control y Cassady

dejó los gráficos en la bandeja para que los revisara Matt en cuanto llegara.
Pasó la palma sobre la pantalla táctil antes de acercar el rostro y que le

hicieran un escáner de reconocimiento. La puerta de acero de cincuenta

centímetros de espesor se abrió y en cuanto pasó se cerró deslizando los


cierres de seguridad. —Bedelia el quinto cierre chirria un poco, que Peter lo

revise en cuanto llegue del trabajo.

—Sí, hermana, aunque hoy tenía no sé qué con el nuevo alcalde

seguro que lo hace en cuanto llegue —dijo desde la sala. En cuanto se

acercó a ella levantó una revista mostrándosela —. ¿Qué? ¿Qué te parece?

Se acercó cogiéndola y le echó un vistazo a la habitación del bebé.

—Es bonita, pero creía que la querías en blanco como la mía. Además

Charlie dijo que también le gustaba más.

—Es por variar un poco. Mi consulta es toda blanca y estoy algo

cansada de ese color —dijo sonrojándose mirando por el cristal hacia la

puerta. En ese momento sonó un mensaje en su móvil y lo leyó a toda prisa

—. Genial, mi marido tardará una hora en llegar por culpa del tuyo. No sé

qué de unos contratos.

—No te quejes, el mío también está muy liado con el nuevo

prototipo. —Dejó la revista ante ella. —Cielo, no me la cuelas. Si te gusta

en blanco cómprala en blanco, a mí no me molesta. Como si la quieres

comprar igual. La vida es demasiado corta como para privarnos de lo que


nos gusta, sobre todo si podemos darnos el capricho.

Su hermana sonrió viendo cómo se acariciaba su enorme vientre


mientras iba hacia la puerta. —¿Será hoy?
—Espero que sí, mañana es luna llena.

—No va a pasar nada malo. Tenemos todo preparado para que lo

tengas aquí, pero si hace falta trasladarte se hará.

—Sí, para que no me pueda controlar y me salgan las alas en el

hospital.

Disimulando su inquietud su hermana sonrió. —Se quedarían de

piedra.

—Subo, me apetece echarme un rato. —Recorrió el pasillo en cuyas

paredes estaban las vasijas que milagrosamente habían aparecido intactas y

con las cenizas, así que habían decidido colocarlas allí protegiendo la

puerta. A pesar de que podía subir por las escaleras decidió subir en el

ascensor y se tocó el costado. —Vamos, vamos... Cielo, tienes que apurarte

un poco, no quiero que nazcas mañana. —Las puertas se abrieron

mostrando la cocina de última generación que su marido había diseñado.

Moderna limpia y muy funcional. Casi no se podía creer que tuviera esa

joya. Si hasta tenía un aspirador que trabajaba solo. Se acercó a la nevera y


cogió un vaso poniéndolo en el dispensador del agua. Bebió sedienta

tocándose el vientre mientras miraba por el enorme ventanal que iba de

pared a pared. Matt había insistido en eso porque ya que tenían que estar

tanto tiempo en casa que al menos tuvieran la luz y pudieran ver el paisaje.

Apretó los labios mirando esos campos ahora llenos de árboles y flores que
su marido había insistido en plantar. Incluso tenían una maravillosa piscina

intentando borrar lo que había ocurrido ya hacía un año. Afortunadamente

cuando ella se había recuperado los cadáveres ya habían desaparecido. Los


chicos se habían encargado de incinerarlos en la morgue del pueblo ya que

este estaba desalojado. Se buscaron a muchos desaparecidos de ese día,

pero nadie supo dar respuesta a lo que ahora era para todos un misterio.

Ángel se acercó y pasó su lomo por sus piernas. —Estás muy

mimoso, ¿quieres salir? —Abrió la puerta deslizándola a un lado y salió al

amplio porche que conectaba las tres casas iguales. Escuchó a Jessica

tocando el arpa en el salón de su casa e hizo una mueca porque cada vez lo

hacía mejor. Miró hacia el cielo y tomó aire dejando que el sol le diera en la

cara. —Hace un día precioso.

—Tú sí que eres preciosa —dijo Matt abrazándola por la espalda.

Suspiró de gusto. —¿Ya estás aquí? Llegas temprano.

—La reunión no ha durado mucho. He vendido el motor.

Se volvió sorprendida. —¿De veras? —Chilló de la alegría

abrazándole. —Felicidades, mi amor. Te lo mereces, has trabajado mucho.

—Él levantó una ceja. —Y no lo digo por inflar tu ego. —Él se echó a reír

cogiéndola en brazos. —¿A dónde me llevas?


—Vamos a acelerar ese parto, señora Bampton. Mañana es luna

llena y no quiero que te preocupes más por ese tema.

Sonrió y le besó en el lóbulo de la oreja. —¿Y sabes cómo?

—Podríamos caminar, hacer sentadillas, pero yo creo que esta idea

es mucho mejor —dijo comiéndosela con los ojos mientras la metía en el


dormitorio.

—Estoy dispuesta a lo que sea, marido.

—Deja que te desnude, preciosa.

FIN

Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años

publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su

categoría y tiene entre sus éxitos:

1- Vilox (Fantasía)

2- Brujas Valerie (Fantasía)

3- Brujas Tessa (Fantasía)

4- Elizabeth Bilford (Serie época)

5- Planes de Boda (Serie oficina)


6- Que gane el mejor (Serie Australia)

7- La consentida de la reina (Serie época)

8- Inseguro amor (Serie oficina)

9- Hasta mi último aliento

10- Demándame si puedes

11- Condenada por tu amor (Serie época)

12- El amor no se compra

13- Peligroso amor

14- Una bala al corazón

15- Haz que te ame (Fantasía escocesa) Viaje en el tiempo.

16- Te casarás conmigo

17- Huir del amor (Serie oficina)

18- Insufrible amor

19- A tu lado puedo ser feliz

20- No puede ser para mí. (Serie oficina)

21- No me amas como quiero (Serie época)

22- Amor por destino (Serie Texas)

23- Para siempre, mi amor.


24- No me hagas daño, amor (Serie oficina)

25- Mi mariposa (Fantasía)

26- Esa no soy yo


27- Confía en el amor

28- Te odiaré toda la vida

29- Juramento de amor (Serie época)

30- Otra vida contigo

31- Dejaré de esconderme

32- La culpa es tuya

33- Mi torturador (Serie oficina)

34- Me faltabas tú
35- Negociemos (Serie oficina)

36- El heredero (Serie época)


37- Un amor que sorprende

38- La caza (Fantasía)


39- A tres pasos de ti (Serie Vecinos)

40- No busco marido


41- Diseña mi amor

42- Tú eres mi estrella


43- No te dejaría escapar

44- No puedo alejarme de ti (Serie época)


45- ¿Nunca? Jamás
46- Busca la felicidad

47- Cuéntame más (Serie Australia)


48- La joya del Yukón
49- Confía en mí (Serie época)

50- Mi matrioska
51- Nadie nos separará jamás

52- Mi princesa vikinga (Serie Vikingos)


53- Mi acosadora

54- La portavoz
55- Mi refugio
56- Todo por la familia

57- Te avergüenzas de mí
58- Te necesito en mi vida (Serie época)

59- ¿Qué haría sin ti?


60- Sólo mía

61- Madre de mentira


62- Entrega certificada

63- Tú me haces feliz (Serie época)


64- Lo nuestro es único

65- La ayudante perfecta (Serie oficina)


66- Dueña de tu sangre (Fantasía)

67- Por una mentira


68- Vuelve
69- La Reina de mi corazón
70- No soy de nadie (Serie escocesa)

71- Estaré ahí


72- Dime que me perdonas

73- Me das la felicidad


74- Firma aquí

75- Vilox II (Fantasía)


76- Una moneda por tu corazón (Serie época)

77- Una noticia estupenda.


78- Lucharé por los dos.

79- Lady Johanna. (Serie Época)


80- Podrías hacerlo mejor.

81- Un lugar al que escapar (Serie Australia)


82- Todo por ti.

83- Soy lo que necesita. (Serie oficina)


84- Sin mentiras
85- No más secretos (Serie fantasía)

86- El hombre perfecto


87- Mi sombra (Serie medieval)

88- Vuelves loco mi corazón


89- Me lo has dado todo
90- Por encima de todo

91- Lady Corianne (Serie época)


92- Déjame compartir tu vida (Series vecinos)

93- Róbame el corazón


94- Lo sé, mi amor

95- Barreras del pasado


96- Cada día más
97- Miedo a perderte

98- No te merezco (Serie época)


99- Protégeme (Serie oficina)

100- No puedo fiarme de ti.


101- Las pruebas del amor

102- Vilox III (Fantasía)


103- Vilox (Recopilatorio) (Fantasía)

104- Retráctate (Serie Texas)


105- Por orgullo

106- Lady Emily (Serie época)


107- A sus órdenes

108- Un buen negocio (Serie oficina)


109- Mi alfa (Serie Fantasía)

110- Lecciones del amor (Serie Texas)


111- Yo lo quiero todo

112- La elegida (Fantasía medieval)


113- Dudo si te quiero (Serie oficina)

114- Con solo una mirada (Serie época)


115- La aventura de mi vida

116- Tú eres mi sueño


117- Has cambiado mi vida (Serie Australia)

118- Hija de la luna (Serie Brujas Medieval)


119- Sólo con estar a mi lado

120- Tienes que entenderlo


121- No puedo pedir más (Serie oficina)

122- Desterrada (Serie vikingos)


123- Tu corazón te lo dirá

124- Brujas III (Mara) (Fantasía)


125- Tenías que ser tú (Serie Montana)
126- Dragón Dorado (Serie época)

127- No cambies por mí, amor


128- Ódiame mañana

129- Demuéstrame que me quieres (Serie oficina)


130- Demuéstrame que me quieres 2 (Serie oficina)

131- No quiero amarte (Serie época)


132- El juego del amor.
133- Yo también tengo mi orgullo (Serie Texas)

134- Una segunda oportunidad a tu lado (Serie Montana)


135- Deja de huir, mi amor (Serie época)
136- Por nuestro bien.

137- Eres parte de mí (Serie oficina)


138- Fue una suerte encontrarte (Serie escocesa)

139- Renunciaré a ti.


140- Nunca creí ser tan feliz (Serie Texas)

141- Eres lo mejor que me ha regalado la vida.


142- Era el destino, jefe (Serie oficina)

143- Lady Elyse (Serie época)


144- Nada me importa más que tú.

145- Jamás me olvidarás (Serie oficina)


146- Me entregarás tu corazón (Serie Texas)

147- Lo que tú desees de mí (Serie Vikingos)


148- ¿Cómo te atreves a volver?

149- Prometido indeseado. Hermanas Laurens 1 (Serie


época)

150- Prometido deseado. Hermanas Laurens 2 (Serie época)


151- Me has enseñado lo que es el amor (Serie Montana)
152- Tú no eres para mí
153- Lo supe en cuanto le vi

154- Sígueme, amor (Serie escocesa)


155- Hasta que entres en razón (Serie Texas)

156- Hasta que entres en razón 2 (Serie Texas)


157- Me has dado la vida

158- Por una casualidad del destino (Serie Las Vegas)


159- Amor por destino 2 (Serie Texas)

160- Más de lo que me esperaba (Serie oficina)


161- Lo que fuera por ti (Serie Vecinos)

162- Dulces sueños, milady (Serie Época)


163- La vida que siempre he soñado

164- Aprenderás, mi amor


165- No vuelvas a herirme (Serie Vikingos)
166- Mi mayor descubrimiento (Serie Texas)
167- Brujas IV (Cristine) (Fantasía)

168- Sólo he sido feliz a tu lado


169- Mi protector
170- No cambies nunca, preciosa (Serie Texas)
171- Algún día me amarás (Serie época)

172- Sé que será para siempre


173- Hambrienta de amor
174- No me apartes de ti (Serie oficina)

175- Mi alma te esperaba (Serie Vikingos)


176- Nada está bien si no estamos juntos
177- Siempre tuyo (Serie Australia)
178- El acuerdo (Serie oficina)
179- El acuerdo 2 (Serie oficina)

180- No quiero olvidarte


181- Es una pena que me odies
182- Si estás a mi lado (Serie época)
183- Novia Bansley I (Serie Texas)

184- Novia Bansley II (Serie Texas)


185- Novia Bansley III (Serie Texas)
186- Por un abrazo tuyo (Fantasía)

Novelas Eli Jane Foster

1. Gold and Diamonds 1


2. Gold and Diamonds 2
3. Gold and Diamonds 3

4. Gold and Diamonds 4


5. No cambiaría nunca
6. Lo que me haces sentir

Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se

pueden leer de manera independiente

1. Elizabeth Bilford

2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco

6. Deja de huir, mi amor


7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor

10. Juramento de amor


11. Una moneda por tu corazón
12. Lady Corianne
13. No quiero amarte

14. Lady Elyse

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