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2) En "Casa Tomada", los hermanos Irene y el narrador se enfrentan a una situación inesperada

que desafía su sentido de posesión y seguridad en su propio hogar. La presencia de los intrusos
en la casa representa una amenaza a su intimidad y a su sentido de pertenencia. Esta intrusión
plantea una posición antagonista entre la resistencia y la rendición, totalmente absoluta. Por
un lado, los hermanos deciden resistir y proteger su espacio “El sonido venía impreciso y sordo,
como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo
oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas
piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes que fuera demasiado tarde”,
encerrándose en la parte delantera de la casa, por el otro no se resisten a la parte que poco
utilizaban de la casa “—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo. —
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados. —¿Estás seguro? —Asentí. —
Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.”, aunque se
mostraban tristes por perdida de ciertos objetos como los libros franceses “Con frecuencia
(pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos
mirábamos con tristeza. —No está aquí. — Y era una cosa más de todo lo que habíamos
perdido al otro lado de la casa.”. Esta actitud de resistencia muestra su deseo de mantener el
control y preservar su sentido de pertenencia. Sin embargo, a medida que los ruidos y la
presencia de los intrusos persisten, su resistencia se ve desafiada y comienzan a cuestionar si
vale la pena luchar por un espacio que ya no les pertenece. Por otro lado, la rendición se
presenta como una opción para los hermanos. Deciden abandonar la casa, dejando atrás todos
sus recuerdos y posesiones. Esta decisión implica una renuncia a su espacio y una aceptación
de la pérdida “No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta
la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte, pero siempre sordos,
a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía
nada. —Han tomado esta parte —dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban
hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado,
soltó el tejido sin mirarlo. —¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? —le pregunté inútilmente.
—No, nada. — Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de
mi dormitorio. Ya era tarde ahora.”.

La rendición puede interpretarse como una forma de liberación, de dejar atrás el pasado y
buscar un nuevo comienzo, como solían hacer los escritores argentinos por la época, buscando
la liberación ya no política, si no cultural, deshaciéndose de las “cadenas” que los apresaban en
la cultura española. En el contexto de la literatura argentina, estas posiciones antagonistas
reflejan las tensiones y conflictos presentes en la sociedad. La historia de "Casa Tomada" puede
ser interpretada como una metáfora de la lucha entre los valores tradicionales y la
modernidad, la resistencia frente a la invasión cultural extranjera o incluso la lucha contra la
opresión política. Estas temáticas son recurrentes en la literatura argentina, donde se exploran
las tensiones entre diferentes clases sociales, entre el pasado y el presente, y entre el
individualismo y el colectivismo. En "Casa Tomada" y en la literatura argentina en general, se
presentan posiciones antagonistas que reflejan las tensiones y conflictos sociales, políticos y
culturales del país. La resistencia y la rendición son dos posturas opuestas que se entrelazan en
la narrativa.
3A) La expresión “estructura de un espejismo” se refiere a la forma en que Sarmiento
construye su relato histórico en Facundo, basándose en una oposición binaria entre civilización
y barbarie, que no corresponde a la realidad de la época, sino que la distorsiona y la simplifica.
Un espejismo es una ilusión óptica que se produce cuando los rayos de luz se refractan por el
aire caliente, creando una imagen falsa de objetos lejanos o del cielo. De manera similar,
Sarmiento crea una imagen falsa de la historia argentina, refractando los hechos a través de su
ideología y perspectiva.

Sarmiento presenta su versión de los acontecimientos que siguieron a la declaración de la


independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sosteniendo que la revolución fue
un fracaso, porque no logró consolidar una nación moderna y democrática, sino que abrió las
puertas al despotismo y la guerra civil. Sarmiento culpa de esto a los caudillos federales, que
representan la barbarie, y elogia a los unitarios, que representan la civilización: “Las ciudades
triunfan de los españoles, y las campañas, de las ciudades. He aquí explicado el enigma de la
revolución argentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810 y el último aún no ha sonado
todavía”.

La frase plantea que este enigma de la revolución argentina, con sucesos y cambios en curso
desde 1810, aún no ha llegado a su conclusión definitiva. El "último tiro" que aún no ha sonado
se refiere a una transformación o desenlace que todavía está por venir. Al mismo tiempo, las
regiones rurales y los caudillos, que simbolizan la violencia y la barbarie, obtuvieron influencia
sobre las ciudades, creando una tensión y una incertidumbre persistente. Todo esto en
conjunto, en conclusión, lleva a que la sensación de emancipación que transmite Sarmiento, y
al mismo tiempo, el clima de violencia en el cual transcurre la revolución, genere una imagen
contradictoria y desconcertante, propia de un espejismo.

Por otro lado, Sarmiento también destaca la confusión y la falta de claridad en los valores de la
sociedad de la época. Facundo Quiroga, siendo un caudillo, personifica esta ambigüedad moral
y cultural: “Cualquiera que fuese el partido dominante, gobernador y empleados eran tomados
de la parte educada de la población, hasta el año 1833, en que Facundo Quiroga colocó a un
hombre vulgar en el gobierno. Éste, no pudiéndose sustraer a la influencia de las costumbres
civilizadas que prevalecían a despecho en el poder, se entregó a la dirección de la parte culta,
hasta que fue vencido por Brizuela, jefe de los riojanos, sucediéndole el general Benavides, que
conserva el mando hace nueve años, no ya como una magistratura periódica, sino como
propiedad suya”. Facundo Quiroga rompió con esta tradición al nombrar a un hombre vulgar, es
decir, alguien sin educación o refinamiento, en un cargo gubernamental. A pesar de su origen
humilde, este hombre no pudo escapar de la influencia de las costumbres civilizadas y
educadas que predominaban en la sociedad, lo que llevó a que se dejara guiar por la dirección
de la parte culta de la población.

Sin embargo, su visión es parcial y sesgada, ya que ignora o minimiza otros aspectos de la
realidad histórica, como las causas económicas y sociales del conflicto, las diferencias
regionales y culturales entre las provincias, las contradicciones y los matices dentro de cada
bando, las influencias externas y los intereses en juego. Sarmiento también idealiza a los
unitarios como defensores de la libertad y el progreso, sin reconocer sus errores y sus
limitaciones. Sarmiento también exagera el carácter bárbaro y sanguinario de los caudillos, sin
admitir sus méritos y sus razones.
De este modo, el autor construye una estructura de un espejismo, que pretende ser una
explicación histórica, pero que en realidad es una interpretación ideológica. Sarmiento usa la
figura de Facundo como un símbolo de la barbarie, y la contrapone a la civilización
representada por Europa y Norteamérica. Sarmiento intenta demostrar que la barbarie es el
principal obstáculo para el desarrollo de Argentina, y que solo se puede superar mediante la
educación y la civilización.

3B) Para responder esta pregunta, nos sirve hablar un poco sobre el contexto histórico y
literario en el que Sarmiento escribió Facundo, así como su propia posición política e
ideológica. Sarmiento era un intelectual que pertenecía al partido unitario, que defendía la
centralización del poder en Buenos Aires y la adopción de un modelo de desarrollo basado en
la educación, el comercio y la inmigración europea. Sarmiento estaba exiliado en Chile cuando
escribió Facundo, y su objetivo era denunciar el régimen de Juan Manuel de Rosas, el caudillo
federal que gobernaba Buenos Aires con mano de hierro desde 1835. Sarmiento consideraba a
Rosas como el máximo exponente de la barbarie, y lo responsabilizaba de la violencia, la
corrupción y el atraso que sufría el país.

Para expresar su crítica, Sarmiento recurrió a la figura de Juan Facundo Quiroga, otro caudillo
federal que había sido asesinado en 1835 por orden de Rosas. Sarmiento tomó la vida de
Facundo como un ejemplo de la influencia nefasta que tenía el medio geográfico y social sobre
el carácter de los argentinos. Según Sarmiento, Facundo era un producto de la llanura
pampeana, donde reinaban la soledad, el silencio y la monotonía. Allí se formó el gaucho, un
hombre rudo, salvaje y rebelde, que despreciaba la ley y la autoridad. El gaucho se convirtió en
el instrumento de los caudillos, que lo usaban para imponer su voluntad por la fuerza. Así,
Sarmiento estableció una oposición entre la civilización y la barbarie, que se manifestaba en
todos los ámbitos de la vida nacional: geográfico, político, social, cultural y moral.

Lo que el autor toma como falso es la idea de que Argentina es una nación homogénea y
civilizada, que comparte los valores y las aspiraciones de las naciones europeas y
norteamericanas. Sarmiento cree que esa idea es una ilusión creada por las elites porteñas,
que ignoran o disimulan la realidad del interior del país. Lo que construye como copia
verdadera es la imagen de un país dividido y dominado por la barbarie, que se expresa en el
caudillismo, el federalismo, el analfabetismo, el fanatismo religioso y la violencia. Sarmiento
usa la figura de Facundo como un símbolo de la barbarie, y la contrapone a la civilización
representada por Europa y Norteamérica. Sarmiento admira a estas naciones por su progreso
material, su organización política y su cultura ilustrada.

En el capítulo IV de Facundo, titulado “Revolución de 1810”, Sarmiento construye una copia de


la historia argentina que enfatiza el papel de los caudillos federales como agentes de la
anarquía y el atraso, y el de los unitarios como defensores de la libertad y el progreso.
Sarmiento critica la Revolución de Mayo como un movimiento que no logró consolidar una
nación moderna y democrática, sino que abrió las puertas al despotismo y la guerra civil.
Sarmiento sostiene que los revolucionarios no supieron aprovechar las oportunidades que les
brindaba el contexto internacional, ni comprender las necesidades del pueblo. Por el contrario,
los caudillos federales aprovecharon el vacío de poder para imponer sus intereses particulares
y someter a las provincias a su arbitrio. Sarmiento describe con detalle las atrocidades
cometidas por los caudillos contra sus adversarios políticos y contra la población civil. Así,
Sarmiento intenta demostrar que la barbarie es el principal obstáculo para el desarrollo de
Argentina, y que solo se puede superar mediante la educación y la civilización.
3C) La frase de Piglia que se pide explicar pertenece a una entrevista que le hicieron Guareschi
y Halperin en 1986, y que se publicó en el libro Crítica y ficción. En esa entrevista, Piglia habla
sobre la relación entre literatura y política, y en particular sobre la obra de Esteban Echeverría,
autor de El Matadero. El enunciado original dice lo siguiente: “Lo notable es que ese libro ha
logrado imponer esa duplicación como construcción histórica. Es decir, ha logrado hacer creer
que la historia argentina es la historia de la lucha entre civilización y barbarie. Y eso es una
construcción literaria, no es un dato histórico. Es una construcción literaria que tiene una
enorme eficacia política, porque permite organizar el campo político en función de esa
oposición.”

Lo que Piglia quiere decir con esta frase es que El Matadero no es solo un relato ficcional, sino
también una interpretación ideológica de la historia argentina, que se basa en la oposición
binaria entre civilización y barbarie. Esta oposición, según Piglia, no refleja la realidad histórica,
sino que la simplifica y la distorsiona, pero al mismo tiempo tiene un gran poder para influir en
la forma en que se piensa y se actúa políticamente. Así, El Matadero no solo narra una escena
de violencia entre federales y unitarios, sino que también propone una visión del país que
favorece a los unitarios como representantes de la civilización frente a los federales como
representantes de la barbarie.

Ahora bien, ¿cómo impone esa duplicación histórica en el cuento “Casa Tomada” de Cortázar?
Para responder a esta pregunta hay que tener en cuenta que “Casa Tomada” es un cuento
fantástico, que juega con la ambigüedad y el misterio, y que no ofrece una explicación clara ni
única de lo que ocurre en él. Sin embargo, se pueden encontrar algunas pistas que sugieren
una posible lectura política del cuento, relacionada con la oposición entre civilización y
barbarie.

En primer lugar, hay que señalar que el cuento se publicó por primera vez en 1946, el mismo
año en que Juan Domingo Perón asumió la presidencia de Argentina, con el apoyo de los
sectores populares y sindicales. Este hecho marcó el inicio de un período histórico conocido
como el peronismo, que generó fuertes tensiones y conflictos entre los partidarios y los
opositores de Perón. Estos últimos eran mayoritariamente sectores medios y altos de la
sociedad, vinculados a la cultura europea y a las tradiciones liberales. Algunos críticos han
señalado que el cuento de Cortázar podría ser una alegoría de esta situación política, en la que
los hermanos protagonistas representarían a la clase media culta y conservadora, mientras que
los intrusos que toman su casa representarían al peronismo como una fuerza popular y
bárbara.

En segundo lugar, hay que analizar el simbolismo de la casa y de los personajes. La casa es
descrita como espaciosa y antigua, llena de recuerdos familiares y objetos valiosos. La casa es
también el único espacio donde viven los hermanos, quienes no tienen contacto con el mundo
exterior ni con otras personas. Los hermanos se dedican a cuidar la casa con meticulosidad y a
realizar actividades culturales como leer libros franceses o tejer prendas de lana. La casa podría
simbolizar entonces el patrimonio cultural y material de una elite ilustrada y refinada, que se
aísla del resto de la sociedad y se resiste al cambio. Los hermanos podrían simbolizar entonces
a los individuos de esa elite, que viven en una especie de incesto simbólico y que no tienen
proyectos ni deseos propios.
Los intrusos son lo opuesto a la casa y a los hermanos. No se los ve ni se los nombra, solo se los
escucha a través de ruidos imprecisos y amenazantes. Los intrusos van ocupando
progresivamente la casa, obligando a los hermanos a abandonar las habitaciones y a reducir su
espacio vital. Los intrusos no respetan la casa ni sus objetos, sino que los usan y los destruyen.
Los intrusos podrían simbolizar entonces una fuerza desconocida y hostil, que irrumpe en el
orden establecido y lo desplaza. Los intrusos podrían simbolizar entonces a los sectores
populares y marginales de la sociedad, que reclaman su lugar y su voz, y que cuestionan la
autoridad y la legitimidad de la elite.

En tercer lugar, hay que considerar el final del cuento. Los hermanos terminan saliendo de la
casa con lo puesto, sin llevarse nada de lo que habían acumulado. Tiran la llave por la
alcantarilla y se van caminando por la calle, sin rumbo ni destino. El cuento termina con una
frase enigmática: “Sólo sé que nos echamos a llorar, abrazados”. El final podría interpretarse
entonces como una derrota de la civilización frente a la barbarie, como una expulsión de los
hermanos de su propio espacio y de su propia identidad. El final podría interpretarse también
como una liberación de los hermanos de su encierro y de su inercia, como una apertura a una
nueva realidad y a una nueva posibilidad de vida.

Finalmente, hay que relacionar el cuento con las características analizadas por Martín Kohan en
Las fronteras de la muerte. Kohan es un escritor y crítico argentino que ha estudiado la obra de
Echeverría y su influencia en la literatura argentina. En su ensayo, Kohan se propone analizar el
modo en que El Matadero representa la violencia popular y sus efectos sobre el cuerpo y el
lenguaje. Kohan identifica dos características principales en el relato de Echeverría: la
desmesura y el silenciamiento.

La desmesura se refiere al exceso y al desborde que caracterizan a la violencia popular en El


Matadero. Kohan señala que esta violencia no tiene límites ni proporciones, sino que se
expande y se multiplica sin control. La violencia popular no respeta las normas ni las leyes, sino
que las transgrede y las subvierte. La violencia popular no tiene un fin ni un sentido, sino que
es pura expresión de fuerza y de pasión.

El silenciamiento se refiere al efecto que produce la violencia popular sobre el cuerpo y el


lenguaje del unitario. Kohan señala que esta violencia no solo mata al unitario, sino que
también lo mutila y lo desfigura. La violencia popular no solo anula al unitario como sujeto
político, sino que también lo anula como sujeto hablante. La violencia popular no solo impide
al unitario decir lo que piensa, sino que también impide que se lo escuche o se lo entienda.

Ahora bien, ¿cómo se pueden aplicar estas características al cuento “Casa Tomada” de
Cortázar? Se podría decir que en el cuento también hay una presencia de la desmesura y el
silenciamiento, pero con algunas diferencias respecto a El Matadero.

La desmesura en el cuento se manifiesta en la forma en que los intrusos van tomando la casa
sin motivo ni explicación. Los intrusos no tienen límites ni proporciones, sino que se expanden
y se multiplican sin control. Los intrusos no respetan las normas ni las leyes, sino que las
transgreden y las subvierten. Los intrusos no tienen un fin ni un sentido, sino que son pura
expresión de fuerza y de pasión.
El silenciamiento en el cuento se manifiesta en el efecto que producen los intrusos sobre el
cuerpo y el lenguaje de los hermanos. Los intrusos no solo expulsan a los hermanos de su casa,
sino que también los privan de sus objetos y sus recuerdos. Los intrusos no solo anulan a los
hermanos como sujetos culturales, sino que también los anulan como sujetos hablantes. Los
intrusos no solo impiden a los hermanos decir lo que piensan.

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