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EL AYUNO DEL BEHQIUE Y EL MSIBOLSMIO DEL ESQU

Manuel A. García Arévalo

¿Quiénes eran los behiques?


Entre las tribus tainas, el brujo o médico hechicero (medicine-man) recibía el nombre de behique, según
nos informa Fray Ramón Pané, quien en su 'Relación acerca de las antigüedades de los indios' (1974:
33-43), ofrece un vivo relato de las funciones y atributos mágico-religiosos de estos curanderos
primitivos que eran los responsables de velar por la recuperación de los enfermos.

El vocablo behique, en la práctica es sinónimo de la palabra shamán, que proviene originalmente del
tungús - una lengua nativa siberiana - y se deriva del verbo sha, que significa "saber". El término
chamán ha sido ampliamente analizado por los antropólogos rusos, quienes lo incorporaron al
vocabulario etnológico universal. En un sentido homogéneo y por extensión, se llama chamán a todos
aquellos especialistas o iniciados que, por medio de las técnicas del éxtasis, entran en trance para
emprender lo que Mircea Eliade refiere como un "vuelo mágico" o viaje extático, durante el cual, cree
el oficiante, que su alma abandona el cuerpo para emprender ascensiones al cielo o descender al
infierno. De tal manera, continúa diciendo Eliade (1976:23): "El chamán domina sus 'espíritus' en el
sentido en que él, que es un ser humano, logra comunicarse con los muertos, los demonios y los
'espíritus de la Naturaleza', sin convertirse por ello en un instrumento suyo".

Al chamán se le confiere un conocimiento en las técnicas arcaicas del éxtasis que producen un estado
de alteración de la conciencia, atribuyéndosele poderes para curar a los enfermos y comunicarse con
el mundo del "más allá". Por ser capaz de entrar en trance y emprender un viaje ascensorial de
carácter místico para conectar con lo sobrenatural, el chamán es alguien a quien se le respeta por su
"poder" y "saber" (Junquera Rubio 1999). Por tanto, la indumentaria y los instrumentos rituales del
chamán están cargados de un marcado simbolismo esotérico frente a la comunidad, percibiéndole
como a un hombre al que se le atribuían poderes sagrados.

En el caso de los behiques tainos, éstos alcanzaban el trance extático mediante la inhalación de los
polvos alucinógenos de la cohoba (Piptadenia peregrina). Los efectos sicotropicos de esta planta
permitían la transmigración de sus almas y con ello entraban en contacto con las divinidades y los
seres míticos que controlaban las fuerzas sobrenaturales (Veloz Maggiolo 1972: 188-201). Eran
personas capaces de comunicarse con las deidades o cemíes y de "volar" imaginariamente al Coaybay,
que era la región donde habitaban los muertos para ir en busca del alma de los enfermos, con el
propósito de regresarla a la tierra, cuando ésta abandonaba el cuerpo luego de haber sido robada o
arrancada por algún espíritu. Además, los behiques tenían otras importantes funciones a su cargo,
entre ellas la de organizar el culto a los cemíes, asistiendo a los caciques, siendo los responsables de la
confección antropomórfica de tales ídolos, siguiendo los preceptos rituales tradicionales vinculados a

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la ceremonia de la cohoba (Pané 1974: 41-43; Cassa 1974:177-180; Deive 1978).

El "vuelo mágico" y su connotación ornitomorfa


En muchos de los instrumentos rituales asociados al uso de la cohoba, como sucede en el caso de las
espátulas vómicas, aparecen representadas diversas especies de aves, entre las que sobresalen los
pelícanos (Pelecanus occidentalis). Estas imágenes ornitomorfas de seguro guardan una consonancia
directa con la facultad que tenían los behiques para que su alma se desplazara del cuerpo y pudiera
"volar" por el cosmos hasta ascender a la región de los espíritus. Ver fig. 1.

El simbolismo ornitomorfo está siempre presente en el indumento chamánico. Esto puede explicar el
marcado bimorfismo del "hombre pájaro" que se observa con frecuencia en el arte taino (García
Arévalo 1977). Estas representaciones antropo-ornitornorfas aluden a la capacidad que tenían, no solo
los behiques sino también los caciques, de trasmutarse en aves para emprender un "vuelo mágico",
traspasando la realidad del mundo normal, que le permitía adentrarse en la geografía mitológica de
los tainos (Suro 1966; Arrom, García Arévalo 1988). Ver fig. 2.

Efectos terapéuticos de la dieta


Acerca de las prácticas curativas de los behiques, Pané (1974: 35) nos informa lo siguiente:
"Cuando alguno está enfermo, le llevan el behique, que es el médico sobredicho. El médico está obligado
a guardar dieta, lo mismo que el paciente, y a poner cara de enfermo. Lo cual se hace de este modo que
ahora sabréis. Es preciso que también se purgue como el enfermo; y para purgarse toman cierto polvo,
llamado cohoba, aspirándolo por la nariz, el cual les embriaga de tal modo que no saben lo que se hacen;
y así dicen muchas cosas fuera de juicio, en las cuales afirman que hablan con los cemíes, y que éstos
les dicen que de ellos les ha venido la enfermedad" .

La observancia del ayuno era uno de los requisitos básicos en las prácticas curativas de los behiques
tainos. Al extremo que si el enfermo finalmente moría, los parientes podrían atribuirlo a una
deficiencia operativa del behique por no haber guardado el ayuno reglamentario (Pané 1974: 39-40).

Aún en la actualidad, el ayuno es utilizado como una de las técnicas terapéuticas asociadas a las
prácticas chamánicas suramericanas, evidenciando su fuerte vinculación con las costumbres
ancestrales de los aborígenes antillanos. Alfred Métraux (1973: 85), al hablar sobre el tratamiento
curativo de los piai de las Guayanas y de la Amazonia, corrobora que a menudo el médico indígena
impone al enfermo una dieta severa, que debe ser igualmente observada por sus parientes.

La medicina naturalista, hoy en día, reconoce las propiedades beneficiosas del ayuno terapéutico,
utilizado como instrumento curativo de muchas enfermedades, ya que a través de una limpieza
sistemática el organismo puede restaurarse por etapas a la plena normalidad fisiológica, liberando al
ser humano no sólo de sus detritos físicos, sino también en el plano psíquico (Mañón Rossi: 2001).

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El estado esquelético
En la literatura chamánica, el ayuno no sólo forma parte de la acción terapéutica del chamán, sino que
constituye una parte importante dentro de sus propios ritos de iniciación, con que el novicio procede
a efectuar purificaciones radicales, como la de observar una dieta estricta, capaz de reducir al cuerpo
a la apariencia de un esqueleto.

Las descripciones etnográficas aportadas por Métreaux (1973:73), para Suramérica, ilustran como los
piai debían pasar un período de retiro durante el cual observaban continencia y ciertas prohibiciones
alimenticias. Según este autor, los indios aseguraban que el aprendiz de chamán no ingería alimentos
sólidos durante un año, llevando un régimen alimenticio ligero y que a veces llegaban a tener hambre.
Sobre todo, antiguamente, cuando los novicios padecían hambre al tener que alimentarse de frutos
silvestres al pasar algún tiempo solos en la selva o en las montañas, para propiciar el contacto con los
espíritus.

Pascal Lacombe (2000:38) en las prácticas chamánicas realizadas en la Amazonia en condición de


observador participante, experimentó el rigor de la dieta previo al uso ritual de la ayahuasca
(Banisteriopsis Caapi) para aumentar la intensidad de los efectos sicotrópicos de esta planta y así, por
medio de la experiencia alucinógena, disponerse a penetrar de forma natural en el mundo de los
espíritus. En tal sentido, Lacombe (2000:10) refiere: "La ayahuaca es, a menudo, la planta 'maestra '
de u n curandero, pero todos los buenos chamanes tienen un conocimiento profundo de muchísimas
otras sustancias que ellos absorben de forma ritual y estricta durante largas 'dietas chamánicas' y
hacen de este conocimiento un aliado potente que contribuye grandemente al ejercicio de su arte".
Sobre este particular, Lacombe (2000:23) agrega que: "la dieta de aprendizaje es de las partes difíciles
de soportar pero indispensable... El régimen alimenticio es muy estricto: alternar un poco de arroz
hervido, plátanos asados, un poco de manioca y a veces pequeñas raciones de pescado ahumado o
hervido. Todo sin una pizca de sal, ni de azúcar, ni de especies ni de grasas. El objetivo es, sin morirse
de hambre, debilitar y purificar el cuerpo suficientemente para que el espíritu tome la delantera".

En el caso de los behiques tainos de la isla Española, Fray Ramón Pané, en su 'Relación', hace énfasis en
los prolongados ayunos a los que constantemente aquéllos se sometían. Por su parte, Fray Bartolomé
de las Casas (1967:177-178) refiere cómo los behiques de la isla de Cuba estaban sujetos a rigurosas
provisiones alimenticias: "Ayunaban cuatro meses, y más, continuos, sin comer cosa alguna, sino sólo
cierto zumo de yerba o yerbas, que solamente para sustentarlos que no muriesen, bastaba; de donde
se colige que debía ser de grandísima virtud aquella yerba o yerbas... Macerados, pues, y
atormentados de aquel cruel y aspérimo y prolijo ayuno, que no les faltaba sino expirar, decíase
entonces que estaban dispuestos y dignos que les apareciese y de ver la cara del Cerní...". En adición
a las dietas radicales que debían afrontar los novicios como prueba iniciática durante un prolongado
retiro, tanto Pané (1974:47) como Las Casas también hablan de un período de seis o siete días de
duración, que se observaba para las sesiones periódicas como parte del carácter ritual de la cura
(Deive 1978:57).

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El ayuno no sólo ayudaba a los behíques a purificar sus cuerpos con fines terapéuticos y hacer más
eficaz el efecto alucinógeno de la cohoba, sino que les permitía adoptar la apariencia esquelética,
asociada a su liberación ritual sobre la muerte. Por tal razón, en las manifestaciones artísticas de la
cultura taina, los behiques son comúnmente representados en estado caquéxico o de esqueleto,
especialmente en los vasos efigies de cerámica, en los que podemos apreciar la figura de estos médicos
hechiceros, modelados con un gran realismo plástico, mostrando su caja torácica con las costillas
visibles, clavículas, omóplatos, los carreteles de la columna vertebral y el sacro, así como los huesos
coxales que forman la pelvis. Ver fig. 3.

En algunas de estas representaciones, la imagen del behique muestra un engrosamiento o hinchazón de


las piernas, como síntoma de haber estado sometido a un prolongado ayuno, ya que, según la teoría
médica, el edema de pierna se observa con frecuencia en el estado de déficit proteínico en la dieta o
también por hepatopatías consecuencia del metabolismo alterado del hígado por consumo de
sustancias silvestres, alucinógenas y hepatotóxicas. (El doctor René Herrera Fritot (1952: 94-97)
descarta que el exagerado engrosamiento de las piernas que muestran los aludidos vasos efigies
antropomorfos, se trate de la representación de indios enfermos de elefantiasis o de filaríais, ya que
según los médicos especialistas, dichas enfermedades no existían en las Antillas antes del
Descubrimiento y las mismas fueron traídas del África con la importación de los negros esclavos).

Es evidente que el esqueleto posee un especial significado en la símbología chamánica. Los huesos
son la parte del cuerpo que sobreviven por más tiempo después de la muerte del individuo. Por eso
en la iconografía religiosa universal, la cara de la muerte y de los espectros se representa por una
calavera. Los tainos acostumbraban separar la cabeza del cuerpo, tras la muerte de los caciques y
otros personajes de importancia en la tribu, para conservar el cráneo dentro de los cemtes tejidos en
algodón (Vega 1987: 1-16). Estos ritos funerarios fueron una clara demostración de sus creencias
animistas asociadas al culto de sus antepasados, como una forma de invocar la fuerza de sus espíritus
a través de sus huesos (Kerchache 1994: 147-148). De tal forma, el behique, al entrar en trance con la
intención de que su alma abandone el cuerpo y "vuele" emprendiendo un viaje imaginario hasta el
"más allá", mientras su cuerpo permanece en tierra, en cierta forma experimenta su "muerte", para
luego renacer de sus propios huesos, a modo de una "resurrección". Esta simbiosis ritual entre la vida
y la muerte experimentada por los behiques, es percibida por los demás al contemplar el estado
esquelético del oficiante, que revela su triunfo sobre la condición humana.

En cuanto a la dimensión del esqueleto y las modificaciones corporales en las creencias chamánicas,
Mircea Eliade (1976:67) cita los informes hechos por Knud Rasmussen sobre los chamanes esquimales,
quienes, tras un largo esfuerzo de ascetismo físico y de contemplación mental, logran verse a sí
mismos como un esqueleto. Acerca de este ejercicio espiritual, Rasmussen expone lo siguiente:
"Mirándose así, desnudo, y completamente exento de carne y de la sangre perecederas y efímeras, se
consagra él mismo, siempre en el idioma sagrado de los chamanes, a su gran empresa, por mediación
de esa parte de su cuerpo que está llamada a resistir el mayor tiempo posible la acción del sol, del
viento y de los días".

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En este mismo orden de ideas, Mircea Eliade (1976:68) al estudiar el simbolismo del esqueleto
asociado al indumento chamánico refiere; "...en el horizonte espiritual de los pueblos-pastores el
esqueleto representa la propia fuente de la vida, tanto de la vida humana como de la Gran Vida
animal. Reducirse a sí mismo al estado de esqueleto equivale a una reintegración en la matriz de esa
Gran Vida, esto es, a una renovación total, a un renacimiento místico". De ahí que, para el autor de
El chamanismo: "...el esqueleto presenta, en el indumento del chamán, el drama de la iniciación,
resumido y actualizado; esto es, el drama de la muerte y de la resurrección" ( Idem:129).

J. Castillo (2001: 369) al narrar sus experiencias con los xaporís yanomamis y lo yuwawa.ru 'was piaroas,
subraya que: "Durante el 'período de formación' de estos sujetos se realizan prácticas que les llevan
a situaciones límite, tanto a nivel físico como emocional, como son ayunos prolongados, largas
caminatas a través de la jungla y la consumación repetida de yopo. Si el aprendiz sobrevive a esta
'muerte' se habrá producido el 'renacimiento' que dará vida a u n nuevo ser con el suficiente poder
para llevar a cabo importantes funciones en su comunidad".

Estas situaciones límite, a propósito de la reducción al estado esquelético que formaban parte de la
prueba iniciática de los behiques, son frecuentes en las representaciones plásticas de la cultura taina,
en las que muchas de las figuras antropomorfas reproducidas en los objetos de culto aparecen
mostrando los huesos del esqueleto, tal como se observan en los amuletos o fetiches, que los tainos
llevaban colgados al cuerpo como pequeños cemtes protectores. Otro tanto sucede con las imágenes
talladas en los artefactos rituales, especialmente en los mangos o empuñaduras de los majadores
líticos, al igual que en los inhaladores y las espátulas vómicas, hechos en hueso o en madera, que se
empleaban en la ceremonia de la cohobo. (García Arévalo, Chantarte Baik 1976). Ver fig. 4 y 5.

Ahora bien, dentro del menaje taino, los vasos efigies cerámicos son el mejor ejemplo donde se
manifiesta la intención deliberada de reproducir los huesos del cuerpo humano, insinuando la
delgadez intencional de los behiques, provocada por los prolongados ayunos a los que se sometían
estos médicos hechiceros aborígenes. Dado el sentido mágico-religioso que, al margen de su función
utilitaria, se les atribuye a estos vasos efigies, podemos inferir que estos recipientes fueron
confeccionados por los mismos behiques para suministrar los brebajes medicinales a los enfermos,
asignándole al recipiente una eficacia ritual o poder curativo que emanaba de la propia representación
de la imagen esquelética del behique, inmanente a su misión propiciatoria. Ver fig. 3, 6 y 7.

CONCLUSIONES
En líneas generales, los behiques tainos observan las mismas funciones, atributos y rasgos rituales del
esquema tradicional del chamanismo, donde la dieta forma parte fundamental de los ritos de
iniciación y de las prácticas terapéuticas, contribuyendo, además, a aumentar la eficacia de las drogas
psicoactivas que eran inhaladas por los oficiantes de la cohoba para inducir visiones alucinógenas.
Por medio del ayuno prolongado, los behiques alcanzaban el estado esquelético, que representa en el
indumento chamánico universal el arquetipo de su "muerte y resurrección", escenificando el haber

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rebasado la condición humana, por estar vinculado a lo sobrenatural y ver la realidad del ''más allá".
Esta apariencia física que adoptaban los behíques, contribuía al establecimiento de específicas
relaciones de poder, de sumisión y respeto, fijando su posición en la estructura jerárquica tribal, de
acuerdo a la propia percepción y aceptación que, dentro de la dimensión religiosa y social, le conferían
los demás miembros de la comunidad.

Los vasos efigies de la cultura taina, que reproducen la figura de los médicos hechiceros sentados en
posición ceremonial sobre un duho, al mostrar los huesos del esqueleto, evidencian el poder del behique
sobre su propia muerte, ya que a través de la experiencia extática su alma puede transmigrar,
abandonando impunemente su cuerpo para ascender en un viaje celeste al mundo de los espíritus en
busca del alma fugitiva de los enfermos.

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Fig. 1.- Espátulas vómicas utilizadas en elritode la cohoba.


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Fig. 2.- Representación antropo-omitomorfa de la cultura taina.


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Fig. 5.- Majador lírico empleado en el ritual de la cohoba.

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Fig. 6.- Vaso efigie antropomorfo de la cultura taina.

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Fig. 7.- Vaso efigie antropomorfo de la cultura taina.

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