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Biofotones

Las células vivas emiten luz ultra débil coherente en el espectro visible cuyo propósito es la regulación de
los mecanismos intra y extracelulares. Con estas emisiones cromáticas, las células alcanzan la
homeóstasis. Varios científicos estudian el fenómeno desde hace años con hallazgos sorprendentes que
aportan una nueva visión sobre la fisiología celular y su relación con el medio ambiente. Esta emisión de
luz, conocida también como biofotones permite una aproximación diferente a algunas enfermedades.
Sintetizamos en este artículo los antecedentes y el estado de la cuestión sobre esta luz celular coherente.

En el hilio del cotiledón de soja se aprecia una emisión mayor de biofotones del resto de la semilla. Se
sugiere que esta es debido a un incremento en la reacción de peroxidación de lípidos por el sistema
H2O2-peroxidasa endógena. Imagen:Kobayashi biophoton lab
(http://www.tohtech.ac.jp/~elecs/ca/labs/kobayashilab_hp/indexE.html)

Un poco de historia sobre los biofotones


Hace más de un siglo a partir de los trabajos de biofísica y medicina empezó a descubrirse evidencias que
tanto los metales como las células vivas reaccionaban frente a frecuencias electromagnéticas como la luz
y otras ondas. Uno de los primeros investigadores de este campo fue el biofísico indio Jagadis Chunder
Bose (1858-1937) quien descubrió cambios en la estructura de determinados metales bajo la influencia de
campos eléctricos.

En el ámbito de la biología las primeras observaciones se deben al biofísico ruso Alexander L.


Chizhevsky (1987-1964) – conocido por ser el fundador de la heliobiología– quien estudió los efectos de
la ionización del aire sobre la vida y en especial sobre la salud y el comportamiento humano. Entre 1919
y 1930 Chizhevsky fue el primero en probar el efecto de los iones negativos y positivos del aire en los
organismos e investigar los efectos de las radiaciones mitogenéticas.
Otro biofísico y biogeoquímico ruso, Vladimir I. Verndasky (1863-1945) -conocido por ser el padre de la
ecología moderna al formular su concepto teleológico de la vida y de la biosfera que sería luego ampliado
por James Lovelock en su teoría Gaia- demostró que la vida es sensible a los campos electromagnéticos y
en especial lo es a la luz del sol. Sus estudios le llevaron a formular la hipótesis que la biosfera no es más
que la suma de todos los organismos vivos del planeta y que estos están conectados entre si y que la vida
es la expresión del conjunto de ellos.

Las investigaciones de los efectos de las radiaciones electromagnéticas sobre los seres vivos alcanzan un
primer hito remarcable con Alexander Gurwitsch (1874–1954) quien demostró que con rayos ultravioleta
de muy baja intensidad se estimulaba la mitosis celular de la misma forma que las células con una intensa
actividad multiplicadora también emitían radiación ultravioleta de baja intensidad que llamó radiaciones
mitogenéticas. Posteriormente, a esta radiación celular luminosa se la llamó biofotón. Gurwitsch es el
descubridor de la interacción no química en los sistemas biológicos (efecto mitogenético) y es el primer
científico que trabajó en biofotónica. Sus estudios pusieron las bases científicas para formular que la vida
contiene una energía vital intrínseca que se visualiza en forma de radiación electromagnética (luz) y que
esta puede ser captada y medida. Esta luz celular no tenía nada que ver con el halo energético que se
puede percibir con la cámara Kirlian (un tipo de fotografía que capta el campo eléctrico intenso de alta
frecuencia de materia y, por ejemplo, registra la intensidad luminosa alrededor de un cuerpo expuesto al
mismo.

Esquema e imagen del experimento llevado acabo por Gurwitsch en 1923 sobre el llamado efecto
mitogenético. En el gráfico el número 1 es el inductor y el 2 el receptor. Luego en el esquema la letra Z
corresponde a los bulbos de cebolla; C es la punta de la raíz-inductor; H es el cuarzo de la ventana de
cristal que separa el inductor y el destinatario; W corresponde a la posición fija de la raíz-
receptor. Imagen original.

El científico y filósofo ruso Georges Lakhovsky (1870-1942) es autor de un libro titulado "El secreto de
la vida: electricidad y radiación en tu cuerpo" (1929) en el que afirmaba que: "Todo ser vivo emite
radiaciones" ya que todos los seres vivos están en resonancia tanto con las frecuencias emitidas por la
litosfera del planeta como por el Sol y el cosmos. Afirmaba que la armonía vital y el bienestar dependen
de esta armonía con la energía atmosférica. Para realizar sus trabajos desarrolló el llamado Oscilador
Multiplicador de Onda o Multiple Wave Oscillator (MWO) en colaboración con Nikola Tesla (1856-
1943) y los uso para curar algunos tipos de cáncer a los que sometía a frecuencias ultracortas de radio.
Lakhovsky suponía que cada célula vibra a una frecuencia determinada y un microbio lo hace en una de
diferente. Esto provoca una desarmonía que es la que incentiva la enfermedad. Pero si la frecuencia de la
célula es muy superior a la del microbio entonces esta repele la infección.
Portada del libro que recopila las investigaciones sobre los biofotones publicado en 1994.

Posteriormente, los biosfísicos italianos Laura Colli y Ugo Facchinii entre 1954-1955, en la Universidad
de Milán, mientras estaban verificando los descubrimientos de Gurwitsch con una nueva tecnología
constataron que los brotes de diversas plantas emiten luz visible. Pero sus conclusiones eran demoledoras
ya que la emisión de luz que observaron no era de la gama del ultravioleta como se había dicho
anteriormente, sino que se situaba en el espectro visible entre el verde y el rojo, pero mucho más débil (1x
10-18). Tras esta verificación que publicaron, sin embargo, abandonaron las investigaciones iniciadas.

Así que la llamada "radiación celular ultradébil o de baja intensidad " o también radiación mitogenética se
corresponde al concepto de biofotón en boga hoy en día gracias a los trabajos del biofísico australiano
Terence Ivan Quickenden (1939-2005) a finales del 1960 sobre la bioluminiscencia y una década más
tarde ampliados por parte del biofísico alemán Fritz-Albert Popp (1938-) y colaboradores.
Los inicios sobre los trabajos de los biofotones
El concepto de biofotón tiene unas implicaciones importantes en la definición de la Vida y explicaría que
esta emanación de luz coherente (de la misma naturaleza que la luz láser) ultradébil celular es esencial
para el buen funcionamiento fisiológico celular. También explicaría porqué los campos electromagnéticos
de muy baja intensidad influyen en determinados procesos vitales.
La ciencia no prestó atención a los biofotones por considerar que estas emanaciones de luz celulares en
realidad no tenían energía suficiente para incidir en procesos bioquímicos celulares como romper enlaces
moleculares. Sin embargo, la percepción empezó a cambiar cuando las investigaciones probaron que esta
no era luz dispersa como la que nos rodea, sino que era una emisión de luz coherente, semejante a la del
láser. Lo radical en este descubrimiento es que prueba que los organismos vivos se comportan como
amplificadores de los campos electromagnéticos. En consecuencia, esta sensibilidad celular ha estimulado
múltiples estudios tales como que los alimentos puedan ser condicionantes de la luminosidad celular o
que las células se comuniquen entre ellas mediante ondas electromagnéticas como demostró el ruso Wlail
P. Kasnatschejew y sus colaboradores de la Universidad de Novosibirsk, Semjon P. Schurin y Ludmilla
Michailowa, en diversos experimentos científicos realizados en la década de los sesenta y que precedieron
a las investigaciones de Fritz-Albert Popp.

Los trabajos de Fritz-Albert Popp


Fritz-Albert Popp (1938-) es pues actualmente es el referente en la investigación de los biofotones. Uno
de los primeros trabajos de Fritz-Albert Popp para determinar la existencia de luz celular coherente y que
esta era la base de la comunicación entre las células, especialmente, para sincronizar el crecimiento, fue a
raíz del encargó realizado en 1975 al joven estudiante de postgrado de biofísica, Bernard Rut. Popp le
orientó para que construyera un fotómetro de alta sensibilidad que permitiera visualizar una emisión de
luz de tan baja intensidad que no fuera perceptible con los equipos ópticos convencionales. El aparato
desarrollado por Rut consistió en tubos fotomultiplicadores muy sensibles. Con este aparato se pudo
iniciar el mapeo de la luz o biofotones emitidos por los sistemas vivos. La sensibilidad del aparato era
bastante fina pues era capaz de detectar una mínima cantidad de luz. A modo de ejemplo era capaz de
medir el equivalente a la emanación de luz de una luciérnaga situada a 10 km. Con este aparato se
visualizaron estas radiaciones luminosas celulares y pudo observarse como antes de morir las células
incrementaban las emanaciones lumínicas como si de un patrón de comunicación se tratara. Esta luz
“interior” explicaría como las células pueden comunicarse a una velocidad muy superior a la del
tradicional proceso bioquímico.

El aparato fotomultiplicador diseñado por Bernard Ruth que permite visualizar las radiaciones luminosas
celulares. Imagen original en Quantcom.
Dicho de otro modo, este emisión electromagnética luminoso coherente propio de los seres vivos o
biofotones sería el factor primario que regula no sólo los procesos fisiológicos esenciales sino que ordena
la llamada matriz del campo morfogenético que condiciona todas las estructuras y procesos de los
organismos. Algunos autores han querido ver en los biofotones la explicación al campo energético aural
que describen las tradiciones espirituales. Sin embargo, los biofotones no tienen nada que ver con estas
emisiones.

La clave de todas las investigaciones sobre los biofotones ha sido el demostrar que se trataba de luz
coherente o sea ordenada, en otras palabras como ya hemos mencionado que no es una luz convencional
como la que percibimos habitualmente sino luz láser. Según Popp los organismos vivos se encuentran
envueltos en un campo electromagnético propio en un estado energético inestable entre el caos y el orden
y por tanto capaz de emitir una reacción equilibradora o de autorregulación. La teoría de los biofotones
explicaría pues algunas experiencias “sutiles” de autocuración celular frente a determinadas enfermedades
si estas reciben la información energética electromagnética (luz) sutil adecuada. Pero sobretodo, las
emisiones de biofotones pueden regular determinadas alteraciones ambientales creando un equilibrio e
identidad del patrón luminoso nuevo.

Los biofotones también se demoniman self-bioluminescent emission (autoemisión de bioluminiscencia).


La teoría de biofotones sugiere que esta luz coherente se almacena en el ADN (Popp et al., 1984), y
concretamente que emana de los núcleos de la célula. Esto se observó cuando la fotoemisión ultradébil
del biofotón se detenía al eliminar los núcleos de las células. Según Fritz-Albert Popp, el ADN actuaría
pues como un generador láser que es capaz de recoger los fotones de la luz solar y otras fuentes y
convertirla en luz coherente. Así pues, los estados coherentes de luz que luego emiten las células se
originan en el ADN como un producto de las interacciones entre las ondas electromagnéticas ambientales
y que este funcionaría como un sintonizador que vibra en resonancia con el campo de ondas
electromagnéticas en un fenómeno de sinergia cooperativa.

Gráfico del funcionamiento del fotomultiplicador. El dínodo es el nombre que reciben cada uno de los
electrodos de un tubo fotomultiplicador. Imagen original en Quantcom.

Las confirmaciones
La suposición de que las células de los seres vivos emiten esta radiación ultra-débil coherente para
comunicarse lo confirman múltiples experimentos de estos últimos lustros. Así el experimento del
biofísico ruso Alexander Burlakov junto con L.V. Beloussov y A.A. Konradov en 1999, tomaron varias
muestras de huevos del pez Misgurnus fossilus fertilizados en diferentes fases de desarrollo y los puso en
contacto visual entre sí y estudió los efectos que se producían. De sus observaciones llegaron a la
conclusión que los huevos más desarrollados entraban en un proceso de desaceleración y acaban
muriendo muchos de ellos, mientras que los más retrasados incrementaban su velocidad de desarrollo. De
hecho este efecto se conoce bien en las piscifactorías. En su experimento, Burlakov y su equipo puso un
disco que impidiera que hubiera visibilidad entre los diferentes huevos y comprobó como cuando no se
veían seguían su desarrollo normal y en el momento que se volvían a "ver" se producía nuevamente la
sincronización.
Las investigaciones sobre los biofotones ocupan ya un buen número de equipos científicos en varias
partes del planeta. Otros estudios confirman que la emisión de biofotones como fotoemisión ultradébil
coherente es observable en los cloroplastos de espinaca aislados, incluso después que estos hayan sido
sometidos a varias horas de adaptación a la oscuridad. Esta emisión de luz espontánea se da en presencia
de oxígeno, por lo que en este caso la cadena respiratoria de los cloroplastos está involucrada en la serie
de reacciones redox que conducen a la excitación del emisor de biofotones, presumiblemente moléculas
de clorofila.

Imagen de organismos unicelulares emtiendo unos 100 fotones por centímetro cuadrado por segundo en
la longitud de onda de 200 a 800 nanómetros (nm), mientras que las personas emiten sólo 10 fotones por
centímetro cuadrado por segundo. Un organismo más evolucionado emite menos biofotones.

Otros trabajos científicos demuestran que los biofotones refuerzan los electrones de la cadena respiratoria
de modo que permiten la formación de ATP (el trifosfato de adenosina), incluso en ausencia de oxígeno y
glucosa. Esta es una de las principales aportaciones de su evidencia por parte de Fritz-Albert Popp en
1975 y por tanto demostrando que cada ser vivo emite una luz tenue y coherente de longitudes de onda
entre 200 y 800 nanómetros que se originan a partir de electrones excitados por la luz solar. La elevada
coherencia de la luz del biofotón es la que permite no sólo transferir energía sino también ser un medio de
comunicación celular.

Aplicaciones
Las investigaciones de Fritz-Albert Popp han puesto en evidencia que la luz emitida por el cuerpo
humano puede jugar un factor decisivo en el desarrollo de enfermedades y mantener la salud. En un
experimento, se comparó la luz emitida por los huevos pálidos de gallinas que viven al aire libre en la
naturaleza con la de los huevos de las gallinas que viven hacinadas en jaulas de granjas. El resultado es
que mientras los huevos de las gallinas camperas están emitiendo luz coherente las de los huevos de las
gallinas de granja no. Algo parecido se puede observar como producto de la alimentación humana. En
todos los seres vivos incluidos los seres humanos se observa que frente a cualquier trastorno en el cuerpo
o la psique se incrementa la emisión de luz que no es coherente.
En definitiva, el estudio de los biofotones permite concluir que la salud es un estado de comunicación
subatómica perfecta y coherente de carácter luminoso. La luz emitida en estado de enfermedad o de
salud deficiente supone una debilidad o interrupción de este tipo de comunicación luminosa coherente
intercelular. Actualmente, buena parte de las investigaciones sobre los biofotones se centran en
comprender como podría aplicarse a la medicina. A su vez estas investigaciones (que pueden seguirse a
través de diferentes simposiums internacionales y publicaciones especializadas) están arrojando luz sobre
cómo actúan determinadas terapias alternativas, como por ejemplo la homeopatía. Advertimos que en
castellano no se ha traducido hasta la fecha (2014) ninguna obra sobre los estudios de los biofotones.
Artículos de referencia o de interés:
- A look at some systemic properties of self-bioluminescent emission
- Interesante artículo sobre los biofotones y su aplicación terapéutica
- Alimentos luminosos
Libros de referencia:

Portada de una obra divulgativa de Fritz-Albert Popp publicada en 2006.

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