Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En nuestra labor como técnicos, tendremos que movernos con nuestros clientes de
manera segura y eficaz por los diferentes terrenos que podemos encontrar en la naturaleza.
En nuestra civilización dominada por los vehículos a motor y por suelos asfaltados y perfectamente
lisos, estamos perdiendo el hábito de caminar por terrenos abruptos, y para muchas personas
hacerlo puede convertirse en algo penoso, debido a la falta de una técnica de marcha adecuada.
Al caminar por la naturaleza, adquiere una gran importancia la visualización del terreno para elegir
el itinerario más cómodo y seguro, así como la correcta elección de los apoyos para los pies,
llevando un ritmo adaptado al terreno hará que caminemos con eficacia, cansándonos solamente lo
imprescindible y evitando tropiezos y patinazos que pondrían en peligro nuestra integridad física (no
hay que olvidar que la mayor parte de los accidentes en montaña suceden por patinazos en terrenos
técnicamente sencillos).
Otro factor importante y al que la mayoría de la gente no está acostumbrada es que normalmente al
movernos por la naturaleza casi siempre debemos transportar una mochila más o menos pesada,
lo que altera nuestro equilibrio y nos causa una mayor fatiga.
Para la persona, caminar es algo grande. Ya desde la infancia, el momento en que dejamos de
gatear será una fecha memorable y sin embargo no es normal que nos detengamos a pensar como
realizamos esa acción tan fundamental para el ser humano en general y para el senderista en
particular, pero vamos a hacer un pequeño análisis de cómo funciona nuestro medio de locomoción
en sus aspectos más básicos.
La marcha humana es un medio de locomoción bípeda –dos pies-, que se realiza mediante un
movimiento cíclico de los miembros inferiores, que conserva el equilibrio dinámico y aprovecha en
más o menos medida la fuerza de la gravedad.
Todas estas acciones y muchas más se llevan a cabo al completar el ciclo de la marcha. Este ciclo
va desde el comienzo del apoyo de un pie hasta el momento en que el mismo pie va a contactar de
nuevo con el suelo, es decir, que consta de dos pasos.
Al descomponer en fases la marcha se da una serie de movimientos a los que podemos adjudicar
un porcentaje de tiempo que dura un ciclo completo de la siguiente forma:
0-15% desde el momento en que la pierna avanza y el pie toma contacto con el suelo mediante
el talón hasta que se apoya totalmente en el suelo.
15-40% el pie se mantiene apoyando plano en el suelo.
40-50% el talón del pie retrasado se despega del suelo y el pie se apoya en los dedos.
50-60% el pie retrasado se despega del suelo.
60-75% la pierna avanza oscilando.
75-100% la rodilla se extiende totalmente para comenzar un nuevo ciclo.
Entre el 0 y el 60% del ciclo de la marcha, el pie permanece en contacto con el suelo, y entre el 60
y el 100% el pie avanza sin estar apoyado. Aproximadamente durante un 50% del ciclo de la marcha
los dos pies permanecerán en contacto con el suelo.
Durante todo este ciclo intervienen más partes del cuerpo, las caderas rotan y los
hombros y brazos se mueven en sentido contrario para contrarrestar su efecto, a la vez que ayudan
al ritmo y equilibrio de la marcha.
3.1.2. Músculos y articulaciones implicados en la marcha por la naturaleza
Fundamentalmente los músculos que van a trabajar más al ascender una pendiente serán:
Estos son los músculos que levantan el talón levantando el miembro interior y todo el cuerpo. Junto
con el soleo son los músculos esenciales de la marcha. También están:
Los músculos de las nalgas (glúteos mayor y mediano) que levantan la pelvis sobre el fémur,
acción primordial durante la marcha bípeda.
Los músculos flexores de las caderas (ilíaco y psoas mayor).
Los glúteos.
Todos estos músculos deberán ser capaces de resistir esfuerzos de larga duración (aeróbicos) por
lo que debemos entrenarlos para este propósito (marchas, carreras de larga duración, bicicleta, esquí
de fondo…).
Para no realizar esfuerzos suplementarios es conveniente caminar mediante pasos cortos, ya que
cuanto más largo sea el paso, el brazo de palanca que hacemos sobre la rodilla es mayor y la fuerza
necesaria para movernos también lo será, por lo que la tensión sobre la rodilla crecerá y por tanto
aumentará la fatiga y el riesgo de lesión.
Para evitar el cansancio de pies y piernas y aumentar la adherencia al suelo y el equilibrio, tanto en
subida como en bajada hay que procurar apoyar toda la planta del pie sobre el suelo, para
conseguirlo hay que cuidar la flexibilidad del tobillo.
Para poseer una buena técnica de marcha es muy importante ser capaces de controlar los
desplazamientos de nuestro Centro de Gravedad Corporal (CGC).
Si permanecemos en una posición estática y erguida, el centro de gravedad de nuestro
cuerpo se encontrará aproximadamente a la altura del ombligo, centrado entre éste y la
espalda. Nos encontraremos en equilibrio cuando al trazar una pendiente desde el CGC al
El pie humano realiza funciones de soporte, amortiguación e impulsión (estas dos últimas contrarias
entre sí) y durante la pisada realiza un movimiento de apoyo externo-interno-externo. Ello hace que
el calzado sea muy importante para la correcta ejecución de estas funciones, además de proteger el
La suela deberá tener cierta flexibilidad frontal para permitir un apoyo correcto del pie y rigidez lateral
para permitir una marcha segura al atravesar terrenos blandos, también deberá tener un dibujo muy
marcado para que el agarre sea óptimo en todo tipo de terrenos.
La caña debe ser lo suficientemente alta para proteger el tobillo de golpes y torceduras y a su vez
permitir el correcto movimiento del mismo.
Es muy importante atar correctamente el calzado. Hay que comenzar a tensar los cordones desde
la parte más baja hacia arriba. Quienes tengan empeines muy pronunciados (o que les puede causar
compresión y calambre) pueden solucionarlo evitando cruzar los cordones, ya que pueden presionar
el tendón de Aquiles y causar una tendinitis. Así mismo es conveniente repasar el tensado de los
cordones al poco tiempo de comenzar la marcha una vez que el pie es haya dilatado. También puede
ser interesante llevar diferente tensión en los cordones en el ascenso que en el descenso (ascenso
el tobillo más flojo, descenso bien sujeto).
Vigilar si estrenamos el calzado, sobre todo si vamos a efectuar una marcha larga, será mejor que
lo hayamos utilizado con anterioridad durante pequeñas salidas, para que se nos adapte al pie.
Hay que procurar que la mochila sea de un tamaño adecuado para nuestra espalda, para que al
caminar no oscile con nuestros movimientos.
Al transportar una mochila y, sobre todo, si esta es pesada, nuestro centro de gravedad se traslada
un poco hacia atrás y hacia arriba, por lo que involuntariamente inclinaremos el tronco hacia delante
para compensar este desplazamiento del centro de gravedad y seguir manteniéndolo centrado entre
nuestro pies.
El llevar una mochila (cosa necesaria prácticamente siempre en nuestro trabajo como técnicos) nos
obligará a aumentar el esfuerzo necesario para desplazarnos. Este aumento del esfuerzo no recaerá
solamente en las piernas, sino también en los músculos de la espalda, ya que como hemos dicho,
nuestro tronco se inclinará hacia delante para compensar el desplazamiento del centro de gravedad.
Será muy conveniente regular correctamente la mochila para transferir el máximo peso posible a las
caderas y así poder desplazarnos con la máxima comodidad posible. Para regular correctamente la
mochila haremos los siguientes:
1. Una vez que tenemos cargada la mochila a la espalda, la cruz formada por el inicio de las
hombreras debe estar a la altura de los omoplatos.
2. Ajustar el cinturón haciéndole corresponder la parte superior de la pelvis, tensándolo hasta que
notemos contacto a lo largo de todo el contorno de la cintura.
3. Tensar las hombreras hasta notar que existe contacto en toda la zona del pecho, hombros y,
preferiblemente, en el inicio de la espalda.
4. Tensar los ajustes laterales del cinturón hasta que no exista balanceo de la carga.
5. Regular las correas cenitales teniendo la precaución de que no nos molesten en el giro de la
cabeza. En ascenso aflojar los tensores superiores y apretarlos en descenso para asegurar la
inmovilización de la carga. Resulta muy útil la cinta de pecho.Así mismo, es muy
importante llenar correctamente la mochila, en general deberemos llevar las cosas muy
voluminosas y de poco peso en la zona baja y las más pesadas arriba y cerca de los hombros,
intentado que la carga sea simétrica para que la mochila sea estable al portearla.
Como llenar una mochila es algo muy personal, pero generalmente se hace así:
Hay que procurar no llevar objetos colgando, ya que causarían desequilibrios y enganchones que
podrían afectar a nuestra estabilidad.Dependiendo de la actividad a realizar y de su duración
deberemos llevar siempre un mínimo de equipo en la mochila y teniendo en cuenta que
frecuentemente en el desarrollo de nuestra labor docente nos moveremos con grupos, deberemos
llevar algún material de repuesto y de reparaciones para solucionar posibles problemas tanto propios
como de nuestros clientes. En salidas de un día de duración el equipo mínimo a llevar podría ser el
siguiente:
1. Reloj.
2. Botiquín.
3. Manta térmica.
4. Crema protectora solar.
5. Mapa.
6. Brújula.
7. Altímetro.
8. Material de reparaciones.
9. Navaja.
10. Un trozo de papel de aluminio.
11. Una vela.
12. Encendedor.
13. Radio o teléfono móvil.
14. Silbato.
15. Linterna frontal.
16. Cordines.
17. Cantimplora.
18. Comida.
19. Chaqueta y pantalón impermeable.
20. Ropa seca de recambio.
21. Guantes.
Siempre deberemos prestar mucha atención y revisar el equipo de nuestros clientes para no
encontrarnos con sorpresas desagradables cuando ya no tiene solución. No deberemos dudar en
dejar a algún cliente si este carece de alguna pieza del equipo que consideremos imprescindible
para su seguridad.
El portar una vestimenta adecuada a la actividad que vamos a llevar a cabo ayudará también a
realizar el gasto energético justo.
La utilización de bastones puede ser conveniente porque ayudan a mantener el equilibrio cuando
transitamos por terrenos abruptos.
Son interesantes sobre todo en las bajadas, ya que pueden descargar de mucha tensión a las
rodillas, especialmente si vamos con una mochila muy pesada.
De todas formas conviene no abusar mucho de su utilización pues si nos habituamos a ir siempre
con ellos puede verse afectado nuestro equilibrio si en alguna ocasión no los tenemos.
Ritmo.
Para marchar en la naturaleza es conveniente caminar con cierta armonía, manteniendo la zancada
justa y la velocidad idónea. La velocidad ideal es difícil de definir, ya que depende de muchas
variables como nuestra condición física, el tipo de terreno por el que avanzamos, el peso de la
mochila, nuestro entrenamiento, etc.
Un ritmo adecuado para la marcha será el que podemos seguir durante toda la duración de la misma,
manteniendo una cadencia de pasos constante y en el que cambiemos la longitud de las zancadas
solo a causa de las irregularidades del terreno.
Si nos conocemos un poco a nosotros mismos, nuestras piernas y nuestros pulmones nos dirán si
el ritmo que llevamos es el adecuado. Existe una vieja regla casera que dice que el ritmo adecuado
es aquel en que podemos mantener una conversación sin jadear. Pero vamos a dar unos datos más
científicos para poder conocer nuestro ritmo adecuado de marcha.
La marcha por la naturaleza es una actividad física aeróbica, es decir, de larga duración e intensidad
moderada. Aeróbico quiere decir que el aporte de oxígeno es igual a la demanda.
Para poder controlar un ritmo continuado que nos permita realizar toda la actividad con un esfuerzo
de carácter aeróbico utilizaremos la frecuencia cardíaca, es decir, el número de pulsaciones que
tenemos durante un minuto.
El criterio utilizado para determinar el ritmo cardíaco es que éste debe permanecer dentro de la zona
de actividad. Para conocer cuál es nuestra zona de actividad, primero deberemos conocer cuál es
nuestro Índice Cardíaco Máximo (ICM), que nos indica cuantas son las máximas pulsaciones
teóricas que podemos tener al realizar una actividad de máxima intensidad. Lo obtendremos
restando a 220 nuestra edad: IMC=220-edad.
La zona de actividad será aquella en que las pulsaciones se encuentren entre el 60 y 85% del IMC.
Por ejemplo, si nuestra edad es de 30 años, nuestro ICM será 220-30=190 ppm, por lo que nuestra
zona de actividad se encontrará entre el 60% de 190 que es 114 ppm y el 85% de 190 que es 161´5
ppm.
Para controlar nuestro ritmo podemos tomarnos periódicamente las pulsaciones para comprobar si
nos encontramos en el margen correspondiente a nuestra zona de actividad.
3.2.2. Ritmo. Evaluación de tiempo
Como hemos dicho anteriormente, estas cifras deben adaptarse al entrenamiento de nuestros
clientes, la longitud y la dificultad del recorrido. Igualmente deberán ser revisados sobre el terreno
en función de las condiciones del momento.
El llevar un ritmo determinado está en relación directa con el gasto energético que tendremos. Todos
sabemos que a medida que caminamos más rápido nuestro cuerpo aumenta el consumo de energía
por unidad de tiempo. Este aumento progresivo del consumo es lineal a velocidades de 3 a 5 km/h;
pero, a partir de ahí, pequeños aumentos de la velocidad suponen grandes elevaciones del
gasto energético.
Lo anteriormente visto tiene una gran importancia, ya que si en una marcha pretendemos ir rápido,
por encima de esos 5 ó 6 km/h, tendremos que ser conscientes de que deberemos contar con una
preparación muy buena; bastante mejor que la necesaria para hacerlo tan solo un poco más
tranquilos.
Por otro lado, si nos plateamos cual es el ritmo más económico para cubrir una distancia, por ejemplo,
un kilómetro, obtenido al multiplicar los resultados del gráfico por los minutos que tendríamos en
cubrir ese kilómetro a distintas velocidades, nos muestra que el ritmo de marcha más rentable viene
a ser de 4 a 6 km/h. Curiosamente, el gasto es bastante más elevado a velocidades más baja y esto
puede explicar, por ejemplo, el cansancio que nos produce el lento deambular del “ir de compras”.
3.2.3. Ritmo. Descansos.
No existe ninguna regla escrita que nos indique la cantidad de paradas para descansar que debemos
hacer ni la duración de estos. Sí es conveniente indicar que nos se debe parar demasiado, ya que
nos impediría que nuestro cuerpo se adapte al ritmo que deseamos llevar. También hay que evitar
que estas paradas duren mucho tiempo, ya que nos enfriaríamos, aumentando la posibilidad de
lesionarnos.
Para las paradas debemos buscar lugares cómodos, resguardados del viento, al sol o a la sombra
según la temperatura y en los que quepa todo el grupo. Cuando paremos, debemos quitarnos la
mochila y abrigarnos para no quedarnos fríos.
Tendremos que diferenciar en los descansos dos tipos de paradas: la parada técnica y la parada de
descanso.
Precisaremos de una ingesta para las actividades físicas, así como no serán las mismas necesidades
para dos horas de senderismo que para un trekking de tres días con 8 horas diarias de marcha.
El desayuno que tomamos habitualmente, en la mayor parte de las ocasiones será insuficiente para
llevar a cabo en condiciones óptimas un trabajo de intensidad media pero de larga duración, como
es una marcha por la naturaleza.
Para evitar quedarnos sin energía a mitad del recorrido, con el riesgo de sufrir una “pájara“, debemos
desayudar abundantemente. Los ingredientes pueden ser: leche, cereales, pan, aceite, mermelada,
tortilla, fruta, zumo, etc.
En la mayoría de los casos será necesario comer durante la marcha. Procuraremos ir comiendo
pequeñas cantidades de alimentos distribuidas a lo largo del recorrido que, siendo fáciles de digerir,
nos ayuden a mantener una capacidad de trabajo adecuada.
Ajustando las cosas siempre al gusto individual y teniendo en cuenta que se trata solo
de mantenerse y llevar el mínimo peso posible, puede servirnos lo siguiente: frutas secas (ciruelas,
higos, orejones, pasas, etc.), frutos secos (almendras, avellanas, cacahuetes, etc.), embutido no muy
graso, chocolate, galletas… Todo esto lo podemos sustituir por una cantidad equivalente de barritas
energéticas.
Para hidratarnos, el consejo básico es tomar agua, en cantidad abundante, que esté a la
temperatura ambiente, en tragos de unos 150 cc regularmente espaciados y a ser posibles antes de
sentir sed, pues esto sería un síntoma de que ya empezamos a deshidratarnos.
Al acabar una marcha en la naturaleza y hasta que se acerque la hora de la primera comida sólida
es aconsejable tomar repetidas cantidades de líquido, en función de la temperatura y apetencias.
A una persona que se está recuperando de la paliza que supone el recorrer una larga marcha por la
naturaleza no se le debe pedir, además que tenga que digerir y metabolizar alimentos pesados. Por
ello, la primera comida tras el esfuerzo tiene que estar pensada para facilitar la recuperación, siendo
rica en líquidos, sales minerales, vitaminas e hidratos de carbono, corta en proteínas y pobre en
grasas.
Un ejemplo de menú posterior al esfuerzo sería: una sopa o caldo de verduras, un plato a base de
arroz, pasta o patata cocida, un filete pequeño a plancha o pescado cocido, también en pequeña
cantidad, acompañado por una ensalada, pan, un par de piezas de fruta madura y algún derivado
lácteo (yogur o algo de queso) y para beber, agua.
Evidentemente no nos cuesta el mismo esfuerzo caminar a un ritmo dado sobre terreno duro y liso
que hacerlo sobre arena seca, barro o nieve.
La experiencia de una marcha por montaña cuando esta recorre caminos embarrados es de las que
dejan recuerdo durante mucho tiempo, y es lógico ya que en estas condiciones el esfuerzo que
tenemos que realizar es aproximadamente un 50% mayor que si la marcha discurriera por terreno
sólido, con lo que 20 km en barro equivalen a 30 km en seco.
a su vez, andar sobre nieve dura supone un 60% más de esfuerzo que hacerlo sobre terreno firme
y si el suelo es de arena llega a exigir hasta un 80% más de gasto energético, mientras que las
nieves blandas y profundas pueden hacer que recorrer apenas unos centenares de metros se
convierta en un objetivo casi imposible, excepto si recurrimos a raquetas de nieve o esquís, pero eso
ya no es andar.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es la influencia del peso, bien sea del que nos añadimos
al llevar una mochila o del nuestro propio.
Cuando una persona media camina a 4 km/h, gasta 3´1 kilocalorías cada minuto. Si pone sobre su
espalda una mochila de 10 kg, el gasto asciende un 16%. Con esa diferencia, las calorías que
consumimos en una hora con mochila nos permitirían caminar unos 70 minutos sin ella.
Por idénticas razones, a la misma velocidad, las personas con mayor peso corporal queman más
calorías que las ligeras.
Un niño no debe pasar de carga el 10% de su peso corporal. Es decir, que un niño de 25 kg, su
mochila no debe pesar más de 2,5 kg.
En ocasiones un aumento de peso insignificante en nuestro equipo puede suponer un sobre esfuerzo
elevado para nuestro organismo. ¿Cuánto influye el peso del calzado en la marcha? Pequeños
aumentos en el peso del calzado producen unas elevaciones tremendas del gasto energético. Por
ejemplo, si una persona lleva un lastre de 500 g en cada pie (1 kg en total) gastará al caminar tanto
como si llevara aproximadamente 5 kg en la mochila.
Además, deberemos calcular los horarios con un margen amplio de seguridad y realizar una parada
técnica al poco de comenzar para ajustar el calzado, quitar ropa, etc… y evitar que cada poco tiempo
se pare alguno para hacerlo, lo que rompería el ritmo de la marcha.
Técnica general.
3.3.1. Técnicas generales de progresión
Durante el ascenso, podemos observar que el desplazamiento del centro de gravedad corporal sigue
una línea paralela a la pendiente que ascendemos.
3.3.3. Técnica general de descenso
Según la inclinación de la pendiente, adoptar una posición más o menos encogida, con las rodillas
bien flexionadas.
Este es un trabajo que hay que realizar previamente en casa o en el refugio, mediante el mapa de la
zona, fotografías, topoguías, y toda la información que podamos obtener.
Es preciso establecer el itinerario en función de los peligros objetivos, procurando evitarlos (caídas
de materiales, barras rocosas, pendientes peligrosas, etc.). Hay que buscar siempre el recorrido más
seguro, aunque éste sea más larga. Además, recordar que en la naturaleza la línea recta no
siempre es el camino más rápido.
Hay que prever itinerario de retirada por si debemos abandonar el itinerario inicial por cualquier
causa: mal tiempo, fatiga, accidente, etc.
Es necesario informarse todo lo posible de las características del recorrido, preguntando a guías de
montaña, guardas de refugio, conocidos, etc. y recoger toda la información útil del mapa, estudiando:
Horario.
Pasos delicados y peligrosos.
Características generales del itinerario.
Material y equipo necesario (individual y colectivo).
También debemos estudiar las condiciones meteorológicas previstas para la fecha en que queremos
realizar el recorrido, así como conocer que tiempo meteorológico ha habido los días anteriores para
poder prever si hay barro o no en el recorrido, rocas húmedas según la orientación de la vertiente,
ríos crecidos, etc. y tenerlo en cuenta a la hora de hacer la planificación.
Adaptarnos a lo que nos vayamos encontrando, ya que puede haber pequeños accidentes del
terreno que no hayamos observado en el mapa por hallarse fuera de escala o por pequeñas
inexactitudes del propio mapa.
Hay que procurar elegir el itinerario más sencillo y descansado, todos sabemos que no es lo mismo
subir una pendiente empinada directamente que hacerlo en zigzag, trepar una barrera de rocas que
rodearla (si es posible, claro). Para esto hay que procurar utilizar el que se dice que es el menos
común de los sentidos: el sentido común.
En las siguientes figuras podemos ver algunos ejemplos de malas y buenas actuaciones a la hora
de elegir el itinerario.
o Visualización.
3.3.6. Elección del itinerario. Visualización
Durante la marcha y dependiendo del tipo de terreno en que nos movamos, nuestra vista se dirigirá
variablemente a diferentes distancias; sobre el paso más cercano que efectuemos en ese momento
y alternativamente dirigiremos la vista a los siguientes metros, el cerebro transmitirá las órdenes de
movimientos en los siguientes pasos, de esta manera se procesan los movimientos del cuerpo en
nuestra mente antes de realizarlos. En ese punto podremos comprobar la diferencia, durante la
lectura del terreno; la persona experimentada y la principiante. El conocedor e capaz de percibir sus
movimientos con exactitud, mientras que en el principiante la percepción es defectuosa Pero no
debemos descuidar de realizar una visualización más completa, es decir, de esos pequeños trazados
de un punto a otro (pequeños objetivos). Teniendo en cuenta también trazar itinerarios a media y
larga distancia del recorrido elegido. A esto se le llama fraccionamientos. En cada pequeño objetivo
verificaremos el imaginario itinerario marcado en nuestra mente y si es necesario corregiremos la
trayectoria inicial, puesto que a medida que nos acerquemos la visualización será más concreta.
Técnica específica.
3.4.1. Técnicas específicas. Pendiente en hierba
Las pendientes de hierba, a pesar de su aspecto inocente, son un terreno delicado y peligroso ya
que suelen ser muy resbaladizas, sobre todo si se encuentran húmedas o si la hierba es muy larga.
Además, no debemos olvidar que en muchas ocasiones se encuentran sobre cortados rocosos, por
lo que en caso de caída esta puede tener graves consecuencias. Vamos a dar una serie de pautas
para movernos por ellas con seguridad:
Ascenso.
Estos terrenos está recubiertos de arbustos y matorrales, dependiendo de lo cerrada que esté la
vegetación nos pondrán más o menos dificultades y en ocasiones pueden llegar a ser impenetrables,
bien por ser la vegetación muy espesa o por estar formada por especies vegetales espinosas.
Algunas de las pautas para avanzar por estas zonas son:
Será muy útil identificar el conjunto de especies vegetales que vamos a encontrarnos en la
zona que tenemos que atravesar, para así tener la posibilidad de elegir los lugares más
fáciles o accesibles. Por ejemplo, será muy diferente pasar a través de una zona de brezo
que atravesar un zarzal.
Debemos protegernos adecuadamente con ropa, de otra forma al llegar a casa parecerá que
nos hemos peleado con una banda de gatos.
Hay que buscar los puntos débiles de la vegetación, donde ésta sea menos espesa.
Procurar evitar las vaguadas y las depresiones del terreno ya que en estas zonas, al ser más
húmedas la vegetación suele ser más espesa.
A veces, el lecho de un arroyo puede ser un buen lugar para avanzar.
Prestar mucha atención a los agujeros y cortados ocultos.
Hay que fijarse en puntos de referencia que se encuentren en nuestro rumbo, para avanzar
hacia ellos y no perdernos.
Los espolones y lomas suelen tener una vegetación menos espesa.
Si se encuentran, es bueno avanzar sobre bloques de roca que sobresalgan.
Puede ser buena idea seguir las trazas de los animales, pero muchas veces no podremos
avanzar por ellas, ya que en ocasiones los huecos que dejan en la vegetación son muy bajos
para nosotros, sobre todo si llevamos la mochila.
Procurar no llevar cosas colgando que puedan engancharse en la vegetación.
Las pedreras normalmente están situadas en montañas formadas por rocas blandas, como los
macizos calcáreos y de conglomerados. Suelen estar situadas en conos de deyección de corredores
y hondonadas, a veces también forman grandes laderas. Son zonas cubiertas por piedras sueltas
de pequeño tamaño por lo que son bastante inestables y atravesarlas puede resultar bastante
penoso.
Cuando el tamaño de las piedras es muy pequeño la denominaremos pedrera fina o gravera. Ésta
nos puede proporcionar durante el descenso mayor comodidad, siempre que el manto de estas sea
suficiente y no friccione sobre el suelo duro, pues actúan de cojinetes con el consecuente riesgo de
caída.
Si el tamaño de éstas es mayor, la llamaremos “pedrera normal“. Tendremos que vigilar durante el
descenso, pues los desequilibrios y posibles caídas son evidentes, por el contrario, durante el
ascenso, si el tamaño de éstas es suficiente, podremos hacer huella y así progresar, a pesar de
resultar penoso.
Normalmente la ascensión por pedreras es bastante incómoda y fatigosa, ya que el apoyar nuestro
peso en el suelo, éste desliza y cedemos terreno a cada paso. Algunas pautas son:
Apoyar toda la planta del pie si es posible. Si no podemos apoyar toda la planta, usaremos el
canto de la bota.
Dar pasos muy cortos.
Intentar colocar los pies en las piedras más grandes.
Podemos fabricar un escalón a cada paso.
Excepto si vamos solos es mejor avanzar en zigzag.
Unos bastones serán muy útiles.
Hay que estar muy atentos si estamos cerca de un cortado.
El descenso de pedreras de piedra fina suele ser rápido y divertido, ya que en muchas ocasiones
podremos bajar deslizándonos por la pendiente. Las pautas son:
para descender.
El descenso por deslizamiento es una forma especial de progresar. Este tipo de avance solo es
posible en pedrera fina o gravera o en nieve. El deslizamiento es similar al efectuado en el patinaje
sobre hielo. Solo lo debemos utilizar si hay buena visibilidad. Existen varias posibilidades:
Deslizamiento:
Deslizamiento alternativo:
Si resulta imposible deslizarse sin interrupción, patinaremos alternativamente con una pierna y
después la otra, y así a cada cambio se iniciará un nuevo deslizamiento.
Suelen estar situados en montañas formadas por rocas duras, generalmente granito o gneis. Están
formados por rocas de tamaño medio y grande. Suelen ser bastante estables, pero no hay que bajar
la guardia.
Es muy probable que en más de una ocasión nos encontraremos con la necesidad de atravesar
algún río o arroyo, esto puede ser debido a la falta de puentes o a que por causa de una crecida los
vados estén cubiertos por el agua.
Si se puede, hay que intentar pasar saltando de piedra en piedra, si es necesario meterse en el agua
y ésta lleva mucha fuerza, debemos utilizar un bastón para mantener el equilibrio, y si esto no es
suficiente, debemos cruzar de dos en dos. Así podremos cruzar a pequeños pasos transversales.
Deberemos hacerlo a continuación de una curva o recorrido del río, ya que allí la corriente tendrá
menos fuerza.
Si el caudal de agua es mayor, mejor buscar otra alternativa para cruzarlo, aguas abajo es posible
que el cauce sea más amplio y la profundidad menor.
Progresión en grupo.
Sea cual sea el tipo de terreno por el que se desplace el grupo, deberemos tener en cuenta las
siguientes pautas generales:
En el caso de la progresión en grupo en pedreras, seguiremos las mismas pautas que para
pendientes de hierba además de:
Esencialmente, serán las características del terreno (pendiente de hierba, pedreras, caos de
bloques, pendiente en terreno rocoso, etc.) y la inclinación de las pendientes (ascenso o descenso)
quienes van a determinar el empleo de las técnicas más apropiadas de progresión.
Aquí juega un gran papel la experiencia del técnico a la hora de encontrar los apoyos necesarios
para la progresión. Un pequeño análisis nos muestra que el desplazamiento en la naturaleza
depende básicamente de:
Altura.
Medio deslizante: barro, hierba…
Encontrar los mejores apoyos posibles en función de las condiciones cambiantes del terreno:
sendero, hierba, barro, roca, pedreras, inclinación…
Dominar el temor de cara a un medio que puede resultar hostil: altura, terreno deslizante…
Facilitar y asegurar la progresión utilizando un material y unas técnicas específicas.
Lo que nos lleva finalmente a tener que adaptar la motricidad y dominar las emociones.
Sintético. Implica síntesis, unión de elementos para formar un todo. Por ejemplo, tras
analizar la heces, huellas, sonidos y entorno, podemos averiguar que animal ha pasado por
el sendero.
Los podemos clasificar tanto desde el punto de vista del papel del técnico-instructor, como de la
organización de la sesión. En términos generales podemos dividirlos en dos grandes grupos:
Se caracterizan fundamentalmente por la diferente relación entre técnico y cliente. Los estilos más
utilizados en la enseñanza de las actividades en la naturaleza son:
Mando directo. La actividad se realiza de forma controlada y dirigida por el técnico. Él ejerce el
control y no deja que el cliente intervenga o se salga de las premisas que ha establecido. Usualmente
se basa en explicación-demostración-ejecución controlada, normalmente hasta que el técnico
considere que la ejecución de la actividad propuesta es aceptable. Es un estilo poco flexible, pero
necesario en situaciones de riesgo o comprometidas en las que el control del técnico es necesario
para la seguridad.
Asignación de tareas. Se asignan tareas al cliente para que las ejecute de forma autónoma. Por
ejemplo, en una actividad de circuito en grupos, el profesor explica la actividad a realizar, la
demuestra o no y los grupos repiten las tareas a su ritmo. El técnico corrige a cada grupo
desplazándose entre ellos y determina como alternarán las tareas entre ellos. Es más difícil de
controlar, pero más creativo y ameno.
Resolución de problemas. El técnico propone un problema para que los clientes lo resuelvan de
forma personal y creativa. El técnico suele presentar la situación incompleta de modo que dé pie
apara que el cliente descubra el resto. La aplicación de este estilo se basa en cuatro preguntas:
¿quién puede…? quién sabe…? quién quiere…? cómo se puede…? El resultado pueden ser varias
respuestas. Es un estilo que favorece la participación y la creatividad.
Elegir un lugar técnicamente interesante para la consecución de los objetivos propuestos y con
riesgos lo más limitados posible. Lo ideal es un relieve con pendiente que se incline progresivamente,
con una zona llana o casi llana en su base. A poder ser, en un entorno agradable que motive más a
nuestros clientes.
Para enseñar a los clientes a progresar correctamente por todo tipo de terrenos deberemos
progresivamente adaptar la motricidad y dominar las emociones. Adaptar la motricidad pasando
del más fácil (senderos) a lo más difícil (trepada).
La evaluación no se realizará solamente sobre el cliente, sino también sobre otros aspectos. Las
distintas evaluaciones que se pueden realizar son:
Evaluación del cliente. Se realiza sobre el nivel de aprendizaje alcanzado, tiempo real de práctica,
nivel de retención, motivaciones, conocimientos, interacción social…