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HORA SANTA BÍBLICA EN CELEBRACIÓN

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS


MONICIÓN INICIAL:
Buenas tardes, hermanos y hermanas. La celebración del “Domingo de la Palabra de Dios”, a la
que nos exhorta el Papa Francisco, bajo el lema tomado del evangelio según san Juan: «Permaneced en mi
Palabra» (cf. Jn 8,31).
El Domingo de la Palabra de Dios es una invitación a escuchar con más atención y agradecimiento
la Palabra que Dios nos dirige, a responder con mayor alegría y decisión, a vivir con más entusiasmo y
esperanza, a practicar cada día con mayor vigor y a orar para que el Espíritu Santo abra nuestros oídos y
nuestros corazones.
Que la Virgen María nos acompañe con el ejemplo de su vida y su constante intercesión, para que
estemos siempre abiertos para escuchar la Palabra de Dios.
Esta Hora Santa la ofrecemos por y para que la Palabra de Dios sea cada vez más meditada y
saboreada, anunciada, celebrada y vivida cada día por todos nosotros.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén

Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.


Todos: Por siempre sea para bendito, alabado y adorado,
mi Jesús Sacramentado. (tres veces)

Cita Bíblica: (Lc 24,32) 32 «Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el
camino y nos explicaba las Escrituras?».

Meditación:
El relato de los discípulos de Emaús no es sólo una anécdota edificante, sino que contiene una
verdad importante. La Sagrada Escritura da testimonio del Cristo resucitado, y la eucaristía da al
Resucitado mismo vivo y presente.
La eucaristía es el gran signo de la resurrección del Señor, el signo en que se reconoce que el
Señor vive y está presente. La eucaristía no es sólo memorial de la muerte del Señor, sino también
memorial de la resurrección. La muerte y la resurrección están unidas entre sí inseparablemente. La
celebración eucarística hace presente no sólo el sacrificio de la cruz, sino también la resurrección de aquel
que vive. Es signo, por el que reconocemos que Jesús resucitó verdaderamente. Mediante ella se obtiene la
capacidad de reconocer al Señor.

Oración comunitaria…Silencio breve…Canto.

Cita Bíblica: (Jn 6,35) 35 «Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí
jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed».

Meditación:
Interesante el pensamiento que el alimento del alma no es terreno sino celeste, lo
certifica con mayor amplitud la Sagrada Escritura en el pasaje: «He aquí que hago descender pan del cielo
para ustedes, y el pueblo saldrá y recogerá cada día según su necesidad cotidiana, a fin de que yo los ponga
a prueba de si caminan o no según mi ley" (Ex 16,4).
Se puede ver cómo el alma no se alimenta de lo terreno y caduco, sino de las ideas que Dios deja
inspirar desde la esencia soberana y pura, que se designa como cielo. De este modo puede el pueblo, es
decir, el alma en toda su composición, salir y recoger y con el conocimiento establecer el comienzo, pero
no de una vez por todas, sino conforme a la necesidad cotidiana de cada día.
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Con las últimas palabras se abre desde Dios una posibilidad, que empuja a los oyentes a formular
su petición: «Señor, danos siempre ese pan». La petición suena casi como una oración en la que, aunque
todavía de una manera confusa, se expresa el deseo de vida y de salvación que alienta en el hombre, y en la
cual se hace patente asimismo la actitud fundamental con que el hombre ha de recibir el don divino.

Oración comunitaria… Silencio breve… Canto.

Cita Bíblica: (Jn 6, 48-51) « 48 Yo soy el pan de Vida. 49 Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron. 50 Pero este es el pan que desciende del cielo, para que
aquel que lo coma no muera. 51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo»

Meditación:
El que cree tiene vida eterna, no sólo como una promesa de futuro, sino como una realidad
presente ya. El creyente vive ya en la nueva eternidad. Las raíces de su existencia se hunden en la realidad
vital del Cristo resucitado y presente, es el pan de vida. En él palabra y persona constituyen una unidad
indestructible. No sólo es el donante, es asimismo el don. Se comunica personalmente con el creyente, por
cuanto le otorga «vida eterna».
Jesús es el verdadero «pan del cielo», el alimento para vida eterna. Y lo es en una forma
radicalmente distinta de como lo era el maná y de las expectativas cifradas en el mismo. Los padres
comieron el maná y murieron, no alcanzaron por consiguiente la vida eterna. Sólo el pan de vida
escatológico, el Hijo del hombre, Jesucristo, es el pan que realmente ha bajado del cielo y que debido a su
origen pertenece al ámbito de la vida divina. Y ha bajado de allí a fin de que quien lo coma ya no muera.

Oración comunitaria… Silencio breve… Canto.

Cita Bíblica: (1 Co 10, 16-17) « 16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso
comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el
Cuerpo de Cristo? 17 Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos,
formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan».

Meditación:
Los judíos llamaban "cáliz de la acción de gracias" o "de la bendición" a la copa que, una vez
bendecida dando gracias a Dios, se pasaba en la última ronda entre los comensales para concluir las
comidas o banquetes rituales. Este fue precisamente el cáliz que bendijo el Señor en la última Cena dando
gracias al Padre y que pasó después a sus discípulos para que bebieran de él. El cáliz de nuestra Acción de
Gracias es el cáliz de la sangre de Cristo. Cuantos beben de ese cáliz entran en comunión con Cristo y se
comprometen juntos en el único y verdadero sacrificio.
También "el pan que partimos" se refiere al pan eucarístico (la eucaristía se llamó desde el
principio "fracción del pan"), en el que recibimos el cuerpo de Cristo. La expresión "cuerpo de Cristo" se
refiere aquí al cuerpo de Jesús entregado por todos los hombres en la cruz, se refiere al cuerpo de Cristo que
recibimos en la eucaristía. Cuantos participamos del cuerpo de Cristo nos incorporamos a Cristo y a su
misión y formamos juntos un solo cuerpo, esto es, una comunidad de vida, que es la Iglesia.

Oración comunitaria… Silencio breve… Canto.

Cita Bíblica: (1 Co 11, 26) « 26 Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa,
proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva».

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Meditación:
El anuncio del Evangelio expone las exigencias de esta proclamación. En la celebración
eucarística alcanza siempre la muerte salvadora de Cristo un nuevo poder liberador sobre la comunidad. Al
«hacer esto» en memoria del Señor, el Señor causa en ella la salvación contenida, le comunica el fruto
redentor de su muerte.
Pablo describe en estos versículos el misterio de la eucaristía: haced esto... para anunciar la
muerte. Porque también este anuncio debe darse no tanto mediante unas palabras especiales, sino a lo largo
de toda la acción que, por otra parte, no puede existir sin las palabras decisivas. «Hasta que él venga.» Esta
pequeña adición tiene una gran importancia desde varios puntos de vista. Pablo ha insistido en la muerte de
Jesús; el pan y el vino, en cuanto elementos del sacrificio, la contienen simbólicamente; la fiesta en que se
come este pan y se bebe de este cáliz está referida a la noche de la muerte. Pero ahora debe poner en claro
el otro aspecto: el que se da de nuevo en el pan y en el vino es el Viviente, el Resucitado, el que mostrará su
fuerza y su majestad cuando venga.

Oración comunitaria… Silencio breve… Canto.

PRECES COMUNITARIAS:
Lector: Oremos al Señor, nuestro Dios, que se hace presente en nuestras vidas y que nunca nos abandona,
respondamos diciendo:

R/ Que permanezcamos en tu Palabra, Señor

Tú que fuiste contemplado por los pastores y los magos en Belén…


Haz que te descubramos en nuestras vidas, Señor. (cfr. Mt 2,11)

Tú qué mostraste tu gloria en el Tabor…


Haz que disfrutemos las alegrías de cada día, Señor. (cf. Mt 17,1s)

Tú qué llamaste a tus discípulos en la orilla del lago…


Haz que también nosotros atendamos a tu llamada, Señor. (cfr. Mt 4,18-22)

Tú que viste la creatividad de Zaqueo…


Haz que te ofrezcamos nuestros esfuerzos, Señor. (cfr. Lc 19,1s)

Tú que tocando al sordo mudo le mostraste tu cercanía…


Haz que recibamos atentos tu Palabra, Señor. (cfr. Mc 7,33)

Tú que cambiaste el horizonte de la vida de Mateo…


Llena nuestras vidas de sentido, Señor. (cfr. Mt 9, 9-13)

Tú que dirigiéndote a Lázaro lo volviste a la vida…


Anima nuestro fervor y deseo de santidad, Señor. (cfr. Jn 11,1s)

Animador: Señor Jesús, así como transformaste la tristeza en gozo de tus discípulos explicándoles las
escrituras enciende nuestro amor por tu Palabra y la certeza de tu presencia. Por Jesucristo nuestro Señor.
(cfr. Lc 24,13-35).

Padre Nuestro…Dios te Salve…Gloria…

ORACIÓN FINAL:
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Eterno Padre, yo te agradezco porque Tu infinito Amor me ha salvado, aún contra mi propia
voluntad. Gracias por Tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por Tu
inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí.
Estoy delante Tuyo, Espíritu de Amor, que eres fuego inextinguible y quiero permanecer en tu
adorable presencia, quiero reparar mis culpas, renovarme y entregarte mi homenaje de alabanza y
adoración.
Jesús bendito, estoy frente a Ti y quiero arrancar a Tu Divino Corazón innumerables gracias para
mí y para todas las almas, para la Santa Iglesia, tus sacerdotes y religiosos. Permite, oh, Jesús, que estas
horas sean verdaderamente horas de intimidad, horas de amor en las cuales me sea dado recibir todas las
gracias que Tu Corazón divino me tiene reservadas.
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, me uno a Ti y te suplico me hagas partícipe de los
sentimientos de Tu Corazón Inmaculado.
¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y
no te aman.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el
preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
Sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es
ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te
pido la conversión de los pobres pecadores.
En este momento se deja un tiempo en silencio (puede acompañarse con música instrumental o un
canto muy suave).

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