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VIRGEN DE GUADALUPE

El origen de esta devoción es muy antiguo. Data del siglo XIX. En sus inicios se comenzaba esta
Devoción con una verbena en el Jardín del Santuario.
EL ROSARIO:
Es la devoción mariana que ha gozado de más preferencias en la piedad popular y ha sido más
recomendada por la Iglesia. Consiste en meditar veinte episodios o misterios de la vida, pasión y
muerte de Cristo (incluyendo los Misterios Luminosos sugeridos por el Papa Juan Pablo II.)
relacionados con Santa María, intercalando en cada misterio un Padre Nuestro y diez Aves Marías. El
rosario, además de cultivar, orientar y alimentar nuestra fe en Cristo nos ayuda a profundizar la
trascendencia del hecho guadalupano y nos permite sentir la presencia amorosa de Nuestra Madre
para su pueblo mexicano.
“El Rosario nos transporta místicamente junto a María, dedicada a seguir el crecimiento humano de
Cristo en la casa de Nazaret. Eso le permite educarnos y modelarnos con la misma diligencia, hasta
que Cristo “sea formado” plenamente en nosotros (cfr. Gál. 4,19)”. (El Rosario de la virgen María n.
15)
Uno de los entes religiosos más famosos en el mundo es la Virgen de Guadalupe, la cantidad de
milagros que ha realizado han transcendido es inimaginable y todos los devotos a la religión confían
plenamente en ella, por lo que depositan sus deseos y miedos en ella, algunos lo hacen a través del
rosario y otros con los 9 días de plegarias.
Ambos procesos tienen sus objetivos, debemos saber exactamente para que los utilizaremos, para
encomendarnos a la Virgen en un momento de angustia o para encomendarnos para que proteja
nuestro camino.
Recuerda que:
“Recitar el Rosario, en efecto, es en realidad contemplar con María el rostro de Cristo.
Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca
en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de
Aquella que es- tuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza»
El Rosario es a la vez meditación y súplica. La plegaria insistente a la Madre de Dios se apoya en la
confianza de que su materna intercesión lo puede todo ante el corazón del Hijo… En el Rosario,
mientras suplicamos a María, templo del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35), Ella intercede por nosotros ante
el Padre que la ha llenado de gracia y ante el Hijo nacido de su seno, rogando con nosotros y por
nosotros.”
(Carta Apostólica Rosarium Virginalis Mariae.
S.S. Juan Pablo II).

Que la Santísima Virgen siempre le acompañe.

«Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se
altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto,
angustioso o doliente.”
“¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente
de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes
necesidad de alguna otra cosa?”

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