Un poco de Experiencia Jerry Oltión

El golpe de rayo brotó de un cielo sin nubes.

Jedra, que regateaba el precio de un nuevo pellejo
de agua, se estremeció cuando el brillante destello

Un Poco de azul iluminó los tenderetes de comida y ropa y

arneses a su alrededor. En el mismo momento, un
trueno hizo vibrar todo el bazar y resonó en las
paredes de ladrillos de adobe de los edificios de

Experiencia uno y dos pisos que lo rodeaban.

Jedra se volvió, con los oídos zumbantes, para
ver una litera llevada por cuatro esclavos volcada
en el suelo a unos pocos metros de distancia, y al
demasiado gordo templario que transportaba
sacudiéndose furioso la arena de su túnica negra
mientras tres musculosos esclavos enderezaban
Jerry Oltion frenéticamente la litera. El cuarto esclavo estaba
tendido en el suelo, con una mancha de arena
fundida de unos cuantos centímetros de diámetro
burbujeando aún al lado de su humeante cuerpo.
El esclavo debía de haber tropezado y arrojado
al templario fuera de la litera, supuso Jedra, y el
templario lo había matado por ello. Caso cerrado.
La actividad se había paralizado en el bazar, pero
a medida que los demás llegaban a la misma
conclusión se fue reanudando de nuevo poco a
poco. Jedra se volvió al vendedor de agua, un viejo
elfo de correosa piel con un parche sobre su ojo
izquierdo, y le dijo:
—De acuerdo, dos cerámicas por el pellejo, pero
sólo si está lleno.
El elfo miró a Jedra, sin duda intentando juzgar
hasta dónde podía estrujar a aquel joven y delgado
semielfo, pero al final asintió.
—Hecho —dijo, y llenó el pellejo de cuero en
forma de lágrima de un barril de la parte de atrás
de su tenderete, cuidando de no derramar ni una
sola gota, mientras Jedra rebuscaba en su bolsa dos
fragmentos de moneda de cerámica. Eran el último
dinero que le quedaba. Si hoy quería comer, tendría
que encontrar trabajo o rebuscar algo que pudiera
vender.
Pág. 1 . . Un poco de experiencia Tomó el pellejo del elfo, vació una cuarta parte
Ficción por Jerry Ollion de su contenido en dos largos tragos, luego se lo
Pág. 13 . . Una aventura en libro-bloc colgó del hombro por la correa y sintió su
Un nuevo formato de aventura reconfortante peso. Al menos hoy no pasaría sed.
Pág. 15 . . . . Kluzd El templario había desaparecido ya cuando se
Un añadido al Compendio de monstruos
Pág. 16 . . . . Wezer
volvió de nuevo, lo mismo que la litera y el cuerpo
Un añadido al Compendio de monstruos del esclavo. Todo lo que quedaba del incidente era
el pequeño charco vitrificado allá donde el golpe de
rayo había fundido la arena. Siempre curioso, Jedra
le dio un golpecito con la punta de su sandalia, y un
trozo de vidrio se desprendió de la parte superior.
Tendría varios centímetros de diámetro y al menos
un par de grosor en su parte central, pero era más
delgado en los bordes.
Se inclinó y recogió el fragmento, y casi lo dejó
caer cuando miró en su interior. Allí, en medio de

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 Un poco de Experiencia
las burbujas y estrías, danzaba la diminuta imagen
invertida de un thri- kreen.
Miró más allá del cristal. La criatura auténtica
estaba de pie al otro lado de la calle, con su cuerpo
insectoide de seis patas parecido al de una mantis
brillante a la luz del sol, mientras examinaba una
gytka —un arma de asta con hojas a ambos lados—
en el puesto de un armero.
El thri-kreen parecía ajeno a Jedra y su cristal.
Cautelosamente, temiendo ser menos afortunado la
segunda vez, Jedra miró de nuevo a través del
cristal, girando lentamente y ob-servando a su
través mientras el bazar se deslizaba invertido por
él..., hacia atrás. Nadie se dio cuenta de que habían
sido puestos cabeza abajo, si de hecho lo habían
sido. Jedra puso su mano al otro lado del cristal
para ver si podía captar alguna sensación.
Un punto de brillante luz se deslizó a lo largo de
su muñeca y, cuando se detuvo para mirarlo, sintió
una repentina punzada de calor. ¡El cristal le había
quemado!
Jedra se frotó la muñeca pero sonrió. El cristal
debla retener todavía un poco del golpe de rayo
que lo había creado. Lo cual quería decir que podía
tener algún valor para la persona adecuada.
Contempló el tenderete de las especias, lleno de
hierbas y raíces, y del que se rumoreaba que era un
distribuidor del mercado negro para las cosas
usadas en la creación de magia. Probablemente el
propietario le compraría el cristal.
Avanzó unos pasos hacia el tenderete, luego se
detuvo, reacio a desprenderse tan pronto de su
nuevo tesoro. Un elfo bastardo sin casa ni
entrenamiento mágico no se hallaba a menudo en
posesión de un artilugio maravilloso. Sin duda
tendría que venderlo al final, pero el día todavía era
joven y podía soportar su hambre. Primero vería
qué otras cosas era capaz de hacer el cristal.
Halló un lugar tranquilo al lado del bazar, en un
callejón flanqueado por una hilera continua de
casas de ladrillos de barro. Sus puertas y ventanas
de madera estaban cerradas para retener dentro el
aire fresco de la noche anterior, lo cual
proporcionaba a Jedra intimidad para
experimentar.
En sólo unos minutos descubrió el principal
poder del cristal, y la razón de que se hubiera
quemado: Cuando era mantenido a la distancia
correcta, hacía que las cosas parecieran más
grandes de lo que eran realmente, incluido el calor
del cobrizo sol rojo de Athas. Por qué la mayoría de
las cosas aparecían sólo como imágenes mientras
que el sol parecía estar realmente detrás del cristal
era un misterio, como lo era la razón por la que los
objetos más allá del alcance de su brazo al otro lado
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Jerry Oltión
del cristal se vieran empequeñecidos y vueltos del
revés.
Acababa de prender fuego a una hoja seca —sin
duda arrastrada al callejón desde los jardines del
rey, puesto que pocos de los hombres libres que
vivían en la hilera de casas podía gastar
voluntariamente el agua necesaria para mantener
viva una planta— cuando notó una presencia en su
mente, como si alguien le estuviera observando.
Había aprendido a confiar en esta sensación; alzó la
vista, y vio a un noble humano de unos sesenta
años, de pelo tan blanco como sus ropas, de pie en
el otro extremo del callejón, con la boca abierta por
la sorpresa. Maldiciendo su descuido. Jedra se
irguió y echó a andar rápidamente de vuelta al
bazar. El hombre debía de haber visto la hoja
estallar en llamas, y seguramente había llegado a la
obvia conclusión de que Jedra estaba usando el
cristal para energizar algún tipo de magia.
También resultaba obvio que Jedra no era un
templario, y por ley sólo los templarios y el propio
rey-hechicero estaban autorizados a usar la magia.
Un plebeyo atrapado practicándola podía ser
vendido como esclavo, incluso ejecutado.
Desacostumbrado a la magia y sus Implicaciones,
Jedra ni siquiera había tomado en consideración
ese peligro.
Lo hizo ahora. Sudoroso de repente, avanzó a
toda prisa hacia el bazar, con la esperanza de
perderse entre la multitud, pero apenas había dado
una docena de pasos antes de que el noble
recobrara la voz. El grito de <<¡Detenedle!>>
persiguió a Jedra fuera del callejón, y emergió de él
para descubrir que todo el mundo miraba en su
dirección. Nadie de la docena de compradores hizo
ningún movimiento por detenerle, sin duda
pensando que no era más que un ladrón ordinario,
pero cuando el noble salió del callejón tras él y
gritó: <<¡Un mago! ¡Detenedle!>>,actuaron de
inmediato.
Un alto y enorme semigigante con unos brazos
del tamaño de las piernas de Jedra agitó un saco de
grano que se había cargado al hombro justo en el
momento en que Jedra pasaba corriendo a su lado,
y le golpeó con él en medio mismo de la espalda.
Jedra trastabilló hacia delante a causa del golpe
pero mantuvo su carrera, sólo para chocar contra
un compacto y musculoso enano. La cuadrada
cabeza del enano le llegaba sólo al pecho, justo la
altura necesaria para reventar su nuevo pellejo de
agua con el impacto.
Esquivó al enano, pero todo el bazar parecía
estar ahora tras él. La orden de un noble era casi
tanto como la ley, en especial una orden que los
templarios apoyarían sin la menor duda. Ninguno
de los presentes deseaba ser atrapado deso-
 Un poco de Experiencia
bedeciendo esa orden lo cual significaría ser
acusado de ayudarle a escapar. Aquellos a quienes
les ocurría esto terminaban a menudo
compartiendo el destino del fugitivo.
Jedra dio la vuelta y saltó de regreso al callejón,
eludiendo de nuevo al enano y al semigigante y
regateando al noble, pero se detuvo en seco cuando
se dio cuenta de que el grito de este último había
atraído corriendo a la gente del otro extremo
también. Estaba atrapado. Miró a ambos lados,
pero sólo vio las puertas y las ventanas cerradas de
la hilera de casas que flanqueaban el callejón.
¿Podía saltar al alfeizar de una ventana y desde allí
alcanzar el tejado? No era probable. pero no podía
pensar en ninguna otra cosa. Se agazapó para
saltar, pero cuando lo hizo tuvo la sensación como
si pateara un agujero en el suelo antes que lanzarse
hacia arriba. Oyó jadeos de asombro de la multitud,
y miró hacia abajo para ver un rielante círculo de
oscuridad debajo de sus pies. Apenas tuvo tiempo
de gritar antes de caer a su interior.
Aterrizó de pie sobre un suelo de tierra
compactada, pero los residuos de su abortado salto
y una repentina oleada de desorientación se
combinaron para arrojarlo de bruces. Adelantó las
manos para frenar su caída, y el cristal escapó de
sus manos para rodar un par de metros y detenerse
dentro de un circulo de cenizas cerca de un par de
oscuras botas de cuero.
Jedra forzó los ojos para ver a la escasa luz y alzó
la cabeza para descubrir a quién pertenecían las
botas. Un hombre bajo y nervudo de rizado pelo
oscuro estaba de pie ante él. Se inclinó para recoger
el cristal.
—¿Quién eres? —preguntó Jedra mientras se
levantaba e Intentaba identificar sus alrededores,
aunque el círculo de cenizas en tomo de los pies del
hombre se lo decía claramente. Era un mago, y no
era un templario. Los templarios extraían su poder
del rey-hechicero de la ciudad, pero los otros
magos tenían que extraerlo de las fuerzas vitales de
su alrededor. Cada vez que un mago lanzaba un
conjuro, extraía su energía de la vida vegetal y del
suelo fértil que le rodeaba. Si no iba con cuidado,
extraía todas las fuerzas vitales de un área,
reduciéndola a cenizas.
El hombre no respondió. Examinó cuida-
dosamente el cristal, y casi lo dejó caer cuando vio
las imágenes de la estancia desfilar boca abajo por
él.
—¡Ajá! —dijo—. De modo que esto es lo que ha
causado toda esa conmoción. ¿Es obra tuya?
Jedra no tenía ni idea de cómo responder. Miró a
su alrededor y vio que estaba en una casa de una
sola habitación, con un camastro en un rincón, una
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Jerry Oltión
mesa de planchas de madera y dos sillas en otro, un
baúl de madera y una cómoda en otro, y un banco
de trabajo cubierto de pergaminos y varitas y poco
familiares utensilios en el cuarto. Una ventana en
una pared se abría a un patio compartido y
permitía que un rayo de luz solar iluminara la
habitación. La ventana de la pared opuesta tenia los
postigos cerrados. pero Jedra pudo oír a la multitud
gritar confusa justo al otro lado. Evidentemente, el
hombre lo había rescatado con alguna especie de
conjuro, pero por qué razón era algo que Jedra no
podía adivinar. Finalmente se limitó a decir:
—Quizá.
—Buena respuesta —dijo el hombre—. Permite
que me presente. Soy Dornal, mago y miembro de
la Velada Alianza.
Jedra pensó en inventarse un nombre, pero
parecía una estupidez mentirle a un mago.
—Jedra —dijo. Dornal sonrió.
—Hice bien rescatándote, Jedra. Posees poderes
que a la Alianza le encantaría aprender. Has oído
hablar de nosotros, ¿verdad?
Jedra asintió. Por supuesto. La Velada Alianza
era supuestamente una coalición de magos que se
oponían al rey—hechicero y a sus templarlos y a
los magos poco escrupulosos en general. Tra-
bajaban para devolverla fuerza vital al mundo
antes que consumirla para dar energía a sus
conjuros. Eran un puñado de individuos mis-
teriosos cuya existencia Jedra había creído sólo a
medias..., hasta ahora.
—Estaba mirando a través de los postigos
cuando te vi practicar tu conjuro de quemar —dijo
Dornal, mientras fruncía los ojos para ver las
Imágenes en el cristal—. Supongo que también lo
usas para esto.—Giró hacia la ventana abierta, con
el cristal ante los ojos.
—¡No mires al sol!
El mago bajó el cristal y estudió a Jedra desde
debajo de unas fruncidas cejas.
—Aumenta las cosas. Incluso la luz del sol.
Puedes quemarte los ojos con él.
—Oh. —Dornal examinó el cristal con renovado
Interés—. ¿Y qué estabas haciendo tu con él?
—Experimentaba.
—Por supuesto.
Un sutil cambio en los sonidos del exterior
hicieron que Dornal se dirigiera a la ventana
delantera y atisbara por entre las rendijas de los
postigos. Se apartó de repente.
—Han traído templarlos para registrar la zona
en busca de magia. Tenemos que Irnos. —Se dirigió
al armario, extrajo una bolsa de viaje de tela y
empezó a echar dentro ropa y otras cosas de valor.
Jedra observó que el cristal Iba a parar también a la
bolsa.
 Un poco de Experiencia
—¿Ir adónde? —preguntó.
—Debemos abandonar la ciudad por un tiempo
—explicó Dornal—. Arriesgué mucho
escamoteándote de este modo a plena luz. Los
templarios pueden rastrear el uso de la magia. y no
les gusta verse frustrados públicamente de este
modo; nos buscarán durante muchos días antes de
abandonar.
—¡Días!
—Exacto. Así que será prudente apartamos de su
camino hasta que pase un poco de tiempo. —
Dornal tomó una larga túnica multicolor del
armario y se la lanzó a Jedra—. Toma, ponte esto.
Jedra obedeció, pues era una maniobra
prudente. Iba a discutir sin embargo acerca de la
idea de abandonar la ciudad cuando Dornal le lanzó
una bolsita de piel y dijo:
—Mantén esto fuera de la vista.
A Jedra casi se fallaron las piernas cuando abrió
la bolsita y vio que contenía al menos dos buenos
puñados de monedas de oro y plata. Nunca antes
había tenido en sus manos ni siquiera una sola
moneda de plata. Necesitarla una docena de vidas
para ganar una fortuna como aquella, y al menos
una vida para gastarla. Si Dornal confiaba a alguien
a quien acababa de conocer una tal riqueza,
entonces el hombre tenía que ser un mago
realmente poderoso. Y si era así, entonces sabía
mucho más sobre mantenerse seguro de lo que
Jedra podía llegar a saber. El muchacho se
desprendió de su reventado pellejo de agua y usó
su correa para asegurar la bolsita de dinero
alrededor de su cuello, asegurándose bien de que
quedaba oculta debajo de su túnica.
Dornal metió otra bolsita de dinero en su bolsa
de viaje, cerró fuertemente ésta y se dirigió a la
puerta de atrás.
—¿Vienes? —preguntó.
Jedra no podía decir que tuviera muchas otras
elecciones, no si los templarios lo andaban
buscando.
—Supongo que sí —dijo, y siguió al mago hacia
la puerta.
Al cabo de pocas horas se halló compartiendo
una reducida cabina en la cubierta superior de una
caravana mercante que se dirigía a la ciudad de
Tyr. En realidad apenas era una caravana, sólo un
enorme carro de madera tirado por dos igualmente
enormes mekillots, largas y anchas criaturas
parecidas a lagartos de piel lo bastante gruesa
como para desviar las fechas. El carro del que
tiraban parecía un castillo sobre rodillos, completo
con almenas desde las cuales los guardias podían
disparar sobre los posibles incursores y animales
salvajes que merodeaban por el desierto. En su
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Jerry Oltión
interior había toda una madriguera de cubiertas y
compartimientos con suficiente capacidad de carga
para contener un bazar entero de productos.
La carga de este carro incluía también esclavos,
destinados a trabajar y probablemente morir en el
zigurat que estaba siendo construido para el rey—
hechicero de Tyr. Jedra se estremeció ante el
pensamiento de los pobres seres apiñados en la
oscuridad sólo unas pocas cubiertas debajo de él.
De no haber sido por la Intervención de Dornal, él
podría hallarse muy bien ahora en una situación
similar.
El seco y almizcleño olor de la piel de mekillot
penetraba por la única portilla de un palmo de
diámetro de la cabina, pero cerrarla sería peor aún.
Apenas acababan de abandonar la ciudad, pero
Jedra ya estaba sudando por el calor, y sabía que
sería mucho peor a medida que avanzase el día.
Necesitaban todo el aire fresco que pudieran
conseguir, aunque oliera a polvo y lagarto.
También necesitaban la luz del sol que admitía la
ventana. Dornal estaba examinando la misteriosa
pieza de cristal de Jedra, alzándola a la luz y
quemando líneas sobre la pequeña mesa apoyada
contra la pared opuesta.
—No parece necesitar fuerza vital para ener-
gizarlo —dijo—. Realmente asombroso. ¿Qué más
cosas hace?
—Ya viste cómo aumenta las cosas que están
cerca —dijo Jedra. Estaba sentado en el borde del
único camastro de la cabina, intentando evitar
marearse con el bamboleo del carro.
—Sí, sí, y hace que las cosas distantes parezcan
más pequeñas y puestas del revés —dijo Dornal—.
No consigo ver la utilidad de eso, a menos que
puedas hacer realmente que las cosas se vuelvan
más pequeñas y del revés al otro lado del cristal.
¿Hay un conjuro para eso, quizá?
—No lo sé —dijo Jedra—. Creo que no.
—Crees que no. —Dornal miró a Jedra a través
del cristal—. ¿Sabes?, cada vez tengo más claro que
sabes muy poco acerca de este... dispositivo. No lo
hiciste tú, ¿verdad?
Jedra había estado temiendo este momento.
Pensó en mentir, pero sabía que sería atrapado al
instante. Reluctante, admitió:
—No. Pero vi cómo se hacía.
—¿De veras lo viste? Cuéntamelo. ¿Qué conjuros
se usaron?
Evidentemente, Dornal lo estaba probando. Jedra
describió cuidadosamente cómo el templarlo hizo
bajar el golpe de rayo y cómo encontró luego el
cristal.
—Un conjuro de rayo —murmuró Dornal una vez
oído el relato—. Si, supongo que puede pro-ducirse
suficiente energía en un conjuro de rayo para hacer
 Un poco de Experiencia
algo así, pero si el templarlo no lo modeló a
propósito, entonces supongo que no debe saber
más que tú al respecto.
—Probablemente no.
—Y tú casi no sabes nada. No eres un mago.
¿verdad?
—No —admitió Jedra. Y añadió. esperanzado—:
Pero apuesto a que podría aprender.
Dornal rió suavemente, y su risa envió un
estremecimiento por toda la espina dorsal de Jedra.
—Oh, no dudo de que podrías. Tienes el
potencial. Puedo sentirlo en ti. Pero no veo ninguna
utilidad en entrenar a un futuro competidor. —
Agitó un brazo, y Jedra sintió de pronto que sus
músculos se agarrotaban. El carro dio un bandazo,
sin duda a causa de que una de sus ruedas se había
metido en un circulo de cenizas que apareció
repentinamente bajo él cuando el mago de arriba
lanzó su conjuro. Incapaz de guardar el equilibrio,
Jedra cayó contra su lado del camastro.
Con un esfuerzo, aún pudo decir:
—¿Qué haces?
—Recuperar lo que es mío. —Dornal se arrodilló
al lado de Jedra y tomó la bolsita del dinero de
debajo de la túnica del muchacho—. Gracias por
llevar esto por mí cuando cruzamos la guardia de la
puerta —dijo, y dejó caer en su mano una colección
de cristales y amuletos que hubieran señalado a
cualquiera como un mago a primera vista—. No
estaba seguro de que pudiéramos pasar sin ser
detenidos.
Jedra se dio cuenta de que Dornal había lanzado
alguna especie de ilusión sobre la bolsa. Lanzó una
patada contra el mago con todas sus fuerzas, pero
su pierna inmovilizada por el conjuro apenas
respondió.
—Me usaste —siseó.
—Exacto. Acostúmbrate a ello. Va a ocurrirte
mucho allá donde vas a ir.
—¿Y dónde es eso?
Por toda respuesta, Dornal se limitó a señalar
hacia abajo. Luego agitó de nuevo la mano, y Jedra
perdió por completo el conocimiento.
Despertó a un Intenso calor y al olor de docenas
de cuerpos sucios y sudorosos. La única luz
procedía de dos ventanas con barrotes encajada en
dos puertas a ambos lados de la bodega, que
desembocaban en dos pasillos, pero el muchacho
no necesitaba ninguna luz para saber dónde estaba.
Dornal lo había vendido como esclavo,
probablemente por poco más que el coste de su
pasaje. También le había quitado su túnica: ahora
Jedra llevaba tan sólo un simple taparrabos.
Se sentó y miró a su alrededor. Había otros veinte
o treinta en la bodega junto con él, todos con las
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Jerry Oltión
muñecas y los tobillos sujetos con pesados grilletes
de cuero y atados a la pared con cuerdas unidas a
los collares que rodeaban sus cuellos. Jedra
observó que el esclavista no había discriminado
mucho: había humanos, enanos. un elfo, incluso
uno de los insectoides thri-kreen.
—¿Qué hiciste, enfurecer al vaguemaestre? —
preguntó una voz femenina. Se volvió y vio a una
mujer humana baja y de rostro redondeado
sentada a su lado. Llevaba un corpiño además del
taparrabos.
—Confié en un mago —respondió al cabo de un
momento.
Ella se echó a reír, pero amigablemente.
—No es una buena Idea —admitió.
Un enano dos esclavos mas allá de ella se echó a
reír poco amigablemente, pero no de Jedra. Con
una voz como un lejano trueno, dijo:
—Tú puedes decirlo, templaria.
Los otros esclavos rieron también. Jedra miró a la
mujer con abierta sorpresa. ¿Ella, una templaria?
—Falso —dijo la mujer al enano—. Era una
sanadora. Mis poderes son psiónlcos, no mágicos, y
para ser un templarlo necesitas saber magia.
Jedra no sabía casi nada sobre psiónica, el
conjunto de habilidades mentales que algunas
personas pueden emplear en vez de la magia,
excepto que estos poderes no requieren
supuestamente energía vital que los alimente. Se
había preguntado si su propia habilidad de saber
cuándo la gente lo estaba observando no seria
psiónica, pero nunca antes había encontrado a
nadie que pudiera decírselo.
Estaba a punto de preguntárselo a la mujer a su
lado, pero el enano no había terminado de
incordiarla.
—Trabajabas para los templarios —dijo—. Eso es
prácticamente lo mismo.
—Los esclavos también trabajan para los
templarios —le escupió ella de vuelta.
—Pero a ti te pagaban por ello. Dinero
ensangrentado —remachó el enano.
Normalmente Jedra no se mezclaba con la
discusión de los demás, pero deseaba hablar con
esta mujer. Además, no podía dejar de observar
que, si se le daba la oportunidad de bañarse y de
cepillarse el pelo castaño que le llegaba hasta los
hombros, era más bien hermosa. Esto fue suficiente
para hacerle decir:
—¿Acaso importa eso? Ahora todos somos
esclavos.
—Sí, gracias a la gente como ella —gruñó el
enano—. Y quizá también como tú. ¿eh? Te gustan
los templarios. ¿verdad?
Sorprendido por la repentina acusación, Jedra
tartamudeó:
 Un poco de Experiencia
—Yo..., por supuesto que no. Quiero decir...
Mantente fuera de esto, dijo claramente la voz de
la mujer en su mente. Puedo ocuparme de mí
misma. Y en voz alta:
—Déjalo tranquilo. Y déjame tranquila a mí
también, o curaré tu boca de modo que se
mantenga cerrada un buen rato.
—Ya —bufó el enano, pero Jedra se dio cuenta de
que se callaba.
La mujer volvió de nuevo su atención a él.
—¿Cómo exactamente te ha traído hasta aquí el
confiar en un mago?
Jedra le contó toda la historia del trozo de cristal
del rayo y terminó con la traición de Doma!.
—¿Te dijo que era uno de Aquellos que Llevan el
Velo? —preguntó ella.
—Exacto.
—Bien, ésa fue su primera mentira. Los de la
Velada Alianza son magos honestos, en su mayoría.
Pero guardan su secreto mejor que los ladrones
cuando se trata de hablar de ello, y odian a la gente
como ese Dornal.
—Me hubiera gustado saberlo antes —dijo Jedra.
Ella se echó a reír de nuevo.
—A todos nos gustaría haber sabido algo que no
sabíamos, o no haber estado en un lugar en el
momento en que estuvimos. Por cierto, ¿cómo te
llamas?
—Jedra. ¿Y tú?
—Kayan.
Jedra miró arriba y abajo de la bodega de los
esclavos, pero los otros habían perdido ya interés
en ellos dos. De todos modos se acercó más a ella.
Con voz suave preguntó:
—¿Cómo hiciste eso, cuando hablaste en mi
mente?
¿Quieres decir enviar pensamientos? Es un
poder psiónico muy sencillo.
No era en absoluto como oír su voz, pero Jedra
comprendió perfectamente las palabras. Su
intención de preguntarle acerca de su propia
habilidad se desvaneció ante una repentina y más
inmediata cuestión.
—¿Hasta cuán lejos puedes alcanzar con eso? —
preguntó con voz excitada.
—Depende de lo bien que pueda visualizar a la
persona que estoy intentando contactar —
respondió ella en voz alta—. Si es alguien a quien
conozco, puedo hablar con ella casi a cualquier
parte. De otro modo. tiene que estar cerca.
—¡Entonces puedes pedir ayuda! Ella negó con la
cabeza.
—¿A quién se la puedo pedir? La mayoría de las
personas a las que conozco son precisamente las
que me han metido aquí. Pensarían que es
realmente curioso saber de mí ahora.
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Jerry Oltión
—Pero tiene que haber alguien...
—Mira, nadie a quien conozca va a venir tras la
caravana sólo para rescatar a un par de esclavos.
Así que, a menos que tú conozcas a alguien...
—Los jura dai podrían. —La voz sonó alta y pura,
y llegó directamente del otro lado de la bodega,
frente a Jedra. Éste alzó la vista y vio a un elfo que
le miraba directamente. Sus ojos estaban muy
juntos en un rostro estrecho, y su nariz era fina y
larga. Todo respecto a él era largo. Incluso con las
rodillas dobladas, sus piernas llegaban casi hasta
Jedra, y su pelo rubio rojizo alcanzaba el suelo pese
a llevarlo trenzado. Era como una versión
exagerada del propio Jedra, cuyos rasgos élficos se
habían visto redondeados y reducidos por su
herencia humana.
—¿Qué? —preguntó Kayan.
—Soy Galar, de la tribu jura dai. Mi gente vendría
a por mí si supieran que estoy aquí.
—¿Atacarían la caravana sólo por ti?
Galar se echó a reír.
—Hay mucho tesoro a bordo también.
—¡Puedes enviar un mensaje a su tribu! —dijo
Jedra a Kayan.
Kayan negó con la cabeza.
—No conozco a nadie de su tribu. Así que, a
menos que estén viajando a nuestro lado mismo, no
puedo alcanzarles.
—Podrías intentarlo.
—¿Y que los guardias me redujeran a golpes a la
inconsciencia?
—¿Eh? ¿Cómo podrían saber que estás haciendo
algo?
Ella le miró como si la baba le estuviera
resbalando por la barbilla.
—Uno de los guardias es un psiónico. Ésa es una
de las formas que tienen de mantener controlados
a los esclavos. Estará vigilando en busca de
cualquier intento de escapar.
—Oh.
La expresión de Kayan se suavizó.
—Mira, lo intentaría con los ojos cerrados si
pensara que iba a funcionar, pero conozco mis
límites. No puedo contactar con ningún elfo al azar
ahí fuera. No es así como funciona.
Jedra asintió, sintiendo que la esperanza lo
abandonaba, pero un repentino pensamiento frenó
su zambullida a la desesperación.
—Espera un momento. Estos poderes psiónicos
tuyos.... ¿son algo que puedas enseñar?
—Bueno, hay que tener alguna habilidad
inherente, pero de otro modo si, es posible. ¿Por
qué?
Jedra hizo un gesto con la cabeza hacia Galar.
—Podrías enseñarle a él. Conoce a un montón de
elfos.
 Un poco de Experiencia
Kayan miró a Jedra como si acabara de sugerirle
escapar por una trampilla, y luego le hubiera
mostrado una a sus propios pies. Pero había sido
esclava el tiempo suficiente como para saber lo
debilitadora que podía ser una falsa esperanza .
—Bueno —dijo cautamente—, quizá valga la pena
intentarlo.
Galar, descubrieron muy pronto, tenía la misma
habilidad telepática que una piedra. NI siquiera era
capaz de hacerse oír psiónicamente al otro lado de
la bodega de los esclavos, y mucho menos a través
de la extensión de desierto entre él y su tribu.
Jedra, sin embargo, los sorprendió a todos. Tras
sólo unas pocas horas de entre- namiento por parte
de Kayan, aprendió a enviar sus pensamientos a
todo el mundo en la bodega. incluso al thri-kreen.
Su control era espectacular —todos alrededor del
blanco previsto oían también voces confusas en sus
cabezas—, pero el poder en bruto tras su emisión
era más de lo que Kayan había visto nunca antes.
—Será mejor que pares —sugirió, tras un
estallido particularmente fuerte que alcanzó a la
mitad de los esclavos en la bodega—. No es posible
que los guardias hayan pasado esto por alto. Puede
que no les importe un poco de telepatía entre los
esclavos, pero van a tener que hacer algo al
respecto si sigues con esto.
Jedra suspiró. Había tenido un atisbo de algo
increíble dentro de sí mismo, y ahora le decían que
cerrara los ojos.
—Creo que debería Intentar contactar con los
jura da! —dijo—. Admitirás que mi poder es más
fuerte que el tuyo: puede que consiga alcanzarles.
—iNol —Kayan golpeó la cubierta entre los dos
con el puño—. No sabes de lo que estás hablando.
Tus desenfocados pensamientos no Irán más allá
de la primera duna. Primero tienes que aprender a
controlarlos. —Se reclinó contra la pared—.
Espera. Tómate tu tiempo. Antes o después surgirá
una oportunidad, y entonces quizá puedas usar tu
talento.
—Quizá —gruño Jedra, pero supuso que Kayan
tenía razón. Aguardaría..., un poco, al menos.
Pronto se dio cuenta de que la manera más fácil
de aguardar —y de escapar al calor— era pasar
tanto tiempo como fuera posible inconsciente. Se
reclinó hacia atrás contra la pared y dejó que los
crujidos del carro lo mecieran hasta adormecerlo.
Jedra flotaba boca abajo en una charca de agua. El
fondo estaba muy lejos de su alcance, pero el agua
era tan clara que sólo un débil relumbrar le decía
que estaba mirando a través de algo distinto al aire.
Se dejó derivar pacíficamente, mientras observaba
su sombra deslizarse por la arena allá abajo, pero
cuando otra sombra cubrió la suya y se volvió para
ver qué la arrojaba, empezó a hundirse con rapidez.
—7—
Jerry Oltión
Agitó brazos y piernas, pero el agua no le
sostenla. No había sentido la necesidad de respirar
mientras derivaba: ahora lo necesitaba
desesperadamente, pero no podía.
La sombra extraña se extendió hacia él, y de
pronto Jedra notó que una mano aferraba su brazo
y tiraba de él hacia arriba. Su cabeza rompió la
superficie y jadeó en busca de aire, parpadeando
sorprendido a su rescatador. Era Galar, aún con las
muñecas atadas, pero detrás de él Jedra pudo ver
toda una tribu de elfos. Vio sus tiendas de alegres
colores, sus rebaños de largos animales parecidos a
escarabajos llamados kank, sus esbeltos niños
jugando en la arena...
Jedra se sentó con un sobresalto, momen-
táneamente desorientado, y se encontró de vuelta a
la bodega de los esclavos de la caravana mercante.
¡Había visto una tribu de elfos! Todavía podía
verlos con claridad en su mente.
¿Era posible que su cerebro dormido hubiera
usado alguna especie de visión psiónica para
localizar a los jura-dai? Era posible; Kayan le había
dicho que tenía otras habilidades no entrenadas
aparte la telepatía. Jedra se volvió hacia ella para
preguntárselo, pero estaba dormida, y ahora que
estaba usando sus ojos de nuevo la imagen en su
mente empezó a desvanecerse. Cerró los ojos e
intentó concentrarse. Sí, ahí estaban, toda una tribu
de elfos acampada allá fuera junto a un oasis
desierto. Todavía podía verles, pero sabía que no
podría mantenerse enfocado sobre ellos mucho
tiempo.
Se dio cuenta de que era ahora o nunca.
Concentrándose intensamente en los elfos de su
visión, intentó enfocar sus pensamientos de la
forma que Kayan le había enseñado. Captó un
atisbo de reconocimiento, un débil hormigueo de
<<contacto>>. Era suficiente. Concentró toda la
energía que pudo reunir en un único pensamiento:
Galar de los jura dai es mantenido cautivo en una
caravana, a un día de distancia de Urik por el
camino a Tyr.
La retribución llegó tan bruscamente y con tal
intensidad que Jedra dejó escapar un grito, como si
estuviera siendo quemado vivo, porque ésta era
exactamente la sensación. Se retorció
agónicamente, mientras sentía como si su piel se
estuviera pelando en capas de llamas. El dolor era
peor que cualquier cosa que hubiera imagina- do
posible, y siguió y siguió, durante mucho más
tiempo del que hubiera podido seguir si realmente
estuviera cubierto por las llamas. Un auténtico
fuego ya lo habría matado.
Luego, tan repentinamente como había venido, el
dolor desapareció. Jedra se derrumbó sobre la
cubierta, jadeando en busca de aire.
 Un poco de Experiencia
Kayan alzó su cabeza y le apretó contra su regazo.
—Tenias que intentarlo —dijo, con tono de
reproche.
—Un sueño —susurró Jedra, por entre el
recuerdo del dolor—. Vi los elfos en un sueño, creí
que era mi oportunidad.
—Tu oportunidad de que nos castiguen a todos
—gruñó el enano sin dejar de mirar suspicaz la
puerta, pero no apareció ningún guardia.
Galar miró a Jedra y preguntó:
—¿Los alcanzaste?
—No Jo sé. —Todo su cuerpo se estremeció
involuntariamente con la liberación de la tensión—
. No podría decirlo.
—¿Es posible que los haya encontrado en un
sueño? —preguntó Galar a Kayan.
Ella se encogió de hombros.
—¿Quién sabe? Es posible. Supongo que sí. ¿Qué
es lo que viste?
Jedra describió el campamento, con sus tiendas
multicolores y sus corrales llenos de kanks.
—¿Tiendas multicolores? —preguntó Galar.
—Rojas y verdes y amarillas, con estandartes
azules y amarillos ondeando en sus puntas —dijo
Jedra.
Galar agitó tristemente la cabeza.
—No sé a quiénes viste, si realmente viste a
alguien, pero las tiendas de los jura dai son del
color de la arena. Su única marca es el tótem de la
tribu en las paredes. —Galar alzó su brazo y les
mostró un tatuaje en su muñeca: una nube angular
y estilizada descargando su lluvia, con dagas en vez
de de gotas.
—8—
Jerry Oltión
—Oh. —Jedra se enderezó hasta quedar sen-
tado—. Fui un estúpido. Lo siento.
—No te preocupes —dijo Kayan—. Tú no lo
sabías. Yo hubiera hecho probablemente lo mismo
en tu situación.
—No lo sabía —murmuró Jedra hoscamente—
Esto está empezando a sonar como mi lema. —No
seas tan duro contigo mismo —dijo ella—. Estás
aprendiendo.
—Oh, sí. Seré un maestro cuando muera en el
zigurat. —Con esto, Jedra se volvió hacia el otro
lado y se negó a responder a ninguna palabra de
consuelo.
El carro siguió su camino. Agotado, Jedra durmió.
esta vez sin ningún sueño de elfos, y cuando
despertó era ya por la mañana. Los guardias
trajeron jarras de madera con agua y escudillas con
unas gachas muy líquidas, pero Jedra apenas había
comido la mitad de su ración cuando le quitaron los
grilletes y le condujeron hasta las cubiertas
superiores del carro. Esperó ser llevado al psiónico
y reprendido de nuevo por su ofensa, así que se
sorprendió cuando el guardia lo condujo hasta la
cabina que había compartido durante tan poco
tiempo con Dornal. El guardia llamó a la puerta, y el
mago en persona abrió.
—Ah, hola —dijo Dornal, y se apartó a un lado—.
Entra.
El guardia dio a Jedra un empujón, y éste
trastabilló al interior.
—Gracias —dijo Dornal al guardia, y le lanzó una
moneda de plata. Jedra jadeó. Aquél era proba-
blemente más dinero del que el hombre ganaba en
un mes; Dornal estaba evidentemente comprando
su silencio. El guardia se marchó cerrando la puerta
tras él.
—Me lo ocultaste —dijo Dornal. en un tono casi
de charla—. No deberías haberlo hecho, porque
ahora voy a tener que usar métodos menos sutiles
para extraer la información que necesito. —Agitó
las manos, y Jedra sintió una vez más que sus
músculos se agarrotaban.
El carro dio un bandazo. Notó que caía hacia
delante, e instintivamente intentó adelantar las
manos para mantener el equilibrio. Impedidos por
el conjuro, sus brazos no se movieron, pero pese a
todo mantuvo el equilibrio, y Dornal, directamente
frente a él, se tambaleó hacia atrás como si Jedra le
hubiera empujado realmente.
—¿Qué fue eso? —preguntó el hombre, sor-
prendido. Se enderezó de nuevo y agitó otra vez las
manos, justo mientras Jedra intentaba frené-
ticamente imaginar un puño golpeando al mago.
Dornal retrocedió de nuevo con el golpe, pero el
renovado conjuro inmovilizó al muchacho con la
 Un poco de Experiencia
fuerza del puño de un gigante; cayó de bruces
sobre cubierta, con un golpear sordo y resonante.
La sangre manó de su nariz, y tuvo la sensación de
que se había mordido la lengua.
—Tus pequeños y lamentables trucos no van a
ayudarte, muchacho —gruñó Dornal, mientras
pateaba repetidamente a Jedra hasta que el
semielfo casi se desvaneció por el dolor de las
costillas rotas y el fracturado cráneo. Intentó gritar,
pero el conjuro no se lo permitía. Intentó golpear
pslónicamente. pero el dolor le impedía concen
trarse.
Satisfecho al fin y convencido de que Jedra estaba
dominado, Dornal lo arrastró por los talones hasta
la mancha de luz. solar que penetraba por la
portilla. Jedra sintió el calor sobre su desnuda
espalda, luego una repentina quemadura. Dornal
estaba usando el cristal del rayo sobre él.
—Ahora —dijo Domal— me dirás todo lo que
sabes.
Relajó lo suficiente el conjuro para permitir a
Jedra hablar, y el muchacho dejó escapar su aliento
en un largo y gorgoteante grito. Finalmente
consiguió hallar su voz..
—¡Alto! —gritó, al tiempo que volvía lo suficiente
la cabeza para ver al mago arrodillado sobre él—.
¡Te diré todo lo que quieras!
—Me dirás la verdad —dijo Dornal, haciendo que
la punta ardiente recorriera con lentitud la espalda
de Jedra—. Empezando con cuáles son los otros
poderes que tienes y cómo los invocas.
Maldiciendo y llorando por el dolor, Jedra le dijo
a Dornal lo poco que sabía, pero evidentemente el
mago no le creyó. Mantuvo el cristal contra la
espalda del muchacho, exigiendo más, hasta que
Jedra deseó poseer algún conocimiento oculto que
poder entregarle a Dornal para que terminara la
tortura.
Finalmente, gritó:
—¡No sé nada más! ¡Mátame o permite que me
vaya, pero deja de hacerme daño!
Dornal se Inclinó hacia atrás, fuera de la luz del
sol, y se secó el sudor de su frente con el dorso de
la mano.
—No estás en posición de exigir nada —dijo—.
Por otra parte, estoy empezando a creer que me
estás diciendo la verdad. —Aplicó a Jedra una
última quemadura sólo por despecho, luego fue a la
puerta y le gritó al guardia que llevara de nuevo al
muchacho a la bodega.
Esta vez, sus heridas eran reales. Jedra apenas fue
consciente de que le eran colocados de nuevo los
grilletes, de unas cálidas manos que lo acariciaban,
de Kayan y Galar hablando de sus heridas: estaba
más allá de que nada de aquello le importara. Sólo
deseaba morir.
—9—
Jerry Oltión
Pero incluso la muerte le era negada.Jedra sintió
que las fuerzas regresaban a él con la misma
inexorabilidad con que le habían sido arrebatadas,
curando y revitalizando sus heridas. Tomó tiempo:
era consciente de los movimientos del carro y del
día hundiéndose en la noche. Era consciente de
Kayan manteniéndole sujeto todo el tiempo. Sabía
que era ella quien estaba haciendo esto. Ella le
estaba dando sus fuerzas.
Despertó con el amanecer, dolorido y hambriento
pero curado. Kayan parecía demacrada por la
fatiga. Cuando acudieron los guardias con la
comida y el agua, él la hizo comer y beber la mayor
parte de la ración de él, pese a sus protestas de que
él lo necesitaba tanto como ella.
—Me diste demasiado de tus propias fuerzas —
dijo Jedra. Y luego, más suavemente— No sabía que
fuera posible algo así.
—Por .supuesto que lo es —respondió ella—. Así
es como funciona la curación. Todos mis poderes
son así. Compartir los pensamientos. Compartir la
habilidad, compartirla salud.... todo es el mismo
tipo de cosa.
—¿Compartir la habilidad? Ella se encogió de
hombros.
—Bueno, si tú has de hacer algo que puedes hacer
pero yo no, y yo tengo que hacer algo que puedo
hacer pero tú no, entonces podemos juntar
nuestras cabezas y hacer ambas cosas al mismo
tiempo.
Jedra sintió que una repentina excitación se
acumulaba en él.
—¿Qué ocurre si intentas compartir la misma
habilidad? ¿Se vuelve más fuerte?
—Depende de lo que Intentes hacer. ¿Por qué?
—¿Qué ocurriría si ambos intentáramos llamar a
los jura dai?
Kayan dejó escapar un bufido.
—¿Quieres olvidar esa Idea? ¿No ha sido bastante
el que casi te maten?
—No si podemos hacer que funcione esta vez.
Mira, tú tienes el control que necesitamos para
alcanzar realmente a alguien. Yo tengo el poder de
llegar hasta allí aunque no sepamos exactamente a
quiénes estamos buscando. La última vez. estuve
cerca, sé que lo estuve. Un poco más de control y
estableceremos contacto.
—Eso es lo que crees.
—Lo sé.
—Si estás equivocado, entonces ambos
sufriremos la reacción de los guardias. No podré
curarte de nuevo si yo resulto también herida.
—Tenga él razón o no —dijo el enano—, será
mejor que seáis capaces de ocuparos de los
guardias antes de intentar nada. Otro Intento de
 Un poco de Experiencia
escapatoria y probablemente nos castigarán a
todos. Y si lo hacen, os lo prometo, lo lamentaréis.
—Tenemos que Intentar algo —dijo jedra—.
Tenemos que escapar de esta caravana antes de
que lleguemos a Tyr.
—No pongo ninguna objeción a escapar —dijo el
enano—. Sólo tenéis que aseguraros de que
escapamos cuando lo Intentéis, esto es todo.
—Tiene razón —admitió Kayan—. Es un largo
viaje. Podemos permitimos esperar a una mejor
oportunidad.
—No quiero esperar.
—Bien, pues tendrás que hacerlo —dijo ella—.
porque yo no voy a ayudarte a que te hagan daño
de nuevo.
Jedra miró a Gafar en busca de ayuda, pero el elfo
se limitó a alzar sus largas y finas manos en un
gesto que decía tan claro como si fueran palabras:
<<¿Qué podemos hacer?>>
Hacia mediodía la caravana llegó a un puesto de
avanzada. Los esclavos pudieron oír gritos de
alegría de los guardias del carro, pero estos gritos
pronto se convirtieron en desánimo cuando los
guardias vieron que el puesto habla sufrido
recientemente una incursión. El carro se detuvo
sólo el tiempo suficiente para que los guardias
examinaran las ruinas, luego siguió adelante.
Aquella noche, cuando trajeron el agua, las jarras
estaban sólo medio llenas. Cuando los esclavos se
quejaron, uno de los guardias gruñó:
—Alegraos de que os demos un poco. Los
incursores envenenaron el pozo. Todos tendremos
sólo medias raciones hasta que lleguemos al
siguiente puesto.
Los esclavos ya recibían sólo el mínimo; la mitad
de eso no era suficiente para mantenerlos con vida.
Pasó otro día y medio antes de que una tormenta
de arena procedente del desierto profundo soplara
sobre ellos y les obligara a detenerse, y allá
permanecieron durante otros dos días, escuchando
el aullar del viento cargado de arena golpear contra
las cerradas portillas. El segundo día no recibieron
nada de agua.
Sus bocas y lenguas estaban tan hinchadas que
casi impedían hablar.
Se han desentendido de nosotros, dijo Kayan a la
mente de Jedra cuando llegó la hora del agua de la
tarde y los guardias no se dejaron ver. Ahora
guardan lo que queda para ellos.
Creo que es el momento de que intentemos llamar
pidiendo ayuda, respondió Jedra.
No.
¿Por qué no. No tenemos nada que perder.
¿verdad? De todos modos vamos a morir en esta
—10—
Jerry Oltión
bodega en uno o dos días, a menos que hagamos
algo.
Kayan no dijo nada. Jedra podía oír su pesada
respiración a su lado en la oscuridad.
Al menos podremos decir que morimos
intentándolo.
Al cabo de largo rato, ella respondió:
Muy bien. Veamos mejor si podemos intentarlo y
vivir para contarlo.
La convergencia era un poco como el compartir
los pensamientos. pero esta vez sus consciencias
combinadas crecieron hasta dar la sensación de un
único e increíblemente poderoso ser. La bodega de
los esclavos adquirió una cualidad brillante, no del
todo sustancial, como si la unión de Jedra y Kayan
existiera en un plano superior que estaba sólo un
poco unido a la realidad. Parecía en buena parte
como el sueño bajo el agua de Jedra cuando vio a
los elfos.
Al contrario que su sueño, aquí podían moverse
libremente y dirigir su atención hada donde
quisieran. Cautelosamente. a fin de no alertar al
guardia psiónico de su presencia, derivaron a
través de las paredes del carro y salieron al
desierto, buscando una tribu de elfos.
La tormenta de arena era sólo un susurro de
movimiento. En el sueño, Jedra y Kayan se
convirtieron en un rápido pájaro de alisadas alas
que atravesaba a gran velocidad el desierto. Las
mentes de los otros viajeros que encontraban eran
como grandes embudos por los que podían
deslizarse, sólo para terminar contemplando unos
ojos extraños en el interior de carros o tiendas.
Ninguna de ellas pertenecía a los elfos que
buscaban. Siguieron buscando hacia fuera, en
espirales cada vez más amplias, dejando atrás la
tormenta y acelerando sobre las dunas mucho más
rápido de lo que cualquier pájaro podía volar,
alzándose más y más alto para ver una mayor
cantidad de desierto a la vez, hasta que finalmente
hallaron un enorme pozo que conducía hacia abajo
hasta docenas de tiendas Instaladas en la base de
una montañosa duna.
Las tiendas hubieran sido difíciles de localizar si
el paisaje del sueño no las hubiera exagerado fuera
de proporción, porque eran del mismo color
amarillo grisáceo de la arena. Sus paredes estaban
decoradas con la estilizada nube que llovía dagas
que Galar les había mostrado.
¡Los encontramos!, pensaron al unísono. Se
dejaron caer hacia la tienda más grande, se
sintieron arrastrados hasta la mente del elfo que
había dentro, y miraron a través de sus ojos para
ver a un bardo tocando el arpa ante una docena o
más de elfos reclinados sobre gruesas alfombras.
 Un poco de Experiencia
Las ropas de los elfos compensaban la falta de
color de sus tiendas; tanto hombres como mujeres
llevaban blusas multicolores y pantalones sueltos.
La vida del desierto había oscurecido su curtida
piel hasta un color moreno profundo.
El anfitrión de Jedra y Kayan se dio cuenta de su
presencia, y le transmitieron rápidamente: Galar de
los jura dai se halla esclavo en una caravana
atrapada en una tormenta de arena a cinco días de
Urik a Tyr.
No tuvieron tiempo de escuchar una respuesta. La
tienda y sus ocupantes empezaron a girar como si
fueran humo arrastrado por el viento, y de pronto
Jedra y Kayan se vieron derivando de nuevo sobre
el desierto.
El guardia, comprendieron. Ha oído nuestra
llamada.
Un torbellino danzó hacia ellos por entre las
dunas: el ataque del guardia contra sus mentes
hecho visible en el paisaje del sueño. Kayan y Jedra
se convirtieron de nuevo en un pájaro y volaron
hacia uno y otro lado alrededor del torbellino,
buscando algún signo de debilidad donde pudieran
presionar y atacar.
Dentro, dijo la parte que todavía era Kayan,
directo al interior de su mente.
Volaron por encima y se lanzaron en picado a
través del centro del embudo. El torbellino se
estremeció como una serpiente, intentando arro-
jarlos fuera, pero ellos fueron más rápidos. Cuando
alcanzaron el extremo del embudo aumentaron su
tamaño y abrieron las alas con la fuerza que Jedra
había descubierto cuando Dornal lo atacó. EI tor-
bellino se hizo pedazos, dejando en su lugar una
oscura sombra de sí mismo. Jedra y Kayan se
deslizaron en las sombras y se hallaron en una
silenciosa y desprotegida cueva. Habían derribado
inconsciente al guardia.
Mátalo, dijo Jedra.
No. lo curaré de modo que nadie más sepa lo que
ha ocurrido, ni siquiera él mismo, respondió Kayan.
Se abrieron camino por las oscuras cavernas de la
mente del guardia, sellando secciones enteras de
ella al pasar. Le dejaron conservar sólo la habilidad
psiónica suficiente para monitorizar a los esclavos,
pero no la bastante para causarles daño, y
bloquearon sus recuerdos de la batalla recién
terminada. Le dejaron roncando pacíficamente en
su cabina, luego disolvieron el lazo de unión.
Salir de la convergencia fue como si perdieran la
mitad de su inteligencia. Jedra deseaba unirse de
nuevo de inmediato, pero el nuevo cansancio en su
deshidratado cuerpo le advirtió que ya había
pagado un precio lo bastante alto por su
intensificación temporal. Para hacerlo de nuevo
tendría que aguardar mejores días.
—11—
Jerry Oltión
La tormenta de arena siguió soplando toda la
noche, y el carro reemprendió la marcha al día
siguiente, alcanzando el siguiente puesto de
avanzada al atardecer. Éste todavía estaba en ple, y
por primera vez en tres días los esclavos recibieron
agua. Su fuerza regresó lentamente a ellos, y Jedra
y Kayan empezaron a confiar en que podrían
sobrevivir el tiempo suficiente para averiguar si
sus esfuerzos habían tenido o no algún resultado.
Los otros esclavos ni siquiera fueron conscientes
al principio de lo que Jedra y Kayan habían hecho,
pero puesto que ya lo habían conseguido
decidieron al fin contárselo a sus compañeros de
prisión. Al principio se mostraron cautamente
optimistas, pero cuando transcurrió otro día sin
ninguna acción, su humor empezó a ensom-
brecerse.
—Los elfos no van a venir —dijo uno.
—Ni siquiera sabemos si existen —respondió
otro.
—No se puede confiar en un chico semielfo —
murmuró un tercero.
—Un semielfo y una templaría —intercaló el
enano—, alimentándonos con falsas esperanzas
para que pensemos que están con nosotros.
—Si mi gente oyó la llamada, vendrán ——dijo
con firmeza Galar.
—La oyeron —afirmó Jedra—. Dadles tiempo;
estaban muy lejos. —Pero para sí mismo se
preguntó: <<¿Vendrán realmente? >>
Obtuvo su respuesta aquella tarde, cuando una
repentina conmoción alteró las cubiertas supe-
riores. Gritos y el resonar de pies corriendo
crearon ecos por todo el carro, y la enorme
estructura se estremeció al detenerse brusca-
mente cuando el fuerte crujir de un trueno hendió
el aire.
—Únete —siseó Kayan. y casi inmediatamente
ella y Jedra entraron de nuevo en convergencia. EI
carro se volvió insustancial, y su consciencia se
deslizó hacia fuera y hacia arriba para contemplar
la batalla.
El desierto estaba repleto de elfos y de sus kanks
parecidos a grandes escarabajos. lncursores ar-
mados trepaban como hormigas por los costados
del carro, golpeando a los guardias con sus espadas
y abrumándolos con su simple número. Un águila
plateada con alas iridiscentes voló atravesando el
paisaje del sueño, arrojando fuego sobre los
defensores con su aliento: al parecer, los elfos
también tenían un psiónico. Un diminuto torbellino
se alzó hacia él —el enormemente impedido guar-
dia del carro devolviendo el ataque, pero en el mo-
mento en que se unían a la batalla un tercer gue-
rrero penetró en el sueño.
 Un poco de Experiencia
Llegó como un gigantesco murciélago negro, pero
su textura era distinta de la del águila y el
torbellino. Había una cualidad en él que hada que
sus contornos parecieran desvaídos, como si de
alguna forma fuera menos sustancial que los otros,
y su rostro era reconociblemente humano.
Domal, se dio cuenta Jedra. ¿También posee pode-
res psiónicos?
Está luchando con magia, señaló Kayan. Por eso su
aspecto es distinto al de los demás.
Su insustancialidad en la visión psiónica no
afectaba a todas luces su habilidad para entrar en
la refriega. El murciélago planeó sobre el águila y el
torbellino, escupiendo golpes de rayo como si
fueran lanzas. Atacó indiscriminadamente,
alcanzándolos a ambos con múltiples golpes hasta
que el águila cayó humeando del cielo y el
torbellino desapareció en la nada.
Entonces dirigió su atención hacia Jedra y Kayan.
Habían estado notando de nuevo encima como un
pájaro, pero cuando el murciélago se elevó hacia
ellos su intelecto combinado elaboró una barrera,
una lámina de cristal que atrapó la furia del rayo y
mantuvo al murciélago a raya.
El cristal del rayo, pensó Jedra. Exultante ante sus
recién descubiertas habilidades, dobló el cristal
para que adoptara la forma del fragmento que
había descubierto en el bazar, y de pronto el
murciélago a sus pies brilló al fuego blanco, llameó
y desapareció en una nube de grasiento humo.
El paisaje del sueño se estremeció como sacudido
por un terremoto, y Jedra y Kayan salieron
tambaleantes de la convergencia para hallar la
bodega de los esclavos llena de incursores elfos,
dos de los cuales estaban cortando los grilletes.
El líder de los elfos, un guerrero muy musculoso
que sangraba por media docena de tajos, avanzó
por la bodega. Sonrió al ver a Galar y dijo:
—Pareces un muerto andante.
—Tú también —respondió Galar, y los dos de
abrazaron como hermanos separados desde hacia
mucho tiempo.
—Estáis todos libres —dijo el guerrero elfo a los
esclavos—, pero no os llevéis nada con vosotros.
Todo lo que hay en este carro pertenece ahora a los
jura dai.
Galar hizo un gesto con la cabeza hacia Jedra y
Kayan.
—Éstos fueron los que te llamaron —dijo.
El guerrero hizo una inclinación de cabeza al
semlelfo y la humana.
—En ese caso podéis tomar todo lo que deseéis, y
podéis viajar con los jura dai hasta que alcancéis la
seguri dad de los vuestros.
—Gracias —dijo Jedra—. Hay una cosa en parti-
cular que me gustaría recuperar. —Tomó la mano
—12—
Jerry Oltión
de Kayan y la condujo fuera de la bodega de los
esclavos, por estrechos pasillos atestados de elfos
llevándose ya fuera la carga del carro, y hasta la
cubierta de pasajeros.
Por debajo de la puerta de la cabina de Dornal
salía humo. La abrieron cautelosamente, retuvieron
la respiración ante el hedor a carne quemada, y
miraron al interior, para ver el cuerpo del mago
tendido en el suelo, con su carne carbonizada
dejando al descubierto en algunos lugares los
huesos.
Horrorizado ante el espectáculo pero incapaz de
desviar la vista, Jedra penetró en la cabina. El suelo
apenas estaba ligeramente chamuscado en torno
del cuerpo; era como si el mago hubiera ardido de
dentro a fuera.
¿Cómo podemos haber hecho una cosa así?,
susurró mentalmente.
El talento salvaje puede ser impredecible,
respondió Kayan.
Jedra siguió contemplando el cuerpo hasta que se
vio obligado a respirar, y finalmente dijo:
Entonces creo que necesitamos dominarlo.
EI cristal del rayo estaba en el suelo, cerca de una
crispada mano. Jedra lo tomó y se dio la vuelta,
pero la bolsa de viaje de Dornal, abierta en el
camastro, le hizo detenerse. Volcó su contenido, y
junto con la ropa cayeron dos pequeñas bolsitas de
piel. Una contenía amuletos mágicos, la otra estaba
llena de dinero. Jedra las tomó y abandonaron la
cabina.
Probablemente nos serán útiles allá donde vamos,
dijo Jedra mientras cerraba la puerta tras él.
—¿Y dónde es eso? —preguntó Kayan en voz alta.
—Algún lugar donde podamos encontrar un
auténtico miembro de la Velada Alianza —dijo el
muchacho. Abrió camino por el interior del carro y
bajó la pasarela hasta la arena donde los elfos
estaban apilando su botín.
Kayan parpadeó ante el repentino brillo del sol.
—¿Por qué la Alianza? —preguntó.
—Porque todavía hay mucho que no sabemos —
respondió Jedra. Vio el desconcierto en ella y pro-
siguió—: La ignorancia me metió en este lío. De no
ser por ti, nunca me hubiera salido de él. Pero
incluso ahora sólo sé lo suficiente para ser peli-
groso. Si yo..., si nosotros tenemos que sobrevivir
en este mundo, necesitamos dominar las fuerzas
que moldean este poder, y para ello nos hace falta
un mentor.
—¿Nosotros? —preguntó ella. Jedra sonrió.
—Bueno, después de todo lo que hemos pasado
juntos, yo, simplemente... ¿Estoy dando por senta-
do algo que no deberla?
Ella negó con la cabeza y sonrió.
—No. <<Nosotros>> está bien para mí.
 Un Poco de Experiencia
Una aventura en libro-bloc
Este librito y los dos encuadernados con espiral que hay
en la caja constituyen una única aventura titulada Un poco
de experiencia. Los tres libros, unidos, pre-sentan un nuevo
estilo de aventura conocido como libro-bloc.
Este libro que tienes entre las manos, calificado como El
libro de la historia, contiene un relato corto del mismo
nombre (que presumiblemente acabas de leer}, esta
introducción a la aventura, y dos páginas estilo compendio
de monstruos con monstruos peculiares a este escenario.
Los libros encuadernados con espiral son el Libro del
Dungeon Master y las Fichas de ayuda para el jugador.
El Dungeon Master debe mantener el Libro de la historia
y el Libro del Dungeon Master en su poder. Las Fichas de
ayuda para el jugador son para que los jugadores visualicen
los distintos escenarios durante la aventura, pero sólo bajo
la dirección del Dungeon Master.
El relato corto
El relato de Jerry Oltion Un poco de experiencia sirve
como introducción al escenario, tanto para ti como para tus
jugadores. No cuenta la historia de la aventura, así que no
revela nada..., deja que los jugadores lo lean por anticipado,
si están interesados en ello. Los personajes del relato no
son los personajes principales de la aventura, ni aparecen
en ella como PNjs. El desarrollo de la aventura empieza
bási-camente cuando termina el relato. En este caso, los
personajes jugadores son otros esclavos en el carro
caravana. Pueden tener o no conocimiento de los hechos
descritos en el relato, pero eso no Importa. Ahora van a ser
abandonados en el desierto para sobrevivir por sí mismos, y
ése es el punto focal del desarrollo del juego.
Personajes
La aventura se recomienda para cuatro a ocho jugadores,
todos los cuales deben ser de nivel tres (es decir, novatos).
El DM debería sugerir a los jugadores que al menos uno de
los personajes sea un psiónico. Con eso en mente, los
jugadores son libres de generar cualquier personaje que
deseen. Para un mejor desarrollo del juego, el DM debería
hacer que elaboraran también alguna razón por la que
ahora son esclavos en este carro. Por ejemplo, un gladiador
enano podría haber recibido órdenes de ganar una pelea
crucial, o de lo contrario... Cuando la perdió, fue arrojado a
—13—
la esclavitud. Recuerda. ninguno de los personajes
jugadores son los personajes principales del relato corto.
Los personajes jugadores no tendrán consigo ni equipo
ni dinero; así, esa parte de la generación del personaje
puede obviarse. Todos los materiales que deseen usar
durante la aventura deberán ser obtenidos en el transcurso
de la misma.
No es importante que los personajes jugadores se
conozcan entre sí antes del inicio de la aventura. De hecho,
dada la situación al inicio de ésta, es razonable suponer que
se encuentran por primera vez cuando empieza la aventura.
Los libro-bloc
Los dos libros encuadernados con espiral contienen la
aventura del juego. La información para cada encuentro
está condensada en una sola página que el DM puede
estudiar y a la que puede acudir como referencia con
rapidez. Los jugadores disponen también de una serie de
fichas con mapas o ilus-traciones justo al alcance de sus
dedos, para usar como referencia a su comodidad, no
metidas en un libro que el DM necesite usar también.
Las fichas de ayuda para el jugador contienen
ilustraciones y diagramas que van parejos con los
encuentros de la aventura. El Libro del Dungeon Master
contiene el texto y las directrices necesarias para manejar la
aventura. Proporciona antecedentes, no-tas para el
desarrollo del juego y estadísticas para cada encuentro,
detallando al DM todo lo que necesita saber para
desarrollar con efectividad los personajes del juego durante
ese encuentro.
Cada página del Libro del Dungeon Master cubre un
encuentro de la aventura. Esa información está orga-nizada
en las siguientes secciones:
Situación. Esta sección le dice al DM cómo pre-pararse
para el siguiente encuentro. Puede contener información
sobre el modo de enfocar el encuentro, dar instrucciones a
los jugadores de que pasen a una determinada ficha de su
libro, o proporcionar al DM otra información vital.
Acciones. Las distintas acciones en las fichas del Libro
Libro de Dungeon Master se explican por sí mismas. Cada
una detalla una cierta porción del encuentro de la
página. Puede haber una o más secciones de acción por
página.
Desarrollo de juego. Estas notas se dan para mejorar el
desarrollo del juego, tanto por parte del DM como de los
jugadores. La Caja del SOL OSCURO™ ha sido pensada para
jugadores avanzados, los que ya están familiarizados tanto
 Un poco de experiencia
con la 2 versión del AD&D como con los matices de un
desarrollo efectivo del juego. Incorpora estas notas cuando
lo consideres apropiado durante todo el encuentro. La
sección de desarrollo del juego puede no estar en todos los
encuentros.
Estadíticas. Esta sección proporciona las estadísticas
para el juego de todas las criaturas con las que se puede
tener que luchar o enfrentarse de algún otro modo en el
encuentro. Se incluyen puntuaciones de habilidad,
estadísticas de combate, listados de con-juros y psiónica y
puntos de experiencia ganados. Cuando puede encontrarse
tesoro, también se hallará listado aquí.
Luego. Una vez concluido un encuentro en particular,
esta sección le dice al DM dónde debe ir a continuación.
Puede proporcionar también algunas insinuaciones
respecto al ritmo del juego; algunos encuentros son
extremadamente importantes y, en consecuencia, debe
dárseles suficiente tiempo para jugarlos. Otros que son
menos importantes deberían ser acelerados para mantener
el interés de los jugadores en la aventura.
Modificar encuentros
Los encuentros proporcionados aquí están equi-librados
para un grupo aventurero del tamaño y los niveles de
experiencia recomendados. Sin embargo, puesto que ésta
es una aventura de introducción, es importante que los
jugadores pasen al menos por todos los encuentros
presentados en ella (no tienen que superar todos los
obstáculos, pero sí al menos deberían enfrentarse a todos
ellos). Si los personajes jugadores se van debilitando y
existe la posibilidad de que no sobrevivan al final de la
aventura, el DM debería modificar los encuentros para
hacerlos menos severos. Tal vez desee hacer más fácil para
ellos el localizar agua y comida, o reducir el número de
monstruos encontrados.
—14—
Referencias para las reglas
La aventura en Un poco de experiencia se centra en la
supervivencia en un entorno árido. Familiarízate con el
Capítulo 14: Tiempo y movimiento del Manual del jugador,
con la Guía del Dungeon Master y con el Libro de reglas del
Sol Oscuro para administrar mejor los movimientos por el
desierto, la localización de las fuentes de agua y comida y
los efectos de la deshidratación si esto se convierte en un
problema para los personajes jugadores. Ten en cuenta
también que, puesto que la psiónica es algo común entre
los personajes jugadores, personajes no jugadores y
monstruos, debes revisar las reglas para los poderes
psiónicos y de combate presentadas en el Libro del buen
psiónico.
Concluir la aventura
Después de la página 24 del Libro del Dungeon Master la
aventura ha terminado. Al llegar a este punto los
personajes jugadores habrán experimentado de primera
mano muchas de las cosas que hacen que las tierras yermas
de Athas sean tanto interesantes corno mortíferas. Lo que
los jugadores decidan hacer luego con sus personajes
queda abierto a todas las posibilidades: los nuevos
encuentros y aventuras se desarrollarán fuera de la
dirección de los libros-bloc. Emplea las técnicas
tradicionales de desarrollo del juego para las aventuras que
sigan a Un poco de experiencia.
Después de la aventura
Las distintas páginas y fichas usadas en esta aventura
describen muchos PNjs, localizaciones y situaciones que no
cambiarán una vez terminada esta aventura. Mantén las
fichas disponibles para cuando los PJs pasen de nuevo por
ese lugar. ¿Quién sabe? Pueden encontrarse muy fácilmente
con viejos amigos o enemigos, y tendrás en ellas toda la
información adecuada lista para emplear.
 Kluzd

CLIMA/TERRENO: Fangales
FRECUENCIA: Muy raro
ORGANIZACIÓN: Solitario
CICLO ACTIVIDAD: Nocturno
DIETA: Carnívoro
INTELIGENCIA: Animal (1)
TESORO: No
ALINEAMIENTO: Neutral
Nº DE APARICIÓN: 1-2
CATEGORÍA ARMADURA: 2 (8)
MOVIMIENTO: 12, cav 12
DADOS DE GOLPE: 4
GAC0: 17
NÚM. ATAQUES: 1
DAÑO/ATAQUE: 1-8
ATAQUES ESPECIALES Sofocar
DEFENSAS ESPECIALES: No
RESISTENCIA A LA MÁGIA: No
TAMAÑO M (3 m largo)
MORAL: 14
VALOR PE: 270
PSIÓNICA: No

Los kluzd son reptiles parecidos a serpiente, que viven en los

fangales y otras zona llenas de lodo. Tienen unos 3 metros de largo y
entre 60 centímetros y 1 metro de diámetro. Pueden engullir un
hombre adulto entero, aunque esto da como resultado un extraño y
casi cómico bulto en el centro de su cuerpo.
Los kluzd machos poseen una distintiva coloración turquesa y
blanca en su cabeza y cuello. La hembras no comparten estos
brillantes colores: su cuerpos son de un color pardo arenoso
salpicado de blanco en toda su longitud. Todos los kluzd poseen una
serie de alargadas escamas parecidas a plumas a todo alrededor de la
parte de atrás de su cabeza. Estas escamas se ponen rígidas y se
abren como un abanico cuando la criatura e irrita, un mecanismo
primitivo de defensa destinado a hacerlo parecer más grande que sus
oponentes animales.
Los kluzd tienen simple inteligencia animal. Pueden comunicarse
entre sí sólo del modo más rudimentario o a través de medios
mágicos o psiónico.
Combate: Cuando un kluzd capta algo que se mueve en la
superficie de su extensión de lodo, nada hacia el objeto y ataca con
sus dientes afilados como agujas y en forma de gancho. Un kluzd
puede enterrarse rápidamente en el lodo. No puede enterrarse en
tierra seca o arena.
Un ataque con éxito de la criatura infringe 1d8 puntos de daño.
También, en cada round, un kluzd intentará aferrarse, atacando
cualquier parte del blanco que se halle por debajo de la superficie del
lodo, en el caso de un hombre normalmente una pierna. La víctima
debe superar una tirada de salvación contra paralización o verse
aferrada. Una vez aferrada. la víctima debe efectuar una tirada de
doblar barras/alzar puertas cada round. Si la tirada falla, es arrastrada
o mantenida bajo la superficie del lodo durante todo el round. Si la
tirada tiene éxito, la víctima no consigue liberarse, pero alcanza la
superficie del lodo para tomar aliento. Si tira por debajo de la mitad
de su número normal de doblar barras/alzar puertas, se
libera y puede huir a través del lodo durante todo aquel round.
Una víctima que sea retenida debajo del lodo debe contener su
aliento; el personaje puede contener el aliento hasta l/6 de su
puntuación de Constitución en rounds (redondeo hacia arriba). Si
intenta retener el aliento más allá de este tiempo, el personaje debe
efectuar un control de Constitución cada round. El primer control no
tiene modificadores, pero cada round sucesivo sufre una pena-
lización acumulativa de -2. Si se falla el round, el personaje se
sofoca. La víctima es incapaz de defenderse con armas o ataques
normales mientras es retenida debajo del lodo. aunque puede
emplear poderes psiónicos. Una vez la primera víctima muere, el
kluzd la engulle entera, luego se sumerge hasta el fondo del lodo y
deja tranquilas a todas las demás criaturas que pueda haber mientras
digiere su presa.
Hábitat/Sociedad: La mayoría de las veces el kluzd está bien
protegido por su entorno lodoso: pocos predadores nativos pueden
sumergirse en el denso fango para cazarlo. El kluzd abandonará
solamente la seguridad de su piscina de lodo cuando esta zona se
seque por completo. Las criaturas son mucho más vulnerables
cuando se ven obligadas a salir a la superficie del fangal. Un kluzd
viajará en línea recta alejándose de su madriguera evaporada en
busca de otra; aquellos que no la localicen en un término de cuatro
día se secarán y perecerán.
Ecología: Los kluzd se aparean cuando sus fangales se se-can en
su superficie para formar una costra dura y cuarteada. La hembra
deposita los huevos (en número de 1d8), que eclosionarán y crecerán
hasta alcanzar todo su tamaño en seis semanas. Hasta que los
pequeños abandonen el fangal, sus padres los protegerán. Los
pequeños no cazan. Los padre atacan a las criaturas que cruzan la
superficie seca del fangal en su lugar y las arrastran abajo para
alimentar a sus crías
 Wezer

Obrero/Buscador de agua Soldado Reina

CLIMA/TERRENO: Altiplanicies Altiplanicies Altiplanicies

FRECUENCIA: Raro Raro Raro
ORGANIZACIÓN: Nidada Nidada Solitaria
CICLO ACTIVIDAD: Continuo Continuo Continuo
DIETA: Omnívoro Omnívoro Omnívoro
INTELIGENCIA: Animal (1) Animal (1) Animal (1)
TESORO: No No W
ALINEAMIENTO: Neutral Neutral Neutral
Nº DE APARICIÓN: 10-200 Especial 1
CATEGORÍA ARMADURA: 7 7 4
MOVIMIENTO: 6 6 6
DADOS DE GOLPE: 2 2 5
GAC0: 19 19 15
NÚM. ATAQUES: 1 2 2
DAÑO/ATAQUE: 1-4 1-4/1-4 1-6/1-6
ATAQUES ESPECIALES: No Veneno Implantar huevo
DEFENSAS ESPECIALES: No No No
RESISTENCIA A LA MÁGIA: No No No
TAMAÑO M (2m) M (2m) M (2,5m)
MORAL: Estable (11-12) Estable (11-12) Estable (11-12)
VALOR PE: 65 120 270
PSIÓNICA: No No No

Los wezer son enormes insectos voladores que crean colmenas
subterráneas en los desiertos y altiplano. Aunque de inteligencia
animal, son criaturas altamente sociales, estructuradas en varias
clases diferenciadas tanto por su función social corno por su
características físicas.
Todo1os wezer, buscadores de agua, obreros y soldados tienen
alas, ojos multifacetados y seis delgados miembros que brotan de su
abdomen. Los soldados son ligeramente más grande que los obreros,
y su color es de un amarillo más brillante. La reina es mucho más
grande: ella también tiene alas, pero son insuficientes para alzar su
peso. La reina posee un enorme abdomen para depositar los huevos
de la colmena.
Combate: Los wezer buscadores de agua y obreros poseen un solo
ataque con el aguijón que inflige ld4 puntos de daño. Un soldado
puede atacar con su aguijón dos veces por round, y cada golpe inflige
ld4 puntos de daño y requiere que la victima supere una tirada de
salvación contra veneno para evitar ser paralizado por su veneno. La
paralización tendrá efecto 2d6 rounds después de la fallada tirada de
salvación y durará 2d4 días.
La reina puede atacar dos veces por round con su aguijón, y cada
golpe causa ld6 puntos de daño. Un golpe con éxito de la cola de la
reina inyecta un huevo en el estómago de la víctima, causando ld6
puntos de daño adicionales. La víctima debe efectuar una tirada de
salvación contra veneno; si la supera, el huevo mure y no eclosiona,
aunque la víctima sufre igualmente el daño por la inyección. Si la
tirada falla, el huevo empieza a desarrollarse. A menos que sea
extirpado quirúrgicamente (causando 1d10 puntos adicionales de
daño) o sea lanzado un curar enfermedad sobre el personaje, el
huevo eclosiona a los cinco días. A\ medida que la larva se alimenta,
reduce de forma permanente la puntuación de Constitución de su
anfitrión en 1d4 puntos cada día. Una vez la víctima muere, o la
larva se ha alimentado durante 10 días, abandona el cuerpo de su
anfitrión a través de la herida ulcerosa por la que fue inyectada e
intenta seguir alimentándose de él desde fuera. Huevos y larvas no
poseen ataque y pueden ser destruidos fácilmente.
Hábitat/Sociedad: Los wezers construyen sus colonias bajo la
arena, donde protegen a su reina y cuidan de que deposite los
huevos. Desde la superficie, sus colmenas tienen el aspecto de una
serie de domos que varían entre uno y dos metros de altura, pero
todos tienen metro y medio de diámetro. Los domos son construidos
por los obreros, mediante arena compactada con una especie de
resina gomosa que segregan. Sólo un domo tiene entrada desde la
superficie, y conduce a todos los demás túneles. Hay un 50% de
probabilidades de que dentro de cualquier domo huela a
descomposición y contenga una criatura muerta. El animal muerto
estará hinchado y su aspecto será horrible, con una herida ulcerosa
en el abdomen. Una única larva blanca de wezer, de unos 60
centímetros de largo por 30 de diámetro, se alimenta del cuerpo. En
cada cámara hay un túnel de metro veinte que conduce hacia abajo,
pero está oculto detrás de un tapón de arena y cera de quince
centímetros de grosor (trátalo como una puerta oculta).
Los túneles de la colonia son fríos, húmedo, y tienen metro veinte
de diámetro, Justo lo suficiente para que los semigigantes se
arrastren por ellos. Humano, mulas, thri-kreen, elfos y semielfos
sufren una penalización de -2 a sus tiradas de ataque y daño en los
túneles. Los semigigantes la sufren de -4. Halflings y enanos no
sufren ninguna penalización.
Bajo el suelo hay una serie de cámaras interconectadas por estos
túneles. Las cámaras son usadas para almacenar larvas y comida
adicional. La reina pasa todo su tiempo en la cámara de procreación
Los buscadores de agua vuelan por las inmediaciones de la colonia
acumulando agua para ésta. O bien almacenan el agua diariamente en
bolas de cera, o usan el agua para crear miel, que almacenan del
mismo modo. Cuelgan los dos tipos de bolas de cera en las cámaras
de la colonia para alimentar al resto de los adultos y a los pequeños.
Cada esfera contiene cuatro litros de miel o de agua. Los contenidos
son evidentes por la tonalidad de la esfera (el agua es clara, la miel
oscura).
Además de cualquier otro tesoro hallado en una colmena de
wezers, normalmente hay unas 35 bolas de cera conteniendo cada
una cuatro litros de agua y una 20 de miel colgando del techo de la
cámara de procreación. Cualquier personaje puede llevarse consigo
tres esferas. La cera dura todo un día fuera de la colmena antes de
ablandarse y derramar su contenido. Cada día que un personaje coma
al menos un litro de miel, cura ld8 puntos de daño
Ecología: Los trabajadores están encargados de la construcción y
mantenimiento de los domos, cámaras y túneles de la colonia. Los
buscadores de agua deben recoger agua almacenarla ya sea como
agua o como miel para los demás. Los soldados utilizan veneno para
atrapar a criaturas vivas en las que la reina deposite sus huevos. La
reina es la matriarca de la colonia. Es la madre de todos los
miembros de la colonia, y como tal es protegida a toda cota. Si la
colonia se traslada de lugar, lo hace solamente bajo las órdenes de la
reina.