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"Año del Bicentenario, de la consolidación de nuestra Independencia, y de la

conmemoración de las heroicas batallas de Junín y Ayacucho"

UNIVERSIDAD NACIONAL DE UCAYALI


FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD

ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

Tema: Terapia del grupo de Milán

Asignatura: Terapia Familiar

Ciclo: X

Integrantes:

● Melendez Flores, Maria de los Ángeles


● Melendez Sandoval, Mabel Iveth
● Reategui Garcia, Junil Aixa
● Rodriguez Putapaña, Cindy Florcita
● Rodriguez Reategui, Luisa Mercedes
● Sánchez Ambicho, Gabriela Rene
● Siu Morales Caroline Nicolle
● Tapia Mozombite, Claudia Elizabeth
● Tananta Azaña, Leonor Consuelo
● Torres Contreras, Juan José

Docente: Mg. Jesús Garcilaso Pedrozo

Pucallpa – Perú

2023
ÍNDICE.....................................................................................................................................2
DEDICATORIA.........................................................................................................................3
INTRODUCCIÓN.....................................................................................................................4
HISTORIA................................................................................................................................5
El MODELO SISTÉMICO DE MILÁN.......................................................................................6
ENFOQUE DEL MODELO SISTÉMICO DE MILÁN................................................................7
OBJETIVOS DEL MODELO DE MILÁN..................................................................................8
EVOLUCIÓN DEL MODELO SISTÉMICO DE MILAN.............................................................9
PRINCIPALES OBJETIVOS DE LA EVALUACIÓN...............................................................14
PRINCIPIOS Y TÉCNICAS DE LA TERAPIA........................................................................17
SUPUESTOS DE LA TEORÍA DE SISTEMAS......................................................................19
PROCESOS IMPLICADOS EN LA ENTREVISTA (CECCHIN Y BOSCOLO).......................20
TIPOLOGÍAS DE PREGUNTAS PARA OBTENER INFORMACIÓN....................................21
EL JUEGO COMO HERRAMIENTA......................................................................................21
CASO CLÍNICO.....................................................................................................................25
CONCLUSIONES..................................................................................................................26
BIBLIOGRAFÍA......................................................................................................................27
DEDICATORIA

Este presente trabajo lo dedicamos a todas las personas que siempre nos apoyan
para conseguir nuestras metas, en especial a nuestros padres. Dedicamos y
agradecemos también a nuestro docente del curso, que siempre nos imparte su
conocimiento.
INTRODUCCIÓN

La Terapia Sistémica de Milán, también conocida como Escuela de Milán, es un


enfoque terapéutico que emergió en la década de 1970 en Milán, Italia. Fundada por
terapeutas familiares destacados como Mara Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo,
Gianfranco Cecchin y Giuliana Prata, esta escuela ha dejado una marca distintiva en
el campo de la terapia sistémica.

Este enfoque se caracteriza por su énfasis en la circularidad, un concepto clave que


destaca cómo los eventos y comportamientos en una familia se influyen
mutuamente. Los terapeutas de Milán adoptan una posición neutral y desplazada,
evitando tomar lados en los conflictos familiares para prevenir la triangulación.

Un elemento distintivo de la terapia de Milán es el uso de hipótesis y experimentos.


Los terapeutas formulan hipótesis sobre la dinámica subyacente en la familia y las
prueban mediante intervenciones específicas, denominadas "experimentos".
También prescriben tareas a los miembros de la familia para interrumpir patrones
disfuncionales y fomentar nuevas formas de interacción.

La metacomunicación, o la comunicación sobre la comunicación, es un componente


crucial. Se alienta a los miembros de la familia a reflexionar sobre sus patrones de
comunicación y discutir cómo estas dinámicas afectan sus relaciones.

La Escuela de Milán ha demostrado una disposición constante a la innovación y


adaptación a lo largo del tiempo. Su enfoque ha influido profundamente en la teoría
y la práctica de la terapia familiar y sistémica, contribuyendo al desarrollo de otros
enfoques y modelos terapéuticos.
HISTORIA

Este enfoque terapéutico fue desarrollado en Italia por un grupo de psiquiatras y


psicólogos italianos que buscaban nuevas formas de abordar los trastornos
alimentarios en adolescentes.
El grupo de psicólogos y psiquiatras que desarrolló la Escuela de Milan estaba
compuesto por Mara Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin, Giuliana
Prata, Luigi Prata, Luigi Onnis y Giuseppe Napoleone. Comenzaron a trabajar juntos
en 1958 en el Hospital de San Raffaele en Milán, Italia, donde se especializaron en
el tratamiento de trastornos alimentarios en adolescentes.
En sus primeros años, el grupo se centró en la terapia individual y en la hipnosis
como método para tratar a los pacientes. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de
que estos enfoques no eran suficientes para abordar los trastornos alimentarios, ya
que estos trastornos eran el resultado de patrones complejos de interacción y
comunicación entre el paciente y su familia.
Estos terapeutas adoptaron entonces un enfoque innovador en el tratamiento de
estos trastornos, utilizando un enfoque sistémico en lugar de centrarse
exclusivamente en el individuo y sus patologías. Empezaron a trabajar con niños
con anorexia nerviosa, poniendo particular interés en la díada madre-hijo e
incluyendo a la madre en el tratamiento, observando la necesidad de incluir después
a todo el contexto familiar. No satisfecha con los resultados de su trabajo
psicoanalítico, durante los años 1967 al 1971, adopta el modelo sistémico
estratégico del MIR de Palo Alto, influenciada por las ideas de Gregory Bateson, Jay
Haley, Don Jackson y Milton Erickson.
En 1967 funda en Milán el Instituto para el Estudio de la familia (Centro per lo Studio
Della Famiglia di Milano). Cuatro años más tarde se incorporan al Instituto otros tres
psiquiatras psicoanalistas más, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin y Giuliana Prata.
El punto de partida del grupo había sido su decepción con el psicoanálisis, para el
cual buscaban un subtítulo científico. Sus miembros se orientaron hacia la teoría
general de los sistemas y elaboraron una teoría de las relaciones familiares,
auxiliándose con las nociones del doble vínculo y la paradoja en sus vertientes
teóricas y prácticas.
En respuesta a esta comprensión, el grupo comenzó a desarrollar un enfoque
sistémico en el tratamiento de los trastornos alimentarios. Este enfoque se basaba
en la idea de que los individuos no podían ser entendidos de manera aislada, sino
que debían ser considerados en relación con los sistemas en los que vivían,
especialmente sus familias.
En el desarrollo de su enfoque sistémico, el grupo de psicólogos y psiquiatras de
Milán introdujo nuevas técnicas terapéuticas. En particular, desarrollaron la técnica
de «reflexión circular», en la que el terapeuta utiliza preguntas circulares para
explorar las interacciones en el sistema familiar y descubrir patrones de
comportamiento y comunicación que puedan estar contribuyendo al problema.
El grupo de Milán se hizo rápidamente célebre por la importancia de su
productividad científica. Sus componentes escribieron en 1975 el libro “Paradoja y
contraparadoja” (“Paradosso e contraparadosso”) y el artículo “Hipotetización,
Circularidad y Neutralidad: tres directrices para la conducción de la sesión»,
publicado en la prestigiosa revista Family Process. Ambos influirían enormemente
en la “Terapia familiar sistémica”.
El grupo de Milán también desarrolló su enfoque en la terapia breve, que se
centraba en abordar problemas específicos en un corto período de tiempo. Este
enfoque se basaba en la idea de que los problemas eran más manejables si se
abordaban temprano en el proceso de desarrollo.
A medida que la Escuela de Milan en Psicología se desarrolló, su enfoque sistémico
y sus técnicas terapéuticas comenzaron a ser utilizadas en todo el mundo. El grupo
continuó trabajando juntos y publicando investigaciones y artículos sobre su enfoque
durante décadas, hasta que la mayoría de ellos fallecieron en la década del 2000.

El MODELO SISTÉMICO DE MILÁN

La Escuela de Milan en Psicología es un enfoque terapéutico desarrollado por un


grupo de psicólogos italianos a fines de la década de 1950 y principios de la década
de 1960. La Escuela de Milan se enfocó en la terapia sistémica, en la que se
exploran los patrones de interacción dentro de los sistemas y las formas en que
estos patrones afectan la conducta individual.
Este enfoque terapéutico fue desarrollado en Italia por un grupo de psiquiatras y
psicólogos italianos que buscaban nuevas formas de abordar los trastornos
alimentarios en adolescentes.
El grupo de psicólogos y psiquiatras que desarrolló la Escuela de Milan estaba
compuesto por Mara Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin, Giuliana
Prata, Luigi Prata, Luigi Onnis y Giuseppe Napoleone. Comenzaron a trabajar juntos
en 1958 en el Hospital de San Raffaele en Milán, Italia, donde se especializaron en
el tratamiento de trastornos alimentarios en adolescentes.
En sus primeros años, el grupo se centró en la terapia individual y en la hipnosis
como método para tratar a los pacientes. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de
que estos enfoques no eran suficientes para abordar los trastornos alimentarios, ya
que estos trastornos eran el resultado de patrones complejos de interacción y
comunicación entre el paciente y su familia.
Estos terapeutas adoptaron entonces un enfoque innovador en el tratamiento de
estos trastornos, utilizando un enfoque sistémico en lugar de centrarse
exclusivamente en el individuo y sus patologías. Empezaron a trabajar con niños
con anorexia nerviosa, poniendo particular interés en la díada madre-hijo e
incluyendo a la madre en el tratamiento, observando la necesidad de incluir después
a todo el contexto familiar. No satisfecha con los resultados de su trabajo
psicoanalítico, durante los años 1967 al 1971, adopta el modelo sistémico
estratégico del MIR de Palo Alto, influenciada por las ideas de Gregory Bateson, Jay
Haley, Don Jackson y Milton Erickson.

ENFOQUE DEL MODELO SISTÉMICO DE MILÁN

En 1967 funda en Milán el Instituto para el Estudio de la familia (Centro per lo Studio
Della Famiglia di Milano). Cuatro años más tarde se incorporan al Instituto otros tres
psiquiatras psicoanalistas más, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin y Giuliana Prata.
El punto de partida del grupo había sido su decepción con el psicoanálisis, para el
cual buscaban un subtítulo científico. Sus miembros se orientaron hacia la teoría
general de los sistemas y elaboraron una teoría de las relaciones familiares,
auxiliándose con las nociones del doble vínculo y la paradoja en sus vertientes
teóricas y prácticas.
En respuesta a esta comprensión, el grupo comenzó a desarrollar un enfoque
sistémico en el tratamiento de los trastornos alimentarios. Este enfoque se basaba
en la idea de que los individuos no podían ser entendidos de manera aislada, sino
que debían ser considerados en relación con los sistemas en los que vivían,
especialmente sus familias.
En el desarrollo de su enfoque sistémico, el grupo de psicólogos y psiquiatras de
Milán introdujo nuevas técnicas terapéuticas. En particular, desarrollaron la técnica
de «reflexión circular», en la que el terapeuta utiliza preguntas circulares para
explorar las interacciones en el sistema familiar y descubrir patrones de
comportamiento y comunicación que puedan estar contribuyendo al problema.
Del grupo de Milán podemos destacar su interés en estudiar a las familias con
problemas típicos de trastornos psicóticos o anorexia nerviosa. El enfoque de la
terapia sistémica de Milán fue el llamado “análisis de la demanda de tratamiento”, a
través del cual el terapeuta elabora su primera hipótesis relacional sobre el papel
que cumple el llamado paciente identificado en el funcionamiento familiar.
El grupo de Milán se hizo rápidamente célebre por la importancia de su
productividad científica. Sus componentes escribieron en 1975 el libro “Paradoja y
contraparadoja” (“Paradosso e contraparadosso”) y el artículo “Hipotetización,
Circularidad y Neutralidad: tres directrices para la conducción de la sesión»,
publicado en la prestigiosa revista Family Process. Ambos influirían enormemente
en la “Terapia familiar sistémica”.
El grupo de Milán también desarrolló su enfoque en la terapia breve, que se
centraba en abordar problemas específicos en un corto período de tiempo. Este
enfoque se basaba en la idea de que los problemas eran más manejables si se
abordaban temprano en el proceso de desarrollo.
A medida que la Escuela de Milán en Psicología se desarrolló, su enfoque sistémico
y sus técnicas terapéuticas comenzaron a ser utilizadas en todo el mundo. El grupo
continuó trabajando juntos y publicando investigaciones y artículos sobre su enfoque
durante décadas, hasta que la mayoría de ellos fallecieron en la década del 2000.
LOS PRINCIPIOS BASE
Como ya fue mencionado, los principios originarios de la terapia sistémica de Milán
fueron definidos en el artículo Hipotetización, Circularidad y Neutralidad, tres
directrices guías para la terapia. (Selvini Palazzoli et al., 1980). En la evolución
actual del modelo, han sufrido una serie de cambios. La hipotetización sigue siendo
el centro del modelo, en el sentido que el terapeuta sistémico considera siempre sus
ideas respecto de los pacientes, familias, sistemas amplios y su relación con ellas,
no más que como una hipótesis, siempre susceptible a ser modificada.
De esta manera, el conocimiento del terapeuta es intrínsecamente provisorio y no
tiene ningún valor de certidumbre. Se trata por lo tanto no sólo de hacer hipótesis
sistémicas, sino también de no considerarlas jamás como cercanas siquiera a una
explicación definitiva, que explica todo lo que ocurre en el sistema: cada hipótesis
conduce a otras hipótesis y así sucesivamente. Esta actitud se extiende también
para las hipótesis diagnósticas, que no tienen el valor de objetividad que se le
atribuye en el modelo médico.
Originalmente, la circularidad fue descrita como una manera de verificar las propias
hipótesis, a través de la observación y la evaluación de las reacciones de los
pacientes, consideradas además como retroalimentaciones del sistema.
Actualmente, el concepto se amplía hacia una consideración de la relación
terapéutica, con todas sus implicancias: Actitudes de los pacientes; actitudes del
terapeuta y sus efectos. La relación terapéutica es uno de los principales puntos
focales de la terapia.

OBJETIVOS DEL MODELO DE MILÁN

Los objetivos de la terapia reflejan evidentemente la teoría, experiencia y prejuicios


del terapeuta. Al momento de definirlos, debemos, ante todo, tener en cuenta los
objetivos de los clientes. Éstos podrían estar buscando solamente salir de una crisis
y liberarse de eventuales síntomas presentes. O quizás, tener la sensación de que
el síntoma representa la punta de un iceberg, de “algo que no funciona”, de lo cual
no se comprende siquiera su naturaleza.En nuestro modo de trabajar, el objetivo
general es crear un contexto relacional de deuteroaprendizaje, es decir, aprender a
aprender (Bateson, 1972), en el cual los clientes puedan encontrar sus propias
soluciones, sus posibles salidas de la dificultad y el sufrimiento.Con este fin, se
explora el contexto en el cual viven y en el cual se manifiestan los problemas.
Buscamos conocer profundamente el sistema que se ha organizado alrededor del
problema (Anderson y cols., 1986), es decir, los eventos, los significados y las
acciones que inicialmente se han organizado en torno a ellos y las relaciones con
los sistemas significativos (familia, grupo de pares, expertos, etc., incluyendo
naturalmente al terapeuta) que contribuyen a la evolución y al mantenimiento de los
problemas. Este trabajo de exploración permite llegar, junto con los clientes, a una
definición compartida de los objetivos iniciales, que podrán ser después
eventualmente modificados según aquello que surgirá en el transcurso de la terapia.

EVOLUCIÓN DEL MODELO SISTÉMICO DE MILAN

La evolución del Modelo Sistémico de Milán ha sido un proceso dinámico que ha


experimentado cambios y adaptaciones a lo largo del tiempo. A continuación, se
describen algunas de las fases clave en la evolución de este enfoque terapéutico:
1. **Orígenes y Fundación (década de 1970):** La Escuela de Milán fue fundada en
la década de 1970 por terapeutas familiares italianos destacados, incluyendo a Mara
Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin, y Giuliana Prata. Desde sus
inicios, el enfoque de Milán se centró en la terapia familiar sistémica y breve.
2. **Circularidad y Neutro (década de 1980):** En la década de 1980, el Modelo
Sistémico de Milán consolidó su énfasis en la circularidad, destacando la
interconexión de los eventos y comportamientos en la dinámica familiar. Además, se
mantuvo una posición terapéutica neutra y desplazada para evitar tomar lados en
los conflictos familiares.
3. **Prescripción de Tareas y Experimentos (década de 1980):** Durante esta
década, se desarrollaron técnicas específicas dentro del Modelo Sistémico de Milán,
como la prescripción de tareas y la realización de experimentos terapéuticos. Estas
estrategias buscaban desencadenar cambios en los patrones de interacción familiar
y promover soluciones rápidas y específicas.
4. **Crisis y Críticas (finales de la década de 1980 y principios de la década de
1990):** A finales de la década de 1980 y principios de la década de 1990, la
Escuela de Milán enfrentó críticas y controversias internas. Algunos de los
miembros fundadores expresaron diferencias en enfoques teóricos y prácticos, lo
que llevó a cambios y divisiones dentro del grupo.
5. **Incorporación de Influencias Externas (década de 1990 en adelante):** A
medida que la terapia sistémica evolucionaba, el Modelo Sistémico de Milán
comenzó a incorporar influencias externas y a integrar ideas de otros enfoques
terapéuticos. Esto incluyó una apertura a perspectivas narrativas, constructivistas y
postmodernas.
6. **Adaptaciones a Contextos Culturales (a partir de la década de 1990):** A
medida que el modelo se expandió globalmente, los terapeutas de Milán realizaron
adaptaciones para abordar contextos culturales diversos. La flexibilidad y la
capacidad de adaptación han sido características esenciales para mantener la
relevancia del modelo en diferentes entornos y comunidades.
7. **Enfoque en la Investigación y Formación (siglo XXI):** En el siglo XXI, se ha
observado un mayor énfasis en la investigación y la formación continua en el
Modelo Sistémico de Milán. Los terapeutas han explorado nuevas formas de aplicar
los principios sistémicos en una variedad de situaciones clínicas.
En resumen, la evolución del Modelo Sistémico de Milán ha sido un proceso
dinámico que ha respondido a cambios internos, críticas, influencias externas y la
necesidad de adaptarse a diversos contextos culturales. A pesar de los desafíos,
este enfoque sigue siendo una contribución significativa a la terapia sistémica.
LAS TÉCNICAS
Para el terapeuta sistémico de Milán, la técnica esencial está constituida por las
preguntas. El terapeuta hace preguntas en vez de dar respuestas (ateniéndose una
vez más a la exhortación de Bateson, 1972). La pregunta, a diferencia de la
afirmación o la interpretación, entrega al otro la tarea de atribuir los significados de
cuánto ha sido dicho, reduciendo por naturaleza el tono autoritario o paternalista que
está frecuentemente presente en la conversación terapéutica. Entre las preguntas,
son de particular importancia y significado para nosotros las preguntas circulares.

El concepto de preguntas circulares ha sido confundido frecuentemente con el


concepto de circularidad expuesto anteriormente. Las preguntas circulares fueron
definidas originalmente considerando que, en el contexto de terapia familiar, el
terapeuta hacía preguntas por turno a cada uno de los miembros de la familia
respecto al comportamiento de dos o más familiares.
El terapeuta buscaba construir un mapa de la familia como red de relaciones
interconectadas (ya sea a través de las ideas como a través de los
comportamientos); la manera más eficaz de crear este mapa parecía ser el poner en
juego preguntas que pudieran evidenciar diferencias. Estas preguntas habían sido
creadas para obtener informaciones más que datos: Bateson, de hecho, afirmaba
que una información es “una diferencia que hace la diferencia”, es decir, una
relación y esto lo distingue de un dato.
Para profundizar aún más este proceso, se puede decir que la información que
obtiene el terapeuta con las preguntas circulares es recursiva: ya sea para los
clientes o para el mismo terapeuta, quienes a través de estas preguntas, escuchan y
cambian constantemente su propia comprensión sobre la base de la información
que ofrece el otro. Las preguntas circulares traen consigo noticias de diferencias,
nuevas conexiones entre las ideas, significados y comportamientos. Estas nuevas
conexiones pueden contribuir a cambiar la epistemología, en otras palabras, las
premisas personales, los asuntos inconscientes (Bateson, 1972) de los miembros de
la familia.

Las preguntas circulares fueron propuestas inicialmente en el artículo, ya


mencionado, “Hipotetización, circularidad y neutralidad”, en el cual son también
descritos algunos tipos de preguntas particularmente útiles para evidenciar
diferencias en el transcurso de la sesión terapéutica: preguntas triádicas, en las
cuales se pide a una persona que comente la relación entre otros dos miembros de
la familia (por ejemplo: “¿Qué hace el papá cuando su hijo lo critica?”); preguntas
sobre los cambios en el comportamiento antes o después de un evento específico
(por ejemplo: “¿Su hija dejó de comer antes o después de la muerte de la abuela?”);
preguntas sobre circunstancias hipotéticas (por ejemplo: “¿Qué harían sus hijos si
sus padres se separaran?”); y por último las preguntas que buscan establecer un
orden o una escala respecto a un comportamiento particular o a una interacción (por
ejemplo: “¿Quién logra aliviar de mejor manera el estado de ánimo de la madre?”).

Otros tipos de preguntas se han revelado como particularmente interesantes para


producir cambios en el sistema de premisas de los clientes. Éstas son las preguntas
orientadas al futuro (Penn, 1985) y las preguntas hipotéticas (Boscolo y Bertrando,
1993). Ambas son categorías de preguntas centradas en el tiempo.

Penn (1985) ha propuesto el término feed-forward (recíproco al de


retroalimentación) para indicar el proceso que ha surgido con las preguntas
orientadas al futuro, es decir, la construcción de nuevas posibilidades de relación,
de nuevos “mapas”. Las preguntas sobre el futuro son preguntas del todo abiertas,
sin restricciones y condicionamientos (salvo aquellos datos de la realidad actual)
que exploran el horizonte temporal del sistema y sus miembros, y sus eventuales
diferencias. Por ejemplo: “¿Cómo será vuestra vida dentro de diez años? ¿Hasta
cuándo la situación se mantendrá inmóvil? ¿Cuándo será madura vuestra hija como
para irse de la casa? ¿Cuándo aceptarán sus padres que usted pueda irse de la
casa?”. Y así sucesivamente. Las preguntas tienen por lo tanto una doble función,
indagar la capacidad de los clientes en proyectarse al futuro sin restricciones y al
mismo tiempo los estimulan a ver la posibilidad de reinventar este futuro.

Las preguntas hipotéticas pueden ser dirigidas también al pasado y al presente.


Éstas introducen, con una lógica de norma, diferentes “mundos posibles”.
Por ejemplo, las preguntas hipotéticas relativas al pasado contribuyen a la
posibilidad de un presente diferente del actual en uno de los mundos posibles:
“¿Qué cosa sucedería ahora si el pasado que ha tenido hubiera sido diferente? ¿Si
hubieran decidido divorciarse hace tres años atrás, dónde estaría ahora su esposa?
¿Si se hubieran trasladado a vivir lejos de sus suegros, qué tipo de relación tendrían
ahora con ellos?”, y así sucesivamente. Después de una serie de preguntas de este
tipo, que permiten el surgimiento de un nuevo mundo posible, el entrevistador puede
aprovecharse de esto y pasar del modo condicional al modo indicativo para conferir
una posible “realidad”.
RITUALES
Como evolución de prácticas de prescripción y rituales típicos de las terapias
estratégicas y sistémico-estratégicas (Haley, 1976; Segal, 1991), los rituales y las
prescripciones ritualizadas son técnicas creadas por los terapeutas de Milán. Un
objetivo del ritual sería evidenciar el conflicto entre las reglas verbales de la familia y
las reglas analógicas, prescribiendo un cambio de comportamiento, en vez de una
reformulación hablada con un posible insight. El valor de ritualizar el
comportamiento prescrito es el crear para la familia un nuevo contexto, de orden
superior a aquello de la simple prescripción verbal del terapeuta.
Las características del ritual terapéutico pueden ser sintetizadas (Boscolo y
Bertrando, 1993) de la siguiente manera:
• Pone a la familia en la condición de tener que comportarse en forma distinta a la
manera que los ha llevado al sufrimiento y a los síntomas (pasar del “pensar” al
“hacer”).
• Pone a todos los miembros de la familia al mismo nivel en el acto de realizar el
ritual. Esto crea una experiencia colectiva que puede dar nuevas perspectivas
compartidas.
• Favorece la armonización de los tiempos individuales y colectivos, a veces incluso
introduciendo secuencias de comportamiento que habían sido canceladas.
• No opera literalmente con los contenidos; el objetivo en el formular un ritual está
en el actuar sobre los procesos: cuenta más la forma que el contenido del ritual. Por
esto el ritual debe ser críptico, de tal modo que la familia pueda atribuirle sus
significados.
• Es notoriamente distinto de la vida cotidiana de los clientes. Por ello, es necesario
que se prohíba hablar entre ellos de lo que sucedió en el curso del ritual, sino hasta
cuando estén de nuevo en la próxima sesión.
Los rituales especifican ya sea los aspectos formales como los de contenido y por lo
tanto son únicos e irrepetibles. La prescripción ritualizada, en cambio, especifica los
aspectos formales de la prescripción pero no el contenido, proporciona de esta
manera una estructura formal utilizable con muchas familias en muchas
circunstancias diferentes.
CONVERSACIÓN
Todo lo que ha sido dicho hasta ahora no debe inducir a pensar que la terapia
sistémica sea un juego rígido de preguntas y respuestas, eventualmente seguidas
de una prescripción o un ritual. Si las preguntas y respuestas eran la esencia de la
terapia en los tiempos de “Paradoja y contraparadoja” (Selvini-Palazzoli y cols.,
1975) y de “Milan Systemic Family Therapy” (Boscolo y cols., 1987), más tarde la
sesión se enriqueció con nuevos elementos. Los conceptos se hicieron cada vez
más complejos, gracias además, al interés y contribución de los autores por las
nuevas perspectivas que se abrieron con las investigaciones sobre el lenguaje y la
importancia de la narrativa. Actualmente, términos como diálogo, conversación,
discurso terapéutico, con los diferentes significados atribuidos por varios autores
(Lai, 1985; Anderson y Goolishian, 1992; Hoffman, 1988), coinciden en la visión de
la relación terapéutica como una danza interactiva en los cuales los interlocutores se
van turnando en el alternar y dar forma al discurso.
Un modelo en el cual nos hemos inspirado recientemente, en el describir el pensar y
el hacer del terapeuta en el transcurso de la sesión, proviene de la crítica literaria y
del análisis del texto, que es deconstruido y reconstruido según la sensibilidad, la
cultura, el conocimiento y los prejuicios del lector. Las razones por lo cual lo
consideramos un modelo adecuado es que efectivamente, pareciera describir
adecuadamente el proceso que ocurre en el diálogo terapéutico, el cual puede ser
visto como una continua deconstrucción y reconstrucción de historias. Podemos
distinguir un proceso de micro deconstrucción/reconstrucción que se verifica al
interior de un número limitado de intercambios (turnos de palabra) entre el terapeuta
y el cliente, y un proceso de macro reconstrucción que sucede, de vez en cuando
(por lo general al final de la sesión), en la reconstrucción de varios “trozos” que
surgieron de la deconstrucción precedente.
Con este modelo podemos describir de manera sencilla el trabajo que el terapeuta
hace con la hipotetización y las preguntas circulares. En el proceso de
hipotetización, el terapeuta conecta los elementos emergentes en el diálogo
formulando una hipótesis (construcción) y verifica la plausibilidad de la hipótesis a
través de las preguntas circulares, que provocan respuestas de las cuales emergen
otros nuevos elementos (deconstrucción), que a su vez, llevarán a otras nuevas
hipótesis, y así sucesivamente. Naturalmente, como ha sido dicho, la sesión no es
hecha solamente de preguntas circulares: el terapeuta usa el silencio, los sonidos o
las palabras de duda y de disenso, las afirmaciones, las metáforas, las anécdotas,
las preguntas lineales, las preguntas diádicas. En los turnos de la palabra, con cierta
frecuencia, puede recurrir a microreformulaciones (reframing), que resumen
parcialmente lo que ha sido dicho por el cliente, pero de un modo diferente, que
considera las ideas del terapeuta en el momento, observando al mismo tiempo el
efecto sobre el cliente, en el sentido de cerciorarse si ha sido aceptado como
reformulación.
Un modo particular de trabajar sobre el lenguaje es practicado por nosotros a través
de lo que hemos definido como palabras claves (Boscolo y cols., 1991). Se trata de
algunas palabras dotadas de un elevado grado de polisemia, que dan al terapeuta la
posibilidad de evocar en la manera más eficaz dos o más significados atingentes a
la misma palabra. Siendo una palabra polémica (muchos sentidos), a veces
ambigua, la palabra clave puede evocar escenarios complejos en la relación entre
los clientes y las personas significativas y reactivar vivencias de ansiedad o
dramatismo removidas desde la conciencia del sujeto. Al mismo tiempo, la palabra
clave tiene además un poder de redefinición, su amplio campo semántico permite la
conexión con dominios lingüísticos diferentes: por ejemplo, el uso de la palabra
“protesta” en vez de la palabra “retiro psicótico” (Boscolo y Bertrando, 1996).
EVALUACIÓN
Su evaluación se basa en una causalidad circular que proporciona un punto de vista
más complejo del síntoma y su contexto que la causalidad lineal. El pensamiento
lineal puede ser un precursor necesario del salto discontinuo al pensamiento
circular, ya que describe un segmento restringido del contexto más amplio. Por
consiguiente, la perspectiva circular es más completa que la lineal, lo cual no
significa que la segunda sea incorrecta, simplemente es más parcial.
Con objeto de facilitar la orientación relacional o circular cuando describen
conductas o interacciones sustituye el verbo «ser» por el verbo «mostrar». Así, por
ejemplo, la afirmación «la esposa se muestra triste» en lugar de «la esposa es
depresiva o triste» permite examinar qué está sucediendo en las relaciones de la
mujer que pueda explicar esa conducta. La definición «se muestra triste» sugiere
una diferencia interpersonal con respecto a otra persona más alegre, indicando que
la tristeza no es algo inherente a la esposa, sino una forma de respuesta ante
determinadas circunstancias. Por el contrario, afirmar que «es triste» separa a la
mujer de su contexto e implica buscar causas intrapsíquicas para esa expresión
conductual. En una secuencia del tipo: la esposa se muestra triste cuando el niño se
porta mal -cuando el niño se porta mal el marido la crítica- cuando el marido la
crítica la esposa se muestra triste, se observa que la esposa muestra tristeza como
parte de un patrón recursivo de interacción entre el marido, ella y el niño. Se podría
comentar que es un círculo «vicioso», pero el juicio moral se dirige al patrón, no
hacia las personas atrapadas en él. Cuando se considera que los participantes
están presos de un patrón recursivo que engloba un síntoma, la situación se
convierte en «mala suerte», lo cual promueve en el terapeuta la compasión hacia las
personas más que su condena, actitud que le permite ser más neutral y creativo
Lo patológico es el juego familiar, concepto definido de forma poco precisa por el
Grupo de Milán, que incluye: el mapa de relaciones familiares -alianzas y
exclusiones-, la regla que parece presidir esas relaciones -qué está y qué no está
permitido- y la forma en que se define la relación a partir del impacto del síntoma en
el sistema familiar. El juego sirve para regular el funcionamiento del sistema familiar
y se desarrolla a lo largo de muchos años antes de consolidarse en un conjunto de
reglas, valores, creencias y rutinas que dictan las conductas e interacciones de la
familia y puede incluso heredarse de generaciones anteriores.
El juego deja de ser adaptativo para convertirse en patológico cuando adscribe a los
miembros del grupo familiar roles y funciones que ya no responden a los requisitos
del momento evolutivo que atraviesan. En otras palabras, la sintomatología es fruto
de una discrepancia entre las conductas, que constantemente están sometidas a
variaciones, y las creencias que permanecen inalteradas porque los componentes
de la familia ajustan las conductas y su interpretación a sus esquemas habituales de
pensamiento. En consecuencia, para cambiar las conductas problemáticas el
terapeuta deberá modificar el sistema familiar de creencias, teniendo en cuenta que
creencias y conductas se influyen recíprocamente.
PRINCIPALES OBJETIVOS DE LA EVALUACIÓN
Los principales objetivos de la evaluación son: determinar el sistema de relaciones,
creencias y valores de la familia, dentro de los cuales aparece el síntoma, y
determinar el papel que éste desempeña dentro de ese sistema relacional. El
síntoma puede servir para no enfrentar un cambio que amenaza con desequilibrar el
sistema familiar o para reclamar la necesidad de que se produzca. Con el fin de
obtener información sobre el juego, el Grupo de Milán se interesa por saber entre
otras cuestiones: ¿Cómo ve cada miembro de la familia el problema? ¿Cómo
percibe las relaciones entre otros integrantes del sistema en el momento actual y en
momentos pasados o futuros importantes, en torno a los cuales tuvieron lugar -o
podrían producirse- variaciones en la conducta sintomática o en las alianzas
familiares? ¿Por qué surge el problema ahora en la familia? ¿Qué hechos y
conductas preceden la aparición inicial del problema? ¿Cuál es la secuencia de
conductas en torno al síntoma? ¿Qué le ocurrirá a la familia si el problema sigue
existiendo en el futuro? ¿Y si desaparece?
ROL DEL TERAPEUTA
Son complejos los requisitos del terapeuta sistémico, ya que se debe desenvolver
en un contexto familiar y/o individual. Los sintetizaremos brevemente a continuación:
• Se requiere antes que nada la capacidad de adoptar una posición que permita
escuchar a los clientes. Estas posiciones son más evidentes en el contexto de la
terapia individual que en la terapia familiar, en la cual los terapeutas son más bien
directivos y activos en el transcurso de la sesión. En ambos casos, la actitud de
escucha es activa y no pasiva, es empática en el sentido de lograr “ponerse en el
lugar del otro”, transmitiendo su propia participación emotiva.
• Un requisito importante del terapeuta es la curiosidad (Cecchin, 1987) en relación
a los clientes, de su historia y de la evolución del proceso terapéutico. Gracias a
ello, el terapeuta evita encasillarse en intercambios redundantes y repetitivos, que
pueden llevar a un impasse. • La capacidad, por parte del terapeuta, de mostrarse
positivamente (Lai, 1985) es otro importante recurso del terapeuta, que facilita (o
hace más atractivo) su trabajo y la aceptación de los clientes, los cuales pueden, a
través de ello, ser positivamente influenciados. La pregunta que cada tanto el
terapeuta debiera formular podría ser: “¿Qué cosa podría hacer ahora que me haga
sentir mejor y así poder ayudar de una mejor manera a mis clientes?”. Se puede
discutir el hecho de que la habilidad del terapeuta en el escuchar, en la empatía, en
su curiosidad, en su sentido del humor, sean los elementos terapéuticos
inespecíficos más importantes para el logro de una buena terapia, especialmente
una terapia de carácter explorativo.
• El terapeuta sistémico se interesa en el diálogo interno del cliente y también en su
diálogo externo; estará atento entonces al sentido que las ideas, palabras y
emociones del cliente tienen en relación a sí mismo y sus sistemas de pertenencia,
y al sistema terapéutico.
• Es característico del modelo sistémico que el terapeuta mantenga una visión
circular de los eventos, junto a aquella linealidad propia del sentido común. Tal
perspectiva implica la renuncia a considerar un evento como causa suficiente de
otro y lleva además a considerar las relaciones recíprocas entre los eventos y las
acciones humanas (Bateson, 1972; Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967).
La visión circular, naturalmente, no se aplica solamente a los eventos del mundo del
cliente, sino también a todo lo que sucede en la terapia. El principio de circularidad
en la conducción de la sesión se basa en la observación de las retroalimentaciones,
es decir, en los mensajes verbales y no verbales del cliente. Para una mayor
precisión, el terapeuta debería ser consciente además de las propias
retroalimentaciones en relación al cliente, es decir, posicionarse en una visión
externa (outsight) desde la cual observar la interacción, lo que conduce a una
concepción verdaderamente coevolutiva de la terapia. Cada intervención del
terapeuta se basa en mensajes del cliente y éstos a su vez se basan en relación a
mensajes anteriores. Más que hablar de una visión sencillamente circular, conviene
hablar de una visión “espiral” (Bateson, 1979), que considere el tiempo. En esta
visión, los eventos se influencian retroactivamente alcanzando cada vez un
resultado diferente al cual iniciaron, proceso que de hecho se representa como un
espiral.
• Es oportuno que el terapeuta tenga conciencia del problema del poder en la
relación terapéutica y en las relaciones del cliente con sus sistemas de referencia y
de los roles sexuales (género).
• Un punto que no se debe olvidar, es que el terapeuta debe estar consciente de que
su lectura propuesta (como cualquier otra) al interior de un contexto terapéutico no
es objetiva, sino que está influenciada por sus premisas, experiencias y teorías. La
conciencia de esto le permite mantener cierta distancia y autonomía de sus propias
lecturas, tanto como para poder experimentar la creatividad. Trabajar de modo
sistémico requiere, a nuestro entender, el operar en una perspectiva coevolutiva: el
terapeuta evoluciona junto al cliente, evitando detenerse en una imagen que reifique
el pasado o el presente, o una historia que podría seducirlo. Pero, al mismo tiempo,
sus modelos deben saber evolucionar junto a los modelos sociales del cliente.
Parafraseando a Borges que decía de Shakespeare, un buen terapeuta debe
esforzarse por ser “igual a todos los hombres” (Boscolo y Bertrando, 1997). ¿Cómo
es posible adquirir una conciencia tal de sí mismo en la práctica clínica? Nosotros,
en todos estos años, hemos encontrado una respuesta en la dialéctica que hemos
construido con un amplio uso del equipo de observación. Se construye de este
modo un sistema de tres elementos: cliente, terapeuta y observador(es).
El rol del equipo en este caso es el de proporcionar al terapeuta un “punto de apoyo”
externo para hacerlo más consciente de sus propias premisas y sus propias
emociones al interior de la situación terapéutica. El equipo, de hecho, tiene la tarea
de generar hipótesis: sobre el cliente, pero además sobre el terapeuta y las
emociones, y también sobre la relación entre terapeuta y cliente. Este tipo de
hipótesis asume un valor similar al análisis de la contratransferencia en una
supervisión psicoanalítica, con la diferencia que se desarrolla en vivo, en el aquí y
ahora de la sesión, de manera que la retroalimentación es inmediata y vivaz.
La interacción entre terapeutas y clientes gana con esto otro nivel de reflexión y
disminuye la posibilidad de que el terapeuta se pierda en la relación terapéutica.
Uno de los mayores riesgos para el terapeuta es , el buscar “caer” dentro de la
relación terapéutica, perdiendo la distancia que es necesaria para ejercer las
acciones terapéuticas. Diferentes modelos usan diversos medios para evitar un
excesivo apego del terapeuta a sus clientes. La teoría psicoanalítica y las
principales terapias individuales se ayudan con la supervisión, que permite a un
tercero (por lo general un terapeuta experto) intervenir en la relación y reequilibrar
las distancias. En otros modelos, como el modelo del Mental Research Institute, es
más difícil que el terapeuta se entrampe en esto porque la terapia es bastante breve
y focalizada, haciendo difícil que se consolide una relación de apego entre terapeuta
y cliente. Para nosotros, en cambio, es importante la dialéctica entre los tres
elementos del sistema, que se ha desarrollado trabajando con el equipo. El trabajo
en equipo ha conducido a una visión polifónica de la terapia. En las discusiones
detrás del espejo, en la cual cada miembro del equipo comunica sus propias
emociones y sus propios puntos de vista, nos hemos acostumbrado a contar
siempre con puntos de vista diferentes. Y, sobre todo, nos ha entrenado en la idea
de considerar siempre un “detrás del espejo” como una posibilidad de aumentar
nuestra capacidad de salir de la inmediata relación. Este modo de trabajar,
desarrollado en la investigación, en la formación y en la terapia de la familia, se ha
transformado para nosotros en un método que, naturalmente, nos influencia desde
que trabajamos individualmente, es decir, con un solo cliente. Esto está también
ligado al rol de la formación personal del terapeuta (del participar él mismo de una
terapia) en su proceso de formación personal. Es bien conocido que muchas formas
de terapia exigen para alcanzar el estatus de terapeuta, haber participado en una
terapia personal. Nuestro modelo no exige una terapia personal, pero sí es cierto
que considera indispensable que sea el aprendizaje en grupo (en equipo) el que
desarrolle la función de la formación personal. Inicialmente los alumnos eran
formados para desarrollar sustancialmente habilidades técnicas; gradualmente, la
formación ha asumido un tono bastante acentuado de formación personal a través
de los grupos de aprendizaje. Al interior de la formación sistémica, al alumno le es
posible realizar un trabajo sobre sí mismo, un trabajo que, de todas formas,
mantiene un amplio rango de libertad (no hay insistencia, ni tampoco es fuertemente
aconsejado que sigan una terapia personal) y que siempre tiene su punto fijo en el
aquí y el ahora del grupo de formación. Tales actividades permiten, según las
modalidades antes expuestas, la construcción de una “mente colectiva” (en el
sentido que Bateson da a este concepto) que elabora el trabajo teórico y la práctica,
clínica conectándolos en manera circular. El alumno se encuentra por lo tanto
inserto en un proceso continuo de retroalimentación gobernado y regulado por los
docentes (Boscolo y cols., 1995).

PRINCIPIOS Y TÉCNICAS DE LA TERAPIA

(convocatoria, los principios base, las técnicas, rituales, conversación,


modalidad del tratamiento)
LA CONVOCATORIA
En sus orígenes, el modelo de Milán presuponía que a la terapia fueran siempre
convocados todos los miembros de la familia nuclear. La evolución del modelo
terapéutico ha llevado a aceptar aquello que el sistema familiar “escoge” traer a la
terapia. Se ha pasado así al principio de que venga aquél que desee venir. Ahora
tenemos la convicción de que la convocatoria de subsistemas familiares definidos al
interior de la terapia es un instrumento esencial para el proceso terapéutico, incluso
para facilitar no sólo las acciones del terapeuta, sino también los momentos
cruciales, como es la definición de los objetivos. Por ejemplo, convocar a un solo
cliente después de la primera sesión puede permitir definir la terapia como
individual, modificándose sensiblemente los objetivos. Asimismo, en el transcurso
de las terapias definidas como familiares, el convocar a un subsistema puede tener
efectos de importancia. Esta modalidad permite a los terapeutas, por una parte, ser
colaboradores con la familia que tiene dificultades en presentarse en conjunto a la
terapia, por otro lado, crear en la familia espacios de diferencias que permitan el
surgimiento de nueva información. Respecto a esto, se puede distinguir:
- Convocatoria “horizontal”: Por ejemplo ambos padres o el grupo de
hermanos de la familia. Permite definir y reevaluar los límites generacionales
y la eventual diferenciación –o falta de la misma– (Minuchin, 1974).
- Convocatoria “vertical”: Por ejemplo convocar a madre e hija, muy útil en
casos de anorexia, o bien aquélla –muy usada actualmente– de padre e hijo,
que aparece como particularmente adecuada en los casos en que es
necesario reforzar la identificación masculina del hijo o disminuir la distancia
percibida por el padre. Este tipo de convocación ha tomado para nosotros
últimamente un sentido muy significativo.
- Convocatoria individual: Resulta de máxima utilidad cuando el terapeuta
desea crear una alianza particular con un miembro de la familia (por ejemplo,
en pacientes con un diagnóstico de psicosis) que tiene dificultad en crear un
verdadero lazo en presencia del resto de la familia.
MODALIDAD DE TRATAMIENTO
El tratamiento de evidencia en distintas fases que se describirán a continuación:
la primera sesión, que es de particular importancia y que –en cierto sentido– se
diferencia de las otras. Es una sesión de evaluación, de consulta, cuyo objetivo es
determinar si existe o no una indicación de terapia, y con ello, evaluar cuál terapia
sería más apropiada. Se pide a la persona que toma contacto, ya desde el inicio,
que venga al primer encuentro con toda la familia o al menos con su cónyuge, en el
caso de una eventual terapia de pareja. A veces, la persona que toma contacto
rechaza la 15 terapia familiar 238 invitación a compartir con la familia o con la pareja
y pide asistir al primer encuentro solo. Naturalmente su petición es escuchada. Por
lo tanto, en la primera sesión puede estar presente la persona que ha solicitado el
encuentro, que no siempre es el “paciente índice”, la familia con o sin el paciente
índice, o la pareja de padres o cónyuges. Es más larga que las otras; puede llegar a
durar incluso dos horas, mientras que las restantes duran por lo general una hora y
media. En ella son examinados los sistemas significativos y cómo se han
desarrollado en el tiempo en relación al problema presentado. Consideremos aquí
que el proceso evaluativo (o diagnóstico) no es distinto a la terapia: en el momento
en que pedimos información, damos también información.
El terapeuta tiene dos interrogantes fundamentales que deberá dilucidar: qué ha
llevado a esta persona a buscar ayuda en este momento y por qué ha venido a
buscarla aquí. La respuesta a la primera pregunta podrá aparecer –aunque no
siempre– en el transcurso de la sesión, después de explorar la historia de los
clientes y del contexto en el que viven; la respuesta a la segunda aparece a través
de un análisis del tema del envío. La primera pregunta, por lo general, es: “¿Qué los
ha traído hasta acá?”, o bien: “¿Qué desearían contarnos?”. El trabajo más
significativo, sin embargo, concierne a la exploración de los significados dados por
varios miembros presentes de la familia y eventualmente de aquellos terceros
presentificados en la sesión, en el “por qué” y en el “cómo” de los problemas. Se
exploran además los efectos de los problemas sobre las relaciones al interior de la
familia y con otros sistemas de referencia: hostilidad, conflictos, consenso, disenso,
etc.
En la siguiente fase de la sesión, surgirán eventualmente uno o más temas
significativos, que permitirán dar una respuesta al primero de los interrogantes del
terapeuta. En lo que respecta al segundo interrogantes, se examina profundamente
la razón del envío, la historia de la relación con la persona que ha hecho el envío o
derivación (sobre todo si se trata de otro profesional de la salud mental), también
eventuales contactos con otros expertos, de los cuales es muy útil conocer
eventuales diagnósticos, terapias realizadas anteriormente y especialmente la
relación establecida con la familia. Estas informaciones son importantísimas para
hacerse una idea de las modalidades relacionales de la familia y en definitiva, de las
posibilidades de introducir algún aspecto de novedad y evitar dar respuestas o
soluciones ya dadas. Cuando la sesión está ya por terminar, se introduce
generalmente la idea del futuro. Se pueden formular preguntas como por ejemplo:
“¿Qué esperan ustedes de este encuentro? ¿Qué esperan que pueda ocurrir
después de todos estos encuentros? ¿Qué desearían que cambiara en vuestras
vidas?”, o bien, “¿Cuál sería para ustedes el mínimo suficiente que debiera
cambiar? ¿En qué creen ustedes que yo los puedo ayudar?”, etc. Si formulan
además preguntas hipotéticas sobre el futuro: “Supongamos que improvisadamente
desaparecen todos vuestros problemas. ¿Qué cambiaría fundamentalmente en
vuestra vida? ¿Qué efecto tendría esto en los otros?”, etcétera. Al finalizar la sesión
abandonamos un poco nuestra cautela y damos nuestro parecer respecto de la
situación.
SUPUESTOS DE LA TEORÍA DE SISTEMAS

Hasta el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, salvo tímidas excepciones,


se creía que los sistemas orientados a un propósito sólo podían explicarse si se les
atribuía un principio vitalista, como superación del mecanicismo reduccionista. Esta
actitud, propia de una ciencia anclada en prácticas positivistas y en la reducción a
causas eficientes, fue cuestionada con la introducción de la Teoría de Sistemas
(para un tratamiento más exhaustivo ver Capra, 1996, y Malagoli Togliatti, Telfner,
1983) .

La teoría de sistemas se desarrolla cuando se reconoce que los fenómenos físicos y


biológicos pueden presentar en sí mismos la característica de ser una entidad
completa donde diferentes partes se interconectan e interactúan entre sí. Partes en
relación entre sí de manera que su suma sea en cualquier caso diferente del
conjunto. Donde cualquier cambio en una de las partes afecta a todo el sistema. Se
vuelve fundamental considerar la presencia de un elemento adicional, invisible a la
lógica mecanicista, las » relaciones organizativas «, es decir, » patrones de relación
inherentes a la estructura física del organismo.«(Capra, op. Cit., Pág. 36). Cada
sistema, en su propia organización, tiene sus propias características con respecto a
la modalidad de procesamiento de la información, adaptación a circunstancias
cambiantes, autoorganización, auto mantenimiento, independientemente de su
composición (Guttman, p. 40).

La teoría de sistemas ha sido una revolución que ha alimentado la esperanza de


una ciencia de los sistemas unificada y que lo abarque todo: «Ya se trate de
organismos o sociedades, las características esenciales de la organización están
constituidas por nociones como las de totalidad, crecimiento, diferenciación, orden
jerárquico, ascendencia, control, competencia, etc. » (von Bertalanffy, 1967, pág.
86). En resumen: el todo es más que la suma de sus partes, porque es “un todo
integrado, cuyas propiedades derivan de la relación de sus partes” (Capra, op. Cit.,
P. 38), así como de sus características. Es decir, no basta con conocer bien a los
individuos de un grupo para saber lo que hacen.

Para sustentar esta tesis, sin embargo, es necesario pasar de la atención a los
elementos individuales a la atención a las relaciones que unen estos elementos. En
palabras de Gregory Bateson, una mano no son cinco dedos: son cuatro relaciones.
El concepto de sistema(del griego systanai , «juntar») nos permite ampliar la
perspectiva de la observación y, en consecuencia, las posibilidades de cambio. Si
un sistema es un conjunto de personas que se comunican entre sí y tejen
relaciones, entonces este todo es más que la suma de las partes, las personas
individuales: la unidad de observación, el foco del trabajo es la relación.en lugar de
la mente individual y el contexto en el que se encuentra; es también su conexión
estructural y “la danza de partes que interactúan limitadas por limitaciones físicas y
por los límites impuestos de manera característica por los organismos” Es un salto
de perspectiva que, en terapia, implica el abandono de la etiqueta de «paciente»
como de patologización, y más bien la asunción de una perspectiva que capta la
complejidad de las relaciones.

PROCESOS IMPLICADOS EN LA ENTREVISTA (CECCHIN Y BOSCOLO)

La entrevista comprende una serie de procesos básicos como son: la generación de


hipótesis, la obtención de información, la validación de hipótesis, cierta
«elaboración» del problema por parte de la familia y la validación de la intervención
(Tomm, 1984). La evaluación se entiende en términos de hipótesis circulares que
guían la recogida de información durante la sesión. Teniendo en cuenta que las
hipótesis iniciales son necesariamente especulativas, el terapeuta puede
modificarlas a medida que obtiene nueva información por parte de la familia. Por
otro lado, una hipótesis confirmada no ha de confundirse con la realidad, se trata de
un modelo teórico útil para definir cómo se producen ciertas cosas en la familia.
Sobre una hipótesis confirmada se «monta» la intervención final.

Las hipótesis pueden abarcar distintos niveles de comprensión (Boscolo y Cecchin,


1989). El nivel 1 tiene en cuenta el papel que juega el síntoma en la relación de
pareja. El juego se conceptúa en términos de qué es lo que se da y qué es lo que se
recibe (afecto y/o poder). El nivel 2 considera las alianzas existentes en la familia
nuclear. El nivel 3 se centra en la familia extensa y en la función que tiene el mito
familiar*. Y, finalmente, el nivel 4 establece cuál es la relación entre la familia
nuclear y las instituciones implicadas a consecuencia del síntoma del paciente
identificado.

La capacidad del terapeuta de confirmar o falsar una hipótesis a partir de la


información elicitada en la familia, se denomina circularidad. Durante la entrevista, el
clínico obtiene información explorando diferencias y conexiones relaciónales en las
conductas y creencias de los miembros de la familia. Su intención de comprender el
problema de forma circular, estableciendo deliberadamente las diferencias entre las
relaciones anteriores y posteriores a hechos nodales significativos en la historia
familiar y con respecto a hipotéticos sucesos futuros, al generar nueva información
puede alterar el sistema de creencias de la familia, si bien la alteración no tiene por
qué ser consciente. Gran parte de la información adicional está implícita y sólo es
«nueva» en cuanto se convierte en explícita a través de las preguntas formuladas.
Se considera que, una vez «liberada» de las limitaciones de sus puntos de vista
lineales, la familia podrá abordar sus dificultades por sí misma desde una nueva
perspectiva.

TIPOLOGÍAS DE PREGUNTAS PARA OBTENER INFORMACIÓN

Los cuatros primeros tipos de preguntas -las triádicas, las clasificatorias, las
explicativas y las preguntas sobre alianzas- sirven para recoger información que
confirme una hipótesis. El quinto tipo, las preguntas hipotéticas, insinúan un mapa
familiar diferente y se emplean más avanzada la entrevista, después de haber
obtenido la información de las secuencias de hechos que rodean al problema y de
las alianzas y coaliciones existentes en la familia.

1. Preguntas triádicas: Sitúan a un tercero como testigo de la relación entre otros


dos, obligándoles a escuchar cómo se les percibe; probablemente el tercero dirá
algo que los implicados no podrían decir. Es interesante observar la conducta no
verbal de los no interpelados. Por ejemplo, el terapeuta puede preguntar a uno de
los hijos: «¿Mejoró o empeoró la relación entre tus padres después de morir tu
abuela?».

2. Preguntas sobre alianzas: Establecen quién está más cerca de quién, permitiendo
conocer las alianzas familiares: «¿Quién estaba más cerca de tu hermano antes de
que fuera arrestado? ¿Y ahora?».

3. Preguntas para clasificar: Trazan el mapa de relaciones y/o establecen un orden


en relación con una cualidad: «¿Quién está más convencido de que hay algo "malo"
en el sistema nervioso de tu hermana? ¿Cómo lo muestra? ¿Quiénes van
después?».
4. Preguntas explicativas: Explican por qué se da o sucedió algo, buscando
información sobre el sistema de creencias, y en ocasiones elicitan secretos: «¿Por
qué crees que papá se apoya en tu hermana mayor?».

5. Preguntas hipotéticas: Tantean cuál puede ser la reacción del grupo familiar ante
algo bueno o malo, esbozan un nuevo mapa de relaciones y permiten que la familia
considere posibilidades alternativas de significado y de acción (Tomm, 1984). Por
ejemplo: «¿Si no hubieran tenido hijos, sería más o menos probable que
permanecieran juntos dentro de cinco años?» «¿Quién imaginas que estará más
cerca de mamá dentro de cinco años?» «Si en vez de papá fuera mamá la que se
ausentara tanto tiempo de casa, ¿qué hubiera pasado?».

EL JUEGO COMO HERRAMIENTA

Un concepto importante desarrollado por el equipo de Milán es el de "JUEGO". Es


por eso, que aquello que ha de diagnosticarse (lo enfermo), es el "juego familiar".
Por la teoría general de los sistemas sabemos que cada sistema viviente se
caracteriza por dos funciones aparentemente contradictorias: la tendencia
homeostática y la capacidad de transformación, cuyo interjuego mantiene el sistema
en equilibrio, siempre provisorio, que garantiza su evolución y su creatividad, sin las
cuales no hay vida. En los sistemas patológicos, en cambio, aparece la tendencia,
cada vez más rígida, a repetir compulsivamente las soluciones memorizadas al
servicio de la homeostasis.
Si trazamos una línea imaginaria, en un extremo podría estar la "secuencia" y en el
otro el "mito familiar". El "Juego familiar" ocuparía un lugar intermedio entre ambos,
aunque más próximo al mito.

La secuencia define una interacción cara a cara, fácilmente observable, que se


repite transcurrido un intervalo de tiempo relativamente corto, de segundos a una
hora. Las secuencias son encadenamiento de conductas que se estereotipan,
justamente la repetición está hablando de algún tipo de regla por la que se rigen.
Los mitos son reglas sistematizadas. Los mitos son reglas en cuanto que se han
sistematizado. El mito se percibe como pensamiento, como el estilo de la familia de
percibir la realidad y percibiese y en este sentido funcionan como filtro. El mito
contiene las reglas de mayor grado de abstracción que dirigen el funcionamiento
familiar, por lo tanto, cualquier tipo de secuencia de rango inferior queda subsumida
dentro de ella. Las conductas, las rutinas familiares, tienen su justificación última en
el mito. La secuencia es lo más observable y el mito es lo más inferido. Si la
secuencia son conductas interactivas, el mito lo componen reglas. Los mitos son
reglas sistematizadas. Los mitos son reglas en cuanto que se han sistematizado. El
juego familiar, se utiliza como una hipótesis operativa, es decir, como un diagnóstico
sobre el que basar una intervención.
Mara Selvini ha elaborado el concepto de 'Juego" más como una metáfora que
como un modelo teórico. Cuando recurre a la metáfora del juego es para sugerir
intuitivamente, mediante la expresión "JUEGO FAMILIAR", aquello que sugieren las
expresiones juego político, juego financiero, juego de poderes, juego de equipo, etc.
Se trataría, por tanto, de un uso intuitivo e informal de la metáfora del juego, con la
finalidad de producir asociaciones, semejanzas y lenguajes aptos para encuadrar de
modo más inmediatamente inteligible los fenómenos que nos interesan.
En 1988 Selvini hace hincapié en el juego familiar describiendo varios tipos de
“juegos sucios” en los que la pareja implica a un hijo en su pelea recurriendo a
maniobras desleales y enmascaradas. Descubre tres tipos de juegos: 1. Embrollado:
el comportamiento sintomático aparece cuando el hijo se siente traicionado por el
padre cercano. De ahí nacen los seis estadios del juego psicótico en la familia.
A. Crisis en la pareja de cónyuges.
B. Involucramiento del hijo en el juego de la pareja.
C. Comportamiento inusitado en el juego de la pareja.
D. Cambio de posición del padre considerado como aliado.
E. Explosión de la psicosis.
F. Estrategias basadas en el síntoma.
Así pues, la metáfora del juego resulta adecuada para integrar las "reglas"
generales del sistema con las "movidas" de los individuos. Facilita el acceso a una
visión que tiende a diluir la dicotomía individuo versus sistema.
El término "Juego" genera asociaciones inmediatas con las ideas de grupo, equipo,
jugadores, posiciones, mando, soldado, ataque, defensa, estrategias, tácticas,
movidas, habilidad, alternancia de turnos. Se tiene, de este modo, la posibilidad de
disponer de un lenguaje muy ligado a las relaciones interpersonales en cuantos
cambios de conducta. Palabras como embrollo, instigación, amenaza, promesa,
seducción, viraje, cooperación, ganar, perder, son palabras muy ligadas a la
necesidad de describir vicisitudes interhumanas. Además, no se trata de palabras
pertenecientes a una jerga especializada, sino que son términos de fácil
comprensión para los propios pacientes ya que forman parte de su patrimonio
lingüístico.
El paciente identificado puede ser visto como el perdedor en una situación de juego
en la cual, siendo él mismo jugador, está buscando confusamente con el síntoma,
manifestar su propuesta y tratar de recuperar las posiciones perdidas. El estudio y la
terapia de una familia parten de la elaboración de una hipótesis sobre el tipo
especial del juego en curso. Sobre la base de esa hipótesis se orienta la entrevista
para tratar de obtener toda la información posible que permita verificarla o
desmentirla.
Una hipótesis de juego relacionar pasa por la identificación de la estrategia de cada
unos de los actores: finalidades, pensamientos y sentimientos en base a los cuales
ellos organizan su accionar recíproco. El terapeuta debe tener siempre conciencia
de que algunos "movimientos" de un miembro de la familia con respecto a él
(ataques, seducciones, insubordinaciones, etc.) deben ser vistos, por lo menos
preliminarmente, como dirigidos a provocar un efecto sobre uno de los familiares
presentes. Así, un miembro de la familia puede mostrarse seductor hacia el
terapeuta para dar celos a su cónyuge, o mostrarse insubordinado sólo porque los
demás se muestran obsequiosos.

Cuando el terapeuta decide interactuar con un miembro de la familia de una forma


totalmente opuesta a la que lo hace la organización familiar, el objetivo de tal
comportamiento es doble: por un lado, observar las retroacciones de los distintos
miembros ante tal comportamiento suyo; por otro, desalojar a ese miembro de una
posición que perpetúa el juego disfuncional. Un ejemplo de lo dicho, sería tratar con
respeto y consideración a un padre que ocupa una posición de persona incapaz en
el juego de esa familia.
El juego no se toma como el fiel reflejo de lo que está sucediendo en la familia, se
trata de una hipótesis, algo a no confundir con la realidad. Su valor, en definitiva,
depende de que sea capaz de generar más información y/o una intervención que
produzca un cambio. Concebir el problema familiar en términos de juego, no es algo
dictado por la necesidad de conocer qué sucede, sino por encontrar una forma
operativa de diseñar el cambio. El síntoma es una configuración de relaciones y de
reglas que se reiteran sin una meta-regla que defina cómo han de cambiarse. El
cambio se produce cuando se halla dicha meta-regla: la terapia pone las
condiciones para que surja. El cambio, para que sea terapéutico, supone hallar una
meta-regla, que varíe la naturaleza del familiar. Naturalmente, se instaura otro juego
menos perjudicial o enteramente benéfico.
Prata (1990) afirma que la enfermedad mental no existe y que “los síntomas
aparecen cuando la familia se apasiona demasiado por sus juegos” y uno de sus
miembros sufre crueles reveses, no porque gane el más fuerte, sino porque alguien,
solapadamente, hace trampas con las “apuestas”; los síntomas aparecen como una
forma de recuperar el poder el perdedor. Esta autora recomienda utilizar la
prescripción invariable (el nuevo método) en los casos de perturbaciones
relacionales realmente graves, entre las que se encuentra la anorexia nerviosa, y
fijarse en los sistemas padres-abuelos, padres-hijos y el sistema fraterno.
Elaboran el concepto de juego propio de cualquier grupo humano a partir de los
postulados siguientes:

1) Los participantes en una organización (cualquier sistema humano, la familiar


entre ellos) son jugadores que utilizan estrategias basadas en ganancias y
pérdidas. El juego integra el comportamiento humano en un marco concreto.
2) El análisis de tales estrategias (considerado como elaboración de hipótesis
que avanzan y se completan a medida que ampliamos la información),
permiten descubrir el tipo de juego del grupo y de qué forma éste condiciona
su comportamiento.
3) Se juega para ganar y cada persona se ve obligada a jugar una determinada
forma. Hay un equilibrio entre la libertad que el juego ofrece y la coacción que
imponen sus reglas. Las estrategias modulan la forma de actuar a mi favor
dentro del margen de libertad que las reglas del juego permiten.
4) Lo que está en juego en el grupo familiar es el poder, entendido como control
de las relaciones.
5) Todos los miembros del grupo participan en el juego: nadie puede no jugar.
6) En el sistema resultante de la suma de sistema familiar y sistema interventor,
el nuevo juego incluye a los inventores sociales e intenta asimilarlo.
7) El juego tiene reglas explícitas (normas) y reglas implícitas- la estrategia de
cada jugador consiste en “estirar” las reglas a sus favor para poder ganar,
que es el objetivo del juego.
8) Es bonito jugar si se gana.
Antes de intentar establecer una hipótesis global sobre el problema de la familia, el
interventor social deberá formularse las preguntas siguientes:
1) ¿A qué juego está “jugando” el grupo familiar?
2) ¿Qué juego propone la familia al interventor?
3) ¿Qué juego proponemos a los interventores?
4) ¿Qué juego nos propone el derivante?
5) ¿Por qué viene quien viene en nombre de la familia?
6) ¿Por qué está bien ahora?
7) ¿Para qué viene acompañado de tal persona?
Por último, cabe decir que los "Juegos" no se dan únicamente en las familias
patológicas. Si el juego es un modo de representar una organización interactiva que
evoluciona con el tiempo, "no jugar es imposible". Todo grupo con historia, y por
consiguiente también la familia, "no" puede "no" organizar su propia interacción. En
relación con el problema del origen de la patología Mara Selvini, al definir el juego
de las familias esquizofrénicas, se adhiere a la afirmación de Bowen de que son
necesarias tres generaciones para producir un esquizofrénico.

CASO CLÍNICO

MM es una adolescente de 16 años de edad, que vive con su abuela materna.


Sufrió un desmayo en clases y fue llevada a la enfermería. Se observó piel reseca,
labios resecos, delgadez extrema y negativa de consumir alimentos, porque está
“gorda”. MM vive con su abuela materna desde hace un año, jubilada y dedicada a
labores del hogar. Antes vivía con la madre pero ella ha establecido una relación
afectiva con una nueva pareja que no aprueba el comportamiento de MM. La
adolescente es descrita por su madre como "cada vez más rebelde" porque no
aprueba su nueva relación. Entre las tres (madre, hija, abuela) decidieron que MM
se mudaría a vivir en casa de la abuela materna, donde ha cambiado su
comportamiento, ahora se le nota distante y retraída. Se rehúsa a tener contacto
con la madre, por lo que se han espaciado sus encuentros.
Diagnóstico: Familia disfuncional segmentada con uno de sus miembros con un
trastorno de alimentación. Se presume comunicación disfuncional como defensa
contra la baja autoestima de sus miembros, en particular de la adolescente con
trastornos de alimentación. Se propone efectuar el diagnóstico bajo un modelo mixto
biopsicosocial. También se propone la evaluación médica especializada de la
adolescente, física y psiquiátrica.

Fase Terapéutica: Se sugiere emplear la técnica de convocatoria vertical Madre-


hija y Abuela-nieta. Comprensión de los cambios y sus consecuencias,
retroalimentar la manera como se van dando las relaciones familiares. Monitorear
las consecuencias de la interacción con el contexto. Elaboración de hipótesis en
función del motivo de consulta (posible anorexia nerviosa, que debe ser
diagnosticada por un psiquiatra). Circularidad: cada miembro de la familia debe
expresar su percepción sobre su relación con los otros. Neutralidad: El terapeuta
debe evitar tomar partido o juzgar a cualquiera de los miembros de la familia. Su
acción debe estar centrada en la comprensión de la dinámica del comportamiento
dentro del sistema familiar.
CONCLUSIONES

La Escuela de Milan en Psicología es un enfoque terapéutico que se centra en el


sistema en lugar de enfocarse exclusivamente en el individuo y sus patologías. Los
terapeutas de la Escuela de Milan utilizan técnicas como la reflexión circular para
explorar los patrones de comunicación y comportamiento del sistema en cuestión, y
creen que el cambio en una parte del sistema puede tener un efecto en otras partes
del sistema y, por lo tanto, en el individuo en cuestión.
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