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El documento presenta tres ideas principales. Primero, habla sobre la misericordia de Dios y el mandato de los sacerdotes de proclamar la misericordia a través de sus palabras y acciones. Segundo, analiza la carta a los Efesios y la importancia de tener una fe madura y unirse al crecimiento del cuerpo de Cristo. Tercero, examina el Evangelio donde Jesús llama a sus seguidores amigos y les pide que den fruto que perdure a través de compartir su amistad con los demás.
El documento presenta tres ideas principales. Primero, habla sobre la misericordia de Dios y el mandato de los sacerdotes de proclamar la misericordia a través de sus palabras y acciones. Segundo, analiza la carta a los Efesios y la importancia de tener una fe madura y unirse al crecimiento del cuerpo de Cristo. Tercero, examina el Evangelio donde Jesús llama a sus seguidores amigos y les pide que den fruto que perdure a través de compartir su amistad con los demás.
El documento presenta tres ideas principales. Primero, habla sobre la misericordia de Dios y el mandato de los sacerdotes de proclamar la misericordia a través de sus palabras y acciones. Segundo, analiza la carta a los Efesios y la importancia de tener una fe madura y unirse al crecimiento del cuerpo de Cristo. Tercero, examina el Evangelio donde Jesús llama a sus seguidores amigos y les pide que den fruto que perdure a través de compartir su amistad con los demás.
DECANO DEL COLEGIO CARDENALICIO RESUMEN En la primera Lectura entendemos una figura del Mesías, y todo esto lo leemos cuando Jesús va a la sinagoga de Nazaret y dice: “Esta Escritura se ha cumplido hoy” (Lc 4, 21). Más concreto podemos transformar en algo que el Mesías hizo entender y es el año de la misericordia del Señor. Y es ver como al encontrar a Cristo, significa también encontrar la misericordia de Dios; en determinado, el mandato de Cristo, se ha convertido en un importante precepto de los sacerdotes, en los cuales están ligados a proclamar, no solo con sus palabras, sino con su propia vida, y también con los sacramentos. Por consiguiente el Señor determino una observación importante sobre la muerte en la cruz. “Sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo” lo dice (1 P 2, 24). Y es relevante ver que el final lo lograra, en Cristo Jesús, y ya gracias a Abraham, y por la propia fe recibiremos el Espíritu de la promesa. Ahora reconozcamos que Cristo lleva en su cuerpo y en su alma, el compromiso del mal, toda su energía y fuerza exterminadora. Quema y convierte el mal en el desconsuelo, en el fuego doliente. Todo esto me lleva a coincidir en el misterio pascual, es decir Cristo muerto y resucitado; incluso toda la misericordia de Dios, me lleva a ser más solidario con el sufrimiento y la angustia, y todo esto abarca en, “lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col 1, 24). En cuanto a la segunda lectura pasamos a la carta a los Efesios, en determinado sustancia se habla de tres cosas muy relevantes: en primer momento, los ministerios, y de los carismas de la Iglesia, como dones de Cristo resucitado y que es elevado al cielo; luego, la maduración de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, como un estado y contenido de la unidad del cuerpo de Cristo; y, finalizo, con la participación común en el crecimiento del cuerpo del Señor, es pocas palabras, la evolución del mundo en la unión con el Señor. Observemos unos dos puntos, donde primero miraremos el camino hacia “la madurez de Cristo”, por lo tanto, deberíamos de hablar más amplio y es la “medida de la plenitud de Cristo”, ya que estamos llamados a vivir realmente una fe adulta, como decía San Pablo dice que: “llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina” (Ef 4, 14). Hemos vivido en corrientes ideológicas, marxistas, el libertinaje, el individualismo radical, el ateísmo etc. Cada momento y cada instante van naciendo sectas, y vemos lo que dice San Pablo en (Ef 4, 14). Por otra parte, tenemos otro aspecto: el Hijo de Dios, el hombre verdadero. Él es el fundamento del verdadero humanismo. Debemos de establecer una fe, adulta y madura, esa es una fe profunda y concreta en la amistad y compañía de Cristo. Lo fructífero de esta amistad es que nos abre a todo lo que es bueno y nos da el discernimiento entre lo que es conveniente y no conveniente, entre la mentira y la verdad. Fundamentemos esa fe en Cristo, y en la medida que nos vamos acercando a Dios, en nuestra vida, encontraremos esa verdad y la caridad que se funden. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como “címbalo que retiñe” (1 Co 13, 1). En el Evangelio destaco dos criterios muy interesantes, el Señor nos va trasmitiendo estas impresionantes palabras: “No os llamo ya siervos, sino que os he llamado amigos” (Jn 15, 15). Y es impactante mirar como Dios nos llama amigos, nos hace amigos unidos y nos brinda su amistad. El Señor precisa la amistad de dos modos. No deben de existir secretos entre amigos: El Señor nos brinda toda su confianza y, con base a la confianza, nos da el conocimiento, nos revela su corazón y su rostro. En definitiva nos muestra su maravilloso amor, que llega hasta la locura de la cruz. Nos deleita su cuerpo, en la Iglesia. Toda nuestra debilidad humana, la transmite por el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, el secreto de Dios que “tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único” (cfr. Jn 3, 16). Nos ha regalado su gran amistad, ¿Pero nosotros si la aseguramos? Sin embargo Jesús define la amistad como la comunión de las voluntades. En palabras concretas decimos que, la amistad con Cristo es hacer la voluntad en la tierra como en el cielo, como dice el padre nuestro. Dios ha dejado toda su voluntad en las manos del padre, y así nos revela la libertad: “No como quiero yo, sino como quieres tú” (Mt 21, 39). Es importante darse a conocer cuánto amamos a Jesús, cuanto más lo conocemos, crece la alegría, agradezcámosle por darnos tu amistad Jesús. Por otra parte, nos queda reiterar que Jesús dar alusión sobre dar fruto: “Os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16). Debemos de entender que estamos llamados a llevar esa inquietud a todos el don de la fe, de la amistad con Cristo. Es impresionante ver como que el amor y la amistad de Dios, abarque a todos. Los sacerdotes están comprometidos a servir a los demás. Y lo más importante dar un fruto para que permanezca. Nuestra mirada no puede estar cimentada en cosas terrenales, no. Lo único que permanece constante, es el alma humana, el hombre creado por Dios, por lo tanto ese fruto que permanece, es todo lo que hemos sembrado en las almas humanas como estas: el amor, la sabiduría del hombre, el poder tocar el corazón; y la palabra que abre el alma a la alegría de Dios. Así que hay que pedirle a ese buen Dios que nos ayude a dar un buen fruto, un fruto que permanezca siempre ahí, y así la tierra sembrara semillas en el jardín del Señor. Para concluir retomemos la carta a los Efesios. Sus palabras transmite palabras en el salmo 68, que Cristo, al subir al cielo, “dio dones a los hombres” (Ef 4, 8). Nuestro ministerio es un gran don de Dios a los hombres, para así, construir su cuerpo, la nueva tierra, ¡Vivamos pues, este ministerio con mucho alegría, como don de Dios para los hombres! Pero pidámosle al Señor para que nos dé un nuevo pastor según su corazón, roguemos por el papa Juan Pablo II, que Cristo nos guíe a su amor, a la verdadera alegría junto con él. Amén. SINTESIS
En la primera lectura se nos presenta el año de la misericordia, la escuchamos con la
alegría, del anuncio de la misericordia de Dios; es importante saber si encontramos a Cristo, encontramos en él la misericordia de Dios. Este mandato se ha transmitido a los sacerdotes, están llamados a proclamar, pero no solo con sus palabras, sino que también con su propia vida. Cristo lleva en su ser todo peso del mal, pero de tal manera encontramos la manera de ser solidarios con el sufrimiento, “Lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col 1, 24). En la segunda lecturas, nos detenemos un poco en la carta a los Efesios. Se hace una visión de la fe, y los carismas de la Iglesia, y el conocimiento del Hijo de Dios, como la unidad del cuerpo de Cristo; además el crecimiento del cuerpo de Cristo, que en pocas palabras podemos decir el mundo y su comunión con el Señor. Más adelante visualicemos esa importancia de la fe madura, es aquella “medida de la plenitud de Cristo”, y es ver como de alguna u otra manera, con el pasar de los tiempos hemos visto cuantas corrientes ideológicas, diferentes pensamientos del hombre, el marxismo, el libertinaje etc. Y cada instante van creciendo nuevas sectas extrañas. Nosotros como creyentes dirigimos nuestra mirada en el Hijo de Dios, el hombre verdadero, aquel que nos brinda su amistad y su amor, y nos hace discernir lo que es bueno y malo, el Señor nos armoniza la verdad y la caridad. La caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como “címbalo que retiñe” (1 Co 13, 1). Enfoquemos nuestra presencia en el Evangelio donde el señor nos dice: “No os llamo ya siervos, sino que os he llamado amigos” (Jn 15, 15). Y que interesante es ver como el Señor nos hace sus amigos, y no lo más bello es que nos regala su amistad. El Señor nos recalca que entre amigos no debe de haber secretos, sino confianza y conocimiento. Nos presenta su rostro su corazón. También esa gran petición de Jesús es que lo amemos, lo conozcamos, y más aun así crece nuestra libertad, agradezcamos al Señor por su amistad sincera. Otro aspecto importante es dar nuestro fruto, es decir, brotar de nuestro ese fruto que está adentro de nuestra alma, y que pueda permanecer ahí siempre, “Os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16). Compartamos esa amistad que Cristo nos ha regalo, a los demás. Para terminar quería terminar este texto con una frase que me impacto mucho y es: dejemos que Dios opte por una persona según su corazón, y que llegue la Alegría de Evangelio en su corazón. Que podamos de verdad ser portadores de los dones que el Señor nos ha dado, y como dice la Carta a los Efesios con las palabras del Salmo 68 “Dio dones a los hombres” (Ef 4, 8).