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CAPÍTULO CINCO

EL FRUTO DEL ESPÍRITU


MAS el FRUTO

del ESPÍRITU ES

AMOR, GOZO,

PAZ, PACIENCIA,

BENIGNIDAD,

BONDAD, FE,

MANSEDUMBRE,

TEMPLANZA.

—Gálatas 5:22,23

Primeramente recibimos a cristo en nuestra vida y le reconocemos como


salvador y señor. Pero hay un proceso por el cual Él se convierte en nuestro
Señor y es formado en nosotros de manera que la personalidad de Jesús
ocupa el lugar de nuestra personalidad. A través de nuestra propia
individualidad expresamos las características comunes y la personalidad que
son propias del Señor. He descubierto que cuanto más me asemejo a Cristo
tanto más se expresa mi individualidad. Cuando hablamos de personalidad,
es notorio que no hemos sido hechos del mismo molde. Todos somos
diferentes. Pero hay una hebra común que nos une porque Cristo ha sido
formado en nosotros. Cuando Cristo es formado en nosotros, en nuestra vida
se duplica su personalidad.
Al estudiar Gálatas 5:22,23, leemos cuál es el fruto del Espíritu. Pero esto

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también describe a Jesús. Podemos decir que debido a que Jesús es amor,
nosotros debemos amar. Porque Jesús es gozo, nosotros tenemos gozo.
Porque Él es paz, nosotros somos pacíficos. Y así podemos seguir con lo
demás que se menciona en la lista. Hay un elemento común que liga el fruto
del Espíritu a la personalidad de Jesús y a nuestra propia personalidad.
Cuando examinamos cuidadosamente el Nuevo Testamento, podemos ver
que el fruto que mostramos está en directa proporción con nuestras
dificultades. Estas dificultades no son fáciles de sobrellevar. La carta a los
Gálatas fue escrita a personas de la región que hoy conocemos como el
centro-sur de Turquía. Era un área muy difícil para el establecimiento del
evangelio. En cada ciudad que se describe en Hechos 13 y 14, el apóstol Pablo
enfrentó momentos de tribulación; lo arrojaron fuera de la ciudad y lo
apedrearon, por poco pierde la vida. Ese no fue para él un ambiente de
tranquilidad.
Si cree que para tener el fruto del Espíritu en su vida necesita mucho
tiempo, la posibilidad de contar con horas para sentarse a leer bajo la
sombra de un árbol, quiere decir que usted no entiende qué es el fruto. Si
todos tuviéramos esas condiciones ideales, podríamos desarrollar algo
parecido al fruto del Espíritu. Pero lo grandioso acerca del fruto del Espíritu
es que opera en medio de las dificultades. Es cuando mejor se aprecia. En su
carta a los Gálatas, Pablo sabía que habían visto el fruto del Espíritu en la
vida de él cuando había enfrentado extrema presión y adversidad. El Espíritu
de Dios en nosotros obra sea que emocionalmente sintamos calor o frío. En
toda clase de temperatura, el Espíritu de Dios quiere que mostremos fruto.
El fruto del Espíritu no se debe confundir con los dones del Espíritu. Los
veinticuatro dones en el Nuevo Testamento se expresan de manera plural. Se
aplican a nuestra vida en correspondencia con nuestras inclinaciones
naturales en muchas ocasiones y con las necesidades del cuerpo de Cristo.
Nadie tiene todos los dones. Sólo Cristo obra con todos los dones.

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Pero esto no aplica al fruto del Espíritu. No tomamos la lista del fruto del
Espíritu y escogemos: “Éste sí, pero éste lo dejo para después.” En efecto,
hay algunos que al hablar del fruto del Espíritu, erróneamente se refieren a
él como frutos del Espíritu. Pero el lenguaje de las Escrituras, tanto en el
original como en nuestro idioma, es muy claro. No habla de los frutos, sino
del fruto del Espíritu. Por lo tanto, todas esas características que se
mencionan en Gálatas 5:22,23 deben ser parte de nuestra vida.

AMOR
El primer fruto del Espíritu es amor. Algunos dicen que de este fruto
derivan todos los demás. Realmente no hay nueve frutos del Espíritu. Hay
sólo un fruto: el amor. Si se tiene amor, se tiene todo lo demás.
Todo el fruto del Espíritu tiene un paralelo en la experiencia sin Cristo.
Hay personas que no tienen a Cristo y que muestran mucho amor. Lo que
marca la diferencia entre ese amor y el amor del cristiano es que este último
no fluye de las emociones o los sentimientos. Fluye del compromiso. El amor
del cristiano se conoce por su extensión, por el grado que puede alcanzar. El
amor humano a menudo tiene su base en la atracción. Amamos a quienes
nos resultan atractivos. Pero cada persona tiene su propio concepto de
belleza. Es fácil amar a las personas que tienen buena apariencia.
También es fácil amar cuando el amor es retribuido. El amor romántico
depende de la reciprocidad. Pablo dijo en Romanos 5 que Dios nos amó
aunque éramos pecadores. Jesús nos amó a pesar de que en nosotros no
había atractivo alguno y cuando no teníamos amor con qué retribuir. Él nos
amó de tal manera que fue por nosotros a la cruz para mostrar la magnitud
de su amor. El amor cristiano no sólo ama a la familia sino que abarca más
allá; ama también a quienes están en extrema necesidad. Este es el fruto que
el Señor quiere desarrollar en nuestra vida, un amor perdurable que nace de

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nuestro compromiso con Cristo.
El Nuevo Testamento no da por hecho que nosotros sabemos amar. En
Romanos 12:9–21, se nos da una lista de sugerencias para que nos amemos
unos a otros, desde atender al forastero y ser hospitalario a honrar a los
demás y retribuir con bien el mal que nos hacen. El Nuevo Testamento es
muy claro cuando nos muestra cómo debemos amar. Así es como el Señor
viene a nosotros a través de nuestras oraciones, actitudes, y acciones y nos
transforma y nos ayuda a amar.
Tal vez usted no se encuentre dónde quisiera estar respecto a su capacidad
de amar. Pero el fruto continúa su desarrollo. Lo llevará desde la condición
en que se encuentra hoy, y lo hará crecer más aún. Una de las cosas más
importantes acerca del amor es dejar de buscar que alguien nos ame. Todos
podríamos decir: “Yo sería una mejor persona si alguien me amara.”
Posiblemente eso es verdad, pero no tenemos poder ni control de lo que
otros hacen. El Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de
amor, y de dominio propio. El Señor nos dice: “No pierdas el tiempo
buscando amor. Más bien, dedica tu tiempo a entregar amor. Busca maneras
de expresar amor a través de palabras, acciones, y actitudes.”

GOZO
El segundo fruto del Espíritu es gozo. Hay una diversidad de gozo que
compartimos con quienes no tienen a Cristo. Los momentos de celebración
en la vida, como bodas, nacimientos, compromisos, son todos fuentes de
gran gozo. Los triunfos —record de ventas en la oficina o la graduación con
honores— son motivo de gozo cuando nos hemos esforzado y hemos
alcanzado una meta. Las relaciones son motivo de gozo cuando sentimos que
todo marcha bien entre nosotros y otra persona.
La vida a menudo da gozo hasta a quien no conocen a Cristo, pero no es lo

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mismo que el fruto del Espíritu. Algunas personas que no tienen al Señor
parecen muy felices, pero nuestra experiencia al venir a Cristo, y también de
la Biblia, nos ha enseñado que hasta el más feliz de los inconversos tiene un
vacío que sólo Dios puede llenar, una angustia que sólo Él puede calmar.
El gozo en Cristo —el fruto del gozo— comienza con nuestra salvación. Al
hablar de la salvación en Lucas 15, Jesús refirió las historias de la oveja
perdida, la moneda perdida, y el hijo perdido. ¿Por qué? Porque estas figuras
de retórica hablan de la salvación. Nuestro Padre celestial se regocija cuando
uno de nosotros es salvo. Hoy es tiempo de que nos gocemos.
Una de las dimensiones del gozo en el Nuevo Testamento es el gozo de que
el evangelio llegue a otras personas. Nos regocijamos cuando vemos que
alguien viene al Señor y es salvo. Esta es una dimensión del gozo que no
enfocamos lo suficiente. En Juan 4:36, Jesús habló del gozo de quienes salen
a sembrar y después a cosechar. En Hechos 15:3, cuando la iglesia primitiva
supo de la conversión de los gentiles, se regocijaron por lo que Dios había
hecho.
En Hechos 2:13 hay gozo asociado con la plenitud del Espíritu Santo. El
gozo era tan intenso que erróneamente se pensó que los ciento veinte
estaban ebrios. Pero el Espíritu nos da gozo. Gracias a Dios que hay esos
grandes momentos de celebración en la adoración cuando nuestro corazón
verdaderamente puede cantar y podemos elevarnos por encima de nuestras
circunstancias.
El gozo cristiano está presente en medio de las pruebas, las presiones, y el
sufrimiento. “Nos regocijamos… en nuestros sufrimientos.”1 ¿Quién se
regocija en el sufrimiento? El gozo cristiano nos acompaña aún en los
momentos de oscuridad y nos regocijamos porque sabemos que a pesar del
sufrimiento, Dios está obrando en nuestra vida. Este proceso se inicia con el

1 Romanos 5:2,3, NVI

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sufrimiento pero continúa con el desarrollo de la paciencia —otro fruto del
Espíritu— y del carácter, quienes somos verdaderamente una vez que nos
sacamos la máscara de la apariencia.
También nos regocijamos en nuestra esperanza. En Mateo 5:12, Jesús
dijo: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos.”
No hemos siquiera considerado la grandeza de las glorias del cielo. Muchas
veces no nos atrevemos a hablar del cielo y de la vida después de la muerte
por temor a la crítica de que somos unos soñadores. Pero debemos gozarnos,
con el verdadero gozo cristiano, respecto a nuestra esperanza para el futuro.
Ya llega el gran día.
Las Escrituras nos indican muchas maneras en que podemos hacer que el
gozo fluya. Alimentamos el gozo con el amor, los cantos, y las acciones de
gracias. Los cánticos y la actitud de acción de gracias son corolarios
necesarios del gozo.

PAZ
El tercer fruto del Espíritu es paz. Ésta emerge de la gracia de Dios.
Cuando el amor y el gozo del Espíritu están presentes, naturalmente
producirán una persona con paz. Cuando la Biblia habla de paz, no describe
necesariamente la ausencia de conflicto. La vida está llena de conflictos.
En las Escrituras, la gran palabra hebrea shalom (cuya traducción es
“paz”) significa completitud, bienestar, cumplimiento del propósito personal
en la vida. Una persona pacífica es quien vive sus anhelos; pero no significa
que vive en un mundo de fantasía, sino que vive con un sentido de
realización, equilibrio, y bienestar. Necesitamos esa clase de girocompás en
nuestra vida, que en el centro de nuestro ser haya paz. Sintámonos
conformes con quienes somos, dejemos de imitar a otros o satisfacer las
expectativas de otros. ¿Cuántos de nosotros dirigimos nuestra vida conforme

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a lo que otros piensan? Algunos hasta se empeñan en satisfacer las
expectativas de personas que han muerto. En nuestro corazón no hay un
centro fijo de descanso.
Una persona de paz resuelve las hostilidades en su vida, especialmente en
relación con quienes están en su contra. Practican lo que Jesús nos aconsejó
que hiciéramos con las personas que nos roban la paz: orar por ellos,
bendecirlos, hablar bien de ellos, hacerles bien. Una persona de paz perdona
y cada día resuelve el enojo. “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”.2
Cuando hacemos estas cosas podemos tener paz.
Una persona que tiene paz depende de Dios para resolver las tensiones.
Hay muchas responsabilidades y presiones, pero Dios tiene todo bajo su
señorío y puede ayudarnos a vivir con la fortaleza que necesitamos para el
presente día. Podemos descansar en la presencia de Dios y cumplir el plan de
Dios para nuestra vida. Estamos conformes. Estamos en paz.

PACIENCIA
El cuarto fruto del Espíritu es paciencia. La paciencia que viene de Dios no
puede desarrollarse sin adversidad. La paciencia emerge en situaciones en
nuestra vida que nos impacientan. En el Nuevo Testamento hay dos palabras
griegas que se traducen como paciencia. La palabra que se usa en Gálatas
5:22 describe el movimiento del aire o del agua, y gradualmente se comenzó
a usar para describir enojo; un movimiento, un movimiento violento,
acumular, caldear (el ánimo), explotar. Entonces, la paciencia es “enojo
alargado”; una persona que tarda en enojarse, en acumular sentimientos y
explotar; alguien que no reacciona rápidamente.
Hay otra palabra griega que se usa varias veces en el Nuevo Testamento y
de manera intercambiable. Describe a una persona que “permanece bajo”.

2 Efesios 4:26

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Cuando oramos a Dios para que haga algo en nuestra vida, posiblemente es
porque llevamos una pesada carga. Él puede darnos fuerza para llevar la
carga o puede despojarnos de ella. Esta traducción de paciencia significa
fuerza para llevar la carga, para permanecer bajo.
La única manera de desarrollar la paciencia es encontrarnos en esas
circunstancias de impaciencia en la vida. La paciencia es un atributo de Dios
porque describe su voluntad de ser paciente en nuestro favor. Cuando se
tiene amor, gozo, y paz, de una manera u otra la paciencia comienza a dar
vislumbres de su desarrollo como fruto del Espíritu.

BONDAD
La bondad, el quinto fruto del Espíritu, viene de una palabra griega
parecida a Cristo o Mesías. Yo creo que estas palabras del griego armonizan
de una manera maravillosa. De las diecinueve veces que la palabra se usa en
el Nuevo Testamento, diez veces describe el carácter de Dios, cuya bondad
nos guía al arrepentimiento,3 quien de sus incomparables riquezas y su
bondad nos dio la salvación en Cristo. 4
La palabra bondad equivale a kind en inglés. La raíz de esta palabra
inglesa es “kin” que quiere decir pariente, miembro de la familia. La relación
entre estos dos términos denota que la bondad nos mueve a tratar a otros
como parientes, como parte de la familia. Por lo tanto, creo que este atributo
en nuestra vida describe cómo debe ser nuestra relación con los demás;
acogemos a las personas y las tratamos como a nuestra familia.
La persona que no es bondadosa es hostil y punitiva o indiferente. Una
persona que no es bondadosa reduce la vida a un conjunto de reglas: “Todo
marcha bien si se respetan las reglas. Pero no hay misericordia para quien no

3 Romanos 2:4
4 Efesios 2:7

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respeta las reglas.” La bondad no reduce la vida a un conjunto de reglas. La
bondad muestra compasión aun a quien quebranta las reglas.
Hay quienes pueden ser fieles a las normas de Dios sin necesariamente
tener el corazón de Dios. Ese fue el problema principal de Jonás; no tenía
bondad. La bondad es la cordialidad en nuestras relaciones humanas. “Sean
bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así
como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”5

BENIGNIDAD
El sexto fruto del Espíritu es benignidad. Para algunos, bueno significa
aceptable. La benignidad en la Biblia es un importante rasgo de carácter.
Describe a una persona en quien no se encuentra deterioro, decadencia, o
maldad. Una persona benigna es limpia e íntegra. Lo que esta persona es por
dentro corresponde a lo que apreciamos exteriormente.

FE
Fe, el séptimo fruto del Espíritu, también deriva de los demás. La fe o la
fidelidad es el único fruto que también se enumera como un don. En el
griego, se usa la misma palabra para el don de fe y para el fruto. Pero los
griegos tenían su manera de usar la misma palabra para fe o fidelidad. Así
también la fe o fidelidad fluye del carácter de Dios.
Dios es fiel para fortalecernos y para protegernos del mal.6 Dios es fiel
porque no dejará que seamos probados más allá de lo que podemos
soportar.7 Debemos repetir estas verdades cuando somos probados,

5 Efesios 4:32, NVI


62 Tesalonicenses 3:3
7 1 Corintios 10:13

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aparentemente, más allá de nuestras fuerzas. Dios es fiel. Él conoce nuestro
límite y sabe cuándo intervenir en nuestro momento de prueba.
Dios es fiel aunque nosotros no lo seamos.8 Dios es fiel en perdonar.9 Dios
ha establecido un pacto de que si nosotros somos fieles, Él nos presentará
como inocentes ante su presencia el día del juicio final, cuando
comparezcamos ante el eterno Dios. Jesús no permitirá que nadie nos acuse.
Todos hemos vivido esos momentos en que la personalidad de Cristo no ha
fluido a través de nosotros como es debido. Pero el Señor será fiel porque
nos presentará sin mancha ante Él aquel día.
Podemos confiar en una persona fiel. Su palabra tiene valor. No se
requiere un contrato. Cuando se compromete a algo, o cuando concierta una
cita, o acepta una responsabilidad, se puede tener la seguridad de que
cumplirá. Una persona fiel tiene convicciones. Hay cosas que una persona de
fe sabe que son verdaderas y nunca las negará. Una persona de fe puede
enfrentar con buen éxito los obstáculos. A veces la fidelidad y la fe requieren
que quitemos los obstáculos, y otras veces la fidelidad requiere que abramos
un túnel para pasar a través de ellos. Una persona fiel cumple sus
compromisos a pesar de lo que sienta. Una persona fiel se siente satisfecha
con la aprobación de Dios aunque no cuente con la aprobación humana.

MANSEDUMBRE
El octavo fruto del Espíritu es mansedumbre. Esta es una palabra difícil
de traducir. A veces se traduce como humildad. En el griego se usa de tres
maneras. Primero, se usa para describir a una persona que no es extrema;
que no es tacaña pero que tampoco derrocha todo lo que recibe. Esta es una
persona equilibrada.

82 Timoteo 2:11–13
91 Juan 1:9

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Otro uso de esta palabra es para describir al potro salvaje que es domado.
Entonces la energía del animal es canalizada. Se podría decir que el caballo
salvaje ha sido disciplinado. No quiere decir que sea manso, pasivo, o que no
tenga bríos, más bien todo el brío ha sido canalizado con un propósito.
Después, tenemos la tercera definición de la palabra: mansedumbre. La
gente equilibrada y disciplinada tiene mansedumbre en su manera de vivir.
Jesús dijo: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.10 Él
ciertamente no era una persona pasiva ni débil. Tenía una personalidad
fuerte pero era manso con la gente: los niños, las mujeres, y sus discípulos.
Este es un importante rasgo cuando nos encontramos con alguien que no
está de acuerdo con nosotros. También es bueno responder con
mansedumbre cuando alguien nos corrige. Es bueno ser mansos con quienes
nos defraudan. En Gálatas 6:1, Pablo dice que cuando alguien comete una
falta o peca, debemos restaurar a la persona en un espíritu de mansedumbre.
No debemos tratar a la persona con aspereza.

TEMPLANZA
El noveno fruto del Espíritu es templanza o dominio propio. Esto deriva
del término griego de donde también deriva democracia. Tiene relación con
poder. Teocracia es poder para Dios. Democracia es poder para el pueblo. El
término describe a la persona que es fuerte y no pierde el control. Primera de
Corintios 9:25 habla del atleta. Pablo habla de una persona que se somete a
disciplinas, especialmente las disciplinas espirituales, que muchas veces
representan un desafío para la vida. No es fácil orar. No es fácil estudiar las
Escrituras; puede ser angustioso. La entrega a la obra del Señor de una
manera significativa requiere de preparación y desarrollo del carácter. Las
personas templadas no dejan su felicidad en manos de otros. Sacan fuerzas

10 Mateo 11:29

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de flaqueza con la ayuda de Dios.

LA VIDA CRISTIANA FRUCTÍFERA


Cuando era niño y con mis padres vivíamos en el noroeste de China, rara
vez recibíamos frutas y verduras frescas. A mí me gustaban mucho las
naranjas. De alguna manera, recibimos una naranja y yo guarde las semillas
para sembrar un naranjo y así siempre tener naranjas. Puse un poco de
tierra en una vasija de barro, y después la puse sobre la estufa de la cocina.
Hacía mucho frío en ese lugar, y yo sabía que mi semillero necesitaba calor.
Yo, con toda candidez, pensaba que dentro de unos pocos meses en mi vasija
tendría un árbol lleno de naranjas. Lo miraba todos los días pero nada
sucedía. Lo regaba fielmente, pero no hubo fruto. Creo que como
pentecostales muchas veces queremos que las cosas sucedan de manera
instantánea. Pero el fruto del Espíritu requiere de desarrollo. El desarrollo
del fruto en todos los discípulos fue un proceso de crecimiento. No sucedió
de manera inmediata. Pedro no se convirtió en una roca de la noche a la
mañana. Su desarrollo fue paulatino.
Yo veo el desarrollo del fruto del Espíritu como algo que sucede como una
secuencia, como las esclusas de un canal. Para que un barco navegue en un
canal se utiliza un sistema de espacios cerrados llamados esclusas. El nivel
del agua en la primera esclusa donde entra el barco es más bajo que el de la
siguiente a la que entrará. El barco pasa gradualmente de una esclusa a otra,
sea subiendo o sea bajando. Éstas se llenan de agua, cada una con un nivel
mayor, y hacen que el barco flote más arriba. Lentamente, la embarcación se
mueve a la siguiente esclusa, y así sucesivamente.
Creo que el desarrollo del fruto del Espíritu sucede de una manera muy
parecida. Comenzando con el amor, avanzamos hasta que hemos
experimentado todos ellos y llegamos al más difícil de desarrollar: el fruto de

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la templanza o dominio propio.
El fruto del Espíritu nos dice que Dios está más interesado en quienes
somos que en lo que hacemos. Si usted quiere saber la voluntad de Dios para
su vida, no trate de descubrir primero dónde Dios quiere que vaya, o lo que
Él quiere que haga. Descubra primero quien Dios quiere que usted sea.
Probablemente noventa y nueve por ciento de conocer la voluntad de Dios es
que nos convirtamos en la persona que el formó desde el principio. Si nos
conformamos a su diseño, dónde vayamos y cuánto hagamos será bajo la
dirección de Dios y en su voluntad.
Mantengo correspondencia con un recluso en California que está
cumpliendo una sentencia de por vida por asesinato. Cuando él era niño, su
madre era una fervorosa cristiana y su padre también seguía el Señor,
aunque no con el mismo entusiasmo que su esposa. Cuando la madre tenía
casi treinta años de edad, enfermó de cáncer y vivió sólo tres meses, dejando
a su esposo con tres hijos pequeños. Él se llenó de amargura contra Dios y la
vida. Hicimos todo lo posible por ayudarlo pero no quiso oírnos. Contrajo
matrimonio con una mujer a la que no amaba y de quien abusaba
verbalmente. Ella tenía un hijo de otro matrimonio. Supe que ellos se
divorciaron, y que los hijos crecieron en constante conflicto con los juzgados
de menores. Este joven con quien me escribo fue el conductor del vehículo
que se usó en un robo con homicidio. Por esta razón él está condenado a
prisión de por vida. Felizmente, él conoció a Cristo en la prisión. Todo este
trauma tal vez no hubiera sucedido si el padre en su tiempo de peor
adversidad hubiera dejado que el fruto del Espíritu creciera en su vida.
El fruto del Espíritu nos ayuda a optar por lo mejor, en vez de dejar que la
amargura y el enojo de otros nos hiera. En la vida llena del Espíritu no hay
lugar para descortesía, aspereza, rencor, autocompasión, o engreimiento. El
fruto del Espíritu se ha diseñado para desalojar de nuestra vida todas estas
cosas. Generalmente crece en la adversidad. Esto es lo contrario del fruto en

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el sentido natural.
Cuando hay escarcha, el fruto se congela. Un árbol no puede sobrevivir si
el tiempo no es bueno. Pero lo grandioso acerca del fruto del Espíritu es que
nada puede matar el desarrollo del carácter de Cristo en nuestra vida. El
carácter de Cristo crece en todo tipo de temperatura, atmósfera, y
circunstancia. El fruto del carácter del Señor se puede ver aún en el martirio.
Consideremos a Esteban, a quien le fue concedido un don cuando su vida
estaba al borde de la extinción. Él respondió con el amor de Cristo a quienes
lo apedreaban, y dijo: “no les tomes en cuenta este pecado”.11
Apocalipsis 22:1,2 nos señala a un momento futuro, en que en la eterna
ciudad de Dios habrá un río que fluirá por la calle principal, el río limpio de
agua de vida. A cado lado de ese río está el árbol de la vida, que cambia su
fruto cada uno de los doce meses del año. Creo que esto es una descripción
simbólica de que donde está presente la vida de Dios, habrá una amplia y
rica variedad del fruto de Dios.
Sugiero que apliquemos ese cuadro del Apocalipsis a nuestra vida hoy.
Cuando la vida de Cristo está en nosotros, vemos el hermoso fruto que
produce en nosotros el agua que da vida. Lo grandioso acerca de este fruto es
que no se debe dejar en el árbol. Debemos comer el fruto. Así es cómo
debemos ser en nuestra relación con las personas. Dios quiere que seamos
deliciosos; deliciosos para las personas con quienes convivimos. Si dejamos
que el carácter de Cristo se desarrolle en nuestra vida, la gente que nos
conoce tendrá la gozosa experiencia de ser parte de nuestra vida. Por eso es
contradictorio que seamos cristianos malhumorados, mal intencionados, o
irascibles.
El fruto es para probarlo. Las Escrituras nos dicen: “Gustad, y ved que es
bueno Jehová.”12 Y debemos agregar que el Señor quiere que seamos su

11 Hechos 7:60

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delicioso fruto en el mundo.
Recibimos los dones del Espíritu a través de la milagrosa provisión del
Espíritu de Dios. Algunos tal vez deben desarrollarse. El bautismo en el
Espíritu Santo a menudo sucede en un momento. Pero el fruto del Espíritu
crece conforme afianzamos nuestras raíces en Cristo. La clave para
desarrollar fruto es permanecer en Cristo. “El que permanece en mí, y yo en
él, éste lleva mucho fruto.”13

12 Salmo 34:8
13 Juan 15:5

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CAPÍTULO SEIS

LOS DONES DEL ESPÍRITU


HAY DIVERSIDAD

de DONES, pero el

ESPÍRITU ES EL

MISMO… TODAS

ESTAS COSAS las HACE

UNO y el MISMO

ESPÍRITU.

—1 Corintios 12:4,11

La iglesia está en el mundo para cumplir la misión de la cabeza de la iglesia.


Si queremos descubrir qué es la Iglesia, debemos saber quién es Jesús. El
Señor Jesucristo se hizo hombre para cumplir cuatro propósitos: glorificar a
Dios, evangelizar y salvar a los perdidos, hacer discípulos, y satisfacer las
necesidades del hombre. Dónde va la Cabeza de la Iglesia, debe ir el Cuerpo
que está unido a esa Cabeza.
Los dones del Espíritu han sido impartidos para el cumplimiento de la
misión de la Iglesia. No hemos recibido los dones para que los
contemplemos con asombro, especialmente aquellos que tienen connotación
sobrenatural. Más bien, los dones han sido designados para el cumplimiento
de una misión.

JESÚS Y LA IGLESIA

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Todos los dones, con excepción de las lenguas, fueron evidentes en el
ministerio de Jesús. La clave para entender los dones espirituales, entonces,
es que los veamos como la perpetuación del ministerio de Cristo. En Hechos
1:1, Lucas dijo: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las
cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.” Lo que nos impresiona acerca
de esta introducción a los Hechos es que viene a continuación del primer
tomo de Lucas (el Evangelio según Lucas), en que presenta el ministerio de
Jesús desde su concepción hasta su ascenso al cielo.
Al comenzar su segundo tomo, la historia de la Iglesia, Lucas dijo que el
primer tomo solamente contenía lo que Jesús había comenzado a hacer y
enseñar. Todo lo que se enseña en el libro de los Hechos es la continuación
de la vida y del ministerio de Jesús, que el Espíritu hizo posible. No se refiere
al ministerio de la Iglesia sino al ministerio de Jesús a través de su Iglesia.
Los dones que son propios del Señor ahora se expresan a través de su cuerpo.
Efesios 4:8 nos ayuda a entender estos dones y a ponerlos en el contexto
de los dones de Cristo a su Iglesia: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó
cautiva la cautividad [una distinguida procesión real donde hay asistentes
que lo siguen] y dio dones a los hombres.” Esta es una cita del Salmo 68:18
con una excepción; en Efesios 4, Pablo cambió por completo una palabra que
da otro significado a la cita.
Salmo 68:18 habla del reinado de Jesús y dice: “Cuando tú, Dios y Señor,
ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste tributo de
los hombres” (NVI). Es lógico. Una persona que conquista se sienta en un
trono y la gente le trae regalos. Eso es lo que nos dice el Salmo 68. Pero al
citar este pasaje en el Nuevo Testamento, Pablo, guiado por el Espíritu,
presenta una revelación más profunda de la obra de Jesús. Él dijo que
cuando Jesús ascendió y llevó consigo a los cautivos (nosotros somos esos
cautivos que hemos sido cautivados por su amor), Él no sólo recibió dones,
sino que los dio. Después, Pablo continúa diciendo que los dones del Espíritu

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con que la Iglesia opera son realmente los dones que Jesús ha dado a su
cuerpo.
Y Dios da buenos dones. Él comienza dándonos el don de la vida eterna. 1
Después nos da el don del Espíritu Santo.2 Una vez que hemos recibido esos
dos primeros dones de acceso a la vida cristiana, tenemos una diversidad de
dones que el Espíritu nos da personalmente y a la iglesia en su totalidad
gracias a Cristo.
Si usted ha escuchado una descripción de los dones del Espíritu, tal vez
ésta se ha limitado a los nueve dones que se enumeran en 1 Corintios 12. Por
muchos años yo pensaba de esa manera al mirar la Biblia, que hay nueve
dones del Espíritu. Pero creo que un estudio más serio de las Escrituras debe
considerar tres importantes “pasajes acerca de los dones” en el Nuevo
Testamento: dones para glorificar a Dios, para alcanzar a los perdidos, para
el discipulado de los que han sido hallados, y para el servicio a la necesidad
humana.
Primero, Romanos 12:6–8 enumera siete dones, que a menudo llamamos
dones motivacionales. Segundo, los nueve dones en 1 Corintios 12:7–11 son
los que a veces llamamos espiritualidades (dones espirituales). En 1
Corintios 12:7–11 no se refiere a ellos como dones sino como pneumatika,
del griego pneuma, que significa “espíritu”. Los corintios tenían muchas
carnalidades, así que Pablo les dice: “En oposición a las carnalidades,
permítanme que les hable de las espiritualidades.” El tercer conjunto de
dones —de ministerio— se enumeran en 1 Corintios 12:27–31; Efesios
4:11–13 describe algunos otros dones de ministerio.
Los dones motivacionales son los que explican la motivación de las
personas en el Cuerpo para ministrarse mutuamente. Pasamos de esto a los

1 Romanos 6:23

2 Hechos 2:38

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dones espirituales, que a menudo llamamos carismas, que significa
“gracias”. Son dones de la gracia de Dios. Son dones de ministerio, dones
que aplican a un oficio en la iglesia. Quiero presentar un catálogo de todos
estos dones sin repetir ninguno.

LOS DONES MOTIVACIONALES (Romanos 12:6–8)


Profecía: cuando la mayoría pensamos en la palabra profecía,
generalmente imaginamos a alguien que se para durante el culto, y dice algo
parecido a esto: “Yo, el Señor tu Dios, digo hoy…” A veces, si no hemos
tenido a alguien que haya pronunciado la formula, salimos del culto
pensando que no hemos tenido palabra profética del Señor.
¿Qué es un profeta? En 1 Samuel 9:9 encontramos una muy buena
definición. Antes de que se los llamara profetas, a estos hombres se los
llamaba veedores, uno que ve. ¿Qué veían los profetas? Ellos siempre veían
al mundo y a la gente a través de los ojos de Dios. Esa visión era
principalmente de dos maneras. Era intuitiva porque miraba al corazón de
una persona y leía las necesidades y tal vez los pecados a la luz de la Palabra
de Dios, y después aplicaba la Palabra de Dios a esa necesidad en particular.
Los profetas también eran proféticos en el sentido que mayormente
entendemos el término; anunciaban los acontecimientos por venir.
La profecía siempre surge de las condiciones que se ven y se viven. Es una
advertencia: “Si las condiciones no cambian, a esta situación los llevará, y
Dios los juzgará o los bendecirá; depende de cómo ustedes atiendan y
corrijan el problema.” La profecía tiene relación con dos acciones: anunciar:
declarar la palabra de Dios hoy al corazón, y predecir, que es anunciar lo
futuro.
Primera de Corintios 14:3 indica que la profecía edifica, exhorta, y
consuela a los creyentes. En cuanto a los inconversos, 1 Corintios 14:24,25

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dice que la profecía convence a la persona y la conduce a un punto crucial en
su vida en que decide seguir a Cristo.
Todos los creyentes deben buscar el don de profecía. Cuando supo que en
el campamento había dos más que profetizaban, y sin credenciales, Moisés
dijo: “Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta.”3 Como Moisés, nosotros
también deberíamos decir: “Ojalá que todos conocieran a Dios y su Palabra
de manera tan íntima que, cuando llegara el momento, pudiéramos declarar
la palabra de Dios con autoridad.”
Servicio: el don de servicio es el ministerio práctico a las necesidades.
Jesús fue la epítome de este don cuando, la noche antes de su sacrificio, se
ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. A través de su servicio
práctico mostró su ministerio de amor.
Note que en ninguna parte de las Escrituras dice que el don de profecía es
mayor que el don de servicio, o que el servicio es mayor que la profecía.
Ambos son componentes esenciales. El cuerpo de Cristo necesita de
personas que hablen la Palabra de Dios y también necesita personas que
hablen con el corazón y el Espíritu de Jesús.
Enseñanza: mientras que el profeta hablará acerca de un momento
determinado, los maestros son sistemáticos y se esfuerzan por hablar con
precisión. Lucas fue un maestro ejemplar. Sus escritos son evidencia de esto.
Él tenía ese don del Espíritu. En Lucas 1:3, él describe que estudió
diligentemente todas las cosas y estableció un orden de los sucesos
relacionados con Jesús. Apolos, en Hechos 18:24,25, “había sido instruido en
el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba
diligentemente lo concerniente al Señor”.
Un maestro de gran calidad, como Apolos, debe ser dócil. Apolos recibió la
enseñanza de Priscila y Aquila,4 y fue aún más efectivo en su ministerio. Con

3 Números 11:29

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su don para la enseñanza, él edificó a los creyentes y confundió a los
inconversos. Nosotros debemos enseñar y también aprender todo el consejo
de Dios en su Palabra. El cuerpo de Jesucristo sufre cuando no hay precisión
en la enseñanza.
Exhortación: otro don de la palabra, el don de la exhortación, literalmente
es animar. Es la palabra griega para designar a “uno que acompaña para
ayudar”. El don de profecía, el don de enseñanza, y el don de exhortación
están relacionados. El profeta, el maestro, y el que exhorta (o anima)
dependen de diferentes variables para comunicar su mensaje. El profeta
depende de su interacción con el Espíritu de Dios y la Palabra. El maestro
depende de su buen conocimiento y dominio del asunto que expone. Quien
exhorta depende de una necesidad que surge y que él o ella puede
aprovechar para animar e inspirar a las personas.
Bernabé era una de esas personas que exhortan o animan a otros. La
narración de su historia aparece en Hechos 11 con el establecimiento de la
iglesia en Antioquía. Bernabé fue y vio lo que Dios estaba haciendo entre los
gentiles y ministró a la congregación de creyentes. Pero sabía que los
creyentes de Antioquía necesitaban algo más que el ministerio de la
exhortación. También necesitaban el ministerio de un maestro. Por esta
razón Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo. Las Escrituras nos dice que los
dos enseñaron a los creyentes; la palabra enseñanza se comienza a usar
junto con la aparición de Pablo en la escena.
Bernabé era el tipo de persona que podía abrazar a alguien o a una
congregación y ministrarles de una manera inspiradora. La iglesia, en
sentido colectivo e individual, necesita personas que tengan el ministerio de
exhortación. Necesitamos personas que nos abracen, que nos animen, y que
nos inspiren.

4 Hechos 18:26

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Repartir o dar: en cada uno de los dones, hay dimensiones que son
universales y comunes a todos los creyentes. Cuando se dice que alguien
tiene el don de repartir o dar no significa que otros no dan o no reparten. O
si decimos que unos tienen el don de enseñar no significa que otros no deban
enseñar. Hay un aspecto universal en cada uno de los dones, pero hay dones
que tienen una aplicación especial y un refinamiento conforme se usan.
Hay algunos miembros del Cuerpo que tienen el especial don de ver las
necesidades y responder a ellas. Si tiene el don de dar, usted necesita
recursos que dar, sea tiempo, sean finanzas, o sean habilidades. Quien tiene
el don de dar reparte los recursos con buena disposición. Esta persona nunca
da a regañadientes, porque Dios le ha concedido el especial gozo de
compartir para el beneficio del Cuerpo.
Presidir: el liderazgo es la habilidad que el Espíritu da para ayudar a
establecer la dirección y unir a las personas para el cumplimiento de la obra
del Señor. Los líderes o los que presiden hacen posible que el cuerpo de
Cristo se mueva hacia ideales comunes, y se ocupan de edificar un pueblo de
Dios que complazca al Espíritu del Señor. El líder ayuda a las personas a
moverse para cumplir las metas que Dios tiene para ellas. Hay líderes de
todo tipo. El líder siervo es tal vez el que mejor describe el liderazgo que el
Espíritu asigna al Cuerpo.
Misericordia: Pablo concluye Romanos 12 con la descripción del don de
misericordia. A menudo hay necesidades críticas cuando se enseña o cuando
las palabras de cualquier tipo no son suficientes. Entonces se necesita el don
de misericordia. Cuando alguien tiene una enfermedad terminal, la persona
indicada para ofrecer ayuda no es el profeta, ni el maestro, ni el que exhorta.
Es más bien la persona que puede mostrar misericordia, inspirada en el
ejemplo de Cristo.
Muchos en nuestra sociedad necesitan del don de misericordia; no sólo los
que están desahuciados, sino las víctima de abuso, los enfermos de SIDA, los

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prisioneros, y los desechados. Muchas veces la iglesia está lista para juzgar.
Aunque reconocemos que Dios juzga el pecado pero ama al pecador, con
todo a veces exageramos el énfasis en la primera parte de esta ecuación.
Debemos tratar con amor y compasión a las personas porque así las
alcanzaremos para Cristo. La persona misericordiosa se acerca a los demás y
les presenta la redención y la sanidad interior que pueden tener en
Jesucristo.

LOS DONES ESPIRITUALES (1 Corintios 12:7–11)


Palabra de sabiduría: la sabiduría es un rasgo de carácter, disciplina, y
disposición mental. Pero también es un don del Espíritu en que la persona
comunica una palabra de sabiduría. En Juan 8:7, Jesús respondió con
palabra de sabiduría cuando sus enemigos llevaron ante Él a la mujer que
habían sorprendido en adulterio. Le pidieron que la juzgara. Él, con una
declaración de sabiduría, cambió completamente la perspectiva de la
situación: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la
piedra contra ella.”
La palabra de sabiduría también se ve en operación en la iglesia primitiva,
en Hechos 15:13–21. La iglesia está debatiendo si se debe considerar parte
del cuerpo a los gentiles, y Santiago, el líder de la asamblea, responde con
palabra de sabiduría. Cuando estamos ante la encrucijada de importantes
decisiones en nuestra vida, sea una decisión del cuerpo local de creyentes o
sea una decisión personal, es muy importante que nos abramos a este don en
particular.
Palabra de ciencia: la palabra de ciencia como don del Espíritu no es el
aprendizaje de los libros o el conocimiento erudito, sino una declaración del
conocimiento divino. La persona que ejerce este don generalmente tiene un
profundo conocimiento de las Escrituras o tiene conocimiento de las

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circunstancias inmediatas. El profeta Natán supo que David había tenido
una aventura con Betsabé antes de que otros se enteraran. Jesús respondió
con palabra de ciencia en Juan 1:48, cuando dijo a Natanael: “Cuando
estabas debajo de la higuera, te vi.” Él sabía lo que Natanael estaba haciendo.
Cuando Ananías presentó su ofrenda engañosa, Pedro le dijo: “No has
mentido a los hombres, sino a Dios.”5
Fe: hemos sido llamados a tener fe, pero hay una operación específica del
don de fe que es una capacidad sobrenatural que concede el Espíritu Santo.
Capacita a la persona para creer en una extraordinaria demostración del
poder de Dios. Hay algunos que tienen el don de fe y que despiertan la fe en
otro creyente o en un grupo de personas, para el cumplimiento de algo. Una
persona con el don de fe comprende la visión de lo que Dios quiere que
suceda y vive y obra con confianza hasta ver su cumplimiento. La fe ayuda a
los creyentes a no flaquear en las pruebas.6
Recuerdo cuando en nuestra iglesia animábamos a las personas a buscar
un lugar de ministerio y que ya recibirían el don que necesitaran para su
desempeño. En 1985 comenzamos el campamento Royal Family Kids [Niños
de la Familia Real]. Este ministerio comenzó con la visión de Wayne Tesch,
uno de los pastores asociados que quería organizar un campamento para
niños que habían sido víctimas de abuso. Él dijo que el costo sería de unos
cinco mil dólares, que en ese tiempo era el monto total de la entrada semanal
de la iglesia. Pero él sintió que el Señor había despertado esa inquietud. Así
que presentamos la necesidad a la congregación y reunimos un poco más de
cinco de mil dólares. Nunca olvidaré la noche que comisionamos a los
voluntarios que trabajarían con los niños. Mientras orábamos, alguien tuvo
una palabra profética. En el momento mismo, no la reconocí como las

5 Hechos 5:6
6 Hebreos 11:30–40

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Escrituras, pero era Isaías 58:11,12: “Serás como huerto de riego, y como
manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan… y serás llamado reparador de
portillos, restaurador de calzadas para habitar.” Fue un maravilloso mensaje.
En este momento, hay alrededor de ciento sesenta campamentos con más
de seis mil niños que participan cada año. Algunos de los primeros
participantes han testificado de cómo esa semana les cambió la vida. Wayne
tuvo un don de fe; fe de que Dios obraría para que esta idea se hiciera
realidad. Y también hubo el ejercicio de un don profético, que confirmó que
este plan era un ministerio que el Señor quería usar. Y así, en ese caso hubo
una combinación de los dones de profecía y fe.
Generalmente pensamos que el don de fe opera cuando se ven resultados
inmediatos. Pero hay dos dimensiones de la fe. Tenemos la fe que ve
resultados, y tenemos el don de fe que persevera aunque no hay señal
inmediata. En este caso, el creyente confía fielmente que Dios ha hablado, y
que Él hará que suceda.
Mi tío, Victor Plymire, es un ejemplo de alguien que se movía en el don de
fe. Él sirvió como misionero en la frontera de China y el Tíbet y después de
dieciséis años bautizó al primer creyente. Sin embargo, él creyó que Dios lo
había llamado a ese lugar y que cumpliría su propósito.
Adoniram Judson fue a Birmania como apóstol misionero a comienzos de
los años 1800. Pasaron siete años antes de que la primera persona aceptara
al Señor. Cuando murió, dejó siete mil creyentes y había establecido sesenta
y tres iglesias. El cuerpo de Cristo en Birmania (hoy Myanmar) es un
resultado directo de este don de fe.
Dones de sanidades: ambas palabras, dones y sanidades, están en plural
en el texto griego. Hay diversas maneras en que se administra la sanidad:
por la imposición de manos, por la palabra de autoridad, o por la unción con
aceite. Hay diversidad de dones y diversidad de sanidades: sanidades físicas,
sanidades emocionales, sanidades espirituales, sanidades graduales,

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sanidades instantáneas. Hay algunos que de manera fraudulenta dicen tener
algo que llaman ministerio de milagro. Pero hay muchos otros a quienes el
Espíritu ha usado de manera poderosa.
Cuando por primera vez entrevisté al pastor Mung en el noreste de China,
él tenía ochenta años de edad. A los setenta y cinco años de edad él había
reiniciado una iglesia de treinta personas. Cinco años después, la iglesia
tenía mil quinientos concurrentes. Él dijo: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy,
y siempre, y oramos mucho.” Después describió las sanidades que habían
visto. La esposa de uno de los funcionarios comunistas estaba postrada en su
casa, muriendo de cáncer. En secreto, pidieron al pastor Mung que fuera a
orar por ella, y Dios la levantó. Esto se convirtió en un poderoso testimonio
para la comunidad.
Hay muchas personas cuya fe opera en un área específica. Algunos tienen
un don para orar por enfermos de cáncer y otros oran por personas que
sufren de parálisis. Algunos oran por quienes están poseídos de espíritus
malignos y otros oran para que la gente sea liberada de la adicción al alcohol
y las drogas. Hay muchas necesidades de sanidad y una diversidad de dones
de sanidad que podemos administrar.
Milagros: los milagros se distinguen de las sanidades porque éstos
incluyen una demostración del poder de Dios en una medida poco usual. Se
relacionan especialmente con los milagros en el ámbito de la naturaleza,
como la alimentación de los cinco mil o los milagros que Jesús obró al
resucitar a algunas personas.
El don de milagros vindica el nombre de Dios. Elías hizo frente a los
profetas de Baal y vio un milagro que vindicó el nombre de Dios. El don de
milagros puede librar al pueblo de Dios de las manos de un enemigo, como
sucedió con Moisés y el pueblo de Israel. Un milagro puede proveer para
alguien que está en una necesidad desesperada, como el caso de Elías y la
viuda de Sarepta.

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Discernimiento de espíritus: este don permite que distingamos entre un
mensaje de Dios y uno que no lo es. Pablo advirtió a los pastores de Éfeso
que distinguieran entre quienes vienen como lobos vestidos de oveja y
quienes comunican el verdadero mensaje de Dios.7 Se necesita
discernimiento para determinar si una persona y el mensaje han sido
enviados por Dios.
Este discernimiento distingue entre la apariencia externa y las realidades
internas. En Hechos 8, Simón el mago aparentemente era un sincero y
entusiasta buscador. Pero el don de discernimiento de Pedro lo vio como un
engañador que quería el don del Espíritu para beneficiarse de él. El
discernimiento de espíritus es necesario para distinguir el Espíritu de Dios
del espíritu del hombre o de un espíritu maligno. Algunas personas cometen
el error de atribuir el pecado o la enfermedad a un espíritu maligno. Pero no
toda obra de la carne debe clasificarse como manifestación de demonios.
Lenguas: en 1 Corintios 12, el don de lenguas no es el mismo que las
lenguas que se hablan de manera personal. Se refiere a las lenguas en un
contexto público. En este caso, se necesita control. Una persona que habla en
lenguas debe orar para que reciba la interpretación. En el servicio debe
haber no más de dos o tres que hablen en lenguas al Cuerpo. Y deben hablar
en el momento oportuno y de manera adecuada. Hechos 2; Romanos 8:26; y
1 Corintios 14:2 enseñan que las lenguas están dirigidas a Dios como el
idioma de la alabanza, la intercesión, u oración.
Interpretación de lenguas: cuando hay un mensaje en lenguas en un
servicio público de adoración, las Escrituras requieren que éstas sean
interpretadas. Pero, una interpretación no es necesariamente una traducción
literal. Por ejemplo, a veces lo que sucede en el Espíritu es bastante visual.
Cuando estoy comunicando una palabra profética, tengo una experiencia

7 Hechos 20:28,29

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muy visual en que veo un cuadro que Dios despliega ante mí. La manera de
interpretar un cuadro no es como la interpretación de un texto escrito. La
comunicación de Dios no es meramente verbal, pero a veces se necesitan
palabras para expresarla. Esta es una razón de que a veces la interpretación
es más breve o más larga que el mensaje en lenguas.

LOS DONES DE MINISTERIO (1 Corintios 12:27–31; Efesios


4:11–13)
Apóstol: un apóstol, en el sentido técnico del Nuevo Testamento, es un
testigo de Jesús a quien Él ha comisionado para que establezca el
fundamento de la Iglesia. Pablo dijo en 2 Corintios 12:12, que un apostolado
se distingue por las señales y los milagros. Un apóstol tiene un ministerio
sobrenatural. Se podría ampliar la idea de un apóstol a quien va a un área
donde la iglesia no está presente, y a través de cuya obra y ministerio se
establece la iglesia. Muchos misioneros cumplen un ministerio de apóstol.
Ayuda: especial habilidad de invertir talentos en la vida y el ministerio de
otros miembros del Cuerpo, capacitando así a esa persona para que aumente
su efectividad en sus propios dones espirituales. El doctor Raymond Ortlund
del ministerio Renewal [Renovación] ha denominado a las personas que
tienen don de ayuda “la gloriosa brigada de los camilleros”. ¿Recuerda el
pasaje en Marcos 2 de los cuatro amigos que cargaron en una camilla a su
amigo inválido? Para que ese hombre tuviera un encuentro con Jesús, fue
necesario que alguien tuviera el ministerio de ayuda. Tuvieron que ayudarlo
a llegar a Jesús.
Administración: la palabra griega significa marcar el rumbo y asegurarse
de que todos se mueven en la dirección del cumplimiento de ese rumbo. Las
personas con el don de administración pueden articular una visión y unir al
pueblo de Dios para hacerla realidad.

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Antes mencioné el don de liderazgo. ¿En qué difiere del don de
administración? El don de administración supone eficiencia; plantea una
tarea y establece un mapa para el cumplimiento de dicha tarea. Se preocupa
de rematar los asuntos pendientes y los detalles, y de que todo el plan siga su
curso. Es desarrollar el trabajo de un timonel más que de un capitán. No
todos los administradores son líderes, y no todos los líderes son
administradores. El líder necesita al administrador y el administrador
necesita al líder. No se debe asignar responsabilidades a las personas que no
corresponden a su llamado.
Evangelista: el evangelista tiene el especial don de comunicar el evangelio
de manera que las personas respondan a la invitación a convertirse en
discípulos de Cristo. Todos hemos sido llamados al evangelismo, a ser
testigos. Pero hay algunos en el cuerpo de Cristo que han recibido la
dotación especial para ser evangelistas. Cuando predican o testifican,
siempre habrá personas que vendrán al Señor. Esto no significa que los
demás no tengamos la responsabilidad de testificar, sino que reconoce que
algunos tienen un don especial para hacerlo.
Pastor: el pastor es responsable del bienestar espiritual del pueblo de
Dios. La palabra pastor es la misma que se usa para quien cuida de un
rebaño.

OTROS CUATRO DONES (1 Corintios 7:7; 1 Corintios 13:3; 1


Pedro 4:9)
Otras referencias posiblemente describen cuatro dones adicionales.
Celibato: en 1 Corintios 7:7, Pablo se refiere al celibato como carisma, un
don espiritual. El celibato es el don espiritual de permanecer soltero y no
sufrir excesiva tentación sexual. Pablo enfatiza que en la vida de soltero, el
creyente tiene más tiempo para dar al Señor, a su obra, y a su pueblo.

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Pobreza voluntaria: en 1 Corintios 13:3, Pablo habla de renunciar a los
bienes de este mundo: “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a
los pobres.” He aquí una persona que tiene la singular habilidad de
despojarse de todo lo que tiene para atender a otros.
Martirio: Pablo dijo en 1 Corintios 13:3: “si entregase mi cuerpo para ser
quemado”. La historia de la Iglesia está llena de hombres y mujeres que
recibieron este don y dieron su vida como un testimonio por los siglos.
Hospitalidad: 1 Pedro 4:9 dice: “Hospedaos los unos a los otros.”
Inmediatamente después de esta frase viene una amonestación acerca del
uso de los dones espirituales. Mi conclusión es que si la amonestación acerca
del uso de los dones espirituales se menciona después de la enseñanza acerca
de la hospitalidad, el apóstol Pedro considera que la hospitalidad, la
capacidad especial de atender a las personas, es también un don del Espíritu.

DIEZ VERDADES ACERCA DE LOS DONES


Consideremos el siguiente resumen acerca del uso de los dones.
(1) Los dones son para los cristianos. No se puede recibir ni operar en
estos dones —que tienen como fin glorificar a Dios, edificar el Cuerpo de
Cristo, salvar a los perdidos, atender las necesidades humanas— si antes no
se ha recibido el don de la salvación. Los dones deben florecer en quienes
han sido bautizados en el Espíritu. El bautismo en el Espíritu sumerge a la
persona en nuevas dimensiones de intimidad con Dios y poder para testificar.
(2) Los dones se reciben para beneficio del Cuerpo y para la obra de Cristo
en el mundo. No hay don que sea más importante que los demás.
Generalmente se tiende a considerar que los milagros y las sanidades son
dones más sobresalientes que los demás. No recibimos dones para
convertirnos en grandes estrellas, sino para ser mejores siervos.
(3) Nunca deben divorciarse los dones del amor. En 1 Corintios 14:1 Pablo

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nos dijo: “Seguid el amor y procurad los dones espirituales.” En la mitad de
una sección que trata acerca de los dones espirituales, 1 Corintios 13 es un
recordatorio de que debemos andar en amor.
(4) Los dones no deben confundirse con la espiritualidad. Algunas
personas miden su espiritualidad sobre la base de sus dones. Los dones
generalmente tienen poca relación con la espiritualidad. Sí tienen relación
con nuestro trabajo para realizar el trabajo del Señor. Como dijo Jesús en
Mateo 7, habrá personas que se presentarán ante Él en el día del juicio y
hablarán de las maravillosas cosas que hicieron por Cristo. Y el Señor les
responderá: “No os conozco.” He conocido personas que han operado con
verdaderos dones del Espíritu pero que han sido apóstatas en su carácter y
manera de vivir. Una vez que han sido concedidos, los dones son
irrevocables. Todavía pueden operar. Los dones no se deben confundir con la
espiritualidad, así que no debemos imitar a las personas sólo porque tienen
dones.
(5) Los dones generalmente armonizan con inclinaciones y habilidades
naturales. Las personas que expresan ternura normalmente son las que
sirven en el don de misericordia. Quienes se caracterizan por ser organizados
a menudo operan en el don de enseñanza. Aquellos que tienen una actitud
de cordialidad y alegría generalmente ejercen el don de exhortación.
Los dones no son inclinaciones naturales, pero a menudo nacen de una
inclinación natural.
(6) Los dones se desarrollan y fortalecen con el ejercicio. Por eso en 1
Corintios 14 se nos dice que perfeccionemos los dones. En Lucas 19, Jesús
dijo que a quien tenga se le dará más. Debemos continuar usando los dones
para que se desarrollen. Todos los dones son así.
(7) No somos dueños de los dones. No son mis dones, o los usaría cuando
yo quiero. Los dones pertenecen al Cuerpo.
(8) El uso de cada don debe ser confirmado por el cuerpo de Cristo. No

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hay un verdadero funcionamiento continuo de un don a menos que sea
confirmado por otros creyentes. Por eso es necesario que nos animemos y
nos reafirmemos unos a otros.
(9) El ejercicio personal de un don surge de una combinación de anhelo,
oración, y necesidad. ¿Cuáles son los anhelos que Dios ha puesto en mi
corazón? ¿En que pienso cuando oro? ¿Qué necesidad me ha mostrado el
Espíritu Santo? Cuando consideramos estas cosas como un patrón —anhelo,
oración, y necesidad—, Dios comienza individualmente a mostrarnos una
misión en particular o un llamado único.
(10) Lo último acerca de los dones tal vez resulte sorprendente: sólo unos
pocos se dan durante la reunión en la iglesia. Si examinamos con
detenimiento los dones del Espíritu y cómo ocurrieron en el libro de los
Hechos, veremos que se manifestaron principalmente fuera del lugar de
reunión, en lugares públicos. La mayoría de ellos ocurren en nuestro servicio
diario al Señor o en nuestra comunión con el cuerpo fuera del culto de
adoración, en el ministerio al mundo.
Algunos piensan que cuando llegamos a una reunión, el Espíritu Santo
está limitado a obrar en esa reunión. Cuando la iglesia está dispersa el resto
de la semana, algunos creen que el Espíritu está inactivo, esperando a la
próxima reunión para poder obrar. Pero el Espíritu quiere obrar en el cuerpo
de Cristo cada día de la semana. Él quiere darnos todo lo que necesitamos.
Nosotros, y también la Iglesia, necesitamos el Espíritu Santo.

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CAPÍTULO SIETE

DECENTEMENTE Y CON ORDEN


Y LOS ESPÍRITUS

de los PROFETAS

ESTÁN SUJETOS

a los PROFETAS.…

HÁGASE TODO

DECENTEMENTE y

CON ORDEN.

—1 Corintios 14:32,40

A través de su historia, las asambleas de dios se ha mantenido firme en la


completa expresión de los dones espirituales en sus iglesias. Esa apertura al
ministerio del Espíritu de Dios en nuestro medio es factor del continuo
crecimiento de nuestra Fraternidad en el mundo. Pero, como con cualquier
doctrina bíblica, la interpretación y la expresión humana pueden interferir
en el propósito divino y disminuirlo.
Uno de los problemas que experimenta el movimiento pentecostal en
general, y también dentro de las Asambleas de Dios, es la falta de adecuada
instrucción acerca de la correcta expresión de los dones espirituales y la falta
de corrección ante el mal uso de ellos. A menudo en tal ambiente, el mal uso
de los dones conduce a la falta de uso, y las congregaciones pueden
convertirse en pentecostales nominales.
Como pastor, yo quería animar a todos en nuestra iglesia a mantenerse
abiertos a la obra del Espíritu en cada vida y para el beneficio de todos. Con

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ese fin, enseñé acerca de los dones espirituales y constantemente recordaba
a los hermanos de la iglesia que todos ellos eran vasijas para el servicio.
Cuando en la congregación teníamos la manifestación de un don de palabra,
dedicaba unos segundos para explicar lo que había sucedido, porque en cada
servicio teníamos personas inconversas. Explicaba que planificábamos el
servicio con mucha anticipación y oración, pero que también estábamos
abiertos a lo que el Espíritu Santo quisiera hacer en su Cuerpo en respuesta a
las necesidades que solo Él puede ver. Una palabra profética, lenguas,
interpretación de lenguas, una palabra de sabiduría, una palabra de ciencia…
todas y cada una de ellas eran los medios divinos del Espíritu Santo de
atender las necesidades específicas en la vida de cada uno ese día.
Los dones espirituales son para glorificar a Cristo, para edificar a los
creyentes, y para servir como un positivo testimonio a los inconversos. Con
estos propósitos en mente, los mandamientos que leemos en 1 Corintios 14
explican cuán importante es que los dones se expresen decentemente y con
orden. No debe haber lugar para que los dones se ejerzan de manera
inadecuada o para la exaltación personal con el disfraz de una expresión de
un don.
Veo dos grandes diferencias entre las Asambleas de Dios de dos
generaciones atrás y las Asambleas de Dios hoy. Primero, tenemos muchas
iglesias grandes donde sólo la cantidad de concurrentes requiere de un
mayor control del orden del servicio desde la plataforma. Segundo, tenemos
una cultura que se ha desplazado de la participación a la observación.
Tenemos muchos creyentes que se conforman con ser simples espectadores
del servicio. En este ambiente, uno de los mayores desafíos que un pastor
enfrenta es la doble responsabilidad de alimentar la vida pentecostal plena
de la iglesia y al mismo tiempo suprimir los abusos y mal usos de los dones.
Los pastores y las congregaciones que se unen para promover la amplia
expresión de los dones espirituales pueden alcanzar el mayor potencial de

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crecimiento y presencia en la comunidad. Debe haber planes deliberados que
ayuden a la congregación a entender que cada servicio es una oportunidad
de participar. Así como el pastor y los líderes deben orar, la congregación
también debe pedir que el Espíritu Santo encuentre vasos dispuestos a
recibir cualquier forma de ministerio que decida usar.
El pastor y la congregación que están de acuerdo en su compromiso de
expresión de los dones espirituales, también lo estarán en cuanto a la
necesidad de desarrollar estos dones. Generalmente, la persona que
comienza a ejercer un don espiritual necesita estímulo para madurar en ese
don y también otros. Una iglesia debe fomentar el desarrollo de los dones
espirituales sin apagar la expresión de ellos.
La prueba de la espiritualidad es si la persona está dispuesta o no a recibir
corrección. La persona que no es receptiva o que se muestra a la defensiva
porque se la corrige en el uso de un don espiritual, realmente muestra falta
de preparación para ser usada en la expresión de ese don. Así también, un
pastor que se siente ofendido después de leer los consejos que se ofrecen en
este capítulo, debe también examinar su corazón. ¿Está realmente preparado
para fomentar la expresión de dones en la congregación que promoverá una
vida espiritual más plena?
En algún momento, todo pastor enfrenta la aparente paradoja de
pentecostés: si una persona está mostrando un don espiritual genuino,
¿cómo es posible el mal uso de ese don? Las Escrituras nos dan claridad
respecto a este asunto. Pablo, al escribir a la iglesia de Corintios acerca del
uso de los dones espirituales en la reunión de adoración, aclara lo siguiente:
“Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas.”1 En otras
palabras, el Espíritu Santo nos da la habilidad de hablar lenguas, de
interpretar las lenguas, de profetizar, pero no nos obliga a desembuchar esos

1 1 Corintios 14:32

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dones. Él espera que sus dones se usen con discreción y madurez.
Según mi opinión, la prueba que debemos aplicar a todos los dones
espirituales es sencilla y tiene tres características que considerar: (1)
¿Glorifica a Jesucristo? (2) ¿Edifica a los santos? y (3) ¿Es un buen
testimonio a los inconversos? Si responde de manera negativa a cualquiera
de las tres preguntas, posiblemente está fuera de orden.
“Pero, espere un minuto —alguien tal vez podría objetar—, si algo glorifica
a Jesucristo, ¿acaso el problema no sería de los creyentes o de los
inconversos si no lo pueden recibir?”
No necesariamente. Un mensaje que simplemente proclama alabanzas a
Jesús no lo glorifica realmente si interrumpe, pone en peligro la vida
espiritual y el crecimiento de los redimidos, o pone una piedra de tropiezo en
el camino de quienes necesitan salvación. Jesús es verdaderamente
glorificado cuando su pueblo adora en unidad, y se crea el ambiente en que
el Espíritu Santo poderosamente convence y transforma al perdido.

EXPRESIÓN SIN CONTROL


Recuerdo una dama en la iglesia que yo pastoreaba que ciertamente
amaba a Dios y era fiel en la oración. Pero tenía la característica de
comprometer momentos claves del servicio. Generalmente, sucedía al final
del sermón cuando yo me preparaba para invitar a la gente a responder a la
Palabra.
Ella explotaba como un volcán. Las palabras brotaban sin control de su
boca en un tono agudo y penetrante. A todo pulmón, primero se expresaba
en rápidas lenguas y después venía la interpretación que era igualmente
aguda y penetrante.
Yo había enseñado a la congregación que cuando se ministra un don
espiritual no hay necesidad de usar expresiones antigua del idioma. El

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mensaje debe comunicarse en el tono normal de voz. No se debe anunciar la
palabra del Señor con adornos de palabras. Pero esta hermana usaba todo el
idioma que conocía de esa versión de la Biblia, y proclamaba el mensaje con
toda clase de obsoletas interjecciones y además en estridente crescendo.
Yo era entonces un ministro joven, ella era una persona mayor, y además
a mí me costaba enfrentar situaciones problemáticas. Ella arruinó el servicio
unas tres o cuatro veces y los hermanos comenzaron a presentarme sus
quejas. Me decían: “Pastor, hemos traído amigos al culto, y han salido de la
iglesia diciendo: ‘¿Qué es esto?’ No podemos seguir invitando gente si esto
va a continuar sucediendo.”
Sabía que tendría que hacer algo. Así que el siguiente domingo que
sucedió, me acerqué a la hermana después del servicio y le dije: “Necesito
conversar con usted esta tarde, antes del próximo culto.”
Ella y su esposo vinieron a mi oficina. Nos sentamos, y comencé a hablar:
“Como ustedes saben, yo aplico tres pruebas a los dones espirituales:
¿glorifica a Dios?, ¿edifica a los creyentes?, y la tercera, ¿influye de manera
positiva en quienes no conocen a Cristo y están de visita en la reunión?”
Todo bien, hasta ese momento.
También le dije: “Yo sé que usted es una mujer de oración, y no pongo en
duda su integridad espiritual; pero la manera en que usted ejerce el don, con
tal estridencia, da la impresión de que el servicio gira en torno a usted y
nadie más. Usted ha ejercido tal dominio los últimos domingos que no ha
sido posible que otras personas operen en los dones que el Señor les ha
dado.” Le expliqué que lo que había sucedido los domingos anteriores no
glorificaba al Señor, no edificaba a los creyentes, ni era un efectivo
testimonio para los inconversos. La invité a quedarse en nuestra iglesia y a
aprender nuestra perspectiva de cómo operan los dones.
Le propuse que después de un tiempo nos sentaríamos y volveríamos a
conversar. Le prometí: “En el momento adecuado, le daré una indicación de

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cuando la dejo que vuelva a participar. Por ahora, le voy a pedir que no haga
esto otra vez.”
Me miró impertérrita, y dijo: “No soy yo. Es el Espíritu Santo que viene
sobre mí. No soy yo.”
No había pensado en esa respuesta, pero rápidamente pedí al Señor que
me guiara, y le di dos respuestas.
“En primer lugar —le dije—, la próxima vez que sienta que el Espíritu Santo
le dice que haga esto, usted dígale al Espíritu Santo que no puede, que el
pastor se lo ha prohibido. Tenemos unas cuantas personas cualificadas en
esta congregación a quienes el Espíritu Santo puede recurrir; usted le puede
decir que use a otra persona.”
“Segundo —proseguí—, si hay cualquier dificultad en el Día del Juicio
porque usted ha desobedecido al Espíritu, yo me haré responsable.”
La madurez espiritual de una persona se puede juzgar por su disposición
en recibir corrección. Dentro de pocos días, esa dama y su esposo dejaron la
iglesia. ¡Pero la congregación tuvo paz y pudo crecer!

ATAQUE EN EL ALTAR
Había pastoreado esa iglesia por unos cuantos años, cuando nos unimos
con otra congregación. La iglesia que se nos unió había disminuido a unas
sesenta personas y se reunían en un santuario que tenía capacidad para
quinientas. En el curso de la unión, heredé un diácono.
Cuando llegaba el momento del llamado al altar, este hermano oraba a
todo pulmón. Nadie podía concentrarse en la oración. Hasta a mí me costaba
hilvanar pensamientos porque era imposible hacerse el sordo ante cada
palabra que este hombre gritaba.
La congregación era la afectada. Yo hacía un llamado al altar en respuesta
a una necesidad que el Señor nos había revelado en el mensaje o durante el

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servicio. La gente pasaba al frente como una respuesta de obediencia a la
dirección del Espíritu. Pero se percibía la tensión porque todos sabían que
este hermano también pasaría al frente.
Él no ejercía don espiritual alguno; era sólo la oración personal. Pero esta
conducta reflejaba la manera en que se abusa de los dones del Espíritu. Él
confesaba a voz en cuello lo que había en su corazón, sin pensar en lo que el
Espíritu estaba obrando en las personas que lo rodeaban.
Me acerqué a él en privado y le dije: “He notado que cuando se hace el
llamado al altar, usted ora a toda voz al Señor. Yo no dudo de su sinceridad,
pero el excesivo volumen de su oración, la manera en que ora, no deja que
otros oren. No se pueden concentrar en su propia oración.”
Con mucha amabilidad, le pedí que bajara la voz cuando orara para que
otros también pudieran hacerlo. Le hablé por el beneficio de toda la iglesia,
para que pudiera haber una oración colectiva.
El hermano se sintió ofendido con mis palabras. Primero, dejo de pasar al
altar; después dejó de venir a la iglesia.
Me siento mal cuando pierdo personas de la congregación. Pero he
decidido que nunca permitiré que alguien pase por alto el deseo del Espíritu
Santo de hacer su obra en la iglesia. Estoy convencido de que muchos de los
asuntos “espirituales” que suceden en nuestras iglesias son sólo falta de
moderación.

PROBADO Y “PROFETADO”
Si usted quiere ver el ejercicio de los dones espirituales, éstos deben estar
acompañados de sabiduría. A menudo los pastores se van a los extremos.
Algunos temen ejercer mucho control. Una de las razones de que los dones
mueren en muchas de nuestras iglesias es los abusos que derivan de la falta
de control. Por otra parte, algunos pastores quieren llevar a cabo su

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programa y no dejan lugar para los dones porque temen que algunas de las
maneras en que se expresan los dones podrían ser perjudiciales para la vida
de la congregación.
Puede ser especialmente difícil corregir los abusos cuando se tiene una
congregación pequeña. Los miembros de la familia con prontitud defienden
a la persona que se ha corregido; aun la amable corrección puede hacer que
la persona se distancie. Pero aún así, si se quiere ver crecimiento, hay que
hacer frente a la situación.
Yo había decidido que protegería el crecimiento de mi iglesia. También
había decidido que daría oportunidad para la expresión de dones de palabra,
fuera lenguas, interpretación de lenguas, o una palabra profética. Cuando
comenzó a llegar gente nueva a la iglesia, pedí que el ejercicio de los dones
de palabra se limitara a personas que eran espiritualmente fructíferas. Si no
conocía a la persona que estaba ejerciendo el don espiritual, de inmediato
intervenía. Aunque no sucedió con frecuencia, sí lo vimos unas cuantas veces.
La intervención del pastor no tiene que ser radical. Yo decía algo como lo
que sigue: “Mi hermano, mi hermana, no le conocemos y antes de que ejerza
su don entre nosotros, quisiera que estableciera su andar en esta
congregación, de manera que tengamos oportunidad de conocer su vida y su
ministerio.”
Si era propicio el don que se expresaba, siempre daba una breve
explicación porque en cada servicio había personas que nunca antes habían
visto tal cosa.
“La expresión que ustedes acaban de oír —decía yo—, es algo que la Biblia
describe.2 El Espíritu Santo nos da dones, y entre esos dones están las
lenguas, la interpretación, y la profecía.”
Explicaba que los líderes de la iglesia habían planeado cuidadosamente el

21 Corintios 12 al 14

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servicio, pero que en esa ocasión el Espíritu Santo, que conoce nuestro
corazón, tenía un mensaje puntual para una persona o para varios en la
congregación, o para la iglesia en general. Les decía: “Tal vez es algo en lo
que no pensamos, que no consideramos en el plan, o por lo cual no se ha
orado durante el servicio. El Espíritu no ha interrumpido el servicio; más
bien nos ha revelado un punto de su agenda que nosotros, tal vez, pasamos
por alto. Es el Señor quien nos ha hablado personalmente al corazón. Cada
uno debe meditar en estas palabras.”
Con pautas claras, los hermanos aprendían cuáles eran los usos de los
dones. La profecía, por ejemplo, es para corregir, consolar, y exhortar. Una
palabra profética puede ser un sermón, una persona que habla en nombre de
Dios. Una palabra profética que viene de la congregación, cuando se
comunica con sabiduría, también puede cumplir valiosas metas espirituales.
Pero si nos olvidamos de las pautas, si sólo aceptamos como profecía
algún tipo de discurso improvisado que surge sin preparación alguna y que
interrumpe un servicio, creo que estamos perdiendo la perspectiva
panorámica de lo que significa el ejercicio de los dones proféticos. Las
pautas, entonces, tienen como fin que obtengamos el máximo provecho de lo
que el Espíritu Santo quiere hacer en el pueblo de Dios. El verdadero siervo
de Dios, que quiere dejar una profunda impresión para el bien de los demás
miembros del cuerpo de Cristo, no rechazará la instrucción ni la corrección.
Éste se unirá al pastor para asegurar que los propósitos de Dios se cumplan
en la iglesia.
Pido al Señor que la nueva generación de líderes desarrolle una visión por
la más amplia expresión de los dones espirituales que ha investido de poder
a la Iglesia desde su nacimiento. Pido que las congregaciones de nuestra
Fraternidad practiquen un ejercicio introspectivo e identifiquen aquello que
es obstáculo o que deforma el puro y poderoso uso del ministerio del
Espíritu Santo.

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Como Pablo dijo a los Corintios: “Y los espíritus de los profetas están
sujetos a los profetas… hágase todo decentemente y con orden.”3 Cuando se
usan de manera adecuada y correcta, los dones espirituales producen
poderosos resultados en nuestras iglesias.

31 Corintios 14:32,40

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CAPÍTULO OCHO

LA OBRA DEL ESPÍRITU


PERO CUANDO

VENGA el

CONSOLADOR,

a QUIEN YO OS

ENVIARÉ del PADRE, el

ESPÍRITU de VERDAD,

EL CUAL PROCEDE

del PADRE, ÉL DARÁ

TESTIMONIO

ACERCA DE MÍ.

—Juan 15:26

Estábamos en plena construcción de nuestro nuevo templo. Teníamos casas


rodantes habilitadas como oficinas de la iglesia. Un día un hombre entró en
mi oficina y me refirió una conmovedora historia, una de esas que los
pastores escuchan con frecuencia. El hombre, su esposa, y sus bebés estaban
de paso por el pueblo y necesitaban leche y alimentos. En circunstancias
normales, los habría referido a la despensa para indigentes en que
participábamos; esta vez sentí que el Espíritu me decía: “Dale sesenta
dólares.” Resistí esa impresión. No teníamos sesenta dólares en la caja chica
de la oficina, pero yo tenía tres billetes de veinte dólares en mi billetera. El

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pensamiento cobró más fuerza: “Dale los sesenta dólares que tienes.” A
regañadientes, abrí la billetera, saqué el dinero, y se lo di.
En cuanto se fue, pensé: ¡Qué tonto soy! Acabo de perder sesenta dólares
y este tipo acaba de engañarme. Salí de la oficina y fui a un lugar con buena
visual porque quería ver si el hombre había ido en la dirección que dijo iría.
Sí lo había hecho. Pero, yo todavía me reprochaba lo que había hecho. Estuve
fuera de mi oficina unos diez minutos; cuando regresé había un sobre
amarillo cerrado sobre mi escritorio. Alguien lo había puesto allí durante el
tiempo que había estado fuera. Lo abrí. Adentro, había tres billetes de veinte
dólares y una nota que leía: “Pastor, creo que sus zapatos están muy
gastados. Quisiera que usara este dinero para comprar un nuevo par de
zapatos.”
Pensé: ¿cómo pudo el hombre entrar en la casa rodante? Pero me di
cuenta de que no fue él quien entró porque yo lo había observado la mayor
parte del tiempo que estuve fuera de la oficina. A través de los años compartí
unas cuantas veces esta historia con nuestra congregación e incluso dije que
tal vez fue un ángel quien hizo tal cosa.
Finalmente, una viuda de la iglesia se acercó y me dijo: “Pastor, he
escuchado la historia acerca del ángel. Lamento decepcionarlo, pero fui yo
quien puso ese dinero sobre su escritorio. Sencillamente quería que tuviera
zapatos nuevos.”
Ese incidente me enseñó unas cuantas lecciones. Reavivó en mi una
verdad de las Escrituras: “Es más bienaventurado dar que recibir.” También
me ayudó a entender que no todas las personas que piden ayuda y que no
conocemos tienen intención de engañarnos. Obedezca la dirección del
Espíritu.
El Espíritu Santo siempre ha estado activo. Desde el principio de las
Escrituras, encontramos al Espíritu en actividad. El Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas.1 En el Antiguo Testamento, constantemente

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se registra la actividad del Espíritu. Él descendía sobre las personas, como
jueces, reyes, y profetas.
Cuando el Espíritu venía sobre alguien, Él movía esa persona a la acción.
Leemos que atravesaron, que subieron y bajaron, que hablaron, o que
derrotaron a un enemigo. Cuando el Espíritu viene, nuestra respuesta es la
acción porque Él es quien genera la actividad en el reino de Dios.

EL ESPÍRITU Y EL MINISTERIO DE JESÚS


Así como el Espíritu estuvo presente con todo su poder en la vida de
siervos de Dios del Antiguo Testamento, también vemos su obra en la vida
de Jesús. No podemos entender completamente cómo fue la concepción de
Jesús por el Espíritu.2 María concibió a Jesús por el Espíritu. Así también,
en un nivel espiritual, el Espíritu quiere que Jesús nazca en nuestra vida.
El Espíritu descendió sobre Jesús en la forma de una paloma el día que
fue bautizado. Y el Espíritu viene sobre nosotros en nuestra conversión para
bautizarnos en la misión que tiene para nosotros. El Espíritu llevó a Jesús al
desierto para que el diablo lo tentara. Así también, el Espíritu nos envía a
esos puntos de presión donde nuestra fe es sometida a prueba.
Si quiere tener una idea del tipo de obra que realiza el Espíritu, fíjese
cómo obró el Espíritu durante el ministerio de Jesús y encontrará el paralelo
con su vida.
Jesús se levantó de los muertos por el Espíritu.3 Así como la presencia del
Espíritu fue necesaria en el Antiguo Testamento para que jueces, reyes, y
profetas realizaran la obra del Señor, y como fue necesario que Jesús fuera
investido con el poder del Espíritu, también es imprescindible que el

1 Génesis 1:2

2 Lucas 1:35
3 Romanos 8:11

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Espíritu more en la iglesia y en nuestra vida personal y que haga su obra.

DIEZ OBRAS DEL ESPÍRITU


El Espíritu Santo tiene una descripción de trabajo. Al leer las Escrituras,
tenga la seguridad de que encontrará claras descripciones de las diversas
obras del Espíritu. Las Escrituras no deja estos detalles para nuestra
imaginación. El Espíritu de Dios tiene una obra específica que realizar y la
Biblia la presenta con claridad.

1. El Espíritu Santo exalta a Jesús.

Esto es lo primero en la lista porque es la principal obra del Espíritu. Es la


obra que más le preocupa. Todo lo demás que hace el Espíritu tiene relación
con esta principal tarea. En Juan 15:26, Jesús mismo dijo: “Pero cuando
venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad,
el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” Y también dijo:
“El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.”4
La misión del Espíritu siempre será exaltar a Cristo. Una crítica
prevalente que se nos hace a los pentecostales es la falsa suposición de que
enfatizamos la persona y la obra del Espíritu más que a Cristo mismo.
Nosotros debemos preocuparnos de mostrar que esto no es cierto. El
Espíritu no ha venido para que salgamos de la reunión hablando acerca de
los dones del Espíritu. El Espíritu ha venido para dejar una viva y profunda
impresión en nuestra vida de la persona de Jesucristo y para conmovernos
con su obra. Los dones son necesarios para impulsarnos a la misión y la obra
de Cristo. El propósito del Espíritu es la exaltación de Jesús y darlo a
conocer.

2. El Espíritu Santo nos convence.

4 Juan 16:14

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En Juan 16:8–11, Jesús identificó la convicción como obra del Espíritu:

Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de


juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto
voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de
este mundo ha sido ya juzgado.

El Espíritu Santo es como el fiscal de Dios, pero antes de que enfrentemos


el día del juicio siempre está presente para ayudarnos. La misión del Espíritu
es convencernos respecto a tres áreas. En primer lugar, nos hace sensibles al
pecado, en particular el pecado de no creer en Cristo. El Espíritu quiere que
dejemos la incredulidad y que confiemos y creamos en Cristo.
En segundo lugar, el Espíritu quiere declararnos la justicia de Cristo. Los
fariseos dijeron que Jesús era del diablo, pero el Espíritu dice que Él viene
del Padre. El Espíritu Santo quiere cambiar el veredicto del mundo acerca de
Jesús. El mundo lo ha juzgado como un impostor o simplemente como uno
entre muchos profetas. La misión de Espíritu es declarar la justicia de Jesús
y hacer un llamado al hombre para que sólo en Él busque la salvación.
Por último, el Espíritu convence del juicio que se avecina porque el
príncipe de este mundo, el maligno, ha sido juzgado por la justicia de Jesús.
El Espíritu ha venido para guiarnos a una mayor sensibilidad respecto al
pecado, un conocimiento de Jesús, y la conciencia de que el enemigo ya ha
sido juzgado. Satanás es un enemigo derrotado.

3. El Espíritu Santo nos regenera.

Jesús dijo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios.”5 La regeneración espiritual se produce por la presencia del
Espíritu. Jesús obró conforme a esta verdad cuando, la noche de su
resurrección, sopló sobre los discípulos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo.”6

5 Juan 3:5

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Hasta ese momento, la fe de los discípulos de Jesús había sido idéntica a
la de todos los santos del Antiguo Testamento. Esperaban al Mesías que un
día habría de venir. Pero ahora, la obra de Jesús había sido consumada en la
cruz y estaba de pie ante sus discípulos como prueba del mérito de esa obra.
Sobre este fundamento, ellos tuvieron una oportunidad que nadie había
tenido antes: creer en Cristo que es la Vida misma. Ya no era la fe en algo
que algún día sucedería, sino en el hecho de que Cristo había consumado su
obra. Jesús sopló sobre ellos y les dio vida en un nuevo sentido. Dios formó
al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida y éste se
convirtió en una criatura viviente. Ahora Jesús soplaba un nuevo orden de
vida en sus discípulos: la vida eterna.
Así como tenemos en nosotros la imagen del hombre terrenal, ahora
tenemos también en nosotros la imagen del hombre celestial.7 A través de
Jesucristo, “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley
del pecado y de la muerte”.8 Soy una nueva criatura en Jesús a través del
Espíritu Santo quien ha puesto en mi la vida de Jesús.

4. El Espíritu Santo vive en nosotros.

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros?”9 Estas palabras están dirigidas a una iglesia que había perdido la
sensibilidad a la presencia del Espíritu. Pablo le recordó a la iglesia que
aunque estaban llenos de muchas cosas que no son del Espíritu, El Espíritu
de Dios moraba en ellos. La clave del cambio implica reconocer que somos
personas del Espíritu.

6 Juan 20:22
7 1 Corintios 15:49
8 Romanos 8:2

91 Corintios 3:16

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En un plano personal, en 1 Corintios 6:19, Pablo pregunta: “¿O ignoráis
que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el
cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Además, en 2 Tesalonicenses
2:13,14 afirma que hemos sido santificados a través del Espíritu y que el
fruto de su vida debe verse en nosotros. Se nos encomienda que seamos
llenos del Espíritu. El supuesto alternativo es que dejamos que el Espíritu
more sólo parcialmente en nosotros cuando debiéramos darle amplia
entrada a cada rincón de nuestra vida.
La presencia del Espíritu nos ayuda a resistir el poder del enemigo. En
muchas maneras, nuestra vida se asemeja a un submarino. Mientras más
profundo desciende, tanto más es la presión que debe soportar. Por lo tanto,
mayor debe ser la presión en su interior para resistir al enemigo. No
enfrentaremos exitosamente el pecado, hasta que nos acerquemos a Dios y
digamos: “Señor, lléname con tu Espíritu Santo y que la presencia de Cristo
more en mí.”

5. El Espíritu Santo sella a los creyentes.

El apóstol Pablo escribió: “En él también vosotros, habiendo oído la


palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza
de su gloria.”10 “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención.”11
Cuando usted acepta al Señor, Dios toma su sello invisible de propiedad
—el Espíritu Santo— y marca su vida. Su presencia en su vida es una marca
de que usted pertenece a Dios. Pablo dijo que el Espíritu Santo es también

10 Efesios 1:13,14

11 Efesios 4:30

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un pago anticipado que garantiza que usted pertenece completamente a
Cristo.
Consideramos que se ha vendido una casa una vez que se ha firmado un
contrato. Se establece un fondo de garantía. Después, se cubre el cartel “se
vende” con un cartel “vendido”. Pero la casa no se considera vendida hasta
que cuenta con un fondo de garantía. Es de esperar que la persona que puso
el pie tenga suficientes bienes como para completar la transacción.
Para usar esta analogía, Pablo dice que viene el día cuando
perteneceremos por completo a Dios, en la eternidad. Ahora estamos en un
fondo de garantía y el Espíritu Santo nos ha sellado y ha puesto un cartel de
“salvo” en nuestra vida. Obviamente, por propia voluntad, uno puede optar
alejarse de Cristo y, en consecuencia, caer de su gracia. Un día, nos
apartaremos completamente de este mundo y seremos completamente
propiedad del Señor. Felizmente, no tenemos que preocuparnos del buen
crédito de quien nos compra. Él cuenta con suficiente solvencia. Cuando en
nuestra vida hay el cartel de “vendido”, significa que también hay un
depósito que garantiza nuestra redención.
Al sellarnos, el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu de que
somos hijos de Dios.12 Cuando pecamos, ciertamente no es el diablo el que
nos dice que somos hijos de Dios. Hay una tierna voz que nos dice: “Aunque
has hecho lo malo, hay misericordia para ti. Dios te ama.” Ese es el Espíritu
Santo, porque Él nos ha sellado y nos ha dado el depósito o garantía de su
presencia.

6. El Espíritu Santo nos guía.

Nunca he percibido audiblemente la voz de Dios. Pero el Espíritu me ha


hablado. Hace muchos años trabajé como pastor de los alumnos en Evangel

12 Romanos 8:16

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College. Durante un gran avivamiento en el otoño de 1970, yo estaba en la
capilla orando con unos mil alumnos. Cuando miré una de las paredes de la
habitación vi una pintura de Jesús en la cruz que había hecho uno de los
alumnos. Hubo un momento en que todo pareció distante, y era sólo yo y la
pintura de Cristo en la cruz. Sentí que el Espíritu me hablaba: “George, mira
a tu alrededor. Te queda poco tiempo de ministerio en este lugar.” Pocos
meses después, acepté el pastorado de una iglesia que acababa de sufrir una
división. Me enteré que habían designado la última semana de octubre de
1970 como tiempo de oración y ayuno en la búsqueda de un nuevo pastor.
No me conocían, ni yo los conocía a ellos. Pero el Espíritu habló.
Fue un difícil comienzo en la iglesia, especialmente en lo financiero. Me
preguntaba si estaba fuera de la voluntad de Dios. Todos los sábados en la
mañana, me reunía con los diáconos para desayunar, orar, y decidir qué
cuentas se saldarían esa semana. Uno de los diáconos mencionó que desde
mi llegada, no habíamos cumplido con ninguna de nuestras promesas
misioneras. Él dijo: “Creo que lo que se reciba en la ofrenda debemos usarlo
para pagar por lo menos dos meses de promesas misioneras, antes de que
paguemos cualquier otra cuenta.” Oramos y presentamos ese compromiso al
Señor.
Llegó el domingo, y no comuniqué a nadie lo que haríamos. Al final el
servicio de la noche, dos diáconos contaron las ofrendas. Se había colectado
$1.330 y unos pocos centavos. Yo estaba completamente maravillado. En
veinticinco años, esa había sido la segunda ofrenda más cuantiosa que se
había recaudado en esa iglesia. El siguiente día, mientras oraba, sentí que el
Espíritu me hablaba: “George, no tengo intención de edificar esta iglesia en
tu personalidad. Quiero edificarla sobre mí. Quiero que me des el primer
lugar, quiero ser el centro de todo, y cuidaré de ti. Procura que mi reino
siempre sea lo primero y yo me ocupo de lo demás.”
La vida en el Espíritu es una relación personal. Cuando mantengo una

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vida de oración y comunión con el Señor, puedo apoyarme en lo que el
Espíritu me susurra mientras oro.
En las Escrituras hay muchos casos en que se ve la dirección del Espíritu.
Hechos 8:29 dice: “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro.”
También, en Hechos 13:2: “Dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado.”
Si el Espíritu no obra en nuestro ser no tendremos mucha ayuda para
saber el rumbo que debemos seguir. El Espíritu está especialmente activo y
presente en las encrucijadas de nuestra vida; esos momentos en que
debemos tomar decisiones que probablemente nos afectarán por mucho
tiempo. Una y otra vez, las Escrituras nos dicen que cuando nos abrimos a
Dios, el Espíritu obra con poder en nosotros y podemos descansar en su obra
creadora. El Espíritu sabe lo que hace al asignarnos nuestra misión en su
cuerpo y en su mundo. El Espíritu no se equivoca cuando guía nuestra vida.
Podemos descansar en su dirección.
Yo animo a los jóvenes, especialmente en momentos de decisiones
importantes acerca de matrimonio, de la persona con quien contraerán
matrimonio, la vocación, el rumbo que tomarán en la vida, a que consideren
la importancia de dedicar tiempo a la oración para que conozcan cuál es la
voluntad del Espíritu para su vida. Les aseguro que el Espíritu tiene un
propósito para ellos. Les digo que pueden decidir que se apropiarán de ese
propósito y lo cumplirán, o que contristarán al Espíritu al no dedicar
suficiente tiempo a la búsqueda de su dirección.

7. El Espíritu Santo nos mueve a la adoración.

El Espíritu Santo mueve a los creyentes a la adoración del eterno Dios. En


Juan 4:24, Jesús dijo que “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y
en verdad es necesario que adoren”. En Lucas 10:21, Jesús mismo adoró en
el Espíritu: “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu.” Efesios

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5:18,19 amonesta a los creyentes a que sean llenos del Espíritu y que adoren
“hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales,
cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”. Pablo dijo en Efesios
6:18: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu.”
Cuando dedicamos tiempo a la adoración, nuestro pozo espiritual se
mantendrá siempre lleno. Porque de nuestro hombre interior fluyen ríos de
agua viva.13 Pero cuando dejamos de responder al Espíritu en adoración,
notamos que casi de inmediato nos secamos.
La adoración pentecostal siempre ha tenido una dimensión voluble.
Tenemos el hábito de alabar al Señor todos juntos. Pero a veces se convierte
en una mera forma. Cuando era joven, me rebelé contra algunos aspectos del
movimiento pentecostal, entre ellos la adoración superficial y poco
auténtica. En mi crecimiento en iglesias pentecostales, llegó el momento en
que dije: “¡Ya basta! No permitiré que nadie manipule mis emociones. Yo
puedo adorar al Señor en silencio. Yo soy un pentecostal cerebral.
Simplemente voy a pensar de manera pentecostal.” Pero pronto llegué a otra
conclusión.
Tenemos adoración verbal porque es bíblica. En la Biblia, encontramos
personas que adoraban a Dios en voz alta, no oraban mentalmente. Por
ejemplo, en el libro de los Hechos, cuando el Espíritu descendió el Día de
Pentecostés, todos estaban alabando a Dios. Lo que el texto implica es que
hubo verdadero poder en las palabras cuando adoraron. Pablo dijo como un
acto de la voluntad: “Oraré con el espíritu, pero oraré también con el
entendimiento.”14 Cuando el Espíritu viene sobre nosotros, debemos elegir si
adoraremos cuando Cristo es exaltado, o si sencillamente desecharemos la
oportunidad de participar en la adoración.

13 Juan 7:38
14 1 Corintios 14:15

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Hay tiempo para estar quietos en la presencia del Señor, y tiempo de oír la
Palabra del Señor: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.”15 Pero
también hay tiempo de alzar la voz para alabar al Señor. Hay tiempo de
expresar de lo profundo de nuestro hombre interior: “¡Aleluya, porque el
Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”16
El Espíritu nos incita a ese tipo de adoración. El Espíritu nos anima a
expresarnos en palabras. Hay momento en nuestra relación con Dios y como
Cuerpo en que “las aguas de reposo corren en lo profundo”. Hay momentos
en que el bullente gozo es como un pozo artesiano, y como el geiser,
sencillamente erupciona con la gloria y la presencia del Señor. Como
creyentes llenos del Espíritu, debemos estar dispuestos a seguir al Espíritu
en la dirección en que fluya en un momento en particular.

8. El Espíritu Santo nos da poder para testificar.

Jesús “les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la


promesa del Padre”. Les dijo: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”17
Pablo dijo a los tesalonicenses: “Nuestro evangelio no llegó a vosotros en
palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena
certidumbre.”18 Las palabras no son suficientes. El Espíritu nos ministra las
cosas de Jesús. El Señor nos prometió que cuando nos movemos en el
Espíritu Santo para testificar, el Espíritu estará activo en nuestro testimonio
y nos investirá de poder para el servicio.

15 Salmo 46:10
16 Apocalipsis 19:6

17 Hechos 1:4,8
18 1 Tesalonicenses 1:5

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Hay un equilibrio entre la adoración al Señor y la obra del Señor. Nunca
ha sido el propósito del Señor que el Espíritu simplemente nos mueva a la
adoración y después dejarnos allí. La obra del Espíritu es fortalecernos en el
momento de la adoración, para que podamos salir llenos de poder a realizar
la obra de Dios.
Pido al Señor que el Espíritu venga sobre nosotros con denuedo, para que
sea en la escuela, en la oficina, o en el vecindario, le pidamos que nos abra
puertas. No conozco una mejor manera de alcanzar a la gente para Cristo
que la que el Espíritu Santo mostró a la iglesia primitiva: que los creyentes
sean llenos del Espíritu Santo y que salgan a testificar y a realizar la obra del
Señor.
Creo que nuestras comunidades pueden ser alcanzadas con lo que he
llamado “Conexión Cornelio”. Había un estrato de la sociedad al que la
iglesia no había llegado, un grupo cultural completamente aparte: los
gentiles de la clase alta. El Espíritu reveló al corazón de Pedro la necesidad
de salvación de los gentiles, y Cornelio, en quien ya había comenzado a
obrar, fue la conexión para unir a Pedro con su familia. Debemos orar para
siempre estar abiertos al Espíritu Santo, dispuestos a conectarnos con la
gente y experimentar el poder del Espíritu en el testimonio.

9. El Espíritu Santo nos capacita para entender y aplicar las enseñanzas


de la Palabra de Dios.

El Espíritu no sólo inspiró las Escrituras, también hizo posible que fueran
inspiradas. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”19 Todo lo que el Espíritu
haga armonizará con las Escrituras, porque el Espíritu inspiró las Escrituras.
Los dos siempre estarán de acuerdo.

19 2 Timoteo 3:16

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Ha habido momentos en que el movimiento pentecostal ha olvidado esto.
Muchos se han dejado arrastrar por los excesos emocionales, enfatizando
cosas como espirituales que en realidad no tienen fundamento bíblico. Pero
Dios tiene dos grandes ríos y ambos fluyen de la presencia del Espíritu: el río
de su Palabra y el río de la experiencia con Cristo. Y los dos fluyen juntos.
El Espíritu nos ayuda a entender la Palabra de Dios. Vemos esto ilustrado
en la historia de la conversión de San Agustín, un hombre que cambió la
iglesia. Nadie puede dudar de que Agustín tuvo una experiencia real con
Jesucristo. Él había incursionado en el ocultismo y había vivido en
inmoralidad. Verónica, su piadosa madre, había orado por él toda su vida.
Un día, cuando estaba en la tercera década de su vida y agobiado por el
pecado, Agustín escuchó una voz de niño que le decía: “¡Toma y lee!” Corrió
a un rincón de su jardín donde encontró una Biblia abierta en Romanos
13:12–14:

La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras


de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y
lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y
no proveáis para los deseos de la carne.

Agustín leyó la Palabra de Dios y la vivió, porque el Espíritu tomó la


Palabra e hizo que cobrara vida en él.

Si usted es cristiano, lo es porque Dios sembró la Palabra en lo profundo


de su vida. Si usted está creciendo como cristiano, es porque el Espíritu
Santo está fielmente aplicando la Palabra. Esta es su obra.

10. El Espíritu Santo vivificará nuestros cuerpos mortales.

Esta es una obra del Espíritu que todavía no ha tenido lugar. Pero la
promesa de tal obra tiene una conexión extraordinaria con la resurrección de

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Cristo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en
vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”20 Medite
en esto. Pablo identificó ese acontecimiento como una prueba positiva de la
validación del evangelio y de la obra vivificante del Espíritu que se nos ha
prometido a cada uno de nosotros.

RECIBAMOS LA PLENA OBRA DEL ESPÍRITU


Como persona que siempre ha pertenecido al movimiento pentecostal,
nada me atemoriza más que un grupo de pentecostales que vive la rutina de
un servicio de adoración pentecostal, en que se cantan canciones que ya
cuentan con veinticinco años, y en que no se aprecia vida gracias a lo que el
Espíritu está obrando hoy en nosotros. Colgamos en la puerta un cartel con
el nombre “Pentecostal”, como si eso contribuyera a cualquier realidad que
se vive dentro de las paredes de la iglesia. Los nombres no tienen mucho
significado. No es el nombre que mostramos; es el poder que representamos.
Es la pureza del resultado. No se puede marcar una iglesia o una institución
como si siempre fuera a mantener el Espíritu. Las instituciones cambian. Se
enfrían, se desvían, y necesitan que se las reavive.
Todos necesitamos reavivamiento. Nuestra experiencia con Dios en el
pasado no nos sostendrá hoy. Necesitamos que el poder del Espíritu Santo
more cada día en nuestra vida. Es su obra la que quiero hoy, no la obra del
Espíritu que me llamó cuando era un jovencito. Gracias a Dios que lo hizo.
Pero no puedo depender de ello. Necesito hoy la obra del Espíritu Santo en
mi vida. Todos lo necesitamos hoy.
Al terminar su artículo, Five Faces of Pentecost [Cinco Etapas del
Pentecostés], Dean Merrill habla de su visita a una iglesia de inmigrantes en

20 Romanos 8:11

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Amsterdam, Holanda. Era un dinámico servicio, y aunque no podía entender
el idioma, la presencia del Espíritu era muy poderosa. Sus ojos estaban fijos
en un estandarte cerca del coro. En él estaban escritas las siguiente palabra:
“Geef de Heilige Geest ruimte.” Finalmente, preguntó al hombre que estaba
a su lado:
—¿Usted lee holandés?
—Un poco —respondió la persona.
—¿Cuál es el mensaje en ese cartel? —preguntó Dean, señalando a la
plataforma.
Él hombre tradujo:
—Den espacio al Espíritu Santo.
Y yo pensé, así es. Eso debemos hacer en nuestra vida personal. Eso
necesitamos hacer en nuestra familia. Es lo que necesitamos en el cuerpo de
Cristo, en las reuniones de nuestra iglesia, cuando nos reunimos para orar.
No puede estar escrito solamente. No puede ser sólo un horario. No puede
ser sólo: “Bueno, lo hacemos porque es una costumbre o hábito.” Tiene que
haber una apertura, un sentimiento de que estamos dando lugar al Espíritu.
El Espíritu que se movió sobre una tierra caótica y sopló en la creación, el
Espíritu que concibió a Jesús en el vientre de María, el Espíritu a través del
cual volvimos a nacer; este Espíritu creativo y dinámico, en tiempo y espacio,
quiere nacer en nuestra vida hoy. Para que esto suceda, debemos dar lugar al
Espíritu.

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Exportado de Software Bíblico Logos, 15:18 6 de julio de 2023. 58
CONCLUSIÓN

PASEMOS EL BALDE LLENO


Y ESTAS PALABRAS

que YO TE MANDO

HOY, estarán SOBRE

TU CORAZÓN; y LAS

REPETIRÁS a TUS

HIJOS.

—Deuteronomio 6:6,7

Posiblemente usted ha visto una de esas películas del oeste en que los
habitantes de un pueblo, amenazados por un edificio en llamas, forman una
cadena del balde desde el pozo más cercano para combatir el fuego. Un
ejemplo más contemporáneo sería lo que se vio en las torres gemelas del
World Trade Center que cayeron el 11 de septiembre de 2001. La gente se
organizó en fila para pasar de mano a mano el escombro y así comenzar a
despejar el lugar. Tal estrategia parece primitiva, pero en algunos casos es la
única manera de quitar los escombros que quedan cuando un edificio cae
después de una explosión.
La clave del buen éxito en cualquier brigada del balde es tener siempre un
balde lleno. Si los baldes están a medio llenar, probablemente se perderá el
edificio. Si la patrulla de rescate tarda en quitar el escombro de un edificio
que ha caído, alguien que estuviera atrapado podría morir.
El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se preocupan de pasar la
experiencia espiritual a la siguiente generación. Es una tarea que no

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debemos realizar a medias.

Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu
Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando
por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como
una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos.1

¿Cómo podemos guardar el depósito espiritual que se nos ha confiado?


¿Cómo podemos dar a nuestros hijos y a nuestros nietos las verdades y las
experiencias con que hemos sido bendecidos? Debemos pasar un balde lleno.
Las verdades doctrinales de las Asambleas de Dios no se ofrecen al que
llega primero. Todo cambia: la cultura, la moda, la música, la manera de
dirigir la iglesia; pero nuestras creencias fundamentales nunca deben
cambiar.
Es muy fácil errar en cualquier sentido cuando tratamos de identificar los
contenidos que necesitamos en nuestro “balde lleno”. Algunos creen que si
cualquier cosa tiene más de cuatro años de antigüedad, ya ha perdido su
pertinencia. Otros piensan que si algo es nuevo, no puede ser verdad.
Con la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24–30), Jesús explicó esta
lucha entre los que preservan el evangelio y quienes lo destruyen. “El reino
de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su
campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró
cizaña entre el trigo, y se fue.”
Es importante notar que Jesús dijo: “pero mientras dormían los
hombres”. No podemos descuidarnos. Hay almas eternas que están en
peligro, y no podemos felicitarnos cuando el trabajo no está terminado. Cada

1 Deuteronomio 6:4–8

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alma que ganamos para Cristo debe ser discipulada y debe madurar, y esa
misión debe continuar por generaciones, hasta que Cristo vuelva por su
Iglesia.
Estamos durmiendo si…

• sobrevivimos solamente, sin tener una misión por delante.

• estamos más preocupados de pagar las cuentas que de alcanzar a los


perdidos.

• dependemos de la rimbombancia para mantener nuestros programas de


niños y jóvenes en vez de darles saludables fundamentos de la fe.

• olvidamos el hecho de que setenta por ciento de los jóvenes que terminan
la escuela secundaria dejarán la fe diez años después de su graduación.

• nos apartamos de nuestra misión original de producir ministros y obreros


laicos dedicados al ministerio.

• encontramos nuestra realización en las metas y la capacidad académica en


vez de gozarnos en la cantidad de ministros cualificados, consagrados, y
preparados que enviamos a los campos que están listos para la cosecha.

• confiamos en nuestro ingenio, en programas, en metodologías de


crecimiento de iglesias, en declaraciones de visión y de misión, y el tiempo
que dedicamos a los servicios, sin hacer énfasis en la oración ni confiar en
el Espíritu Santo.

Debemos despertar y comunicar la verdad vivificante que toda generación


necesita para sobrevivir. Esa verdad no es un simple credo, ni tampoco se
reduce a unas declaraciones de fe. Nuestra doctrina es la creencia en un
Señor vivo, y esa creencia debe ser evidente en nuestra conducta.
Si solamente mantenemos la doctrina sin misión, el agua del balde se
derramará. La doctrina es esencial, pero debe ser comunicada con un

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sentido de misión. Y el Espíritu debe guiar la naturaleza de la comunicación.
Estamos lejos de cumplir la misión si solamente sermoneamos a los
inconversos o procuramos que cambien su conducta. Nuestra comunicación
de la doctrina cobra vida sólo cuando el Espíritu habla al corazón.
Como pentecostales, nuestro solo razonamiento y nuestras metodologías
teológicas no podrán realizar esta gran tarea de la evangelización del mundo,
ni siquiera de nuestra ciudad o comunidad. Necesitamos la experiencia
apostólica como Fraternidad, como distrito, como iglesia, y también como
individuo. Si no la tenemos, ¡moriremos espiritualmente!
Creo que en nuestro legado, debemos pasar “un balde lleno” de fe y
práctica que los pentecostales hemos tenido en los últimos cien años. Cada
generación necesita la misma plenitud del Espíritu. Comenzamos en el
Espíritu. No debemos terminar en la carne. “¿Tan necios sois? —preguntó
Pablo a los creyentes de Galacia—. ¿Habiendo comenzado por el Espíritu,
ahora vais a acabar por la carne?”2 Debemos transmitir a la siguiente
generación lo que nosotros hemos recibido.
¡Pasemos un balde lleno!

2 Gálatas 3:3

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[PLAN DE ACCIÓN]
Para obtener un mayor beneficio de las reflexiones y desafíos del doctor
wood, medite en su vida personal, en su ministerio, y en la iglesia local:

¿Está buscando continuamente el poder y la presencia del Espíritu en su


vida? ¿En qué aspecto necesita la ayuda del Espíritu mayormente?

Si usted es pastor o líder de iglesia, ¿está enseñando con regularidad a su


congregación acerca de la persona y el ministerio del Espíritu? ¿Provee
oportunidades para que los hermanos busquen el bautismo en el Espíritu?

Las personas de un trasfondo no pentecostal que asisten a su iglesia,


¿reciben adecuada enseñanza respecto a la fe y la práctica pentecostal?

¿Es la oración en el Espíritu una parte constante y normal de su vida de


oración?

¿Cómo se manifiesta en su vida la evidencia perdurable de la plenitud del


Espíritu?

¿Depende de la ayuda del Espíritu en el evangelismo personal?

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