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Universidad Nacional de San Juan

Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes

Departamento de Historia

Cátedra: Historia Argentina I

Documento de Cátedra:
“Una mirada hacia el actuar de los sanjuaninos en el Congreso de Tucumán.”

Prof. Lic. Gema Contreras.

Año 2017
Introducción:
Desde la conformación del Primer Gobierno Patrio, se había desatado una larga guerra
independentista en el territorio del otrora Virreinato del Río de la Plata. Muy pocos eran optimistas
respecto a cómo finalizaría todo, no sólo por las dificultades económicas a que había que hacer frente y la
tenaz resistencia por parte de los ejércitos realistas; también porque no eran pocas las diferencias internas
respecto a cómo organizar el nuevo país en formación.
Aun así, sin consensos definidos y con grandes turbulencias, el proceso independentista avanzaba.
En 1815, tras la deposición de Alvear como Director Supremo ocurrida el 15 de abril, el director interino
Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados
para un Congreso General que se reuniría en Tucumán.
A doscientos años de la histórica reunión en Tucumán y de la Declaración de la Independencia es de
fundamental importancia reflexionar sobre quienes representaron a San Juan en dicho Congreso. Conocer
su vida, su historia y su participación en aquellos días decisivos de nuestra Patria. Es válido interrogarse
sobre su pensamiento, su formación y todo aquello que de una forma u otra acompañó a los diputados
sanjuaninos en tan preciada misión.
Respetados por sus coetáneos, admirados por las generaciones futuras: Fray Justo Santa María de
Oro y Francisco Narciso de Laprida, los próceres que hoy observamos estupefactos, enarbolados en una
trama de bronce, fueron personas de carne y hueso, que tuvieron virtudes y defectos. Fue esa misma
esencia humana la que pusieron al servicio de un ideal y entregaron todo (literalmente en bienes y hasta la
propia vida) en pos de su obtención, esa misma esencia humana cargada de aciertos y errores es lo que
convierte en grandiosa su actuación, y es esto los que hace que hoy, doscientos años más tarde, escritos
tras escritos se ocupen de sus figuras e incluso se tomen como referencia.
El objetivo principal de nuestro trabajo es revisar el rol que tuvieron los sanjuaninos en aquel
momento decisivo, revalorizar su actuación y desmitificar algunas afirmaciones que se han hecho sobre
ellos o su proceder.
Respetando siempre el Método Histórico, para la elaboración de este documento se ha consultado
material que se encuentra en el Archivo General de la Provincia, Museo Agustín Gnecco, El Redactor de las
Sesiones del Congreso, la bibliografía específica recomendada para el estudio de Historia de San Juan e
Historia Argentina de este periodo y bibliografía variada sobre el Congreso de Tucumán, incluyendo
publicaciones actuales.

Situación Internacional en 1816


A comienzos de 1816 la situación de los revolucionarios del Río de la Plata era muy complicada.
Dentro de las Provincias Unidas casi no había obediencia al Director Supremo, la economía estaba

2
arruinada tras la separación del Alto Perú (con la consiguiente pérdida de las minas de plata de Potosí) y
por los efectos terribles de la guerra.
A nivel internacional, Fernando VII había vuelto a su trono en marzo de 1814 y pretendía recuperar
todo aquello que entendía perdido en América y que legítimamente le pertenecía. Por tanto comenzó a
enviar tropas europeas que contribuyeron junto con los realistas locales a derrotar los focos insurgentes en
todo el continente, donde los referentes de los vencidos fueron fusilados, encarcelados, desterrados o
expropiados. Las Monarquías que vencieron a Napoleón apoyaban a Fernando VII y condenaban a
cualquier gobierno surgido de una revolución. Los rioplatenses sabían que eran los únicos que quedaban
en pie y no era un panorama auspicioso.

Las preliminares del Congreso.

a- Elección de los diputados


Pronto comenzaron a ser electos en las provincias los diputados que se reunirían en Tucumán para
inaugurar un nuevo Congreso Constituyente.
El Estatuto Provisorio de 1815 establecía que sería electo un diputado cada 15.000 habitantes,
aunque esto era imposible de medir por la falta de información precisa, máxime cuando este mismo
Estatuto le daba representación a la campaña, haciendo que los varones adultos del ámbito rural
adquiriesen el derecho a votar, derecho que hasta entonces sólo tenían quienes contaban con domicilio
fijo en las ciudades. Además el sistema era indirecto, es decir, se elegían electores, quienes debían reunirse
en una Junta Electoral Provincial para decidir quiénes serían los diputados que asistirían en representación
de dicha provincia al Congreso, todo esto hacía que la elección sea muy incierta.
En el caso de San Juan algunos autores sostienen que para mediados de la década de 1810 la
población alcanzaba unos 12.000 habitantes, entonces ¿por qué extraña razón asistieron al Congreso de
Tucumán dos representantes de nuestra provincia? Según Carlota Guzzo Conte Grand de Ronchietto 1 San
Martín argumentó que había unas 22 mil almas en la provincia, pero el censo de 1812 daba cuenta de
apenas 12.984 sanjuaninos, de ahí que la hipótesis es que San Martín apeló a ampliar la cifra con el
objetivo de presionar para tener más apoyo cuyano dentro del Congreso para lograr sus objetivos,
principalmente el de la pronta declaración de la Independencia. Tal vez a esa razón obedece la diferencia
de tiempo entre la elección de un representante y de otro, ya que Fray Justo Santa María de Oro fue electo
el 13 de junio de 1815 y Francisco Narciso de Laprida fue electo tres meses más tarde el 12 de septiembre
del mismo año. Tal vez por la misma razón, o por otra relacionada con el cumplimiento de funciones de
Laprida en el gobierno de José Ignacio de la Roza, es que ambos representantes sanjuaninos no viajaron

1
Carlota Guzzo Conte Grand de Ronchietto la conocida historiadora es descendiente directo de Francisco Narciso de Laprida por
línea materna, especialista en Laprida basa su Tesis Doctoral en el Prócer.

3
juntos, llegando a fines del año ‘15 Fray Justo Santa María de Oro a Tucumán, y recién en febrero de 1816
Francisco Narciso de Laprida.
Los diputados electos para el Congreso fueron:
Por Buenos Aires: Tomás Manuel de Anchorena, José Darragueira, Esteban Agustín Gascón, Pedro
Medrano, Juan José Paso, Cayetano José Rodríguez y Antonio Sáenz.
Por Tucumán: Dr. Pedro Miguel Aráoz y Dr. José Ignacio Thames.
Por Salta: Mariano Boedo, José Ignacio de Gorriti y José Moldes.
Por San Juan: Francisco Narciso de Laprida y Justo Santa María de Oro.
Por Mendoza: Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza.
Por San Luis: Juan Martín de Pueyrredón.
Por La Rioja: Pedro Ignacio de Castro Barros.
Por Catamarca: Manuel Antonio Acevedo y José Eusebio Colombres.
Por Córdoba: José Antonio Cabrera, Miguel Calixto del Corro, Eduardo Pérez Bulnes, Teodoro
Sánchez de Bustamante y Jerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera.
Por Jujuy: Mariano Sánchez de Loria
Por Santiago del Estero: Pedro León Gallo y Pedro Francisco de Uriarte.
Por Charcas: José Severo Malabia y José Mariano Serrano.
Por Chichas: José Andrés Pacheco de Melo, y Juan José Feliciano Fernández Campero.
Por Mizque: Pedro Ignacio Rivera.
Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental (Uruguay) decidieron no enviar representantes,
dada la tensa situación que la Liga de los Pueblos Libres, liderada por José Gervasio Artigas, vivía con
Buenos Aires, sólo Córdoba que también pertenecía a la Liga envió diputados. Tampoco asistieron los
representantes de Paraguay y del Alto Perú (Bolivia), con excepción de Chichas o Potosí, Charcas
(Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba, debido a la guerra que se sostenía frente al Ejército
Realista, incluso algunos diputados de las provincias que si enviaron representantes no pudieron llegar a
Tucumán por esta razón.
b- Los diputados por San Juan
Fray Justo Santa María de Oro:
Fray Justo Santa María de Oro nació en la ciudad de San Juan el 30 de julio de 1772, siendo
primogénito del matrimonio de Juan Miguel de Oro y Cossio, porteño, y María Elena Albarracín,
sanjuanina. Desde niño sintió inclinaciones por la carrera sacerdotal, para la cual también lo habían
designado sus progenitores. A los 17 años se vistió de dominico, perteneciendo al convento de esa Orden.
Recibió las órdenes sagradas en 1790, habiendo antes desempeñado el lectorado de
artes. Inmediatamente marchó a Chile, al convento de la Recoleta, donde el 29 de noviembre de 1794,

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recibió la Unción Sacerdotal de manos del Obispo Blas Sobrino y Minayo, con dispensas de edad. Poco
tiempo después obtuvo en la Universidad de San Felipe, por oposición, la Cátedra de Teología, y en 1804,
por sus virtudes y méritos, fue nombrado Prior de la comunidad de la Recoleta, y luego, Superior Vitalicio;
dedicándose con el mayor entusiasmo a realzar el prestigio de la comunidad y a establecer colegios.
A causa de los conflictos políticos que se produjeron en aquel país, en 1814 fue deportado a Mendoza,
ciudad donde conoció al General José de San Martín. Luego regresó a San Juan, donde colaboró
enérgicamente con el gobernador José Ignacio de la Roza para la obtención de elementos bélicos para la
organización del Ejército de los Andes.
En 1816, debiendo el pueblo sanjuanino elegir diputados al Congreso, reconoce las cualidades de Fray
Justo Santa María de Oro honrándolo con tan alto honor.
La actuación de Fray Justo en el Congreso Constituyente de 1816 ha sido objeto de largo análisis y
controversias2. En líneas generales podemos decir que fue uno de los diputados más activos del año 16´,
entre las proposiciones que de Oro hizo al Congreso se encuentra la proclamación de Santa Rosa de Lima
como patrona de América y protectora de la Independencia de Sudamérica, proposición que fue
sancionada por unanimidad en el seno de aquel memorable Congreso.
A comienzos de 1817 se separó del Congreso y regresó a San Juan, en el mismo año fue nombrado
provincial de su orden, proclamando la independencia de los conventos dominicos que formaban la
Provincia Eclesiástica de San Lorenzo Mártir, dependiente hasta entonces del General de la Orden de
España.
En esta época el Padre Oro hizo un paréntesis a los deberes de su profesión para entregarse de
lleno a la política agitada de Cuyo, y especialmente a la de San Juan que tenía profundamente dividida a la
sociedad, tuvo problemas con el Teniente Gobernador José Ignacio de la Roza y llegó a mostrarse en
abierta desobediencia a la autoridad por lo que fue desterrado.
Ya en Chile demostró una vez más cuánta era su capacidad y su laboriosidad y la preparación para
tratar y resolver cuestiones difíciles relacionadas con la orden a que pertenecía. Desempeñó la prefectura
de ésta y fue examinador sinodal, desde 1818 a 1822.
Por razones de política, en las que se le atribuyen complicidades con el movimiento que los amigos
de O’Higgins pretendieron realizar en 1825 contra el gobierno del General Ramón Freire, fue tomado
prisionero y deportado a la isla de Juan Fernández. Una vez puesto en libertad se trasladó a San Juan.
En 1828 fue revestido con la alta dignidad de Vicario Apostólico de Cuyo por nombramiento hecho por
la Suprema Autoridad de la Iglesia Papa León XII.
Fray Justo trabajó desde entonces para la erección del Obispado de Cuyo, poniendo en el asunto toda
la capacidad y toda la habilidad de que se hallaba dotado; los gobiernos de Mendoza y San Luis aplaudían

2
Véase el apartado que trata la discusión sobre la forma de gobierno.

5
la idea pero alegaban la preeminencia para la catedralidad de su iglesia matriz, particularmente el primero
por haber sido la ciudad de Mendoza, capital de la Intendencia de Cuyo.
La vicaría que había sido creada por el Breve de León XII, el 22 de diciembre de 1828, fue transformada
en el Obispado de San Juan de Cuyo por Bula de S. S. Gregorio XVI expedida el 30 de octubre de 1834,
accediendo por fin, a las gestiones el Padre Oro, colocando su catedral en la ciudad de San Juan, y
prometiendo a la ciudad de Mendoza la creación oportuna de iglesia sufragánea en su jurisdicción. Fray
Justo Santa María de Oro fue designado Obispo diocesano.
De Oro se ocupó desde entonces, exclusivamente, en la organización de su diócesis y en el desempeño
de su obispado; practicó muchas obras benéficas a favor de la iglesia y de las escuelas. Proyectó la
fundación de un seminario conciliar y de un colegio para laicos; emprendió la edificación de un monasterio
bajo la advocación de Santa Rosa de Lima; donde debía funcionar un colegio para educación de señoritas,
obra que no alcanzó a terminar. En estas tareas le sorprendió la muerte el 19 de octubre de 1836. Su
cadáver fue inhumado en la Catedral de San Juan el día 23 y sus honores fúnebres celebrados por cuenta
del Estado en los días 29 y 30 de noviembre de dicho año.
Francisco Narciso de Laprida:
Francisco Narciso de Laprida, nació el 28 de octubre de 1786 en la provincia de San Juan.
Hijo de José Ventura Laprida, comerciante español que llegó de Asturias a estas tierras y de María Ignacia
Sánchez de Loria, sanjuanina y proveniente de una familia tradicional, Francisco realizó sus primeras letras
en su ciudad natal y luego fue llevado a estudiar al Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires. Más tarde
partió hacia Chile en donde la familia Laprida se estableció y continuó sus estudios.
En Chile, Laprida prosiguió con su formación superior en la Universidad de San Felipe en donde se
graduó como licenciado y doctor en leyes el 29 de enero de 1810. Un año después regresó a San Juan,
donde en 1812 fue elegido síndico procurador del Cabildo y luego, alcalde de primer voto.
A partir de ese momento, Laprida integró el reducido, aunque prestigioso grupo, de hombres de leyes que
tenía la provincia en aquellos tiempos.
Cuando el Directorio envió una circular a los Cabildos provinciales para que elija un representante para
el Congreso que se reuniría en Tucumán, San Juan, eligió como segundo Diputado a Laprida,
convirtiéndose este en uno de los hombres más jóvenes que asistirían al Congreso de Tucumán.
Este joven, con sólo 29 años tuvo el honor de Presidir el Congreso en el mes de julio de 1816 y por
tanto ser el presidente del Congreso que declaró la Independencia.
Laprida acompañó al Congreso incluso cuando se instaló en Buenos Aires, pero debió abandonarlo en 1818
cuando fue llamado a su tierra dada la grave enfermedad de su padre, que terminaría con su muerte. Fue
un pedido de licencia por sólo dos meses, pero Francisco nunca regresaría a Buenos Aires, ya que se
enamoró de Micaela Sánchez de Loria, prima suya, y se arraigó en San Juan para formar familia.

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Laprida tuvo una importante actuación política en San Juan entre 1818 y 1827, pero en este año
decidió establecerse en Mendoza con su familia, para defenderse de las persecuciones de Facundo Quiroga
que había invadido San Juan.
Una vez que estalló la guerra civil entre federales y unitarios, Laprida se incorporó al bando unitario en
el Batallón El Orden.
En abril de 1829, el general Paz, derrotó a Bustos en San Roque y en junio le ganó en Córdoba al
caudillo federal Quiroga en la batalla de la Tablada. Apoyados por estos triunfos en el interior, el núcleo
unitario rechazó el Pacto de Lavalle y Rosas. Esto repercutió directamente en Mendoza.
El 22 de setiembre, federales y unitarios se enfrentaron en un lugar llamado del “Pilar”, muy cerca de la
capilla de San Vicente (hoy Godoy Cruz) Allí entre los unitarios, se encontraba Francisco Laprida.
Los federales de Aldao, atacaron a las huestes del comandante unitario Pedro León Zuluaga. Luego de
varias horas de lucha, los federales lograron quebrar la línea y los “azules” se dispersaron dejando en el
campo de batalla cientos de muertos y heridos.
Laprida partió junto a otros unitarios para salvar su vida, perseguidos por una partida del general José
Félix Aldao. El tropel de los vencidos fue interceptado muy cerca del lugar en dirección al Sur. Allí se lo
apresó y al saber que era Laprida, uno de los que comandaba la montonera, lo ejecutó enterrándolo vivo y
pasando un tropel de caballos sobre su cabeza. Laprida tenía 43 años.
c- Los Diputados llegan a Tucumán
Como refiere Gabriel Di Meglio el comienzo de las reuniones del Congreso se hizo esperar, según él,
José Dorregueira (diputado por Buenos Aires) estaba preocupado y le manifestaba en carta del 10 de enero
de 1816 a su querido amigo Tomas Guido “No me atrevo a presagiar nada acerca de la situación de nuestro
deseado Congreso (…) sólo puedo decir a Ud. que hasta ahora no estamos aquí reunidos más que los tres
diputados de San Juan y Mendoza y nosotros tres (…) mucho temo que todo venga a quedar en nada.” 3
Y esto se debía a razones estrictamente políticas y militares4, pero también a las circunstancias
propias de la época.
El Tucumán que recibió a los diputados no es el Tucumán actual, cuando el Directorio creó la
Intendencia de Tucumán en octubre de 1814, esta incluía Catamarca y Santiago del Estero. San Miguel, la
Capital de la misma, era un pueblo, sus calles carecían de empedrado, eran polvorientas y se
empantanaban cada vez que llovía, a parte estaban, como todas las ciudades de aquel entonces, incluso
Buenos Aires, muy mal iluminadas por la noche.

3
DI MEGLIO, Gabriel, 1816: la verdadera trama de la Independencia. Buenos Aires, Planeta, 2016, pág. 30.
4
El desastre de Sipe Sipe y el avance de la guerra en las provincias del norte retrasó la llegada de algunos diputados e incluso
impidió la llegada de otros, que habiendo sido electos como es el caso de Fernández Campero, el ex Marqués de Tojo, diputado
por Chichas, no pudieron llegar a Tucumán, ya que la proximidad del Ejército Realista lo obligó a quedarse en su provincia a
luchar.

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Para albergar a los congresales no contaba con posadas suficientes por lo que hubo que
acondicionar como tal a los Conventos de Santo Domingo y San Francisco y a pesar de ello, muchos
diputados fueron ubicados en casas de familia.
El Cabildo posible ámbito de funcionamiento del Congreso, estaba en malas condiciones y su techo
amenazaba con derrumbarse, de manera que hubo que pedir prestada la mejor casa del lugar, la casa de
doña Francisca Bazán de Laguna, a la que también hubo que acondicionar. El Gobernador Bernabé Aráoz
mandó tirar la pared que dividía el comedor y la sala para generar el espacio de sesiones, se debieron
construir los muebles que faltaban, incluso él mismo prestó de su casa la mesa de reunión de sesiones y el
sillón que ocuparía el presidente del Congreso.
Los Diputados que debían asistir al Congreso también tuvieron que sortear dificultades específicas
de la vida cotidiana de la época para llegar a Tucumán. Los caminos eran huellas barrosas y ellos debieron
viajar en carretas tiradas por mulas o en galeras tiradas por cuatro o seis caballos, incluso debido a la
precariedad de los caminos hubo congresistas que debieron hacer tramos a lomo de mula; normalmente
tardaban en llegar a Tucumán, no un día ni dos, sino muchas semanas, o meses. Algunos autores sostienen
que la elección de Tucumán como lugar de reunión del Congreso respondía a que quedaba a una distancia
equidistante de la mayoría de las provincias, además de la razón obvia de no realizarlo en Buenos Aires
como argumento para tener mayor respaldo de las provincias que podríamos llamar del “interior”, tan
disgustadas con la actuación que había tenido Buenos Aires desde 1810. Tras sortear los inconvenientes
del traslado los diputados llegaban sucios, con hambre y cansados, ya que el único reposo rápido que
tenían en el largo viaje eran las postas.

El Congreso en Tucumán en el año ‘16 y la actuación de los sanjuaninos.


a- Declaración de la Independencia
El 24 de marzo de 1816, esperando aún la llegada de algunos diputados, fue finalmente inaugurado
el Congreso en Tucumán. El porteño Pedro Medrano fue su Presidente Provisional y los diputados
presentes juraron defender la religión católica y la integridad territorial de las Provincias Unidas.
Entretanto, el gobierno no podía resolver los problemas planteados: la propuesta alternativa de Artigas, los
planes de San Martín para reconquistar Chile, los conflictos con Güemes y la invasión portuguesa a la
Banda Oriental, entre otros.
Finalmente, cuando San Martín llamaba a terminar definitivamente con el vínculo colonial, una
comisión de diputados, integrada por Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano, propuso un temario de
tareas conocido como “Plan de materias de primera y preferente atención para las discusiones y
deliberaciones del Soberano Congreso”, entre esas tareas se encontraba la de declarar la independencia.

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El 9 de julio de 1816, el mismo día en que se aprobó el temario, se resolvió considerar como primer
punto el tema de la libertad e independencia de las Provincias Unidas. Esa histórica sesión fue presidida
por Francisco Narciso de Laprida, puesto que los congresistas habían acordado que el Congreso cambiaría
de Presidente cada mes y a él le tocaba ejercerla en el mes de julio. Este joven hombre de 29 años de edad
fue el encargado de preguntarle a sus pares ¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una Nación libre
e independiente de los Reyes de España y su metrópoli? Los diputados no tardaron en ponerse de pie y
aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud y esto fue vitoreado por la gente
que se había agolpado a orillas de la casa, en el patio de la misma y sobre la calle para seguir la maratónica
sesión.
Si bien la figura de Francisco Narciso de Laprida ha quedado asociada más que la de ningún otro
Diputado a la Declaración de la Independencia, es justicia decir que su actuación en el Congreso de
Tucumán no se agota en ello. Durante el mes que le correspondió presidir las sesiones desarrolló una
amplia agenda y resolvió una gran cantidad de temas de primer orden, era un hombre enérgico, con una
gran capacidad de trabajo, y este ritmo fue el que imprimió al Congreso. Con él las deliberaciones siempre
se extendían por más de 12 horas y en ellas agotaba todos los temas propuestos para ser tratados en el
día, era expeditivo y muy ordenado. Valiosa fue su colaboración durante los dos años que acompañó al
Congreso, eso lo demuestra los insistentes pedidos para que regrese a Buenos Aires, cuando lo abandonó
en 1818.
Al momento de la declaración de la Independencia, el Congreso contaba con 32 diputados, de los
cuales sólo 29 firmaron el acta. Corro, Molina y Pueyrredón se encontraban ausentes. Para difundir la
noticia de la independencia, el Congreso envió por medio de chasquis (mensajero), en carreta y a caballo,
copias del Acta, de la cual se había impreso 1500 ejemplares en español y 1500, en quechua y aymara Esta
decisión explicita la intención de ganarse el apoyo de la numerosa población natural que habitaba el Alto
Perú, incluso dejaba abierta la posibilidad de incorporar territorios mayores. A ese proyecto contribuía
también que el nombre del nuevo país fuera “Provincias Unidas en Sudamérica” y no “del Río de la Plata”,
como venían llamándose desde poco después de la Revolución de Mayo.
El 10 de julio comenzaron los festejos por la Declaración de la Independencia. En la plaza esperaba
la gente. Era miércoles pero parecía un domingo. Unos con ponchos y botas, otros con galeras y chaquetas,
escuchaban a los cantores que interpretaban cielitos y zambas que tenían como tema principal la
Independencia, aunque siempre mezclaban en su repertorio canciones "de amor", que tanto le gustaban a
las chicas.
Después de la misa los congresales tenían que seguir trabajando. Quedaban varios asuntos por
resolver. Se hicieron tiempo para mezclarse con la gente y compartir unos ricos pastelitos y volvieron a sus

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tareas. Pero tuvieron que seguir sesionando en la casa del gobernador Aráoz, porque el salón congresal, el
de la famosa "casita de Tucumán", estaba siendo preparado y adornado para el baile de la noche.
La ciudad de Tucumán estaba llena de flores, guirnaldas y banderas. Por la noche se armaron varias
peñas y bailes de festejo. Se había esperado mucho para declarar la Independencia y la gente quería
expresar su alegría.
En la casa histórica el baile se armó en el salón principal. Allí estaba la orquesta y algunos paisanos
guitarreros. Porque se bailaba el minué, pero también la zamba. Entre los que mejor bailaban, se
destacaba el General Belgrano, que no se despegó en toda la noche de la muy bonita Dolores Helguera, la
fututa madre de su hija.
Por allí andaban las chicas más lindas de Tucumán, así que decidieron elegir a la reina de la fiesta.
Como en un concurso de Miss Argentina, se armó un jurado y salió electa Lucía Aráoz a la que llamaron "la
rubia de la Patria".
El 19 de julio se acordó la fórmula de juramento que debían prestar los diputados y todas las
corporaciones a la flamante Independencia del país. Pero allí surgió un cambio, teniendo en cuenta la
noticia de que era inminente una invasión portuguesa a tierras artiguistas, Pedro Medrano, propuso en
una sesión secreta hacer explícito que la independencia era también de “cualquier otra dominación
extranjera”. Dos días después se reunieron en la Sala de Sesiones los Diputados con el Gobernador Aráoz,
el General Belgrano (que acababa de ser nombrado nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Perú, más conocido
como Ejército del Norte), otros oficiales, los miembros del Cabildo y del Clero y algunos ciudadanos de
todas las clases del estado5 y se hizo el juramento. La fórmula que proclamó Francisco Narciso de Laprida
fue ¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de la Cruz, promover y defender la libertad de las
Provincias-Unidas en Sud-América y su independencia del Rey de España Fernando VII, sus sucesores y
Metrópoli, y toda otra dominación extranjera? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la patria el
sostén de estos derechos hasta con la vida, haberes y fama? Si así lo hiciereis Dios os ayude, y si no, Él y la
Patria os hagan cargo. Todos respondieron a una sola voz: SÍ JURO!!!
Los festejos por la Independencia se extendieron todavía hasta el día 25 de julio, a los de Tucumán
se sumaron los de las restantes provincias a medida que esto se hacía público.
El Gobernador de San Juan, José Ignacio de la Roza, hizo jurar la independencia en la provincia el 5
de Agosto de 1816, veintisiete días después, luego de que llegase el comunicado oficial de la Declaración
de la Independencia.
Terminada la Etapa de festejos, el Congreso se abocó al debate sobre la forma de gobierno del
nuevo Estado.
b- La discusión sobre la forma de Gobierno
5
Según indica EL REDACTOR DEL CONGRESO NACIONAL 1816. Museo Mitre. Reimpresión y facsimilar. Buenos Aires, Imprenta y
Casa Editora Coni Hermanos, 1916, pág. 53

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El Congreso de Tucumán tenía implícito cumplir 3 objetivos que imponían las circunstancias por las
que atravesaba la Patria: declarar la Independencia, elegir una Forma de Gobierno y dictar una
Constitución. Estos tres objetivos se fueron trabajando en forma conjunta, pues estaban íntimamente
ligados unos a otros, pues se trataba de la base político jurídica sobre la cual se organizaría este territorio,
sólo que el acontecer diario, en oportunidades, imponía otra agenda con cuestiones que debían resolverse
en el momento, pero siempre se volvía al eje de los temas que los Diputados sabían y reconocían como
importantes.
En la reunión secreta del 6 de Julio de 1816, Manuel Belgrano que no era congresista, pero que se
encontraba en Tucumán en carácter de nuevo General en Jefe del Ejército del Norte y que acababa de
retornar al país, después de haber cumplido una misión diplomática en Europa donde a decir de Romero
Carranza “mucho ha visto y oído” fue consultado por el Congreso, sobre la forma de gobierno que a su
entender debía adoptarse.
Belgrano expresó entre otras cosas que “El Espíritu General de las naciones europeas en años
anteriores era el de republicanizarlo todo, ahora en el día, es de monarquizarlo todo”. 6 Por tanto la forma
de gobierno más conveniente, según su visión de la realidad europea de ese momento, era una Monarquía
Temperada a imitación de la británica. Y en su opinión, si en Europa se trataba de “restaurar” a quienes
Napoleón había arrancado del trono, él entendía que había que hacer aquí lo mismo con la dinastía de los
Incas, que era la legítima dueña del trono.
La propuesta de Belgrano contó con el apoyo de algunos diputados. Pero la opinión mayoritaria se
inclinaba por la entronización de un príncipe europeo en una Monarquía Constitucional independiente de
toda dominación extranjera y en este sentido estarían dirigidos los esfuerzos del Congreso en adelante.
Este tema ha sido fuente de largas polémicas, especialmente a partir del año 1966 en que aparece
el libro del Dr. Dardo Pérez Guilhou “Las ideas monárquicas en el Congreso de Tucumán” que en el capítulo “
Monarquismo Real, no aparente” plantea que todos los Diputados de ese Congreso fueron monárquicos a excepción
del Diputado por La Plata Jayme Zudañes que se incorporó recién en 1817 a este cuerpo cuando ya sesionaba en
Buenos Aires, quien en sesión secreta del 3 de noviembre de 1819 en que se proponía establecer una Monarquía
Constitucional colocando en ella al Duque de Luca, salvó su voto manifestando que no estaba en sus facultades
contrariar la voluntad expresa de su provincia por el Gobierno republicano 7. Esta Tesis da por tierra con la propuesta
de muchos autores clásicos que consideraban a Fray Justo Santa María de Oro enérgico defensor del Republicanismo
Pérez Guilhou sostiene que todos los diputados, eran partidarios de una monarquía constitucional, o
templada, o moderada, o reglada. Es decir, de ninguna manera aceptaban la monarquía absoluta.
Este era, según él, también el pensamiento de San Martín, Belgrano, Güemes, Rivadavia, Pueyrredón, las cabezas

6 ROMERO CARRANZA, Ambrosio, RODRÍGUEZ VARELA, Alberto, VENTURA FLORES PIRÁN, Eduardo, Historia Política de la
Argentina II. Desde 1816 a 1862. Buenos Aires, Panedille, 1971, pág.422
7
Para el estudio de la elección de la forma de gobierno en el Congreso de Tucumán leer PÉREZ GUILHOU, Las ideas monárquicas
en el Congreso de Tucumán pág.18 a 24; ó bien PÉREZ AMUCHÁSTEGUI en Sección MÁS ALLÁ DE LA CRÓNICA Monarquismo y
Federalismo, pág. LXV en adelante.

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políticas y militares del momento.
Cuando pensaban en monarquía constitucional o templada, pensaban en una monarquía liberal. Por una
parte, crear una monarquía para poner orden en la anarquía con que amenazaba culminar el proceso
revolucionario. Pero por otra parte, la querían constitucional para consagrar los tres principios fundamentales del
Estado liberal: Constitución escrita, división de poderes, reconocimiento de los derechos naturales del ciudadano:
libertad, propiedad y seguridad.
Este autor sostiene que a Fray Justo lo que le molestaba era la Monarquía Incaica propuesta por Belgrano y
avalada por otros diputados, por lo que cuando se trataba de una monarquía con un representante europeo, él
acordaba y la prueba de ello para Pérez Guilhou es que firmó actas de sesiones secretas, donde se trataba este tema
de la monarquía como forma de gobierno, en conformidad. En la sección Más allá de la Crónica, Pérez
Amuchástegui, página LXIX afirma que Fray Justo fue uno de los 22 diputados que firmó las instrucciones que se
daban a Matías de Irigoyen para buscar la coronación de un Infante extranjero y que estaban dispuestos a un
sistema monárquico constitucional o moderado.
Esta es una polémica que aún no se agota y Carlota Guzzo Conte Grand de Ronchietto toma la versión clásica
y afirma nuevamente el republicanismo de Fray Justo, basándose en que los dominicos tenían un avanzado
pensamiento para la época y que pudo tomar de modelo como organizaban las jurisdicciones eclesiásticas en
provincias, dentro de la orden.
Nosotros preferimos tomar textualmente las palabras del Padre Oro, quien según El Redactor en la sesión
del 15 de Julio afirmó que para “proceder a declarar la forma de gobierno era preciso consultar previamente a los
pueblos (…) y que en caso de procederse sin aquel requisito a adoptar el sistema monárquico constitucional, se le
permitiese retirarse del Congreso”8. Creemos sí, que él le concedía gran importancia a la discusión sobre la forma
de gobierno y que realmente consideraba que esta decisión debía consultarse a “los pueblos”, entendiendo como
pueblo a todas las ciudades que habían enviado diputados, como así también a aquellas que no lo habían hecho;
incluso nos atrevemos a decir que pensaba en todos aquellos que no habían tenido oportunidad de elegir o que no
sabían lo que se estaba debatiendo y resolviendo en Tucumán. Debemos decir, en todo caso, que Fray Justo Santa
María de Oro fue un defensor de la soberanía popular. A tal punto sostuvo esta posición que tal como lo adelantó
luego de haber sostenido acaloradas discusiones sobre el tema, no participó de las sesiones hasta que el Presidente
del Congres, Dr. Francisco Narciso de Laprida, le solicitó en forma expresa que lo haga.
La discusión sobre la forma de gobierno a adoptar y la constitución que le daría sostén tendría todavía
muchos capítulos más, pero en ellos ya no estaría Fray Justo para ser protagonista.

Conclusión:
Sin duda la actuación de los sanjuaninos en el Congreso de Tucumán dejó una impronta. Tanto Fray Justo
Santa María de Oro como Francisco Narciso de Laprida fueron eximios oradores y especialmente en el mes de julio

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EL REDACTOR DEL CONGRESO NACIONAL 1816. Museo Mitre. Reimpresión y facsimilar. Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora
Coni Hermanos, 1916, pág. 79

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del año ‘16, su acervo cultural, sus ideas, sus propuestas y su forma de trabajo le dieron al Congreso una ambiente y
una tonalidad que nos lleva a pensar que sin su presencia y participación el Congreso no habría sido el mismo.
La agilidad, juventud y celeridad de Laprida fue fundamental en los días gloriosos en que se Declaró la
Independencia, mientras que Fray Justo bridó luz a los demás congresales en el tratamiento de temas de absoluta
relevancia como la elección de una forma de gobierno propia y definitiva para este territorio. Podemos decir que la
energía de Laprida abrigó y dio vigor al grito de Independencia y que Fray Justo realzó la urgencia de consultar a los
pueblos, al “pueblo”, las decisiones importantes que tenían en sus manos aquellos Diputados de Tucumán.
Valientes fueron todos, cuando estaban rodeados de derrotas y el avance realista sobre territorio de las
Provincias Unidas era inminente, este puñado de hombres fue capaz de declarar la independencia de las Provincias
Unidas en “Sudamérica” de toda “dominación extranjera” empeñando en ello, a conciencia, hasta sus propias vidas.
La unidad política que se buscaba consolidar, en clave de nación, nacía de una decisión tomada, tan sólo,
por doce provincias que, sin perjuicio de ello, abrigaban la esperanza de convertirse en la punta de lanza de unas
futuras Provincias Unidas de Sudamérica. O en aquella espada que llevaría San Martín para libertar Chile y Perú.
El llamado Congreso de Tucumán, que más bien debiera denominarse Congreso General de 1816-1820,
sesionó en Tucumán hasta el 4 de febrero de 1817. Ante el avance realista por el norte, el 23 de septiembre de 1816
se dispuso su traslado a Buenos Aires. En esa ciudad, el Congreso se reunió nuevamente en sesión preliminar el 19
de abril de 1817. Su reapertura oficial tuvo lugar el 12 de mayo de 1817 y sesionó hasta el 11 de febrero de 1820,
cuando se interrumpieron sus actividades como consecuencia de la derrota de Rondeau en Cepeda.
Los sanjuaninos que participaban del Congreso de Tucumán siguieron distintos caminos: Fray Justo y Laprida
prácticamente no se volvieron a unir tras el año 1816. Mientras que el religioso volvió a San Juan, Laprida siguió
como congresista en Buenos Aires. Es más, cuando el abogado regresó en 1818, Oro tuvo que exiliarse en Chile. Y
mientras que el fraile vivió hasta los 64 años, con la sabiduría de los hombres de religión, Laprida halló una muerte
cruel a los 43 años y ya defendiendo ideales con las armas.
Doscientos años han pasado, gracias a la hidalguía de estos hombres somos Independientes, queda en
nosotros transmitir sus valores a las futuras generaciones para que nunca mancillen o pierdan lo que otros hombres,
en otro tiempo, pero tan humanos como ellos, supieron conseguir.

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