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CATAMARCA Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Notas políticas y sociales

Marcelo Gershani Oviedo1

Agradecimientos
Gracias a la Profesora Claudia Ferreyra, por permitirme hacer extensión de mis
actividades universitarias, y al Profesor Javier A. Berdini, por sus lecturas y sugerencias.

Palabras iniciales

1
Magíster en Historia Regional Argentina. Licenciado en Historia. Profesor Adjunto en las cátedras
“Historia de Catamarca” e “Historia del Noroeste Argentino” (Departamento Historia – Facultad de
Humanidades – UNCa.). Colaborador del Centro de Investigaciones Históricas del Noroeste Argentino
(UNCa.). Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca.

1
Ha llegado el Bicentenario de Mayo de 1810. Sin dudas, es un momento
propicio para pensar y repensar.
Estamos convencidos que recordar los doscientos años de una fecha aceptada
como histórica, es tarea de los que estamos dedicados al estudio de la Historia. Sin
embargo, seguramente por las características del evento, notamos que el Bicentenario es
como el gran espacio donde todo lo vinculado a la cultura argentina tiene margen para
expresarse, además de lo puramente histórico.
Los argentinos, acostumbrados a festejar y a celebrar fechas patrias, pero no
tanto a recordar lo que esas fechas significaron en nuestro pasado y significan en
nuestro presente, nos aprestamos a “festejar” los primeros doscientos años de los
sucesos de Mayo de 1810, que tuvieron lugar en la ciudad de Buenos Aires.
En esos días, las preocupaciones de las principales autoridades del Valle de
Catamarca estaban enfocadas en los preparativos de los festejos por el onomástico del
rey Fernando VII, el 30 de mayo, día de San Fernando.
Veremos en las páginas siguientes que, por los sistemas de comunicaciones de la
época, la noticia de lo sucedido en Buenos Aires llegó a nuestra ciudad casi un mes
después, recién el 22 de junio de 1810. A partir de allí, Catamarca se incorporó al
concierto de las ciudades que aceptará las decisiones porteñas. Elegirá primero un
diputado, Francisco de Acuña, cuyos pliegos serán rechazados; luego otro representante,
José Antonio Olmos de Aguilera, que viajará a Buenos Aires con todos los riesgos y
esfuerzos que ello implicaba, y será finalmente incorporado a la Junta.
Si revisamos las actas capitulares, resulta interesante destacar que en noviembre
de 1811, más de un año después de los sucesos porteños de 1810, las principales
autoridades civiles, militares y eclesiásticas del Valle de Catamarca, luego de recibir
noticias de Buenos Aires, juraron “obediencia, reverencia, fidelidad y vasallaje… como
buenos súbditos y leales vasallos” al rey Fernando VII. Quizás son evidencias de la
política implícita de usar la “máscara de la monarquía o de Fernando VII” como
escudo o pantalla de los reales objetivos de la Revolución.
Recién será en un acta del cabildo catamarqueño de mayo de 1813 cuando se
otorga una partida de dinero para las celebraciones del tercer aniversario de “nuestra
feliz revolución”.

2
Esta situación nos hace pensar en lo complejo que resultaba en aquellos tiempos
pensar y llevar a la práctica conceptos tales como “revolución”, “independencia”,
“patria”, “nación”.
No dudamos que el porteño Mayo de 1810 marca el inicio de un proceso, pero
en ese proceso fueron fundamentales los pueblos del Interior, entre ellos la ciudad del
Valle de Catamarca.
La Revolución de Mayo fue un acontecimiento porteño con fuertes ecos en las
ciudades del Interior. En su inicio fue una revolución doméstica de ámbito municipal,
pero con proyección hacia todo el antiguo Virreinato del Río de la Plata: el puerto
necesitaba los pueblos del Interior, y a ellos les pide participación tempranamente.
Ese hecho iniciático para la Patria se expande, evoluciona, desarrolla, hasta que
las ciudades, casi por unanimidad, declaran la Independencia en San Miguel de
Tucumán unos años después, el 9 de julio de 1816.
Lo que en un primer momento fue algo citadino, de la capital virreinal, ahora se
transforma en un deseo a nivel nacional, de los pueblos que territorialmente ocupan hoy
Bolivia hasta la Pampa y desde los Andes hasta el río Paraná.
No podemos dejar de mencionar que la Patria, la Argentina, nacida en mayo del
año diez, no fue parida o creada de la nada: fue la sedimentación de grupos sociales, de
un territorio, de instituciones políticas y religiosas, de movimientos ideológicos y
culturales.
Cuando la Revolución de Mayo se produce, el Virreinato llevaba más de 30 años
de existencia; la ciudad de San Fernando de Catamarca, 127 años de fundada; la
Universidad de Córdoba 197 años; la Gobernación del Tucumán 247 años de su vida
independiente de Chile, y la ciudad de Barco-Santiago del Estero 260 años.
Así, con casi tres siglos a sus espaldas, la Patria no nació huérfana, sino que
heredó un bagaje cultural hispánico fusionado con lo indígena y lo africano.
Sería deseable que los festejos y recordatorios no se agoten el día 26 de mayo a
la madrugada, sino que continúen hasta 2016, Bicentenario de la Declaración de la
Independencia, para entender de manera cabal los procesos históricos en los que hoy
decimos se basa nuestra nacionalidad.

3
Del cabildo catamarqueño de 1683 al cabildo de 1810: la clase principal y más sana
del vecindario

En nuestros recuerdos, perdura la imagen del Cabildo en los actos escolares del
25 de Mayo y la participación de los integrantes de la clase principal y más sana del
vecindario en el mismo.
La integración del Cabildo fue uno de los requisitos fundamentales para la
existencia jurídica de la ciudad indiana. Dicha corporación cumplía diversas funciones
políticas, administrativas y judiciales. Solamente los vecinos podían ser elegidos para
ocupar los cargos capitulares.
Conviene aclarar que al momento de la conformación del primer cabildo, no
había vecinos, sino primeros pobladores y fundadores-conquistadores, que luego
adquirían la calidad de vecinos al otorgárseles solares y encomiendas y tener casa
poblada en la ciudad. A partir de entonces, luego de fundada la ciudad y de conformado
el primer ayuntamiento, se elegían los cabildantes cada año entre los vecinos.
La ciudad de San Fernando de Catamarca tiene la particularidad de que ya tenía
pobladores de una jurisdicción, la Población del Valle, en la que no había ciudad
fundada y es sabido que sólo hay vecinos cuando hay ciudad. Al respecto, Torre Revello
(1961) afirma que la calidad de vecino se adquiría haciendo constar el pretendiente ante
el Cabildo, que tenía residencia y casa habitada en el lugar, que poseía en propiedad
caballos y armas, y que había hecho prestación de servicios en las milicias. Cumplidos
estos requisitos, el Cabildo ordenaba que su nombre se anotara en un libro o registro
especial, en el cual se hacía constar su calidad de vecino.
Esos vecinos que integraron el primer cabildo catamarqueño descendían de los
conquistadores de la región, y pertenecían al más alto estrato social. Jamás olvidaron los
hechos de sus antepasados en mérito de los cuales y de sus servicios personales a la
Corona, detentaron los más altos cargos políticos y militares. Un fuerte sentimiento de
pertenencia a ese alto estrato social, sumado a los prejuicios raciales de enorme
gravitación, determinó que sólo se unieran por lazos de sangre entre ellos, dando lugar a
una “nobleza no titulada” (Bazán 1996; Andrada de Bosch 2004; Gershani Oviedo
2009).
Tomamos como célula inicial del patriciado al plantel de miembros del primer
cabildo de la ciudad de San Fernando de Catamarca (1683), teniendo en cuenta también
su condición de vecinos fundadores y de primeros pobladores.

4
¿Quiénes fueron los pobladores elegidos por Fernando de Mendoza Mate de
Luna cuando fundó Catamarca el 5 de julio de 1683? Hemos consultado las actas
capitulares2 donde constan los nombres de los mismos, los cuales fueron confrontados
con bibliografía específica (Gargaro 1960). De esa manera, confeccionamos el siguiente
listado de cabildantes:

Alcalde ordinario de primer voto: Bartolomé Ramírez de Sandoval


Alcalde ordinario de segundo voto: Juan de Soria Medrano
Alguacil mayor: Juan Antonio de Arizaga
Fiel ejecutor: Don Gaspar de Guzmán Pacheco
Alférez real y regidor: Sargento Mayor Nicolás de Barros Sarmiento
Regidores: capitán Diego de Vera Mujica3; capitán ayudante Domingo Lorenzo
Mascareñas; teniente de maestre de campo Blas de Pedraza; Don José Luis de Cabrera;
capitán Domingo de Segura
Regidor medidor de tierras: capitán Laurencio Carrizo de Andrada
Procurador general: Felipe Moreno del Álamo4
Alcalde provincial: capitán Luis de Hoyos
Alcaldes de la Santa Hermandad: Andrés de la Vega y Castro y Juan Ponce de
Córdoba.
Vemos entonces que el primer cabildo catamarqueño estuvo constituido por
quince personas. De acuerdo a Gaspar Guzmán (1985), "todos o casi todos los
asistentes a la fundación son criollos, absolutamente criollos, hijos, nietos y algunos
bisnietos de los conquistadores que llegan al Tucumán (...) con las primeras
expediciones de Núñez de Prado o Francisco de Aguirre y hasta del mismo Diego de
Rojas".

2
Archivo y Museo Histórico de Catamarca (en adelante, A.H.Cta.). Actas Capitulares. Tomo I (1683).
3
Aparece a veces como "Vera y Moxica" en las fuentes, pero enseguida como Vera, a secas.
4
No lo menciona Gargaro (1960) en su trabajo sobre el Cabildo de Catamarca, pero aparece registrado su
nombre en las actas capitulares correspondientes.

5
“La clase principal y más sana” del vecindario catamarqueño medio siglo antes de
la Revolución de Mayo y su relación con la Virgen del Valle

Ocho décadas después de la fundación de la ciudad de San Fernando de


Catamarca y medio siglo antes de la Revolución de Mayo de 1810, se levanta la
Información Jurídica sobre la Historia de Nuestra Señora de Valle 5, a raíz de los
insistentes pedidos de un salteño, el sargento mayor Leonardo Valdés, quien se dice a sí
mismo vecino feudatario de la ciudad de Salta y morador de Catamarca. Ocupaba el
cargo de procurador general el 27 de marzo de 1761 cuando eleva una nota al Cabildo
de Catamarca solicitando “se siga información jurídica de los prodigios antiguos y
modernos, el origen de esta soberana señora, y si fue tenida por patrona y mediadora
en la población de españoles de este valle en tiempo que fue jurisdicción de la ciudad
del Tucumán…”. El mismo día el Cabildo, en la persona de tres de sus miembros, a
saber, el sargento mayor José Ambrosio Cancinos, alcalde mayor provincial y regidor
propietario y alcalde ordinario de primer voto en depósito; el capitán actual Antonio
Madueño, alcalde de segundo voto y el maestre de campo Andrés de Herrera, vecino
feudatario, alférez real propietario y regidor decano, reconoció que el pedido del
procurador general contenía “la materia más digna de toda su atención; y que cada
línea llena de consuelo y baña de regocijo nuestra almas”. Se le dio las gracias a Valdés
“por el empeño y amor con que promueve tan justa causa” y ordenó el Cabildo se
exhorte al vicario Juan Alonso Moreno Gordillo, para que inicie la tarea propuesta por
el procurador general.
Al día siguiente, 28 de marzo de 1761, el vicario Moreno Gordillo se notificó del
asunto, quien “tal vez por sus notorias y continuas enfermedades, y otras urgentes
ocupaciones y negocios, así tocantes al ejercicio de cura rector como a la de vicario y
comisario de ambos tribunales que le ocurrían…no practicó diligencia alguna”, y el
trámite quedó paralizado.
Mucho empeño y amor debió tener Leonardo Valdés en esta justa causa, pues
tres años después, el 10 de febrero de 1764, se presentó nuevamente al Cabildo,
ocupando el mismo cargo, renovando su petición. Esta vez el proceso fue más ejecutivo.
El alcalde de segundo voto recogió de entre los papeles del fallecido vicario Moreno
Gordillo el expediente que se había iniciado en 1761 y el alférez real Andrés de Herrera

5
Archivo del Obispado de Catamarca, Información Jurídica sobre la Historia de Nuestra Señora del
Valle (proyectada en 1761, y levantada en 1764) (en adelante I. J.)

6
se lo entregó al nuevo vicario, Francisco Salcedo. Para iniciar el proceso el vicario
invitó a los fieles a una ceremonia religiosa en la Iglesia Matriz el domingo 25 de marzo
de 1764, “para gloria de Dios y honra y culto de esta Soberana Señora, para aumento de
la devoción y provecho de todos”. Dicen las fuentes que asistió todo el pueblo, junto al
clero secular y las comunidades religiosas “la del Seráfico Padre San Francisco, la de
redentores de Nuestra Señora de la Mercedes y la de la Compañía de Jesús”. Y
menciona que participó también del oficio religioso el Cabildo “con copioso número de
la nobleza y vecinos de esta dicha ciudad”.
El 10 de abril de 1764 el maestro Francisco Salcedo, “sacristán mayor
propietario colector de las rentas decimales juez de diezmos en esta ciudad y la de
Todos Santos de La Rioja cura rector interino y vicario foráneo”, manifestó que por sus
diversas ocupaciones y problemas de salud y no queriendo demorar más el inicio del
trámite, comisionó al maestro Francisco de Cubas y Nieva, presbítero domiciliario de
esta diócesis y morador de la ciudad, “persona de mi satisfacción en quien confío la
recta administración de este negocio” para que levante la Información Jurídica.
Hacia mediados del siglo XVIII, tres órdenes religiosas se encontraban
establecidas en la ciudad de San Fernando de Catamarca: franciscanos, jesuitas y
mercedarios. De la fuente que analizamos se desprende el permanente aporte que estas
tres órdenes brindaron a la devoción y al culto de la Virgen del Valle de Catamarca.
Advertimos que de los 50 testigos que brindaron su testimonio en dicha
Información, 16 fueron reconocidos por las autoridades civiles y eclesiásticas como
descendientes de vecinos fundadores, conquistadores o primeros pobladores de la
ciudad de San Fernando.
De acuerdo a nuestras investigaciones, estamos en condiciones de establecer la
vinculación y pertenencia al patriciado catamarqueño de, por lo menos, otros 14 testigos
que se presentaron en 1764 y que no fueron reconocidos con esa situación especial.
Hemos identificado a los miembros del patriciado de acuerdo a la visión de un
referente de la iglesia catamarqueña de la segunda mitad del siglo XVIII, a partir de un
documento celosamente custodiado en el Archivo del Obispado de Catamarca, como es
la Información Jurídica que trata sobre los milagros de la Virgen del Valle.
En casi todos los casos, esos mismos testigos identificados como descendientes
de vecinos fundadores, conquistadores o pobladores, ocuparon cargos en el cabildo, lo
que fortalece nuestra hipótesis de que quienes administraron el poder civil en Catamarca
desde su fundación descendían del grupo fundador de la ciudad.

7
Los Cabildos en vísperas de la Revolución de Mayo

En esa misma línea, hemos estudiado los planteles de los sucesivos cabildos que
gobernaron la ciudad de San Fernando de Catamarca entre 1778 y 1790, lo que nos
permitió observar la permanencia, no sólo de personas sino también de apellidos, a lo
largo de más de una década y hasta dos décadas antes de la Revolución.
Juan Asencio de Vera ocupará cargos expectables en el Cabildo en el periodo que
analizamos, desempeñándose como alcalde de primer voto en dos oportunidades y en
1790 como procurador general de la ciudad.
No menos importante resulta la presencia de su yerno Francisco de Acuña, quien
tendrá activa participación en los días de 1810, cuando la noticia de los sucesos en
Buenos Aires llegue a Catamarca. Los vemos ocupar a Acuña los cargos más
importantes del cabildo: alcalde de primero y de segundo voto.
Otro nombre que nos resultará familiar luego de la Revolución es el de Feliciano
de la Mota Botello, quien recién en 1790 aparece ocupando un cargo en el Cabildo, el
de alcalde de la Santa Hermandad.
Por otro lado, apellidos tales como Correa, Segura, Barros, Soria y Castro, son
constantes en los documentos consultados.
Tenemos entonces que desde la fundación de la ciudad de Catamarca la clase
patricia dominó los espacios en el cabildo local. La elite dirigente, que manejó la cosa
pública entre la creación del Virreinato y la Revolución, pertenecía al patriciado criollo
lugareño y que en una actitud de apertura y a través del matrimonio, se incorporaron al
grupo unos pocos comerciantes peninsulares, algunos de los cuales lograron amasar
considerables fortunas.

8
La Revolución de Mayo

Al disolverse la Junta Central el virrey en ejercicio, Cisneros, se ve


definitivamente privado de su fuente de legitimidad. Esa fue la razón por la cual la
mayoría de los asistentes al Cabildo Abierto del 22 de mayo invocó el concepto de
reasunción del poder por parte de los pueblos, concepto que remite a la doctrina del
pacto de sujeción de la tradición hispánica por el cual, una vez caducada la autoridad del
monarca, el poder retorna a sus depositarios originarios: los pueblos (Goldman 1998).
Entre 1810 y 1820 la Revolución se enfrentó con dos grandes cuestiones. Una
vez iniciada, ella se confunde con la guerra de Independencia, al punto de constituirse
en la tarea primordial de los gobiernos centrales. Pero, al mismo tiempo, se desarrolla
sobre la trama de la oposición entre la tendencia centralista de Buenos Aires y las
tendencias al autogobierno de las demás ciudades (Goldman 1998). La Revolución y las
guerras que le sucedieron traerían aparejados cambios más drásticos que los que se
habían producido a fines del período colonial. Las provincias del noroeste padecen la
guerra de manera aguda (Gelman 1998).
La Revolución debía organizar institucionalmente el nuevo Estado. Luego de
varios intentos fallidos, se hizo en 1815 la convocatoria para un Congreso General,
recuperando los pueblos su autonomía política a través de la elección de sus
representantes, luego de una larga etapa de centralismo. Catamarca eligió a dos de sus
mejores hombres, Acevedo y Colombres, como diputados al Congreso que habría de
reunirse en Tucumán, y la actuación de los mismos fue significativa en los días previos
al 9 de julio de 1816, fecha en que se declaró nuestra Independencia. Meses después de
este magno acontecimiento, el Congreso fue trasladado a Buenos Aires.
Para esta época, el interior tenía una estructura social basada en la tenencia de la
tierra. Buenos Aires, en cambio, vivía del comercio. La movilidad social era más
intensa. Este cuadro social hacía de Buenos Aires un espacio permeable a las influencias
extranjeras. El interior, "pagado de su ascendencia de conquistadores", del prestigio de
la antigua universidad cordobesa, de su producción y de su importancia geográfica,
miraba al porteño con recelo, "como un advenedizo y nuevo rico", aunque su poder
creciente alarmaba, pues las mayores diferencias se observaban en el aspecto
económico. Buenos Aires adquiere una supremacía notoria y un liderazgo económico
indiscutible (Floria y García Belsunce 1992).

9
En materia económica, "la revolución no produjo una modificación drástica de
la estructura económica ni expuso nunca un programa definido en esta materia", pero
trajo cambios importantes tanto en la detentación del poder económico como en el juego
de intereses. La opción entre librecambio y proteccionismo fue uno de los problemas
claves en esta época. Existían ahora mayores facilidades para la importación y la
exportación, situación que, por un lado, beneficiaba el desarrollo rural y por el otro,
atentaba contra las industrias locales (Floria y García Belsunce 1992).

En Catamarca, quien gobernaba en nombre de la Corona era el español


Francisco de Acuña, comandante de armas. Había nacido en 1752 en Galicia y
desempeñaba esa función desde 1783. Pero como además era Subdelegado de la Real
Hacienda y notario del Santo Oficio, sus atribuciones eran tan extensas y diversas que lo
constituyeron en factor político de gravitación decisiva en el medio. Pero la influencia
de Acuña no se relacionaba solamente con sus cargos políticos. Era un buen
funcionario, y su casamiento con María de la Trinidad de Vera y Aragón lo había
vinculado con los vecinos más importantes de la época (Olmos 1994; Andrada de Bosch
1997).
Al iniciarse el siglo XIX, existían en la ciudad de Catamarca dos barrios o
cuarteles, separados por una de las calles reales, la actual calle República. Al norte se
encontraba el barrio de San Francisco, que era el más importante debido a la posición
social y económica de sus moradores. Al sur, el barrio de La Merced, donde la actividad
comercial era menor y vivía un elevado porcentaje de población indígena.
Se tiene conocimiento que en 1812, dos años después de la Revolución, la
población total de Catamarca era de 20962 habitantes; esta cifra comprendía a los que
residían en los curatos Rectoral, Belén, Concepción del Alto y Ancasti. De esa
población total mencionada, solamente 1896 habitantes vivían en la ciudad de
Catamarca, que significaba el 9,1% de toda la población de Catamarca (Maeder 1968-
69; Bazán y Olmos 1973).

10
Conformación de “…la parte más sana y principal…”

Los patricios y los “recién llegados”

Dice César García Belsunce (1999) que sobre la situación de los núcleos
dirigentes de Jujuy, Santiago y Catamarca en la época virreinal, no se han hecho
estudios de carácter social. Esta investigación pretende ser un aporte en esa línea de
trabajo.
Desde la fundación de la ciudad de San Fernando de Catamarca, en 1683, hasta
la creación del Virreinato, la clase patricia dominó el cabildo ocupando los cargos
electivos, ya que los indispensables requisitos para ser electores o electos se daban entre
sus integrantes. Al crearse el Virreinato y en los años siguientes, se acrecentó la
inmigración de españoles peninsulares como comerciantes o funcionarios. Muy pocos
se radicaron en Catamarca, pero al casarse alguno de ellos con dama perteneciente al
patriciado, quedaba asimilado a la gran familia y participaba de las influencias de ésta.
Es así que observamos una elite originada y basada en el patriciado, con estrecha
asimilación de peninsulares (Andrada de Bosch 1997).
Al iniciarse la década del 70 del siglo XVIII, y luego de la expulsión de los
jesuitas, se formó en Catamarca la Junta Municipal de Temporalidades. Su primer
presidente fue el general Pedro José Navarro. Como diputado eclesiástico fue designado
el doctor Martín Eugenio Gardel y como representante del Cabildo a la Junta de
Temporalidades concurrió el maestre de campo Bernabé Correa y Navarro. Estos
últimos eran primos hermanos entre sí y sobrinos carnales del presidente Navarro.
Denunciada esta situación nepótica, desde Buenos Aires se reemplazó a fines de 1771 a
Navarro por el maestre de campo Andrés de Ahumada6.
Cuando al año siguiente, el gallego Francisco de Acuña contrajo matrimonio con
María de la Trinidad de Vera y Aragón, ingresó al seno de una familia de antigua
raigambre en la región y se emparentó con los citados Pedro Navarro, Martín Gardel y
Bernabé Correa. El general Pedro José Navarro era primo hermano del maestre de
campo Juan Asencio de Vera y Aragón, suegro de Francisco de Acuña, mientras que el
doctor Martín Eugenio Gardel y el maestre de campo Bernabé Correa y Navarro eran
primos segundos de la esposa de Acuña7.

6
Archivo General de la Nación (en adelante A.G.N.), Sala IX, 22-4-2.
7
La información genealógica brindada pertenece a estudios inéditos realizados por el autor.

11
Fue precisamente en la Junta de Temporalidades el primer espacio de poder que
ocupó Francisco de Acuña a partir de 1773, en el cargo de Defensor Fiscal 8. Llegó allí
apadrinado por el maestre de campo Juan Ricardo de Sosa, cabeza de la facción más
poderosa del cabildo en ese entonces (Andrada de Bosch 1997).
Era Juan Ricardo de Sosa un exponente significativo de la elite patricia
catamarqueña. Descendía en línea directa de los fundadores de Córdoba, Tucumán y La
Rioja, y de algunos de los vecinos fundadores de la ciudad de San Fernando de
Catamarca. Bisabuelo suyo fue el general Ignacio de Agüero, teniente de gobernador de
San Fernando de Catamarca a poco de fundarse la ciudad. Sosa casó sucesivamente con
dos señoras pertenecientes al patriciado lugareño; su primera esposa descendía de los
Nieva y Castilla y de los Vega y Castro y su segunda mujer era hija del general
Francisco José de Salas y Herrera, que también había ocupado el cargo de teniente de
gobernador de la ciudad.
En 1773, al mismo tiempo que Acuña, aparece en el elenco de vecinos
caracterizados de la ciudad de Catamarca otro español peninsular, el coronel José
Manuel de Villegas Terán, que a fines del siglo será designado como el primer diputado
por Catamarca al Consulado de Buenos Aires, ciudad en la que morirá en 1798
(Andrada de Bosch 1983). Villegas Terán contrajo matrimonio en Catamarca con Clara
Gardel9, hermana del ya citado doctor Martín Gardel y por lo tanto, prima segunda de la
esposa de Francisco de Acuña. Notamos nuevamente la estrategia constante de los
peninsulares de casarse dentro del grupo patricio.
En ese mismo año de 1773, otro español peninsular se vincula por matrimonio
con el patriciado catamarqueño. Se trata de Juan Fernández de Riba, asturiano, quien en
segundas nupcias casó con María Teodora de Espeche, nieta de un vecino fundador de la
ciudad de Catamarca. Una hija de este matrimonio, Mercedes, se convirtió en la esposa
del español Francisco Ortiz de la Torre10, quien en 1803 fue Administrador de la Renta
de Tabacos (Andrada de Bosch 1983).
En el mismo año en que se crea el Virreinato, ocupaba un cargo expectable en el
cabildo el catalán Manuel de Fábregas. Se había vinculado a la elite patricia por su
casamiento con una señora que pertenecía a los antiguos linajes de Navarro de Velasco y
Carrizo de Andrada.
8
A.G.N., Sala IX, 22-4-3.
9
De ese matrimonio nació un único hijo llamado igual que su padre, que se radicó en Tucumán donde
casó con Mercedes Alurralde y dio origen a la familia Terán de Tucumán (Andrada de Bosch 1983).
10
La única hija de este matrimonio, Genoveva Ortiz de la Torre, fue la esposa del gobernador José Cubas,
que murió decapitado en 1841 en la ciudad de Catamarca por orden de las fuerzas enviadas por Rosas.

12
Hacia 1786, aparece en la escena política Antonio Manuel González, un rico
comerciante nacido en Galicia. Tres años antes se había casado con Ana Rosa Espeche y
Herrera11, lo que le permitió ingresar en el seno de una de las más familias más antiguas
de la ciudad.
Otro español radicado en Catamarca y con actuación política en el periodo que
estudiamos fue el gallego Gregorio Ruzo, quien en 1794 contrajo matrimonio con Clara
Acuña, una de las hijas de Francisco de Acuña, incorporándose de esta manera al grupo
familiar que para esa época dominaba la situación en el Cabildo. A partir del año de su
casamiento, Ruzo ocupará distintos cargos en la administración política de la ciudad
(Andrada de Bosch 1983).
Hemos ubicado otros personajes que no eran catamarqueños ni europeos, pero
que se vincularon por casamiento el patriciado y tuvieron actuación en el periodo que
estudiamos.
En 1787 el santafecino Feliciano de la Mota Botello contrajo matrimonio en
Catamarca con María Maximiliana Robín y Vera, cuya madre era prima segunda de la
esposa de Francisco de Acuña. Años después, en 1800, el montevideano Félix Plá se
casó con una hermana de la esposa de Mota Botello. La actuación pública de ambos será
significativa en los años posteriores.
Resaltamos una constante que relaciona a los que no nacieron en Catamarca y se
vincularon por casamiento al grupo patricio: en todos los casos esos personajes fueron
comerciantes, llegando algunos de ellos a amasar considerables fortunas, como
Francisco de Acuña, Feliciano de la Mota Botello y Antonio Manuel González.

Realistas y Revolucionarios

11
Una hija de ellos, María Salomé González y Espeche, contrajo matrimonio con Juan Nicolás de
Avellaneda y Tula, primer gobernador de Catamarca luego de declarada la autonomía en 1821. Fueron los
padres del doctor Marco Manuel de Avellaneda y abuelos del presidente Nicolás Avellaneda.

13
Dice Armando Bazán (1996) que "es interesante conocer el comportamiento
social de aquella pequeña comunidad que en lo político estaba naciendo para la
'sagrada causa de la libertad', pero que en lo social conservaba hondamente
arraigadas las modalidades y el estilo de vida colonial". En los primeros años de la
Revolución se advierte el predominio en la cosa pública de los descendientes de los
antiguos conquistadores y colonizadores del Tucumán. Si se analizan las actas
capitulares de la época, donde figuran los miembros de la "parte principal y más sana
del vecindario", notaremos enseguida que son los mismos apellidos presentes en la
historia del Tucumán colonial, muchos de los cuales todavía se conservan en nuestra
sociedad: Herrera, Cubas, Castro, Segura, Olmos de Aguilera, Soria, Ahumada y Barros,
Salas, de la Vega, Vera, Guzmán, Barrionuevo, Correa, entre otros.
Cuando en Catamarca se tuvo que elegir el diputado, luego de que la noticia
llegó al Cabildo el 22 de junio de 1810, se empezó a notar la existencia de dos
corrientes de opinión y el choque de los partidos. Por un lado, el grupo realista de los
Acuña, entre los que se contaba a Bernabé Correa, José Joaquín Bustamante, José
Ambrosio Cancinos, Sebastián y Nicolás de Barros, Andrés de Herrera, Pedro Lucas de
Herrera, José Joaquín de Espinosa, Marcelino Vera, Pedro José Ahumada, Gregorio
Sosa, entre otros. Por otro lado, en el grupo de los revolucionarios, sobresalían los
nombres de José Antonio Olmos de Aguilera, Feliciano de la Mota Botello, Bernardino
de Ahumada y Barros, José Manuel Figueroa Cáceres, Juan Manuel y Juan Ignacio de
Soria, Juan Nicolás de Cubas, Félix Plá, Manuel Ignacio y Juan Nicolás de Avellaneda y
Tula, entre tantos.
El 23 de julio de 1810 se convocó a los vecinos para elegir al representante.
Realizado el escrutinio, resultó electo Francisco de Acuña, pero impedimentos legales
imposibilitaron su juramento como diputado, pues no reunía los requisitos de ser
americano de nacimiento y no tener empleo rentado por la Corona. Se hizo necesario,
entonces, el llamado a un nuevo Cabildo Abierto para el 31 de agosto del mismo año,
donde se consagró como representante por Catamarca el vecino José Antonio Olmos de
Aguilera, luego de una reñida elección en la que superó por sólo ocho votos a uno de los
hijos de Francisco de Acuña (Bazán 1996). Como es lógico, estos enfrentamientos
afectaron a la sociedad de la época, ya que, en muchos casos, existían lazos de
parentesco y amistad entre los miembros de las distintas familias enfrentadas en estos
conflictos.

14
¿Cómo votó la parte más sana y principal en cabildo abierto?

15
Ya hemos dicho que el español Francisco de Acuña fue elegido diputado en
cabildo abierto pero que sus pliegos fueron rechazados por no reunir los requisitos
necesarios. Luego se volvió a reunir el cabildo que eligió al patricio José Antonio
Olmos de Aguilera, retoño de un linaje establecido en América en el siglo XVI.
Descendía de los fundadores de Córdoba y Tucumán y se había casado, como ya se dijo,
con una descendiente de vecinos fundadores de Catamarca. Su ubicación social no
podía ser más expectable para pertenecer con justos títulos a la clase principal de la
ciudad.
¿Cómo votó la parte más sana y principal en esas instancias? En el primer
cabildo abierto, los alcaldes ordinarios, regidores, el procurador general, el vicario y
parte del clero, con los prelados de las religiones y sus compañeros, delegados de la real
hacienda y demás vecinos principales y concurrentes hasta el número de 52 individuos,
eligieron al comandante de armas Francisco de Acuña.
Por otro lado, el Regidor Defensor de Menores, el mismo comandante de armas
con otros vecinos y empleados hasta el número de 15, nombraron al procurador general
José Antonio Olmos.
El doctor Agustín Correa eligió al doctor Pedro Ignacio Acuña. El maestro en
artes Juan Nicolás Sosa y su hermano Inocencio eligieron al maestro Pedro Ignacio de
Arce. Y Jacobo de Acuña, Juan Andrés de Córdoba, Marcelo Díaz y Gregorio Ruzo
eligieron al vicario Bernabé Antonio de Aguilar.
Cuando se reunió el segundo cabildo abierto, 39 vecinos votaron a favor de José
Antonio Olmos de Aguilera, entre ellos varios capitulares; al presbítero doctor Pedro
Ignacio Acuña, hijo de Francisco, lo apoyaron 31 vecinos, varios de los cuales eran
sacerdotes. Otros candidatos obtuvieron mínima cantidad sufragios, como Manuel
Salado, Juan Diego Navarro y el presbítero Pedro Ignacio Arce.
Observamos que en el primer cabildo, los capitulares apoyaron en bloque la
candidatura de Acuña, mientras que en segunda instancia, y ya rechazados los pliegos,
el ayuntamiento apoyó a Olmos, aunque no deja de ser sugestiva la poca diferencia de
votos existente entre este último y el hijo de Francisco de Acuña, lo que demuestra que
el poder construido por el español desde hacía casi cuatro décadas todavía perduraba.

Parentescos entre los cabildantes de julio de 1683 y los de Mayo de 1810

16
El estudio de los parentescos existentes entre los miembros del primer cabildo de
la ciudad de Catamarca de 1683 y los capitulares de esa misma corporación en 1810,
demuestra que el lapso de 127 años transcurrido no impidió que las mismas líneas
familiares hayan continuado aportando elemento humano para ocupar espacios
significativos de poder en el seno de ese órgano de gobierno catamarqueño.
Durante todo el año 1810 hemos registrado el nombre de veintiún vecinos, que
pertenecían a “la parte principal y más sana del vecindario”, ocupando cargos en el
cabildo. De más de la mitad de los integrantes de ese plantel se han establecido vínculos
parentales con los miembros del primer cabildo de Catamarca. A manera de ejemplo
solamente mencionamos algunos casos: el alcalde de primer voto en 1810, Gregorio de
Segura12, era bisnieto de Domingo de Segura, regidor en 1683; por otro lado, el regidor
defensor general de menores y el alcalde partidario del Rectoral en los días de mayo de
1810, los hermanos Juan Manuel y Juan Ignacio de Soria, respectivamente, eran
descendientes directos de Juan de Soria Medrano, alcalde de segundo voto en los días
de la fundación de la ciudad, y tataranietos del ya citado Domingo de Segura y de
Nicolás de Barros Sarmiento, también regidor en 1683. En el caso del alférez de
milicias José Joaquín de Bustamante, que ostentaba en 1810 el cargo de regidor, su
vínculo parental con los miembros del primer cabildo le llegaba a través de su esposa,
quien era bisnieta del regidor Domingo de Segura y prima hermana del alcalde Gregorio
Segura. En el caso del regidor José Ambrosio Cancinos, resulta interesante comentar
que sus hijos contrajeron matrimonio con descendientes de capitulares de 1683. Una de
las personalidades más descollantes en los días posteriores a la llegada de la noticia a
Catamarca de los sucesos porteños de 1810 fue el síndico procurador de la ciudad José
Antonio Olmos de Aguilera, que era nieto en el cuarto grado de Laurencio Carrizo de
Andrada y sobrino bisnieto de Nicolás de Barros Sarmiento, regidores en el cabildo
fundacional de Catamarca. Por otra parte, la esposa de Olmos era tataranieta de Gaspar
de Guzmán Pacheco, fiel ejecutor en 1683. Otro miembro del cabildo de 1810 fue
Nicolás de Barros y Espeche que era bisnieto de Nicolás de Barros Sarmiento y
tataranieto de Laurencio Carrizo de Andrada y de Juan de Soria Medrano, ya citados.
Situación especial se plantea con el Escribano Público y de Cabildo Victoriano Ferreyra,
que había nacido en Córdoba y ocupaba ese cargo en 1810. Si bien en su ascendencia
directa no se registraban emparentamientos con los cabildantes de 1683, sí los

12
“Un vecino de primer orden en este pueblo” lo califican a Segura los documentos. Ya había sido alcalde
ordinario y regidor, cuando fue designado en 1810.

17
encontramos entre los antepasados de su esposa, quien era nieta en el cuarto grado de
Laurencio Carrizo de Andrada y sobrina tataranieta de Andrés de la Vega y Castro, que
en el primer cabildo ocupó el cargo de alcalde de la Santa Hermandad.
Presentado este panorama genealógico, observamos que los parentescos entre los
cabildantes de 1683 y los de 1810 son estrechos. En muchos casos se observa, incluso,
que hasta perduran los mismos apellidos, tales como Segura, Soria, Barros. La
continuidad familiar es evidente, demostrando que los casi 130 años transcurridos desde
la fundación de la ciudad de Catamarca hasta los sucesos de mayo de 1810 no fueron
obstáculo para que los cargos capitulares fuesen cubiertos por miembros de los mismos
grupos familiares, lo que determinaba también que casi todos los capitulares de 1810
fuesen parientes entre ellos. No obstante, estas vinculaciones familiares no impidieron
el surgimiento de conflictos o de divisiones en el seno del cabildo en el transcurso de su
historia (Andrada de Bosch 2004).
Establecidos entonces los parentescos entre los cabildantes de 1810 y 1683, por
lógica se desprende que los miembros del ayuntamiento en los días de mayo de 1810
descendían de los primeros conquistadores y colonizadores que ingresaron al Tucumán
con el capitán Juan Núñez de Prado a mediados del siglo XVI. El hecho de poder
demostrar que se descendía de conquistadores y colonizadores era uno de los requisitos
sociales exigidos para poder pertenecer a “la parte principal y más sana del vecindario”
(Gershani Oviedo 2006).

La Declaración de la Independencia (1816)

18
El 17 de junio de 1815, el cabildo catamarqueño nombró a los presbíteros
Joaquín Acuña, José Domingo Echegoyen y Juan Agustín Correa para que examinaran
el Estatuto Provisional del 5 de mayo, elaborado por la Junta de Observación de Buenos
Aires.
Luego de varios intentos fallidos, se hizo en 1815 la convocatoria para un
Congreso General, recuperando los pueblos su autonomía política a través de la elección
de sus representantes, luego de una larga etapa de centralismo. Catamarca eligió como
diputados al Congreso que habría de reunirse en Tucumán al presbítero Manuel Antonio
Acevedo y a José Antonio Olmos de Aguilera, quien había representado a Catamarca en
1810 en Buenos Aires. Este último renunció al cargo y en su lugar fue elegido el
párroco de Piedra Blanca, José Eusebio Colombres. La actuación de los sacerdotes-
diputados por Catamarca fue significativa en los días previos al 9 de julio de 1816,
fecha en que se declaró nuestra Independencia. Meses después de este magno
acontecimiento, el Congreso fue trasladado a Buenos Aires.
Tenemos entonces que representaron a Catamarca en la jornada histórica del 9 de
julio de 1816 en Tucumán dos sacerdotes que reunían algunas características similares.
Ambos eran curas párrocos en jurisdicción catamarqueña al momento de su
designación, ninguno había nacido en Catamarca y los dos eran naturales de ciudades
del Tucumán. Acevedo había nacido en Salta y Colombres en Tucumán, pero estaban
vinculados a la sociedad patricia catamarqueña que estamos estudiando.
En el caso de Manuel Antonio Acevedo, a través de una de sus tatarabuelas,
Josefa Olmos de Aguilera, entroncaba con tan difundido linaje y emparentaba con varias
familias de la sociedad catamarqueña de ese entonces.
Colombres, por su parte, descendía de los Figueroa y Mendoza, Andrada y
Sandoval, Quiroga y Guzmán, Vera y Aragón, todos linajes con abundante descendencia
en Catamarca. Además, dos hermanos del Pbro. José Eusebio Colombres se vincularon
a Catamarca: Agustín ejerció el sacerdocio en Piedra Blanca, y José Ambrosio
Colombres se casó en 1816 con la catamarqueña María del Tránsito González Espeche,
hermana de María Salomé, que fue la esposa del primer gobernador de Catamarca,
Nicolás de Avellaneda y Tula, como veremos enseguida.

La construcción del Orden Provincial. La Declaración de la Autonomía (1821)

19
La ciudad de Catamarca había dependido hasta 1814 de la Intendencia de Salta y
luego de la nueva Intendencia de Tucumán. En este momento, era factible la declaración
de la autonomía, a pesar de que "las intenciones autonómicas se manifestaron
tardíamente en Catamarca" (Bazán 1996).
El día 25 de agosto de 1821, cincuenta y cuatro vecinos reunidos en asamblea
resolvieron declarar la Autonomía de Catamarca. En esas horas decisivas de la historia
provincial, se nombró Gobernador a Nicolás de Avellaneda y Tula 13. Tiempos de
enfrentamientos sobrevinieron a la Autonomía. Avellaneda se fugó a La Rioja y su cargo
fue ocupado por Eusebio Gregorio Ruzo Acuña, calificado como el "ideólogo de la
Autonomía" (Bazán 1996). Bajo su gobierno se dictó, en 1823, el Reglamento
Constitucional, que habría de ser el soporte jurídico de la provincia de Catamarca hasta
1855, en que se sancionó la primera constitución provincial.

Palabras finales

13
Fue padre de Marco Manuel de Avellaneda, el Mártir de Metán, y abuelo de Nicolás Avellaneda,
Presidente de la Nación.

20
Refiriéndose a la estructura social del Noroeste Argentino en las primeras
décadas del siglo XX, Armando Raúl Bazán (2000) escribió que la sociedad se
componía de una clase principal cuyo origen entroncaba con el patriciado criollo del
tiempo colonial y una burguesía próspera establecida a fines del siglo XVIII y primeras
décadas del XIX.
La creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, significó un hito en la
organización territorial de la actual República Argentina. Hasta ese momento, las
gobernaciones de Buenos Aires y del Tucumán dependían, al menos teóricamente, del
Virreinato de Lima. Pero a partir de 1776 toda esa jurisdicción formará parte del nuevo
Virreinato, junto con el Paraguay y la región de Cuyo, que dependía de la Capitanía
General de Chile (Luna 1994).
Hacia 1810 Buenos Aires constituía, con excepción del Alto Perú, el núcleo de
habitantes más importante del Virreinato. Su población excedía de 40.000 almas, de las
que los blancos representaban un 70%, los negros el 25%, los mestizos el 3% y los
indios el 2%. La sociedad estaba conformada por distintos grupos o estratos. En la
cúspide se encontraba la burguesía, compuesta por la clase alta y la clase media. Entre
ambas no existían diferencias étnicas, sino que se distinguían entre ellas por su poder
económico y social. En la clase alta encontramos a los comerciantes, estancieros ricos,
profesionales, militares, sacerdotes importantes. La clase media estaba constituida por
los pequeños comerciantes, industriales, pequeños estancieros, militares de menor
graduación. La participación de esta clase en la cosa pública aumentó marcadamente
durante las primeras décadas del siglo XIX. Entre las clases inferiores predominaban los
trabajadores independientes, los artesanos libres y los propietarios pobres, junto a "los
menesterosos, vagos y demás desheredados sociales". Los esclavos y libertos no tenían
ninguna intervención activa en la sociedad de entonces; en cambio, los otros integrantes
de las clases inferiores lograron un grado progresivo de participación, a través de las
milicias (Floria y García Belsunce 1992).
Para esta época, solamente el 16% de la población total de la ciudad de
Catamarca, era blanca. Sin embargo, "esta minoría gobernaba, manejaba el poder
económico derivado de explotaciones agropecuarias que tenían origen en las mercedes
y encomiendas conferidas a sus antepasados y también monopolizaban el prestigio
social. Era el patriciado de la tierra..." (Bazán 1995).
Y será esta misma minoría blanca la que regirá los destinos de Catamarca hasta
iniciado el siglo XIX, cuando los sucesos de mayo de 1810 ocurridos en Buenos Aires,

21
alteraron la normal administración de la cosa pública por parte de nativos españoles y de
criollos vinculados a la corona. Es por ello que Armando Bazán (1995) manifiesta que,
en vísperas de la Revolución de Mayo, en Catamarca "las cosas estaban en favor del
Rey".

Bibliografía citada

22
Andrada de Bosch, Elsa
1983. Para una historia de la ciudad. Municipalidad de San Fernando del Valle
de Catamarca. Catamarca.

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Históricos de Catamarca, Año XII, 1995-1996, Catamarca.

2004. Hallazgos de Investigación. Ediciones del Boulevard. Córdoba.

Bazán, Armando Raúl


1995. Historia del Noroeste Argentino. Editorial Plus Ultra, Buenos Aires.

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III Jornadas La “Generación del Centenario” y su proyección en el Noroeste
Argentino (1900-1950). Tomo I. Fundación Miguel Lillo. Centro Cultural
Alberto Rougés. Tucumán.

Bazán, Armando Raúl y Ramón Rosa Olmos


1973. “La ciudad de Catamarca en 1812”, en Primer Congreso de Historia
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Floria, Carlos Alberto y César A. García Belsunce


1992. Historia de los argentinos. Ediciones Larousse Argentina S.A.I.C., Buenos
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1999. “La sociedad hispano-criolla”. En Nueva Historia de la Nación Argentina.
Tomo 2. Período español (1600-1810). Academia Nacional de la Historia.
Editorial Planeta. Buenos Aires.

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1960. “Fundación y supresión del Cabildo de Catamarca”, en Primer Congreso
de Historia de Catamarca. Tomo I. Junta de Estudios Históricos de Catamarca.
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1998. “El mundo rural en transición”, en Nueva Historia Argentina, Tomo III,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

Gershani Oviedo, Marcelo


2006. “El Cabildo en la Historia de Catamarca, ¿un asunto de familia?”, en El
Chiflón. Divulgación y Debates. Año I. Nº I. Facultad de Humanidades.
Universidad Nacional de Catamarca.

2009. La conformación del patriciado criollo y su relación con la elite dirigente


en Catamarca (siglos XVI-XX). Tesis de Maestría en Historia Regional
Argentina. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Catamarca
(inédito).

23
Goldman, Noemí
1998. “Crisis imperial, revolución y guerra (1806 - 1820)”, en Nueva Historia
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1985. Historia Colonial de Catamarca. Milton Editores. Buenos Aires.

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1994. Breve Historia de los Argentinos, Editorial Planeta, Buenos Aires.

Maeder, Ernesto J. A.
1968/69. El censo de 1812 en la historia demográfica de Catamarca.
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1961. “Sociedad colonial. Las clases sociales. La ciudad y la campaña”, en
Historia de la Nación Argentina, Tomo IV, 1ª sección, Academia Nacional de la
Historia. El Ateneo. Buenos Aires.

Repositorios consultados

Archivo y Museo Histórico de Catamarca


Archivo del Obispado de Catamarca
Archivo General de la Nación
Archivo General de Indias

CV - MARCELO ARIEL GERSHANI OVIEDO – Abreviado

24
 Magíster en Historia Regional Argentina por la Universidad Nacional de
Catamarca
 Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Catamarca
 Docente – Investigador Categorizado e integrante de equipos de investigación en
la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca.
 Profesor Adjunto en las cátedras Historia de Catamarca e Historia del Noroeste
Argentino (Departamento Historia - Facultad de Humanidades – UNCa.).
 Vicedirector del Departamento Historia (2008-2010) (Facultad de Humanidades
– UNCa.).
 Colaborador del Centro de Investigaciones Históricas del Noroeste Argentino,
que depende del Rectorado de la Universidad Nacional de Catamarca y que
dirige el Lic. Armando Raúl Bazán.
 Diplomando en Genealogía y Heráldica (Universidad de San Pablo – Tucumán)
 Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Catamarca.
 Miembro Fundador y Presidente del Centro de Estudios Genealógicos y
Heráldicos de Catamarca.
 Miembro Correspondiente del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas y de
varias instituciones genealógicas y heráldicas del país (Academia Americana de
Genealogía, Centros de Córdoba, Tucumán, Salta, Rosario, San Juan, Mendoza).
 Colaborador externo (temas genealógicos) en la causa de beatificación del
Siervo de Dios Fray Mamerto Esquiú. Designado por el Arzobispado de
Córdoba (1997).
 Integró el plantel docente de la Escuela Argentina de Genealogía “Dr. Carlos
Luque Colombres”. San Miguel de Tucumán. Julio de 2006.
 Ha publicado varios aportes vinculados a la historia y a la genealogía de
Catamarca, entre ellos el libro “Los Dalla Lasta, una saga provinciana”, en
coautoría, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2003. Tiene en proceso de edición el
libro “El Valle de los Herrera. Linaje y poder en Catamarca (Siglos XVI-XIX)”.
 Ha dado varias charlas y conferencias sobre esas temáticas en Catamarca y en
otros puntos del país, y colaborado en distintos medios académicos
especializados y de divulgación, tanto gráficos como radiales.

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