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Sophia Lynn - El Hijo Inesperado Del Multimillonario Irlandés
Sophia Lynn - El Hijo Inesperado Del Multimillonario Irlandés
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Epílogo
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
El hijo inesperado del multimillonario irlandés
trabaja duro?
Sacudió la cabeza y Natalie pudo sentir como si quisiera enroscarse
sobre su propia vergüenza. Si la mujer le hubiera dicho algo como eso cuando
estaba empezando a vivir en Irlanda pocas semanas atrás, Natalie se hubiera
desecho en lágrimas realmente. Ahora se sentía más dura, e insistió. Después
de todo, la mujer paró bruscamente.
—Es usted difícil de convencer, y eso no es nada malo, — dijo, y si no
hubiera estado tan centrada en conseguir su objetivo, se habría sentido
orgullosa de que su voz no temblara en absoluto. La mujer no había huido de
ella o estallado y Natalie sabía que, generalmente, cuanto más tiempo podía
mantenerse hablando con alguien, más probable era que el tiempo le
permitiera cerrar la venta.
— ¿Eso es así? — preguntó la mujer, dirigiéndose a ella
cuidadosamente. — ¿Qué es lo que me estás diciendo ahora?
— Estoy sugiriendo que debería darme una oportunidad, — dijo
Natalie, insinuante. — ¿Y si le hago una lectura a mitad de precio? Será
sencilla, pero una vez que pueda ver lo buena que soy, quizá quiera saber si
puedo hacerlo para grupos. ¿O quizá tenga usted una pregunta más seria que
hacerme?
Sabía que sonaba desesperada, pero la verdad del asunto era que estaba
desesperada. Había conseguido robar unas pocas horas de sueño en un
todavía había un elemento en la bonita ciudad que ella reconocía muy bien de
su ciudad natal en los Estados Unidos.
Las dos figuras que se aproximaban a ella eran demasiado mayores para
ser niños, poco formados para ser hombres y estaban vestidos con ropa que
la cabeza afeitada. Sus ropas se agitaban desde sus hombros como banderas, y
Natalie pensó que allí tenía una oportunidad, puesto que pesaba tanto como él
a pesar de ser treinta centímetros más baja, pero este era el que la asustaba.
Había algo oscuro y mortífero en sus ojos y ella se resistió a la necesidad de
encogerse contra la pared.
— Quizá lo haga, pero creo que tendrás que ser realmente amable —
dijo el primero y, juntos, caminaron hacia ella. Natalie miró desesperada a la
gente que pasaba por la calle. Con el instinto de las personas que viven en
grandes ciudades, podían decir que algo pasaba y, al mismo tiempo, habían
decidido que no querían tener absolutamente nada que ver con ello. Evitaban
su mirada, mirando hacia otro lado y caminando más deprisa.
Esto puede ponerse muy feo, pensó Natalie. Tenía un cuchillo pequeño
en el bolsillo de su chaqueta que guardaba para cortar cuerdas y pelar
manzanas, pero tuvo la sensación de que introducir un arma en este asunto
podía hacer que las cosas fueran demasiado lejos.
— Justo ahora estoy recogiendo por hoy, chicos. Lo siento. Quizá en
otro momento.
incidente había ido más allá del necio abucheo y acoso al que ella, por
desgracia, estaba acostumbrada. Este era otro nivel completamente distinto y
podía sentir como se ponía más nerviosa.
— Hey, solo queremos un poco de tu tiempo, — dijo el alto. — No es
pedir demasiado, ¿verdad? No para una americana tan mona y pequeña como
tú.
— Justo ahora estoy recogiendo por hoy, chicos, — la imitó el otro. —
Suena como la gente de las películas.
Miró a su alrededor desesperada, rezando porque alguien interviniera.
No le llevaría demasiado tiempo. Los gamberros como esos dos eran muy a
menudo cobardes, inclinándose ante cualquier autoridad que se presentara. No
había ninguna autoridad con la que ella pudiera tener influencia; pero casi
cualquier otra persona podía tenerla.
Sin embargo, parecía como si nadie fuera a acudir a rescatarla, y eso
significaba lo que siempre significa. Iba a tener que rescatarse a sí misma, y
aunque era muy buena en este tipo de cosas, tenía que sofocar un cierto
ascenso del pánico en lo más profundo de su ser.
El macarra más bajo parecía tomado por sorpresa por su grito y ella se
preguntó si era solo un juego para él, algo que nadie podía tomarse en serio.
El otro, sin embargo, perdió la sonrisa totalmente y la agarró de la muñeca.
— Te lo estoy preguntando educadamente y eso — gruñó él. — ¿Quizá
te gustaría si te lo pidiera de manera más agresiva? ¿Es eso lo que os gusta a
las chicas americanas?
Ella respondió dándole un fuerte empujón en el pecho, por desgracia no
lo bastante fuerte para hacerle caer de culo, pero si suficiente para empujarle
momento de sorpresa.
— Maldita vaca, — dijo el otro, recuperándose. — Vamos, tráela aquí.
No le importaba dónde fuera aquí, lo que sabía es que no era un lugar al
que quisiera ir. Empezó a patear y gritar, intentando llamar la atención.
Era extraño como se había ralentizado el tiempo. Sintió como si sus
sentidos se hubieran multiplicado por diez. Pudo sentir la forma en la que el
aire se había enfriado drásticamente, pudo sentir una única gota de lluvia fría
cayendo en su brazo. Pudo sentir como de fuerte la intentaban sujetar ambos
hombres, e incluso aunque ella estaba resistiéndose, clavando las uñas y
gritando por debajo de la mano que uno de ellos había puesto sobre su boca,
sabía que era demasiado tarde, que debería intentar soportar cualquier cosa
terrible que tuvieran guardada para ella.
Entonces, oyó al hombre que no la estaba sujetando emitir un terrorífico
aullido y después todo volvió a suceder en tiempo real otra vez.
Capítulo Dos
Patrick pudo ver como sus grandes ojos negros se abrían de par en par
ante su intrusión, pero no tuvo tiempo de reparar en nada más antes de alcanzar
al otro. A este le lanzó derecho al bordillo, y le dio una patada más por si
acaso.
Los dos parecían dispuestos a huir como conejos calle abajo. Por un
— Supongo que no es como si pudiera hacer algo con ellos, aunque los
atrapara — dijo ella, con tristeza. — Gracias. Lo digo en serio. La mayor
parte de la gente no hubiera intervenido, y tú has hecho mucho más que
intervenir.
Patrick no pudo evitar reírse un poquito entre dientes por su extraña
expresión.
— Me gusta pensar que puedo ser útil por doquier. ¿Y qué hay de ti?
¿Estás herida? ¿Te han golpeado en la cabeza?
— No, estoy bien, — dijo ella, sacudiendo la cabeza. — Es solo que,
mierda, estaba a punto de cerrar una venta antes de que esos dos imbéciles
irrumpieran.
Patrick miró alrededor, pero no podía ver nada que ella pudiera haber
estado vendiendo.
— ¿Una venta? — preguntó, empezando a sospechar que sus negocios
podrían no ser del todo legales. Parecía casi desesperadamente joven y, por un
momento, él sintió una punzada de pánico desesperado. Noestaba seguro de si
quería huir de ella o llevarla a la comisaría de policía más cercana para pedir
realidad?
— Entonces… ¿tienes hambre? — preguntó dubitativo.
Patrick era un hombre adinerado y había más cosas que le tocaban el
corazón de las que podía contar. Sin embargo, había algo tan directo en esta
chica que no podía imaginar que esta fuera una estrategia para ganarse sus
simpatías. Cuando él le hizo su oferta, ella le miró cautelosa.
— Um, realmente, solo leo el futuro, — dijo ella cautelosamente, y
Patrick podía haberse dado una palmada en la frente.
unos a otros para obtener una invitación a cenar con él, y esta joven que había
encontrado en la calle, y que parecía no tener mucho más que una baraja de
cartas del tarot a su nombre, le estaba mirando como si se estuviera
preguntando si tenía algo mejor que hacer.
— ¿Solo cenar a cambio de una lectura del tarot? ¿Nada extraño ni
grosero?
Él se rio, sacudiendo la cabeza.
— Nada en absoluto, te lo prometo. Solo un sitio que hace un excelente
pastel de carne y muy buena sidra. ¿Cómo te suena eso? ¿Suficiente por una
lectura?
Hubo un momento en el que parecía que iba a rechazarle y, entonces, él
la miró a los ojos y ella a él también. Patrick era un hombre lógico, pero nunca
hubiera sido capaz de entenderá chispa que voló entre ellos en ese momento.
Era brillante, caliente y directo y, por un segundo, le robó el aliento a Patrick.
La chica pareció igualmente afectada, sus ojos negros se abrieron de par
en par y después asintió lentamente.
— De acuerdo. Qué demonios. Muéstrame el camino entonces.
***
Natalie se preguntaba qué demonios estaba haciendo. El hombre del
abrigo de cachemira abría el paso con una clase de seguridad que le hacían
pensar en líderes empresariales y funcionarios de justicia, pero eso no
oscuro como el hollín, y sus ojos eran de un brillante azul. Parecía medir al
menos un metro ochenta con una anchura de hombros que sospechaba que no
venía solo de hacer series en el gimnasio. Había algo en ese hombre que le
decía que estaba acostumbrado al trabajo duro, y casi en contra de su
voluntad, se encontró a si misma sintiendo un poco de cariño por él.
— Oh, me llamo Natalie, Natalie Rook. ¿Y tú, cómo te llamas?
— Patrick Adair — dijo, y ella se preguntó si era un hombre que ella
debería reconocer. Pero antes de que pudiera recordar donde podía haber oído
— Sabes, creo que eso me lo voy a guardar para mí mismo — dijo con
una ligera risita- — Me permitirá ver si tienes alguna habilidad con esas
cartas tuyas.
— Creo que las cartas saben más que yo, — dijo encogiéndose de
Él la miró sorprendido.
— ¿Estabas tratando de encontrar un lugar donde dormir esta noche? —
preguntó él y ella se estremeció.
— Mira, te lo prometo, no era una forma de suplicar lástima, ¿de
La parte superior del pastel era un cremoso puré de patatas con una costra
marrón, sabrosa y salada, y la carne y las verduras que había debajo olían bien
y estaban maravillosamente asadas, todo regado con una salsa espera y oscura
que casi la hizo gemir.
Al otro lado de la mesa, Patrick estaba comiendo su propio pastel,
mientras ella daba buena cuenta del suyo. La miraba con diversión en los ojos,
pero no pensó que fuera especialmente cruel o miserable.
— Más o menos es como reaccioné yo la primera vez que vine aquí, —
dijo él, y ella levantó la mirada de la sabrosa comida para parpadear ante él
lentamente.
— ¿De verdad? – preguntó ella. — ¿Y ahora?
— Bueno, ahora sé que puedo venir aquí cada vez que quiera, y que les
gusto lo suficiente como para que me envíen pastel de carne si tengo que
trabajar hasta tarde. Todavía están deliciosos, pero ya no me preocupo
necesariamente porque cada uno vaya a ser el último nunca más.
Comieron en un silencio amigable y Natalie sintió que se relajaba una
parte de ella que no lo había hecho en mucho tiempo. Dios, ¿cuánto tiempo
hacía desde que estuvo por última vez en un restaurante, hablando con
normalidad y comiendo una comida que no hubiera comprado en una tienda de
conveniencia? La respuesta era “demasiado tiempo”, pero había una parte de
ella que estaba extrañamente orgullosa de eso.
Joe nunca hubiera pensado que duraría tanto tiempo, y si era sincera,
ella se habría sentido sorprendida también por su propia osadía. Suponía que
habían cambiado mucho las cosas en los últimos cuatro meses.
Por último, la camarera se llevó la comida, dejándoles con unos vasos
altos de agua después de que ambos hubieran declinado algo más fuerte.
— ¿Y bien? — preguntó Patrick con una sonrisa. — ¿Vas a entretenerme
con tu destreza?
Como respuesta, ella sacó las cartas que guardaba en su bolso, las
barajó cuidadosamente y después se las acercó a Patrick para que cortara. No
pudo evitar notar sus dedos largos y fuertes, con qué gracia se movían por las
cartas. Todavía podía recordar esa caricia amable y sutil en su mejilla y el
fuego que había sentido después. Se preguntaba qué podía significar; nunca se
hubiera calificado como muy apasionada, pero esa única caricia podría
haberla vuelto tonta.
— Muy bien, cortado — dijo, devolviéndole de nuevo las cartas. Al
cogerlas, hizo la tirada de tarot que mejor conocía. Cuando miró las cartas que
habían salido, levantó las cejas sorprendida.
había pillado.
Capítulo Tres
Mientras recogía sus cartas y las guardaba, podía sentir los ojos de
Patrick en ella, o, mejor dicho, en sus manos.
— Eres muy buena haciendo eso — observó él. — ¿Alguna vez has
esto?
más grande. La electricidad que había saltado entre ellos, que ella pensaba
que solo había imaginado, volvió para sorprenderla y, de repente, no podía
apartar los ojos de su boca.
Patrick tenía las características contundentes y atractivas que ella había
visto en muchos hombres en Dublín. Había oído que su aspecto, cabello negro
y ojos azules, anteriormente recibía el nombre de “el negro irlandés” pero
había una sensualidad casi perturbadora en su boca que ella sabía que vendría
a su mente cuando se quedara dormida esa noche. Solo mirar la asombrosa
boca de ese hombre hacía que le costara trabajo tragar y que le sabía estaba
tema. Ella se había dado cuenta de que, en líneas generales, nada aburría a la
gente como hablar de sus viajes. Sin embargo, a diferencia de los demás,
Patrick frunció el ceño y se inclinó ligeramente.
— Así que, ¿este es tu plan? ¿Vas a ir saltando de acá para allá hasta no
puedas más?
Parpadeó ante él, sorprendida ante el tono de desaprobación de su voz.
— ¿Cuántos años tienes? — preguntó jocosamente. — Realmente no
eres tan mayor como para hablar así ya, ¿o sí?
Él le ofreció una pequeña sonrisa.
sonrisa. — Creo que las cosas han dado un giro a mi favor, ¿no?
En lugar de reírse con su broma, él frunció el ceño.
— No puedes creer de verdad que seguirás con ese ritmo, ¿no? —
preguntó con desaprobación. — Tu suerte, no importa lo buena que sea, no va
a durarte para siempre. Te encontrarás en una situación mucho peor que la de
hoy, y puede que no haya nadie para rescatarte.
— Entonces supongo que tendré que salir de ello por mi cuenta — dijo
ella con firmeza. — Eso forma parte de toda esta aventura. Esto es algo que
estoy haciendo para mí misma. No quiero abandonar solo porque las cosas se
y directa. Había algo que podría haberla asustado en otra situación, que podría
hacerla sentir nerviosa o asustada. Sin embargo, había algo en este hombre que
le decía que no debería tener miedo de él, ni ahora ni nunca.
— Tú me protegiste de que me sucediera algo peor, — dijo ella
suavemente. — Gracias.
Esta vez, fue Patrick el primero en desviar la mirada. Ella sabía que no
podía negarlo diciendo que cualquiera habría hecho lo mismo. Era
patentemente falso. Sin embargo, podría asegurar que no iba a parar de hablar
del tema.
albergue?
Natalie fue incapaz de reprimir una ligera risa a expensas de él; parecía
tan sorprendido, tan estupefacto.
— ¿En serio no conoces a nadie que no tenga nada de dinero? — repuso
necesariamente.
—Es una noche bastante cálida. Puedo echarme una siesta en la estación
de autobuses a altas horas de la madrugada. O si no, podría simplemente
caminar, ver un poco de tu ciudad por la noche. Hay algo hermoso en una
ciudad que duerme. Las luces son débiles, el cielo se transforma en esa
maravillosa sombra púrpura y naranja, y…
— …Y correrías hacia los mismos condenados matones que trataron de
montárselo contigo antes, — dijo Patrick disgustado. — No, absolutamente no.
Te lo prohíbo.
Al oírlo, Natalie se rio en voz alta, atrayendo las miradas de algunos de
los otros comensales. Cuando se recuperó, le miró con una ligera sonrisa en la
cara.
caminar por la ciudad durmiendo un poco aquí y allá como si fueras una
vagabunda…
— ¿Realmente crees que soy nueva en esto? — le cortó ella,
comenzando a enfadarse un poco. — ¿Realmente crees que soy una especie de
cría que no puede cuidar de sí misma?
— Tú me lo has dicho, — dijo él, sonando casi tan exasperado como
ella se sentía. — Tú has sido la que ha necesitado un rescate antes.
Podía sentir como se estaba acalorando un poco por debajo del cuello, y
Tú y otros muchos hombres parecéis pensar que si una mujer juega bien sus
cartas, si solo va por calles bien iluminadas y va en grupo y nunca se arriesga
para nada, entonces estará a salvo de todas las cosas malas que puedan
ocurrir. Crees que todos los crímenes y peligros se pueden prevenir, y que
solo a los tontos los atracan o los secuestran. Sin embargo, la verdad es que no
importa lo cuidadoso que seas o como seas de listo, de fuerte o como estés de
preparado. Puedes reducir las posibilidades de que te ocurra algo horrible,
pero nunca las eliminarás totalmente.
— Entonces, según tu lógica, ¿puedes correr todos los riesgos que
es tan buena como el mundo en el que vive? ¿Qué debería estar contento de
vivir una vida pequeña cuando el mundo tiene tanto que ofrecerle? Desde el
momento en el que comencé esta experiencia, empecé todo este viaje, ha sido
alucinante. He visto tantas personas y tantas cosas maravillosas. De acuerdo,
esta noche ha sido un poco dura. Lo que pasará esta noche, no lo sé. Quizá
encuentre una persona más interesada en que le lea el futuro hoy. Quizá pase
algo de tiempo durmiendo en la estación de autobuses y me levante sabiendo
exactamente qué hacer con el resto de mi vida. ¿Quién sabe? Lo importante es
que estaré viviendo mi vida y cuando me llegue la hora, tendré bastantes
menos cosas que lamentar de las que tendría si me hubiera quedado donde me
pusieron.
Patrick la miró como si le hubiera salido otra cabeza y Natalie supo que
era momento de marcharse. A veces, uno no podía comunicarse con otra
persona y las diferencias podían ser brutales. Había aprendido hacía mucho
tiempo a no golpearse la cabeza contra paredes de granito, y ahora,
sospechaba que Patrick era una pared de granito.
— Gracias por la cena, — dijo, levantándose. — Estaba deliciosa. Y
gracias por el rescate, porque te estoy realmente agradecida. Eres… bueno,
eres increíble y espero que lo sepas.
Se apartó de la mesa antes de que él pudiera decir nada, y cuando la
llamó desde atr´s, continuó caminando.
***
Natalie apenas había recorrido la mitad de la manzana cuando una mano
dura la agarró por el codo. Se dio cuenta de que todavía estaba bastante tensa
por el ataque anterior porque giró sobre sí misma como si estuviera sobre un
algo muy divertido en provocar a este hombre, era muy divertido ver como sus
finas cejas oscuras se juntaban con irritación.
— Eres una chica a la que le gusta jugar peligrosamente, — gruñó él, y
quizá en eso tenía razón.
— ¿Y eso es asunto tuyo? — preguntó ella, educadamente.
Natalie observó fascinada como varias emociones en conflicto
atravesaban su rostro. Definitivamente, había algo de irritación, eso era fácil
de ver. Sin embargo, se preguntaba si había visto algo de preocupación, algo
de consternación, así como un poco de preocupación. Era tan extraño ver esas
— Entonces, ¿qué quieres que haga? — preguntó ella, con una voz más
amable de lo que sus palabras podían haber implicado. — ¿Quieres que
cambie el curso de mi vida solo porque tú lo dices, Patrick?
Él parpadeó un poco al oírla llamarle por su nombre. Había una parte
ella se lo permitió. Su caricia era cálida, casi suplicante, y con una sensación
incómoda, Natalie se dio cuenta de que había muchas cosas que estaría
deseando hacer por este hombre si él simplemente se lo pedía.
— ¿Qué quieres que haga? — preguntó ella, y un poco de su frustración
salió en ese momento. — Realmente no importa mucho qué pienses de mis
pasadas elecciones. No puedo volver atrás en el tiempo y deshacerlas, no
importa qué creas que debería sentir.
Él abrió la boca para hablar, pero se detuvo y sacudió la cabeza, y ella
mañana… bueno, quizá solo por esta vez dejaremos que mañana por la
mañana se preocupe por si mismo.
Natalie le observó más de cerca.
— No estás acostumbrado a hacer nada sin un plan, ¿verdad? —
preguntó ella suavemente. — Te gusta saber exactamente qué pasa en no
importa dónde, no importa qué clase de situación tengas entre manos.
Él sonrió, metiendo profundamente las manos en los bolsillos de sus
pantalones.
— No tienes ni idea, — dijo él gravemente, y por algún motivo eso la
hizo sonreír.
— De acuerdo, — dijo ella, ablandándose. — Haremos las cosas a tu
manera. Dormiré en tu sofá esta noche.
— Y veremos que nos trae la mañana.
Capítulo Cuatro
Solo estaban a un corto paseo hasta la casa adosada que Patrick tenía en
la ciudad. Dublín era una ciudad muy compacta y después de caminar solo
unas manzanas, llegaron a un área que parecía rica y lujosa. Patrick insistió en
ausente. —Me gusta la historia de mi casa, pero no soy tan tonto como para
pensar que todo era mejor en los buenos y viejos días, solo porque no vi lo
malo que había en ellos.
— Muy sensato, — dijo ella con una sonrisa.
darte una ducha antes, el baño de esta planta está justo al otro lado del
recibidor.
— Suena bien.
Él se volvió y ella, sin pensar muy bien en lo que estaba hacienda, le
tomó de la mano, parándole. Respiró hondo por el choque que le produjo la
piel tocando la piel. Creyó ver que él también lo había sentido, pero
permaneció en silencio.
— Gracias, — dijo ella, suavemente. — Por todo. No te lo he puesto
— De nada, Natalie.
La ducha era espartana pero acogedora, y mientras disfrutaba de poder
usar tanta agua caliente como quisiera, pensaba en qué extraño giro habían
dado las cosas. Ella creía que, en el mejor de los casos, iba camino de otra
noche en el albergue, y ahora estaba allí, en una bonita casa, con un hombre
que hacía que se le acelerara el corazón.
Es amable, es muy amable, pensó, pero si tenía que ser sincera consigo
misma, debía saber que era más que eso. Había algo en Patrick que hacía que
le deseara y eso era una muy mala idea. Se había cansado del amor por el
del que salía luz por una puerta entreabierta. Durante un momento, se preocupó
por la intimidad, pero un ligero impulso rebelde la impulsó hacia delante.
Mordiéndose ligeramente el labio, Natalie empujó la puerta para abrirla del
todo, lista para regañarle duramente por quedarse levantado después de su
hora de acostarse. Lo que vio hizo que se tragara sus palabras rápidamente y
miró la escena que tenía ante ella con sorpresa.
El estudio de Patrick estaba panelado en madera oscura y tenía un
sistema informático que ella reconoció como último modelo. Su escritorio era
una estructura imponente de roble y cuero y ella supuso que habría sido
bastante impresionante si no hubiera sido por el hombre desplomado sobre él.
Por un momento, viendo su débil figura desplomada con la cabeza en el
escritorio, Natalie se temió lo peor. Justo cuando estaba a punto de avanzar
hacia él, un potente ronquido salió del hombre medio tumbado y soltó una
risita.
Sabía que simplemente debería cerrar la puerta y regresar a su propio
espacio, pero algo la retuvo. Era una escena que ella sentía como si se hubiera
repetido muchas, muchas veces. Probablemente se estaba entrometiendo. Y sin
embargo…
Natalie entró en el estudio, cerrando la puerta tras ella. Se sintió
extrañamente audaz cuando se aventuró detrás del escritorio, un lugar que solo
el propio Patrick ocupaba. Se sentía como si no pudiera quitarle los ojos de
encima y ahora que sabía que estaba bien y realmente dormido, solo quería
mirarle. Natalie se quedó de pie cerca de dónde él estaba sentado,
estudiándolo con gran atención.
Era un hombre asombrosamente guapo y, dormido, estaba lo bastante
relajado para parecer mucho más joven que los treinta y cuatro años que tenía.
Había algo innegablemente sensual en sus labios entreabiertos, en la forma en
la que su pelo oscuro caía sobre su frente. Incluso las subidas y bajadas de su
respiración la hacían suspirar un poco. Parecía una cosa tan íntima.
Antes de que Natalie pudiera detenerse a sí misma, se estiró para retirar
hacia atrás un mechón de pelo que caía sobre su ceja. Se sorprendió de que su
pelo fuera tan suave, y eso fue todo lo que pudo hacer para evitar que sus
dedos lo recorrieran.
Él suspiró un poco en sueños, haciendo que Natalie reculara un poco,
mientras iban hacia el segundo piso. Ella no quería decir nada especial con
eso, pero se sorprendió cuando él giró la cabeza hacia ella y una sonrisa lenta,
claramente lobuna, cruzó su cara.
— No tengo ningún problema con esta decisión en absoluto.
Natalie empezó a preguntarle que quería decir con eso, pero entonces
Patrick se mantuvo un poco más derecho, una gran mano alargándose para
acunar su mejilla. Su caricia fue absurdamente cálida, y ella no pudo evitar
inclinarse hacia ella, sin importarle qué podía suponer para su paz mental más
tarde.
Solo tuvo un momento para imaginarse que iba a hacer él antes de que la
besara, y a pesar de su somnolencia, había algo sensual y seguro en ello. Antes
del beso, Natalie habría pensado que cualquier hombre que fuera tan severo y
que insistiera en asegurarse de que las cosas se hicieran de determinada
manera besaría sin poner nada de pasión. Ahora, sin embargo, podía ver que
no era el caso de Patrick en absoluto.
El beso fue suave y prolongado, sin exigir nada en absoluto. Ella nunca
hubiera pensado que un simple beso pudiera ser tan francamente estimulante,
— No, no hay ningún pecado, — dijo ella con una breve sonrisa. —
Como te he dicho, sin daño no hay falta.
— Ah, un dicho perfecto y adecuado procedente de las profundas
tradiciones de América, ya veo.
— Te pones tonto cuando estás cansado — dijo ella, un poco alarmada
por lo cariñosa que había sonado.
— Es verdad. Buenas noches, pequeña,
Antes de que pudiera alejarse de él, alcanzó su mano, volviéndole la
palma hacia arriba. El beso que depositó allí fue suave y ligero, más dulce que
lo que ella hubiera pensado que pudiera ser un beso. Cuando él dejo caer su
mano y volvió a alejarse, la palma todavía le hormigueaba. Cerró la mano
sobre ella como si estuviera escondiendo un premio.
había una buena razón para que él planificara su próximo paso. Al menos no
tenía trabajo pendiente para esa mañana, pero eso apenas hacía que esto fuera
mejor.
Puesto que era un día libre, no había motivo para no ponerse unos
vaqueros viejos y una camiseta negra, con un jersey gris oscuro por encima.
Cuando estuvo vestido, se tomó su tiempo, preguntándose qué había hecho.
Defender a Natalie nunca había estado en duda. Había visto a una mujer
en apuros y se había interpuesto para defenderla, sin importarle de qué. Sin
Natalie era como una pelusilla salvaje de diente de león, flotando donde
el viento la llevara. En esa analogía, suponía que él era el ladrillo, firme e
imperturbable, inamovible y sólido. No debían tener nada que ver el uno con
el otro, pero no podía negar el hecho de que había algo en ella que le atrapaba,
surtida por las contadas ocasiones en las que iba un chef a casa, era un hombre
que habitualmente pedía comida para llevar o que comía en los mejores
restaurantes que podía ofrecer Dublín. Levantarse para freír jamón no era una
experiencia con la que estuviera familiarizado.
Desconcertado, bajó las escaleras hacia la brillante cocina, donde sí,
había jamón friéndose en una sartén. El jamón le estaba haciendo la boca agua,
pero era menos interesante que la cocinera en cuestión.
Supuso que no se había cuenta de lo que ella llevaba puesto la noche
pasar la noche, pero esta era la primera que había empezado a cocinar. La
mayoría de las mujeres con las que había salido se hubieran sentido
horrorizadas ante la idea de coger la pesada sartén de hierro fundido, y de que
las dejaran solas para hacer algo tan sustancioso como lo que estaba
preparando Natalie.
Puso el jamón en un plato, cubriéndolo con otro, y después frió también
cuatro huevos, cocinándolos en una fina y sabrosa capa de grasa procedente
del jamón.
— Me estás observando — dijo ella, divertida.
Él frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir nada, ella le tendió
un tenedor.
— El mundo puede ser asqueroso, pero mis huevos te aseguro que no lo
son. Come.
pretendía, más allá de prevenir que Natalie se metiera en otra situación como
en la que se habían encontrado.
— Generoso, — dijo él. — Estoy seguro de que podremos llegar a un
acuerdo. Si te apetece, incluso puedes quedarte en el sofá, aunque estoy seguro
Tenía que convencerle de que el sofá estaría bien, y que no tenía que
encontrar para ella una habitación barata. Le había parecido extrañamente
angustiado ante la idea de que durmiera en su sofá, y ella simplemente había
sonreído, haciendo un gesto de despedida con la mano.
— Eso es lo que he estado haciendo la mayor parte del tiempo que llevo
en Europa, después de todo, —dijo ella, pero él frunció el ceño y sacudió la
cabeza. Parecía tan desaprobador que tuvo que reírse.
— En serio, ¿quieres decirme eso de “a ninguna hija mía le permitiré
nunca que haga semejante cosa”?
La mirada que le lanzó Patrick era oscura como la noche, y, por alguna
razón, le produjo un escalofrío que subió por su espalda.
— Creo que cualquier hija mía sería demasiado sensata para eso —
dijo él. — Y mientras sea una adolescente, no, nunca le permitiré semejante
fallo?
— De verdad, no hay de qué, — dijo él, y algo le dijo que lo sentía de
verdad.
Entonces llegaron al asunto de la ropa. Patrick miró la pequeña mochila
Él suspiró y ella se preguntó, una vez más, qué debía pensar de ella.
Venían de dos mundos diferentes y una pequeña parte de ella estaba
empezando a encontrar placer en remarcar sus diferencias.
Natalie parpadeó con sorpresa cuando buscó en su cartera y le tendió
una tarjeta de crédito.
— Toma, coge esto y cómprate cinco, no, diez conjuntos que sean
adecuados para una oficina informal. Estaremos la mayor parte del tiempo
limpiando archivos viejos, trabajo de organización, pero no puedes hacerlo
vestida de harapos.
Cogió la tarjeta de crédito pensativa. Suponía que era lo bastante bueno
juzgando caracteres para saber, al menos, que no iba a escaparse con su
dinero, pero de alguna manera, realmente iba a tener que conocerla. No iba a
vestido.
—Oh, estoy seguro de que te haré trabajar lo bastante duro para
compensarme, — dijo él, y ella le dedicó otra mirada sorprendida. El mantuvo
la cara seria, pero tenía que admitir que estaba adorable cuando le miraba así.
— Bueno, estoy segura de que seguiré el ritmo.
— Eso espero, — replicó Patrick, y se sorprendió por lo mucho que eso
significaba para él.
Capítulo Seis
haces?
Patrick le dirigió una mirada entretenida por encima del curry que había
pedido para ellos. No importaba cuánto pudiera quejarse ella de las largas de
trabajo y el amor por el trabajo infinitamente preciso de este hombre, tenía que
admitir que la alimentaba bien.
— Me gusta pensar que tiene más que ver con haber tenido un padre que
fue un buen ejemplo y que tenía una fuerte ética de trabajo que me demostró
frecuentemente, — dijo él, entretenido. — Y tú tampoco lo haces mal cuando
inmobiliaria trabajando en las cuatro primeras plantas. Sin embargo, las dos
plantas que Patrick había mencionado, aparentemente estaban llenas de
documentos y correspondencia empresarial de los últimos cincuenta años, más
o menos. Abrir cualquier cajonera podía suponer descubrir una serie de
atractiva apariencia. Suponía que era como trabajar al sol; al final, tienes que
acostumbrarte al brillo o puede simplemente deslumbrarte. Sin embargo,
aunque su atractivo aspecto cada vez le causaba menos impresión, no podía
decir lo mismo del resto de él.
Durante las pocas semanas que había pasado trabajando con Patrick,
había conseguido conocer al hombre, y el hombre la había intrigado. Sabía que
había mucho que él no le contaba, pero lo que le había contado había
despertado su curiosidad. Había viajado por el mundo y regresado a su hogar
curiosa luz tras ellos. Esas miradas siempre la pillaban con la guardia baja y,
en ocasiones, incluso le hacía tropezar. Durante esas ocasiones era un alivio
huir hacia otra planta, para charlar con los trabajadores, que siempre eran
amables y estaban dispuestos a compartir su almuerzo y sus cotilleos.
Cuando ella se escapaba, siempre podía sentir sus ojos azules
siguiéndola y eso hacía que su cuerpo entero se calentara.
Por la noche, volvían a casa y las noches pasaban tranquilas. Él era muy
cuidadoso siempre, permitiéndole disfrutar de su propio espacio, pero cuando
la distancia por su propio beneficio, pero según iban pasando las semanas, era
cada vez más difícil hacerlo.
El despacho de Patrick estaba en lo más alto del edificio, construido
como una estructura separada en lo alto del tejado. Había algo solitario en
ello; le recordaba los grandes campanarios que había visto en las grandes
iglesias antiguas, un lugar en altura, bello y frío. Los días en los que una
mirada de Patrick podía hacerle aturullarse demasiado, ella estaba en total
retroceso, encontrando trabajo que hacer en otras plantas. Lentamente pero con
seguridad, el edificio se estaba unificando y a pesar del amor que sentía
— Hay oportunidades en Adair para la gente tan rápida como tú, sin
embargo. No me lo esperaba cuando apareciste por primera vez, pero eres una
buena empleada.
— Caramba, gracias. Tienes tanta fe en mí, — bromeó Natalie y
entonces miró a Patrick sorprendida cuando él se rio. Era una risa magnífica,
pensó ausente, pero después movió la cabeza hacia él.
— ¿Qué es? ¿Qué es tan divertido?
— Tú lo eres, chica yanqui, — dijo él cuando paró de reírse. — ¿No te
has oído?
Natalie le miró, perpleja.
— ¿De qué estás hablando?
— Tienes tanta fe en mí, — la imitó él. — ¿Realmente no lo has oído?
— Bueno, supongo que no hay paz para los malvados. Natalie, ¿estás
lista para seguir trabajando?
Ella le ofreció una sonrisa casi totalmente sincera. Una parte de ella
admiraba su ética del trabajo, incuso si hubiera preferido que él tuviera más
tiempo para sí mismo. El resto de sus pensamientos los guardó de nuevo en la
parte de atrás de su mente. Podía pensarlo más tarde o no hacerlo en absoluto.
Eso funcionaba.
Por supuesto, no podía predecir que esa sería la noche que Patrick
elegiría para hablar con ella de su futuro. Después de otro día largo,
pones los ingredientes juntos y los horneas sobre algún tipo de masa redonda,
y generalmente, tienes una pizza. El problema es que hay demasiadas
variaciones, es muy difícil encontrar una que sea adecuada, o, al menos,
adecuada para ti. Esta es muy buena, no me malinterpretes…”
horas, pero Patrick adoptó una expresión pensativa. Natalie tuvo apenas un
momento para preguntarse qué vendría a continuación antes de que hablara de
nuevo.
— No te he oído hablar mucho sobre tu hogar, — dijo él. — ¿Lo echas
de menos?
— ¿Dónde está miogar h? —respondió ella. — Me crié en todas partes.
Mamá nunca fue tan nómada como yo he llegado a ser, pero necesitaba
moverse por su trabajo, cuando tenía. Mi hogar podía estar en cualquier sitio.
esfuerzo.
Natalie se encogió de hombres, menos cómoda con el cumplido de lo
que hubiera pensado.
— Supongo que ese es mi gran secreto. Hice bastante trabajo
administrativo antes de seguir a Joe por medio mundo. Es trabajo que puedo
hacer, especialmente si la oferta incluye un buen sueldo.
— Eso me lleva al siguiente punto, — dijo Patrick, dejando el trozo de
pizza. Por algún motivo, Natalie sintió un escalofrío de temor. Se dijo a si
misma que realmente no había motivo para sentirse así, pero ahí estaba.
— Supongo que tendrás algo que decir sobre todo esto, — dijo ella y,
aunque podía oír la acidez en su propio tono, Patrick pareció no hacerle caso.
— Hay un apartamento que no está lejos del mío. Un espacio elegante,
fue de mi propiedad personal antes de pertenecer a la compañía. Está en muy
buenas manos. La administradora del edificio es una mujer amable que ha
estado cuidándolo durante un tiempo.
Ella le miró y sintió angustia en la boca del estómago.
Oh, vamos. Le dije al principio que es lo que no puedo soportar.
— ¡No!
La palabra se escapó de sus labios tan fuerte que un hombre en otra
mesa giró la cabeza para ver cuál era el problema. Natalie pudo sentir como
se ponía un poco colorada, pero ella sabía que el rojo de sus mejillas se debía
más a la rabia que a la vergüenza. Podía mostrarse reacia a montar una escena
en un restaurante, pero no era tan sumisa que quisiera quedarse callada y dejar
que un hombre al que no conocía de hacía más de dos meses tomara el control
de su vida.
tan tranquila que hubiera querido pasarlo todo por alto. Entonces le miró, y
sintió de nuevo ese tirón en su corazón y por debajo, todo el calor reprimido
que había estado abrasándola desde aquel único beso en casa de él.
— He dicho que no, — continuó Natalie. Su voz sonaba más suave
ahora, pero había una intensidad en ella que la hacía sentirse como si se
estuviera quemando. — No a todo. No al apartamento que quieres ofrecerme,
no a la recomendación que quieres ofrecerme con el administrador, no a las
cadenas que me estás ofreciendo, pretendiendo que es algo más.
Pudo ver que sus palabras surtían efecto en Patrick y, cuando lo
Natalie sabía que había algo que no estaba bien en volver a casa de él
después de la discusión que habían tenido. Se descubrió a si misma
aplazándolo mientras iban pasando los minutos y las horas. Había una voz
lo ignoró. Todavía no estaba lo bastante segura de que era lo que iba a hacer y
ese tironcito no iba a hacer las cosas más fáciles.
La casa estaba tan oscura y tranquila como una tumba mientras la
recorría, pero eso no era infrecuente. Patrick tendía a mantenerla a oscuras.
Sospechaba que él tenía una excelente visión nocturna dada la forma en la que
podía recorrer la casa en la oscuridad después de que hubieran estado
levantados y charlando. Ese pensamiento le produjo otra punzada, no lo harían
de nuevo si se iba, pero no podía permitirse pensar en ello ahora.
Natalie se sorprendió al ver que el cuarto en el que estaba su sofá
estaba iluminado. La luz procedente de la lámpara de techo de Tiffany era
suave, haciéndola casi romántica, y cuando Natalie hubo entrado totalmente en
la habitación se dio cuenta de que había alguien.
Patrick estaba tumbado en el sofá que ella había convertido en su cama.
No era una mujer grande y había mucho espacio para que ella pudiera
estirarse. Él era un hombre alto, y cuando se estiraba de esa forma, parecía
incluso más grande. Había algo desenfocado en su mirada cuando la levantó
hacia ella, sin mover un músculo.
— Así que has vuelto, — dijo Patrick, su acento más marcado que
nunca. Natalie dedicó un pensamiento a si él lo ocultaba a propósito o si ya
era algo simplemente automático, el patrón lingüístico de un hombre que sabía
que estaba haciendo negocios en un lugar en el que su acento podía resultar
una desventaja.
— ¿Pensabas que no iba a hacerlo?
El encogió un hombro, sin quitar sus ojos de los de ella. Con la cálida
luz, parecían más oscuros de lo que ella sabía que eran y se preguntó si había
cálidamente y se sentía tan bien que, por un momento, apenas notó con cuánta
fuerza la agarraba. Su caricia era suave, pero se dio cuenta muy deprisa de que
no podría soltarse a no ser que él quisiera que se soltara.
— Me gusta cómo dices mi nombre, — dijo él, sus palabras lentas y
deliberadas. — Me gusta cómo haces las cosas en la oficina y me gusta tenerte
aquí. No quiero que te vayas.
Ahora estaba lo bastante cerca como para olerle y, finalmente, cayó en
la cuenta.
— ¡Estás borracho! — exclamó sorprendida y él soltó una risita.
— ¡Dios, Patrick, no puedes pensar que estoy haciendo esto solo por
dinero!
Se encogió de hombros, recordándole un enorme león encogiéndose ante
un pequeño pájaro que hubiera aterrizado en su espalda.
— No creo que lo estés haciendo por dinero en absoluto. Sin embargo,
he aprendido, completamente y sin posibilidad de error, que el dinero hace
que las cosas sean más fáciles, mucho más fáciles. Después de todo, lo arregló
con ese gilipollas de la cámara en el restaurante.
que había bebido él, si le estaba haciendo estar también un poco suelta y
blanda.
Entonces el beso se hizo más profundo y todo salió de su mente, excepto
el placer y la fuerza del beso. Patrick la besó como si estuvieran totalmente
solos en el fin del mundo, como si la luna se alzara sobre un Dublín destruido
en el que sólo estuvieran ellos dos. Podía sentir sus manos, una en la parte
baja de su espalda para mantenerla firme y la otra acariciando su mandíbula. A
pesar de su fuerza, él la sujetaba como si fuera una porcelana, algo
infinitamente frágil, infinitamente precioso.
calor, y su cabeza flotaba con todas las sensaciones que corrían a través de
ella. Había pasado un tiempo desde la última vez que la habían besado, pero
no le importaba en absoluto. Jamás la habían besado así antes, y se preguntó a
medias si alguna vez la besarían así de nuevo.
cordel para jugar con él. Ahora lo colgaba de sus bonitos dedos como si fuera
un juguete de gato, y él no sabía qué iba a hacer.
Al parecer, la respuesta que había encontrado era ponerse en ridículo a
base de buen whisky y después abalanzarse sobre ella.
Patrick todavía podía sentir lo pequeña y delicada que era su muñeca en
su mano, recordar lo ligera que era cuando él se la había subido encima. Su
cuerpo se excitó, sintiéndose culpable por la manera en la que la sintió, tan
suave y perfecta como era.
La culpa se retorció en su estómago como un dragón. ¿Qué le hubiera
hecho si hubiera estado un poco más borracho? ¿Un poco menos dispuesto a
escuchar?
Patrick siempre había pensado en sí mismo como un hombre decente, si
no siempre un hombre bueno, y ahora parecía que no podría reclamar ese título
nunca más.
Necesito permanecer lejos de ella, pensó, pero sabía que eso se había
vuelto difícil para él. Un hombre sensato le hubiera dado el billete esa misma
noche, la hubiera dejado irse hacia la seguridad de un mundo donde ella no
viviera en su sofá, pero se conocía lo bastante bien para saber que no lo haría.
Era lo bastante fuerte para despedirla al terminar el trabajo, pero sabía que no
era lo bastante fuerte como para despedirla de antemano.
Patrick se estiró en la cama, desvelado y atormentado, no por la culpa
sino por el deseo. La necesidad que sentía de esa mujer no tenía sentido, pero
era algo innegable, y no lo podía seguir ignorando. Había aprendido muy bien
esta noche que ignorarlo podía tener consecuencias nefastas, y Natalie, la
encantadora Natalie, sería la que las sufriera.
Se sentía atrapado. No había manera de avanzar ni de retroceder, y
ahora todo lo que podía hacer era sobrevivir.
Capítulo Ocho
entender.
— Bueno, creo que nunca había gritado de esa forma a nadie antes. En
realidad, él es más del tipo de estar frío y distante contigo antes de que te
encuentres despedido por Recursos Humanos en una semana.
Natalie hizo una mueca.
— Así que, ¿tengo que suponer que yo soy la única que está recibiendo
este tratamiento tan gracioso y divertido?
— Supongo. Eres afortunada.
Natalie miró a su compañera suspicazmente.
— ¿Por qué dices que soy afortunada? Admito que no sé mucho de cómo
funcionan las cosas en Irlanda, pero de donde yo soy, normalmente no
llamamos “afortunada” a la persona que el jefe distingue con un tratamiento de
gritos especial.
— Oh, bueno, eso funciona muy parecido aquí. Pero cuando el jefe es
alguien como Patrick Adair, bueno, supongo que eso hace que las cosas sean
un poco diferentes.
Natalie volvió a hacer una mueca.
oyó nada más por las escaleras. Algunos días, era una suerte que Patrick
estuviera todo el tiempo confinado en su despacho de la azotea; le hacía menos
probable ceder a la urgencia de darle un puñetazo. Ella suponía que habría
hecho una o dos cosas más tontas en su vida que pegar un puñetazo a su jefe
estando en un país extranjero, pero no muchas. Preferiría evitarlo si podía,
pero Patrick se lo estaba poniendo difícil.
Desde su encuentro de aquella esa noche, las cosas habían sido
extrañas. Él era perfectamente educado la mayor parte del tiempo, si bien se
mostraba un poco frío y distraído. Era incluso amable. El problema era que la
tensión entre ellos parecía haberse estirado y seguir estirándose. Era como si
hubiera un vínculo entre ellos que se estuviera estirando hasta un punto de
ruptura, y cuando llegaran a él, se imaginó que serían como dos extremos de
una cadena volando hacia arriba y regresando hacia atrás, listos para salir
volando y azotar a cualquiera que se interpusiera en su camino. Era aterrador a
su manera y ella no sabía cuándo llegarían a ese punto de ruptura.
No se había dado cuenta de que la situación estuviera tan mal que otros
la hubieran notado, y ahora Fiona le aportaba una pieza extra para el puzle. Al
parecer, esto no era normal en absoluto. Natalie había tenido antes jefes poco
razonables, y antes de su breve charla con Fiona, cabía la posibilidad de que
Patrick fuera simplemente uno de ellos. Cuando tenía que trabajar con él,
pensaba que era decepcionante y un poco más que enloquecedor, pero solo una
hombros, diciéndole que era bueno para los negocios. Ahora se paseaba
delante de las altas ventanas de su despacho, gruñendo en un idioma que ella
no entendía. Se preguntó si debía irse, pero, de todos modos, no era como si
fuera capaz de entender lo que pasaba, aunque fuera confidencial. Terminó
Fiona estaban tratando de construir sus vidas en Adair. Ellos querían quedarse
en una empresa que todos admitían que era buena y que cuidaba de ellos. Ella,
por el contrario, era una empleada temporal, lo que le daba mayor libertad
para hacer y decir lo que quisiera. Con lo temperamental que había estado
Patrick en los últimos tiempos, simplemente quería decir que tenía un poco
más de margen de maniobra antes de que él la despidiera y la pusiera en la
calle. Sin embargo, ahora mismo, no estaba segura de que le importara.
Finalmente, Patrick terminó de hablar por teléfono y se quitó el auricular. La
y creo que la gente está empezando a perder los papeles. Sería otra cosa si
solo fuera yo, aunque no me merezca ninguno de los gritos, pero cuando la
forma en la que gritas empieza a hacer que la gente se crispe, no estás
haciendo nada para mejorar la moral por aquí. El trabajo se está ralentizando
porque nadie sabe qué es lo que te dispara, así que para.
Su corto discurso le sacudió y cuando Patrick frunció el ceño ante ella,
había duda en sus ojos.
— ¿La gente está descontenta?
— Ya, pero ellos no lo saben. Abajo hay gente que tiene familia y
quieren estar seguros de que van a poder seguir proporcionandoles casa y
comida. No quieren encontrarse en la calle porque estés teniendo un mal día
con el pelo o lo que sea, y por eso estoy sentada ahora mismo encima de ti y
haciendo que te tomes un condenado descanso.
La expresión de Patrick se relajó un poco y parecía un poco culpable
cuando levanto la mirada hacia ella.
— ¿Y tú estás aquí porque no tienes miedo de nada de eso?
— Mi situación me da una libertad única para hacer lo que me apetezca,
— replicó ella. — Después de todo, sin importar qué ocurra, estoy fuera
cuando los pisos nuevos estén terminados, ¿recuerdas? Libre de servidumbres
y con un billete que el dueño de la compañía me ha prometido. Puedo ser un
poco más agresiva.
Su mirada se oscureció, pero ahora había algo más en ella, algo caliente
e intenso. Podía sentir el cambio en el aire y respondió a él. Lo más inteligente
hubiera saltar de su regazo ahora que había dicho lo que tenía que decir, pero
en lugar de eso, se inclinó hacia él un poco más. Él cuerpo de él se tensaba
esa ira se encendió por algo más allá de las mismas. Era la tensión que él les
había hecho pasar en las últimas semanas. Era la presión de haber estado
viviendo con un hombre que la atraía como el agua sin poder tocarlo. En ese
momento, sabía que. Era la tensión con la que había estado viviendo con un
hombre que la llamaba como agua sin poder tocarlo. En este momento, sabía
que no podía permitirse el lujo de morder el anzuelo, incluso cuando iba
directa hacia la trampa.
— Te mostraré lo que es ser agresiva, — dijo ella, y se estiró para
cogerle el pelo con sus pequeños puños.
Con más fuerza de la que sabía que tenía, se aupó hacia arriba y le besó
con dureza en la boca. Quería haberlo hecho corto, castigador, para decirle
que no le tenía miedo o, al menos, no se sentía intimidada por lo que él decía.
No había esperado que él respondiera instantáneamente, apretándola
entre sus brazos y llevándola tan cerca de él que apenas podía respirar.
Después de un momento de sorpresa, él respondió a su beso con tanta
necesidad como deseo reprimido. El beso fue como arrojar una cerilla a una
pila de yesca seca, y se abrazaron el uno al otro fuertemente, como si nunca
no pudo contener una ligera risita ante la idea de él imaginándose que había
una mujer escondiéndose bajo la mesa de su jefe. Patrick y el hombre hablaron
unos breves momentos y ella se preguntó si se daría cuenta de que la voz de
Patrick sonaba ligeramente forzada, un poco extraña. Probablemente, no.
con un empleado mientras ella le tocaba. Era inocente, pensó élla, no era como
si estuviera tocando nada particularmente sensible.
Finalmente, el otro hombre se despidió y tan pronto como la puerta se
cerró tras él, la mano de Patrick descendió y cogió a Natalie por el brazo,
tirando para ponerla de pie.
— ¡Tú, pequeña bruja irritante! — exclamó él, y Natalie no pudo evitar
echarse a reír.
— ¡Seguías retorciéndote! — exclamó ella. — ¡Yo no tengo la culpa de
puso colorada al darse cuenta de que había hecho su anhelante pregunta en voz
alta.
— Solo somos dos personas diferentes que son capaces de reírse juntas,
— murmuró Natalie, pero se apartó. Darse cuenta de lo que tenía antes, de que
sería terrible cuando dejara a Patrick, todavía era cierto. A veces, se
preguntaba si la calidez podría hacerlo peor que lo que todos los gritos habían
conseguido.
Patrick suspiró y la mirada que le dedicó estaba libre de la ira y la
rigidez, pero no hubiera sido justo para ninguno de los dos. — Puedes cogerte
un café antes de volver.
— No, creo que simplemente ya me lanzo, — respondió Natalie, con un
poco de tristeza en su propia voz. — Quiero decir, cuanto antes empiece, antes
acabo, ¿no?
En este caso, ese dicho era aterradoramente cierto. Cuanto antes tuviera
hecho su trabajo, antes habría cumplido con Patrick, y el pensamiento hacía
que sintiera como si su corazón se partiera en dos.
Capítulo Nueve
ella, pero era demasiado intentar recordar los giros y vueltas que la habían
llevado a este extraño lugar.
El edificio estaba en silencio a la hora en la que ella entró y subió las
escaleras hasta el despacho de Patrick en la azotea, sin ver a un alma. Se le
ocurrió que Patrick y ella debían ser las últimas personas que quedaran en el
edificio y la idea le produjo un extraño estremecimiento incluso aunque le hizo
ponerse en guardia.
Es tu jefe, tonta, pensó. Es como la primera cosa que te dicen que no
hagas cuando estás trabajando en un país extranjero.
dedo por la manga, tenía la frescura de una prenda de ropa nuevecita. Era
corta, e incluso sin habérsela puesto, Natalie se dio cuenta de que le quedaría
más cerca de las caderas que de las rodillas. Era de un color melocotón suave
y jugoso, y realmente solo había una razón para que un hombre como Patrick
guardara algo así en su entorno.
Natalie frunció el ceño mientras se quitaba sus empapadas ropas. Se
detuvo un momento en bragas y sujetador, pero en un momento de desafío, se
los quitó también. Tener la ropa mojada era horrible y ella exhaló un suspiro
Salió del dormitorio con la cabeza alta y él solo arqueó una ceja ante su
elección antes de cogerle las ropas.
— No debería llevar más de una hora que tu ropa se seque, si esto es
todo lo que hay que secar — dijo él, y ella se preguntó si se había imaginado
una ligera ronquera en su voz mientras hablaba.
— Gracias. — dijo ella, y una vez que él desapareció por la puerta,
miró alrededor de la oficina.
La vista desde la azotea era asombrosa, y la ciudad estaba
envolviéndose lentamente en la tormenta. El cielo había cambiado de color
misma. Una parte de su atractivo era que pertenecía a Patrick. Podía oler su
colonia de maderas en las fibras de la bata, y se imaginaba el grueso y cálido
tejido acariciando su piel desnuda como acariciaba ahora la de ella.
Su imaginación no era lo bastante buena para imaginarse como se
sentiría si estuviera tan cerca de él, pero era condenadamente bueno intentarlo.
Natalie pensó en los momentos en los que había estado tan cerca de él antes,
pensando en la presión caliente de sus labios sobre los de ella antes de que
ambos lo hubieran pensado mejor, y se estremeció.
— Parece como si quisieras quedarte esa bata, — observó Patrick
desde detrás de ella.
El hombre se movía como un gato. Ella apenas pudo evitar gritar de la
sorpresa, y se giró para verlo mirándola desde el centro de la habitación, su
chaqueta colgada sobre el respaldo del sofá en la zona de asientos hundidos, y
sorpresa al ver que Patrick estaba mucho más cerca que antes y había algo
cargando el aire entre ellos. De repente, su respiración se quedó atascada en
su pecho y no pudo evitar echarse un paso hacia atrás, incluso sabiendo que la
única cosa que había tras ella era la ventana. No había ningún sitio al que ir y
a una parte de ella le gustaba que fuera así.
— Creo que subestimas lo que ve un hombre cuando ve a una mujer con
sus propias ropas, — dijo Patrick suavemente y el zumbido de su voz la hizo
estremecer. Natalie se envolvió con sus propios brazos y le miró,
extrañamente indefensa.
— ¿Cómo yo? — preguntó ella entre sus lacios secos.
— Oh, sí. Verás, cuando un hombre ve a una mujer hermosa vestida con
sus ropas, su cerebro inmediatamente salta a un momento en el que hacen el
del infierno.
– Que capa más impresionante, — dijo Natalie, ruborizándose cuando
su voz salió como un chirrido.
— Estaba pensando más en el momento cuando llegaban a su casa.
ningún momento él apartó los ojos de ella y a ella se le ocurrió que podía
ahogarse en ese azul.
—Eres una recompensa tan hermosa, pequeña, — dijo suavemente. —
Tú ni siquiera sabes lo encantadora que eres.
Él soltó el cinturón de sus caderas y, suavemente, le retiró los brazos
para que quedaran colgando a sus lados. Su bata era ridículamente larga para
ella y ahora que estaba abierta justo por el centro, revelaba la curva de sus
pechos, la redondez de su vientre y, más abajo, la unión secreta.
Irlanda más de cien años atrás, pero ahora ella se preguntaba si se habían
molestado en mirar en las ciudades, en los hombres que llevaban ese espíritu
salvaje dentro de ellos.
— Pequeña, debes decirme que no ahora si deseas que esto no siga
adelante, — dijo él, con voz profunda y aterciopelada. — Verte es… bueno, si
vamos más allá no estoy segura de que seas capaz de pararme.
Ella tragó fuerte, asintiendo.
Pensaba que él se había movido rápido antes, pero eso no era nada
comparado con lo rápido que era ahora. La tenía en sus brazos, levantada y
aplastando sus labios contra los suyos. Pensó que había conocido la pasión
cuando se besaron anteriormente, pero esto era algo excepcional, algo que
parecía agarrarla muy abajo en el vientre. Abrió un pozo de calor dentro de
estaba bajando para hacerse con sus pechos, apretándolos suavemente antes de
usar las sensibles puntas de sus dedos para moldear sus oscuros pezones. En
cuestión de minutos, estaban suplicando más y él se levantó apoyándose en una
mano para examinar su trabajo.
— Es hermoso, — dijo y Natalie se sonrojó. Él vio el color en sus
mejillas y se rio entre dientes. — ¿Cuál es el problema, pequeña?
Definitivamente, un hombre que solo echa un polvo en el suelo en jueves
alternos no va a hacer que una chica de mundo se sonroje de esa manera.
— La gente… los hombres… normalmente no miran tanto tiempo, —
dientes.
— Pero ya sabes que me gusta enseñar lo que tengo, y esa sería la
trampa, ¿no?
Él adaptó la acción a las palabras y enterró la base de su palma contra
ella. Su movimiento abrió levemente sus labios inferiores, y ahora ambos
podían oler el cálido perfume de su cuerpo, el almizcle de una mujer excitada
elevándose desde ella. En otro mundo, en otra vida, habría estado
avergonzada, pero ahora, todo lo que podía hacer era reaccionar al toque
magistral de Patrick.
— Oh, quizá hay una parte de mí que quiere que el mundo mire, —
ronroneó. — Quizá quiera que todos vean lo hambrienta que estás de mí, lo
adorable que eres.
Él todavía estaba hablando, pero la habilidad de Natalie para entender
lo que decía estaba decayendo por segundos. Deslizó sus dedos a lo largo de
su húmeda hendidura, sólo separándolos suavemente al principio antes de
aventurar un arrastre lento a lo largo de su clítoris. Haciendo un ligero
zumbido de aprobación, hundió los dedos en su abertura inferior y arrastró
hacia arriba parte de su melosa dulzura para humedecer ese pequeño nudo de
carne, haciéndola gemir con necesidad.
— Eres una chica preciosa, — susurró él. — Es espléndido…
Creía que él entraría en ella ahora. Estaba retorciéndose contra sus
finalmente dentro de ella y como de cerca habían llegado a estar sus cuerpos.
— ¿Natalie?
Ella le miró a su preocupada cara y se sorprendió por la amabilidad de
su caricia cuando acunó su mejilla con una mano.
al menos con el placer del cuerpo, y ella puso el pie encima con firmeza
firmemente.
Él todavía es mi jefe, se recordó a sí misma y sabía que cualquier cosa
que pasara de ahora en adelante, nopodría durar. Sin embargo, iba a
disfrutarlo tanto como pudiera, después de todo, ¿no había venido a Irlanda
para eso? ¿A adquirir montones de experiencias sin importar lo fugaces que
fueran?
— Entonces, ¿qué se hace por aquí habitualmente? — preguntó ella,
manteniendo un tono de voz ligero. — ¿Me ducho y me escapo por la puerta de
atrás?
Patrick se levantó de encima de su cuerpo, apoyándose en un codo.
— ¿Qué diablos estás diciendo, mujer? — gruñó. — ¿Qué te crees, que
creo que eres una prostituta o algo así?
próximamente.
Ella se estremeció y decidió que dejaría que el mañana se preocupara
por el mañana. Ahora mismo, Patrick Adair la estaba besando de nuevo y no
tenía ninguna intención de dejar que nada se interpusiera en su camino.
***
Él la había dejado exhausta en algún momento alrededor de las dos de
la mañana. Al menos, eran alrededor de las dos cuando sus besos se habían
vuelto somnolientos, después más lentos y después se interrumpieron por
completo. El pequeño dormitorio adjunto a su oficina se sumió en el silencio.
Al final lo habían hecho en la cama y cuando Patrick se dio cuenta de que
Natalie se había quedado dormida, suspiró y la acercó más a él.
Ella encajó bajo su brazo como si estuviera moldeada para ello y solo
mirarla con la luz que venía de arriba le hizo sonreír.
Natalie Rook era una mujer a la que él no podía pasar por alto. Si
estaba en una habitación, sus ojos iban hacia ella inmediatamente. Cuando
hablaba, un escalofrío de reconocimiento le subía por la espalda y cuando le
tocaba, dejaba fuego a su paso.
Dios no permita que conozca su poder sobre los hombres, sobre él.
Patrick se estremeció. Con esa curva en los labios y ese brillo en sus ojos,
más negros que la noche, podía suponer un desastre y la ruina, todo en uno.
Y no podía saciarse de ella.
Distraídamente, Patrick le besó la frente con dulzura, y ella sonrió en
sueños. Había algo que los unía, y él lo sabía. Se llamaban el uno al otro. Los
antiguos podían haberlo llamado hado o destino. La iglesia lo habría llamado
pecado.
Todo lo que sabía era que Natalie era completamente irresistible, y
ahora que le había puesto las manos encima, no quería parar. No habría sido
capaz de parar.
— Dios del cielo, ¿qué rayos nos va a pasar a nosotros dos? —
murmuró y, si la mujer dormida a su lado tenía alguna idea, se la estaba
guardando para sí misma.
Capitulo Diez
Natalie se despertó sin tener ni idea de donde estaba. Todo lo que sabía
era que la brillante luz del sol se derramaba a su alrededor desde arriba, que
las sábanas eran de un blanco puro y mejores que cualquiera en las que
hubiera dormido nunca y que oía el sonido de alguien cantando en el cuarto de
baño.
pánico para escucharle. Su voz sonaba entonada y ligera, más de baritono que
de bajo y, por un momento, Natalie se sintió hechizada. Cantaba sobre un árbol
que habían cortado dejando a todos los pájaros sin hogar y ella podia oir que
el acento en su voz era un poco más marcado cuando cantaba.
Se sacudió.
No puedo quedarme aquí, pensó. Trató de recordar dónde estaban sus
ropas y, con una sensación de ahogo, se dió cuenta de que se las habían
llevado a algún cuarto acondicionado como lavandería para que se secaran
su bata, con el cinturón flojo. Ella pudo ver que estaba recién salido de la
ducha y recién afeitado.
—Se te ve bien, — dijo ella, torpemente. — Es sábado, ¿todavía vas a
trabajar?
—Podría, — dijo el, despacio. — Siempre hay algo de lo que ocuparse.
Sin embargo…He pensado que a lo mejor podría ser bueno para ti ver algo
más de Dublín. Al menos, sacarte de los callejones y enseñarte algunos sitios
más agradables para que te secuestren.
Ella parpadeó.
—¿Has bromeado?
—Soy conocido por hacerlo de vez en cuando, — dijo él, con una cara
de seriedad absolutamente perfecta y ella le sonrió, incapaz de evitarlo.
Por un momentó, ella apretó los muslos por la sorpresa, Después, mientras él
la acariciaba con más firmeza, besándola a un lado del cuello, suspiró y dejó
que se abrieran para él.
— ¿Puedes? — preguntó ella, con la voz convertida en poco más que un
suspiro de necesidad, y él se rio.
— Puedo. Y te animo a que intentes resistirte si lo deseas, — dijo él,
con humor tras sus palabras. —De hecho, tengo que decir que me he dado
cuenta que me gustas cuando peleas. Sin embargo, quiero mi respuesta y la
conseguiré.
Ella pensó en discutir, al menos para saber hasta dónde podia llegar,
pero después él deslizó la mano a lo largo de su hendidura, haciéndola gemir
con una suave caricia en el clítoris.
evitar que te haga el amor ahora mismo. Además, no hay nada que decir que no
podamos retomar en algún momento del futuro.
Pero la comida y la conversación están muy bien, —suspiró Natalie.
Ella debería haberse imaginado que había algo en marcha cuando
Patrick le lanzó unas barritas de cereales. Le miró confundida, y él le hizo un
guiño.
— Solo para que aguantes. Hay un sitio al que me encantaría llevarte,
pero es un poco complicado llegar. Mientras tanto, las barritas nos mantendrán
bastante bien. Te prometo que merecerá la pena.
carta tan larga como mi brazo. Estoy seguro de que vas a disfrutarlo, así que,
¿por qué no?
Ella salió del coche, mirando fijamente al avión y luego a él y al avión.
Dios, ¿qué tipo de compañía inmobiliaria tienes que te puedes permitir
tu propio avión?
Él la miró sorprendido.
— ¿Todavía no lo sabes?
Ella se encogió de hombros, a la defensiva.
— No me lo dijiste al principio y no tenías mucho aspecto de asesino en
serie, así que supongo que realmente nunca te busqué. Perdóname por no
querer vivir mi vida en la red.
Patrick se rió, moviendo la cabeza. La cogió en un feroz abrazo que fue
completamente natural y después, la apartó mirándola con una cierta diversion.
vivido. Había una suave alfombra de color beige que parecía tener un grosor
de más de dos centimetros, cuatro asientos situados de cara a una pequeña
mesa, había un bar al otro lado y un dormitorio hacia el fondo. Todo era
incríblemente lujoso, demasiado para que le perteneciera a un solo hombre,
¿no?
Natalie se sentía como si en cualquier momento le fueran a decir que se
fuera, pero puesto que nadie se lo había pedido todavía, se sentó con cuidado
en uno de los inmensos y cómodos asientos y sacó su teléfono. Lentamente,
tecleó "Patrick Adair" y esperó a ver qué le mostraban los resultados.
Natalie no estaba totalmente sorprendida de ver que él era el primer
resultado en aparecer. Después de todo, era un hombre de negocios y sabía
que Adair tenía tratos en todo el mundo. En el tiempo que había estado
trabajando con ellos, había podido ver lo lejos que llegaba la empresa.
pensar que era un error. Se desplazó por los distintos enlaces, quedándose
cada vez más y más paralizada y sorprendida y cuando encontró un artículo
biográfico decente, se lo leyó entero, de principio a fin.
Justo estaba acabando el artículo cuando Patrick entró en el avión,
desagradables sobre la gente cuando saben que tuenes dunero. Y te dije que lo
descifraras. Estoy sinceramente sorprendido de que no lo hayas hecho.
— Siempre he tenido la intención de hacerlo, — confesó Natalie. —
Quiero decir, sonreías tanto cuando me dijiste que lo averiguara, que supongo
que asumí que había algún tipo de broma de por medio, no que fueras rico. Y
entonces empecé a trabajar en la empresa y parecías tan normal. No estabas
vagando por allí haciendo lo que yo pensaba que hacen los multimillonarios,
solo trabajabas. Un montón. Sin hacer descansos.
— Seamos justos, es necesario si quieres mantenerte en lo más alto, —
dijo él con una carcajada. — Hice la mayor parte de mi dinero por mí mismo.
Tal y como van estas cosas, todavía consideran que es dinero nuevo. Mi padre
lo hizo bien por nosotros, pero he multiplicado varias veces la fortuna que él
me dejó.
me había contado que estaba sano y trabajándose las mesas de Black Jack en
Montecarlo solo cuarenta minutos antes.
Patrick era totalmente optimista, pero Natalie no pudo evitar encogerse.
Sus problemas eran totalmente ajenos a ella, pero podía imaginarlo: hablar
con la gente y luego ver que cambiaban su forma de actuar tan pronto como se
daban cuenta de que tienes dinero.
— Lo siento, eso parece difícil.
— En realidad, no, — dijo él. — La gente siempre quiere algo para sí
misma. Lo único que cambia es cuánto piensan que van a conseguir.
—Eso parece una forma muy solitaria de ver la vida.
— Para ser absolutamente sinceros, la soledad es una cosa a la que
estoy bastante acostumbrado.
— ¿Por eso es por lo que me estás llevando a comer a Glasgow?
repente de que nunca había visto nada tan azul. Se sintió como si hubiera algún
tipo de intercambio entre ellos, algo puro y perfecto. Había tomado algo de él
en ese momento, le había ofrecido algo de si misma, y podrían haber vivido
así para siempre.
Por otro lado, no estaba segura de que quisiera que las cosas fueran tan serias.
Patrick se encogió de hombros, como si sintiera su inquietud.
— Y, para ser sinceros, hay una propiedad a unas pocas horas al norte
de Glasgow que he estado queriendo visitar durante bastante tiempo.
El almuerzo resultó ser una deliciosa comida en lo que una vez fue una
bodega. Patrick condujo a Natalie confiadamente por un tramo de escaleras
hacia abajo hacia un restaurante subterráneo donde todos los comensales
Los platos que salían eran pequeños y aunque muchos de ellos solo
contenían unos pocos bocados de comida, todo lo que pasaba por sus labios
era delicioso. Todo se mezclaba en una deliciosa comida que la dejó
satisfactoriamente llena, y miró a Patrick con una sonrisa.
—Tengo que admitirlo, realmente sabes como hacer que una chica se
sienta especial, — dijo ella. — Sinceramente, es una comida que nunca voy a
olvidar.
Él la sonrió y, para su sorpresa, su expresión era tímida.
—Me alegra de que te guste, — dijo él y Natalie se estiró para tomarle
la mano. Se le ocurrió que era la primera vez que le había tocado en público.
Se sentía como si hubiera hecho un gesto para reclamarle y, después de un
momento, él le apretó fuerte la mano también.
—Muchas, muchas gracias, — dijo y Natalie pensó en lo que había
dicho sobre la soledad. No creía que nadie lo entendiera, en realidad no.
Después de comer, la condujo hasta la acera. Habían ido en una
limusina desde el aeródromo hasta el restaurante, otra nueva experiencia parar
Natalie, pero ahora había un coche elegante y potente esperándoles en el
restaurante. Patrick le cogió las llaves al hombre del coche y abrió la puerta
del copiloto para Natalie.
— Sabes que estoy alucinando con todo eso, ¿verdad? — preguntó ella,
bromeando solo a medias mientras se subía al coche. — La gente de verdad no
vive así: la gente no tiene aviones, o vuela a otro país solo para comer, o les
llevan coches mientras comen.
Patrick se encogió de hombros mientras se adentraba en el tráfico.
— Todas esas cosas las hago, — dijo suavemente. — No las hago más a
menudo porque estoy muy ocupado, pero siempre es bueno alejarse de todo
por un momento.
Natalie hizo un ligero gesto de dolor.
— Supongo que estoy siendo un poco provinciana, lo siento. Debe ser
irritante.
Patrick lanzó una aguda carcajada, un sonido que tenía muy poco humor.
— No te preocupes, Ni siquiera has empezado a acercarte a como se
portan las malas personas cuando descubren cuánto valgo.
— Oh, yo he sabido cuánto vales desde que te conocí, — dijo ella de
forma ausente y él la miró sorprendido.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Umm, bueno, te metiste en una pelea dispuesto a ocuparte de dos
gamberros porque una chica a la que ni siquiera conocías se había metido en
compro algún tentempié y puede que algo de cena? Eso suena justo, ¿no te
parece?
Él le lanzó una mirada sorprendida.
— ¿Qué tienes en mente?
— Oh, no lo sé. Algo bueno por el camino, ¿quizá? Veremos que
encontramos.
***
— ¿Así que vamos a comer en el campo? —dijo Patrick especulando, y
Natalie sacudió su teléfono delante de él.
Apenas podría decir por la cara de Patrick lo que pensaba de ello, así
que, sacando todas las dudas de su mente, recorrió el camino al pequeño
puesto de natillas que, sí, estaba en mitad del campo. Leyó detenidamente el
menú, pero al final compró unas natillas de vainilla y chocolate. Después de
ella el chocolate.
— No bromeabas al decir que querías pagar, ¿verdad? — preguntó él.
— No, dije que lo haría. ¿Por qué no lo iba a hacer?
Él se encogió de hombros.
— Porque gano más dinero en una hora que lo que tú podrías ganar en
una semana, — dijo él. Natalie casi se puso bizca pensando en lo que querría
decir, pero sacudió la cabeza.
— Como ya he dicho, tú pagaste el almuerzo. No voy a ser una gorrona.
No podría permitirme pagar tantas comidas deliciosas para nosotros como tú,
pero maldita sea si espero que lo pagues tú todo.
Él la dejo terminar su cucharada de natillas de chocolate antes de poner
su mano en la parte de atrás de su cuello y acercarla para besarla
un camion.
Durante un instante, Patrick solo la miró fijmente, después estalló en
carcajadas. Ella sabía que tenía diez años más que ella, pero cuando se reía de
esa forma, sonaba mucho más joven, más despreocupado. Ella se estitó para
acariciarle suavemente el hombre, pero entonces él le tomo la mano,
besándole la palma con una suavidad que la hizo estremecer.
— No, pequeña, no necesitas pagar por los besos. Esos te los doy
gratis, te lo prometo.
Natalie se rio.
— Bueno, eso está genial. No sé si lo sabes, pero a la gente que no tiene
aviones privados y lugares de retiro en las tierras altas de Escocia realmente
les gusta llegar a acuerdos.
***
Mientras avanzaban por las sinuosas carreteras escocesas, Natalie se
dio cuenta de que se le cerraban los ojos,
— No quiero quedarme dormida, — se quejó. — Es la primera vez que
estoy en Escocia, quiero verlo todo.
— Créeme cuando te digo que he visto gran parte de Escocia y a no ser
que vayamos a través de los parques nacionales, todo se parece mucho a esto.
Cierra los ojos, duerme un poco. Te prometo que no vas a perderte mucho.
Podría haber protestado, pero la mano de Patrick la alcanzó,
haber sugerido que el paisaje era siniestro, pero a sus ojos había algo
desesperadamente bello en él, en la soledad. Le hacía pensar un poco en
Patrick y le miró fijamente.
— Estamos solo a veinte minuros de la propiedad de la que te hablé, —
dijo él, con una suave sonrisa. Esta tierra pertenece a esa casa. Estamos muy
cerca del Parque Nacional de Cairgorms.
—Cairgorms...— Natalie paladeó las estrañas palabras
cuidadosamente, sintiendo lo extrañas que se le hacían. — Todo es precioso.
— Siempre me ha gustado mucho — dijo Patrick, con la voz
extrañamente tranquila. — Cuando era un poco más joven, este era un lugar al
que venía cuando quería escapar de todo. En aquel momento, era un poco más
primitivo, un poco más salvaje. Cuando quería relajarme, enviaba algo de
material y trabajaba en hacer el lugar un poco más habitable. Supongo que he
hecho algunos progresos.
Natalie sospechaba que Patrick era un hombre con un gran don para los
sobreentendidos. Cuando llegaron a la propiedad de la que él había hablado
con tanto cariño, supo que era cierto.
lugar en el que vivían los guardas que vigilaban el castillo. En tiempos de paz,
podia ser un simple hogar familiar, pero en tiempos de disturbios o conflictos,
también podia servir de alojamiento a un grupo de soldados. La casa del
guarda estaba construida solidamente, con piedra y madera y aunque había
elegantes rejas de hierro en las ventanas, las propias ventanas estaban hechas
de un elegante cristal con parteluz.
Más allá de la casa del guarda, mientras oscurecía, Natalie pudo ver las
ruinas del castillo que había mencionado Patrick.
— Un poco espeluznante, — confesó ella. — ¿Crees que está
encantado?
Patrick se puso detrás de ella, envolviéndola con sus brazos. Pensó que
a lo mejor le tomaba el pelo por su pregunta, pero en lugar de eso descansó la
barbilla sobre su cabeza.
— Es muy probable, — dijo él, con una ligero indicio de humor en su
voz. — Aunque si quieres fantasmas, te diría que deberíamos habernos
quedado en Irlanda. Irlanda está más encantada, ya sabes; hay un fantasma o un
duende a la vuelta de cada esquina.
escaleras.
Hasta que llegó a la planta baja no se dio cuenta de que Patrick la estaba
mirando con una expresión ligeramente precavida en la cara.
— ¿Cuál es el problema? — preguntó ella, alarmada. — ¿He tocado
algo que se suponía que no debía tocar?
Él sonrió un poco, sacudiendo la cabeza, pero todavía había una especie
de muro levantado entre ellos.
— ¿Te gusta? — preguntó él. — ¿Crees que es demasiado sencillo para
un multimillonario?
Natalie inclinó la cabeza hacia un lado, mirándole con curiosidad.
— Bueno, puesto que no soy multimillonaria, no sabría decirte, — dijo
ella, prácticamente. — Pero sí, quizá es un poco sencillo. — Ella no supo qué
era lo que Patrick iba a decir a continuación, porque giró sobre sus talones. —
Sin embargo, creo que tengo justo lo necesario para mejorarlo.
Desconcertado, él la siguió de vuelta al exterior. Era el umbral de la
primavera, cuando todavía el aire está muy frío, pero ya había un montón de
resistentes flores silvestres floreciendo. Ella había visto algunas doradas muy
hermosas en unas zanjas cercanas y mientras recorría la tierra boscosa que
llegaba hasta la casa del guarda, vió un montón de matorrales de flores de un
morado grisáceo que desprendían color por sus desafiantes puntas.
— Aquí, eéchame una mano.
Ella cortó los tallos de las flores con su práctico cuchillo de bolsillo,
pasándole montones a un sorprendido Patrick. Natalie no cogió muchas flores
de cada arbusto, pero en poco tiempo, Patrick estaba sujetando una brazada de
flores que ella creía que le darían un brillo agradable a la casa.
— Oh, bien, alguien ha dejado un lote completo de tarros en el armario.
— Realmente no tengo ni idea de donde han salido, —dijo Patrick,
sorprendido, y Natalie sonrió.
— Entonces diré que es un regalo de la casa para nosotros. Esta es una
luz del día, pero había mucho que ver en el bosque. — O sea, supongo que
podría ver si el ciervo que hemos visto está interesado en vendernos unos
kebabs o algo así.
Patrick se encogió de hombros.
— Eso no me preocupa, — dijo él, almacenando madera para el fuego.
— Hay comida en la nevera. Esta mañana mandé aviso a las personas que
cuidan la casa para que se aseguraran de que el lugar estaba bien provisto.
Parpadeando de la sorpresa, Natalie fue hasta la nevera.
una gasolinera. Esto es diferente. Confia en mi. Haré que nos alimentemos. Tú
solo enciende el fuego.
Patrick le lanzó otra mirada suspicaz, pero ella ya esstaba sacando
ingredienes de la nevera. No podia dejar de estar contenta por todas las cosas
que tenía para trabajar. En el pasado, había conseguido preparar comidas con
mucho menos y, ciertamente, con esto iba a ser capaz de alimentarlos muy
bien.
Decidió que “sencillo pero sabroso” encajaría en las circunstancias de
su viaje, y al final del día, la mayor parte de las cosas están deliciosas
aliñadas con aceite de oliva y hierbas y después asadas. Sacó medio pollo del
congelador y encontró un surtido de tubérculos: zanahorias, remolachas y
patatas. Mezcló los vegetales con aceite de oliva y varias cucharadas de
hierbas italianas de un pequeño tarro y puso el pollo encima después de
encontrar tu hogar, — dijo ella. — Supongo que una de las cosas que he
conseguido yendo por mi cuenta es que, cuando quiera que lo encuentre, seré
capaz de cocinar y cuidar de las cosas bastante bien. Mi madre trabajaba un
montón cuando yo estaba creciendo, así que si quería buena comida tenía que
hacérmela yo. Éramos demasiado pobres, incluso para los platos preparados y
esas cosas, así que aprendí a cocinar cualquier cosa que nos dieran en los
bancos de alimentos.
Patrick se sentó cerca de ella y de manera natural y distraida, le cogió la
mano. Ella se estremeció un poco mientras él dibujaba patrones invisibles en
su palma y se recostó un poco contra él. El fuego estaba bajo en ese momento,
pero estaba calentando bien la casa. El calor que desprendía Patrick era
insuperable, sin embargo, y se acurrucó más cerca.
—Mi madre no cocinaba, — dijo pensativamente Patrick. — Era de una
familia acomodada que incluso tuvieron un título, hace tiempo. Su familia no
sabía muy bien como encajar con mi padre, que había construido él mismo
gran parte de su fortuna. Sin embargo, él fue capaz de cuidarla bien y creo que
fueron felices.
— Realmente espero que eso no quiera decir que esperas que las
mujeres cocinen para ti.
— No, no me has entendido. No espero que nadie que esté conmigo
cocine. Cocinar se hace en los restaurantes. Lo que has hecho es agradable.
— Bueno, esperemos a ver qué pasa cuando salga del horno, — dijo
ella, y Patrick se rio.
Ella controló bien el tiempo y su comida salió del horno tierna y
deliciosa. Después, la ensalada de fruta tenía el punto justo de dulzor.
— Esa es una de las razones por las que vengo a este lugar, una de las
razones por las que quiero ponerlo bonito. Aquí puedo estar solo con mis
pensamientos.
Natalie pensó un momento sobre ello.
— Sin embargo ahora mismo no estás solo, — señaló ella. — Estoy
aqui contigo.
— Ah, pero estoy solo contigo y eso es una buena cosa también.
Sabía que él iba a inclinarse y besarla, y ella se inclinó hacia el beso
ansiosamente. Este era diferente de los que habían compartido antes. Este era
— Normalmente no.
— Bien.
Él deslizó las manos por sus costados y más abajo por su vientre antes
de deslizarlas por sus muslos. Por donde él la tocaba, dejaba rastos de fuego y
no paso mucho tiempo hasta que ella empezó a tragarse sus suaves gemidos.
— ¿Te hace sentir bien? — preguntó él, y ella se estremeció por la
sensación de sus labios tan cerca de su oreja. Su susurro envió una corriente
argentina a través de ella y se recostó contra él.
— Deberías saber que sí, —dijo Natalie y Patrick se rió un poco.
acaricie?
— Yo…¿yo quiero que me acaricies los pechos? — Le salió como una
pregunta, no porque estuviera insegura sino porque nunca había hablado de sus
deseos en voz alta de esta forma. — Pero, ummm, no toqueteándolos, más…
Ella podía haberle dejado tocar sus pechos durante horas, pero cuando
él se apretó de nuevo contra ella desde atrás, supo que quería más.
– ¿Sí, pequeña? ¿Qué más necesitas?
— Mis… ¿mis muslos?
en ese momento. Ella le habría dejado hacer todo lo que quisiera en ese
instante, y tal vez eso debería haberle creado una mayor preocupación, pero
confiaba en él y quería el placer que le había prometido.
Le pasó las manos desde la cintura hasta detrás de las rodillas. Fue una
caricia ligera al principio, que la hizo estremecer, pero después él empezó a
apretar, masajeando sus músculos con sus manos grandes y fuertes.
—Puedo sentir aquí lo fuerte que eres, — canturreó él. — Tanta presión,
tantos kilómetros que has andado.
apartarse, pero sus fuertes manos la mantuvieron justo donde él quería que
estuviera.
— ¡Oh Patrick, por favor!
Él se apartó lo justo para soltar una carcajada sin aliento.
giró los ojos, fuertemente cerrados, pero las sensaciones continuaban llegando
y pronto Natalie estaba gritando tan alto como nunca antes lo habia hecho.
Estaba sollozando de necesidad, necesitándole, pero entonces fue
cuando ella dio un paso más alládel borde del precipicio. Su orgasmo le pasó
por encima con una absoluta falta de misericordia. No importaba si él estaba
con ella o no. Todo lo que importaba era el alivio que fluyó por encima de
ella, haciéndola estallar en un espectáculo de fuegos artificiales antes de
dejarla volver atrás.
Sentía su cuerpo entero como si hubiera estado corriendo una larga y
después empezó a entrar en ella desde detrás. La sensación de ser estirada era
sorprendente. No había dolor después de la preparación que habían hecho y
ella jadeó con placer cuando él estuvo totalmente dentro de ella.
— ¿Puedes soportarlo? — preguntó él, con la voz gruesa. En ese
violencia, pero había algo en Natalie que lo ansiaba. Ella quería que él
estuviera tan fuera de control que no pudiera parar. Necesitaba que él la
llenara y le llevo un momento darse cuenta de que se lo estaba diciendo. Las
palabras que habían salido de sus labios eran sorpresndentes, seguramente no
podia ser ella la que le dijera que necesitaba más, que lo quería dentro de ella,
que le necesitaba.
Estaba jadeando a causa del palacer y de la intensidad de todo ello.
Podia sentir el calor profundamente en su interior, como si se abrasara. No iba
a alcanzar su propio climax de nuevo, pero eso era bastante menos importante
que lo que estaba sucediendo aquí, el fuego y el calor y el placer de estar con
este hombre. Se sentía como si estuviera atrapada en una tormenta. Natalie
agarró dos enormes puñados de la sábana por debajo de ella, afiánzandose
para que Patrick pudiera entrar en ella aún más plenamente. Sentía como si su
cuerpo estuviera siendo atravesado por electricidad, y sólo quería más.
Patrick había renunciado a las palabras. Ahora todo lo que podía oír era
un gemido torturado que sacudía su cuerpo y que la excitó de una forma que no
podia describir. Era sencillamente primitivo, sencillamente masculino. La
estaba reclamando. Sabía que le iba a dejar marcas en la cadera, pero no le
importaba.
Finalmente, empujó profundamente una última vez en su interior,
estremeciéndose como un semental al final de una carrera. Podía sentir como
cuando él estaba desnudo parecía incluso más alto y ella se sentía absurda y
maravillosamente protegida y segura.
— ¿Por qué me siento tan bien contigo? — se preguntó somnolienta, y él
hizo un sonido que se sentía como un ronrroneó bajo su oído.
— Porque encajamos, pequeña, — dijo él. — Porque, al menos cuando
se trata de esto, estamos hechos el uno para el otro.
Natalie supo que algo sobre esa afirmación debería haberle hecho saltar
alarmas en su cabeza, pero justo entonces, todo se sentía bien. En el cansancio
de después de hacer el amor, no había nada que quisiera, nada que pudiera
asustarla o molestarla. Por el momento, todo estaba bien.
Capítulo Trece
Natalie se sintió conmovida por este simple gento amable. Ningún otro
hombre con el que ella hubiera estado era la mitad de cortés. Miró
desconcertada como preparaba los cafés, oscuro con una gota de crema para
él, con crema y miel para ella.
excusa para volver a esta propiedad a pesar de todo el trabajo que he puesto
en ella. Quizá más tarde hoy, te aburriré con mis proyectos de reforma
favoritos, tanto los que hice por mi mismo como los que se completaron
decadas o, en algunos casos, siglos atrás.
Había algo reticente en la forma en la que hablaba. Ella podia decir que
la casa del guarda era importante para él, pero hablaba como si fuera algo que
no era posible que le interesara. Natalie podia no haber estado interesada en
la antigua arquitectura escocesa por si misma, pero si alguien que a ella le
gustaba mucho estaba interesado en ello, ella seguramente haría un esfuerzo.
haciendo en Escocia con una mujer que era, con mucho, demasiado joven para
él?
Patrick tenía que admitir que no era solo la edad. Había conocido
muchas mujeres que tenían veintitantos años, dormido con algunas de ellas y
podían ser tan cínicas y estar tan cansdas del mundo como las mujeres de su
mimsa edad. Algunas de ellas le hacían el juego por su dinero, otras
simplemente tenían curiosidad por saber si era tan bueno como decían los
rumores.
Al final del día, sin embargo, él nunca había visto nada especial en una
mujer a causa de su edad, y los hombres que afirmaban eso tendían a ser del
tipo que él consideraba desagradables o sospechosos.
Patrick estaba empezando a darse cuenta de que no importaba qué edad
tuviera Natalie. Podría tener cincuenta años, y todavía habría oportunidades
para que trepara muros de piedra, tratando de urgirle para que fuera tras ella.
Siempre miraría a su alredor con esa clase de maravilla y siempre brillaría
como un penique recién descubierto.
Y estaba enamorada de él.
Las palabras le habían golpeado con la fuerza de un martillo golpeando
una uña. Cuando ella se lo dijo, su corazón comenzó a latir más rápidamente,
como en reconocimiento. Y que ella lo hubiera hecho le había dado las
palabras para decir en voz alta lo que sabía desde hacía algún tiempo.
Había una razón para que su corazón se sintiera más ligero cuando la
veía. Había una razón por la que él escuchaba para oir sus pasos en el pasillo,
y por la que a veces, cuando no podia dormir, el mejor antídoto fuera bajar de
puntillas la escalera de la casa de Dublín hasta la biblioteca y acompasar su
las nuestras, pero creo que debieron sentir las mismas cosas. Debieron amar,
debieron luchar, debieron odiar. Las mismas cosas.
— Lee tus libros de historia, — dijo Patrick con brusquedad. — La vida
era desagradable, tosca y corta. Todo lo demás es un cuento de hadas.
Ella le sonrió, impertérrita ante su irascible respuesta.
— Me gusta pensar que hubo un poco de magia y un poco de amor para
ellos, incluso entonces. Después de todo, también eran humanos.
Empezó a levantarse de su asiento, pero algunas de las piedras debían
Las palabras eran la única cosa clara en su cabeza, pero entonces ella
cayó en sus brazos tan cuidadosmente como si lo hubieran ensayado. Le
temblaba todo el cuerpo, aferrada a él y, por un momento, se sintió como si
nunca fuera a dejarle ir.
Después, levantó la mirada hacia él, con la cara ligeramente pálida pero
los ojos negros brillantes.
—La gente es asombrosa. Tú eres asombroso, — susurró ella, y durante
un momento, las palabras que habían aparecido en su mente casi salen de su
boca. Había estado a punto de perderla, y en ese momento, todo lo que quería
hacer era decirle que la quería, que nunca debía hacer algo como eso de
nuevo.
En cambio, Patrick se inclinó y la besó, un beso hambriento que le llenó
de necesidad. La adrenalina estaba empezando a retirarse de su organismo y
en su retirada, dejaba una creciente necesidad por la mujer que estaba en sus
brazos.
— ¿Estás bien? — preguntó, y ella movió la cabeza para asentir. Aún
había algo de confusión puesto que él no la puso en el suelo, en cambio, se
comenzara del todo. Nunca había tenido mucho tiempo para estar ociosa y si
tenía que ser sincera consigo misma, siempre había pensado que se aburriría.
Ahora, aunque habían hablado de trabajo y Patrick había tenido algunas
reuniones por teléfono, estaba casi perfectamente ociosa, pero fascinada con
todo lo que se cruzaba en su camino.
Ella y Patrick pasaban el tiempo juntos, haciendo el amor, durmiendo,
vagando y haciendo cualquier otra cosa que se cruzara en su camino y
despertara su interés.
especie de paz que les acompañaba y una pequeña parte de ella se preguntaba
alejada de él.
En los momentos de tranquilidad, Natalie se preguntaba si debería irse,
cortar las cosas antes de que dieran más frutos. Pensaba en situaciones
hipotéticas en las que podría decirle que se iba, maneras en las que ella
pudiera hacerlo más fácil para ambos, pero su mente retrocedía. Llegaba como
mucho a imaginar la respuesta de él antes de tener que dejarlo.
Llegará demasiado pronto, en cualquier caso, pensaba. No hay
necesidad de acelerar las cosas, ¿verdad?
Incluso aunque ella sabía que esto iba a terminar, Patrick nunca parecía
pensar en ello. Hacía el amor con ella, comía la comida que ella cocinaba y la
llevaba al pequeño pueblo cercano cuando ella ansiaba algo diferente. Fue a
caminar por el lago helado que estaba cerca con ella, y un día, después de un
poco de persuasión, consiguió que él trepara a uno de los montones de piedras
de las ruinas con ella.
Natalie tuvo que sacar de su mente la idea de que este tiempo dorado
iba a terminar más de una vez, y lentamente, fue causando daño. Podía sentir
como iba quedándose extrañamente delgada y estirada, un poco más distraída
giro hacia él, su sonrisa menos sincera que antes, pero aún así bastante real.
— Eso suena genial, hagámoslo, — dijo y él sonrió.
***
Natalie había vivido una vez en Nueva York durante seis meses, y en
estarías ansiosa por volver a estar en medio de toda esta vida. Me pregunto si
la vida de campo te estaría agotando la paciencia.
— Bueno, definitivamente me siento como si pudiera coger algo de
comida en la calle mientras pueda, — dijo ella, — pero la mayor parte de mi
echa de menos la casa del guarda más de lo que pensé que lo haría. Aquí hay
un montón de ajetreo, pero había una clase de alegría que no estoy segura de
que vaya a encontrar en ningún otro lugar.
Cuando ella miró de nuevo a Patrick, había una expresión vagamente
maravillosos días más, ella no quería oírlo. Ella no sabía como pararle, y
después se volvió hacia él de forma tensa.
Entonces el coche dio una enorme sacudida cuando se estrelló y paró
bruscamente. A su alrededor, los coches estallaron en una cacofonía de
bocinazos y gritos furiosos, y Natalie sintió que se relajaba con alivio.
— ¿Qué demonios ha sido eso? — preguntó Patrick.
— Parece que alguien se ha dado un golpecillo con un camion de
comida unos cinco coches por delante, — dijo Natalie mirando por la
ventanilla. — Oh, genial, el camión de comida tiene comida de varios países
de esos bollos.
***
— Oh, eso fue un error, — gruñó Natalie, doblándose como una
pequeña pelota en la enorme cama del hotel. Patrick, vestido con un ajustado
estantería. El dependiente levantó una ceja ante ella, pero Natalie le ignoró a
causa de las prisas por volver a la habitación del hotel. Se sentía como si
tuviera la cara ardiendo, como si todo el mundo que podia verla pudiera saber
qué estaba haciendo. Su cerebro seguía congelado. Lo estaba haciendo todo
con el piloto automático.
Se hizo dos pruebas al mismo tiempo, y cuando lalínea apareció,
diciéndole que sus sospechas se confirmaban, se hizo otros dos. Fueron cuatro
pruebas las que le dijeron por qué se había estado sintiendo tan cansada y
extraña últimamente.
Oh, Dios mío. Estoy embarazada, pensó.
No estaba segura de cómo había empezado a caminar. Era consciente de
que estaba saliendo del hotel y hacia la acera, pero todo lo sentía como algo
distante. Era lo bastante consciente para seguir el ritmo del trádico y evitar
que los parachoques de los coches la golperan, pero poco más.
Su mente giraba a toda velocidad.
Un bebé.
Suyo y de Patrick.
Estaba creciendo un bebé dentro de ella, y se convertiría en madre. ¿Lo
sería? ¿Sería buena haciéndolo? ¿Sería la clase de madre que ella hubiera
deseado tener, o sería como las madres de algunos de sus amigos, amargas,
gritonas y crueles? Su propia madre lo había hecho lo mejor que había podido,
estaba lleno de gente que quería disfrutar del aire libre. Encontró un camino
sin pensarlo demasiado y empezó a caminar. La mayoría de los caminos eran
trayectorias circulares y su mente seguía los patrones que sus pies dibujaban.
Pensó en el bebé, pensó en Patrick, y a cada momento que pasaba, se sentía
más alterada y confundida. Lo único que podía hacer era poner un pie delante
del otro, avanzando con una especie de obstinada determinación.
¿Qué demonios iba a hacer?
***
Para Patrick, la primera pista de que algo iba mal llegó cuando no pudo
localizar a Natalie en su teléfono móvil. Le dejó un mensaje de voz,
asumiendo que estaba en la ducha. Entonces volvió a una habitación de hotel
vacía, pero no era como si él le hubiera dicho que se quedara allí; podia
vagabundear si le apetecía.
***
El sol se estaba poniendo y la temperatura bajaba rápidamente. Natalie
tenía los pies doloridos y cruzaba los brazos alrededor de su cuerpo para
mantener el calor. De manera distante, deseó haberse abrigado más, pero era
casi fortuito. Su mente zumbaba tan fuerte con la información que tenía que
apenas podia pensar correctamente. Todo lo que podia hacer era continuar
caminando.
Las luces del parque se estaban encendiendo y sabía que podia ser
peligroso quedarse depsués del anochecer, pero se sentía atrapada, atascada.
— Muévete.
Capítulo Quince
nunca has estado. El agente de policía me dijo por teléfono que te habían
encontrado en una zona en la que había habido dos atracos el año pasado,
Natalie.
— No lo sabia, — contestó ella calurosamente, pero él hizo un
movimiento para cortarla con la mano.
***
Dos días después, Patrick se sentó frente a ella con su oferta, si uno
podia llamarla así. En su estudio, él le pasó un trozo de papel con un número
tan alto que ella tuvo que parpadear.
—Esto es lo que recibirás por tu tiempo, — dijo él, distante. — Por
gestar al bebé y pasar su primer año criándole, sea niño o niña. Durante el
tiempo que estes embarazada o amamantando, recibirás una pequeña cantidad
de dinero, digamos, cinco mil al mes, y al final, recibirás el saldo.
Mejor una vida nómada que una vida pasada en un único lugar, haciendo
las mismas cosas y sin pensar en nada más allá.
Hizo una pausa mordiéndose el labio, pero luego se encogió de
hombros.
Te quiero, y no quiero darle a nuestro hijo una vida como esa.
Entonces se fue.
***
En el aeropuerto, Natalie solo llevaba las ropas con las que llegó al
pais, su teléfono y su pasaporte. Tenía un billete de vuelta a Estados Unidos,
— ¿No?
— No. Te quiero. Te quiero a ti, y quiero casarme cotigo y que seas el
padre de nuestro futuro hijo, pero no me quedaré. Ven conmigo, en cambio.
Vamos. Ahora mismo. Te daré mi corazón, pero mi espiríritu creo que tendrás
que ganártelo.
La cara de Patrick cambió desde la confusion y el sufrimiento hasta la
comprensión. Miró el nombre del destino escrito sobre la la puerta de
embarque como si lo viera por por primera vez, y rió.
— De acuerdo entonces, pequeña, — dijo, con el amor impregnando
cada palabra. — Será San Diego. Nunca he estado, así que debería ser
interesante.
— Yo tampoco he estado nunca, pero estoy segura de que será
maravilloso, — dijo ella, y supo que no estaba hablando de la ciudad.
Epílogo
misma.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó ella, y él sonrió.
— Bien. Todo este sol podría estar llegándome, aunque podría estar
echando un poco de menos a la triste Dublín, pero no tengo ningún deseo real
de regresar todavía.
— Bueno, quizá deberíamos, — dijo Natalie, y Patrick levantó una ceja.
— Deberíamos?
— Bueno, Tabitha nació en Dublín. Sería bonito que su hermano o
hermana naciera allí también.
FIN
heredado de una de una prima. Todas las pertenencias de Lily provenían de sus
numerosos primos Pasternak. Su madre llevaba diez años muerta, pero su
familia seguía intentando cuidar de Lily lo mejor que podía. A su padre no le
gustaba la caridad, pero los objetos de segunda mano no entraban en esa
categoría. Para él, no eran más que deshechos de otras personas puestos a
buen recaudo.
El vestido no le sentaba muy bien, ya que Lily era más alta que Katerina
Pasternak, pero al menos estaba limpio. Bajó las escaleras con los pies
descalzos y entró en la cocina. Apretando los puños, intentó reunir el valor
para defender su caso. No quería salir del hogar familiar para convertirse en
esclava de un extraño. Puede que su padre no fuera una persona agradable,
pero aquel era el único hogar que conocía.
-¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó su padre en tono duro.
Lily sintió lágrimas en los ojos y se preguntó por qué. Había dejado de
llorar hacía tiempo. No servía de nada. De hecho, sospechaba que su padre
disfrutaba cuando le suplicaba que no la golpeara.
-Papá, por favor.
-¡Deja de llamarme papá!- rugió. -No soy tu padre.
Lily abrió la boca para hablar, pero la cerró de nuevo.
El hombre rubio parecía vagamente interesado. -Entonces, ¿de quién es
hija?
-Su madre estaba embarazada cuando nos casamos. El padre fue
Otro hombre salió de entre las sombras. Lily pensó que veía doble.
Aquel hombre se encaró con su padre. –Ya basta.- dijo.
***
Nicolai observó la escena que se desarrollaba delante de él. Ivan le
del zar en vez del vástago olvidado de un mafioso muerto. Nicolai la siguió,
esbozando una sonrisa. Vladimir estaba detrás de él. Nicolai casi podía sentir
la fascinación de su hermano. Aquello no era un buen augurio para las
perspectivas de futuro de Lily.
das prisa te voy a dar un azote en el trasero. Tengo cosas que hacer.
Ella lo miró, claramente sorprendida. Pero se metió en el coche sin
pronunciar otra palabra. Nicolai suspiró y se tomó un momento para recobrar
el aliento y formular un plan antes de meterse en el asiento delantero del
de cabello color miel que reposaban sobre la curva de los pechos de Lily. Sus
enormes ojos azules parecían apagados, pero lúcidos e inteligentes. Incluso
Nicolai pensaba que estaba para comérsela. Alejar a Lily de Vladimir
acababa de convertirse en la tarea más importante de Nicolai. Una vez fuera
de su vista, la olvidaría, y ella podría vivir su vida sin preocuparse de sus
siniestras intenciones.
Capítulo Dos
suerte.
-La quiero para mí- dijo Vladimir con rotundidad. -Ya está. Lo he dicho.
¿Es lo que querías oír?
-Me lo imaginaba.- Nicolai tenía que ir con cuidado. -Sólo estoy
diciendo que si no haces los trámites necesarios, habrá consecuencias.
Recuerda lo que sucedió la última vez.
-¡Siempre estás con lo mismo!- gruñó Vladimir.
Nicolai observó a su hermano. Eran gemelos. Lo que otorgaba una
percepción única del comportamiento y emociones de Vladimir, pero también
padre.
Unos minutos más tarde aparcaban delante de una casa palaciega.
Ambos hermanos salieron del coche. Nicolai ayudó a Lily a bajarse del
asiento trasero. Le dedicó una cálida sonrisa, queriendo tranquilizarla.
-¿Qué está pasando?- preguntó ella en voz baja.
-No estoy seguro- le dijo, con honestidad - pero haré todo lo que pueda
para protegerte.
-¿Por qué ibas a hacerlo?- Lily ladeó la cabeza.
Él suspiró. -Porque alguien lo tiene que hacer, Lily.
***
Lily tenía miedo. Aquellos hermanos eran como un polvorín a punto de
estallar. Por lo visto, el loco quería quedársela, y el amable, evitarlo. ¿Qué se
suponía que debía hacer?
Los siguió hasta los escalones de una enorme mansión. Había hombres
por todas partes. Remoloneaban en el porche, sin preocuparse de que sus
armas asomaran visiblemente por las fundas de sus costados. Una vez dentro,
vio más hombres en la cocina y otros cuantos en el pasillo.
suceder.
-De acuerdo.- Lily tragó saliva.
Se encaramó en el borde del banco e intentó aparentar entereza. Estaba
cansada de que los demás dirigieran su destino. Sólo quería estar en un lugar
seguro donde pudiese dormir sin tener que mantener un ojo abierto. Un sitio
con comida y abrigo, y quizás alguien con quien hablar. La gente daba esas
cosas por sentado. Pero Lily no.
Se oyó un estrépito en la cocina seguido de unas risas masculinas. Quiso
asomar la cabeza por la esquina, pero se conformó con escuchar.
-¡Lo has roto!- gritó alguien. -Unas cuantas más y acabarás trabajando
en uno de los prostíbulos para pagar tus deudas.
Otro hombre soltó una carcajada. -¿Te lo imaginas en fila con las chicas
para ver si algún cliente lo elige?
-Ya sabes lo que les pasa a las mujeres en ese lugar- dijo el primer
hombre. -Se pasan media vida tumbadas de espaldas y nunca terminan de
pagar sus deudas. ¡El pobre Yakov se va a pasar allí el resto de su vida para
pagar un bol!
que pierda la razón y no nos servirá para ninguno de los negocios.- Se rascó la
hirsuta barbilla. -Se la doy a Nicolai. Pero si no es capaz de pagar lo que debe
en menos de tres meses, serás el responsable de saldar la deuda.
-De acuerdo- accedió Nicolai de inmediato.
-¡No puedes hacer eso!- gritó Vladimir. -¡Es mía! Yo la vi primero.
Hice el trato con Ivan. ¡La mujer es mía!
-¿Te atreves a discutir conmigo?- Pyotr se acercó a sus hijos mirando
con furia a Vladimir, hasta que éste bajó la vista. -Puede que no sea capaz de
darte una paliza, pero tengo una legión de hombres que sí pueden. ¿Lo
entiendes, muchacho?
-Sí, padre- respondió Vladimir. -Lo entiendo perfectamente.
Nicolai vio cómo su hermano abandonaba la oficina a grandes zancadas.
Miró a su padre. -Vladimir no se va a rendir. Quería su juguete, y tú se lo has
quitado. Peor aún, me lo has dado a mí.
-Entonces será mejor que tengas un plan para protegerlo- dijo su padre
sombríamente. -Siempre hemos sabido que iba a pasar esto con tu hermano. Es
obstinado, pero sigue siendo mi hijo.
***
Lily se alegró de ver regresar al hermano amable. Tal vez podría reunir
el coraje para exponer su caso. Tomó una respiración profunda y habló antes
de que cambiara de idea.
-No voy a ser prostituta- dijo rápidamente.
Nicolai levantó las cejas en señal de sorpresa. -¿Eso es lo que crees
que te va a pasar?
-He oído a los hombres de la cocina- explicó. -Estaban hablando sobre
cómo las mujeres pagan así sus deudas.
adquirir esos artículos, pero, por lo general, su padre vigilaba todo lo que
compraba. Lily no había conocido otra vida. Y ahora sentía como si todo
estuviera cambiando.
No pudo evitar que sus ojos se posaran sobre Nicolai. Lo había tomado
por un cretino insensible por llevarse a una mujer como pago de una deuda.
Ahora empezaba a verlo como su salvador.
Deslizó las manos sobre un vestido con una tela particularmente suave.
Retiró la percha del colgador y buscó los probadores.
-¿Le gusta ese?- La dependienta pareció darse cuenta de que iba a ser
una gran venta. -Le puedo sacar otros de ese estilo. Aquí tiene, ¿por qué no
empieza con este y le traigo otras prendas?
-De acuerdo.- dijo Lily con incertidumbre. Por el rabillo del ojo vio
sonreír a Nicolai. Aquello le dio valor. -Es muy amable. Gracias.
encima de la puerta. -El caballero que la acompaña dice que también necesita
ropa interior y lencería.
-¿Eso dice?- Lily estaba asombrada. Había creído que Nicolai no
quería ser visto en público con una mujer tan mal vestida y descalza.
-Parece ansioso por que se lleve de todo.- El tono de la dependienta era
amable. -Siento mucho lo del incendio. Me ha dicho que lo ha perdido todo.
Lily se quedó desconcertada. -Sí. No me queda nada.- Fue un detalle
por parte de Nicolai inventar aquella historia para ocultar la verdadera razón
gustaba más, y comenzó a poner las prendas en dos montones - lo que le valía
y lo que no.
Había camisolas y camisones de sedoso satén, calcetines y medias de
seda, y zapatos con tanto tacón que temía no ser capaz de andar con ellos.
Blusas, faldas, vestidos, vaqueros, mallas, suéteres, y hasta camisetas
acabaron en sus respectivas pilas. Cuando terminó, oyó a la dependienta
hablando con Nicolai.
Lily abrió la puerta del vestidor y echó una mirada. Nicolai estaba junto
al mostrador, entregando su tarjeta de crédito a la mujer. ¿Habría elegido un
tomara. Ella tenía una expresión confusa en el rostro, pero no tardó en posar
ligeramente los dedos sobre su mano. Su tacto era embriagador. Mentiría si no
reconociera lo mucho que la deseaba. Pero ya habría tiempo para aquello más
adelante.
-Venga, Lily- alentó. -Vamos a comer algo. No sé tú, pero yo estoy
muerto de hambre.
Dejaron atrás la tienda y a la dependienta, y se encaminaron hacia
donde habían dejado el coche. Nicolai sintió que estaba preparándose para
preguntarle algo. -No pasa nada por hacer preguntas,- le dijo suavemente. -
entró con Lily del brazo y la azafata se apresuró a darles la mejor mesa. Los
camareros llevaron les sirvieron vino y pan crujiente. Él vio cómo Lily
observaba el pan, pero parecía no querer tomarlo sin una invitación. La
respetó por eso.
-Por favor.- Levantó la panera y la colocó prácticamente delante de su
nariz. -Sírvete.
Con un aspecto casi avergonzado, Lily comenzó a dar pequeños
mordiscos a su trozo de pan. Nicolai casi esperaba verla lamer el diminuto
plato para asegurarse de que no se dejaba ni una miga. Le ofreció el pan de
nuevo, y ella aceptó. Aquel ritual le hizo preguntarse cuánto tiempo habría
pasado desde su última comida.
Tatiyana se acercó a la mesa pavoneándose. -¿Lo de costumbre, señor?
-Por supuesto- Nicolai miró a Lily. –Para dos.
Si Tatiyana se sorprendió, tuvo la decencia de no mostrarlo. Así como
de no reaccionar ante el hecho de que Nicolai Pasternak había llevado a una
mujer al restaurante. Normalmente, era Vladimir el que hacía desfilar toda una
retahíla de mujeres por el local. De hecho, en una ocasión, la propia Tatiyana
sus restaurantes.
Lily miraba alrededor con ojos desorbitados, absorbiéndolo todo.
Nicolai podía ver el interés en su rostro. -Este local es de mi padre- le
informó, sorprendiéndose a sí mismo de su franqueza. -Es mi favorito de todos
nuestros restaurantes.
-Nunca había estado aquí.
Aquello no le sorprendió en absoluto. -¿Hablas ruso?
-Da.- Asintió, y continuó en un ruso perfecto. -Cuando mi madre estaba
viva, hablábamos en ruso.
-Vaya alivio.
Su tono irónico le sorprendió. -Me alegra ver que tienes sentido del
humor.
-¿Voy a tener que contar chistes?- preguntó.
Él levantó las cejas. -¿Y si te digo que tengo pensado algo mucho más
aburrido para ti?- Ella lo miró con expresión confundida. No había miedo en
su rostro. Fue un alivio descubrir que era capaz de confiar en él. Haría su
tarea fuera mucho más fácil. Además, estaba encantadora cuando bromeaba.
-¿Aburrido?- Sus ojos centellearon. -¿Archivar o algo así? Eso suena
bastante aburrido. O quizás tenga que contestar el teléfono. No tengo
experiencia- Comenzó a mostrarse un poco preocupada.
-Tal vez tenga que enseñarte.- Apenas podía contener una sonrisa
ridículamente bobalicona. Lily era hermosa, pero Nicolai estaba descubriendo
que bajo aquel manto de desconfianza y mugre, le gustaba mucho. -Pero, por
ahora- hizo un gesto en dirección a los manjares que traía Tatiyana - vamos a
comer.
Capítulo Cuatro
quisiera.
Durante las últimas tres semanas había tenido una existencia casi
dichosa, con seguridad y tranquilidad. Aunque se daban ciertas peculiaridades
en aquella casa. Nicolai siempre le preguntaba sobre su día, y si necesitaba
algo. Para Lily, lo único que le importaba era que Nicolai no la golpeaba. De
hecho, en aquellas tres semanas había aprendido a aceptar sus tiernas caricias
con entusiasmo. Le rozaba el hombro, o le tocaba el cuello. Y el resultado era
que Lily estaba cada vez más desesperada por sentir su cálido tacto.
diferente a la vida que llevaba con su padre. Lily no quería que aquel sueño
terminara.
La puerta se abrió y Nicolai entró en la casa. Deteniéndose frente a ella,
deslizó los dedos suavemente por la línea de su clavícula, provocándole un
cambiado el traje por unos vaqueros y una camiseta negra. Estaba guapísimo
con ropa informal.
-Estás muy guapo- dijo, abruptamente.
Nicolai sonrió. -Eso ha sido muy valiente por tu parte.
-Gracias.- Agachó la cabeza, avergonzada.
-A veces, apenas puedo contener el deseo de tocarte- murmuró él -
¿Sabes a qué me refiero?
Su corazón comenzó a latir cada vez más rápido. La excitación recorrió
sus venas y sintió una especie de dolor bajo el vientre. -Estás hablando de
sexo- susurró.
Su grave risa hizo que sus entrañas se tensaran. –No, exactamente, pero
sí. Quiero acostarme contigo.
cuidadosamente las bragas hasta los tobillos. -Tienes un cuerpo muy bonito.-
Le acarició las nalgas. -Me encanta tocarte. ¿Lo sabías?
-¿Te gusta?- preguntó ella, casi sin aliento.
Introdujo los dedos entre sus glúteos y los deslizó hasta su lugar secreto.
Aquella extraña sensación fue dolorosa sólo durante un instante, para pasar a
sentirse superada por el placer más intenso.
Comenzó a mover las caderas contra su mano. El dedo se curvó sobre el
hueso púbico y presionó contra la suave almohadilla de su apertura. La
intensidad hizo que viera las estrellas. Su cuerpo tembló ante aquel
extraordinario torbellino de sensaciones que la inundaban. Sus nervios
comenzaron a temblar y pensó que iba a morir de tanta belleza.
***
profusamente recompensado. Lily era el tipo de mujer que todo hombre quería,
y le pertenecía a él.
Sacó el dedo de su hendidura y le acarició las nalgas. Ella continuaba
resollando y jadeando. Intentó calmarla. Era importante que viera aquella
experiencia como algo positivo.
-¿Te ha gustado?- preguntó en un murmullo.
-¡Oh, sí!- Giró la cabeza tratando de mirarlo. -¿Y a ti?
-Mucho.
-¿Qué ha pasado?- preguntó. –Ha sido como subir a la cima de un
acantilado y saltar.
-Se llama orgasmo.- Se maravilló de su inexperiencia. ¿Qué mujer de su
edad no sabía qué era un orgasmo? -A veces nos referimos a ello como
clímax.
-Sin duda, ha sido eso.- Lily profirió un pequeño suspiro de placer. -
¿Quieres… que te haga algo?- No parecía estar muy segura de qué palabras
usar. -No quiero ser egoísta.
Estuvo a punto de decirle que se arrodillara y tomara su polla en la
boca, pero era demasiado pronto. Así que optó por lo más práctico. -No te
preocupes de eso ahora, cariño. Lo he hecho para tu disfrute. Me muero de
hambre. ¿Tú no?
-¡Sí!- Se incorporó y se subió las bragas. Comenzó a moverse por la
dándose aires.
-¿Qué quieres?- Nicolai frunció los labios. -Pensaba que estabas
demasiado ocupado besándole el culo a nuestro padre.
-Me ha pedido que venga a echar un vistazo.- Vladimir se paseó de
-No me has preguntado.- Ella se mordió el labio. -Lo siento. ¿He hecho
mal?
-No, en absoluto- la tranquilizó Nicolai.
-¡Eres débil!- exclamó Vladimir. -Puedo ver cuánto la deseas, pero eres
incapaz de hacer algo al respecto.- Vladimir se estaba alterando. -Sé que te
excita. Sé que tus manos arden cuando piensas en la suavidad de su piel. Pero,
su coño me pertenece a mí.
-No- la voz de Nicolai era firme y amenazadora. -Nunca será tuya.
Vladimir levantó un dedo delante del rostro de Nicolai. -Quiero que
ronca.
La expresión de Vladimir era tan retorcida como su mente. -Algún día
nuestro padre no tendrán nada que decir. Y yo cogeré lo que se me debe.
Aquellas palabras enfermaron a Nicolai. Los Pasternak tenían gran parte
coño húmedo se oyó por toda la cocina, y Nicolai juró que podía oler su dulce
aroma.
Contempló de cerca cómo se acariciaba los pliegues. Sus dedos
jugueteaban entre el cremoso jugo que se derramaba por su hendidura. La
poco mareada.
Nicolai le entregó un vaso de agua. Ni siquiera se había dado cuenta de
que se lo había estado ofreciendo. -Gracias.
-No hay de qué.- Él frunció los labios. -Espero no haberte empujado
demasiado lejos.
-No- se apresuró a asegurar. -Quería mostrártelo. Además, si te gusta,
es lo mínimo que puedo hacer después de todo lo que has hecho por mí.
-Eso no quiere decir que esté bien.- Nicolai tomó una silla, la giró, y se
sentó apoyando los brazos en el respaldo. -Sólo porque alguien te saque de
una mala situación, no significa que tenga derecho a decidir por ti.
Ella frunció el ceño. Aquello no ayudaba. -No lo entiendes.
-¿Qué es lo que no entiendo?- La miró con expresión seria.
-Me sacaste de casa de mi padre como pago de una deuda.- Dio otro
trago al vaso de agua. De repente, tenía la boca muy seca. -No sabía lo
horrible que era mi vida hasta que vine aquí. Ahora tengo ropa, y comida, y tú
nunca me golpeas.
Nicolai cerró los ojos por un instante. -Pero aún así puedes elegir. ¿Lo
entiendes?
-Quiero hacer lo que tú quieras. Quiero complacerte.
-No voy a echarte de casa por discutir conmigo, Lily. No funciona así.
Yo no soy mi hermano.
libertad. -Eso dices. Pero, si tu padre cambia de opinión, ¿irías contra él?
-No podría.
-Entonces, ¿qué ocurriría?- quiso saber ella. Necesitaba saber el riesgo
que corría, aún sabiendo que aquello no le iba a gustar.
Nicolai la siguió hasta el porche. -Te tendría con él durante un tiempo.
Y después, te enviaría a un burdel.
-¿Qué?- Su mente rechazó aquella idea. -¡No lo permitiré! ¿Le dejaría tu
padre? ¿Por qué dices esas cosas?
-Porque es la verdad.- Él contempló el cielo nocturno y profirió un
largo suspiro. -Ha sido así desde que ambos comenzamos a entrenar
prostitutas para el negocio familiar.
-¿A entrenar prostitutas? ¿Qué significa eso?
-Algunas mujeres son sensuales por naturaleza, a otras les gusta
exhibirse. Es muy raro que una mujer empiece a hacer dinero nada más llegar
al burdel. Primero debe aprender a complacer al cliente.
Lily se tuvo que agarrar al pilar para evitar caerse. -Exhibirme. Cumplir
órdenes sin rechistar. Dejar que un extraño me vea y me toque aunque mi
corazón me diga que está mal. Eso es lo que estás diciendo. ¿No es cierto?
Todo lo que ha dicho cuando estaba aquí. Eso es lo que quiere que aprenda
para ponerme a trabajar vendiendo mi cuerpo.
-Sí.- Su asentimiento fue más horrible que todo lo demás. Estaba
él.
Lily se abandonó por completo y enredó los dedos en su pelo, y casi se
fundió con su cuerpo para sentirle más cerca. Notó la calidez de su erección
contra el vientre y se preguntó qué sentiría al ser penetrada, mientras
líder de la organización.
-¿Dónde has estado, Vladimir?- preguntó Pyotr. Su marcado acento ruso
era difícil de entender. Nicolai prefería conversar con su padre en ruso, pero
Vladimir despreciaba aquel idioma.
Su hermano echó un vistazo en torno al salón de su padre. -¿Sales
alguna vez de este sitio?
-¿Qué?- Su padre lanzó una carcajada e hizo chasquear los dedos. Su
última esposa se apresuró a servirle un generoso trago de vodka. -¿Por qué iba
a salir? Tengo todo lo que necesito, y dos hijos que me informan del éxito de
mis negocios.- Sus tupidas cejas se arrugaron como dos gigantescas orugas a
punto de caerse de su rostro. -Lo que me lleva al motivo por el que os he
pedido que vengáis.
-¿Cuál es?- Vladimir se cruzó de brazos. Nicolai tuvo la sensación de
que se mostraba aburrido intencionadamente.
-¿Dónde está la mujer que tú y Nicolai aceptasteis como pago? Ya
debería estar lista para trabajar en uno de los prostíbulos y saldar la deuda de
su padre.
padre
La ira se apoderó de Nicolai. Apretó los puños para controlar las ganas
de arremeter contra su hermano. -Escúchame- le espetó. –No la vas a tocar
jamás. No importa cuánto dinero ofrezcas por ella.
-¿Qué tiene? ¿Un coño mágico?- Su padre se puso en pie con dificultad.
-Tráemela entonces, quiero probar por mí mismo ese controvertido capricho y
decidir si está preparada o no.
-No es ese tipo de mujer, padre.- insistió Nicolai. -El burdel acabaría
con ella y no serviría para nada. Confía en mí. Le encontraré un puesto que nos
beneficie a todos.
-Ay, hijo mío- Pyotr se inclinó hacia delante y le dio unas palmaditas en
ambas mejillas. -Si tú lo dices, confío en tu criterio.
Vladimir resopló furioso. -¡Viejo estúpido! ¿Confías más en este flojo
casa.
Nicolai lo vio irse y esperó que Lily estuviera segura. Era como si
Vladimir estuviera obsesionado con la idea de que su hermano era una especie
de salvador de la joven. Estaría segura hasta que creyera que lo había
-No has fallado en nada.- Fue una simple afirmación, pero Nicolai notó
cómo afectaba a su padre. -Vladimir tiene problemas que hacen que no se
lleve bien con la gente.
-¿Te refieres a esa tontería de cuando era adolescente?- Pyotr frunció el
ceño. -Los médicos dijeron que podía llevar una vida normal si tomaba su
medicación.
-¿Le vas a preguntar si ha dejado de tomarla?- Preguntó Nicolai en tono
seco. -Porque estoy seguro de que me partirá en dos si yo se lo pregunto.
absoluta.
-Sí, ese es Vladimir- dijo Pyotr en tono apagado. -El Consejo ha
hablado mucho de él, últimamente.
-¿Ah, sí?
-Las otras familias se niegan a reconocerlo como mi heredero.- Pyotr
bebió una generosa cantidad de alcohol. -Creen que es demasiado
impredecible.
-Y tú, ¿qué crees?- Nicolai sintió un calambre en el estómago. Tenía
-Sí.
-Y ahora quieres saber mi opinión.
No era una pregunta. Anatoly sabía muy bien qué le preocupaba a
Nicolai. Nicolai tomó un trozo de cordero. El suculento sabor inundó su boca
y le hizo recordar su infancia, sentado en aquella misma mesa.
Anatoly suspiró. -Tu hermano está loco, Nicolai. Todos lo sabemos. Lo
hemos sabido durante años.
-Ha empeorado- dijo Nicolai. -Estoy empezando a temer que haga daño
a alguien.
una cerveza?
-Por favor.- Nicolai tomó el botellín y el abridor que le ofrecía Anatoly.
Pensó en el descenso de su hermano a lo que parecía ser auténtica locura. -¿Tú
qué piensas?
atacar a tu padre.
-No- Nicolai apartó ese pensamiento de su mente. -Vladimir necesita la
aprobación de mi padre. No correría ese riesgo, ¿no crees?
Anatoly se encogió de hombros y le dio un trago a su cerveza. -Creo que
todos estamos en peligro hasta que apartemos a esa bestia.
Se oyó un grito en el piso de arriba. Anatoly y Nicolai dejaron sus
bebidas y salieron de la cocina a toda velocidad. Algo iba mal.
Capítulo Siete
-No es culpa tuya.- Nicolai cerró los ojos de su padre con delicadeza. -
Ha sido mi hermano.
-¿Vladimir?- Anatoly profirió un largo suspiro. -Sé que tienes razón,
pero es una acusación muy grave. Tenemos que conseguir pruebas.
-¿Pruebas?- Nicolai frunció el ceño y miró a su alrededor. Nada estaba
fuera de sitio. -No tengo pruebas, si es eso a lo que te refieres, pero Vladimir
tenía muchos motivos. Esta noche ha sido la primera vez que mi padre le ha
dicho que no será el heredero del sindicato Pasternak. Le ha recriminado y ha
cuestionado su orgullo.
Anatoly maldijo en voz baja. -Tu hermano no dejaría pasar algo así sin
tomar represalias.
-Exacto.
El sonido de fuertes pasos en la escalera hizo que todos se movieran
minutos más tarde, me llamaron para avisarme de que había pasado algo.
Regresé y ahora usted está aquí.- Nicolai no lo pudo evitar. -Así que ya
estamos a salvo.
Orr no parecía divertido. -¿Es usted el hijo de Pasternak? ¿Cuál de
ellos?
-Nicolai.
Nicolai lanzó una mirada de soslayo a Anatoly. ¿Por qué no había
reconocido el detective a Nicolai? La policía local solía tener fichas con
todos los miembros de la mafia.
-¿Dónde está Vladimir?- Orr se apartó para dejar entrar al equipo de
investigación forense. -¡Todo el mundo fuera de esta habitación! ¡Es una
escena del crimen!
Anatoly hizo un gesto rápido con la cabeza en dirección a la puerta,
indicando a Nicolai que estaría allí por si fuera necesario. Nicolai asintió en
respuesta. Quería cooperar con la policía. No tenía nada que ocultar.
-Sr. Pasternak.- dijo Orr en tono grosero. -No tengo todo el día.
-Qué suerte, porque es de noche.- Nicolai no se molestó en ocultar la
burla de su expresión. -Y no sé dónde está mi hermano. No ha vivido bajo el
techo de mi padre desde hace casi una década.- Nicolai observó al joven, que
estaba tomando notas en su smartphone. -Perdone, ¿quién es usted y cómo es
que no conoce ya las respuestas a estas preguntas?
Lily giró sobre sus pies, trazando un círculo. No estaba segura de dónde
estaba, pero sabía que estaba soñando. Todo era muy difuso y, sin embargo, se
percibía como si fuese real. Se encontraba en un pasillo. Quizás de un hotel o
se dio cuenta de que tampoco llevaba nada. Tenía los pezones duros y sentía
los senos pesados. Un anhelo latía en su vientre, y supo que provenía de una
necesidad que debía satisfacer de inmediato. Vio que la polla de Vladimir
estaba erecta y lista. Se proyectaba sobre un nido de oscuros rizos en su
entrepierna, como si tuviera vida propia.
Le volvió a hacer señas, insistiendo para que se acercara. Ella dudó,
aunque el yo de su sueño lo deseaba. La excitaba.
Se movió de forma vacilante en su dirección. Extendiendo la mano,
tomó la de él. La expresión de satisfacción de su rostro era a la vez
arrebatadora y aterradora. Se suponía que debía recordar algo sobre él. Pero
¿qué?
Vladimir la atrajo hacia él sobre la cama. Le acarició la piel con sus
manos. Su calidez era embriagadora. Ella se estiró de manera exuberante y
arqueó la espalda para que sus pechos también participaran de aquel contacto.
Él jugueteó con sus pezones hasta que estuvieron duros, calientes y deseosos
de la atención de su boca.
El roce de su lengua fue eléctrico. Todos los nervios de su cuerpo se
tensaron con deseo y pensó que se moría del placer. Deslizó los dedos entre su
cabello y presionó su cabeza contra el pecho. Aquella lenta sensación de
succión arrancó un largo suspiro de sus labios y sintió cómo sus músculos
interiores se estremecían al aproximarse al orgasmo.
Vladimir desapareció.
Lily estaba sola en la cama. Tumbada de espaldas, desnuda y respirando
como si hubiese estado bajo el agua durante mucho tiempo. El corazón le
martilleaba las costillas y sentía una profunda sensación de alivio.
-¿Lily?
-¿Nicolai?
Sintió un movimiento en la cama. Su presencia era tranquilizadora.
Tenía un aspecto ominoso, pero su aura la envolvía con calidez y seguridad. Y
cuando acercó su boca a la suya, le devolvió el beso con toda su alma. Sintió
su delicado cabello en los dedos y su sabor en la lengua.
Lucharon por controlar el beso; el avance y retroceso de sus lenguas era
casi una danza. Lily tomó su rostro entre las manos y atrapó su labio inferior
con la boca. Succionando suavemente, lo mordisqueó.
acercarse al orgasmo.
-¿Puedo?- le susurró él. -Te deseo muchísimo, Lily. ¿Me aceptas?
-Sí. ¡Oh, sí!
Le habría rogado que la hiciese terminar, y sin embargo, aquel hombre
le pedía permiso para continuar. Separó las piernas y las envolvió alrededor
de su cintura, y él indagó en su abertura con la punta de su polla. Entró
lentamente en toda su longitud. La deliciosa fricción la hizo jadear, y se quedó
sin aliento mientras esperaba la apasionada conexión que se estaba forjando
entre ambos.
La enorme verga penetró su cuerpo y, donde podría haber existido
dolor, sólo hubo placer. Nicolai la besó mientras la penetraba. Sus besos la
relajaron y aliviaron la tensión, hasta que estuvo completamente acoplado
dentro de ella.
-Que sensación más divina- le susurró.- Eres perfecta. Estás hecha para
mí.
-Soy tuya- dijo ella, con honestidad. -Te he estado esperando.
Nicolai comenzó a moverse lentamente. Sus delicadas embestidas la
dejaban sin aliento y temblando a la espera de más. Era una sensación
magnífica. Le clavó las uñas en los bíceps y se sujetó a él mientras la
cabalgaba cada vez más rápido.
Se dio cuenta de todo a la vez. La suavidad de la cama bajo ella, el
-¡No!
Aquel grito sacudió a Lily. Fue arrancada de la cama y observó cómo
Nicola la veía alejarse. Forcejeó, tratando de regresar con él. Extendió los
brazos en su dirección. Pero él sacudió la cabeza.
-Elegiste a Vladimir.
-¡No!- protestó Lily. -¡No es cierto!
-¡Eres mía! ¡Mía! ¡Mía!- La voz de Vladimir resonaba como un demonio
escapado del infierno.
mi voluntad!
-Me perteneces- le dijo él con absoluta certeza. -Te he comprado. Eres
mía. Vas a trabajar para mí.
La arrojó a una fosa. Lily se estrelló contra el fondo. Había otras
mujeres. Todas estaban atadas a las paredes de su prisión. Lily observó su
desnudez y sintió vergüenza. Eran hermosas, pero las lágrimas inundaban sus
rostros y tenían ronchas en la piel.
Alguien la levantó del suelo y la ató como al resto. Tenía las piernas
separadas, y se vio obligada a permanecer totalmente expuesta y vulnerable.
Su mente se rebeló. Entonces, comenzó el griterío. Lily quería que cesara. Era
demasiado fuerte. Pero, cuando se abrió la puerta, los gritos aumentaron. Unos
hombres entraron en la estancia y Lily supo cuál era su propósito.
Obligando a las prisioneras a doblegarse, copularon con todas hasta que
todas estuvieron inconscientes. Y después se acercaron a Lily. Ella comenzó a
gritar.
***
Lily se incorporó en la cama. Estaba sudando y el corazón le latía como
si hubiese corrido varios kilómetros. Aún podía notar el sabor del fuego y el
azufre en la lengua. El miedo era real, pero ¿qué significaba?
Tras bajarse de la cama, se dirigió al cuarto de baño. Encontró el grifo
del lavabo en la oscuridad. El agua fría le sentó bien a su febril piel. Se
toalla. Pero entonces, deseó no haberlo hecho. Las oscuras manchas rojas de
la toalla no eran difíciles de identificar.
-Sangre- susurró.
Tras darse la vuelta, Lily miró en la ducha. La acristalada
monstruosidad incluía un suelo de mármol blanco con trozos de cuarzo rosa.
Pero en aquel momento también estaba manchado de sangre. Vio más manchas
rojizas en el desagüe. Y había huellas en la alfombrilla de baño.
No podía respirar. Nicolai le dijo que su padre había sido asesinado.
Había sangre por todo el baño. ¿Estaría Nicolai herido? ¿Le habrían hecho
daño?
Aquel pensamiento le dio alas. Dejó el cuarto de baño y entro al
dormitorio. Con la luz que salía del baño, pudo ver a un hombre en la cama.
no estuviese muerta.
Anatoly se desplazó entre los arbustos, sin apenas hacer ruido a pesar
de su tamaño. -¿Por qué no entramos a por ese asesino?
-Porque podría utilizar a Lily como rehén.- A Nicolai le aterraba la idea
de que hiciera daño a Lily por su culpa. -Tenemos que averiguar qué está
haciendo aquí.
-Está loco- murmuró Anatoly. -No hay forma de saber a qué juego está
jugando.
padre.
Aquel pensamiento hizo que se sintiera más valiente. Miró de nuevo la
figura de Vladimir durmiendo. No había ropa en el suelo, pero estaba desnudo.
Eso quería decir que se había desvestido en el baño. Tal vez tuviera una
billetera.
La anticipación hizo que se pusiera nerviosa. Se levantó despacio de la
silla. Desplazándose con sigilo, entró en el cuarto de baño. Cerró la puerta en
silencio. Buscando a tientas los interruptores, contuvo el aliento e intentó
decidir cuál de las tres luces encender. Antes no le había importado inundar el
No.
Hizo un esfuerzo para abandonar aquel pensamiento. No se permitió
creer que estaba muerto. Estaba vivo. Tenía que estarlo. Armándose de valor,
buscó rápidamente la billetera de Vladimir.
atrás, ocultando su presencia entre las sombras. Ella tomó aire para preguntar
qué estaba ocurriendo, y él le tapó la boca con la mano.
-Vladimir- murmuró.
Un golpe de terror invadió a Lily. Si Nicolai no hubiese estado
sujetándola, habría salido corriendo. Enterró el rostro en su brazo, mirando a
hurtadillas al coche de Vladimir que se acercaba por la carretera.
El aparcamiento del mercado estaba abarrotado. Cosa que no pareció
preocupar a Vladimir. Aparcó en doble fila y salió el vehículo. Su arrogancia
era asombrosa. Era como si pensara que ya era el jefe de los Pasternak y
-Pero, ¡señor!
Vladimir entró en el edificio por la salida. Abrió la puerta de golpe,
derrumbando a un cliente.
-Vamos- susurró Nicolai. -Tenemos que ver qué hace.
Ella tiró de él, intentando que regresara junto a la pared. -¡Estás tan
loco como él!
-No pasa nada, Lily.- Le guiñó un ojo. -Yo te protejo.
Le siguió, pero sólo porque sentía curiosidad. Cruzaron el callejón junto
al mercado y entraron por la puerta trasera. Vladimir ya había creado el caos
en el local.
-¿Dónde está?- Sus palabras resonaron por los pasillos.
Los clientes se detenían y lo observaban. Los dependientes se miraban
entre ellos con expresión de impotencia.
-¡Así es!- Gritó con voz aguda. -¡Me estáis esperando a mí! Me llamo
Vladimir Pasternak. Busco a una mujer de mi propiedad. Es así de alta-
levantó la mano hasta donde estaría la cabeza de Lily si estuviese a su lado - y
tiene el cabello rubio. Es muy callada y modesta, y si alguno de vosotros la ha
con la información.
Vladimir desenfundó el arma y apuntó al conductor de la grúa. -Baja el
coche. Ahora.
Lily cerró los ojos. No quería ver lo que ocurría a continuación.
bien. Eres una de las personas más fuertes que he conocido, Lily. Piensa en
todo lo que has pasado.
-No es coraje.- Mantuvo la vista baja, negándose a mirarle a los ojos. –
He huido porque estaba asustada.
-Hay que ser muy valiente para huir.- Le puso los dedos en los labios. –
Quedarse, incluso en una mala situación, es ceder al miedo. El cambio es
aterrador.
-¿Tienes miedo al cambio?- Ella levantó la mirada y Nicolai casi se
quedó sin aliento al ver la emoción que reflejaba su rostro.
-Sí.- Se preguntó cuánto debería contarle. -Nunca quise liderar a la
familia.
-¿Quieres decir en lugar de tu padre?- Frunció el ceño, como si tuviera
problemas para entenderlo. -Pero ahora lo vas a tener que hacer porque
fondo, los hombres de tu padre te importan. Puede que no te guste todo lo que
hacen o cómo lo hacen, pero los respetas, y han formado parte de tu familia
durante demasiado tiempo como para darles la espalda ahora. Sobre todo
cuando sabes qué hará Vladimir con todo ese poder.
-Maldita sea.- Tomó su rostro entre las manos y le dio un beso en los
labios. -¿Cómo es que me conoces tan bien?
-Se me da bien saber cómo es la gente por cómo actúa.- Se apretó
contra él. -Tú me acogiste, sabiendo que no obtendrías ningún beneficio. Y
acabas de decir que dos hombres de tu padre viven arriba. Eso me dice que
piensas en ellos como familia.
-Tendré que recordar tus poderes de observación la próxima vez que
necesite una evaluación de alguien.- La besó en la frente. -Eres una mujer
extraordinaria, Lily.
***
Lily se enterneció con sus palabras. Nunca había pensado que era
especialmente buena en algo, pero Nicolai hacia que se sintiera muy bien
consigo misma. Lo observó irse y cerró la puerta tras él.
El silencio de aquella modesta vivienda no era insoportable. El lugar
tenía una atmósfera de tranquilidad. Le gustaba estar allí. Paseándose por las
habitaciones, notó el exceso de muebles del salón y la falta de una mesa en el
comedor. Los platos de papel apilados en la encimera indicaban que se
Ella cerró los ojos con fuerza y se clavó las uñas en los vaqueros. Los
golpes cesaron bruscamente.
Lily abrió los ojos. ¿Qué había ocurrido? ¿Se habría ido sin más? Sintió
un nudo en el estómago. Poniéndose de rodillas, se arrastró hasta el salón. El
suelo de madera estaba frío. Pasó por delante de la puerta, apenas
permitiéndose respirar para no delatar su presencia.
Una vez que llegó a la mullida alfombra, se colocó debajo de la
ventana. Y, mirando por una esquina, vio a Vladimir hablando con dos
portavoz. El estómago de Lily se tensó de nervios. ¿No sabía aquel Vasily que
era peligroso discutir con un loco como Vladimir?
Vasily ladeó la cabeza y miró con insolencia a Vladimir. -Deberías irte.
El Consejo te está buscando.
-Todo el mundo me está buscando.- Vladimir resopló. -Y el Consejo me
verá en cuanto me reconozca como el heredero de mi padre.
Desde la seguridad de la casa, Lily se quedó sin aliento. Los hombres
no reaccionaron. Sus miradas se volvieron más desafiantes. Finalmente,
empezaron a hablar entre ellos en voz baja. El enrevesado dialecto ruso que
utilizaron era indistinguible para Lily, sobre todo a una distancia de más de 10
metros.
Vladimir propinó una bofetada a Georgy. -¡Habla en inglés, coño!
Lily no supo quién estaba más aturdido por la bofetada, si Vasily o
Georgy. Pero fue Vasily el que respondió. Agarró a Vladimir por el brazo y
empezó a apretar. Vladimir intentó zafarse, pero aquel hombre era demasiado
fuerte.
-¡Suéltame!- gritó Vladimir. Y arremetió contra él. El impulso tomó a
Vladimir tuvo tiempo de disparar una vez antes de que los matones
comprendieran la advertencia de Lily. Comenzaron a gritar en ruso. Pero no
terminó de la misma forma que el altercado de Vladimir con el joven de la
grúa. Nadie se achicó. Los matones desenfundaron sus propias armas y
respondieron al disparo sin tan siquiera pestañear.
Vladimir arrancó el coche. Dejó a los furiosos matones detrás, con una
lluvia de grava y humo. Lily vio cómo se alejaba y supo que no sería la última
vez vería a aquel individuo tan perturbado.
Capítulo Once
cocina.
Él la estrechó entre sus brazos, sintiendo sus cálidas curvas y
experimentando la más profunda sensación de alivio. -Dios mío, cuando Vasily
me llamó para contarme lo que había ocurrido, pensé que me volvía loco. Me
dijo que estabas bien. ¿Consiguió entrar? ¿Te ha puesto la mano encima?
-No.- respondió, acariciando su rostro. -Estoy bien. De verdad. Tus
hombres se llevaron la peor parte. ¿Está alguno de ellos herido?
-Georgy tiene un rasguño. No es nada. Ni siquiera merece la pena
Colocando un brazo por detrás de sus rodillas, la levantó del suelo. Fue
un paseo corto hasta el dormitorio. La depositó en mitad de la cama. Tenía el
cabello enmarañado y las mejillas rosadas de pasión. Estaba para comérsela.
-Desnúdate para mí, Lily. Por favor.
Ella no vaciló. Se quitó los zapatos y los calcetines con los pies,
dejando que cayeran al suelo con un ruido sordo. Después, se desabrochó los
vaqueros. Él le ayudó a deshacerse de ellos. Cada centímetro revelaba una
piel dorada y cálida. Había desarrollado curvas en las últimas semanas, y le
expresión era tierna. Apoyando los brazos a ambos lados de su cuerpo para
soportar su propio peso, acercó su boca a la suya y la besó apasionadamente.
La punta de su polla se topó con su empapada abertura. Y, cuando se deslizó
en su interior, el movimiento de su lengua contra la suya imitó la sensación de
su verga entrando en su cuerpo.
El exquisito placer estuvo a punto de abrumarla. Entonces, sintió una
breve presión. Una ráfaga de dolor la atravesó, pero pronto desapareció en
aquel cálido mar de deseo. Envolvió los brazos alrededor de Nicolai y enredo
sus dedos en su cabello. Sus sedosos mechones eran como una suave caricia.
piernas que avanzó hasta su espalda. La anticipación hizo que casi perdiera el
conocimiento. Todos los músculos de su cuerpo se tensaron y clavó las uñas
en los músculos de sus brazos. Cerrando los ojos con fuerza, finalmente tuvo
el coraje de abandonarse.
Fue como si estuviera flotando. Sus músculos interiores parecieron
fundirse alrededor de la polla de Nicolai. Él la besó nuevamente. El contacto
de su lengua la elevó aún más. En aquel momento, se sintió completamente
conectada a él. Fue hermoso y, cuando él comenzó a embestir con más fuerza,
se dio cuenta de que él también estaba llegando al clímax. Aquel pensamiento
hizo que se excitara aún más. Anheló ser marcada por él, pertenecer a Nicolai
por completo.
Por último, él arremetió con fuerza y la sostuvo tan cerca que no quedó
espacio entre ellos. Dio una última sacudida y Lily notó la cálida y húmeda
sensación de su simiente derramándose dentro de ella. Lo abrazó y se deleitó
en el conocimiento de que pertenecía a Nicolai. No porque era propiedad
suya, sino porque así lo quería.
No sabía cuánto tiempo estuvieron tumbados en aquella postura. Sus
-No me importa lo que eres, Nicolai.- Nunca había dicho algo tan cierto
en toda su vida. -Sólo quiero estar contigo para siempre.
Capítulo Doce
Cuando Nicolai llegó a Kalinka vio una ambulancia delante del edificio.
Las luces rojas y azules destellaban en el cielo nocturno. Pero aquello no fue
lo que le preocupó. Sino el furgón blanco del forense. La calle estaba llena de
frotó el mentón. -Según la azafata, parecía estar jugando con todos. Llamó al
detective Orr, como le habían dicho que hiciera. Y cuando llegó, se armó la
gorda.
-Temía que pasaría esto- murmuró Nicolai. -A Vladimir no le gusta
sentirse acorralado.
-No les dio tiempo a llegar a esa situación. Atacó a Orr y lo tomó como
rehén. Durante la refriega, dos de los policías resultaron heridos y Orr fue
asesinado.- Anatoly miró a Nicolai. -Tenemos que acabar con tu hermano,
Nicolai. Corremos el riesgo de que nos descubra a todos.
-Ya me he dado cuenta- murmuró Nicolai. -Pero no estoy seguro de
cómo voy a acabar con alguien a quien ni siquiera puedo encontrar.
-Tengo una idea.
Nicolai suspiró mientras los técnicos sanitarios escoltaban a un joven
agente del edificio. Llevaba un vendaje que le cubría del hombro a la muñeca.
-A estas alturas, estoy dispuesto a escuchar cualquier cosa.
-Tu hermano quiere poder. Está furioso porque tu padre te eligió a ti en
vez de a él.- Anatoly se encogió de hombros. -Está claro que quiere airear sus
preocupaciones ante el Consejo.
-Probablemente, antes de sacar su pistola y amenazar con asesinarlos a
todos si no le votan.- Nicolai se pasó una mano por el rostro en señal de
irritación. -Es como tratar con un niño malcriado.
-Entonces, ¿te vas a casar con ella?- Anatoly levantó las cejas. -¿Porqué
casarte cuando la puedes tener de todas formas?
-Algún día entenderás lo que ocurre cuando un hombre conoce a una
mujer que merece la pena.- Nicolai le dio una palmadita en la espalda. -Hasta
entonces, pensarás que estoy loco.
Anatoly resopló. -Tu hermano está loco. De eso estoy seguro. ¿Tú? Creo
que estás enamorado, que es otro tipo de locura.
-Caballeros.- Un hombre alto y canoso enfundado en un traje negro se
acercó a ellos. -Soy el capitán Grayson.
atención de los medios y las fuerzas del orden sobre mis actividades? O, ¿qué
le parece el hecho de que Vladimir es el responsable del asesinato de mi
padre? Todavía no han logrado averiguar nada al respecto. No, no tengo
ninguna relación con mi hermano. Es mi enemigo.
-Discúlpeme- dijo Grayson, contrito. -Reuniré a mis hombres e iniciaré
la investigación. Cualquier cosa que pueda decirme sobre su hermano nos
ayudaría mucho.
-Por supuesto- murmuró Nicolai. Pero no creía ni por un momento que
podía dejar aquel asunto en manos de la policía.
Capítulo Trece
rostro. Protegiéndose con las manos, trató de desviar el golpe. Pero fue
demasiado tarde. El bate rebotó entre su hombro y su cabeza con un ruido
sordo. El ataque lo aturdió por un momento.
Lily salió de debajo de la cama por el otro lado. El corazón le latía con
fuerza, y sintió como si nunca se hubiese movido con tanta rapidez. Oyó a
Vladimir detrás de ella. La puerta del dormitorio estaba cerca. Si conseguía
llegar a ella, podría pedir ayuda.
Vladimir se puso en pie. -Lily!- gritó. -¡Ven aquí ahora mismo!- No era
posible que esperara que le obedeciera. Y, sin embargo, continuó con sus
Lily gritó de sorpresa y dolor. El impacto con el asfalto fue duro. Sintió cómo
se desagarraba la camiseta que había conseguido ponerse mientras escapaba.
El dolor hizo que le entraran náuseas.
Vladimir se puso en pie y levantó a Lily a rastras. Deseó que la caída le
hubiese ocasionado tanto daño como a ella. Tenía una rasgadura en el lado
izquierdo de sus vaqueros, por encima de la rodilla, y su rostro estaba
magullado.
Ella tenía todo el lateral izquierdo del cuerpo cubierto de marcas rojas
debido al roce con el asfalto. Le palpitaba la mejilla, donde la órbita de su ojo
rebotó contra el duro suelo. Aún así, no dejó que viera su desasosiego.
Levantó el mentón en su dirección y le dedicó una mirada de asco y
obstinación que esperó le cabreara aún más. Estaba harta de aquello. Era el
momento de dejar de acobardarse. Ya no iba a tener miedo.
-¿Desde cuándo tienes esta actitud?- quiso saber Vladimir. -No es típico
de ti. ¿Es que no tienes vergüenza?
-¿Vergüenza?- le espetó. -¿No querrás decir que prefieres que tenga
vergüenza para poder explotarme?
Lily se negó a achantarse. Vladimir la tenía sujeta por un brazo, y estaba
desnuda, a excepción de una enorme camiseta que pertenecía a Nicolai, pero
no iba a rendirse sin luchar.
Levantó la barbilla y miró a su captor directamente a los ojos. -Jamás
ti?
No tenía ni idea de aquello, pero no lo iba a admitir delante de
Vladimir. Se encogió de hombros. -No importa lo que tenga que pagar. Mi
amante me quiere a cualquier precio.
-Tal vez deba llevarte de vuelta con tu padre para que recuerdes cuál es
exactamente tu valor.- Le sacudió el brazo hasta que le castañetearon los
dientes. -¿Te acuerdas de cómo era vivir allí?
-¡Claro que me acuerdo!- le espetó. -Pero si crees que tengo miedo de
ese insignificante viejo, la llevas clara. Ya no soy una niña. Soy una mujer. Y
no voy a permitir que me hable mal ni que me golpee. Nunca más.
Habían llegado al coche de Vladimir. -Espero que no te importe asistir
a la reunión del Consejo con ese atuendo, porque no pienso comprarte ropa.
No después de tu ingrato comportamiento.
decirte una cosa. Prefiero estar desnuda en una sala llena de extraños que
ponerme algo que me hayas comprado tú.
Vladimir apretó los dientes. -Me estás provocando, y no te va a gustar
el resultado.
Ella sacudió la cabeza dejando que viera todo el odio y desprecio que
le producía. -¿Vas a irrumpir en tiendas sin preocuparte de si dañas a alguien?
¿O vas a agitar tu arma delante de un pobre tipo que sólo está haciendo su
trabajo? ¿O tal vez acabes planeando el asesinato de un detective de la
policía? ¿O- le dirigió una sonrisa triste - quizás mates a tu propio padre
porque sabe lo que eres?
Vladimir pisó el acelerador. El coche salió disparado y se alejaron en
la oscura noche. Lily se preguntó si alguna de sus palabras había atravesado la
arrogancia que vestía como armadura. En cierto modo, parecía confundido,
-¿Yo?
-¿Por qué?
-Porque ya no intento esconderme- En cierta manera, lo empezaba a
entender. -Me cansé de ser el felpudo de todo el mundo. No tengo que
con eso.
Nicolai mantuvo la cabeza alta y se recordó a sí mismo que era el jefe
legítimo. Aquello era lo único que importaba. Vladimir miró a su alrededor,
confuso. Estaba claro que había estado esperando ver al Consejo reunido en el
comedor principal. Pero el restaurante estaba vacío, a excepción de los
matones de Pasternak que rodeaban a Nicolai. Tenía a diez hombres a sus
espaldas. Aquella muestra de apoyo hizo que se sintiera a la vez orgulloso y
ansioso. Estaba claro a quién respaldaban. ¿Qué haría Vladimir cuando se
diese cuenta de que su intento por hacerse con el mando era completamente
inútil?
-Hola, Vladimir.- Nicolai habló con un tono desprovisto de toda
emoción. Algo que le resultó muy duro, teniendo en cuenta que podía sentir la
mirada de Lily.
Vladimir gesticuló en dirección a la sala en general. -¿Dónde está el
Consejo? Me han dicho que había una reunión.
-¿Habrías venido si no fuera así?- peguntó Nicolai educadamente.
Vladimir se encogió de hombros. -Puede. O puede que no. Depende de
mi estado de ánimo.
-¿Qué te ha pasado?- Nicolai se acercó varios pasos, alejándose de la
protección que ofrecían sus hombres. Todavía se preguntaba si su hermano
podría redimirse. -Siempre has sido un poco impredecible, pero eres mi
hermano, Vladimir. Estoy preocupado por ti. Es hora de buscar ayuda. Estás
enojado y te muestras vengativo sin razón. Has asesinado a nuestro padre.
-No es cierto- dijo Vladimir. Entonces, pareció darse cuenta de que
todos los presentes conocían la verdad. -Os he hecho un favor. Mi padre
estaba viejo y cansado. Era débil. Unos cuantos meses más con él de líder y
estaríamos todos muertos.
-Así que lo mataste.- presionó Nicolai. -A tu propio padre. Y ¿eso no te
parece que está mal?
Vladimir resopló con desprecio. -Fue una acción necesaria.
a dos de los matones que estaban de pie detrás de Nicolai. -Bryan, Alexei,
¿por qué os ponéis de parte de mi hermano si sabéis que yo soy el heredero
legítimo del sindicato Pasternak?
-El Consejo ha decidido, Vladimir- dijo Bryan con un gruñido. -No
-¿Yo?- Lily le apuntó con el dedo. -¡Me ibas a meter en burdel! ¿Qué
más te da que me tire a Nicolai? Por ti, me hubiera follado media ciudad.
Vladimir se puso las manos a ambos lados de la cabeza. -Sólo porque
tienes que pagar la deuda. Es tu trabajo. Es diferente.
emocional. -Vladimir, por favor.- dijo Nicolai- No estás bien. Deja que te
lleve a un lugar donde puedas conseguir la ayuda que necesitas.
-¡Estoy bien!- El grito de Vladimir resonó por todo el restaurante. -Todo
esto es por aquel episodio que tuve cuando tenía doce años, ¿no es cierto?
¡Crees que estoy loco!
Los matones miraban confundidos a Nicolai. Anatoly profirió un
suspiro. Era el único que conocía los detalles de aquel secreto de familia.
Nicolai frunció los labios. Era como enfrentarse a un animal salvaje.
enorme matón ladró sus órdenes al resto, pero Vladimir ya había atrapado a
Lily por la cintura. La colocó delante de él como escudo humano.
-¡Disparad y mataréis a la mujer de Nicolai!- gritó Vladimir.
Arrastrando a Lily, Vladimir se refugió detrás de la barra del bar.
Nicolai sintió un torrente de adrenalina en sus venas. Tenía que sacar a Lily de
allí. Dejó a sus hombres y se arrastró sobre el vientre hacia el escondite de
Vladimir. Detrás de él, Anatoly y el resto mantenían un constante flujo de
disparos y gritos como distracción.
Nicolai consiguió aproximarse al bar. Podía oír a Lily discutiendo
valientemente con Vladimir.
-¿Qué haces?- le gritó. -¡No tienes que hacerlo!
-Cállate.
Nicolai se asomó tras la cubierta de una mesa. Vio a Vladimir con el
la mesa para poder ver a los recién llegados. El capitán Grayson estaba allí,
aunque un poco tarde. La situación estaba completamente fuera de control. Lo
más seguro es que la policía empeorara las cosas en vez de mejorarlas.
-Oh, qué bien- exclamó Vladimir con una carcajada. -La policía se une
a la fiesta.
Nicolai volvió a mirar hacia el escondite de Vladimir. Lily estaba en el
suelo detrás de la barra. Se había acurrucado hecha una bola con las manos
sobre la cabeza, mientras las balas volaban a su alrededor. Vladimir comenzó
a proferir insultos en ruso y en inglés, dejando caer el cargador se su arma y
extrayendo uno nuevo del bolsillo.
Justo cuando se incorporó lo suficiente como para disparar por encima
de la barra, una bala perdida alcanzó una botella de licor de la estantería.
Nicolai vio cómo el espejo del bar se rompía en mil pedazos. La botella
Lily estaba segura de que iba a morir con aquel loco al lado. No era la
forma en que hubiera elegido irse. El olor a whisky le provocaba náuseas, y
apenas podía moverse sin cortarse. Había pedazos de espejo por todas partes.
dentro de él.
-Eso es cierto.- Nicolai sabía que necesitaba llegar a aquella conclusión
por ella misma. -Nadie puede decirte cómo tienes que sentirte acerca de esto.
Lo tienes que decidir tú.
-¿Así es como te sientes cuando tienes que tomar decisiones en tu
trabajo?- se preguntó en voz alta. -Cómo cuando otros hombres quieren usar a
una mujer en uno de vuestros prostíbulos. ¿Te sientes así de confuso?
-Siempre- dijo en tono suave. -Nunca pongo a una mujer donde no
quiere estar, pero eso no significa que no entienda que puede pensar que no le
Lily tomó la mano de Nicolai y se preparó para lo peor. Aún así, nada
le pudo mentalizar para ver la destrucción que ella misma había causado. El
fuego había arrasado por completo el bar. Vladimir yacía de espaldas. Su
cabello estaba completamente quemado y tenía el cuero cabelludo escaldado.
Su rostro también había sufrido daños, pero aún era reconocible. Su ropa
estaba carbonizada y Lily no pudo distinguir si estaba allí o no. Tenía el
cuerpo abrasado, pero sus ojos seguían parpadeando y abrió la boca como si
fuera a hablar.
Un hombre alto y enfundado en un traje se acercó a ellos. Hizo un gesto
con la cabeza a Anatoly, Nicolai y Lily. -Soy el capitán Grayson. Nos tenemos
que llevar a su hermano, Sr. Pasternak. Según el protocolo, debe ser arrestado.
El médico decidirá cuando está preparado para la acusación y el juicio.
Nicolai miró al detective fijamente. -Organizó el asesinato de uno de
sus hombres. Y también asesinó a mi padre a sangre fría.
-¿Es consciente de que existe un historial de enfermedad mental que es
muy probable que le favorezca si alega locura?- Nicolai no dijo nada.
Lily le agarró de la mano. Quería que el detective entendiera. -Va a salir
Capitán, entiendo sus escrúpulos, y lo crea o no, los aplaudo. Sólo estoy
sugiriendo que, en este caso, la justicia de la mafia podría ser más adecuada
para tratar el problema.
-Quiere eliminarlo.- El capitán frunció los labios. -Eso es asesinato.
-Es justicia.- Nicolai echó un vistazo a su hermano. -Y, a estas alturas,
probablemente también sea misericordia.
El capitán pareció pensarlo. -Muy bien. Quizás Lily pueda venir con
nosotros para hacer una declaración oficial.
Nicolai sintió cómo Lily se paralizaba de miedo. Le apretó la mano. -
hasta me la crea.
-Gracias.
El capitán cerró su libreta. -¿Qué piensa hacer ahora?
-No estoy segura.
La puerta de Kalinka se abrió y Nicolai salió a la calle. Grayson tocó
ligeramente el hombro de Lily. -Creo que hay un joven interesado en dominar
cierta parte de su tiempo libre.
-Lo cierto es que- le dijo Lily - Nicolai no domina nada. Es cortés y
amable. No se parece a nadie que haya conocido.
por Ivan Denisovich.- El tono de Nicolai era respetuoso pero firme. Era
evidente que no quería mostrar demasiada deferencia. -Ivan no tenía derecho a
vender a la mujer. Es mayor de edad. En estos momentos, está bajo mi
protección hasta que acceda a ser mi esposa.
***
Nicolai supo que había sorprendido a Lily. Ella se volvió a mirarlo con
la boca abierta. Delante de ellos, los siete ancianos disfrutaban de aquel
espectáculo. Aquel había sido más o menos el plan de Nicolai desde el
principio, por lo que estaba bastante contento.
-Creo que tu mujer no estaba preparada para ese comentario, Nicolai-
dijo Sasha Orlov con una risita. -Quizá deberías haberle propuesto matrimonio
primero.
-¿Eso cree?- Nicolai mantuvo un tono serio. -A ver qué les parece esto.-
Se volvió hacia Lily y tomó sus manos. -Lily, ¿quieres ser mi esposa? Me
encantaría tenerte a mi lado el resto de mi vida y hacerte feliz a cada
oportunidad.
Ella seguía mirando a su audiencia. Sasha Orlov le hizo un gesto con la
mano. -No te preocupes por nosotros, señorita. Queremos ver florecer el
romance.
Al escuchar aquella ridícula frase del normalmente malhumorado Sasha,
Nicolai sonrió. -Tiene razón, Lily. No te preocupes por ellos. ¿Qué piensas?
que era lo bastante valiente como para articular sus opiniones. Era un rasgo
que no hubiese cambiado por nada del mundo.
***
Lily miró al Consejo. No eran como había esperado. Quizás porque
había asumido que eran hombres malvados. Por lo visto, se había equivocado.
-Acerca de la deuda contraída por Ivan Denisovich…
Lily entrecerró los ojos y se preguntó qué pasaría a continuación.
-¿Sí?
-Esa deuda debe ser saldada, jovencita.- Dijo otro hombre
obstinadamente.
-¿Por qué?- quiso saber Lily. -No es mía.
-No- estuvo de acuerdo el hombre. -Es de Ivan.
-Eso no significa que el dueño del casino no tenga derecho a cobrarla-
apuntó alguien más. -Tu padrastro robó comida de las bocas de su familia.
Debe hacerse justicia.
Otro de los hombres habló con voz seria. -¿Está Nicolai dispuesto a
ofrecer compensación?
lacio cabello le caía por encima de las orejas y casi le tapaba los ojos.
Lily se aferró a la mano de Nicolai, pero ya no sentía miedo. Sólo
lástima.
-¿Qué ocurre?- murmuró Nicolai.
Lily tomó una respiración profunda. -Tiene un aspecto patético. Solía
tenerle miedo, pero ya no, no sé por qué.
-Has madurado- le dijo Nicolai con delicadeza. -Nunca volverás a ser
aquella chica.
***
Que no fui más que una carga para ti desde la muerte de mi madre.
-Estaba enfadado, muchacha.- Ivan hizo un gesto en su dirección. -Ven
aquí y dale un beso a tu padre.
La mirada de repugnancia en el rostro de Lily sorprendió a Nicolai.
Ninguno de ellos sabría jamás lo que había pasado cuando vivía con aquel
hombre.
-Tú no eres mi padre- repitió Lily. -Lo dejaste claro cuando me vendiste
para limpiar tu nombre sin importarte lo que pasara conmigo.
-Parece que te ha ido muy bien- comentó Ivan -Y, puede que no sea tu
contrajo, y empezó a llorar como un niño a la vez que caía de rodillas ante el
Consejo.
-Anatoly, llevátelo.- Sasha Orlov agitó la mano. -Ya hemos terminado
con él.
Nicolai y Lily vieron cómo Anatoly arrastraba a Ivan fuera de la sala
por el bajo de su sucia camiseta. Ella temblaba. Nicolai la envolvió con un
brazo y la estrechó contra sí. La besó en la sien.
¿Qué va a pasar con él?- susurró ella.
-Tendrá que trabajar para saldar la deuda- explicó Nicolai. -Ya no
Nicolai la abrazó y la besó hasta que olvidó que había más gente en la
estancia. Era lo único que le importaba.
FIN