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INTRODUCCIÓN

CONCEPTO DE VARIEDAD LINGÜÍSTICA. FACTORES DE INTEGRACIÓN Y DE


DIVERSIFICACIÓN LINGÜÍSTICA.

La lengua es un sistema de signos y reglas (el código), que permite la


comunicación de una comunidad lingüística. Por definición, la lengua es un factor de
integración social que permite no solo mantener cohesionada una sociedad sino
admitir a nuevos miembros, especialmente en un mundo globalizado. Los
movimientos migratorios a nivel mundial llevan aparejados también las necesarias
adaptaciones lingüísticas tanto por parte de los nuevos miembros como de la sociedad
que los acoge.
Los hispanohablantes se comunican mediante el mismo código lingüístico, ya
que, aunque presenta diferencias, son más numerosos los rasgos comunes que lo
configuran y que además constituyen lo que se llama la lengua común o lengua
estándar, cuyo modelo coincide, en general, con la lengua escrita y también con la
lengua culta, modelo ideal de lengua al que deben llegar los hablantes, porque la
lengua, además de vehículo de comunicación, es un rasgo de cultura.
Con todo, en la práctica toda lengua presenta inevitablemente variantes de
distintos tipos. Todas esta diversificación lingüística no supone ningún riesgo a la
unidad del idioma sino, al contrario, un enriquecimiento. La variedad lingüística hace
referencia a la diversidad de usos de una misma lengua según la situación
comunicativa, geográfica o histórica en que se emplea y según el nivel de
conocimiento lingüístico de quien la utiliza. El acto de comunicación se realiza en
situaciones muy diversas y con intencionalidad comunicativa diferenciada y por un
gran número de hablantes, que forman un grupo muy heterogéneo, con variedades
culturales y sociales muy diferenciadas. Las variedades de una lengua son, pues, el
resultado de factores geográficos, socioculturales y contextuales o situación
comunicativa.. En función de la variable que interviene, se distinguen cuatro tipos de
variedades: las variedades funcionales o diafásicas (los registros de lengua), las
variedades socioculturales o diastráticas (los niveles de lengua), las variedades
geográficas o diatópicas (los dialectos) y las variedades históricas o diacrónicas.
Desde la segunda mitad del siglo XX los estudios sobre la variedad lingüística se
ponen de relieve en las disciplinas que, como la sociolingüística y el análisis del
discurso, incluyen en la descripción de la lengua factores externos que explican su
uso. Estas disciplinas establecen relaciones entre fenómenos internos al sistema
(cuestiones de pronunciación, lexicología, morfosintaxis) y fenómenos sociales y
situacionales determinantes para su descripción: por ejemplo, a la poca densidad
léxica de la variedad coloquial de la lengua se opone la riqueza y precisión del
vocabulario de la variedad formal escrita. Por su parte, la lingüística comparada e
histórica del siglo XIX ya había abierto un camino muy fructífero en el estudio de las
variedades históricas y geográficas.

En los trabajos sobre variación lingüística se utiliza el término variedad estándar


para designar lo que es común y neutro en una lengua, esto es, la «lengua general»
no marcada por factores individuales o contextuales. No obstante, como se ha
anunciado arriba, no todos los hablantes utilizan del mismo modo la lengua: no
pronuncian igual un mismo fonema, no emplean las mismas unidades para construir
una determinada estructura sintáctica, escogen significantes distintos para transmitir
un mismo significado, no siguen los mismos procesos de producción de un discurso,
etc. Estas diferencias vienen determinadas por las características particulares del
hablante —su lugar de nacimiento, formación cultural, edad, profesión, etc.— y por las
características del contexto de comunicación —relación con el interlocutor, objetivo del
mensaje, canal de comunicación, tiempo, etc.—. En función de estas circunstancias,
se diferencian cuatro tipos de variedades lingüísticas:

1. Las variedades funcionales o diafásicas (los registros) son las modalidades


lingüísticas que se eligen determinadas por la situación de comunicación. Según
el medio empleado (oral o escrito), la materia abordada (corriente o de
especialidad), según la relación que exista entre los interlocutores (de
solidaridad o jerarquía) y la función perseguida, se distingue entre diversos
registros: registro coloquial, formal, familiar, especializado, elaborado,
espontáneo, etc.; los registros especializados han sido denominados también
tecnolectos. Entre las variedades funcionales o diafásicas se encuentran además
las jergas (variedad utilizada dentro de una profesión determinada) y los argots
(variedad característica de un determinado grupo social: argot juvenil, argot del
hampa, etc.).
2. Las variedades socioculturales o diastráticas (los niveles lingüísticos) son las
diferentes formas de usar una lengua según el nivel de instrucción del hablante
y su estima hacia el idioma. Estas variedades de la lengua también reciben el
nombre de sociolectos. Según cual sea el grado de dominio que un hablante
posee del código lingüístico y del discurso se distinguen tres niveles de lengua:
el nivel alto o culto (variedad social que se caracteriza por el uso de recursos
lingüísticos diversos y elaborados), el nivel medio (variedad con un grado medio
de conocimiento del idioma) y el nivel bajo o vulgar (variedad social definida
por el escaso dominio de la lengua). Entre la variedad diastrática y la diafásica
se da una determinada relación, por cuanto esta se ve condicionada por
aquella: un hablante que posee un nivel culto de la lengua es aquel que es
capaz de utilizar el registro más apropiado para cada situación de
comunicación; en cambio, un hablante con un nivel vulgar emplea siempre del
mismo modo —el único que conoce— la lengua, independientemente de las
condiciones de la comunicación. El uso de vulgarismos pone de manifiesto el
poco grado de instrucción lingüística de un hablante: por ejemplo, el empleo de
palabras mal formadas ([amoto]) o de enunciados agramaticales revelan
desconocimiento del sistema de la lengua.
3. Las variedades geográficas o diatópicas (los dialectos) son los usos lingüísticos
que se emplean en un determinado territorio. En español, los dialectos
meridionales (andaluz, extremeño, murciano, canario, español de América)
presentan rasgos lingüísticos diferenciados de las variedades regionales
septentrionales: por ejemplo, la curva entonacional, el seseo y la aspiración de
la h y la s, o el uso de un léxico propio de cada zona geográfica.
4. Las variedades históricas o diacrónicas constituyen realizaciones de la lengua
que caracterizan una determinada etapa de su historia. En la historia de la
lengua española, se distingue entre el español arcaico (ss. X-XII), el español
medieval (ss. XIII-XV), el español clásico o del Siglo de Oro (ss. XVI-XVII), el
español moderno (ss. XVIII-XIX) y el español actual.

Desde un punto de vista individual, la variedad que define a un hablante particular, en


cuanto a su profesión, edad, sexo, nivel de estudios, procedencia social y geográfica
constituye su idiolecto.

El estatus que adquieren determinados fenómenos lingüísticos no tiene por qué


coincidir en los distintos dialectos o variedades geográficas, ni en las distintas
variantes diacrónicas: por ejemplo, un hecho lingüístico como el queísmo (la
supresión de una preposición delante de la conjunción que), que en el español
peninsular puede ser categorizado como vulgarismo (como una variante diastrática),
en el español de América tiene un estatus dialectal (como peculiaridad geográfica) o
incluso diafásico (realización característica del registro coloquial de la lengua); el
voseo, por su parte, caracteriza determinados subdialectos del español de América, y
constituye al mismo tiempo una variedad diacrónica del español peninsular.

En didáctica de la lengua, cabe plantearse sobre todo qué variedad de lengua enseñar
y en función de qué criterios. El estudio de las distintas variedades lingüísticas
contribuye al desarrollo de la competencia sociolingüística del aprendiente. Dominar
una lengua no consiste solo en conocer su sistema abstracto sino también las distintas
realizaciones de este sistema en cada circunstancia concreta de uso. Para llegar a
disfrutar de un nivel culto de la lengua española se requiere, pues, conocer sus
distintas variedades lingüísticas, tanto diafásicas como diatópicas, que hacen de ella
una lengua de gran cultura.

La norma culta

El español no es idéntico en todos los lugares en que se habla. En cada país, e


incluso en cada zona geográfica y culturalmente delimitada dentro de cada país, las
preferencias lingüísticas de sus habitantes son distintas, en algún aspecto, de las
preferencias de los hablantes de otras zonas y países. Además, las divergencias en el
uso no se deben únicamente a razones geográficas. También dependen en gran
medida del modo de expresión (oral o escrito), de la situación comunicativa (formal o
informal) y del nivel sociocultural de los hablantes.

Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el


español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no
obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel
formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones
mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Es por ello la
expresión culta formal la que constituye el español estándar: la lengua que todos
empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos
con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor
acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la
lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos1. Es, en definitiva, la que
configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de
muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de
una misma comunidad lingüística. Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas
importantes distinciones: Lengua escrita, frente a lengua oral; lengua literaria (la que
corresponde a la expresión escrita de nivel culto), frente a lengua o habla corriente (la
que se emplea en la expresión común u ordinaria); lengua o habla formal o esmerada
(la propia de usos oficiales o protocolarios y de situaciones en las que el hablante
debe expresarse con especial corrección), frente a lengua o habla informal, coloquial o
familiar (la propia de la expresión espontánea y de situaciones en las que existe
confianza o familiaridad entre los interlocutores); lengua o habla culta (la propia de
los hablantes cultos), frente a lengua o habla popular o vulgar2 (la propia de las
personas de bajo nivel cultural); y lengua o habla rural (la característica de los
habitantes de las áreas rurales).
1. VARIEDADES DE SITUACIÓN O DIAFÁSICAS

Son las variedades que presenta la lengua según la selección de modalidad de


expresión que se escoja, en función de la situación comunicativa, de la intencionalidad
del emisor o de la naturaleza del receptor; por ejemplo: una muchacha habla de sus
relaciones amorosas de forma distinta, según que el interlocutor sea su madre o una
amiga. Igualmente, es distinta la forma de expresión utilizada por el hablante en un
tema de comunicación intranscendente o tópico, como, por ejemplo, un cambio de
impresiones sobre el tiempo; que en un tema más importante o trascendente, como
preguntar a alguien cómo le va en el trabajo u opinar sobre la vida del más allá. Las
diversas situaciones comunicativas generan los llamados registros idiomáticos.
Básicamente, se distinguen dos variedades diafásicas o registros: un registro formal
y un registro informal o coloquial:
a) El registro formal es aquel en el que predomina la preocupación por
seleccionar los recursos lingüísticos de que se dispone. Se utiliza en una
situación de formalidad. Sus características primordiales son la riqueza de
vocabulario y la precisión y corrección gramatical (frases bien construidas y
estructuradas). Está ligado al nivel culto.
b) El registro coloquial o informal es el que utilizamos habitualmente, sea cual
sea el nivel cultural y el nivel de lengua que tengamos, en situaciones de atmósfera
relajada y familiar en las que non se “vigila” tanto el lenguaje empleado (conversación
con amigos, familiares, notas personales, etc.). El registro coloquial está ligado a lo
cotidiano y por tanto al nivel popular o vulgar. El que el ámbito del registro coloquial y
del código restringido sea lo cotidiano, hace que muchos de sus rasgos coincidan, y
que a veces se confunda coloquial con código restringido.
El registro coloquial está muy ligado a la oralidad o lengua oral. Por eso muchas
de sus características están relacionadas con la lengua oral: mayor relajación en la
pronunciación, recursos ligados al gesto, frases inacabadas o deficientemente
estructurada, suposiciones, léxico repetitivo, etc.
Parece comprobado que su uso pertinente depende de la cultura del hablante y
de su capacidad para adaptarse a las diferentes situaciones. Los factores
comunicativos que influyen son: el canal, el referente, el estilo personal o el contexto
del acto comunicativo.
REGISTRO FORMAL REGISTRO COLOQUIAL
- Ausencia de alteraciones - Mayor relajación en la pronunciación.
fonéticas. - Frases deficientemente estructuradas, construidas según
- Textos bien elaborados el fluir del pensamiento (mayor espontaneidad) /orden de
con una sintaxis ordenada palabras subjetivo (frente al orden lógico del formal)
y correcta. /coordinación y yuxtaposición frente a subordinación.
- Habla más expresiva con exclamaciones, interjecciones,
- Léxico variado y preciso
comparaciones, hipérboles (“corre más que una moto”)
(abundante uso de
/Variedad de oraciones según la actitud del hablante.
sustantivos abstractos y de
- Léxico escaso (comodines: “cosa”) y repetitivo (escasez
adjetivos y adverbios).
de adjetivos y adverbios); modismos o frases hechas
- Ligado a lo ESCRITO.
(“sordo como una tapia”, “costar un ojo de la cara”...);
voces de origen jergal (“rollo”, “tronco”, “colega”...)
- Rasgos ligados a la oralidad: aparición de onomatopeyas
(“hizo paf”), apelaciones al oyente; elementos de llamada
de atención (“¿sabes?”/”¡eh, tú, que me estás pisando!”);
vacilaciones y oraciones suspendidas; referencias deícticas
(“me hacía ASÍ “)

Rasgos del registro coloquial


Predominio de la función expresiva. Abundancia de palabras con valores puramente
expresivos:

- Interjecciones: ¡oh!, ¡Eh!


- Formas verbales lexicalizadas: ¡Anda! ¡Vaya!
- Uso impersonal de tú, uno... en vez de la 1ª persona gramatical: Uno no sabe qué
hacer...
- Repeticiones para transmitir intensidad: El plato está rico rico.
- Ordenación subjetiva de la frase: El pan, a mí no me gusta mucho.
- Uso de léxico valorativo: Cari, ven aquí; Esto me mola; La película es bestial.
- Diminutivos y aumentativos con valor afectivo: amorcito; niñata.
- Expresiones afectuosas e insultos ficticios: gordi, mamoncete.

Finalidad eminentemente práctica: el lenguaje coloquial es bastante económico.

- Elipsis, dada la enorme importancia del contexto: Éste... si yo te contara.


- Escasa variedad de nexos conjuntivos (polivalencia de que): No digas que he sido
yo, que yo
no he sido, que te lo digo yo.
- Pronunciación rápida e imprecisa.
- Uso de palabras ‘comodín’: eso, tema, cosa, hacer, coger, etc., válidas para
cualquier
contexto.

Presencia simultánea de los interlocutores, lo cual favorece la espontaneidad y motiva


la falta de elaboración del mensaje:

- Ruptura frecuente de la construcción sintáctica: Yo me parece que sí...


- Frases cortas con ausencia casi total de subordinadas: Es tarde, yo me voy, ¿me
acompañas?
- Vocabulario limitado (sobre todo, adjetivos y adverbios), con pocos sinónimos.
- Ausencia de orden lógico en el desarrollo de los contenidos.
- Frecuencia de repeticiones.
2. VARIEDADES SOCIALES O DIASTRÁTICAS
Son las variedades de lengua relacionadas con la distribución y estratificación
de los hablantes, diferencias de expresión observadas en los individuos pertenecientes
a las distintas clases sociales. El factor que más contribuye a un uso distinto de la
lengua es el nivel cultural del hablante, que no siempre coincide con su nivel
económico, aunque es cierto que la clase social a la que se pertenece condiciona en
gran medida el idiolecto. Para ello, se han tenido en cuenta todas las causas sociales
(sexo, edad, profesión, clase social, etc.) y culturales (nivel de instrucción), y así
llegamos a establecer cuatro niveles.

2.1. EL NIVEL CULTO (código elaborado)


Por encima de los demás se sitúa el NIVEL CULTO, que utiliza el lenguaje con
toda la expansión de sus posibilidades.; se caracteriza por una forma de expresión
elaborada y cuidada, selección de los signos lingüísticos, corrección sintáctica y
propiedad léxica, de acuerdo con la norma culta. Busca la originalidad y el rigor en la
expresión, cuidándolo en todos sus planos:
Fonológico:
–guarda los matices de expresividad fónica;
–utiliza procedimientos de enfatización;
–no admite relajaciones: en la –d– intervocálica, en la –d final,...
–no utiliza frases interjectivas;
–el hablante no comete ningún vulgarismo fónico.
Morfosintáctico:
–rigor en la expresión por medio de construcciones sintácticas adecuadas;
–precisión y riqueza en el uso de tiempos verbales;
–encadenamiento de frases unidas por las conjunciones correspondientes.
Léxico:
–la riqueza léxica es superior a los demás niveles, hecho lógico si precisamos que el
hablante de este nivel posee una sólida formación intelectual;
–vocabulario preciso, tanto si se trata del léxico designativo como de preposiciones,
adverbios, etc., que concretan las circunstancias de la acción. En ocasiones, uso de
términos abstractos.

Este nivel funciona como modelo de corrección, como ideal de lengua para los
estratos inferiores. Es el nivel más estable y uniforme en el uso lingüístico. Es el mejor
dotado para expresar en profundidad los diversos matices del mundo referencial que
nos rodea. Al ser el más estable y el más rígido, da cohesión y unidad al idioma.

2.2. EL NIVEL MEDIO (ESTÁNDAR)


El NIVEL MEDIO sigue la norma lingüística del idioma, aunque es menos
meticuloso y rígido que el nivel culto. Su uso más frecuente se da en los medios de
comunicación social y es compartido por la gran mayoría de hablantes que pertenecen
a un nivel sociocultural medio. El modelo de lengua es el ofrecido por hablantes
instruidos en sus relaciones cotidianas.

2.3. EL NIVEL FAMILIAR-COLOQUIAL


El nivel familiar o coloquial es el que utilizan los hablantes, con independencia
del nivel cultural que posean, como modo de expresión habitual y uso relajado cuando
hablan con familiares y amigos. Frente al lenguaje culto, se oponen expresiones
como: lenguaje "popular", "familiar", "de uso", "coloquial", "hablado", "vulgar",
"rústico", etc. Nosotros estableceremos dos niveles dentro de lo que hemos
denominado expresión coloquial. Todas estas expresiones hacen referencia a una
misma realidad: se refieren a ese modo de hablar que brota espontánea en la
conversación diaria. Los rasgos característicos de la lengua familiar-coloquial son la
subjetividad del hablante, la economía de medios lingüísticos (uso de palabras
comodines: cosa, esto, entonces... verbos plurisignificativos, como hacer, tener...
utilización de interrogaciones y exclamaciones del tipo ¿Qué me dices?, ¿Sabes lo que
te digo? ¡Anda! Si está aquí; uso de frases hechas y proverbiales, como, Así es la
vida; Más vale pájaro en mano... Tirar la piedra y esconder la mano; el empleo de un
lenguaje figurado como, Estoy hecho polvo, y la apelación al oyente: Y tú ¿qué crees?
Ya me dirás tú. En definitiva, se trata de un nivel de lengua fuertemente expresiva y
afectiva, poco precisa –gracias al apoyo de la entonación y de la mímica, de la
situación y del contexto– pero ágil y colorista, exagerada e imaginativa, rompedora.

CARACTERÍSTICAS GENERALES Y SU REPERCUSIÓN LINGÜÍSTICA

Tres son los rasgos que van a condicionar todas las peculiaridades lingüísticas
de este registro del habla:la subjetividad del hablante, la economía de medios
lingüísticos, la apelación al oyente.
A. LA SUBJETIVIDAD DEL HABLANTE
Plano fonológico:
–Importancia de los elementos suprasegmentales (acento y entonación) en ciertas
expresiones:
¡Ni hablar! Cría cuervos...
Y también se nos estropeó el coche, ¿para qué decir más...?

Plano morfo-sintáctico:
–Uso frecuente de interjecciones o locuciones interjectivas:
¡Huy, por Dios! No se preocupe.
¡Ah! mira, aquí está tu tío.
–Abundancia de fórmulas y expresiones de tipo afectivo:
–Abundancia de diminutivos, aumentativos y despectivos: pequeñín,
grandote,...
–Intensificación en los adjetivos: divino, fenomenal.
–Los elementos de la oración están ordenados de forma personal, es decir, en función
de las palabras que interesa poner de relieve:
Tiempo tiene, dejarla –dijo Julia.
Dieciséis años no los representa, desde luego.
–Interrogación retórica. A veces el hablante se pregunta a sí mismo o interroga al
interlocutor sin que espere respuesta.
¿Qué haces? Ya lo has roto otra vez.
¿Cómo podría yo negarme?

Plano léxico-semántico:
–Importancia de la ironía, es decir, uso deliberado de palabras que significan lo
contrario de lo que se pretende decir. La clave para el interlocutor no puede ser el
significado literal del mensaje sino la entonación o expresión:
¡Dichoso pueblo...!
–Uso frecuente de construcciones pleonásticas para reforzar la expresión:
Lo digo yo.
Lo vi con mis propios ojos.
–Abundancia de fórmulas y expresiones de tipo afectivo:
–Expresiones enfáticas de cantidad: una enormidad, la mar de contento, ...

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