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Confirmados para la Misión.

Objetivo general: Que los jóvenes entiendan la importancia que tiene la vida misionera, y que al finalizar
el tema se comprometan a realizar una tarea específica de misión.

1. Noción del Sacramento


La Confirmación es el sacramento por el cual el bautizado queda fortalecido con el don del Espíritu Santo
para que, de palabra y de obra, sea testigo de Cristo y propague y defienda la fe 1. El mismo Espíritu despertará
en nosotros la creatividad para encontrar formas diversas para acercarnos, incluso, a los ambientes más difíciles,
desarrollando en el misionero la capacidad de convertirse en «pescador de personas»2
Confirmar significa afirmar o consolidar, y por ello la confirmación lleva a su plenitud lo que en el bautismo
era sólo inicio. Así lo afirma el concilio: «Así aparece claramente que la confirmación constituye una
prolongación del Bautismo» (cfr. SC 71). Particularmente luego de la recepción de este sacramento, la misión
del cristiano será más activa que pasiva, en consideración de dicha plenitud: misión eminentemente apostólica,
donde se continúa de algún modo la gracia de Pentecostés. Por esta razón, sólo los confirmados pueden ser
padrinos de bautismo, o recibir las sagradas órdenes (cfr. CIC 893). La confirmación es para nosotros lo que
Pentecostés fue para los Apóstoles.
Gracias al sello del Espíritu conferido por la confirmación, el cristiano logra su plena identidad y toma
conciencia de su misión en la Iglesia y en el mundo. «De hecho, el cristiano, recibida la confirmación, es
perfecto, en el sentido que ha alcanzado, en el plano del carácter sacramental, la plenitud de la semejanza con
Cristo compatible con el estado laical» 3. La confirmación lo hace adulto, no sólo en edad, sino también en la fe.
Una vez asumido el sacramento en sí, el confirmado puede decir como el apóstol: «Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño» ( cfr.
1Cor 13,11).
Sepamos también que en la confirmación reafirmamos que no podemos cerrarnos en nosotros mismos, que
tenemos que ir hacia los demás. Reafirmamos y conformamos nuestra misión como cristianos, misión que no es
otra que seguir la obra de Jesús. Por la confirmación los cristianos nos lanzamos con más energía a la misma
tarea de Jesús: (cfr. Lc 4,14-21). Este pasaje bíblico nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret – tenemos
que ver primero el contexto en el que se encuentra anteriormente Jesús. Sepamos que acaba de llegar de ser
puesto a prueba en el desierto por Satanás – Jesús toma en sus manos el volumen del profeta Isaías y lee: « El
Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar
un año de gracia del Señor». (cfr. Lc 4,18-19).
La misión de Jesús inicia, según el pasaje que hemos leído, con el anuncio del Evangelio a los pobres, luego
de los pobres se extiende a los cautivos, a los cojos, a los ciegos, etc. Esa es la misión que debemos seguir.
Sepamos que al igual que Jesús nuestra prioridad deben ser los pobres. Así pues:

«La misión nos lleva a vivir el encuentro con Jesús como un dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial
capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes han abandonado la
Iglesia, a quienes están alejados del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe» 4.

Ya nuestros obispos en Aparecida han visto la necesidad que hay de trabajar con y por los pobres, pero antes de
eso, es necesario que trabajemos en nosotros mismos, que veamos a nuestro alrededor y tratemos de recuperar
lo que se está perdiendo, no debemos abandonar a su suerte a quienes por razones de la vida han decido dejar
aun lado su compromiso misionero. Trabajemos pues por ellos como buenos discípulos-misioneros.

1
cfr. A. ROYO MARÍN, Teología moral para seglares II, los sacramentos, Madrid 1984, 114
2
CELAM, La misión continental para una Iglesia misionera, La Paz 2008, 9.
3
A. G. MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza, Salamanca 19653, 200
4
ibidem. 8
1
2. Efectos de la confirmación
De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue
concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés. (CEC 1302). «Por este hecho, la Confirmación
confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal»:
 nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir «Abbá, Padre» (Rm 8,15);
 nos une más firmemente a Cristo;
 aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
 hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cfr. LG 11);
 nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y
las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no
sentir jamás vergüenza de la cruz (cfr. DS 1319; LG 11,12) (CEC 1303).

Otro efecto de la confirmación es que imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el «carácter», que
es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo
alto para que sea su testigo (cfr. Lc 24, 48-49) (CEC 1304).
«El “carácter” perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el Bautismo, y el confirmado recibe
el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi ex officio)» (CEC 1305).

3. Efecto de la confirmación. El testimonio de los laicos

«Cuando se quiere precisar los efectos de la confirmación y distinguirlos de los del bautismo, sólo hay un
método válido: el que busca en la tradición bíblica y patriótica la inteligencia de los signos sacramentales, y el
enlace con los misterios de Cristo del carácter impreso en el alma» 5. Ahora bien: el sacramento de la
confirmación produce en el que lo recibe dignamente los siguientes efectos:

1. Confiere plenamente el don del Espíritu Santo. Como es sabido, toda alma en gracia es templo de la
Santísima Trinidad y sagrario del Espíritu Santo.
2. Aumenta la gracia santificante. – Efecto propio en todos los sacramentos – las virtudes infusas y los
dones del Espíritu Santo, que se infunden juntamente con la gracia crecen en ella proporcionalmente
en ella como los dedos de una mano.
3. Confiere la gracia sacramental. Propia y específica de éste sacramento. Que es la gracia confortante o
corroborativa, que fortalece el alma para confesar valiente y públicamente la fe ante los hombres y
defenderla contra sus adversarios.
4. Da derecho a las gracias actuales, que durante toda la vida sean necesarias para esa confesión y
defensa de la fe.
5. Imprime carácter indeleble en el alma del que lo recibe válidamente 6.

Dice el Vaticano II «El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, a
cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación» (LG
33). En el Decreto sobre el apostolado de los seglares (Art. 3) se dice: «Los seglares obtienen el derecho y la
obligación del apostolado por su unión con Cristo, cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el cuerpo místico
de Cristo, robustecidos por la confirmación en la fuerza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el
Señor. Se consagran como sacerdocio real y gente santa (1Pe 2,4), para ofrecer hostias espirituales por medio de
sus obras y para dar testimonio de Cristo en todas las partes del mundo. La caridad, que es como el alma de todo
apostolado, se comunica y mantiene con los sacramentos, sobre todo en la eucaristía» 7. En la confirmación Dios
consuma por el don del Espíritu la obra que inició en nosotros con el bautismo como sacramento de la
regeneración.
El efecto de este sacramento debe entenderse como una consumación, tal como la ofrece el acontecimiento
de Pentecostés, frente al hecho de la pascua de Cristo respecto de la obra de Cristo. Desde este punto de vista
5
A. G. MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza, 203.
6
A. ROYO MARÍN, Teología moral para seglares II, los sacramentos, 120-121.
7
CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, « Decreto sobre el Apostolado de los seglares, Apostolicam Actuositatem», nº 3
2
histórico-salvífico resulta claro que, igual que pascua y Pentecostés, el bautismo y la confirmación tienen su
sentido más profundo en la «Iglesia», aunque el objetivo de esta acción salvífica de Dios es el «individuo como
miembro de la Iglesia» pues lo supremo y definitivo ante Dios es el individuo en cuanto persona (cfr. DA 387-
388).
El efecto especial que produjo en los apóstoles el acontecimiento de Pentecostés comparado con el de la
pascua fue sobre todo que pudieron ejercer el apostolado al que los llamó el Señor por la fuerza del Espíritu
Santo. Así pues, el primer sentido y el efecto de la confirmación es comunicar la capacidad para el apostolado
por el don del Espíritu Santo. Luego la «plenitud» que proporciona el sacramento de la confirmación tiene,
respecto del bautismo, una doble dirección: La más visible, apunta a la Iglesia como Iglesia misionera, que vive
en este mundo del testimonio de sus fieles. Este testimonio de fe, que es tarea de todo cristiano, es un don de la
gracia de Dios, del mismo modo que el ministerio apostólico del obispo o del sacerdote es gracia como
vocación y como seguimiento. «La evangelización del continente, nos decía el Papa Juan Pablo II, no puede
realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos… quien por su bautismo y su confirmación, es discípulo y
misionero de Jesucristo» (DA 213). El efecto de la confirmación debe cambiar al hombre mismo en el orden
sobrenatural, convirtiéndolo en testigo y apóstol, para ser capaz de dar testimonio (cfr. DA 144-145).
Esto significa que el efecto de la confirmación exige una disposición más existencial que la que requiere el
efecto del bautismo, que no puede lograrse por el propio esfuerzo moral, sino como don sobrenatural de Dios.

4. La confirmación nos hace testigos de nuestra fe

«La confirmación es un sacramento distinto del bautismo, pero está en estrecha relación con él» 8. Durante
mucho tiempo se celebraron en una misma ceremonia. El bautismo tiene una referencia directa al misterio
pascual de Cristo. La confirmación se refiere más directamente al misterio de Pentecostés, en el que, por la
acción del Espíritu, se manifiestan las riquezas de la Pascua de Cristo (cfr. Jn 16, 7-15).
Pascua de Resurrección es el acontecimiento decisivo e inaugural que culmina en Pentecostés, que es, por
decirlo así, su expansión connatural. Ciertamente, el bautismo es ya un bautismo en el Espíritu, pero la
confirmación celebra esa plenitud que hace del cristiano un testigo de su fe, un enviado. Por el bautismo
nacemos a la fe; por la confirmación, somos testigos de ella. «Con el sacramento de la confirmación los
renacidos en el bautismo reciben el don inefable, el mismo Espíritu Santo, por el cual son enriquecidos con una
fuerza especial y, marcados por el carácter del mismo sacramento, quedan vinculados más perfectamente a la
Iglesia, mientras son más estrictamente obligados a difundir y defender con la palabra y las obras la propia fe
como auténticos testigos de Cristo» (DCN)9.

5. Testigos (Misioneros) en palabras y obras

Nosotros por la confirmación tomamos mayor conciencia de que somos «testigos», «enviados», y así
realizamos nuestra tarea como testigos y enviados. Somos los testigos de Jesucristo. Y tenemos que dar nuestro
testimonio de palabra y obra.

«No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al
encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del
encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!»
(DA 548)

Por esta razón, no dudemos en dar testimonio de lo que Dios ha hecho por nosotros. Contar las maravillas de
Dios (cfr. Hch 2,11), eso es ser misionero, testigo de Cristo resucitado. Ahora bien, veamos a detalle de qué
somos testigos:

 Somos testigos de que somos hijos de Dios (cfr. Rm 8,15-17). Este ser hijos nos da la condición de
herederos de la promesas hecha por Dios. Además, aumentamos nuestra confianza en Dios, nos hace ver
8
A. G. MARTIMORT, Los signos de la nueva alianza, 200.
9
PABLO VI, Constitución Apostólica «Divinae Consortium Naturae» Sobre El Sacramento de la confirmación, 15 de agosto de 1971.
3
todo diferente a los demás, pues todo es obra de Dios. Nuestra confirmación nos hace tomar conciencia
de esta realidad, y nos debe llevar a tomar las cosas con más responsabilidad. El ser hijos de Dios nos da
la gracia de ver las cosas de diferente manera: la salud o la enfermedad, la pobreza o la riqueza, vida
larga o vida corta…, todo, todo esta en las manos de Dios. Como hijos no tenemos que olvidar de
comunicarnos con nuestro padre a través de la oración.
 Testigos de que somos hermanos y por ello tenemos que luchar contra el egoísmo y ponernos al servicio
de los demás. Tenemos que comprometernos a luchar por un mundo más humano, donde todos seamos
más hermanos. Esta realidad la vivimos sobre todo sirviendo a los hermanos que más sufren, que menos
tienen; tratando de unirme cada vez más a los más pobres tal como Jesús vivió y vive.
 Testigos de una gran esperanza, pues todo desembocará en el Padre, por eso debemos actuar sin
desesperación, confiando en que se realizará el Reino de Dios (un mundo nuevo donde no exista la
violencia, el odio, la desigualdad, las injusticias, sino que reine la justicia, la paz, la verdad, y total
libertad). Creemos en la resurrección y eso nos debe mantener firmes en nuestro propósito
evangelizador. Sepamos que somos testigos de una esperanza «activa», por eso hacemos lo posible para
que esta realidad de mayor hermandad entre todos los hombres se vaya realizando en nuestra historia.
 Testigos de que somos el Nuevo Pueblo de Dios. Somos una comunidad de hermanos, de iguales, donde
debemos vivir en el amor tal como Jesús.

Nuestro ser testigos debe manifestarse en todo momento, donde nos encontremos y en las circunstancias en
las que estemos. El hecho de ser testigos de… nos debe llevar a actuar como actuaría Jesús y pensar como
pensaría Jesús.

6. «Recibirán la fuerza del Espíritu... y serán mis testigos»

Jesús prometió, además, a sus discípulos que el Espíritu Santo les ayudaría también a ellos, infundiéndoles
aliento para dar testimonio de la fe, incluso delante de sus perseguidores. La víspera de su pasión aseguró a los
apóstoles que enviaría de parte del Padre, el Espíritu de verdad (Jn 15,26), el cual permanecería con ellos para
siempre (Jn 14,16) y les ayudaría eficazmente a dar testimonio de sí mismo (Jn 15,27). Finalmente, una vez
resucitado, Cristo anunció la inminente venida del Espíritu y la misión evangelizadora de los apóstoles:
«Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en
Samaría y hasta en los confines del mundo» (Hch 1,8). Esta es la tarea que Jesús dejó a sus discípulos, ser
testigos de él hasta los confines del mundo, y ese es ahora el desafío que nos plantea el documento de
Aparecida, ser testigos del Señor, ser sus misioneros, ser anunciadores del Evangelio.
Para esto, nos proponen nuestros obispos de América Latina iniciar un estado de misión permanente (cfr. DA
213, 551) en el que todos participemos y pongamos en práctica nuestro ser bautizados. Ahora bien, alguno
todavía puede preguntarse: ¿Cuándo comenzará la Misión? A éste podemos responderle: cuando pongamos al
centro de nuestra vida a Jesucristo: su Palabra y sus sacramentos. Cuando aprendamos a vivir en comunión.
Cuando descubramos que la Iglesia somos nosotros y Jesucristo en nuestra Cabeza. Cuando nuestra vida sea
más acorde a la voluntad del Padre. Cuando vivamos como hombres y mujeres que han encontrado la Verdad
que hace libres. Este es el camino de la Misión. La conversión personal. Solamente después podremos esperar
otros cambios. Ya decía un filósofo: «Todos quieren cambiar el mundo pero nadie se preocupa por cambiar así
mismo», que triste es decir esto, pero es nuestra realidad y no debemos huir de ella.
Lamentablemente tenemos muchos salvadores con muchos ideales para los demás pero no se preocupan de
mirarse por un instante ellos mismos para ver si lo que dicen es coherente con lo que hacen. Si nos
preocupáramos por dejar de pensar un minuto en nosotros y le dedicáramos ese minito a pensar en los demás,
¡cuantas cosas fueran diferentes!, pero que más nos queda, rezar por ellos y por nosotros, sólo así seremos
buenos misioneros testigos del resucitado.

7. Ser cristiano es participar de la misma misión de Cristo

4
La imposición de manos, la unción y el sello (con la cruz) son gestos que concurren en el momento
culminante de la celebración del sacramento: la crismación. Su sentido conjunto es recogido en esta monición
del Ritual de la Confirmación: «Hemos llegado al momento culminante de la celebración. El Obispo les
impondrá la mano y los marcará con la cruz gloriosa de Cristo para significar que son propiedad del Señor. Los
ungirá con óleo perfumado. Ser crismado es lo mismo que ser Cristo, ser Mesías, ser Ungido. Y ser Mesías y
cristo comporta la misma misión que el Señor: dar testimonio de la verdad y ser, por el buen olor de las buenas
obras, fermento de santidad en el mundo». Quien anteriormente ha sido elegido y bautizado, en virtud de la
crismación es ahora enviado: pasa a ser uno de los que llevan la palabra de Jesús. En él Jesús quiere ser
escuchado y anunciado. Una vez ungido ya no puede el confirmado quedarse quieto, pues el Espíritu le urgirá
para que comparta lo que ha visto, oído y experimentado acerca de Jesús.
En la Confirmación somos realmente constituidos en poder por el Don del Espíritu (cfr. Hch 10,38):
participamos en la Iglesia visible de la plenitud del Espíritu y de la misión propia de la Iglesia. Así
participamos, en el misterio de Pentecostés, del mismo Cristo. Por la Confirmación llegamos a ser miembros
plenamente iniciados en el misterio entero de la Iglesia: hijos de Dios en poder, ungidos con la fuerza del
Espíritu. La tradición cristiana afirma constantemente que la confirmación procura una gracia de fortaleza para
la lucha. La confirmación configura al cristiano con Cristo profeta de la Nueva Ley y lo hace testigo suyo ante
los hombres, concediendo para esta misión una gracia de fortaleza que puede llegar, si fuese necesario, hasta el
martirio.
Sepamos pues, que por la confirmación «cada cristiano participa de la misión de Cristo para compartir la
vida con él y para ser sus testigos en el camino en el que el mismo Cristo le espera»10
8. El confirmado llamado a actuar como misionero

La Confirmación surge, en el interior del marco bautismal, como un segundo gesto de iniciación, como
subrayando por segunda vez —pero ahora a partir del comienzo de una plena experiencia eclesial— que si es
preciso actuar, se trata, en primer lugar, de ser, y de ser gracias a la intervención de Dios. Entonces se puede
vivir, poner en práctica, dar testimonio, descubrir nuevas formas de experiencia eclesial, entrar con los demás
cristianos en la misión común y la participación fraterna. Como lo ha recordado el Vaticano II, si los
confirmados «se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe», es porque están constituidos en
Iglesia y dotados de «una fuerza especial del Espíritu Santo» (LG 11).

Cuando oímos la palabra MISIÓN, misiones o misioneros nos llega como un aire de selva, de países muy
distantes a nosotros y de un puñado de hombres y mujeres, que abandonando todo, comodidades y familia, se
fueron a predicar el Evangelio. Pero tenemos que entender de una vez por todas que el mundo católico está en
Estado de Misión. Cada uno de nosotros tenemos el deber de ser misioneros. No nos podemos conformar con
ser católicos de Bautizo, de Primera Comunión, tal vez de Sacramento de Matrimonio... y de una llamada de
urgencia al sacerdote cuando estemos a las puertas de la muerte y en algunas ocasiones tan solo por precaución:
¡no vaya a ser que de verdad haya «algo» después... Hay quién dice: - «Soy católico pero no practico». ¿Quién
podrá decir soy futbolista y no juega al fútbol? ¿Quién podrá decir soy poeta, pero no hago versos? Nuestra vida
de fe nos lleva a poner en practica esa fe, mantenerla viva y que nuestra existencia tenga coherencia con lo que
creemos. Necesitamos, por eso, queridos amigos vivir un itinerario espiritual, «es necesario aprender a orar,
volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro» (DA 255).
Así pues, con la confirmación nos comprometemos nosotros mismos a no dejar apagar la llama de la fe en
nuestras vidas. No debemos tener miedo a escuchar la voz del Señor que nos llama a ser sus misioneros hoy, en
este tiempo, en este ambiente en el que vivimos. Ya a nada debemos temer, el Señor está a nuestro lado, él
hablará por nosotros, él hará las cosas por nosotros, confortará nuestras debilidades y caminará a nuestro lado.
Agarrémonos fuertemente de las manos del Señor, de las manos de María y así caminaremos seguros.

9. Enviados (Misioneros)

10
J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar, hoy, animadores de las comunidades, España 1987 195.
5
Como testigos somos ENVIADOS hacia la otra persona para anunciarles el Evangelio, es decir: anunciarles lo
que hemos visto y oído, anunciar que Dios nos ama, y que tenemos que amar como Jesús (cfr. Jn 15,13), al
extremo de dar su propia vida a favor de la humanidad. Anunciar que es posible un mundo donde seamos más
justos, más sinceros, vivamos en paz, que es posible un mundo en que todos seamos hermanos y verdaderos
hijos de Dios.
Anunciar exige también, DENUNCIAR (vivir la misión del profeta) lo que se opone al Reino de Dios.
Denunciar las mentiras, las injusticias, los odios, las diferencias entre los hombres… todo aquello que esta
impidiendo el que todos seamos hermanos entre nosotros e hijos de Dios. Sepamos que al denunciar las
injusticias, nos llenaremos de problemas, así lo dice Jesús en el Evangelio:

«Si el mundo les odia, sepan que a mí me ha odiado antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo
amaría lo suyo; pero, como no son del mundo, porque yo al elegirlos los he sacado del mundo, por eso los
odia el mundo. Acuérdense de la palabra que les he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también los perseguirán a ustedes; si han guardado mi Palabra, también la de ustedes guardarán».
(Jn 15,18-20).

10. La confirmación nos compromete con la evangelización

En la Confirmación, y en virtud de la misma, la actividad carismática del Espíritu se prolonga visiblemente


en la vida del ya plenamente iniciado. Sean cuales fueren las formas que adopte esta actividad carismática, el
confirmado se incorpora a la misión de Cristo y de la Iglesia: la evangelización. Si la celebración del
sacramento es cumbre y remate de una evangelización, también es fuente y punto de partida. Si una
evangelización realizada en el pasado ha hecho posible la confirmación actual, es preciso que los confirmados
de hoy preparen a su vez una nueva evangelización. Si cada confirmado está invitado a ser con todas sus fuerzas
signo de fe y de Iglesia en su vida y su ambiente, es para que a través de su propia existencia se continúe el
proceso eclesial que le condujo a la iniciación cristiana. La confirmación consagra a cada cristiano a la obra
misma de Dios que trata de crear una humanidad nueva a semejanza de Jesús (cfr. Rm 8,29).
La confirmación nos tiene que abrir a la misión ad intra y la misión ad gentes. Esos pasos de evangelización
son los que tenemos que dar. Ya el documento de Aparecida nos hace referencia a éste tipo de misión, ad intra
y ad getes en los números 373-379. Veamos a detalle lo que esto significa:
Con la misión ad intra nos referimos a la misión que se realiza de modo ordinario en los lugares donde la
Iglesia se ha radicado. Sería aquellas situaciones donde hay una estructura bien definida: Las diócesis, las
parroquias, los ordinariatos, etc. Es la tarea permanente de evangelización o «nueva evangelización» para todos
aquellos que viven la fe cristiana. Es como acompañar a la madurez de la fe de los cristianos y enseñarla a las
nuevas generaciones. Es quizá la realidad que nos hemos encontrado aquellos que hemos vivido en una
comunidad parroquial.
En cambio, con la misión ad gentes, se refiere a un tipo específico de tarea evangelizadora: anunciar por
primera vez a Jesucristo a aquellos que aún no le conocen, o no han escuchado hablar de Él. Aquí nos viene a la
mente la figura del «misionero»: de quien está dispuesto a ir allá donde hayan hombres que aún no conocen la
fe cristiana. Se trata de un comienzo de la Iglesia en estos lugares.
En dos mil años de cristianismo nos damos cuenta que la misión ad gentes es aún una realidad actual y
urgente: La Iglesia no puede renunciar a su misión, a su tarea, a su naturaleza misionera. Los misioneros no
tienen asegurado el éxito en la misión. Sabemos que las dificultades son de diversa índole, algunas veces, las
mismas autoridades civiles no reconocen el derecho a la libertad religiosa. Muchos son los misioneros que se
juegan la vida por Jesucristo en la actualidad, quizá no nos enteramos porque no viene dicho en ningún
periódico de nuestro país, pero es la realidad.
América Latina tiene que madurar esta conciencia misionera. Nuestras comunidades tienen que sentir el
ardor misionero, nuestros jóvenes tienen que ser parte activa de este impulso misionero que se está iniciando en
nuestro continente, y así todos cooperemos en este trabajo evangelizador; nadie puede quedarse con los brazos
cruzados, la Iglesia nos necesita y la gente que vive a nuestro lado también nos necesita; no seamos egoístas,
anunciemos a Cristo, del cual hemos oído y aprendido. No nos avergoncemos de él, demos testimonio con

6
nuestras propias vidas si fuera necesario del amor que él tiene para cada uno de nosotros, porque no hay mayor
amor que el dar la vida por el amigo (cfr. Jn 15,13)
No olvidemos también lo que el santo Padre el Papa Juan Pablo II, nos dice en su encíclica La Misión del
Redentor:

«Punto de referencia son estas palabras del Concilio: "Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de
propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos llama siempre a los que quiere, para que lo
acompañen, y para enviarlos a predicar a las gentes. Por lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los
carismas según quiere para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno, y suscita al
mismo tiempo en la Iglesia, institutos que asuman como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece
a toda la Iglesia". "Se trata pues, de una vocación especial". Recordemos también lo que pasó en la primera
comunidad cristiana de Antioquía: "mientras celebraban el culto del Señor y Ayunaban, el Espíritu Santo les dijo:
"Sepárenme a Bernabé y a Saulo, y envíenlos a realizar la misión a la que los he llamado". Ayunaron, pues, e
hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron». (RM 65).

No debemos esperar que el obispo o el párroco haga ahora toda una ceremonia para de envío misionero –
aunque hemos tenido el inicio de la misión permanente tanto a nivel nacional como a nivel jurisdiccional – para
enviarnos como misioneros, tenemos que tomar en cuenta que desde nuestro bautismo ya somos misioneros y
más aún desde el día de nuestra confirmación.

11. Nuestra misión, continuación de la misión de Cristo

Al igual que ayer el Señor sigue llamando trabajadores que quieran adherirse a su proyecto misionero. Es
responsabilidad nuestra el responder generosamente o no a esa invitación; todo lo que hagamos es gracias a la
libertad que Dios nos dio desde los comienzos del mundo, por eso, continuar con la misión que inició Jesucristo
hace más de dos mil años atrás, es hacernos parte del proyecto salvifico de Dios.
Recordemos que Jesús eligió a sus discípulos «para que “estuvieran con él y enviarlos a predicar” (Mc 3,14),
para que le siguieran con la finalidad de “ser de Él” y formar parte “de los suyos” y participar de su misión»
(DA 131). Misión que me toca y te toca asumir cada día en tu vida.
Es claro queridos amigos que se encontrarán dificultades en el camino, algunas veces fáciles de resolver y
otras veces se necesitará el doble de oración para poder salir de dicha crisis. No hay nada que no podamos
vencer si nos ponemos en las manos de aquel que todo lo puede y que nos acompaña a donde quiera que
vayamos. Muchas veces tendremos que contemplar a «Jesucristo tal y como nos los trasmiten los Evangelios
para conocer lo que Él hizo y para discernir lo que nosotros debemos hacer en las actuales circunstancias» (DA
139). Viéndolo a Él podremos superar todas las barreras que se nos interpongan en el camino.

12. La confirmación nos exige vivir una espiritualidad misionera

«La actividad misionera exige una espiritualidad específica, que concierne particularmente a quienes Dios ha
llamado a ser sus misioneros» (RM 87). El Papa Juan Pablo II nos recuerda que es Dios quien nos regala un
espíritu misionero, espíritu que debemos cultivar cada día sin dejarlo morir. Todo joven que ha recibido de Dios
el Espíritu Santo, tiene que ser conciente que también Dios le regala una misión – espiritualidad específica, ya
nada hacemos solos, Dios nos acompaña.
Aparecida nos dice que: «Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera,
que se basa en la docilidad al impulso del Espíritu, a su potencia de vida que moviliza y transfigura todas las
dimensiones de la existencia» (DA 284).
Un misionero que no es feliz en lo que realiza no es un verdadero misionero. Pues, «llamamos espiritualidad
misionera al modo concreto de vivir la misión» 11. Cada uno debe encontrar el gusto por lo que hace. Una vez
que se ha encontrado ese gusto, se tiene que vivir con intensidad esa gracia de Dios. No tenemos que olvidar
que la misión es pura gracia de Dios. Jóvenes misioneros necesita el mundo de hoy, así se refiere un estribillo
de una canción vocacional.
11
R. AUBRY, La Misión, siguiendo a Jesús por los caminos de América Latina, Buenos Aires 1990,135
7
Esto de la misión no es solamente un nuevo slogan, sino más bien una nueva opción que nos da el Señor para
profundizar nuestra fe. Por eso, tomemos en cuenta que un misionero «no reza solo en sus ratos libres, cuando
no tiene nada que hacer. La oración es parte de su vocación» 12. El confirmado no solamente es misionero
durante la catequesis, lo es durante toda su vida. Es necesario pues que se asuma responsablemente este
sacramento.
Es más, sepamos que «esta espiritualidad (misionera) se expresa, ante todo, viviendo con plena docilidad al
Espíritu» (RM 87), sabiendo que «será el Espíritu quien los conducirá por los caminos arduos y nuevos de la
misión, siguiendo sus designios» (RM 87). Por tanto, dejemos pues que sea el Espíritu quien actúe en nuestras
vidas, no tengamos mido a los desafíos que se nos presenten. Para que haya una Iglesia joven, hace falta que sus
jóvenes no tengan mido, que se comprometan verdaderamente, que no tengan miedo de profesar su fe, pues el
Espíritu se encargará de hacer y decir lo que ellos deben hacer y decir. Es necesario que estemos concientes que
«cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y
configura la vocación específica de cada uno» (DA 285).
A todo joven misionero seguidor de Cristo, se le pide «renunciarse así mismo y a todo lo que tuvo hasta
entonces y a hacerse todo para todos» (RM 88). En el desapego a las cosas se encuentra uno de los secretos para
que la misión sea efectiva; pero también, el integrarse al grupo al que uno es enviado sin reservas ni
miramientos, constituye otro de los grandes secretos para que una misión sea efectiva. Tratemos siempre de
hacernos uno con el otro, ya que a esto nos orienta la espiritualidad del misionero: «Me hice débil con los
débiles para ganar a los débiles. Me hice todo a todos para salvar por lo menos a alguno. Y todo lo hago por la
Buena Noticia, para participar de ella» (1Cor 9,22-23).

En resumen se puede decir que la confirmación es la renovación consiente y libre de nuestro compromiso de
ser testigos de Jesucristo. Así nos lo pide el documento conclusivo de Aparecida en el lema que nos propone:
Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan Vida.

OTROS TEMAS A TRATAR

1. Compromiso con tu Parroquia, con tu comunidad, con tu familia, con Dios, contigo
mismo.
2. Respeto por lo sagrado, respeto por las personas, NO AL RACISMO, NO AL
SECTARISMO.
3. Y si Dios te llama??? Cuál sería tu respuesta??????
4. Reyes en MISIÓN EL EVANGELIO ES ALEGRÍA

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ibidem. 140
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