Está en la página 1de 2

EL CAPITÁN PERRO TUERTO.

AUTOR: PIERO EMANUEL SOSA CRUZ.


Hace mucho tiempo, en las oscuras y profundas aguas del mar existía un gran número de piratas
que peleaban todo el tiempo por conseguir mapas que los llevara a los tesoros más valiosos de allí.
La historia que voy a contarles es la del capitán Perro Tuerto, el más temido y respetado de toda la
historia marítima. Su barco se llamaba El Temible y era tan grande que estaba lleno de tesoros. El
Temible era tripulado por cien grumetes que remaban día y noche sin parar, pero a pesar de tener
tantos tesoros sus piratas no tenían casi nada, porque Perro Tuerto era malo y egoísta, se quedaba
todos los tesoros y a sus piratas solo les daba una moneda de oro de cada tesoro que encontraba. Él
tenía de todo, eso sí; tenía tantas joyas como para llenarse la cabeza con ellas y contaba con tanta
comida como para llenarse la tripa hasta casi explotar. Un día llegó a los oídos del capitán la
existencia de un nuevo tesoro, era un tesoro encantado, es decir, que tenía un hechizo y solo se
podría abrir si se superaba una prueba que venía escrita en la tapa del cofre.

¡Rumbo al Sur, - dijo perro tuerto, treinta ganados a babor! ¡Rápido! Y todos sus grumetes
empezaron a remar con todas sus fuerzas, pero el tesoro se encontraba en la isla Piraña, que estaba
muy lejos del barco. Y claro ustedes se acordarán de cuántas monedas les daba el capitán a cada
uno de sus grumetes ¿Eran tres?, ¿dos? ¡No! era una sola moneda. La isla Piraña estaba tan lejos
que con una moneda los piratas no tenían suficiente dinero como para comer.

De repente, toda la tripulación se armó de valor y decidió ir a ver a su capitán y hablar con él:

— Capitán, por favor, denos alguna moneda más para que podamos comprar una hamburguesa, le
dijeron.

— Ni hablar, dijo el capitán. — Hay suficientes ratas en las bodegas, pueden comerse algunas.

— ¡Ahh!, eh… pero capitán usted tiene muchísimas monedas, ¿por qué no comparte algunas con
nosotros?

— ¡Ni hablar! — Hay suficientes ratas en las bodegas, pueden comerse algunas.

Y así fue como los grumetes de Perro Tuerto se hartaron del egoísmo del capitán de modo que
cuando llegaron a la isla “Piraña” se quedaron allí para vivir sin tener que depender de él.

Perro Tuerto había llegado a la isla, estaba feliz, no lo podía creer, se encontraba en la isla indicada.
Con una sonrisa en el rostro, empezó a seguir el mapa:

— A ver, seguimos el ríoooo y aquí giramos a la derecha.


Y así llegó hasta la cueva del tesoro. La cueva estaba muy oscura, solo unos murciélagos pasaron
por encima de la cabeza de Perro Tuerto, pero él no se asustó porque era muy valiente, eso sí y
consiguió llegar hasta el cofre del tesoro.

Perro Tuerto estaba contentísimo. Pero qué sorpresa se llevó cuando leyó la inscripción de la tapa:
“Para poder abrir el cofre deberá estar toda la tripulación junta, al menos cien piratas, y repetir las
palabras del hechizo”.

Perro Tuerto no podría conseguir abrir el cofre solo. Necesitaba la ayuda de sus grumetes, así que
salió corriendo a la playa y se los encontró casi a punto de partir:

— ¡Chicos, no se vayan! ¡Los necesito para poder abrir el cofre!

— ¡Ni hablar! - Le respondieron sus grumetes. — No queremos ayudarte a encontrar un tesoro para
que luego tú comas de maravilla, mientras nosotros comemos... ratas. — De ninguna manera
aceptaremos.

— Tiene razón, chicos, he sido muy egoísta, lo siento. Los piratas por primera vez en mucho tiempo
vieron bondad en las palabras de su capitán y decidieron acompañarlo ya que, por fin, había
entendido que sin ellos estaba perdido. ¿Y saben qué más había perdido? Su orgullo, había tenido
que pedir ayuda a sus grumetes, así mismo aprendió que los amigos son lo más importante del
mundo y que hay que compartir todo lo que tenemos. Así que todos juntos se colocaron alrededor
del cofre y repitieron las palabras mágicas. Las tienes que repetir conmigo:

— “Cun banana yija, hici mimi house, uoh petite dance”- y de repente… ¡El cofre se abrió! ¡Estaba
lleno de tesoros, joyas, dinero y cosas deliciosas! Así que esa noche todos los piratas hicieron una
gran fiesta en la cubierta del barco a la luz de las estrellas. Finalmente el capitán Perro Tuerto
compartió todo con sus grumetes y prometió nunca más ser tan egoísta con ellos.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

También podría gustarte