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¡Rumbo al Sur, - dijo perro tuerto, treinta ganados a babor! ¡Rápido! Y todos sus grumetes
empezaron a remar con todas sus fuerzas, pero el tesoro se encontraba en la isla Piraña, que estaba
muy lejos del barco. Y claro ustedes se acordarán de cuántas monedas les daba el capitán a cada
uno de sus grumetes ¿Eran tres?, ¿dos? ¡No! era una sola moneda. La isla Piraña estaba tan lejos
que con una moneda los piratas no tenían suficiente dinero como para comer.
De repente, toda la tripulación se armó de valor y decidió ir a ver a su capitán y hablar con él:
— Capitán, por favor, denos alguna moneda más para que podamos comprar una hamburguesa, le
dijeron.
— Ni hablar, dijo el capitán. — Hay suficientes ratas en las bodegas, pueden comerse algunas.
— ¡Ahh!, eh… pero capitán usted tiene muchísimas monedas, ¿por qué no comparte algunas con
nosotros?
— ¡Ni hablar! — Hay suficientes ratas en las bodegas, pueden comerse algunas.
Y así fue como los grumetes de Perro Tuerto se hartaron del egoísmo del capitán de modo que
cuando llegaron a la isla “Piraña” se quedaron allí para vivir sin tener que depender de él.
Perro Tuerto había llegado a la isla, estaba feliz, no lo podía creer, se encontraba en la isla indicada.
Con una sonrisa en el rostro, empezó a seguir el mapa:
Perro Tuerto estaba contentísimo. Pero qué sorpresa se llevó cuando leyó la inscripción de la tapa:
“Para poder abrir el cofre deberá estar toda la tripulación junta, al menos cien piratas, y repetir las
palabras del hechizo”.
Perro Tuerto no podría conseguir abrir el cofre solo. Necesitaba la ayuda de sus grumetes, así que
salió corriendo a la playa y se los encontró casi a punto de partir:
— ¡Ni hablar! - Le respondieron sus grumetes. — No queremos ayudarte a encontrar un tesoro para
que luego tú comas de maravilla, mientras nosotros comemos... ratas. — De ninguna manera
aceptaremos.
— Tiene razón, chicos, he sido muy egoísta, lo siento. Los piratas por primera vez en mucho tiempo
vieron bondad en las palabras de su capitán y decidieron acompañarlo ya que, por fin, había
entendido que sin ellos estaba perdido. ¿Y saben qué más había perdido? Su orgullo, había tenido
que pedir ayuda a sus grumetes, así mismo aprendió que los amigos son lo más importante del
mundo y que hay que compartir todo lo que tenemos. Así que todos juntos se colocaron alrededor
del cofre y repitieron las palabras mágicas. Las tienes que repetir conmigo:
— “Cun banana yija, hici mimi house, uoh petite dance”- y de repente… ¡El cofre se abrió! ¡Estaba
lleno de tesoros, joyas, dinero y cosas deliciosas! Así que esa noche todos los piratas hicieron una
gran fiesta en la cubierta del barco a la luz de las estrellas. Finalmente el capitán Perro Tuerto
compartió todo con sus grumetes y prometió nunca más ser tan egoísta con ellos.