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El O vis Aeternitatis de Hildegard von Bingen

Luis Guillermo Martínez Gutiérrez

La pieza O vis Aeternitatis es un canto de tipo salmódico, composición de la mística Hildegard

von Bingen. Es un cántico que alaba la grandeza de un ser creador a la vez que recuerda la

liberación, de ese mismo creador, a los seres humanos, sus creaturas. Esta liberación se realiza en

el acto de su encarnación en el mundo. Así, este cántico se vuelve una síntesis fundamental de

los principales dogmas que sostienen las creencias del cristianismo: Dios es un ser supremo

creador, que en su infinita bondad ha creado el mundo pero, a la vez, es un Dios salvador, por

esa misma bondad, pues ha salvado a su propia creación por medio de su encarnación. El

principio del canto dice:

O vis eternitatis Oh vigor de la eternidad


que omnia ordinasti in corde tuo, que ordenaste todas las cosas en tu Corazón,
per Verbum tuum omnia creata sunt Por tu Palabra toda la creación fue
sicut voluisti, Como tu Voluntad lo quiso

Se ha dicho que este cántico tiene una forma salmódica, es decir, responsorial. Así, bajo una

antífona que se repite entre sus estrofas va recordando la bondad del Creador que recuerda el

dolor que tuvo que pasar Dios para salvarnos bajo la forma corpórea:

Et sic indumenta ipsius Y así en tal vestidura,


a maximo dolore dolorosa al máximo,
abstersa sunt. nos ha sanado.

La relevancia de este canto cobra mayor significado, creo yo, cuando repasamos algunos de los

textos de esta mística. Por ejemplo, en su texto Scivias. Este es, de cierta manera, una especie de

diario o registro en el que se anotan las visiones íntimas de la mística con Dios. En Scivias la

revelación se encuentra en una especie de estado puro. Las visiones ya no son nostálgicas, como

se puede entender en otros tratados; son, más bien, un itinerario de la creación, la formación y la
transformación de la palabra. Me quiero referir solamente a la última visión. La Decimotercera

visión, que corresponde a los cánticos de júbilo y celebración. En ella empieza hablando de la

presencia de un “aire luminoso” que no corresponde a otra cosa que al júbilo de los ciudadanos

celestes que en seguida logran distinguir una “música de los misterios”, es un son que celebra

todos los milagros del Creador a la vez que sostiene el armonioso cántico del amor. Así,

entonces, como el aire alberga todo lo que hay bajo el cielo, esta música sostiene dichos

milagros, es por eso que se habla de una música de los misterios. El cántico manifiesta, entonces,

al espíritu y su armonía representa a la divinidad.

No fue sino hasta 1141 cuando Hildegard empezó a redactar la obra Scivitas: Conoce los

caminos. Para ello tuvo dos grandes colaboradores, el monje Volmar y la monja Richardis von

Stade. Así, fue hasta 1147 cuando el papa Eugenio III mandó a una comisión a Disibodenberg

(lugar donde vivía la mística) para recoger el escrito, el papa lo leyó en público y al término le

escribió a Hildegard para que siguiera con su obra. De ahí se desprenderá una obra sin

precedentes, aún original y vigente.

La construcción de una mística a partir del lenguaje musical tal vez sea una de las grandes

originalidades y aportes al pensamiento tanto místico como musical de occidente, puesto que es

difente a las propuestas intelectuales místicas cristianas como las de Maestro Eckhard (teología

negativa) o los grandes místicos españoles que apuestan por el lenguaje poético (San Juan de la

Cruz y Santa Teresa de Ávila). La generación de un tipo de conocimiento a partir del hecho

musical es en Hildegard un elemento único que sigue siendo un problema para la actualidad,

tanto en desarrollos musicológicos como filosóficos.

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