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LA ÉTICA Y SUS PRINCIPALES TEORÍAS

1. Introducción.

La ética, como rama o parte de la filosofía, puede definirse como el arte del saber estar. El
término ética procede del griego clásico êthos, vocablo que tiene dos significados: por una parte
carácter o manera de ser, por otra hogar. Así pues, y considerando la etimología del término,
podemos decir que la ética es el arte del saber estar. Hay, dentro de la ética o filosofía moral, tres
cuestiones esenciales:

a) Por un lado la discusión en torno a cuáles son las fuentes de nuestras ideas (o valores) sobre lo
bueno, lo malo, lo justo, etc. En este asunto es fundamental señalar cuáles son los factores que
condicionan nuestros juicios morales, y suele señalarse lo decisivos que son los aspectos como la
familia, la educación y la sociedad. Un niño o una niña que no hubiesen recibido educación…
¿tendrían ideas o valores morales? Es decir, ¿sabrían distinguir entre lo bueno y lo malo por
ejemplo?

b) Por otro, la discusión en torno a si existen valores morales universales, es decir valores morales
que reconozcan el conjunto de los grupos humanos. En este caso, la diversidad de culturas y en
general de formas de vida resulta una verdad de experiencia que refuta (que muestra la falsedad
de) la idea de valores morales universales.

c) Y, al fin, si existen normas o valores morales naturales o si, antes al contrario, todas las normas
o valores morales surgen de una convención o acuerdo humanos. Surge aquí el clásico debate, ya
presente en la filosofía del siglo V a.C, sobre si la moral tiene su fundamento en la naturaleza
(physis) o si lo tiene en la ley o convención (nómos)…

La diversidad de las teorías éticas tendrá que ver, precisamente, con qué tipo de respuestas
teóricas se hayan dado a dichos problemas. Y así, tendremos, entre otras las siguientes
perspectivas:

a) Hedonismo: el bien se identifica con el placer (hedoné), por lo que el mal se identifica con el
dolor.

b) Utilitarismo: el bien se identifica con lo útil, por tanto el mal con lo inútil.

c) Emotivismo: el bien se identifica con nuestra capacidad para reconocer las emociones de los
otros, es decir con nuestra capacidad para empatizar con los demás.

d) Intelectualismo: el bien se identifica con el conocimiento, por tanto el mal con la ignorancia; y
así, quien comete injusticia u obra mal, lo hace en realidad por ignorancia y no por una maldad
intrínseca.

2. Las éticas helenísticas.

2.1. Introducción.

La éticas del período helenístico (siglo III a.C, en adelante) se caracterizan por responder a una
situación histórica en la que han desaparecido una serie de certezas que habían guiado al ser
humano de la Grecia clásica (siglos VI-IV a.C), en especial el marco de la pólis, de la ciudad.
Cuando, por ejemplo, Aristóteles sostiene que el ser humano es un animal político sobreentiende
que el marco de convivencia humano no es otro que la ciudad, que es donde, además, el ser
humano puede comunicarse con otros ciudadanos ejerciendo así su condición de animal con
lógos. Pues bien, el caso es que las políticas expansionistas de Alejandro Magno, uno de los
primeros ejemplos de imperialismo político, rompen con el marco de la ciudad antigua, que
estaba caracterizada por la muralla. Esto último guarda relación, naturalmente, con el hecho de
que dentro de cualquier política expansionista o imperialista, los límites físicos (las murallas entre
ellos) han de poder sortearse si se pretende conquistar nuevos territorios y mantener el dominio
sobre ellos. Las fronteras, por así decir, no nos permiten avanzar. Esta política de Alejandro
Magno será, por cierto, retomada y perfeccionada por el Imperio Romano: todos los caminos
llevan a Roma.

Dentro de las éticas helenísticas, destacan tres escuelas, a saber, el epicureísmo, el estoicismo y
el escepticismo. Tienen en común, pese a sus diferencias, el hecho de que siguen una orientación
práctica en la filosofía, pues entienden que la filosofía debe poder enseñarnos a tener una vida
lúcida y feliz. De ahí la importancia de las metáforas médicas en estos planteamientos, pues se
entiende que la filosofía es al alma lo que la medicina es al cuerpo, es decir, que la filosofía es la
salud del alma.

2.2. EPICUREÍSMO

Esta escuela debe su nombre a su fundador, a saber, Epicuro de Samos. Si bien suele identificarse
por lo general con el hedonismo, es preciso advertir qué significa placer (hedoné) en esta escuela
y, sobre todo, qué significa su contrario, es decir, dolor. La escuela de Epicuro se plantea, en eso
como el estoicismo y el escepticismo, un problema de orden práctico: ¿cómo podemos evitar el
sufrimiento y el dolor? Y además, ¿cómo nos las arreglamos para que los placeres no se
conviertan en su contrario, es decir, en dolor?

Dentro de esta escuela, resulta esencial saber disponer bien los placeres, es decir, en su justa
medida; pues un exceso de placer puede acarrear dolor y sufrimiento. Ahora bien, ¿cuál es la
fuente o el origen del dolor y del sufrimiento? Epicuro y sus seguidores (Lucrecio entre ellos)
señalan que el origen del dolor y los sufrimientos humanos reside en las creencias religiosas que
atormentan nuestra vida con falsas promesas de inmortalidad y con engañosas fantasmagorías
sobre dioses que nos cuidan o nos castigan. Para Epicuro y sus seguidores, no hay inmortalidad
del alma ni dioses de los que podamos esperar un castigo o una recompensa; el universo se rige
por una mezcla de azar y determinación, no por la voluntad arbitraria de los dioses.

De modo que carece de sentido el culto a los dioses y la esperanza en la otra vida, cuestiones,
ambas, con las que se envenena la vida humana y de las cuales sólo la contemplación de la
naturaleza y la comprensión de su orden pueden liberarnos. No hay, por tanto, nada que temer ni
nada que esperar de los dioses: nada es la muerte para nosotros, pues cuando ella está no
estamos nosotros; y cuando estamos nosotros ella no está.

2.3. ESTOICISMO

Esta escuela debe su nombre al término griego Stoa, que significa pórtico. Y su fundador fue
Zenón de Elea. Tres son las cuestiones esenciales que se plantean, a nivel ético, en esta escuela:

a) El estoicismo es una ética de la resistencia ante el tirano. Plutarco (Sobre la charlatanería, 505
d) escribe al respecto:
"Zenón el filósofo, para no dejar escapar contra su voluntad ningún secreto si violentaban su
cuerpo con tormentos, cortó su lengua de un mordisco y se la escupió al tirano".

b) El estoicismo enseña a saber comportarse ante la adversidad.

c) Se distinguen dos planos de realidad con respecto al ser humano: por una parte están las cosas
que no están en nuestra mano (que no dependen de nosotros); por otra, las que están en nuestra
mano (las que dependen de nosotros.

Tratemos de ver estas tres ideas tal y como aparecen reflejadas en unas estrofas del poeta
sevillano del siglo XVII Andrés Fernández de Andrada (concretamente de su Epístola moral a
Fabio) pues resumen a la perfección los planteamientos de la escuela que nos ocupa y permiten,
además, considerar el influjo del estoicismo en la historia de las ideas y de la literatura:

El ánimo plebeyo y abatido


elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;

que el corazón entero y generoso


al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.

[Versos 1-3: El ánimo, es decir la fuerza con que contamos (ánimo es aquí sinónimo de voluntad
o brío), pese a dudas y temores, es decir incluso si no sabemos si tendremos éxito en nuestro
propósito, antes la duda y los temores que la derrota; primero estar suspenso que caído. Y ese
ánimo es plebeyo, es decir, es el ánimo del pueblo llano que puede sufrir la injusticia o tiranía de
modo más drástico. Versos 4-6: De modo que quien pone toda su fuerza en sus propósitos (quien
pone el corazón entero y generoso), inclinará la frente al caso adverso (es decir, a lo que sucede
contra nosotros; pero que no depende de nosotros que nos suceda), antes que la rodilla al
poderoso. Tiene sentido, entonces, aceptar la fatalidad que nos sucede y no lamentarla, pero
resultaría miserable someterse al poderoso tan pronto como esa acción si depende de nosotros]

2.4. ESCEPTICISMO

El término escepticismo proviene del griego clásico skeptomai, que es un verbo que significa
mirar cuidadosamente o con atención. Sin embargo, el escepticismo es ante todo una filosofía de
la duda, es decir una filosofía que rechaza que existan verdades universales o valores morales
universales. El fundador de esta escuela fue Pirrón de Elis, que curiosamente fue médico. Ahora
bien, ¿tiene algo que ver el escepticismo con la medicina? Si entendemos que la medicina es una
ciencia, o al menos es una práctica orientada científicamente por disciplinas como la anatomía, la
biología o la química, ¿cómo podría ser escéptico un médico? La respuesta a esta aparente
paradoja guarda relación con el significado del verbo griego skeptomai, pues si hay alguna
profesión en la que sea esencial mirar cuidadosamente o con atención, ella es, qué duda cabe, la
medicina. Un médico, en efecto, debe poder examinar con sumo cuidado a sus pacientes para
poder comprobar cuál es su enfermedad o su sintomatología; y, del mismo modo, el escéptico
debe poder examinar con sumo cuidado los valores morales para ver cuál y cuánta es su validez.

La ética escéptica guarda especial relación con la descubrimiento y la observación de culturas y


sociedades distintas a la propia, pues con ellas aprendemos a relativizar nuestros códigos morales
y a entender que existen diversas sensibilidades morales, algunas de las cuales pueden ser incluso
contrarias a la nuestra. De ahí la importancia, en esta escuela, de los viajes y del comercio,
experiencias a cuyo través encontramos contraejemplos a nuestras ideas y valores morales; es
decir experiencias que nos sirven para entender que nuestros códigos morales no son absolutos,
sino más bien relativos a nuestras comunidades.

3. La reflexión ética sobre la amistad

Dentro de las éticas de la antigüedad, la reflexión sobre la amistad ocupa un lugar privilegiado,
pues se comprendía que la amistad era la forma privilegiada de los sistemas de relación humana.
Aristóteles, que dedica un libro completo de su Ética a Nicomáco a la cuestión, llega a decir que
si todos fuéramos amigos no sería necesaria la política y sostiene, asimismo, que el amigo es un
otro yo. Tratemos de ver la problemática de la amistad en uno de los mayores poemas de Jorge
Guillén:

AL MARGEN DE CICERÓN

QUERIDO AMIGO

... veritatem sine que nomen amictiae valere non potest

(De amicitia, 25)

Amigo: no querrás que te confíe


todo mi pensamiento,
porque te dolería inútilmente
cruel veracidad.
Simple rasguño hiere al delicado.
Una sola palabra acabaría
con la dulce costumbre
de entendernos hablando entre fricciones
evitables, silencios.
Ocurre a veces que algún alma clara
sin dolor no podría oscurecerse,
y resiste y se opone a la tan íntima
discordia entre vocablo y pensamiento:
"Verdad a toda costa."
¿Lujo quizá imposible?
El embrollo diario es más complejo
que la verdad, acorde simplicísimo.
La sutil, la difícil vida impura
va con el corazón. Vivamos. Hombres,
y aquí. ¿Drama fatal?
Querido amigo...

4. Teorías éticas de la modernidad: Spinoza

Ética demostrada según el orden geométrico (1677) es la obra culmen de la filosofía de Spinoza;
y en su propio título vemos mezclados los términos ética y geometría. Ahora bien, ¿qué tienen
que ver ambas cosas? Si entendemos que la ética es algo así como el arte del saber estar o la
reflexión sobre los valores morales, entendemos en principio que la ética, como disciplina
filosófica, no permite un tratamiento en términos de razón demostrativa, es decir en términos
puramente científicos… Y si entendemos eso es porque asumimos que la conducta humana es lo
suficientemente compleja e imprevisible como para poder comprenderla en términos de rigor
matemático. Pues bien, el propósito de Spinoza es, justamente, entender las acciones humanas
“como si fueran cuestión de líneas, puntos, planos y superficies”, es decir entender las acciones
humanas con el mismo grado de precisión y exactitud con el que operan los matemáticos. Ahora
bien, ¿es esto posible?

Nos dice Spinoza que cuando se planteó comprender el comportamiento, decidió que se trataba de
no ridiculizar, no lamentar y no detestar, sino de entender las acciones humanas. Es decir, que
entender el comportamiento humano pasa por entender sus causas y no por juzgarlas. El caso es
que según Spinoza los seres humanos somos, ante todo, un conjunto de pasiones en relación; y no
seres guiados por la razón… ¿cómo entender racionalmente las pasiones si justamente las
pasiones son aquello que vuelve irracional nuestro comportamiento? Ese es el desafío intelectual
al que se enfrenta Spinoza.

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