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El Río de la Plata fue descubierto por el español Juan de Garay (1516), durante

una expedición secreta en la que, tras alcanzar la ancha ribera que denominó
“Mar Dulce” pierde la vida a manos de los charrúas.

Desde entonces y por largos siglos, Portugal procuró alcanzar sus costas.
Fruto de la avanzada lusitana es la fundación de Colonia del Sacramento
(1680), recuperada por Madrid y devuelta a Lisboa tres veces, hasta el tratado
de San Ildefonso de 1777 que deja a Portugal fuera del área hasta 1816,
cuando invade la Banda Oriental.

También Inglaterra pretendió involucrarse en la zona en 1806 -ocupando


Buenos Aires por 46 días- y 1807 -instalándose en Maldonado, Montevideo y
Colonia para luego atacar Buenos Aires, abandonando las posiciones tras
rendirse-.

Anexada la “Provincia Cisplatina” (el actual Uruguay) al naciente imperio del


Brasil (1822), las Provincias Unidas del Río de la Plata (que ya habían
malogrado su primer intento de organización constitucional -1819- y se
encaminaban a fallar el segundo -1826-) recuperan el territorio tras la “Guerra
del Brasil” o “Guerra da Cisplatina” (1825-1828). La diplomacia británica
persuadirá a las partes, al firmar la Convención Preliminar de Paz (1828), para
establecer el Estado Oriental del Uruguay (en los hechos “tapón” de futuras
pretensiones recíprocas) liberando la navegación del Plata por quince años.

Durante el resto del siglo XIX, seguirán las contradicciones, plasmadas entre el
Estado Oriental y Brasil, como entre éste y la Confederación. Al incorporar el
Estado de Buenos Aires en su experiencia “en solitario” (1853-1860) la isla
Martín García, en la Constitución de 1854, se reafirma la soberanía y aparece
el esbozo de la tesis de “costa seca” (la jurisdicción uruguaya sólo podría
extenderse hasta la línea de baja marea) que Estanislao Zeballos (canciller de
los presidentes argentinos Juárez Celman, Pellegrini y Figueroa Alcorta)
esgrimiría enérgicamente en las décadas siguientes.

En 1907, Argentina niega a Montevideo el salvataje de un buque de bandera


nacional naufragado a 2500 de la costa oriental (Zeballos instruye la actuación
desde Martín García). La protesta uruguaya es ignorada pero la necesidad de
buscar una solución es inminente. Parte a Montevideo el relevante Roque
Sáenz Peña (ejercerá la presidencia desde 1910), que acuerda con el
negociador uruguayo, su amigo Gonzalo Ramírez (ambos participaron de la
negociación en 1889 de los Tratados de Montevideo, abarcadores de un
sinnúmero de asuntos de derecho internacional civil, comercial, penal,
procesal) el “Protocolo sobre navegación y uso de las aguas del Río de la
Plata”, que habilitó la navegación para los dos países sin perjuicio de
posteriores acuerdos.

¿Se planteaba un “no innovar”? ¿O un condominio? En realidad, se reconocía


una comunidad. La tesis de Sáenz Peña era sólida: se trataba de una sociedad
única, asentada en dos soberanías. Él mismo estaba emparentado con los
Areco uruguayos, como ocurre con tantas familias, patricias y no tanto, que
encuentran ramificaciones en ambas riberas del Plata.

Desde entonces se plantearon diversas posturas para perfeccionar un tratado.


Argentina siguió el criterio de la línea más profunda (thalweg), para que los
canales principales (que mantenía casi en 100%) queden en su jurisdicción.
Uruguay pretendía la línea media (para retener uno de los canales). De atrás
sopló Inglaterra para otorgarle al río, trato de “alta mar”.

En los ‘60 se avanzaron algunos pasos: la Declaración conjunta sobre el límite


exterior de 1961 (dejando el conflicto hacia el interior de la traza, acierto
notable), el Protocolo de 1964 (que ratifica instrumentos anteriores y dispone el
relevamiento conjunto del río, estableciendo comisiones mixtas). En la segunda
parte del decenio, tras un enfriamiento por actitudes unilaterales argentinas
iniciada la dictadura de Onganía, Uruguay gestiona apoyos en Brasilia y
Washington. Argentina propone conformar un grupo de trabajo (1968). Tras el
Cordobazo (1969), en Montevideo se sabe que las horas de la “Morsa” están
contadas y el presidente Pacheco Areco extiende la jurisdicción marítima hasta
las 200 millas (chocándose con el frente argentino). Vuelta a empezar.

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