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Licenciatura en Seguridad Pública

Política Criminal

Tendencias Expansivas del


Derecho Penal

Sesión
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Contenido

Introducción…………………………………………………………….……………….....3

1. Derecho Penal Simbólico………….........................................………………...…..6

2. Derecho Penal del Enemigo…………...................................................……...…..8

3. Punitivismo y Sistema Penitenciario…………………………………………………11

Referencias……………………………………………………………………………….14

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Objetivo general

Registrar las tendencias de intervención del derecho penal en materia de

política criminal, mediante la identificación de sus efectos principales, con el fin de

determinar su impacto en México.

Introducción

Frente a la diversidad de ideas, opiniones y acciones, el Estado requiere

establecer las normas precisas que permitan definir las conductas que deben seguir

la población, así como, aquellas que generándose, violentan el marco establecido,

ante ello, aunado a la base legal, es necesario, llevar a cabo medidas que sancionen

los actos delictivos cometidos.

Frente a esto, existen dos corrientes del análisis del derecho penal que

plantean otra máxima frente al establecimiento de la ley. La primera, donde el

ciudadano cuestiona la acción real de la ley de forma simbólica, generando debate

sobre la política criminal y existe descalificación de las decisiones legislativas

(Nallar, 2017).

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Esto es importante, toda vez que, en los últimas dos décadas el fenómeno

ha adquirido un crecimiento importante, confirmado y observado en las reformas

penales que se están desarrollando en Europa y sus códigos penales, incluyendo

España, así como la de organismos internacionales interesados principalmente en

resolver conflictos.

Esto es de destacar, toda vez que el denostado derecho penal simbólico, está

en directa relación de transformaciones sociales que no puede dejar de considerar

la política criminal.

En cambio, el derecho penal del enemigo, muestra una serie de

características que encajan y dan pie a suponer la presencia de un modelo de

Estado autoritario, naturalmente, por regular la violencia y las conductas fuera de la

ley, pero que resalta por ser más autoritario.

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Lo anterior, presupone el entendimiento, que el derecho penal es una forma

de control social formal, en la que el Estado, le confía los bienes jurídicos más

importantes de la sociedad y donde se entiende que si se atenta contra ellos, la

reacción del sistema jurídico será la más severa y, por ende enfrentará graves

consecuencias (Lana, 2020).

Sin embargo, el hombre en sociedad, ha buscado que este derecho violento,

agresivo y libre de toda compasión, tenga limites, construyendo derechos

fundamentales, hoy humanos, sancionando los excesos, abusos y conductas

arbitrarias realizadas al amparo de detentar el poder.

Dicho esto, el derecho penal moderno se enfoca a las regulaciones jurídico-

penales actuales que se extienden a nuevos ámbitos o formas de conducta distintas

a las tradicionales, estableciendo nuevos códigos y leyes penales.

En esta sesión profundizaremos sobre el derecho penal simbólico y del

enemigo, así como la acción de castigo.

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1. Derecho Penal Simbólico

El derecho establece desde su rama penal, la caracterización y valoración de

rasgos a los que se les atribuye la legislación sustantiva penal. En ese sentido, esto

nos permite observar una tendencia teórico-legislativa en la que existe una clara

expansión de la intervención del Estado en forma punitiva (Lana, 2020).

El Código Penal establece como delitos, aquellos comportamientos humanos

que se realizan de manera dolosa o culposa, y que requieren una sanción por

producir conductas prohibidas, las cuales, previamente se sabe tienen una

conminación penal.

Ante ello, ha surgido como tendencia de expresión de la política criminal la

concepción del Derecho Penal Simbólico y el del Enemigo, como tendencias contra

la nueva criminalidad, considerando que la doctrina tradicional, no posee los

elementos necesarios para enfrentar los problemas sociales que salen de la norma.

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El Derecho Penal Simbólico surge para enfrentar las amenazas y peligros

que perturban a la sociedad en su contexto actual, buscando construir una imagen

de protección y seguridad frente al esquema de la seguridad de riesgo (Lana, 2020).

De esta forma se crea en la legislación, un conjunto de figuras delictivas,

endureciendo desproporcionadamente las penas y otras instituciones sustantivas,

del andamiaje procesal, integrando normas que tienen un efecto simbólico,

generando tranquilidad en el ciudadano de la responsabilidad legisladora y de la

respuesta de sus gobernantes.

El Derecho Penal Simbólico, se forma bajo la base de fundar un hecho nuevo

o extraordinario para evitar el crimen, existe un reclamo constante de la opinión

pública a sus gobernantes ante la falta de solución a un problema por nuevas

circunstancias delictivas, sanciones legales que vulneran la intervención mínima, la

resocialización del condenado y la proporcionalidad de las penas, y los efectos

sancionados en forma expedita (Lana, 2020).

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El derecho penal simbólico, se gesta para presentar un nuevo esquema penal

que ubica en el centro de su actividad, la defensa ideal de la tranquilidad ciudadana,

presentando un modelo dinámico, legal, a veces con fines electorales y donde se

busca tranquilizar a la sociedad.

2. Derecho Penal del Enemigo

Esta doctrina surge en 1985, y busca ante la criminalización que se establezca

un derecho penal “especial”, el cual, se enfoca a cierto grupo de individuos que aún

ante sanciones establecidas, no se rigen, por lo regulado en las leyes.

De alguna forma, esta corriente establece dos bandos, el de las personas o

ciudadanos y el de las no personas o enemigos.

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Los primeros, son los derechos y deberes para aquellos que viven en la

normalidad; los segundos, son los sujetos peligrosos que son tratados de forma

especial por su impacto negativo, por su conducta, mediante un método más

inquisitivo, la prisión preventiva, las penas sin culpabilidad, la secretividad de las

actuaciones, la no averiguación de la verdad sino un proceso ofensivo (Lana, 2020).

El derecho penal del enemigo, se sintetiza en 3 elementos, el adelantamiento

de la punibilidad, las penas privativas son más altas, las garantías privativas son

desproporcionadamente altas.

La línea penal establece una base legal diferente, relativizando las garantías

procesales cuando se identifica el delincuente con el enemigo, y por lo tanto sus

derechos se interpretan de otro modo (Fallar, 2017).

La punitividad en el derecho penal del enemigo, se establece ante una lucha

constante contra el crimen, su descontrol, las acciones genocidas, de guerra, de

conflicto social, de avance del crimen organizado, del narcotráfico y que busca

justificar su nivel de restricción ante tales circunstancias (Fallar, 2017).

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Esta justificación intenta legitimar la necesidad del combate de las nuevas

manifestaciones de peligro en las que es sometida la sociedad, ante un estado de

inseguridad, de indefensión, de falta de paz y libertad (Mancera, 2011).

El derecho penal del enemigo se origina, entonces ante un estado de

inseguridad, en el que la población cede su derecho de libertad ante el nivel

desmedido de la criminalidad, buscando una nueva seguridad. De esta forma, se

exhibe la crisis del Estado en materia de seguridad y combate al crimen organizado,

haciendo que el Estado lo identifique, y reaccione en forma masiva contra el

enemigo, tomando medidas más represivas (Mancera, 2011).

Esto significa un contraataque contra la nueva realidad, para combatir el

terrorismo, los delitos informáticos, el crimen organizado, el tráfico de armas, de

órganos, de drogas y de personas; planteando una política retribucionista (Fallar,

2017). Sin embargo, ante este discurso doctrinario, da pauta a un mayor argumento

de más cárceles, nuevas tipicidades delictivas, sanciones con mayor severidad.

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Todo esto, nos permite afirmar con rotundidad que las premisas expuestas,

son suficientes para hablar de la necesidad del derecho penal del enemigo, con

todas las limitaciones garantistas que éste supone (Mancera, 2011).

El derecho penal del enemigo y el simbólico, surgen y van de la mano ante

la sociedad de riesgos, derivado del acelerado desarrollo, del hombre peligroso y

ante la prohibición jurídico-penal (Fallar, 2017).

3. Punitivismo y Sistema Penitenciario

En torno a la política criminal se considera que ante el incremento de la

incidencia delictiva es adecuado incrementar las sanciones y establecer

mecanismos carcelarios de readaptación social.

El poder punitivo manifestado en la existencia y el uso de las prisiones, es

expresado con el castigo en general, revelando muchas características propias del

sistema de opresión patriarcal, el cual es universal.

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Sin embargo, el encarcelamiento, lejos de establecer totalmente estrategias

que favorezcan un beneficio social y directo, luego de establecer acciones punitivas,

ha generado un mayor impacto en el sancionado y de quienes le rodean (Pérez,

2020).

Esto se debe al estrés que implica el encarcelamiento de un familiar,

principalmente en estadios de corrupción, escasez de recursos y sobrepoblación,

que además suma la falta de certidumbre en el proceso legal, las extorsiones de

abogados y custodios, largos viajes hacia los centros penitenciarios, las largas

esperas de ingreso, los abusos y malas prácticas policiales y de custodios, así

como, la repartida de pequeñas cuotas para tener acceso a cosas mínimas en el

ingreso.

Este panorama, pone sobre la mesa que la acción punitiva no solo se imprime

sobre quién debe ser sancionado, sino también respecto de aquellos que son sus

familiares, quienes los cuidan o visitan (Pérez, 2020).

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Bajo este entendido, es importante considerar que el punitivismo y su

implementación por medio de sistemas penitenciarios, es cuestionable, ante la idea

de que las cárceles y sus costos tienen un mayor beneficio como medida de control

social; y a esto se añade la idea de sumar sanciones y prisiones, como medida de

prevenir delitos y su reincidencia (Restrepo y Francés, 2016).

Por lo anterior, se considera que el punitivismo y su opción de poner a más

personas en la cárcel, resultará en un país más seguro. Pero ello, implica dejar de

lado, las reformas donde la libertad pasa a manos de las instituciones de seguridad

con malas prácticas y, estas a su vez, producen más delitos, impactando en la

ciudadanía, ya que el encarcelamiento genera pobreza, desigualdad, estigma,

violencia, abuso y comercialización de sustancias toxicas (Pérez, 2020).

Políticamente, se concibe que el uso del encarcelamiento es la respuesta

para combatir el crimen, sin embargo, los costos que produce, son extensos,

trascendentes y en muchas ocasiones injustos, siendo lamentable que se tome

como una alternativa de solución (Restrepo y Francés, 2016).

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De esta forma, el punitivismo; el derecho penal del enemigo; y el

recrudecimiento del revanchismo; no son más que un cambio de énfasis en la

problemática tradicional de la culpa, el castigo, y las imágenes del enfrentamiento

con que tradicionalmente se puede comerciar desde el derecho penal (Pérez, 2020).

Aunado a lo anterior, el punitivismo y el sistema penitenciario, lejos de

observarse como una acción política efectiva, establece un sistema patriarcal de

violencia cultural y estructural, evidenciando sólo un sistema de castigo

perfeccionado por el Estado y sus instituciones pero con resultados pendientes.

Referencias

 Lana, F. (2020). La discusión en torno al fenómeno expansivo del Derecho Penal.

Doctrina.

 Mancera, M. (2011). Derecho Penal del Enemigo. México. UNAM.

 Nallar, M. (2017). Tendencias Actuales del Derecho Penal. Doctrina.

 Pérez, C. (2020). El costo del punitivismo carcelario. México. Diario El Universal.

 Restrepo, D. y Francés, P. (2016). Rasgos Comunes entre el Poder Punitivo

y el Poder Patriarcal. Colombia. Revista Colombiana de Sociología.

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