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Introducción
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La evaluación formativa para una retroalimentación que mejora.
“La evaluación educativa es… una fase de control que tiene como objeto no sólo
la revisión de lo realizado sino también el análisis sobre las causas y razones para
determinados resultados…y la elaboración de un nuevo plan en la medida que
proporciona antecedentes para el diagnóstico”. (Duque, 1993, p. 167).
Una evaluación observada desde esta perspectiva que Duque nos propone es una
evaluación con miras hacia un diagnóstico, estrategia y mejora para lograr todos los objetivos
planteados de forma inicial, en el caso de educación, estos objetivos se establecen en los
planes y programas de educación básica; en el perfil de egreso, en los estándares y propósitos
de nivel educativo, en los estándares y propósitos de campo formativo y asignatura.
En México en el año 2019, existe una realidad educativa donde se realiza el proceso de
enseñanza-aprendizaje con dos planes y programas diferentes – 2011, Reforma Integral de la
Educación Básica y 2017, Nuevo Modelo Educativo: aprendizajes clave– pero en comparación
buscan al finalizar los mismos estándares y fines, aquí cabría preguntar ¿estándares con qué
fin? ¿estándares para quién? En realidad ¿para una educación de calidad como lo establece el
artículo 3° constitucional hasta el año 2017? Donde, “la educación que imparta el Estado
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tenderá a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano… garantizará la
calidad… de manera que… la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el
máximo logro de aprendizaje de los educandos” (Diario Oficial de la Federación, 2017, pág.
5). Idoneidad que se manifiesta en la aplicación y concepción de la evaluación como un
proceso de mejora, retroalimentación y transformación.
Se debe tener muy clarificado que el fin último de la evaluación será siempre una
retroalimentación tanto para el educando como el educador, esto nos dirige a ambos, a realizar
cambios en el proceso de enseñanza y en el de cómo se aprende o que nos hace falta
aprender.
Para que una evaluación sea para mejorar, el docente debe ser un ser consciente,
congruente y objetivo, esto implica de manera tácita una ética del profesional de la educación,
donde se impida contaminar este proceso con ideologías políticas, éticas o morales, donde el
objetivo siempre sobresalga ante lo demás. House (1993) afirma que para que un docente sea
capaz de realizar este tipo de evaluación debe generar el respeto mutuo, la no coerción y no
manipulación y, el respeto y defensa de valores democráticos, estos lo guiarán durante toda su
praxis.
Una evaluación debe contar con algunos principios fundamentales, por ello se pretende
que sea formativa, lo que implica el conocimiento para mejorar, una evaluación integral que
permite utilizar estrategias que se basen en el desempeño, combinar estrategias y técnicas
para una evaluación más apropiada, una retroalimentación en confianza y con base en los
aspectos positivos y por mejorar y, una autoevaluación y coevaluación para involucrar de
manera activa a los estudiantes en los procesos de evaluación, esto los hace participes,
activos y colaborativos, además de reflexivos y críticos.
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observan como un proceso de mejora continua ni como una herramienta que contribuirá al
aprendizaje, sino como un resultado final. La evaluación debe ser el eje constitutivo de todas
las practicas pedagógicas que realizan los docentes, debe observase como una evaluación de
alternativa fundamental e integral para todo el proceso, de esa forma el docente formara y se
formara en construcción de un ser holístico, reflexivo, crítico, amoroso, ético y congruente.
Lo que obstruye esta concepción en el docente de México es, desde este análisis:
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pretende? De este modo, todos se ubicarán en el mismo entendido y dependerá de la ética
profesional educativa que lo lleven a la práctica.
Martínez Rizo en una de sus conferencias llamada “La evaluación parte integral de la
práctica docente” mencionaba que para poder realizar evaluaciones objetivas y adecuadas se
debería implementar el Mastering Learning, donde se propone que al planificar se dividiera la
enseñanza en unidades pequeñas y de forma inmediata se evaluara, de esta evaluación se
obtendría un análisis o resultado, este le ayudaría en su enseñanza y para enseñar distinto.
Mencionaba que para disminuir la variación de resultados debe, aumentar la variación de
enseñanza, es decir, que, si algo no funciona y no se alcanzan con ello los objetivos, deben
dejarse de lado y cambiar la forma de enseñar para obtener otros resultados, en México aún no
entendemos este proceso, lo que no orilla a implicar que al hablar más despacio y bajito, el
educando lograra aprender lo que se pretende. Este error es uno de los primordiales que se
observa en las prácticas educativas y pedagógicas que realizan los docentes.
México se enfrenta a un reto muy grande al cambiar la concepción de la evaluación, lo
que implica que los educadores necesitarán concebirse como profesionales de la educación
que están en constante actualización, que se asuman como investigadores, que dominen
conceptos centrales de esta ciencia disciplinar, que impulsen el placer por aprender desde su
actuar, que construyan su identidad como profesionales de la educación del aprendizaje, y que
formen con responsabilidad, lo que genera de forma tangente una evaluación integral, holística
y formativa.
Debe ayudarse de distintas herramientas que contribuyan a una mejora y que involucren
a los educandos a ser partícipes de lo que deben aprender, existe una evaluación, llamada
entre iguales en la cual se involucra a los educandos, dándoles un papel de participantes
activos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, los vuelve conscientes de que criterios y
niveles de desarrollo son los esperados, estas evaluación son dirigidas al aprendizaje
estratégico, pretenden estimular el desarrollo de competencias que respalden la forma de
innovar y adaptarse de forma rápida y eficaz a los cambios constantes (Narro y González,
2010).
La evaluación debe ayudar a retroalimentar, restructurar y volver a construir senderos
por los que tanto el educando como el educador necesitan atravesar, en el proceso de
evaluación el docente como el educando, construyen, crean, y se retroalimenta, con el fin único
de progresar y mejorar, esto implica ser autocríticos y co-críticos, sin ser petulantes, por lo que
implica una autoevaluación y coevolución que no se ha logrado consolidar en el gremio, y si
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entre los profesionales de la educación y el aprendizaje no se ha logrado al cien por ciento, es
difícil que en los educandos se construya, aunque no es imposible.
La evaluación contribuirá a la mejora entonces ¿cómo concebir el proceso de
evaluación de forma distinta? La transformación empieza de manera personal, y el docente
siempre educará y guiará el proceso de enseñanza-aprendizaje con las acciones. Se deben
cambiar las perspectivas de evaluación y ello impactará en las perspectivas de evaluación que
observen los educandos, sin miedo, sin autoritarismo sin control.
Conclusiones
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Referencias