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Constatar la transversalidad del proceso evaluativo en la acciòn didáctica figura ,sin duda, como
uno de los aprendizaje màs significativos. Es a partir de allì de donde se obtiene una visiòn holística
de la evaluaciòn; se asume no sólo como un instrumento de verificaciòn de conocimientos. En
cambio, resulta una valiosa herramienta de informaciòn, dirigida al mejoramiento tanto del
estudiante, y sus estrategias, como de los procesos de enseñanza. E incluso del propio currìculum.
Así mismo, es de suma significancia, y representa de hecho, un aspecto que invita a la reflexión: el
rol esencial de la autoevaluación y la coevaluación. Siendo estos ùltimos los verdaderos
constructores del conocimiento. Y en torno a ello, es interesante analizar cómo, de acuerdo a un
paradigma anterior, predomina la idea de que tan solo el profesor bajo el rol de poseedor de
conocimientos y director del proceso educativo, es aquel con potestad y experticia para elaborar una
evaluaciòn. Comprender la evaluación, se traduce en la superaciòn sesgos de esa índole.
Luego, y en concordancia con lo aprendido, el asumir nuevos paradigmas no solo implica nuevas
acciones docentes. En cambio, como aprendices de por vida, es imperativo desarrollar una
autogestiòn del proceso de aprendizaje dotada del empoderamiento personal necesario, que permita
reconocer el propio valor e importancia de detectar en nosotros mismo, bajo la observaciòn,
aquellos aciertos y aspectos a mejorar.
Esta nueva perspectiva de la subjetividad, fue abordada por Ramírez, en su artículo La negación de
la subjetividad en la evaluación de los aprendizajes. En el expone que, con frecuencia, el uso de
criterios de evaluación suele relacionarse a la objetividad. Sin embargo, la elección de ellos, así
como la distribución del puntaje total entre cada uno, el ejercicio de autonomía y libertad ante la
elección y procedimientos para evaluar, responde a la concepción del docente sobre el proceso
evaluativo. En ese sentido, y superando el temor docente a asumir la subjetividad como elemento
inherente al proceso, el autor afirma necesario asumir un nuevo paradigma que reconozca el papel y
la intención de la subjetividad, cómo lazo que permitirá un acercamiento más humano entre los
actores.
¿Què conocimiento o dificultades necesitan superar para llegar a promover y aplicar una actividad
de evaluaciòn formativa que cumpla con su función pedagógica? ¿cómo cree que podría superarlas?
En principio, es fundamental conocer lo que implica la evaluaciòn formativa. Solo a partir de allì e
identificando sus elementos constituyentes y esenciales, se está en posiciòn de aplicarla. Asì, y de
acuerdo a lo planteado por Sanmarti, al ser la evaluación formativa aquella que se desarrolla
continuamente, que asume como pilares fundamentales: la autorregulaciòn del aprendizaje a partir
del propio conocimiento; la comunicaciòn constante con el otro para generar observaciones mutuas;
y la guía docente. Ademàs, de estar centrada en la comprensión de los motivos por los que un
alumno no entiende un concepto o no sabe hacer una determinada tarea. Se deben considerar para
su aplicaciòn, la inclusiòn de actividades y estrategias que favorezcan:
1. Autoevaluaciòn
2. Coevaluaciòn
3. Reconocimiento de errores como fuente de información.
4. Constante retraolimentaciòn como columna vertebral del proceso.
Es imperativo, mantener siempre presente que, la evaluación formativa como aquella que centra su
intervención en los procesos pedagógicos, cuya función orientadora, reguladora y motivadora,
ejercida tanto por el docente y el estudiante mantiene la intención de recolectar información, emitir
juicios y finalmente adoptar medidas de mejoramiento para el proceso de enseñanza aprendizaje, a
fin de conseguir los objetivos de un determinado curso.
Reconocer las estrategias didàcticas que mejor se ajusten al tipo de conocimiento, así como a las
necesidades y canales de aprendizaje, resulta en todo momento un desafío. Sin embargo, y en este
punto en particular, la evaluciòn diagnóstica figura como herramienta de apoyo.
Luego, es ideal plantear y formular programas de intervención que sirvan al estudiante para que
pueda ser más participativo y se note su avance en todo su proceso.
En concreto, para promover y aplicar una evaluaciòn formativa, toda decisiòn y acciòn debe
fomentar la autoevaluaciòn del estudiante; y estar orientada a identificar los cambios que hay que
introducir en el proceso de enseñanza para ayudar a los alumnos en su propio proceso de
construcción del conocimiento
Es importante saber reconocer màs allà de una puntuación, tener siempre en mente que el
aprendizaje del estudiante es lo primordial. Y en ese sentido, saber sacarle provecho a cada una de
sus aptitudes, que el docente puede ir trabajando en conjunto para establecer los parámetros que
logren medir todo el trabajo hecho hasta ahora. Para así, localizar errores, localizar fallas dentro del
ámbito investigativo, algún pequeño traspié en toda esa construcción del alumno.
Las lecturas abordadas hasta la fecha, a saber: Evaluaciòn del aprendizaje y para el aprendizaje, La
evaluación en el contexto escolar, y Evaluar para aprender, se cohesionan para dar paso a la
adquisiòn de nuevas estructuras mentales. Integradas constituyen base para asumir y afianzar el
nuevo paradigma en torno a la evaluaciòn: su funciòn, estructura, e importancia dentro de la
educaciòn.
En ese sentido, y al considerar de hecho, ser el primer punto abordado por Rosales, un estadio
inicial hacia dicha compresiòn; vislumbrar un panorama completo e integrado del proceso didàctico,
de la investigaciòn activa . A partir de entonces, la evaluaciòn como; fuente de informaciòn que
sirve al cambio y mejoramiento de todo el hecho educativo, y por tanto, proyectada en cada una de
sus fases, adquiere dimensiòn. Dando paso a la primera conclusiòn importante: la evaluación no se
enmarca en una fase final del proceso de enseñanza aprendizaje. En palabras del autor, la
evaluación constituye como un proceso que se realiza paralelamente, de forma implícita al mismo
proceso didáctico.
Una vez internalizada esta premisa, y en sintonía con el abordaje de Rosales. Atender al contenido
de la evaluación sobre el que se proyecta, requiriò comprender y engranar nuevamente, las distintas
funciones de ella. Asì, no solo son objetos de estudio el docente y el alumno, sino todo el resto
de componentes (organizativos-funcionales y materiales) que inciden de algún modo sobre el
éxito de la enseñanza y el aprendizaje.
En torno a los participantes del proceso evaluativo, así como de los criterios para llevarlo a cabo, se
genera una reflexiòn de la que surgen diversas interrogantes, màxime en el contexto actual. Notar
asì, cómo los textos se inclinan destacar la importancia de la participaciòn activa no solo entre el
estudiante y docente, sino de estos con sus representantes. Considerar, especialmente, la frase con la
que son descritos; “corresponsables del proceso de aprendizaje”
Luego, ¿realmente es asumida esta responsabilidad en el contexto Venezolano? Pensar que, aunque
se envuelva en cierto velo de humor, caracterìtico de su la poblaciòn, la condiciones sanitarias han
obligado a los representantes a ser conscientes del verdadero reto de educar. La manifestaciòn
recurrente de inquietudes sobre el cómo y qué hacer ante las dificultades de aprendizaje, falta de
motivaciòn, y barreras comunicacionales con sus representado al momento de abordar las
actividades ¿no estàn acaso demostrando el descuido e ignorancia de muchos, hacia los diferentes
elementos y dimensiones del proceso de aprendizaje de sus hijos? ¿Están acaso notando ahora el
verdadero rol del docente? Una microaproximaciòn a lo que sucede en el aula de clases.
Sin embargo, la reflexiòn no solo gira en torno a la funciòn del representante. ¿Estàn realmente los
docentes preparados para evaluar bajo un contexto como el que se presenta? Y, no solo preparados,
¿están dispuestos a innovar y asumir el compromiso de una nueva evaluaciòn inmersa en una crisis?
Las exigencias del entorno a la educaciòn exige nuevos horizontes evaluativos.
Luego, y al abordar los diversos tipos de evaluaciòn, tomar en cuenta que el primer paso para
realizarla es el diagnóstico, este permite analizar la situación de cada estudiante antes de iniciar con
el proceso de enseñanza aprendizaje, asimismo, el diagnóstico permite que tanto el estudiante como
el docente tomen conciencia sobre la brecha existente entre la situación en la que se encuentran y la
meta que desean alcanzar. Con la finalidad de tomar decisiones sobre lo que necesita para llegar a la
meta y así poder adaptar el proceso de enseñanza aprendizaje a las necesidades detectadas.
Siguiendo con el texto referente a la evaluaciòn del aprendizaje y para el aprendizaje, se evidencia
entre muchos otros aspectos, el intenso contraste entre una y otra. Recastar asì una afirmaciòn
representantiva al fundamento del autor: No se trata sólo de un juego de palabras, sino de un
cambio de fondo respecto a la forma de concebir la evaluación. En este nuevo enfoque, la
evaluación se entiende como un proceso que puede y debe potenciar el aprendizaje del educando,
pero para ello se requieren ciertas condiciones que permitan hacer de la evaluación una
experiencia de aprendizaje. Acortar cómo, y a pesar de estar guiados hacia impulsar e implementar
la evaluaciòn hacia el aprendizaje, Moreno invita a mantener el equilibrio entre ambos enfoque
evaluativos. Dando lugar y pertinencia de acuerdo al contexto y el fin que se persiga con su
aplicaciòn.
Inclinarse cada vez màs a incorporar la evaluaciòn para el aprendizaje, eliminando la hegemonía de
la evaluación dirigida a la mediciòn, y registro de resultados concretos en torno a un objetivo, es
reto que debe asumirse como docentes dirigidos a una mejor pràctica pedagògica.
Por ùltimo, y a partir de lo aprendido del texto Evaluar para aprender, rescatar el rol de la
evaluación como instrumento para detectar los errores y obstáculos relacionados a la comprensión
de algún tema y de fallas en la ejecución de las estrategias de enseñanza aprendizaje, con la
intención de corregir dichos errores “sobre la marcha”. Lo anterior a fin de que, tanto el alumno
como el profesor, tomen acciones para mejorar su desempeño. Asì, por un lado, el alumno alcanza
el aprendizaje de la competencia previamente pautada y, por otro lado, el docente mejora sus
estrategias de enseñanza aprendizaje y de evaluación.
Es fundamental que tanto el docente como sus estudiantes, seleccionen un modelo de evaluación
para cada momento determinado, según como se adapte cada modelo, ya sea calificadora, formativa
o formadora, a los objetivos y/o metas establecidos. Es muy importante que, ambos actores
educativos posean total conocimiento de los objetivos que se pretenden alcanzar y del modelo de
evaluación que se va a usar.