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Cómo entender la espiritualidad del sacerdote diocesano

 
Próximos a celebrar la fiesta de San Juan María Vianney patrono de los párrocos, conviene
reflexionar sobre la espiritualidad del sacerdote diocesano que a diferencia de los sacerdotes de
los Institutos de Vida Religiosa o Sociedades de Vida Apostólica, viven y sirven al interior del
Pueblo de Dios que ha sido encomendado a ellos por medio de su obispo.
En nuestra diócesis, la gran mayoría de las parroquias están presididas por sacerdotes
diocesanos pero también gozamos de la riqueza de los carismas y espiritualidades diversas que
la embellecen, a saber: la espiritualidad franciscana, comboniana, asuncionista y filipense son
algunas que en común unión con el obispo se insertan a los proyectos de una Iglesia particular
para testimoniar con la vida el carisma del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Posiblemente cuando te haz acercado a la Iglesia a solicitar algún servicio sacramental o de
consejería, te haz encontrado con alguno de ellos. Distinguidos por el uso del hábito religioso,
traje clerical o simplemente y aún más relevante por su trabajo y testimonio en medio de la
comunidad.
Recientemente cayó en mis manos un libro que recapitula la experiencia que cada cuatro años la
Congregación para el Clero publica entorno a los encuentros del Santo Padre Francisco con
seminaristas y sacerdotes de los distintos colegios en la ciudad de Roma. En un clima de
confianza y cercanía el Papa Francisco da respuesta a las preguntas que los sacerdotes y
seminaristas le hacen. Entre ellas se encuentra el tema de la espiritualidad del sacerdote
diocesano realizada en el año 2018 la cual resalta la importancia de la relación del sacerdote con
su obispo, la relación del sacerdote con su hermano en el presbiterio y la relación del sacerdote
con sus fieles como padre, son estas tres la base de una espiritualidad diocesana.
En el diálogo, explica el Papa que podríamos pensar que es mucho más fácil para un religioso
conocer su espiritualidad, porque tiene un fundador, al que deberá, asimilarla e imitar en su
espiritualidad; que para un sacerdote diocesano que aparentemente no tiene un fundador, pero
no es así. La espiritualidad del sacerdote diocesano es la diocesaneidad. Con todo lo que implica
y abarca la palabra, es decir, el sacerdote diocesano no está sólo, está en un cuerpo que es la
diócesis, que tiene un padre que es el obispo y que es padre de muchos fieles. La espiritualidad
del sacerdote diocesano es reconocer un padre. Independientemente de la distancia que pueda a
ver entre hijo y padre, nunca se dejará de ser hijo y a su ves nunca se dejará de ser padre. En
este sentido, algunas distancias se entenderán, pero nunca serán justificadas. “Tú puedes
acercarte a tu padre no sólo para hablar, sino para hacerlo sentir que es tú padre, sólo por eso. Y
tú corazón quedará en paz. Pero si tú corazón no está en paz en tú relación con el obispo, hay
algo que no esta bien en ti, porque tú eres diocesano y tú diocesaneidad reclama la relación con
tú padre. Por eso, cabría preguntarse: ¿Cómo es mi relación con el obispo?”
El carisma del sacerdote diocesano es la diocesaneidad y ello significa primeramente tener un
padre.
Otro de los carismas es saber ser hermanos, es decir, ser insertado en un cuerpo presbiteral que
deberá cuidar, dar lo mejor de si con la ayuda e inspiración de sus hermanos mayores, con la
firme conciencia de corresponsabilidad al servir e inspiración a sus mismos hermanos en el
presbiterio. En este sentido, el Papa aconseja de estar atentos y alejarse de las malas
murmuraciones entre hermanos pues son como una lepra que desgasta y lastima el interior del
mismo ministerio sacerdotal y lanza a su vez algunas preguntas con el objetivo de estar atentos.
Diciendo: “¿Tú pertenencia al presbiterio es leal, abierta y franca? ¿Te permites decir con
sinceridad todo aquello que te viene en mente? ¿O has aprendido a poner censuras para no
perder tu status? Una fraternidad así ¡No va! Ser hermano de tus hermanos presbíteros es
aprender a dejarse acompañar para después poder acompañar”.
Hemos mencionado los carismas del presbítero diocesano con el padre, con sus hermanos en el
ministerio y ahora es el turno de mencionar la relación con sus hijos, es decir, el carisma de la
relación con su Pueblo como padre en la fe de aquellos que pertenecen a un territorio parroquial
a él confiado.
El Papa Francisco explica que el presbítero diocesano no debe de limitarse a ser un cura de
confesionario, de sacristía u oficinista, el diocesano tiene el carisma de influir en la vida de la
comunidad, en el cuidado y cura de sus hijos, padecer junto a ellos y alegrarse junto con ellos,
hacerse encontrar en los sinsabores de la vida para darles esperanza y alegría a la usanza de
Cristo a la vida, sabiendo que el secreto de un buen padre espiritual en medio de su pueblo es
saber acercarse y alejarse en los momentos adecuados de la vida de todo hijo. También está
llamado a cultivar su dinamismo misionero, ejercitando con humildad el deber pastoral de guía
autorizado, maestro de la Palabra y ministro de los sacramentos.
En esta misma línea, la nueva Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, “El Don de la
vocación presbiteral”, publicada en el año 2016, reevalúa la espiritualidad del sacerdote
diocesano como una vida mística de identificación con Cristo y de humilde servicio al pueblo de
Dios. Diciendo: “Los presbíteros, configurados en su ser con Cristo Cabeza, Pastor, Siervo y
Esposo, participan de su único sacerdocio y de su misión salvífica, como colaboradores de los
Obispos. Así, son en la Iglesia y en el mundo un signo visible del amor misericordioso del
Padre. Estas características de la persona de Cristo ayudan a comprender mejor el sacerdocio
ministerial en la Iglesia, inspirando y orientando, bajo la acción del Espíritu”.
Todo ello crea una identidad y misión del presbitero diocesano que se ve reflejada en relación
con el Orden sagrado que une a los ministros ordenados (Cf. LG, 28; PO, 8) y con la Iglesia
particular, en la que el servicio pastoral es encomendado al Obispo, unido a su presbiterio (Cf.
ChD, 11). En este sentidos el presbitero diocesano es:
• Es comunidad eclesial de los pastores en la Iglesia particular (Cf. LG, 28).
• Es la familia de los pastores, del Obispo con sus presbíteros. “La fisonomía del presbiterio es,
por tanto, la de una verdadera familia, cuyos vínculos no provienen de carne y sangre, sino de la
gracia del Orden: una gracia que asume y eleva las relaciones humanas, psicológicas, afectivas,
amistosas y espirituales entre los sacerdotes; una gracia que se extiende, penetra, se revela y se
concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo espirituales sino también
materiales” (PDV, 74; DMVP2, 34; Cf. PO, 8; Jn 17,21).
• Es una realidad sobrenatural de gracia para la Iglesia particular y para los pastores (PDV, 74).
• Se nutre de la íntima fraternidad sacramental establecida entre los ministros ordenados y la
anima entre ellos (Cf. PO, 8). Ha de vivir la comunión fraterna, por exigencia del orden sagrado
(Cf. LG, 28).

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