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Los evangelios en el conjunto de la Escritura

Hablan de la vida de Jesús y sus enseñanzas.


Presentan a Jesús anunciando la buena nueva de la llegada del reino de Dios, que trae
la salvación para todas las personas.
Después de la pascua, la buena noticia cristiana se centró en la muerte y resurrección
de Jesús, y más tarde la palabra evangelio pasó a designar el conjunto del mensaje
cristiano:
la buena noticia de la llegada del Reino de Dios, hecho presente en Jesús resucitado.
Aunque los evangelios narran hechos históricos e interpretan lo sucedido, no son
biografías de Jesús, pues su finalidad es pastoral.
Lucas dice que su propósito fue fortalecer la fe de sus lectores (Lc1, 4),
y Juan escribió “para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para
que, creyendo tengan en él vida eterna” (Jn, 20, 31).

Esta intención pastoral hace que los evangelios mezclen la fidelidad a la historia y a la
tradición sobre Jesús con las necesidades de los destinatarios, caracterizándose por lo
siguiente:

1. Provienen de una tradición transmitida por los discípulos de Jesús, en el seno de las
comunidades cristianas.
2. Siguen un ideal común, con raíces en la predicación cristiana primitiva. Tienen como
centro y cúspide el relato de la muerte y resurrección de Jesús.
3. Tienen como fin proclamar la salvación, por lo que son auténticas catequesis sobre el
Señor.
4. Son un testimonio de la fe, pues quienes los escribieron querían comunicar una
experiencia que había cambiado radicalmente su vida.

Los evangelios en la vida de la Iglesia

Los evangelios se escribieron aproximadamente entre el 60-90 d. C, cuarenta años


después de la predicación de Jesús, dándose tres etapas en su formación:
1. La actividad de Jesús.
2. La transmisión de los recuerdos sobre Jesús en las comunidades cristianas.
3. Y la redacción de los evangelios.
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Marcos, el primer evangelista; además de sus propios recuerdos recolectó algunas


tradiciones escritas.

Mateo y Lucas compusieron sus evangelios teniendo presente el de Marcos y


complementándolo con sus propias tradiciones.

El evangelio de Juan tiene su propia historia, y se apoya en fuentes distintas; su


esquema general es diferente al de los sinópticos, aunque muchos de sus relatos
proceden de una tradición común.

El libro de los Hechos de los apóstoles continúa la historia del evangelio de Lucas.
Narra los orígenes del cristianísimo después de la muerte y resurrección de Jesús, hasta
el año 64 d. C.
Aunque da información sobre los primeros líderes de la Iglesia como Pedro y Pablo, no
presenta sus biografías, sino que ofrece una interpretación de los hechos, poniendo de
relieve la salvación de Dios y la expansión del cristianismo en el mundo no judío.

El Evangelio según San Juan

Cuestiones sobre el autor


Probablemente Juan el Zebedeo escribió la base del evangelio y lo completaron sus
discípulos en Asia menor.
Fecha de redacción: entre el 90-100 dC.
Datos biográficos.
Juan (Yehojanan = Yahvé donó gracia, fue benigno)
era oriundo de Betsaida (Jn 1:44; cf. Mc 1, 16-20).
Era hijo de Zebedeo y Salomé (Mc 15:40; cf. Mt 27:56; Jn 19:25) y hermano de Santiago
el Mayor.
Aparece al principio como discípulo del Bautista (Jn 1,35-40).
Pero desde el Jordán, abandonando al Bautista, sigue a Cristo a Galilea, asistiendo al
milagro de las bodas de Cana (Jn 2,1-11).
No debió de ser allí un discípulo total, pues por segunda vez es llamado por Cristo, y
abandonó todo por seguirle (Mt 4,21ss; Lc 6,14).
Él y su hermano, por su ardiente celo, fueron llamados por el Señor “bonaergés” (bene
regesch = hijos del trueno; Mc 3,17).
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Junto con Pedro y su hermano fue testigo de la resurrección de la hija de Jairo (Mc
5,37), la transfiguración (Mc 9,2) y la “agonía” en Getsemaní (Mc 14,33).
En la última cena “descansó en el pecho del Señor” y le preguntó quién sería el traidor
(Jn 13,23ss).
Estuvo junto a la cruz, y Cristo le encomendó a su Madre (Jn 19,26ss).
Fue el primero de los discípulos que conoció al Señor resucitado junto al lago de
Tiberíades (Jn 21,7).
Por confrontación de textos evangélicos, es el “discípulo al que amaba el Señor” (Jn 21,2-
7.20.23-24; 13,23-24; 20,2).
Después de Pentecostés aparece unida en especial amistad con Pedro (Lc 22,8; Jn 20,2-
10; 21,20-22).
Desempeñó en Jerusalén su misión apostólica (Hch 3,1-4,31) y luego en Samaría (Hch
8,14-25).
San Pablo se encontró con él, en su segundo viaje, en Jerusalén, en donde era
reconocido por una de las tres “columnas” de aquella Iglesia (Gal 1,19; 2,1).
Muerte del apóstol Juan
Una antiquísima tradición, que comienza con San Ireneo, dice que Juan vino a la
provincia de Asia y moró en Éfeso, donde escribió su evangelio, muriendo allí en los días
de Trajano (98-117).
No se sabe cuándo vino. Pues sobre el 66, San Pablo escribe la segunda epístola a
Timoteo, al que le había encargado la Iglesia de Éfeso, y nada dice de San Juan.
Lo mismo dice San Polícrates (189-199), obispo de Éfeso, y San Justino (c.100-163), que
se convirtió a la fe en Éfeso.
De los últimos años de la vida de San Juan
El más importante es el citado por Tertuliano, según el cual, bajo Domiciano (81-96),
sufrió el martirio al arrojarlo en una caldera de aceite hirviendo, saliendo ileso, después
de lo cual fue desterrado a la isla de Patmos.
San Jerónimo narra que Juan repetía incesantemente este dicho sobre la caridad:
“Hijitos, amaos mutuamente.” De Patmos volvió a Éfeso, donde se dice que murió el año
séptimo de Trajano, sobre el 104.

Juan el Apóstol ¿es el autor del cuarto evangelio?

Muchas posiciones acatólicas negaron que el apóstol fuese el autor del evangelio.
Alegaban varias razones.
Bretscheider sostuvo que su evangelio no respondía a realidades históricas, sino que
eran ficción.
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para Straus era obra de la filosofía alejandrina, que excedía la capacidad de cualquier
apóstol.
Loisy lo tiene por meramente alegórico y simbólico
Harnack sostiene que es un evangelio compuesto por Juan, presbítero jerosolimitano,
que tenía gran familiaridad con Juan el Apóstol. Así, el cuarto evangelio es el evangelio
de Juan “el Presbítero,” según refería Juan el Apóstol.

Análisis interno del Evangelio de San Juan.


El análisis interno del libro viene a confirmar la tesis.
El autor es judío, como lo prueban el exacto conocimiento de las costumbres judías.
Así, dirá que no se entendían los judíos y samaritanos (7,2)
las hidrias de piedra para las purificaciones de los judíos (2,6)
cita con un buen matiz de conocimiento “el gran día de la festividad” de los
Tabernáculos (7,37)

los judíos no entran en el pretorio cuando llevan a Cristo a Pilato, para no


“contaminarse” y poder celebrar la Pascua (18,28), etc.
lo prueban las 16 citas que hace del Antiguo Testamento y siempre por el texto hebreo.
usa también palabras arameas: Cephas (1,42), Gabbatha (19,13), etc., e incluso usa
frases hebraicas: “hijo de la luz” (12,36), “hijo de la perdición” (17,12), designando a
Judas, etc.
Pero, además, la descripción matizada que hace de la topografía palestinense lo delata
como autor judío de Palestina.
Distingue la Betania de Lázaro, que está a 15 estadios de Jerusalén (11:18), de otra
Betania en Transjordania (1,28)
Sicar está a la falda del Garizim, donde está el pozo de Jacob, que es “muy profundo”
(4,5; 6,11)
cita la piscina de Betesda, que tenía “cinco pórticos” (5,2ss), dato extraño, que las
excavaciones arqueológicas confirmaron, etc.
El autor
Dado el conjunto de datos de todo tipo — topográficos, cronológicos y circunstanciales —
viene a suponer un testigo inmediato.
Aparte que a veces se introduce como tal (1,14; 19,35).
Cuando dos discípulos del Bautista “permanecen” con Cristo, era “casi la hora décima”
(1,39)
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Cristo estaba “fatigado” sobre el pozo de Jacob, y era “como la hora de sexta” (4,6)
y en un caso de curación, y a distancia, lo dejó la fiebre “ayer a la hora séptima” (4,52)
en el lago ven a Cristo después de haber remado unos 25 ó 30 estadios (6,19); en casa
de Caifás, Pedro estaba “a la puerta, afuera” (18,16).
Conoce la índole de varios apóstoles, y cita a veces sus palabras.
Así habla de Andrés y Felipe (1,45; 6,7; 12,21ss; 14,8-10)
de Natanael (1,46-48ss)
de Tomás (11,16; 14,5; 20,25.28),
de Judas Tadeo (14,22),
y especialmente de Pedro (1,42; 6,68ss; 13,6-9.24.36ss; 18,17; 20,2-10; 21,3.7.11.15-
22).
La descripción que hace en el capítulo 13 sobre la denuncia de Judas supone,
normalmente, un testigo ocular.
Destinatarios
Son los fieles de la gentilidad.
Lo confirma el origen “asiático” que le asigna la tradición.
Además, no podía ser para un público judío, ya que explica voces aramaicas, fiestas y
costumbres judías.
Supone desconocida para sus lectores la topografía palestinense, pues la precisa mucho,
v.gr., el “mar de Galilea,” y añade el nombre griego para que lo conozcan con el nombre
con que fue denominado entre las gentes helenistas después de la fundación de Tiberias
por Antipas, “que es Tiberíades.”
La iglesia entera.
el cuarto Evangelio se presenta dirigido a diferentes grupos de creyentes:
a judeo-cristianos y a cristianos convertidos del paganismo, pero siempre con un
enfoque fundamental:
mostrar que Jesús es el mesías, el Hijo de Dios, para que, creyendo en Él, tengan vida
en su nombre.
Características esenciales.
1. Escrito doctrinal en forma de evangelio.
Una lectura serena del evangelio nos producirá la impresión de que estamos ante un
libro cuya intención no se centra en la narración, sino en la enseñanza.
Diríamos que la narración es simplemente como el vestido del cuerpo doctrinal.
El interés no es, al menos primariamente, histórico, sino, teológico.
Nos hallamos ante un escrito doctrinal en forma de evangelio.
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2. En Jn la fe es causada por los milagros. A modo de prueba de lo que hemos dicho


hagamos un recorrido por el mismo evangelio.
En la narración de los milagros-"signos"', aparece siempre como en primer plano su
sentido alegórico.
Ya el número (son siete en total), es significativo. Aunque, es preciso reconocerlo, el
evangelista los presenta como hechos realmente ocurridos (ver 4, 52-53; 6, 22).
Por otra parte, es esencial a los milagros-signos su carácter de interpelación, en cada
uno de ellos el lector debe sentirse llamado o interpelado a la decisión frente a Jesús.

En la consideración de los milagros resulta interesante la comparación con los


Sinópticos.
En éstos la fe precede al milagro, en Jn la fe debe ser una consecuencia del mismo.
Entendiéndolo rectamente podríamos decir que en los Sinópticos el milagro es causado
por la fe (lo realiza Jesús, pero donde encuentra la fe); en Jn la fe es causada por los
milagros.
En otras escenas, por ejemplo:
el diálogo con Nicodemo (cap. 3) y con la Samaritana (cap. 4)
las discusiones con los judíos (en los cap. 7 y 8)
en los debates provocados con ocasión de los milagros (cap 5. 6. 9 y 11),
lo importante no son ni las personas ni los hechos o lo ocurrido, sino lo que se habla
entre Jesús y dichas personas.
3. Lo más característico del evangelio son los discursos de Jesús
en ellos tenemos la interpretación o precisión del sentido de las narraciones o hechos de
los que brotan espontáneamente.
En los diálogos se abandona siempre el acontecimiento o la persona en cuestión (por
ejemplo, ¿qué fue de Nicodemo, de la Samaritana...?)
se prescinde del hecho histórico concreto para remontarse a las cuestiones más
profundas e inquietantes en cuyo contexto se comunica lo esencial del mensaje cristiano
y el significado de la persona de Jesús
En realidad, estas escenas se parecen mucho a los discursos ya que, del diálogo, se pasa
inadvertidamente al monólogo.
Tenemos la impresión de que se trata de composiciones literarias, desarrollos
dogmáticos en la descripción de la persona de Jesús:
su interés es siempre cristológico.
Son particularmente significativas a este respecto las discusiones de los cap. 5 al 10.
4. Otra característica de nuestro evangelio es la uniformidad del lenguaje.
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En él hablan lo mismo Jesús, el Bautista, el evangelista y las demás personas que


intervienen.
Tanto es así que algunas partes de los discursos podrían cambiarse de lugar sin que el
evangelio sufriese la más mínima alteración.
Aquí tenemos una de las razones más importantes de la grandiosa monotonía que
caracteriza al 4° evangelio.
Monotonía que su autor ha intentado romper recurriendo frecuentemente a
explicaciones o interpretaciones personales de lo narrado (ver 2,19; 11, 50; 12, 32).
Indicaciones preciosas porque, al mismo tiempo, nos descubren el verdadero interés del
evangelista.
Esta uniformidad aparece sobre todo en las discusiones con los "judíos" donde nos
encontramos siempre con unos rasgos comunes:
la tensión o división, el desacuerdo entre ellos, la incomprensión (7, 33-35; 8, 32 ss...).

5. La incomprensión joánica.
El evangelista recurre frecuentemente a la incomprensión de los oyentes de Jesús para
provocar las explicaciones necesarias del misterio o asunto tratado en cada caso.
Al mismo tiempo esta incomprensión sirve para caracterizar a las personas.
Incomprensión que se da también en los discípulos (ver 14, 8-9).
Aunque esta incomprensión de los discípulos obedece también a una razón teológica que
podría formularse así:
imposibilidad de comprender a Jesús durante el tiempo de su vida terrena.
6. Intención teológica, más que un interés histórico por los personajes del
Evangelio.
En la presentación que el evangelista hace de las personas está profundamente
influenciado por su intención teológica, más que por un interés histórico por ellas.
La figura del Bautista es completamente distinta a la que nos ofrecen los Sinópticos:
no se describe su aspecto de asceta
no se dice que bautice a Jesús (aunque no resulte difícil suponerlo).
La figura de Pilato es particularmente significativa:
es casi amigo de Jesús
insiste una y otra vez en su inocencia
se halla maniatado por los "judíos".
La verdad es que resulta inverosímil que un procurador romano actúe como lo hace en
el caso de Jesús
7. Importancia de Judas en función de la cristología joánica.
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En este evangelio tiene gran importancia Judas.


No por sí mismo, sino porque su forma de actuar pone de relieve el conocimiento
sobrehumano de Jesús.
Se trata, diríamos, de una figura "funcional"; cuando aparece en escena es aprovechado
por el evangelista para afirmar que Jesús ya sabía de antemano quién lo iba a entregar.
Es decir, que la persona de Judas se halla también al servicio o en función de la
cristología del 4° Evangelio.
8. El discípulo amado ( Jn 13,23 ;19,26; 20,2; 21 ,7 ; 21,20-24)
Una figura nueva es la del discípulo a quien amaba Jesús.
Como cosa sorprendente esta persona la encontramos siempre en el contexto en que
también aparece Pedro.
Se intenta destacar así su autoridad (junto a la indiscutible de Pedro) de testigo ocular
cualificado y fidedigno ya que a él, directa o indirectamente, se remonta el evangelio.
9. Presenta a Jesús con una personalidad sobrehumana.
A pesar de la importancia de las diversas figuras que aparecen en el evangelio, el autor
las hace desaparecer tan a tiempo que da la impresión de que están allí funcionalmente,
con la finalidad única de enmarcar la personalidad de Jesús.
Nos presenta en Jesús una personalidad sobrehumana de la que desaparecen todas las
debilidades que como hombre tenía y de las que nos dan buena cuenta los Sinópticos
(se buscaría en vano, en este evangelio, la descripción de la escena de Getsemaní, por
ejemplo).
Y esto a pesar de que ningún otro evangelista haya insistido tanto en la humanidad de
Cristo.
10. A veces, nos resulta difícil imaginar que algunas personas hablen como lo
hacen en el evangelio.
Por ejemplo, el Bautista que presenta a Jesús, al principio de su vida pública, como el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Una afirmación como ésta, ¿no supone ya un período de reflexión teológica al estilo de
la llevada a cabo por S. Pablo?
La forma como Jesús habla de sí mismo resulta casi inimaginable. Desde el principio
anuncia su elevación (3, 14; 8, 28).
Ahora bien, la "elevación" incluye, al menos, la muerte; también la resurrección y la
exaltación a la gloria.
Y se habla de todo esto, desde el comienzo de su actividad, con la mayor naturalidad del
mundo.
¿Quién podía entender este lenguaje? Compárese este modo de expresarse con el
utilizado por los Sinópticos.
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11. Modo como se habla de los enemigos de Jesús.


Otro punto importante es el modo como se habla de los enemigos de Jesús.
En este evangelio son los judíos (no los escribas y los fariseos, como en los Sinópticos).
La palabra "judíos" designa las "autoridades o dirigentes del pueblo" (lo aclara
perfectamente un texto como el que leemos en 7, 13).
Por otra parte, los problemas en torno a los cuales giran las discusiones con estos
enemigos no son los existentes en tiempos de Jesús.
según la información objetiva que nos dan los Sinópticos estos problemas eran la Ley, la
limosna, el ayuno, la oración...,
sino los que surgieron posteriormente a la ruptura entre el judaísmo y el cristianismo.
Por otra parte, los problemas en torno a los cuales giran las discusiones con estos
enemigos no son los existentes en tiempos de Jesús.
según la información objetiva que nos dan los Sinópticos estos problemas eran la Ley, la
limosna, el ayuno, la oración...,
sino los que surgieron posteriormente a la ruptura entre el judaísmo y el cristianismo
12. Lo más característico es la doctrina sobre Cristo.
Sin duda alguna que lo más característico es la doctrina:
doctrina sobre Cristo.
Pero, de nuevo, fuera del horizonte israelita. Se presenta lo que es Jesús para el mundo,
no para Israel.
Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, la luz, la verdad, la vida, la palabra.
Cristo vino de arriba para comunicar la verdad a los hombres.
Él y el Padre son uno, el uno refleja al otro. Jesús es el revelador del Padre.
Sin embargo, cuando nos preguntamos qué es lo que Jesús revela del Padre no hallamos
respuesta alguna, a no ser ésta:
Dios envió a su Hijo para la salvación de los hombres, es decir, Cristo no es sólo el
aportador del mensaje que el Padre nos envía; El mismo es el contenido de dicho
mensaje
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LA DOCTRINA TEOLÓGICA DEL CUARTO EVANGELIO

DIOS Y JESÚS
I. Teología
Juan es la historia de Jesús de Nazaret, escrita para comunicar fe en él y en el poder
salvífico de su vida, muerte y resurrección.
Podría llegarse fácilmente a esta conclusión leyendo primeramente el prólogo cristológico
(1,1-18).
y a continuación las palabras conclusivas: «Éstos han sido escritos para que creáis que
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios: y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna»
(20,31).
A. Contar la historia de Dios
Prólogo
Según muchos estudiosos, san Juan compuso este pasaje para la liturgia de sus fieles y
luego lo acopló con posibles retoques, al evangelio que sería un desarrollo de las tres
ideas básicas del prólogo:
1. Jesús que revela al Padre
2. Respuesta de los hombres a esa revelación
3. Salvación para aquellos que ha creído en Jesucristo.
El Prólogo es ciertamente una confesión cristológica, pero es también algo más.
El Logos existe desde siempre, vuelto en unión amorosa hacia Dios (1,1-2); y el
significado de este hecho no es únicamente cristológico sino teológico.
El resto del Prólogo nos cuenta la eclosión del Logos como:
 «vida»( zoé /bíos) (vv. 3.4). Bios, se refiere a la vida fisca/ zoé, vida increada,
eterna, la vida poseída exclusivamente por Dios.
 y «luz»(vv5.7.9) la Palabra como luz verdadera nos recuerda otros pasajes bíblicos,
que nos hablan de la Palabra de Dios como lámpara que ilumina el caminar del
hombre.
La Palabra como luz, se refuerza al decir que «habitó entre nosotros»
Habitó en gr. Skenosen, recuerda la shekinah hebrea o presencia divina de Yahvé en el
templo o Tienda( gr. Skene)
Aquí se insinúa lo que más adelante se dirá más claramente, que Jesucristo, el Verbo
hecho carne , es el nuevo Templo.
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El concepto de gloria está ligado íntimamente con el Templo, donde la gloria de la


shekinah se hizo presente.
En diefnmitiva,la gloria viene a ser el reflejo de la Divinidad, el peso ( Kabod en hebreo )
de la grandeza divina.
«carne»( gr. sarx) (v. 14), para subrayar con mayor crudeza que la Palabra, el Verbo , ha
compartido nuestra humana condición en lo que tiene de fragilidad y debilidad.
El vocablo sarx traduce el hebreo bashar que, referido al hombre, expresa el aspecto
efímero y débil del hombre.
La Palabra hecha un ser humano visible, tangible, palpable.
El v. 16 tienen paralelo en los vv. 4-5. en ambos casos se habla del don que Dios
concede a los hombres.
En los vv. 4-5 ese don es la Luz, símbolo litúrgico, que da la vida a los hombres.
En el v. 16 se trata del don de la gracia ( jaris).
La expresión griega, jarin anti jaristos
esta expresión, evoca de alguna manera el tránsito de la Ley Antigua a la Nueva,
interpretación que apoya el v. 17, al hablar de Moisés, el antiguo legislador, y de
Jesucristo, el dador de la gracia y la verdad.
«Cristo Jesús» . Respecto al v.17 su paralelo es el v. 3. en ambos momentos se nos habla
de la acción creadora del Verbo, el Hijo de Dios.
Todo ha sido hecho por la Palabra, hay cierta semejanza entre el prólogo y el primer
capítulo del Gen.
Las primeras palabras del prólogo, en arje, coinciden con el Gen 1,1( bereshit, hebreo).
La referencia a la luz nos recuerda también el primer día de la creación.

B ¿De qué Dios estamos hablando?


1Jn 4, 8 y 1Jn4, 16 afirman «Dios es amor».
Fruto de varias décadas de reflexión, estas palabras tratan de expresar la acción
amorosa y salvadora de Dios en el don de su Hijo.
Son el resultado de la experiencia de Jesús.
Son también la expresión del NT que más se aproxima al «ser» de Dios, y así nos ofrecen
un punto de partida para nuestras consideraciones sobre la teología joánica.
La sección de Juan (3,16-17) aparece por primera vez el verbo «amar» (agapaó).
Nos enseña que la presencia terrenal del Hijo es consecuencia del hecho de que Dios
amó tanto al mundo que entregó a su Hijo para salvarlo, y para que los que están en el
mundo puedan tener vida eterna.
El Hijo ha recibido el amor de Dios, su Padre desde antes de todos los tiempos (17,24).
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El amor que ha existido entre el Padre y el Hijo desde siempre ha irrumpido en la


historia, ya que el Padre, que ama al Hijo, ha puesto en sus manos todo lo que existe
(3,35; 5,19-30).
Una conclusión lógica a esta «historia de Dios» es que la presencia del Hijo en el mundo
es una llamada a reconocer en él al Padre que nos ama (8,42; 14,9-10.23; 15,9).
La revelación del Dios - Amor al mundo puede considerarse la finalidad de la presencia
de Jesús.
En su oración final al Padre, el Hijo pide que el amor que inició e inspiró su misión se
mantenga vivo en las vidas de «los suyos» (17,11) y en las vidas de todos los que crean en
el Hijo gracias a la predicación de sus discípulos (17,20.23.26).
Así, el anuncio de un Dios que es amor continuará vivo en el mundo al ser enviados sus
discípulos al mundo de la misma forma en que Jesús fue enviado al mundo (17,17-19).

Por otro lado, el evangelio según san Juan es, en cierta manera, una historia de lo que
Jesús ha hecho por Dios.
Esto queda particularmente claro en la oración final de Jesús a su Padre y en sus
últimas palabras en la cruz.
Su oración final se inicia con la exclamación: «Yo te he glorificado aquí en el mundo,
cumpliendo la obra que me encomendaste» (17,4).
«Elevado» en la cruz, Jesús proclama en el momento de su muerte: «Todo está cumplido»
(tetelestai 19,30).
En cierta manera, la vida (durante la cual Jesús realiza «las obras» del Padre) y la
muerte de Jesús son la realización de la obra de Dios.
En esta vida y en esta muerte Dios se da a conocer.

II. Cristología.
La historia de Juan sobre Dios está, pues, unida inextricablemente a la vida, muerte,
resurrección y retorno al Padre de Jesús,el Hijo.
Si la revelación de un Dios que ama hace de este evangelio un evangelio «teológico», su
teología se articula solamente a través de una «cristología».
A. Jesús, gloria de Dios.
En 1,43-51, los primeros discípulos llegan a la conclusión de que han encontrado «a
aquel de quien escribieron Moisés y los profetas» (v. 45), «Maestro, Hijo de Dios y Rey de
Israel» (v. 49).
Jesús resalta que han llegado a esta profesión de fe simplemente porque él ha adivinado
que Nata-nael estaba debajo de la higuera. Esto es solamente el principio.
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Verán «cosas mucho más grandes», pues asistirán a la revelación de la condición


celestial del Hijo del hombre (1,50-51), empezando por el primer milagro en Caná, donde
Jesús «manifestó su gloria» (2,11).
El término «gloria» (doxa) en el Prólogo: 1,14
afirma que la encarnación del Verbo preexistente tiene como consecuencia que
«nosotros» (los miembros de la comunidad) podamos «contemplar» la gloria.
Una gloria única porque es la gloria del Unigénito de Dios que habita entre nosotros.
B. La cruz y la gloria de Dios.
1,14, «Y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre»
implica que, en el Logos encarnado, la presencia amante y salvadora del mismo Dios se
ha hecho visible.
Debemos acudir a la historia de Jesús para ver:
 de qué manera la gloria de Dios se ha hecho visible,
 de qué manera Jesús es glorificado
 y de qué manera Dios es glorificado en él.
El sustantivo "gloria“ (doxa), sale 18 veces; y el verbo "glorificar" (doxazô), 23.
Prácticamente siempre se refieren a la gloria del Padre o de Jesús, y a la glorificación del
Padre por Jesús o de Jesús por el Padre.
Juan nos indica en tres ocasiones que la actividad de Jesús manifiesta la gloria de Dios:
en Cana (2,11) y dos veces en el contexto de la resurrección de Lázaro (11,4.40).
Jn 2,1-12 La boda en Cana
Con el milagro de las bodas de Caná Jesús comienza la manifestación de su gloria y la
inauguración de los tiempos mesiánicos.
el «signo» del agua convertida en vino anticipa la «hora» de la glorificación de Jesús (v. 4).
El término «hora» , lo utiliza Jesucristo alguna vez para designar el momento de su
venida gloriosa (cfr 5,28), aunque generalmente se refiere al tiempo de su pasión, muerte
y glorificación (cfr 7,30; 12,23; 13,1; 17,1).
Juan subraya la abundancia del don concedido por el Señor (unos 300 litros de vino).
Tal abundancia es señal de la llegada de los tiempos mesiánicos, y el vino, a su vez,
simboliza los dones sobrenaturales que Cristo nos alcanza.
En el cuarto evangelio, la «madre de Jesús» —éste es el título que da San Juan a la
Virgen— aparece solamente dos veces.
Una en este episodio (v. 1), la otra en el Calvario (19,25).
Con ello se pone de manifiesto el cometido de María Virgen en la Redención.
En efecto, estos dos acontecimientos, Caná y el Calvario, se sitúan uno al comienzo y el
otro al final de la vida pública, como para indicar que toda la obra de Jesús está
acompañada por la presencia de María Santísima.
14

Resurrección de Lázaro
Ya en 11,4 encontramos indicios de que el momento culminante de la glorificación aún
está por llegar:
«Esta enfermedad no terminará en la muerte, sino que tiene como finalidad manifestar la
gloria de Dios; a través de ella se dará también a conocer la gloria del Hijo de Dios».
V. 28 Nos hallamos ante dos cuestiones que deben distinguirse: la revelación de la gloria
de Dios en la resurrección de Lázaro y en la futura glorificación del Hijo que seguirá a
este hecho.
La «hora de Jesús» se inicia con el episodio de Lázaro.
La presencia del poder de Dios en el milagro es una manifestación de la «gloria» de Dios,
pero eEn la línea narrativa de Juan este milagro conduce a la decisión de que Jesús
debe morir por el bien de la nación y no sólo por la nación, sino también para conseguir
la unión de todos los hijos de Dios que estaban dispersos.
Hasta este momento, Juan no había mencionado explícitamente la muerte de Jesús.
Se había referido a ella mediante el uso de los significativos términos joánicos:
«levantar» (3,14; 8,28) y «la hora» (2,4; 4,21.23; 7,30; 8,20), pero la primera referencia al
destino de Jesús en términos explícitos de «muerte» se encuentra en 11,16.s algo más
que eso.
Luego, en los caps. 11-12, a medida que Jesús se aleja del ministerio público para
acercarse a su «hora de gloria» (caps. 13-20), estas referencias se vuelven cada vez más
frecuentes (11,16.50.51; 12,24.33).
La relación entre la resurrección de Lázaro -en sí misma un hecho que manifiesta «la
gloria de Dios» (11,40)- y la futura glorificación del Hijo (11,4) es importante.
Cuando algunos griegos acuden a ver a Jesús (12,20-22), éste puede anunciar la llegada
de un punto de inflexión en su historia:
«Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado» (12,23).
Hasta este momento, en el evangelio «la hora» no había llegado aún (2,4; 7,6.30; 8,20);
pero ahora está aquí y en ella el Hijo del hombre será glorificado.
Existe una conexión entre la hora, la glorificación y la muerte de Jesús en 12,31-32:
«Es ahora cuando el mundo va a ser juzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este
mundo va a ser arrojado fuera. Y yo, una vez que haya sido elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí».
la cruz de Jesús es el lugar donde resplandecerá la gloria de Dios, atrayéndolo todo
hacia él.
Juan presenta la cruz como clímax de la actividad reveladora de Jesús.
C. Hijo de Dios.
Ser Hijo de Dios es central en la misión reveladora de Jesús.
Juan no es el primero en usar esta expresión para referirse a Jesús.
15

La encontramos ya en una de las primeras confesiones cristológicas del NT (Rom1, 3-4) y


en el más antiguo de los evangelios (Mc 1,1.11; 9.7; 15,39).
Todo parece indicar que este concepto, tan importante para el NT en su conjunto, tiene
su origen en la relación histórica de Jesús de Nazaret y el Dios de Israel, una relación
que Jesús resumió en su uso del término «Abba».
El término «el Hijo» aparece como tal solamente en tres ocasiones en los evangelios
sinópticos (Mt 11,27, par. Lc 10,22; Mc 13,32, par. Mt 24,36; Mt 28,19);
en una ocasión en Pablo (1 Co 15,28); y 5 veces en Hebreos (Heb 1,2.8; 3,6; 5.8; 7,28).
En Juan, Jesús se refiere a su filiación 20 veces (3,16.17.18; 5,18. 21.22.23 . 25.26;
6,40; 8,25- 30; 34-36; 11,4; 14,13; 17,1.
además, aparece cuatro veces en los comentarios del evangelista (3,35.36 ; 20,31), una
vez en el Prólogo (1.18), y 4 veces en labios de otros personajes (1,34: Juan Bautista;
1,49: Natanael; 11,27: Martha; 19,7: «los judíos»).
La misión de Jesús se explica como resultado de que tanto amó Dios al mundo que envió
a su hijo único (v. 16) para que el mundo tuviera la oportunidad de aceptar o rechazar la
luz y la verdad (vv. 19-21.35-36) que en él -el hijo- se encuentran (vv. 18.36).
La salvación o la condena se decide en la aceptación o el rechazo de la vida que nos
ofrece la revelación de Dios en su Hijo (vv. 17.36; 5,24-25).
Jesús afirma que es el Hijo de Dios y que en virtud de su filiación tiene autoridad para
revelar lo que ha visto cerca del Padre y así obtener vida eterna para todos los que crean
en él.
La preexistente palabra de Dios se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros como
Hijo de Dios, revelando la verdad o (como diría Juan) haciendo visible la gloria como
gloria del Unigénito (1,14).
Este evangelista ha escrito un evangelio para que sus lectores puedan alcanzar una fe
aún más profunda en esta revelación, confiesen a Jesús como el Hijo y así obtengan vida
eterna (20,31).
D. Escatología y Espíritu.
Escatología en san Juan
Tenemos dos escatologías:
Escatología del presente (realizada), se presenta a menudo como la única escatología
coherente con la cristología joánica, dominada por la afirmación de Jesús:
«El Padre y yo somos uno» (10,30).
Debido a su origen, destino e identificación con la voluntad del Padre, Jesús es
presentado en su misión terrenal como revelación definitiva de Dios.
Consecuentemente, el evangelista considera que el momento del juicio es «ahora».
Escatología del futuro
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Sin embargo, a lo largo del evangelio encontramos referencias a la resurrección y al


juicio que tendrá lugar en el futuro (véase 5,28-29-6,39-40.54; 12,25.48; 14,3.18.28).
El Espíritu Santo
La tensión entre la presencia reveladora de Jesús y la inminente etapa del Espíritu
encuentra su expresión más explícita en 14,25-26:
«Os he dicho todo esto mientras estoy con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os
lo explicará todo».
Todos los verbos de este pasaje están en tiempo futuro.
La relación entre Dios y Jesús (un Padre que envía a un Hijo) se repite en la relación
entre el Paráclito y el Padre.
Y el Paráclito no es enviado hasta que él Hijo no parte (16,7).
La comunidad joánica experimentó la revelación del Padre a través de la acción del
Espíritu, no a través del contacto directo con Jesús.
Sin embargo, sigue siendo la historia de Jesús contando la historia de Dios, puesto que
el Paráclito no va a ofrecer ninguna revelación nueva.
La revelación ha tenido lugar de forma definitiva en Jesús; el Paráclito viene a aplicar y
discernir lo que estaba ya presente en Jesús y en sus palabras.
E. «Yo soy».
Otra característica propia de la presentación joánica de la persona y la misión de Jesús
de Nazaret es la expresión «Yo soy» (gr., egó eimi).
Esta expresión aparece bajo tres formas gramaticalmente distintas.
Sin atributo, o uso absoluto.
8,24: «Porque si no creéis que yo soy , moriréis en vuestros pecados»; 8,28: «Cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces reconoceréis que yo soy »; 8.58: «Os
aseguro que antes que Abrahán naciera, yo soy»; 13,19: «para que cuando sucedan
creáis que yo soy ».
Existe en la actualidad un acuerdo generalizado que remite el uso absoluto de egó eimi
al AT.
Con frecuencia se identifica como antecedente Éx 3, 14, donde el nombre de YHWH es
revelado como «Yo soy quien soy» (hebr, yehyeh aser yehyeh)
Un antecedente más probable puede hallarse en la literatura profética, y especialmente
en Dt - Is.
Una de las mayores preocupaciones de este profeta fue la afirmación de la autoridad de
la palabra del Dios único de Israel, YHWH, contra las pretensiones de los «otros Dioses».
Así como en Dt - Is YHWH se revela a través de estas expresiones, de igual manera
ocurre también en Juan:
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Jesús no revela el carácter único de su identidad definiendo su «ser» divino, sino


aplicándose a sí mismo la expresión que YHWH, a través de su profeta, usó para
manifestarse a su pueblo.
Así, el Jesús joánico lleva a cabo su obra de revelación:
Jesús revela a Dios, su Padre, e identifica su misión con la voluntad de Dios.

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