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La pinta que tiene mi Pinta

Hay en la vida algunos hechos, momentos, la presencia de pequeños seres,


que te dan una gran oportunidad de sentir la vida de otra manera, de que la
ternura es algo que nos caracteriza, por lo menos eso sucedió en mí. Este
gran suceso inició una mañana de setiembre, mes en que todo se ve
diferente, la naturaleza resplandece, se renueva a cada instante. El niño llegó
con el pequeño ovino entre sus brazos, una cosita tan pequeña, tan tierna;
lástima de animalito…apenas respiraba. Luis Fabián, como se llamaba el niño,
me dijo: Don Mateo, la ovejita se muere, no quiere coger el biberón, no se
mueve, parece que ya está muerta.
La ovejita de la historia, había nacido dos días atrás, era la tercera del parto,
una de sus hermanitas, había muerto la noche anterior y ella estaba a punto
de correr la misma suerte (la madre no los podía amamantar por falta de
leche). Entendí que el momento era muy complicado, pero decidí que esta
hermosura de animalito no merecía la misma suerte que su hermanita, la
muerte aún no se vislumbraba como una posibilidad para ella. La cogí entre
mis brazos, la apegué junto a mi dorso desnudo para darle calor, inicié
frotando sus patitas que ya comenzaban a enfriarse, pasé mis manos sobre
todo su cuerpo, la cubrí con una manta, le daba hálitos de aire en su cabeza,
boca y nariz; el pobre animal, no reaccionaba. Así la tuve por casi dos horas,
ya estaba desalentado…entonces… ¡milagro! Reaccionó…el pobre animalito
empezó a estirarse, movió tímidamente la cabeza…yo…con gran confianza
pedí al niño el biberón, se lo puse en la boca y para suerte de ella, comenzó a
succionar, se tomó dos onzas de leche…esto era muy bueno…cada vez estaba
más seguro que la ovejita continuaría con vida, al rato trate de ponerla en
pie, con las canillas temblorosas, con mucho esfuerzo, se puso de pie…
entonces dije al niño: esta ovejita ya no muere.
A mediodía, me vi parado en la pista, con la pequeña ovejita en brazos,
esperando la llegada del vehículo que me conduciría a mi casa. La minivan
llegó, subí y me senté en el espacio que habían reservado para mí. Como
compañera de asiento me tocó una simpática señorita, que rápidamente me
hizo la conversación, a manera de saludo, me dijo: ¡qué lindo cabrito!...en el
acto la corregí…le dije que no era un cabrito, si no que se trataba de una
ovejita…ella sin hacerme mucho caso, reiteró…está linda…¿a dónde la
lleva?...yo respondí entusiasmado…a mi casa!, porque en un primer
momento pensé lo complicado que sería trasladarla, pensé además, que los
pasajeros se incomodarían… pero no fue así…todos me miraban con
simpatía…a lo mejor todos querían tocarla o hacerme alguna pregunta al
respecto…puesto que mi ovejita, de verdad que estaba hermosa, tenía buena
pinta, su piel de un color marrón café, su pecho blanco y todo lo que
correspondía a sus extremidades y parte de su rabo tenía el color negro y
que decir de sus grandes ojos. Alguien se atrevió a decir…parece un venadito,
no dejaba de tener razón, parecía un venadito, un pequeño auquénido, una
cosa muy bonita. Y fue eso, su buena pinta hizo que la llevará junto con mi
familia…sentí que si la dejaba en la chacra iba a correr la misma suerte que su
hermana…moriría de frío, de hambre o por falta de cariño y atención.
Pasando una serie de situaciones, al fin llegué a casa. Mi familia, que ya sabía
de tan bella compañera que venía conmigo, la esperaban agolpados en la
puerta. La primera en tomar en sus brazos a mi pequeña compañera, fue mi
hija May, todos, todos…estuvieron pendiente de mi llegada, pero más de la
ovejita…es así como llegó un nuevo inquilino a nuestras vidas. En nuestra
familia, además de May, está mi hijo Jota y mi esposa Rous y uno de los más
queridos…mi perrito Lucki, un perrito muy travieso, que tiene una historia
similar a la de nuestra ovejita, fue el más sorprendido, quizás por celos, o por
temor…desde que la vio empezó a ladrarla…los guau..guau eran
interminables.
Los días fueron pasando, ahora ya no tan normales, la ovejita se convirtió en
la atracción de la familia…todos la veían y la trataban con mucho cariño…a
cada instante buscaban jugar con ella…Su alimentación siempre fue un ritual,
recibía su leche cuatro veces al día…cada vez consumía más, combinado con
algunos alimentos caseros y alguna hiervas que las traían del mercado o del
parque cercano a la casa. Cuando tenía hambre y no se le brindaba atención
oportunamente, sus balidos eran infernales, probablemente llegaban a
escucharse en toda la manzana. Su madre…es decir su madre putativa, mi
esposa Rous, se había convertido en su soporte, la que apañaba todas sus
travesuras, cuantos libros, cuantos cables…medias, calzones, todos
destruidos…de verdad, yo ya no podía con todo ello y es que lo que hacía
nuestra tierna amiguita, era terrible.
Algunos días de estar la ovejita en casa, busque un nombre para ella…sin más,
la llamé Pinta, ya está demás decir el por qué…Pinta, se convirtió en la alegría
de la casa, mientras era pequeña, pero conforme iba creciendo aprendía
nuevas cosas, una gran saltarina, no había obstáculo que la detenga…esto lo
superaba con un gran brinco…sus meeeee….meeeeeee…se escuchaban a cada
instante…ya sea por hambre…por falta de compañía, puesto que se había
acostumbrado a la presencia de alguno de nosotros, o a veces cuando la
reñían, meeee….meeeeeee…corría en busca de su protectora…y si ella no
estaba…corría a la ventana que daba a la calle y continuaba con su meeeee…
meeeeee, esperando su ayuda. Los balidos, sus travesuras y sus grandes lagos,
ríos que hacía al orinar, nos iban aburriendo, nos hacían ver una vez más que
este hermoso animalito no podía seguir viviendo junto a nosotros. La alegría
para Pinta y para nosotros, sabíamos que no iba a ser eterna…la ovejita
debería volver a la chacra…debería volver con su verdadera familia…su
verdadero hogar…pero este hecho se convirtió en grandes discusiones…
momentos de dolor…de insomnio…no queríamos separarnos de nuestra
querida Pinta.
El día llegó, Pinta debería volver a la chacra, era jueves, el reloj marcaba las 3
de la tarde…el momento de la despedida llegó…todos salieron a despedirla…
Lucki no se quiso quedar, sin más se trepó en el carro que habíamos
alquilado. Pinta y su protectora se acomodaron en la parte posterior, junto a
mí iba Lucki. El viaje a la chacra resultó muy tranquilo…los dos amiguitos, un
tanto asustados, pero felices de salir a dar un paseo, pero la verdad no era un
paseo cualquiera…sabíamos que era un viaje sin retorno para Pinta; ella
debería quedarse en la chacra. Al llegar a la chacra…inmediatamente nos
conducimos al corral…abrimos la puerta y dejamos a Pinta con los demás
ovinos, su primera reacción fue intentar seguirnos…siempre lo había hecho,
rápidamente cerramos la puerta, ella intentó saltar la verja, por más intentos
que hizo no logró su cometido. Cuando nos íbamos alejando de los corrales
empezaron los meeeee…meeeeee…meeee…. interminables, mi esposa quiso
retornar a sacarla del corral, no soportaba sus balidos lastimeros, yo no lo
permití, le manifesté que todo iba a estar bien, que era mejor así. Tres días
estuvimos cerca de ella…esperando que se tranquilizara e iniciara a
congeniar con su demás familia…por ratos esto sucedía, pero veíamos que
iba a ser muy difícil y muy duro para ella y para nosotros, pensamos en algún
momento dar vuelta a la casa junto con nuestra linda ovejita.

Llegó el día de volver a la ciudad, la noche anterior habíamos decidido con mi


esposa, con todo el dolor que esto embargaba, dejar a Pinta en la chacra,
confiando que se acostumbraría a su nuevo hogar y confiando además que su
cuidador Luis Fabián iba a encargarse de su cuidado. El mismo vehículo que
nos trajo a la chacra nos retornaría a la ciudad, encargando mucho por Pinta,
sin darle cara al despedirnos, subimos al carro, nos acompañaba Lucki, que
en su haber lleva una gallina menos en el corral, muy travieso, ya les contaré.
Por el camino de retorno, en nuestra mente, en nuestros oídos, retintineaban
los balidos de nuestra dulce Pinta, meeee…meeeeee…nuestros ojos por
momentos se humedecían, nuestro corazón sufría. Ya íbamos llegando, el
bullicio de la ciudad y luego los quehaceres de la casa por momentos nos
hacían olvidar los recuerdos de nuestra ovejita. Pensé que todo estaba
consumado…la ovejita quedó en el corral…se tendría que acostumbrar a su
nuevo hogar, a su nuevo espacio, a su nueva familia…esto sería así…si no
hubiera recibido la llamada de un vecino de la chacra…en la que me hacía
saber que había visto a mi bella Pinta camino al río, con su lastimero balido…
meeeee….meeeee…meeeee…, la oveja traviesa, había saltado el cerco del
corral e iba en busca de sus amos, pero por un rumbo nuevo y desconocido
para ella. Rápidamente llamamos al papá de Luis Fabián y le pedimos que
vayan a buscarla…que la ovejita está camino al río. Pasado quince minutos
recibo la llamada del padre del niño, me dice que la ovejita fue encontrada y
que ya está junto al niño saltando y jugando inocentemente, pero de rato en
rato se detiene levanta la cabeza y fija su mirada al horizonte y lanza sus
balidos de dolor…meeeeee.meeeeee.

JOBEN
Chiclayo, diciembre 2023
Historias de Navidad

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