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UNA PUERTA AL ESCALOFRIO

Una noche de invierno finalizando Julio, estaba con mi familia tranquilamente en casa, viendo
tele y el teléfono suena, mi papa atiende y escucha muy atentamente un relato del otro lado,
que, si bien no quiso contar, bien supe que algo pasaba porque finalizo la charla con un vamos
para allá…

Familia tenemos que ir a Tortuguitas ahora mismo, exclamo mi papa con voz de sorpresa y
preocupación, mi mamá pregunto instantáneamente: ¿Que paso?...

El casero de nuestra “casita” de fin de semana, ha huido de la misma, la casa se encuentra sola
y una vecina es quien puso a mi papa en aviso.

Mi papa saco el auto del garaje, mi mama agarro rápidamente algunas pertenencias necesarias
y emprendimos viaje hacia nuestra casita de fin de semana en Tortuguitas.

Mi hermano Zahir, es el único que decidió no venir y al ser el mas grande que yo, con una edad
mas acorde para manejarse solo, le permitieron quedarse en casa.

En menos de una hora y media llegamos a destino, eran cerca de las 11 de la noche y el frio y
fuerte viento parecían darnos una bienvenida no muy acogedora, el silbido del viento por
momentos daba miedo, y en aquella vieja casona todo parecía hacer ruido…

La casa lucia ordenada, limpia, y no había rastros de abandono, lo que marcaba que el casero,
no hacía mucho había huido de la misma, sin dejar pertenencia alguna, ni haber avisado de su
partida.

En invierno y con frio nunca habíamos pasado noches en la vieja locación, siempre las visitas
más prolongadas eran en verano, donde podía disfrutarse del parque, la parrilla y la hermosa
pileta que adorna aquel condominio.

No había ningún rastro de algo que haya sucedido, que pudiera propiciar la salida de Augusto,
el viejo casero, que hace años cuidaba de la casa.

Solo la vecina lo vio salir con sus pertenencias, apurado, en su vieja camioneta, saliendo del
lugar con vistas de estar huyendo de alguien o de algo que lo atemorizaba y sin dar aviso
incluso a mi papa.

Mama me dijo: Lucienne ya te prendí la estufa, es tarde anda nomas a dormir y mañana
seguramente Papa vera como resolver la contratación de un nuevo casero.

Mi habitación allí en la casona, lucia como siempre, la única diferencia era un armario que
nunca había estado allí, vacío y tapando casi las altas puertas de madera con manija que dan al
parque.

Con todas las luces apagadas y un silencio que por momentos daba miedo, solo se oía el
prolongado chiflido del viento y el ruido de las hojas, y las ramas de los arboles
bamboleándose a lados.

No quería ni moverme ya en mi cama, para no mostrarle tampoco a mis papas que realmente
tenia mucho temor de estar ahí… solo en esa gran habitación que solía compartir con mi
hermano y en épocas veraniegas donde el único ruido escuchable era el del viejo ventilador de
techo.
De repente un aullido leve pero escuchable y una luz muy alejada pero visible a través del
enrejado de la puerta de madera que da al parque me despertaron…

Me acerqué a la puerta y sin querer abrirla intentaba mirar hacia el parque y ese acercamiento
me llevaba a escuchar mas fuerte ese aullido, realmente era escalofriante, entre el viento, el
frio, los aullidos, esa molesta luz y la oscuridad de la noche, estuve a nada de llorar y gritar del
miedo que me invadía.

Me dije, Lucienne cálmate, solo te queda abrir esa puerta y ver nomas que hay del otro lado,
de donde proviene ese aullido del parque.

Abrí lentamente la vieja puerta que daba al parque, prendí previamente el velador, pero la
imagen que me devolvía esa apertura, no era la imagen que tenía en mi mente de nuestro
parque… era una suerte de bosque en el que no se veía el final del mismo, solo una luz lejana
muy al fondo, o al menos al punto que alcanzaba mi visión, una luz que me llamaba la
atención, y más allá de mi miedo, me invadía un deseo de tratar de acercarme a ella y a ese
espeluznante quejido…

Me abrigue bien, cruce la puerta y decidí caminar hacia la luz, el viento me costaba atravesarlo
y frenaba mis pasos, el aullido era cada vez mas aturdidor y el frio helaba mis venas, pero aun
así me seguía atrayendo esa luz lejana…

Caminaba, caminaba y la travesía parecía interminable, sentía que esa luz no se acercaba, pero
algo magnético me llevaba a ella, que el miedo me dejara caminar ya era todo un milagro, soy
muy miedosa y ni yo entendía como aún seguía adelante en ese camino…

Entumecida, casi perpleja y aturdida por el insistente aullido, sentí que alguien tocaba mi
hombro, no estaba sola en aquella excursión, me daba un pánico tremendo darme vuelta para
saber quien rosaba mi hombro, cuando de repente un sacudón fuerte y el grito de
LUCIENNEEEEEEEEE me llevaron a un sobresalto que jamás voy a olvidar lo que reste de mi
vida, a dormir hija, te quedaste dormida en el sillón, veía como borroso a mi papa, y entre no
saber si era sueño o realidad, me invadía el miedo y no podía terminar de despertarme…

Ya lucida, despierta y viendo de frente a mi papa, me di cuenta que estaba en el sillón del living
de casa, que me había quedado dormida, abracé muy fuerte a mi papa, aún muy atemorizada
y deje que el me conduzca hacia mi recamara… ahora bien, en mi vida había tenido un sueño
tan real, y sigo dudando si era un sueño o un viaje a otra dimensión…

La puerta que jamás había visto en mi vida, y que me condujo a ese bosque oscuro y al llamado
de la luz, hasta olía a madera mojada, y tampoco puedo olvidar ese particular olor, ese
persistente aullido y aquella luz, de tratarse de un sueño, como podría recordar una
fragancia…

La verdad, decidí no contar ese “sueño” y hasta tengo miedo aun de que haya sido algo más,
solamente sé que me será muy difícil ir a nuestra casita de fin de semana, la próxima vez que la
visitemos y que esa luz particular, me acompaña cada vez que cierro los ojos, los primeros
segundos previos a conciliar el sueño, el aullido no se escucha, pero lo escucho en mi mente…

LUCIENNE HADA SANZ BITTENCOURT

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