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COMENTARIO AL DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Cuando el visitante de Jerusalén contempla hoy la ciudad desde el monte de los Olivos queda
impresionado por la magnitud y hermosura de la gran explanada sobre la que estuvo edificado su gran
templo. Más de cerca, el tamaño descomunal y la calidad del tallado de cada una de las piedras que
están en la base de sus muros sigue llamando la atención. Hace veinte siglos aquellas construcciones
suscitaban la sorpresa de quien las contemplaba por primera vez, y eran motivo de orgullo para todos
los judíos piadosos que acudían a la ciudad santa para adorar al Señor. Aquella mole imponente de
piedra parecía indestructible.
Por eso, las palabras de Jesús, interrumpiendo quizá unos comentarios llenos de admiración, resultaban
sobrecogedoras: ¿de qué catástrofe cósmica estaba hablando? Para ellos eso sólo podría suceder en el
fin del mundo. ¿El final era inminente?
El Maestro en su respuesta desvía la atención de los detalles accesorios, como son los relativos al
tiempo y momento concreto en que sobrevendrá la catástrofe, para centrarse en lo fundamental.
De entrada, advierte que llegarán momentos difíciles, y en ellos surgirán charlatanes que se presenten
a sí mismos como si tuvieran prerrogativas mesiánicas, pero los auténticos seguidores de Cristo no
se deben dejar engañar, ni tener miedo.
Su enseñanza sigue siendo actual: “También hoy -dice el Papa Francisco-, en efecto, existen falsos
‘salvadores’, que buscan sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, incluso brujos,
personalidades que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús
nos alerta: ¡No vayáis tras ellos!”[1]. Los cristianos sabemos quién es ese guía y dónde se
encuentra ese camino que tanta gente busca a ciegas para alcanzar la felicidad. Tenemos algo muy
valioso que aportar al mundo: la fe y el amor de Dios del que Jesucristo nos hace partícipes.
Convencido de ese gran tesoro con el que contamos, san Josemaría gustaba de exclamar: “¿No
gritaríais de buena gana a la juventud que bulle alrededor vuestro: ¡locos!, dejad esas cosas mundanas
que achican el corazón... y muchas veces lo envilecen..., dejad eso y venid con nosotros tras el
Amor?”[2].
La tarea es ilusionante y esperanzadora, pero Jesús advierte también que será costosa. Ningún
esfuerzo ni padecimiento nos será ahorrado al dar testimonio de cuanto él nos ha enseñado. Lo
advertiría también en la última cena: “No es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a mí,
también a vosotros os perseguirán” (Jn 15, 20). Dios permite estas persecuciones porque puede
sacar de ellas bienes mayores, ya que serán ocasión de dar testimonio. El Señor ayuda a no tener
miedo, ya que siempre estaremos en las manos de nuestro Padre Dios hasta el punto de que “ni un
cabello de vuestra cabeza perecerá” (v. 18). “Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a
Dios -afirma san Cipriano-: ellos en la adversidad se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas
no nos apartan de la virtud ni de la verdadera fe. Por el contrario, éstas se afianzan en el dolor”[3].
Las palabras finales de Jesús son esperanzadoras, ya que garantizan la victoria: “con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas” (v. 19). Por muchas persecuciones, desórdenes o desastres
que puedan sobrevenir, no dejará de cumplirse el designio salvador y misericordioso de Dios.
[1] Papa Francisco, Ángelus, 17 de noviembre de 2013.
[2] San Josemaría, Camino, 790.
[3] San Cipriano, De mortalitate, 13.

Introducción
Jesús nos hace un anuncio no a la “destrucción” de la religión sino a la “transformación” de la
religión, por eso los cristianos tenemos que cultivar un estilo de vida más cristiano, paciente y tenaz,
para que podamos responder a los nuevos retos que la sociedad actual nos está demandando. Eso lo
podemos hacer desde la perseverancia, la paciencia y dando testimonio con nuestra vida siguiendo el
ejemplo y modelo que nos transmitió Jesús.
Pautas para la homilía
Como ocurre con los otros evangelios sinópticos (Mc 13 y Mt 24-25), Lucas concluye la predicación
de Jesús en Jerusalén con un discurso escatológico (= sobre el fin del mundo) y lo hace en tres
momentos: el primero es el que describe la lectura: la destrucción de Jerusalén, el segundo: el tiempo
de la misión o la Iglesia y el tercero será la venida del Hijo del hombre que traerá la plenitud del
Reino de Dios.
El texto que hoy nos ocupa relata la última visita de Jesús a Jerusalén, donde algunas de las personas
que le acompañaban “ponderaban la belleza del Templo”. Jesús, en cambio, siente algo distinto, ve que
en ese lugar grandioso no se acoge a Dios, no descubre la presencia de Dios por ningún lado, siente
un rechazo hacia él, por eso dice: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre
piedra: todo será destruido”. Porque en ese lugar que todos contemplan no se vive la fe en Dios de
forma sincera, no se escucha el clamor de los que sufren, los más importantes para Dios y, por
tanto, desde ese lugar sagrado se está engañando a la gente y por eso dice Jesús: “todo eso será
destruido”. Podríamos reflexionar sobre si esa misma situación que se encontró Jesús en su época ¿no
se la encontraría actualmente?.
Para Lucas la destrucción de Jerusalén es el fin de toda una etapa de la historia de la salvación , pero no
es el signo de la llegada del fin, porque lo que pretende Lucas no es tanto describir los
acontecimientos que van a suceder en el futuro, sino dar a los creyentes de su comunidad la
fuerza y el coraje para que puedan vivir el seguimiento de Jesús, en medio de las pruebas y
dificultades en el presente, porque lo que le interesa a Lucas es que pongamos nuestra atención en el
presente, vivido, eso sí, a la luz del modelo y el ejemplo que nos ha legado Jesús.
Sabemos que vivir el presente, siendo seguidores de Jesús, no es fácil; no lo fue para Jesús, por eso
dijo: “todo será destruido”, y no lo es para nosotros que estamos anclados en una religión con muchos
siglos de historia, pero en muchos aspectos caduca y que no genera la vida que Dios quiere introducir
en el mundo, pero el propio Jesús nos dice que tenemos que perseverar porque “con nuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas”.
¿Qué es lo que podemos hacer para perseverar?:
 Primero: no desviarnos del Evangelio: eso significa buscar siempre el reino de Dios y su
justicia y no nuestro propio beneficio
 Buscar siempre el bien de todos y no sólo el nuestro.
 Dar sentido a nuestra oración no con palabras vacías que no dicen nada, sino llenarlas de
contenido con nuestro ejemplo, como lo hizo Jesús, que siempre predicó con el ejemplo.
 No ser tan reacios a aceptar los cambios, escuchando los gritos de la gente que sufre, estando
abiertos ante lo nuevo que pueda venir y no tan reticentes y a la defensiva.
 No exigiendo a los demás lo que no estamos dispuestos a dar nosotros.
 Asumir que el seguimiento de Jesús no es un camino fácil, de éxitos y glorias, sino que será un
largo trayecto de dificultades y luchas.
 Asumir cada uno nuestras responsabilidades: a nadie se nos pide más de lo que podemos dar
pero es importante no delegar en los otros la tarea que nos corresponde a cada uno.
Jesús nos diría hoy en día: dejémonos de lamentos, nostalgias, desalientos o resignaciones y
empecemos a dar testimonio: “tenemos que dar testimonio”, porque “con vuestra perseverancia
salvareis vuestras almas”.
Introducción
Cada vez que se termina un ciclo en la vida social, en los procesos humanos, en la vida cotidiana; se
buscan espacios de evaluación y revisión. Así también, en la vida espiritual, se necesita de un tiempo,
donde se pueda examinar la relación que se tiene con el Señor, por medio de la vida en comunidad.
En este domingo, la liturgia se presenta como ese espacio para tomar conciencia de nuestro
camino en el amor a Dios. Por ello, tres son las pautas que la Palabra de Dios nos invita a revisar:
• Teniendo presente el temor de Dios, ¿cada uno ha dejado conducir su vida por el Señor?
• ¿Cómo ha sido la vida de cada uno en la construcción de la comunidad?
• ¿Cómo ser portadores de esperanza, en medio de un mundo regido por el engaño, la falsedad y la
mentira?
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La palabra del Señor en este domingo expresa un mensaje de esperanza y perseverancia en la
construcción de nuestra vida espiritual. De esta manera, la profecía de Malaquías, propone un
itinerario de cambio profundo y de reflexión sobre la forma en que el pueblo, debe disponerse a vivir
las actitudes del temor a Dios. Temer, en este contexto, no es otra cosa que la fidelidad a un Dios
que recompensa las virtudes del justo y que cuida de aquellos que lo buscan y aman con corazón
sincero. Disponer la vida al día del Señor se convierte en una manera de permanecer en la justicia
Divina.
Es así, como el salmo 98, se presenta como una aclamación directa al nombre del Señor. Por ello, la
comunidad está invitada a preparar el camino de su llegada, pues los que están con él y lo alaban, serán
recompensados. Las armas que presenta el salmista, son distintivos de la bondad y misericordia de los
que bendicen con su vida al Señor.
Por su parte, Pablo, en la segunda lectura, retoma de nuevo una premisa propia del Antiguo Testamento
escrita en el libro del Génesis (3, 19), en donde Dios sentencia al hombre diciendo: “Ganarás el pan con
el sudor de tu frente”. Como buen conocedor de las escrituras, el apóstol de los gentiles, exhorta a la
comunidad a permanecer en fidelidad a los principios comunitarios. Vivir en fraternidad, es respetar
los acuerdos de convivencia fraterna. Así, aquellos que respetan y se acogen a la comunidad, reciben
como recompensa el permanecer abrazados por sus hermanos.
De esta manera, el evangelio de Lucas es un preludio de la conspiración de los falsos profetas que en
las comunidades llegaban a confundir con miedos infundados a los creyentes. Recordemos que el
evangelio de Lucas, ha sido escrito en contexto griego, y para ellos, abrazar la fe en Cristo, no era
sencillo. Es por esta razón, que se presentaban algunos, que abusando de la buena fe y el razonar de los
miembros de la comunidad, engañaban con falsas propuestas, argucias y miedos infundados, un amor a
Dios inmisericorde, alejando así a la comunidad del amor y la fidelidad al maestro.
Sin embargo, el médico y estudioso Lucas, conociendo el mundo griego y el pensamiento hebreo, le
propone a la comunidad un camino, el de la perseverancia, que no es otra cosa que mantenerse fieles
hasta el final. Para ello va a plantearle a los miembros de las comunidades el permanecer unidos en la
verdad; “«Procuren que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o
bien: “Está llegando el tiempo”; no vayan tras ellos”. Es así como Lucas alerta a los creyentes del
riesgo de seguir ideologías o profecías falsas. En cambio, le recuerda a toda la promesa del Señor,
“Porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus
adversarios”.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?
Dejar que la palabra de Dios cuestione o interpele la vida, en este Domingo, no es otra cosa más
que “buscar dar razón de nuestra esperanza” como lo decía san Juan Pablo II. Pero al tiempo, es
permitirle al Señor que sea él quien inspire un cambio en la vida de los creyentes. Por tal razón, invitar
a las comunidades a no tener miedo a cuestionarse la fe, es fomentar la madures plena en el Señor.
Así, el disponer la vida a reconocer, qué tan cerca se está del Señor, como lo decía Pablo, es buscar
arroparse en la comunidad por medio de la reciprocidad hacia ella y por ende a sus miembros.
Por tanto, los signos que usa Lucas para describir las dificultades, son una manera de mantener
un espíritu lleno de esperanza. Ante las adversidades de la vida, frente las inclemencias de los falsos
profetas que anuncian la destrucción, la comunidad se fortalece en la esperanza. Es así como los que
perseveran, no tendrán en su corazón los signos de amargura y destrucción, propios de los que no
depositan su amor en Dios.
Es por eso que, el cristiano está invitado a mantener firme y viva la esperanza en el día del Señor,
en donde conservar el corazón lleno de amor y la misericordia, fortalece los vínculos de fraternidad en
la comunidad. La clave, la está anunciando Pablo invitando a la comunidad para que fortalezca los
lazos de fraternidad. Dejando a un lado todo aquello que les quita a los integrantes de ella, la esperanza
y los aleja de ser constructores de justicia y equidad.
Por ello, el fruto de la meditación de la palabra, nos deja tres caminos para crecer en el amor al
Señor. El primero es, mantener viva la confianza en el Señor, es no sucumbir ante los embates del
pecado, que alejan la vida espiritual de la construcción de la comunidad. El segundo es, vivir en
comunidad, es aprender a cumplir con equidad los valores del reconocimiento del esfuerzo de los otros
y del compromiso personal por amar más, sin esperar nada a cambio.
El tercer camino es, discernir entre las profecías que confunden y nos alejan de la comunidad y
las alternativas por fortalecer la vida comunitaria en el amor a Dios; es aprender a tomar el
camino, que nos da la consolación de haber escogido la mejor parte, aquella que está cargada de
misericordia y amor. En palabras del mismo papa Francisco: “el mejor modo de discernir si nuestro
camino de oración es auténtico será mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la
misericordia” (GE l05).
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la
misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
El sentido profundo de la fe en el Nuevo Testamento está centrado en la perseverancia. Por ello,
aprender a superar las vicisitudes y desviaciones de la fe, es posible solo en la medida en que se
tenga por meta el hacer que Cristo sea el centro y razón de la existencia. Por ello, buscar permanecer
en el amor a Cristo, es derrotar la desesperanza.
Por tal razón, en un mundo donde los miedos infundados, las mentiras propagandísticas y los engaños
ideológicos atentan contra la verdad; la vida cristiana se convierte en contracorriente de esas tendencias
sociales. Por ello para alcanzar el propósito de servir al Señor en medio de la pérdida de la esperanza.
El mismo evangelista Lucas, va a presentar en el relato de los discípulos de Emaús, a dos hombres que
ante la pérdida huyen por miedo a la persecución. Pero solo en la medida en que ellos, reconocen al
maestro en medio de su desesperanza regresan a Jerusalén y anuncian aquello que han experimentado y
cómo reconocieron al maestro en la fracción del pan, es decir en el ser y hacer comunidad.
Por tanto, pedir al Señor, en este domingo, la gracia de vivir en comunidad, se convierte en la
manera de contrarrestar, la fuerza de los profetas falsos y sus artimañas para destruir y acabar
con los ideales del evangelio. Valores que hacen que en la perseverancia y la esperanza forjadas ellas
en la verdad, se construya una sociedad renovada en el amor y en las acciones por los demás. “En el
atardecer de esta vida me presentaré ante ti con las manos vacías, Señor, porque no te pido que lleves
cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos”, decía Santa Teresa de Lisieux.

RECOMENDACIONES PRÁCTICAS:
1. Resaltar las expresiones: “El Señor llega para regir los pueblos con rectitud” o “Con su perseverancia, salvarán sus
almas.”

2. Convendría seguir:
- Seguir toda la Plegaria Eucarística para diversas circunstancias III: Jesús, camino hacia el Padre, Misal p. 524, por hacer
énfasis en Jesús que, comunicando las palabras del Padre, nos llama para que lo sigamos.
- Si se desea acentuar, en este domingo, la celebración de la Jornada de los Pobres, puede elegirse la Plegaria Eucarística
para diversas circunstancias IV: “Jesús, que pasó haciendo el bien”, Misal, p. 524, ya que hace referencia a Jesucristo
manifestó un amor preferencial por los pobres y necesitados.
3. Al estar cerca el fin de un nuevo ciclo litúrgico, la liturgia nos invita a evaluar nuestra vida espiritual en el domingo
víspera de la fiesta de Jesucristo rey de universo. Por ello, la comunidad se dispone a escuchar la palabra y a evaluar su
vida con los ojos del Señor.
4. En este domingo de la Jornada Mundial de los Pobres, es la oportunidad para preparar algunas actividades
comunitarias en favor de los pobres de la comunidad parroquias, tales como un desayuno, almuerzo, cena, donde
participen en la preparación los diversos grupos e instituciones parroquiales.
5. En el momento de las ofrendas se podría presentar también algunos mercados para compartir con hermanos más
vulnerables de la comunidad parroquial.
6. Preguntas que pueden ayudar en la reflexión profunda y contextualizada de la palabra dominical:
- ¿Qué tanto cada creyente ha podido superar las vicisitudes de la vida?
- ¿Hasta dónde como comunidad, hay una disposición a dejar que el Señor toque la vida y disponga los medios para
superar las adversidades?
- ¿Qué tipo de creyente se forma en la comunidad?
- ¿Cómo la comunidad da las herramientas para seguir el camino del Señor superando las falsa profecías y por ende los
falsos profetas de la política y la economía mundial?
- ¿Cómo la relación con el Señor se debilita en los momentos de desolación?
- ¿Sigue siendo la fe interesada en las comunidades?
- ¿Cómo se está anunciando, desde la palabra, la esperanza de cambio y transformación propios de un cristianismo
comprometido y fiel al Señor presente en la historia del pueblo?

7. Tener presente que, el próximo domingo 20 de noviembre, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo,
es el último domingo del Tiempo Ordinario, por lo mismo del Año litúrgico 2018-2019.

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