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MARTA BRUNET 3
Marta Brunet
Aguas abajo
AGUAS ABAJO
Marta Brunet
© Universidad de Chile
Derechos reservados para todos los países
Inscripción Nº 25.534
I.S.B.N. 956-260-099-8
Editorial Cuarto Propio
Keller 1175, Providencia, Santiago
Fono: (56-2) 2047645 / Fax: (56-2) 2047622
E-mail: clic@netup.cl
Diseño portada: Eugenia Prado
Composición: Producciones E.M.T.
Impresión: Andros Ltda.
Prólogo
1
Montaña adentro, primera novela de la autora, fue reimpresa
en 1994, con prólogo del crítico literario Hugo Montes; la
misma novela, volvió a ser editada por la Editorial Universi-
taria en 1997, con prólogo nuestro. No obstante, la cuentística
de nuestra autora no ha tenido similar suerte. Mayor aún ha
sido el descuido de la crítica dentro y fuera de Chile.
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Michel Foucault. Historia de la sexualidad, México: Siglo XXI,
1987.
10 PRÓLOGO
3
Ver “El caso Simón Bolívar” en Revista de Crítica Cultural,
Santiago de Chile, noviembre de 1994, Nº 9, pp. 25-35.
4
Ver nuestro “Análisis semiótico: el género en el Senado”, en
Revista Nomadías, Santiago de Chile, diciembre de 1996,
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5
Teresa de la Parra, “Ifigenia y un valiente defensor de las
Aristeigueta”, en Norma Klahn, compiladora. Los novelistas
como críticos, México: Fondo de Cultura Económica, 1991.
p. 272.
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Díaz Arrieta, Hernán (Alone), “Prólogo”, Obras completas de
Marta Brunet, Santiago: Zig-Zag, 1963, p. 87.
7
Op. cit., p. 268.
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Un lenguaje “bastardo”
8
Marta Brunet, Ercilla, 1961.
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“...demasiado áspero, demasiado recio, demasiado real”–dice
de su trabajo de creación verbal Alone, “Prólogo”, Obras
completas de Marta Brunet, Santiago: Zig-Zag, 1963, p. 12.
Volveremos sobre esta insistencia en el desborde más ade-
lante.
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10
Gabriela Mistral es quien utilizó el término bastardear para
referirse a lo que ella denominó el “dialectismo desenfrena-
do” de Marta Brunet. Ver, “Sobre Marta Brunet”, en Reper-
torio Americano, San José de Costa Rica, t. XVII, Nº 6, 1928,
p. 89.
11
María Luisa Bombal, La última niebla, Santiago: Nascimento,
1962, p. 86. Todas las referencias a la novela, cuya paginación
se incluye en el texto de este ensayo, provienen de esa edi-
ción. La novela apareció por primera vez en Buenos Aires:
Editorial Sur, 1935.
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Dámaso Alonso, “Aparición de una novelista”, prólogo a La
última niebla, segunda edición, Santiago: Nascimento, 1941,
p. 31. El crítico agrega allí: “Si la mujer vive para la vida afectiva
del alma y el hombre para las creaciones y realizaciones del
espíritu, éste es un temperamento íntegramente femenino” (nues-
tro énfasis), p. 31.
13
Ver, “Prólogo”, Montaña adentro, Santiago: Editorial Univer-
sitaria, 1997.
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Marta Brunet, Santiago: Revista Zig-Zag, 1954.
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Carlos Fuentes. La nueva novela hispanoamericana, México: Joa-
quín Mortiz, 1969.
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En la opinión de la crítica, Francine Masiello: ...“en los pri-
meros años de la República, las mujeres de la Argentina cum-
plieron una función simbólica y cívica en la construcción de
la nación, erigiéndose como el testimonio del éxito cosmo-
polita y el pensamiento liberal de los dirigentes del país”.
Ver Entre civilización y barbarie. Mujeres, nación y cultura Lite-
raria en la Argentina moderna, Buenos Aires: Beatriz Viterbo
editora, 1997, p. 32.
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“Escribir o salir”
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Julio Cortázar, “Del cuento breve y sus alrededores”, Último
Round, México: Siglo XXI, 1969, pp. 59-81 y del mismo autor,
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Kemy Oyarzún
Octubre de 1997
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Piedra callada
O decía Venancia:
–Si se lo pasaba encima d’ella y despué era el
lamientarse porque s’embarazaba.
Y otro de los niños añadía:
–A veces ella lloraba harto y gritaba. ¿Te acordái?
–Y la vez que la Venancia jue y le gritó: “Ejela,
éjela, no ve que s’está muriendo”.
–Y la tunda qu’él le dio.
–¿A quién? –preguntó la abuela.
–A la Venancia, pus, por intrusa.
Eufrasia no hablaba de irse. Bernabé no decía
que se fuera. De las casas no había noticia algu-
na.
Empezó el invierno. Viento que bajaba de la
cordillera, afilado y silbante, cortando las hojas y
burlándose de las desnudas ramas de los árbo-
les. No se oía el insistente barullo de las cachañas
y tan sólo algún lento pájaro de presa rayaba el
cielo con la rúbrica amenazante de su vuelo. Pá-
jaros que no contaban con Eufrasia, su honda y
su prodigiosa puntería que los alcanzaba, y era
entonces la algarada de los niños buscando el ave
muerta por valle y montaña.
Las nubes llegaban del norte, negras, grises,
blancas; se confundían, hacían y deshacían arqui-
tecturas monstruosas, se iban. Pero a veces se
amalgamaban hasta formar una sola nube gris y
baja, y entonces la lluvia caía, persistente, inter-
minable, desesperante. Aclaraba; apenas si había
un día, dos, tres a lo sumo, de bonanza, y de nue-
vo empezaba el juego del viento y de las nubes,
hasta que otra tormenta hacía desaparecer en los
52 PIEDRA CALLADA
Aguas abajo
–¿Y… ella?
–Muy suelta e cuerpo…, como si no hubiera
pasao na’…
–¿Hizo ella la comía?
–¿Y quién querís que l’hiciera?
No sólo le quitaba el hombre. Le quitaba el
hogar, la responsabilidad de la vida familiar, el
derecho al mando. Y era su hija… Los músculos
de la cara se le relajaron y por los ojos le brotó el
llanto, silenciosamente, anegándole las mejillas,
entrándosele por los labios, regustándole en
amargor la garganta. A veces un sollozo iba a es-
tallar, lo sentía subir desde el fondo de sus entra-
ñas, desgarrándolas, pero la mujer apegaba
convulsivamente el delantal a la boca para ha-
cerlo morir allí, sin ruido alguno. Porque le ha-
bían dicho “que no querían oírla” tras la escena
de la mañana, cuando los encontró anudados en
un abrazo y estalló en ira, aullando insultos y
amenazas que sólo sirvieron para que la mucha-
cha, tranquilamente alzándose, la mirara despec-
tiva, y el hombre, frío y brutal, la pusiera frente a
la nueva situación. Ella, que hiciera lo que más le
conviniera. Si quería quedarse en la casa, bueno.
Si quería, se iba. Pero ni malas caras ni gritos.
Podía acompañar a la vieja, hilar, tejer, lo que fuera
más de su gusto. Pero “la dueña de casa” era aho-
ra la muchacha.
–Ella es mi mujer. Mi mujer –decía el hombre,
con una voz que se esparcía en el aire como trigo
en el surco–. Mi mujer.
Cuando quiso agredir a la muchacha, el hom-
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Soledad de la sangre
Referencias bibliográficas
Índice
Prólogo ........................................................................... 17