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LAS DEMANDAS DE DIOS ANTE SUS PROMESAS: ARREPIÉNTETE

Antes de pensar en recibir el don del Espíritu Santo,


debemos pensar en el arrepentimiento
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (Hch 2:38)
(LUNES)
Antes de partir para ocupar su soberano asiento a la derecha del trono del Padre, nuestro
Señor Jesucristo prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y
cumplió Su promesa cuando envió Su Espíritu para que estuviera en aquellos que se
arrepienten y se convierten de corazón.

No tenemos un hombre pequeñito viviendo en nuestro corazón. Tenemos Su Espíritu


viviendo en nuestro corazón. Pero no hay diferencia, porque la Biblia dice claramente
que el Señor es el Espíritu: 2Co 3:16-17 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se
quitará. (17) Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay
libertad.

De manera que Su gloriosa promesa de estar con nosotros se cumple en la persona de Su


Espíritu Santo, habitando en nuestros corazones. ¿Tienes al Espíritu de Dios morando en
tu corazón? O, en otras palabras: ¿Te has arrepentido? Piénsalo primero…

(MARTES)
El Espíritu de Dios es el mayor regalo que jamás pudiéramos pensar recibir. Olvídate de
considerar tus méritos, tu piedad, tu fidelidad… tengas o no algo de eso, el Espíritu de
Dios morando en nuestros corazones es el mayor don de Dios para los que se
arrepienten y colocan su fe en la persona de Cristo.

Por esto el versículo de esta semana es tan directo cuando dice: Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis
el don del Espíritu Santo. De hecho, el Espíritu Santo era el poder que los primeros
discípulos necesitaban para predicar valientemente la Palabra de Dios en aquellos
primeros días de la iglesia: Hch 1:8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria,
y hasta lo último de la tierra.

Necesitamos ese mismo poder hoy. No para hacer los mismos milagros que se hicieron
en aquellos días, sino otro tipo de milagros: que tú y yo podamos, en esta generación
malvada y perversa, donde a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno se le llama malo,
caminar en santidad, apartados del pecado, para la gloria del Nombre de nuestro Dios.
Ese es el milagro de la regeneración, el milagro de la transformación de una
persona, que solo podemos apreciar en un joven, en una joven, en un adulto, cuando se
arrepienten, vienen en fe a Cristo, y reciben el regalo del Espíritu Santo.
LAS DEMANDAS DE DIOS ANTE SUS PROMESAS: ARREPIÉNTETE

(MIÉRCOLES)
(Leer Hch 8:9-23)
En el libro de los Hechos se nos narra acerca de cierto Simón, conocido como “El mago”,
cuya vida pasada transcurría entre engaños, haciéndose pasar por alguien de prestigio. Sin
embargo, la Biblia dice que el poder del Evangelio impactó a este hombre de alguna
manera.

Tan pronto creyó y fue bautizado, estaba siempre con los apóstoles, caminaba con ellos,
era testigo de los grandes portentos del Espíritu Santo en aquellos días; pero era evidente
que nunca se arrepintió de verdad: en su corazón guardaba una inclinación por el poder
sobre las personas, pues quería tener la capacidad para impartir el Espíritu Santo sobre las
gentes, con tan solo imponer sus manos sobre ellas. Y quería lograrlo a toda costa, ¡hasta
ofreciéndoles dinero a los apóstoles si fuere necesario!

La respuesta de Pedro fue contundente: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado
que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto,
porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que estás.

¡El don de Dios, el regalo de Dios, el Espíritu Santo de Dios no se obtiene sino con
arrepentimiento! Ruega al Dios de los cielos por Su don inefable, el Espíritu Santo, pero
arrepiéntete si deseas verdaderamente recibirlo en tu corazón.

(JUEVES)
Al continuar estudiando de cerca el versículo de esta semana, vemos que el bautismo
forma parte de la declaración de Pedro en Hechos 2:38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo”, y es posible que por esta
razón, una incorrecta interpretación de este versículo haya llevado a algunos a pensar que
el bautismo es necesario para el perdón de pecados, y para recibir el Espíritu Santo. Esto
no es lo que la Biblia enseña.

Es cierto que vemos una declaración más o menos frecuente acerca de la instrucción al
bautismo (Mat 28:19; Mar 16:16; Hch 2:38, 22:16), pero es necesario entender:
- Que en cada uno de esos casos el público era judío; y para la costumbre
ceremonial judía, el bautismo tenía un significado especial por medio del cual una
persona quedaba integrada a la familia de Dios.
- Que aunque el Señor le dio una gran importancia al bautismo, Él no dijo que una
persona no podía ser salvo sin el bautismo. De hecho, el ladrón de la cruz no pudo
bautizarse, y fue salvo.
- Que en todo caso, la fe precede el bautismo. La salvación es por medio de la fe, no
por medio del bautismo; pero todo el que es salvo debe bautizarse como muestra
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de fidelidad al Señor, y como evidencia delante de los hombres en relación a su


confesión de fe por Cristo.

Si fueras un ladrón colgando de un madero, y allí logras ver a Cristo como Salvador,
podemos exonerarte el bautismo, porque ya hubo un caso similar en el pasado. Si esa no
es tu condición, entonces debes bautizarte. No para ser salvo, ¡sino porque eres salvo!

(VIERNES)
Lo primero que logra el arrepentimiento verdadero, y lo logra de forma simultánea, es el
perdón de pecados ejercido por nuestro Dios al salvarnos, y la obediencia ejercida
por nosotros al bautizarnos. Una cosa no tiene que ver con la otra, pero cada una tiene
que ver con el arrepentimiento: todo el que se arrepiente genuinamente será perdonado
por Dios y recibirá el don del Espíritu Santo; y todo el que se arrepiente genuinamente,
¡querrá bautizarse!

Así que, por Su misericordia, por Su gracia; y no solo por Su poder, o capacidad, sino por
Su voluntad, para perdonar nuestros pecados, el Dios todopoderoso nos rescata de la
condenación y nos da vida nueva y eterna, delante de Su presencia.

Toda esta bondad salvífica desplegada delante de nosotros fue consumada en la cruz,
pero es manifestada delante de aquellos por los que Cristo murió cuando estos se
arrepienten, porque sin arrepentimiento no hay salvación.

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. (Hch 2:38)

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