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EXPLICACIÓN TÉCNICA DEL RETABLO DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE

ESCALONILLA

Buenas noches
Gracias D. Francisco por tus amables palabras y por la organización de esta actividad
encaminada a divulgar el conocimiento de nuestro retablo a toda la sociedad, en éste su tercer
centenario. Bienvenido D. Jesús a Escalonilla y a esta mesa redonda de diálogo, donde te
acogemos con los brazos abiertos y
Gracias a todos vosotros por vuestra asistencia y, seguro también por vuestra comprensión y
atención.

Me toca abrir esta sesión con la explicación de nuestro retablo, ese extraordinario retablo que
tenéis frente a vosotros y que me atrevería a calificar como una de los retablos barrocos más
significativos y valiosos que existen en nuestra Comunidad Autónoma.

Pretendo hacerlo con unas sencillas pinceladas en el convencimiento de que cuando volváis a la
Iglesia os gustará mucho más observar nuestro retablo, porque os dirá muchas más cosas y
recordaréis que “es una estructura de madera compleja y bonita que combina la arquitectura de
la madera, la escultura y la pintura”.

Los orígenes del retablo.


El retablo remonta su origen a la costumbre litúrgica de poner reliquias de los santos sobre los
altares; cuando éstas se agotaron, hubo que contentarse con colocar imágenes y al encontrarse
el ara del altar llena de los utensilios para la celebración de la misa, la figura del santo, de
Cristo o de la Virgen se pintó sobre la pared o sobre una tabla que se situó detrás y por encima
del altar para hacerla plenamente visible. Así surgió el retablo.

Este evolucionó hasta convertirse desde finales de la Edad Media, en una importante estructura
de alabastro, mármol o especialmente madera, en el que figuraban ciclos completos de la vida
de Cristo, de la Virgen y de los Santos, que ocupaba toda la cabecera de la iglesia. Pero fue en
el Barroco, es decir, durante los siglos XVII y XVIII, cuando el retablo alcanzó el mayor grado
de plenitud, y podemos decir que no hubo entonces en España ni un sólo templo, que no tuviese
un esplendoroso retablo, ya que al ocupar el ALTAR el corazón de la religión, creció su
importancia y se convirtió en una importante maquinaria de simbología para atraer a los fieles.
Acordaros siempre de que en el retablo barroco hay mucha simbología.

Aquí situamos nuestro retablo. Fue construido por el maestro Andrés de Huerta entre los años
1713 y 1718, es decir a principios del siglo XVIII, en pleno barroco en España, imitando la
línea que había introducido un afamado escultor, José de Churriguera, cuya obra cumbre la
realizó en el retablo de la Iglesia de San Esteban de Salamanca. Ese sí que está dorado como
podéis comprobar en la fotografía; el nuestro, como veis no lo está; la madera utilizada es pino
de Valsaín, traído de Cuenca, se encuentra en blanco y lo que en su época fue una carencia e
insuficiencia en los momentos actuales es una singularidad que le distingues de otros muchos y
le da un valor añadido. Es estilo churriguiaresco, mide 13 m. de alto por 10 de ancho aprox. y
se construyó en base a un contrato que Andrés de Huerta firmó con la Iglesia Parroquial por un
valor de 20.000 reales.
La ornamentación presenta la típica decoración barroca del momento que, muy abundante,
desborda lo constructivo: columnas salomónicas, estípites, entablamentos, cornisas quebradas,
cortinajes, guirnaldas, frontones partidos etc. Se pueden identificar en la fotografía incluida al
principio

El zócalo y las calles del retablo. Para evitar las humedades se construyó sobre un zócalo,
ahora de granito desde el año 1998”, pero antes estaba hecho de revoco pintado quiero recordar
que de marrón. Está dividido en tres franjas verticales “Las calles”, separadas por esas
columnas retorcidas, helicoidales “columnas salomónicas”, con abundante decoración en su
fuste a base de hojas de parra y racimos de uvas que, junto a la pintura del gran óleo central y al
remate superior y final del retablo dan sensación de movimiento y elevación hacia el cielo. Su
capitel es compuesto, también muy adornado con volutas y otros adornos.
Las calles laterales están ligeramente inclinadas para que todo el retablo, toda la mazonería, se
adapte perfectamente a la cabecera del templo.

La calle central y el Tabernáculo. Fijaros como se abre la calle central para acoger y adornar
elegantemente con esos cortinajes recogidos, dentro del propio retablo, al TABERNÁCULO.
Consta de dos cuerpos donde también aparecen seis columnas salomónicas más pequeñas en su
primer cuerpo, donde se sitúa la escultura de Santa María Magdalena, copatrona del pueblo con
San Germán.

Partes de que consta: En nuestro retablo apreciamos las dos partes de que consta,
perfectamente diferenciadas: el retablo, propiamente dicho, “La mazonería” y la parte central
algo más oscura, “el tabernáculo o “custodia”, porque tiene esa forma, todo colocado detrás
del Altar.

Bonita escultura que representa a una joven cortesana que, arrepentida de sus pecados, nos
muestra su pasión por la Cruz, que sostiene en su mano izquierda, y por Cristo, lanzándonos el
mensaje desde el centro del retablo, de que “todos podemos hacer lo mismo que ella”. Es
bastante diferente a la famosa escultura del escultor granadino Pedro de Mena a quien en más
de una ocasión se atribuía su autoría. Ahora sabemos que es una talla del siglo XVIII ligada al
círculo del escultor toledano Juan Pascual de Mena, natural de Villaseca de la Sagra. Fue
restaurada en el año 1990. Desde 1556 existe constancia en Escalonilla de la cofradía de Santa
María Magdalena. Se encuentra elevada sobre cuatro gradas, adornadas por un fino y doble
cordón de guirnaldas.

Sobre este cuerpo se levanta un segundo cuerpo muy adornado, que alberga la imagen de San
Ramón y, rematando el conjunto una cúpula octogonal gallonada muy adornada coronada por
una imagen que, con dificultad identificamos con la Fe, que puede representar el triunfo de la
Religión Católica, de la Fe, sobre la Reforma Protestante. En la parte más baja de la gradería y
colocado sobre el primitivo altar mayor, hoy sin uso litúrgico, destaca un moderno y dorado
Sagrario, que sustituyó al primitivo en el año 1954. Para celebrar las ceremonias religiosas cara
al público, según lo establecido por el Concilio Vaticano II, se construyó un altar - unos metros
adelantado-, apoyado sobre cuatro columnas salomónicas parecidas a las del Retablo, que fue
construido, algunos años más tarde, por el escalonillero Luis Alonso. San Ramón Nonato, me
atrevo a decir que para un pueblo agrícola, como Escalonilla, precisaba de su presencia en la
Iglesia para velar por todos los gañanes y trabajadores del campo, ya que el día de su fiesta, el
31 de agosto, se reunían todos los años, en la plaza del pueblo para ser contratados nuevamente
por los patrones agricultores.

Volvamos al retablo. – fotografía núm. 3- Ya hemos dicho que está dividido en zonas
verticales: Las calles, pero también en zonas horizontales: “los cuerpos”, separados por
cornisas. El primer cuerpo es el que está junto al zócalo y como veis no contiene ninguna
escultura y sólo sirve como alojamiento de las ménsulas de apoyo de las columnas salomónicas
y de los estípites, con los adornos característicos del arte barroco.

El segundo cuerpo es el lugar de alojamiento de las esculturas. En la calle izquierda se


encuentra la casa u hornacina decorada, como si de un pórtico barroco se tratase, que aloja la
escultura de San Juan Bautista, de grandes dimensiones, 1,90 metros, con el corderito en su
parte izquierda y una cruz larga en su mano derecha, especie de pequeño estandarte, con la
inscripción “ECCE AGNUS DEI” “he aquí el cordero de Dios”; tallada en madera
policromada. Descansa sobre una vistosa y resaltada ménsula. Predominan los colores carmín,
carne y gris. En su interior tiene una anotación en un papel, por la que sabemos qué en el año
1825, más de cien años después de la construcción del retablo se pintó en La Puebla de
Montalbán por el pintor Pascual de la Mata, con cargo a un devoto de Escalonilla “D. Ilario
Salamanca”, escribano del pueblo.
En la calle de la de la derecha se encuentra otra casa simétrica e igual a la anterior, que aloja la
escultura policromada de San Pedro, también de parecidas dimensiones y decoración, con su
atributo general como el de los demás apóstoles: un libro en su mano izquierda. También porta
su atributo personal y definitivo en la mano derecha: las llaves del cielo, símbolo de autoridad y
poder, en cuyo dentado aparecen las letras de su nombre: PE. Predominan los colores azul
celeste y marrón.

Al ser esculturas hechas para estar siempre incorporadas a este retablo y para reducir su peso, se
tallaron huecas y abiertas por su parte trasera, detalle que no se puede apreciar desde abajo al
ser la parte que se encuentra cobijada y tapada por su hornacina. Ambas están rodeadas de un
vistoso arco de guirnaldas labrado sobre la misma madera del retablo. Fueron limpiadas y
restauradas en Madrid a la vez que, in situ, se realizaba la del retablo y, como curiosidad, decir
que al corderito de San Juan le colocaron las patitas que estaban rotas, y a San Pedro las llaves
del cielo que le faltaban. En ambos casos mejoraron su colorido con el existente antes de ser
tratadas (1997)
Los estípites laterales. Dos grandes estípites laterales, especie de columnas troncocónicas
invertidas, muy decorados y con relieves anulares en su fuste, sirven para adornar el cierre
lateral o guardapolvos del retablo y, otros dos estípites interiores, más pequeños cierran su calle
central. Unos años atrás también servían de respaldo y soporte a dos esculturas bastante
cambiantes: San Sebastián, Santa Lucia, S. Francisco, San Ramón Nonato, etc.

Pasamos al ático. Una especie de tercer cuerpo, de menor altura sobre cuatro pequeños pilares,
sirve de apoyo al ático. Podemos decir que el ático, que remata el retablo, se encuentra dividido
también en tres calles, la central más ancha y dominadora, separada de las laterales por dos
estípites que sirven de cierre lateral y soporte al cuadro principal: “El tránsito de Santa María
Magdalena a los Cielos”, del que desconocemos el autor, excelente óleo sobre precioso marco
rectangular, delimitado por una doble tira de rosas o guirnaldas y culminado por la moldura
labrada que forma un precioso remate escalonado. De su interior, entre una variada decoración,
surge un adorno en forma de palmeta triangular que se eleva y prolonga la calle central. Un
vistoso frontón partido permite el desarrollo de este esbelto remate, que inclinándose parece
querer adaptarse y formar parte del artesonado.

En el centro, y por encima de los cortinajes, surgiendo como del fondo de un florero, asciende
una bonita ornamentación que culmina en una corona, atributo de vírgenes y reyes; símbolo y
expresión de elevación, poder y dignidad. En ella podemos distinguir, al menos, dos detalles:
En su parte central tiene grabada una X, y se encuentra rematada por unos adornos casi
circulares engarzados formando la letra M, símbolos muy significativos relacionados con la
vida y leyenda de María Magdalena.

ÁTICO: GALERÍA DE PINTURAS – SANTA LUCIA Y SANTA ANA.


El ático sirve de galería de pinturas, ya que sus calles laterales, más bajas que la central,
rematan con dos “tondos” o medallones ovalados, muy adornados y con óleos sobre lienzos de
Santa Lucía, en la calle del izquierda y Santa Ana con la Virgen Niña, en la calle de la derecha,
pintura que habitualmente se ha confundido, al encontrarse bastante alejada del observador, con
la Virgen con Niño. Se encuentran rematados lateralmente por un vistoso y voluminoso
adorno, un roleo en forma de voluta, culminado por un ángel. Un querubín de mayores
dimensiones, hoy desaparecido cerraba interiormente cada uno de estos medallones.

RESTAURACIÓN. En 1997, el mal estado de conservación que presentaba el conjunto del


retablo hizo necesario proceder a su restauración, qué comentaré próximamente.

ALEJANDRDO PINEL ALONSO


Diciembre 2019

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