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Nicodemo, uno de los principales entre los judíos, fue al Salvador de noche y dijo:
Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer
estas señales que tÚ haces, si no está Dios con él.
Nicodemo quedó perplejo y preguntó: ”…¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”
“…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede
entrar en el reino de Dios.
“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.
(Juan 3:2–6)
Hechos 19:2–6.
Al seguir el ejemplo de Jesús, también nosotros demostramos que nos arrepentiremos
y seremos obedientes en guardar los mandamientos de nuestro Padre Celestial. Nos
humillamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito al admitir nuestros
pecados y buscar el perdón por nuestras transgresiones (véase 3 Nefi 9:20). Hacemos
convenio de que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y
recordarle siempre.
"Y entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida
eterna" (2 Nefi 31:17:18).
Ésa es la promesa que se nos da al entrar en el reino por medio del bautismo; y
cuando se ponen las manos sobre nuestra cabeza, se nos confiere el don del Espíritu
Santo y somos confirmados miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días, lo cual significa que nos convertimos en "conciudadanos de los santos"
en la "familia de Dios" (véase Efesios 2:19) y debemos andar en vida nueva (véase
Romanos 6:4).
Seremos ejemplos "de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza"
(1 Timoteo 4:12).
Siento inmensa gratitud por mi bautismo y mi confirmación en La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días. Me siento agradecido por la fortaleza espiritual y por
la guía que el don del Espíritu Santo me ha dado a lo largo de la vida.
¿Quién me bautizará?
Quienquiera sea la persona que te bautice, tiene que poseer el sacerdocio: el poder
para actuar en nombre de Dios. Cuando Jesús quiso que lo bautizaran, fue a Juan el
Bautista, quien tenía el sacerdocio (véase Mateo 3:13).
La persona que te bautice obtendrá la autorización de tu obispo o presidente de rama.
Jesús fue bautizado por inmersión, lo cual significa que Él estuvo completamente bajo
el agua y de inmediato salió de ella (véase Mateo 3:16). Así es como te bautizarán a ti.
El ser bautizado de esa manera nos recuerda que dejamos atrás nuestra vida anterior
y comenzamos una nueva vida dedicada a servir a Dios y a Sus hijos.
Al ser bautizado haces un convenio (o promesa entre dos partes) con el Padre
Celestial; tú le prometes a Él que harás ciertas cosas y Él te promete que te bendecirá.
Este convenio se menciona en las oraciones sacramentales que se dicen cada
domingo (véase D. y C. 20:77–79). Tú prometes:
Recordar a Jesucristo.
Cuando cumples esa promesa, el Padre Celestial promete que el Espíritu Santo estará
contigo y que tus pecados serán perdonados.
El don del Espíritu Santo es uno de los dones más preciados del Padre Celestial. Tu
bautismo por agua no es completo hasta que hombres que posean el Sacerdocio de
Melquisedec te den una bendición para recibir el Espíritu Santo (véase Juan 3:5).
El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad; testifica del Padre Celestial y de
Jesucristo, y nos ayuda a saber la verdad; nos ayuda a ser fuertes espiritualmente; nos
advierte de peligros y nos ayuda a aprender. El Espíritu Santo puede ayudarnos a
sentir el amor de Dios.
¿Por qué debo tener por lo menos ocho años para que me
bauticen?
El Señor enseña que no se debe bautizar a los niños hasta que tengan la edad
suficiente para entender la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo cual las Escrituras
señalan que es a los ocho años (véase Moroni 8:11–12; D. y C. 29:46–47; 68:27).
después del bautismo sería responsable de las cosas malas que hiciera.