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Por su parte, el Reino de Judá tuvo hombres que lo lideraron a buscar a Dios…
pero, en su mayoría, todos los que gobernaron al pueblo judío no se sometieron a
Jehová ni pidieron misericordia por sus transgresiones.
Todo terminó por colapsar con el rey Joacim, que luego de ver la situación que
enfrentó Israel, hizo exactamente lo mismo: DESOBEDECER.
Dios advirtió a Joacim a través del profeta Jeremías, pero la rebeldía e idolatría de
Joacim y del pueblo de Judá fue más grande, ignorando la voz del profeta,
quemando los rollos y llevándolo hasta la cárcel.
Sin embargo, el pueblo de Judá tenía que enfrentar las consecuencias de dejar a
Jehová, las consecuencias de vivir en rebeldía y desobediencia, incluso, ignorando
las oportunidades que Dios les dio para arrepentirse. Como los planes de Dios son
justos y perfectos, Él utilizaría a Babilonia, a Nabucodonosor y al exilio como el
agente de juicio contra Israel y Judá por los pecados de idolatría y rebelión contra
Su Voluntad… 70 años en los que un pueblo que Dios había hecho libre,
nuevamente sería esclavo… sería peregrino en tierra extraña.
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos, acordándonos
de Sion. Sobre los sauces en medio de ella, colgamos nuestras arpas. Y los que nos
habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado
nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo
cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños? Si me olvidare de ti, oh
Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti
no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.
Oh Jehová, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, cuando decían:
Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos. Hija de Babilonia la desolada,
bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste. Dichoso el que
tomare y estrellare tus niños contra la peña”, Salmo 137.
Luego de que Nabucodonosor arrasara la ciudad de Jerusalén, destruyera el templo
y robara sus utensilios, tomó consigo a varios israelitas, de los cuales, también
quiso elegir a gente que podía estar a su servicio, pero debían cumplir con la
condición de ser personas jóvenes, sin ningún discapacidad física o intelectual, con
conocimiento de ciencia y sabiduría, y de las familias más importantes de Judá.
Durante tres años, estos jóvenes debían comer, beber, y ser enseñados en las
costumbres paganas de Babilonia. Pasado ese tiempo, que serviría como
“adoctrinamiento” para los jóvenes, estos estarían aptos para servir en el palacio del
rey Nabucodonosor.
Por lo tanto, los cuatro se quedaron al servicio del rey, haciendo todo lo que el rey
les pedía, aunque lo hacían mejor y con más sabiduría que todos los sabios y
adivinos del reino juntos.
Fue así como Daniel se quedó en Babilonia hasta un año después de la llegada del
rey Ciro de Persia… Por otro lado, Ananías, Misael y Azarías debían enfrentar una
complicada situación en donde se pondría a prueba su devoción por Dios.
La misericordia del Señor siempre ha estado con los que le buscan… y he aquí, el
ejemplo de tres varones que, sin importar su edad, sin importar la posición real en la
que fueron puestos, no se enalteció su corazón ni decayó su confianza y devoción
por el Dios al que servían. No doblegaron sus rodillas ante el mundo, sino que se
mantuvieron de pie, al punto que el poder de Jehová se manifestó en ellos
dejándonos una historia que por siempre será recordada como un acto de valentía y
fe que llegó a impactar en la vida de los incrédulos.
(SI LA LECTURA ACABA, DEJAR QUE
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ACTO 1:
LOCUTOR: Pese a que el rey Nabucodonosor ya conocía sobre el poder del Dios
de Daniel, luego de la historia que se nos relata en el capítulo 2 del Libro de Daniel,
el corazón de Nabucodonosor se volvió a engrandecer. Una muestra de eso fue que
mandó a hacer una estatua de oro que tenía treinta metros de alto y tres metros de
ancho, y fue puesta en el valle de Durá, que está en la provincia de Babilonia.
GUARDIA REAL 1 (JOAQUÍN): Hay aquí gente que viene de diferentes pueblos y
habla distintos idiomas. A todos ustedes, el rey Nabucodonosor les ordena prestar
atención a los músicos, que van a tocar sus instrumentos. En cuanto oigan la
música, todos ustedes deberán inclinarse hasta el suelo y adorar a la estatua que el
rey mandó hacer. Quien no se incline para adorar a la estatua, será arrojado de
inmediato a un horno encendido.
LOCUTOR: Y así fue. En cuanto la gente oyó la música, todos se arrodillaron y
adoraron a la estatua de oro.
2.SONIDO DE TROMPETA)
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ACTO 2:
-Sadrac (JOSÉ GONZÁLEZ): Pero, ¿qué está pasando? ¿Qué es todo este
alboroto?
-Mesac (PATRICIO): Eran ciertos los rumores. El rey está inaugurando su gran
estatua recién construida, y busca que todas las personas importantes de su
gobierno sean parte de la ceremonia… peeerooo, ¿adorando su propia imagen?
-Abed-nego (ESTEBAN): ¿¡Quéee!? ¿El rey quiere que nos arrodillemos ante su
estatua? ¿Será cierto?
-Mesac (PATRICIO): Tal y como lo escuchaste… por eso están hasta los músicos
aquí, porque al son de todos los instrumentos, cuando se oigan todos al mismo
tiempo, debemos arrodillarnos, y ya sonaron una vez y no lo hicimos.
SE CAMBIA PISTA EN MEDIO DE LA INTERACIÓN Y SE UTILIZA
INTRO A SOY ESA GENERACIÓN
-Mesac (PATRICIO): Creo que no nos ha visto nadie. Pero, aunque nos viera el rey
o quien fuera, no me arrodillaré ante él y su estatua. Yo sólo me inclino ante el Rey
de reyes y Señor de señores, el único y verdadero Dios, el Dios de Israel, mi Dios,
Jehová.
LOCUTOR: Pero como los judíos no obedecieron la orden, unos babilonios fueron a
ver al rey para acusarlos. Le dijeron:
(Sadrac, Mesac y Abed-nego se encuentran de pie ante el rey, mientras todos los
demás asistentes a la ceremonia están de rodillas ante la estatua)
ACTO 3:
-Nabucodonosor (HNO. CRISTIAN): He sabido que ustedes no adoran a mis
dioses ni quieren inclinarse ante la estatua de oro. ¿Es cierto eso? Voy a darles una
oportunidad. Si al escuchar la música, se inclinan y adoran a la estatua, no les haré
nada. Pero si no la adoran, ordenaré que de inmediato los echen al horno. ¡Y ya
verán que no habrá Dios que pueda salvarlos!
Su Majestad, eso no es algo que nos preocupe. Si el Dios que adoramos así lo
quiere, es capaz de librarnos del fuego y del poder de Su Majestad. Pero aun si no
quisiera hacerlo, nosotros no pensamos adorar esa estatua de oro.
LOCUTOR: Cuando Nabucodonosor oyó esto, se enojó mucho con los tres jóvenes
y mandó que calentaran el horno al máximo, siete veces más de lo normal. Luego
ordenó que sus hombres más fuertes ataran a los jóvenes y los echaran al fuego.
Los hombres del rey ataron de inmediato a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego. Como
el rey quería que los echaran al horno enseguida, los hombres del rey les dejaron la
misma ropa fina que traían puesta. Pero el horno estaba demasiado caliente, así
que al momento en que arrojaron a los tres jóvenes al horno, el fuego alcanzó a los
hombres del rey y los mató. Los jóvenes, en cambio, cayeron al horno atados.
-GUARDIA REAL 2 (JORGE MUÑOZ): Tal cual, Su Majestad, son Sadrac, Mesac y
Abed-nego, aquellos israelitas de los que siempre te hablamos, que dicen respetarte
y te juran lealtad, pero en realidad siempre te mintieron.
-GUARDIA REAL 1 (JOAQUÍN): Así son todos… una tropa de mentirosos y falsos,
igual que el Dios al que he escuchado que sirven.
-Nabucodonosor: ¿Pero están seguro que eran sólo esos tres?, ¿cómo es que yo
veo a cuatro? Y, además, los cuatro están desatados, y andan paseándose por el
horno, sin que les pase nada. Además, ¡el cuarto joven parece un ángel! ¡Tiene un
aspecto similar al hijo de los dioses! ¿Quién es ese hombre que puede librarlos del
fuego? ¿Cómo es posible? ¿Será el hijo del Dios de Israel? ¿Será que es real?
¿Quién fue capaz de darles vida a los que ya estaban muertos?
-LOCUTOR: Los tres jóvenes salieron del horno. Enseguida los rodearon todas las
personas importantes del gobierno, y se quedaron sorprendidos al ver que el fuego
no les había hecho ningún daño. No se les había quemado la piel ni el pelo, ¡y ni
siquiera su ropa olía a quemado!
-Nabucodonosor: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego,
que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en Él, y que no cumplieron el
edicto del rey, no quisieron obedecer a mis órdenes y entregaron sus cuerpos antes
que servir y adorar a otro dios que su Dios.
Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia,
cualquier que hable mal contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, será
descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda
librar como este.
Bendito sea el Dios de estos israelitas… que así como los libró en esta ocasión, LO
HARÁ OTRA VEZ.