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#NosSalvamosTodos @palfredoSanchez
Uno de los grandes milagros que empieza a identificarlo como el Mesías, más
allá de los signos proféticos, es la capacidad de tocar los corazones de quienes se
acercaban a él y transformarlos de un fuerte endurecimiento, en corazones de carne
con capacidad de sentir, de amar, perdonar, reinventarse, empatizar, y peregrinar. Es
un cambio que levanta a quien esta caído, cura al enfermo, devuelve la vista a quien
no puede ver y la capacidad de escucha para que todos puedan entender la Palabra de
Dios, que no interrumpe su diálogo con la creación.
Otro personaje personaje que vivió en plenitud la vida guiado por el Espíritu de
Dios, fue el último profeta: Juan, el Bautista. Desde el principio tuvo clara su misión:
ser testigo de la luz. Y aunque algunos lo pudieron confundir con la misma luz, nunca
perdió su horizonte. Con toda humildad vivió la llamada y dio testimonio de ella: Yo
soy la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor. En él se repiten
las mismas virtudes que en la Virgen, para vivir con fidelidad el dicípulado, se añade
el valor devivir con fidelidad la misión aunque no le agradara a los gobernates de la
época, que le ven como un enemigo, que confronta la vida desordenada que vivían.