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Recordemos que Jesús vino a buscar aquello que estaba perdido y que
necesitaba de la misericordia de Dios. Por estas acciones, Jesús fue duramente
criticado, juzgado, humillado, golpeado y finalmente fue sacrificado en la Cruz del
Calvario.
Así que la proclamación del evangelio del Reino conlleva una gran lucha espiritual
contra el mundo de las tinieblas que tienen esclavizadas la mente y la voluntad de
muchas personas.
Por esta razón, nos enfrentamos con una batalla de vida o muerte, ya que la
predicación de estas buenas nuevas de salvación van a determinar el crecimiento
espiritual en esta vida, y conllevan a un destino final en la vida de cada persona
que tiene la oportunidad de escuchar el mensaje y aceptar al Señor Jesús en su
corazón y de esta manera alcanzar el perdón, la misericordia y la salvación.
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día
malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos
vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los
pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe,
con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo
de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:13-18)
En este sentido, para poder vencer a las tinieblas debemos estar fundamentados
sobre la roca, conociendo la palabra a profundidad y saber que las promesas de
Dios son certeras y se cumplen en la vida de los hijos del Señor porque él es justo
para aquellos que hacen su voluntad y le siguen.
Por este motivo, es fundamental que los hijos de Dios estemos preparados para
enfrentar al enemigo, apartándonos de todo aquello que nos separa de sus
caminos. Para ello es necesario que nuestro corazón, mente, alma y espíritu esté
enfocado en nuestro propósito, esquivando los dardos de las tinieblas.
La vida de este mundo terrenal está expuesto a muchos distractores que nos
impiden llevar el evangelio de forma disciplinada y asumir la misión de
evangelizar conforme a lo que nos demanda la palabra:
“El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el
evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón;
para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a
los quebrantados” (Lucas 4: 18)
Una de las limitaciones que tenemos es nuestra mente, la cual sufre ataques
diariamente del enemigo mediante lo que mundo nos expone a través de lo que
vemos, escuchamos y hablamos. Pero tenemos esta palabra que nos demanda a
predicar, a hacer milagros en nombre de Jesús para que sepan que la Gloria de
Dios está sobre ti porque eres su hijo.
Tenemos de esta forma la promesa hermosa de salvación y como siervos del
Señor debemos llevar a cabo la misión de que las almas sean rescatadas del
abismo en la que se encuentras, que sean liberadas de las ataduras del diablo y
puedan entrar al reino de los cielos. Por cada alma salvada, hay recompensa,
pero la mayor recompensa es agradar a Dios.
De esta manera podemos señalar dos motivos por los cuales la visión misionera
debe afianzarse para rescatar a las almas perdidas y hacer la obra de Dios aquí
en la tierra. Dentro de estos encontramos:
Por este motivo, como hijos de Dios debemos seguir el evangelio de Cristo y
rescatar lo que se ha perdido, buscar a esa oveja perdida que se salió del redil, tal
como lo demanda su palabra:
“Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y
cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozosos; y al llegar a casa,
reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he
encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el
cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no
necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:4-7)
En este sentido, lo más importante es llevar ese mensaje lleno de esperanza, de
verdad y de amor, haciéndoles llegar el evangelio del reino y mostrar las
manifestaciones del Espíritu Santo a través de las obras que hagamos en función
de llevar a cabo la misión de evangelizar.
Por otro lado es importante además hacer énfasis en las palabras del apóstol
Pablo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les
predique?” (Romanos 10:14)
En este pasaje, el apóstol Pablo resalta la importancia de predicar el evangelio a
las almas hambrientas de hallar la paz de Dios que sólo él puede otorgar y que
sobre pasa todo nuestro entendimiento.
Dejar todo por Cristo significa dejar los deseos carnales y viejas costumbres para
llevar una vida diferente que sirva de testimonio de lo que él puede hacer en la
vida de cada uno de sus hijos. Así que nuestra misión principal es servir a Dios y
llevar el mensaje de salvación a las almas que necesitan ser salvas.
De igual forma, es importante señalar que como hijos de Dios somos templo y
morada del Espíritu Santo, por eso debemos llevar una vida conforme a su
palabra y ser luz en medio de las tinieblas, revelando el fruto de su Espíritu en
todo momento, tal como lo demanda la biblia:
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)
En la actualidad se ha desviado la intención de las misiones y el hombre ha
querido imponerse para sus intereses personales, donde los predicadores llevan
un mensaje diferente y tergiversado del propósito de Cristo, donde impera como
tema principal la prosperidad, la abundancia.
Por eso, debemos prestar atención a lo señalado por Cristo en sus evangelios,
donde hace énfasis en amor hacia el prójimo como segundo mandamiento. De
esta forma, cuando amamos a nuestro prójimo, estamos amando a Dios porque
Dios es amor.
La mayor enseñanza que nos dejó Jesús fue el amor hacia el prójimo, hacia los
que se encuentran en gran necesidad, aquellos que están perdidos y no hallan
consuelo en nada. Por eso debemos mostrarle el camino, la verdad y la vida que
es Cristo, quien a través de su luz nos guía por sus caminos de justicia.
No debemos olvidar de dónde nos sacó el Señor cuando nos escogió, porque
ciertamente sin él, nada podemos hacer y debemos manifestarlo en nuestras
acciones, haciendo buenas obras para agradarle y poder engrandecer su reino y
glorificar su nombre.
Reconociendo su Poderío y majestad y revelando las manifestaciones de este
poder mediante milagros, liberaciones, prodigios, sanidades, entre otras cosas. Y
mostraremos al mundo que podemos hacer cosas incluso mayores a las que hizo
Jesús tal como él lo señala en su palabra: "En verdad, en verdad os digo: el que
cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas
hará, porque yo voy al Padre" (Juan 14:12)