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Queridas hermanas: Hace mucho tiempo que vengo leyendo y buscando material sobre las
Bienaventuranzas y cada vez, me siento más apasionada. Descubrir el verdadero mensaje que
hay en ellos y tratar de ponerlo en práctica, paso a paso porque ellas encierran “la vida misma
de Jesús”. Él enseña con su ejemplo, con su vida. Tratar de imitar a Jesús y optar por lo que Él
optó es vivir a pleno las Bienaventuranzas. Por eso, quiero compartirlas con ustedes.
El Papa Francisco no cesa de exhortar a los cristianos a vivir las bienaventuranzas, único
camino a la verdadera felicidad y también único medio para reconstruir la sociedad.
El mundo actual está lleno de orgullo, de avidez insaciable, de riqueza y de poder, y no puede
sanarse sino acogiendo este mensaje. Hay una llamada muy fuerte en la actualidad a oír esta
enseñanza esencial de Jesús, que quizás aún no hemos comprendido verdaderamente ni la
hemos puesto en práctica. El Espíritu Santo quiere actuar con fuerza en esta dirección hoy,
incluso para sacudir, a veces, a su Iglesia. Es absolutamente necesario que cada cristiano
propague el perfume del Evangelio, perfume de paz, de dulzura, de alegría y de humildad.
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Las bienaventuranzas son el secreto del corazón de Jesús mismo. Él durante toda su vida y
especialmente en su pasión, es el único verdadero pobre, afligido, paciente, hambriento y
sediento de justicia, misericordioso, limpio de corazón, artesano de la paz, perseguido por
practicar la justicia.
Jesús afirma en Jn 14, 9: “El que me ha visto, ha visto al Padre.” Por lo tanto, las
bienaventuranzas nos muestran también el verdadero rostro del Padre. Las bienaventuranzas
nos revelan la increíble humildad y la infinita misericordia de Dios. Si el Padre es infinitamente
rico y todopoderoso, también hay en el ser divino un misterio de pobreza, pues no es más que
amor y misericordia; es enteramente don, desprendimiento de si para que exista el otro; no
vive para sí mismo sino para sus hijos, como lo manifiesta en la parábola del hijo prodigo.
Es necesario notar la importancia del Padre en el Sermón de la Montaña. Es allí donde Jesús
enseña la oración del padre nuestro.
La ley nueva es una promesa extraordinaria de transformación interior por la gracia del
Espíritu Santo. En ella hay un don mayor que hace posible este paso: la revelación de la
ternura del Padre, el ejemplo de Jesús, la efusión del Espíritu Santo. Las bienaventuranzas no
son otra cosa que la descripción de este corazón nuevo que el Espíritu Santo forma en
nosotros y que es el mismo corazón de Cristo. El Evangelio es una gracia, una efusión de
misericordia, una promesa de transformación interior por el Espíritu Santo. La pobreza, la
humildad, las lágrimas, el hambre y la sed de Dios, la misericordia, la pureza de corazón, la
comunicación de la paz, la alegría en la persecución, suponen un corazón transformado por
Espíritu.
Las bienaventuranzas hacen posible toda vida compartida. Sin humildad, misericordia,
paciencia…ninguna comunidad de vida se sostiene. La vida común es el lugar privilegiado para
vivirlas.
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Espíritu Santo y recibir la herencia prometida, de manera aun parcial pero suficientemente real
y fuerte como para alentarnos con fuerza a perseveran viviendo según la sabiduría del
Evangelio.
3 Luego oró al Señor, Dios de Israel, diciendo: "¡Señor mío, ¡nuestro Rey, tú eres el
Único! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo otra ayuda fuera de ti y estoy
expuesta al peligro.
14 ¡Líbranos de ellos con tu mano y ven a socorrerme, porque estoy sola, y no tengo a
nadie fuera de ti, Señor! Tú, que lo conoces todo,
19 ¡Dios, que tienes poder sobre todos, oye la voz de los desesperados: líbranos de las
manos de los perversos y líbrame a mí de todo temor!".
Los pobres ya no tienen apoyo, seguridades humanas, pero se vuelven a Dios, que se
convierte en su refugio y descanso.
La ternura de Dios para con el pobre:
Una de las afirmaciones más recurrentes en el Antiguo Testamento, y de los salmos en
particular, es la de la ternura de Dios para con el pobre que acude a Él.
Veamos algunos ejemplos:
Isaías 49:13-16
13 Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh
montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá
misericordia.
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"Un día los discípulos de Juan tuvieron una discusión con un judío sobre
la purificación espiritual. 26.Fueron donde Juan y le dijeron: «Maestro, el
que estaba contigo al otro lado del Jordán, y en cuyo favor tú hablaste,
está ahora bautizando y todos se van a él.» 27.Juan respondió: «Nadie
puede atribuirse más de lo que el Cielo le quiere dar. 28.Ustedes mismos
son testigos de que yo dije: Yo no soy el Mesías, sino el que ha sido
enviado delante de él. 29.Es el novio quien tiene a la novia; el amigo del
novio está a su lado y hace lo que él le dice y se alegra con sólo oír la voz
del novio. Por eso me alegro sin reservas. 30.Es necesario que él crezca y
que yo disminuya."
Evangelio según San Juan,3.
- Otro aspecto esencial de la pobreza de corazón hacia el prójimo es
la misericordia y el perdón. Renunciar a todo rencor, a cualquier
deseo de venganza, a hacer justicia por mano propia, perdonar las
deudas supone una gran pobreza de corazón.
- Ser pobre ante el prójimo tampoco es querer tener siempre la última
palabra. Eliminar siempre el orgullo de tener siempre la razón.
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