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EL ESTADO DE NATURALEZA
Introducción
1. W illiam Golding, The Lord o f the Flies, p. 192 (W. Golding. El señor de las moscas, M a
drid: Alianza Editorial, 1993, p. 236).
24 FILOSOFÍA p o l ít ic a : u n a in t r o d u c c ió n
Hobbes
2. Thomas Hobbes, Leviaihan, p. 186 (Thom as Hobbes, Leviatán, Madrid: Alianza Edi
torial, 1993, pp. 108-109).
26 FILOSOFÍA p o l ít ic a : u n a in t r o d u c c ió n
Locke
19. John Locke, Second Treatise o f Civil Government, s. 19, p. 280 (John Locke, Segundo
Tratado sobre el Gobierno Civil, Madrid: Alianza Editorial. 1996, p. 48).
36 FILOSOFIA p o l ít ic a : u n a in t r o d u c c ió n
ral de castigar puede ser aplicado con eficacia, o bien que los seres
humanos tienen algún tipo de motivación poderosa para obedecer
la ley moral. En caso contrario, unos pocos individuos antisociales
pueden arruinar los planes del resto de personas.
En realidad, Locke está muy cerca de admitir que tal vez el es
tado de naturaleza no sea tan pacífico como al principio suponía.
Al fin y al cabo, está obligado a no colorearlo con tonos demasiado
idílicos, ya que entonces le sería muy difícil explicar por qué lo
abandonamos y creamos el estado. El defecto más importante,
según Locke, tiene que ver con la administración de la justicia. Es
decir, nos pelearemos menos por los bienes que por lo que la justi
cia requiere. Dicho de otro modo: no nos pondremos de acuerdo so
bre la interpretación de la ley de naturaleza. La gente discrepará
sobre si ha habido ofensa o no. Discrepará sobre cuál es el castigo
adecuado o la compensación adecuada. O tal vez no tenga el poder
suficiente para imponer el castigo que haya acordado. Consecuen
temente, el intento de administrar justicia, incluso entre los que es
tán dispuestos a respetar la ley, constituye en sí mismo una fuente
poderosa de disputa. Para Locke éste es el principal «inconvenien
te» del estado de naturaleza. Lo único que impide que se convierta
en un problema serio es la esperanza de que, dada la abundancia
inicial de tierra, las disputas serán pocas.
Pero Locke también se da cuenta de que la abundancia inicial
de tierra con el tiempo se toma en escasez: no tanto por culpa de
una población masiva, cuanto por culpa de la avaricia y la «inven
ción» del dinero. Antes de que existiera el dinero, nadie tenía moti
vos para quedarse con más tierra de la que necesitaba para la su
pervivencia de su familia. Si uno cultivaba más de lo necesario, el
excendente se le echaba a perder a menos que lograra cambiarlo
por algo más permanente. Pero cuando aparece el dinero estos in
tercambios se vuelven fáciles de hacer y es posible acumular gran
des cantidades de dinero sin riesgo de que se eche a perder. Esto
hace que la gente cultive más tierra a fin de producir bienes para
venderlos. Al mismo tiempo, esto provoca que haya presión sobre
la cuestión de la tierra, la cual, y por esta razón únicamente, según
Locke, se vuelve escasa. Locke no dice que esta escasez dé lugar al
estado de guerra hobbesiano; pero sí reconoce que en cuanto exis
te poca oferta de tierra y la que hay es disputada por la gente, los
inconvenientes del estado de naturaleza se multiplican más y más.
Surge el imperativo de establecer un gobierno civil. En suma, aun
que inicialmente sea pacífico, con el tiempo el estado de naturale
za se vuelve — también para Locke— casi insoportable.
I-I. ESTADO DE NATURALEZA 43
Rousseau
sea tan sólo comer, satisfacer su apetito sexual y dormir; teme úni
camente el hambre y el dolor.
La soledad natural excluye cualquier deseo de «gloria» o repu
tación, ya que el salvaje no muestra ningún interés por las opinio
nes de los demás. De hecho, Rousseau mantiene que en este esta
dio el salvaje todavía no ha desarrollado el lenguaje y, por lo tanto,
la posibilidad de tener y expresar opiniones parece estar severa
mente restringida. De todas formas, el salvaje no tiene ningún de
seo de poder. Hobbes, como vimos, definió el poder com o «los me
dios presentes para satisfacer futuros deseos». Sin embargo, para
Rousseau el salvaje tiene poca capacidad para prever las cosas y
apenas puede anticipar sus déseos futuros y aún menos buscar los
medios para satisfacerlos. Rousseau equipara el salvaje al caribeño
de su tiempo que, dice, «vende por la mañana su lecho de algodón,
y viene llorando por la tarde para volverlo a comprar, por no haber
previsto que lo necesitaría para la noche próxima».28 Consecuente
mente, todos los impulsos que según Hobbes conducen a la guerra
— los deseos de ganancia, seguridad y reputación— se hallan o bien
difusos o bien ausentes en el estado de naturaleza de Rousseau.
Con todo, a pesar de su carácter relativamente pacífico, el esta
do de naturaleza de Rousseau no parece ofrecer una perspectiva de
masiado atractiva. Puede que el salvaje de Rousseau llegue a ser el
rey de las bestias, pero tal como lo ha pintado apenas se distingue
de los otros animales salvajes. El salvaje, dice Rousseau, es un «ani
mal menos fuerte que unos, menos ágil que otros, pero en conjun
to está organizado más ventajosamente que cualquiera de ellos».29
Dado que eso es todcf de lo que nos podríamos jactar en el estado
de naturaleza, ¿por qué debería Rousseau lamentar que hubiésemos
pasado a una edad más civilizada? Por otro lado, no es nada fácil
imaginarse cómo pudo realizarse alguna vez tal transición. ¿Cuál es
la dinámica de cambio en el cuadro de Rousseau? No está nada cla
ro — tampoco por hipótesis— cómo hemos podido llegar desde ahí
hasta donde estamos.
El propio Rousseau reconoce que lo que dice no es más que una
«conjetura probable», dado que la transición podría haber acaecido
de muy diversas formas. Además, tiene que admitirse que no siem
pre es fácil hacer encajar entre sí todo lo que Rousseau sostiene so
bre este tema. No obstante, la clave está en la idea de que los seres
humanos, a diferencia de las bestias, tienen dos atributos especia
les: la voluntad libre, y la capacidad de mejorarse a sí mismos.
Anarquismo
36. P iotr Kropotkin, Law and Authoritv (1886), reproducido en The Anarchist Reader,
p. 117.
50 FILOSOFÍA POLÍTICA: UNA INTRODUCCIÓN
Conclusión
Introducción
1. Rousseau. Social Contracl. lib ro III, cap. 15, p. 266 (Rousseau. Del contrato social, M a
drid: Alianza. 1992, p. 98).
86 FILOSOFÍA p o l ít ic a : u n a in t r o d u c c ió n
2. República. 488a.
¿QUIÉN DEBERIA GOBERNAR? 91
a esta pregunta es simple y, además, para muchos de sus probables
lectores, bien halagüeña de entrada. N o habrá sociedad justa a me
nos que los reyes se conviertan en filósofos, o los filósofos se con
viertan en reyes. La formación en filosofía, arguye Platón, es un re
quisito imprescindible para poder gobernar. Con la idea de
convertirse en filósofo Platón no se refiere solamente a tener que
pasarse unos años leyendo y reflexionando sobre temas filosóficos.
Platón diseña un plan para los guardianes que comprende una vida
entera de formación y en la que, en los primeros años, se aprende
no sólo el arte de las letras, sino también música, matemáticas, arte
militar y educación física. Nadie aprende filosofía antes de cumplir
lbs treinta años. Entonces se estudia filosofía durante cinco años y
a continuación viene un período de quince años de servicio en el
ejército. Los que superan este proceso con honor pueden entonces
dedicarse permanentemente a la filosofía. Este reposo queda inte
rrumpido tan sólo cuando uno tiene que ocuparse del «pesado
asunto de la política».
Ahora no podemos entrar en estos y otros detalles de la Repú
blica de Platón porque nos desviaríamos demasiado de nuestro ca
mino. En particular, no podemos detenemos en la naturaleza y el
contenido del conocimiento que, según Platón, los guardianes de
berían llegar a poseer. Sin embargo, recordemos la analogía del ofi
cio. La actividad de gobernar, igual que la medicina, la navegación
o incluso la agricultura, es un arte. Precisa de una preparación, y
no cualquiera está naturalmente capacitado para adquirir este arte.
Así com o la práctica de la medicina está en manos de los expertos,
y la educación médica corresponde a los más capacitados, lo mis
mo debería hacerse con la actividad de gobernar y la educación
para el gobierno. Cualquier otro sistema dará peores resultados, y
la consulta del populacho conducirá directamente al desastre.
A primera vista, el argumento de Platón en contra de la demo
cracia parece devastador. Si la actividad de gobernar es un arte, y
un arte que sólo algunos pueden dominar, entonces la democracia
parece ser algo simplemente absurdo o irracional. Quien desee de
fender la democracia debe poder contestar la analogía del oficio.
Pero ¿dónde está el punto débil de esta analogía?
Los P R O B L E M A S D E L S IS T E M A DE L O S G U A R D IA N E S
La primera cosa que hay que decir es que el sistema que Platón
propone es un tipo de dictadura y que del mismo modo que uno
92 FILOSOFÍA p o l ít ic a : u n a in t r o d u c c ió n
C o n o c im ie n t o e in t e r e s e s
El v o t o y e l b ie n c o m ú n
Los V A L O R E S D E LA D E M O C R A C IA
3. Rousseau, Social Contraet, lib ro I. cap. 6, p. 191 (Del contrato social, p. 22).