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Las lunas demoniacas

I
La noche avanzaba rápido, y bajo los finos haces de luz lunar las lágrimas
brotaban de los ojos de los pocos que allí estaban. Hoia Baciu, un pueblo
fantasma; tras la ola de asesinatos ya nadie con consciencia se quedaba en
ese maldito lugar, y los que se quedaban atrás no estaban lo suficientemente
cuerdos como para pensar por ellos mismos. Jhon Macarty, un jefe de
negocios, Elena Windtaker, una empresaria afortunada, y Aron Gibbs, un
tenista suertudo, amanecieron muertos con tres días de diferencia por todo lo
largo de la milla 47. Jhon fue encontrado por unos excursionistas bajo unas
malezas, totalmente desfigurado, ni siquiera dejaron que la familia lo
identificara; no era necesario. Gracias a su prótesis de cadera los forenses
pudieron reconocerlo.

Elena apareció colgando de una señal de tráfico, con su abdomen totalmente


abierto de arriba abajo. La escena recordaba a la técnica del águila de sangre
vikinga, pero a la inversa. Por otra parte, el cuerpo de Aron no había sido
tocado, simplemente bastó una pequeña dosis de ricina en un almuerzo dos
días antes para ponerlo a dormir.

Lo que todos tenían en común, era que asistían a un club privado de tenis,
donde habían molestado al conserje equivocado. Patrick Scarlot, llevaba
trabajando hacía ya treinta años; pero junto a la muerte de su esposa y la
salida de sus hijas de casa, esos malos tratos convirtieron a un apasionado de
su trabajo en un monstruo salido de cuentos para no dormir.

No pasó mucho tiempo para que lo atrapasen, la culpa lo consumió y se


terminó entregando en la estación de policías, el coronel Thomas hizo el
arresto. Como todos pensaban Scarlot no duró mucho en el interior, fue
asaltado mientras se bañaba por unos vagos sin destino. Tardaron cuatro días
en limpiar lo que hicieron, había partes atascadas por toda la alcantarilla de la
prisión, y la sangre había inundado las aguas albañales.

La pesadilla se había terminado.

II
En Japón existe una leyenda de que cuando alguien que fue verdaderamente
malvado en su vida muere, inmediatamente se transforma en un demonio al
pasar por las puertas del infierno. Algunos eran los suficientemente malos
como para transformarse en vida, como los asesinos prolíficos. Monstruos
gigantes de piel roja y máscaras con cuernos, sin consciencia alguna que
vagaban por la tierra sembrando caos y destrucción. En el caso de Patrick, este
solo quería una cosa.. Venganza.
Ese sentimiento que todos sentimos en algunos momentos de ira de nuestra
vida, y que es tan volátil como un cohete de avión.

La llegada a las gigantes puertas del infierno fue rápida e indolora. Ante él
ahora yacían dos colosales estatuas con forma de cabra y sobre estas el
famoso pentagrama. A los lados unas cascadas de lava ardiente se dirigían
hacia un poso sin fin, un vacío de desesperación, conquistado por niebla
incolora e incomprensible. Frente a él se erigía una figura extraña. Un ser
deforme, con cuernos y dientes y alas y colas.

-¡Tu piel se corromperá y de esta saldrá fuego, tu cara se transformará y de las


cuencas de tus ojos brotarán cuernos, y tu cuerpo sanará y abrazará a la niebla
como su más fiel amigo!

Esas fueron las palabras que salieron de las bocas de la inmunda criatura.
Esas simples palabras fueron suficientes para que el cuerpo de Scarlot se
transfigurase. La niebla que reinaba en el vacío ahora había comenzado a
subir, y lo acogía como lo hace un hotel de cinco estrellas con sus huéspedes.

III
Los responsables de esto caminaban sin miedo alguno por los pasillos de la
prisión. Habían hecho de aquel agujero su hogar, y se llamaban a sí mismos
como “Los diablos”. Lo que no se esperaban es que estaban a punto de
conocer al infierno. La prisión de Hoia Baciu estaba situada en lo alto de una
montaña, rodeada de acantilados peligrosos y bajadas traicioneras, nadie
nunca había logrado salir. Scarlot lo pensó muy bien antes de lanzarse al
camino de su venganza, solo había una ocasión, si fallaba se hundiría en la
niebla y pasaría a ser parte de ella.

Primero cambió su cuerpo y se transformó en guardia, y adoptó el nombre de


Smith como acompañante; y fue a trabajar todos los días por el resto de su
eternidad, hasta que se presentara la oportunidad. Tenía tiempo de sobra, y no
tenía nada que perder. Además, no quería simplemente entrar a sus celdas y
apuñalarlos por la espalda, eso es de cobardes.

Cuatro meses más tarde llegó a la prisión un joven proveniente de una pandilla
que nadie conocía “Los buitres”, con su espalda tatuada con alas gigantes y
negras como el vacío. Los diablos quisieron darle una lección, y lo acorralaron
en el baño de la prisión. Y mediante cuchillas rústicas pero que de igual forma
cortaban hicieron del cuerpo del joven un juego de dardos de feria; y Scarlot
fue el primero en responder.

Eran cinco “los diablos”, y Scarlot era solo uno. Pero era uno con el poder de
muchos, y la fuerza de cien. La metamorfosis ocurrió rápido, y mientras en el
exterior la luna brillaba con intensidad en su máximo esplendor, dentro de
aquellas cuatro paredes Scarlot mostraba su verdadera forma. Su cuerpo se
alargó y de su piel brotaron púas, sus pies y manos crecieron y sus dedos se
transformaron en garras gigantes. Su cara fue cubierta por una máscara
blanca, con dos orificios negros para los ojos y dos grandes e imponentes
cuernos sobre estos. La masacre fue inevitable.

Scarlot danzaba al ritmo de la luna mientras despedazaba a sus oponentes.


Los zarpazos vencían al aire dentro de la sala y la decoraban con el rojo de la
sangre. Los choques de los cuerpos con las paredes ocasionaron grietas en
estas, y de estas grutas oscuras salieron ratas, alimañas que permanecían en
la oscuridad de las paredes esperando a la noche para salir a cazar. El cuarto
de baño se convirtió en el infierno sobre la tierra, y entonces llegaron los
guardias.

Frente a ellos yacía Scarlot, o más bien su forma de venganza, y alrededor de


este yacían los cuerpos inertes de “los diablos”; y mientras los guardias se
cubrían la boca para no vomitar, la forma física de Scarlot se desvanecía y su
aura pasaba a formar parte de la niebla del infierno.

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