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Dyanna y kirara7
Nadie sabe por qué se dieron a conocer. ¿Por qué eligieron el Día de San Valentín a
principios del siglo XXI para revelarnos su presencia? Algunos dicen que tuvo algo
que ver con el fin del mundo. Otros que simplemente se cansaron de esconderse.
Yo tenía doce años cuando Salomón, el líder de los vampiros, apareció por primera
vez en la TV y mintió sobre sus colmillos a todos nosotros. Trece cuando la guerra
estalló. Quince cuando los Estados Unidos declaro una tregua... cuando, en
realidad, nos rendimos, y la pesadilla comenzó realmente.
Ahora tengo casi 18 años, y he aprendido algo sobre mí misma que yo nunca
podría haber sabido, si hubiera sido capaz de vivir una vida normal.
Nada.
Incluyéndome.
El cielo crujió con llamas; el humo aceitoso ahogó el aire quemando sus
pulmones. Jenn luchó para no toser, temiendo que el sonido la expusiera. Sobre
sus codos y rodillas, su cabello castaño oscuro suelto cayendo sobre sus ojos, ella
se arrastró por debajo del tejado rojo de la iglesia medieval cuando colapsó en un
estruendo de chispas naranjas. Los fragmentos de azulejo, piedra, y madera
ardiente se dispararon hacia la luna color sangre, cayendo en picada a la tierra
como bombas. Clavó sus codos y se empujó hacia adelante con la punta de sus
botas, gruñendo cuando un gran trozo de madera ardiente, cayó sobre su espalda
con un chisporroteo. Ella luchó por mantenerse en silencio mientras el dolor
chamuscaba a través de ella. Mordiendo sus labios con fuerza, probó su sangre
cobriza mientras rodaba para extinguir las llamas.
Pudo ver el destello de los rubís incrustados de la pequeña cruz que llevaba en la
oreja izquierda. Un regalo, había dicho, cuando le preguntó al respecto. Su rostro
se había oscurecido cuando él le había respondido, ella sabía que había más en
esa historia. Gran parte de Antonio era un misterio para ella, era tan intrigante
como los rasgos agudos y los huesos de su cara. Estaba centrado, escuchando.
Todo lo que Jenn podía escucha era el sonido de las llamas y los gritos
aterrorizados, indignados de los vecinos de las casas de los alrededores y de las
oficinas de los edificios. Su mundo se convirtió en el rostro de Antonio y las
manos de Antonio, manchadas con hollín, ella tensó sus músculos de modo que
estuviese lista para moverse cuando su mano cayera. Lamentaba que no pudiera
dejar de temblar. Deseaba detener el sangrado y el dolor. Deseaba que alguien
más pudiera realizar el rescate, en lugar de ellos.
Pero en algún lugar de la oscuridad los Seres Maldito estaban viendo. Se imaginó
que la miraba fijamente, y casi podía oír su risa cruel bailando en el aire acre.
En cambio, los Vampiros cazaban a los cazadores, como si ellos supiesen que
venían, como si ellos los hubieran atraído allí. Jenn se preguntaba cómo lo
habían sabido. Padre Juan siempre enviaba al equipo de forma encubierta.
¿Había un espía en la universidad? ¿Había alguien en Cuevas traicionándolos?
No pienses.
Esa tarde Jenn, Antonio, y los otros cazadores se habían aparcado en el bosque y
silenciosamente siguieron su camino hacia la iglesia, donde los esperaban,
meditando u orando, y preparándose para la batalla que tenían por delante.
Los vampiros aparecieron con las sombras planas del crepúsculo, y en un literal
abrir y cerrar de ojos—se movieron más rápido de lo que la gente podía ver—
prendieron fuego a las ruinas de piedra del castillo, las piedras–y–Morteros2 de la
plaza cercana, los vidrios y unos puñados de edificios con oficinas modernas.
Jardineras de flores que recubrían la plaza, que rebozaban de geranios rosados y
blancos, crepitando como chispas; ventanas rotas; las bocinas de los autos
sonando como kláxones; y por todo el lugar, por todo el sitio, el fuego rugía.
1
Texto en español.
2
Mortero es un arma que dispara generalmente proyectiles explosivos o incendiarios.
En sus cortos dos meses de caza juntos como un equipo, los Salamancas habían
luchado con un mayor numero—una vez habían sido tantos como once—pero Los
Malditos habían sido convertidos recientemente. La sanguijuela más joven, era
más fácil de derrotar, ya que no se han adaptado completamente a sus nuevas
habilidades… o a sus debilidades.
Contra los vampiros más antiguos, como los tres que acechaban en la oscuridad,
sólo podías rezar que ellos aun no se hubieran topado con algún cazador. Ellos
habían crecido tan acostumbrados a sacrificarse por los indefensos que ellos
podían subestimar a los que sabían cómo defenderse.
Pero las Cuevas C.O. habían golpeado primero, lo que significaba que sabían lo
que los seis cazadores eran capaces de hacer. Por el momento, Jenn y los otros
Salamancas habían olido el humo, solo había tiempo para despertar a Antonio de
sus meditaciones en la capilla detrás del altar y arrastrarlo hacia a fuera.
Respira, se recordó a sí misma, pero cuando respiró, el humo llenó sus pulmones,
y presionó la mano sobre su boca. Su equilibrio cedió, y se desplomó en la
suciedad. Jenn gruñó de nuevo una tos seca. La roncha en la espalda quemada
como un ojo de buey; ella era un objetivo primordial. Y sola. ¿Dónde estás,
Antonio?, exigió en silencio. ¿Cómo pudiste dejarme?
Jenn luchó a sus pies; Antonio resistió un aliento lejos, sus ojos ardientes, la
estaca que había matado al vampiro todavía apretado en su mano. Él era mucho
más alto que ella, uno con ochenta frente a los uno con sesenta de ella. Cuando
alcanzó a tocar su brazo, un grito espeluznante rasgó el aire de la noche, y salió
en su dirección, esperando que Antonio hiciera lo mismo.
Él le cortó el otro lado de la mejilla con sus uñas parecidas a una garra antes de
saltar hacia atrás en una imagen borrosa. Jenn sintió la sangre caliente y
pegajosa por su mejilla antes de sentir la picadura.
Jenn le rodeó con cautela. Soy una cazadora, se recordó, pero la mano alrededor
de su estaca temblaba mucho. Seguramente, él podía verlo. Si él atacaba, había
una buena probabilidad de que no lograra ser lo suficientemente rápida. La
especializada formación que había recibido en la Academia le había enseñado la
forma de anticipar los movimientos de un vampiro, incluso cuando ella no
pudiera verlo. Ellos se movían tan rápido, los Malditos. Padre Juan decía que se
movían más rápido de lo que un hombre puede pescar. Él dijo que podrían
matarte y tú nunca sabrías lo que había sucedido, pero si hubieras sido una
valiente y justa persona, los ángeles te lo contan todo, en una canción.
Yo no soy valiente.
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En Español.
Pero tal vez no.
El vampiro quedó visible, retenido, pero lo más probable es que estuviera jugando
con ella antes que él realizara su muerte. Algunos vampiros eran matadores,
dibujaban la danza de la muerte como un ritual. Para otros la caza era un medio
para un fin—fresca sangre humana, bombeada por un corazón que aún latía.
El sonido del fuego enmascaraba cualquier ruido desde su enfoque. Eriko cogió la
mirada de Jenn, Y Jenn comenzó por el borde de la derecha, colocando el
vampiro entre ellos.
—Siempre —respondió.
Jenn dio otro paso hacia atrás, su bota crujió abajo en algo. Su estómago se
sacudió cuando una chispa salto hacia arriba. ¿Y si era Antonio?
Ella no podía dejar de mirar hacia abajo. Fue sólo una rama. El vampiro se lanzó
hacia ella con un silbido.
El vampiro aterrizó encima de ella con sus ojos llenos de sed de sangre. Sus
colmillos son largos y curvados; que se agitaba, olvidando todo su entrenamiento,
cada maniobra que podría salvarla. Su aliento apestaba a sangre fresca, y se oyó
gemir:
Antonio.
Jenn parpadeó. Dio dos pasos hacia adelante, y luego se detuvo por una fracción
de un instante. Sólo se detuvo.
Ella ya no podía ver Eriko o el vampiro. Se movían demasiado rápido para que
ella le siguiera la pista. Se lanzó hacia delante, estacando en el aire. No hubo
contacto. Captó destellos, manchas, pero no lo suficiente como para darle en el
blanco. A través de su agotamiento, Jenn se mantuvo oscilante, ya que su mente
corría. Si Eriko moría, estaría sobre los hombros de Jenn.
Entonces, los vio. El vampiro había sido forzado a arrodillarse, y Eriko estaba
detrás de él con sus manos todavía encajadas por debajo de la barbilla. Jenn
corrió a estacarlo cuando Eriko le dirigió una sonrisa feroz y retorció su cabez a.
Su cuerpo decapitado conservó su forma; Eriko lanzó su cabeza en las llamas que
avanzaban. Esto era algo que Jenn nunca podría haber hecho; ella no tenía la
fuerza sobrehumana de Eriko.
Jenn miró hacia atrás donde ella había visto por última vez a Antonio, pero él ya
no estaba allí. Otra ola de pánico se levantó sobre ella cuando corrió hacia el
lugar. Él simplemente se había ido. Simplemente no los abandonaría, aunque; no
podía haberse marchado.
Ella corrió hacia él y se puso de pie vacilante frente a él; el miedo y la vergüenza
eran sus dudas.
Él asintió tristemente.
—Lo estaré.
Las lágrimas picaban en sus ojos. Jenn amaba a Antonio, y quería confiar en él.
Pero la confianza era algo que había dejado atrás hace dos años, cuando había
cruzado el umbral de la universidad. Había tenido que aprender a no confiar en
sus ojos, su mente, o incluso su corazón. Cada vez que se olvidaba de eso, estaba
cerca de matarse.
Antonio acarició su mejilla con el pulgar, y ella cerró sus ojos, apoyándose en su
toque. Calloso y aterciopelado. Cuando sus labios se rozaron, ella le devolvió el
beso con un sollozo. Colocó los brazos alrededor de su cuello y se aferró a él. Sus
labios eran suaves y cedieron contra los de ella, y el sabor de él mezclado con el
sabor metálico de la tenue sangre en su boca.
Su sangre.
Su profunda voz siempre hacía temblar a Jenn, pero con el miedo o el deseo ella
nunca estaba completamente segura. A veces, cuando se besaban ella se
olvidaba, sólo por un momento, todo lo que los mantenía separado.
Algunos vampiros afirmaban ser capaces de controlar sus deseos, pero Antonio
de la Cruz era el único que había conocido en su vida que realmente lo consiguió.
Años de meditación, estudio y oración le había dado la fuerza que necesitaba. O
al menos lo que él afirmaba.
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En español
Pero en el fondo Jenn sabía que cada momento que pasamos juntos era erosionar
esa fuerza. Un día, él no retrocedería, y entonces tendría que matarlo. Si es que
pudiera. O uno de los otros cazadores. Como Eriko. O Jamie...
—Bien —dijo Eriko—. Uno menos. —Pero ella no bajó la estaca. Musculosa y
menuda, Eriko era un par de años más joven y un par de centímetros más baja
que Jenn. Cuando se había graduado de la academia dos meses antes, Eriko
había sido elegida de su clase para recibir el elixir sagrado que legó sorprendente
velocidad y fuerza. El elixir era tan difícil de hacer, no sólo fue suficiente para un
cazador, capital H. Su líder.
Eriko enarcó una ceja y miró a Antonio, quien asintió con la cabeza. Su rostro
estaba volviendo a la normalidad.
—Tres es lo que nosotras dijimos —dijo Jenn, relajándose sólo ligeramente. Sacó
su ungüento de ajo y rápidamente se aplicó a la mejilla y el labio.
Eriko suspiró y apretó los dedos de su mano libre contra el rastrojo de punta de
su cabello.
—Los habitantes del pueblo podrían haber contado mal. No sería la primera vez
que sucede.
Debí tragar.
—Sangre —se quejó una voz familiar. Jenn giró cuando dos figuras se acercaron.
Uno de ellos tenía la cabeza casi rapada y tatuajes grandes en los brazos y el
cuello, que le hacían parecer como un demonio con la luz del fuego. El cuello de
su camisa no llegaba a cerrarse y quedaba solo como una camiseta. Ese era
Jamie O'Leary.
Por una vez la chica a su lado no estaba fuera de lugar. Desde su batalla contra
el tipo de la ropa negra acolchada, pantalones, botas altas, y con trenzas de rasta
blancas-rubias, con la plata de una luna creciente como anillo en su dedo pulgar,
Skye York estaba cubierta de hollín, excepto por las lágrimas que habían
marcado su rostro.
Skye hace círculos en el aire con la mano mientras murmura un conjuro del
estribillo de ―Desino”. Cease. Y uno por uno, los incendios de la zona fueron
extinguidos.
—Hay uno más —dijo Eriko—. Yo tengo uno, Antonio tiene uno, y creo que...
—No —interrumpió Jamie—. Maté uno en la Iglesia. —Les mostró las palmas de
las manos chamuscadas—. Lo he estacado a través de la espalda con un trozo de
madera ardiendo. Fue un buen y largo trabajo, pero atravesó su corazón.
—Eso está muy bien, ya hemos terminado, entonces —dijo Eriko, sonriendo a su
contrincante. Jamie le devolvió la sonrisa, disfrutando claramente de haber
asesinado a alguien hoy. No habían estado cerca el uno del otro cuando la iglesia
estaba en llamas pero no había causado mucho daño. Una energía práctica
chisporroteaba entre los dos. Parecían estar juntos, de alguna manera.
Después de ayunar, orar y trabajar magias, el padre Juan los había emparejado
en la lucha contra parejas, insistiendo en que cada uno es parte del complicado
equilibrio del yin y el yang, la luz y la oscuridad.
Fortaleza y debilidad.
Jenn estaba emparejada con Antonio, para su alivio. Eriko y Jamie fueron
emparejados y trabajaban muy duro. Skye y Holgar fueron la tercera pareja, y
tuvieron un acercamiento tranquilo entre sí, que era envidiable.
Al igual que Jenn, Jamie no tenía dones especiales o poderes. Sin embargo, su
ferocidad y la lucha cuerpo a cuerpo de él por su familia durante su infancia en
Belfast compensaban eso.
Eriko no parecía darse cuenta de la forma en que Jamie la miró... Fue más allá
de una relación de cazador. Debe haber sido obvio para Skye, también, cuando se
dio la vuelta para concentrarse en sus conjuros. Su bruja llevaba una antorcha
para Jamie y Jamie no tenía ni idea. Jenn no estaba segura si los otros miembros
del equipo sabían, o si ella era la única que lo había descubierto. Se sentía mal
por Skye y, francamente, desconcertada, porque Jamie era una idiota. Él no hizo
ningún secreto de su deseo de estar en otro lugar, sino que ni siquiera creía que
debiera haber un grupo de cazadores. Jamie estaba allí sólo porque el padre Juan
le había pedido que se quedara en Salamanca y que sirviera a la causa. Si no
hubiera sido por su lealtad muy arraigada a su iglesia, Jenn estaba segura de
que incluso la atracción por Jamie no sería suficiente para que Eriko no se fuese
a casa.
Skye negó con la cabeza, las trenzas de rasta balanceándose sobre su espalda.
—Por lo menos cincuenta. Cuando los incendios son provocados, los vampiros
son los primeros que intentan escapar. El resto tenían tanto miedo... —Su voz se
quebró.
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En español
—¿Dónde está Holgar? —preguntó Skye, mirando a su alrededor buscando a su
contrincante.
—Siento tener que decirlo, pero mis oídos no se queman —bromeó Holgar,
cojeando hacia el grupo. Su ropa colgaba en jirones al rededor de su cuerpo.
Tenía heridas abiertas en el pecho y las piernas ya comenzaban a sanar. Sus
manos estaban ensangrentadas, aunque si era él o alguien más, Jenn no podía
llamarlo.
Jamie juró por lo bajo, pero Jenn sólo podía verlo—... un hombre lobo con
sangre.
Jamie no ha ocultado el hecho de que había algo que odiaba aún más que ser
maldito: los hombres lobo. El mundo en general no se habían visto obligados a
aceptar la existencia de los seres humanos que se transforman en bestias por
medio de la luna, pero Jamie es de la gente en Irlanda que había sido testigo de
primera mano de su salvajismo. En lo que a él concernía, los vampiros eran los
enemigos, y los hombres lobo eran sus cómplices, traidores. Cuando los vampiros
se habían revelado a la humanidad, los hombres lobo habían elegido permanecer
ocultos, haciéndose pasar por gente común. Había bastante pocos, y mantuvieron
su bajo número de crías. Ellos mismos guardaron el secreto de los vampiros, y los
vampiros mantuvieron su secreto a cambio.
Fue una negociación mala, y por lo que Jamie estaba preocupado, demostrando
por qué deben ser eliminados. Habían destruido el mundo, y por ello debía ser
borrado de su existencia. Sin excepciones, sin misericordia. Ambos Holgar y
Antonio vieron el problema, sabían que el Padre Juan liberaría a Jamie de su
promesa de permanecer con el equipo. Cuando estaban peleando por su vida,
tenían que saber que cada uno en su lado vendría a su rescate.
Por supuesto, nadie puede contar conmigo, tampoco. Jenn debía tragar duro
mientras sentía vergüenza.
—El Padre Juan quiere hacer un control apenas esto terminara —recordó Skye al
grupo.
—Padre Juan —dijo Eriko llamando desde su celular—. Hai. Estamos bien. Hai,
hai. —Jenn sabía que Eriko estaba cansada. Ella era de Japón y su cabeza se
caía sola. Jamie cambió su mirada de Antonio a Holgar, y luego a ella. Jenn sabía
que el problema no era con ella, tampoco. Se odiaba, con mayor precisión. Debido
a Antonio. Y para que Jamie tuviera que ver la espalda, ni siquiera era el
contrincante de Jenn.
—Vampiros. Fue un mal rato, pero definitivamente el tiene algo que ver.
Al instante ellos estaban al estado de alerta. Jenn tiró otro juego del carcaj a la
cintura y giró para hacer frente a la oscuridad. Sacó de un bolsillo otra cruz. Que
siempre lleva como si fuera un arma.
—Esta ciudad está bajo nuestra protección —anunció Antonio mientras sujeta la
bandera a la hoguera—. Los cazadores de Salamanca. —Entonces dio un paso
atrás e hizo la señal de la cruz sobre el banderín y luego se arrodilla. Fue una
cosa extraña y milagrosa que Antonio pudiera hacerlo, ya que las cruces a los
demás vampiros los quemaban. Como la única católica practicante en el grupo,
Jamie apretó los dientes, y luego hizo lo mismo. Como Bruja Blanca, Skye era
una bruja, y Eriko, budista. La Raíces de Jenn eran los Baviera, y su familia
hacía tiempo que había dejado de pensar en sí mismos como católicos. No eran
nada. En cuanto a Holgar, no tenía ni idea de lo que creía. El resto de ellos se
inclinó su cabeza brevemente en relación con la bandera.
El Equipo de Salamanca era el victorioso. Pero a medida que Jenn se quedó
mirando la bandera, pensó en la muerte y al morir en las Cuevas y no podía dejar
de preguntarse cómo se podría proteger a alguien cuando ni siquiera podía
protegerse a sí misma o a sus compañeros de equipo.
Una brisa los rodeó, y la bandera ondeaba desafiante, un símbolo de que se había
peleado por perder a los menos posibles compañeros, a los cazadores que le
habían precedido y los que vendrían después. Que Dios nos ayude a todos, pensó
Jenn.
Traducido por LizC
Perdido y buscado
Maldito e imperecedero
Los ojos de Antonio brillaban con intensidad, entusiasmado por la misión del
equipo. Nunca vaciló, lo amaba y le envidiaba por ello.
—¿Es prudente dejar una tarjeta de llamada de esa manera? —preguntó Skye con
nerviosismo, rompiendo el silencio. Su presencia en la universidad era un
secreto; aunque no bien cuidado, ya que muchos de los lugareños habían
comenzado a solicitar su ayuda. El gobierno español sabía de su existencia, pero
no los reconocían abiertamente, explicando la actividad de la Universidad de
Salamanca como una pequeña guarnición de mezcladas fuerzas militares
españolas. En cierta manera era cierto. Tres de sus profesores eran militares
españoles. Los tres enseñaban muchas de las clases de combate; uno de ellos,
Felipe Santasiero, también había sido el tutor de español de Jenn.
En cuanto a las reales fuerzas armadas españolas, los que sabían la verdad
resentían a los salmantinos, llamándolos las pulgas6. El General Maldonado del
ejército español les temía. Un hombre conservador, que sabía que los
salmantinos utilizaban magia… y la magia, a su juicio, era obra del Diablo. El
Diablo estaba vivo en todo caos y derramamiento sangre; el General Maldonado
no quería que el diablo bebiera más sangre española. Él nunca habría aceptado
que el Padre Juan compartiera ese deseo.
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Las pulgas: está en el texto original de esta manera. Al igual que el resto de las palabras en cursiva.
—Si plantar nuestra bandera en el polvo de algunos Malditos muertos hacen que
los del C.O nos tengan incluso un poco más de miedo, estoy totalmente de
acuerdo.
—A menos que sea un código —dijo Jamie—. Me gusta, ―Toma el memo, gracias.
Aún no está muerto‖.
—La mayoría de los vampiros apestan, y Antonio no —dijo Holgar con su acento
danés, parecía que estuviera congestionado—. Además, me salvó la vida. —Miró a
Jamie—. La tuya, también. La próxima vez estamos fuera. Es como, ustedes
dicen en inglés, ―genial‖. Y más genial para ti, Jamie, ya que tu vida significa
tanto para ti.
—Nacido bajo una mala estrella —dijo Jamie. Hizo una mueca hacia Holgar—. O
una mala luna llena.
Holgar suspiró.
—Se quiere ir —dijo Skye, como vía de traducción—. Está cansado. Todos lo
estamos —dijo Skye la pacificadora.
—Tenemos que hacerlo —dijo Skye—. Sabes que hay un montón que odian a los
cazadores por ahí.
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Cockney: hace referencia a su acento Inglés o Británico.
—Antonio, deberías salir de aquí —advirtió Eriko. Hasta el momento ningún civil
había descubierto que Antonio era un vampiro… la mayoría de las veces no
podían saberlo con sólo mirarlo, pero no había ninguna razón para correr riesgos
innecesarios. El olor de la sangre a partir de algo tan pequeño como un corte por
papel podría provocar la sed de sangre, lo que haría crecer sus colmillos y sus
ojos tornarse rojos.
—Me alegro de que no estés herido —le dijo Jenn, tratando de apagar los sonidos
de los aplausos que seguían creciendo con fuerza detrás de ellos—. Cuando te vi
aterrizar en esas llamas…
—Jamie está bien —la interrumpió, con el resplandor rojo de sed de sangre de
nuevo en sus ojos. Un estremecimiento se deslizó por su espina dorsal. Sus
colmillos comenzaban a alargarse—. Tiene razón en desconfiar de mí —añadió—.
Y tiene razón en pensar que hay un traidor entre nosotros, o un espía en la
Academia. Alguien le dijo a esos vampiros que veníamos. Fuimos muy
afortunados que ninguno fuera asesinado.
—Bueno, ninguno de nosotros lo fue —le recordó ella, tragando saliva.
Ella bajó la mirada y caminó hasta su blanca furgoneta Mercedes-Benz Vito. Los
hechizos de protección de Skye habían mantenido oculta la camioneta de los
extraños y sin ser tocada por el fuego. El bosque de robles en la que se
encontraba estacionada, por su parte, había sido consumido a la mitad, y gran
parte de los restos humeantes no serían nada más que cenizas al amanecer.
Antonio se sentó al volante, y un par de minutos más tarde, cuando los demás se
unieron a ellos, Jenn se encontró encajada entre Holgar y él.
Era como en las viejas películas de terror que solía ver con Papá Che cuando era
pequeña: hombres lobos y vampiros, pensó, y al instante se sintió muy tonta y
aun más culpable.
En el asiento trasero Jamie descansaba entre Eriko y Skye, y roncaba con fuerza
antes de que estuvieran de vuelva a la carretera.
—¿No puedes hacer nada al respecto? —preguntó Antonio con los dientes
apretados. Su audición era más aguda que la de ellos, lo que lo convertía en un
gran vigilante.
Jamie tenía dementes habilidades de combate, pero al igual que el resto de ellos,
tenía todavía que entrenar duro para convertirse en un cazador. El armamento
moderno estaba prohibido, sobre todo porque era ineficaz contra un vampiro.
Para matar a uno de ellos tenías que moverte cerca y arriesgar tu vida. Jamie
había estado entrenando con su abuelo para ser un armero antes de irse a
estudiar a la academia. Lo único que los salmantinos eran capaces de matar con
un arma de fuego eran los uno a los otros.
Dada la tensión entre los miembros del equipo, el miedo roía en su interior
porque algún día pudieran en realidad recudirse a eso.
—Gracias, brujita —le dijo Antonio a Skye cuando Jenn suspiró y movió los
hombros, indicando que la magia de Skye había calmado sus quemaduras.
Gracias, pequeña bruja. A Skye le gustaba cuando él la llamaba así. Skye había
sentido el poder mágico que emanaba el Padre Juan, así que le había dicho que
era una bruja. Una Bruja Blanca, de hecho, una de las muchas brujas blancas
que se consideraban a sí mismas Wiccas seguidoras de la Diosa. Habían Brujas
Oscuras, también, llamadas por algunos, hechiceras, quienes seguían al Dios en
sus muchos aspectos malignos y practicaban magias oscuras. Ambas ramas de la
Brujería trataban de mantenerse fuera del radar de la gente común, y la Brujería
Blanca había pasado a la clandestinidad, por temor a que los vampiros las
explotaran como lo habían hecho los hombres lobo y las obligaran a convertirse
en aliadas. Algunos vampiros buscaban a las brujas para usarlas como armas;
mientras que otros querían acabar con ellas, porque las brujas podían detectar la
presencia de los vampiros. Skye era la única bruja en la academia, y al principio
había tratado de ocultar sus habilidades mágicas de los demás. Las Brujas
Blancas eran curanderas, no guerreras. Lo que la hacía una anomalía.
Pero Antonio la había dado la bienvenida. Y explicó que su creencia que luchar
era una forma de curación… al igual que llorar era una forma de oración.
Al lado de Jenn, Holgar lamía sus heridas. Trataba de no hacer muecas, pero era
desagradable. El cuerpo de Holgar se curaba a sí mismo mucho más rápido que
lo que un humano podía, y a menudo ayudaba la limpieza de sus heridas como
sus hermanos silvestres lo hacían. Sabía que incluso eso hacía sentir a Antonio
un poco enfermo, y había tenido mucho más tiempo… más de sesenta años…
para acostumbrarse a esas cosas.
En el asiento trasero Eriko y Skye estaban hablando en voz baja. Ambos estaban
preocupados por la cantidad de lugareños que habían perdido, y estaban dándole
vueltas a la aparente emboscada. Jenn estaba preocupada también, pero su
mente estaba ocupada con otras.
Jenn se había fortalecido aún más por las impactantes revelaciones… pero aun
con eso, no se había preparado para la revelación más impresionante de todas:
Antonio.
No sigas. Estás cansada. Haces esto cuando estás exhausta . Era como su mini-
vacaciones en la desesperación. Como golpear su cabeza contra una pared
porque se sentía tan bien cuando se detenía.
Los dos últimos miembros del equipo, Jamie y ella, eran humanos ordinarios.
Con la excepción de Antonio, Jamie tenía más experiencia de combate que todos
ellos juntos. El impetuoso irlandés era un peleador callejero vicioso, y tenía un
don para la estrategia; donde el golpe cause mayor daño y confusión. Por eso,
Jenn sospechaba que nadie presionó para que fuera expulsado del equipo. Jamie
no hacía más que pelear, discutir, y acusar, pero lo necesitaban.
Así que eso la dejaba a ella. Sólo Jenn. Así era como pensaba de sí misma; nada
especial. No trajo nada distintivo al grupo; ninguna picardía callejera, ninguna
habilidad extraordinaria, e incluso su español era el más débil. Más de una vez
había pensado que por el bien de todos lo mejor era que se fuera. Sin embargo,
cada vez, el Padre Juan la habría detenido. En secreto, estaba agradecida. Un
cazador solitario era un blanco y una presa fácil. Incluso si ella sobrevivía su
primera noche sola, ¿a dónde iría?
Jenn había solicitado la entrada en la academia tan pronto como había oído que
había una escuela especial que entrenaba a las personas… personas jóvenes…
para luchar contra los vampiros. Tales escuelas habían aparentemente existidos
desde hace siglos, pero habían cumplido una finalidad distinta; entrenar a un
Cazador para que luchara con los vampiros en cada ciudad o región. En su clase
de Historia del Vampirismo, Jenn se enteró que durante los Tiempos Oscuros
muchas de estas escuelas se habían perdido, e incluso las academias en sí
misma habían perdido la pista el uno del otro hasta que cada una pensaba que
estaba sola. Cada academia sobreviviente continuó entrenando a los Cazadores
solitarios, a menudo considerados como caballeros o santos, o ambos, que
protegerían al pequeño territorio de él… o ella. El Cazador de Salamanca debía
proteger a la universidad, la ciudad y a los pueblos cercanos.
Solomon era tan encantador, afable y divertido. Las amigas de Jenn en la escuela
habían colgado su foto en sus casilleros y la usaban como fondo de pantalla en
sus portátiles. Los avatares e iconos de vampiros surgían en todo los sitios de
redes sociales. Los vampiros eran completamente, y totalmente geniales.
El Sargento Mark Vandeven cargó a Nina hasta la seguridad. Tan pronto como la
dejó en el suelo, ella lo atacó. El Cabo Alan Taliaferro la estacó a través del
corazón, y todo el mundo que estaba observando vio lo que pasó con los vampiros
cuando murieron.
El Cabo Taliaferro fue entrevistado después. Tenía los ojos hundidos y estaba
agitado.
Los Estados Unidos declararon la guerra contra los Malditos y exigieron a todos
sus aliados alrededor del mundo hacer lo mismo. Muchos lo hicieron. Algunos no.
La guerra mundial estalló, una horrible guerra. Los Malditos eran increíblemente
rápidos y fuertes. Los ejércitos cayeron, tanto el de los Malditos como los de la
otra nación; las fuerzas de operaciones especiales fueron borradas. Decenas de
ciudades pequeñas y pueblos de todo el mundo fueron destruidos en los
combates. Y cuando ya era obvio que la humanidad iba a perder, el nuevo
presidente de los Estados Unidos… joven, sexy y ambicioso… declaró una tregua
con los vampiros.
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Iniciales en inglés “Cursed Ones”.
Varios otros países siguieron su ejemplo, con España como uno de los que se
resistieron.
Pero era una tregua sin honor. Y mientras muchas personas optaron por cre er
que todo había sido una trágica equivocación, otros sabían que la verdadera
guerra; la guerra fría, sólo acababa de empezar.
—No puedes creer eso —dijo ella—. No son para nada como nosotros. Ni siquiera
pueden trabajar durante el día.
—Nos vas a meter en problemas —Y ella supo entonces que él sabía que estaba
trabajando con los monstruos. Sólo estaba fingiendo, para que pudieran salir
adelante.
Jennifer salió corriendo a su habitación tan avergonzada de él, y con tanto miedo.
Lloró en su almohada y fantaseó con huir. Pero, ¿a dónde podía ir?
Luego cerró la puerta. Ella se quedó mirándolo, sin poder creer que su padre
pudiera decirle algo así a ella. Había sido criado por padres que lucharon por lo
que creían, literalmente. Sus abuelos, que habían luchado contra los opresores
del pueblo anteriormente, desconfiaban de los Malditos, y Jenn no sabía como su
padre simplemente podía pasar por alto la evidencia, pretender que todo estaba
bien cuando no lo estaba.
Jenn todavía no estaba segura de cómo se las había arreglado para conseguir
entrar; y mucho menos segura de cómo había logrado graduarse. De los noventa
estudiantes que habían compuesto su cohorte, sólo treinta habían logrado
graduarse. Los demás habían suspendido o habían sido asesinados. Su examen
final se celebró en la víspera de Año Nuevo; su prueba, acabar con un nido de
vampiros formado por nueves Malditos. De los treinta alumnos, quince murieron
esa noche.
Pero ahora que los Malditos estaban librando la guerra a la humanidad, algo
tenía que cambiar. El Padre Juan era capaz de destilar sólo la suficiente esencia
mágica para crear una sola dosis del elixir sagrado, lo que hace que un ser
humano sea tan fuerte como un Maldito, y casi tan rápido como él. Esto era lo
que le había dado a Eriko, lo que decretó que era su Cazador elegido.
Sin embargo, para los cinco escogidos para respaldar a Eriko, había una gran
diferencia. Los otros nueve podían quedarse en la escuela si lo deseaban,
ayudando a entrenar a la nueva clase de noventa.
Cuando Jamie se dio cuenta que no había sido seleccionado como el Cazador,
había estallado de furia. Skye había palidecido, asustada, tanto como podía
estarlo; siendo ordenada a combatir vampiros sin el beneficio del elixir. Holgar
había parecido tomar la noticia con calma, declarando que con o sin el elixir,
estaba contento por la oportunidad de ―rasgar algunos chicos-colmillos en dos‖.
Como vampiro, Antonio no había esperado ser elegido como el Cazador, y el Padre
Juan le había pedido que se uniera al equipo.
Más tarde, Antonio le había dicho a Jennifer que él había pedido ser su pareja de
lucha para que así pudiera cuidar su espalda.
—Hay una razón por la que estás aquí —le había dicho el Padre Juan—. Cada
uno de ustedes tiene un camino. Cada uno de ustedes es una luz en estos nuevos
Tiempos Oscuros. Algunos brillan mucho ahora. Para algunos, primero tiene que
haber un viento fresco, y luego...
Bajo la voz, y la bendijo y a los otros, aunque sólo dos de ellos creían en las
bendiciones Católica.
Luego el Padre Juan los había equipado y armado, y su nueva vida había
comenzado. Eran cazadores.
Ella deseaba que su padre pudiera entenderlo. ¿Qué diría si pudiera verla ahora,
ver la guerrera en la que se había convertido? Las lágrimas picaban sus ojos.
Ahora no, pensó, apretando los puños. Se obligó a pensar en el fuerte hombre en
su vida; su abuelo, a quien llamaba Papá Che debido a su ídolo, el luchador por
la libertad el Che Guevara. Antonio.
Se encogió de hombros.
—Estoy bien —dijo, lo que prácticamente era el código de que no quería compartir
con todos los demás.
—Bien —dijo, indicando que la entendía. Pero no dejaba de mirar hacia ella, su
rostro iluminado por las luces del salpicadero. A veces se preguntaba si estaba
leyendo su mente, o su corazón. Tal vez los vampiros podían hacer eso. Había un
montón sobre los vampiros que la gente no sabía.
Una gran cantidad de cosas sobre Antonio que Jenn no sabía. Excepto que,
cuando él susurraba su nombre, creía que realmente la amaba.
Cruces, montadas hace seis años para mantener a los vampiros lejos, brillaban
en la luz de la luna. Detrás de la escayola como pan de jengibre la nueva clase
estaba durmiendo, o tal vez estudiando para los exámenes de Empezando el
Liderazgo, Español, o Lectura Fría, enseñado por el Señor Sousi, quien era el
hombre más extraño que Jenn había conocido. Jenn se suponía que iba a ayudar
hacer fintas en Empezando Krav Maga mañana, entrenando a los jóvenes
estudiantes que muy bien podrían sustituir a cualquiera o a todos los miembros
de su equipo… si los estudiantes en sí mismo vivían lo suficiente.
—Oye, Padre, tengo un asunto que resolver con usted —medio le gritó Jamie al
Padre Juan, pero el sacerdote pasó por delante de él—. Ellos sabían... ¡oiga! —
gritó Jamie.
Holgar salió, dejando la puerta abierta para ella. Jenn se desenvolvió, con el ceño
fruncido mientras el Padre Juan se acercaba a la camioneta. Por lo general, los
habría encontrado dentro de la capilla, para bendecirlos después de su batalla y
guiarlos en una oración para dar gracias por su seguridad. En su lugar, se acercó
a la puerta del pasajero abierta, con el rostro sombrío.
Jenn miró a Antonio, que parecía tan desconcertado como ella lo estaba.
—¿Qué? —preguntó nerviosa al terminar de salir y seguir al Padre Juan. Su
mente se aceleró. ¿Eriko le había dicho que Jennifer se había paralizado durante
la misión? Tal vez iba a decirle que se fuera del equipo porque no podía depender
de ella. O que Antonio era un traidor.
Cerca de una estatua de piedra de San Juan de la Cruz, el Padre Juan se detuvo,
se volvió y le puso una mano en su hombro. Jenn miró a sus ojos de color
marrón oscuro, y el miedo la recorrió.
Antonio miró a Jenn y al Padre Juan, ignorando la diatriba furiosa de Jamie y los
intentos de Skye para aplacarlo, y se centró en su conversación. Él no estaba
preocupado por cosas sutiles como la privacidad. No permitiría que lo que fuera
grosero o lo que no fuera se interpusiera en el camino de hacer su trabajo. El cual
era destruir a tantos vampiros como pudiera.
Aunque algunas noches pensaba que el mayor peligro para ella no eran los
vampiros que cazaba, sino él, el único al que no lo hacía. La había querido
muchísimo cuando habían estado besándose allá en Cuevas. El deseo le había
inundado, llenándolo de una intensa necesidad de realmente saborearla,
alimentarse de ella, drenarla hasta secarla.
Sólo recordarlo hacía peor su sed, y sintió el filo de sus colmillos presionando
contra su labio inferior.
—Lo siento mucho —le estaba diciendo el Padre Juan a Jenn—. Es tu abuelo.
Fue su corazón, muy repentino. Tu abuela está preguntando por ti. Tu familia
quiere que regreses a casa para el funeral.
Ah, no, Jenn, pensó Antonio, santiguándose. Él sabía que ella adoraba a su Papá
Che. Era a causa de él que ella había entrado en la Academia.
La animada música pop con sabor a flamenco rebotaba a lo largo de los nervios
de Antonio. Dos soldados españoles armados se sentaron en una mesa cercana,
mirando a Antonio y al Padre Juan y murmurando en voz baja. No se habían
dado cuenta de que Antonio no arrojaba ningún reflejo en la elaborada ventana
encima de la mesa de Antonio y el Padre Juan, pero cuando su instinto vampírico
le advirtió de su interés, cambió de asientos con el sacerdote. Se había
descuidado al no prestar atención en primer lugar. Sabía que estaba distraído
con sus preocupaciones acerca de Jenn.
España nunca había firmado el tratado; así que las lealtades de las personas
eran cuestionadas; a los vampiros, a la humanidad. Como siempre había sido,
España albergaba muchos secretos acerca de la fe y la creencia, la complicidad y
el honor. Se mantuvo de pie como un faro… o una hoguera.
Enojado consigo mismo por esa duda, Antonio sacudió la cabeza como si la
acción por sí sola pudiera aclarar los pensamientos no deseados. Jenn cuidó de él
a pesar de lo que era, no por ello. Esa era la verdad a la que él se aferraba cada
vez que se perdía en sus ojos. Sin embargo, había una parte de él que dudaba.
Continuamente.
—Ella debe permanecer lejos —insistió, con más fuerza de la que había querido.
Porque también sabía que no estaban seguros juntos. No por más tiempo.
El Padre Juan levantó una ceja, y Antonio bajó la mirada. Dos vasitos de sol y
sombra estaban puestos cercas de los codos de Antonio y el Padre Juan.
Mitad de brandy, mitad de regaliz con sabor a anís; Antonio tomó un sorbo
acompañando al hombre frente a él. El Padre Francisco, el predecesor de Juan
como maestro de la capilla de la universidad, le había concedido asilo a Antonio
hace medio siglo. El Padre Francisco había mantenido oculto a Antonio, orando
con él por la liberación del vampirismo. Cuando el Padre Juan había tomado su
lugar, había traído a Antonio de vuelta a la luz de la comunidad.
El Padre Juan le había animado a continuar sus estudios teológicos. Otra guerra,
años antes, había interrumpido esos estudios; la Segunda Guerra Mundial.
Parecía casi como una segunda oportunidad, y los estudios le habían ayudado a
sentirse casi humano. Todo eso cambió, sin embargo, cuando la universidad se
convirtió en un campo de entrenamiento ocupado por cazadores de vampiros.
—A la gente—. Los dos parecían cansados, así como debían estar. Era agotador
estar en el bando perdedor.
—Eres un enigma para mí, hijo mío. Eres más viejo que mi abuelo, y sin embargo
parte de ti todavía tiene apenas diecinueve.
—Ella tiene casi dieciocho años —dijo Antonio—. Es demasiado joven para esto.
—Has luchado junto a otros de dieciocho años de edad antes —respondió el Padre
Juan—. En esa otra guerra.
—Y han muerto —dijo Antonio con voz tensa, baja—. Por miles.
Antonio resopló.
—Yo sé que sí. —Era una extraña conversación, una vez Antonio imaginó que la
tendría hasta que muriera su Muerte Final; si ese día alguna vez llegaba.
Probablemente, lo haría. Había un precio por su cabeza. Entre su propia clase era
un traidor. Para su padre era un Judas.
—Entonces, ¿cómo los Malditos supieron que íbamos a Cuevas? —preguntó
Antonio, girando de nuevo a su tema original.
—Los vampiros en Cuevas sabían que íbamos a ir. Estuvieron esperando por
nosotros. ¿Tenemos un espía? —presionó.
Con un suspiro el Padre Juan levantó su sol y sombra a la luz y estudió el líquido
ámbar.
—No lo sé. He trabajado con Skye, fundimos runas, convocamos visiones, pero
nada se ha aclarado.
—Sí —dijo el padre Juan—. Y como sabes, erase una vez que yo también,
sirviendo a Dios y a la Diosa hasta la hora de elegir. He trabajado con magias que
nuestra brujita nunca ha soñado, pero aún así no puedo decir si tenemos un
espía.
—Jamie cree que soy yo —dijo Antonio—. Tal vez lo soy. Si de alguna manera los
otros vampiros pueden leer mi mente, rastrearme…
—Es tiempo de que te alimentes. Solías ser tan bueno en ello, Tonio. —El Padre
Juan se inclinó hacia delante sobre los codos, su joven y bronceado rostro,
grabado con líneas de preocupación—. Dos veces al mes, el primer y tercer
viernes. Durante décadas. Esa fue tu promesa.
Pero la idea del amor de Jenn hacia él lo mareaba, como si estuviera cayendo en
un pozo sin fondo.
—Esa fue tu promesa —enfatizó el Padre Juan—. Para detener la sed de sangre y
el frenesí de la maldición. Te puedo ayudar todo lo que puedo, con la oración y la
magia. Pero debes ayudarte a ti mismo, lo sabes.
—Ya lo sé. —Antonio miraba hacia la luna. Las brujas honraban a la luna como
la Diosa en todas sus caras. Para Antonio la luna llevaba el rostro de la Virgen
Santísima. Pero esta noche se veía como Jenn.
Le dije que nunca la abandonaría , pensó. Cuando era joven, había dejado a Lita,
su primer amor, morir. Había jurado que no haría lo mismo con Jenn. Pero tal
vez Jenn me había dejado.
Veinte minutos más tarde estaban de vuelta en el coche; dos horas más tarde
pasaron a través de las puertas de la universidad. Eriko, Holgar, Jamie, y Skye
surgieron de la capilla y corrieron hacia la camioneta.
Algo pasó con el avión de Jenn, pensó Antonio, mientras bajaba la ventanilla y
sacaba la cabeza.
Eriko volvió el camino de regreso a la capilla, y todo el mundo se reunió cerca del
altar bajo el crucifijo. Eriko pensaba que la estatua era macabra al extremo. No le
gustaba mirar a Jesús morir en un terrible dolor, por lo que mantuvo la espalda
hacia ella cuando le decía al Padre Juan de la terrible noticia: durante las previas
veinticuatro horas, tres Cazadores habían sido sacrificados por vampiros.
—¿Tres? —murmuró el Padre Juan, persignándose. Parecía conmovido—. Que
descansen en paz. 9
Antonio se persignó también y repitió lo que el Padre Juan dijo, pero en latín:
Requiescat in pace. Descansen en paz. Todos ellos lucharon por la humanidad.
Pero al final, los cazadores luchaban por sus vidas. Solos.
—Hemos recibido mensajes de correo electrónico —le dijo Eriko al Padre Juan,
inclinándose un poco—. Se han copiado de mí. —Como el Cazador, Eriko era el
comandante oficial del equipo.
Los Malditos iban detrás de cualquier persona que fuera entrenada para luchar
contra ellos. Esa fue una de las razones por la que el Padre Juan le había dado
un equipo.
9
En español original
—Sus gobiernos probablemente les vendieron —gruño Jamie—, para apaciguar a
los chupadores. —Parecía como si quisiera escupir en el suelo, pero nunca haría
una cosa así de grosera en la capilla.
—Por eso es tan importante estar en grupo —dijo Skye, nerviosamente recogiendo
un pedazo de pelusa en su suéter gris.
—Voy a dar una misa por ellos —anunció el Padre Juan—. En una hora, si a
alguien le interesa asistir.
Eriko no quería ir. Sus articulaciones le dolían, estaba cansada, y no tenía ganas
de pensar en la muerte nunca más ese día. Pero se dio cuenta de que el ritual
podría servir para unir al equipo, y suspirando, reflexionando sobre si era su
deber asistir.
Ella miró a los otros. Estaban furiosos y asustados. Los ojos de Antonio estaban
cerrados, su frente arrugada, y sus labios se movían en silencio. Estaba orando
fervientemente. Por un instante su corazón se suavizó. Luego, se endureció de
nuevo. Era un monstruo. Él no pertenecía a su equipo o a la academia. Pero de
nuevo no dijo nada.
Soy una terrible líder. Dirigió su mirada hacia el Padre Juan, que la observaba.
¿Él sabía eso?
Traducido por Elizabeth TB
a guerra fue una guerra como ninguna otra, los vampiros no tenían
ejércitos permanentes, como los teníamos nosotros. Furtivos,
amenazantes, ellos parecían aparecer de la nada, como la niebla,
emboscaron a nuestros soldados y arrancaron sus gargantas. Nuestra
mejor esperanza contra ellos eran los equipos de fuerzas especiales, los SEAL de la
Marina de los EE.UU., las fuerzas especiales británicas, el Mossad israelí, y las
secretas operaciones especiales de los equipos de Japón, Kenya, Australia, y una
docena de otros países que aportaron su odio y desconfianza a la lucha. Hubo
acusaciones de conspiración, colaboración y tratos secretos con los vampiros a
cambio de protección. En lugar de agruparse en contra de un enemigo común, la
humanidad se fragmento.
BERKELEY, CALIFORNIA
JENN Y HEATHER
Por un milagro, no llovió durante el funeral. Debería haber llovido, eso es lo que
pasa en las películas cada vez que alguien importante muere. No había una nube
en el cielo, sin embargo, el sol brillaba tan caliente que Jenn podía sentir que la
piel de sus brazos se empezaba a quemar. Antonio no sería capaz de tomarlo,
pensó. Ella pasó tanto tiempo despierta por la noche, cazando, escondiéndose,
que estaba pálida para una chica de California. A su lado estaba su hermana
menor, Heather, que parecía una diosa de bronce con su cabello rubio brillante,
tan perfecta, resplandeciente y con dientes blancos.
Por fin, sus ojos cayeron en tres hombres que estaban fuera de lugar. No eran ni
familia ni amigos, ni admiradores. Vestidos con traje negro y gafas de sol, se
quedaron mirando fijamente a su abuela de una manera que traspasó el dolor de
Jenn e hizo que se le pusieran los pelos de punta. Casi como si sintiera su
mirada, el más alto de los tres la miró, y ella se obligó a mirar hacia otro lado.
Su abuelo iba a ser enterrado en un cementerio antiguo y hermoso con un
montón de hierba y árboles. Los pájaros cantaban. Era tan hermoso y tranquilo
que era casi posible olvidar que se trataba de un lugar de muerte y dolor.
Casi.
Ella había visto media docena de tumbas recién removidas mientras caminaba
desde el coche hasta la tumba. Sabía que nadie los había dese nterrado. Los
muertos estaban vivos y bien en Berkeley.
Ya sea que los señores vampiros eran imprudentes o no sabían lo que estaban
haciendo. O están convirtiendo a muchos para que cuiden de el los, pensó con un
estremecimiento. Pero, ¿por qué convertir tantos? ¿Para invadirnos?
Por supuesto, los ―buenos‖ vampiros sostenían que el caos había sido causado
por la guerra innecesaria que Estados Unidos había comenzado. Salomón dijo en
directo que si la guerra no hubiera sucedido, ―las pandillas gángster de vampiros‖
no se aprovecharían de la población humana. La culpa era de la humanidad por
agrupar al conjunto vampiros, culpa de Estados Unidos por ser tan agresivo.
Una hippie mayor con una guitarra había terminado de cantar un himno soul, y
el ministro se puso en pie.
—Queridos hermanos y hermanas —comenzó.
El ministro habló de las virtudes de Papa del Che, e hizo una cuidadosa elección
de sus palabras en torno a los temas más sensibles. Al fin, habló sobre la
supervivencia de la familia, y por un momento Jenn pensó que Heather iba a
colapsar completamente.
Jenn se preguntó si esa era la verdadera razón de que los nueve miembros
supervivientes de su clase que no hubiesen sido elegidos para ser cazadores se
hubiesen quedado en la academia. Si en realidad se mantenían como respaldo en
caso de que ella y los otros murieran. Los nueve habían sido invitados a enseñar
a la nueva clase de reclutas, y todos ellos estuvieron de acuerdo. Eso le había
parecido extraño. Aunque la mayoría eran españoles, no todos. Es cierto que no
habían recibido el elixir, y a los vampiros les gustaba perseguir a los cazadores.
Se decía que la sangre de los cazadores tiene un sabor más dulce. Acaso los
nueve se quedaron porque era más seguro estar detrás de las paredes.
También le pareció extraño que sólo hubiese un español en su equipo de caza,
Antonio, un vampiro. Pero el padre Juan le había asegurado que todo era como
debía ser.
—Sabes que además de decir mis oraciones, tiré las runas —le dijo—. Todos los
signos los señalaron a ustedes seis. Por ello, como he dicho antes, eso queda
claro.
Tal vez el padre Juan ya sabía cuándo y cómo cada uno de ellos iba a morir.
Jenn miró nerviosamente hacia los hombres de traje negro y gafas de sol. La
mayoría de los hombres presentes llevaban una especie de traje negro, pero estos
tres parados rectos y altos se habían colocado de tal manera que podían ver a
todo el mundo, realizando un seguimiento de las idas y venidas. El guerrero en
ella vio el guerrero en ellos, estaban en guardia, como si esperaran un ataque de
algún tipo. Ellos le recordaban a su equipo en Salamanca, y no tenía ninguna
duda de que eran peligrosos.
El más alto de los tres, de pelo plateado y fuerte mandíbula, empezó a caminar
hacia el ataúd. Sus gafas de sol le impidieron conseguir un verdadero sentido de
él. Jenn se trató de desenredarse con cuidado de Heather, que estaba
abrazándola con fuerza y llorando.
Antes de que pudiera liberarse, el hombre se dirigió hacia su abuela. L a abuela
estaba buscada por la ley, al igual que su abuelo lo había estado. En sus
entrañas, Jenn sabía que el hombre trabajaba para el gobierno.
Greg asintió con la cabeza y luego se volvió a ir. Cuando vio a Jenn, se detuvo.
Sorprendida, Jenn se le quedó mirando, apartando los labios, perdida por las
palabras. Se quitó las gafas de sol y la miró con penetrantes ojos grises. Ella bajó
la mirada y vio que llevaba una cruz negra de los Cruzados, como el rojo en
parche en su hombro y la bandera de Salamanca. Desde la distancia no lo había
notado en contra de su corbata negra.
—Muchos de nosotros estamos orando para que puedas llenarlos —dijo, sus
palabras apenas más que un susurro.
Se fue, y los otros dos en silencio siguieron su paso. Desconcertada, Jenn volvió
su atención a su abuela, que estaba mirando cómo se iban.
—Voy a extrañar a Che hasta el día en que me muera, pero él no querría que me
cayera a pedazos. Querría que yo siguiera adelante. —Le brillaban lágrimas en los
ojos, pero no caían.
—Fantasmas del pasado, visiones del futuro —murmuró. Jenn frunció el ceño, y
Esther le tomó la mejilla. Al mismo tiempo, Jenn sintió el recuerdo del tacto de
Antonio, como un reflejo en un espejo.
—Nos persiguieron durante años, pero él vino a presentar sus respetos. —Jenn se
maravilló de lo diferente que el mundo era. No podía imaginar a un vampiro
dándole la mano a la viuda de un enemigo en fatal.
—Lo voy a echar mucho de menos —dijo Jenn, con más lágrimas derramándose
por sus mejillas.
—Él estaba muy orgulloso de ti.
Esther puso sus brazos alrededor de Jenn. Jenn se hundió en ellos, tan cansada
y asustada, y afligida por su alma. Nunca se había dado cuenta de lo mucho que
dependía de su abuelo, había creído que las cosas se arreglarían porque Papa
Che se encargaría de ellas. Pero él se había ido.
Su abuela la dejó llorar lo suficiente como para empapar su camisa negra y luego
se alejo de Jenn con la misma insistencia suave que Jenn había utilizado con
Heather. Limpió los ojos de Jenn con los dedos y sonrió de verdad.
Juntas caminaron hacia la limosina negra que los llevaría a casa de sus abuelos.
Heather y sus padres y un par de miembros de la familia ya estaban dentro.
—Ahora, ¿por qué no me dices acerca a este chico del que estas enamorada? ¿El
que está en España? —Jenn miró a su abuela con asombro. Ella no había dicho
una palabra acerca de Antonio a su familia. No le había dicho a nadie lo que
sentía por él, ni siquiera al padre Juan.
Esther sonrió.
—El día que conocí a Charles, un amigo mío tomó una foto de mí. Todavía la
tengo. Tenía la misma mirada en mis ojos que tienes ahora.
—Oh. —Jenn no le creyó. Con cada paso, se alejaba de la tumba de Papa Che.
Quería salir corriendo hacia atrás y echar los brazos alrededor del ataúd y llorar
para siempre. No había manera de que pareciera una chica enamorada.
—Él quería venir —dijo Jenn—. Pero es un cazador. Le dije que se quedara en
caso de que hubiera... trabajo.
—Muy noble de tu parte —dijo Esther. Luego sus ojos brillaron, como cuando
Papa Che se burlaba de ella y la llamaba Essie—. Pero la próxima vez que un
joven sea voluntario para venir y reunirse con tu familia, dices que sí.
Heather estaba sentada sola en uno de los taburetes de la barra; había estado
con el mismo plato de comida durante más de una hora sin tocar nada en él.
No tenía hambre, pero todo el mundo empujaba la comida a ella. Era como si no
supieran qué hacer después del funeral, y necesitaran algo en qué concentrarse.
Al parecer, si no comía ni bebía nada, era el principio de la lista.
Heather miró a su hermana. Nadie obligaba a comer a Jenn. Era sólo dos años
mayor, y sin embargo todo el mundo la trataba como a un adulto. Pocos sabían
por qué había estado ausente durante dos años, que había ido a España para
entrenar. Que ahora cazaba vampiros.
Vampiros.
Muertos y todavía no. A diferencia de Papa Che, que nunca volvería a caminar
por la Tierra otra vez, o abrazarla o decirle que ella podía ser lo que quisiera ser.
Era injusto e increíble de alguna manera. Cuando era pequeña y se despertaba
de una pesadilla, todo el mundo le decía que no había cosas tales como
monstruos. Todavía recordaba la última vez que alguien le había dicho eso. Fue
la noche antes de que el mundo cambiara.
Ella y Jenn habían estado pasando unos días con Papa Che y la abuela cuando
los Malditos salieron de la nada. Sus padres se habían ido por el día de su
aniversario, San Valentín. Heather recordaba despertar antes del amanecer al oír
timbre del teléfono. Había sabido en el fondo que algo iba mal. Era la primera vez
que se había sentido así, y deseaba que hubiera sido la última.
Su tío había llamado de Boston para darles la noticia. Un minuto más tarde, ella
y Jenn se habían unido a Papa Che y a la abuela en la sala, mirando la televisión
mientras los vampiros se dirigían al mundo desde la sede de las Naciones Unidas
en Nueva York. Jenn le apretó la mano hasta que no pudo sentir sus dedos. Sus
abuelos se habían mirado pálidos mientras las cámaras mostraban un primer
plano de los ojos de color rojo sangre y colmillos.
La paz. Ese había sido el mensaje del día. Solomon, el vampiro que había dado
todo el discurso, había sido hermoso y carismático como una especie de estrella
de cine, con pelo rojo, dientes perfectos, y un traje oscuro sin corbata.
Lo que siempre había extrañado a Heather, sin embargo, era lo que su abuelo,
que tenía el símbolo de la paz tatuado en su hombro, había dicho cuando
finalmente apagaron la televisión.
—Heather, come —dijo uno de sus tíos cuando pasó por allí.
Heather suspiró y miró a Jenn, que estaba en la habitación, hablando en voz baja
con uno de los amigos de Papa Che.
Heather recordó el día en que Jenn había dejado la casa y la pelea terrible.
Corrección: la última de las peleas terribles. Jenn y papá habían estado en ellas
desde siempre. Heather sabía que algún día él la dejaría, al igual que ella había
sabido aquel día de San Valentín que el mundo había terminado.
Frenéticamente, Heather había metido la ropa interior, su cepillo de dientes, su
teléfono celular, y trescientos dólares que había estado ahorrando para su baile
de invierno formal, en su mochila camino a la casa de su hermana mayor.
Su madre nunca se había arreglado con Jenn ese día. Heather no estaba segura
de que siquiera lo hubiera intentado.
—¿Cómo estás? —le preguntó, Tiffany, una de sus mejores amigas, sentándose a
su lado en un taburete de roble a juego. Rubia, con reflejos caramelo y de ojos
azules, Tiffany llevaba una falda negra holgada y una camisa de encaje de
diferentes tipos de negro. No era su propia ropa. El negro no era color de Tiffany.
—¿Quieres la comida?
—No.
—Hecho.
Heather miró sus manos y se preguntó qué debía hacer con ellas ahora.
Finalmente, las cruzó en el regazo.
—Sí —dijo Heather vagamente. No quería discutir con Tiffany acerca de Jenn.
—Deberías hablar con ella, decirle que ella está equivocada acerca de v-folk —dijo
Tiffany de todos modos.
Heather rodó sus grandes ojos azules. Tiffany y la mitad de las niñas en la
escuela, pensaban que los vampiros eran románticos. Llamándolos ―v-folk‖ como
si fueran hadas o sirenas o algo así. Todas querían caminar alrededor de ellos
con vestidos con escotes que prácticamente gritaban: ¡Muérdeme!
Los dedos Tiffany tocaron el collar con un murciélago de plata que siempre
llevaba. El murciélago tenía un corazón colgando de sus garras. Las chicas como
Tiffany lo llevaban como símbolo de que no estaban interesadas en los chicos
normales, sino por los v-chicos.
Heather levantó la vista y vio que Jenn se dirigía en su dirección. Heather agachó
la cabeza, avergonzada. Tiffany tanto si lo sabía como si no, el collar que llevaba
era una Disertación total de todo lo que Jenn representaba. Jenn luchaba contra
vampiros. Ella nunca se enamoraría de uno.
Heather tomó una respiración profunda. Eso era todo. Tiffany no podía ver lo que
los vampiros reales eran y los padres de Heather podrían creer que los vampiros
sólo querían la paz, pero, como Jenn, ella lo sabía mejor. Como Jenn, ya era
hora que hiciera algo al respecto.
Jenn se limitó a mirarla con los ojos entrecerrados. Luego sacudió su cabeza con
un rápido movimiento.
Heather se dio la vuelta para ver a su padre elevándose sobre ella, la rabia
quemaban en sus ojos. Con la frente alta y ojos color avellana, se parecía a su
padre, Papa Che, pero no era como él.
—No lo harás.
—Pero, papá...
—Si ella quiere ir, debe ser su decisión. Yo tenía su edad cuando comencé mis
estudios.
—Eso no prueba...
—Esto es suficiente.
Heather dio un salto. Su abuela, con los puños en las caderas, tenía los pies
plantados separados. Lucía como en las fotos de ella y Papa Che cuando eran
jóvenes. Corriendo para asaltar un banco o algo
—Déjame hablar con Jenn —dijo la abuela Esther. Ella miró a su padre. Con el
rostro sombrío y apretado, él se alejó.
Pero no muy lejos.
—Puede que no tuvieses intención de hacerlo, pero lo hiciste —replicó Esther sin
rodeos—. Tu padre es un tonto; sabes eso. Nada de lo que digas va a cambiar su
pensamiento, por lo que es inútil pelear.
—Por supuesto que sí. —Ella se dio la vuelta y miró a Heather—. Heather, vamos,
debes comer algo. Vas a volverte etérea. —Heather elevó las manos con
frustración.
Esther asintió con la cabeza como si eso fuese una respuesta satisfactoria y luego
volvió a mirar a dos hombres mayores y canosos que se preparaban para salir.
Jenn se sentó en el taburete que Tiffany había abandonado e se giró para mirarla
de frente.
—Quiero ir contigo. Las cosas no son lo mismo aquí desde que te fuiste. No
quiero decir con mamá y papá, quiero decir con este lugar. ¿Sabías que San
Francisco es una fortaleza para los Malditos? Se han apoderado de la ciudad.
Nada sucede sin su permiso.
Los ojos de Jenn se abrieron como platos. San Francisco estaba a sólo veinte
minutos de Berkeley.
—Hemos escuchado que la situación está mal aquí —dijo Jenn lentamente—.
Pero no tenía ni idea. —Tragó—. Todas esas tumbas...
—Oh, Dios, ha empeorado —exclamó Jenn, y luego hizo una mueca—. Lo siento.
—No, tienes razón —Heather tuvo que tomar otra dosis del inhalador. Su corazón
latía con fuerza—. Es como si hubiera sido un lavado el cerebro. Dice que si no
somos parte de la solución, entonces somos parte del problema.
—Como yo.
Heather podía oír el dolor en la voz de Jenn. Y la ira. Lo sentía. Su padre estaba
actuando tan estúpidamente.
—Dice que ustedes son como la abuela y Papa Che. Ellos hicieron todo tipo de
cosas que estaban mal, y nada bueno salió de ello. Que lo que hiciste fue lastimar
a su familia.
—Papá tuvo una infancia mala —dijo Jenn, aunque estaba apretando los
dientes—. Siempre escondido a la carrera.
—Al igual que nosotros. Recuerdo los combates. Todo el día en la televisión
escuchando las balas, y las bombas, y... y... —Cerró los ojos—. Y recuerdo haber
escuchado a papá diciéndole a mamá que dejara de causar problemas.
—La guerra nunca llegó a San Francisco —le recordó Jenn—. Pero sabíamos que
estábamos peleando con los Malditos. Para papá todo el mundo era el enemigo.
Nunca supo que tenía tíos hasta que los hermanos de Che obligaron a la abuela y
a él a contáselo. Piensa en lo que le haría a un niño pequeño.
—No puedo creer que lo esté. Pero... ahora que sé lo que se siente, el
funcionamiento, el ocultarse, la incertidumbre, tal vez lo entiendo un poco mejor.
Tiene miedo. Ha tenido con miedo toda su vida.
—Por favor, Jenn, no me quiero quedar aquí. Me da miedo. —Era cierto. Ella no
había estado en la ciudad en seis meses. Las cosas estaban cambiando. Ya no
salía de noche.
La última vez que había salido, al centro comercial a ver una película, ella y Lucy
Padgett habían sido perseguidas por un vampiro. Estaba segura de que él no
había querido matarlas, o tal vez sí. Él sólo estaba tratando de asustarlas porque
podía hacerlo. Porque le gustaba.
La idea de luchar contra un vampiro daba miedo, pero si iba a la acade mia, tal
vez podría aprender a protegerse a sí misma. Tal vez no tendría tanto miedo. Tal
vez podría ser más como Jenn.
—Por favor, Jenn. —Heather dejó un caer una lágrima por su mejilla mientras
agarraba la mano de su hermana.
Heather suspiró.
—¿Por qué es tan importante para ti? —preguntó Jen—. Si es porque lo hice yo,
entonces deberías replantearte esto. Se necesita un montón de trabajo duro para
sobrevivir a la formación.
Cerró la boca, con la esperanza de que Jenn no le preguntara nada más. Heather
no estaba lista todavía para hablar de las pesadillas. Aquellas en donde veía...
Oh, Dios, Jenn, por favor, pensó, apretando los puños. Eres tan buena en salvar a
la gente. Por favor, sálvame, también.
Jenn se quedó mirando un largo y duro rato a su hermana pequeña. Quería
protegerla, al igual que cuando eran niñas. No podía, sin embargo. Si había
aprendido algo en los últimos dos años, era eso. No podía proteger a Heather si se
inscribía en la academia. Por otro lado, desde luego, no podía cuidarla desde otro
continente. Especialmente si su padre todavía estaba ciego ante la verdad, y
especialmente si San Francisco había caído en manos de los vampiros.
Heather la miró con desesperación en sus ojos. El intestino de Jenn le dijo que
Heather estaba ocultando algo, pero sabía que no debía presionarla.
—Déjame pensarlo —dijo ella, y sí que pensó en ello. Pensó en las imágenes en la
red y en la televisión, los soldados de Estados Unidos en Washington, DC, y
Seattle y Chicago, y Los Ángeles, la lucha cuerpo a cuerpo con los vampiros
estacándolos, las fallidas armas diseñadas para estacas que se lanzaran como
lanzas contra los vampiros, los científicos estudiando sin fin lo que era real de los
vampiros, y lo que era mito: La luz del sol los quemaba; podían morir por
decapitación, quemados, o estacados. Tenían que beber sangre humana. Eran
superiores físicamente. Forzaban a la gente a "convertirse".
Recordó el día antes de que Estados Unidos hubiera llamado a una tregua. Había
racionamiento de alimentos, y los días que tuvo que quedarse en casa a causa de
posibles ataques. Recordaba haber oído que los amigos de la abuela y de Papa
Che habían muerto tratando de invadir una fortaleza de los vampiros... y tuvieron
una muerte horrible.
Su padre había vivido todo eso también. Él recordaba eso. Y su respuesta fue
votar por políticos que querían poner fin a la guerra, y decirle a su madre que no
vendiera arte en su galería ya que podría ser interpretado como hostil a los
Malditos. Era tan malo.
Ella tenía que dar otras opciones a Heather.
Terminó en el estudio de Papa Che y se sentó en su silla, cerrando los ojos como
ella lo imaginaba, inclinado sobre el teclado de su ordenador.
Saco su teléfono de su bolsillo. El padre Juan le había dicho que llamara a pesar
de la diferencia horaria, y ella estaba muy agradecida mientras marcaba su
número privado.
Podía decir que no lo había despertado. Él y los demás eran casi tan nocturnos
como los vampiros que cazaban.
—Estoy bien —dijo ella, cerrando los ojos, imaginándose de nuevo en España y
lejos de Berkeley—. Más o menos.
—No es bueno.
Pensó en decirle de los agentes del gobierno en el funeral. Pero el padre Juan y
ella trataban con los vampiros, no con los tipos de aplicación de la ley.
—Llegar a ser un cazador no es una decisión de tomar a toda prisa —dijo el padre
Juan—. Y es incorrecto hacerlo si se desea sentirse segura.
—¿Y?
—Creo que hay algo más, pero... dijo que los vampiros se están convirtiendo en
un gran problema aquí, que tiene miedo.
—Muchas hermanas tienen miedo —señaló el padre Juan, su voz era ilegible.
—¿Le has hablado de Holgar? ¿O Skye? ¿Ella realmente sabe cómo es tu mundo?
—Pero estaré... ocupada con las misiones. Me temo que no sería capaz de cuidar
de ella —confesó Jenn—. Protegerla.
—Jenn —dijo.
Ella esperó. No dijo nada más. Por un momento, pensó que la llamada se había
desconectado, pero luego lo escucho suspirar en voz muy baja.
Silencio.
—¿Padre Juan?
Un susurro de tela la sobresaltó; miró hacia el vuelto justo a tiempo para ver el
borde de un abrigo oscuro antes de que desapareciera. Corrió a la puerta
mientras su padre bajaba las escaleras.
Respiró hondo y pensó en lo que su abuela había dicho antes. Tiempo suficiente
para luchar mañana. Aquí, como en España.
SAN FRANCISCO
AURORA Y LORIEN
Aurora sonrió a Lorien, el señor de los vampiros de San Francisco, que hizo una
profunda reverencia ante la puerta de su lujoso ático de arte deco. Podía oler su
miedo con tanta facilidad como podía leer la sorpresa en su rostro
verdaderamente hermoso. Él no sabía que estaba en la ciudad, no la había
esperado en su fiesta.
Los otros vampiros estaban vestidos para su encuentro con vestidos de alta
costura y esmoquin. Él la siguió, caminando mientras cruzaban a través de un
suelo de baldosas de jade. Llevaba escarlata, su color favorito, hacía lucir su
cabello negro azabache hermoso.
Una fuente de mármol blanco de una mujer desnuda que vertía agua de una jarra
irrumpía el respetuoso silencio. Algunos de los vampiros sabían quién era,
mientras que otros eran abiertamente curiosos. Escuchó los susurros: Aurora, la
examante de Sergio. Sí, Sergio el padre de Lorien. No sé por qué está aquí. Hay una
venganza... un plan secreto... no, no lo sé... y no creo que Solomon tampoco .
—Mi señora Aurora, ¿a qué se debe este honor inesperado? —preguntó Lorien,
con su tono de voz suave pero respetuoso.
Se giró hacia la ventana. No era gran cosa. La vida de Lorien era suya a para dar
o quitar cuándo ella eligiera. Sergio se enojaría, pero podía manejar a su antiguo
amante. Además, Lorien no era de interés real para ella, allí, en la oscuridad,
había una que lo era.
Aurora sonrió.
—Sí, un equipo —repitió—. Los cazadores son peligrosos, no por los pocos
estúpidos que matan que antes de ser destruidos, sino por la inspiración que
proporcionan.
Eso por sí sólo valía la pena cruzar un océano. Dejar que Sergio se atreviera a
hacerlo. Dejarlo encontrar al traidor entre los salmantinos, su propio insipiente
Antonio. Sergio no tenía idea de que Antonio estaba vivo, y mucho menos que
había caído tan bajo como para ayudar y apoyar a los seres humanos.
—No es muy pronto —dijo en voz alta mientras Lorien le sonreía burlonamente.
Era lindo, pero idiota.
Tal vez Sergio no se daría cuenta si estacaba a Lorien fuera de su miseria. Pero
sin duda se fijaría cuando entregara a Antonio de la Cruz a su señor feudal. Ah,
sí, él se daría cuenta de eso.
Sonrió ante la ventana, como si pudiera ver su propio reflejo. Pero, por supuesto,
lo había perdido, más de quinientos años atrás. En un calabozo...
Traducido por Elizabeth TB
DE LA M OLINA ABREGÓN
—Ay, Dios me guarda 11 —susurró ella, incapaz de hacer lo mismo. Sus muñecas
estaban encadenadas entre sí y conectadas a un poste fuera de forma en el
centro del piso. Mientras trataba de alcanzar una posición de cuchillas, su sucio
y crudo movimiento atrapado debajo de sus rodillas. Ella dio un tirón, y el
guardia llegó a ella como si quisiera ayudar, luego sacó sus manos de nuevo,
cuando se hizo eco de las pisadas en el pasillo.
10
En español original.
11
En español original.
Con un gemido, se desplomó de nuevo sobre su cadera dolorida, temblando de
terror. Sin embargo, levantó la cabeza, su pelo largo y negro enredado entre sus
dedos.
—Lo siento —susurró el joven—. Si yo pudiera ayudar... —Él olía a ajo y carne. Si
no fuera por las cadenas, habría arremetió contra él como si él mismo fuera la
comida. Ella no podía recordar su último alimento. Se moría de hambre.
—Él viene —dijo el hombre. Sacó la llave de su bolsillo y la miró. Había lesiones
en los dedos, sabañones por el frío—. Si yo pudiera, créeme...
Ella se lanzó hacia él, agarrando su mano. La llave cayó en la paja, y la buscó a
tientas. Su mente corría en una fantasía loca en la que encontraba la llave, abría
la cerradura, y corría por el pasillo hasta las celdas donde guardaban a su madre
y a los pequeños, luego a sus hermanos mayores y su hermana María Luisa, y…
Se decía que Torquemada podía leer la mente de sus prisionero y que luego los
descomponía para decir la verdad, que eran brujas, o blasfemos, o Judíos que
sólo habían pretendido convertirse al cristianismo.
12
En español original.
pronunciado en contra de los arrestos y las confesiones resultantes y ejecuciones
públicas, afirmando que el dios de su propio entendimiento era un dios de amor.
Por haberse atrevido a cuestionar la sabiduría de la reina y los métodos del siervo
de Dios, Torquemada, Diego Abregón había sido declarado hereje y encarcelado y
sus tierras tomadas por la Iglesia. Sin embargo, durante la tortura no había
gritado a la Virgen por su intercesión dulce, sino al dios de los hebreos. Fue
declarado un marrano, un judío que había fingido sólo abrazar la verdadera fe.
Un mentiroso, corrompiendo la ciudad de Toledo con sus formas no cristianas.
Después de ser forzado a ser testigo de su muerte ardiente, la esposa de Diego y
los niños habían sido arrojados a las mazmorras de Torquemada.
—Mi hija 13 —dijo una voz baja y profunda. El estómago de Aurora se sacudió y la
bilis inundó su boca. Esa voz terrible había regodeado mientras las llamas
crepitaban alrededor de su padre, advirtiendo a Satanás que las filas de sus
esbirros terrenales se diluían como los huesos de Diego y se reducían a cenizas.
Aurora trató de tragarse el ácido y empezó a toser.
—Levanta la cabeza, hija —dijo con voz sedosa—. No tenga miedo de mí.
13
En español original.
—Sólo el culpable debe temer de Dios. Si usted no es culpable...
Mantuvo la cabeza baja mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Entonces, algo golpeó la parte trasera de su mano derecha. Pequeño, muy bien
labrado, era un crucifijo con un grupo de rubíes en el centro, en honor a la
sangre de su propio Cristo, había sobornado a uno de los guardias con el collar a
cambio noticias de su madre.
Cerró la mano alrededor de la cruz. ¿Era este un acto de generosidad? ¿Podría ser
que Dios había ablandado el corazón de Torquemada?
Se atrevió a mirar hacia arriba. Una antorcha quemada en la pared detrás del
Gran Inquisidor, hacia borrosa su visión. Llevaba un traje negro con capucha y
una estola blanca sobre sus hombros. Envuelto en la oscuridad, su cara larga
nadando delante de ella, pero a partir de los pliegues de su capucha, sus ojos
brillaban como si estuviera ardiendo de adentro hacia afuera. Y luego sonrió. Sus
dientes eran escuálidos y negros, y su cabeza parecía a una calavera. Su corazón
tartamudeó.
Ella lo miró fijamente mientras hacía la señal de la cruz sobre ella con dedos
artríticos, garras de un demonio. Ella no podía recordar cómo hablar. Sólo podía
mirarlo con horror mudo.
—Vuestra madre confesó, como sabía que lo haría, que era una conversa de
nombre. Que, al igual que vuestro padre, había aceptado el bautismo en la Fe
católica sólo para conseguir a su familia que viviera fuera de la grosura de la
tierra aquí en Toledo. Que había adorado a la manera judía, y había mantenido
su casa de acuerdo a las costumbres judías.
Aurora apretó sus manos juntas, clavando las uñas en las palmas de las manos.
Estas eran mentiras. Su madre le había servido de carne de cerdo a menudo, a la
vista de la los funcionarios. Y tenían que comérselo todo, en silencio pidiendo a
Dios perdón, y perdonando a los demás. Habían orado en la forma católica. No
fue hasta el viernes, en Sabbat, que había permitido algún rastro de sus
verdaderas creencias en su casa, encendieron velas, y oraron una vez a Adonaí.
Por cada dos horas de su vida, habían vivido como cristianos.
—Nosotros comemos carne de cerdo —dijo—. Tráeme algo, por el amor de Dios,
me muero de hambre.
Él no le hizo caso.
Ella sacudió la cabeza, más segura ahora que él estaba tratando de asustarla
para exponer a su familia.
14
En español original.
Luego, Torquemada metió la mano en el bolsillo de su túnica y le lanzó un
puñado de oro y plata brillante y delicada en la paja. Ocho crucifijos.
Ella reconoció cada uno. Los más grandes habían pertenecido a sus tres
hermanos, y los más delicados de sus hermanas. La más pequeña, adornado con
rosas, era su hermana pequeña Elizabeta, la infanta 15 tan sólo cuatro años de
edad.
—Usted es la última —dijo, dejándose caer sobre una rodilla a su lado cuando
ella comenzó a jadear—. Pero cada alma responde a Dios. Puede salvarse, hija.
Con mi ayuda.
***
Aurora abrió los ojos a la oscuridad. Paja húmeda se aferró a su mejilla mientras
ella volvió la cabeza. Un hombre se sentó a su lado. Al igual que Torquemada
llevaba una túnica con capucha de monje. Estaba envuelto en la oscuridad, su
sombra cambiando y extendiéndose como una piscina de agua negra, de la que
ella formaba parte.
—Buenas tardes16 —dijo la figura. Su voz era baja y suave, y tenía problemas
para escucharlo—. Sí, estoy aquí realmente.
—Por Dios17 —murmuró, encogiéndose—. Por favor, por favor no me hagas daño.
15
En español original
16
Idem
Se hizo el silencio. Entonces, la figura se echó a reír.
—No lo soy.
—¿Entonces... qué...? —Y, entonces, temió que hubiese llegado su ataque. Ella
era una virgen soltera, y los guardias habían dicho cosas, amenazado con cosas...
Débil como estaba, apretó los puños, dispuesta a pelear con él. Los Crucifijos de
sus hermanos se habían reunido en su mano derecha. ¿Si ella gritaba, alguien
iría a ayudarla? ¿U otros simplemente se reunirían en su celda a participar en el
tormento?
—Yo-yo.
17
Idem
18
En español Amanecer o Aurora
—Camino por la mazmorra en la noche, en busca de los que pueda... ayudar. Y te
puedo ayudar, Aurora.
—Tal vez, con el tiempo, serás lo suficientemente fuerte para defenderte. Pero, por
ahora... —Él parecía levantar la mano, la oscuridad contra la oscuridad.
—¡No! —se lamentó ella—. ¡No, por favor, no me hagas daño! ¡Por el amor de Dios,
te lo ruego! —Entonces, él la apretó contra su pecho, envolviéndose alrededor de
ella, amortiguando sus gritos. Él estaba tan frío como una tumba. Su mano
helada se acercó a su boca, y la otra mano le sujetó por la parte posterior de la
cabeza. Ella golpeó los puños contra el pecho.
Demasiado cansada para moverse, se quedó quieta. Suspiró y bajó sus labios a
su cuello. Un escalofrío punzante se movió a través de su piel y se metió en la
sangre.
Movió los labios a su oído y susurró. Entonces, llevó sus labios a lo largo de la
corona de su cabello, el mundo giraba y agrietaba, y sabía que estaba en un
terrible peligro.
BERKELEY
JENN Y HEATHER
Añadió su bolsa de aseo, y luego puso las estacas y frascos de agua bendita. Sus
armas tenían que estar a mano, de vuelta en España ningún cazador nunca dejó
de la academia sin armas. Eran las diez de la noche en Berkeley, pensó en las
tumbas vacías y se preguntó cómo muchos de los nuevos vampiros se le
levantarían de sus tumbas esa noche, desgarrando las gargantas de sus víctimas
más como hombres-lobo que como vampiros, ya que no tenían la tutoría de un
padre para mostrarles la forma de beber.
No puedo hacer nada acerca de eso esta noche, pensó Jenn, abriendo los bolsillos
de los pantalones de velcro en un patrón metódico, de arriba hacia abajo, rip rip
rip. Metió un par más de crucifijos de plástico de los que brillaban en la
oscuridad y comprobó el nivel del agua tanto en el plástico como en las botellas
de vidrio con agua bendita y los vasos para tirar, ya que los viales se rompían con
el impacto. Los dientes de ajo pelados se ponían marrones en sus envases
herméticos, pero no perdían su poder penetrante por lo menos en una semana
más.
—Esa cosa es tan corta —dijo Heather, bebiendo su cerveza de raíz—. Tendría
que estar muy cerca a, um... —Ella hizo movimientos de apuñalar.
—Clavar una estaca en el corazón del vampiro —terminó Jenn por ella—. Así es.
Muy cerca del maldito.
Tal vez me quede aquí, pensó. Podría enseñar a Heather a pelear, y podríamos
tratar de defender San Francisco juntas. Pero eso no fue lo que estaba pensando.
Ella estaba asustada, mal, y cuando regresara a España, tenía que sentarse con
el Padre Juan y decirle lo que estaba en su corazón, tenía miedo de que fuera a
conseguir que alguien muriera. Sería un alivio confiar en él. La confesión, decían,
era buena para el alma. Pero, ¿sería buena para su vida? ¿Qué pasa si, en lugar
de tranquilizarla, le echaban?
Exhalando, se paso la bolsa por encima del hombro, y Heather se sentó bajando
su cerveza.
—Es de noche —dijo Jenn mientras depositaba la bolsa al lado de la puerta del
dormitorio cerrada, y luego, al darse cuenta de que estaba hablando como un
cazador, agregó:
—Tiffany podría estar con uno de ellos en este momento, dejando que él... —Se
pasó las manos por el pelo rubio y sedoso.
—De ninguna manera —dijo Jenn, frunciendo el ceño ante ella. Talk Together
Teams eran los grupos de humanos y vampiros que se reunieron para tratar de
"cerrar la brecha", para explicar lejos de la guerra y el hecho de que los vampiros
mataban a la gente y bebían su sangre. Cuando habían oído hablar de ellos en
Salamanca, nadie lo había creído. Luego, había visto carteles pegados en las
paredes de la ciudad española antigua anunciar Grupos de Paz, que eran
esencialmente la misma cosa.
—Eso es una locura. Eso es justo... más allá de una locura —dijo Jenn, sentada
en su cama. Cogió su chaqueta de campo, aquella con el parche de Salamanca, y
decidió que debería esconderla en su bolsa de lona. El parche de velcro podría
soltarse, dejando al descubierto que era antivampiro. Si había gente de Talk
Together Teams por aquí, los cazadores no serían bienvenidos.
—Papá —comenzó Heather, y luego miró hacia la puerta y bajó la voz—. Él dice
que sólo se deshacen de las personas que los atacan a ellos.
—Oh, no, no lo hace. —Ella miró de nuevo a su puerta cerrada y puso sus brazos
alrededor de sus rodillas—. Él no cree en lo que estás haciendo, pero te ama. Al
igual que él ama a la abuela y... Papa Che.
Jenn recordaba oír las discusiones entre su padre y sus padres—más a menudo
con Papa Che que con Esther. Los abuelos de Jenn habían estado bajo tierra
desde antes del nacimiento de su padre, siempre corriendo y escondiéndose,
como prisioneros que escapaban eludiendo perros de caza. Su padre había odiado
su vida—aún podía recitar el rosario de nombres falsos que había tenido que
usar, y después de un par de copas de vino hacía un recuento de algunas de las
mentiras que le habían obligado a decir: que se había trasladado desde una
escuela en México, donde su padre había trabajado para una compañía de gas.
Que sus transcripciones se habían perdido en el correo.
Parecía que cada vez que había comenzado a hacer amigos en la escuela, entrado
en el equipo de fútbol, enamorado, Che recibía la palabra desde la clandestinidad
de que "el hombre" había recogido su olor de nuevo... y los Leitners debían salir
de la ciudad en medio de la noche. Cuando el padre de Jenn había cumplido
dieciocho años, se había negado a correr más.
Y nadie había llegado jamás a sus padres... hasta que el gran Che Leitner había
muerto.
A veces, Jenn preguntó si eso lo había hecho aún más amargo—que todo el
escondite había sido en vano. ¿Qué habría pensado de los hombres en el funeral?
—Tienes que tratar de hacerle comprender lo peligroso que los vampiros son en
realidad —dijo Jenn.
—¿Por qué papá me escucharía? Soy el bebé. La que no sabe acerca de lo que
está hablando. Tú eres la inteligente. —Alargó la mano a Jenn—. Tienes que
llevarme con ustedes —Jenn le dio un pequeño apretón—. ¿Tienes un pasaporte?
Pero el mundo había ido demasiado lejos. La guerra lo había cambiado todo.
—Tenemos que hacer que papá nos escuche. —Jenn tiró de la manta y el edredón
de su cama—. Él está haciéndote lo mismo que Papa Che le hizo a él, ¿sabes?
Toma de decisiones por ti basado en sus ideales, obligándote a vivir en el miedo.
—Salvo que no estamos corriendo y deberíamos —murmuró Heather—. Correr
por nuestras vidas.
—La academia.
Jenn suspiró.
—¿Es así?
—Papá es un gran fan del miedo —dijo Jenn—. El miedo no permite hacer cosas
peligrosas. Mantiene ―a salvo‖.
—Eso es totalmente como algo que él diría. —Heather infló su almohada—. ¿Qué
se aprende en la academia? ¿Tienen uniformes? ¿Qué acerca de los dormitorios
mixtos? ¿Son los chicos guapos?
Jenn suspiró. Ella tenía la esperanza de una noche de sueño decente, pero eso
claramente no estaba en las cartas.
Ahora ella hacia trabajos voluntarios, llevando comidas a los confinados, algunos
de los cuales habían resultado heridos en los combates. Al padre de Je nn no le
gustaba que lo hiciera. Parecía "provocadora". Había otros cosas, "menos
políticas" que podía hacer si quería ser útil.
Ella le preguntó a las niñas si querían ir con ella para el día, y Jenn dijo que sí,
porque quería pasar más tiempo con su mamá, y también para asegurarse de que
estaba a salvo. A Heather se le había permitido excusarse de la escuela para estar
casa, así que ella fue también. Las calles estaban cubiertas con carteles Talking
Together Teams y toques de queda. Soldados vestidos de caqui con metralletas
miraba fríamente a los peatones y los coches. El gobierno de EE.UU. estaba
colaborando con el enemigo, ya que insistió en que la tregua había llegado y que
las dos razas, los vampiros y humanos, vivirían en paz. Sin embargo, la presencia
de estos lacayos humanos mantenía la paz mientras sus amos vampiros se
quedaron fuera del sol, eso delataba la mentira. Se dijo que Salomón había
prometido al nuevo presidente convertirlo en un vampiro después de haber
llevado a través de la legislación lo que Salomón quería, como que fuera una
ofensa capital entrar en la guarida de un vampiro dormido.
—Estás en casa temprano —dijo la madre de Jenn con claro alivio en su voz.
—Jenn. —Su padre le dio unas palmaditas al brazo del sofá marrón y blanco a
cuadros, que estaban sentados en ángulo recto a su sillón reclinable. Tomó un
sorbo de su vaso, entonces lo acabó.
—Yo sabía a dónde ibas, qué ibas a hacer. No hiciste un muy buen trabajo al
ocultar tu rastro.
—Yo sabía que si te quedabas, era sólo cuestión de tiempo antes de que dijeras o
hicieras algo que pondría a todos en riesgo. Tu madre, tu hermana... Yo no
podían proteger a todos.
—Lo siento.
Jenn sabía que debía decir algo, pedir disculpas también por haber huido, o al
menos aceptar sus disculpas y ofrecerle perdón. Más de una conversación con él
había salido mal, sin embargo, porque no sabía cuándo mantener la boca
cerrada. Finalmente, se limitó a asentir con la esperanza de que fue suficiente de
una respuesta.
—Nunca quise que ustedes niñas crecieran con el miedo constante como yo lo
hice. Sólo quería que estuvieras segura.
—Lo sé —dijo.
—Y me di cuenta que tenía que decirte algo. Tienes razón... acerca de los
vampiros. Siempre la has tenido. —Jenn se quedó mirando a su padre en estado
de shock. Por fin, lo admitía, pero parecía tan repentino. Volvió a mirar el dolor
en los ojos y al vidrio agarrado con fuerza en su puño—. Papá..
—Algo ha sucedido hoy. —Puso la copa vacía sobre una mesa lateral y se secó la
frente—. ¿Te acuerdas de Tom Phillips?
—Oh.
—Sin embargo, su esposa llamó. —Él negó con la cabeza—. Era otra cosa. No un
accidente —Se inclinó hacia ella—. Un ataque —Su rostro arrugado—. Y él era
tan bueno para ellos. Por lo tanto... leal.
—Lo que hacemos en el trabajo... Es una base de datos —Su padre bajó la voz
hasta un susurro—. De... indeseables. Y creo que había alguien en ella a quién
Tom estaba tratando de proteger. Y se dieron cuenta y... —Él enterró su cara
entre las manos—. No me lo puedo creer. Si lo hicieron con él, entonces nadie
está a salvo.
—Lo siento, papá. —Llegó a él, pero no la vio. Él respiró hondo y dejó escapar el
aire en ráfagas largas, dolorosas.
Frunció el ceño ligeramente, como si él quISIERA que ella descifrara quÉ estaba
tratando de decir sin que tuviera que decirlo.
Una parte de ella estaba muy emocionada. Su padre estaba involucrado, por fin.
Que iba a tardar hasta donde el Che había dejado. Ella podía sentirlo.
Pero tenía miedo por él. Él no era tan fuerte como ella.
—Papá, ¿te has vuelto loco? —preguntó Jenn en voz baja—. No hay manera de
que puedas hacer esto. No, no, no voy a dejarte ir.
—Le dije a la esposa de Tom lo haría. Tom... la viuda —Su padre comenzó a
caminar—. He estado mal, todo el tiempo. Pensé que si éramos útiles, si les
damos lo que querían, entonces no nos haría daño. Pero... —Dejó de caminar y se
fue a la ventana, descorriendo la cortina—. Hay alrededor de una hora y media de
la luz del día. Son tan sólo quince minutos en coche. Eso me da una hora para
hablar con ellos.
—Sí, papá. —Ella se lamió los labios, desgarrada por sus emociones en conflicto.
Orgullo de él. Aún más miedo por él. Y la constatación de que ella podría ayudar
a protegerlo, mantenerlo a salvo. Y él lo sabía. Lo sabía. Años de ira quemados en
un instante.
bendecido con dones y talentos especiales. Te seducirá con historias de la vida sin
Holgar se despertó con un grito, se sacudió, miró hacia la puerta. Jamie estaba
allí de pie con los brazos cruzados sobre el pecho y su perpetuo ceño fruncido.
Skye estaba a su lado, con la mano en el brazo de Jamie como si estuviera
dispuesta a echarlo para atrás.
—¿Qué pasa? —dijo Holgar muy despierto. El Padre Juan nunca los mandaba
llamar tan temprano. Desde que los cazadores debían ser nocturnos, las clases
en la Academia ni siquiera habían comenzado a las diez. Era un programa que se
había instalado con todos los de su graduación.
Holgar agarró una camiseta de la cabecera y se la puso con una mueca. Era dos
tallas más grandes, y la había lavado decenas de veces, pero aún odiaba la
sensación que tenía contra su piel. De dónde era, los jóvenes lobos corrían
prácticamente desnudos hasta su quinto cumpleaños. Luego, a medida que se
relacionaban con en el resto del mundo, se veían obligados a usar ropa cuando
caminaban entre los seres humanos normales. La mayoría de ellos pasaban el
resto de su vida deseando poder haber continuado en su estado natural.
—¿De qué fue tu sueño sobre hombres lobo? —preguntó Jamie, no moviéndose
de la puerta.
—Sobre ovejas.
Holgar no sentía un gran amor por los vampiros, y pronto descubrió que tampoco
lo hacía Antonio. Holgar había mantenido el secreto de Antonio. Era evidente que
los que dirigían la Academia sabían lo que era y querían que él viviera. Holgar
sabía lo que era vivir con un lado oscuro que no podía ser controlado, y apreciaba
que Antonio lo comprendiera y ayudara. Incluso en su forma humana, los
hombres lobo eran más fuertes que los humanos normales. A cambio de su
discreción, el vampiro le ayudó a perfeccionar sus habilidades de combate. El
resto de los estudiantes caminaban con cuidado alrededor de Holgar, pero
ninguno sabía lo que Antonio era hasta la noche de graduación.
La esencia de cada persona era única e integrada por muchos factores. Era una
combinación de shampoo, crema de afeitar, jabón, pasta dental, detergente,
desodorante, incluso el tejido de la ropa de una persona o el tipo de calzado que
llevaban puesto. Cuero, plástico, tela, goma, cada uno tenía olor diferente.
Entonces, no era la dieta de una persona. Ciertos tipos de alimentos,
especialmente el ajo y la cebolla, pueden ser notables durante días o incluso
semanas. Ninguna cantidad de enjuague bucal podría hacerse cargo de eso.
Cambios en la enfermedad, la transpiración, y químicos en el cuerpo tienen un
impacto. Los cambios sutiles pueden ser reconocidos y compensados, pero si se
quisiera molestar a un hombre lobo con su olor, es fácil cambiar tu shampoo por
uno con un olor más penetrante, cambiar un desodorante que usualmente utiliza
el sexo opuesto, y empezar a añadir el ajo a la comida. O fumar como una
chimenea, como Jamie.
En cuanto a los rumores de que él era la reencarnación del hombre, Holgar era
bastante escéptico. Pero no se podía negar que el Padre Juan era extraño. Parecía
cultivar una personalidad de rareza, al menos para los estándares de Holgar. En
el escritorio del Padre Juan estaba una copia de la estatua de Bernini de Santa
Teresa de Ávila, en el éxtasis místico con la cabeza echada hacia atrás y los labios
entreabiertos como un Cupido regordete de un ángel sonriente, preparándose
para apuñalarla con la pequeña lanza ardiente en su mano. En otras ocasiones
Holgar, un moderno y vigoroso escandinavo, había estado riéndose interiormente
de la sexualidad desenfrenada de la estatua. No había nada místico sobre lo que
estaba sintiendo. Los católicos, como grupo, eran tremendamente reprimidos,
pensó. Mira a Antonio.
Pero hoy en día, Holgar sabía que algo estaba pasando, y su risa silenciosa no
brotó.
Eriko y Antonio estaban sentados en silencio, con una gran curiosidad en ambos
rostros. Holgar, Jamie, y Skye tomaron sus asientos. Dejaron dos sillas vacías,
una para el padre Juan y una para Jenn. Ella todavía estaba en los EUA en el
funeral de su abuelo. Holgar la echaba de menos. Ella tenía una forma
interesante de ver el mundo, y estaba seguro de que podría ser una gran
cazadora si se llegara a relajar un poco.
—Tenemos un problema.
—Sí, no hay mucho que mate a un Cursor —señaló Jamie—. Si tuviesemos algo
nuevo, tendríamos mucha ventaja.
—¿Es un arma de luz solar artificial? —preguntó Skye.
—Sería feliz con una bomba que explotara estacas de madera. —dijo Jamie.
—Sí. No tengo todos los hechos, pero al parecer el virus ataca las células
sanguíneas de ciertas especies.
—Inyectado —dijo Jamie—. Al igual que en… ¿dará un curso sobre cómo
inyectar?
—No estamos seguros, todavía. —explicó el Padre Juan—. Debe ser administrado
bajo la piel.
—No, pero si lo pudieron crear, entonces el siguiente paso es averiguar si hay una
manera de infectar a los vampiros en masa en lugar de uno en uno.
Holgar miró a Antonio. Si eso fuera cierto, entonces el virus podría matar a su
vampiro, también. El pensamiento tuvo que ocurrírsele a los demás, Eriko y Skye
intercambiaron miradas inquietas, y Jamie sonrió de oreja a oreja.
—Ellos habían estado moviendo el laboratorio dos veces por semana para evitar
ser encontrados —continuó el padre Juan—. Sin embargo, el lote más reciente de
virus, el más prometedor hasta la fecha, fue robado hace dos días, antes de que
pudiera ser probado. La mayoría de los científicos involucrados fueron asesinados
en el ataque.
—Así que los ellos lo tienen —señaló Jamie—. Es probable que lo destruyeran,
¿no?
Todos se inclinaron hacia adelante al mismo tiempo, y Holgar por poco se rió. A
pesar de que estaban constantemente en conflicto entre sí, eran un equipo. Para
un grupo donde todo el mundo proclamaba su individualidad con firmeza, todos
se movieron al mismo tiempo, luchaban por igual, y con frecuencia pensaban
igual. Tal vez no querían admitirlo, pero cada uno tenía una profunda necesidad
de pertenecer, integrarse. Holgar era más consciente de ello, tenía un instinto
innato para alinear sus acciones a las del grupo.
—El ejército cree que los Seres Malditos tienen planes para estudiar el virus y
desarrollar una vacuna —dijo el Padre Juan.
—Entonces, Padre, ¿por qué nos dice esto ahora? —preguntó Skye.
—El ejército español tiene una idea sobre el lugar dónde tienen el virus —replicó
el Padre Juan.
Padre Juan bajó la cabeza y se inclinó hacia delante en su silla. Holgar estaba
observando las interacciones en la habitación con una estrecha vigilancia. Eriko
podría ser el alfa designada de su manada, pero el Padre Juan era su director.
Holgar se había preguntado, en ocasiones, si Eriko había elegido convertirse en
cazadora. Por supuesto, todos en la sala, excepto el Padre Juan, pensaban que
debería haber dado el elixir. Todos habían llegado a la Academia esperando ser
elegidos.
—Lo has vivido, Antonio. Y luchado contra Hitler con las Fuerzas Francesas
Libres.
—Y así se convirtió en vampiro —recordó Skye al sacerdote. Eso era todo lo que
sabían. Que Antonio había luchado por los aliados, y que un vampiro le había
atacado mientras estaba huyendo de los alemanes.
—Al igual que Inglaterra le hizo a mi gente —dijo Jamie—. Lanzarnos a… los
lobos. —Cruzó sus brazos y negó con la cabeza—. De ninguna manera, Padre. Si
no nos gusta, vamos a conseguir nuestro propio virus. No somos los niños para
sus malditos encargos. Todo esto es una locura.
—De acuerdo, Jamie, pero no veo que tengamos una opción —respondió el Padre
Juan—. Necesitamos el apoyo de los militares. Y esto es un arma que podría
ganar la guerra. Si funciona.
—No se trata de un arma —dijo Antonio—. Se trata de que les demos más tiempo
a los militares, ¿no?
—El arma es muy valiosa —dijo el padre Juan—. Incluso si sólo se puede matar a
un vampiro a la vez.
—Supongo que tienes razón. Quiero decir, hasta que desarrollemos una
ametralladora que dispare balas de madera, es la única parte de la tecnología que
tenemos. —Jamie le sonrió con amargura a Antonio.
—Sí, ¿qué pasa con esto? —preguntó Jamie—. ¿Cualquier peligro para otros
seres sobrenaturales o simplemente seres humanos de edad?
—No lo sabremos hasta que puedan probarlo —dijo el Padre Juan regresando a
su silla—. El virus es más complicado de lo que parece. Y nuestro lado lo quiere
de vuelta.
—No es de nuestro lado —dijo Jamie—. Y hablando de eso, hay un traidor por
aquí, y lo sabe, Padre. —Miró a Antonio—. Él lo es, probablemente, va a hacerlo
ahora, enviando un e-mail a su padre, y…
En un instante, Antonio saltó a través del espacio a la silla de Jamie y puso una
mano alrededor de la garganta del irlandés. Antonio gruñó, y sus ojos empezaron
a brillar con furia al rojo vivo.
—No soy el traidor19 —dijo Antonio con los dientes apretados, los colmillos
comenzando a extenderse.
—¡Ya basta! —gritó el Padre Juan, poniéndose en pie. Hizo unos movimientos, y
Holgar sintió una flor de calma inundando el ambiente. El buen Padre había
lanzado un hechizo mágico para reducir las tensiones. A veces se enojaba con el
alboroto del equipo Salamanca.
A menudo no lo hacía.
—No tenemos tiempo que perder, ya hemos perdido dos días —dijo el padre
Juan—. Esto es lo que estoy diciendo que hagas. —Hizo una pausa—. Y… hay
más.
19
En español en el original.
—Está comprobado —replicó el padre Juan—. Se puede verificar si se encuentra
el virus. Por lo tanto… te lo vamos a llevar.
Eriko palideció.
—Ustedes son civiles. Todos ustedes. —replicó el padre Juan—. Y sí, eso es lo que
quiero. —El Padre Juan miró su reloj.
—¿Sí? —Parpadeó Jamie—. Eri, esto es una locura. Este no es nuestro trabajo.
Una vez allí se encontró con un sacerdote, llamado Manuel, de mal humor. El
anciano era rotundo, el cocinero.
Le entregó un plato a Holgar con carne de venado cruda. Por respeto a él, Holgar
lo llevó a la sala vacía para comer. La mayoría de la gente en la escuela no podía
soportar estar con él a la hora de comer. No era intensamente agradable, sin
embargo, Manuel respetaba su dieta. Los hombres lobo podían comer la carne
cocida, pero no era muy agradable. A menudo, les daba dolor de estómago. Sus
intestinos fueron diseñados para procesar los alimentos frescos y crudos. Algo
que no tuviera más que unas pocas horas o fuese cocido durante mucho tiempo
sabía horrible.
Puesto que no había nadie alrededor para ver, cogió la carne con las manos y se
lo comió de esa manera. Trató de tomarse su tiempo y disfrutar del sabor, sin
embargo, en vez de simplemente devorarlo. Por así decirlo.
Me pregunto si vamos a ver otra vez a Jenn, pensó Holgar. No hubo apuestas a lo
largo de los militares sobre el tiempo que el equipo de cazadores Salamanca iba a
durar. Hoy se podría hacer a alguien muy rico.
BERKELEY
HEATHER Y JENN
Está preocupada por nada, se dijo. Ella no lo podía creer, sin embargo. Si ella iba
a actuar, tenía que ser ahora, antes que Jenn saliera del cuarto de baño. Heather
agarró su inhalador y se lo metió en el bolsillo delantero del pantalón y luego se
dirigió a coger las llaves de bronce en forma de gato por la puerta de atrás. Agarró
el juego extra de llaves del coche de su padre, un Toyota Camry de color azul
oscuro, y se metió en el garaje, cerrando la puerta detrás de ella.
Antes de que pudiera darle demasiada importancia, Heather abrió el maletero con
el mando a distancia. En la tenue luz, podía ver el mango de color amarillo
brillante y el pictograma que explicaba cómo abrir el maletero desde el interior.
Ella siempre había sentido curiosidad acerca de eso cuando era niña. Deseaba
más que nada probarlo para ver si efectivamente funcionaba. No había tiempo,
sin embargo, por lo que se metió en el maletero, cerró los ojos, y cerró la tapa.
Ella también sabía que a pesar de la respuesta de Jenn, estaba asustada. Esto
hizo acrecentar el miedo de Heather, y su mano encontró el cordón y envolvió su
dedo alrededor de él, lista para cortar y salir de la cajuela, incluso si significaba
enfrentar a los dos.
¿Cómo piensas que puedes ir a España y aprender a luchar contra vampiros si no
puedes pasar un minuto en un espacio pequeño sin volverte loca?, se preguntó.
Heather tomó una respiración profunda y se tranquilizó. El coch e vibraba contra
la mejilla derecha que se presionaba contra la alfombra del piso del maletero.
El Camry comenzó a rodar hacia atrás. Se preparó cuando el coche dio la vuelta y
luego se precipitó hacia delante. Era demasiado tarde para echarse atrás. Una vez
que estuvieron totalmente en marcha, comenzó a tientas su inhalador una vez
más. Se las arregló para que los sacarlo de su bolsillo, y respirar tan
profundamente como pudo.
Las lágrimas llenaron los ojos, por el miedo y la abrumación. Pensó en todo lo
que podía perder: su padre, su hermana, su vida. Nunca voy a ser una esposa o
una madre, se dio cuenta. No voy a entrar a la Universidad, nunca me graduaré en
la escuela secundaria. Nunca voy a ir a la graduación. El último pensamiento
parecía tan absurdo a la luz de todo lo que ella dejó de llorar. Mantente fuerte. Sé
más como Jenn.
—¿Cómo lo sabes?
El mundo parecía envuelto en niebla, y la luz del sol había desaparecido mucho
antes de llegar al suelo. Ella contuvo el aliento y arrojó la tapa del maletero y
salió a toda prisa, aspirando bocanadas de aire limpio y fresco hasta que las
náuseas disminuyeron.
No podía ver a Jenn o a su padre en cualquier lugar. ¿Por qué vendrían aquí tan
cerca de la puesta de sol con la niebla? Su padre lo sabía, y Jenn...
Heather se quedó boquiabierta. Jenn se había ido antes que los vampiros se
hicieran cargo de la ciudad. Probablemente, no sabía por qué habían elegido San
Francisco como una de sus sedes. No era que pudiesen regular el acceso
mediante el control de los puentes. No es que los líderes del pueblo se hubiesen
rendido a ellos sin luchar. Era la niebla. Cuando la niebla tapaba la bahía, los
vampiros podían salir mientras el sol todavía estaba.
Los otros cuatro Salamancas estaban sentados en los sofás y en las sillas
de peluche. Envuelto en un suéter de abrigo gris y un gorro de punto a
juego, Skye le dedicó una sonrisa de agradecimiento, y el resto asintió con
la cabeza, reconociendo su llegada. Ellos estaban agrupados para protegerse
del frío. Un calentador eléctrico marcó; el aire caliente zumbaba. Madrid a
finales de febrero era frío y húmedo, incluso para Holgar. Por suerte, no
había nevado.
—Muy bien. —El Dr. Sherman levantó su barbilla—. He pasado varios años
trabajando en la búsqueda de una cura completa de la leucemia, que es
un cáncer en la sangre. Me di cuenta de que con mi investigación podría
ser posible y real de crear una variedad de leucemia, que puede ser
inyectada en los vampiros, lo que causa que sus cuerpos sean destruidos
de adentro hacia fuera.
Michael estornudó.
—Creo que quiere saber por qué estabas aquí y no trabajando en casa —
dijo Skye suavemente—. En América.
—Oh —dijo—. Eso está bien. Me han dicho que eres un poco…exuberante.
—Sonrió con entusiasmo—. Al igual que los chicos de operaciones
especiales, solamente… más joven.
Antoni miró Jamie, que apretaba la mandíbula con fuerza. Leyó el lenguaje
corporal del irlandés: Muertos como vamos a estar si seguimos esta puta
excursión. Muertos, como los tres cazadores. ¿Ellos lo estaban creando?
—Pero sin duda, un par de horas más no harían daño. Podríamos atacar
mañana por la tarde temprano. —El Dr. Sherman hizo hincapié en la
palabra ―atacar‖ como si estuviera tratando de sonar como alguien en
operaciones especiales.
Antonio no podía entender por qué llevarlo con ellos. Se suponía que
tenían que hacerlo, pero rayaba en lo absurdo.
Antonio miró hacia Eriko, esperando que el cazador lo respaldara. Fue
Jamie, sin embargo, quién se encontró con sus ojos. El irlandés sonrió
tristemente.
OAKLAND, CALIFORNIA
JENN Y HEATHER
Jenn miraba por todas partes, las colinas de Oakland estaban cubiertas
con capas de niebla blanca. Ocho kilómetros al este de San Francisco,
Oakland compartía los mismos patrones de clima, incluyendo la densa
niebla. Esta niebla se había puesto tan pronto como la lluvia había cesado,
cubriendo el paisaje con un manto blanco. Serpenteando sobre las colinas,
las casas antiguas de Oakland, algunas de ellas victorianas, todas de ellas
bien mantenidas, alineadas en las calles estrechas. Si bien la mayoría de la
ciudad había sido abandonada años antes debido a las pandillas, las casas
en las colinas habían mantenido su valor y estatus.
Ella había extrañado la niebla y la frescura del aire. Ella había extrañado
un montón de cosas de su casa. Tantas veces había soñado con lo que
sería estar de regreso. Pero en sus sueños Papa Che estaba vivo,
saludándola como un héroe, como una igual. En sus sueños no había
vampiros… excepto Antonio.
La verdad era que nadie sabía por qué Antonio tenía fuerza para hacer lo
que hizo. Antonio estaba convencido de que era Dios. Jenn no lo sabía. Lo
que sabía era que nadie, ni siquiera Antonio, había oído hablar de
cualquier otro vampiro que hubiera traicionado a su clase y peleado por el
bien.
—Yo…oh, Jenn…
Su padre entró por la puerta abierta. Llegó junto a él, pero la niebla lavó
entre ambos, ocultándolo de su vista.
Ella esperó, en equilibrio, los músculos zumbando. Oía los silenciosos pasos
detrás de ella y las fuertes pisadas de la carrera hacia su persona.
Más cerca.
Jenn levantó su estaca en alto, medio corriendo a través de ella. ¿Qué pasa
si se trataba de un policía con una pistola? ¿O un soldado con una Uzi?
¿Qué pasa si esta casa era un lugar de encuentro conocido por la
Resistencia? No podían ser capturados. Su padre no podía ser identificado.
Si se le veía con la gente que había matado a su colega, lo iban a matar
también. Y a su mamá y a Heather.
No puedo matar a un ser humano. A menos que esté absolutamente segura
de que estoy en peligro.
Más cerca.
¡Heather!
—¡Oh, Dios mío, oh, Dios! —gritaba su padre y Heather lanzó un grito.
Ella parpadeó
—¿Cómo…?
¿Niebla? ¡Niebla! Es por eso que San francisco es una fortaleza. Es por eso
que los vampiros están corriendo como salvajes. Y la gente… su mirada se
clavó en su padre, de pie con los hombros caídos y las manos cubriendo
sus ojos como-un-niño-de-dos-años-de-edad que no quería ver algo que lo
asustaba. ¡El pueblo lo sabe!
Ella lanzó un frasco de agua bendita con tanta fuerza que se rompió
contra la frente del aspirante de Drácula. Aulló y comenzó a arañar sus
ojos. Tres de los demás vampiros se echaron para atrás, mientras que el
quinto, un hombre rubio delgado, llegó a Jenn. Sus manos volaron a sus
bolsillos. Con la izquierda lanzó una botella de aceite de oliva que había
sido bendecido por el Papa en el suelo delante de ella. Un momento
después el aceite se incendió al mismo tiempo que el vampiro se abalanzó
sobre ella. Él chilló cuando las llamas envolvieron sus zapatos y
pantalones.
Cayó al suelo y trató de rodar para apagar las llamas, pero sólo logró
capturar el pantalón de su compañero ciego con el fuego también.
Jenn sacó otra estaca de su bolsillo y la agarró con fuerza. Sus manos
estaban resbaladizas por el sudor, y hasta podía oler el hedor del miedo
saliendo de ella.
Las llamas envolvieron los dos vampiros heridos, que pronto se redujeron a
polvo. Sus compañeros estaban imperturbables.
Ella dio un paso atrás. Uno de los tres vampiros, una mujer de aspecto
mayor, miró incómodamente la valla quemándose. Jenn excavó por más
estacas de su cargamento en los bolsillos de los pantalones y se arriesgó a
echar un vistazo a su padre, que estaba congelado por el miedo. Alguien
los había traicionado.
—¿Están las personas que necesitamos ayudar en la casa? —Le gritó a él.
—Él dijo, nunca hubo personas dentro de la casa. —Una voz gutural
femenina susurró a sus espaldas.
Jenn se dio la vuelta y se encontró cara a cara con el mal. Lle vaba un
hundido jersey de cachemira de color rojo y pantalones de cuero negro que
abrazaba sus piernas. Pelo negro caía por su espalda, y se veía como una
mujer fatal de una película antigua de cine negro. Sólo que esta muj er
tenía un malvado aspecto, colmillos y una súper fuerza. Sostenía a Heather
por el cuello con una mano. Jenn vio cómo su hermana luchaba
débilmente contra su agarre, contra la falta de aire.
—Heather —dijo Jenn con voz ronca, extendiendo la mano—. Oh, Dios,
Heather.
Con los pies apenas tocando el suelo, Heather la miró con sus enormes
ojos azules. Su boca se movía, pero las palabras no salieron.
—Papá, ¿de qué está hablando? —exclamó Jenn, sin apartar los ojos de su
hermana y la Maldita.
Se hizo el silencio.
Más silencio.
La voz de su padre, temblaba tanto que apenas podía oírle cuando habló.
—Jenn… Jennifer… tenía que salvar a Heather. Lo hice porque ellos dejarían
a ella a tu madre y a mí solos.
En la oscuridad y segura,
En la oscuridad y ocultada,
20
Hel (o Hela) Diosa de la Mitología Nórdica
Traducido por Selene
que los vampiros eran considerados una amenaza local, no una global,
los Cazadores fueron entrenados por sus amos y sobre el grupo de Malditos, o de
M ADRID
Skye compartió su inquietud sobre la misión con Antonio: si los Malditos eran
tan descarados como para establecer un laboratorio en el sub sótano de un
edificio público, ellos tenían que tener amigos en puestos influyentes. Por lo que
ella sabía, esta "misión" podría ser una trampa, para deshacerse del espinoso
problema de tener un equipo español de Cazadores. Junto al padre Juan, Skye
había lanzado las runas y consultado otros numerosos arcanos, en busca de
augurios para predecir el resultado de su misión. Ni ella ni el extraño hombre
santo, que era tan versado en los asuntos de la Orden habían sido capaces de
averiguar que les esperaba a los Cazadores en el almacén. El padre Juan se
disculpó, y le aseguró que iba a orar.
Pero Skye era una hija de la diosa y nunca había tenido muchas razones para
creer que el Dios cristiano iba a interceder en su favor.
Y así, ella había recurrido a. . . otros lugares, en busca de ayuda. Pero no hubo
respuesta, ninguna, y le preocupaba que al alejarse del círculo sagrado de su
grupo, ella podría haber revelado demasiado sobre los planes de los Salamanca y
los hiciera aún más vulnerables.
El sentimiento de culpa, casi hizo que le contará todo al Padre Juan, en busca de
la absolución en caso de que ella muriera. Pero su miedo la mantuvo en silencio,
y decidió que se llevaría sus secretos a la tumba.
Y hablando de peligro...
Armas ocultas bajo sus ropas ―cortas espadas envainadas bajo sus voluminosos
abrigos, los ingredientes para disfrutar de un cóctel de Molotov pegado a sus
piernas― los Salamanca y sus "civiles", el científico con mal aliento, pasando a
través de pilas y pilas de volúmenes encuadernados de color burdeo y del cazador
verde, con títulos estampados en oro. Skye no podía dejar de preguntarse si
alguno de los libros contenía las pistas que podrían ayudarla a combatir esta
secreta guerra. ¿Alguno de ellos siquiera menciona la palabra "vampiro" no
inmediatamente vinculados a la palabra "mito"? Las historias de lo que había
pasado ―la verdadera historia― todavía estaba por escribirse.
Ella había sido pequeña cuando los Malditos habían hecho sentir su presencia.
Ella recordaba sentirse sorprendida, asustada y fascinada al mismo tiempo. Fue
una de las únicas veces que sus padres le permitieron tener la televisión
encendida en casa. Ellos le dijeron que era sólo para mantenerse al corriente de
las noticias importantes del mundo terrenal y no para pudrir su cerebro.
Skye miró hacia Antonio, que estaba tranquilamente caminando junto a Eriko
bajo las luces fluorescentes. Los vampiros dijeron que querían vivir en paz, pero
él era el único que había demostrado cada vez que podía que vivir y trabajar con
los seres humanos era posible. Él era fascinante, y a menudo ella oraba porque él
y Jenn pudieran encontrar la felicidad juntos.
Incluso cuando era humano, tenía extraños hábitos ―deslizar sus uñas sobre sus
enemigos como si fueran garras, beber de los arroyos mojando su rostro en el
agua y chapotear con su lengua, para después dar un gruñido que nacía desde
su cuerpo y que parecía hacer vibrar el aire a su alrededor.
Antonio siempre había actuado como una persona. Esa había sido la forma en
que los vampiros siempre habían dado una falsa sensación de seguridad― porque
no se ven diferentes. Los vampiros atraen groupies, clubs de fans, mujeres de
mediana edad y jóvenes se desmayan sobre ellos. ¿Personas que h abían
aumentado sus colmillos y se ponían ojos brillantes? Eso los hacía parecer algo. .
. retorcidos. ¿Personas convirtiéndose en monstruos? Eso era algo que temer.
Al principio Skye había tenido miedo de Holgar. A diferencia de Antonio, que era
difícil de leer. Su sonrisa fácil y amplia ocultaba algo oscuro que la asustaba.
Antonio había sido convertido cuando era un hombre joven y tenía recuerdos de
lo que era ser humano. Holgar había nacido como un lobo y no sabía nada de
cómo era la vida para aquellos que no lo eran.
Ella había aprendido, sin embargo, a leer su lenguaje corporal y cómo reaccionar
ante él. Se había sentido como una idiota al principio y, ocasionalmente lo
acariciaba como si fuera un perro, murmurando banalidades. La primera vez que
accidentalmente le dijo que era un buen muchacho, se había sentido mortificada.
Sin embargo, en lugar de enojarse él había rozado su brazo contra el suyo en lo
que ella interpretaba como una señal de afecto. Eso era lo que Jamie no entendía
de Holgar.
―Miedo. Este lugar apesta a ello ―aspiró el aire e hizo una mueca.
―Yo también lo huelo ―dijo Antonio en voz baja, moviéndose al lado de ellos―.
Algo es diferente aquí.
Eriko ya estaba varios pasos delante y, o bien no los oyó o no le importó ser
parte de la conversación.
―Eso es lo que parece ―dijo Jamie―. Pero ellos también están comunicándose.
Skye observó a una chica pálida, con su cabello negro hacia atrás con una cinta
escarlata escribiendo algo en su cuaderno, y el hombre de piel oscura al lado de
ella, con una sudadera de fútbol del Real Madrid, echó un vistazo. Real Madrid
21
No, mi pequeña bruja
golpeó dos veces con el lápiz sobre la mesa. Un chico con una banda para la
cabeza asintió con la cabeza casi imperceptiblemente y luego borró lo que fuera
que había escrito.
―No vamos a llamar más la atención de ellos ―dijo Antonio, empujándolos hacia
adelante para seguir a Eriko, que estaba casi fuera de vista.
El resto lo siguió y Skye trató de mantener sus ojos en el suelo para no fijar su
vista en un sólo grupo de personas. Ella movió las manos lentamente. No era
exactamente un hechizo desvanecedor, los cazadores todavía eran visibles. Sin
embargo, si funcionaba se aseguraría de que la gente no estuviera interesada en
ellos cuando los viera.
El encantamiento que Skye había practicado con su familia crecía con el tiempo,
habían sido más débiles en comparación con los que había hecho desde su
llegada a Salamanca. Ella pasó todo el tiempo que pudo con el padre Juan,
aprendiendo nuevos hechizos, hechizos defensivos. Él incluso le había enseñado
un par de hechizos para atacar, pero tenía demasiado miedo de usarlos. Fue un
error, pero eso era lo que su educación le había enseñado. Sin embargo, cuanto
más tiempo pasaba y más vampiros aparecían, ella se preguntaba si esto era
sobre lo que sus padres hablaban.
¿En qué crees Skye? Hay días en los que ella no estaba segura.
―Puedo oler la diferencia en el aire ―insistió Antonio―. Tiene que estar aquí.
Skye lanzó una rápida mirada alrededor para asegurarse de que no estaban
llamando la atención. Afortunadamente, no había nadie más a la vista. Holgar
caminó lentamente, olfateando como un perro. Finalmente se detuvo y respiró
hondo varias veces en un mismo lugar y luego dio un paso atrás
―Es aquí―dijo, trazando con el dedo una parte aparentemente lisa de la pared―.
Ésta es la apertura.
―¿Estás seguro? ―le preguntó Michael, con una voz muy fuerte en el silencio que
los rodeaba.
Skye saltó. Casi había olvidado que el científico un poco nerd estaba con ellos.
Había seguido sumisamente tras ellos en silencio.
―Ja22 ―dijo Holgar.
―Confío en su nariz ―espetó Jamie―. Si él dice que está aquí, está aquí.
Skye estaba impresionada de que Jamie estaba confiando en Holgar, sobre todo
teniendo en cuenta que Jamie no confiaba el resto del tiempo en Holgar en
absoluto.
―El padre Juan dijo que había un resorte oculto ―les recordó Eriko―. La puerta
se abre con presión.
Antonio lo hizo.
OAKLAND
22
Sí.
23
Español original
JENN, HEATHER, Y AURORA
Jenn se volvió hacia su padre en estado de shock. No podía ser cierto. Su padre
nunca la habría tentado a venir aquí para ser asesinada. Sin embargo, el
sentimiento de culpa estaba escrito en su rostro.
―Te perdí hace mucho tiempo ―dijo―. Al final, fue la decisión correcta.
Ella quería gritar y arremeter contra él. Pero ella era un Cazador, y estaba viendo
cuatro vampiros a su alrededor. Temblando de horror, se tragó la bilis y se obligó
a evaluar la situación. El fuego había consumido toda la madera empapada de
aceite. El resto de la cerca había absorbido demasiada humedad de la niebla para
quemarse. Los vampiros tras ella estaban cerca de atacar.
¡Piensa, Jenn!, se ordenaba ella misma, mirando de nuevo a los vampiros que
tenían a Heather. La mujer de pelo negro emanaba poder, y Jenn sabía por
instinto que ella era mucho más peligrosa de los tres vampiros juntos tras de ella.
Jenn sintió como su cara se sonrojaba. Se decía a sí misma que los Malditos no
podían leer sus pensamientos, no sabía cómo se llamaba a sí misma.
―¿Y quién es a la que voy a tener el placer de estacar? ―preguntó Jenn, obligando
a su voz a sonar valiente.
―Bueno, tu puedes intentarlo tienes a Nick, Dora, y Kyle detrás de ti. Sin
embargo, si quieres saber mi nombre, te costará.
A Jenn no le gustó eso. Ellos fueron entrenados para no entrar en una discusión
con los vampiros. Era peligroso. No sólo podían hipnotizar a la gente, sino que
también podrían distraerla mientras que otros se deslizaban detrás de ti.
Al igual que los tres que estaban detrás de Jenn. Sin embargo, creía que ellos no
harían su movimiento hasta que la mujer delante de ella lo mandara. Así que
Jenn se mantuvo de espaldas a ellos y se enfrentó a su verdadero adversario, el
que estaba amenazando a su hermana.
―Mucho.
Algo frío y duro se estableció en el estómago de Jenn. Ella y Heather iban a morir.
No había una forma de salir de esto. No podía hacer nada para detenerlo. Ella era
una Cazadora, con pocas armas, contra cuatro vampiros y un humano que la
había traicionado. Se metió las manos en los bolsillos y sacó dos pequeñas
cruces.
El vampiro le sonrió, entonces movió una de sus manos libres, de repente uno de
los Malditos que había estado tras Jenn apareció frente a ella. Jenn se aprovechó
de su propia sorpresa para saltar hacia atrás, y luego se dio la vuelta y lanzó las
cruces en los ojos de los dos restantes vampiros, tomándolos por sorpresa.
Ellos cayeron al suelo, gritando y con humo saliendo de sus ojos quemados. Eso
no los mataría, pero si aminoraría su velocidad, dándole el tiempo que ella
necesitaba.
Jenn giró sobre su pie izquierdo y lanzó las cruces a su líder y al otro vampiro. El
chico levantó la mano y golpeo ambas cruces soltando un aullido de dolor.
Un rayo de luz atravesó la niebla y cayó al suelo justo delante del pie de la mujer.
Ella se sacudió y saltó hacia atrás. La niebla se estaba adelgazando, pocos ejes de
luz comenzaron a abrirse en varios lugares. El sol se ponía, y una vez que lo
hiciera, todo estaría perdido.
Jenn saltó hacia adelante, como un tigre terminando su matanza. Todo lo que
tenía que hacer era llevar al vampiro a uno de esos rayos de luz.
La mujer gruñó y lanzó a Heather como si fuera una pluma hacia el hombre con
la mano quemada. Este atrapó Heather y la echó sobre su hombro.
―Espera, dijiste que dejarías a mi hija ―llamó el padre de Jenn que estaba
afuera, con los brazos levantados hacia Heather. Su hija... como si Jenn no
fuera...nadie.
Jenn abrió la boca y dio la vuelta. Los dos vampiros estaban cegados pero
estaban recuperándose sobre sus pies, sus ojos aún no se habían recuperado.
Silbaban furiosamente. Su padre se echó a correr hacia el coche y Jenn lo dejó ir.
Estaba fuera de juego. Ella agarró la parte quemada de la valla, pero se deshizo
en cenizas sobre sus manos. Miró a su alrededor, desesperada por encontrar algo
que pudiera utilizar para matarlos. Se estaba quedando sin tiempo ―y de pronto
estaba corriendo.
Una casa borrosa pasó en la blancura lechosa, luego había unos arbustos, y
luego otra casa. Cortó a través de un césped bien cortado y salió por una calle
diferente. Todo se veía de pronto familiar. Parpadeando volteó hacia la derecha y
comenzó a correr cuesta abajo, que era más rápido y más fácil, pero corría el
riesgo de caer.
¿Dónde estaba?
Jenn comenzó a correr más rápido. A diferencia de su hermana, Jenn podía hacer
un gran esfuerzo físico y ella no tenía el asma que afectaba a Heather. Pensó en
su hermana pequeña y cuando le faltaba el aire después de que ella la
persiguiera. Heather nunca podría sobrevivir a la Academia, no importa cuánto
ellas lo quisieran. Jenn había sido una tonta al pensar por un segundo que
Heather podría soportar los rigores del entrenamiento.
Pero ella tenía el corazón para hacerlo, Jenn discutió consigo misma. Heather le
había salvado la vida, le advertía a tiempo sobre el vampiro que se escapaba por
detrás de ella, dispuesto a matarla, mientras que su padre se quedó en silencio.
Él observaba.
Su furia la inundó al rojo vivo, conduciéndola más y más rápido. Ella había oído
hablar de que esto ocurría, miembros de la familia vendiéndose unos a otros.
Pero nunca había pensado que podría suceder en su familia, no importaba los
problemas que existían. No era la manera de los Leitner. O al menos eso había
pensado. Nada le haría traicionar a su propia carne y sangre.
Ella estaba enferma de miedo de que nunca lo volviera a ver o a Heather otra vez.
Tendría que hacer todo lo que pudiera para salvarse y a su hermana.
Y para hacer eso, iba a tener que poner en peligro a su vieja amiga.
Oyó los pasos en su interior, un momento después se abrió la puerta y allí estaba
Brooke, parpadeando en estado de shock. Los grandes ojos verdes de Brooke se
abrieron, y ella dio un grito de alegría.
Jenn echó sus brazos alrededor de Brooke, ahogando un sollozo que amenazaba
con escapar de ella. Su amiga la abrazó antes de separarse y tirarla hacia el
vestíbulo de mármol blanco y negro. La casa era tan familiar para Jenn como en
la que había crecido y ahora tenía que convertirla en una fortaleza donde pudiera
tomar una posición. En línea recta, una escalera de madera con un corredor
floral llevaba a las habitaciones. A la izquierda estaba el comedor y la cocina, con
un conjunto de escaleras que conducían hasta el garaje. A la derecha estaba la
sala donde habían visto horas de películas, tocaron piano, tuvieron peleas de
almohadas, y contaron sus secretos más profundos. El olor familiar del humo del
cigarrillo de los padres de Brooke se quedaba en el aire.
Una vez fue la mayor preocupación de Jenn el morir de cáncer por ser una
fumadora pasiva. Parecía que una eternidad había pasado desde entonces, al
igual que sus recuerdos eran para Jenn como historias que había escuchado
sobre la vida de otro.
Brooke le apretó las muñecas, tirando de ella hacia la sala, pero Jenn se mantuvo
firme. Ajena a todo, Brooke continuaba tirando de ella.
―¿Qué te pasó? Todo lo que tus padres dijeron era que habías abandonado la
escuela. Yo sabía que no podía ser cierto. Pero no te habrías ido sin decirme algo
o enviarme un mensaje de texto, o llamarme o algo ―dijo Brooke, desconcierto y
dolor se veían en sus ojos.
―Lo siento mucho ―dijo Jenn, mirando hacia atrás por encima del hombro en la
dirección al vestíbulo―. No tengo tiempo para explicaciones. Necesito tu ayuda.
―¿Por qué? ¿Qué está pasando? ―La voz de Brooke se elevó, alarmada.
―No hay tiempo. Sé que era una tontería de venir aquí. Yo no tenía nadie a quien
recurrir, y viniste a mi mente―Jenn estaba balbuceando, pero no lo pudo evitar.
Los vampiros podrían estar afuera de la puerta ahora mismo.
―Simon, algo está mal ―dijo Brooke, arrastrando a Jenn a la sala de estar.
Un hombre alto, flaco, rubio-oscuro de su misma edad, vestido con una camisa
negra a botones y pantalones vaqueros, se levantó del sofá. Brooke se acercó a él,
y él le pasó un brazo por los hombros.
Whoa, Brooke tiene un novio y él es un bombón, pensó Jenn. Algo que era
totalmente inadecuado, pero que le sorprendió.
Jenn se volvió, rezando para que pudiera llegar a la primera puerta. Algo agarró
su cola de caballo y le dio un tirón lo suficientemente fuerte para tirar de ella
para hacer que se desplomara sobre el suelo.
Ella abrió la boca dejando salir todo el aire que le quedaba. Ella miró fijamente a
Simon y le oyó reír en voz baja. Tal vez estaba saboreando la ironía: había estado
huyendo de los vampiros, y ahora estaba encerrada con uno de ellos.
HEATHER
Un pequeño ic24 de olor metálico como papel de aluminio la rodeaba, podía ver
nada más que oscuridad. Se acordó de ser lanzada sobre la espalda del vampiro.
Debía haberse desmayado, porque ella no podía recordar nada después de eso.
¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?
Se abrió una puerta, escuchó unas voces. Se mantuvo quieta y trató de escuchar
lo que estaban diciendo.
—Quién sabe por qué ella hace algo, amigo —dijo la voz de un hombre. Sonaba
como un surfista.
—Es un error, burlarse de un cazador de esa manera. —Otro tipo, éste sonaba
más viejo y gruñón—. Y ¿por qué ella arroja el guante y le dice dónde poder
encontrar a su hermanita?
El alivio se apoderó de Heather. Jenn está viva. Jenn sabía dónde estaba, y ella
iba a buscarla, salvarla y matar a la vampira que le hizo esto.
24
Un circuito integrado (también conocida como IC, chip o microchip) es un circuito electrónico fabricado por la
difusión de patrones de micro elementos en la superficie de un substrato fino de material semiconductor. Los
circuitos integrados se utilizan en prácticamente todos los equipos electrónicos de hoy (ordenadores, teléfonos
móviles y otros aparatos digitales) y han revolucionado el mundo de la electrónica.
—No estoy de acuerdo. Ella es inteligente, más que una persona normal. Más
inteligente que nosotros.
—No, hermano, sólo digo que ella es como una especie de genio.
—El asma.
—El asma —dijo el más viejo y gruñón sarcásticamente—. Idiota. Eso es sólo una
excusa para dejar de hacer algún trabajo real.
—¿Lo hizo?
—Cool.
Heather apretó la mano sobre su boca para no gritar. El terror se apoderó de ella.
¡Jenn, sácame de aquí! rogó en silencio, lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Sí, claro.
El suelo cambió de repente debajo de ella, y sentía como que estaba siendo
levantada en el aire. De repente, el piso del ic, donde recargaba su mano, ya no
estaba y luego se detuvo tan abruptamente que sus dientes chocaron con un
tubo y el dolor explotó en su boca.
Luego hubo un movimiento hacia delante, y se dio cuenta que debía estar en
algún tipo de caja.
¡Ellos me van a poner en la carga! Pensó ella, inundándose de pánico. Tal vez si
gritara para pedir ayuda, alguien me escucharía y vendría corriendo. Entonces,
¿qué? Los vampiros sólo atacarían y se pondría peor la situación.
La llevaron hasta lo que parecía una rampa y luego la bajaron. Un rayo de luz
apareció cerca de la rodilla, y vio las rejas. No estaba en una caja, estaba en una
jaula como un animal. Lanzaron una lona negra sobre ella para alejar la luz. Vio
la alfombra beige en el suelo. Por lo tanto, no iba a ir en el almacenamiento de
carga, lo que la alivió un poco. Oyó pasos alejándose, después de exactamente un
minuto.
Heather se había emocionado cuando vio a Jenn luchar contra los tres vampiros.
Su hermana era increíble, al igual que todos los súper-héroes, pero aún mejor.
Esperaba que ella estuviera a salvo, y mientras deseaba desesperadamente que
Jenn la encontrara y rescatara, una parte de ella estaba aterrorizada de que si
Jenn tratara de hacer eso, entonces, la asesinarían. Heather no podía vivir con la
muerte de Jenn en la cabeza.
Heather se deslizó hasta el fondo de su jaula. Podía sentir los tubos presionando
su espina dorsal, y apretó los dientes. Tras lo que pareció toda una vida, el avión
por fin comenzó a estabilizarse.
De repente, la lona fue arrancada de su jaula, y parpadeó con furia por el brillo
repentino. Ella estaba a bordo de algún tipo de avión de una empresa de lujo.
Miró hacia arriba y vio a la vampira sonriendo hacia ella, con las manos en las
caderas. Sus labios brillaban en un tono rojo, Heather rezaba que se tratara de
lápiz labial.
—Es hora de la comida durante el vuelo —dijo, la lengua lamiendo sus labios.
Sus ojos eran del mismo color que su boca y brillaba con una luz de rubí.
Sonriendo con malicia, dio a Heather un pequeño guiño que envió escalofríos a su
espalda. Luego llegó a la puerta de la jaula.
M ADRID
Antonio casi se había hartado de los insultos y las insinuaciones de Jamie. Cerró
los puños y apretó hasta que se cortó la palma con sus propias uñas. El olor de la
sangre no hizo nada para calmarlo. Junto a él Holgar se endureció y le echó un
vistazo rápido, también, reaccionó al olor.
Esto ayudó a que Antonio se relajara, porque, después de todo, Jamie tenía
razón. Ellos eran los villanos. Tal vez ya era hora de dejar de huir de la verdad y
abrazarla.
Él negó con la cabeza. Era su parte monstruo la que estaba hablando. No era el
seminarista que amaba a Dios o el hombre que amaba a Jenn. Era el monstruo
que amaba la sangre y la muerte y la matanza. No podía dejar que esa parte
tomara el control, ni ahora ni nunca.
—Yo soy la Cazadora. Iré primero —susurró Eriko.
Su rostro era inescrutable, e imposible de saber si estaba hablando con él, con
Jamie, o con todos. Dio un paso adelante en la impenetrable oscuridad, y Jamie
desapareció detrás de ella, como un cachorro, con un cigarrillo sin encender
colgando de la boca.
Skye siguió junto a Holgar. Eso dejó a Antonio, cuya caza e staba asociada con los
Estados, solo. Correspondiéndole, entonces, vigilar a Michael Sherman.
Por la forma en que el científico estaba sudando, Antonio podría decir que no le
gustaba la oscuridad, incluso menos que Skye.
Puso una mano sobre el hombro del hombre y sintió el miedo golpeteando en la
sangre de sus venas. El hedor del miedo de los conspiradores a lo largo de la
biblioteca no era nada comparado con el temor que transmitía el hombre a su
lado.
Antonio se estremeció, deseando que hubiera algo que pudiera decir o hacer para
calmar al loco científico. Con el olor de su miedo—y su enfermedad—tan fuerte,
serían detectados mucho antes. Antonio debería haberle pedido a Skye poner un
hechizo sobre el Dr. Sherman, una especie de relajante muscular mágico.
Podrías hipnotizarlo. Dijo una voz en un lugar muy profundo de él, de un lugar
que no le agradaba mucho. Él la rechazó de inmediato, pero el pensamiento
regresó diez veces. Podrías salvarle la vida, a Skye y a los demás. ¿Cuál es la
diferencia si Skye lanza un hechizo sobre él para que se calme un poco?
Antonio se dio cuenta que estaba temblando. Muchas veces —decenas, cientos—
había estado con una lucha interna sobre hipnotizar a Jenn. Era como la versión
vampírica de coquetear con ella —tentándola, reduciendo sus defensas. Él había
jurado que nunca, nunca le haría eso a ella. Y entonces, trató de no hacerle eso a
nadie, a excepción de otros vampiros.
—Nada —dijo.
—No hay nada malo —murmuró Antonio, mirando profundamente a los ojos del
hombre.
—¿Estás seguro?
Antonio se acercó y puso una mano sobre el hombro de Sherman. Rayo láser,
cerró sus ojos. Para dar más fuerza al encanto, dejó salir al monstruo, sólo un
poco. Podía sentir sus dientes alargándose, y sabía que sus ojos estaban
cambiando. Sherman se le quedó mirando, fascinado, como cuando alguien se
quedaba mirando a una serpiente que estaba a punto de atacar.
—Debo… —dijo Sherman, tenía su rostro ligeramente relajado y los ojos fuera de
foco.
—… confiar en mí.
Sherman lo siguió.
OAKLAND
JENN
Sobre la espalda de Brooke en el salón, Jenn miró hacia los ojos rojos de Simón y
sabía que estaba muerta, a menos que pudiera alejarse de él.
La forma de luchar de Jenn puedo haber sido mediocre, pero una cosa que sabía
hacer era huir. El vampiro la miró de reojo, esperando que tratara de ponerse de
pie, o de rodar a un lado. Ella no hizo nada. Se separó de la tierra con los brazos
y las piernas y dio un salto mortal hacia atrás, clavándole en la cara con las
rodillas mientras lo hacía.
Así que Simón hizo un gesto con la cabeza hacia atrás y se levantó, alejándose de
ella. Fue el instante que necesitaba para terminar su maniobra, mover sus pies y
echarse a correr a la escalera.
Detrás de ella oyó un grito de sorpresa seguido de risas. Simón había esperado a
que tratara de escapar por la puerta delantera y asumió que ella había elegido
mal en tomar las escaleras. Pero ella conocía muy bien la casa, y tenía esperanza
de que aún mejor que él.
Cuando Jenn puso sus manos sobre la silla, esperaba que le salvara la vida.
Ella la tiró y puso su bota sobre ella. Agarró la primera tablilla y tiró duro. Por un
momento creyó que no era lo suficientemente fuerte. Entonces, la madera crujió
y, al final, dio paso a una grieta. Ella la arrancó y luego pasó a la siguiente. Se
rompió con más facilidad que la primera. Agarró la tercera, la rompió, y oyó que
la puerta delantera se abría y cerraba.
Se quedó inmóvil, escuchando, pero no oyó nada. ¿Si habían llegado más
vampiros y la alcanzaban? Reunió las tres tablillas en la mano.
No te pierdas, Jenn.
Oyó el crujido del tercer escalón superior, una vez, dos veces.
Dos vampiros arriba. Eso quería decir que uno estaba abajo. Probablemente
Simón. ¿Habrá herido a Brooke?
Jenn se metió entre el hueco de dos estantes que estaban a la derecha de la
puerta, y esperó. Oyó que la puerta de la habitación de Brooke se abría.
Entonces, se dirigieron a la habitación donde ella estaba.
Los vampiros pueden moverse a una velocidad vertiginosa, pero la gravedad los
trataba igual que cualquier otra criatura de la misma masa. Justo antes de que el
Cursor cayera al suelo, ella fue capaz de clavar la estaca en su corazón.
Tosió cuando el polvo la atrapó y llenó sus pulmones. Se arrastró con sus manos
y rodillas, con arcadas y tratando de no pensar en ello. Se las arregló para
arrastrarse con sus pies después de unos segundos, se limpió la boca con la
manga. Agarró su última estaca.
Sólo uno.
El novio de Brooke.
Jenn se deslizó por las escaleras, evitando las que crujían, y trató de maniobrar
sin ser vista. Brooke y su novio vampiro estaban de pie, mirando el camino que le
faltaba. Los ojos de Brooke eran enormes, y se aferraba al vampiro, que tenía sus
brazos alrededor de ella.
—No tengo idea. Ella está atacando sin razón —dijo Simón.
Jenn dudó por un momento. Avanzó lentamente. Entonces, Brooke la vio y dio un
pequeño grito.
—¡Brooke, aléjate de él! —gritó Jenn—. En este momento.
Brooke dio un paso delante de él, como para protegerlo. Sobre la cabeza de
Brooke, Simón le sonreía a Jenn, y unos escalofríos corrieron por su espina
dorsal.
—¿Casar?
Simón lanzó el cuerpo de Brooke en el suelo. Sus ojos estaban abiertos, sin vida.
—Bueno, supongo que tenías razón —dijo, haciendo gala de lamer la sangre de
Brooke de sus labios.
Atravesó la sala y huyó a la cocina. La cocina tenía una mesita en medio de ella, y
el lado que daba al comedor tenía estanterías que recorrían la longitud de la
misma. En estos estantes la madre de Brooke almacenaba sus aceites de cocina.
Jenn tiró el aceite de oliva, aceite vegetal, aceite de trufa, aceite de nuez de
macadamia, y varias otras botellas en el suelo, donde se rompieron y salpicaron
su contenido por toda la cocina.
—Mi suegra no va a ser feliz. ¡Qué lío que has hecho! Recuérdame que nunca
tengo que comer tus platillos.
Se acercó, rodeando la mesita, y Jenn dio unos pasos hasta que se estrelló contra
el mostrador. Abrió un cajón y cogió un cuchillo para carne y lo arrojó hacia él.
Cuando él se alejó para esquivar los cuchillos, ella encontró un encendedor BIC y
un paquete de cigarrillos de la mamá de Brooke. Encendió el encendedor y lo
arrojó hacia el suelo, y luego saltó sobre el mostrador.
Se arrastró hacia la sala. Lejos de ella. Temeroso de ella. Ella tenía que aferrarse
a su ventaja. Aturdida, Jenn se obligó a ponerse de pie, pero se cayó
inmediatamente —demasiada mareada para mantener el equilibrio.
Puso la estaca bajo el brazo. Se arrastró con sus codos tras él. Gotas de sangre
bañaban su cara como sudor, y ella negó con la cabeza para que no entraran en
contacto con sus ojos.
Gruñendo y jadeando, se empujó a sí misma con sus manos y rodillas, sus pies
deslizándose sobre las baldosas de mármol. Brillantes salpicaduras de color rojo
de su sangre manchaban el blanco de la habitación junto con las manchas de
ceniza que dejó el vampiro.
En el salón se agarró del piano y se alzó sobre sus pies. Jenn se lanzó a Simón y
cayó encima de él justo cuando estaba dándose la vuelta.
Ella se sentó a horcajadas y puso una bota en cada brazo. Él la miró con ojos
aterrorizados. Ella sacó la estaca de debajo de su brazo y la apretó contra el
pecho del vampiro.
—Ella, la vampira.
—¿Dora?
Él negó con la cabeza, moviendo su lengua para atrapar las gotas de sangre de
Jenn —eso era su combustible, su energía. Con lo que podía matarla.
—¡Respóndeme! —gritó Jenn.
—¡Sí, sí! —dijo sarcásticamente—. Vives aquí. Tienes que saber quién es. —Pero
ella no estaba segura de ello. Él no había venido aquí con los demás.
—Lo siento —le sonrió—. Supongo que brindo por tu hermana. Es una pena. Es
algo muy, muy malo.
Pregúntale a Brooke.
Jenn sintió que su corazón se rompía. Aurora tenía razón. Aprender su nombre le
había costado muy caro a Jenn.
Traducido por Kirara7
criaturas de Dios. Por esto se les dispensa de cometer un mal menor para frustrar
uno mayor. Lucha con valentía y honor cuando te sea posible, pero sacrificarlos a
OAKLAND
JENN
Muy tarde para hacer cualquier cosa bien, la alarma de incendios se apagó, Jenn
miró sorprendida sus pies, se tambaleó y extendió una mano para sostenerse con
el respaldo del sofá. Miró por un momento a Brooke. Luego respiró
profundamente, no había nada que pudiera hacer por los muertos, sólo podía
concentrarse en ayudar a los vivos.
―De acuerdo estoy aquí. ―No había duda, no segundos pensamientos. Los años
revolucionarios contraculturales de su abuela se habían afirmado. Jenn se sentó
con alivio y casi rompió en llanto.
―Tengo que llegar al aeropuerto, pero necesito que me lleven y recojan las cosas
de mi casa.
―No, no podemos hacer eso ―dijo Jenn dispuesta a no llorar―. Abuela tienes que
llegar rápido a casa, tienes que ver si mamá está bien, abuela. ―Ahora ella
lloraba. Con la misma rapidez se forzó a parar.
―Dime algo ―pidió su abuela.
―¿Qué?
―Pa-para que así dejaran al resto de ustedes solos pero Heather quedó atrapada
en el fuego cruzado y l-la secuestraron.
―Continua.
―La están llevando a Nuevo Orleans, voy por ellos pero necesito mi bolso que está
en la habitación de mi casa y no puedo arriesgarme a ir allí.
―Lo tengo. ―Se dio cuenta de que su abuela intentaba mantener el control.
―Estaré allí en una hora ―dijo su abuela y luego―. Si estás herida o lesionada,
lávate. Cámbiate de ropa, si viene alguien, vete. ¿Este es un teléfono fijo?
―De acuerdo.
Después intento limpiar la evidencia, pero era imposible, la sangre de Jenn y sus
huellas digitales estaban en todos lados, extrañamente la de los vampiros
también lo estaría. Es posible que las autoridades encontraran sus huellas en la
base de datos―ellos tomaron las huellas digitales en su secundaria antes de que
ella la dejara y se fuera para España, pero de alguna manera dudaba las de
Simón aparecieran. No había manera de saber cuan viejo era él o de donde era.
Tal vez traten de inculparla del asesinato de Brooke. Otra razón por la cual no
regresar.
Pensó en correr el riesgo y llamar por teléfono fijo y contactar al Padre Juan. Pero
él estaba en marcación automática en su celular y estaba muy nerviosa para
recordarlo. Lo mismo con Antonio. Lo mismo con los demás.
―No. Tu madre se irá conmigo, te llamaré una vez estemos acomodadas ella y yo
―agregó como énfasis.
―No serás capaz de llegar a ningún lado cerca de Nuevo Orleans, Los Malditos
han bloqueado la ciudad. Lo averigüe con unos viejos amigos. El aeropuerto más
cercano al que puedo llevarte es el de Biloxi. Apartar de allí son setenta y cinco
millas. Tendrás que hacer autostop. No te molestes en intentar rentar un auto.
Tienes que tener permiso para salir y entrar de Louisiana. Y no serás capaz de
conseguir uno, tendrás que intentarlo por la frontera, casi he pensado ir contigo.
―Necesito saber que tú y mamá estarán a salvo ―se preguntó si las volvería a ver
de nuevo. O su padre.
―Niña, nadie está seguro. Nunca más. Tú de todos deberías saberlo mejor.
―No te preocupes, encontré algo en lo que soy más útil. Hay un movimiento de
resistencia, y ellos necesitan gente con experiencia. No tendrás que arrastrar mi
anciano cadáver a la antigua como un maldito albatros.
Jenn casi le pregunta si se habían ido o estaban muertos, y luego se dio cuenta
que no quería saber la respuesta. En su lugar ella asintió.
―No confíes en nadie, se decente, se amigable, no hace daño jugar a ser tonta de
vez en cuando, hay gente en este país que aún te subestimarán si eres callada…o
mujer. Usa eso para tomar ventaja. Trata de no estar a más de media hora de tus
alimentos, agua o ayuda médica ¿ya has llamado a tu gente?
―No, aún no. ―Lo había querido, pero lo primero era salir.
―No, quiero decir, físicamente estoy bien, pero tengo grandes problemas
―admitió.
―¿Qué pasó?
―Todos lo sentimos mucho, padre. ¿Vas a venir ayudar o no? ―Su abuela
interrumpió, lo suficientemente alto para que él escuchara.
―¿Tu abuela?
―¿Cómo adivinó?
―Dile que tiene las orejas de un zorro. Por supuesto que iremos a ayudar. El
equipo salió en una misión. Iremos hacia Nuevo Orleans tan pronto como vuelvan
y nos encontraremos contigo allí.
Ella asintió.
―Dale a ese chico tuyo un beso de mi parte y dile que romperé sus piernas si te
lastima.
Vigilando. Escondiéndose.
―Dinero, el suficiente para llevarte a dónde necesitas y algo más. ―Su abuela
respondió severamente―. Cuando estás en problemas nunca tienes demasiado
efectivo a la mano.
―Aquí está tu boleto electrónico. Y una identificación falsa. ―En modo negocio su
abuela le entregó una confirmación impresa y una licencia de conducir emitida
en California a nombre de Jacqueline Simmons. La foto se parecía a una de las
de la época de estudiante de Jenn. El boleto electrónico era para Jacqueline
Simmons
―Pero, ¿cómo…?
―Tengo documentos para toda la familia, en caso de que algo como esto surgiera
la he actualizado cada año desde que estalló la guerra. ―Los rasgos de la abuela
se endurecieron―. Por su puesto imagine que tu padre sería…―Su voz quedó
atrapada, luego apretó su mandíbula. Luego exhaló.
―Por cómo se ven tus pupilas tal vez tengas una contusión. Si no puedes ver un
doctor, por lo menos mantente despierta por las próximas doce horas.
Permanecer despierta en el avión resultó ser más fácil decirlo que hacerlo. Miró
una película, una historia de amor cursi en un intento por mantenerse despierta.
Media docena de veces se sorprendió dormida y levantó su cabeza, el miedo hacia
que su corazón palpitara.
Afuera logró ver una torre de vigilancia. Tan casualmente como pudo, sacó su
teléfono celular y llamó al padre Juan de nuevo. Él sonaba preocupado pero le
dijo que todo estaba bien.
Elevó su mochila por encima de su hombro y miró hacia la parada de taxis, pero
la señal en rojo decía SÓLO DESTINOS DENTRO DEL ESTADO. Palideció y miró
nuevamente a sus compañeros de viaje.
―Oh, caramba ―dijo con una pose y poniendo acento sureño―. Perdón, pero
¿alguno de ustedes se dirige a Louisiana? mi madre acaba de llamar y dijo que no
podría llegar. ―Agitó las pestañas―. Simplemente no tengo la más remota idea de
lo que tengo que hacer.
Antes de que el chico pudiera decir una palabra, una mujer de mediana edad
usando un suéter azul brillante decorado con ositos y banderas estadounidenses
miró al hombre y se interpuso entre él y Jenn. Le dio a Jenn una amable pero
preocupada sonrisa.
―Por amor a Dios, cariño ―dijo ella―. No deberías hacer esa clase de cosas, mi
esposo Oral y yo estaremos felices de llevarte.
―Gracias por su amabilidad señora. ―Jenn arrastró las palabras―. Estoy segura
de que no sabe cuán agradecida estoy. Es tan aterrador estar aquí sola.
―No tienes por qué preocuparte ―dijo la mujer―. Oral se fue a traer el auto,
¿dónde está tu gente, cariño?
―Bueno te llevaremos tan cerca como podamos ―dijo la mujer sonando algo
tensa.
M ADRID
SKYE, HOLGAR, ERIKO, JAM IE, ANTONIO Y EL DR. M ICHAEL SHERM AN.
Eriko dio un paso cuidadosamente hacia la oscuridad hacia el otro lado de la sala
de lectura, la luz de la linterna difícilmente podía alumbrar su camino. A ella no
le gustaba nada sobre la misión. A ella no le gusta el Dr, Sherman, el cual estaba
en la retaguardia con Antonio. Era demasiado nervioso para ser de confianza.
―¿Eso es todo?
―A menos que tengan hambre ―replicó Antonio―. ¿Nunca has visto un vampiro?
Llegó a una escalera larga y sin usar, la barandilla de broce estaba llena de polvo
y telarañas, y el ángulo en que se encontraban las hacían parecer un abismo
infinito.
―El hoyo del conejo ―susurró Skye y Eriko sostuvo una mano en alto en señal de
silencio.
Todos ellos avanzaron hacia abajo sin palabras, la luz alumbrando sus pies.
Eriko llegó a preguntarse si llegarían a algún terreno o piso o si llegarían al
infierno en el que el padre Juan creía.
Se sentía como había imaginado que sería el infierno, sus músculos estaban
adoloridos, le dolían de los pies a la cabeza, doblar las rodillas al caminar hacia
abajo era insoportable. El elixir le daba gran fuerza, velocidad y habilidades
curativas. Sin embargo funcionaba sólo con el cuerpo que ya tenía, eso significa
que el aumento de masa muscular era abrumador para su estructura y muy
seguido se encontraba muy débil y con dolores en medio de la noche. Y se estaba
volviendo progresivamente peor.
Por fin llegaron al final de las escaleras. La luz provenía de algún lugar pasando
el corredor. Había suficiente para que Eriko apagase la linterna. Los vampiros
podían ver lo suficientemente bien en total oscuridad, pero podían ver mejor con
la luz encendida como humanos, afortunadamente para su equipo no anunciaría
su posición con linternas.
Los otros esperaban agrupados para que ella hiciese algo, esperando que ella los
liderada. No era la vida heroica de un samurái que había ambicionado cuando
estudió y entrenó para ser recompensada por el elixir. Después de las dos
horribles muertes de sus dos mejores amigas Yuki y Mara. Ella no quería amigas,
había concentrado toda su energía en un objetivo: convertirse en la Cazadora,
caminar sola como una emisaria de venganza. Había sido la más fuerte, la más
sigilosa, viéndose a sí misma como una ninja solitaria.
La luz se hizo más brillante mientras caminaban por el corredor, a través de las
ventanas cuadradas cortadas en dos puertas de acero, ella y Antonio podían ver
una gran habitación llena de hombres y mujeres―tal vez vampiros―y más equipo
científico del que había visto en un lugar, grandes maquinas con botones, tubos
de vidrio y un gran telescopio o tal vez un láser. Mesas de madera con pinzas de
acero y un montón de capsulas Petri. Parecía un escenario de una loca película
de ciencia-ficción. También parecía muy sofisticado para ser armado
rápidamente, pero la forma torcida en que algunas máquinas estaban colocadas
indicó que la prisa había estado involucrada.
Ella le hizo señas al Dr. Sherman, quien vino a su lado y miró cuidadosamente
por la ventana, él estudió la habitación por un momento, luego
susurró―Ahí―señaló un pequeño refrigerador de cristal, en una mesa lejana a la
izquierda de donde ellos se paraban. En su interior se podía ver una hilera con
frascos de líquido claro.
―¿Estás seguro? ―Ella se atrevió a susurrar, incluso aunque los vampiros tenían
mejor audición.
―Ellos se parecen a los míos ―susurró de vuelta―. Tapones lavanda, etiquetas
verdes.
Como en una señal, una de las mujeres de la habitación se puso unos guantes de
goma azules y una capucha con máscara de plástico, luego cruzó hacia el
refrigerador. Eriko la siguió, detectando su miedo en los movimientos mientras se
acercaba al refrigerador. Era obvio que ella tenía miedo de lo que estaba dentro
del refrigerador.
Haciendo un puño, ella índico que todos debían prepararse, cuando abriera su
puño, esa sería la señal. Luego encontró paz consigo misma, lista para enfrentar
la muerte si era necesaria, y casi dándole la bienvenida a través de la neblina de
su dolor.
Se volvió y asintió una vez hacia el pasillo, donde el resto del equipo estaba
reunido, mientras él hacia el reconocimiento ellos se preparaban para la entrada.
Sherman voló a la espalda de Antonio, sus ojos muy abiertos, pero mucho más
tranquilo de lo que había estado antes.
―Ve por el virus ―dijo Antonio, sin explicarle porque no iba por este él mismo―.
Te cubriré.
Tres vampiros se dirigían hacia Antonio; se preparó para el ataque cuando dos
Malditos más cerraban las puertas de metal―la cual era la entrada principal al
laboratorio. La única forma de escapar era por donde ellos habían entrado.
Eriko saltó a la batalla para ayudarle a luchar con los dos vampiros, ellos
lucharon de ida y vuelta, ambas partes buscando la ventaja hasta que finalmente
Antonio estacó al vampiro de Eriko y se volvió hacer lo mismo con el otro.
Eso no tenía sentido, Sherman ya había dicho que nunca lo había probado en un
vampiro real. Pero en ese justo momento un Maldito se dirigía a Antonio, así que
él se alejó y le hizo zancadilla, siguiéndolo para empujar su rodilla en la garganta.
―¡Sí!
Nada más pasó. El vampiro se quedó quieto, parpadeando hacia él. Antonio miró
al científico que estaba mirando fijamente a su paciente de pruebas. El olor de la
infección le dio nauseas a Antonio. Ahí fue cuando Antonio se dio cuenta lo que
estaba mal con el hombre.
Alrededor de ellos todo era caos, y parecía tan absurdo que se sentaron en
silencio, como un cuadro en un espectáculo de navidad. El vampiro no luchó
como si sintiera que si luchaba, Antonio lo mataría en menos de un segundo.
No virus. Casi por un momento el sintió un gran alivio, casi como alegría. Luego
estacó al vampiro y se volvió a reportar a Eriko. Pero ella había visto la
demostración, asintió pero no dijo nada mientras estacaba a otro vampiro.
El científico estaba muerto. Sus ojos congelados con terror. No tenía pulso o
respiraba. ¿Por qué alimentarse de sangre infectada en lugar de sólo romper su
cuello? Antonio se preguntó. Había sangre cerca de las dos marcas del cuello de
Michael donde había sido mordido. Pero eso no explicaba la sangre en su boca.
Una terrible sospecha llenó a Antonio, y miró la boca abierta del científico, su
boca y lengua recubierta de sangre. Antonio olfateó. No era su sangre, era la de
otra persona.
¡Dios, no! ¿Había sido convertido?, se preguntó. Escuché su corazón latiendo. ¿No
es así?
El otro hombre parecía fundirse hasta que sólo quedó uno. Una negra cruz de
Jerusalén colgaba de su cuello. El sangrado negro en su ropa negra se fundía en
uno que Antonio casi no lo podía ver. El hombre lo vio y alzó su mano en modo de
saludo. Y luego también entró a las columnas ondulantes y desapareció.
HEATHER.
Había parecido durar como media hora, pero sabía que no podía ser. Jenn le
había dicho que un vampiro podría drenar la sangre de un humano en cinco
segundos. Ella no estaba muerta. Podía sentir cada doloroso latido y agonizante
respiración. Tuvo que haber sido sólo un segundo, aunque se había sentido como
toda una vida.
Cuando Aurora terminó con ella. El vampiro hizo un ronroneo y la había dejado
caer de vuelta al piso de la jaula. Heather no sabía cuánto tiempo había pasado
así, acurrucada. Sabía que en algún momento alguien―ella pensó que pudo ser
el vampiro con la hermana asmático muerta―había metido un plato que olía
como carne de tacos. No había podido levantar su cabeza para comer aun si
hubiera querido.
El olor de la carne la mareó, y cayó en cuenta de que la estaban manteniendo con
vida por un tiempo. Lo que significaba que Aurora o alguien beberían de su
sangre, contra su voluntad. El año pasado Tiffany le había dicho que no podías
convertirte solo siendo mordida. Heather no quería saber porque estaba tan
segura. Salomón había dicho la misma cosa en televisión, pero Heather no le
había creído. Él era un vampiro, Un Maldito como Jenn los llamaba, un monstro
mentiroso, justo como Aurora.
Pero ella esperaba que esa fuera la verdad. Prefería morir que convertirse en un
vampiro. No estaba segura de si creía en el cielo, pero ser un vampiro sería un
infierno.
Escuchó voces murmurantes que decían que pronto llegarían a Nuevo Orleans, y
esa ciudad era una fortaleza de vampiros, incluso más que San Francisco.
Debajo del avión, durmiendo en sus casas, la buena gente de América soñaba.
Buenas personas que no hacían nada para detener a los vampiros.
Buena gente que hablaba de paz y tratados, buena gente que pensaba que luchar
no era necesario, buena gente que creía que hablar y aprender del enemigo era la
respuesta.
Esas personas que podrían ir al infierno, porque por ellos ella estaba en una jaula
como un animal. Sufriendo por la diversión y alimentación de unos seres
demoniacos que no debían ser reales. Y no sabía que le había pasado a Jenn.
Imágenes terribles del último momento de Jenn, flotaron en su mente.
Su pecho se apretó muy dolorosamente. Ella podía sucumbir a un ataque de
asma ahora.
JENN
Jenn y los Bethune estaban sentados en una mesa en la tienda Pecan Pie Grove,
que estaba al otro lado del estacionamiento del motel donde los Bethune habían
ingresado una hora antes. Su Mini Cooper estaba sin el equipaje. La frontera
entre Mississippi y Louisiana había sido cerrada, por lo menos, durante el resto
del día. Algo acerca de un fallo de seguridad que Jenn no entendía. Eso había
estado en las noticias, y la larga fila de autos se extendía por la carretera, girando
lentamente en la vuelta, comprobó la veracidad de la misma.
Estaba a punto de salir corriendo del restaurante, robar un coche, conducir por
el desierto y cruzar la frontera ilegalmente. Los Bethune eran filosóficos. Por sus
reacciones, vio que este tipo de cosas sucedían con cierta frecuencia. De
inmediato se registraron en el motel y le dieron a ella una habitación contigua.
Jenn ya estaba haciendo sus planes para escaparse después de que estuvieran
dormidos.
—Lo bueno es que regaste muy bien las plantas de hiedra antes de irnos —dijo
Oral a Modean.
—Jackie, cariño, tienes que comer. —Jenn estaba usando el nombre falso de sus
papeles. Jacqueline Simmons.
—Perdone un momento, Señora Bethune —dijo ella con dulzura—. Estoy tan
preocupada por mi Maw-Maw. —Levantó su celular—. Voy a llamarle una vez
más.
—Hazlo, cariño —dijo Modean mientras Oral, que era demasiado grande para ser
el dueño de un Mini Cooper, tomó las dos últimas galletas y las dejó en su plato.
Modean le dirigió una mirada, que fingió no ver.
—No.
—Los tendrás que comer —insistió—. Así que vete a dormir a la habitación del
motel. Y descansa un buen rato, mientras que tengas la oportunidad. Y luego
deja que los Bethune te lleven a través de Louisiana.
—Pero…
—Yo soy tu maestro —le recordó—. ¿Quieres que me ponga como un Cazador, así
ella puede para hacer lo que yo digo?
A través de la ventana de vidrio, Modean saludó con la mano y señaló a la
camarera que estaba poniendo los platos grandes con pastel de carne y puré de
papas. Oral le sonrió a la camarera y levantó un vaso vacío, que había contenido
té helado dulce.
—Quédate con esa gente. Ellos necesitan cruzar la frontera, también —dijo el
Padre Juan—. Piensa con la cabeza, no con el corazón.
—Y ella dijo que iba a mantenerla con vida hasta el Mardi Gras. Si algo te sucede,
tendremos que rescatarte. Escúchame —dijo con firmeza mientras se preparaba
para discutir—. Vamos a aterrizar en el aeropuerto de Nueva Orleans. No
tenemos ninguna frontera que cruzar. Sólo algunos malos vuelos. No hagas esto
más difícil para nosotros.
—Está bien.
—Ah, al fin y al cabo una oración —dijo en voz baja—. Si Dios quiere, no veremos
pronto.
Ella casi podía sentirlo haciendo la señal de una cruz sobre ella. Colgó el teléfono
primero. Miró por la ventana otra vez. Oral Bethune levantaba el plato de Jenn,
como si le estuviera advirtiendo que su comida se estaba enfriando. Levantando
un dedo, ella llamó a su abuela. La llamada fue directamente al buzón de voz.
—Estoy bien. —Fue lo único que dijo. Si alguien robara el teléfono de su abuela,
no sería capaz de saber dónde estaba Jenn.
—Menos mal que he traído un buen libro —dijo Modean—. Y todo lo necesario
para tejer.
—Me pregunto si tienen televisión de paga —respondió Oral—. Jackie, ¿qué tipo
de películas te gusta ver?
¿Está loca? Jenn quería gritarle a esta mujer en su suéter de osito. Pero ella
mantuvo su compostura y juntó las manos en su regazo.
—Estará aquí antes de que lo sepas. —Modean le sopló un beso—. Eres tan dulce
como el azúcar, Jackie.
Una costa detrás de él. Estirándose, él arrancó una naranja y metió la punta de
sus dedos en la piel de naranja, luego la abrió. En el interior, la fruta era de color
naranja con manchas rojas.
—Si yo tomo esto y como, ¿me hará como tú? —preguntó ella.
Su sonrisa se desvaneció.
Entonces el sol cayó al mar y el cielo oscureció como una hoguera. Luz de la luna
azul en su cabello, sus ojos brillantes de color escarlata, abrió su boca y sus
colmillos…
Jenn dio un salto, sin aliento. Bañada en sudor, dobló sus piernas y echó sus
brazos alrededor. Temblando, apoyó la frente en sus rodillas.
M ADRID
—Dime, otra vez, por qué estamos haciendo esto —gruñó Jamie al Padre Juan,
cuando se dejó caer junto al cabezal de sal y pimienta del cuello clerigal del
sacerdote y le entregaba el café que el buen padre había solicitado. Todo el equipo
estaba en el Aeropuerto Internacional de Madrid, en espera de su vuelo con
destino al Aeropuerto JFK en Nueva York. Para evitar ser detectados estaban
divididos en tres puertas diferentes, y Jamie había protestado rotundamente
estar separado de Eriko. Había argumentado que nadie en el mundo se daría
cuenta que la chica en peluca castaña y gafas de sol enormes era Eriko
Sakamoto, la Cazadora Salamanca. Jamie había cubierto la mayor parte de su
delgado cuerpo con un suéter negro y chaqueta de cuero, y un gorro negro de
punto que le tapaba hasta la frente. Se veía tan pomposo que dudaba que su
propia mamá lo reconociera. Si siguiera viva.
Después de la misión Cuevas sus fotos habían terminado en línea. Sus éxitos en
YouTube se contaban en millones. Afortunadamente, el video del celular estaba
borroso.
Además, con la ayuda mágica de Skye, el buen padre había colocado abracadabra
en sus pasaportes falsos, dando a quien tocara los documentos una sensación de
buena voluntad hacia la titular del pasaporte. La magia funciona mejor para unos
que para otros —como el caso con todas las armas defensivas— pero entre eso y
que el Padre Juan decía hechizos con tanta frecuencia como otros sacerdotes
católicos rezaban, como se supone que debían, Jamie no veía ninguna razón por
qué no podía ver a su compañera.
Pero en lugar de ir allí, donde podían hacer algo bueno, los Salamanca estaban
obligados a dirigirse a la dirección opuesta.
Otro condenado al fracaso.
Jamie hervía.
—Siéntate. —El Padre Juan le ordenó sentarse—. Eres peor que Holgar.
Rodando los ojos, Jamie se dejó caer en la silla negra de plástico junto al Padre.
—Por lo menos no ando dando círculo tres veces y me huelo el culo antes de
sentarme —gruñó. Frunció sus cejas rubias y ladeó la cabeza—. Nueva York —
pidió—. Nueva Orleans. Todo esto es un error.
—Heather, ¿así dijiste que se llama? Es una mocosa muerta —espetó Jamie.
No había Cazadores en Belfast. Nadie que hiciera frente a los monstruos que
aterrorizaban las calles. ¿Y por qué, si en todos los jodidos pueblos de Inglaterra
había por lo menos un Cazador? ¿Y en la capital de Irlanda del Norte, con tres
millones de almas pidiendo ayuda, no había ni uno?
El Padre Juan pensó que era sólo cuestión de tiempo antes de que los vampiros
se trasladaran a la Iglesia, tuvieran o no a los seres humanos para ayudarles. En
ese día la humanidad, realmente, sería condenada al fracaso.
Una vez fuera del alcance del oído del traidor, Jamie se volvió hacia el padre
Juan.
El padre Juan se levantó y miró hacia abajo con expectación a Jamie, quien ya
había terminado su té—que diablos, no tenía los nervios para aguantarlo— y se
mantuvo quieto.
—Estoy esperando aquí a Eriko —declaró, cruzando una pierna sobre la rodilla.
—Ahora tienes que abordar, hijo mío. —Alzó la mano e hizo la señal de la cruz
sobre Jamie, entonces sobre sí mismo—. Vamos.
En ese momento Holgar y Antonio se acercaban del lado del otro, y Jamie hirvió.
¿Los dos seres sobrenaturales del grupo podían pasar tiempo juntos?
Miró por primera vez al Maldito, y luego al lobo. Una vez Holgar había sido
marginado, los rumores acerca de su naturaleza bestial volaron. Hombres lobos
escandinavos decían que poseían unas cuantas gotas de sangre de vikingos
rabiosos, pero el Danés se había ganado a la mayoría de los estudiantes
rápidamente con su llamado ingenio. Jamie no encontró nada rápido de él
excepto su velocidad condenable y la capacidad de curarse a sí mismo. Y si
alguna vez el Danés desaceleraba en un lugar donde no había nadie más
alrededor…
—Guau —susurró Holgar, sus chispeantes ojos azules, como si pudiera leer la
mente de Jamie. Antonio seguía mirando a Jamie, muy neutral, como si nunca lo
hubiera visto en su vida. Los vampiros eran unos mentirosos astutos.
Jamie cerró los puños, odiando más a Antonio, si eso era posible. Si el Padre
Juan quería energía negativa, Jamie le daría mucha.
Ríos.
Y algo más.
***
Había rezado y trabajado en su magia casi sin parar desde la partida de Jenn de
España. Él no sabía que iba a pasar, hasta que ella lo llamó en su camino hacia
el aeropuerto. La única cosa que la visión le había dicho era que cuando le
llamara, tenían que responder.
De los equipos de cazadores, sabía que el suyo era la más rebelde. Salamanca era
la Academia que atraía a la gente de diferentes lugares. Sus cazadores tenían
muy poco en común, no compartían credo ni cultura con los demás. Los
combates que tenían entre ellos los hacían más fuertes. Sólo abrazaban las
diferencias que nunca serían lo suficientemente fuertes para manejar lo que se
avecinaba.
Había dos grupos de estudiantes: aquellos que se graduaban en un año, y los que
terminan en dos —si no se iban y sobrevivían. Cada nueva clase se dividía en
nueve equipos de diez alumnos, designadas por un número —1, 2, 3, hasta el 9.
No había nombres de fantasía o de inspiración para los equipos o los dormitorios
que compartían. Eso era por el diseño, convertirse en un Cazador era un trabajo
duro, brutal, con una muerte prematura como su recompensa más probable. La
formación en Salamanca no era romántica o linda.
Los 180 eran enseñados por doce sacerdotes, nueve hombres ex-militares y tres
civiles, con lo que el mundo viera como discapacidad aguda. Cada instructor traía
sus propios puntos fuertes a la mesa. Los ex-militares enseñaban el combate
cuerpo a cuerpo, armas, medicina de campo y tácticas. Su trabajo era endurecer
los cuerpos de los estudiantes y hacerlos armas letales. Los sacerdotes
enseñaban la historia del mundo, la historia vampírica, y el pensamiento crítico,
y preparando de otra forma las mentes de los estudiantes y las almas para la
batalla. Una cosa era tomar una vida, y otra muy distinta era estar en paz con
eso y ser capaz de hacerlo sin dudarlo.
Por ahora, sin embargo, algunos de los profesores más valiosos en su formación
no provenían de los sacerdotes ni de los guerreros.
Jorge Escobar, un joven que había sido incapaz de utilizar su parte baja del
cuerpo desde un accidente de coche cuando tenía cuatro años, enseñó a los
estudiantes a luchar, sin importar qué tan mal heridos estaban, y cómo
defenderse, incluso cuando estaban en el suelo. Les enseñó a perfeccionar sus
puntos fuertes a niveles casi sobrehumanos. Él mismo podría aplastar los huesos
de la muñeca de un hombre adulto con sólo dos dedos.
Estos eran, pues, los valientes hombres y mujeres que sacrificaron mucho para
convertir nuevos Cazadores. Que habían dado lo mejor de ellos. Incluso Antonio y
Holgar habían encontrado desafíos, y habían aprendido, con la ayuda de todos, a
aumentar sus sentidos ya agudos.
El último pasajero subió al avión, las puertas se cerraron tras él. El hombre se
dirigió por el pasillo y tomó asiento junto al Padre Juan. Se sentó, y el Padre
Juan pudo oler la sangre.
El padre Juan se puso rígido y miró de reojo justo a tiempo para ver un atisbo de
colmillos. Poco a poco bajó la cortina, sopesando sus opciones. Su equipo estaba
disperso a través del avión. Podría haber otros vampiros presentes, o
simpatizantes. ¿Estaban siguiendo a los Cazadores? ¿O simplemente viajaban en
el avión por otros motivos, otros planes?
***
—¿Hablas Inglés?
—Sí —dijo, manteniendo su mirada fija hacia adelante. Iba a ser un vuelo largo.
Se preguntó si podía hacer un poco de magia, sólo un hechizo para evitar su
interés. Miró al hombre a su derecha, que estaba viéndola, aparentemente no
teniendo nada mejor que hacer.
¿Ay, mi amor, me extrañas? Una voz que parecía susurrar dentro de su cabeza.
Un escalofrío recorrió su espalda, y se estremeció. Siempre le susurraba cuando
estaba sola, vulnerable.
Sr. Futbol comenzó a hablar de sí mismo, y ella trató de sintonizar con su mente.
Trató de centrarse en disipar sus sentimientos. Había una energía extraña que
parecía crepitar a través del avión, como la que precedía a una tormenta que se
acercaba. Cuanto más tiempo estaban en el aire, más intensa se hacía.
No debería estar aquí, pensó de repente, la certeza la abrumó. El Sr. Futbol se
inclinó hacia ella, y lo esquivó.
—Deja sola a mi chica —dijo, su voz con un gruñido bajo y retumbante. A Skye le
fascinó cómo sonó.
El Sr. Futbol rozó un dedo helado en la mejilla de Skye . Por la forma en que los
ojos de Holgar se abrieron como platos, sabía que no había detectado al vampiro,
o bien hasta ese momento había perdido el rastro por tantos olores. Sus ojos
recorrieron el resto del avión, y ella vio que su sonrisa se borraba. ¡Dios, no! Ella
podía decir por su expresión que había más de un vampiro en el avión.
Jamie no le hizo caso y siguió su camino hasta llegar a la fila de Skye. Él agarró
la mano del vampiro.
—¡Hazlo! ¡Trae al co-capitán, también! ¡Él iba a morderla! —gritó Jamie. Luego se
volvió al vampiro—. Eres un jodido imbécil, hijo de puta.
En ese momento, varios pasajeros más se levantaron de sus asientos. Skye contó
cinco. Sus ojos brillaban, sus colmillos se extendían.
Cerró los ojos y trató de conjurar un hechizo calmante. Su corazón latía con
fuerza, estaba demasiado asustada para concentrarse.
Pero en este momento en que sintió el halo dorado de su alma, que había vivido
antes, y los sueños de su corazón, que aún tenía que vivir.
—Espero que nadie viera a Antonio —murmuró—. Nadie que no debería haberlo
visto.
Él sonrió.
Skye recordó las palabras susurradas en su mente. Ella no las había escuchado
desde hace mucho tiempo y había comenzado a creer que quien le susurraba
había perdido el rastro de ella. En ese momento, allí mismo, ella se preparó para
decirle lo que había estado escondiendo este tiempo. Ella tenía un acosador, y él
era alguien malo, loco y peligroso de conocer. Pero Jamie subió con una mochila
por encima de su hombro y dijo:
Se fueron.
FUERA DE BILOXI
JENN
—Te ves cansada, cariño —dijo Modean en el desayuno. Las dos mujeres estaban
solas en la mesa—. Pero hay buenas noticias. Se ha reabierto la frontera.
Estaremos en camino tan pronto como Oral se despierte.
Les tomó una hora, pero al final salieron a la carretera. Resultó que, los Bethune
sabían cómo sobornar al guardia de frontera sobre ignorar a su pequeña y dulce
chica Jackie, que no tenía los documentos necesarios para entrar en Louisiana.
Se detuvieron para almorzar, mientras hacían los planes para llevar a Jenn
directamente a su Maw-Maw. Por tanto, con pesar, Jenn se deslizó por la ventana
del cuarto de baño del restaurante y corrió por el camino.
—No deberías estar haciendo esto, querida —dijo en un acento gangoso―. Nueva
Orleáns no nos pertenece más. Es de ellos. Yo me críe allí, y me he ido. La
empresa de transporte me ofreció el triple para ir a la ciudad, dije que no. Ese
lugar es pura maldad. Las personas que se quedan son propiedad de ellos. No les
gustan los extranjeros. Preferirían rajarte la garganta que preguntarte cuál es tu
nombre.
Jenn se sorprendió. Las cosas en España eran muy diferentes, ella viajaba con el
Equipo pero siempre vivía detrás de las puertas de la Academia.
No había oído algo acerca de lo mal que estaba la situación en Nueva Orleans, si
es que el camionero decía la verdad.
Ella salió de la cabina con su mochila por encima del hombro. Afuera, a
principios de la tarde, el cielo estaba nublado y con una llovizna tibia. Sus botas
se hundían en la tierra pantanosa, e hizo una mueca cuando sacó su pie derecho
de la suciedad, y buscó con la vista un lugar más seco. El aire pantanoso era una
bofetada húmeda contra su cara helada.
—Esta es la forma más rápida, ¿no? —preguntó ella. Eso era lo que le había
dicho.
—Oui. Ellos miran la carretera, pero el pantano te ocultará. —Levantó una mano
grande del volante y señaló a los árboles—. Pero no sé, querida. Eso no se ven
bien para mí, ahora que estamos aquí. Está bastante oscuro allí para que vayas.
Tal vez un Maudit—Maldito— está afilando sus colmillos en este momento, a la
espera de que alguien como tú camine hacia allá. ¿Has visto a una persona
después que los chupasangres la secaran?
Su rostro se suavizó con compasión, su ceño fruncido cada vez más profundo
mientras apretaba los labios, después de un golpe, las lágrimas no derramadas
brillaban en sus ojos.
—¿Así que estás aquí por venganza? No hay nada que puedas hacer, querida. No
hay nada que alguien pueda hacer. El Gobierno vendió todo después del río, tal
como lo hicieron cuando el Huracán Katrina llegó. Dejando que los vampiros nos
masticaran para que sólo ellos salieran libres.
Dio unos golpecitos con el dedo contra el gran crucifijo negro que colgaba del
espejo.
—Me alegro por eso, también. —Ella se movió para cerrar la puerta.
—No vayas a la ciudad —le suplicó, pero ella cerró la puerta, se alejó un paso, y
se despidió con la mano. Él señaló el crucifijo, y ella asintió con la cabeza, sin
saber exactamente lo que estaba tratando de decirle, pero estaría dispuesta a
aceptar sus buenos deseos y bendiciones.
Sus neumáticos chillaron cuando se fue. Una vez que el camionero se había ido
de la vista, metió la mano en la parte superior de la mochila por una estaca y la
apretó. Era lo mejor que podía tener. En las manos de Eriko o cualquiera de los
otros, era un arma formidable. En sus manos…
—Eres una cazadora entrenada —se dijo a sí misma—. Puedes hacer esto. —
Había cinco vampiros menos en Oakland como prueba de ello. Sin embargo,
sabía que había sido suerte. Sólo esperaba que, otra vez, la suerte estuviera de su
lado, porque en este punto ella era la única esperanza de Heather. Si no fuera ya
demasiado tarde.
Te odio, papá. Es lo mismo que si le hubieras pintado en el pecho el blanco… La
has matado.
Sacó su celular y alcanzó a ver un bar. Con la esperanza de que hubiera señal,
marcó primero al Padre Juan, a continuación, a Antonio, y no obtuvo el servicio.
Esperaba que estuvieran en camino, llegando a su ayuda, como el Padre Juan
había prometido.
Pero no estaban allí ahora. Ella estaba sola, consciente de que Heather era el
cebo y que ella estaba haciendo exactamente lo Aurora quería. ¿Por qué?
Seguramente para engañar a un Salamanca no valía la pena tanto esfuerzo,
especialmente cuando Aurora podría haberla matado ya. Jenn había pasado las
últimas horas preguntándose por qué Aurora se había alejado en lugar de
terminar las cosas. Estaba segura de que la Maldita tenía una razón, y estaba
segura que no le iba a gustar cuando se enterara.
Cuadrando los hombros, Jenn agarró con firmeza la estaca, abrió su bolsillo de
velcro y sacó el frasco de vidrio con agua bendita. Si un Maldito venía detrás de
ella, podría abrir el frasco contra el tronco de un árbol. El agua bendita quema
vampiros como ácido—vampiros, a excepción de Antonio. ¿No era eso prueba
suficiente de que él, verdaderamente, poseía un alma?
El pantano seguía resbaloso, aunque la lluvia había cesado. El sol luchando a
través de las nubes bajas y el follaje de los cipreses. Extraños palos de madera
gris se levantaban de los remolinos de agua. ¿Lagartos? ¿Vampiros en esas
pequeñas Canoas Cajun que había leído en alguna parte?
Sin embargo, el sol brillaba allí, así que siguió caminando hacia la carretera,
maniobrando con la estaca, agarrando la mochila de tal manera de poder
quitársela inmediatamente si tenía que hacerlo. Todos los demás en el Equipo
podrían utilizar una mochila como un arma, pero Jenn no tenía suficiente fuerza
en la parte superior del cuerpo para hacerlo.
25
Infiniti es una marca de autos
El aleteo de algo parecido a una libélula vibró en su oído, el sonido se hizo más
fuerte al pasar el Infiniti. Sintió una vibración en contra de las suelas de sus
botas. Era el rugido de un motor que venía detrás de ella en el largo camino
desértico.
¿Estaban más vampiros escondidos en las ramas y mirando de reojo detrás de los
troncos, a la espera? Y si es así, ¿qué debía hacer?
La camioneta rugió hacia ella cuando giró sobre sus talones y corrió hacia el más
cercano roble. El sudor cubría sus manos; se aferró a la estaca, la única que
tenía, y mantuvo el frasco de agua bendita en su sudorosa mano izquierda. Su
corazón latía violentamente, y se obligó a sí misma a no jadear, a respirar con
regularidad, mediante la técnica de ejercicio—la del aumento de aguante del
Cazador. Sus ojos no podían hacer un ajuste lo suficientemente rápido cuando
estaba con el sol brillante a la oscuridad del bosque, y ella sabía que tenía que
reducir la velocidad, o el impacto cuando se encontrara con el árbol la haría
noquear. Musgos españoles colgaban de ramas y le rascaban la frente mientras
corría a toda velocidad.
Vite es una palabra en Francés que se utiliza para decir "primero"—pero también
puede significar ―aprisa‖. Jenn había aprendido unas pocas palabras de un
estudiante en la Academia. Simone había salido, alejándose decepcionado, pero
libre. Tuvo suerte. La mayoría de los estudiantes que salían de la Academia lo
hacían en bolsas para cadáveres.
Pero ahora Jenn estaba atrapada. Los latidos de su corazón iban jodidamente
rápido, y la adrenalina se derramaba en su sistema. A través de un acto supremo
se obligó a respirar lentamente de nuevo. Sin embargo, sus ojos no se habían
adaptado; estaba ciega, a pesar de todas sus intenciones y propósitos.
Otro silbido le perforó el tímpano, tan sorprendentemente fuerte que casi cae
sobre sus manos. Si eso sucediera, el frasco se rompería.
El silbato era respondido…. de algún lugar detrás de ella. Sus ojos se abrieron. El
segundo silbador estaba en el bosque. Con ella.
Escuchó pisadas detrás de ella. Podría ser un vampiro, podría ser un ser
humano. Teniendo en cuenta la luz del sol, lo más probable es que quien se había
bajado de la camioneta fuera un humano, a menos que la furgoneta hubiera
rodado a la sombra. Y el chico había hablado con alguien, por lo que había por lo
menos dos de ellos. Tal vez estaban rodeándola.
Finalmente, alcanzó a ver las formas oscuras de los árboles, las cuerdas de
musgos españoles colgando como sogas. Se medio enderezó, y se deslizó
silenciosamente como pudo detrás del tronco del roble más cercano. Estiró el
cuello a su alrededor, tratando de ver en la penumbra.
—Te tengo —dijo alguien, cuando un golpe se estrelló contra la parte posterior de
su cabeza.
NUEVA ORLEANS
—Gracias a Dios por los sótanos —dijo el Padre Juan a Antonio cuando salió del
ascensor de servicio y cerró la puerta. Revisaron su equipo. Nadie tenía equipaje
documentado. Todo lo que habían traído, lo llevaban en sus espaldas. Eso
significaba que tenían carencias graves de armas de todo tipo.
Jamie resopló y guardó los cigarros. Todos estaban cansados y sucios, incluso
Antonio. El sol le afectó mucho. Cuando su avión se había retrasado en Nueva
York, el peligro de tener que caminar bajo el sol se había intensificado.
Afortunadamente, el camino, tanto en Nueva York y Nueva Orleans, había sido en
el interior, protegiéndolo.
Eriko caminaba con el Padre Juan hacia una puerta de metal gris. Antonio miró a
Skye, para ver si sentía algún vampiro cerca, y luego a Holgar para ver si algún
olor estaba fuera de lo común. Él no encontró nada. Todo el mundo estaba tenso.
El contacto del Padre Juan en Nueva Orleans le había enviado un e -mail con la
información diseñada para ayudarlos a conectarse con la banda local de los
combatientes, pero se negó a reunirse con ellos en persona. Dijo que era muy
peligroso, que ya había arriesgado demasiado, ayudándoles. La única razón por la
que se había metido, era porque el Padre Juan era un Sacerdote Católico, al igual
que él.
—Hasta ahora, todo va bien —anunció el Padre Juan cuando Eriko abrió la
puerta―. Él dijo que habría un carro de mantenimiento. Entonces un poco más
lejos, podemos llegar a las alcantarillas.
Sin embargo, fracasaste con la protección de la mujer, pensó. Y ahora ella está
muerta.
Por Jenn.
—Estamos por debajo de uno de los cementerios —dijo Holgar—. Entierran a sus
muertos en esas cajitas. ¿Cómo les llaman?
—Así que no los dejan ir por los canales —se quejó Jamie, evitando el agua fétida
que corría por el centro del túnel—. Maldita sea, esto es peor que las catacumbas.
No hubo respuesta.
JENN
Él era un hombre alto y de piel oscura, y cuando se estrelló contra el suelo, ella
se tiró encima de él, capturando su brazo izquierdo con la pierna derecha.
—¡No, no, no! —gritó, agitándola con el brazo liberado—. ¡Soy humano!
26
Entonces, en francés
—Me atacaste —le recordó ella, dándose cuenta de que no tenía sentido usar en
él la estaca. Lo que quería decir que su promesa de no dañar a los humanos salía
por la ventana si era necesario para defenderse.
—Esto es suficiente —dijo alguien a su derecha. Era la voz del hombre que había
oído salir de la camioneta—. Tengo un rifle apuntando a tu cabeza.
—Tengo una estaca apretada contra su corazón —dijo ella, levantándose sobre
sus rodillas y, debido a su peso corporal, profundizando la estaca. Ahora la piel
se cortó. Cuando él gritó, ella rodó fuera de él, y luego lo tiró a la posición de
sentado como si fuera un trapo, y lo aferró a su pecho. Reposicionó la estaca en
contra de su arteria carótida, tratando de distinguir la figura del otro hombre.
Pero estaba demasiado oscuro. Si él la podía ver lo suficientemente bien como
para disparar, era probable que fuera un vampiro o que tuviera lentes de visión
nocturna.
—¿Qué estás haciendo aquí? —El hombre —Lucky— exigió—. Nadie viene aquí.
—Esperen, paren, todos. —La voz pertenecía a una tercera persona, una mujer—.
Lucky, creo…creo que es una Cazadora. Tiene un parche de Salamanca. Tienen
una academia, ¿no?
27
Mierda, en francés
Habían encontrado su mochila. Su chaqueta con su parche de Salamanca estaba
doblada en el interior.
Una linterna de luz amarilla la alumbró, luego a su chaqueta y luego, otra vez, a
ella. Ella no se relajó, manteniendo la estaca presionada contra el costado del
cuello de su cautivo. Él la miró con ojos enormes.
—¿Es eso cierto? —El hombre del suelo preguntó—. ¿Eres una Cazadora?
—Si eres una Cazadora, estás entre amigos —dijo la mujer—. Lo juro.
La luz se volvió contra los árboles y luego se posó en el rostro de una mujer joven
y un hombre —Lucky. Ninguno de ellos parecía más viejo de veinte años, quizás
más jóvenes. La mujer tenía el cabello teñido de color rojo, y lo traía amarrado en
una alta coleta. Llevaba pantalones vaqueros andrajosos y una camiseta negra
con un estampado de la cara de una geisha japonesa, y la mochila de Jenn
estaba en sus brazos. Lucky parecía ligeramente gótico, con ojos delineados y
anillos en todos los dedos. Sus oídos tenían múltiples perforaciones.
28
Gracias en francés
El cuarteto la miró. Levantó la estaca lejos de la garganta de su cautivo y se puso
de pie. Todavía no estaba convencida de confiar en ellos. Pero como el Padre Juan
decía a menudo; había que ir por los instintos. Ella bajó su arma y levantó la
barbilla.
Lucky y la mujer empezaron a dar grititos y bailar. El hombre que casi había
estacado, se levantó y echó los brazos alrededor de ella. Y el hombre de más edad
bajó la cabeza.
Traducido por aLexiia_Rms
grupos de lucha. Nos envían donde podemos hacer el mayor bien —es
decir, causar el mayor daño a nuestro enemigo común. Pero la creación de equipos
más sabios, las fuerzas de combate de élite. Muchos de los que han oído hablar de
nosotros han protestado por nuestra propia existencia, llamándonos niño s en una
cruzada.
JENN
—Hay túneles por debajo de la mayor parte de Nueva Orleans. Han estado aquí
por años —dijo la mujer pelirroja a Jenn, cuando el hombre más viejo metió la
furgoneta negra en una estrecha calle detrás de un bonito y moderno edificio de
tres pisos, mezclado con balcones de hierro forjado—. Los piratas,
contrabandistas y los niños solían utilizarlos. Ahora lo hacemos nosotros. Y los
vampiros.
—Deja que la lleve por usted, Cazadora —ofreció Matt, el conductor, cuando Jenn
salió de espaldas, elevando su mochila por encima del hombro.
—Tienen ojos y oídos en todas partes —susurró Bernard sin mirarla—. Entre los
seres humanos, quiero decir. Si nos vamos por las calles superficiales, nos
atraparán.
—Tú nos estás salvando —dijo Suzy en voz baja cuando se encogió de hombros
bajo el árbol—.Solía haber más de nosotros. Llegó la policía... —Su voz se apagó,
y le tembló su labio inferior—. Nunca hemos vuelto a escuchar de Stan y Debbie
otra vez.
—Ella está diciéndote la verdad, su… —dijo Bernard—. Es al revés aquí. Nueva
Orleans es una ciudad cerrada. Nadie sale. Deberían advertirle a la gente, decirle
lo que es y en toda regla. Teléfonos y celulares no funcionan. El uso de Internet
privado está bloqueado. Es como la Edad Media.
—La gente que protesta se la llevan. Ellos nunca vuelven. Hubo una escasez
terrible por un tiempo, pero los Malditos comenzaron a conseguir meter
suministros. Los Nueva Orleaneses han captado el mensaje: seguir la línea, vives
y comes. Te quejas y desapareces.
—Entonces no eres tú —dijo Jenn. Ella estaba preocupada por Lucky. Luego, su
cabeza volvió a aparecer e hizo la señal de ―todo está bien‖.
—Esto es muy malo. —Jenn miró el túnel. Era una trampa mortal.
—Por favor, ven con nosotros. —Suzy le tomó la mano—. Es peligroso allá abajo.
Y tenebroso.
Ellos corrieron hacia la alcantarilla y bajaron por el túnel, uno a la vez. Hacía
más frío por debajo de la tierra, y olía peor que el pantano. El eco del goteo de
agua marcaban el tiro-rápido de los latidos de su corazón, y un par de pulgadas
de líquido maloliente cubría el suelo del túnel.
Evaluando su capacidad para defenderse, ella miró el rifle de Lucky. Sabía que
Bernard llevaba una pistola, pero esas armas no causaban un gran daño a los
vampiros, y nada permanente. Aseguró que su agarre a su estaca fuera bueno y
firme.
Con tanta calma como pudo, sacó su teléfono. Por supuesto que no iba a
funcionar bajo tierra, sin embargo esperaba un mensaje retrasado que hubiera
llegado hasta estas alturas.
Como si fuera una señal, la linterna de Jenn iluminó una huella sangrienta en la
pared. Tragó y la recorrió un escalofrío de miedo, y miró, estando atenta de su
alrededor, su mirada perdida en las sombras. Incluso si los vampiros vivían en
las casas, necesitarían los túneles para moverse durante el día. Bernard apagó la
linterna, y los demás hicieron lo mismo.
En España no era así. Ellos siempre eran aclamados como la salvación de los
ciudadanos. Ella nunca había tenido que ver la espalda alrededor de seres
humanos antes. Tal vez si lo hubiera hecho, esto no estaría sucedido.
Ella sacudió la cabeza. Su padre y ella nunca habían sido cercanos. Había sido
Papá Che quien le enseñó a montar en bicicleta, Papá Che animándola a tomar
riesgos, a pesar de que enfurecía a su padre.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás de ellos, Jenn había hablado. Dos
chicas de su escuela habían desaparecido, y estaba segura de que habían sido
matadas por vampiros. Había cosas malas que estaban pasando, ¿cómo podría
su padre hacerse de la vista gorda?
Él la había acusado de ser corrompida por Papa Che, dijo que sonaba como una
revolucionaria.
—Uno de nosotros debe. —Le había acusado. Y algo que había estado zumbando
en el fondo de su mente durante semanas llegó a la luz. Declaró que iba a ir a
España a estudiar para ser una cazadora.
Su padre se había vuelto loco, tanto que gritó a su alrededor sobre lo que su hija
debía y no debía hacer. Ella estaba yéndose, sólo paró en su cuarto para agarrar
su pasaporte—que tenía sólo un sello de Canadá—el dinero que había ganado
trabajando en el cine durante el verano, y una chaqueta.
Bernard iluminó un tramo de escaleras de madera podrida con el haz de luz. Las
barandillas estaban agrietadas y peladas, y la propia escalera estaba llena de
contenedores de poliestireno de comida para llevar, los periódicos estaban
podridos, y había botellas de cerveza. No parecía haber sido usada en años. Pero
mientras observaba, Suzy y Lucky agarraron la esquina izquierda de lo que
parecía ser una larga franja de redes de camuflaje debajo de la capa de basura y
lo doblaron por la mitad, dejando al descubierto una escalera mucho más limpia.
La basura había sido deliberadamente conectada a la red. Quedó impresionada
por el truco ingenioso, y memorizó la basura como algo que los Salamanca
podrían ser capaces de imitar en una fecha futura.
Sus mejillas quemaron. Era tan difícil pensar en un futuro. Si algo le hubiera
sucedido a Heather, el tiempo en su mundo se detenía para siempre, hasta el
momento en que su padre las había traicionado. Traicionó a las dos, cuando
pensó que estaba salvando a su "buena" hija al enviar a la mala a su muerte.
Ella comenzó a temblar. No podía pensar en ello ahora. Nunca sería capaz de
pensar en ello. Cuando apartó la cabeza y se secó los ojos, Bernard subió la
escalera y llamó a una puerta de madera en un código especial: -rap-rap-rap,
pausa, rap, pausa, rap-rap. Si estas personas eran inteligentes, lo cambiarían por
lo menos una vez al día.
La puerta se abrió, y una voz baja y tranquila habló en francés. Bernard contestó.
Jenn, quien nunca había estado en Nueva Orleans antes, no se había dado
cuenta de cómo muchos habitantes de Nueva Orleáns utilizaban el francés como
primera lengua. Era como estar en un país extranjero.
—Bon, pasa —dijo el extraño, mientras sostenía la puerta abierta.
En el otro lado un hombre joven con cabello oscuro debajo de un gorro negro
tendió una cruz, y otro, un pelirrojo un poco viejo, movió su ametralladora sobre
su hombro, dirigiéndose directamente a ella. Ella dejó sus manos a la vista,
comprendiendo—y aprobando—su cuidado.
Ajena a todos los demás, ella corrió hacia él y le echó los brazos alrededor. Él la
abrazó con fuerza y murmuró en español, tan suave y rápido que no pudo
entender lo que estaba diciendo. No le importaba. Las palabras no eran
importantes. Sus ojos cerrados fuertemente, ella apoyó la mejilla contra su pecho
y sintió sus fuertes brazos alrededor de ella, como las paredes que había
construido a su alrededor desde que Aurora había secuestrado a Heather.
Dejó salir su dolor y rabia, sin importarle que la vieran. Lloró hasta que se había
agotado. Entonces lo oyó silbar, como un suspiro en su mejilla, y sus músculos
de los brazos se flexionaron y su pecho se expandió. Él se apartó y ella volteó la
cabeza. Desde su punto de vista, pudo ver la lava incandescente de color rojo en
sus ojos. Afectado por su presencia tanto como ella había sido por la de él—él
estaba cambiando.
Desviando la atención de él, abrazó al padre Juan mientras caminaba hacia ella
con Eriko y Holgar. La besó en la frente, luego hizo la señal de la cruz sobre ella y
le entregó un pañuelo de papel.
—Gracias a Dios que estás a salvo —dijo mientras se limpiaba los ojos—.
Tomamos de inmediato un vuelo, y después nos pusimos en contacto con Marc
cuando tratamos de llegar, pero los celulares no funcionan aquí.
—Este lugar es una trampa mortal —dijo Jamie, sin saberlo, haciendo eco de sus
pensamientos exactos. Se apoyó en la pared y le frunció el ceño como si todo
fuera su culpa. Sus nudillos blancos en una botella Rabid Bet.
—Sí —dijo el padre Juan—. Hemos aprendido algunas cosas sobre Aurora. Ella es
una vampira muy antigua. No sé cuántos años. No sabemos qué quiere, o por qué
vino aquí. Los vampiros aquí la esperan.
—No sabemos. —El Padre Juan se encogió de hombros—. Pero creemos que
hemos encontrado una manera de encontrarla.
—Sí, claro —dijo Jamie, dando un paso adelante—. Hay que darle a Aurora en
sus propias manos un pequeño regalo envuelto. No es una buena idea.
—¿Un Equipo? —silbó Bernard en voz baja, y miró a Suzy, Matt y Lucky, que
acababan de entrar por la puerta. Jenn asumió que se habían quedado atrás
para reemplazar el camuflaje-escalera.
Suzy se puso de puntillas para besar al hombre pelirrojo, cuyo nombre era
Andrew. Él le sonrió y le jaló sus coletas. Jenn pensó que podrían ser hermanos,
y ella sintió un tirón terrible en su corazón.
Suzy miró a Jenn y le dijo:
—¿Volando bajo falsos colores? —murmuró Jamie mientras levantó los ojos hacia
el techo, bebiendo su cerveza.
—Ella es una Cazadora —elaboró el Padre Juan—. Eriko es su líder. Pero todos
son cazadores.
El hombre que les había abierto la puerta miró a Jenn con sus pesados parpados
y sus ojos un poco caídos, como si hubiera visto muchas cosas tristes en este
mundo.
—Yo soy Marc Dupree —le dijo—. La cabeza de este grupo de anti-vampiros. En
otra guerra la gente como nosotros se llamaba…
―Merci, Marc —dijo el padre Juan—. Ahora, si ustedes quieren, Jenn ha tenido
un impacto terrible. Su propio padre la traicionó por los Malditos, y ella casi fue
asesinada. Ya has conocido el resto de nuestro equipo: podemos ir a la otra
habitación, y proponer estrategias mientras Jenn descansa.
Cuando el Padre Juan abrió la boca para responder, Jamie resopló y terminó su
cerveza.
—Ella lo está ―gruñó Antonio, moviéndose hacia el irlandés tan rápido que Jenn
no lo vio hacerlo. Tampoco Jamie, quien se fue a correr hacia Holgar.
Jamie apretó los dientes y dobló sus puños, y el corazón de Jenn dio un vuelco.
Jenn se preguntó si le habían dicho a los extranjeros que Antonio era un
vampiro. Como si pudiera leer su mente, Antonio movió rápidamente su cabeza, y
la miró con ojos normales y oscuros.
—Por favor, basta —dijo el Padre Juan, mirando a sus anfitriones y lanzando una
mirada de advertencia a Antonio. Los ánimos acortándose. La tensión en la sala
estaba llena, y todos estaban en el borde—. Tenemos un plan, y ya está
ejecutándose.
Jenn exhaló lentamente cuando Marc Dupree miró largo y tendido a Antonio.
Entonces se dio cuenta que faltaba alguien.
SKYE
—No me digas así —espetó Skye. Su apodo español para ella era "un poco
borracha", en honor de la noche donde se habían reunido, cuatro meses antes, en
la víspera de San Juan, en la ceremonia de matrimonio de su hermana Melody a
las afueras de Stonehenge.
Los Yorks eran brujas poderosas, muy respetadas, y Melody York se unía a la
familia de brujas Highfal, era el evento de la temporada.
En la fiesta después del ritual de unión, Skye había bebido demasiado vino—no
estaba acostumbrada a beber—y había coqueteado descaradamente con un
visitante de fuera de la ciudad, el brujo Estefan Montevideo. El español llevaba
un fantástico esmoquin negro con un capullo negro, daba una total sombra de
chico malo contra el vestido de fru fru verde claro que Melody había obligado a
Skye a llevar como su dama de honor. Con su corona de flores de colores pastel y
cintas, Skye se veía como una fugitiva de una feria Renacentista. Pero con una
mirada de Estefan le había gustado. Mucho.
Después de haber llegado a ella con una copa de vino, había decidido no ir y de
inmediato cambiarse en su corsé de cuero negro, falda roja y negra, botas con
hebillas, que había sido su plan original. Antes de que ella ni siquiera supiera lo
que estaba pasando, estaba bailando el tango—y nunca bailaba—en sus tacones
plateados que había jurado quemar tan pronto como Melody y Llewellyn Highfal
hubieran jurado ser fiel el uno al otro, siempre y cuando su amor durara.
Luego Estefan destapó la botella de orujo español que había llevado, y pronto se
escondía detrás de una de las grandes piedras de Stonehenge, tomando con él y
sus tres hermanos Coven de España. Ellos eran de Cádiz. Estefan dijo que la
magia era tan común allí que había una estrella de cinco puntas en el suelo de la
iglesia católica. La forma en que hablaba—relajado, amante de la diversión, y
lleno de vida—casi hizo que Skye olvidara que los Malditos estaban tomando el
mundo y que odiaban a las brujas, a quienes temían. Hizo sonar los planes de
sus padres para dejar de usar la magia como ridículo.
—Es sólo a través de nuestra magia que estaremos a salvo de los Malditos —
insistió. Él la miró fijamente—. Y me gustaría utilizar cada pedacito de magia que
tengo que mantenerte segura, cielito—Pequeño cielo.
Eso fue una cuestión machista pero linda. La magia del amor y deseo se
arremolinaban en la brisa de verano que flotaba en torno a Stonehenge, y Skye se
enamoró de él, profundamente. Con su sexy acento español y su cuerpo fuerte y
bronceado, era imposible de resistir. Pasaron la última hora de la fiesta afuera.
Ella ni siquiera tenía catorce—aún no había tenido una cita—y sus padres se
hubieran puesto balísticos si supieran que él tenía dieciocho años.
Desde que la secta de Estefan adoraba a la Luna más tarde que la de Skye, tuvo
tiempo para terminar sus obligaciones y luego se reunió con él. Su secta se
reunía en el bosque, al amparo de la oscuridad, enmascarados. Las Brujas
Blancas no llevaban máscaras, pero Estefan le dijo que las máscaras eran
tradicionales, ya que siglos antes, las Brujas Blancas habían perseguido a las
Oscuras—de hecho, las Blancas habían originado el término ―Oscuras‖—y ellos
habían sido tan intolerantes con la adoración de Pan como la Iglesia Católica
había sido con la brujería.
El ritual de su secta había sido casi idéntico a la de Skye, excepto que Pan recibió
los honores en lugar de la Diosa Virgen. Ella había permanecido en silencio
durante los cánticos, y a nadie le había importado. Cuando Estefan le habló la
mañana siguiente, él le había dicho que había estado magnífica. Ella se sentía
magnífica… feliz y llena de luz, no oscuridad.
Magnífica. Cada vez que estaba con él, sus pies apenas tocaban el suelo, y ella
había sido tan feliz que casi se echaba a llorar. Él la llevó alrededor de Londres en
un Jaguar, y él era más allá de rico. Los padres de Skye creían que la bendición
de los poderes mágicos podrían ser utilizados sólo para beneficiar a otros, y no a
uno mismo. Vivían de los trabajos mundanos de sus padre —su padre era un
ingeniero de software, y su madre dueña de una panadería. Estefan dijo que era
ridículo. La única regla tradicional de la brujería era: ―No dañes a nadie, haz lo
que quieras‖. ¿Qué haría daño a alguien llegar a ser rico?
Así que él había utilizado la magia para hacerse rico—no estaba segura de
cómo—y él la colmaba de regalos: de muy alto nivel ropa gótica; un poco de
steampunk29[1]: y botas fabulosas, zapatos, y una varita de magia, dijo haber
pertenecido a Iphigenia de la Tour, una bruja famosa que había vivido en París
durante el Belle Epoque—a principios del siglo XX. Ella los escondía de sus
padres para evitar las preguntas. Él la adoraba, la amaba, ella sobrecalentaba su
sangre española. Él quería que se casara con él para que pudiera protegerla de
los Malditos. Aún podría vivir en casa con sus padres: ¿Quién tenían que saber
que estaban unidos? Eran tiempos salvajes, pidiendo trabajos salvajes.
Sus dos mejores amigas, las gemelas Soleil y Lune, no podían soportar los celos.
¿Qué había magia había tejido en la Luna del Solsticio de verano para
enganchar a ese bombón?
29
Es un tipo de subcultura que mezcla los estilos de la ropa de las generaciones pasadas (como la época
victoriana) con todas las comodidades modernas, creando inventos que se ven como si hubieran sido creados
hace varias generaciones.
Estaba horrorizada. Soleil y Lune trataron de borrarlo con magia, pero nada
funcionó, y le picaba terriblemente mientras sanaba.
Cada vez que se llevaba la copa a los labios, ella se despertaba. En casa. En su
propia cama. El tatuaje quemándole la espalda.
Tras una semana de pesadillas ella se había agotado, y se veía horrible —círculos
bajo sus ojos, su cara contorsionada. Sin tener idea de la causa, Melody y sus
padres realizaron hechizos de curación en ella, pero nada funcionó. Soleil y Lune
le dijeron que si ella no rompía con Estefan, ellas serían las que le dijeran a su
familia la existencia de él.
—En estos sueños tuyos, ¿qué pasaría si bebías la sangre, mi amor? —Y sus
dientes mordieron bruscamente el lóbulo de su oreja.
Y ella lo sabía, entonces, que su magia se entrelazaba con Los Malditos. No sabía
exactamente cómo, pero sabía que no era sólo un chico malo.
Pero de alguna manera allí estaba ella, frente a las Cuevas del Fuego Infe rnal de
sus sueños, vistiendo un corsé morado mezclado con negro, bajo una falda negra
adornada con tiras moradas, sostenía su capa ritual baja sus brazos. Sus
gruesas botas color vino a lo largo de sus rodillas. Las otras chicas que estaban
presentes eran mucho más sexys, vestidos de negro y zapatos de tacón alto, con
púas. Todos ya tenían sus máscaras, y ella no sabía si conocía a alguno de ellos.
Ese fue el momento. Ninguna de las chicas de su secta debería estar aquí. Podría
admitir la verdad: no era ni siquiera magia oscura, era negra.
Pero la verdad era que ella había tenido miedo. Si lo molestaba, ¿qué le haría?
—Esta noche —dijo, mientras colocaba la máscara sobre su cara y la ataba con
cintas de color negro—. Nos casaremos. Deja que te ayude con tu capa.
¿No lo sabía? ¿Las brujas no podían sentir la presencia de Malditos como los
vampiros a su vez que los detectaban? ¿No era por eso que los vampiros los
odiaban?
—¿Q-qué hacer que suceda? —Su voz se elevó agudamente, y miró en la dirección
de la cueva. Las luces rojas y anaranjadas iluminaban la entrada como la puerta
del Infierno. Se tambaleó hacia atrás, con miedo—. ¿Estefan? ¿Qué está
pasando?
Su corazón latía con fuerza mientras se tambaleaba hacia atrás. Ella sabía en lo
más profundo de su alma que estaba mintiendo. Le dolía. Mucho.
—¿Debido a que seré uno de ellos? —Terror frío la inundó. Podía sentir cómo la
congelaba, incapaz de moverse mientras él hacía un hechizo sobre ella.
—Ay, hermosa, mi dulce, mi alma —susurró todas las palabras de amor que le
había susurrado al oído en los últimos meses, suavizando sus brazos, haciéndole
creer que él la amaba.
—¿Has… hiciste algún tipo de acuerdo? —Ella no lo miraba. Podía hechizarla
más fácil si podía atrapar su mirada.
—Se acabó —dijo ella. Y de algún lugar muy dentro de ella, la furia hervía en un
géiser hirviente de magia. Casi podía verlo, ya que viajó a través de su cuerpo
físico, luego en el plano inmaterial, donde la magia adquiere su fuerza.
Sus hermanos de la secta corrieron hacia ellos. Skye gritó y giró sobre sus
talones, huyendo tan rápido como pudo, pidiendo a la Diosa ayuda, salvación.
Bolas de fuego se estrellaron a su izquierda y derecha, y en sus talones, pero ella
siguió corriendo, susurrando a la Diosa:
SKYE
Peor aún, en la primera noche que estuvo allí, había llegado a ella en un sueño.
Estaban en un brillante fiesta de mascaras, iluminados con velas y antorchas, y
él levantó la copa…
Ella se despertó jadeando. Una semana después recibió una postal de Cádiz.
Cuando lo leyó, escuchó su voz—un poco mágica――No voy a dejarte, mi amor. Yo
todavía te amo‖.
Pero él nunca intentó acercarse a ella, y ella no había oído hablar de él en ocho
meses. Pensó que ella había estado en lo cierto: no había seguridad en números.
Sus padres no habían entendido ni aprobado cuando ella se había ido para
unirse a la Academia. Al igual que los padres de Jenn, quienes habían estado en
contra de ella.
Ella era la única bruja que conociera que hubiera estudiado en la Academia.
Antonio la había ayudado a estudiar magias antiguas de libros de hechizos que se
encontraban en los polvorientos archivos de la biblioteca. Con siglos de
antigüedad, las páginas de pergamino crujían con conjuros escritos por brujas
españolas—muchas de las cuales la Inquisición había quemado en la hoguera.
Tanto Antonio como el Padre Juan le aseguraron a Skye que, aunque no se había
convertido en La Cazadora, ella era muy valiosa. Noticias de una Bruja Blanca
Salamanca alrededor, y ella se unió al Circuito, una confederación internacional
de jóvenes brujas—algunas Blancas, otras Oscuras, e incluso algunos que se
habían dedicado a las Artes Negras—quienes creían que una posición neutral en
relación con los vampiros era en sí un acto perjudicial. No podían actuar
pasivamente mientras que los Malditos derrocaban gobiernos, y asesinaban
personas. Soleil y Lune también se habían unido, y le enviaban actualizaciones a
Skye sobre sus padres.
Quería decirle a Antonio sobre Estefan, pero una de las preguntas a los
aspirantes a la Academia fue: "¿Tienes algún enemigo que podría chantajearte o,
de lo contrario, presionarte que vayas en contra de tus principios?" Y ella había
mentido y dicho que no. Ahora le daba vergüenza confesarlo, eso era una de las
razones por las que se lo ocultó al Padre Juan. Le asustaba un poco. Realmente,
mucho. Y estaba casi segura que él ya sabía mucho más sobre ella que ella
nunca había querido que supiera. Ella no le había dicho sobre el Circuito, porque
las brujas se había comprometido a mantener el secreto del mundo.
Pero Antonio era amable con ella y pasaba horas de entrenamiento con su magia.
Él era un hombre religioso, en extremo—había estado estudiando para
convertirse en un sacerdote católico mientras se convirtió: su ironía no pasó
desapercibida para ella—pero no era místico y misterioso como el Padre Juan. Él
le dijo que rezaba por cada persona en el Equipo cada noche, y ella creía que sus
oraciones los mantenían a salvo. Sentía un vínculo con él. Ella no lo amaba de la
forma en que amaba a Jamie—un amor que en verdad no podía explicar—y esa
era una de las razones por las que le gustaba mucho Antonio.
Confiaba en él.
Una vez ella había huido de un hombre que quería convertirla en un vampiro, o
algo muy parecido a uno. Pero ahora con la magia se obligó a tener sus ojos rojos
y a sus dientes alargarse. Con la fuerza útil de la magia Blanca detrás de ella,
asumió la apariencia de un Maldito con la sed de sangre en ella.
Luego, con la ayuda de sus dos amigos, tejió un hechizo de atracción, alentando
a alguien cerca, ya sea humano o vampiro, a buscarla.
—¡Menos mal, lo siento! —le dijo Mikhu—. Hey, femme magique, ¿damos un
paseo por el lado salvaje?
Skye sonrió débilmente. Alzó los ojos a Theo, quien permitió que su lengua
colgara de su boca.
—Okey. Bien —dijo. Tomó una respiración profunda—. Será mejor que nos
vayamos.
—La Diosa va contigo —dijo Mikhu, cuando ambos se dieron besos en la frente—.
Alertaremos al Circuito para que haga oraciones por uno de nosotros en peligro.
Luego entró en las sombras. Ella escuchó sus pasos alejándose, con la tentación
de llamarlo de nuevo una docena de veces. Pero tenía que hacerlo.
Se había ofrecido como voluntaria para la misión, y era la más probable que
pudiera sacarla adelante.
Miró su anillo del pulgar de plata y se preguntó si debía habérselo quitado. Tenía
la forma de una media luna envuelta alrededor de una piedra lunar. Ella lo
llevaba como un recordatorio constante de quién era, así que no se arriesgaría a
perderse a sí misma de nuevo. Y ahora aquí estaba tratando de perderse. Un
momento después sonrió de mala gana. Los vampiros tenían todas las razones
para adorar a la luna tanto como las brujas. El pensamiento le dio la fuerza para
no volver hacia atrás y volver a caminar.
Mientras caminaba sola, temblando, oró para que Estefan no estuviera entre los
que gravitaban hacia ella ahora. Que hubiera renunciado finalmente, o estuviera
de regreso en Europa, o—lo mejor de todo—que hubiera muerto. Qué horrible,
desear la muerte de alguien. No dañes a nadie, haz lo que quieras.
Cruzando los dedos para que el nuevo vampiro en la ciudad fuera Aurora.
Cruzando los dedos para que el vampiro mirando a través de las sombras con sus
ojos rojos y demoníacos en este momento podría llevar a Skye a ella.
Ella observó inquietamente el punto blanco, buscando mas cruces. Los vampiros
habían tomado iglesias por todo el mundo, lanzando a un lado los símbolos
religiosos.
El sacerdote encendió una vela y la colocó en el altar mientras Marc rápidamente
limpiaba el lugar sagrado con una toallita de la cocina. Gentilmente, el Padre
Juan lo detuvo, Marc se unió a la primera fila en el puesto cinco, el cual estaba
medio podrido, la madera astillada se desasía bajo la mano de Jenn mientras se
sentaba al lado de Antonio. El Padre Juan levantó las manos y los seis―Jenn,
Antonio, Jamie, Eriko, Marc y Bernard―se arrodillaron, en unas almohadillas
para proteger sus rodillas del frio, Jenn se acercó a Antonio, temblando,
deseando calor corporal. Pero no tenía calor para dar.
Siendo que ella no era bautizada católica, no hizo la primera comunión. Pero
Antonio la hizo. Observó fascinada, cuando el Padre Juan puso la hostia en la
lengua de Antonio, y entonces le ofreció la copa. Cualquier otro vampiro que ella
hubiese visto habría gritado en agonía, pero Antonio cerró sus ojos, se persignó y
bajó su cabeza para rezar.
El padre Juan habló sobre la paciencia, el citó a 2 Corintios 6;4 primero en Latín
― ―sed in omnibus exhibeamus nosmet ipsos sicut Dei ministros in multa
patientia in tribulationibus in necessitatibus in angustiis‖—y después en ingles
―antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha
paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias…‖ Jenn estaba seg ura
de que él había escogido el verso―y el sermón―para ella, a pesar de la fría
temperatura estaba sudando. Era todo lo que ella podía hacer para evitar correr
hacia a fuera por las calles del barrio francés y gritar el nombre de Heather.
Parecía tan mal estar rezando, prácticamente haciendo nada.
Luego, con su sentido casi mágico para saber lo que pasaba, Antonio puso su
mano izquierda sobre la derecha de ella y entrelazó los dedos con los de ella, en
un gesto de oración.
―Esto es hacer algo ―susurró en una voz tan baja que sólo ella podía escuchar―.
Tú crees es hechizos de magia, ¿si? ¿Qué son si no plegarias? ―Ella no le
respondió. ¿Cuántos millones de personas habían rezado para derrotar a los
Malditos? ¿Por los seres queridos que habían sido masacrados o convertidos?
Cuando eran hablados por una bruja los hechizos si funcionaban.
Y la violencia funcionaba.
Mientras Suzy y Lucky estaban preparando arroz al estilo cajún y salsa, el Padre
Juan ofreció una demostración de Krav Maga, es un arte marcial de combate
callejero, practicado por las Mossad, las fuerzas armadas israelíes. Es la primera
forma de defensa que se enseña en la academia.
―Está basada en pelea básica callejera. ―El padre Juan explicó cuando Marc y
Jamie asumieron la posición de pelea―piernas abiertas y sueltas, sus manos
frente a su rostro.
Marc imitó a Jamie, preparado para la batalla. Él era más alto que Jamie, y
posiblemente con más masa muscular―Jamie era delgado, Marc era más
corpulento―y ligero en sus pies. Eriko y el Padre Juan habían organizado la
demostración en la sala común del comedor del convento iluminado con baterías
de linternas fluorescentes de campamento. Mesas medio descompuestas, sillas en
mal estado, empujadas hacia la pared, bañadas de un blanco-azulado claro.
Al lado de Antonio, Jenn estudiaba al cura, quien se sentó en un silla con una
manta oscura sobre su regazo, bebiendo un vaso de vino, su parecido con la
estatua de San Juan de la Cruz que custodiaba la puerta de la universidad fue
disminuyendo―él parecía una persona normal―y Jenn reconsideró todas las
historias que había escuchado sobre el Padre Juan. Tal vez la gente necesitaba
que él fuera especial, mágico, porque tal vez él entrenaría a Cazadores que si los
salvarían.
―Tú lo sabes mejor ―dijo Holgar desde su lugar en la esquina, señalando los
dientes frontales de Jamie que en realidad eran un puente. Jamie había perdido
sus dientes originales en una sesión de práctica tres mese s después de unirse a
la academia, se suponía que debía usar protector bucal, pero él había sido muy
macho para usarlo. Trisha, la chica que lo había golpeado, había perdido su vida
por un vampiro la noche del examen final.
Jamie y Marc mostraron unos cuantos movimientos más. Jenn los observó
distraídamente, obsesivamente sacando el celular para mirar la hora, ya que no
podía recibir mensajes. Nadie sabía cuándo o si Skye se pondría en contacto.
Llena de ansiedad, y a penas capaz de quedarse quieta, quería salir y buscar
también a Aurora, no ver a Jamie hacer un espectáculo.
―Esto es genial ―dijo Marc, alisando su cabello mientras Eriko anunciaba que la
pelea había terminado y dándole los puntos a Jamie. A Marc obviamente no le
importo que perdiera. Empapado de sudor, él pregunto entusiasmado―. En
verdad podríamos usar esto, tenemos acceso a un gimnasio a pocas calles
¿estarían dispuestos a darnos unas sesiones de entrenamiento para nosotros
allí?
¿Cómo puede hablar de eso ahora? Jenn quería grita ¡Aurora tiene a mi hermana!
Y no sabemos si Skye está vivo o-peor.
―Creo que podríamos manejar eso. ―el Padre Juan dijo levantando su copa de
vino mientras Marc tomaba una botella de agua―. Por la paz.
Él se acercó y dijo algo al oído del cura. El Padre Juan escuchó cuidadosamente,
luego terminó su vino y se levantó. Antonio miró hacia Jenn pero evitó sus ojos.
Vergüenza marcaba su rostro.
―Antonio y yo necesitamos discutir algunas cosas. ―El Padre Juan dijo al grupo
―. Los veremos en la cena.
―Si, háganlo. ―Jamie arrastró las palabras. Entonces Holgar y Eriko miraron al
Irlandés, él giró sobre sus talones y agarró una toalla; la cual colgaba en la parte
de atrás de una silla. Secó su rostro y murmuró algo. Entonces se volvió cuando
Antonio y el Padre Juan salían de la habitación.
―Nada ―dijo Eriko, estiró sus manos sobre su cabeza, luego se inclinó desde la
cintura y toco los dedos de sus pies. La siguiente vez que pudo verla Eriko estaba
en el piso, descansando su cabeza en el suelo. Ella miró a Marc, quien estaba
mirándola con admiración. Estar alrededor de Eriko era estar atascado con una
ardiente hermana mayor. Heather pensó que Jenn era una heroína, pero tan
pronto el grupo de Marc se enteró que ella era la Cazadora con C mayúscula, casi
toda su atención cambio a ella. Para Jenn no era un secreto que a Eriko no le
gustaba la atención. A Jenn tampoco le gustaría; no quería ser por la cual se
desvivieran, ella sólo quería sentir que tenía un lugar real junto a los Salamanca.
Y encontrar a su hermana.
―¿Has escuchado algo de Japón Marc? Mi familia vive en Kyoto ―dijo Eriko,
sonando británica, su inglés cambiaba entre la jerga americana y lo que había
aprendido en el colegio, lo que era un inglés de la clase británica alta.
―Kyoto es una muy hermosa ciudad ―dijo Marc, causando que Eriko levantase
su cabeza y lo mirara. Él sonrió.
El Padre Juan esta alimentándolo, ella lo había sabido cuando ambos dejaron la
habitación, ella nunca ha visto a Antonio alimentarse. Él nunca lo permite. Y en
cuanto alimentarse de ella…una vez ella intentó ofrecerse y él la interrumpió
fuertemente, prácticamente gritándole. Que ella nunca volvió a ofrecerse.
Eriko se levantó y estaba en la puerta antes de que Jenn la viera, ella se inclinó y
esperó a que Marc fuese primero, que, después de un momento de duda, lo hizo.
Jamie fulminó con la mirada la espalda de Marc y Eriko sin darse cuenta se fue
también.
Entonces Jenn cruzó la habitación, cuando pasó a Jamie, él la siguió tan cerca
que ella podía sentir la calidez-la calidez que había estado perdida de Antonio, en
la capilla.
NUEVA ORLEANS
SKYE
―Perdón por hacer eso, pero no puedes ser demasiado cuidadoso, ¿sabes?
―El vampiro le dijo a Skye mientras se movían en las alcantarillas del barrio
francés. Skye podía ver perfectamente a través de la seda que le tapaba los ojos
que el vampiro, cuyo nombre era Nick, le había puesto para guiarle a la guarida
de Aurora. Ella se había atrevido a realizar un hechizo para poder ver, con la
esperanza de que los vampiros aun no pudiesen detectar la magia, él no tenía ni
idea, ella estaba enferma de alivio. Si las cosas se pusieran inciertas, había un
arsenal de cosas que podría hacer para protegerse―todas de las cuales iban en
contra de sus más sagradas creencias―que eran no hacer daño.
Poco a poco sin detenerse a ver si él la veía, la condujo por un tramo de escaleras
de concreto hacia un bordado de árboles de roble, luego a través de un patio
ovalado encantado rodeado con una escalera en forma de caracol forjado en
hierro negro, que conduce a un piso superior con dos columnas blancas.
Adoquines en la planta baja, elegantes urnas de alebresto con flores rosadas y
naranjas. Manteniendo el pretexto de que lo que le cubría los ojos funcionaba,
ella fingió chocar su pie contra una pared, haciéndole murmurar.
―Oops, lo siento.
Sus pies resonaban en el hierro forjado. La puerta se abrió antes de que Nick lo
hiciera, y otro vampiro estaba al otro lado de la puerta, rodeado de oscuridad. Los
vampiros tenían excelente audición, pero cualquiera hubiese podido escuchar ese
ruido. O Nick había estado anunciando su llegada, o a los vampiros no les
importaba saber donde estaban. Si es así, ¿entonces porque cegarla?
El vampiro en la puerta era una niña con cabello morado cayendo sobre un
corpiño negro y pantalones recogidos verde oliva adornados con tiras de cuero y
hebillas de bronce. Ella estaba fumando, lo cual era impresionante porque los
Vampiros tenían que forzar constantemente el aire para que entrara y saliera de
sus pulmones, haciendo el fumar más desafiante. Sus uñas estaba pintadas de
negro, con pestañas rojas postizas, y sus labios eran del mismo purpura oscuro
que su cabello.
Skye había utilizado magia para acallar los latidos de su corazón, y haciendo que
su piel se sintiera fría al tacto. Ella rezó haberlo hecho bien.
―Su nombre es Brianna, es una local ―dijo Nick―. Bueno, más o menos. Ella es
huérfana.
―No estoy segura de si soy huérfana ―respondió Skye, usando su propia voz, su
propio acento. Ella decidió usar tanto de sí misma como pudiese para poder
concentrarse en los efectos del glamur. Sin la necesidad de concentrarse en un
acento foráneo a demás de lo otro―. Yo…Desmond me atacó en Toronto, yo
estaba visitando a mi tía.
―Sí ―asintió Skye, aunque no supiese exactamente a qué se refería con eso. Ella
estaba indudablemente nerviosa. Con miedo de hacer un lio y su garganta seria
arrancada―y la de Heather, si también estaba allí.
―¿Y terminó aquí por qué…? ―dijo sospechosamente la vampira. Le dio a Nick un
cabeceo fuerte.
Hubo una pausa, y la venda comenzó a soltarse de la cabeza de Skye. Skye miró
fijamente los ojos rojos ardientes y grandes colmillos mientras ella la estudiaba.
Luego Nick apareció al lado del hombro de la vampira, moviéndose a una gran
velocidad. A pesar de toda la magia ella no podía hacer lo mismo, pero ella podía
invocar hechizos para que otros perdieran la noción del tiempo, dando la ilusión
de que ella se movía muy rápido. Por supuesto, todo lo mágico costaba y
concentración y energía; tendría que ser tan moderada como fuese posible.
―He estado buscando a Desmond ―dijo, cruzando sus dedos para que eso sonara
razonable―. Encontré a otro vampiro que él convirtió en internet y Jon―ese es su
nombre―dijo que Desmond había sido visto aquí.
―No había escuchado sobre ningún Desmond. ¿Obtuviste permiso para quedarte
en el Cuartel Francés? Tú tienes que preguntar para poder quedarte en la
propiedad de alguien más, esta parte de la ciudad le pertenece a Christian
Gaudet. Mi Señor. ―Enderezó los hombros y apartó su cabello.
Entonces sus ojos se hincharon, y ella hizo un sonido de arcadas. Nick abrió la
boca y corrió al otro lado del umbral justo cuando la chica vampiro se volvía
polvo, cubriendo a Skye, que forzó la tos a regresar y se aferró a Nick.
Un hermoso vampiro salió a la vista, sus rasgos finos acentuados por su brillante
cabello negro recogido en una coleta y unos pendientes largos que rozaban la
línea de su mandíbula. Sus ojos eran color carmesí y sus colmillos se
extendieron. Llevaba un suéter rojo que estaba dentro de sus pantalones de cuero
y tacones de diez centímetros negros. En su dedo derecho llevaba un anillo de oro
sencillo con un solo rubí; había algo que le parecía a Skye familiar.
Ella miró a Nick, quien cayó de rodillas, entonces fue Skye, que estaba tan
aterrada que sus piernas cedieron, dando una apariencia de reverencia.
Skye se había preparado para este momento―estar frente con frente Aurora―pero
ella no estaba preparada. La amenaza irradiaba de Aurora como un perfume
exótico. Skye se sintió como si fuese sofocada, y la urgencia de toser pesó en ella.
Pusó su mano sobre su boca, y luego hizo todo un espectáculo para quitarse el
polvo de la vampira de la cara y ropas.
Aurora dio un paso hacia las sombras, sus ojos rojos parecían flotar. Skye esperó
a ser invitada, aunque no era cierto que los vampiros necesitaran una invitación
para entrar al lugar. Ella simplemente no quería ser estacada.
―Tráela aquí ―dijo Aurora a Nick. Skye casi grita cuando Nick la agarró y la llevó.
Como si fuese a demostrar que era un vampiro duro y leal a su gran líder. Él
empujó a Skye a la habitación negra. Su hechizo de ver se desvanecía. Y ella
estaba aterrada de tal vez tropezarse con algo que estaba oculto en la
oscuridad―una mesa, una silla, o la misma Aurora.
Escuchó el crujir y fingió tropezar para darse tiempo para adaptarse. Ella que ría
impulsar su hechizo, pero tenía miedo de agotar sus reservas de magia. Su vida
dependía de poder mantener sus glamur de vampiro.
―¿Así que buscar a el Señor que te abandonó? ―dijo Aurora con un acento en su
voz―¿Crees que tu Señor tiene una obligación para contigo?―¿Qué respuesta
complacería a Aurora? El estomago de Skye se retorció y ella se humedeció sus
labios, casi pinchado su lengua cuando toco sus colmillos.
―Yo…yo no lo sé ―dijo―. Todo lo que sé es que es difícil vivir entre humanos sin
una familia.
―¿Dónde está este amigo tuyo, Jon? ―demandó Aurora―. ¿Por qué él no vino
contigo?
―Estás mintiendo.
NUEVA ORLEANS
―Antonio ―susurró, pero su voz era tan seca como polvo de huesos.
¿Una forma extraña colgaba en el espacia ante ella? Una sensación amenazadora
se apoderó de ella en olas, frías y espesas, como manos recorriendo su rostro y
pecho.
―¿Jenn?
Ese era Antonio, sacando su cabeza de su habitación. Ella dirigió su mirada del
centro del pasillo a su rostro; frunciendo el seño, él se camino desde su
habitación hasta ella, caminando directamente entre la oscuridad.
―No lo sé. Creo que algo me tocó. En mi mejilla. ―No le dijo que pensó que había
sido un beso. ¿Por qué? Ella no sabía. Pero se humedeció sus labios y respiró
lentamente―. Estoy demasiado asustada para moverme ―confesó.
―Sólo soy yo. ―Tomó con sus dos manos las muñecas de ella, apretando y la llevó
a su habitación. Cerró la puerta y se recostó en ella mientras ella se abrazaba a si
misma tratando de entrar en calor.
―Descríbelo.
―Escuché algo y yo…yo sentí algo. Creo que este lugar está encantado. ―Se sentó
en la cama de él. Tenía un colchón muy delgado y una sábana mucho más
delgada encima. Ella tomó la sabana y la puso encima de sus hombros, haciendo
una mueca cuando Antonio abría la puerta y salía al pasillo.
―No veo nada Jenn ―le dijo. Ella se obligó a mirar, el haz atrapaba el relieve de
Antonio, cuando hizo la señal de la cruz, y murmuró unas cuantas palabras en
latín. Entonces él volvió a la habitación y cerró la puerta.
―Nada ―dijo él cuando se sentó a su lado y puso su brazo alrededor de ella―. ¿Te
sentiste amenazada?
―Está bien, estoy aquí ―dijo Antonio y ella cerró fuertemente sus ojos para alejar
las lágrimas. Ella estaba mortificada. Todo lo que hacia estos días era llorar.
―Le diremos al Padre Juan sobre esto ―dijo él. Pero si él en verdad creyese que
había algo en el pasillo, se apresuraría para avisar a los demás, él no le creía. Él
probablemente creía que ella imaginó todo el asunto.
―El Padre Juan está descansando un poco. En unos minutos puedes llevarle algo
de la cena y entonces puedes decirle.
Cuando él vio que ella lo amaba aun cuando sabía la verdad, él había quitado la
brecha entre ellos. Y luego se alejó de nuevo convencido de que era su devoción a
la virgen y todos los santos la que le impedía comportarse como un monstro, una
bestia voraz.
Ella sabía que lo tentaba, y desde que ella no era religiosa no creía que estar con
ella lo cambiase.
Pero en noches como ésta, cuando los fantasmas flotaban en los pasillos oscuros
y Heather estaba tan lejos, todo lo que sabía era que no sabía nada.
―¿Has tenido alguna vez novia? ―preguntó y luego se sonrojó porque eso sonaba
tan de la secundaria.
―¿Qué le pasó? —Ella puso su mano con la de él dándole un apretón gentil―. Tal
vez si hablaras sobre eso…
―Nadie ha escuchado esa historia ―dijo él―. Sólo Dios sabe lo que hice.
Ella intentó levantar su cabeza, pero él colocó una mano para impedírselo.
Él estuvo en silencio por un largo tiempo, en el pecho de cualquier otro chico, ella
hubiese escuchado su latido. Pero el silencio entre ellos se alargó. Y si ella había
estado asustada de la oscuridad antes, ella lo estaba mucho mas ahora.
Luego se volvió a ella y la miró, sus ojos carmesí llenos de amor, sus colmillos se
alargaron con sed de sangre.
NUEVA ORLEANS
―Estás mintiendo sobre todo ―le dijo Aurora a Skye―. Has escuchado. Conoces
sobre el plan. Y quieres estar en el bando ganador‖
―Yo…yo ―murmuró Skye, ¿qué plan? ¿El plan de usar a Heather como carnada?
―Eso es un buen movimiento. Un movimiento inteligente. Me impresionaste.
―Gracias ―sonrió Skye para si misma―. Lo confieso. Escuché que vendrías a este
lugar. Así que pensé que debería unirme―pedir acompañarte. Mi Señor estaba
muy asustado de ti.
―Bueno, me gustaría que alguien lo cazara. No puedo esperar hasta que esté
muerto. Sin embargo, sirvió a su propósito. La guerra fue una excelente
distracción. Por otra parte, también lo es la ―paz‖. ―Hizo una cita al aire―.
Mientras nosotros hacemos el trabajo real.
―Sólo hambrienta.
Hubo un silbido, olor a azufre y luego vio el rostro de Aurora resplandecer con la
luz. La vampira estaba encendiendo un cono y en el cálido resplandor ella olio un
terrible hedor. Entonces mientras Aurora levantaba la vela, la luz cayó en una
jaula oxidada al otro lado de la habitación octagonal, adornado con muebles
victorianos. Algo se movió dentro de la jaula.
Aurora caminó hacia eso. A medida que la luz caía sobre los barrotes, Skye vio
ojos. Unos grandes ojos azules.
Skye luchó fuerte para no reaccionar. Es ella. Tiene que ser ella. Escuchó un
gemido y jadeó. La jaula se sacudió mientras la persona dentro se movía hacia la
oscuridad y luego un silbido extraño, como si Heather tuviese problemas para
respirar. Tal vez estaba enferma.
En la dichosa noche,
Ni yo mirar nada,
vampiros y Cazadores tiene que rugir hasta que los Demonios sean aniquilados
NUEVA ORLEANS
SKYE Y HEATHER
Y Heather la conocía.
De sus pesadillas.
Heather empezó a gritar. Había visto la cara de esa chica docenas de veces en sus
sueños. Ella siempre estaba cubierta de sangre y de pie en un círculo de
cadáveres.
—Ella huele a enferma. Gracias, pero puedo ignorar el hambre por un rato más.
Heather sintió un rayo de esperanza. Aurora había matado a otros por menos. Tal
vez podría matar a este, y estas pesadillas jamás se harían realidad. Aurora
sonrió.
—Muy bien, estás en lo correcto, ella está enferma. Nick, sácala a cazar.
El vampiro surfista asintió con la cabeza, agarró a la nueva vampira por el codo, y
la sacó de la habitación.
NUEVA ORLEANS
—Jenn piensa que vio algo en el recibidor —le dijo Antonio al cura—. Como un...
—Él pensó por un momento—... un fantasma.
—¿Un fantasma? —El Padre Juan se levantó—. ¿Lo puedes describir, Jenn?
—Podría ser magia —dijo el Padre Juan, balanceando sus piernas en el costado
de su cama—. Una clase de visión.
—He estado esperando que Skye nos enviara algunas imágenes. Pero no hay
nada aún.
Entonces la luz bailó en el cristal, y los tres se inclinaron hacia ella. Antonio
apretó la mano de Jenn mientras las imágenes borrosas y distorsionadas
30
Velas votivas: Es una pequeña vela, típicamente blanca o amarilla, de cera de abejas destinadas a ser que madas
como una ofrenda en una ceremonia religiosa.
31
En Español original.
tomaban forma. La cara de Aurora llenó la superficie del prisma. Antonio se agitó,
Jenn instintivamente retrocedió mientras el Padre Juan sostuvo la mano en alto.
Aurora se movió a la derecha, y una jaula fue revelada. Estaba demasiado oscuro
para ver quien estaba dentro, pero Jenn lo sabía. Ella lo sabía. Ella agarró el
cristal del Padre Juan y miró fijamente con fuerza en él, esforzando por ver si
Heather estaba todavía viva. Pero el cristal se tornó gris, y luego se apagó.
—Oh, Dios —susurró ella—. Oh, por favor, por favor, Dios.
Eriko, Mate, Bernard, y el Padre Juan investigaron el vestíbulo mientras los otros
se sentaron en el comedor, en la agrietada y ovalada mesa. Los viejos mosaicos de
cristal colgaban en las paredes, astillados y descoloridos, ellos parecían
desgastados como un libro de colorear. Santos con halos, corderos, corazones
llameantes. Las imágenes católicas le recordaron a Jenn la colección de álbumes
de los viejos discos de vinilo de rock de sus abuelos con sus cubiertas
psicodélicas. Ella se preguntaba qué mentiras había contado su padre a su
abuela sobre sus dos nietas desaparecidas. Si él pensaba que la abuelita nunca
descubriría la verdad. Y se preguntaba adónde habían ido su abuela y su madre.
Tuvo los ojos vidriosos por un momento mientras miraba fijamente a un caballero
en un halo armado con espada a punto de atacar a un dragón. Había rumores de
que el padre Juan había sido un exorcista antes de convertirse en director de la
academia y, desde allí, el maestro de los Salamanca. Se asustó mucho al pensar
que Antonio no confiaba enteramente en su maestro. Pero de nuevo estaba
trabajando horas extras para confiar en alguien, algo. Y siempre terminaba mal.
La luz de las velas parpadeaba a través de rostros tensos, cansados mientras los
cazadores y los rebeldes subterráneos bebían vino y se conocía unos a otros.
Jenn estaba agotada, quedándose dormida en la esquina a pesar de todos sus
intentos de permanecer despierta. Fantasmas o no fantasma, estaba a punto de
irse a la cama (con linternas y velas ardiendo), cuando tres miembros más de la
Resistencia llegaron: dos mujeres y un chico. Estaban cansados y agitados. El
Departamento de Policía de Nueva Orleans los había visto y les dispararon, pero
con éxito habían eludido a la policía, al llegar a la casa de seguridad después de
doblar de nuevo dos millas de su camino. Ellos trajeron la noticia de que Aurora
había formado una alianza con los Christian Gaudet, el rey de los vampiros del
Barrio Francés. Había algo en el aire, entusiasmo. Algo grande iba a suceder, y
Aurora tenía la mano en ello.
—¿Qué quieres decir, Tina? —le preguntó Marc a la mujer Tina Right. Jenn había
sido presentada. Estaba demasiado cansada para recordar algo.
—¿Cuán grande?
—Los vampiros están reivindicando los territorios —dijo Tina—. Creemos que
están lanzando un desafío. Parece que van a tener una guerra entre ellos, ahora
que nos han derrotado.
—Eso sería bueno para nosotros —dijo Holgar—. Ellos se dividen; nosotros
conquistamos.
—¿Has oído algo sobre por qué ella fijó una fecha de esa manera? —preguntó
Marc.
—¿Por qué hacer algo de eso? —respondió Jaime, empujando su silla hacia atrás
y apoyándola contra la pared en la parte posterior a los dos peldaños. Había
bebido demasiado
—Su nombre es Heather —dijo Jenn con los dientes apretados. Quería darle una
bofetada. Era arrogante y cruel.
—Me refería a ti —disparó Jamie de nuevo, dándole una mirada dura—. Espera a
que venga el rescate. Ella está esperando por todos nosotros. Es decir, por favor.
Está muy claro que quiere seis cabezas en la pared, no sólo una. Lo siento, que
sean siete, con la hermana.
—Tal vez la fecha límite esta impuesta por alguien más —sugirió Holgar—. Su
jefe, o lo que sea que tengan.
—O su señor o su rey. Su consejero delegado. Tal vez Aurora tiene que demostrar
algo —dijo Holgar— ya sabes cómo es eso Jamie.
32
Un lugar en Nueva Orleans
—Dudo que Aurora tenga que demostrar algo a alguien, una perra mandona
como ella. —Se bebió todo el vaso como si fuera agua y dejó escapar un pequeño
eructo.
—Deja de beber tanto. Si somos atacados esta noche, tu no serás de ayuda para
nosotros —le espetó Antonio.
—Ya me conocen. Siempre listo —Entrecerró los ojos—, igual que tú.
—Si se me permiten decirlo, mes amis33, para ser un equipo no parecen muy...
unidos
—Y somos muy malos en esto —dijo Jamie arrastrando las palabras, sacando un
paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta de cuero negro—. ¿Fumas,
Antonio?
33
''amigos míos'' (Francés)
alrededor. Ella empezó a soñar con San Juan de la Cruz en su oscura celda,
rezando.
NUEVA ORLEANS
Como la mayoría de los vampiros que habían alcanzado cierto estatus y habían
convertido a otros, era arrogante. Christian se autonombra el señor de Nueva
Orleans, lo cual divertía y ofendía a Aurora.
—Ella está jadeando de nuevo —le dijo a Aurora, luego miro la puerta del frente
la cual se había cerrado detrás de Skye y Nick—. ¿Estás segura de que esos dos
pueden ser de confianza?
Ella se movió.
—Oh, qué mal —susurró y hubo terminado todo, recogió el arete plateado de las
cenizas y se lo tiro a Heather en su jaula.
***
—Lo siento —dijo Nick media hora más tarde, cuando él y Skye salieron de la
alcantarilla al lado de unos de los diques del río Mississippi.
—Sé que quieres unirte a su corte, pero nunca voy a volver allí. Ella está loca. La
miras mal y —Hizo la mímica de ser estacado—, por lo tanto, buena suerte.
Él cerró con seguro y se echó a correr hacia el tráfico nocturno. Sonaban las
bocinas de los coches, ella hizo una mueca cuando lo vio saludarla desde lejos.
Estaba aliviada al saber que la iba a dejar sola. Desde que habían salido de la
guarida, había estado pensando en cómo deshacerse de él sin estacarlo. A pesar
de que él era un monstro chupasangre, a ella le gustaba. Suponía que eso la
hacía una mala cazadora.
Siempre me han gustado los chicos malos, pensó, sonriendo tristemente pasó al
otro lado de la carretera y le saludó de vuelta. A diferencia de Estefan, este
Maldito dejaba a la vista su maldad, para que el mundo la viera. Aún faltaban
horas para el amanecer, tal vez se alimentaría. Él no era la clase de vampiro que
tal vez dejara sus presas con vida. Ella debió estacarlo.
—Somos tan disfuncionales —murmuró en voz alta. ¿Qué loco plan tenía el Padre
Juan forzando un grupo con tan diferentes personalidades? Ellos sólo habían
sido un equipo durante dos meses y en su opinión no estaba funcionando.
Cuando un auto blanco de la policía con una estrella y el logo de una me dia luna
rojo desaceleró, ella se deslizó hacia las sombras a la orilla del río. Nueva Orleans
estaba bajo el toque de queda. Sería irónico si el Padre Juan tuviese que venir a
la estación de policía a sacarla de la cárcel, por estar en las calles de una ciudad
mundana, después de haber logrado entrar y salir de una guarida de vampiros.
De cuclillas, se volvió. Las luces sobre el río brillaban y este se movía rápido.
Entonces, el cielo se abrió y la lluvia cayó, como la que caía en los páramos de su
casa. Tensándose, intentó ver a través de esta, viendo nada, pero de repente, una
violenta tormenta se formaba a su alrededor.
Con un grito, corrió hacia el refugio más cercano, la parte de debajo de un balcón
lleno de helechos y geranios.
Manteniendo la parte superior de su abrigo bien cerrada, giró sobre sus talones y
comenzó a correr. Sus botas resonaban sobre los charcos de agua, su respiración
era entrecortada, corrió muy rápido, mientras el miedo se amontonaba sobre más
miedo.
NUEVA ORLEANS
Ella se sacudió y abrió los ojos. Poniéndose en posición vertical cuando él le puso
la mano en el hombro mientras sostenía una linterna y la habitación estaba
oscura. Sus ojos estaban casi negros y él parecía muy serio.
—Hay una fuerte lluvia, el drenaje se está llenado, tenemos que irnos.
—¿Qué?
Ella dejó caer sus pies a los lados de la cama y se puso de pie mientras él le
ayudaba.
Eriko asomó la cabeza por la puerta, usaba un impermeable azul oscuro y una
gorra de beisbol que ocultaba sus ojos.
Jenn estaba atontada por el sueño, generalmente en medio de una misión, lo que
era esto, se hubiese despertado de inmediato; se imaginaba que estaba exhausta
de viajar tan duro. Tropezó mientras se ponía las botas y las amarraba, entonces
buscó en su bolsillo por su celular. La batería estaba prácticamente a cero, la
guardó en su bolsillo y siguió a Antonio fuera de su habitación mientras él
colgaba la lona en su espalda.
—Déjame cargarla —insistió. Sonrojándose mientras trotaba tras Eriko. Él se la
entregó y por un momento quiso cambiar de opinión. Era pesada y ella estaba
cansada.
—La encontré, está bien, bueno, más o menos bien. —Skye empujó las trenzas
húmedas de su rostro mientras miraba a Jenn. Parecían patas de arañas
rubias—. Aurora la mantiene en una jaula, estaba como jadeando.
—Dios, Jamie no tienes que ser tan duro ella, es la hermana de Jane.
—¿Ellos….ellos…?
—¿Qué vamos hacer una docena de personas corriendo hacia la puerta principal?
Seguro que los locales pensarán que somos un montón de muchachos teniendo
una reunión. —Hizo la mímica de beber una cerveza—. ¿Qué buenos tiempos, eh,
caballeros?
—Iremos por el túnel. —Marc se volvió a los Salamanca y los instruyo—. Por lo
cual debemos irnos ya, el nivel del agua aumenta.
—Por el maldito alcantarillado... —se quejó Jamie—. No veo porque nos tenemos
que ir, incluso si el alcantarillado se llena, tienes el piso subterráneo para
evacuar y siendo más sabios... —Miró a Skye—. Puedes ponerles a alguno de ellos
algún hechizo…
—¿Hechizos? ¿Ella puede usar magia? —preguntó Marc. A mitad del momento en
que ponía una ametralladora sobre su cabeza. Él miró del Padre Juan a Skye y
luego a Eriko. El silencio cayó.
Frunciendo los labios, Marc se dirigió a una mesa con una caja de municiones
abierta y metió algunas en su bolcillo. Jamie se unió a él, examinando la caja de
municiones y abriendo una nueva, después sosteniéndola ante una luz artificial.
—Pensé que lo sabían, por eso la envíamos a ella —dijo Eriko, cruzando hacia
donde esta Jamie, para quitarle lo que tenía en la mano—. Ella tenía más
posibilidades de infiltrase porque puede usar magia.
—Me perdí eso. —La voz de Marc era helada con ira. Los demás estaban muy
callados.
—Cuando dejamos este lugar, nos volvemos cien veces más vulnerables. Somos
buscados. No dudo de tus palabras, también somos incluso más vulnerables por
ti.
—Aún creen que soy una vampira —dijo Skye— y Aurora planea algo grande.
Ellos matarán a Salomon.
—Sí, ella cree que estoy en Nueva Orleans por ella. Es el centro de algo.
—Bueno, si tú fuiste por ella —le recordó Holgar, sonriendo levemente—, sólo que
no de la forma que ella cree.
Marc exhaló.
—Merde, no quiero más chupa sangre en mi ciudad ¿hay algo más que
necesitamos saber?
—No sabemos mucho de los Cazadores ¿tienen alguna clase de prohibición sobre
matar seres humanos? —Suzy sonaba forzada como si ella intentara mantener la
calma.
—Los envió a donde creo que harán un mayor bien —dijo el Padre Juan—. Las
misiones son secretas, por supuesto.
—Salvo que alguien ha estado abriendo la boca. —Jamie le dio una mirada al
Padre Juan—. Por lo que sabemos, le dijeron a Aurora que estábamos aquí.
—Aurora no parecía que supiese —dijo Skye—, ella dijo que Heather era la
hermana de una cazadora.
—La mayoría de las veces no hay humanos del otro lado — respondió Eriko.
—Eso significa que si tienes armas de sobra, mi equipo las tomará —El Padre
Juan dio un paso al frente y extendió su mano— con agradecimiento.
Él miró a Jenn.
—Gracias ,maestro. —La voz de Jenn era tensa. Ella tenía miedo de llorar
nuevamente y ya había llorado lo suficiente.
—¿Unas palabras?
Eriko levantó las barbilla, como preparándose para enfrentar a Jamie. Los dos
caminaron un poco separados. Antonio entrecerró sus ojos, Jenn podía decir que
los estaba escuchando. Mientras hablaban Suzy abandonó la habitación y
regresó. Con dos mochilas repletas.
—Esta de aquí es agua, esta otra son barras de proteínas y carne seca —dijo
ella—. También tenemos una cuantas frutas secas‖
—Buena idea.
Lucky le tendió una metralleta a Jenn. Él ya llevaba una sobre sus hombros.
Ella lo miró.
Lucky silbó.
—Oui —dijo Marc—. ¿Por qué tan elitistas? ¿Qué tienen estos cazadores que los
hace tan diferentes? —Cuando Marc habló, miró a Jenn y ella pudo sentir sus
mejillas sonrojarse.
—Por lo general, usamos el combate cuerpo a cuerpo, como saben las armas no
funcionan en los vampiros. Les enseñaremos lo que podamos —dijo el Padre Juan
—¿Incluyendo magia? —preguntó Lucky moviéndose para estar de pie cerca de
Mar—. Nunca conocí a nadie que hiciera magia. Eso es muy raro —le sonrió a
Skye—, puedes hacer como, pociones de amor y esas cosas.
—No puedo —soltó Skye rápidamente. De repente, ocupada con una bolsa que
contiene estacas afiladas y agua bendita.
—Esto es Nueva Orleans, estamos por debajo del mar —contraatacó Marc.
—Deberíamos ser dos equipos —Holgar elevó la voz—: uno para mover las cosas,
otro para rescatar la hermana de Jenn. —Alzó su mano—. Ayudaré con el rescate.
—Deberías ir con el equipo de carga. Harías de una apropiada bestia de carga. —
Jamie arrastró las palabras.
—Bueno, soy la única que puede seguir las huellas mágicas que dej —dijo Skye
—, así que tengo que ir.
—Pero deberías ser cuidadoso con lo que guardas en su bolsillo —dijo ella
arrugando la frente—. Será difícil para ti, alcanzar las estacas y el agua bendita si
las municiones están allí.
—Yo solía llevar mucho más que esto en Belfast —respondió, golpeando los
bolsillos de su chaqueta verde olivo.
—Irlanda del Norte es una buena analogía —dijo Marc— o París, después de que
los nazis conquistaron Francia. Los vampiros se han apoderado de todo y son
muy descarados. Han aterrorizado a la policía y al alcalde sometiéndolos, ningún
humano puede esperar justicia, para los vampiros es como un paraíso.
—Más cerca del infierno —dijo Jamie.
—Tal vez es por eso que Aurora trajo a este lugar a tu hermana —agregó Bernard,
asintiendo hacia Jenn—. Si ella quiere echar raíces, dice bastante de su fuerza el
que pueda arrebatarle un familiar a una cazadora.
—Para subrayar mi punto —interrumpió Marc—, la gente aquí hace lo que los
Malditos quieren, alguno de ellos están muy asustados para no hacerlo, pero la
verdad es que muchos de ellos tienen mejores vidas desde que ellos llegaron. A la
gente pobre, los más pobres, los vampiros los están usando contra nosotros y
ellos son felices de ser usados.
—Lo hace. —Marc aparentemente no tenía un buen humor—. Hay precios para
nuestra cabeza, somos de más utilidad muertos. Es mucho más probable que los
humanos te disparen.
—La Uzi es una buena arma —dijo Antonio, mirando al Padre Juan—. Cuando
lleguemos aquí, tal vez deberíamos reconsiderar la forma en que hacemos las
cosas.
—Lo siento, Eriko, por favor, toma el arma, resolveremos esto cuando lleguemos a
casa
Cuando lleguemos a casa. Jenn pasó su lengua por sus labios y tragó fuerte.O
no..
ueva Orleáns
LA RESISTENCIA Y LOS CAZADORES DE SALAM ANCA
Con Eriko al lado de él, Marc abrió la puerta del convento que conducía
hacia la alcantarilla e inmediatamente criticó duramente el área con su Uzi,
mientras ella describía la oscuridad con la linterna. Mirando por encima del
hombro de Eriko, Jenn vio correr el agua donde, antes, allí había habido un goteo
de las bocas de tormenta del barrio francés. A pesar del incremento en la
cantidad de agua, no olía nada peor que la primera vez que había estado por allí.
Pero se preguntaba cómo serían capaces de atravesar el túnel—estaba desde la
cintura por encima de ella, y aumentando.
Marc le asintió a Bernard, Matt, y a Lucky, quien escaló los escalones, luego
desapareció detrás de ellos. Reaparecieron unos segundos después con el primero
de nuestros cuatro botes de fondo plano, cada uno de aproximadamente diez
metros de largo, con bancos extendiéndose horizontalmente entre los dos lados
de la bodega.
Suzy se vio un poco incómoda mientras hacía espacio para Skye en su banco
cuando Suzy subió a bordo. Ella se había sacado sus colas de caballo en forma
de pom-pom y se había recogido el pelo hacia atrás con una gomita. Skye estaba
girando el anillo de plata en su dedo gordo, su rostro pálido, sus trenzas
africanas enmarañadas y despeinadas.
—Si pudiera —dijo Marc, empujando su bote, luego con elegancia subiendo a
bordo, mojado hasta las rodillas. Un poste de madera de casi seis metros de largo
yace a lo largo del lado derecho de los bancos, y lo levantó y lo lanzó al agua—.
Así es como conducimos en las aguas poco profundas —explicó.
El túnel se volvió más estrecho, y más oscuro; las linternas revoloteando por los
ojos redondos y brillantes de los ratas que chillaban desde las grietas cubiertas
de musgo y llenas de basura y luego salían disparadas. En el orden de Marc
todos bajaron las cabezas mientras el techo del túnel disminuía, haciendo más
difícil mirar por dónde iban—y ver cualquier atacante potencial.
—Una vez estuve aquí abajo solo —murmuró Marc—, y un vampiro cayó sobre mí
desde arriba. Usan los pozos de la misma manera que nosotros.
—¿Es tan malo allá arriba que tenemos que viajar así? —preguntó Jenn.
—Suenas enojado.
Él la miró, en verdad la miró. Ella vio líneas alrededor de su rostro. —Eres muy
inteligente, Jenn. Estoy enojado. Estamos arriesgando nuestras vidas para
34
Maius ouis: Por supuesto que sí.
deshacernos de los imbéciles, y la mayoría de la gente en la calle nos odia. Harán
lo que puedan para sobrevivir.
—Demonios, no, no quiero morir. Pero ellos pueden también ser zombies reales.
No están viviendo. Sólo están manteniéndose a flote.
Los labios de Antonio rozaron su nuca; estaban fríos contra su vena palpitante.
Ella se sacudió, tensa, sorprendida y asustada. Intentó voltear su cabeza para
mirarlo, pero justo entonces el bote cayó a unos cinco metros, creando un
chapoteo mientras golpeaba, y Antonio agarró su brazo, estabilizándola.
Se estiró y alcanzó la mano de Antonio de nuevo; enlazando sus dedos con los
suyos, lo agarró, fuerte, dándole una rápida sacudida.
Él bufó.
—¿Qué fue eso? —susurró Marc—. Padre Juan, mueve tu linterna por alrededor.
Su señor supo que el bufido era de Antonio. El Padre Juan sabía que Antonio
había cambiado. Jenn comenzó a temblar. Unir las fuerzas había sido un terrible
error. Deberían haber seguido por su cuenta. Ahora ellos tenían que preocuparse
por los vampiros y la Resistencia.
—Estoy bien —susurró Antonio contra su oído. Estoy bien. Él había tomado el
mando sobre sí mismo. Ella se arriesgó a una mirada y no vio nada. Entonces la
linterna del Padre Juan rebotó contra la pared y sutilmente expuso el perfil de
Antonio. Su ojo ya no estaba brillando—. Lo siento. —Lo siento.
—Estamos aquí —anunció Marc—. Padre, por favor dirige tu linterna directo
hacia arriba. Es nuestro código, señalar que somos amigos. En caso de que
cualquiera de nosotros se acerque.
Pronto los otros botes se alinearon al lado del de Jenn. Marc tomó la linterna del
Padre Juan, pasando el bao por encima de dos túneles por delante de ellos. Skye
se acercó a su lado, sosteniendo su bola de cristal.
—Por lo que describiste, creo que necesitamos tomar el túnel a la izquierda —dijo
Marc.
—Hai hai. —Eriko estaba hablando en japonés. Ella estaba estresándose. Había
perdido el control de la misión, y ellos no lo estaban haciendo a su manera.
Por favor, chicos, por favor manténganse juntos. Esta es mi hermana, pensó Jenn.
—Sí. Deberíamos asegurarnos que no hay vampiros allá, —el Padre Juan
contestó suavemente. Pero Jenn escuchó la tensión.
—Vite —le dijo Marc al Padre Juan. Formas oscuras se movían alrededor de
Jenn; ella capturó un destello de rojo—los ojos de Antonio—y entonces no vio
nada más; él debe haberse apartado. Ella tomó un tentativo paso en su dirección;
luego la presión de una mano la detuvo, y alguien se inclinó a susurrar en su
oído.
—Déjame ir. No protestes. —Era Jamie. Así que él lo había visto. Ella asintió,
apartándose, y él la siguió.
—Sé serena. Actúa serena.
Botas cambiado en la grava. Jenn vio cómo el Padre Juan y Antonio entraron en
el otro túnel, el Padre Juan sostenía la linterna hacia abajo, aunque Antonio
podría haberlo guiado en la oscuridad. Pero tuvieron que mantener las
apariencias.
—Tú comenzaste debajo de la calle Decatur, ¿oui? —dijo Marc—. ¿En frente de
Jackson Square? ¿Viste la estatua de Andrew Jackson en el caballo?
—Sí, ahí es por donde entré al túnel, pero nosotros… yo… salí de una manera
diferente. Acabé por el atracadero —replicó.
—Entonces con cualquier camino hubieras tenido que atravesar el otro extremo
de este túnel. Ahí se encuentra la intersección de los túneles, —dijo Marc—. Tal
vez estamos demasiado lejos de tus ―migajas‖. Dirijámonos hacia el túnel.
—Pero fuiste capaz de ponerte un glamour a ti misma así podías pasar como un
vampiro. Eso funcionó.
Skye vaciló. Entonces dijo, en una voz tan baja que Jenn apenas pudo
escucharla:
—Tuve ayuda.
Nosotros, Jenn pensó. Así que ella la había escuchado correctamente. ¿Nadie más
lo había hecho?
—Estás intentando evitar que tu hermana muera. O peor. —Su voz se rompió—.
Tienes que decirle al Padre Juan sobre esas otras brujas. Necesitamos su ayuda.
¿Cuántas son?
—No puedo decirte eso —dijo Skye duramente—. Me equivoqué, Jenn.
—Tal vez puedas pedirles que nos ayuden. —Jenn mantuvo su voz tan plana
como pudo, pero quiso sacudir a Skye hasta que sus dientes castañearan. ¿Cómo
podía no decirles? ella quería gritarle. ¿Cómo pudiste ocultar algo así de
nosotros?
—Los vampiros de Nueva Orleans tienen a alguien del mundo de la magia que los
está ayudando. —La voz de Skye tembló. Estaba asustada—. Pienso que quien
sea está bloqueándome ahora mismo. Y tal vez están lanzando un hechizo sobre
Antonio también.
Skye pensó un momento, entonces habló rápidamente en latín, creando una bola
de luz blanca azulada casi del tamaño de su dedo gordo que vagó por delante de
ella.
—Mira, te acabo de decir que les pedí que nos ayuden. Están haciendo lo que
pueden. No avanzarán. Lo que están haciendo ahora es eso, Jenn.
Skye se alejó con afectación con las puntas de sus botas, una sigilosa versión de
pisar con sus pies, y le dio un golpecito a Marc en el hombro. Él se detuvo, y
consultaron. Él giró su cabeza hacia el grupo, luego miró de vuelta a Skye.
Caminaron casi diez metros más lejos y estiraron el cuello sobre la bola de cristal
de Skye. Se adentraron otros diez metros, luego veinte, llevando la luz con ellos.
Jenn no sabía qué decir. No solía explicar las acciones del grupo a las personas
de afuera. Y lo que Skye le había revelado la había dejado sorprendida. No sólo el
hecho de que Skye tiene una vida secreta, sino que era demasiado claro para
Jenn que no fuera una bruja tan poderosa como Jenn había asumido. El Padre
Juan podría estar similarmente afligido.
Su columna se puso rígida mientras Skye y Marc se dirigían de vuelta hacia ellos.
Entonces Eriko se movió alrededor de Jenn, colocándose ella misma entre Jenn y
Marc, intentando restablecerse como la persona a cargo.
—Algo no está bien —le dijo Marc a la Cazadora—. Skye dice que su piedra no
está funcionando.
—No —se metió Jenn—. Esa es la cosa sobre la magia. Si no funciona, hay una
razón. —A diferencia del rezo.
—Mi mejor suposición es que hay alguien más que está usando magia para
mantenerme cegada —dijo Skye. Se lamió los labios como si fuera a decir algo
más, entonces los frunció, examinó a Jenn, y bajó la mirada a la piedra—. Tal vez
hay hechizos por toda la ciudad. Tal vez ese es el por qué de que tus celulares no
funcionen.
—Tal vez podría ser. Hay también tecnología que puede interferir en el uso del
celular, sin embargo. Y el Internet —agregó él, antes de que nadie pudiera
interrumpir.
—Si están evitando que uses magia, ¿entonces por qué la lamparita funciona? —
le preguntó Suzy a Skye.
—La magia es una fuerza, como la electricidad. Una ruedita de hechizo la forma.
Si alguien apaga las luces de la sala, por ejemplo, tu iPod no dejaría de funcionar.
Tomaría un hechizo muy poderoso, o un conjunto de hechizos, apagar todos mis
hechizos. Quien sea que bloqueó mi rastro está haciéndolo para proteger a
Aurora.
Hay más que eso para que Skye pierda el control, Jenn pensó, estudiando a su
compañera. Ella no está sólo preocupada; ella está aterrada. Los ojos de Skye
estaban lanzándose a la izquierda y derecha, casi como si estuviera preparándose
para que algo ocurra.
El ruido bramó cerca de Jenn, empujándola hacia todo el caos y el infierno; luego
algo la golpeó en la cara, y ella cayó hacia atrás, golpeando la parte posterior de
su cabeza contra las rocas filosas. Rodando a la izquierda, metió la mano en su
bolsillo moviéndose a lo largo de su muslo en busca de una estaca mientras
sacaba un frasco ampolla de agua bendita de su chaqueta. Incapaz de ver, lanzó
el agua bendita en un arco, y fue recompensada por un agudo siseo. Concluyó,
arrojando el frasco ampolla, luego se esforzó y golpeó en la oscuridad con su
estaca. El filoso extremo penetró en algo—o alguien—pero su agresor la pateó
fuerte en sus costillas. Su armadura de cuerpo la ayudó a amortiguar el impacto.
Estoy herida. Ella no podía decir si había sido disparada o golpeada o algo. Ese
no era el tema. Ella estaba fuera de la pelea. Levántate, se ordenó a sí misma.
Ahora.
El frío aire golpeaba sus mejillas, y escuchaba el ritmo de sus pies. Él estaba
corriendo más rápido de lo que cualquiera podía, excepto Eriko. Él estaba
saliendo por sí solo; alguien lo notaría, y haría preguntas.
—¿Qué pasó? —preguntó ella, mientras una puerta violeta se abría por sí sola y
Holgar la llevaba adentro. En la luz opaca el vestíbulo estaba sucio y repleto de
buzones, basura, y dos estacas de sillas de oficina se apilaban una sobre la otra.
Rodeando una esquina, atravesaron una entrada de madera blanca desconchada,
y el Padre Juan condujo a Holgar a una extendida bolsa de dormir en el piso.
—¿Cómo está el resto del equipo? —preguntó ella—. ¿Dónde están Skye y Eriko?
—Skye está ayudando a los heridos. Eriko está caminando por el perímetro. A ella
no le gusta este lugar tampoco —contestó el Padre Juan.
—Examinemos —dijo, colocando sus manos sobre su brazo. Bajó la mirada y vio
la cantidad de sangre que había remojado su chaqueta. Ella aún está sangrando.
Él miró a Jamie.
—Se queda en el túnel por un rato —le dijo su maestro. Él le dio una dura
mirada, como si previniéndola no le dijera nada. Agitada, obedeció.
—Me disculpo por eso —le dijo Marc directamente a Jenn—. Fuimos
sorprendidos.
—No hubo atacantes humanos en ese túnel. —Eriko recorrió su mano por su
pelo—. Sólo vampiros. Así que las balas causaron sólo el daño.
—Oh, no, —murmuró Jenn, mientras dos camionetas giraban hacia una parada y
sus puertas se deslizaban de vuelta. Una era la negra camioneta que casi la había
atropeyado, negra con vidrios polarizados. La otra era blanca, con pintura blanca
en las ventanas. Bernard estaba detrás del volante de la camioneta blanca, y
Suzy estaba manejando la otra—. ¿Qué le pasó?
—No tenemos otra opción. —Frunció el ceño Marc—. ¿Quieres guerra? Se trata de
Belfast durante Los Problemas, antes de que tú y yo naciéramos. Se trata de
tanques instalándose sobre gente inocente en sus pijamas.
—Esto ocurrió por las armas, —dijo Eriko mientras miraba hacia la izquierda,
luego a la derecha, y movía su cabeza bruscamente hacia Holgar—. Entra a Jenn
a una de las camionetas.
—Bien, bien, mi amor —dijo él, limpiando su frente con una mano temblorosa,
mirándola con sus oscuros ojos españoles.
—No, nunca. —Él agarró su mano, apretándola tan fuertemente que ella hizo un
gesto de dolor. Él estudió su rostro, sus ojos entrecerrados, y ella se sintió
deslizarse más lejos, como si estuviera en un elevador. Tenía frío.
—Hey, ¿cómo llegaste aquí tan rápido? —demandó Marc, asomando la cabeza en
la camioneta. Entonces se distrajo, murmurando.
—No abuses de Lucky. —Él se fue y siguió hacia la camioneta blanca.
—Y oficiales de policía —dijo Suzy desde el asiento del conductor—. Así que ves,
Marc no estaba equivocado. —Se aclaró la garganta como si supiera que debería
cambiar el tema—. Cuando lleguemos a la carretera principal, verán los carteles
—Ja, veo los grandes letreros de la carretera —reportó Holgar—. Con lemas
escritos en letras enormes. Este dice ―Amigos‖. Y muestra un hombre y una
mujer con grandes colmillos sonriéndoles a una vieja dama y un chico.
35
Hold kaeft: Cállate
36
Holly shit: Mierda
—¿Ves ese? ―Paz para Todos‖ —leyó Padre Juan, estirando el cuello—. Por el
amor de Dios, miren eso. Un vampiro con sus brazos extendidos, como Cristo.
Antonio gruñó.
La camioneta dio otro golpe, luego golpeó un bache, y Jenn gimió. Antonio tomó
su mejilla. Su piel estaba incluso más fría que la suya.
—No —comenzó él, y entonces bajó la mirada hacia ella. Puntos de luz escarlata
bailaban en sus ojos—. Sí, Jenn, tienes razón. Es una mera mierda.
—Oh, Dios, Antonio, ¿Qué está pasando con mi hermana —Ella se disolvió en
lágrimas.
—Yo sé, Lo sé—. Dios tiene un plan. Estoy seguro que Él lo tiene.
—Eso no hace nada —dijo ella entre sollozos— para hacerme sentir mejor.
—Él está aquí, con Sus manos fuera, si sólo las tomas.
Y yo también, Antonio pensó.
Pero lo que él era, era un vampiro. Un vampiro que había servido en la corte de
su padre y señor, Sergio. Uno de los tantos súbditos vampíricos de Sergio, que
había atacado salvajemente a chicas de calle y a los abandonados de Madrid por
su sangre. Incapaz de controlar sus deseos, sus necesidades. Viéndose como un
Maldito desobediente fue atado a una pira como una víctima de la Inquisición,
esperando que el sol lo llevara, finalmente, de la tierra. Aprendiendo de los dioses
de los Malditos, tal como el único al que Sergio siguió—Orcus, portador de la luz,
quien castiga a los que rompen los votos. Dioses del infierno, que prometían traer
luz a la oscuridad—como Lucifer, líder de todos los dioses del infierno, el
luminoso. Quien, si él era visto en esta vida, ardería su testigo a la muerte.
Enceguecido por la luz—no por ángeles, sino por demonios. Ese era el por qué los
demonios ardían a la luz del día, o así se decía. Y el por qué los humanos ardían
también, sólo que mucho más lento. La camioneta llegó, mientras el cielo
aclaraba, y Antonio echó un vistazo hacia Jenn. Si él dejara sus votos, si dejara ir
su rígido autocontrol…
sta es una cruzada, al menos para la mayor parte de nosotros. Una causa
Lucharemos con el idealismo de los jóvenes y lucharemos con las emociones y las
confusiones que crecen al mismo tiempo. Para nosotros el amor y el odio pueden
Y para algunos de nosotros, la muerte nunca podrá venir. Lo que significa que esta
... siempre.
NEW ORLEANS
LOS CAZADORES Y LA RESISTENCIA
Jenn gritó cuando se despertó. Antonio y Holgar estaba inclinado sobre ella, y la
puerta de la camioneta estaba abierta.
—Todo está bien —la tranquilizó Antonio. Su rostro estaba apretado por la
preocupación, y su aspecto se perecía mucho a la forma en la que recordaba en
su primer día en la academia, cabello largo y rizado, su rostro serio. Llevaba un
solo pendiente con el rubí de la cruz. Su aparecían física era como la de un
antiguo adolecente. Eso no había cambiado.
Ella dirigió una triste, llorosa sonrisa y se levantó, sorprendida al encontrar que
la manga de su camisa había sido empujada hacia arriba alrededor de su codo y
su chaqueta colgada sobre sus hombros. Su antebrazo había sido vendado y le
habían puesto un cabestrillo que rodeaba su cuello, igual que la ametralladora
que ahora había desaparecido.
Holgar camino con Jenn a través de un enorme piso parquet 38 con agujeros a un
sofá tapizado de color borgoña, del tipo inclina cabezas y una sola almohada
lateral, fue hecho para recostarse y leer, soñar despierto. Estaba en perfectas
condiciones, desmintiendo a las runas de la mansión amueblada.
Jenn se encorvó hacia adelante de tal manera que sus bitas quedaron fuera de la
tapicería, colgando en el aire. Era sumamente incomodo.
37
En español original
38
Parquet: piso flotante de madera
Se quedó tranquila, somnolienta, sintiéndose débil, consciente de que ella había
sido el único cazador herido en el ataque. Ella no se había movido lo bastante
rápido, o había observado lo suficiente, o algo. Cerrando los ojos, ella dejaría de
pensar en Lucky, incluso si ella no oraba exactamente.
¿Por qué yo no rezaba? ¿Por qué no puedo creer? Cruses y agua bendita les hacía
daño. Él reza, y está intacto. ¿No es prueba suficiente Antonio de que dios está
involucrado?
—¿Es esta mi otra paciente? —preguntó una regordete mujer de piel moca, ella
llevaba un ondulante vestido negro, morado, y blanco como un muumuu que
ocultaba sus pies. Su cabello estaba oculto en un pañuelo de color morado y
negro, llevaba grandes pendientes de aros decorados con grandes cruces negras.
Un collar de huesos que tenía que ser de animales y pies de pollo que colgaban
sobre su abundante pecho.
La mujer sonrió.
—El doctor y el mambo vudú. Mujer Voodoo —tradujo ella—. Y déjame decirte,
querido, los tambores han hablado.
—¿Esta dándole los últimos ritos? —Le preguntó Antonio—. Lo que esto significa
es...
—Yo sé cuáles son los últimos ritos —dijo—. No sé si lo habrá hecho… aún —
Aclarándose la garganta—. Pero yo estoy aquí por ti, querida. Has esperado
demasiado tiempo para verme.
—Buen trabajo —dijo ella, y Antonio bajó la cabeza—. ¿Tú lo hiciste? ¿Eres
paramédico?
—Solo Jenn. Leitner —dijo Jenn, parpadeando con enojo al recordar el tono
burlón de Aurora—. ¿Esta es su casa?
Alice suspiró.
—Oh, no, solo Jenn. Les Maudits tomaron mi casa hace años. Mataron a la
esposa de Marc, también.
—Lo siento por sus pérdidas —dijo Jenn con los dientes apretados, tratando de
no mostrar cuánto dolor había ahí.
—No puedo decirte aún. ¿Dónde has estado? —le preguntó ella.
39
En español original
—Asegurándome que todo el mundo estuviera a salvo. Tenemos que permanecer
aquí por un tiempo. Hace demasiado calor en el cuartel. Y tenemos un mal vudú
detrás de nosotros. Esperaba que pudieras darnos una mano.
—¿Has visto a la rubia de las trenzas locas? Su nombre es Skye. Ella dice que es
una bruja, la vi crear una bola de luz. Ella nos iba a llevar a una decena de
vampiros nuevos en la ciudad, pero dijo que algo la estaba bloqueando. Entonces
un grupo de vampiros nos atacó, y me estoy preguntando si ellos nos están
siguiendo a través de ella.
—Podría ser. Tendré una conversación esta noche, y veré lo que puede ocurrir.
¿Tú me ayudaras, petit40?
—No lo sé, bebé; coge mi bolsa —le dijo a Marc—. Soy doctora —Le aseguró a
Jenn—. Tuve práctica en el Algies, a través del río. El alcalde me encerró, dijo que
era buena remendando a los rebeldes —ella me guiño—. Lo era. Lo soy.
Marc se marcho y volvió con una gran bolsa de de cuero negra, igual a la que
tenían los doctores en las antiguas películas, Alice la abrió.
40
Petit: Pequeño
41
Oui, Maw-Maw: Sí, abuela
42
B ullet: Bala
—He oído que son todos de España. Tú no suenas como si fueras de España.
¿Por qué no me cuentas al respecto?
—Nosotros no tenemos ninguna unidad aquí —La voz de Alice sonó estricta.
Oh, dios, ella sabía que Antonio es un vampiro, Jenn pensó, tensa.
—Ese niño, Lucky, perdió demasiada sangre —murmuró Alice—. Es tan joven…
Por supuesto, por eso sonaba tan estresada. No era por Antonio, pero era por un
niño que podría morir. Jenn no podía perder el control.
—Allí, está hecho. Necesitas descansar —le dijo Alice, dirigiéndole una pequeña
sonrisa cuando las tijeras destellaron y ella levanto una gran aguja y volvió a
saturar con el hilo—. ¿Necesitas algo más para ayudarte a dormir?
43
Funny B one: es el hueso que va del hombro al codo.
—Sí44, ella lo necesita —interrumpió Antonio—. Ha estado bajo mucha presión y
está muy cansada.
Si los vampiros atacaban esta noche, ella tenía que estar preparada. Ella no
podía estar drogada. Pero Antonio tenía un punto, condescendiente como él era.
Ella estaba fatigada en exceso. No podía dejar de preocuparse por Heather.
—¿Puedo tener solo un poco? —preguntó—. No algo que me deje atontada, sólo
algo que me ayude a dormir. Podría necesitarlo.
—Sí, es posible —respondió Alice. Ella buscó dentro de su bolso negro—. Aquí.
Él volvió con una botella de agua, y Alice le dio una pequeña píldora azul. Ella
comenzó a adormilarse casi inmediatamente.
***
44
En español original
Antonio acerco una silla por un momento, vigilando a Jenn como lo había hecho
tantas noches en la academia. Él probablemente la avergonzaría; ella llevaba
escrita su inseguridad acerca de su rol de cazadora como un parche en su
manga. Ella se esforzaba en aparentar ser igual que los demás; ¿a caso ella no
sabía cómo era?
Había más idas y venidas, con más rebeldes reportándose con Marc. Marc era el
líder de la Resistencia, pero había docenas de pequeñas células de tres y cuatro
en todo Nueva Orleans y en sus alrededores, haciendo que fueran más difíciles de
eliminar el movimiento si una casa de seguridad fuese descubierta.
—La Señora Dupree está a punto de comenzar su ceremonia Vudú —dijo el Padre
Juan—. En mi experiencia tales rituales tienen un gran poder. Tengo miedo de
que pueda exponerlos a ti y a Holgar.
Antonio reflexionó.
—Porque ahora nosotros vemos a través del vidrio, oscuridad —confirmó el Padre
Juan, citando a Corintios—. Es por eso que te invito a decir los Divinos Oficios
conmigo durante la ceremonia. Cuando recemos juntos, quizás tu santo patrono
te proteja del escrutinio.
—Tal vez San Judas Tadeo tenga cuidado de él. San Judas era el santo de las
causas perdidas.
Oh, alma mía, alza el vuelo, en vida, y realiza el trabajo de mi Padre Celestial. En
vivir, en las alas del viento, en los rayos del sol. Bendice y repara al mundo.
Y con el suspiro todos los problemas del mundo terrenal, el sentía toda la bondad
que había flotado en las alas de los ángeles, como la propia magia de Dios.
ANTONIO DE LA CRUZ
Las nubes bajas cubrieron las colinas rocosas como Antonio y los sobrevivientes de
su grupo huyeron de la andanada de fuego de morteros y ametralladoras por las
pendientes pronunciadas. Uno por uno, desaparecieron en el monte bajo
matorrales, maleza, que les había dado su nombre: los Maquis, la libertad
combatientes. La Cruz de Lorena, símbolo de las fuerzas francesas libres, a donde
se había unido como voluntario, estaba cosido jersey de lana de Antonio. Ahora era
un maquis, un inconformista. España estaba por los suelos, pretendiendo ser
neutral, pero estaba la lealtad del dictador español Franco con Adolf Hitler y sus
aliados, Japón e Italia.
Antonio había luchado contra Franco en el final de la guerra civil, que había
terminado dos años antes, en 1939. Ahora, sus objetivos eran extranjeros
invasores. En ambos casos había desobedecido a su consejero espiritual, el padre
Francisco, que le había prohibido pelear.
—El pueblo de Dios necesita oraciones, no las balas —El anciano había insistido en
que Antonio se arrodillara delante de él en su pequeña capilla Lady. Una estatua
de la Beata Madre le tendió los brazos, vestido con una túnica marrón y un
cinturón de cuerda, como un fraile. El padre Francisco fue tonsurado, con una fina
línea de vello alrededor de su cabeza calva, mientras que Antonio conserva los
rizos sedosos de los que Beatriz se había quejado siempre ya se pierde en él.
—El pueblo de Dios necesita victorias —Antonio había contestado, deslizando sus
manos en la túnica mientras inclinó la cabeza. Tenía diecinueve años, demasiado
joven para servir a la Misa por el número cada vez mayor de las viudas y los
huérfanos españoles, pero la edad perfecta para tomar un fusil en su nombre. Su
estómago estaba atado, estaba tratando de hacer lo correcto. No había tomado sus
votos finales—que era en años a partir de eso—pero él estaba empeñado en
convertirse en sacerdote.
Algunos días se sentía como si su familia sin padre había muerto en sacrificio a su
vocación. Si salía de Salamanca y se unía a las Fuerzas Francesas Libres, ¿su
muerte carecería de sentido?
Antonio tomó el regalo como una señal de Dios—el símbolo de las Fuerzas
Francesas Libres era una cruz rematada con un palo pequeño, y fue también el
símbolo de Juana de Arco. La angustiada mujer, borracha lo había besado,
metiendo su lengua en su boca, y le rogó que fuera a la cama con ella.
Y entonces se oyó un grito de su lado-un grito de agonía. Había cuatro Maquis con
él, luchando su camino hacia el valle. Eran todos franceses, él era el único español,
dos eran hermanos cerca de su misma edad, el tercero, un muchacho de doce años,
y el último, a los setenta y cuatro años, era demasiado viejo para luchar. El nombre
del anciano era Pierre Louquet, y Antonio temía que había sido él quien había sido
golpeado.
Él se apartó del enebro. Las balas zumbaban junto a él, podía sentir su calor. Los
hermanos corrieron seis metros por delante de él, cada uno con una mano
alrededor de la muñeca del niño, a quien llamaban Frère Jacques—Hermano Juan,
como si fueran miembros de la familia.
Y así, los hermanos y Jacques, que eran hombres buenos, ayudaron a llevar al
viejo Pierre al valle, y cuando el sol se puso y empezó el frío, se quitaron las
chaquetas y lo cubrieron con ellas. Había recibido un disparo en el costado, y no
había manera de extraer la bala sin hacerlo sufrir más, y ya estaba jadeando de
dolor. Estaba sangrando tanto que probablemente no iba a vivir la noche . Fue
bueno que la oscuridad cayera como una cortina, los alemanes no serían capaces
de ver la sangre por todas las ramas y el suelo.
Los Maquis no podían hacer un fuego. Las llamas y el humo podrían delatarlos.
Tan silenciosamente como pudieron, se echaron a comer-pan, queso de pasta dura,
salami duro envuelto en papel marrón. Los hombres eran todos católicos, y Antonio
pronunció la bendición. Estaba tan oscuro, y tan frío, y el Hermano pequeño
Jacques estaba delgado, cansado y hambriento. Antonio pensó en su familia
perdida, sus hermanas y Emilio, y de Lita, que nunca tendría niños, y se le hizo un
nudo en la garganta. La inocencia, destruida. Él dio su salami a Jacques,
diciéndole al muchacho que había comido carne el viernes pasado —una infracción
de las reglas, por que los buenos católicos no comen carne los viernes—y así que
deseaba hacer penitencia.
Los hermanos sabían que estaba mintiendo. Tal vez Jacques también, pero él
estaba demasiado hambriento para discutir. Lo engulló.
El viejo Pierre abrió los ojos. Sus labios se movían. Su corazón tronando, Antonio se
inclinó.
Yo no soy un sacerdote. No puedo hacer esto, Antonio pensó. Pero llegó a su bolsillo
y sacó su rosario, que él besó y envolvió alrededor de los dedos nudosos. Luego
hizo la señal de la cruz sobre la cabeza blanca tenue y dijo —:
—Yo maté... Yo... —El hombre empezó a toser. Gastón, que estaba vigilando, miró a
Antonio y sacudió la cabeza violentamente.
Lo más suavemente posible Antonio cubrió la boca del viejo Pierre. El hombre dejó
de toser. Antonio tomó su mano, inclinándose hacia él, los labios agrietados y
delgados.
—… un hombre... no en tiempo de guerra...
La progresiva en el bosque era más fuerte. Zas, zas, como el viento mistral.
Alemanes. Jacques se sentó, con el rostro aplastado agrandado por el terror.
Gastón, su centinela, señaló con el cañón de su rifle hacia los árboles. Los
hermanos y Antonio miraron sombríamente el uno al otro, y entonces, como tres
padres, a Jacques.
Los hermanos querían discutir. Todo el mundo sabía que no había tiempo. Antonio
se queda atrás, con el anciano moribundo. En silencio, los tres se levantaron, y
Père Espagne los bendijo, por lo que sería la última vez. Luego se fundió en los
enebros y hayas.
—Ah, ah —Se quejó el viejo Pierre, y Antonio abrió los ojos. El herido estaba
mirando detrás de Antonio con una mirada de horror puro. Antonio sabía que había
alguien detrás de él.
Un alemán, pensó. Y ahora me encuentro con mi Señor.
ANTONIO Y SERGIO
... un vampiro.45
El tiempo se detuvo. ¿Por cuánto tiempo? No podía decir. Luego exhaló una
respiración en sus pulmones, sacudiéndolo de su ensueño. Se persignó y
murmuró:
El vampiro se echó hacia atrás un poco y luego se cruzó de brazos sobre el pecho
y ladeó la cabeza, mirando hacia abajo al viejo Pierre, quien abrió la boca para
hacer gárgaras.
45
En español original.
46
En español original
—Los ángeles lo están esperando —dijo Antonio, y su voz se quebró como el de
un niño pequeño. Nada de lo dispuesto en el seminario, nada en la tierra o en el
cielo, lo había preparado para este momento. Un vampiro. Un vampiro.
Un vampiro.
—Puedo poner fin a su sufrimiento —dijo El Vampiro 47. Su voz era baja, muy
relajante, se deslizó hacia Antonio. Sus ojos rojos brillaban en la noche.
—Por un precio.
—Su alma pertenece a Dios —respondió Antonio, poniendo sus brazos alrededor
de viejo Pierre, cubriendo el cuerpo del anciano con el suyo.
—Yo puedo convertirlo en uno de los míos. Y sí48, con toda seguridad, cuando
hago eso, su alma será tomada, y se enviara a mi señor, Orcus, a quien yo sirvo.
Él gobierna el inframundo, donde todas nuestras almas nos esperan.
—No —dijo Antonio, protegiendo al viejo Pierre con su cuerpo. Apretó los labios
contra la oreja viejo Pierre y le susurró la última línea de la oración por la muerte:
47
En español original
48
En español original
—Benedicat te omnipotens Deus, Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus —Bendición
de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
—Peleón. Está en la flor de su juventud, como yo, antes de que fuera bendecido
con la vida eterna. Fui puesto en libertad en mi vigésimo cumpleaños —Cuadró
sus hombros y levantó la barbilla. Perfil filoso, la nariz noble, mandíbula firme —.
Y así voy a seguir siendo, mientras que los hombres de otras edades, se
marchitan y se convierte en polvo.
—Es triste. Usted parece inteligente. Pero ahora, ha de oír el resto del trato.
Antonio parpadeó. De repente sintió mucho frío. Temblando de frío, apretó sus
brazos alrededor de viejo Pierre, luego lo bajo al suelo y agarró el crucifijo
alrededor de la mano del anciano.
—No —dijo Antonio, se lo mostró al vampiro.
El vampiro desvió la mirada. Había algo en su porte que era muy noble, antiguo y
elegante. No era un siervo del voraz Diablo. Un aristócrata, con buenos modales.
Levantó una de sus cejas oscuras. A pesar de la forma en que se movía, él se veía
muy joven, incluso más joven que Antonio, que estaba agobiado por las
preocupaciones de la lucha.
—Lo sé.
—Pero el infierno no es tan malo como han dicho —Él se rió entre dientes—. Es
realmente exquisito. Es un lugar de luz, y el placer. Y usted será libre de todas
las restricciones religiosas, por lo que en realidad se puede disfrutar de ella. Eso
es lo que te ofrezco, mi hermano español.
—No.
—La cruz en la mano es muy pequeña —dijo el vampiro—. No pesa tanto como un
puñado de arena. Sin embargo, pronto se te cansará el brazo.
Esta vez, el vampiro miró a Antonio de lleno. Dio un paso deliberado hacia
adelante, hacia Antonio. El pelo en la parte posterior del cuello de Antonio estaba
en punta. La mano que sostenía el crucifijo se balanceaba.
—No —repitió.
No importa. Voy a esperar hasta que el sol se levante , pensó Antonio. O...
El vampiro sonrió.
—Conóceme a mí —dijo—. Sírveme. Le llevará a una vida feliz, libre del temor al
pecado y el infierno. Y la muerte. De verdad, Padre, yo estoy haciendo un favor.
—Prefiero morir.
—Lo siento. Mi señor me dio otra opción, y le agradezco todos los días por eso. La
elección que te di expiró junto con el viejo.
Luego atacó.
Eriko miraba, perpleja, como Marc colocó los huesos, piedras, montones de
cristales, platos de huevos de gallina que contenían agua, y las velas sobre una
mesa larga cubierta con el tejido de color negro y morado que su abuela le había
entregado. Tantas cosas. Era muy diferente de la religión budista, lo que requiere
desprenderse de las posesiones. Para separar del deseo. Se quiere, deseo, hambre
que ha creado el sufrimiento del mundo. ¿No eran los vampiros prueba de ello?
Toda su existencia dependía de la satisfacción de su adicción a la sangre.
En los días del antiguo Japón, los Sakamotos de Kyoto había sido una familia
orgullosa, samurái venerable, conocidos por su valentía en la batalla. Ellos no
tenían miedo de morir, sino que sólo había tenido miedo de hacer menos de lo
mejor. Los Sakamotos del Japón moderno también debían ser los mejores,
haciendo lo mejor. A pesar de sus creencias budistas, adoraban el
perfeccionismo.
Cuando los vampiros salieron de la sombra del Monte Fuji, Eriko y sus amigas
habían estado tan emocionadas. Ella tenía diez años, y fue como si todo lo mejor
de su muestra de anime y libros de historietas cobraran vida. La guerra nunca
llegó a las costas de Japón, y sus padres la protegieron de todos modos.
En el momento de la tregua su vida fue muy divertida. Catorce fue el mejor año
de su vida. Después de que ella llegó a casa de la escuela, ella se cambió fuera de
su aburrido uniforme azul marino a una pequeña falda escocesa de color rosa
impactante, medias hasta la rodilla con lunares de color rosa y naranja, y un
gran peinado con cola de caballo, y recorrió todo el centro de Kyoto, con sus
mejores amigas, Yuki y Mara. Ir de compras, tomar café, a coquetear con los
chicos y hombres de negocios. Auriculares ahogando el mundo aburrido, ella
garabateaba pequeños vampiros con grandes ojos rojos en todos sus cuadernos
de la escuela y se fue a ver Eigamura, la vieja película y el parque temático (como,
los Estudios Universal de América) los domingos veían las bandas pop temáticas
los Elvis, los góticos…. alrededor de la entrada para bailar y cantar. Para ella los
vampiros tenían un montón de estilo con el pelo largo sobre sus hombros, o en
una cola de caballo, como guerreros samurái. Eran muy educados con el
emperador en la televisión, haciendo una profunda reverencia a él. ¿Cuán genial
era eso?
Las Vampiro Three fueron un gran éxito. Llegaron los e-mails de fans de los
vampiros, o niños fingiendo ser vampiros. Estaban en construcción de sus
nervios para encontrarse con uno de ellos, un hombre que se hacía llamar
Shogun Shell Ghost. Iba a ser una noche de viernes, en un club llamado Sueños
Perdidos, a las diez.
Se suponía que iban a reunirse en la casa de Mara a las siete para estar listas.
Pero Yuki no se presentó. Ella no llamó, no mando mensajes de texto.
La policía buscó por todas partes, nadie tenía idea de dónde encontrarla, lo que le
había sucedido. Ella se convirtió en un rostro en un cartel. Eriko escribió un
haiku en su página web:
Rompe Universo
Mara y Eriko pasaban horas en busca de Yuki, luego de días y semanas, ambas
estaban fallando en la escuela. Ambas fueron castigadas, y Eriko se puso furiosa.
¿No quieren los padres de Yuki que la encuentren?
Luego recibió una visita del padre de Mara, que era prácticamente un fantasma,
un fantasma de la tristeza. Había descubierto que entre un grupo selecto de
familias samurái, guerreros llamados karyuudo, que se había formado durante
siglos, en silencio luchando contra el demonio Kyuuketsuki los vampiros, que
acabo con emperadores y campesinos por igual. Cuando los vampiros había sido
un secreto, también lo habían sido los guerreros-cazadores—que luchaban contra
ellos.
No sabía por qué estaba tan sorprendida. Un gaijin, un extranjero, puede ser que
piense que la actitud japonesa hacia las mujeres ha cambiado a través de la
siglos, pero los hombres como su padre no eran tan inusuales. Trató de ir de
todos modos, pero el sensei—el maestro de su escuela—del Protocolo de Kyoto,
dijo que estaba allí por la razón equivocada. Uno no se convierte en un cazador de
vampiros para vengar la muerte de una sola persona.
Pero algo faltaba. Ella no sabía cómo explicarlo, y ella no lo intentó. El padre
Juan había hecho su elección, sin embargo, tenía la sensación de que había sido
un error. Ella no se sentía como un verdadero cazador, como un samurái. Se
preguntó si era porque Kenji había hecho lo que quería hacer.
—Nuestros números han ido hacia abajo —dijo Marc, arrastrándola hasta este
momento en que él ayudó a su abuela preparar su altar vudú.
La noche había caído hace dos horas, Bernard y Jamie estaban patrullando el
perímetro—. Hace un año, por cada muerte en la acción, conseguíamos a dos
nuevos reclutas. Pero la gente de por aquí que odia a los vampiros han perdido la
esperanza. No creen que podamos ganar. Así que sólo le queda caminar.
—Oh.
Ella vio el intenso dolor detrás de sus ojos, y lo sentía también. Tenía tantos lazos
con su equipo, pero ella sentía que los estaba defraudando también, la forma en
que había defraudado a Mara. Tal vez su padre tenía razón, y ella no estaba
destinada a hacer esto. Lo estoy, pensó. Luego sus músculos de la pantorrilla se
estrecharon, e hizo una mueca.
Marc se volteó y miró a Skye ahora fascinado, un poco reservado. Estaba medio
enamorado de ella. O tal vez solo caliente. Skye estaba ajena a eso; toda su
atención estaba en lo que Alice estaba haciendo. La boca de Eriko hizo una
mueca; la formación clásica de Skye en magia blanca no había incluido vudú.
—El Loa —dijo Skye, mirando sobre su hombro a Eriko. Eriko no reaccionó. Skye
frunció los labios y dio la vuelta.
Marc se sentó con las piernas cruzadas en el suelo al lado de la mesa. Alice dijo:
—Ayúdame, por favor. —Y le entregó vasos de agua con los huevos en su interior
a Skye y Eriko.
Alice se puso delante de su altar, recogió objetos y los puso abajo como si
estuviera buscando algo. Skye se movió cerca, escrutando todos sus
movimientos, como si quisiera memorizarlos.
—El señor de los muertos. ¿Sabías que los vampiros adoran a dioses diferentes,
lo mismo que la gente? —Ella asintió con la cabeza—. Eso es correcto. No hay
muchos católicos entre los vampiros.
—Mucha gente humana lo adora también. Y Ma'man Brigit es una dulce dama.
De aspecto aterrador, pero dulce. Ella cura la gente, como yo —Alice asintió con
la cabeza—. Sobre todo a los que están a punto de morir a causa de la magia.
—¿En serio? —dijo Skye, abriendo los ojos—. Eso es genial. ¿Podría incluir eso en
ataques de vampiros?
—No —Alice añadido dos velas de color púrpura más, y luego uno negro—.
También exige venganza, si ella siente que está justificada.
—Suena como una buena loa a tener de nuestro lado —dijo Skye—. ¿Qué
piensas, Eriko?
A pesar de que estaba en la oscuridad, Eriko se sintió como si un foco estaba
brillando en ella—. Soy una budista —respondió ella—. Yo no tengo un dios, en
realidad.
Recorrió su equipo. Jamie y Antonio odiaban a los vampiros tanto como ella lo
hacía. O al menos lo pretendían.
Si puedo llegar a ser un cazador, porque quería matar a uno, podría convertirse
en un cazador, porque quería salvar a uno. El padre Juan ha entrenado a todos
nosotros, nos enseñó a matar a los vampiros. Sin embargo, alberga uno, y le da
de comer cuando no estamos viendo.
Y ese Holgar, a la izquierda. El hombre lobo tenía el menor sentido para ella. No
tenía idea de lo que le llevó, no sé por qué quería ser un cazador, cuando la
mayor parte de su clase había comprometido su lealtad con los malditos. A Todo
el mundo le gustaba porque era divertido, a todo el mundo excepto a Jamie.
Tal vez Jamie estaba en lo correcto de no confiar en él. Realmente no sabía nada
de él.
Marc siguió tocando el tambor. Alice encendió un fósforo y encendió las velas de
color púrpura. Cuando cada vela se encendió con una llama amarilla, las
sombras se movieron y se movieron por la habitación, casi como si estuvieran
tomando forma. El ambiente en la sala también cambió, como si el techo había
bajado cinco pies, y Eriko frunció el ceño, sin saber si este ritual era una buena
idea. Si algo salía mal, bueno, ya tenía lo suficiente para luchar.
Sin embargo, observó, sin saber cuánto tiempo pasó. Parecía horas. El ritmo del
tambor recogido, y Alice, posicionándose a sí misma delante del altar vudú,
comenzó a mover sus caderas seductoramente. Eriko estaba un poco
sorprendida, era muy sexual. Luego Skye se unió a Alice, frente a ella, imitando
sus movimientos. Los dos se ondulaban como la danza del vientre. Skye dejó caer
la cabeza hacia atrás, y Alicia bailaba a su alrededor, meciendo a su pelvis y
moviendo los hombros.
—Ah —exclamó Skye, con una voz que sonaba como alguien teniendo relaciones
sexuales. Desde su puesto de observación Eriko pasó la mano por su pelo—. ¡Oh,
ahhhh!
—Ma'man Brigit —murmuró Alice, empujando las caderas y pasándose las manos
por sus lados—. Ecoutez-moi. Escúchame.
Con el ceño fruncido, Eriko giró sobre sus talones y se fue en busca del padre
Juan. Los tambores la siguieron por el pasillo mientras ella entró en la
improvisada enfermería, las paredes cubiertas con jirones de desplazar fondos de
escritorio, el suelo barrido, donde Lucky yacía sobre un colchón cubierto con
sábanas. Había otro colchón en el otro lado de la habitación, y un par de
pantuflas que parecían ser del tamaño de Alice.
Padre Juan y Antonio se arrodillaron junto a Lucky, cuyo rostro estaba pálido.
Antonio llevaba lo que parecía ser un misal o algún tipo Biblia para que el padre
Juan pudiera leer de ella. El anciano llevaba un cinturón negro sobre los
hombros. Un pequeño plato de lo que parecía aceite al lado de su rodilla, y una
vela blanca. Aceite brillaban en la frente de Lucky. Así que estaban llevando a
cabo un ritual también. Todo parecía un poco loco para ella. Más que un poco
loco, en realidad.
El Padre Juan dejó de hablar, y él y Antonio la miraron. Podía oír los tambores y
el gemir de Alice, y su cara se puso caliente.
El gemido se hizo más fuerte. Padre Juan miró de ella a Antonio y viceversa.
Obviamente, los dos podían oír lo que estaba pasando, pero la miraban como si
tenía que explicarse. Avergonzada, ella se quedó mirando el suelo. No quería
empezar algo con el Padre Juan.
—Ah, así que desuka, veo —murmuró, con los ojos a la baja debido a que en
Japón, eso era muy educado. Al menos eso era lo que ella dijo sí misma. Tal vez
fue para que no pudiera verla rechinando los dientes.
Por un momento nadie habló. Eriko se quedó mirando la misma plaza del suelo.
—Hai, hai, sensei —contestó ella, haciendo una reverencia. Eriko se hundió en la
posición de seiza tradicional japonesa, plegando sus piernas y descansando su
trasero sobre los talones.
—Voy a ver a Jenn —dijo Antonio; Padre Antonio cabeceó, se puso de pie.
***
Mareada, se sentó y echó las piernas por el lado del sofá. Alguien le había quitado
las botas. Entró en ellas y, sin amarrarlas, se puso de pie. Ella se moría de
hambre. No estaba segura donde estaba la cocina, pero si ella seguía el sonido
sería capaz de encontrar alguien que pudiera decirle. Antonio estaba en el salón;
se sorprendió de verla levantada y luego su sonrisa se desvaneció, y ella bajó la
mirada hacia sí misma. Su chaqueta había sido tomada y su armadura de
cuerpo, pero su suéter negro estaba tiesa de sangre.
—Jenn —Antonio la atrajo hacia él y puso sus brazos alrededor de ella. Se dejó
descansar en él por un momento, avergonzada por el gemido—o era su
incertidumbre acerca de cómo iba a reaccionar a toda la sangre—ella se apartó.
—¿Esas son Alicia y Skye? —le preguntó ella. Sus mejillas quemadas.
—El vudú es una religión de éxtasis —respondió él, manteniendo el brazo suelto
sobre los hombros—. Debes tener hambre.
—Sí, pero quiero ver lo que están haciendo. —Ella hizo una pequeña mueca—. A
menos que estén bailando desnudas o algo así.
—Eso sería un espectáculo, ¿no? —dijo, sonriendo débilmente. Viviendo en
espacios tan reducidos, Jenn había visto a la mayoría de los miembros de su
equipo en varias etapas de desnudez, a excepción de Antonio. En realidad, lo
hacía más atractivo, si eso fuera posible.
—El Padre Juan y yo pensamos que lo mejor era que me quedara fuera de l
camino de Alice. De hecho —continuó él—, he estado pensando que tal vez sería
mejor si me voy.
—No —dijo ella, pero al mismo tiempo algo se estableció a su alrededor, algo de
fuego caliente y emocionante, que se sintió tan bien, y se entrelazo a sí misma en
torno a él, separando los labios. Ella lo quería. Todo de él. Sería tan maravilloso.
—Jenn —Sus manos tomaron el rostro—. Jenn. —Llegó a sus ojos un tono rojizo.
Cuando él la miró, ella casi no podía respirar. Los tambores vibraron a través del
suelo y los huesos en sus manos.
—Antonio. —Ella lo amaba, amaba a su nombre, amaba lo que era. ¿Te gusta lo
que es?—preguntó una voz dentro de su cabeza. Ella lo ignoró.
Se querían.
—Sí —le susurró ella, apretándose contra él—. Sí, Antonio —dijo a continuación
entre dientes.
Ella cayó hacia atrás con un grito, y el mundo giro, se desplomó, alguien la
levantó y la llevó por el pasillo.
El corredor se sacudió; gimió, mareada y débil. Y entonces vio que el Padre Juan
fue quien la llevaba.
—Un segundo más y hubiera tenido que matarlo —dijo el sacerdote con fuerza.
49
En español original.
La llevó a una pequeña habitación iluminada por una vela. La cabeza de Jenn
colgaba a la izquierda. Eriko estaba allí, acurrucada al lado sombrío de Lucky,
mirando. Y Jenn sabía que la suerte de Lucky se había agotado. Estaba muerto.
Saber esto: estás envuelto en una lucha contra las fuerzas del
dios brillará en ti así como el sol brilla en la vid. No flaquees. Todos los diablos
NUEVA ORLEANS
Alguien puso una cuchara en los labios de Jenn. Era caldo de carne y la ansiedad
hizo que abriese la boca. Creyó escuchar la voz de Alice, después la de Skye.
Alguien estaba discutiendo y otro estaba hablando en francés. Se distanció de
aquello y se quedó dormida. Había alguien con ella, alguien le besaba la frente y
la mano, aquel mismo tenía la piel fría.
Cuando abrió los ojos, se encontró tumbada en una cama que había contra la
pared de la habitación. Sentado en una silla de madera estaba Antonio,
mirándola fijamente y Skye a su lado tejiendo algo con hilo de color verde moho.
—Buenas tardes —dijo Antonio y Skye levantó la mirada. Gritó y rodeó a Jenn
con los brazos.
—¡Oh, gracias a dios Jenn! —Se volvió hacia Antonio—. Por favor, comunícale al
Dr. Alice que Jenn está despierta.
—Sí —dijo Antonio mirando una última vez a Jenn para después salir de prisa de
la habitación.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué hora es? —Intentó sentarse, pero Skye la obligó a
permanecer tumbada poniéndole una mano en la cabeza.
—Tranquila Jenn —dijo—, has tenido fiebre muy alta, has estado fuera de
combate tres días.
—Sí. —Skye agarró un tazón de plástico azul claro, cogió una toallita de aseo, la
mojó, escurrió y la utilizó para limpiar la cara de Jenn amablemente. Estaba
helada y Jenn se agitó—. ¿Sabes que Antonio ha estado saliendo todas las frías
mañanas y al volver ha puesto sus manos en tu rostro para hacer que te bajara la
fiebre? Es realmente horrible y dulce de algún extraño modo.
—¿Qué quieres decir? —Ahora Jenn se sentó obligando a Skye a apartar las
manos—. Dime lo que está pasando.
—Bien, verás, de lo que no nos habíamos dado cuenta es de que Mardi Gras no
es sólo un evento de un día en Nueva Orleans, han estado de fiesta en el French
Quarter desde hacer por lo menos dos semanas, con desfiles, esas cosas, de
hecho nos perdimos un día cuando llegamos. Los días mas importantes son los
últimos tres, cuando hay grandes desfiles y bals are held. Están estos grupos
llamados Krewes: son como clubes y presentan los desfiles.
—Lo siento, bueno, el caso es que por lo que nos dijiste, Aurora amenazó con
convertir a Heather en el Mardi Gras. —Hizo gestos en el aire— Pero nos
preguntamos si se refería a la concreta noche del Mardi Gras o a la época del
festival.
—No, dijo en nueve días —insistió Jenn y luego se paró—. Espera, no estoy
segura de que dijese eso. —Se cubrió la cara—. Oh dios mío, ¿Qué pasa si ya lo
ha hecho?
—La estaba poniendo al día —dijo Skye—, aunque me temo que ha sido un poco
triste.
Él se volvió a girar y Jenn pudo ver un reflejo escarlata en sus ojos. Por su
posición Alice no podía verlo pero Skye sí.
—Veré si hay algo más sustancioso para que comas, necesitas recuperar las
calorías perdidas.
Jenn asintió en silencio. Cuando Alice se fue, Skye volvió a poner la toallita en el
tazón de plástico y se secó las manos. Se inclinó hacia delante e hizo gestos
circulares con las manos, murmurando algo en latín.
—Un hechizo para que sanes —dijo cuando hubo terminado y tomó aire—. Creo
que tenemos que hablar sobre Antonio, lo ha estado pasando mal.
Entonces, sin decir nada más se giró y salió de la habitación, dejando a Jenn
mirando tras ella, sin palabras y temiendo, en su corazón que Skye tuviese razón.
Después de que Skye saliese de la habitación Jenn se levantó y dio un paseo con
el padre Juan por los pasillos de la casa. Se apoyaba en su brazo y se movía
como una señora mayor. Llegaron a una habitación donde algunos de sus
anfitriones estaban reunidos alrededor de una radio. Una débil voz hablaba y se
estiró para distinguir las palabras a través de las interferencias.
—No es imposible pero no pueden darse por vencidos, tienen debilidades: la luz
del sol, el fuego, la decapitación, astillas a través del corazón. Como ya sabéis,
todo esto puede matar vampiros; el agua bendita y los crucifijos pueden
quemarles, coged vuestros comprimidos de ajos y frotad sus dientes sobre la piel
de vuestra garganta y muñecas para que no sean capaces de alimentarse de
vosotros. Los tatuajes de cruces en vuestro cuerpo también ayudan, pueden
quemarse al tocarlos.
Jenn sonrió débilmente, la mitad de los tatuajes de Jamie tenían alguna especie
de cruz. Debía ser su gemelo hace mucho tiempo desaparecido. El hombre de la
radio continuó:
—El gobierno de Cuba, el último país a este lado del océano en mantener la fe, ha
firmado hoy un acuerdo de comercio libre con los vampiros. Los rumores dicen
que en España están a punto de reconocer a Solomon como el embajador oficial
de lo que a puertas cerradas se conoce como la nación vampiro.
Todo el mundo en la sala dio un grito ahogado y miraron al padre Juan. Su rostro
estaba blanco.
—No desesperen. Cada día que trascurre, la gente recupera sus ciudades, sus
pueblos y un día no muy lejano sus ciudades. Y ahora un mensaje especial para
nuestros oyentes en Nueva Orleans.
Jenn dio un salto, igual que el resto de la gente. Se acercaron a la radio, el padre
Juan seguía aguantándole del brazo y ella contuvo la respiración.
—Nadie lo sabe, nadie sabe dónde está o cómo se las arregla para que no le
encuentren.
—Este tipo de cosas sucedían en la segunda guerra mundial —dijo el padre Juan.
—Sí pero no estamos en el año 1940, la tecnología debería haber sido capaz de
atrapar a este tipo y callarle hace meses. Es un milagro que todavía siga haciendo
esto.
—Entonces deberíamos rezar para que esto continúe —dijo el padre Juan
empujando a Jenn para que salieran de la habitación y continuasen caminando.
Dejen que arda. Era extraño pero casi podía sentir que había estado hablando
directamente para ella. Le encantaría dejar la ciudad, irse lejos y rápido pero no
podía, no sin Heather. Esconderse, transmisiones secretas, no era su vida. Se
acordó de sus abuelos y de todo lo que habían visto y experimentado. Habrían
estado mucho mejor equipados que ella para manejarse con todo aquello. Deseó
poder llamar a su abuela y esperó que tanto ella como su madre estuvieran a
salvo. En lo que a su padre se refería, esperó que los vampiros le hayan matado.
—Oh —dijo el padre Juan ya que ella estaba hincándole las uñas en el brazo. La
miró—. ¿Jenn?
—Le odio —susurró—, si estuviese aquí, le mataría con mis propias manos.
—Entonces, por tu propio bien, espero que no vuelvas a verle. —Se detuvo, se
giró para mirarla. Puso ambas manos en sus hombros, inclinó la cabeza y la miró
con comprensión y lástima—. Jenn, toma todo ese odio y utilízalo para la lucha
pero no dejes que supure tu corazón. —Le apartó un mechón de pelo castaño
rojizo de los ojos—. Todos tratamos de ser justos e imparciales pero lo cierto es
que estamos muy cerca del pecado, de dejar que la bestia salga…
—Hola Mester Jens —dijo Holgar con alegría desde el otro extremo del pasillo.
Llevaba el mismo jersey y vaqueros con los que había llegado hace días, igual que
todo el mundo.
Se giró para irse pero entonces se volvió a dar la vuelta, pareciendo su rostro más
serio.
—¿Hablando del pecado y bestias? No estoy muy seguro de hacerlo. —Pasó las
manos por su rubio cabello y dejó que cayese por ambos lados.
—Todos estamos al límite —dijo el padre Juan mientras ambos le veían irse—. Ya
ves, es como lo cuento, es suficientemente difícil para ustedes seis aprender a
trabajar juntos pero ahora estamos en cuartos con extraños y hay mucho más
que tenemos que esconder. —Ella respiró.
—Lo sé.
—Es mi culpa.
—No, no lo es. —Estudió su rostro—. Desearía poder decirte que todo va a salir
bien pero hay diferencias entre las falsas esperanzas y la fe.
—La fe es saber que se resolverá como debe ser. —La luz pareció inundar sus
ojos mientras ella intentaba sonreír. Aquella era la mayor discusión que tenía con
la religión de él: si las cosas se desmoronaban era el deseo de dios, si su hermana
moría…
NUEVA ORLEANS
HEATHER
—¿Puedes traerme algo de café? —preguntó ella. Su voz estaba oxidada por el
desuso y lo único que reconoció de su voz fue el resuello del final.
—Para que pueda respirar, la cafeína ayuda con el asma. —Entonces, al darse
cuenta de que él no haría nada para ayudarla, añadió—. Si no consigo algo de
eso, dejaré de ser capaz de respirar pronto. Si dejo de respirar, muero. A Aurora
no le gustaría eso.
Él estrechó los ojos y la miró por un momento. Podía verle pensar, procesando
todo lo que había dicho. Era cierto, los planes de Aurora para Heather estarían
completamente arruinados si ella moría por asfixia ahora.
De repente la puerta de la sala se abrió y ella tembló. En vez del sirviente, era la
propia Aurora la que entraba dando zancadas en la habitación. Se deslizó a
través de la sala resplandeciente, con un búster púrpura y una toga en forma de
campana morada y verde. Había prescindido de su habitual rojo. Su pelo negro
estaba apilado en lo alto de la cabeza con brillantes clips morados. Un hombre de
piel oscura la acompañaba, vestido éste con un negro caftán y un redondo
sombrero con plumas. Llevaba una cadena en el cuello con lo que parecían ser
huesos de dedos. Huesos de dedos humanos.
—La cafeína excita el corazón, hace que la sangre sepa diferente y la tuya ya es
demasiado amarga. No permito el café aquí.
Aurora permanecía de pie con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándola de
forma distante. Sentía repugnancia.
—Hmm, obviamente no vas a durar mucho, parece que tendré que hacer el
sacrificio y probar tu enfermedad, después de todo, lo que no saben…no les hará
daño. —Miró en los ojos de Heather—. Así que escúchame, bonita Heather
Leitner, puedo acabar con tu tormento. Si deseas vivir, asiente con la cabeza, si
deseas morir, no hagas nada.
¿Qué? ¿Qué era lo que había dicho? ¿Heather? ¿Quién era Heather? El nombre le
sonaba cercano, como si quisiera decir algo para ella pero mientras la oscuridad
completaba su visión periférica, todo se desvanecía. Los dedos invisibles
apretaron una vez más y no había ningún resoplido más, no más agobio, no más
jadeos, sólo oscuridad y dolor.
NUEVA ORLEANS
Otro juramento roto. Había durado menos de un año en la corte real de Sergio, se
rebeló por definición de su señor de placer.
Crueldades inenarrables.
El día fue largo e improductivo. No vio a otros vampiros, y sólo escucho a la gente
hablando en voz baja mientras caminaban por las aceras encima de él,
desgastados en la sumisión, ahogándose de miedo. Ellos. Nosotros. La policía. Ya-
sabes-quien. Shh, no digas eso. Por favor, sólo déjalo ir. Igual que durante la
Segunda Guerra Mundial.
Se había preguntado todos estos años lo que le había sucedido a los hermanos y
Jacques Frère.
Y luego:
—Hay una nueva krewe este año, llamado Krewe du Sang. —Una pausa—. Y si,
es lo que piensas que es.
—Esta noche. Están tomando videos, viendo quien se presenta. Teniendo cuidado
de cualquiera que lo hace.
—Que se…
—Shh, policías.
—¿Hablas en serio?
Marc comenzó a hablar, pero en lugar de eso cerró la boca. ¿Qué iba a decir?
¿Heather no era importante para él?
Jenn estaba de pie en el pasillo, luciendo mucho mejor que cuando la dejo. Había
incluso un poco de color en sus mejillas. El quería tomarla en sus brazos. Pero se
mantuvo a distancia.
—Lo sé. Creo que esta es la ruptura que estábamos esperando. Nuestras
oraciones están siendo escuchadas.
—Oh. —Ella se cubrió la boca con las manos mientras lagrimas brotaron. Se
tambaleo, y él quería cogerla y abrazarla. Sin embargo sintió sus colmillos
alargándose, respondiendo al olor intoxicante de la adrenalina. Cuando ella dio
un paso hacia él, alzo una mano, tanto como había visto a sacerdotes jóvenes
protegerse de las parroquianas bonitas que tenían enamoramientos con ellos.
El quería tenerla en sus brazos y alisar su pelo rojo salvaje. Para besar la corona
de su cabeza y abrazarla. Podía sentir sus cuidadosas barreras desmoronarse
cuando ella rompió en sollozos, y el suyo comenzó a caer. Sus colmillos eran
afilados. Olía su sangre. Escuchó sus latidos del corazón como una estruendosa
promesa.
Necesitaba sangre.
—Tal vez esta es la manera de Dios de la expansión de nuestra misión —dijo él,
muy contento de que Eriko no estuviera aquí para escucharlo hablar así—. Tal
ves esto es un crisol, una prueba.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes creer que Dios le haría daño a mi
hermana, tal vez hasta matarla, para una prueba?
—Hay tanto mal en el mundo —dijo—, que Dios debe hacer todo lo posible para
buscar el bien. Estas cosas no son obra suya, pero él debe hacer uso de ellos.
—No —susurró—, estas equivocado. Estas equivocado.
La tomo por la parte superior de la cabeza, y su pelo rojo se desplegó sobre sus
hombros mientras miraba hacia abajo sus rasgos enojados, asustados. Por Dios,
quería probarla. Su sed era casi abrumadora.
—En esto estoy en lo cierto: Dios no quiere que tu hermana muera. Él quiere
salvarla. ¿Puedes hacer eso, Jenn?
Vio su lucha, y la amaba por esa lucha. Esta vida, todo este mundo, era un
crisol. Era la cruzada de su tiempo y fueron los caballeros, los guerreros.
Pero la última vez que peleaste, perdiste, se dijo recordando la noche en que se
convirtió en vampiro. Perdiste todo.
Entonces ella alcanzo a darle un beso en los labios, y se dejo tener eso. Suave,
cálido, ella lo amaba, una abominación monstruosa, Un Maldito.
Esto podría ser todo lo que alguna vez tendrá, este momento, este beso, este
amor. Así que se lo dio, consciente de que sus colmillos se alargaban, que a esta
altura sus ojos brillaban. Hambre, miseria y deseo libró su propia guerra dentro
de él. Y luego volvió a ganar, prevaleciente cuando termino el beso y le tomo la
mano.
—Está bien. —Ella le dio un apretón a sus dedos, y la dulzura del gesto casi le
rompió el corazón.
Fueron juntos a encontrar al padre Juan. Antonio estaba en medio de cubrirlo
cuando el ruido y los gritos estallaron desde la parte delantera de la casa.
Era Bernard.
***
—Es Nick —anuncio Skye, cerca de superar la vergüenza que tuvo al confesar en
esencia que ella no había tratado de estacarlo—. El que deje en la guarida de
Aurora. Salió corriendo antes de que pudiera hacer algo.
—Yo, yo nunca te he visto en mi vida —contestó el vampiro. Luego siseó. Sus ojos
eran de color rojo, y sus colmillos estaban fuera. Estaba rodeado por
Salamantinos y la Resistencia, en la habitación donde Jenn se había acostado la
primera vez que había llegado. Una vez que se dio cuenta de que Andrew y
Bernard regresaron con un vampiro, Antonio se había hecho pequeño. Skye trato
de no pensar en qué pasaría si Nick detectara la presencia de otro vampiro, y lo
denunciara al grupo.
—Llevaba un disfraz —dijo. Y entonces se dio cuenta de que él podría saber quien
la había bloqueado mágicamente. Casi tenía miedo de averiguarlo.
—Él trato de atacarnos — les informó Bernard, burlándose de Nick—. Fue la cosa
más patética que he visto nunca.
—Soy débil porque la luz esta fuera. Y tengo hambre — engatusó Nick—. Ella no
me dejaba comer. —Miró a Skye—. Amiga, no tienes latido de corazón. No tener
latidos no es un disfraz.
—Soy una bruja. Puedo evocar hechizos mágicos. Tienes uno como yo, ¿no?
—Puedo ver eso. —Eriko arrastró las palabras. Ella caminó hacia él. Miró de ella
a Holgar y de vuelta, volvió a gemir.
—Sí. Le dije que me rescataste y me fui detrás de ti. Ella estaba muy molesta, y
dijo que teníamos que movernos. Me metí en graves problemas. —Él negó con la
cabeza—. Así que dice que tengo que ―depender de un hombre‖ y conseguir mi
propia comida por un tiempo. No puedo aprovecharme de nadie: tengo que
valerme por mi misma.
—De ninguna manera —dijo Nick, con los ojos desorbitados—. Oh, hombre.
—Solo tienes que decirnos —dijo Eriko, asintiendo con la cabeza a Jamie, quien
abrió la bolsa.
—Oh, vamos, chicos —declaró Nick—. Si les digo… —Entonces se fue apagando,
como si hubiera ocurrido sólo para él que estaba rodeado de sus enemigos
mortales—. Whoa.
—Te lo voy a mostrar. Te llevaré allí —dijo, alzando la voz—. Por favor.
—Y nos dirás acerca de las brujas con Auras —le ordenó Skye.
—Bueno, no son brujas, exactamente. Son brujos. Ya sabes, son tíos vudú. —
Miró esperanzado alrededor del círculo—. Con los tambores y esas cosas. —Miró
esperanzado a Alice, quien había entrado en la sala con su tunica ceremonial
negra y morada.
Un pesado silencio calló sobre la habitación. Skye miró a los vampiros y luego a
la hechicera vudú y viceversa.
—No —susurró Jenn. Su voz hizo eco contra las paredes en el silencio, bajando
por los pasillos.
Alice se apretó la frente con las manos durante cinco segundos. Skye se acercó a
ella y puso su brazo alrededor de la angustiada mujer.
—Tal vez no es lo que parece —dijo Skye—. Tal vez papa Dodi es uno de nosotros,
infiltrado en el grupo de Aurora…
—Um. Nosotros los llamamos tribunales —ofreció Nick amablemente—. Y creo
que está bastante animado a estar con nosotros. Aurora va a convertirlo. —Él
iluminó.
—Estoy seguro de que ella los convertiría si quisieran chicos. —Miradas de odio le
derritieron en un charco—. Sólo digo —murmuró.
Skye observó a Alice. Las lágrimas corrían por la cara de la mujer. Ella miró
fijamente a Eriko.
Tras un rato Marc y Eriko echaron sus sillas hacia atrás, y cada uno se acercó a
su equipo. El padre Juan se excusó y saló de la habitación.
—Sip —replicó Eriko—. Marc nos llevará de regreso al pueblo. Todo nuestro
equipo, y su grupo central: Bernard, Suzy y Matt. Vamos todos al desfile y,
después, nuestro equipo se divide para ir a la nueva guarida de Aurora.
—Tengo entendido que el resto se quedara en el desfile —dijo Jamie.
—Sí —Ella dudó momento antes de seguir—. El objetivo de Marc es diferente del
nuestro. La resistencia ve esto como su gran oportunidad para causar tanto daño
como sea posible. Esperan inspirar a la gente para ayudarles.
—Los espectadores del desfile —dijo Holgar, como si quisiera asegurarse de que
entendía lo que estaba diciendo.
Ella no cree que deba ser nuestro objetivo principal. Jenn se dio cuenta,
sorprendida hasta la medula. Quería ayudar a Marc.
—¿Están listos? —preguntó Marc, dando grandes zancadas hacia ellos—. Iremos
a prepararnos y conseguir armas… armarnos… y…
Dejó de hablar cuando el padre Juan entró en la sala. Su rostro estaba marcado,
y tenía las mejillas cenicientas. Un joven con alzacuellos estaba de pie junto a él.
—Este es el padre Gilbert —anunció el padre Juan—. Él es el sacerdote que nos
envió la información sobre el grupo de Marc.
—Hola —dijo el padre Gilbert. Jenn pensó que no parecía lo bastante mayor para
ser sacerdote. Su frente estaba arrugada y su rostro marcado—. Vengo buscando
a su maestro, porque hemos tenido noticias de problemas.
Fueron rodando hacia el barrio francés en una camioneta más grande, todos los
de Salamanca, Marc y sus tres, y Antonio estaba aterrorizado. No había sentido
esa emoción particular en un largo, largo tiempo. Cuando el equipo más lo
necesitaba, estaba perdiendo el control, por alguna razón que él no podía
entender. Algo oscuro y mágico estaba sin duda trabajando en él, y tenía más
poder sobre su monstruo que él.
Skye y Alice habían trabajado con el Padre Juan poniendo protecciones mágicas
en la camioneta en la que viajaban, enmascarándola como un camión de
mudanzas. El Padre Juan había proporcionado los conjuros, un arsenal de
arcanas y mágicas tradiciones que Antonio no conocía. El repertorio mágico del
Padre Juan era únicamente suyo. El hechizo no había sido fácil, y el Padre Juan
había dicho un montón de cosas en latín que sólo Antonio había entendido y se
habría sonrojado de repetir en cualquier idioma. El padre Juan había sido capaz
de verificar que había una fuerza mágica en su contra, pero que no podía
confirmar si era Papa Dodi. No sabía si era vudú, o magia Blanca, Negra, u
Oscura, tampoco. El loa50 de Alice también guardaba silencio al respecto. Cuando
finalmente el trabajo se hizo, los seis cazadores se habían apretado en la
camioneta, y Marc y sus tres, Matt, Bernard, y Suzy. Más peleadores estarían
conduciendo por separado, y más células se unirían una vez que llegaran al
barrio francés. Las armas fueron tomadas, pistolas, mientras que los Salamancas
llevaban todo lo necesario para su tradicional combate cuerpo a cuerpo con el
enemigo.
Antonio no sabía cómo Marc había obtenido la palabra a las otras células, y por
el momento estaba demasiado ocupado para preocuparse. Él luchó para
50
Loa: En la religión vudú, se les denomina Loa a los espíritus que sirven como intermediarios entre los hombres
y Bondye, el regente del mundo sobrenatural.
mantener su sed de sangre controlada, consciente de que en cualquier momento
podría estallar en forma de depredador, con los ojos rojos, brillantes, afilados
colmillos.
Las calles de la ruta del desfile en el barrio francés fueron acordonadas por los
vehículos. Unas cuantas preguntas rápidas en una gasolinera de la carretera
habían revelado que el desfile Krewe du Sang comenzaría en la parte oriental del
barrio, en la Avenida Franklin. Marc se puso tan cerca como pudo, entró en el
estrecho callejón de un complejo de apartamentos abandonado, había un montón
de esos, y el grupo en silencio salió. En la pared de ladrillo habían pintado con
aerosol ―LOS VAMPIROS APESTAN, VAYANSE AL INFIERNO MALDITOS‖. Marc
sonrió sombríamente al ver las palabras.
Eran las siete, momento en que los dos grupos debían separarse. Objetivo de
Marc: matar tantos vampiros como sea posible. Equipo de Salamanca: salvar a
Heather Leitner. Ambos: hacer una diferencia.
Nick había puesto la nueva guarida de Aurora fuera de Decatur Street, junto a la
catedral. Estaba en la ruta del desfile de Krewe du Sang, los cazadores llegarían
media hora después que el desfile comience, a las ocho en punto.
Dos bailarinas orientales con pelucas color rojo y púrpura bailaban entre la
multitud dando gritos y alaridos agradecidos. Cuatro hombres vestidos como
Santa Claus empezaron a bailar con ellas.
Gran parte esto era forzado, como un espectáculo, un show. Sonrisas se fueron
dibujando por la borrachera de la gente, que estaba tomando en gran medida.
Jenn vio a una mujer girar su cabeza y comenzar a llorar. Un hombre la abrazó,
se agachó, trató de razonar con ella. Sollozando, se secó las lágrimas y tomó su
cerveza. Ella se la bebió toda.
51
Lamé: Tela bordada con hilos de plata y oro.
Pero la gente parecía realmente feliz. Rebosante de alegría, incluso. Era tan loco.
De hecho, los oficiales de policía armados obstruían los pisos superiores de los
edificios de ladrillo. Y con cada grupo de agentes, otras personas sostenían
cámaras de video y teléfonos celulares, grabando todo. Las personas por debajo
de ellos lo sabían. A pesar de que se reían y estaban de fiesta, algunos de ellos
levantaban la vista.
Mirando alrededor, vio a Skye media cuadra abajo. Antonio dijo a Jenn:
Llegó a Skye. Ella lo miró boquiabierta, y él negó con la cabeza, necesitando que
se concentrara.
—No sé. —Ella tejió sus manos y susurró en un idioma antiguo que no conocía.
Él empezó a relajarse, y eso le preocupaba: tenía que estar alerta.
—No luches contra mí —dijo ella—. Ahí.
—Gracias.
—Buena suerte, Antonio. —Su voz era fría. Ella todavía no confiaba en él.
Te amo, pensó. Te amo. Pero se obligó a no articular las palabras. Ya podía sentir
el hechizo de Skye debilitarse, era más fuerte su instinto para liberar a la bestia.
Mirándolo, Jenn se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza hacia él.
¿Estaba diciendo que ella también? Nunca lo sabría.
Miró a los números en los letreros de las calles y comenzó a cruzar. El callejón
ubicado entre una tienda Gumbo 52 y un puesto de venta de souvenirs del
carnaval Mardi Gras era su mejor esperanza para entrar en la nueva guarida de
52
Gumbo: Restaurant famoso en Nueva Orleans.
Aurora, ubicado con valentía en un edificio de ladrillo con un letrero de vacante
en él.
Antonio tomó dos y luego se dio cuenta de que no eran colmillos de vampiro, sino
dientes reales de humanos, presentados para que parezcan colmillos.
53
Calliope: Órgano que hace una serie de silbidos de tren.
A continuación, la primera carroza apareció, sus lados cubiertos con espirales y
remolinos de rosas rojas y medias lunas de plata, y un cartel que decía
―¡ESTUVIMOS ALLÍ!‖
La carroza era una recreación de un salón de baile parisino, con una medalla de
plata estilo barroco y una araña de cristal suspendida sobre una pista de baile de
madera.
El castillo pasó junto él, y luego la tercera carroza se alzó sobre las dos
anteriores. En un extremo había una recreación de una ciudad moderna, todos
los rascacielos de vidrio y acero, y en el otro, los edificios de ladrillo y balcones de
encaje del barrio francés; combinados, hicieron una miniatura de la propia Nueva
Orleans. En la parte superior del edificio más alto de acero y vidrio, levantándose
seis pies de la base de la carroza, una impactante mujer va vestida con un traje
54
Clave: instrumento musical interpretado por medio de un teclado
de noche verde y morado, su pelo negro sujeto en su lugar con peines púrpuras,
sonrió y tiró cuentas a la gente. Aurora.
Y su hermana de sangre.
No, pensó, sintiendo como su cara cambiaba. El hecho de que ambos seamos
vampiros, no significa nada. Eso sería como decir que Jenn y Adolf Hitler son
familiares, ya que ambos son humanos.
—¡Buenas noches, Nueva Orleans! —exclamó Aurora por los altavoces mientras
se echó las cadenas de colmillos de oro y plata. Tenía un acento español. Al igual
que su padre, Sergio, era española. Y. . . era como él.
Baron Samedi era uno de los oscuros dioses de la muerte, también venerado por
algunos vampiros, quienes tenían muchos cultos y prácticas religiosas como los
seres humanos. Y allí estaba el loa de Alicia, Ma'man Brigit, la esposa del barón,
que llevaba un velo salpicado con flores podridas. Tal vez esta noche Brigit
también estaba del lado de los vampiros.
55
B okor vudú: sacerdote en el vudú.
Los tambores resonaban frenéticos, sepulcrales, amenazantes. Algo se levantaba,
algo se avecinaba.
La carroza pasaba por delante. No había señales de una chica humana. Jenn le
había descrito a Heather en detalle que Antonio sentía como si la hubiera
conocido. Del desfile vampiro Antonio ya había visto suficiente , más que
suficiente.
—¡Oh, Dios mío! —gritó la mujer, cubriendo su rostro—. Es. . . ¡Oh, Dios!
—Si ella no lo alimenta con su sangre, él estará a salvo —agregó Antonio. Muerto,
tal vez, pero no sería convertido.
Pero en ese momento, Aurora hizo un gesto a la cobra. Se disparó hacia abajo, en
dirección a ella y hundió sus colmillos en la zona carnosa sobre su corazón. Ella
gritó, como en éxtasis.
Oyó la locura: las sirenas, silbatos. Los gritos. Las personas perdiendo su
humanidad, ya sea de forma permanente, o sólo a través del frenesí de la turba,
él no podía decir.
Y él tomó una decisión. Él no iba a poner en peligro a Jenn y a los demás. Iba a
entrar, tomar a Heather, y correr, estacando a cualquiera que se interpusiera en
su camino.
Él tomó las escaleras de cuatro en cuatro; como era un vampiro, casi podía, pero
no del todo, volar. La luz de la luna brillaba a través de tragaluces en el patio, que
estaba lleno de plantas muertas en grandes urnas negras, y ciegas estatuas
griegas.
Allí estaba la puerta delantera de color rojo. Quería entrar tan pronto como sea
posible y obtener a Heather y salir antes de que saliera el sol. Subió corriendo las
escaleras, vaciló, y luego giró el picaporte. La puerta se abrió.
***
Ella estaba enloqueciendo: este no era el plan, Antonio no debía haber ido solo.
Ella estaba luchando por seguir adelante, pero sin recurrir al Krav Maga56 en un
centenar de personas a la vez, tendría que contentarse con caminar lentamente
hacia adelante. A continuación, las trenzas de Skye pasaron flotando cerca de
Jenn a unos seis metros por delante de ella.
56
Krav Maga: que en hebreo significa “combate de contacto”, es el sistema oficial de lucha y defensa personal
usado por las fuerzas de defensa y seguridad israelíes.
—Skye —gritó ella.
Las protestas y juramentos vinieron con sus esfuerzos, pero ella seguía
empujando, y cruzó la calle en menos de diez segundos, después de Skye. Tanto
Jenn y la bruja se detuvieron justo delante de Antonio, cuyos ojos brillaban.
Él puso sus brazos alrededor de sus cinturas y las atrajo hacia el callejón, fuera
de la locura. El ruido era ensordecedor. Las botas de Jenn crujían sobre la grava.
La luna, medio llena, brillaba sobre el pelo color negro azulado de Antonio. Si
hubiera sido humano, hubiera estado jadeando y sin aliento.
—No había olor a humano en ese lugar. No la tienen allí. O Nick nos estaba
mintiendo o Aurora le mintió.
—Maldita sea —dijo Skye, poniendo una mano en su cara—. Entonces, ¿dónde
diablos está?
—Jenn. —Antonio puso sus manos sobre sus hombros y dobló sus rodillas para
poder mirarla a los ojos—. Escucha. Tienes que ser fuerte. Debes mantener la
concentración. El desfile aún sigue en marcha. Aurora no está con tu hermana.
Eso significa que hay esperanza.
—No, no lo está —dijo Jenn. Tomó una respiración profunda—. Pero tienes razón.
Debo mantener la concentración. —Ella se volvió a Skye—. Tienes que intentar
con tu piedra de escudriñamiento de nuevo. —Antes de Skye pudiera decir nada,
Jenn se lamió los labios y le dio una mirada dura—. Tienes que hacerlo, Skye. Y
tienes que hacer que funcione.
Skye hizo una mueca mientras pescaba en el bolsillo y sacó la piedra rectangular
pequeña.
—Estábamos bajo tierra. Has hecho vudú, desde entonces —Antonio le recordó—.
Esto abre más canales de los arcanos. Y no he dejado de orar por ti.
—Tienes que tener fe —dijo Jenn. Las palabras salieron de su boca antes de que
ella se hubiese dado cuenta de lo que iba a decir.
—Cierren los ojos, Jenn y Skye, y oren conmigo —Antonio les invitó.
Jenn vaciló. Ella todavía no creía, no de la forma en que él lo hacía. Pero ella
cerró los ojos, con lágrimas corriendo por su rostro. El tiempo marchaba. El
desfile iba serpenteando por las calles del Barrio Francés, y quién sabe qué
camino tomaría. O si Heather estaba oculta en una de las carrozas, siendo
destrozada por Aurora.
Suavemente, Antonio tomó su barbilla y miró a sus ojos. Ella sacudió la cabeza.
Estaba cansada de esto.
Nada en ella quería repetir el fracaso, pero no tenía idea de qué otra cosa podían
hacer, salvo correr al azar por todo el barrio, con la esperanza de que Skye
pudiera reconocer el edificio. Sí, se podría hacer eso.
Frustrada, asustada, cerró los ojos. Por favor, Dios, o diosa, o la suerte o el
destino, o. . .
El rostro de su querido abuelo, Papa Che, floreció en su mente. Ella lo veía con
tanta claridad, los ojos serenos y oscuros, las pecas en la nariz, las cejas
pobladas y la sonrisa.
Ocuparé tu lugar.
Y algo pasó. Algo se transformó. Algo cambió. Jenn sintió como una vibración
cálida corría por el centro de su cuerpo, como si alguien arrancara la cuerda de
un arpa. Vibraba a través de la base de ella, entonces se calmó.
—¡Vamos! —gritó.
—Aquí, detrás del edificio, en el callejón —dijo Antonio. Él tomó las manos de
Jenn y Skye, y echaron a correr. Los ladrillos del callejón eran de tono negro,
pero Jenn sabía que él podía ver a dónde ir. Él las arrastraba, ella estaba
corriendo tan rápido que se caía sobre sus propios pies. Ella tropezó, él
desaceleró. Ella lo sostenía, y así también Skye.
—¡Veo un nombre detrás de la escalera! —gritó Skye—. Está en San Pedro. Hay
números: uno, dos, cinco, y otro que no puedo leer.
***
Él estuvo allí en menos de un minuto. Corrió por las escaleras y por la puerta
principal, rompiendo las bisagras, listo para matar a un centenar de los suyos
para salvar a la hermana de Jenn.
Allí, del otro lado, una jaula estaba abierta, el cuerpo de una joven envuelta, con
una mitad dentro y la otra fuera. Por un momento miró el cuerpo de la hermana
de Jenn. La rabia lo invadió.
Era demasiado tarde.
—Así es, yo la convertí —susurró una voz detrás de él—. Yo soy su señor. —Se
dio la vuelta para ver a Aurora mirándolo, jugueteando con sus colmillos—. Ella
sabía horrible. Estaba casi muerta. Sin embargo, ella es mía ahora.
***
Un incendio estalló dentro de uno de los edificios. El humo salía y se elevó hacia
el cielo.
Vampiros volaron de los carros alegóricos, como ratas, los ojos rojos de sangre,
los colmillos relucientes. Uno de ellos, un hombre, agarró a la mujer más
cercana, y hundió sus dientes en su cuello. Un Maldito junto a él, derribó a un
hombre enorme, poniéndolo de rodillas. La sangre corría por la cara del vampiro.
Holgar empujaba a las personas fuera de su camino, trazando la ruta que había
visto tomar a Antonio, Skye, y Jenn. Llegó al final del callejón para encontrar a
Jenn y Skye, pero no a Antonio.
Se lanzó hacia la casa, subió las escaleras, y voló a través de la puerta abierta.
Antonio tenía las manos alrededor de la garganta de una vampira, que siseaba y
lo arañaba. Ambos estaban intentando clavarse sus colmillos, abriéndolos y
cerrándolos, como lobos.
Holgar liberó un par de estacas de sus bolsillos y trató de acercase. Sin embargo
Antonio y la mujer empezaron a moverse tan rápido que no podía seguirlos, y
mucho menos correr el riesgo de fallar y matar a Antonio.
Rugió por la frustración y se dio la vuelta al oír unas maldiciones. Media docena
de vampiros entró en la habitación. El hundió su estaca en el pecho de la
primera, que murió con una mirada de sorpresa en su rostro.
***
Eriko y Jamie encontraron a Jenn y Skye. Sin decir una palabra Eriko agarró a
Jenn y la llevó a cuestas por la calle. La gente corría por todas partes, gritando.
Una mujer con una herida en la cabeza se sacudió delante de ellos. El fuego de
ametralladoras sonaba en staccato contrapunto57 por las olas de las sirenas.
—Bájame —le dijo Jenn, y Eriko cumplió. Jenn miró por unos segundos cómo
Eriko sacaba una estaca de su pantalón, separaba sus piernas para mantener el
equilibrio, y se preparaba para la batalla.
Corriendo, Jenn vio la casa. Aceleró quitando fuerzas de una reserva que ella
nunca había soñado poseer. Subió por las escaleras e irrumpió en la casa con
Skye y Jamie.
Más allá de ellos Jenn vio a su hermana, y corrió hacia ella, a pesar del caos y la
lucha sucediendo a su alrededor.
Una mirada le dijo todo lo que necesitaba saber: la garganta de Heather estaba
desgarrada, un charco de sangre a su alrededor. Tenía los ojos medio cerrados. Y
aunque no había ninguna chispa de vida en e llos, aún no brillaban tan rojos
como la sangre fresca en sus labios. Sangre de vampiro. Ella había sido
convertida.
57
Staccato contrapunto: se refiere a que el sonido de las ametralladoras era silenciado de manera entrecortada por
las sirenas.
—No, Heather, oh, Heather, lo siento mucho —lloró.
Con un sollozo ella cayó de rodillas. La habitación daba vueltas. Quería gritar y
llorar y rogar y odiar y matar, pero ya era demasiado tarde.
Demasiado tarde.
—Antonio, Antonio, debo hacer esto —gritó Jenn a través del ruido—. Ella la
convirtió.
En torno a ellos la lucha rugía. Los vampiros de levantaban del polvo. Un joven
revolucionario cayó muerto junto a ella, con el cuello roto, sus ojos muertos
mirándola fijamente, instándola a hacer lo correcto.
Esta es la prueba, pensó mientras el mundo parecía a enfriarse y oscurecerse a
su alrededor. Ella no escuchó nada de los combates, no vio nada excepto la
estaca en su mano y los ojos rojos de Heather. Yo soy una cazadora, y ella es un
vampiro.
Más frío.
Más oscuridad.
Este es el momento de prueba para ti. Aquí es cuando debes aceptar tu vocación.
Esto es para lo que has nacido para hacer.
—Tú me has dado una oportunidad —instó Antonio—. Déjame por lo menos
intentar, por tu bien y por el de ella.
—¡Vampiro!
Antonio estaba demasiado débil para defenderse. Marc lo golpeó hacia atrás y se
arrodilló sobre su pecho, balanceando una estaca hacia abajo. Hizo contacto,
entrando profundamente en el pecho de Antonio, pero fallándole al corazón. Eriko
se estrelló contra Marc, gritándole como una loca a través de la sala cuando ella
lo siguió. Ella agarró su cabeza y la estrelló contra el suelo.
—¡Él es un vampiro! —gritó Marc, la voz llena de dolor—. ¡Hay que matarlo! ¡O
déjame matarlo!
—No lo harás —dijo Eriko, tirando de una estaca libre y amenazando a Marc con
ella.
De repente, Eriko dejó caer la estaca y retrocedió mientras Marc se ponía en pie,
con una mirada asustada pasando por su cara. Ella y Marc se pusieron de pie,
jadeantes, a cuatro pies de distancia, asesinándose con la mirada.
—Sí.
Eriko debió haberle dicho algo a Holgar, porque un minuto más tarde llegó a su
lado. Miró a Antonio, que estaba tratando de ponerse de pie. El vampiro sangraba
profusamente de las heridas en su cara y su cuello, y parte de la estaca de
madera de Marc seguía en su pecho, lejos de su corazón, pero la sangre brotaba a
su alrededor y caía al suelo.
Se apartó el pelo teñido de sangre de los ojos y se limpió la nariz con el dorso de
su mano.
—Y llevaremos a la hermana de Jenn con nosotros —dijo Antonio con voz ronca.
—Se escapó. Ella clavó una estaca en el hombro de Antonio y corrió antes que
cualquiera del resto de nosotros pudiera atraparla.
Skye salió corriendo de la casa y luego se deslizó hasta detenerse junto a Jenn.
Ella estaba mirando fijamente el suelo. Jenn miró hacia abajo y vio un dibujo de
tiza. Era una gárgola con un corazón en la boca, un gemelo al tatuaje de Skye,
que había visto en las duchas. En el centro del el corazón se leía ―E + S.‖
—¡Salgan de aquí mientras puedan! —gritó Marc por encima del rugido, tirando
de la atención de Jenn de vuelta al peligro.
Lo hemos hecho, hemos empezado una revolución, pensó, sus ojos llenos de
lágrimas.
de Nueva Orleans. Me dijo que escribiera, todo ello para recordar cada
momento para que yo pudiera sobrellevarlo y aprender de ello. Dijo que lo más
oscuro además de estos tiempo, eran tiempos más oscuros que vendrían.
Estaba en lo cierto
Y así estaba yo, cuando escribí la primera línea en la primera página, que decía…
M ADRID
PADRE JUAN
Tan pronto como el padre Juan salió del aeropuerto de Madrid, sabía lo grave que
era su citación en casa. Diego, el obispo a cargo de la Academia entera, se de tuvo
en la acera en su propio Mercedes reluciente.
—Están culpando a los cazadores por la pérdida del virus ―dijo Diego sin
preámbulos.
—Lo sabemos y ellos lo saben, pero no es así como están hilando esto. También
están difundiendo la lucha en el avión.
—¿Qué está pasando? —exigió Juan con el temor pinchando a través de él.
—Sí.
—¿Qué es lo que pueden usar para racionalizar esa decisión? Los cazadores
hacen su trabajo. Están ahí matando vampiros cuando los militares no pueden.
Son lo único que se interpone entre el pueblo y la oscuridad.
—Has dicho una buena parte, amigo —dijo Diego con solemnidad. Su cara estaba
surcada de arrugas de preocupación, y los círculos oscuros rodeaban sus ojos.
Había envejecido terriblemente desde que Juan lo había visto.
—Ellos son muy populares. El pueblo español los ve como salvadores, haciendo
por ellos lo que el gobierno no puede. Y entonces, ¿son una amenaza? —preguntó
Juan, tratando de formar un sentido de todo eso. Diego asintió con la cabeza.
—¡Hostia! —Juan golpeó con el puño el salpicadero del coche, un arrebato de ira
que no había demostrado en muchos, muchos años, haciendo un juramento que
un sacerdote no debe pronunciar.
—Ellos sabían que iban a fallar. Contaban con ello. Sabían que el virus no iba a
funcionar, pero no podían admitirlo. Sino que debían tener a alguien a quién
culpar. Ellos necesitan un enemigo efectivo con el cual luchar para mantener el
poder.
—Sí, los cazadores. Maldita sea, hemos estado buscando el eslabón más débil, el
traidor en nuestras filas —dijo Juan, mirando por la ventana hacia España, su
España, donde había vivido durante tanto tiempo, más tiempo del que nadie
podía imaginar. Suya para proteger.
Había fracasado.
—El traidor fue nuestro propio gobierno, uno de los últimos firmes contra los
vampiros. Cada militar, todos con una nómina de gobierno, todos los contactos,
cualquiera de ellos pudo habernos visto, traicionándonos a cada momento. —
Juan cerró los ojos. ¿Cómo podía haber estado tan ciego?
—Deben haber encontrado más atractivo poner fin a la guerra en las sombras
que seguir luchando en el bando perdedor —especuló Diego.
—No podemos permitir a esto reposar —dijo Juan con los dientes apretados.
—No estoy seguro de lo que la iglesia pueda hacer para convencer al gobierno
español. Pero ten por seguro que mientras la Academia sea propiedad y esté en
control de la Iglesia, vamos a seguir apoyando a nuestros cazadores y formando
nuevos.
Juan sintió el brote de esperanza dentro de sí, pero el calor fue escaso.
Juan miró a Diego, quien se negó a mirarlo a los ojos. Los dos habían oído los
rumores desde hacía meses acerca de un movimiento dentro de la misma Iglesia
para hacer un tratado con los vampiros. Era escandaloso, impensable, y ahora no
demasiado aterrador para ser verdad.
—Amén.
—Voy a necesitar tu ayuda para hacer frente a los estudiantes. Vamos a tener
que encontrar una manera de explicarles la situación, para que se preparen.
—Pareces preocupado.
—La resistencia en Nueva Orleans es un desastre, pero al menos aún hay gente
dispuesta a luchar y morir por lo que es correcto.
—Lo sé. Ahora que España ha caído, no sólo es subterráneo, la Resistencia, para
liberarnos a todos. Hombres y mujeres que viven en el miedo y actuando con
desesperación, es todo lo que tenemos ahora —dijo Juan.
SALAM ANCA
Todos menos Holgar, eso era. Iba a ser luna llena, y Jenn estaba secre tamente
agradecida de que hubiesem llegado a Salamanca dos horas antes del anochecer.
Sabía que él se encerraba en algún lugar, mientras cambiaba. Ella no quería
verlo.
Habían salido del barrio francés por el oeste de la I-10 en la furgoneta de Marc,
preparando un vuelo al azar a Madrid. El sol había iluminado a un hombre en un
traje negro, que estaba de pie frente a un auto negro sin marcas, estacionado a
través de su carril de tráfico, las manos extendidas para que se detuvieran.
Él se había puesto las gafas de sol y una pequeña cruz de Jerusalén en la solapa.
Eriko caminaba por la bajada de cubierta, luego hacia arriba del avión, seguida
adecuadamente por Jamie, Skye y Holgar.
Cuando Jenn salió al lado de Antonio, estaba abrigada contra el sol, se volvió y
miró al hombre, que tenía abierta la puerta del coche. Su rostro se reflejaba en
sus gafas de sol como en un espejo.
—Ese en un nombre común —respondió—. Será mejor que te des prisa. Tuvimos
que mover algunos hilos para que esto sucediera.
Todos ellos subieron al avión para descubrir que las ventanas habían sido
bloqueadas. Antonio había resultado sólo un poco chamuscado en el milisegundo
que le tomó llegar desde el coche hasta el avión, corriendo por delante de Holgar,
que cargaba a Heather.
Holgar intervino para tratar de hacer la paz, y Jamie lo golpeó. Eriko y Skye se
enojaron, arrastrando lejos a sus respectivas parejas.
Antonio no habló ni la miró durante todo el vuelo. En su lugar, había pasado con
la aún forma de Heather, inclinado sobre ella rezando.
Él no nos abandonó, se recordó con severidad, volteando a un lado para poder ver
la puerta de su habitación. Como niña, nunca había sido capaz de dormir con la
puerta cerrada, siempre temerosa de que un monstruo se escondía en el otro
lado. Ahora sólo podía dormir con ella cerrada con llave, para que no pudiera ver
el rostro de los monstruos que estaban justo en el otro lado.
Y yo sé sus nombres, pensó, yendo a la deriva del sueño. Su teléfono celular sonó,
lo que indicaba que había un mensaje de texto. Cogió el teléfono y lo abrió. No
había ninguna indicación de la hora, no había ninguna información del
remitente, sólo una palabra: Montana.
Se quedó mirando durante mucho tiempo. Montana fue llamado el País del Gran
Cielo. No había mucha gente allí, y supuso que había muy pocos vampiros. Fiel a
su palabra, su abuela había llevado a sí misma y a la madre de Jenn fuera del
peligro y había avisado dónde estaban.
***
Skye probaba las cerraduras una vez más de dónde Holgar la observaba desde el
interior de la jaula. No podía dejar la sensación de malestar en el estómago al
pensar en Heather, que también había sido encerrada en una jaula como un
animal. Sin embargo, Holgar era un animal. Bueno, al menos a veces. Cuando él
le sonreía, estaba lleno de calidez y alegría. Pero sus ojos estaban siempre tristes.
Ella sabía que él llevaba consigo un oscuro secreto, y que no lo compartía con
nadie. Estaba bien. Ella no había compartido los suyos con nadie. Jamie,
Antonio, y Jenn llevaban su dolor como insignias de honor, las heridas recibidas
en combate. Eriko no se permitía sentir. Skye y Holgar, sin embargo, tenía
enterrado profundamente su dolor para que nadie más lo pudiera ver.
—No estés tan triste, min lille heks —dijo Holgar—. Es sólo por la noche. Y es
mejor así. Más seguro.
—Para todos nosotros ―dijo, mirando sus ojos. Lo decía en serio, él realmente
creía que los estaba protegiendo, como a sí mismo. Tal vez lo estaba. Pero esa
noche ella sabía que él podría utilizar algún tipo de protección extra.
—Buenas noches —dijo en voz baja, y luego salió de la habitación. Cerró la
puerta detrás de ella y luego trabajó en su magia para crear una barrera que
impidiera a cualquiera entrar en la habitación hasta la mañana. Odiaba hacerlo,
pero tenía miedo de Jamie, miedo de lo que podría hacer. Él todavía estaba
enojado, y la forma de lobo de Holgar era la personificación de todo lo que Jamie
odiaba.
Una vez que hubo cerrado la puerta, Skye dibujó un círculo en el suelo.
Normalmente, ella prefería salir afuera para realizar sus rituales, de pie entre los
árboles y sentir la tierra bajo sus pies y mirando hacia la luna. Esta noche no, sin
embargo. Las fuerzas oscuras se arremolinaban a su alrededor, y no estaba del
todo segura de que alguien o algo no estaba esperando en la oscuridad por ella.
***
Holgar había visto a Skye irse con una mezcla de emociones. Lo mejor era que
ella se había ido, pero él no quería que se fuera. Ninguno de su nueva manada lo
había visto nunca cambiar a lobo. El padre Juan había sido testigo de eso, pero
no los otros. Era algo que no estaba dispuesto a compartir con ellos todavía.
Pero era cuando cambiaba que más deseaba el contacto con otros. Era el lobo en
él: feroz, fuerte, y necesitando desesperadamente la comunión con los demás.
Permanece, Skye, sólo por ésta vez, pensó. Tal vez un día se lo preguntaría,
cuando supiera que ella podía manejar verlo. Odiaba comer solo, pero no era
nada comparado con lo mucho que odiaba tener que pasar por el cambio por sí
solo.
Tres veces el padre Juan se había quedado con él, y lo había hecho mucho más
fácil de soportar. Pero el sacerdote no tenía ninguna ilusión en cuanto a lo que
era Holgar. Holgar había engañado a la mayoría dejándolos pensar que era un
buen tipo. Ellos no entienden la verdadera bestia en su naturaleza, por lo que no
se podía confiar en ellos para presenciar lo que ocurría con el rose de la luna
llena.
Su pulso se aceleró de repente y empezó a sudar como si tuviera una fiebre alta.
La luna estaba llamando a su hijo rebelde, y era su deber responder. No tenía
más remedio que contestar.
—¿Por qué alguien simplemente no acaba de disparar a ese lobo? —se quejó. Un
momento después se arrepintió de sus palabras, al darse cuenta de que el lobo en
cuestión era probablemente Holgar.
Holgar. Él era un luchador, un miembro fuerte del equipo. Ella deseaba que él y
Jamie no estuvieran constantemente contra la garganta del otro, sin embargo.
Era agotador tratar de evitar que se maten unos a otros.
Así como yo estuve a punto de matar a ese hombre, ese humano, pensó. Revivió
una vez más el horror de ese momento, y agradeció a cualquier deidad que
quisiera escuchar el que ella hubiera sido capaz de contenerse. Ella era
consciente de que no podía tener tanta suerte la próxima vez.
***
No podías controlarlo en Nueva Orleans, su mente se burlaba de él. Eso fue parte
de lo que lo asustó tanto. Durante años se había engañado al pensar que lo que
tenía que hacer era estar bien, dedicarse a Dios, y que todo estaría bien.
Ahora sabía que eso no era cierto. No todo iba a estar bien, porque no importaba
la cantidad de penitencia que hizo, cuántas personas había salvado, lo mucho
que oraba y estudiaba, todavía sería un Maldito.
¿Qué significaba esto para sus posibilidades de vivir una vida normal, para amar,
o incluso pasar la eternidad en algún lugar que no fuera el infierno?
Eso le aterrorizaba, porque por alguna razón siempre había creído que un día
simplemente se detendría. Se despertaría y descubriría que Dios le había
sonreído, y podría volver a caminar en la luz del sol, comer comida de verdad,
besar a Jenn sin pensar en matarla. ¿O era una promesa que susurró el maligno
tentándolo?
***
No había enviado a tal jet. Tal vez tenía más aliados de los que pensaba. Tal vez
fue otro de los peligros imprevistos. Algo más de Aurora teniendo que ver con
esto.
Aún era temprano. Los cazadores todavía debían de estar dormidos. Él debería
estarlo también, pero un mensaje le había llegado. Dejó que el pedazo de papel
revoloteara en su escritorio, y su corazón se hizo pesado. Las noticias de los
Estados Unidos eran tan malas como podían ser.
Dios, ¿por qué? Sabes que es necesario que esto sea una victoria con el fin de
unirlos, hacerles ver su propio potencial y vivir conforme a ello. Y sin embargo,
nada había cambiado.
El padre Juan presionó sus dedos en las sienes. Jamie era otro problema, un
barril de pólvora a punto de explotar. Había impedido el regreso de Jamie a
Irlanda, no porque lo necesitaba en Salamanca, sino porque Jamie lo necesitaba.
Por su cuenta en Belfast, estaría muerto dentro de una semana.
Era un luchador astuto y cruel, pero no tenía ninguna inclinación que ocultar,
prefiriendo en su lugar echar de bruces a todo el mundo en su umbral, incluso si
eso lo mataría.
Por encima de todo Eriko no podía dar lugar, Holgar no podía confiar y Skye no
podría realizar incluso los hechizos ofensivos más básicos.
En la graduación el elixir había ido a Eriko. Era tradición que los mejores
estudiantes lo obtuvieran, y ella había sido la mejor. Los demás, incluidos Jenn ,
habían asumido que significaba que Eriko era el líder. El Padre Juan no estaba
tan seguro de eso, pero tenía la esperanza que la dinámica del grupo los reuniera
en su propio tiempo.
El Padre Juan suspiró. Su equipo le dio dolores de cabeza, pero había otros que
eran peores. Sonó el teléfono, y respondió.
—Es Dimitri.
El conocía lo suficiente esa voz como para ser capaz de ignorar el nombre falso
que le dio.
—Lo están.
Por el tono de voz El padre Juan sabía que el rabino en el otro extremo había
perdido a su equipo en su misión conjunta en Rusia.
—Da.
El Padre Juan puso fin a la llamada y luego inclinó la cabeza en oración. Dos
equipos habían ido a luchar, y ahora los dos equipos estaban muertos.
—Sí, ¿y?
Para seguridad de todos Holgar había insistido en pasar las noches de luna llena
en una jaula. Lo hombres lobo sólo tenían medio control cuando estaban en su
forma de lobo.
Variaba de uno a otro, y también podría verse afectada por factores externos,
como el sueño, el hambre, el estrés y el medio ambiente.
—¿Por qué?
Haciendo una mueca, el joven danés cambió su peso y frunció los labios.
—¿Y? ―incitó.
—¿Qué piensas que hiciste con él? —preguntó el Padre Juan, incrédulo. Nunca
había oído hablar de un hombre lobo quitar la cabeza y ponerla en otro lugar. No
era un comportamiento natural del lobo. Lo que significaba que tenía que haber
provenido de algún impulso de la mitad humana de Holgar.
***
Skye inclinó la cabeza mientras estaba sentada en la oficina del Padre Juan.
Holgar se sentó junto a ella, y Jamie se sentó al otro lado de la habitación. Ella
no podía creer que Holgar había dejado una cabeza de venado en la cama de
Jamie. Eso era como El Padrino. Jamie estaba tan furioso, que había perdido la
capacidad de hablar después de su explosión inicial. Holgar también se había
vuelto terriblemente silencioso, había perdido su jocosidad habitual y la había
reemplazado por un estado de ánimo melancólico que le daba miedo.
No la asustaba ni la mitad, sin embargo, como lo hacía la cara del padre Juan.
Algo terrible había sucedido.
—Hay más. El gobierno español hizo un tratado con los vampiros esta mañana.
Se anunció que los cazadores deben cesar sus actividades o serán vistos como
enemigos del Estado. La Iglesia seguirá patrocinando y manteniendo esta
academia, siempre que pueda, pero las cosas son bastante sombrías.
Estaban todos reunidos en la capilla para pensar, recordar y orar. Jenn se sentía
entumecida. Habían sido derrotados en todos los barrios. Su hermana, encerrada
en algún lugar profundo en el corazón de la universidad, era un vampiro. Las
personas con las que había entrenado y luchado en Nueva Orleans estaban
muertos, y la ciudad estaba más en control de los vampiros que nunca. El
Gobierno español había cedido, y la Iglesia, estaba, probablemente, haciendo un
pacto con los vampiros aun cuando los Salamanca se sentaban en la capilla
oscura como ovejas a la espera de ser sacrificados.
—Yo no soy un líder —dijo Eriko, rompiendo el silencio—. No es lo que soy. Yo
puedo ser el Cazador, pero no puedo ser el encargado.
—Sólo hay una persona aquí que puede hacerlo —dijo Antonio.
—Necesitamos un líder, alguien que pueda pensar cómo el enemigo —dijo Skye.
—Yo sólo soy Jenn —dijo, una vez más, dando voz a lo que ella misma se
denominaba en privado.
—Tú, Jenn, sólo eres única —continuó Holgar—. Dónde has crecido y la forma en
que te planteas, eres la única que realmente entiende el valor de la persona.
Piensa en lo que te llamas tú misma: ―Sólo Jenn‖. No hay manada para ti, son tu
familia, si siquiera nosotros. Eso te hace única. Eso te hace la única que puede
ayudarnos a llegar dentro de las cabezas de los maestros vampiros que no sirven
a nadie más que a ellos mismos.
Jenn se le quedó mirando en estado de shock. Pensó en las noticias que habí a
escuchado de niña, donde la gente hablaba de la ruptura de la cultura familiar y
el creciente aislamiento de los estadounidenses, especialmente de los que vivían
en la costa oeste. Combinando eso con el aislamiento al que su familia había
vivido durante esos años debido a sus abuelos.
Y se dio cuenta de repente que lo que ella siempre había pensando era algo malo,
podría ser la cosa que podría salvarlos a todos. Holgar estaba en lo cierto.
Había sido realmente una persona de manada, y luego las dudas que había
sentido sobre sí misma tendrían que obligarla a abandonar de hecho el equipo en
un intento de salvarlos a todos de su ineptitud. Tentador como había sido, sin
embargo, era una decisión que nunca había sido capaz de hacer.
Gracias a Dios.
El diario era un hermoso libro encuadernado en cuero con ribete de oro en las
páginas de pergamino pesado. Una cosa de belleza e importancia. El padre Juan
había presentado ante ella después de que los otros se habían ido de la capilla.
Por el momento eso era todo lo que tenía que decir. Habría más, mucho más,
pero las cuatro palabras eran como cuatro velas, o los brazos de la cruz que los
Cruzados llevaban en la mano.
Los estadounidenses pensaron que los vampiros no nos atacarían en suelo patrio.
Yo había temido este momento durante dos largos años, el momento en que
mi pie cruzara el umbral de la Academia, y temiéndolo durante dos meses. Diego,
nuestro Maestro, nos había advertido que a medida que el tiempo que se
acercaba, experimentaríamos gran ansiedad. .Alrededor de una docena de mis
compañeros de clase se despertaban gritando con pesadillas. En Mitad de la
noche Habían un montón de marcha. A pesar de que las drogas y el alcohol
estaban prohibidos, yo sabía que la gente bebía vino y tomaba Xanax para que
pudieran descansar un poco.
Ninguno de ellos llevaba cargas extras, por la culpa , o por el tenor de los
acompañantes yo lo hacía.
Debería decir algo, decirle a alguien, pensé. Pero yo preferiría cortar mi propio
corazón que decirles lo que había hecho. Lo que podría hacer.
El sólo pensamiento hacía que mi corazón se salteara latidos, y me aferré a la
parte posterior del banco de caoba tallado.
En los últimos dos meses, había roto un montón de reglas. Para algunas de las
cosas que había hecho, ni siquiera había reglas. Nadie hubiera soñado con cruzar
la línea que yo había saltado en el último Halloueen.
Como todos los demás, exigí venganza. Yo no veía la hora de tomar venganza.
A pesar de que nos comprometíamos a correr juntos, yo quería que un vampiro
muriera por mi propia mano. Corrí con mi grupo a través del antiguo - puente
medieval mientras el sol que moría convertía a la ciudad de piedra en una de
color dorado. Recorrimos los ceños buscando bebedores de sangre, españoles y
americanos, coreanos y suecos. Con nuestras armaduras, cantamos nuestra
canción, Canción que a mí antes me había sonado tan cursi. Traducida al Inglés,
decía así:
—Piensa en tu legado, y las promesas que has realizado. Piensa en tus abuelos.
Mis abuelos decían que mis padres eran soñadores sin esperanza.
Cuando la guerra se hizo más brutal, yo me puse del lado de Gram y papá Che.
No había forma en que podríamos sentamos a negociar con los vampiros. Ellos
eran monstruos, rapaces bestias. También podríamos caminal hasta ellos y
mostrarles nuestros cuellos.
Pero ahora...
Ya era demasiado tarde, pero nunca se lo dije. Nunca hablamos de eso, así que
nunca tuve que decirle que yo había sido muy cuidadosa de no dejar que mis
sentimientos se profundizaran por lo que había supuesto era una causa perdida.
Ya que nunca me dijo que me amaba, no tenía ninguna razón para decirle a aquel
viejo cliché, de que yo lo quería como a un hermano, y que no había ido más allá
de eso.
Como si fuera a hacer mi punto, me senté sola, como casi todos los demás. Los
únicos dos que se sentaban juntos eran Jamie y Skye, ambos pelirrojos. El resto
de nosotros nos vigilábamos; habíamos aprendido a endurecer nuestros
corazones. Jamie, una luchadora callejera feroz de Irlanda del Norte, era la más
dura de todos nosotros. Skye, un londinense gótico, le gustaba, pero era obvio
que no era consciente. Tenía miedo de que mis propias decisiones esta noche
pudieran matarlos.
Era peligroso sentirse seguro. Posiblemente fatal. Mis abuelos nunca se sintieron
a salvo.
Ellos habían estado huyendo toda su vida. Órdenes de detención estaban todavía
activas.
Después de tanto tiempo, todavía no estaba segura de por qué no lo había hecho.
—En primer lugar vamos a decir la misa, y luego los emparejaré para su caza
esta noche. — Diego asintió con la cabeza en la parte posterior de la iglesia.
—El propio arzobispo dará la comunión. Estarán tan bien armados como los
arcángeles.
Pero sólo uno de nosotros recibiría el elixir después del examen de esta noche.
Me pareció tan horriblemente malo, y injusto. Pasar por todo el entrenamiento, y
hacer los votos, y luego negarnos la mejor arma de nuestro lado que había. Ellos
trataban de protegernos, y algunos de nosotros haríamos nuestro camino a otras
escuelas para intentarlo de nuevo. O tal vez para enseñar. Pero, ¿honestamente?
La mayor parte de nosotros íbamos a morir.
Por fin llegó el arzobispo al altar. Levantó la mano alta y nos bendijo a todos
nosotros. Tragué saliva. Mi garganta estaba tan apretada que tenía miedo de
ahogarme hasta la muerte.
La misa continuó. Me había imaginado esta noche cien veces, quizás mil. El
esplendor de la antigua misa en latín. El simbolismo pesado. Yo había soñado
incluso con ella, que los murciélagos volarían desde el altar hasta transformarse
en palomas blancas. Pero cualquiera fuera la comodidad que la misa pudiera
atribuir en los demás estaba desperdiciada en mí.
Diego estaba junto al arzobispo. Levantó la barbilla y empezó a leer de una lista,
en un lugar a una cierta distancia de él.
—Eriko y Holgar —continuó. Los dos se hicieron gestos el uno al otro en la sala
con corrientes de aire.
Yo no miraba a nadie, y nadie me miraba. Antonio miraba fijamente hacia
delante. Tal vez sabía.
Luego de dos en dos, tomamos la comunión. Me quedé hombro con hombro con
Antonio, mientras la línea corta avanzaba por el pasillo, a aceptar la hostia y
beber el vino ceremonial del cuerpo de nuestro Salvador, la sangre de Nuestro
Salvador. Yo estaba intensamente consciente de Antonio junto a mí. Y entonces,
mientras nos arrodillamos para nuestra bendición, su mano rozó la mía.
Nunca había entendido por qué nos enviaban de dos en dos, como si fuéramos
animales en el arca, o los misioneros mormones, los mormones se hacen
compañía y se vigilan unos a otros del pecado, pero no tenían un objetivo común:
convertir a otros a su causa. Nosotros, sin embargo, estábamos en competencia
directa unos con otros. Algunos de nosotros creíamos que la Academia nos estaba
mintiendo, tal vez nos ponían juntos, porque después de que el examen hubiera
terminado, íbamos a trabajar juntos.
Esto es una locura, pensé, mientras fuera de la Iglesia las estacas de madera
colgaban en nuestros pechos, como arcos y flechas. Llevábamos paquetes de
cruces, agua bendita, y hostias. Armamento moderno no estaba permitido, o no
funcionaba, otro hecho inexplicable, entre tantos, que formaban lo que se nos
había enseñado acerca de los vampiros y el vampirismo.
No era cierto, por ejemplo, que ser mordido por un vampiro o beber su sangre te
convertía en uno de ellos. Nuestro lado no sabía por qué algunos seres humanos
se convertían en vampiros y otros no. Me preguntaba si el amor tendría algo que
ver con eso. Tenía una sensación de que podría salir de dudas. Esta noche.
Nos dispersaron, aunque no había nada en las reglas acerca de tener que
separarnos. Si queríamos, podíamos cazar en grupo, un grupo por última vez.
Mientras estábamos en un lugar y mirábamos hacia el valle, Anita y Marica me
abrazaron y me desearon suerte. Eriko y Holgar corrieron a lo largo de la
corriente, desapareciendo en la oscuridad. Pesadas nubes se deslizaban por el
cielo iluminado por la luna, y la niebla envolviéndose como olas del océano, alta,
implacable, húmeda y de gran alcance.
Oh, Dios. —Antonio —le dije. Mi voz estaba ronca—. Ellos no son todos iguales.
Así como nosotros no somos todos iguales.
—Todos aquí están dedicados a la causa —dijo—. La guerra santa contra los
vampiros. Excepto tú.
Me humedecí los labios. Mi lengua estaba tan seca como el polvo que cubría las
tumbas de los enterrados en la capilla. Nuestros muertos venerados. En algunos
casos, no había habido nada que enterrar. En otros, una mano, o una cabeza.
—Sé que se nos ha dicho eso, —por fin pude decir. La cara de Antonio estaba
contraída por la rabia. Levantó una mano como si fuera a golpearme.
—Mierda —dijo con los dientes apretados—. Si tenías estas dudas y estas
creencias, deberías haber hablado. Deberías haberte ido.
—Lo sé —dije con voz entrecortada. Traté de mirar hacia otro lado. Yo no sabía
qué decirle, pero eso resultó ser la menor de mis preocupaciones. Desde algún
lugar cercano, una chica gritó. El sonido era agudo y terrible. Luego se cortó
abruptamente.
Los vampiros estaban cerca, y uno de mis compañeros de clase ya estaba muerto.
Antonio agarró mi mano y me llevó en la dirección opuesta. — ¿No deberíamos
estar persiguiendo a los vampiros?— Le pregunté, chasqueando los dientes
juntos, mientras tropezábamos sobre el desigual suelo.
— ¿Qué te pasa? —siseó él—. Ella no es la primera que conoces que ha sido
asesinada.
Tenía razón, pero ¿cómo podía explicarle cómo me sentía? Por alguna retorcida
razón, los últimos dos años no parecían reales para mí. Era como si yo fuera una
concursante de una demostración de un juego enfermizo. ¿Quién recibirá el elixir
fabuloso? ¡Sintonice la próxima semana para averiguarlo! Yo estaba cambiando.
Yo no era ya una chica. Me sentía como una mujer. Y yo le debía eso a Jack. Me
había sentido tan viva cuando me sostenía, me besaba. Yo había escuchado
cuando él hablaba de su amabilidad y que la paz era todo lo que quería
realmente.
Me miró profundamente con sus ojos solemnes. ¿Por qué no me había dicho hace
meses la forma en que se sentía en vez de haber esperado tanto tiempo?
Debería haber estado en casa, pasando la noche jugando juegos con mi familia y
riendo con mis amigos. En lugar de eso había elegido irme, correr, desaparecer
después de una mala pelea con mi mamá y mi papá. Yo había llegado a España
debido a que la Universidad tomaba a cualquiera que tuvie ra por lo menos
dieciséis años. Yo tenía dieciséis años (apenas) y sabía que mi vida era mía. Mis
padres no me podían controlar, no dentro de las salas de la Universidad.
Tomé una respiración profunda. Correr me había metido aquí. Correr de nuevo
probablemente sólo haría que todo empeorara. —Yo estoy contigo —le prometí a
Antonio. Pero yo sabía que no podía matar a Jack. Yo todavía rogaba que
sobreviviera. Pero el resto de la banda era presa fácil por lo que me concernía.
Yo nunca había estado tan lejos de la Universidad y miré hacia la parte posterior
de la cueva. No podía ver una pared, justo en un recodo del camino.
— ¿Qué está pasando? —Tenía tantas preguntas, pero esa fue la que llegó
primera a la superficie.
—Las cosas han ido mal —dijo Antonio—. Se suponía que les cazaríamos, pero en
vez de eso ellos nos están cazando.
—Esta cueva es como una red. Podemos movernos a través de ellas de forma más
segura de lo que podemos por el suelo del exterior.
El único que los vampiros podían hacer mejor que ver en la oscuridad era oler
una gota de sangre a kilómetros de distancia.
—Si salimos de esta con vida, voy a tener que pedirle disculpas a mi madre, —le
dije, haciendo un trabajo rápido con los vendajes—. Y voy a tener que darle las
gracias.
— ¿Por qué?
—Tenemos que encontrar una manera de derribar a los vampiros sin exponernos
nosotros mismos.
58
son varitas luminosas, las que usan en fiestas
Dudó. Cuando finalmente habló, su voz era tensa. —Hay algo que probablemente
debería haberte dicho antes.
Así que, no era la única que mantenía secretos. La revelación me dio una
sensación de alivio y otra cosa, además de centrarme en el hecho de que las
paredes de la cueva parecían estar más cerca.
— ¿Qué es?
Esperé a que continuara. Nada de lo que había dicho vino como una sorpresa real
para mí. El silencio se extendía entre nosotros y finalmente se fue. —Creo que
van a tratar de encontrarnos antes de ir detrás de los otros.
Había algo que no me estaba diciendo. Pensé en ponerlo al tanto de eso, pero
todavía me estaba tambaleando bajo el peso de mi propio culpable secreto.
¿Dónde son varitas luminosas, las que usan en fiestas estaba Jack? ¿Iríamos a
chocar con él pronto?
Hay tan poco espacio, que bien podría ser un ataúd. Mi ataúd. Negué con la
cabeza, tratando de borrar eso. Concéntrate, concéntrate, concéntrate! Oí un
sonido sibilante suave y luego un murciélago voló justo al lado de nosotros, sus
alas rozando la punta de mi nariz. Me di un tirón, golpeando mi cabeza contra la
pared de la cueva. Todas las historias que había oído acerca de los vampiros
cuando era una niña acudieron a mi mente. —Vampiro— Di un grito ahogado.
Continuamos avanzando, un poco más rápido ahora, que era un alivio, ya que
requería más atención por mi parte para no torcerme un tobillo. Estábamos a
través de varios túneles, que se separaban en corredores más pequeños hasta
que yo supe que nunca podría encontrar mi camino de regreso.
—Sabes que te quiero, —dijo Antonio, rompiendo el silencio que había caído una
vez más entre nosotros.
—No estoy segura de que yo realmente lo supiera, —le dije, haciendo una mueca.
Yo estaba agradecida que no podía ver mi cara. Mi intención era rechazarlo
suavemente. Sin embargo, había una parte de mí que en realidad había querido
oírle decir las palabras.
Todas las chicas sueñan con un tipo que les diga eso. Cuando era más joven,
pasé horas y horas imaginando oír esas palabras, visualizando quien las diría,
donde sería, cómo me sentiría. Pero ni en mis sueños más salvajes, yo podría
haberme imaginado un chico como Antonio. Y aunque por lo menos una o dos
veces había pensado podría escuchar esas palabras en alguna víspera de Año
Nuevo, yo nunca podría haber previsto oírlas en medio de una cueva mientras
teníamos una batalla con los vampiros. Y, ciertamente, nunca había esperado
tener unas reacciones mixtas a las mismas palabras.
En el momento en que las dijo en voz alta yo sabía que aún tenía sentimientos
hacia Antonio. Quería tanto mantener mi corazón cerrado y mantenerme
apartada, que tal vez eso no era realista. —Yo no me permití sentirme así por ti
de esa manera porque parecía muy obvio para mí que no había ninguna
posibilidad, —admití.
—Sé que los vampiros mataron a toda tu familia. Pensé que la venganza era todo
lo que querías.
El se echó a reír, una risa dura, tan amargada y tan diferente de la anterior.
—¿Y ahora?
—Yo creo que... estoy en enamorada de Jack—, admití. Ahí, lo dije. Yo contuve la
respiración, con miedo de lo que sería su respuesta.
—No, no lo estás, —dijo en una voz tan baja que apenas lo escuché.
Esa era una respuesta que no esperaba. —¿Por qué dices eso?
—Él es un vampiro.
—Yo no estoy diciendo que no puedas amar a un vampiro, sólo que no amas a
ese.
Todo parecía detenerse, volverse muy lento como en una pesadilla. Donde mi
obsesión por Jack se había flameado y quemado, algo helado y frío se acercó a mi
tumba.
—Creo que Jack te hipnotizo para llegar a mí, —susurró—. Lo siento muchísimo.
Sólo recuerda que mientras tú estés consciente de ello, su magnetismo estará
roto.
Me aparté y me sequé los ojos en la manga. Pero... pero había sido tan real. Y
ahora, sólo otra mentira de vampiro. No habían venido en paz. Jack no había
venido por amor.
—Tenemos que seguir adelante, —le dije fríamente—. Tenemos que matar a los
vampiros.
Él asintió con la cabeza y me tomó la mano. A medida que nuestros dedos se
entrelazaron, sentí una paz que no había conocido desde hace años. El se volvió y
comenzó a moverse a través de las cuevas medio corriendo. Lo seguí, agradecida
de estar haciendo algo al menos.
Él me había llamado así antes, pero esta vez me ruboricé de vergüenza en lugar
de emoción. Fuera de las esquinas de mis ojos, pude ver a los otros vampiros.
Ellos querían verme muerta. Yo podía sentir el odio viniendo de ellos en ondas.
Más que eso, sin embargo, querían a Antonio muerto. Yo lo entendía todo ahora.
Y yo sonreí aún más ampliamente, Jack tenía su grupo y yo tenía el mío. Esta era
pues la lección final. No estábamos solos, no sólo los cazadores de vampiros solo
contra muchos vampiros. Nosotros teníamos amigos que luchaban y morían con
nosotros, y para nosotros. Era algo de lo que no se hablaba en la Universidad,
porque era algo que no se podía enseñar. Era camaradería construida con el dolor
compartido y la adversidad. Entendí todo ahora.
Hijo de puta.
Arranqué la estaca fuera del sujetador en un instante. —No, ¡no lo hice!— Sus
ojos de repente se ampliaron al yo levantar la estaca y sin piedad la conduje
directamente a través de su negro y vampiro corazón. Sus ojos parpadearon
sorprendidos por un momento que me suspendieron en algún lugar humillante y
vergonzoso, yo nunca dejaría que nadie me usara de nuevo. Nunca creería en las
mentiras de un vampiro de nuevo.
De repente, algo agarró mi torturador por detrás, y él salió volando treinta pies en
el aire. La única cosa lo suficientemente fuerte como para hacer eso era otro
vampiro.
Y mientras luchaba por levantarme en mis codos, eso fue exactamente lo que vi.
Antonio se volvió hacia mí. Yo sabía que no era un truco de la luz. Los colmillos
que estaba desnudando eran reales. Di un grito ahogado y él sonrió con tristeza
hacia mí. Entonces entendí exactamente lo que había querido decir el primer día
en la Universidad cuando él había dicho que los vampiros le habían quitado todo
de él. Su familia, sus amigos, su vida. No era de extrañar que los odiara. Y no era
de extrañar que ellos lo odiaran, uno de su propia especie los cazaba.
—No. Él me salvó la vida, —me oí decir. Yo estaba temblando. —Él es... uno de
nosotros.
Quise decir que entonces y allí, nos convertimos en un equipo. Cinco seres
humanos locos y un vampiro. Pero tuvo que pasar mucho tiempo, y nos pusieron
a prueba una y otra vez mientras las noches se desarrollaban.
—No me acuerdo de Jack con un grupo tan grande, —le dije—. Parece que
alguien ha estado reclutando.
—Construyendo su pequeño ejército, —añadió Antonio.
Cogí una estaca en cada puño. —Lo bueno es que tenemos un vampiro de los
nuestros.
—¡Vamos a empezar esta fiesta!— Eriko gritó. Antonio me dio una mirada a mí, y
sentí una extraña mezcla de horror y emoción. Antonio era un vampiro. Él había
dicho que me amaba.
¿Iba yo a algún lugar en mi corazón que ellos nunca habían ido? ¿O eran los
corazones de los seres humanos y los vampiros más parecidos que diferentes?
Yo tenía muchas preguntas. Algunas eran para mis compañeras de clase. Con
excepción de Jamie, ellos parecían bien con la idea de un vampiro como
compañero.
—Está bien para mí, —dijo Holgar. Pero Jamie no dijo nada. Me quedé mirando a
todos con incredulidad. Después de dos años de entrenamiento para matar a los
vampiros, de ser testigos de los horrores que eran capaces de hacer, yo no sabía
cómo el resto de ellos podría dejar pasar esto tan fácilmente. — ¿Por qué?
¿Cómo?— Solté.
—Él sabía que yo era una bruja—, dijo Skye con calma.
Me quedé mirando a todos ellos en estado de shock. Por último, me giré para
hacer frente a Jamie y Eriko. — ¿Alguna cosa sobre ustedes dos sobre la que
deba saber?
—No, —respondió una voz profunda de las sombras detrás de nosotros.
—Pero…
Él levantó la mano. — ¿Crees que los seres humanos son los únicos que quieren
luchar contra el mal? No. Esta guerra contra los vampiros ha perdido muchas
personas de muchos grupos. Muy pocos vampiros conservan bastante de su ser
original que con la meditación, el estudio y la disciplina pueden controlar su sed
de sangre. Antonio es uno de esos. Skye es pariente de algunos amigos míos y me
di cuenta de su talento cuando nos conocimos. Holgar, hace años, aprendió a
protegerse a sí mismo y a los demás de su aspecto de lobo. Esta guerra nos toca a
todos y, me temo, que no se detiene aquí.
Armand puso su mano sobre el hombro de Eriko y la obligó a mirar hacia arriba.
—Entonces conviértete en digna —le susurró.
Con un poder aún más siniestro emergiendo, Jenn deberá superar sus venganzas
personales.
Antonio y Jenn se necesitan mutuamente para sobrevivir, pero el mal acecha en cada
esquina. Con el destino de la humanidad pendiendo de un hilo, deben bajar la mirada a la
oscuridad... o morir en el intento.