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Capítulo 12

Biomecánica de la cadera
M. F e r n An d e z ­F a ir é n
Recuerdo anatómico
La cadera, com o el resto de las articulaciones de la economía humana, presenta un alto
grado de eficacia en cuanto a su función de movilidad y transmisión de cargas, merced a
una adecuada disposición anatómica.
El acetábulo se presenta como una porción esférica, menor que una hemiesfera si se le
quita el borde periférico, de abertura dirigida hacia fuera, hacia delante, formando un
ángulo de 40° con el plano sagital, y hacia abajo, con un ángulo de 60° respecto al plano
horizontal.
La cabeza femoral constituye dos tercios de esfera, y está cubierta de un cartílago hialino
que se adelgaza hacia el surco subcapital, en la unión de la cabeza con el cuello femoral.
En cualquier posición de la cadera, el acetábulo está ocupado sólo por dos quintos
de la cabeza.
Esta “congruencia incongruente” permite, com o es fácil entender, un amplísimo rango
de movimientos. Ahora bien, como la función de la articulación exige además de esa
movilidad un grado racional de estabilidad, la profundidad del acetábulo aumenta al estar
rodeado por el borde, ya citado. Éste no es ni más ni menos que un ligamento fibroso,
o mejor dicho fibrocartilaginoso, que se inserta en el margen óseo del acetábulo, y
cubre la cabeza femoral más allá de su línea ecuatorial.
Otro ligamento que tiene una función primordial de contención anterior de la articulación,
dada la orientación hacia delante del cotilo y del cuello, es el ligamento iliofemoral,
o de Bigelow, que se “enrolla” alrededor del cuello femoral, desde la zona periacetabular
del ilio hasta la línea intertrocantérica.
El tamaño, la orientación y la organización subestructural del cuello femoral, son
factores de máxima importancia en la consecución de los fines señalados al principio del
capítulo. De la relación diámetro del cuello/diámetro de la cabeza, que en la cadera
humana es aproximadamente de 0,7, depende en gran medida la libertad de movimiento
antes de que el cuello choque con el reborde acetabular.
La orientación espacial del cuello es el segundo parámetro que debe considerarse al
analizar la anatomía articular en relación con la mecánica de ésta. En efecto, el cuello del
fémur forma con el fiaste femoral, es decir, con la diáfisis, un ángulo de 125­135° en el
plano frontal, y un ángulo de declinación, entendiendo por tal el formado entre el eje de
los cóndilos femoralesy el eje del cuello en un plano horizontal, de 1 2 ° de anteversión,
por término medio.
Esta combinación de abertura anterior del cotilo y anteversión del cuello ya se ha
señalado
como fiindamental para permitir una gran movilidad articular, sobre todo en flexión.
186 M. Fernández­Fairén
Figura 12­1.
La materia ósea se reparte en la pelvis y en el tercio superior del fémur siguiendo el
patrón de cargas. Existe una clara correspondencia
estructural/funcional.
Esa disposición estructural se coordina con la transmisión de cargas a través de la
articulación, con una íntima relación y traducción en la ordenación y reparto de los
materiales óseos que constituyen dicha estructura.
La condensación trabecular posterosuperior que se observa en el cotilo, se continúa
a nivel de la cabeza y del cuello con un potente haz de trabéculas que se extiende desde
el polo superior de la cabeza hasta la cortical posteromedial de la diáfisis. Este haz
se conoce com ó medial y a través de él se transmiten la mayor parte de cargas en
compresión, que luego se distribuyen por la cortical diafisaria de la localización citada
(fig. 1 2 ­ 1 ).

En la zona superior y lateral del cuello existe otra form ación fascicular trabecular,
que recibe la denominación de sistema trabecular lateral, y llega hasta la base del
trocánter mayor, y es resistente a los esfuerzos producidos por la contracción de la
potentísima musculatura abductora.
El ahorro de materia que hace la naturaleza en las zonas poco solicitadas, se aprecia
también en la cadera, donde entre ambos sistemas trabeculares pueden apreciarse un
triángulo claro central cervical, o de Ward, y otro subcapital, o de Babcock.
Esta remarcable adaptación biomecánica de la estructura a los requerimientos a que
está sometida, fue mostrada por el análisis matemático de Koch, en 1917. Desde entonces
se han dedicado a esta articulación numerosísimos trabajos y estudios biomecánicos, y
no puede olvidarse que éstos en muchos casos fueron motivados por las cuestiones
derivadas de los procesos clínicos que con frecuencia inciden sobre la cadera, y por las
diferentes técnicas terapéuticas propuestas y utilizadas.

Cinemática
La cadera es una articulación de encaje esférico (ball­and­socket), con posibilidad de
m ovim iento en todas las direcciones. El movimiento de la cabeza en el acetábulo se
realiza, pivotando alrededor del centro de rotación de la cabeza femoral, mediante el
deslizamiento de las superficies articulares entre sí. La dirección de este deslizamiento,
en las caderas normales, debe ser tangencial al punto de contacto de las superficies. Si no
es así, en estados patológicos, aparecen picos de compresión o distracción en
determinadas zonas, con la consiguiente alteración de las superficies articulares y del
patrón cinemático.
No se ha efectuado el análisis de los centros instantáneos de rotación respecto a los que
se efectúa el correspondiente movimiento de la articulación, dada la dificultad que supone
la realización simultánea del movimiento en tres planos.
La cinemática global de la cadera ha sido estudiada mediante métodos fotográficos,
electrogoniométricos, acelerómetros, etc., de los que se desprenden datos referentes a los
desplazamientos, velocidades y aceleraciones del fémur respecto a la pelvis. Ello tiene una
gran importancia para el conocimiento de las posibilidades funcionales de la articulación
en particular, y del individuo en general, de su afectación por trastornos patológicos,
implantes y “explantes”, la actividad y eficacia de los músculos periarticulares, y las
fuerzas y momentos que van a aplicarse sobre ella.

Rango de movilidad
Como se ha expuesto, la cadera puede moverse en todos los planos del espacio. Debido a
la orientación en anteversión de los dos componentes articulares, la máxima libertad de
m ovim iento se observa en el plano sagital, en el sentido de la flexión, que llega a ser
de 140°, mientras que la extensión sólo es de 15°. Las estructuras capsuloligamentosas se
relajan con la flexión y se tensan en extensión, impactando por su torsión la cabeza
femoral contra el acetábulo, “atornillando” la articulación.
En el plano fi­ontal se produce un movimiento de separación, o abducción, respecto al
eje longitudinal del cuerpo, que alcanza 30°, y otro de acercamiento, o aducción, que
puede ser de hasta 25°.
Por último, las rotaciones, en el plano horizontal o transverso, varían según la cadera
esté en extensión o flexionada. La rotación externa varía entre 60 y 90° y la interna entre
30 y 60°, dependiendo de su situación en flexión o en extensión.
Com o se ha indicado, es importante considerar la íntima relación que tiene la disposición
de la cadera en los diferentes planos con la capacidad de movimiento en ellos y las
posibilidades de acoplamiento de esos movimientos. Así, por ejemplo, la elevación
anterolateral de la extremidad, flexión­abducción de la cadera, logra su máximo
desarrollo
colocando la cadera en rotación externa, ya que de esa forma el trocánter mayor pasa a
ser posterior y no entra en conflicto con el reborde acetabular. En consecuencia de la
misma manera que puede hablarse de un aumento de la amplitud del movimiento al
combinar las rotaciones y la flexión, cabe hacerlo con la asociación
abducción­flexión­rotación externa.
La movilidad máxima que puede ostentar la cadera acoplando los sentidos simples
de movimiento descritos, se expresa gráficamente por el cono de circunducción, o cono
máximo generado por un punto distal sobre la extremidad inferior que se mueve to mando
com o centro o vértice la articulación de la cadera (fig. 1 2 ­2 ).
188 M. Fernández­Fairén
Evidentemente, durante la vida cotidiana no se utiliza ese grado extremo de libertad
de movimientos, que sólo es totalmente necesario en actividades muy específicas como la
gimnasia rítmica o el ballet.
Si se analiza un gesto tan común y repetido com o es la marcha, el momento de máxima
flexión, 35­40°, corresponde al final de la fase oscilante del paso. En cambio, la cadera
está en extensión máxima, 5­10°, al despegar el talón.
En el plano frontal, puede existir una variación de 3° de aducción a 7° de abducción,
aproximadamente. La fase de carga se realiza con una discreta aducción, a la que se pasa
desde el cierto grado de abducción adoptado durante la fase oscilante, máximo en su
comienzo justo después del despegue de los dedos. Asimismo, la cadera se encuentra en
rotación interna durante la fase de apoyo, desde justo antes del ataque del talón, y en
rotación externa en la fase oscilante, con un promedio de rotación global de 13°.
Johnston y Smidt (1970) midieron el rango de movimiento que necesitaba la cadera
para llevar a cabo distintas actividades. La máxima movilidad en el plano sagital, en el
sentido de la flexión, se registraba al agacharse para atarse los zapatos y al ponerse en
“cuclillas” para coger un objeto del suelo. En los planos horizontal y frontal, el
movimiento desarrollado era máximo al atarse el zapato con una extremidad inferior
cruzada sobre la otra. Com o conclusión de dicho trabajo, puede decirse que para realizar
sin problemas los gestos habituales de la vida diaria la cadera precisa 1 2 0 ° de flexión,
20 ° de abducción y otros 2 0 ° de rotación externa (tabla 1 2 ­ 1 ).

Tabla 12­1. Rango de movilidad de la cadera necesario para algunas actividades de la


vida diaria
Actividad Plano de movimiento Grados
Subir escaleras Sagital 67
Frontal 16
Horizontal 18
Bajar escaleras Sagital 36
Sentarse y levantarse de una silla Sagital 104
Frontal 20
Horizontal 17
Agacharse para coger un objeto del suelo Sagital 117
Frontal 21
Horizontal 18
Ponerse en “cuclillas” Sagital 122
Frontal 28
Horizontal 26
Atarse el zapato con el pie en el suelo Sagital 124
Frontal 19
Horizontal 15
Atarse el zapato con la pierna cruzada sobre Sagital 110
el muslo opuesto Frontal 23
Horizontal 33
Tomada de Johnston y Smidt (1970).
Músculos motores de la cadera
Los grupos musculares periarticulares actúan de manera coordinada y alternativa, en un
juego de agonistas­antagonistas, para conseguir la indicada eficacia de movimiento. Al
mismo tiempo, son estabilizadores de la articulación y la convierten en el fulcro sobre el
que la extremidad inferior y el tronco tomarán apoyo en el cumplimiento de su función.
El flexor principal es el psoas, y actúan com o auxiliares el recto anterior, el sartorio, el
pectineo y el aductor medio. El glúteo mayor, los isquiotibiales y el aductor mayor son
extensores.
Como abductores hay que citar a los glúteos medio y menor y al tensor de la fascia lata,
en tanto que la aducción está producida por los aductores, el pectineo y el recto interno.
La cadera rota externamente por la acción del glúteo mayor, el cuadrado, los obturadores
externo e interno y los gemelos. La rotación interna es promovida por el tensor de
la fascia lata y las fibras anteriores del glúteo menor.
Además de esa acción principal ejercida por cada uno de los músculos citados, todos
ellos tienen un efecto rotador, que es mayor o menor según la situación de su línea de
acción respecto al centro de la cabeza femoral. Y, com o es lógico, en ello desempeña un
papel determinante la posición inicial de la articulación. Por ejemplo, la acción rotadora
externa del glúteo mayor es mucho más acusada con la cadera en flexión. En extensión,
los glúteos medio y m enor son abductores, y sus fibras anteriores o posteriores pueden
ayudar en la rotación interna o externa, respectivamente. En cambio, en flexión, ambos
glúteos pasan a ser predominantemente rotadores internos.
También debe tenerse en cuenta que en la fuerza o momento producido por la contracción
de esos músculos interviene no sólo su volumen sino su brazo de palanca respecto
al centro de rotación de la cadera. Comparando los momentos generados por los
grupos antagonistas, la relación flexores/extensores es de 251/290, la de
abductores/aductores
de 347/210, y la de rotadores externos/rotadores internos de 146/54, en extensión.
La potencia de la rotación externa es tres veces mayor que la de la interna, en la posición
acotada, pero puede modificarse si se flexiona la cadera, con lo que mejora la eficacia
rotadora interna de los glúteos menor y medio, com o se ha expuesto.

Cinética
Sobre la cadera gravita el tronco y a su alrededor actúan diversos grupos musculares que
promocionan su estabilidad, el equilibrio estático y dinámico del tronco sobre la
extremidad inferior, y la función móvil de ésta. Todo esto supone la producción y
aplicación
sobre ella de una serie de fuerzas y momentos.
El conocimiento y la valoración de esas fuerzas se ha realizado por diferentes métodos,
considerando la situación estática, dinámica, de manera experimental cargando
especímenes cadavéricos, o realizando mediciones directas in vivo.
De todos estos trabajos se obtienen un gran núm ero de datos, no siempre concordantes,
ni tan siquiera congruentes, pero que analizados minuciosamente dan cierta luz
al problema.
Fuerzas aplicadas sobre la cadera
A partir de los datos antropométricos aportados por Braune y Fischer, Pauv^els (1976)
calculó, las fuerzas que actúan en la cadera en equilibrio estático bipodal y en la fase de
apoyo pleno m onopodal de la m archa, cuando el centro de gravedad del cuerpo pasa
por el mismo plano que el centro de rotación de la cadera. De esta manera, reduce el
problema a un simple análisis de fuerzas en dos dimensiones.
La fuerza de reacción experimentada por la articulación resulta de la suma del peso del
cuerpo, que provoca un momento aductor sobre la cadera, y de la fuerza producida por
la contracción de la musculatura abductora, que neutraliza dicho m omento (fig. 12­3).

La resultante aplicada sobre la cadera dependerá de la magnitud de sus componentes y de


sus distancias al centro de la articulación. El brazo de palanca de los abductores será
mayor en una coxa vara que en una coxa valga, por lo que la potencia de su contracción,
para equilibrar la carga gravitatoria, podrá ser menor en aquel caso que en éste. La
resultante, pues, disminuirá al hacerlo la tensión abductora.
Según este autor, la fuerza de reacción equivaldría a 2,92 veces el peso corporal en la
estación monopodal estática, y alcanzaría 4,5 veces el peso corporal en la fase de apoyo
monopodal de la marcha, por el carácter dinámico de ésta. Estos resultados son similares
a los obtenidos por Inman y por Blount (tabla 12­2).
En cualquier caso, tal y como se desprende también del estudio de Pauwels, una variación
en los brazos de palanca con la que actúan las fuerzas, modifica de manera considerable
el valor de dicha carga. En efecto, com o ha recalcado y estudiado Frankel (1980), la
relación entre el brazo de palanca de los abductores y el del peso corporal tiene una
importancia capital en la determinación de la magnitud de la fuerza de reacción articular
en la cadera (fig. 12­4).
Figura 12­3. La fuerza resultante sobre la cadera (R) está determinada por el valor del
peso corporal (P), que genera un momento aductor proporcional a su brazo de palanca
(D) respecto al centro de la cadera, y a la fuerza generada por la contracción de la
musculatura abductora (M), que equilibra el mencionado momento actuando según un
brazo de palanca d.

Tabla 12­2.
Fuerzas aplicadas sobre la cadera según diferentes autores
Autor Actividad Número de veces el peso corporal
Pauv\íels (1976) Apoyo monopodal (estático) 2,92
Fase de apoyo de la marcha 4,5
Inman (1947) Apoyo monopodal (estático) 2,4­2,6
Blount(1956) Apoyo monopodal (estático) 3,4
Rydell (1966) Apoyo monopodal (estático) 2,9
Marcha 3,27
SeiregyArvikar(1975) Marcha (casi­estática) 5,4
Del trabajo de Frankel (1960) puede extraerse otra deducción interesante. Debido a
la tendencia a la aducción de la cadera en carga y a la contracción simultánea de los
abductores,
la solicitación del cuello es compresiva en toda su sección, lo cual es perfectamente
asumido por su doble sistema fascicular trabecular, ya mencionado al comienzo
192 M. Fernández­Fairén

Figura 12­4. La fuerza de reacción sobre la cadera R (en número de veces


el peso corporal) depende estrechamente del brazo de palanca de la musculatura
abductora (d) [en relación con la distancia (D) del eje gravitatorio al centro de la cadera].
Su relación con el ángulo de aplicación de esa fuerza muscular, comprendido entre 10 y
50° según el caso, es mucho menos variable. d /D del capítulo. Así, la extremidad proximal
del fémur afronta de la manera más favorable posible los esfuerzos a los que está
sometida, y se evitan la flexión del cuello y las solicitaciones en tracción que aparecerían
en la zona superior del cuello si su orientación fuera más en varo o los glúteos no
funcionasen.
Rydell (1966) realizó mediciones in vivo de dicha fuerza articular, en pacientes a los
que implantó una prótesis de Austin Moore instrumentada con galgas. El valor máximo
registrado fue de 4,33 veces el peso corporal cuando el paciente corría. Ese valor
disminuía a 3,27 veces el peso corporal en la fase de apoyo monopodal de la marcha llana,
y era menos de la mitad en la fase oscilante. En apoyo estático monopodal, la fuerza
experimentada por la cadera era de 2,9 veces el peso corporal. C om o puede observarse,
la fuerza articular se incrementaba de manera significativa al aumentar la actividad
muscular del individuo según sus prestaciones funcionales.
Paul (1967), en sus estudios con plataforma dinamométrica, ha cuantificado la fuerza
de reacción articular de la cadera en las diferentes fases de la marcha, en el varón y en
la mujer, en relación con la contracción de los distintos grupos musculares registrada
electromiográficamente.
Fundamentalmente, se aprecian dos picos de carga durante la fase de apoyo, que
corresponden a la acción de los abductores que estabilizan la pelvis en ese equilibrio m
onopodal.
El primer pico, de 2,3­3,2 veces el peso corporal de promedio, aparece jiisto después
del apoyo del talón, y el segundo, previamente al despegue de los dedos. Entre esos

Figura 12­5. Vectores


de carga en el plano frontal y en el sagital, en el apoyo del talón (flecha llena) y en el
despegue de los dedos (flecha de trazos). dos instantes, en el apoyo plantar, la fuerza
desciende hasta ser aproxim adam ente el peso corporal, valor en el que se encuentra, o
incluso algo menor, en la fase oscilante, al decelerar los extensores.
Debe detectarse la enorme variación de magnitudes registradas, que tienen casi un
carácter individual, sin duda debido a las considerables diferencias personales en la
relación longitud del paso/altura del individuo. Por este factor, además de otros, com o la
mayor anchura de la pelvis, el menor ángulo cervicodiafisario, o variaciones en el patrón
general de la marcha, el esquema de cargas en la mujer es similar al del varón, pero con
niveles de carga inferiores.
Una aportación importante del trabajo de Paul (1976) ha sido la determinación de la
dirección del vector de carga en su incidencia sobre la cabeza femoral. En el plano frontal,
dicha fuerza varía, en la fase de apoyo monopodal, desde 2 1 ° respecto a la vertical
después del apoyo del talón, hasta 12,5° antes del despegue de los dedos, ambos ángulos
de seno superomedial. En el plano sagital, en el apoyo del talón la resultante forma un
ángulo de 1 2 ° con la vertical, de seno anterior, mientras que en el despegue de los dedos
dicho ángulo es de 7° y de seno posterior a la vertical (fig. 12­5).
Los cálculos realizados con posterioridad por otros autores concuerdan con los datos
de Paul, validándolos en lo esencial.
En esta referencia a las fuerzas que debe soportar la cadera, hay que hacer mención a
dos cuestiones que tienen un gran interés práctico. Por un lado, los grandes esfuerzos que
se producen en actividades aparentemente poco exigentes, como incorporarse sobre los
codos y las extremidades inferiores en la cama, o elevar la extremidad sobre el plano de
ésta, medidos en fracturas del cuello de fémur sintetizadas con implantes instrumentados
con galgas extensométricas.
En segundo lugar hay que citar la considerable descarga que para la cadera supone el
uso de un bastón, con preferencia en el lado contrario a la cadera afectada. Dicha ayuda
externa equilibra la pelvis, y disminuye enormemente la necesidad de contracción de la
musculatura abductora para suministrar ese equilibrio e impedir el desplome contralateral
del tronco. Tal como se ha expuesto, la reducción de cualquiera de las componentes
de la fuerza de reacción articular, y la fuerza desarrollada por los abductores lo es,
disminuye la magnitud de la resultante aplicada sobre la cadera y, por tanto, el nivel de
solicitación articular.

Solicitaciones en la cadera
Conocidas las cargas que gravitan sobre la cadera, las solicitaciones en la cadera
dependerán de aquéllas y de la superficie en la que se repartan. A su vez, esta superficie de
cargaequivaldrá, en mayor o menor medida según lo uniforme de dicha distribución, a la
superficie de contacto entre la cabeza del fémur y el acetábulo. Y, además, este contacto
será fruto de la congruencia de ambas estructuras, en primer lugar por su forma y en
segundo lugar por su deformabilidad.
La cabeza femoral tiene forma de una esfera casi perfecta, tal y como mostraron Hammond
y Charnley en un cuidadoso estudio con siete métodos diferentes. Las desviaciones
promedio de circularidad en los cortes sagital, frontal y transverso, son de 1 ,2 ,0 ,0 4 y
0,6 % respectivamente, en cabezas de alrededor de 50 mm de diámetro. También el
acetábulo muestra cierta tendencia de orden más arciforme que la cabeza femoral.
O tra cuestión es la congruencia entre esas dos estructuras. Para que sea posible la
realización de un movimiento de rotación de una respecto a la otra, es preciso que exista
un espacio evolutivo entre las superficies. No pueden concebirse dos esferas concéntricas
con el mismo radio. La congruencia se restablece en cierta medida por la deformabilidad
de los materiales, es decir, del conjunto osteocondral.
Al aplicar una carga sobre la articulación, el cartílago experimenta una deformación
“instantánea”, que de hecho ocurre en unas pocas centésimas de segundo. A esta
deformación inicial le sigue una fase de fluencia rápida en un principio, que disminuye
progresivamente con el paso del tiempo y se hace mínima al cabo de treinta minutos. Así es
posible que la cadera no sea en realidad un sistema esférico perfectamente congruente,
incompatible por otra parte con el movim iento y con la nutrición del cartílago, sino
más bien incongruente: una especie de revolución ojival cotiloidea recubriendo una cabeza
femoral que tiende a la esfericidad. La deformabilidad de la interfase condral mejora
la situación de concordancia y contacto de las superficies articulares.
Las áreas de contacto variarán pues con la forma de la cadera y con el estado y
propiedades mecánicas del cartílago que la cubra, pero además y en gran medida según
cuál sea la magnitud de la carga aplicada sobre la articulación. En efecto Greenwald y
Haynes (1972) determinaron y midieron las áreas de contacto en una serie de especímenes
cadavéricos adultos. Cargaban las caderas con 1,6 veces el peso corporal, y otras con sólo
0,2 veces dicho peso. Con la carga mayor, obtuvieron unos contactos de entre 22,19 y
33,68 cm^, con un promedio de 26,77 cm^, lo que equivalía de m anera aproximada al
70 % de la superficie articular total de la cabeza femoral. Topográficamente, se incluían
en
C a p it u l o 12. Biomecánica de la cadera 195
Figura 12­6.

Las solicitaciones en la cadera aumentan conforme lo hace la fuerzade reacción articular,


con una distribución periférica para valores pequeños de carga, con un casquete polar
libre de ella (izquierda), una situación equipotente (centro) en la que carga por igual toda
la superficiearticular al incrementarse la fuerza aplicada, y una importante y desfavorable
carga polar en incrementos mayores de aquélla (derecha). dicho contacto las zonas
anterior, superior y posterior de la cabeza. Con la carga reducida disminuía el área de
contacto, desapareciendo en la zona superior de la cabeza.
Esta relación magnitud de carga­amplitud del contacto­reparto topográfico de éste,
observada por todos los autores que se han ocupado del tema, diferencia, de manera
esquemática, tres situaciones de base. Bajo pequeñas cargas, el contacto se reduce, y las
solicitaciones se reparten por la periferia, “paraecuatorialmente”, en una especie de
corona. Si se incrementa la fuerza aplicada, el polo superior de la cabeza participa en el
contacto, que pasa a ser mayor, en forma de casquete esférico, y las solicitaciones se
igualan al máximo en toda la zona de contacto. Por último, si la carga se incrementa aún
más, se mantiene el contacto global y en la zona polar superior se produce un importante
pico tensional (fig. 1 2 ­6 ).
En general, y en el conjunto de todas las actividades, el reparto de solicitaciones sobre la
articulación tiende a ser uniforme entre todas las zonas, lo cual se traduciría en el patrón
trabecular armonioso de las caderas normales. No obstante, hay que matizar un poco. Las
zonas periféricas reciben ese nivel tensional de manera más igual y uniforme que la zona
polar, en la que las presiones sufren grandes oscilaciones, de casi nulas o picos enormes.
La cuantificación de las solicitaciones experimentadas por la cadera, y que dependen
de los datos mencionados, las coloca en niveles que pueden asumirse por las estructuras
tisulares que la forman, como es lógico y esperable. Greenwald y O’Connor (1971)
establecieron un promedio de 2,2 MN/m^, durante la marcha. Freeman (1979) en su
trabajo obtiene valores de 1,98 MN/m^ y de 2,92 MN/cm^, para dos caderas normales
dotadas de cartílago íntegro. En la misma hnea se encuentran Day y cois. (19 7 5 ), que
estiman esfuerzos entre 1 y 2 MN/m^, con cargas de hasta tres veces el peso corporal.
En este sentido, es importante el trabajo de Brown y Shaw (1983) que, con 24 captadores
piezoeléctricos, registraron, para una carga aplicada de 2.700 N, una solicitación
media en la cadera de 2,92 MN/cm^, y un pico local máximo de 8 , 8 MN/m^.
La coxa valga, y en general todas las situaciones que conllevan una cobertura insuficiente
de la cabeza femoral por parte del acetábulo, com o las displasias cotiloideas, provocan
una disminución del área de contacto y una concentración polar de tensiones. Esto
unido al mayor esfuerzo realizado por la musculatura abductora en esas caderas en valgo,
com o se ha expuesto antes, produce una sobrecarga polar superior, que se traduce
radiológicamente en un casquete de condensación trabecular en esa zona.
El análisis de la respuesta del cartílago y el hueso a situaciones de hipersolicitación o
de estrés, se expone en los capítulos correspondientes a esas estructuras. Basta aquí
señalar que cada estado patológico en el aparato locomotor tiene una base, causa y/o
efecto, en que es patente la alteración de la mecánica normal. Por ello, el conocimiento de
la cadera normal, que se presenta com o una articulación con cierto grado de
incongruencia y deformabilidad, según el nivel de carga, perfectamente dispuesta para
soportar de manera racional y equilibrada las solicitaciones que gravitan sobre ella y que,
gracias a ello, permanecen dentro de límites tolerables por la resistencia de las m acro y
microestructuras participantes, es fundamental para abordar la patogenia y el tratam iento
de los trastornos, con las consecuencias prácticas que de ello se derivan.
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