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Clase de escuela dominical

Lección # 11

Apocalipsis – Descripción del Cristo Glorificado

Lectura Bíblica: Apocalipsis 1:11-16


Texto para memorizar: Apocalipsis 1:11

Juan está en Patmos el día del Señor, cuando escucha una gran voz detrás de él que
le ordena que escriba todas las cosas que ve por revelación y, que las envíe a las
siete iglesias que se encuentran en Asia. Es de notarse que, cuando el Señor Dios,
en el Antiguo Testamento tenía algo que decir a su pueblo, los convocaba por
medio del sonido de trompeta (Éx. 19:16-19; Lv.25:9; Jos. 6:5; Is. 58:1). No cabe la
menor duda que el Señor Dios habla a su pueblo, y lo hace fuerte y claro por medio
de Su Palabra. Por tanto, hay un encargo profético que Dios hace a su siervo Juan,
y que sus lectores, empapados de las Escrituras del Antiguo Testamento,
entenderían que la orden de “escribe en un libro lo que ves…” era una comisión de
juicio. Juicio contra el mundo y contra aquellos supuestos creyentes
comprometidos con él.

I. Cristo en medio de su iglesia

El apóstol Juan nos dice que al oír la voz que le hablaba atrás de él, voltio para
identificar a la persona que se dirigía a él. Sin embargo, el apóstol usa el verbo
“hablaba” y no, “decía”. Significa que Juan, se volvió para identificar el sonido de la
voz y no el contenido del mensaje [Hendricksen, 2001]. No sabemos, si él reconoció
la voz de Jesús después de muchos años. Al volverse, lo primero que Juan ve es
una imagen muy consoladora: A Jesús el Cristo en medio de la iglesia. Los siete
candeleros de oro representan la congregación de los santos (ver 1:20). Esta imagen
se expresa al utilizar el lenguaje del Antiguo Testamento, en este caso al profeta
Zacarias específicamente.

El candelero era parte del mobiliario del tabernáculo y, posteriormente, del


Templo. Se encontraba ubicado en el Lugar Santo delante de la presencia de Dios
en el Lugar Santísimo. En el principio, Edén era el lugar donde Dios habitaba. Nos
revela la idea de Templo. En tiempos de Moisés, y posteriormente de Salomón, el
Tabernáculo y el Templo representaban el lugar donde el Señor Dios habita en
medio de su pueblo. El candelero con sus siete lámparas escribe G.K Bale, es una
expresión figurativa por la cual parte del mobiliario del Templo representa todo el
Templo, que por extensión también representa al Israel fiel (ver Zacarías 4:2-9). Así
que, el candelero con sus siete lámparas, el cual le es mostrado a Juan es la iglesia
como Templo de Dios. Dios se hace presente en medio de la iglesia por medio del
Espíritu y la Palabra. Significa que, Dios gobierna Su Iglesia por la Palabra, la
iglesia no es dirigida como una democracia, donde cada uno da su opinión y se
gobierna en base a las opiniones de los miembros de la iglesia. La iglesia es una
Teocracia, donde Dios gobierna por Su Palabra y, los creyentes, que conocen la
Palabra, obedecen como fieles súbditos, las ordenes de Su Rey. No cabe duda de
que, Juan nos está presentando, a través de la imagen del candelero, un cuadro de
la iglesia entera.

“y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre…” Notemos que
el apóstol Juan, lo primero que nos da es, una descripción de la iglesia, para
después describir al Señor de la iglesia. Esto ya lo habíamos comentado
anteriormente. Jesús el Cristo camina en medio de ella, él no está ausente de la
iglesia, más bien, Jesús es la fuente de su luz (ver Juan 8:12). Jesús el Cristo ilumina
a la iglesia cada día por la doctrina del Evangelio, por medio de la obra de
iluminación del Espíritu Santo. Por tanto, la fuente de todo conocimiento y
sabiduría vienen de él. Por tanto, cuando la iglesia se deja gobernar por Cristo, que
como ya hemos dicho: gobierna su iglesia con su Palabra; está fuera de peligro de
extraviarse de la verdad. Es la Palabra de Cristo, la Biblia, lo que hace que la
iglesia, entonces, sea iglesia (ver 1 Timoteo 4:16).

Juan se refiere a Jesús como: “a uno semejante al Hijo del Hombre…” La imagen es
tomada, como es común en el libro de Apocalipsis, del Antiguo Testamento, en
este caso, de Daniel 7:13-14. Esta imagen expresa majestad, poder y autoridad que
ningún ser humano puede igualar [Hendricksen, 2001]. Jesús, entonces, camina en
medio de su iglesia, lleno de majestad, poder y autoridad para corregir, animar,
reprender a la iglesia. La imagen de Cristo, entonces, ya nos está apuntando a sus
oficios de Sacerdote, Rey y Profeta.

II. Los oficios de Cristo

En Edén, el primer Adán fue creado por Dios con los oficios de: profeta, sacerdote
y rey, fue capacitado por el Espíritu Santo con conocimiento y entendimiento, con
justicia y santidad, y con dominio sobre la creación. Sin embargo, el pecado viene
afectar toda la vida del ser humano y su consecuencia es, la ignorancia, ceguera
espiritual, error y mentira, injusticia y corrupción moral, miseria, muerte y
destrucción. Jesús el Cristo, como segundo Adán, tenía necesariamente, porque es
Mediador entre Dios y los hombres, ser profeta, sacerdote y rey. Como Profeta es el
representante de Dios ante el pueblo. Revela la voluntad de Dios al pueblo (ver 1
Juan 5:20). Como Sacerdote, es, el representante del pueblo ante Dios y, como Rey
ejerce su dominio, y restaura al hombre en la presencia de Dios [Berkhof, 1969].

Juan nos dice que Jesús el Cristo se revela con la vestimenta sacerdotal: la túnica
sumo sacerdotal y el cinto confeccionado con lino fino torcido y bordado
(comparar apocalipsis 1:13b con Éx. 28:1:4; 29:5; 39:29). El cinto elevado por el
pecho viene a denotar la dignidad de un importante oficio. Solamente prestemos
atención cada sexenio a la banda presidencial. Por tanto, esta descripción de Cristo
nos señala a la función sacerdotal de Cristo. El libro de apocalipsis entonces nos
presenta a Jesús el Cristo como rey y como sacerdote que son su sangre nos ha
dado la libertad del pecado. El versículo trece describen la dignidad y la posición
elevada del Hijo del Hombre [Hendricksen, 2001].

III. La divinidad de Cristo.

El libro del profeta Daniel nos describe a Dios de la siguiente manera:

“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo
vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de
fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente”. (Dan.7:9)

Notamos claramente que, lo que Daniel le atribuye a Dios, Juan va a atribuírselo a


Jesús el Cristo. Por tanto, Jesús es revelado como Dios porque es uno con el Padre,
en cuanto a eternidad, pureza y santidad. Sus ojos “…como llama de fuego…”
Quiere decir que nada se escapa de la penetrante mirada de Jesús el Cristo. Él es
Omnisciente (ver 2:18-23). Sus pies “…como bronce bruñido…” Significa el reflejo
de la gloria divina. Por esto, Juan describe la voz de Jesús como el sonido de
muchas aguas (ver Ezequiel 43:2). Y Su rostro como el sol cuando resplandece con
toda su fuerza. (“Apocalipsis 1:16 - Bible Gateway”) Era, así como nos es muy
difícil mirar el sol en todo su esplendor, mirar a Jesús a la cara.

Debemos tomar esta descripción que Juan hace de Jesús, como un todo. Hemos
intentado mirar cada una de las características, sin embargo, hay toda una unidad
de sentido en esta porción bíblica (v12-16). Veamos el cuadro completo en las
palabras del teólogo William Hendricksen:

“Nótese que al Hijo del hombre se lo describe aquí como vestido con poder y
majestad y con temor y terror. Esa túnica real larga; ese cinturón dorado abrochado
en el pecho; ese cabello tan brillantemente blanco como nieve en la que se refleja el
sol y que daña a los ojos; esos ojos que despiden fuego, ojos que leen todo corazón
y penetran todo rincón escondido; esos pies resplandecientes que aplastan a los
malos; esa voz poderosa, reverberante, como las poderosas olas que se estrellan en
las riberas rocosas de Patmos; esa gran espada afilada, larga, pesada, con dos filos
mordientes; ese aspecto completo «como el sol que brilla con toda su fuerza»,
demasiado intensa para que los ojos humanos lo miren. El cuadro entero, tomado
como un todo, simboliza a Cristo, el santo, que viene a purificar a sus iglesias (2:16,
18, 23), y para castigar a quienes persiguen a sus elegidos (8:5ss.)”. [Hendricksen,
2001]

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