Ante el nuevo ciclo que se inicia en la Argentina, a partir de la
presidencia de Javier Milei, el presente es un manifiesto inicial
para la convocatoria a todos los actores vinculados al desarrollo nacional, al desarrollo agroalimentario y agroindustrial, a las múltiples experiencias en materia de asociativismo, a la producción agropecuaria, a la agricultura familiar, al desarrollo local y regional y a la economía popular y social. Para que articulemos nuestras fuerzas y para que afrontemos juntos los desafíos que se vienen, defendiendo los intereses de los más humildes y desprotegidos, a nuestros recursos naturales y a nuestros derechos sociales
Somos dirigentes vinculados al desarrollo nacional, al desarrollo
agroalimentario y agroindustrial, a las múltiples experiencias en materia de asociativismo, a la producción agropecuaria, a la agricultura familiar, al desarrollo local y regional y a la economía popular y social.
Reconocemos que, después de cuarenta años de democracia, existe
una tremenda deuda social en nuestro país, dado que resulta imperdonable la pobreza y la marginalidad estructural que sufren millones de argentinos.
Observamos que la brecha existente, entre las instituciones (incluida la
política) y una realidad que evoluciona exponencialmente con nuevas y múltiples demandas, crece en forma permanente; y este fenómeno nos hace perder de vista el deber ser de la actividad política que es velar por los intereses del Pueblo y de la Nación.
Trabajamos para reconstruir la voluntad política para profundizar el
necesario e imperioso debate interno que nos permita actualizar nuestra doctrina, para construir un nuevo discurso que nos permita acercarnos a la sociedad y recuperar el rumbo en defensa del bien común.
Sostenemos que la Argentina tiene un altísimo potencial en la
producción de alimentos, tanto para satisfacer a la demanda local como a parte de la internacional. Sin embargo, en el orden interno, vemos que la inflación más pronunciada se da en el precio de la comida. Y en el orden externo, la divisa que recibimos por exportaciones no es un flujo sostenido, sino espasmódico. Algo que también redunda en más inflación.
Si nos detenemos a estudiar el reparto de ganancias en la actividad
agropecuaria, nos percatamos que solo el veinte por ciento es para el agricultor. El resto se divide en un cuarenta por ciento para el industrializador, y un cuarenta por ciento para el comercializador. Éste último, al ser quien opera con el capital recibido de la demanda, es el sujeto que impone las condiciones. Por ende, es quien termina organizando la estructura de la actividad.
La actividad de producción de alimentos queda entonces traccionada
por la búsqueda del lucro rápido, en la lógica de los rendimientos extraordinarios de un mundo financiarizado. Las necesidades alimentarias del pueblo argentino y sus requerimientos de divisas para apuntalar su desarrollo quedan relegadas, sino excluidos, de la estructuración productiva y distributiva del agro. Sintomáticamente, este es un tema ausente de las agendas de debate económico, social y político en el país.
Dejar enteramente liberado a los agentes privados que controlan el
mercado, la comida de los argentinos y la obtención de divisas, no se llama liberación. Se llama sometimiento. El espacio que se abandona es ocupado por cadenas de supermercados y traders exportadoras que regulan con dureza y crueldad lo que comemos los argentinos, a cuanto lo vamos a pagar, que exportamos y cuál es la parte que nos tocará de eso. Si es que nos toca algo.
El marketing del slogan demagogo y la instigación de la ira como
manipulación de la verdad (por no decir su supresión) han logrado desviar lo que debería ser el foco de toda política: el bienestar de los hombres y de las mujeres. Desde este espacio proponemos retomar una agenda agropecuaria, agroalimentaria y agroindustrial reivindicando la Justicia Social, que es la verdadera Justicia, ya que protege los derechos considerando nuestras diversidades materiales y espirituales. No nos resignamos a ser un consumidor aislado y segmentado por su poder adquisitivo cada vez menor.
Nuestro país cuenta con una población de alta cualificación técnica en
saberes tradicionales y científicos. Somos el cuarto país en el mundo en reserva de tierras fértiles. Tenemos extensiones rurales y periurbanas cuya productividad no es aprovechada. Lo que nos enseña que, para la articulación de un sistema donde se produzca el alimento cerca de la comunidad que lo consume, donde se distribuya rápidamente con costos logísticos mínimos, donde se le agregue valor en origen, donde se comercialice en una red que impida la concentración y su consecuente abuso, donde se instituyen estándares de calidad ambiental y social, es un problema de organización, no de recursos. La cuestión es política. El resultado sería alimentos frescos, nutritivos y baratos para toda nuestra ciudadanía.
Nuestro país cuenta con la mejor productividad mundial en cultivos de
extensión, junto con el mayor complejo agroindustrial portuario del planeta. Todo lo que se montó gracias al apoyo y a las regulaciones del Estado que en su momento abrió los mercados, desarrolló la tecnología y creó la infraestructura. Pero que después, fue desapropiado de los frutos de todo esto. Lo que hoy explica la
migración de divisas y perjuicio para el productor agropecuario (si,
incluso para el gran productor) que es haber hecho de la Pampa Húmeda y del Río Paraná una zona liberada a la medida de media docena de traders transnacionales que se quedan con el valor de quien cultivó la tierra. El resultado de poder revertir esto sería el restablecimiento del círculo virtuoso de la inversión nacional, el arraigo de la renta y la población en el territorio, lo que nos permitiría frenar el proceso de hiper- urbanización que vive nuestro país. Dando paso a un desarrollo nacional equilibrado y sustentable.
Nuestro cometido es reivindicar los vilipendiados ideales de la
equidad, la independencia, la solidaridad, el humanismo, la dignidad y el trabajo. Somos hombres y mujeres que hemos dedicado nuestras vidas al estudio, investigación y a la gestión del agro argentino.
Es desde allí que proponemos:
- La construcción de un acuerdo con todos los gobernadores
del campo nacional y popular que defiendan estos mismos intereses. - En el ámbito de la provincia de Buenos Aires nos encolumnamos detrás de nuestro gobernador Axel Kicillof, coordinando con las áreas de su gobierno vinculadas a nuestra tarea. - Colaborar con la necesaria recuperación de nuestra fuerza, aportando con el desarrollo y la defensa de los diferentes entramados productivos vinculados al desarrollo regional y local. - Construir una red de jóvenes de Sembrando Patria en todas las universidades del territorio nacional, generando el semillero para la resistencia primero, y para la construcción de una Nueva Argentina cuando nos vuelva a tocar gobernar. - Colaborar activamente con cada uno de los actos de defensa de los derechos sociales y de los recursos naturales, siempre junto a los más humildes y vulnerables
Catalano José Ex vicepresidente del INTA; Escalada Luis María
Productor presidente Consejo Local Asesor del INTA AMBA; Gandulfo Alberto secretario Economía Social y Solidaria de Municipalidad de La Matanza; Guerrieri Hugo, director del sistema de Planificación Estratégica Berazategui 2050, Hernández Santiago, Desarrollador Programa Huertas Matanceras. Presidente Asociación Civil M. Ugarte; Grenoville Sebastián, investigador INTA AMBA, docente UBA; Lattanzio Gustavo técnico del INTA; Pascal Marcelo MNCI (Movimiento Nacional Campesino Indígena) Somos Tierra; Olleac Milagros, extensionista INTA y docente UNAHUR; Ortega Javier, docente UNDAV, Somma Daniel Investigador INTA Delta; Tito Gustavo trabajador de INTA y docente de la UNAJ; Tosto Daniela Investigadora del INTA; Troya Marisol, MNCI (Movimiento Nacional Campesino Indígena) Somos Tierra
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