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SEGUNDA PARTE
Capítulo IV
A partir del golpe de estado gestado en marzo de 1963, con el que se depone
a Miguel Ydígoras Fuentes, el Estado contrarrevolucionario empezó su
consolidación, alcanzando considerable nivel represivo en los primeros
años de la década de los setenta, con el gobierno de Carlos Arana Osorio
(1970-74). De esa forma, el Estado respondió a los alzamientos con la
contrainsurgencia, llegándose a la supermilitarización de la sociedad y a
erogar importantes cantidades de dinero para hacer frente a la
insurgencia.
Por parte del gobierno guatemalteco, el actor directo era el ejército, que se
constituyó en el órgano encargado de la defensa del status quo. Los
gobiernos que se sucedieron desde 1960 propiciaron el desmedido
armamento y la profesionalización del ejército. En su seno se enfatizó el
discurso anticomunista y la visión polarizada del mundo, por ello, su
accionar estuvo marcado por dictados de la ideología de la Seguridad
Nacional. Todo esto implicó una amplia disponibilidad de recursos
materiales y técnicos, una inspiración ideológica extremadamente
articulada para la defensa del status quo; y un conjunto de prácticas
(guerra irregular, operaciones encubiertas -no supiéndose diferenciar, sino
tardíamente, entre la izquierda insurreccional y la oposición política, legal,
pública y democrática-), que reforzaron las estructuras autoritarias de la
sociedad.
Ante lo frío que pudiera resultar la exposición sintética de los rasgos que
caracterizan al conflicto armado guatemalteco, resulta elocuente dar a
conocer los resultados del documento "Guatemala, nunca más", producto
del proyecto denominado Recuperación de la Memoria Histórica, REMHI,
llevado a cabo por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de
Guatemala, bajo la coordinación de Monseñor Juan José Gerardi
Conedera. En este documento se establece que durante treinta y seis años
que duró el conflicto se produjeron cincuenta y cinco mil violaciones a los
derechos humanos. De esta cifra, cuarenta y tres mil violaciones fueron
registradas entre 1980 y 1983. Según el informe, alrededor de doscientos
mil niños y niñas quedaron huérfanos y ochenta y seis mil fueron víctimas
indirectas, además cuarenta mil mujeres quedaron viudas, existieron
cincuenta mil desaparecidos y un millón de refugiados. La suma del cuadro
final del conflicto armado interno, según el informe del REMHI, alcanzó un
millón cuatrocientos cuarenta mil víctimas directas e indirectas. En el
informe se responsabiliza al Ejército y a las llamadas Patrullas de
Autodefensa Civil de alrededor del 80% de las violaciones a los derechos
humanos.
Los aspectos contemplados dentro del cuerpo del documento son los
siguientes: la reconciliación nacional (que comprende el diálogo, amnistía y
comisiones nacionales de reconciliación); la exhortación al cese de
hostilidades; la democratización (que comprende la libertad de uso de los
medios de comunicación, el pluralismo político partidista y la derogación
de los estados de excepción, sitio o emergencia); las elecciones libres; el cese
de la ayuda exterior a las fuerzas irregulares o a los movimientos
insurreccionales; el no uso del territorio para agredir a otros Estados; el
control y limitación de armamentos; las negociaciones en materia de
seguridad, verificación, control y limitación de armamento; la reinserción
de refugiados y desplazados; la cooperación, democracia y libertad para la
paz y el desarrollo; la verificación y seguimiento internacional (por medio
de la Comisión Internacional de Verificación y Seguimiento); y un
calendario para la ejecución de los compromisos (Ver anexo D).
Con el Acuerdo de Esquipulas II se marcó el momento en que los actores
locales de cada conflicto asumieron el rol central, tanto para la definición
del conflicto, como para advertir las claves para su resolución. El acuerdo
fue una verdadera señal de autonomía centroamericana en contradicción
con los intereses hegemónicos de las grandes superpotencias. Se puso todo
el peso en resolver los conflictos domésticos y alcanzar la reconciliación
nacional, más que en intentar resolver las amenazas a la seguridad externa.
La primera de esta serie fue la reunión que se realizó entre los partidos
políticos y la URNG en mayo de 1990, en El Escorial, España. En el
acuerdo se convino que la negociación se desarrollaría dentro de los marcos
constitucionales, y que a la vez se pondría en marcha un proceso de
revisión y reforma institucional, lo que incluía reformas a la Constitución
Política de la República, a fin de lograr las metas de paz y
perfeccionamiento de la democracia funcional y participativa. Las
reformas acordadas no fueron logradas.
5) Aspectos socioeconómicos;
6) Situación agraria;
De esa suerte, la agenda contempló una parte para resolver una amplia
gama de problemas nacionales (denominada parte sustantiva), para
después pasar a trabajar sobre el fin de la confrontación armada y la
desmovilización de los rebeldes (denominada parte de procedimiento).
Con ello se puede notar que el proceso de paz tomó el perfil deseado por la
dirigencia insurgente, en el sentido que primeramente debían abordarse los
temas estructurales y luego los procedimentales.
Luego, otros dos acuerdos fueron firmados en Oslo, en junio de 1994, uno
acerca del reasentamiento de la población desarraigada por el
enfrentamiento armado (17 de junio), y el otro que establecía una (tibia)
comisión para el esclarecimiento histórico de las violaciones a los derechos
humanos y los hechos de violencia que han causado sufrimientos a la
población guatemalteca (23 de junio).
"Considerando
Quizás por las expectativas que se guardaban sobre este tema, el acuerdo
desalentó a muchos, principalmente en lo que respecta a las funciones del
ejército, para el efecto conviene citar a Edelberto Torres Rivas:
En V.6 vimos que fueron muchos los instrumentos jurídicos suscritos, pero
en el presente parágrafo nos dedicaremos a enunciar y establecer, de
manera sintética, las características de los instrumentos jurídicos integrados,
los cuales, a partir del 29 de diciembre de 1996, forman parte de la
estructura jurídica que fundamenta el proceso de edificación de la paz.
A raíz de la firma del Acuerdo Global sobre derechos humanos, que tuvo
vigencia inmediata y que contemplaba la verificación inmediata del
cumplimiento del mismo, las Naciones Unidas hicieron presencia directa en
territorio guatemalteco para dar inicio a su tarea verificadora, por medio
de una misión especial denominada Misión de las Naciones Unidas para la
verificación de los derechos humanos en Guatemala, MINUGUA. En el
Acuerdo Global se contempló que la misión de verificación comenzaría a
trabajar de manera inmediata, pero problemas internos dentro del seno
de la ONU impidieron el rápido establecimiento de MINUGUA, con ello
se produjo la pérdida de la dinámica del proceso de paz. Sin embargo, esos
obstáculos fueron superados y en noviembre de 1994 se estableció la
misión. MINUGUA constituyó la expresión más concreta del interés que la
comunidad internacional tenía en lograr la solución al conflicto
guatemalteco.
Pero vale la pena establecer que, pese a las bondades del proceso de paz
guatemalteco, es destacable la corta visión de futuro que se tuvo en
términos de la reconstrucción de la memoria histórica y de la sociedad en
general. Se optó nuevamente, por sumergir en el olvido toda una serie de
tremendos e innegables hechos de terror y violencia ocurridos en el pasado
reciente. Además, no se dejó establecido, con la objetividad necesaria que el
tema requería, las funciones, objetivos y dimensiones de un ejército en un
país que decía adiós a los conflictos armados. Igualmente, lo conseguido en
el Acuerdo sobre Aspectos Socioeconómicos y Situación Agraria
constituyen acuerdos tibios frente a las grandes necesidades nacionales,
pero ello no debe ser desalentador, pues la construcción de la paz es un
proceso incesante y la etapa posterior a la suscripción del acuerdo final
puede representar la oportunidad para seguir trabajando arduamente en
la perfección de la agenda para la construcción de la paz.