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Cristián Santibáñez
ABSTRACT
The hypothesis under discussion here is that there is conceptual similarity be-
tween Russell’s idea of instinctive/intuitive belief as expounded in The Problems of
Philosophy, and Wittgenstein’s idea of a hinge proposition as presented in On Cer-
tainty. As conceptual similarities need qualifying in order to be precise, this paper will
discuss the similarity by considering its limits, which will be anchored in the philoso-
phy of ‘common sense’ and the problems of scepticism.
RESUMEN
La hipótesis que se pone a prueba aquí es que entre la idea de creencia instinti-
va/intuitiva que Russell expone en Los problemas de la filosofía, y la idea de proposi-
ción bisagra de Wittgenstein contenida en Sobre la Certeza, hay una coincidencia
conceptual. Como toda comparación conceptual requiere matices para lograr preci-
sión, este trabajo también dará cuenta de tal coincidencia considerando sus límites.
Los límites de esta coincidencia tendrán parte de su anclaje en la filosofía del ‘sentido
común’ y los problemas del escepticismo.
I. INTRODUCCIÓN
Las historias de amor y odio capturan nuestra atención. Como en las te-
lenovelas, ellas tienen la capacidad de despertar la curiosidad por el próximo
capítulo. Ciertamente, es una exageración insinuar que la relación entre Russell
y Wittgenstein sea ejemplo de una telenovela, pero, convengamos, tampoco es-
ta relación estuvo exenta de escenas de admiración, rechazo e indiferencia,
las mismas que nutren a las series de romance y suspense.
27
28 Cristián Santibáñez
Durante el periodo que empieza en 1914, tres filosofías han dominado sucesi-
vamente el mundo filosófico británico: primero la del Tractatus de Wittgenstein,
en segundo lugar la del Positivismo Lógico, y por último la del Wittgenstein de
las Investigaciones Filosóficas. De ellas, la primera tuvo una influencia muy
considerable sobre mi propio pensamiento, aunque ahora no creo que esa in-
fluencia fuera completamente buena. La segunda escuela, tuvo mi simpatía ge-
neral, aunque estoy en desacuerdo con algunas de sus doctrinas más
características. La tercera escuela […] sigue siendo para mi completamente in-
inteligible. Sus doctrinas positivas me parecen triviales y sus doctrinas negati-
vas, sin fundamento. No he encontrado en las Investigaciones Filosóficas de
Wittgenstein nada que parezca interesante y no entiendo por qué una escuela
entera encuentra porciones importantes de sabiduría en sus páginas [Russell
(1959), p. 160, trad. CS].
Pero no serán estos los lineamientos que guíen este trabajo. Aunque a todos
en el algún momento nos entretienen los desencuentros inclinados a las pa-
siones5, será la dirección opuesta la que interese. Cabe advertir que tampoco
este trabajo tratará de la convergencia inicial entre Russell y Wittgenstein, a
Esa cierta animalidad. ¿Se cerró un círculo entre Russell y… 29
y su conocimiento11, esto es, que una palabra de una frase sólo tiene significa-
do al denotar una entidad, y algunas de aquellas entidades se perciben direc-
tamente por el sujeto cognoscente sin atención inferencial inmediata, como
pasa, para Russell, con las funciones lógicas (de los universales, por ejem-
plo)12. A partir del ‘argumento de la ilusión’, Russell se convence de que los
objetos ordinarios no pueden ser objeto de conciencia directa. El argumento
de la ilusión sostiene, en lo medular, que cuando las experiencias perceptivas
normales no se pueden distinguir, cualitativamente, de las experiencias iluso-
rias –como cuando creemos experimentar un objeto frente a nosotros cuando
no existe–, entonces el realista general cae en la cuenta que la similitud feno-
ménica entre ambas experiencias hace imposible proponer un análisis definiti-
vo que separe ambos polos –la cosa y su perceptor–, por lo que postula que es
mucho mejor suponer que, aunque ambos estados tienen un objeto interno, sólo
uno tiene un objeto externo indirecto. Dicho en breve: para el realista interno
[Brewer (2011)], cuando un sujeto percibe –aprehende, asimila– un objeto ex-
terno, entonces ‘crea’ un estado perceptivo que tiene una naturaleza particular,
produciendo diferencias que finalmente son descritas como diferencias de con-
tenido. De modo que el contenido de nuestro estado perceptivo es el contenido
directo de aprehensión, que es señalado como objeto intermedio.
Así, la tesis del realismo indirecto [Brewer (2011)], consiste en afirmar
que aprehendemos, a través de los procesos perceptivos, de un modo indirecto
los objetos físicos que nos rodean en virtud de la asimilación directa de los ob-
jetos internos, físicos y no-físicos13. ¿Cómo se vincula este ángulo del realismo
indirecto con la creencia –o conocimiento– intuitivo? Y luego ¿cómo explica
Russell el paso desde la percepción y la creencia/conocimiento a la inferencia?
Para responder cabe recordar que Russell en LPF declara en el prefacio que su
meta se relaciona con la pregunta si acaso hay algo que esté fuera de toda duda,
y para responder esta pregunta, que contiene a la dos previas, nos advierte con
un ejemplo que las propiedades visibles, como el color, son variables de perso-
na a persona a partir de una experiencia interactiva entre la función de la luz y
nuestro aparato perceptivo, de modo que, concluye Russell, no experimentamos
lo que describimos como color, sino que inferimos la existencia de tales objetos
a partir de lo que directamente conocemos, o estamos familiarizados con, a sa-
ber: los datos de nuestros sentidos. ¿Qué se conoce instintiva/intuitivamente?
La experiencia perceptiva de los ‘objetos reales’. ¿Cómo se efectúa ese cono-
cimiento? De forma no-inferencial, inmediata, animal14.
Es un hecho más bien curioso el que, en filosofía, los datos que son innegables
y con los que comenzamos sean siempre vagos y ambiguos. Tú puedes, por
ejemplo, decir: “Hay cierta cantidad de gente en esta habitación en este momen-
to”. Esto es obviamente innegable en algún sentido. Pero cuando uno trata de
definir qué es esta habitación, qué significa para una persona estar en una habi-
tación, cómo se va a distinguir una persona de otra, y así sucesivamente, uno se
encuentra con que lo que ha dicho es aterradoramente vago y que no sabe real-
mente qué quería decir. Constituye un hecho singular el que todo aquello de lo
que uno está realmente seguro sea algo cuyo significado no conoce y, en el mo-
mento en que lo logra enunciar de manera precisa, uno no estará seguro de si es
verdadero o falso, al menos directamente […] [Russell (2000), p. 152, trad. CS]15.
trad. CS]. Estos datos forman parte, parafraseando a Wittgenstein, del bedrock
sobre el que descansan nuestros comportamientos y conocimientos derivados,
y respecto de los que cuando se nos consulta por sus pruebas o evidencias de
existencia, no hallamos a la mano, por perplejidad o incomprensión del tipo
de diálogo, una explicación inmediata adecuada, pero confiamos ciegamente,
sin embargo, que llegaremos a ella tarde o temprano.
Uno de los problemas de Russell en LPF, es que allí no fue del todo cla-
ro respecto de las diferencias, si las hay, entre conocimiento y/o creencia in-
tuitiva o instintiva, pues sostuvo:
Se tiene comúnmente la impresión de que todo lo que creemos debería ser capaz
de prueba, o al menos de mostrarse que es altamente probable. Mucha gente tiene
la impresión de que una creencia a favor de la cual no se puede aducir ninguna ra-
zón es una creencia no razonable. En líneas generales, esta perspectiva es correc-
ta. Casi todas nuestras creencias ordinarias son o inferidas, o capaces de ser
inferidas de otras creencias que puede considerarse que dan razón de ellas. Como
regla general, la razón ha sido olvidada, o no ha estado nunca conscientemente
presente en nuestras mentes. Pocos de nosotros nos hemos preguntado, por ejem-
plo, qué razón hay para suponer que la comida que vamos a comer no resultará ser
más tarde un veneno. Aun así sentimos, cuando somos desafiados, que puede en-
contrarse una perfecta buena razón, incluso si no estamos listos para darla en ese
momento. Y estamos usualmente justificados para creer esto [Russell (1912), pp.
174-75, trad. CS] […]. De lo que ha sido dicho es evidente, en relación tanto con
el conocimiento intuitivo como con el conocimiento derivado, que si asumimos
que el conocimiento intuitivo es fiable en proporción al grado de su auto-
evidencia, habrá una gradación de fiabilidad, que va desde la existencia de datos
de los sentidos claros y las más simples verdades lógicas y matemáticas, que pue-
den ser tomadas como muy ciertas, hasta los juicios que parecen ser sólo más pro-
bables que sus opuestos [Russell (1912), p. 217, trad. CS].
Esa cierta animalidad. ¿Se cerró un círculo entre Russell y… 33
Se condensan en esta larga cita varios de los aspectos que se han abordado
aquí. Algunos [Bonjour (1978)], han visto en este tipo de acercamiento epis-
temológico un ejemplo de una posición que cabría denominar ‘fundamenta-
lismo débil’. Débil o fuerte en Russell, lo concerniente al fundamentalismo es
también parte de la preocupación, y línea de interpretación, de la epistemolo-
gía de Wittgenstein en OC, como a continuación se discutirá.
Quizás una de las claves para comprender esta posición, sea revisar el
modo en que Russell explica el funcionamiento no-inferencial de la creencia
intuitiva:
Ya se había planteado más arriba con el ejemplo de la reacción del perro a de-
terminado estímulo, que el conocimiento de una especie de cosas A, actúa co-
mo signo y desencadena otra especie de cosas, B. Lo hace el animal, el
neonato, y el ¡escéptico! Es la inferencia animal de Russell. Cuando el animal
inferencial experimenta dos estímulos al mismo tiempo, uno de ellos tiene la
capacidad de desencadenar la respuesta que permite el vínculo correcto entre
las especies de cosas implicadas. La inferencia explícita en los humanos es la
racionalización del comportamiento que compartimos con otros de la fauna ge-
neral. Al experimentar A y B juntas frecuentemente, reaccionamos a A como si
originalmente reaccionáramos a B. De acuerdo con Russell, si el paso del ‘da-
to’ a lo ‘inferido’ es accidental, entonces estamos en presencia de una falacia.
tramos como practicando un caso raro, donde tal proposición no está funcio-
nando como bisagra, sino como descripción o conclusión. Cuando Moore
sostiene “Aquí hay una mano”, no está demostrando nada, sino mostrando
algo, algo que nunca estuvo escondido. La certeza animal no solo es ciega,
sino además silente. Las proposiciones bisagra, como “Tengo un cuerpo”,
que sólo se utilizan en contadísimas oportunidades, sobre todo cuando esta-
mos en contextos muy intelectualizados o de enseñanza, son reglas gramati-
cales en el sentido de que condicionan el uso de nuestras palabras y
oraciones. En tanto ocurrencias o manifestaciones, las proposiciones bisagra
son inefables. En OC, Wittgenstein insiste en que nuestra certeza objetiva es
práctica, de la misma forma en que nuestra adherencia a una regla de pensa-
miento puede tener sentido solo si se manifiesta ella misma en nuestros actos.
Un rechazo verbal a una ley de pensamiento no es efectivo en términos lógi-
cos. La frase “No podemos dudar de todo” articula un ley de pensamiento
humana, expresa una forma de actuar y pensar normales en nuestro mundo.
Cualquier rechazo no tiene ninguna resonancia práctica en nuestras vidas. Si
lo hacemos, podríamos ser incluso declarados dementes.
V. CONCLUSIONES
Fue hacia el final de 1898 cuando Moore y yo nos rebelamos en contra tanto de
Kant como de Hegel. Moore marcó el camino, pero yo seguí muy de cerca sus
huellas […] [Russell (1959), p. 42, trad. CS]. Sentí una gran liberación, como si
hubiese salido de una casa llena de calor agobiante hacia la ventisca del campo
abierto […] En la primera exuberancia de la liberación, llegué a ser un realista in-
genuo y me regocijé en el pensamiento de que el césped era realmente verde
[Russell (1959), p. 62, trad. CS].
NOTAS
1
Para observar el tono de amabilidad y respeto entre ambos, véase la corres-
pondencia compilada por McGuinness y von Wright (1990), intercambio en el que se
ve a Russell enviando incluso misivas en alemán.
2
Para un resumen biográfico donde aparecen este y otros datos, véase la ver-
sión online de The Cambridge Wittgenstein Archive: http://www.wittgen-cam.ac.uk/
3
Como queda explícito en una carta que envió Wittgenstein a Russell en 1919:
“Me temo que no has comprendido mi aseveración fundamental, respecto a la cual el
asunto de las proposiciones lógicas es mero corolario…”. Véase introducción de Re-
guera y Muñoz [(1999), p. viii] a la edición en español del Tractatus.
4
Hubo gran conmoción cuando William Bartley III publicó en 1973 su biogra-
fía de Wittgenstein, sustentando como vector de su trabajo la tesis de la homosexuali-
dad del filósofo austriaco. Incluso von Hayek intervino señalando que no entendió la
cruzada en contra Bartley por parte de von Wright y los albaceas de Wittgenstein que
negaban la inclinación homosexual del filósofo, cuando era un secreto a voces que
junto a Keynes y otros había tal afinidad. Véase Baum (2000).
5
Otros pasajes respecto de reacciones, opiniones e intercambio entre Russell y
Wittgenstein se pueden encontrar en el trabajo periodístico de Edmonds y Eidinow
(2001). En especial, véase cap. 5, dedicado a Russell, y al comienzo del cual los auto-
42 Cristián Santibáñez
res sostienen que Wittgenstein hacia 1946 apenas podía disimular su desprecio por
Russell. Pero la pasión, como orientación vital, no era ajena a la cotidianidad de Russell,
pues como bien recuerda Ortega (1995), la pasión y el amor eran dos de las cosas más
importantes y simples que Russell consideraba como elementales. No debiera extra-
ñar, entonces, su vehemencia al apuntar lo que él consideraba un error en la filosofía
de Wittgenstein.
6
Gellner (1998) considera que Russell y Wittgenstein compartieron una visión
individualista del lenguaje, la epistemología y el pensamiento, y lo declara de forma
tajante mostrando la relación histórica que los unía con una tradición que buscaba so-
lucionar los problemas asociados a los nacionalismos románticos: “Wittgenstein elaboró
una imagen del mundo no meramente “como Idea”, sino como una idea inherentemente
mantenida por un individuo aislado y consignado a permanecer en un confinamiento
conceptual solitario […] [Gellner (1998), p. 62, trad. CS]. [...] El argumento defendido
por Janik-Toulmin es que la situación en física, en filosofía de la física y en matemática
por un lado, y la crisis moral de la intelligentsia de la época de los Habsburgo, tal como
fue comentada por un kierkegaardiano sin pizca de gracia como Karl Kraus por otra, pu-
sieron a Wittgenstein frente a su problema: la notación y la idea del trabajo de Russell y
Whitehead sobre lógica y los fundamentos de la matemática proveyeron las herramien-
tas técnicas para la solución. El resultado: el Tractatus” [Gellner (1998), p. 83, trad. CS].
7
Se utilizará la nomenclatura ‘OC’ para referirnos a Sobre la Certeza, siguien-
do la convención entre los especialistas de habla inglesa.
8
Esta coincidencia sigue el análisis sugerido por Moyal-Sharrock [(2007), p.
135] respecto de la similitud que hay entre ambos respecto de cómo justifican los fun-
damentos del conocimiento.
9
Una contextualización amena de la discusión semi-pública de las ideas en tor-
no al realismo de Moore y Russell, se encuentra en Hintikka (1995), pp. 1-26, cuando
describe el famoso grupo de Bloomsbury; [véase también Hintikka (1979), pp. 5-14].
Como parte del trasfondo de la filosofía analítica, véase Glock (2008).
10
Separar estos dos problemas en la filosofía de Russell es artificial, aquí sólo
tiene un sentido instrumental. Sin embargo, algunos comentaristas han visto la necesi-
dad de separarlos para mostrar el desarrollo del pensamiento de Russell [Carey,
(2009)]. En su teoría de la percepción [Carey (2009), (2007)], el autor se preocupa por
analizar el modo en que se puede percibir el mundo externo (donde rechaza el psico-
logismo de Kant y el monismo). Respecto de una teoría del conocimiento, Russell
mismo publicó escritos que contenían estas palabras [Russell (1914), (1948)]; o com-
pilaciones posteriores reunieron esta dimensión por separado [Russell (1984)], y el
tema cruza toda su obra. Un tratamiento similar desarrolla Tomasini (2001), pp. 91-98,
respecto del análisis de la percepción y concepto de conocimiento en Russell. Cierta-
mente, también se puede analizar el vínculo directamente entre percepción y conoci-
miento bajo el rótulo de ‘conocimiento perceptual’, véase por ejemplo Alston (1999).
11
Russell (1959), al discutir la posición de Strawson (1950) en “On Referring”,
señala: “[…] hay palabras que son significativas solo porque hay algo que significan, y
si no hubiera ese algo, serían ruidos vacíos, no palabras. Por mi parte, creo que tiene que
haber tales palabras si el lenguaje ha de tener alguna relación con hechos. La necesidad
de tales palabras se hace obvia a través del proceso de la definición ostensiva” [Russell
(1959), p. 177, trad. CS]. Para un estudio crítico de este ángulo, véase Cappio (1981).
Esa cierta animalidad. ¿Se cerró un círculo entre Russell y… 43
12
Sobre el mismo aspecto de la función de la definición ostensiva del significa-
do en la semántica léxica de Russell, véase Hintikka (1981).
13
Para una discusión acabada de lo que comporta el realismo indirecto, véase
Brewer (2011), cap. 3. En “On propositions”, Russell (1956) acepta que, junto a la in-
formación de los sentidos, pueden participar imágenes mentales en la elaboración ló-
gica de los objetos, esto es, se combinarían procesos físicos con los psicológicos.
14
La combinación en la nomenclatura entre realismo directo e indirecto queda
clara en Russell cuando sostiene: “Si tengo conocimiento directo de una cosa que
existe, mi conocimiento directo me da el conocimiento de que tal cosa existe. Pero no
es verdad que, inversamente, cuando sea el caso que puedo conocer que una cosa de
un cierto tipo existe, yo o alguien más deba tener conocimiento directo de esa cosa”
[Russell (1912), pp. 70-1, trad. CS].
15
Como se observará en las siguientes secciones, es esta posición que en Witt-
genstein de OC se ve radicalizada – como fue parte de su trabajo en Cambridge, radi-
calizar pensamientos tempranos de Moore y Russell, entre otros con los que dialogó
filosóficamente. Esta idea de radicalización discrepa con la interpretación de Moyal-
Sharrock (2005, 2007), Coliva (2010), Stroll (2005), entre otros, quienes sostienen
que Wittgenstein responde de forma simplemente distinta al desafío del escéptico,
respecto del que Moore en particular falló; incluso, sostienen, Wittgenstein ofrece una
posición epistemológica no tratada anteriormente en la literatura filosófica. De modo
que la idea de radical aquí tiene una orientación, por llamarlo de algún modo, pública:
Wittgenstein definitivamente está respondiendo a Moore, a su razonamiento y justifi-
cación del mundo externo, pero lo hace acompañado por Russell con quien comparte
explícitamente una idea: véase OC §91. Pero al discutir Wittgenstein las ideas de
Moore, al mismo tiempo se enfrentaba al legado del empirismo británico, incluido en
éste, y de manera fundamental, Russell. Diremos por ahora, entonces, que la cercanía
con Russell es de tono naturalista, y la diferencia radica en la categoría explicativa uti-
lizada para explicar un ‘hecho’, en tanto forma de comportamiento, de la actuación
epistémica de los agentes.
16
La obra filosófica de Russell es a veces contradictoria [Carey (2007)], otras
confusas [Sainsbury (2005)], y como queda claro en LPF, a veces se mezclan concep-
tos como cuando utiliza indistintamente ‘conocimiento’ y ‘creencia’.
17
Sus elogiosas palabras son las siguientes: “Los últimos cuadernos de notas de
Wittgenstein, publicados bajo el título Sobre la Certeza, fueron escritos en el año y
medio final de su vida. Son notas rápidas, completamente no revisadas. Son sus discu-
siones consigo mismo, sin pensar en una futura publicación […]. Muchos lectores en-
cuentran todo esto desconcertante. Pero el estudio profundo de esas notas es
gratificante. No solo se encuentran allí comentarios individuales de gran belleza, sino
también líneas de pensamiento emergentes que no se pueden encontrar en otros de los
escritos de Wittgenstein” [Malcolm (1986), p. 201, trad. CS]. En un juicio un tanto
extremista, Stroll (2007), p. 33, sostiene de entrada, y sin atenuación, que las notas
que se recopilan bajo OC dan vida al libro más importante en la filosofía occidental
desde La crítica de la razón pura de Kant.
18
Para Williams (2007), por ejemplo, Wittgenstein no es fundacionalista en
OC, o al menos no un fundacionalista tradicional, ya que los ‘juicios marco’ de Witt-
genstein son extremadamente heterogéneos entre sí y no obedecen a ningún tipo de
esencia o base común que pueda reconocerse como fundamento.
44 Cristián Santibáñez
19
Se ha traducido literalmente hinge propositions por ‘proposiciones bisagra’
para conservar la riqueza y coherencia metafórica con la que Wittgenstein explica este
tipo de proposiciones.
20
Es explícito el acuerdo de Moore con Russell, en “Four Forms of Scepticism”
[Moore (1959), p. 226]. Moore concuerda con el Russell de Our Knowledge of the Ex-
ternal World. La misma línea de argumentación respecto de la justificación del mundo
externo, en contra del idealista, había seguido Moore en “The Refutation of Idealism”
(2000a).
21
Véase Moore [2000b (1925), p. 116].
22
Evidentemente aquí no comienza la filosofía del sentido común, si no sola-
mente la filosofía común a la que Russell y Wittgenstein responden y se integran. Para
un tratamiento y defensa pormenorizada de la filosofía del sentido común, véase el
trabajo de Lemos (2004), en especial respecto de los antecedentes en Reid, y la conti-
nuación en Chisholm. También véase el trabajo de Rescher (2005) con otros énfasis
sobre la tradición del sentido común.
23
Pérez Otero (2000), p. 14, sostiene que en Russell incluso se manifiesta una
posición escéptica respecto de la posibilidad de conocer el mundo externo.
REFERENCIAS