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Parcelas de humanidades

ESPERAR VER A UN H O MB R E

L os pueblos están e x p u esto s. N o s gu staría mucho que, apoya-


dos en la “era de los m ed ios”, esta p roposición quisiera decir: los
pueblos son hoy m ás visibles unos p ara o tros de lo que nunca lo
fueron. ¿N o son ellos el objeto de todos los docum entales, todos los
tu rism os, todos los m ercados com erciales, todas las telerrealidades
posibles e im aginables? Tam bién nos gu staría poder significar con
esta frase que los pueblos están hoy, g racias a la “victoria de las
d e m o cra cia s”, m ejor “ rep resen tad os” que an tes. Y sin em bargo,
solo se trata de exactam en te lo co n trario , ni m ás ni menos: los pue-
blos están exp u esto s por el hecho de estar am enazados, justamente,
en su representación -p o lític a , e s té tic a - e incluso, com o sucede con
d em asiada frecuencia, en su existencia m ism a. L'os pueblos están
siempre ex p u es to s a d esa p a recer. ¿Q ué h acer, qué pensar en ese
estado de p erpetua am enaza? ¿C óm o h acer p ara que los pueblos se
exp ongan a sí m ism os y no a su desaparición? ¿Para que aparezcan
y cobren figura?
A p arecer: ser -n a c e r o r e n a c e r- bajo la m irada de otro. “Ser un
h om b re”, sugería Prim o Levi en las últim as palabras de su relato
sobre A uschw itz, acaso equivalga sim plemente a poder esp erar ver
a un h o m b re , o tro hom bre, un am igo: esperar “volver a verlo algún
d ía”, p ara que reap arezca o tro día, un día m ás: “Y espero volver a
verlo algún d ía”.1 C om o si se introdujera, resum ida en lo extrem o
de esa exp ecta tiv a , la posibilidad m ism a de hacer un pueblo. Que
los pueblos estén exp uestos a d esap arecer y que en ellos resista,
12 Pueblos expuestos, pueblos figurantes

persista pese a tod o la voluntad de reap arecer, de volver a su figura


- c o m o d iríam os, de 1111 hom bre en peligro de a h o g a rse , que vuelve
a la su p e rficie -, es lo que M au rice B lan ch ot habría querido llam ar
la “ab ru m ad ora responsabilidad” de cad a hom bre en fren tad o a la
d esastrosa historicidad de la totalid ad de la especie h um an a:

Que el hombre pueda ser destruido no es, por cie rto , algo
tranquilizador; pero que, a pesar de ello y a causa de ello, en ese
m o v im ie n to mismo, el hombre siga siendo lo indestructible: eso es
lo verdaderamente abrum ador, porque ya no tenemos posibilidad
alguna de vernos jamás desembarazados de nosotros m ism os, ni
de nuestra responsabilidad.2 .

A u n cu a n d o los pueblos estén e x p u esto s a d e sa p a re ce r, aun


cu an d o nos dem os cu enta, frente a la h istoria, de que “no hay límite
a la d estru cción del h om b re”,2 no ten d ríam os que dejar de asu m ir,
pese a to d o , la simple resp on sabilid ad con sisten te en o rg a n iz a r
n uestra espera p ara esperar v e r - p a r a r e c o n o c e r - a ün h om bre. Y
eso, a despecho de tod o el pesim ism o h acia el que la h istoria no
cesa de llevarnos. En L a esp ecie h u m a n a , el g ran libro de R o b e rt
A nrelm e, hay un m om ento p arad ig m ático de ese d fa m a , cu an d o
el n a rra d o r, en una b a rra ca del ca m p o , busca a su am igo K . y no
lo e n cu e n tra , sen cillam en te porque no tiene ya m an era de r e c o -
n o ce rlo p or m u ch o que yazga allí, bajo sus o jo s. S en cillam en te
p orq ue la m áquina de d estru cció n con cen tracio n ar'ia h a logrado
h acer d esaparecer a K . a los ojos de sus p ropios am ig o s, la m an e-
ra final de hacerle p e r d e r la fig u ra - c o m o se dice de alguien que
efectivam en te se ha ah ogado, que ha term in ad o p or perd er p ie -,
h acerle perder la c a r a .4
En un c o m e n ta rio de ese e p iso d io , Je a n -P ie r re Faye v io el
m om en to e x tre m o del relato de A n telm e, aquel, tal vez, en que
“cu lm in a la d escrip ción del e n orm e a p a ra to de d estru cció n que
el im p erio de las SS c o n stru y ó en el c írcu lo del o d io ”. 5 P ero la
e xisten cia m ism a de ese relato, con la com u n id ad de lectores que
su scitó y no deja de recrear, por co n ta cto s sucesivos “b o ca a b o c a ”,
m u estra tam bién que el episodio, al con tarse de esta m a n e ra , habría
de te rm in a r p or ro m p er el aisla m ie n to p ro d u cid o en K . p o r su
terrible desaparición : al devolverle la figura -u n a figura e s c r i ta - a
los ojos de los o tro s, de n oso tros, de tod os n o so tro s, y rein tegrarlo ,
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en co n secu en cia, a los pueblos de la “especie h u m an a”. H ay en ello


una dignidad devuelta -a lle n d e la v id a, allende la m u e rte -, una
“presencia que ningún p od er, aunque sea el m ás form idable, podrá
a lca n z a r salvo al precio de su prim irla, y es ella la que contiene, por
sí m ism a y c o m o a firm a ció n fin al, lo que R o b e rt A ntelm e llama
s en tim ien to ú ltim o d e p e rt e n e n c ia a la e s p e c ie ”.6
¿C ó m o o rg a n iz a r en ton ces, cu an d o los pueblos están expuestos
a d esap arecer, nuestra espera p a ra e s p e ra r v e r a u n h o m b r e ? Sobre
la base del testim on io de A n telm e, M a u rice B lan ch o t responde dos
co sa s, dos co sas que se co rresp on d en en cu a n to la una no va sin
la o tra : ante to d o , “ h acer justicia a la p alab ra”, en la gravedad del
“p o d er hablar a p a rtir de lo im posible”;7 a con tin u ación , h acer jus-
ticia a la m irad a en la graved ad de una sem ejanza hum ana sacad a
de la d esaparición m ism a, de m od o que “el ‘an tro p o m o rfism o ’ sea
el últim o eco de la verdad, cu an d o to d o deja de ser cierto ”.8 E sperar
ver a un hom bre sería pues volver a p o n er en juego la necesidad de
un r e c o n o c im ie n to d e l o tro , lo cu al supone reco n o cerlo a la vez
c o m o sem ejante y co m o h ablante.
En esas condiciones, ¿cóm o sorprenderse de que el propio Antel-
m e, al p resen tar su relato - e n 1 9 4 7 y bajo el signo, no del yo, sino
del n o s o tro s , no del a u to r, sino del p u e b lo -, haya en un ciado la
necesidad de una palab ra gan ad a a la so fo cació n y la de una im a gi-
n a c ió n gan ad a al sentim iento de lo inim aginable? Antelm e escribe:

D u ran te los prim eros días que siguieron a nuestro regreso


fuimos presa -to d o s , c r e o - de un verdadero delirio. Queríamos
hablar, que por fin nos escucharan. N os dijeron que, por sí solo,
nuestro aspecto físico era bastante elocuente. Pero acabábam os de
volver, traíam os con nosotros nuestra memoria, nuestra experiencia
bien viva, y sentíamos un deseo frenético de relatarla tal cual era. Y
sin embargo, desde los primeros días nos pareció imposible llenar la
distancia que descubríam os entre el lenguaje del que disponíamos
y esa experiencia que, en el caso de la m ayoría, aún proseguía en
nuestro cuerpo. ¿C óm o resignarnos a no intentar explicar cóm o
habíam os llegado a eso? Allí estáb am os, tod avía. N o obstante,
era imposible. N o bien em pezábam os a co n tar, nos sofocábam os.
N osotros mismos encontrábam os inim aginable lo que habíamos
empezado a decir. A continuación, esa desproporción entre la expe-
riencia que habíamos vivido y el relato que era posible hacer de ella
no hizo sino confirm arse. Sin duda estábam os, pues, frente a una
14 Pueblos e x p u e s to s , pueblos figurantes

de esas realidades de las que se dice que superan la im aginación.


De ahora en m ás resultaba claro que, para tra ta r de decir algo de
ella, solo podíam os hacerlo por elección, es decir, una vez m ás,
por la im a gin a ció n .9

En un te x to un p o c o m ás ta rd ío - d e 1 9 5 2 - tam bién titu lad o


“ L a especie h u m a n a ”, G eorges B ataille term in aría p o r sugerir que
entre la “dignidad prop ia del h o m b re ” y la indignidad que lo lleva
a h acer d esap arecer a sus sem ejantes -d ic h o esto co m o in tro d u c-
ción a una an tro p o lo g ía del ra cism o , en eco co n la ob ra de R u th
B en ed ict, P a ttern s o f C u ltu re [E l h o m b r e y la c u lt u r a ]- , se nos
asigna finalm en te una doble ta r e a : re co n o ce r al sem ejante en el
o tro - e n el m om ento m ism o en que el o tro nos p arece m ás e x tra ñ o
y m ás e x tr a n j e r o - , a la vez que re c o n o c e m o s lo desem ejan te en
n osotros m ism os co m o la “persistencia en el ser de una n egación ”
imposible de co n te n e r en lím ite a lg u n o .10 C o m o si el “esp erar ver
a un h om b re” pudiera d arse sin una in terro g ació n cruel sobre la
in h um anid ad de aquello que, en la h isto ria , “ el hom bre h ace al
h om b re”. 11 C u estión de p e n sa r el “p rin cip io esp e ra n z a ” 12 en su
fragilidad de siem pre, p ero tam b ién , y p e se a to d o , en su necesidad
de cad a in stante.

SOBREE XP UE ST OS Y SUBEXPUEST OS

L o s pueblos están exp u estos a d esap arecer porque están -f e n ó -


m eno hoy m uy fla g ra n te , intolerab lem ente triu n fan te en su equi-
vocidad m is m a - s u b e x p u e s to s a la so m b ra de sus p uestas bajo la
cen su ra o , a lo m ejor, p ero co n un resu ltado equivalente, s o b re e x -
puestos a la luz de sus puestas en esp ectácu lo. L a subexposición nos
priva sen cillam ente de los m edios de ver aquello de lo que p o d ría
tra ta rse : b asta, p o r ejem plo, con no enviar a un rep o rtero -fo tó g rafo
o un equipo de televisión al lugar de una injusticia cu alq u iera - s e a
en las calles de París o en el o tro e x tre m o del m u n d o - p a ra que esta
tenga to d as las posibilidades de q u ed ar im pune y, así, a lc a n z a r su
objetivo. Pero la sob reexp osición no es m ucho m ejor: dem asiad a
luz ciega. L os pueblos exp uestos a la reiteración estereotipada de las
im ágenes son tam bién pueblos exp u estos a d esap arecer. Por ejem -
plo, el pobre pueblo hum ilde de las “ telerrealid ad es”, que se p arte
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a e risa , cree sin ceram ente brillar pero p ron to llo ra rá , ap iad ad o de
sí m ism o -sie m p re bajo c o n tra to , perdedor p ro g ra m a d o - an tes de
d esap arecer en los cu b os de basura del esp ectácu lo.
E s probable que los historiadores del futuro tengan m otivos para
asom b rarse de una situación de hecho que reúne so b reexp o sició n y
subexp osición en la m ism a imagen de los pueblos co n tem p o rán eo s.
H a y innum erables fo tografías, innum erables secuencias televisivas
donde “la g en te” se exp o n e, es cierto , p ero “ b o rro sa ”, co m o sue-
le d ecirse. A lgún d ía h ab rá que cu estio n ar la sim etría q u e, v ista
desde lejos, reú n e las cen su ras o rig in ad as en sistem as p o lítico s
que se p ro cla m a n opuestos: por un lado, los ro stros velad os; p or
o tro , los ro stro s b o rro so s. Por un lad o, los ro stro s en g u erra san ta
d estin ad os a la exp losión y la llam a; por o tro , los ro stro s en san ta
ap atía d estin ad os a la im plosión, la cen iza de los pixeles o de la
nieve ele ctró n ica .
P u eb los b o rro s o s : se osa h ab lar -¿ a n tífra s is c ín ica o in co n s-
c ie n te ? - de d e r e c h o a la im a g en . L a im agen m an tien e, es v erd ad ,
u n a re la c ió n a n tro p o ló g ic a de m uy larg a d a ta c o n la c u e s tió n
del d erech o civil, el esp acio p úb lico, la rep resen tación p o lít ic a .12
P ero ese d erech o -q u e h acía de la im a go ro m a n a u na p re rro g a -
tiva in sep arab lem en te ligada a la d ign ita s r e p u b lic a n a -14 se ha
c o n v e rtid o , h oy m á s que n u n ca, en una cu estió n de p ro p ied ad
p riv ad a: lo c o n tra r io , p o r lo ta n to , de una dign id ad rep u b lican a
que n in gú n su jeto , en te o ría , tiene d erech o a atrib u irse y m en os
aún a co m p ra r. E n una breve e incisiva reflexión sob re ese p ro b le-
m a , Ja c q u e s R a n ciè re ha m o stra d o que, en el c o n te x to a c tu a l, la
d ign id ad m o n e tiz a d a p o r in term ed io del “d erech o a la im a g e n ”
está b ru ta lm e n te asim ilad a a una cu estión de p r o p ie d a d p riv a d a
d e la im a g e n ; m ie n tra s que m u ch as c o m u n id a d e s , p riv a d a s d e
im a g e n , e stán e x p u e sta s a d esap arecer con a rm a s y b agajes bajo
la ley del te rro r m ilita r:

L o que los genocidios y las limpiezas étnicas niegan es, en efec-


to, un prim er “derecho a la imagen”, anterior a toda propiedad del
individuo sobre “su” imagen: el derecho a ser incluido en la imagen
de la com ún hum anidad. (,..] Casi nadie espera ver a las víctim as
kosovares venir a dem andar indemnizaciones por la publicación
de su imagen en la prensa francesa.Is
16 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

¿C ó m o se m irará, m añ an a, a los pueblos? ¿C ó m o se los m ira


boy? ¿En qué e stá , p o r ejem plo, la trad ició n fo to g rá fica “d o c u -
m e n ta l”, 16 esa tradición que puso a nuestro alcán ce los ro stro s de
los pueblos de W eim ar (A ugust Sand er), la N o rte a m é ric a pobre
(W a lk e r Evans), el P arís n o ctu rn o (B rassaí) e incluso el M é x ic o
re v o lu cio n a rio (M an u el A lvarez B ravo)? ¿N u e stro s pueb los se
h ab rán co n vertid o hoy -p e r o ¿en virtu d de qué m ald ición de la
im a g e n ? - en pueblos sin rostros?

PELIGROS DE PALABRAS

L o s peligros de m uerte se fo m en tan , se a n ticip an o ferm en tan


en el uso de las p alab ras. Si los pueblos están exp u esto s a d esap a-
re ce r, es tam bién porque se h an co n stitu id o d iscu rso s p a ra que,
aunque ya no veam os n ad a, p od am o s aún creer que to d o nos sigue
siendo accesib le, to d o p erm an ece visible y, c o m o suele d e cirse ,
“ bajo c o n tro l”. En su “ Pequeña h isto ria de la fo to g ra fía ” W alter
B enjam ín introdu jo co n m a e stría la cu estió n de la le g ib ilid a d d e
las im á g e n e s , som etien do a estas a un d escifram ien to con ceb id o
110 p ara d a r a las p alab ras la ú ltim a p alab ra sob re ellas sin o , al
c o n tra rio , para p oner unas y o tra s en una relación de p ertu rb ació n
re c íp ro c a , de cu estio n am ien to p o r m ed io de un vaivén siem pre
re a ctiv a d o . Una rela ció n crítica , p a ra d ecirlo to d o . C u an d o esta
relación no se co n stru y e , cu an d o las im ágenes c o n v o c a n “n a tu -
ra lm e n te ” a las p alab ras que deben a c o m p a ñ a rla s , o bien c u a n -
do las p alab ras co n v o ca n “e sp o n tá n e a m e n te ” im ágenes que les
c o rre s p o n d a n , p odem os d ecir que e stas ú ltim as - c o m o aquellas
m is m a s - han quedado reducidas a una n adería d e'm ín im o v a lo r:
a estereo tip o s. .
A sí, cu an d o los “clisés visuales no tienen o tro efecto que el de
su sc ita r por aso cia ció n clisés lin gü ísticos (s p ra c h fic b e [...] K lis -
chees) en quien los m ira ”, escribe B enjam ín, es porque la p artid a ya
se ha perdido, tan to en el plano de la im agen corno en el del lenguaje
y el p en sam ien to.17 B ertolt B rech t - a quien Benjam ín se m u estra
aquí muy c e r c a n o - decía por su p a rte que “una foto de las fáb ricas
K ru p p o de la A. E . G . no revela casi n ada de estas in stitu cion es” .18
E s to , para d a r a entender con clarid ad que una im agen solo puede
e x p o n e r c o rre c ta m e n te su tem a si im plica la rela ció n co n el len-
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guaje que su visualidad m ism a es ca p a z de su scitar al p ertu rb arla


y d em an darle siem pre que se reform ule y se ponga en entredicho.
Y B enjam ín concluye: “ ¿N o es m ás que an alfab eto el fotógrafo que
no sabe leer sus p ropias im ágenes (d er sein e e ig e n e n B ild e r nich t
lesen k a n n fi ¿L a leyenda (B e s c h riftu n g ) no va a con vertirse en el
elem ento esencial del clisé?” .19
En esta d ia lé ctica to d o fu n cio n a rig u ro sa m e n te en tod os los
sentidos. H a b la r de la leg ib ilid a d d e las im á g en e s no es solo decir,
en efecto , que estas recla m a n una d escrip ción (B e s c b re ib u n g ), una
co n stru cció n d iscu rsiva (B e s c h r ift u n g ), una restitu ció n de senti-
do (B e d e u t u n g ). E s d ecir tam bién que las im ágenes son cap aces
de co n fe rir a las p a la b ra s m ism as su legibilidad in ad vertida. En
1 9 2 6 , m ien tras la gente se en treten ía co n to d o s los estereotip os
lingü ísticos sobre los “ h o rro res de la g u e rra ” - y hacía lo posible
p ara co n so larse de in m ed iato, p ara no im a g in a r las co sas m ism as
de las que h a b la b a , p a ra e m p o b r e c e r de h ech o to d a su c a p a c i-
dad de c o n t a r l a s - ,20 B e rto lt B re c h t, sin c o n tra d e c ir su p rop o si-
ción p reced en te, aco n sejab a ir a verlos de m ás c e rc a , valiéndose
de d o cu m en to s fo to g rá fico s. E n respuesta a una en cuesta literaria
sobre “los m ejores libros del a ñ o ”, d ecla ró : “ P o r el p recio de un
d isco de villan cicos navideños uno puede co m p ra r a sus hijos ese
m o n stru o so libro de im ágenes que se lla m a G u e r ra a la guerra-.
son d o cu m en tos fo to g rá fico s que m u estran un re tra to con sum ado
de la h u m an id ad ”21 (figura 1).
Se com p ren d e entonces que la exp resión “re tra to con sum ado de
la h u m an id ad ” equivale e strictam en te a la “jeta r o ta ” de los solda-
dos de in fan tería, esos p roletarios de las trin ch e ra s, esos pueblos
d esfigu rad os p or la g u e rra . E n la exp resió n elegida por B rech t no
solo hay u n a iro n ía so m b ría. T am b ién se tr a ta de la restitu ción
de una p a rte de verdad que los n acion alism os de entonces - y los
im pu lsos m ístico s de la “ m o v ilizació n to t a l” que en co n tra m o s,
sobre to d o , en los libros publicados en esa m ism a ép oca p or E rn st
J ü n g e r -22 querían cu b rir a to d a co sta co n un velo de som b ra o
silencio. N o debem os a so m b ra rn o s de que K rie g d e m K rieg e! p ro -
p onga, bajo la dirección de E rn st Friedrich , un m ontaje de imágenes
que se co n trad icen violentam ente (p o r ejemplo cu an d o se m uestran
lado a lado una decisión del E sta d o M a y o r y su con secu encia en
las trin ch eras, a saber, un m on tón de cad áv eres),23 pero tam bién de
im ágenes que co n tra d ice n co n igual violencia las p alab ras im pre-
18 Pueblos e xp u es to s , pueblos figurantes

Figura 1. F o t ö g r a f o a n o n i m o , “ ‘J e t a r o t a ’ de la g u e r ra 1 9 1 4 - 1 9 1 8 ”.
T o rn a d o de E r n s t F ri e d r i c h , K rieg d e m K riege!, 1 9 2 4 , p. 217.

sas en frente (p or ejem plo cu a n d o las fo to g rafías de m utilados de


gu erra se a c o m p a ñ a n de los d iscu rsos n acion alistas y triu nfalistas
que las p reced ieron , y en los que se invoca el esplendor del “pueblo
co m b a tie n te ” ).24
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D esco n fiem os, p o r lo ta n to , de las p alab ras que acom p añ an


la e x p o sició n de n u estros pueblos. H a y p alab ras de las que no
se quiere ver que no quieren decir sino en dem asía lo que dicen:
por ejem plo, la palabra s e le c ció n , a la que p arece con sagrad o en
su totalid ad el relato de Fran ço is Em m anuel titulado L a cuestión
h u m a n a , así co m o el reciente filme hom ón im o de N icolas Klotz
y É lisabeth P ercev al. 25 En ellos se sigue, en cierto m od o, el tr a -
yecto de lenguaje - d e terrible eficacia sobre los c u e rp o s - que va
de la “selección ” p ara h acer d esaparecer pueblos enteros (por el
buen funcionam iento de la decisión política que los nazis llam aron
E n d ló s u n g )... a la “selección” para h acer trab ajar a pueblos enteros
en el buen fu n cion am ien to de la industria y el “libre” m ercado.
Pero hay p alab ras, sin duda aún m ás n um erosas, de las que no se
quiere ver que pretenden decir exactam en te lo co n trario de lo que
en realidad dicen: por ejem plo, y ya que estam o s, la palabra p u e -
blo. Una palabra que hoy, y p or la vía de su norteam ericaniz.ación
com o p e o p le , quiere designar tod o aquello de lo cual el pueblo real
está ostensiblem ente excluido: a saber, los ricachones, los fam osos,
quienes “ tienen una im agen”, la poseen y la adm inistran en lo mejor
del m ercado sim bólico y las apuestas del prestigio.
Al no m o strar m ás que p e o p le , nuestros m edios censuran pues
con la m ayor de las eficacias tod a representación legítima y toda
visibilidad d el p u e b lo . Y al utilizar la palabra im agen para decir
“ im agen de m a r c a ” e “ im agen de s í”, n uestros co n tem p orán eos
consiguen con la m ayor de las eficacias despojar a esa palabra de
sus sign ificacion es fu n d am en tales. ¿Una im agen no com ienza a
ser interesante - y no com ien za, sin m á s - solo al darse com o una
im a gen d e! o tro ?

RESISTIR EN LA LENGUA

L as im ágenes, co m o las p alab ras, se blanden co m o arm as y


se disponen co m o cam p os de con flictos. R econ ocerlo, criticarlo,
in tentar con ocerlo con la m ayor precisión posible: esa sea tal vez
una prim era responsabilidad política cuyos riesgos deben asum ir
con paciencia el h istoriad or, el filósofo o el artista. De allí el valor
ejem plar del trabajo filológico -q u e fue tan arriesgado com o pacien-
t e - llevado a cab o por V ictor Klem perer durante la Segunda Guerra
20 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

M undial. Su análisis clandestino de lo que llam aba LT1 - L in g u a


Tertii Im peri, o sea la “Lengua del T ercer R eich”- fue para él “ un
medio de legítima defensa, un SOS enviado a [sí] m ism o”.21’ Para
nosotros, que la leemos hoy, esa lengua aparece co m o una descrip-
ción irreemplazable de lo que puede ser una lengua to talitaria. Una
lengua en la que florecen ciertos prefijos y no o tro s, 27 por ejemplo;
una lengua de verdugos que se insinúa a través de tan tos giros obli-
gados que las víctim as m ism as term in an p or envolverse en ellos.
Así, Klemperer escribe:

El efecto más potente no fue producido por discursos aislados,


ni por artículos u octavillas, ni por carteles o banderas; no fue el
producto de nada de lo que estábamos obligados a registrar por el
pensamiento o la percepción. El nazismo se insinuó en la carne y la
sangre de la multitud a través de las expresiones aisladas, los giros,
las formas sintácticas que se imponían a millones de ejemplares
y que se adoptaron de manera m ecánica e inconsciente. [...] Yo
observaba cada vez más minuciosamente la manera de hablar de
los obreros en la fábrica, la de los brutos de la Gestapo, y cóm o nos
expresábamos entre nosotros, en ese jardín zoológico de los judíos
enjaulados. No había diferencias notables. N o, a decir verdad no
había ninguna. Todos, partidarios y adversarios, aprovechadores
y víctimas, tenían com o indiscutible guía los mismos modelos.28

A n osotros, que leemos hoy estas p alab ras, ¿no nos toca escu -
char las palabras del hoy, prevenidos de las torsiones, las p erver-
siones que, al m enor g iro o in flexió n , pueden a fe cta rla s? ¿Q ué
pasa cu and o el e x p lo ta d o r im pone su vocab u lario al exp lo tad o ,
cuando el in docum entado se ve obligado a d eclinar su estado civil
con las palabras escogidas por el fu n cion ario de la P refectu ra, y
solo con ellas?
Es preciso, pues, resistirse a esas lenguas: resistirse en la lengua
a esos usos de la lengua.29 N o ab an d o n ar al enem igo la palabra
-e s decir la idea, el territorio, la p osib ilid ad - de la que él intenta
apropiarse, prostituyendo, a sabiendas o no, su significación. N o
será entonces el populism o el que logre que nos dé asco la palabra
pueblo-, no serán las cob ard ías de los seu d od em ócratas las que nos
aparten de la palabra d em o c ra c ia , y no será el régim en deletéreo
de nuestras im ágenes m ed iáticas el que nos haga ren u n ciar a la
atención debida a toda im a g en que se respete.
Pincelas de humanidades 21

Fue así com o Gilíes Deleuze y F élix G uattari supieron responder


-sin descuidar ninguna de sus exigencias filosóficas-al vocabulario
ya co m ercializad o dél a co n tecim ien to o el c o n cep to :

Cuanto más tropieza la filosofía con rivales desvergonzados y


necios, más los reencuentra en su propio seno y más bríos siente
para cumplir la tarea, crear conceptos, que son más aerolitos que
m ercancías. Ríe con una locura que le arranca lágrimas. Así, en
consecuencia, la cuestión de la filosofía es el punto singular donde
el concepto y la creación se relacionan uno con otro.-10

M á s recien tem en te, E ric H a z a n ha d iag n o stica d o una ver-


sión co n tem p o rán ea ele la L T I al an alizar los “eufem ism os”, las
“denegaciones in vertid as” o los “centrifugados sem án ticos” que la
L Q R -lé a se L in g u a Q u in ta e R esp u blica e, “Lengua de la Q uinta
R epública”- sabe infligir a las palabras en el lenguaje que, en tod o
m om ento, nos rod ea y nos con dicion a31 (por desdicha, p u e b lo e
im agen no form an p arte de su repertorio sem ántico). Por estar los
pueblos exp uestos a d esaparecer, tanto en el uso de las palabras
com o en el de las im ágenes, hay que “ resistirse en la len gu a” y
re co n stru ir, sin d escan so, las condiciones de una reap arición de
los pueblos en el esp ectácu lo de nuestro mundo.

ROSTROS, MULTI PLICIDADES, DIFERENCIAS, I NTERVALOS

Al plan tear esta cu estión de a p arició n , ¿no nos in d in am os por


privilegiar la apariencia de los pueblos -s u “im agen”- , diferenciada
de algo m ucho m ás fundam ental y mucho menos ilusorio, algo que,
eventualm ente, defina su esencia (puesto que, adem ás, desde Platón
los filósofos h an tom ad o la costu m b re de esgrim ir la op osición
can ó n ica entre esencia y apariencia)? La respuesta es que tal cu es-
tión, p or venerable que sea, se revela sin duda m al planteada. Lina
expresión co m o “los pueblos” no apunta en nada a la unidad de
una esencia, de una entidad con referencia a la cual pueda glosarse
su fo rm a u na, inteligible y verdadera, com pletam ente distinta de
su apariencia múltiple, sensible y ficticia. ¿Pasará con los pueblos
com o con esos “ viles ob jetos” -p e lo s, b arro, m u g re - a cu yo res-
p ecto S ócrates, en el P a n n é n id e s, dudaba de que hubiese “ una Idea
de ellos” ?32 Las distinciones y los axiom as de la filosofía idealista
22 Pueblos e x p u e s to s , pueblos figurantes

se ap lican m uy m al a esas co sa s, h u m an as y d em asiad o h u m an as,


que llam am os “pueblos”, “ m asas” o “ m ultitudes”. H a n n a h A ten d í,
que in ten tó a lo la rg o de to d a su vida no dejar p a sa r n u n ca una
ap arien cia ficticia o una m en tira p o lítica ,33 no vacilaba en in teg rar
a lo que d ab a el nom bre de “ vida del esp íritu ” - c o s a que tam bién
es la vida p o lític a - un verd ad ero p e n s a m ie n to d e la a p a rie n c ia .34
T od as las c o s a s h u m a n a s, a firm a A re n d t, “ tienen en co m ú n el
hecho de p a re c e r y p o r eso m ism o e sta r h ech as p a ra verse, e scu -
ch a rse , to c a rs e , ser sentidas y g u sta d a s”, a p un to tal que se to rn a
n ecesario d ecir: “ Ser y p a re ce r coin cid en ”.35
E ste punto de p artid a muy general tiene una con secu encia d irec-
ta y co n c re ta en el p lan o de la exp erien cia p o lítica , co m o bien lo
ha co m en tad o E tienne T assin:

El espacio público [debe serJ definido com o dom inio de apa-


rición para la palabra y la acción. [...] N o estam os c o n d en a d o s a
la apariencia y, por ende, tam p oco a una presunta autenticidad.
Ser y apariencia son realm ente lo mismo. Solo hay política de la
apariencia, y esa es su nobleza. La relación del ser con la apariencia
no debe comprenderse com o una relación m im ética, pero tam poco
en una oposición de lo oculto y lo presentado, lo encubierto y lo
exhibido: la política está siempre del lado de lo que se presenta
[...]. E sa presentación es tan e x tra ñ a a una prob lem ática de la
representación [en el sentido clásico] com o a una problem ática de
lo impresentable.36

¿C ó m o h ay que en ten d er en ton ces ese a p a r e c e r p o lític o , ese


a p arecer de los pueblos? P ara resp on der, H a n n a h A ren d t acudió
a c u a tro p a ra d ig m a s: ro s tro s , m u ltip licid ad es, d iferen cias, in te r-
valos. R o s tro s : los pueb los no son a b s tra c c io n e s , e stá n h ech o s
de cu e rp o s que h ab lan y a c tú a n . P re sen tan , e xp o n en sus ro stro s.
M u ltip licid a d es, desde luego: to d o esto co n stitu ye una m ultitud
sin n ú m ero de sin g u la rid a d e s -m o v im ie n to s s in g u la re s, d eseos
sin gu lares, p a la b ra s sin gu lares, accion es s in g u la re s - cu ya sín te-
sis no p o d ría h a ce r nin gún co n c e p to . P o r eso no hay que d ecir
“el h o m b re ” o “ el p ueb lo”, sin o, en verd ad , “los h o m b res”, “ los
p u e b lo s” . “ L a p o lític a - d i c e A r e n d t- , se b asa en un h e ch o : la
p lu ralid ad h u m a n a . D ios c re ó al h o m b re ; los h o m b re s so n un
p ro d u cto h u m a n o , te rre n a l, el p ro d u cto de la n a tu raleza h u m an a.
Por o cu p a rse siem pre d e l h o m b re , la filo so fía y la teo lo g ía [...]
Parcelas de h um anid ades 23

n u n ca e n c o n tra ro n una resp u esta filo só ficam en te v aled era a la


p regu n ta: ¿qué es la p o lítica ?” .37
E l a p a re ce r p olítico es pues una ap arición de d ife re n c ia s : “ La
p olítica se o cu p a de la com unidad y la recip rocid ad de seres d ife-
rentes [...]. L a diversidad original se borra con tan to m ayor eficacia
cu a n to que la igualdad esencial de todos los hom bres es d estru id a
no bien se tra ta d e l h o m b re”.38 En definitiva, p ensar la co m u n id ad
y la recip rocid ad de esos seres diferentes equivale, por lo ta n to , a
p ensar el esp acio p olítico co m o la red de los in terv alos que em p al-
m an las diferencias unas con otras:

La política nace en el espa cio-que-está-entre los hom bres, y


por consiguiente en algo fundamentalmente exterio r-a l hombre.
N o hay, pues, una sustancia verdaderamente política. La política
nace en eLespacio intermedio y se constituye com o relación. [...]
La política organiza de entrada a seres absolutamente diferentes,
considerando su igualdad relativa y'haciendo ab stracción de su
diversidad relativa.39

P la n te a r en ton ces la cu estión de la ex p o s ic ió n d e los p u e b lo s


- o de la exp o sició n en cu an to p arad igm a p o lític o - eq uivald ría a
em b a rca rse en lo que A by W arb u rg llam aba con ta n to acie rto una
ico n o lo gía d e los interva lo s, una exploración del “esp acio-q u e-está-
en tre” (Z w is cb en ra u m ), el espacio p or donde pasan y se constituyen
las relaciones en tre diferencias en un co n flicto p erm an en te entre
m o n stra y astra o , co m o decía W alter B enjam in, en tre “ b a rb a rie ”
y “c u ltu ra ”. C o n flicto en el que se cu en ta, co m o en un p erp etu o
nuevo m ontaje de los espacios y los tiem pos, tod a la historia trágica
de la exp o sició n de los pueblos.

PARA Q U E A PA RE ZCA UNA PARCELA DE H U M A N ID A D

E n un célebre d iscu rso pronunciado en o p o rtu n id ad de la recep -


ción del prem io Lessing, otorgado por la ciudad libre de H am b u rgo
el 2 8 de septiem bre de 1 9 5 9 , H a n n a h A rend t decidió p lan tearse la
cu estión de la h um anidad -e n un juego co n el doble sen tid o de la
k u m a n ita s co m o especie h um ana y com o sabiduría h u m an a o p o é -
tica del c o n o c im ie n to -, la hum anidad tal co m o q u erríam o s verla
n o d esap arecer en las ép ocas de opresión p olítica aquí lla m a d a s,
24 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

en una referencia a Bertolt B rech t, “ tiem pos de o scu rid a d ” (V on


d e r M en sch lich k eit ¡11 fin steren Z e ite n ).40
¿Q ué so n , pues, los “ tiem pos de o scu rid a d ” ? A rend t pretende
h ab lar ante to d o de la época de las gu erras -g u e r r a s m undiales o
gu e rra s “ frías”- , p ero por nuestra p a rte , en esta é p o ca c o n te m -
p o rá n e a , tam bién debem os p ensarlos en el sim u lacro o rg an iz a d o ,
al m enos en O ccidente, alrededor de la m entira de que el tiem po
de las gu erras habría term in ad o . O sc u ra s g u e rra s d e cla ra d a s u
o scu ra s presuntas paces, los fin s te re n Z e ite n se c a ra c te riz a n sobre
to d o , a juicio de H a n n a h A rend t, p o r el hecho de que “el dom in io
público ha perdido [en ellos] el p od er de ilu m in ar”.41 E igu alm en -
te o scu ro s se revelan los tiem pos en que la vida p ú b lica, la vida
de los pueblos, se organiza - c o m o se o rgan izó exp lícitam en te en
los regím enes “com u n istas”, y co m o siem pre se o rg a n iz a , p ero de
m an era im plícita, en nuestros regím enes “liberales”- en to rn o del
“co n cep to de una verdad ú nica” del h om bre.
E s, en re a lid a d , la in h u m an id ad la que to c a en su erte a las
sociedades cap aces de blandir así al hom bre o al pueblo, en d etri-
m ento de los hom bres o los pueblos.42 Al ser la p o lítica h u m an a el
esp acio de las diferencias,

roda verdad situada fuera de ese espacio, ya traiga felicidad o infe-


licidad a los hombres, es inhumana en el sentido literal del térm ino,
y no por el hecho de que pueda levantar a los hombres los unos
contra los otros y separarlos. Muy por el co n trario , lo es porque
podría tener la consecuencia de que todos los hombres coincidieran
de súbito en una opinión única, de modo que la pluralidad llegara a
ser una, com o si sobre la Tierra tuvieran que vivir no los hombres
en su pluralidad infinita, sino el hombre en singular, una especie y
sus representantes. De suceder eso, el mundo, que no se form a sino
en el intervalo entre los hombres en su pluralidad, desaparecería
de la T ierra.43

C iertos hom bres, ciertas mujeres se sin gu larizan - e n el ejercicio


del a rte , del p ensam ien to, de la h istoria o de la p o lític a - al h acer
de los ro stro s, las m ultiplicidades, las diferencias y los in tervalos
su prop ia inquietud de h u m a n ita s. Ellos m ism os se sitú an en la
diferencia o el intervalo, sin perjuicio de “e n tra r en co n flicto con
el m undo de la vida pública” cu an d o esta se o rg a n iz a en to rn o de
la in h u m a n ita s de una verdad ú n ica .44 En ese p u n to co b ra to d o
P arcelas de hum anid ades 25

su sentido en el d iscu rso de A ren d t el elogio de Lessing, escritor,


d ram atu rg o y pensad or cuya “retirad a fuera del m undo [fue] to d a -
vía útil al m u n do, y cu ya a ctitu d , “rad icalm en te c rític a ” y hasta
rev olu cio n aria, articu lab a p o esía y a c c ió n en un m ism o y p ertin az
en fren tam ien to de tod os los p reju icios.4-1 E n la persp ectiva abierta
p or A ren d t, Lessing, sin d ud a, se dirige por lo ta n to a los p u eb lo s:

Lessing se retira en el pensam iento sin replegarse sobre su yo;


y si hubo para él un vínculo secreto entre acción y pensamiento
[...], ese vínculo consistía en el hecho de que acción y pensamien-
to advienen am bos bajo la form a del movimiento y, por ende, la
libertad, que los funda a am b os, es la libertad de m ovim iento.
[...] El pensar de Lessing no es un hablar consigo mismo sino la
anticipación d e un hablar con otros 46

A h o ra bien, en n uestros días esa an ticip ación solo tiene sentido


c o n tra un fondo de d esastre: “N o s b asta co n m an ten er los ojos
a b ie rto s”, escribe A ren d t, “p ara ver que nos e n co n tra m o s en un
v erd ad ero ca m p o de e sc o m b ro s ”.47 Se tra ta en ton ces de p ro cu ra r
que, p e s e a to d o , a p a rez ca una fo rm a sin gu lar, una “p arcela de
h u m a n id a d ”, p o r h um ilde que s e a , en m ed io de las ru in as o la
o p resió n . E s lo que su ced e, p o r ejem p lo, cu a n d o los escrito re s
fran ceses de los siglos X V I I I y X I X se co n sa g ra n cad a vez con
m ay o r p recisió n a la su erte de los p ueblos “ o p rim id o s ”, de los
“p erseg u id o s”, los “e x p lo ta d o s ”, los “ h u m illa d o s”, los “ m isera-
bles”.48 O cu a n d o los p o e ta s p ro d u cen una “queja que se eleva
de la re m in isce n cia ” - e s G o e th e , al escrib ir: “ E l d olor ca m b ia ,
la queja repite / D e la vida el vagab u n d eo la b e rín tico ”- a fin de
in d icar un “sentido p a ra el o b r a r ” sob re la base de una historia
na rra b le: “ El p o e ta , en un sentido m uy g en eral, y el h istoriad or,
en un sentido muy p a rtic u la r, tienen la ta re a de d esencaden ar esta
n a rra ció n y g u iarn o s en ella”.49
En este p un to es p reciso volver a la “p olítica de la p iedad” y,
en esp ecial, de la am istad (p h ilia ) que H a n n a h A rend t an aliza tan
bien, sobre to d o en la o b ra de Je a n -Ja cq u e s R ou sseau , sin om itir
p ro lo n g a r su tra y e c to ria h a sta B e rto lt B re ch t, W alter Benjam ín
o F ra n z K a f k a .50 “D o n d eq u iera que triu n fe en esta é p o ca una
am istad sem ejante [...] , dondequiera que esta se haya m antenido
en su p u reza, es decir, sin falsos com p lejos de cu lp a, p or un lado,
y falsos com plejos de su perioridad o in feriorid ad , p or el o tro , se
26 Pueblos ex p u e s t o s , pueblos figurantes

habrá re alm en te co n q u is ta d o u n a p a rc e la de h u m an id ad en un
m undo devenido in h u m a n o ”. 51

E X P O N E R A LOS S I N N O M B R E

C o n q u ista r u n a “ p a rce la de h u m a n id a d ”: de eso d eb ería ser


ca p a z u na obra' de a rte ; co n la co n d ic ió n de h a ce r la “ h isto ria
n arráb le”, co n la co n d ició n , tam b ién , de p ro d u cir.la “an ticip ación
de un hablar con o tro s ”. Al m en cion ar esta cap acid ad del arte com o
h u m a n ita s, H a n n a h A ren d t ten ía en m en te, sobre to d o , algu n as
grandes ob ras p o é tica s: de E squ ilo a B ertolt B rech t, de L essing a
K afka o de Shakespeare a René C h a r. Pero tam bién n oso tro s p o d e -
mos e x a m in a r la p rod u cción de ob ras visuales con form e al criterio
de esa m ism a exigen cia. ¿C o n q u ista r una “p arcela de h u m an id ad ”
haciendo una im agen? ¿C ó m o puede ser aún posible, en una ép oca
que p a re ce tan lejos de los D esa s tre s de C o y a e incluso del G u e r-
nica de P icasso?
Al com ienzo de su libro D e C alega ri a H itler, Siegfried K ra ca u e r
quiere prevenir a su lector de que, a despecho de su c a rá cte r visual y,
por lo ta n to , de su form a exp u e sta a to d o s, las ob ras c in e m a to g rá -
ficas - y esto vale en la m ism a m ed id a, no cab e d ud a, p ara las ob ras
p ictó rica s, e scu ltó ricas o fo to g rá fic a s - p a rticip a n de una “ h istoria
se cre ta ”, una historia sin to m a l en la que se d eclin arían , dice aquel,
las “disposiciones in teriores del p ueblo”: “M á s allá de la h istoria
m an ifiesta de los cam b io s e co n ó m ico s, de-las exigen cias sociales y
de las m aquinaciones p o líticas, hay una h istoria secreta que involu-
cra las disposiciones interiores del pueblo alem án . La revelación de
esas disposiciones p o r co n d u cto del cine alem án puede co n trib u ir a
la com p ren sión del ascen so y el ascendiente de H itle r”.52 P arad oja
de una historia visual que no dice ni exp lícita aquello cu yo síntom a
o frece, es d ecir, la e x p o s ic ió n y el m isterio a la vez.
C on esta p a ra d o ja , K ra ca u e r no h ace sino reiterar p a ra la his-
toria del cine lo que o tro s h istoriad o res, an tro p ó lo g o s o sociólogos
ya h ab ían señ alad o en lo co n cern ien te a la dim ensión “e s té tic a ”
de to d a realid ad s o cia l. A sí, A b y W a rb u rg b u sca en las fo rm a s
figurativas - y h asta o rn a m e n ta le s - el su rgim ien to sin tom al de los
co n flicto s religiosos, p o lítico s y cu ltu rales m ás p ro fu n d o s.53 Así,
M a rce l M au ss sitúa los fenóm enos estético s en tre o tro s gran d es
Parcelas de h um a nid ades 27

p arad ig m as - t é c n i c a , eco n o m ía, d erech o, m o ral, re lig ió n - n e c e -


sarios p a ra llevar a buen puerto cualquier análisis a n tro p o ló g ico
de una cu ltu ra d a d a .54 Así, G eorg Simmel descubre que tod a re a -
lidad social tiene co m o único destino el de to m a r fo r m a ; esto es,
requiere en un m om en to determ inado que nos in terrogu em os sobre
sus m o d o s de ap arició n o exp o sició n .55 N o es una casu alid ad , p o r
o tra p a rte , que estos tres autores h ayan con sid erad o n ecesario que
sus “ investigaciones so cia le s” pudiesen e x a m in a r cen tralm en te las
nociones de individuo, sujeto o persona a través de los valores de
exp o sición del ro s tro , la m á sca ra o el re tra to .56
E n ese d o m in io inestable del p en sam ien to , W a lte r B en jam ín
rep lan teó de m an era decisiva la cuestión p olítica de las im ágenes.
T od os co n o ce n - o deberían c o n o c e r - su llam ad o a una po litiza -
ció n d e l a rte c o n tra la “estetización de la p o lítica ” p ra ctic a d a co n
m étodo p o r los fascism os europeos en las décadas de 1 9 2 0 y 1 9 3 0 .57
Pero el p rob lem a general es, en realid ad, m ás com p lejo de lo que
lo sugiere esta ú nica in dicación en form a de con sign a. E n e fe cto ,
en el m ism o te x to - a saber, el fam oso artícu lo sobre “ L a o b ra de
arte en la é p o ca de su reproductibilidad té cn ica ”, e scrito en 1 9 3 5
y revisad o en 1 9 3 8 - B enjam ín com ien za p or to m a r n o ta de una
co n m o ció n h istó rica que habría de m a rc a r p ro fu n d am en te el uso
m o d ern o y laico de las im ágenes, en co n traste con su uso religioso
de los tiem pos pasados: “A medida que las diferentes p rácticas a rtís-
ticas se em an cip an del cu lto [religioso], se to rn a n m ás n u m ero sas
las o p o rtu n id ad es de exp on erlas [...] (en especial) en la fo to g ra fía ,
[donde] el valor de exp osición (A u sstellu n gsw ert) com ien za a h acer
re tro ce d e r en to d a la línea el valor cu ltu al (K u ltw e rt)”.58
L a distinción entre valor cultual y valor d e ex p o sició n se p resen -
ta d en tro de una reflexión m ás am plia -q u e p o d ríam o s c a lific a r de
n e o h e g e lia n a - sobre la evolución general de las a rte s. Se tr a ta , dice
Benjam ín, de “representar la historia del arte co m o la con fron tació n
entre [esos] dos polos en el seno m ism o de la ob ra de a r t e ”. 59 Al
a firm a r que en la ép o ca de la fo tografía y el cine la ob ra de a rte ,
“en vez de ap oyarse en el ritual [religioso], se fu n da a h o ra en [...]
la p o lítica ”, 60 Benjam ín no plantea la cuestión de m an era unilateral
sino, en verd ad , d ialéctica : si C harles C haplin h ace un film e co n
la realid ad so cia l de los T iem p o s m o d e r n o s y Eisen stein lo h ace
con el acon tecim ien to h istórico de O c t u b r e , no es solo que en lo
sucesivo el a rtis ta elija e x p o n e r a los p u e b lo s; sucede tam bién que,
28 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

p olíticam en te, ¡o s p u e b lo s , al estar exp u estos a d esap arecer, co m o


ya o cu rrió en 1 9 1 4 -1 9 1 8 , han d ecid id o e x p o n e rs e p o r sí m ism os de
lina m an eta m ás radical y decisiva, p o r ejem plo m ed ian te el re sta -
blecim iento de los lazos con la gesta rev olu cion aria del siglo X I X ;
en una p alab ra, m ediante la vuelta a las calles p a ta h acer lo que se
llam a de m odo tan pertinente “m an ifestacio n es” (que Eisenstein y
C haplin representan, desde luego, de dos m an eras m uy diferentes).
Por eso Benjamín no vacila en juzgar p o lítica m en te las d em o cra-
cias m od ern as con form e al criterio de su cap acid ad de ap arecer, su
p o d e r d e exp o sició n : “ L a crisis de las d em ocracias puede com p ren -
d erse”, escribe, “co m o una crisis de las condicion es de exp osición
(ais e in e K rise d e r A u s s te llu n g s b e d in g u n g e n ) del h om b re p o líti-
c o ”.61 En la econ om ía to ta lita ria esas con dicion es de exp osición
están reglam en tad as p o r una “selección ” vio len ta, una selección
“de la cu al el cam p eó n [d eportivo], la v ed e tte y el d icta d o r salen
v en ced o res”.62 P ero, al m ism o tiem p o, la e x ig en cia d em o crá tica
señala que “cad a uno puede hoy reivin d icar legítim am ente ser fil-
m a d o ”:65 reivindicación legítim a, p o r cie rto , pero cu yo uso -h a b r á
de c o n sta ta rs e -p u e d e llevar tan to a lo m ejor co m o a lo p eor, según
que los pueblos sean simples ju g u e te s puestos en escen a p o r un jefe
(pensem os en el ejército de trab ajad ores de E l triu n fo d e la v o lu n -
tad de L eni R iefenstahl) o los au tén ticos 'actores de su exp osición
(pensem os en las m uchedum bres de O c t u b r e o L a h uelga).
C o m o quiera que sea, la exp osición de los pueblos se ha con ver-
tido en un objetivo fundam ental de la vida pública y p olítica - n o
solo, en tonces, de la vida a r tís tic a - co n tem p o rán ea. E n el m o m en -
to de red actar su testam ento filosófico, o sea, sus tesis “ Sobre el
co n cep to de h istoria”, de 1 9 4 0 , W alter B enjam ín se en co n trab a en
la situación desesperada de reco n o ce r en la “selección ” to ta lita ria
- e n tr e los d esap arecid o s y los a p a re cid o s, así c o m o P rim o Levi
podía h ablar de los “n áu fragos” y los “sobrevivientes”- la in stan -
cia victoriosa de esa lucha p or la exp o sició n p o lítica. E ra la ép o ca
en que las fuerzas de la resistencia se o cu lta b a n en el m on te, las
octavillas circu lab an bajo cu erd a y la esp eran za solo se sosten ía,
m uchas veces, de la transm isión llena de interferencias de las ondas
de R ad io L on d res.
En esa situación, la d esesperación lúcida - e l “p esim ism o ”, la
“ triste z a ”, dice simplemente B e n ja m ín - con sistía en re c o n o ce r que
la historia legible p or el m ayor n úm ero es escrita ante to d o p o r los
Parc elas de h um anidades 29

vencedores, ese “enem igo [que] no ha term in ad o de triu n far” y cuyo


“ b o tín ” co rre m uy ráp id am en te el riesgo de identificarse con todo
“lo que llam am o s bienes cu ltu rales”.64 Pero Benjam ín bien sabía
- y hoy, tra tá n d o se de n uestra propia con tem p o ran eid ad , todavía
lo s a b e m o s - que frente o al m argen de esa “tradición de los ven-
ced o res” que nos m iente, resiste, sobrevive y persiste una menos
legible “tra d ició n de los o p rim id o s”.65 T rad ició n de los pueblos
cuya ex ig e n c ia ten d rían a su c a rg o v o lv er a e x p o n e r , “a co n tra p e -
lo”, tan to el h isto riad o r y el p en sad or co m o el a rtis ta . M e parece
m uy prob able que la situ ación de desesp eración h istórica en que
se en co n trab a B enjam ín cu an d o escribió esas líneas condicione en
n otable m edida la g ran p arad o ja de sus form u lacion es p ara una
exigen cia co m o aquella.
P or un lad o, en efecto , B enjam ín p arece pedirlo tod o, co m o si
exigiera lo im posible: de allí el ton o m esián ico de algunos de sus
p á rra fo s ; de allí, tam b ién , la idea de que “n ad a de lo que ha tenido
lugar alguna vez está perdido p a ra la h isto ria ”, p o r lo cu al p od ría
im agin arse una p ráctica h isto rio g ráfica p ara la que “el p asad o [se
hubiera] con v ertid o en ín tegram en te citab le”.66 L a única m an era,
al p arecer, de no olvid ar a nadie en la exp o sició n de los pueblos.
E sa sería, en cierto m o d o , la vertiente m a n ía ca -p e r o aquí m an ía-
c a h asta la d esesp eració n , porque la “fu erza m esián ica” de la que
habla B enjam ín en su te x to solo se califica desde la perspectiva de
la “debilidad”- de las tesis “ Sobre el co n ce p to de h isto ria”.
L a o tr a v e rtie n te , d ep resiv a o m e la n c ó lic a , ya casi no pide
n ad a; se co n te n ta co n el m ás m a g ro k a iro s, una sim ple p arcela de
m em oria in volu n taria ap arecid a en m edio de la ca tá stro fe : “ H a ce r
ob ra de h isto ria d o r [...] sign ifica a p o d e ra rse de un recu erd o , tal
.com o surge en el in stan te del p e lig ro ”.67 P o d ríam o s en ton ces p re-
gu n tarn os: ¿no hay que olvid ar n ad a, c ita r ín tegram en te, represen-
ta r a to d o s los pueblos de la h isto ria, vencidos con vencedores? ¿O
bien b asta co n ap o d e ra rse de u nas m igajas in ad v ertid as, restitu ir
una p arce la , exp o n er un m ero vestigio de h um anidad ? Si “el sujeto
del co n o c im ie n to h istó rico es [verdad eram ente] la clase o p rim i-
d a ”, 68 es d ecir, la clase ex p u e sta a d esa p a re ce r o , co m o m ín im o,
a verse “s u b e x p u e s ta ” en las rep resen tacio n es con sen sú ales de la
h isto ria , ¿ c ó m o , e n to n ce s, h a c e r visible y legible su g ig an tesca
p a rte m ald ita? ¿C ó m o h a c e r la h istoria de los pueblos? ¿Dónde
h a lla r la p alab ra de los sin n o m b re, la escritu ra de los sin papeles,
30 Pueblos e x p u e s to s , pueblos figurantes

el lu gar de los sin te c h o , la reiv in d icació n de los sin d erech o s, la


dignidad de los sin im ágenes? ¿D ónde h allar el arch ivo de aquellos
de quienes no se q uiere co n sig n a r n a d a , aquellos cu y a m em o ria
m ism a, a v eces, se quiere m a ta r? 69
L a p arad o ja de B enjam in p arece p aten te, pero no p o d ría red u -
círsela a una co n tra d icció n filosófica y ni siquiera p rá ctic a . A dife-
ren cia de un p ro b le m a , u na p a ra d o ja n o se “resu elv e”. P ero se
“zan ja”. Im plica un a cto de c o rte que asu m e to d a su significación
- s u resp o n sab ilid ad - p o lítica. D esde un p u n to de vista filosófico,
Benjam in zanja en lo co n cern ien te a la n o ció n de h istoricid ad al
distinguir la inm ensa y n ecesaria h istoria de los pueblos de toda
“ h istoria u n iversal” co n sid erad a co m o la cu lm in ació n co n fu sa del
historicism o y el p ositivism o. “ L a h istoria universal no tiene a rm a -
zón te ó rica . P ro ced e p or ad ición : m oviliza la m asa de los hechos
p ara llenar el tiem p o h om ogén eo y v a cío .” C o n tra eso, concluye
B en jam in , h ay que d o ta rse de un “p rin cip io c o n s tru c tiv o ” cu yo
m odelo h ab rían de p ro p o rcio n a r las a rtes m o d ern as, desde P rou st
y Jo y ce h a s ta el cin e de V erto v o E ise n ste in , bajo la fo rm a del
m o n ta je .10
E n la p rá ctic a , esto quiere decir que solo se zan jará la p arad oja
de la h istoria -e n tr e la im posibilidad de una historia “in tegral” y la
vanidad de una h istoria “ u n iversal”- si se vuelven a e x p o n e r tod as
las co sas p or m edio de un n u e v o m o n ta je d e los tiem p o s p erd id o s
tal co m o “surgen en el in stan te del p e lig ro ”. ¿N o es e x a cta m e n te
eso lo que B enjam in p ro p o n ía en su in m en so L ib ro d e los p asajes,
fundado en un “m on taje lite ra rio ” que no d ice ni dem u estra sino
que m uestra y e x p o n e los m ovim ientos de su propía-m ateria históri-
c a ? 71 ¿N o es eso lo que h ab rían d e in ten tar, desde en ton ces, Claude
Simón o W . G . Sebald en sus novelas “d o cu m en tales”, pero tam bién
A rtavazd Pelechian en su filme N u e stro siglo, Basilio M a rtín Patino
en sus C a n c io n e s para d e s p u é s d e u n a g u e r r a , Je a n -L u c G o d ard en
sus H istoria(s) d el cin e, Y ervant G ianikian y Angela R icci L ucchi en
su m ontaje D e l Polo al E c u a d o r, o bien H a ru n Faro ck i en sus B ild er
d e r W elt u n d In s c h rift d es K rieg e s [L a s im á g en es d e l m u n d o y la
in scrip ció n d e g u e r r a ]} ¿L o s a rtista s de nuestros días - d e A lfredo
J a a r a P ascal C o n v e rt, de Jeff W all a Sophie R iste lh u e b e r- no son
decisivam ente in citad os p o r este re cu rso del m ontaje d o cu m en tal
p ara e xp o n er a los sin nom bre?
T h e L a s t S ilen t M o v ie , o b ra m uy reciente de Susan H iller, cuyo
Parcelas de h um anid ades 31

trab ajo exp lo ra desde hace tiem po las condiciones o las a p o rta s del
testim on io y él a rch iv o ,72 presenta un dispositivo sim ple y a d m ira -
ble p a ra esa p ara d ó jica exp osición de los sin n om bre. Se tr a ta de
un film e sin o tra s im ágenes que los subtítulos que trad u cen p a la -
bras in com prensibles de inflexiones muy e x tra ñ a s p a ra n u estros
oídos. E s un m ontaje en el que se exp resan - s e exp lican , sa lm o d ia n ,
cu en tan , ríen, se la m e n ta n - veinticinco locutores de veinticinco len-
guas d esap arecid as o en vías de d esap arición :73 w a im a a de T im o r
O rien tal, x o k le n g de B rasil, y u cag u iro del su r de R u s ia ... E s p a r -
ticu larm en te estrem eced o r co m p ro b ar la can tid ad im p o rta n te de
lenguas -le n a p e , p o ta w a to m i, w a m p a n o a g , k la lla m , b la c k fo o t,
cajú n , c o m a n c h e - que desaparecen en el territorio m ism o , E sta d o s
U nidos de A m é rica , donde florecen por o tra p arte ta n to s m em o -
riales, tan to s m useos y tan tas bibliotecas u n iversitarias. ¿N o nos
había prevenido W alter Benjam in del terrible lazo que im plica tod o
arch ivo de lá cu ltu ra co m o archivo de la barbarie?

LA “ Z O N A SUCIA” D EL ASPECTO H U M A N O '

O rg a n iz a r el p esim ism o, e x p o n e r a los pueblos p ese a to d o .


D igo p e s e a to d o p a ra referirm e a la elección - e l a c to de re sis-
te n c ia - que se to r n a n ecesario e fe ctu a r en las c o n d icio n e s m is-
m as que in citan al p esim ism o, porque vem os co n c la rid a d a los
pueblos e xp u esto s p e s e a n osotros a d esap arecer, an te to d o en la
su b exp o sició n , la cen su ra, el ab an d on o, el d esp recio, y luego en
la s o b re e x p o s ic ió n , el e sp e ctá c u lo , la p iedad m al en te n d id a , el
h u m an itarism o g estio n ad o con cin ism o.74 ¿N o h ay que e n ca ra r,
en to n ces, el difícil tra b a jo de exp o n er esa m ism a e x p o sició n de
los pueblos a h u n d irse, a desaparecer? Es el trab ajo que im ag in o
en ejecu ción en el fo tó g ra fo Philippe B azin cu a n d o su rg e frente
a n o s o tro s , en u n a superficie en cu ad rad a p o r él, u n a su p erficie
cu ad rad a de Veintisiete centím etros de lado, el ro stro de un an cian o
en el u m b ral: p ro b ab le -p e r o in c a lc u la b le - de la m u e rte (figu ra
2 ). N o es ta n to el tem a de una im agen sem ejante el que d ebería
ser ob jeto de n u estra in terrogación : en la h istoria m ás clásica del
retrato no faltan los ro stro s de an cian os, desde los bustos ro m an o s
h asta G h irla n d aio y desde T izian o h asta R ic h a rd A ved on . Será
p reciso, m ás bien, tr a ta r de com prender la o rg a n iz a ció n , si no del
32 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

F ig u ra 2 . Philippe B azin , V ieillards, f 9 8 5 - 1 9 8 6 .


F o to g r a f í a (copia a n aló g ic a), 2 7 x 2 7 c m . C o l e c c ió n del a r t i s ta .

p esim ism o, sí al m enos del trab ajo que ha cu lm in ad o en la deci-


sión de exp o n er a plena luz del día una cu aren ten a de tra b a jo s,
e xp u esto s de p o r sí a la extin ció n .
E sa serie de F a ces [“R o s tro s”], co m o la llania B azin , d ata de
1 9 8 5 - 1 9 8 6 . T ien e su punto de p a rtid a en una e x p e rie n cia m uy
p a rticu la r y ta n to m ás significativa cu a n to que no ten ía p o r ver-
d aderas fuentes ni el género del re tra to , ni el oficio fo to g rá fico , y
m enos aún la “ voluntad a rtís tic a ”. Al térm in o dé sus estu d ios de
m ed icin a, en 1 9 8 0 , Philippe B azin fue d estin ad o) p a ra cu m p lir
su período de in terno, al servicio de “larga esta d ía” [lo n g sé jo u r]
P arcelas de hum anid ades 33

de un h o sp ital que m ás ad elan te d ecid iría lla m a r “ X ”. Fue allí


donde resolvió escribir su tesis de d o cto ra d o en m edicina titulada
“A sp ectos h um anos y psicosociales de la vida en un cen tro de larga
estad ía” .75 E n un principio cre ería m o s esta r en presencia de la más
p erfecta - e s d ecir la m ás im p e rs o n a l- d escrip ción de un servicio
g eriá trico , si no fuera porque el estilo con vencional de la literatu ra
m édica se ve ya sutilm ente co n tra d ich o , p ertu rb ad o , p or algo así
co m o un te m b lo r del v o c a b u la rio : lo “p s ic o s o c ia l” se en fren ta
a la cu e stió n ya m en os lo calizab le de los “ asp ecto s h u m a n o s”,
se e x a m in a el “c e n tro de la rg a e sta d ía ” en lo con cern ien te a su
im palpable “ vid a” y la “ p asan tía in tern a” se con sid era, no com o
la ex p e rim e n tació n de un o ficio , sino c o m o la “e x p e rie n cia ” de
una intersubjetividad.
Pero ¿qué son exacta m e n te esos a sp ecto s h u m a n o s que Philippe
Bazin decide entonces exam in ar? Se co n stitu yen , quizá, con todo
lo que sucede en un gru p o de p erson as de quienes se dice que están
“ h ospitalizadas de p or vid a”, sin que nadie se atreva dem asiado a
co n clu ir que e sta rá n , sobre to d o , “ hospitalizadas hasta la m uerte”.
E ste es el in tervalo m ism o que requiere la d escrip ción e x tre m a -
d am en te p recisa a la que, en lo su cesivo, va a ap licarse el joven
m éd ico: el d esp ertar, hacia las seis y m ed ia, “sin que, no ob stan te,
p uedan m overse”, cu an d o “ la p rim era p reocu p ación de cad a cual
es d eglu tir” p ara suprim ir en la m edida de lo posible los efectos del
som nífero; m om ento en que se com prueba que “hay quienes esperan
y quienes ya no esperan nada [...] , quienes m iran y quienes ya no
ven n a d a ”.76 El lector de este m od esto trab ajo acad ém ico descubre
entonces que la “puesta en a sp e cto ” de esa h um anidad no podría
ser unilateralm en te fá ctica , clínica o d iag n ó stica. Será, de en trad a,
fe n o m e n o ló g ic a : d escrip ción de co sa s, p ero tam bién de estados y
'entes, d escripción de cu erp os, pero tam bién de gestos y sensaciones
‘de los que el o b servad o r n unca sale indem ne.
Se tr a ta , p o r ejem plo, de los ruidos m uy precisos que m arcan
la llegada del d esayun o al p asillo; de los gestos - “ se ven m anos
que se aferran co n frenesí a las sáb an as, las frazad as, la cam isa de
d o rm ir, m an os tem b lo ro sas”- que aco m p añ an el aseo; de la des-
cripción del d orm itorio co m o dispositivo supuestam ente funcional,
pero tam bién co m o esp acialidad de an gu stia y ab an d on o; de las
co m id as que escan d en la jo rn ad a, en m edio de tod o ese tiem po del
“ languidecer”.77 El análisis institucional - l a s m odalidades prácticas
34 Pueblos e xp u es to s , pueblos figurantes

del “in greso en larg a estad ía”, el sistem a de aten cion es geriátricas
co m p arad as co n la p ed iatría, la relativa com plejidad de relaciones
eco n ó m icas en las que la m uerte n un ca está a u s e n te -78 se realiza
aquí a la p a r co n un análisis de los c o n ta c to s físicos m ás p asajeros,
las relaciones de aten ción e incluso de h um illación y, a veces, de
v io len cia.79 L a visita m u estra en ton ces su fu n d am en tal falta de
p re s en cia . Y el joven m éd ico d escu bre, en esa falta de p resen cia,
que, después de tod o, él m ism o no es o tra cosa que el “engranaje de
un sistem a” em p aren tad o co n una verd ad era d e n e g a c ió n d e h u m a -
n id a d co n stru id a en to rn o del paciente exp u esto a d esap arecer.
L os “asp ecto s h u m an os y p sico so ciales” en la vida de ese m o ri-
d era ab ren , pues, una b rech a en la exp erien cia del p rop io agente
asistencial. A p a rtir de allí, ¿cóm o h a ce r de la visita - e incluso de
la pasantía p ro fe sio n a l- una relación de p r e s e n c ia ? L a resp u esta,
desde luego, está en el tiem p o: d e d ic a r tie m p o , h a b la r co n ca d a
uno, to m arse el tiem po de escu ch ar, de b ro m ear, dé c o n v o c a r la
m em oria, de su scitar un d eseo .80 Pero Philippe Bazin cu en ta que,
pese a sus esfuerzos de joven p rofesional deseoso de cam b iar las
c o s a s , la in h u m an id ad , em p ezan d o p o r el olvido o el d esprecio
del o tr o , siem pre p a re cía im pon erse. H a sta que se p rod ujo una
exp erien cia sign ificativam ente llam ad a d isp a ra d o r: “Al arch iv ar
la h istoria clínica de un en ferm o, me di cu enta de que, quince días
después de su m u erte, me había olvidado p o r com p leto de su c a ra .
E ra incapaz de d ar una c a ra al nom bre que tenía frente a m í en ese
legajo ad m in istrativ o ”. 81
De allí la necesidad de d e d ic a r tiem p o a m ira r m e jo r y con sid e-
rar p o r sí m ism o, reco n o cer el ro stro del o tro . E sto es, tra n sfo rm a r
la visita en algo que B azin , en lo sucesivo, llam ará sesió n .

D ecidí llevar mi cá m a ra de fotos y p a sa r p o r todas las h ab itacio -


nes para fo tografiar los rostro s de tod os esos an cian os, simplemente
para reco rd ar la ca ra que tenían, no olvidarla y poder ponerla frente
a un nom b re. [...] Así em pezó la co sa . C u an d o las vi p or prim era
vez, las fo tografías m e tra sto rn a ro n p o r com p leto , porque descubrí
en ellas lo que tenía ante mi vista y era in cap az de ver desde hacía
sem an as y sem an as. Fue una búsqueda que d uró nueve m eses. A la
m añ an a aten d ía, cu m p lía mi papel de m éd ico; a la tard e volvía con
mi c á m a r a fo to g rá fica p ara h ab lar co n los viejos, fo to g rafiarlo s y
ob servar to d o lo que p a s a b a .82
Parcelas de h um anid ades 35

F ig u ra 3. Philippe B a z i n , L a h a b ita c ió n , 1 9 8 3 .
F o to g r a fía (co pia a n a ló g ic a ), 2 7 x 1 8 , 3 c m . C o l e c c ió n del a r t i s t a .

El d isp a ra d o r, por lo tan to : una exp erim en tació n , m ed ian te el


uso del equipo fo to g rá fico de la m irad a, con cebid a p a ta tra n s fo r-
m ar el ojo clínico y su n ecesaria gestión técn ica en o/o a la e s cu ch a ,
p or d ecirlo de alg ú n m o d o . B azin d escrib e esta p r á c ti c a , en la
que h ab lar y m ira r se conjugan en la m ism a tem p o ralid ad , c o m o
una in icia ció n - u n “viaje ín iciático”, dice m ás e x a c ta m e n te - e n el
re co n o c im ie n to d e los o tro s y, con ello, de sí m ism o. “ En sus ojo s,
en su ro s tro , ap ren dí a reco n o cerm e.” 83 Por eso su tesis de m ed ici-
na, al ca b o de unas sesenta páginas, se con vierte en un verd ad ero
ensayo fo to g ráfico en el que “se m ezclan ro stro s fo to g ra fia d o s de
cerca, situaciones de rep o rtaje, de d o cu m ental so cial, de realism o
p o é tic o ”.84 C u erp o d esm oron ad o en un rin có n de la h ab itació n
(figura 3), delgadez de los m iem bros, muebles ridículos, .frialdad de
los p asillos, gestos de la en ferm era, p rim eros planos de las m an os
o las a rru g a s, m irad as cap tad as entre la tristeza, la d ign id ad , la
m alicia o el a g o ta m ie n to .83
Si las p rim eras fo to g rafías de an cian os, en ese hospital de p ro -
36 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

v in cia, son to d av ía la m u estra de u na e x p e rim e n ta ció n e rrá tica


en tre géneros fotográficos b astan te h eterogén eos, es porque Bazin
b u scab a, me p arece, hacer visibles dos dim ensiones m uy diferentes
de su exp erien cia: p o r una p a rte , un relev a m ien to d e los lugares
(la dureza del espacio institucional), y p o r o tr a , un relev a m ien to
d e l tiem po (la fragilidad de una piel, el trazad o de una a rru g a , la
crispación de una m an o , la fatiga o la intensidad de una m irad a).
El relevam ien to de los lugares supone un c o n flic to en tre lo que
B azin llam a “zona lim pia” hospitalaria y la “zona':sucia” donde los
cu erp os parecen replegarse en su p ropio d olor: “¡Los viejos están
d epositados en una zona sucia rod ead a de lim pieza. E sta lim pieza
n o debe m an ch arse en ningún caso . L a zon a su cia debe ser lo m ás
pequeña posible, de la dimensión de una c a m a ”.86 L a “zon a lim pia”
es el pasillo, p or ejemplo, o la habitación m ism a, que se limpia todas
las m añ an as, pero “ese c u a rto no está h ech o”, com p ru eb a B azin ,
“ p ara estar h ab itad o ”.87
En cu an to al relevam iento del tiem p o, supone un dilerna aún
m ás crucial p ara el fotógrafo: ¿cóm o exp on er el d orm ir del anciano?
¿C ó m o m o strar que ya casi no ve? ¿C ó m o c a p ta r )o que nos p arece
una parcela de hum anidad p ero que, en realidad,^concentra en un
solo ro stro la hum anidad en tera, y no hablo de la h um anidad en
general o la universal hum anidad sino, en verdad, ¡de la h um anidad
to talm en te co n creta e intensam ente eficaz en el m ero esfuerzo de
un solo instante para alzar los ojos hacia el o tro (figura 2)?

ROSTROS DESNUDOS, NACIDOS, SOSTENIDOS

Por lo tan to, habría al menos dos m an eras diferentes de exp on er


la hum anidad co m o “p arcela”, a la vez en cu a n to resid u o exp uesto
a d esap arecer y resistencia o su p erv iv e n c ia destin ad a a m an ten er,
pese a to d o , su p ro y ecto vital. El p rim e ro de esos dos c a m in o s
se funda en un relevam ien to de los lu gares y, en c o n s e c u e n c ia ,
p roced e co n form e a un e n c u a d re a m p lia d o que perm ite una esp e-
cie de m ontaje: m u estra, en efecto , el co n flicto de la h um an id ad
c o m o “ p arcela” y de lo que hem os de llam ar, co m o es o p o rtu n o , el
“en cu ad re in stitu cion al” que se em peña en red u cir sus m ovim ien -
to s. Se tra ta en este caso del c u e rp o a c u rru c a d o de la p acien te,
verd ad ero residuo de vida p aralizad a en el esp ació h osp italario - e s
Parcelas de hum anidades 37

decir, co m o se ve con clarid ad , no h o s p ita la rio - de la habitación


de “ larga estad ía” (figura 3).
La segunda m an era exige un e n c u a d re d e d eta lle, que pase de
la visión h o rizo n talizad a (según el fo rm a to habitu al de 2 4 x 3 6
m ilím etros) a un nuevo eq uilib rio rig u ro so de las orientacion es,
p erm itido por el fo rm ato cu ad rad o . L o que se m u estra entonces es
el co n flicto in trín seco de la h um anidad co m o residuo, pero ta m -
bién co m o fuerza -a u n q u e sea en vías de a g o ta r s e - de resistencia.
Es el ro stro m irad o en su propio tu m u lto , en su d ram a co rp o ral
-te lú ric o , d iría m o s - en que luchan en tod o sentido las fuerzas del
vivir a ú n y las del p erecer ya, en la tensión vital hacia o tro s y el
repliegue m o rtífero en sí m ism o (figura 2 ). A cced em os aquí a la
extre m a p roxim id ad - e x t r e m a porque el en cuad re de la im agen no
logra siquiera ca p ta r la totalid ad de la cab eza, y tam bién porque su
fo rm ato re a l88 dem uestra ser m ás gran d e que nuestro ro stro que lo
m i r a - de una lucha íntim a en tre dos m ovim ientos: m ovim iento del
tiem po que pasa (c h ro n o s ) y que casi ha term in ad o de reducir ese
ro stro co m o una hoja de papel que uno arru g a antes de tirarla a la
b asu ra, y el del tiem p o que resiste (aiorí) y no term in a de dirigir su
p regunta, su súplica, su ira, su rech azo , su energía de supervivencia.
El en cuad re coi to red u ce, es cie rto , la persp ectiva. Pero impone
la fuerza del c a ra a c a ra . E m m an u el L evin as, se sabe, describía la
“situación del ca ra a c a r a ” co m o “el cum plim iento m ism o del tiem -
p o ”.89 Pero ¿de qué tiem po se tra ta e xactam en te? ¿El de la “m uerte
m irad a de fren te”, co m o sugiere B ern ard L am arch e-V ad el, o “la
vida m ism a [vista] en plena c a r a ” y en la “singularidad irreductible
[que] ca d a ro stro [opone a] la d esp erson alización in stitu cion al”,
co m o lo p rop one C h ristian e V ollaire?90 En térm in os deleuzianos,
.se p o d ría su gerir que el en cu ad re am p liad o (el relevam ien to de
los lugares) exp on e un tiem p o d e Ia histo ria en el sentido de que
la h istoria (c h ro n o s ) “designa el co n ju n to de las con dicion es, por
recientes que sean ”, en cuyo espacio puede tener lugar “una efectua-
ción en los estad os de c o s a s ”; m ientras que el en cuad re de detalle
(el relevam iento del tiem po al que p robablem ente hacía referencia
L evinas) exp o n e el tiem p o d e l d e v e n ir, el del “a co n tecim ien to ”
(aion), el que N ietzsch e llam ab a “ lo in tem pestivo”, y que Deleüze
h ace suyo p ara señ alar en él “la única posibilidad de los hom bres
[de] responder a lo intolerable”.91
En su habitación de “ larga e sta d ía ”, el cu erp o de la vieja mujer
38 Pueblos e x p u es to s , pueblos figurantes

(figura 3) está a la vez solo y e m p a reja d o . L a im agen de Philippe


Bazin nos m u estra, aq u í la vida residual en fren tad a a su em presa
de “g estió n ”, es d ecir de p ro te cció n y c o n tro l, p ero tam b ién de
su bexp osición o d esap arición so ciales. E n el en cu ad re de detalle
del in stan te en que su ro s tro es sorp ren d id o, al c o n tra rio (figura
2 ), el o tro cu erp o de an cian o está a la vez d e s n u d o y so sten id o .
E xp o n e su devenir trá g ic o en p rim er plan o, p ero en una tensión
hacia el o tro que d estaca a las cla ra s la intensidad -a u n q u e esté
vacía de c o n te n id o - de su m ira d a y su o rien tación v e rtica l, a la
que B azin atrib uye una im p o rta n cia de p rim erísim o ord en . P or
un lado e stá , pues, la desnudez de ese ro stro : es eso lo que hace
decir a B ern ard L atn arch e-V ad el que las c a ra s de Bazin son m enos
retratos que desnu d os.92 Y es eso lo que, frente a estas im ágenes,
nos a cerca ab ru p tam en te a la “nuda vid a” - l a “ vida im personal,
y sin em b arg o sin gu lar, que desprende su p uro a co n tecim ie n to ”- y
la in m an en cia en cu an to ta le s.93
Pero por o tro lado está la com p acid ad v ertical de los ro stro s , su
n atu raleza, casi, de estelas. C o m o si la resistencia al languidecer se
torn ara piedra. C o m o si la vida residual y a cu rru cad a se con virtiera,
en la op eración fo to g ráfica, en una vida erguida que se nos im pone
en su fro n talid ad , su p recisió n , su d im en sión . Y Philippe B azin
reivindica, en esa elección fo rm al, una dim ensión ética inherente
a la totalid ad de su trab ajo :

La ética de la fotografía es la responsabilidad que tengo con


respecto a cada persona que fotografío.-Procuro erguir a la gente.
De una m aneta u o tra, sea en el hospital donde están tendidas en
sus cam as, o en la institución que las aplasta, las personas están
física o simbólicamente acostadas. M i deseo es devolver a cada una
de las personas cuyo rostro fotografío la dignidad del ser hum ano
verticalizado.94 Dignidad de la m irada que hay que sostener.

Sin d ud a, es en ese sentido, ya, que las c a ra s de Philippe B azin


llevan a la p ráctica la exigen cia form u lad a p o r W alter B enjam ín, la
de e x p o n e r a los sin n o m b re . U na fo to g ra fía , es cie rto , no devuelve
la p alab ra al sujeto fo to g rafiad o . A d em ás, las im ágenes de B azin ,
tal c o m o se nos m u e stra n en serie s, no restitu yen sus n om b res
propios a las p erson as cu y o s ro stro s se e x p o n e n . Su em presa no
está en la órbita ni del m em o rial ni de la investigación so cio ló g i-
ca. Pero ergu ir los ro s tro s, sosten erlos, devolverlos a su p o d e r d e
Parcelas de h um anid ades 39

en ca ra r, ¿no es ya exp on erlos en la dim ensión de una posibilidad


de p alab ra? É n el m a rc o de una elab o ración m e ta p sico ló g ica de
la situ ación p sico a n a lítica , Pierre Fédida en trelazab a de m an era
notable to d o s estos tem as, al definir el “ sitio del e x tr a ñ o ”, co m o
tan bien lo llam ab a, m ediante una conjunción espacial y tem p oral
com pleja en la que ningún elem ento debe sep ararse de los d em ás:
m an ten erse “ál m ism o tiem po atrás y ad elan te”; asu m ir el “ re ch a -
zo de lo f a m ilia r” d en tro m ism o de la p ro x im id a d , el “ c o n tr a ”
d en tro m ism o del en cu en tro ; ap elar a “ la ú n ica c o m u n id a d que
es posible —la jle n g u a - [según] la con d ición aco m u n icacio n al [que]
depende de la m era existencia del lenguaje”; constituirse a p a rtir del
“m ovim ien to de la v ertical que engendra en la p alab ra la m em o ria
del lenguaje”, y ace p ta r, p o r últim o, la im agen co m o “el in stan te
de la superficie que se fo rm a co n el a ire ”, entre el alien to que se
exh ala de un sujeto y el ro stro que se exp one a la m irad a del o tr o .93
E x p o n e r a los sin nom b re, acoger al o tro . B e rn a rd L a m a rc h e -
Vadel veía co n m u ch a justeza, en el gesto de B azin , una decisión
p olítica tan rad ical co m o m od esta y local:

G esto inaudito, gesto único, verdadero gesto hum ano de un


joven m édico el de rom per con su tarea adm inistrativa pata insta-
larse a la cabecera de sus viejos pacientes y hablarles, m irarlos a la
c a ra , fotografiarlos. Gesto político de verdadera política hum ana,
a saber, gesto de protección de la visibilidad de cada quien y sobre
todo de aquellos que, para ser m irados, deben en contrar fuera de
sí mismos y casi por azar la manera de acceder a su propio rostro
y a la posibilidad de que se los encare y se los represente.96

¿ C ó m o asom b rarse entonces de que Philippe Bazin haya d ecid i-


do e x p lo ra r un ca m p o m ás vasto y p rolon gar su o p eració n de c a ra
a c a r a , de d e s n u d e z s o ste n id a , en o tro s lugares (otros c o n te x to s
in stitu cio n ales) y o tra s tem p oralid ad es (o tra s ed ades de la vida
hum ana)? Después de los m oribundos, que ya no h ablan m ás, Bazin
habría de fo to g ra fia r, p o r lo tan to - e n la in stitu ción m ism a que
tiene la m isión de p rep ararles la vid a, o sea, el secto r o b sté trico de
un h o sp ita l-,Ja niños recién nacidos, seres librados a su nuda vida
y que aún d istan m u ch o de h ablar.97 Serie preced id a en 1 9 8 8 p o r
fotog rafías de lactan tes y ro stros de p artu rien tas (ellas, en quienes
la p ru eb a física e stra n g u la la p alab ra). Serie que c o e x is te , p a ra
term in ar, c o n un trab ajo sobre los adolescentes y o tro d ed icad o a
40 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

rostro s de jóvenes alienados m entales (ellos, en quienes la prueba


psíquica impide la p alab ra).98 /:
La serie de los N é s [“N a c id o s ” ! se revela ta n im p resion an te
co m o la de los V ieiü a rd s [“A n c ia n o s ” ] y, tal co m o el co n trasu jeto
de una fu ga, le resp on de en m u ch o s asp ecto s (figu ras 2 y 4 ). En
am b o s c a so s, en el prim er p lan o de to d o p ro y e cto de “r e tr a to ”
se sitúa la p erten en cia a la e s p e c ie h u m a n a . B azin reivin dica a
veces, sin duda, la intención de “m o stra r la an im alid ad presente en
cad a ro stro h u m an o ”.99 Pero lo que se nos m uestra en esos ro stro s
tan c e rca n o s p a re c e , ju stam en te, volver a p la n te a r la cu e stió n ,
form u lad a p or G eorges B ataille y re to m a d a p o r P ierre F éd id a, de
com p ren d er “p o r dónde com ien za el c u e rp o h u m a n o ”.100 En los
dos caso s -r e c ié n n acidos o a n c ia n o s - se tra ta pues de co n sid erar
el devenir hum ano bajo la fo rm a o , m ejor, las fo r m a s d e l p a sa je.
Así, el an cian o (figura 2) lleva en el ro s tro los estig m as del
tiem po p asad o , el tiem po de su vida e n te ra , que tiene su m an ifes-
tació n m ás esp e cta cu la r en las h on d u ras de las a rru g a s : estigm as
de tiem po tra n scu rrid o p ero , ig u alm en te, signos p re cu rso re s del
tiem p o p ara d erru m b arse, del repliegue fin al, de la d esecació n .
T am bién el recién n acido (figu ra 4) lleva los estig m as del p a sa -
je: los h u m o res de su m ad re to d a v ía e stá n a h í, a flo r de piel
(o tro s recién n acidos de la serie está n aún m a n ch a d o s de san gre
o p arecen untados de líquido a m n ió tico ); tiene la frente to d av ía
d eform ad a -a r r u g a s del n acim ien to y no de la v e je z - p o r el ard u o
p a rro ; to d o su ro stro se m u estra c o m o una fo rm a d e fo rm a d a , no
p or la d esecación sino por la p lasticid ad m ism a de su m ateria aún
m aleable. E n uno y o tro ca so , de esas fo rm as en devenir se da a
d ed u cir un trabajo: aquí, el tra b a jo , ai'm, de un n a cim ie n to , a llá ,
ei tra b a jo , ya, de una agon ía. ;
L o que llam a p o r fin la aten ción en esas im ágenes es el estatus
p arad ó jico que en ellas asum e la m ira d a a s o s te n e r en ta m a ñ a s
p roxim idades. La tem poralidad hum ana elegida p o r Pliilippe Bazin
excluye de en trad a toda p sicología, tod a co m u n icació n . L as m ira -
das deben sostenerse, no in tercam b iarse. Pero dejan a los esp ec-
tad o res -n o s d e ja n - en la m ás com p leta soled ad ,[p orq ue el recién
n acid o todavía no m ira; él, que p o r a h o ra no ha visto n ada de este
m u ndo, no ve nada pero abre ya ojos que sentim os o scu ram en te
tendidos hacia la vida, ya intensos, ya co n cen trad o s, ya in vocan tes,
ya ob servad ores. En cu anto al an cian o - é l , que ha visto ya to d o o
Parc elas de hum anidades 41

Fig u ra 4 . Philippe B a z i n , N és.


F o t o g r a f í a (copia a n a ló g ic a ), 4 5 x 4 5 c m . C o l e c c ió n del artista.

d em asiado de la v id a -, es probable que v e rd a d e ra m e n te ya no m ire.


L o que Bazin llam a “an im alid ad ” no se refiere tal vez sino a esa
h u m an id ad co n ce n tra d a en la suerte de m ín im o vital en que cad a
intensidad se debate co n tra la a m o rfía , cad a gesto, con su propia
im posibilidad de efectu ació n . B ern ard L am arch e-V ad el deduce de
ello la o b scen id ad , la in d e c e n c ia de esas im ágen es, en ta n to que
C h ristian e V ollaire ve, al c o n tra rio - p e r o , sin d u d a, no habría que
ju zgar aq u í en térm in o s de c o n tra s te esas difíciles elecciones de
v o c a b u la rio -, la d ig n id a d m ism a de una p osición de la cu al “ se
ha abolido tod a ob scen id ad ”.101
42 Pueblos e x p u es to s , pueblos figurantes

¿O b scen a d ign id ad? F ren te a esos d esafío s p lan tead o s a n ues-


tras ca te g o ría s h ab itu ales de juicio estético o m o ra l, quizás habría
que volver a las fó rm u las de A n to n in A rta u d , y me refiero a su
form u lación de la c r u e ld a d enten did a co m o exigen cia cru cial p ara
cu alq u ier im agen y cu alq u ier te a tro de los cu e rp o s. Philippe B azin
p ro d u ciría im ágenes “cru e le s”, en el sen tid o de que m u estran una
h u m an id ad red u cid a a m iserab les p a rce la s de nuda v id a, ro stro s
sin gu lares que son o tra s ta n ta s “fu erza[s] vacía[s]” o “cam p ofsj
de m u e rte ”.102 Son ro s tro s e x tre m a d a m e n te frágiles - e n el c a s o
de los recién n a cid o s, a veces so sten id o s en el h u eco de una m a n o
a d u lta - y en los que d o m in a el p a th o s , no en ten did o c o m o una
exp resió n p sico ló g ic a , sino en el sen tid o m ás a n tig u o , m ás re a l-
m ente tr á g ic o , de un c u e rp o m o s tra d o en su riv a lid a d c o n el
tiem p o, co n el su frim ien to - e l p ad ecer, la p a c ie n c ia - fu n d am en tal
p a ra to d o ser en el m u n d o. P ero , al m ism o tie m p o , son ro s tro s
fr ía m e n te exp u esto s: p uestos a d ista n cia p o r su e n cu a d re , su p re -
cisión m ism a y su co n d ició n lu m in o sa (en las im ágenes de B azin
no hay p rá c tica m e n te so m b ras in cid en tes). Y e so , a d esp ech o de
su “ o b s c e n a ” p ro x im id a d . L le g a m o s e n to n ce s a p re g u n ta rn o s
có m o , entre path os y friald ad , lo g ran esas im ágenes c o n stru ir algo
p a recid o a una visión p o lítica del “a s p e c to h u m a n o ” ex p u e sto
a su p rop io d estin o g en érico y g e n e a ló g ico , so cia l e h istó rico : su
d estin o de e s p e c ie h u m a n a .

NOTAS -

1. Primo Levi, Si c ’est un hom m e (1947), traducción de M . Schruoffe-


neger, París, Julliard, 1 9 8 7 (reedición, París, France loisirs, 1 9 9 7 ), p. 186
[trad. cast.; Si esto es un h o m b re, B arcelona, Muchnik Editores, 1 9 8 7 ].
2 . M aurice Blanchot, “ L’espèce hum aine” (1 9 6 2 ), en L ’E n tretien
infini, Paris, G allim ard, 1 9 6 9 , p. 1 9 2 [trad. cast.: “ La especie hum ana”,
en La conversación infinita, M adrid, Arena Libros, 2 0 0 8 ].
3. Ib id ., p. 2 0 0 .
4 . R obert Antelme, L’E sp èce h u m a in e (1 9 4 7 ), edición revisada y
corregida, Paris, G allim ard, 1 9 9 0 , pp. 1 7 8 -1 8 0 [trad. cast.: La especie
h u m a n a , M adrid, Arena Libros, 2 0 0 1 ].
5. Jean -P ierre Faye, “Les trous du visage”, en Daniel Dobbels
(com p.), R o bert A ntelm e. T extes inédits sur L’Espèce humaine, essais
et tém oignages, Paris, G allim ard, 1 9 9 6 , p. 88.
Parcelas de h u m an id a d e s 43

6. M . Blanchot, “L’espèce hum aine”, op. cit., p. 195.


7. îb id ., p. 199.
8. Ib id ., p. 1 9 4 .
9. R. Antelm e, L ’E s p è ce hum aine, op. cit., p. 9.
10. Georges Bataille, “L’espèce hum aine” (1952), en Œ u v res c o m -
plètes, vol. 1 2 , Paris, Gallim ard, 1 9 8 8 , pp. 2 2 1 -2 2 5 .
11. M yriam Revault d’Ailonnes, Ce q u e l’h o m m e fait à l’h o m m e.
Essai sur le m al politique, Paris, Seuil, 1995 (reedición, Paris, F lam m a-
rion, 2 0 0 0 ) , pp. 11-20 [trad. cast.: L o q u e el h o m b re h ace al h o m b re.
E nsayo so b re el m al político, Buenos Aires, A m orrortu , 2 0 1 0 ].
12. E rn st Bloch, L e P rincipe espérance (1 9 3 8 -1 9 5 9 ), tres volúm e-
nes, traducción de F. W ullm art, Paris, G allim ard, 1 9 7 6 -1 9 9 1 [trad.
cast.: E l prin cip io esperanza, tres volúmenes, M adrid, T ro tta, 2 0 0 4 -
2 0 0 7 ], .
13. Cf. en:especial C ostas Douzinas y Lytida N ead (com ps.), Laiv
and the Im a ge. T h e A uthority o f A rt a n d the A esthetics o fL a w , C hi-
cago y L ondres, University of C hicago Press, 1999.
14. Cf. Georges D idi-H uberm an, “L’im age-m atrice. H istoire de
l’art et généalogie de la ressem blance” (1 9 9 5 ), en D ev a n t le tem ps.
H isto ire d e l’a rt et a n a ch ro n is m e des im a ges, P aris, E d ition s de
M inuit, 2 0 0 0 , pp. 5 9 -8 3 [trad. cast.: “La im agen-m atriz. H istoria
del arte y genealogía de la sem ejanza”, en A n te el tiem p o . H is to -
ria del arte y a n a cro n ism o de las im ágenes, Buenos A ires, A driana
H idalgo, 2 0 0 5 ],
15. Jacques R ancière, “Un droit à l’image peut en chasser un autre”
(1999), en C h ro n iq u es des temps consensuels, Paris, Seuil, 2 0 0 5 , pp.
17-18. C f. asim ism o el análisis de M arie-José M on d zain , L ’Im a ge
peut-elle tuer?, Paris, Bayard, 2 0 0 2 , pp. 17-18: “La expresión ‘derecho
a la imagen’ supone la m ás completa confusion y no hace sino o cu l-
tar, bajo el pretexto de la protección de los inocentes y las víctim as,
el establecimiento de un nuevo m ercado: una imagen no se tom a así
com o así, se paga a su propietario”.
16. Cf. Olivier Lugon, L e Style d o cum en ta ire. D ’A u g u st S a n d e r à
Walker E vans, 1 9 2 0 - 1 9 4 5 , Paris, M acu la, 2 0 0 1 [trad. cast.: E l estilo
docum ental. D e A ugust Sander a Walker Evans, Salam anca, Ediciones
Universidad de Salam anca, 2010].
17. W alter Benjam in, “Petite histoire de la photographie” (1931),
traducción de M . de Gandillac revisada por P. Rusch, en Œ u v res, vol.
2, Paris, G allim ard, 2 0 0 0 , p. 3 2 0 [trad. cast.: “Pequeña historia de la
fotografía”, en O bras, libro 2, vol. 1, M adrid, A bada, 2 0 0 7 J .
18. B ertolt B recht, “D er Dreigroschenprozess”, en D reig ro sch en -
44 Pueblos e xp uestos, pueblos figurantes

huch. Texte, M aterialien, D ok u m en te, edición de S. Unseld, Frankfurt,


Suhrkamp, I 9 6 0 , p. 93, citado en ibid., p. 318.
19. Ibid., pp. 3 2 0 -3 2 1 .
2 0 . W alter Benjam in, “E xpérien ce et p auvreté” (1 9 3 3 ), trad u c-
ción de P. R u sch , en Œ u v res, vol. 2 , op. cit., pp. 3 6 4 - 3 7 2 jtrad.
c asr.: “E xperiencia y pobreza”, en O b ra s, libro 2 , vol. 1, op. cit.,
pp. 2 1 6 -2 2 2 ].
2 1 . B ertolt B recht, “ Sur l’a rt ancien et l’a rt nouveau” (1 9 2 6 ), en
E crits su r la littérature et l ’a rt, vol. 1, S u r le c in é m a , trad u cción
de J .-L . Lebrave y J.-P. Lefebvre, Paris, L’A rche, 1 9 7 0 , p. 6 0 [trad.
casr.: “Los mejores libros del añ o 1 9 2 6 ”, er> “Sobre arte viejo y arte
nuevo”, en El co m prom iso en literatura y a rte, B arcelona, Península,
1 9 8 4 ], La obra en cuestión es la com pilación fotográfica de E rn st
Fried rich , K rieg d em K rieg e!, B erlin, Freie Jungend V erlag, 1 9 2 4
(reedición, M unich, Deutsche V erlags-A nstalt, 2 0 0 4 , sobre la base
de la edición de 1 9 3 0 ).
2 2 . Cf. Ernst Jünger (comp.), K rieg u n d K rieg er,[Berlin, Junker &
Dünnhaupt, 1 9 3 0 , así como la severa crítica de esta obra que hace W al-
ter Benjamin, “Théories du fascisme allemand. À propos de l’ouvrage
collectif G u erre et gu erriers, publié sous la direction d’E rn st Jü n ger”,
traducción de P. Rusch, en Œ uvres, vol. 2 , op. cit., pp. 1 9 8 -2 1 5 [trad.
cast.: “Teorías del fascismo alem án”, en Para una crítica de ¡a violencia
y otros ensayos, M adrid, Taurus, 1 9 9 1 ]. '
2 3 . E . Friedrich, K rieg d em K rieg e!, op. cit., pp. 5 8 -6 1 , 7 8 -7 9 ,
9 8 -9 9 , etcétera. •
24. Ib id ., pp. 1 8 7 ,1 8 9 -1 9 1 ,1 9 3 - 1 9 4 , 2 1 6 -2 1 7 , etc. El hecho de que
la guerra modifica profundamente la lengua se deja ver ya en 1918 en
la obra de Albert D auzat, L'Argot de la g u erre , d ’après u n e en q u ête
auprès des officiers et soldats, Paris, Librairie A rm and C olin, 1918
(reeditado en 2 0 0 7 ).
2 5 . François Emmanuel, La Q uestion h um aine, Paris, Stock, 1 9 9 9
(reedición, Paris, France loisirs, 2 0 0 7 ) [trad. cast.: L a cuestión h u m a -
n a , M adrid, L osad a, 2 0 0 2 ], y N icolas K lotz (director) y Elisabeth
Perceval (guionista), La Q uestion hu m a in e [La cuestión hum a n a ],
filme de 2 0 0 7 . Sobre este filme, cf. el análisis de M athilde G irard, “Le
ciném a, la mémoire sous la m ain”, C him ères. R ev u e des schizoanaly-
ses, n° 6 6 -6 7 , 2 0 0 7 -2 0 0 8 , pp. 2 5 7 -2 7 8 .
2 6 . V ictor Klemperer, L T I, la langue d u IIIe R eich. C arnets d ’un
philologue (1947), traducción de É . Guillot, Paris, Albin Michel, 2 0 0 6 ,
p. 31 [trad. cast.: L T I. La lengua d el T ercer R eich. A pu n tes d e un
filólogo, B arcelona, M inúscula, 2 0 0 2 ].
Parcelas de humanidades 45

27. Ibid., p. 21 (sobre la proliferación de las palabras comenzadas


en E n t-, es decir en “des-” ).
2 8 . Ib id ., pp. 3 4 y 38.
29. Cf. Alain Brossât, “Postface. Résister dans la langue”, en ibid.,
pp. 3 6 3 -3 7 3 . Cf. asimismo la síntesis de Karlheinz Barck, “Intellectuals
under H itler”, en David E . W ellbery y Judith Ryan (comps.), A N ew
H istory o f G erm á n Literature, Cam bridge, Belknap Press of H arvard
University Press, 2 0 0 4 , pp. 8 3 0 -8 3 5 .
3 0 . Gilles Deleuze y Félix G u attari, Q u ’est-ce q u e la philosophie?,
Paris, Éditions de Minuit, 1 9 9 1 , p. 16 [trad. cast.: ¿ Q u é es la filosofía?,
B arcelona, A n agram a, 19 9 3 ].
31. Éric H azan, L Q R . La propagande du quotidien, Paris, Raisons
d’agir, 2 0 0 6 [trad. cast.: L Q R : la propaganda d e cada día, M adrid,
La Oveja R oja, 2 0 0 7 ] . -
3 2 . Platon, P arm enide, 1 3 0 c-d, traducción de L. Robin, en Œ uvres
co m plètes, vol. 2 , Paris, G allim ard, 1 9 5 0 , pp. 1 9 8 -1 9 9 [trad. cast.:
P arm énides, en D iálogos, vol. 5 , M ad rid , Gredos, 19 8 8 ],
3 3 . Cf. H annah A rendt, D u m en s o n g e à la violen ce. Essais de
politique contem poraine (1 9 6 9 -1 9 7 2 ), traducción de G. Durand, Paris,
Calm ann-Lévy, 1 9 7 2 (reedición, Paris, Presses pocket, 1 9 9 4 ) [trad.
cast.: Crisis de la rep ública, M adrid, Taurus, 1 9 9 8 ].
3 4 . H annah Arendt, L a Vie de l'esprit (1975) (1981), traducción
de L. Lotringer, Paris, PU F, 2 0 0 5 , pp. 3 7 -9 6 [trad. cast.: La vida del
espíritu, Buenos Aires, Paidós, 2 0 0 2 ],
35. Ib id ., p. 37.
3 6 . Étienne Tassin, “La question de l’apparence”, en Politique et
pen sée. C o llo q u e H a n n a h A ren d t, Paris, Payot, 1 9 9 7 (reeditado en
2 0 0 4 ), pp. 109 y 112.
37. H an n ah Arendt, Q u ’est-ce q u e la politique? (1 9 5 0 -1 9 5 9 ), tra-
ducción de S. Courtine-Denamy, Paris, Seuil, Í9 9 5 (reeditado en 2001),
p. 3 9 [trad. cast.: ¿ Q u é es la política?, B arcelon a, Paidós/IC E de la
Universidad Autónom a de B arcelona, 1 9 9 7 ].
; 3 8 . Ib id ., p. 4 0 .
39. Ib id ., pp. 4 2 -4 3 .
4 0 . H an n ah A rend t, “De l’hum anité dans de ‘sombres tem ps’.
R éflexions sur Lessing” (1 9 5 9 ), traducción de B. Cassin y P. Lévy,
en Vies politiques, Paris, G allim ard, 1 9 7 4 (reeditado en 1 9 8 6 ), pp.
11-41 [trad. cast.: “Sobre la hum anidad en tiem pos de oscuridad.
R eflexiones sobre Lessing”, en H o m b re s en tiem pos de oscurida d,
Barcelona, Gedisa, 2 0 0 1 ],
41. Ib id ., p. 12.
46 Pueblos e xp u e s to s , pueblos figurantes

4 2 . Ib id ., p. 37.
4 3 . Ib id ., p. 41.
4 4 . Ib id ., p. 12.
4 5 . Ib id ., pp. 13-15.
4 6 . Ib id ., p. 18; las bastardillas son nuestras.
47. Ib id ., p. 19.
4 8 . Ib id ., p. 2 3 .
49. Ib id ., pp. 3 0 -3 1 .
5 0 . Ib id ., pp. 2 1 -2 3 y 3 4 -3 8 .
51. Ib id ., p. 3 3 . Se en co n trará un com en tario de estas posicio-
nes en M yriam Revault d’Allonnes, “A m o r m u ndi. La persévérance
du politique”, en Politique et p e n s é e ..., op. cit., pp. 5 5 -8 5 , y Fragile
hu m anité, Paris, Aubier, 2 0 0 2 , pp. 5 3 -1 1 6 .
5 2 . Siegfried K racauer, D e Caligari à blitler.U ne histoire p sy ch o -
logique du ciném a allem and (1 9 4 7 ), traducción de C . B. Levenson,
Lausana, L’Âge d’H om m e, 1 9 7 3 (reedición, Paris, Flam m arion, 1 9 8 7 ),
p. 12 [trad. cast.: D e Caligari a H itler. Una historia psicológica del
cine a lem á n , B arcelona, Paidós, 1 9 8 5 ].
53. Cf. Aby W arburg, “La divination païenne et antique dans les
écrits et les images à l’époque de Luther” (1 9 2 0 ), en Essais flo ren tin s,
traducción de S. Muller, Paris, Klincksieck, 1 9 9 0 , pp. 2 4 5 -2 9 4 [trad.
cast.: “Profecía pagana en palabras e imágenes en la época de Lutero”,
en E l renacim iento del paganism o. A portaciones a la historia cultural
de! R enacim iento eu ro p eo , M adrid, A lianza, 2 0 0 5 , pp. 4 4 5 -5 1 1 J.
54. Cf. M arcel Mauss, M anuel d ’ethnographie (1 9 2 6 -1 9 3 9 ) (1947),
París, Payot, '1967, pp. 8 5 -1 2 2 [trad. c a st.: M a n u a l d e etn o gra fía ,
Buenos Aires, Fondo de Cultura E conóm ica, 2 0 0 6 1.
55. Cf. Georg Simmel, Sociologie. É tu d e su r les fo rm es d e la socia-
lisation (1 9 0 8 ), traducción de L . D eroche-G urcel y S. M uller, Paris,
PUF, 1 9 9 9 , pp. 3 7 3 -3 7 8 , etc. [trad. cast.: Sociología. E studio sobre
las form as de socialización, M adrid, A lianza, 1 9 8 8 ]. Sobre estos p ro-
blemas, cf. asimismo Hannes Böhringer y Karlfried Gründer (comps.),
Ästhetik u n d Soziologie um die Ja h rh u n d ertw en d e. G e o rg Sim m el,
Fran k fu rt, V ittorio K iosterm ann, 1 9 7 6 .
5 6 . Cf. Aby W arburg, “ L’art du p ortrait et la bourgeoisie florenti-
ne. D om enico G hirlandaio à Santa T rinità. Les p ortraits de Laurent
de M édicis et de son entourage” (1 9 0 2 ), en Essais flo ren tin s, op. cit.,
pp. 1 0 1 -1 3 5 [trad. cast.: “El arte del retrato y la burguesía florentina.
D om enico G hirlandaio en Santa T rinità. Los retratos de L oren zo de
M edici y su fam ilia”, en E l ren a cim ien to d el p a g a n ism o ..., op. cit.,
pp. 1 4 7 -1 7 5 ]; M arcel M au ss, “ Une catégorie de l’esprit hum ain. L a
P arcelas de h u m an id a d e s 47

notion de personne, celle de ‘m oi’” (1 9 3 8 ), en S o cio lo gie et a n th ro -


p o lo g ie (1 9 5 0 ), P aris, PU F, 1 9 8 0 , pp. 3 3 1 -3 6 2 [trad . c a s t.: “ Una
categoría del espíritu hum ano. La noción de persona y la noción de
yo”, en Sociología y antropolo gía, M adrid, T ecnos, 1 9 7 1 ], y G eorg
Sirnmel, “Lai signification esthétique du visage” (1 9 0 1 ), en L a Tra-
g éd ie d e la culture. E t autres essais, traducción de S. C orn ille y P.
Ivernel, P aris, R ivages, 1 9 8 8 , pp. 1 3 7 -1 4 4 [trad. c a s t.: “ La signifi-
cación estética del ro s tro ”, en E l ind iv id u o y la lib erta d . E nsay o s
de crítica de ¡a cultura, B arcelona, Península, 1 9 9 8 , pp. 1 8 7 -1 9 2 ],
y “L e problèm e du p o rtra it”, en P hilosophie d e la m o d e rn ité , vol.
2 , E sth étiq u e et m o d ern ité, co n flit et m o d ern ité. T esta m en t p h ilo -
so p h iq u e (1 9 1 2 -1 9 1 8 ), traducción de J .- L . V ieillard -B aro n , P aris,
Payot, 1 9 9 0 , pp. 1 4 9 -1 6 3 .
57. W alter Benjamin, “L’œuvre d’art à l’époque de sa reprôducti-
bilité technique” (1 9 3 5 ), traducción de R , Rochlitz, en Œ uvres, vol. 3,
Paris, G allim ard, 2 0 0 0 , p. 113 (version de 1 9 3 8 , ib id ., p. 316) [trad.
cast.: “L a obra de arte en la época de su reproductíbilidad técn ica”,
en O bras, libro 1, vol. 2 , M adrid, A bada, 2 0 0 8 , pp. 9 -4 7 ].
5 8 . Ib id ., pp. 7 9-81 (version de 1 9 3 8 , ibid., pp. 2 8 4 -2 8 5 ) .
59. Ib id ., p. 7 9 (version de 1 9 3 8 , ibid., pp. 2 8 2 -2 8 3 ).
6 0 . Ib id ., p. 78 (version de 1 9 3 8 , ib id., p. 282).
61. Ib id ., p. 93 (pasaje eliminado en la version de 1 9 3 8 ).
6 2 . Ib id ., p. 9 4 (pasaje eliminado en la version de 1 9 3 8 ).
6 3 . Ib id ., pp. 9 4 -9 5 (version de 1 9 3 8 , ibid., p. 2 9 6 ).
6 4 . W alter Benjamin, “Sur le concept d’histoire” (1 9 4 0 ), traducción
de M . de G andillac revisada por P. Rusch, en O bra s, vol. 3 , op. cit.,
pp. 4 3 1 -4 3 2 [trad. cast.: “ Sobre el concepto de h istoria”, en O b ra s,
libro 1, vol. 2 , op. cit., pp. 3 0 3 -3 1 8 ],
6 5 . Ib id ., p. 4 3 3 .
6 6 . Ib id ., p. 4 2 9 .
67. Ib id ., p. 4 3 1 .
6 8 . Ib id ., p. 437.
6 9 . P reg u n ta que ap arece p o r doquier en la obra de M ich el
F o u cau lt y, tras él, en los trabajos de A riette F a rg e , L e G o û t de
l’a rchive, P aris, Seuil, 1 9 8 9 [trad. cast.: La a tra cció n d el a rch iv o ,
V alencia, Alfons el M agn ánim , 1 9 9 1 ], y E ffu s io n e t to u rm e n t. L e
récit d es c o rp s. H isto ire du p e u p le au X V I I I e s iècle, P aris, O dile
Jacob, 2 0 0 7 [trad. cast.: E fusión y torm ento. E l relato d e los cu erp o s.
H istoria d el p u eb lo en el siglo X V I I I , Buenos A ires, K a tz , 2 0 0 8 ]
(obra que se inicia, justam ente, con una doble referencia a B enja-
min y Fo u cau lt). C f. tam bién A riette Farge (com p.), Sans visages.
48 Pueblos exp uestos, pueblos figurantes

L ’im possible regard su r le pa u v re, Paris, B ayard, 2 0 0 4 , así com o la


obra del C ollectif M aurice Florence, A rch iv es de l ’in fa m ie, Paris,
Les Prairies ordinaires, 2 0 0 9 . ■
70. W. Benjamin, “ Sur le concept d’histoire”, op. cit., p. 4 4 1 .
71. Walrer Benjamin, Paris, capitale du X I X e siècle. L e livre des
passages (1 9 2 7 -1 9 4 0 ), traducción de J. L acoste, Paris, C erf, 1 9 8 9 , p.
4 7 6 [trad. cast.: L ibro de los pasajes, M adrid, A k al; 2 0 0 5 ].
7 2 . Cf. Jam es Lingwood (com p.), Susan H iller. R ecall. Selected
W orks, 1 9 6 9 - 2 0 0 4 , Basilea y Gateshead (G ran B retañ a), Schw abe/
Baltic, 2 0 0 5 .
73. Es sabido que, de las 6 .9 1 2 lenguas habladas en nuestros días
-c ifra informada en septiembre de 2 0 0 8 - , la mitad habrá desaparecido
antes de fines del siglo X X I , de modo que, estadísticam ente, cada diez
días desaparece una lengua del planeta.
74. Cf. Christiane Vollaire, H u m a n itaire, le c œ u r d e la g u e rr e ,
París, L’Insulaire, 2 0 0 7 .
75. Philippe Bazin, “Aspects humains et psycho-sociaux de la vie
dans un centre de long séjour. À propos d’une expérience en stage inter-
ne”, tesis de doctorado, Universidad de N antes, Unidad de Enseñanza
e Investigación de Medicina y Técnicas M édicas, 1 9 8 3 . [Revisada, la
tesis se publicó más adelante con el título de L o n g séjour, Bruselas y
París, Editions Ah!/Éditions Cercle d’a rt, 2 0 0 9 (n. de t.).]
76. Ibid., p. 11.
77. Ibid ., pp. 1 2 -2 3 .
7 8 . Ibid., pp. 2 7 -4 1 . '
79. Ibid., pp. 2 3 -2 6 , 3 4 -3 7 y 4 1 -4 5 .
8 0 . Ibid., p. 37.
81. Philippe Bazin, “Entretiens. Propos recueillis p ar C hristiane
Vollaire”, Agora. É thique, m édecine, société, n° 3 9 ,1 9 9 7 - 1 9 9 8 , p. 65.
8 2 . Ib id ., pp. 6 5 -6 6 . ,
83. P. Bazin, “Aspects hum ain s...”, op. cit., p. 5 2 .
8 4 . P. Bazin, “E n tretien s...”, op. cit., p. 6 6 . j
85. P. Bazin, “Aspects h um ain s...”, op. cit., fotos 1-20.
8 6 . Ib id ., p. 4 2 .
87. Ibid., p. 5 6 . ;;
8 8 . En los rieles sobre los que Bazin expone sus fotografías, pero
tam bién en las obras que concibe para publicarlas. }
89. Emmanuel Levinas, L e Tem ps el l’autre, París, PU F, 1 9 8 3 , p.
69 [trad. cast.: E l tiem po y el O tro, Barcelona, Paidós, 19 9 3 ].
9 0 . Bernard Lamarche-Vadel, “Faces protégées”, en Philippe Bazin,
Faces, 1 9 8 5 - 1 9 8 8 , Rennes y París, École nationale de la santé publi-
Parcelas de humanidades 49

que/La Différence, 1 9 9 0 , p. ii, y Christiane Vollaire, “ La radicalisation


du m onde”, en Philippe Bazin, La Radicalisation du m o n d e, Lectoure
(Francia), L’Été photographique, 2 0 0 0 , p. 4.
91. Gilles Deleuze, “ Contrôle et devenir” (1 9 9 0 ), en Pourparlers,
1 9 7 2 - 1 9 9 0 , Paris, Éditions de M inuit, 1 9 9 0 , p. 2 3 1 [trad. cast.: C o n -
versaciones, 1 9 7 2 - 1 9 9 0 , Valencia, Pre-Textos, 1 9 9 5 ].
9 2 . B. Lam arche-V adei, “Faces protégées”, op. cit., pp. i-iv. Por su
parte, Dominique Baqué hiperbolizó recientemente esa desnudez, al
extrem o de hablar -d e m anera errónea, me p a re c e - de “carne viva”,
como si el rostro estuviera aquí anatom izado y hasta putrefacto: “Toda
esa podredumbre de la carne viva, ¿puedo seguir llamándola rostro?”.
Cf. Dominique Baqué, Visages. D u m asq ue g re c à la g reffe du visage,
Paris, Éditions du R egard, 2 0 0 7 , p. 113.
9 3 . Cf. Gilles D eleuze, “ L’im m an en ce, une v i e ...” (1 9 9 5 ), en
D e u x régim es de fo us. T extes et entretien s, 1 9 7 S -1 9 9 5 , edición de
D. Lapoujade, Paris, Éditions de M inuit, 2 0 0 3 , p. 361 [trad. cast.:
“ La in m an en cia, una vida”, en D o s re g ím e n e s de locos. T extos y
entrevistas (1 9 7 5 - 1 9 9 5 ), Valencia, Pre-T extos, 2 0 0 7 ].
9 4 . P. Bazin, “E n tretien s...”, op. cit., p. 74.
95. Pierre Fédida, L e Site d e l’étranger. L a situation psychanalyti-
q u e, Paris, PUF, 1 9 9 5 , pp. 5 3 - 6 9 [trad. cast.: E l sitio d el ajeno. La
situación psicoanalítica, M éxico , Siglo X X I , 2 0 0 6 ].
9 6 . B. Lam arche-V ardel, “Faces p ro tégées...”, op. cit., p. iii. Cf.,
más recientemente, Virginie Devillers y Jacques Sojcher (comps.), P or-
traits de l’a utre, B ruselas, Les Am is de la Revue de l’Université de
Bruxelles, 2 0 0 6 , pp. 2 7 4 -3 0 1 .
9 7. B ern ard L am arch e-V ad el, “ N é s ”, y C h ristian e V ollaire,
“L’in traitab le”, en Philippe Bazin, N és, Paris y M aubege, Éditions
M éréal/Idem + A rts, 1999.
9 8 . T hierry de Duve, “L’âge in g rat”, en Philippe Bazin, A doles-
cents. S érie calaisienne, 1 9 9 3 - 1 9 9 5 , Calais y Burdeos, Le Channel/
W illiam Blake & C o ., 1 9 9 5 . Estas series se interpenetran en P. Bazin,
F a c e s ..., op. cit., obra prologada por B. Lam arche-Vadel.
99. P. Bazin, “E n tretien s...”, op. cit., p. 79.
1 0 0 . G eorges B ataille, “ B ouch e” (1 9 3 0 ), en Œ u v res com plètes,
vol. 1, Paris, G allim ard, 1 9 7 0 , pp. 2 3 7 -2 3 8 [trad. cast.: “B o ca”, en
La conjuración sagrada. E nsayos 1 9 2 9 - 1 9 3 9 , Buenos Aires, Adriana
Llidalgo, 2 0 0 3 ], y Pierre Fédida, Par où co m m e n c e le corps hum ain.
R eto u r sur la régression, Paris, PUF, 2 0 0 0 , pp. 2 9 - 4 4 [trad. cast.: ¿Por
d ó n d e com ienza el cu erp o h u m a n o ? R eto rn o a la regresión, M éxico,
Siglo X X I , 2 0 0 6 ],
50 Pueblos e x p u es to s , pueblos figurantes

1 0 1 . B. L am arche-V adel, “N és”, op. cit., pp. 8 -9 , y C . Voltaire,


“L’intraitable”, op. cit., p. 87.
1 0 2 . A ntonin A rtau d , “ Le visage h um ain” (1 9 4 7 ), en Œ u v res,
edición de É . G rossm an, Paris, G allim ard, 2 0 0 4 , p. 1 5 3 4 [trad, cast.:
“El rostro hum ano”, A rtefacto , 1, 1 9 9 6 ].

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