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La edición del presente libro ha contado con el apoyo que, desde la dgapa - unam , se
otorgó al proyecto papmt IN400814 “El programa de investigación modernidad/
colonialidad como herencia del pensar latinoamericano y relevo de sentido en la "Teoría
Crítica" (responsable: José Guadalupe Gandarilla Salgado). Los textos incluidos fueron
sometidos al dictamen académico correspondiente. *
- Eduardo Grüner
3
4j ' El mundo de hoy se nos aparece horrible ,
malvado, sin esperanza. Esta es la tranquila
desazón de un hombre que morirá en ese mundo.
No obstante, es justamente a eso a lo que me resisto.
Ysé que m oriré esperanzado.
Pero es necesario crear
un fundamento para la esperanza.
- Jean-Paul Sartre
A
22 Eduardo Griiner Teoría crítica y contra-Modernidad 23
•se dice, “a ia intemperie” y sin garantías. Y en ese umbral borrasco crítica de la cultura, en el estricto sentido etimológico de una puesta
so está asimismo, no hay que olvidarlo,, aquel atrás, aquello singular en adsis de la imagen ideológica dominante, y por supuesto de las
m ente “latinoamericano” que autoriza, leído retroactivamente, que estructuras “de base”, de esa cultura.
podamos imaginarnos un nuevo “umbral” para la construcción de Una fa lla constitutiva, decíamos antes. La palabra fa lla es harto
una teoría crítica desde aquí. sugestiva. Puede escucharse (en castellano, al menos) en un doble
Ensayemos, pues. sentido, donde el primero es un error, una equivocación, un malen
tendido tal vez, pero que al final resulta en un fracaso ; en un cierto
nivel, esa falencia es inevitable, es una contradicción íntima de la
I misma ley de la cultura (por eso, con un cierto lapsus, se dice que ál
aplicar la ley, el jPez por definición fa lla ). En segundo lugar, una
Contra-M odernidad. Empecemos por aquí,, aclarando un punto falla es —ya usamos esta otra palabra— una fractura, una hendidu
crucial: contra”, en nuestra intención, no es un mero adversativo o ra, un desajuste, un desnivel potencialmente catastrófico, como
un prefijo de oposición externa/ajena a una o t r e d a d - t n este caso la cuando se habla de una faíla geológica (como la de San Andrés) que,
Modernidad—; “contra” es la contra-stñz, la taquigrafía de una con dadas determinadas condiciones, puede provocar un terremoto o un
trariedad interna a la propia Modernidad en la que seguim os estando: tsunami. Esta fa lla (fractura / hendidura / desajuste) le otorga a la
una_fractura, si se quiere, al interior de una Modernidad cuya crítica cultura, “subterráneamente”, un cierto estatuto trágico en el sentido
radical supone, precisamente, colocarse en el lugar de esa fractura más originario posible, si se nos acepta que una definición mínima y
interna, señalándola como aquello que la Modernidad quisiera olvi genérica de lo trágico es “aquello en lo que se presenta un conflicto
dar o “pasar por alto”. dilemático que no tiene resolución posible dentro de los límites lógi
Valga un símil para ilustrar la idea. En los años sesenta se puso cos del espacio (cultural, para el caso) en el que se plantea”.
de moda hablar de la contra-cultura (una versión algo vulgarizada de Y bien: quisiéramos que se pudiera escuchar todo esto en el pre
la impronta marcusiana en la Escuela de Fráncfort tuvo algo que fijo “contra” (rowíra-Modernidad, en nuestro tema): la falla / fractu
ver en eso). Es obvio que con esa modulación no se pretende estar ra / hendidura / desnivel catastrófico o, en última instancia, la tra
fu era de la cultura —¿cómo sería tal cosa posible para los animales gedia de una cultura y una época que no han podido ni podrán
parlantes que llamamos hombres?—, ni militar a favor de alguna for resolver sus conflictos internos; en primer lugar porque para ello
ma de barbarie —que sigue siendo una invención de la cultura que _aun cuando pudieran pensarse como resolubles tendrían que
no tiene “lado de afiiera"—. “Contra” es aquí, en primer término, empezar por reconocerlos. Sin embargo, la “Modernidad” —quiero
un apuntar el dedo hacia una fa lla constitutiva de la cultura —en el decir: lo que el sentido común, la “ideología” dominante entiende
propio Marcuse, por ejemplo, la inspiración originaria era Ja pulsión como tal— ha llegado a consistir justamente en la negación de sus
de m uerte freudiana, constitutiva de cualquier cultura, pero instru- conflictos internos. Por muchas y complejas razones, entré las cua
mentalizada con especial y pavorosa eficacia por la cultura capitalis les nombro sólo una, que es necesario atraer porque frecuentemen
ta —. Es, pues, una recusación interna de la propia cultura [el gran te es ella misma negada o “distraída”, la Modernidad es, entre mu
rechazo, se lo llamó en su momento; pero hay que entender esto, y chas otras cosas (y no puede redu cirse a lo que voy a decir, pero esto
más tratándose de Marcuse, en su acepción hegeliana de (auto)we- no puede faltar en su definición) el continuum colonialismo / capita
gación como momento del. propio .movimiento de la cultura]. Una3 lismo mundializado. Y esté “núcleo duro” de la Modernidad debe
'ser negado por el discurso dominante —y lo digo.no porque no sea
3 Cfr. H. Marcuse, Erosy civilización, Barcelona, Seix Barra!, 1969. aludido, pues hasta sus beneficiarios lo hacen— incluso sin privarse
rihrinrflWkWW
24 Eduardo Qriiner Teoría crítica y contra-Modernidad 25
de admitir en ella algunos puntos “críticos”, tales como los excesos de Va (in)“consistencia” como Cultura está 'dada por aquella gigan
las distintas formas de dominación (los resortes estructurales de la tesca (y, dentro de sus límites, necesaria e inevitable) negación de la
dominación como tal no están en cuestión), ,1a igualmente excesiva que hablábamos. '
mala distribución de la riqueza (la lógica de la explotación en la H Teoría crítica periférica y caraira-moderna, entonces. Con el te
i
26 Eduardo Griiner Teoría crítica y contra-Modernidad 27
permanente conflicto consigo.misma. La imagen de la “recon- un cráneo; y entonces entendemos que de poco les servirá
. ciliación”, como sostiene Adorno,6 es una de las herramientas , todo'su poder, ya que su destino es el mismo al de cualquier
centrales de la ideología dominante, o de la hegemonía cultu mortal.
ral. La Teoría crítica, mediante la interpretación que hemos
llamado activa, subvierte ese imaginario apuntando siempre a Establecidos entonces estos basamentos mínimos de una teoría
la ífer-conciliación. crítica, procuremos retomar nuestra discusión sobre la contra-M o-
2. Todo lo anterior, propondremos, se vuelve más eficaz cuando dernidad.
se hace desde una “mirada” que llamaremos lateral, sesgada,
en cierto sentido una mirada barroca. Es decir: una mirada
oblicua que se sitúa en la “periferia” de la visión, por fuera de ' n
—para mantener la metáfora pictórica— la perspectiva lineal
renacentista (que es a su vez una buena metáfora de la reali Cowínz-Modernidad, subrayábamos; no, en absoluto, post-Mo
dad reconciliada”, simétrica, sin fisuras; para colmo, esta dernidad. Eso fue una ilusión seudo-teórica efímera que pretendió
perspectiva lineal pretende ser la única forma “natural” de construir una artificiosa discontinuidad con la “Modernidad” aun
mirar, con lo cual cumple además la otra condición básica de la más “oficial”— para intentar demostrar que estábamos en otra
la ideología: hacer pasar la parte por el todo). La mirada crí cosa, en otra época. En los más ramplones de sus teorizadores (diga
tica desde la periferia permite percibir lo que la mirada cen mos, los que no alcanzaron siquiera las módicas sutilezas baudrillar-
tral disimula: como dice el refrán (toda una postura “de-co- dianas o lyotarcfianas) la operación ideológica era implícita pero
lonia! >por cierto), “Desde el centro sólo se ve el centro, transparente: si la “Modernidad” se había identificado con el capita
desde la periferia se ve la periferia y también su relación con lismo, la “ruptura” postmodema ya no era “capitalista” estrictamen
el centro . Por otra parte, ya tenemos varias interpretaciones te hablando (o al menos, esa discusión carecía de importancia); en la
que tienden de manera constante a demostrar que el estilo “Modernidad” una de las hipótesis de trabajo aún podía ser la de
barroco tal como se da característicamente hacia mediados pasar a otra cosa, post-capitalista. Pero, puesto que la “Moderni
del siglo xvii es en buena medida un producto del “mestiza dad” había quedado atrás... del capitalismo, señores, ya no sabemos
je o hibridación cultural del colonialismo en América,7 con nada. No es más necesario pensar en transformaciones radicales:
lo cual el barroco europeo mismo se situaría en un linde con la estamos en el puro post, una suerte de eterno presente (no hace falta
América hispano-lusitana. Como sea, la alegoría paradigmá decir que no es para nada azaroso que simultáneamente pudiera
tica de esa mirada oblicua sigue siendo Los embajadores de concebirse la regocijante hipótesis japonesa de un “fin de la histo
Holbein: sólo mirando la base del cuadro, nó mediante la vi ria”, débilmente apoyada en una falseada y grotesca caricatura de
sión central sino desde el costado, oblicuamente,’ podemos Hegel).
percibir que ese extraño, enigmático objeto blancuzco caído Un muy valioso heredero de la Teoría crítica, Fredric Jameson,
a los pies de los dos orgullosos señorones es la anamorfosis de sin desentenderse de los cambios producidos respecto de la “M o
dernidad” clásica, avanzó su rigurosa respuesta: de ninguna manera;
seguim os estando en el capitalismo y él sigue requiriendo ser “revo-
6 T. W. Adomo, Dialéctica negativa, Madrid, Akal, 2010.
Cff., por ejemplo, B. Echeverría, La modernidad de lo barroco, México, Era,
2000; S. Gruzinsky, El pensamiento mestizo, Barcelona, Paidós, 2007, y J. L. 8 E Jameson, Postmodemism, or tbe Cultural Logic ofLate Capitalista, Lon
Mzrzo, La memoria administrada^ Buenos Aires, Katz, 2010. i
dres, Verso, 1991
ñ
28 Eduardo Griiner Teoría cn'ticay contra-Modemidad 29
lucionado”, y el posmodernismo no es otra cosa que Ja lógica cul ’ Pero vayamos despacio, comportémonos como sobrios filólogos
i* t í 1? t 'r ° T rdio (™ a expres>ón>ia ^ la p it a u L :::!. en busca del origen de una palabra. Es njuy difícil determinar cuán
, ’ ? u e y 3 babla S]do utilizada por Adorno y Horkheimer en la do apareció ese término por primera vez, pero es seguro que no
saltó a un primer plano antes del siglo xvii (casualmente el siglo
S » C om !0’9 anteS.de que Emest Mandel la « la de
h K' , me,0rpensamientoinsPiradoen M arxyase “barroco”: es decir, la palabra M odernidad es ella misma un produc
abia percatado del fenómeno m ucho antes que los “posmodernos" to “moderno”), en el contexto de la célebre Q uerelle entre los “anti
solo qUe Sln abendonar el análisis crítico, y por c o n s ie n t e radi^ guos” y los “modernos” de la Academia de Port-Royal. Esa querella
cálmente transformador. Es decir: sin abandonar la h,Zria)__ enfrentó a los escritores y poetas que seguían sosteniendo el valor
De todos modos, como, decíamos, la ilusión duró poco- si el cer de imitar a los grandes modelos clásicos (en especial los grecolati-
a ñ a d o emblemático de consagración de la “posmodernidad" suele nos es claro) vetsus^os que abogaban por la creación de estilos nue
fecharse en la caída del Muro de Berlín; su trafic ad o de d e L d ó n vos más “actuales”. Otra vez: no deja de ser,sintomático que el
concepto de “Modernidad” surja a raíz de una controversia litera
Nueé York T i ) d" ^ *°n *S Semelas en la ™ dad d<=
- 3 York el 1 i de sepnembre de 2001: allí se hundieron las en ria, vale decir, en el ámbito de lo ficcional. En efecto, se trataba (no
sonaaones ideológicas a propósito de un mundo “reconciliado” importa si se lo hacía conscientemente o no) de construir la ficción
T / 7 /m7 / ad° m,Undlal’ la “Slobalizac>ón” {mundializacián de la ley de una definitiva discontinuidad con el pasado, para acentuar la ple
d el valor d el cap,,tal, como traduce Samir Amin con menor eufem f na novedad de la nueva época: con ese gesto, podríamos decir, que
mo y mayor rigor teórico)", el “multiculturalismo", etc y S o daron sembradas las semillas para pergeñar —aunque mucho des
sea de paso, no deja de ser una sintomática ironía que el “posmo- pués— la idea de una vanguardia literaria o estético-cultural.
dernismo nazca y se derrumbe junto con unas construcciones ar Ahora bien, al decir “ficción” no estamos mentando una mera y
quitectómcas, cuando recordamos que el propio término se había falaz "mentira. No tiene ningún sentido calificar una ficción (una no
vela, digamos, o un film ) en términos de la oposición moral (o epis
temológica) entre verdad y falsedad. Una ficción —incluso si además
es un discurso ideológico en el mal sentido del término-—puede
contener indiscutibles m om entos de verdad, como hubiera dicho He-
gel: eso es precisamente lo que le otorga su particular eficacia —tan
to estrictamente artística como “ideológica”—. Otra discusión es,
desde ya, la de la articulación de esos “momentos” con la totalidad de
t r n o °rra mdqUde * *“ ^
“K L d a d " e redundante 65 menos inveniente de recordar: la la construcción. Ya volveremos sobre'esto. Digamos por ahora que
Modernidad es un concepto europeo. Para ser más precisos- es el “momento de verdad” de la producción ideológica del concepto
concepto euro-centrado que la historia hace devenir f e m í n e o Z Z e de “Modernidad” es que efectivamente, llegado el siglo xvii, m ucho
parece muy im p o n » * establecer esta extinción, ya se ve^por había cambiado en el mundo. La ficción verdadera del concepto de
“Modernidad” consistió en ser un intento de respuesta a una nece
sidad histórica: en Europa se estdba constituyendo de a poco, con
Aires, Su^J97^eimer V TH' W' Adorn0: La í c t i c a de ¡a ilustración, Buenos marchas y contramarchas y con realidades muy diversas según los
n s ’a I T ^ /’ ^ caP faíiSTm'tnrdío>México; Era,'1968 contextos nacionales, pero en conjunto se estaba constituyendo, una
'nueva y pujante gran hegemonía cultural que brevemente denomi
R. Ventun, Api-endiendo de Las Vegas, Barcelona, Gu^avo^iH^OOO. * naremos burguesa, a modo de “réplica” a la creciente hegemonía
30 Eduardo G ribter Teoría crítica y contra-Modemidad 31
econom ía y social de las nuevas clases que le disputaban su posi c- ' mbargo '^transformación de esa “auto-conciencia” en lo que
ción dominante a las aristocracias aún semi-feudales. Ese proceso Sm,ef os llamar una cápsula “yoica” solipsistá, solamente podría
que en el siglo x v u y a es, aún en su estado de consolidación, el del P° f jjga “moderna”, montada sobre la premisa individualista
continúan colonialismo / capitalismo, aunque por supuesto el tér- T am isa inimaginable tanto para el zoon politikón aristotélico como
mmo Modernidad” nada dice de ello— requirió necesariamente ® el miembro de la ciudad de Dios agustiniana). El uso ideológico
una también nueva narrativa que argumentara aquella “discontinui- d e ific o podrá ser, como decíamos, una caricatura; pero, precisa-
ad radical . Insistamos: no es que en muchos sentidos no exista ente el sentido común ideológico se construye, por así decirlo,
realmente esa discontinuidad; es más que obvio que la nueva hege Caricaturescamente”. Y por otra parte, las caricaturas por defini
monía burguesa ha comenzado a hacer que buena parte de lo ante ción guardan siempre un parecido con el original.
rior se disuelva en el aire”, para apelar a la famosa expresión de Tenemos pues, nueva époóa y nuevo sujeto. El conjunto esta,
Marx. Pero lo que aquí nos importa examinar es cómo la lógica de como si dijéramos, completo. Pero no es tan seguro
ese relato construye una serie de operaciones ideológicas que van En verdad, la imagen de nueva “Totalidad” de la era moder
a marcar fuertemente al concepto dominante de “Modernidad”. no-burguesa necesariamente se dibuja sobre un fondo de exclusiones
Se trata pues, en la narrativa, de una nueva, novísima época (y de todo tipo, de las cuales Foucault ha investigado varias, como la
aunque no es ésta la ocasión de hacerlo, mucho habría que discutir locura la delincuencia, ciertas formas de la sexualidad, etc.14 (no
ese propio concepto, el de “época”, que en un cierto sentido es menciona en cambio la exclusión “explotativa” del proletariado, de
también una invención moderna) a la que le corresponde una igual la fuerza de trabajo esclava, de las sociedades colonizadas o de cier
mente nueva, novísima imagen de Sujeto. Todos conocen^ la su tas culturas y etnias, que dentro de poco nos interesará examinar).
cinta formula que, también en pleno siglo xvn, sostiene a ese nuevo El dibujo debe en efecto dejar blancos, puntos ciegos para que el tra
Sujeto: Cogito-, ergo Sum. Aparece a la faz de la Tierra una nueva y zo'sea más nítido y parezca más evidente —y ya lo dijimos: todo
gloriosa nocion: el “sujeto cartesiano”, ese abstracto In-dividuo (eti discurso ideológico consiste en que esos blancos, esos “agujeros no
mológicamente: no-dividido, entero, completo y autoconsistente), se vean, como si no formaran parte del diseño total—. La presunta
fuente transparente de todo saber y conocimiento, y pleno de su “completitud” de la imagen depende entonces de una sene de am
propia auto-evidencia, garantizada por la Divinidad que lo ha crea putaciones de partes que son constitutivas del Todo pero que, si rea -
do; sobre todo, el Sujeto, hecho —o descubierto— de una vez por mente figuraran, significarían una puesta en cuestión radical de la
todas, ahistórico y eterno, monádico y “total”. auto-imagen que ese Todo se ha dado: lo mostrarían como lo que
Desde luego, no se nos escapa que ésta es, hasta cierto punto, Adorno llama u m falsa “Totalidad” (invirtiendo la célebre afirma
una caricatura: el buen Descartes es un pensador bastante más com ción de Hegel de que “la Verdad es el Todo”). Paradójicamente, el
plejo de lo que ese esquema deja ver, y además es menos “original” Todo sólo puede aparecer como tal Todo... porque le falta una(s)
y tal vez, incluso, menos “moderno” de lo que lo ha presentado la’
historia oficial de la filosofía; como ha mostrado Enrique Dussel, el P Por supuesto, la matriz modélica para una crítica de esta confi
cogito le debe muchísimo a una noción de auto-conciencia que le llega guración es la que construye Marx en su archiconocido análisis del
® y \t . ____rAetie ac to r / in e ifl
de la Etica de Aristóteles reinterpretada pór Agustín de Hipona.13
. !'J¡T dussel, “Meditaciones anticartesianas: sobre el origen del antidisóirso h Cfr. entre otros textos de Foucault, tales como Historia de la locura.en la
dHaM odm udad” e " j. G. C l a r i l l a S .y J . Zúñiga (comps ) , U filosofía Jeta época clásica, Vigilary castigar, OHistoria de la sexualidad.
liberación, hoy. Sus alcances en la ética y la política, México, unam, 2013. i> K. Marx, El capital, 1.1, Madrid, Akal, 2000.
32 Eduardo Griiner Teoría crítica y contra-Modernidad 33
burguesía —y por cierto la econorhía política burguesa— obtura, , escondidas de alguna manera); uii historiador más socio- •
desplaza, no toma en cuenta la esfera de las relaciones de producción “ • lector de Max Weber, tal vez nos citaría la Reforma protes-
que puede afirmar (y creer honestamente) que las ganancias capita logic°, cuaJ -era de estos casos hablamos, erí términos de fe-
T T de acontecimientos situados entre fines del siglo xv y principios
J j.fih ü i in iia t n f
listas se generan en el mercado, en la esfera del intercambio, y no en
la plusvalía producida por la explotación de la fuerza de trabajo S xvi. Para simplificar la discusión, redondeamos convencional-
asalariada (y por otro lado, Marx ya tiene esra intuición sobre la mente V decimos-año 1500.
centralidad del mecanismo de “la parte por el todo” desde mucho Si ahora le preguntáramos a un profesor de filosofía - o de his-
antes; recuérdese_su afirmación de que una clase se vuelve realmen ■ de la filosofía— cuándo fecharía él la emergencia del concepto
te dominante cuando logra persuadir al conjunto de Ips individuos 1 Sujeto moderno, en la aplastante mayoría de los casos se nos re
de. que sus intereses particulares, son los intereses generales de la so mitirá a aquello qué discutíamos más arriba: el Sujeto cartesiano.
ciedad entera16). T&l vez alguno un poco más “rebuscado”, o más concernido por la
Es nuevamente cuando el concepto de “Modernidad” realiza — filosofía política, se animaría a citamos a Hobbes, cuya canónica
porque tiene que realizarla— esta operación ideológica típica que } obra Leviatán representa la primera teoría sistemática sobre el orí-
ese concepto euro-centrado se desliza aí euro-centrismo. Porque, claro * eeu del Estado moderno, apoyada en el famoso “contrato celebra
está, una de esas partes amputadas al Todo es la que le permite a la do por individuos plenamente libres y racionales, es decir “moder
Europa moderna ser lo que es: a saber, la parte de la dominación del \ nos” Tendría que ser m uy audaz el que se animara a citamos a
continuum coloníal-capítaiista. Y es una amputación, una exclusión < Spinoza y su propia imagen de Sujeto, hecha con elementos mez
que afecta tanto a la definición de la “Modernidad” en tanto época, clados de racionalidad y “afectos” pasionales. Pero, quizá, buscando
como a la imagen del sujeto que corresponde ese momento. M ire mucho, lo encontraríamos. , ,, .
mos esto un poco más de cerca, pero, ya fo dijimos, con una mirada i Ahora, un momento: en todos estos casos estamos hablando, si
“periférica”. * hemos de fechar, de mediados del siglo xvn. Siempre simplificando,
volvamos a redondear: 1650. ¿Se entiende nuestra sobresaltada ex-
trañeza? jEl “Sujeto moderno” parece estar un siglo y m edio “retrasa
do” respecto de la “Modernidad”! Y nuestro asombro no puede sino
aumentar cuando de repente nos recordamos a nosotros mismos
Cuando le pedímos a un historiador o a un profesor de historia que las narrativas filosófico-políticas de ese siglo (que, repetimos, es
más o menos convencional que nos fech e el inicio de Ja Modernidad también el del barroco), esas grandes teorizaciones contractualistas
(porque, como es sabido, los historiadores, usan fechas como hitos e iusnaturalistas como la de Hobbes o Locke,argumentaban que el
simbólicospara separar una “época” de otra, invocando ciertos acon Estado y la “sociedad civil” —el Commomvealth, la cqmm unitas polí
tecimientos, procesos o transformaciones), normalmente nos citará tica, etc.— eran el producto, mediado por el contrato, de aquella
la captura de Constantinopla por el Imperio otomano (la así llama voluntad libre y racional de los individuos que habían acordado
da “caída del imperio Romano de Oriente”) o quizá el encubridora- , pactar entre ellos para salir del problemático estado de naturale
m ente denominado Des-cubrimiento de América (porque antes, al za”. O sea: en buena lógica, los sujetos modernos deberían ser pre
parecer, las tierras que luego se llamarán América estaban cubiertas,6 vios a la Modernidad, puesto que son ellos quienes la construyen. Y
’ bien, no: como hemos visto, el concepto filosófico dominante
—“oficial”, por así decir— del Sujeto moderno es al menos 150
6 K. Marx, y Friedrich Engels, La ideología alemana, Madrid, Akal, 2014. años posterior a la Modernidad.
_
■ n
34 Eduardo Giiiner
Teoría crítica y contra-Modernidad 35
La cuestión es más complicada, sin diidg. Esa imagen del Sujeto
que tanto la imagen de época como de Sujeto de la Modernidad son
moderno tiene aspectos potencialmente positivos, “emancipatorios”
dS factura anglo-francesa. En aquella hipotética coincidencia que su
' (que en el siglo siguiente serán ampliados por Kant), en la medida en
geríamos entre el Sujeto y los orígenes históricos de la Moderni
que su mismo aislamiento es una condición para sustraerse por ejem
dad, deberíamos incluir el hecho de que el primer gran debate “mo
plo a la heteronomía opresiva del dogma religioso tradicional, o de
derno” no fue la Q uerelle del siglo xvn, sino el de Bartolomé de las
la autoridad despótica en el ámbito político. Por otro lado, sin em
cviYijy. riifhWiKvii
Casas con Juan Ginés de Sepúlveda, a mediados del siglo xvi (otra
bargo; esa imagen de aislamiento a-histórico sirve para barrer de la
vez, un siglo y medio antes), donde también él se refiere, en térmi
escena otra posibilidad para la construcción de la imagen.
nos teológicos —que son los de la filosofía de la época— a “choques
En efecto: ¿qué sucedería si, cerrando esa enigmática brecha de
de civilizaciones” y a “subjetividades colectivas”. Y también éste —
150 años, hiciéramos coincidir el origen del Sujeto moderno con
referido como se sabe a la psyché “indígena”— es un conflicto en el
esos acontecimientos que el historiador nos indicaba como el ori
umbral entre, España y América, pero es que el eurocentrismo lo es
gen de la Modernidad? Piénsese: caída de Constandnopla, “descu doblemente: también Europa tiene sus periferias internas. Y ese
brimiento” (y consiguiente conquista / colonización) de América,
gran debate “teórico-crítico” inaugural de la Modernidad, enton
Reforma protestante (y consiguientes grandes guerras religiosas) *
ces, fue sometido asimismo a un olvido “renegador” al que se le
Son todos eventos de una violencia extrema que comprometen a negó pertenecer ya plenamente a la “auto-conciencia” moderna.
grandes masas de individuos, incluso a grandes civilizaciones ente
Es una renegación que rápidamente entró en complicidad con
ras. Tendríamos, entonces, multitudinarios Sujetos “colectivos” en otra categoría característicamente moderna, la de progreso. También
situación ¿ensangriento conflicto.. Pero, claro, esa otra imagen es in
ésta, como veremos, implica sus propias “forclusiones”. Digamos
tolerable e inutilizabk para las necesidades ideológicas de la bur
por ahora que es otro de esos conceptos que se corresponden con la
guesía en ascenso y su nueva hegemonía políticocultural. El carác etapa de ascenso y consolidación de la pueva clase proto-dominan-
ter “colectivo” del Sujeto (aun cu'ando fuese una “colectividad” te; el progreso como idea se inscribe en/ se desprende de una concepción
genérica, sin las determinaciones concretas de, digamos, las clases del tiempo lineal y ascendente, que es la ae la línea de marcha y
sociales en Marx) desmentiría la premisa del individualismo posesivo ascenso de la nueva clase. Sin embargo, tratándose del ascenso de
que está en el cimiento mismo de la construcción burguesa;17 y la una clase, se presenta como concepción del tiempo como tal (“parte
situación de violento conflicto (religioso, colonial, social, racial) que
por el todo”, otra vez). Es lógico: las clases en ascenso, en la perse
es la “partera de la historia” de esa nueva sociedad, desmentiría el cución de su dominio particular, se visualizan a sí mismas —y bus
ideologema de un Estado burgués que viene z pacificar lo s horrores can, como parte de su construcción hegemónica, que las otras lo
del mítico “estado de naturaleza” de los contractualistas.
acepten así— como representantes del ascenso universal de la hu
Recapitulando: la noción “oficial” de la Modernidad supone una manidad.
obturación y una renegación (una forclusión,, suponemos que diría Pero esa idea no puede ser tomada como una evidencia. Aun
un psicoanalista) del hecho de que ella misma ha surgido y se ha cuando aceptamos ser partícipes de un espíritu “progresista”, es ne
desarrollado sobre la base de violentos conflictos entre subjetivida cesario calificar la idea; vale decir, devolverla a l campo de tensiones en -
des colectivas —lo cual no anula el lugar del individuo, pero* le da * tre sus componentes histérico-concretos. Allí tenemos, por ejemplo —
otra dimensión, no “cartesiana”— Y es aquí donde debe aclararse aunque no es un ejemplo cualquiera—, la inquietante admonición
, de Benjamín, cuando nos dice que el progreso es la filosofía de la
Cfr., para esto, C. B. Macpherson, La teoría política del individualismo po historia de los vencedores de esa historia; para los vencidos (los escla
sesivo. De Hobbesa Locke, Barcelona, Fontaneüa, 1979.
vos, los oprimidos, los dominaídos, los colonizados) la historia, lejos
ij
i, !
y
36 Eduardo Grüner Teoría crítica y contra-Modemidad 37
de ser un progreso, es una permanente y catastrófica regresiónJ 8 La ' ¿to de otros modos de producción— que su desarrollo, su “pro-
' noción moderna (y sólb podíá ser moderna) de progreso se levanta P » sea el de unas fuerzas productivas alimentadas a su vez por
pues sobre otra gigantesca amputación, ya que éste es la cara visible desarrollo tecno-científico. En una nueva vuelta de tuerca de
—el rostro central, diremos— de la invisibilización de las enormes ^la-parte-por-eTtodo, la totalidad de la noción de “progreso” queda
masas, de las inmensas periferias sometidas al “estado de emergen reducida a lo que Adorno y Horkheimer hubieran llamado la racio
cia” (siempre Benjamín) de la regresión perpetua. El concepto do nalidad instrum ental, o Heidegger la metafísica, de la técnica. No hay
minante de la Modernidad, se sigue, desplaza a un ju era de la escena mayor criterio para saber si se está en la “Modernidad” que la
a los pilares siniestramente regresivos sobre los que se levanta su subordinación, la obediencia al macro-dispositivo de la técnica
“progreso”. “ _^y, solidariamente, de la acumulación capitalista—. La universali
A decir verdad, la operación es aún más insidiosa. No ps que no zación naturalizada de este pensamiento hace estrictamente in co n-,
se reconozca la existencia de esos “otros” periféricos que todavía'no cebible la posibilidad de que otros pueblos, otras sociedades, res
han alcanzado el progreso. Ellos son en efecto los que no han podi pondan a otra lógica de su desarrollo, a otros ritmos históricos, a
do ingresar plenamente en el curso lineal y ascendente de la historia otros objetivos comunitarios; en definitiva, a otra “cultura”. Si no
(en algunos casos se han quedado “estancados”, en otros, jamás lo han ingresado al “progreso”, tiene que ser por su incapacidad, por
harán, y esto puede leerse en el mismísimo Hegel: ¿vale la pena su ignorancia, por su “salvajismo”. La carga del hombre blanco
preguntarse por el azar de que estos últimos coincidan con los con será entonces obligarlos a ingresar, y si es necesario por la fuerza: así
tinentes colonizados como Africa y América?19). Esa diferencia se de sencillo. E igualmente fácil es, también, el tránsito de un con
traduce como natural inferioridad: puesto que el “progreso” es la cepto de “Modernidad” eurocentrado a un concepto eurocéntrico.
Historia misma, todo pueblo que no haya alcanzado esos criterios Conclusión: la falsa Totalidad m oderna d é l a idea de “p rogreso” es la
eurocentrados debe necesariamente ser defectuoso, debe ser ¿re-his otra 'cara del racismo.
tórico, incluso no-histórico, debe estar en un eterno “estado de na Hay que ser muy cautelosos, entonces, con la noción “moderna”
turaleza” y, con este razonamiento, es fácil, demasiado fácil desli de diferencia (y con su radicalización ¿orí-moderna, por más que se
zarse hasta el extremo de la pre-humanización de esos pueblos. pretenda también aquí una discontinuidad). Con esto tampoco esta
El reconocimiento de la diferencia (otro concepto moderno) es mos descubriendo nada: ya es un lugar común alertar sobre la posi
inmediatamente indiscernible del “conocimiento” de la inferiori ble confusión entre diferencia y desigualdad, pero nos da la impresión
dad, decíamos. Esto también tiene su “lógica”. Permítasenos incu de que se ha explorado menos la relación entre diferencia y exclusión
rrir en un pleonasmo: el sistema que la burguesía eurocentrada conceptual. ¿Qué queremos decir con esto? Simplemente el hecho de
construye, es decir, el sistema de lg “Modernidad”, es el capitalismo. que otra ingeniosa operación ideológica de la colonialidad d el pod er /
Y para éste es una necesidad —-un rasgo diferencial axiomático res- saber es que con frecuencia —incluso, y quizá sobre todo, desde una
perspectiva “progresista”— el “Otro” es reconocido e incluso “res
petado” en su diferencia, pero ésta es considerada como una com
benjamín, Sobre el concepto de historia, Santiago de Chile, Arcis, 2001. pleta ajenidad-. el “Otro” es una plena exterioridad respecto de la cul
G. W. E Hegel, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid,
Alianza, 1980. Nótese, por favor, el calificativo “universal”: Hegel, el pensador
tura propia (la cultura eurocentrada dominante), como si su “Otredad”
de la Totalidad por excelencia, hace una de las más descomunales reducciones' específica, histórico-concrqta, no fuera un producto de la domina
de la parte por el todo” que'conozca la historia de la filosofía; lo cual, desde ción; como si no se hubiera transformado —vía la dominación colo-
ya, no quita un ápice de interés a esta obra monumental, simplemente hay que ' nial, por ejemplo— en un “diferente” respecto de m i igualdad con
tener presentes todos los aspectos de ese “interés”. migo mismo, en una “otredad” respecto de mi “mismidad”. De esa
38 Eduardo Griiner Teoría crítica y contra-Modernidad 39
manera se obtura simultáneamente ia percepción de que esa “dife Marx / Nietzsche / Freud. Los tres, decíamos, apuntan su foco a
rencia” es un efecto del poder (el Ótro ha 'devenido Otro mediante su distintas manifestaciones “subterráneas” de lás fracturas forcluidas
incorporación violentamente forzada a la íógica eurocentrada del de la Modernidad: la lucha de clases, la lucha entre lo “apolíneo” y
“progreso” en condiciones de inferiorización), y la percepción de lo “dionisíaco”, la división del Sujeto entre la conciencia y el in
que la propia cultura dominante se ha conformado a sí misma me consciente. Se puede decir que, en su propia situación de pensa
diante esa incorporación violenta de —lo que ahora es— el Otro. miento eurocentrado, ellos generan un “modo de producción” de
El Otro aparece entonces como si hubiera sido desde siem pre una pensamiento crítico cuya lógica permite el desmontaje del pensa
“periferia” externa a mi cultura, que es el “centro”. Es una nítida miento eurocéntrico, ya que no permite el cierre, la sutura simétrica
inversión —típicamente fetichista— de la relación causa / efecto que 1 de la equivalencia entre Modernidad y,Europa, al mostrar que la
impide observar que sólo porque he “periferizado” al O,tro es que yo - Modernidad está fallada en la propia Europa.
me he transformado en “centro”, y viceversa. La relación con el Son al mismo tiempo pensamientos “periféricos”, no solamente
Otro no es entonces de lo que llamábamos amenidad, sino que es un por el relativo grado de marginalidad (cuando no de abierta perse
linde, o un umbral, o un borde (todas traducciones imperfectas pero cución y censura) que sufrieron en su propia sociedad, sino —y más
aproximadas del complejo término in-between, acuñado por Homi ' importante desde el punto de vista teórico— porque adoptan el
Bhabha20), en el que el “ser” de uno se constituye con ese Otro que •• punto de vista “periférico”, la mirada oblicua, “barroca”, de los “ven
se pretende expulsar a un pleno exterior. Pero se constituye no de : cidos”: el proletariado, lo dionisíaco, el inconsciente y sus pulsiones
una manera cualquiera, sino en el espacio tenso de un linde conflic- i son —cada una en su propio registro— las instancias reprimidas /
tivo, de una relación histórica de fuerzas, en el que esa expulsión con- i renegadas / forcluidas por la Modernidad “oficial” europea*(otra
ceptual del Otro busca, a fin de cuentas, disimular el ejercicio de un % instancia es, por supuesto, la constituida por los pueblos coloniza
poder de extrema violencia. Esto es lo que la “Modernidad” domi- ; das y su esclavitud, sobre la cual volveremos). Complementaria
nante no puede comprender. ;• mente, los tres rompen con el centramiento en el Yo solipsista del
Bien. Hasta aquí hemos revisado sucintamente, desde lo que as- cogito-*la clase marxista, el Übermensch nietzscheano, el triángulo edí~
piramos que sea una teoría crítica situada, con mirada asumidamente -i pico detrás de la división del sujeto ffeudiana son otras tantas recusa
“periférica”, las fallas (en todos los senados definidos más arriba) de ciones radicales al individualismo “yoico” moderno; aunque, al final,
la categoría “Modernidad”. Veamos si podemos concentrarnos, en lo los tres subvierten “desde adentro” la lógica dominante de una linea-
que sigue, en la idea de una awíra-Modemidad igualmente crítica. { lidad temporal asociada a la Modernidad: los “tiempos” de la revolu-
ción proletaria, de la repetición dionisíaca y de las pulsiones del incons
ciente conviven, pero en estado de conflicto .permanente, con la
IV marcha “evolutiva” del progreso burgués, del desarrollo acumulativo
de la cultura, de los aprendizajes del Yo.
Siempre hubo algunas —pocas pero distinguidas— voces que, i Marx, Nietzsche y Freud, evidentemente, no son los únicos ni
aún en su euro-centramiento, levantaron sus cuestionanúentos crí- i los primeros. También podríamos citar, en los albores mismos del
ticos a esa noción “oficial” de la Modernidad, mostrando sus fallas, > Estado y la política modernos, a un Maquiavelo (pensador sombrío
sus contrariedades y fracturas. Ya hemos aludido a ese trípode para- de la burguesía que ésta quisiera poder olvidar) y su desmontaje
digmático de pensadores críticos'de la segunda mitad del siglo xix, 3 cínico, lúcido, posiblemente prematuro —pero también premoni i
torio— de la escisión típicamente capitalista entre ética y política,
20 H. Bhabha, The Location o f Culture, Londres, Roudedge, 1994 entre la racionalidad de los valores y la de los fin es (como hubiese
1
7<a
40 Eduardo Griiner Teoría crítica y contra-Modemidad 41
dicho Max Weber). O podríamos citar —en pleno sigJo xvn, e] siglo Ahora bien, todos los que hemos noiñbrado son intelectuales •
barroco de los contractualistas y el individualismo posesivo, del su , centrados cuyo pensamiento constituye (objetiva, y a veces tam-
jeto cartesiano— a Spinoza, el filósofo de la potencia de la m ultitud, Kéit subjetivamente) una crítica potencial de la cultura euro-m oder-
que de ninguna manera despacha ai individuo, pero lo piensa siem ** céntrica. Su visión “periférica”, absolutamente indispensable
pre, por un lado, escindido entre su razón y sus afectos (el anteceden la construcción de una teoría crítica en cualquier p a rte, es no
te para Freud es innegable), y por otro alimentando su propio cona A ta n te una “visión interior”. Se trataría ahora de examinar la po
tos —su deseo de “persistir en el ser”— del conatus de la m ultitudo, sibilidad de una crítica (objetiva o subjetiva) construida desde lo que
sin la cual su potencia individual se debilita y apaga. Ambas son ya ¡Intes denominábamos el linde o el umbral: un lugar de entrecruza-
posturas coKíra-modernas de una “Modernidad” alternativa, pero se' m iento conflictivo entre Europa y sus “Otros” que es estructuralm ente
sitúan históricamente en la fase de ascenso del poder burgués; más “periférico” —incluso por tazones geográficas— y cuya mirada es
aún, en un momento fundacional de ese poder. .necesariamente oblicua, “barroca”, puesto que es en ese umbral don
• Marx, Nietzsche y Freud, en cambio, son pensadores de la crisis, de se articulan —de forma desigual y combinada— la historia de los
de la fase del declive, que puede ser muy prolongada —de hecho, vencedores y la de los vencidos. Y cuando decimos la “posibilidad” no
como sabemos, aún estamos en ella— pero que no tiene retorno, y nos referimos a la plena actualidad de ese posible, pues es obvio que
no porque su tiempo sea “lineal”, sino porque ha alcanzado (de /hopesa posibilidad existe; la cuestión es más bien cómo ubicar las
acuerdo con las razones que aportan por separado los tres) la satu condiciones originarias dentro de cuyos parámetros históricos todavía
ración de sus contradicciones, su “techo” catastrófico. Por ello en su rigentes contamos hoy con esa posibilidad. La constatación de esas
pensamiento se verifica la ya aludida insistencia en una tragedia de la condiciones históricas objetivas para una teoría crítica de la «Mi
_ como la denomina otro cuasi contemporáneo de todos tra-Modernidad quizá nos permitiría —dado que no creemos en la
ellos, Georg Simmel— en la que las formas^-“universales” y anquilo linealidad de la historia moderna-4- operar asimismo subjetivam ente,
sadas de la cultura son impotentes para contener las particularida “conscientemente”, una repetición de esas condiciones conceptuales,
des múltiples de lo viviente y entonces amputan estas últimas. Un claro está que en un contexto muy distinto, aunque no completa
lugar intermedio, habría que añadir, lo ocupan —entre fines del si mente ajeno, al del origen.
glo xvni y principios del xix— el Starm und D rang y los románticos, Para hacer esa constatación debemos nuevamente su m a ria r—en
sobre todo los alemanes, que olfatean la crisis de la Modernidad en el doble sentido del término— la definición “oficial” de la Moder
un momento y lugar que no les permite concebir todavía una ver nidad.
dadera alternativa, y por ello su borrador conti'a-m oderno mira ha Como hemos recordado antes, el uso del vocablo M odernidad fue
cia atrás y se reviste con un ropaje “reaccionario”, de ensoñaciones asociado a ciertos acontecimientos o procesos “emblemáticos”: el
semifeudales e idealismos utópicos que no es posible realizar. No Renacimiento, .la. Reforma protestante, las “revoluciones burgue
obstante, no son fácilmente descartadles como m eros reaccionarios; sas” (y, particularmente para nosotros, por sus supuestos efectos so
el anticapitalismo romántico, además de haber producido maravillosa bre las independencias americanas, la Revolución llamada “france
poesía y nada despreciable filosofía, tiene un valor “sintomático” sa”), la Revolución industrial, el surgimiento y consolidación de los
que hoy bien podría informar, en una suerte de “retorno de Jo re grandes Estados nacionales, el constante progreso científico-técni
primido”, la teoría crítica “periférica”21. co, el individualismo, la “desácralización” y “laicización” de la vida ,
social, la progresiva “democratización” de la esfera dé lo público (y
. Para est0> Lówy y R. Sayre, Révolte et mélancolie. Le ramantime la propia división de las esferas de lo público y lo privado), etcétera.
a contre-courant de la modernité, París, Payot, 1992. Todo ello —más un sinnúmero de estructuras semejantes vincula.-
42 Eduardo Giiiner Teoría crítica y contra-Modernidad 43
das constituye, como es sabido, la totalidad compleja,que se deno mente “oj-ales”, sino con otra(s) “escrituras”, que entonces no supo
miné “Modernidad”. Para un pensamiento crítico “periférico”, si nen una [alta, o u n '‘Vefra.ro”, sino “la coronación de un proceso que
tuado no afuera sino en el linde de la Modernidad —recordemos a conduce desde las relaciones imagen/palabra más simples... a ver
Borges: el umbral es el punto de encuentro entre dos espacios—, se daderas y propias artes no occidentales de la memoria”23. Es decir,
trataría de ubicar las fallas (otra vez, en todos los sentidos en que no se trata de “etapas” más avanzadas o más atrasadas de una misma
hemos usado esa palabra) de tal definición. Empezando, por ejem lógica, sino de lógicas y “temporalidades” diferentes.
plo, por una pregunta muy simple, y que puede parecer obvia — Ésta parece ser una manera de apartarse de lo que en los últimos
pero que justamente por su obviedad, suele despacharse sin mayores cinco siglos se ha vuelto la filosofía de la historia dominante: el con
. interrogantes : a saber, ¿qué puede significar cada una de esas cosas cepto de una historicidad única, lineal, evolutiva, “etapista” y id eo
—no digamos ya todas ellas juntas— para, por ejemplo, un bantú lógica (ese tiempo “homogéneo y vacío” del que habla Walter Ben
del Africa subsahariana, un chipaya del altiplano andino, un dogón jamín) que ha naturalizado a la Modernidad occidental como meta
de Malí, ún náhuatl de México, un tuareg del Rjf magrebí o para un o punto de llegada al cual todas las sociedades deberían haber arriba
tungús de las estepas siberianas? Evidentemente, nada. O, en todo do. Y no estamos hablando de un pensamiento cualquiera, su más
caso, si abora significan algo es sólo porque esas culturas fueron “in sofisticada culminación es, como ya hemos mencionado, la filosofía
corporadas por no decir tragadas— por la cultura occidental / de la historia de Hegel, para la cual la historia (occidental), como es
eurocéntrica moderna; una cultura que logró, en los últimos 500 sabido, es la historia de la mismísima razón como tal. Estamos, aquí,
años un grado de hegemonía tal que puede “verosímilmente” apare en el pleno reinado de una gigantesca operación fetichista (en el sen
cer como la cultura, sobre cuyo paradigma se miden —normalmen tido de un Marx, pero también de un Freud), a través de la cual la
te en menos^- los logros y carencias de todas las demás. pa r te —una historia, una concepción de la temporalidad, una cultu
Normalmente en menos”, dijimos. Hace ya unas cñatro déca ra_sustituye a (y se hace sinónimo de) el in co m p lejo Aorlas his
das que el notable antropólogo francés Pierre Clastres señaló, agu toricidades diferenciales.
damente, que la cultura occidental tiene el hábito de calificar a las No es, desde ya, una operación meramente “filosófica” o ideoló
otras por su falta: sociedades sin Estado, sociedades sin producción de gica, sino fundada en un ejercicio del poder real que redibujó el
excedente para el intercambio, sociedades sin acumulación de capi mapa del mundo a partir de 1492. Pero ese poder persiste, pese a
tal, sociedades de subsistencia, y así siguiendo. Pero —se pregunta que el colonialismo ya no exista form alm ente. ¿O acaso en nuestras
Clastres— ¿y si las calificáramos, al revés, por la positiva? Es decir, escuelas secundarias no se sigue enseñando la historia universal bajo
sociedades no sin, sino contra el Estado (pues se resisten a diferenciar las etiquetas periodizadoras de las edades “antigua”, ‘media , mo
una esfera de la vida social que domine políticamente a las otras), o derna” y “contemporánea”, que son etapas identificadas mayorita-
sociedades contra la producción de excedente (pues no les’ interesa riamente con la historia europea? No basta entonces con la crítica
acumular más de lo necesario para satisfacer sus necesidades de repro del colonialismo. Hay que sumarle la crítica de lo que Aníbal Qui-
ducción), sociedades no de subsistencia sino, al contrario, de superabun jano, célebremente, denominara la colonialidad del poder/saber. En
dancia (pues, por las mismas razones, su “tiempo socialmente nece palabras de W alter Mignolo, “la lógica de control que conecta a
sario de trabajo es mucho menor que el nuestro, y viceversa, su todas ‘esas instancias (coloniales) desde el siglo xvi hasta hoy , y
tiempo libre” mucho mayor)22. Y algo similar propone Cario Seve- cuya máscara es precisamente el concepto" de modernidad.
ri cuando postula que no se trata de sociedades sin escritura, pura-
» C. Severi, El sendero y la voz. Una antropología de la membria, Buenos Ai
22
P. Clastres, La Sacíete' contre l ’État, París, Minuit, 1974. res, SB, 2010.
44 Eduardo Gtiiner Teoría crítica y contra-Modemidad 45
Retomemos, pues, “Modernidad”, para saltearnos los eufemis El proceso conjunto de colonización y colonialidad tuvo, para lo
mos, es un concepto que se recubre con la emergencia del modo de que aquí nos interesa, tres enormes consecuencias interrelaciona
producaon capitalista, el primero de la historia que, como ha mos
trado Marx, nene la tendencia constitutiva a volverse mundial por das:
sus propias necesidades de reproducción “ampliada”. El capitalismo a) la detención de los procesos de desarrollo autónomo de las so
es mseparable de lo que ya vimos que Samir Amin llama la mundiali ciedades colonizadas bajo sus propias lógicas wo-capitalistas
z m rn i t la ley del valor de) capital. Es inseparable, por lo tanto del (y no prc-capitalistas, lo que supondría recaer en la teleología
cohntahsnu, (y de la “colonialidad”) bajo cualquiera de sus d
lineal); _
rectas o indirectas fya hiera colonialismo puro, o bien s e m i ^ S b) la incorporación violenta y subordinada de esas sociedades a la
e m ) \ T T '°m'a l' ' in /’ “i|mpena,ÍSm° ”>“p°s-coloniabsmo” etcé- lógica instrumental de la acumulación mundial de capital
ter ). La colonización / colonialidad es entonces un factor d e cid o para beneficio de las clases dominantes europeas —y también
en la propia conformación de la “modernidad”
las “periféricas” subordinadas— y, por último,
c) la invisibilización y fagocitación de las historias diferenciales y/o
«. 2 ¡ í S ;■‘g s r t s s t T “ “ dr “ ' - -
los ritmos temporales distintos de esas sociedades ante la “li-
queda palmariamente claro ya en el ánálisi¡ q u ed are'M a^ eT e'l nealidad” del llamado progreso.
femoso capitulo XXIV de El capital, la explotación de iffo” “ d
traba,o esclava o sem,-esclava en América es absolutamente l i t a Éstos son los (sustantivos) momentos de barbarie inseparables de
para el proceso de la así llamada “acumulación originar a” de « p i ese documento de civilización que es la Modernidad —=para decirlo
tal, que, como también o dice Mar* va í 1 , 7 api~
con la ya canónica fórmula benjaminiana.
del capitalismo. Aquella c o l o n i z ó ^ X ^ n s h'St°ria
Pero7SÍ lo anterior es mínimamente plausible, entonces la M o
de la "base económica” de la Modernidad ñor Jo P SOn parte
dernidad, decididamente, no es una “exportación” occidental a las
sociedades “atrasadas”. Para empezar, porque no había tales; existían
atender lo dicho sobre la tendencia e s tn u tu r a lm lu mundLl de ca sociedades con lógicas y ritmos históricos diferentes a los de Euro
piral,smo, tomamos como “unidad de análisis” ya no los estados' pa, y sólo pueden aparecer como atrasadas cuando la lógica lineal de
europeos sino -c o m o lo ha propuesto Im m an u eíW allem d n - e la Modernidad occidental se impone como la única y “natural” con
rm ana-ntundo global « la aludida explotación de la fuerza de maba base en su dominación sobre las otras. Y, para continuar, porque son
los “vencidos” de la historia —retomando el lenguaje de Benja
mín— los que han hecho una contribución forzada, pero también
la separación a escala mundial entre el productor
decisiva, según hemos visto, a la construcción de la Modernidad. La
Modernidad cresta “totalidad” fallada¡ fracturada, constitutivamen
te conflictiva, desgarrada, y no solamente una pa rte que pasa por ser
una suerte de esfera armónica preconstituida y cerrada sobre sí mis
lo “castró”, y eso ya no es reversible a menos de producirse , ; l ■ , caDitalista es la colonialidad y viceversa: no se puede criticar a
upa transformación radical y el pasaje a otra lógica. La teoría f r ^ T (y luchar contra) una, sin hacerlo simultáneamente contra la
crítica awzíra-moderna sería la fase de “las armas de la crítica”
de esa potencial transformación (cuyo completamiento, va de & una teoría, como hemos dicho, que instala su plataforma
suyo, no podría ser obra de la pura Teoría crítica, sino de su crítica en el maelstrom mismo de los conflictos irresolubles de la
articulación con la praxis multitudinaria-popular). ' Modernidad. Su papel es el de interrogar las razones proftin-
2. Es una teoría (ya no “contra”, sino) anti-colonial, por supuesto l & L í r das de esa “irresolubilidad”. En ese sentido tiene una impron-
—y por ello se nutre también de los estudios post y d e-colo- ta trágica, aunque de ningún-modo “fatalista” (son dos cosas
niales, así como de la^Filosofía de la liberación”—, y p o r }0 ' - s l S ? que suelen confundirse): en todo caso, en tanto teoría, se ubica,
tanto es también anti-capitalista —y, por ello se nutre 'de lo —" ¿ V ^ del lado del “pesimismo de la inteligencia”. Se propone des-
mejor de las teorías marxistas—. Esto debería resultar casi ocultar—para decirlo con una palabra filosóficamente presti-
autoévidente: si, como hemos intentado mostrar, hay una so giosa—, mediante su hermenéutica activa, las pretensiones
lidaridad y mutua correspondencia dialéctica —un contmuum, “totalizadoras” de la Modernidad hegemónica, evidenciando
lo llamábamos— entre el colonialismo (y sus metamorfosis su carácter de falsa Totalidad y sus conflictos no-reconcilia-
neo , semi ’, “post” y así de seguido) y el capitalismo mun- bles con las partes que han sido excluidas para que la “Totali-
dializado, sería inconsistente, y utópico en el peor sentido del j, dad” aparezca como tal. Su “método” es pues el de la dialécti
término, pretender superar la colonialidad por fuera de la “ca ca negativa en sentido adorniano: la reconstrucción del exceso
pitalidad . -Como sostiene el propio Dussel, hay una estricta que los “objetos” histérico-concretos representan respecto
articulación (una simultaneidad y una co-implícación) entre del concepto abstracto (para el caso, el concepto ‘Naturaliza
la Modernidad, los imperios europeos, el colonialismo y el l ^ ‘ do” de Modernidad). Por las mismas'razones, se coloca por
capitalismo.3334 Se podría incluso ir más lejos y decir que la definición del lado de las víctim as de la Modernidad, pero, al
Modernidad eurocéntrica —el calificativo es necesario porque »ír mismo tiempo, no las continúa victim izando en la teoría;
ya vimos que la Modernidad no es un bloque homogéneo— piensa su carácter de vencidas como transitoriedad, y apuesta
es, en lo sustantivo, esa articulación. El punto de la simulta , H- —es su lado “optimismo de la voluntad”— por la energía
neidad de la oposición al colonialismo^ al capitalismo es im subterránea que los “vencidos” siempre, a través de la histo
llH:
portante y posiblemente polémico: a veces no podemos evitar tafc: ria, supieron encontrar para (volvamos a Benjamín) cepillar a
la impresión de que ciertos (no todos, desde ya) análisis post- contrapelo la historia de los vencedores. Como teoría, pues, es
o ^-coloniales no la subrayan con el énfasis necesario. Esta irjfr una antología histérico-crítica', piensa que el ser es su propia
mos de acuerdo con José Gandarilla cuando advierte que la “(auto)revolución permanente”.
Teoría crítica, hasta fechas recientes, ha prestado más aten wt; 4. Es una teoría situada, pero —en términos estrictamente teó-
ción a la irracionalidad capitalista que a la cuestión de la co u. _ __ • 1:__C u in c ic t o m n c
lonialidad,JS pero habría que advertir asimismo sobre el ries .**.! férica”. Lo es por destino histórico, pero más aún porque su
go opuesto, y no olvidar el hecho de que la irracionalidad carácter lindero se transforma en,una ventaja crítica para la
percepción de las contradicciones que se juegan en los um-
34 Ibid. ' brales dé la Modernidad. Por ello es constitutivamente an-
33 J. G. Gandarilla Salgado, Asedios a la totalidad. Poder y política en la moder ti-eurocéntricá, pero sabe distinguir entre la ideología euro-
nidad desde un encare de-colonial, Barcelona, Amhropos, 2012. céntrica y un pensamiento crítico eurocentrado que tiene
1 r
58 Eduardo Gríiner Teoría crítica y contra-Modemidad 59
mucho de aprovechable, si bien la situación particular-concre expresión misma haya quedado identificada con el nombre
ta a Ia que se incorpora ese pensamiento crítico indefectible de Cari Schmitt), que tuvo toda una línea de presencia inclu
mente ló transform a según sus propias necesidades. Para so en lo mejor áe\ marxismo “herético” (Walter Benjamín,
abreviar: actúa antropofágicam ente (en la acepción del movi Emst Bloch, el último Horkheimer, etcétera).
miento brasileño de ese nombre).
5. Es una teoría desprejuiciadamente abierta a las complejida Todas estas proposiciones son discutibles, y deberían ser discuti
des, incluso a las contradicciones de la realidad y de otras das, corregidas, aumentadas, refutadas. Sobre lo que descontamos
teorías críticas concernidas con esa realidad. A este respecto, que pueda haber un acuerdo básico es acerca de la necesidad , incluso
una cuestión que no puede darse él lujó de despachar alegre ¡a urgencia , de la reconstitución de una teoría crítica “periférica”. Ello
mente es la del reto m o de lo religioso en el mundo de hoy. Es / ocurriendo, como lo demuestra que en este breve ensayo haya
un tema enormemente difícil que no podemos abordar aquí, mos podido —hayamos tenido que— citar a tantos autores —que re
pero que será necesario hacer. Su “síntoma” teórico más im sultan unos pocos—. No obstante, parecería que hay que acelerar el
portante es el auge, en las últimas décadas, de la denominada paso. Nuestro mundo está atravesado por una crisis catastrófica. Es, en
teología política. Muchos de los desarrollos en ese terreno, con primer lugar, sin dudas, la crisis (por lo visto interminable) del capi
la debida cautela, son perfectamente utilizables, y aún indis talismo. Pero no es sólo ella; o, en cualquier caso, ella arrastra mu
pensables, para una teoría política conjra-m oá& rm , puesto chas otras crisis, empezando por lo que podríamos llamar un colapso
que dan cuenta de otra fa lla en la versión hegemónica de la í antropológico-, ya no sabemos bien, hoy, qué es exactamente la huma
Modernidad (que a veees incluye algunos desarrollos del pro- \ nidad. Y por momentos nuestras teorías, aún las mejores, dan la sen
pió marxismq): n o hubo tal pretendida “laicización” definitiva. - sación de atrasar, o de no-poder llevar el paso de esas inminencias.
La concentración excluyente de la Modernidad colonial-ca- Esa crisis todavía no es tan aguda en Latinoamérica y-al menos
pitalista en la racionalidad in stru m en ta l y en la m etafísica d e la si la comparamos con, digamos, África, e incluso con algunas regio
técnica , conjuntamente con el retroceso de la izquierda du nes de Europa (allí está Grecia, por ejemplo)—, pero llegará á serlo,
rante las décadas de los 80 y 90, aunados a la degradación y a no tan largo plazo. Algunas transformaciones que se han produ
mundial del liberalismo democrático, hizo mucho para reti cido en la última década en parte del continente están mostrando
rarle al mundo todo sentido de alguna “trascendencia ” (aunque signos de agotamiento. Los gobiernos “reformistas ( progresis
este significante no sea del todo satisfactorio). Eso redundó * tas”, “populistas” o “post-neoliberales”, como se quieran llamar)
en el aludido “retomo” de lo religioso, tanto en el mejor chocan con los límites que les impone su renuncia a traspasar las
como en el peor (los terrorismos fúndamentalistas —no sólo fronteras del sociom etabolism o d el Capital.*6 En esos términos, y pues
islámicos—, por ejemplo) de sus registros. Como decíamos, to que hemos visto la imbricación entre ambos, tampoco pueden
no es algo que una teoría crítica pueda darse el lujo de pasar romper consecuentemente con la colónidlidad, pese a ciertos gestos
por alto. Por otra parte, en especial en Latinoamérica, conta apreciables. Aun para llevar adelante sus políticas más defendibles,
mos con la tradición de la teología de la liberación (aunque prefieren movilizar a las masas populares —cuando lo hacen desde
hoy $us huellas parecen un tanto confusas). Y además, es in arriba , antes que confiar en su iniciativa y organización autónoma.
teresante que buena parte del actual pensamiento crítico eu- Si esta lógica política no se transforma radicalmente y desde el
* rocentrado (pensemos en nombres como Badiou, Zizek, mero Estado np se hará, constreñido como está por sus limitaciones56
Agamben, Jacob Taubes, etc.) haya recogido una impronta de
la teología política “de izquierdas” (áunque en el siglo xx la 56 1. Mészarós, Para alé?n do capital, Sao Paulo, Boitempo, 2006.
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60 Eduardo Griiner