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OPINIÓN / LEER
La Inteligencia Artificial (IA) no es algo nuevo. De una manera u otra, hace muchos
años que se utilizan tecnologías que la aplican. Sin embargo, el lanzamiento de
Dalle2 en marzo de 2022, que planteaba la posibilidad de que las máquinas
puedan ser creativas, y de ChatGPT en noviembre del mismo año, que introducía
un salto estructural en la aplicación del NLP (Natural Language Processing), han
sido los detonantes para que la IA se convierta en el fenómeno de moda del 2023.
En realidad, la IA tiene una naturaleza poliédrica: es muchas cosas en una. Tanto
es así, que las compañías más sofisticadas aluden a ella con distintos términos
según quién sea su interlocutor: así, el concepto “Inteligencia Artificial” se
emplea con los inversores, por ser el ‘hype’ de la temporada; para captar a
ingenieros que la desarrollen se refieren al “Machine Learning”; y prefieren hablar
de “Estadística” cuando se centran en la pura depuración de código.
Tres son los elementos clave que han originado esta situación: la cantidad masiva
de datos que se generan, la capacidad de procesamiento de estos y la
accesibilidad para el uso y entrenamiento de modelos abiertos de IA.
Esto está permitiendo que, a una velocidad de vértigo, aparezcan casos de un uso
cada vez más disruptivo y perfeccionado de la IA. Desde presentadoras de
televisión virtuales hasta líderes políticos que ‘aprenden’ inglés de un día para
otro, pasando por la ‘resurrección’ de The Beatles o el jurado que en EEUU premió
el realismo de una fotografía fabricada con Inteligencia Artificial.
Prisa Media afronta el desafío de la IA no como una amenaza, sino como una
oportunidad. Puesto que nuestra estrategia no se basa en el liderazgo en costes,
sino en la diferenciación del producto para incrementar nuestros ingresos,
pondremos la tecnología al servicio del mejor periodismo, eximiendo a los
informadores de las tareas de menor valor añadido para que puedan focalizarse
en la calidad.
Urge, por tanto, que los gobiernos regulen el mercado de la información digital al
menos en dos sentidos.
Y d li l lí it l l d l IA l it i d
Y segundo, para alinear los límites legales de la IA con los criterios de
sostenibilidad que rigen para gobiernos y empresas. Sí, los ejes ESG (medio
ambiente, sociedad y gobernanza), destinados a fomentar que las compañías no
busquen solo el beneficio económico, sino también el bien común. Pero también
otro vector que no debemos olvidar: la sostenibilidad de las democracias.
Cada vez más, el cumplimiento de los criterios ESG condiciona las decisiones
empresariales. Y, sin embargo, esas mismas empresas, cuando necesitan captar a
sus clientes, no tienen reparo en invertir en medios y soportes donde sus
mensajes comerciales, que pretenden ser amables y positivos, circulan junto a
desinformación, discursos del odio y fanatismo antidemocrático.
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