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La orden de Nuestra Señora del Carmen en Puebla y el arte como mecanismo espiritual e histórico. 119
CAPÍTULO IV
Los artistas del carmelo poblano y la aportación de José Joaquín a los discursos pictóricos de la orden. 139
CATÁLOGO DE OBRA CARMELITANA DE JOSÉ JOAQUÍN MAGÓN 173
LISTADO GENERAL DE OBRAS FIRMADAS Y ATRIBUIDAS A JOSÉ JOAQUÍN MAGÓN 227
FUENTES 233
San JoSé
Colección particular
Introducción
E
l presente libro es el resultado de mi primer acercamiento formal al mundo de la historia,
ya que su origen proviene de la tesis presentada para obtener el título de licenciado en His-
toria por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, institución a la que agradezco
enormemente esta generosa oportunidad. Este ejercicio es el reflejo de inquietudes académicas
personales y, a su vez, claro ejemplo de la predilección especializada en la Historia del Arte.
Este volumen transita entre dos mundos que siempre han mantenido diálogo: el de la
Historia y el de la Historia del Arte, universos que se construyen desde lógicas propias, pero
que al final de cuentas uno ayuda a entender al otro y viceversa. La investigación busca
reconstruir la historia de un pintor y su relación con uno de sus más importantes clientes;
misma que se gesta a través de las obras pictóricas que generaron el vínculo, es decir, el arte
genera y explica el porqué de esta historia.
Cuando se habla de la ciudad de Puebla y su historia, inherentemente se habla de su pasado
virreinal. Este hecho no es gratuito, ya que aunque existen vestigios que indican que hubo asen-
tamientos prehispánicos, como los descubiertos recientemente en La Casa del Mendrugo, la urbe
fue concebida y planteada en un valle que se hallaba despoblado, teniéndose como objetivo la
creación de una ciudad netamente española. Es así como Puebla se construyó y se fue definiendo,
con sus altas y bajas, durante casi trescientos años de dominación española, en contraste con los
apenas doscientos que lleva de considerarse parte de una república independiente; si a esto se
suma que el mayor apogeo de la Angelópolis se dio en la época virreinal, se hace comprensible
por qué sigue estando íntimamente ligada, y muchas veces definida, con y desde este periodo.
Dentro de esta esplendorosa historia perduran huellas que se han conservado frente a todo
tipo de obstáculos y que dan muestras que permiten reconstruirla, aunque de manera parcial
y fragmentaria. Tal vez uno de los testimonios más atractivos y asequibles a la gente es el patri-
monio edificado que resultó de esa época, el cual da muestra de la riqueza e importancia que
la ciudad de Puebla tuvo en el virreinato. La traza misma de la Angelópolis, los edificios que la
delimitan y la riqueza que éstos albergan, son piezas unidas que entre sí estructuran una sola
historia, la cual se va construyendo al reintegrar estos fragmentos a su composición original.
Parte importante de dichos bienes culturales que fueron gestados en la Puebla virreinal
son los excelsos lienzos que, bajo el noble arte de la pintura, fueron elaborados con el fin de
ser objetos devocionales, didácticos, ornamentales o simplemente decorativos en templos,
edificios civiles y casonas particulares. Estas valiosas obras de arte comenzaron la historia de
su invención desde la mente de varios personajes, entre los cuales se pueden citar obispos,
alcaldes, sacerdotes, intelectuales y gente común movida por la piedad o por las modas; sin
embargo, alcanzaron la más fina representación de sus conceptos e ideales bajo la mano del
pintor, personaje encargado de hacer visible todo un universo de conceptos, que muchas veces
sin sus habilidades no hubiera sido fácilmente inteligible a la sociedad.
Por otra parte, el reconocimiento general que esta sociedad receptora, la poblana-novohis-
pana, tuvo hacia estos artistas no es cuantificable con los materiales que hasta hoy poseemos
para su estudio, no obstante se sabe que este reconocimiento sí existió y existe hasta la actua-
lidad. Para muestra de cómo eran vistos los pintores dentro de su misma época, vale la pena
revisar los folletines o panfletos en que se describían las fiestas de juras y recibimientos de reyes,
virreyes y obispos, dentro de las cuales los artífices del pincel jugaban un papel importante al
ejecutar los arcos de recibimiento o conmemoración a estos personajes; muchas veces en estas
descripciones el pintor era gratificado indirectamente al ser nombrada su obra, constatar su
fama y compararlo con personajes ilustres de su misma profesión, como es el caso de Apeles
(siglo iv a.c.). Tal vez la única ciudad novohispana que tuvo parangón con Puebla en la riqueza
y reconocimiento de sus artes fue la famosa ciudad de México.
Posteriormente, en el siglo xix, el eco de estos autores y su fama fue pasando de boca en
boca entre algunos personajes de la época, cuyo carácter conservador y apego a su tradición
hispana, hicieron que la gloria de aquellos tiempos siguiera vigente en la conciencia colecti-
va, como lo dejan leer entre líneas los escritos de Bernardo Olivares. Por su parte, el mundo
moderno y contemporáneo, con sus vertiginosos ritmos, ha desdibujado estos perfiles ar-
tísticos de manera sobresaliente sin lograrlo totalmente, gracias al esfuerzo que académicos
han emprendido en pos del rescate y valoración del arte poblano.
La ciudad de Puebla, y hablando más correctamente de su obispado, vio florecer a varios
pintores en la época virreinal, cuyos nombres, en menor o mayor medida, quedaron inmorta-
lizados sin la necesidad de ostentosas letras de oro colocadas en una cámara o recinto guber-
nativo. Entre ellos figuran: Diego Becerra, Pedro de Benavides, Pedro García Ferrer, Diego de
Borgraf, Gaspar Conrrrado, Antonio de Santander, Juan Rubí de Marimón, Juan Tinoco, Juan
de Villalobos, Bernardino Polo, Pascual Pérez, Cristóbal y Pablo José de Talavera, Luis Be-
rruecos, Gaspar Muñoz, José Joaquín Magón, José Gregorio Lara y el mítico Miguel Jerónimo
Zendejas, sólo por mencionar algunos. Muchos de estos nombres perviven gracias al testimonio
que de su calidad han dejado miles de lienzos firmados que cuelgan en los muros de templos,
edificios religiosos, museos y colecciones particulares, no sólo de Puebla, sino del mundo.
Esos fecundos personajes vivieron mayoritariamente en los siglos xvii y xviii, pero es
necesario reconocer que la historiografía del arte poblano tiene una deuda inmensa con los
pintores nacidos o radicados en la ciudad durante el siglo xvi. Este enorme trecho seguirá
creciendo entre más se aplace su estudio.
Aunque pareciera que los artistas del pincel nacidos en las dos centurias siguientes han co-
rrido con mejor suerte, tampoco han sido estudiados de manera particular. Del gran número
de pintores poblanos virreinales que hubo, sólo cinco –hasta la fecha– han tenido publicadas
investigaciones de su vida y obra, estos son: Pedro García Ferrer,[1] Diego de Borgraf,[2] Juan Tino-
co,[3] Miguel de Mendoza,[4] Miguel Jerónimo Zendejas[5] y el tardío José Rodríguez Alconedo.[6]
[1] Galí Boadella, Montserrat, Pedro García Ferrer, un artista aragonés del siglo XVII en la Nueva España, Ayuntamien-
to de Alcorisa-buap, España, 1996.
[2] Rodríguez Miaja, Fernando, Diego de Borgraf, un destello en la noche de los tiempo, obra pictórica, Patronato Edi-
torial para la Cultura, Arte e Historia de Puebla, Puebla, 2001.
[3] Rodríguez Miaja, Fernando, Una cuestión de matices: vida y obra de Juan Tinoco, Gobierno del Estado de Puebla,
Puebla, 1996.
[4] Jiménez Santos, Perla Miriam, “Don Miguel de Mendoza pinto indio cacique, catálogo e itinerario artístico”, tesis
presentada para obtener el grado de Maestra en Historia del Arte por la UNAM, 2013.
[5] Enríquez, Lucero, Un almacén de secretos, pintura, farmacia, ilustración: Puebla, 1797.unam, México, 2013.
[6] García Barragán, Elisa, José Rodríguez Alconedo: artista y patriota poblano, Gobierno del Estado de Puebla, Puebla, 1992.
De ellos sólo uno, Zendejas, proviene del siglo xviii, época cuyas obras dominan la ma-
yoría de los antiguos templos poblanos en la actualidad. Es así como los estudios de varios
pintores han quedado rezagados u olvidados en el tiempo, esperando que sus obras o sus
vidas despierten el interés de algún investigador o amante de esta época.
Dentro del grupo de pintores poblanos dieciochescos hay uno que representa una particu-
lar ambivalencia: José Joaquín Magón. Por un lado, documentalmente, parecía conformarse
como uno de los testigos más mudos de las artes de su época, como Francisco Pérez Salazar
ya había anotado. Sin embargo, sus obras son dueñas de una gran elocuencia, pocas veces
leída en conjunto y con detenimiento. Este mismo lenguaje hizo suponer al autor que no se
trataba de un pintor común.
Las referencias dispersas que se conocen acerca de Magón son vagas, casi no arrojan ningún
dato; en cambio parecen gritar, tanto entre líneas como directamente, su importancia dentro
del panorama artístico de la Puebla virreinal. Muchas veces estos espasmos de información se
presentan como verdaderos conocimientos vividos, otras como fruto de una investigación y,
finalmente, la mayoría, como ecos fantasmales que parecen retumbar eternamente sin llegar
a ningún lado.
Es así como se emprendió el estudio sobre José Joaquín Magón, teniendo más contras que pros,
y principalmente movido por dos factores: uno es la magnificencia de sus obras, la cual parecía
gritar la necesidad de estudiar a quien las había creado, y el otro, el cual en pos de la honestidad
debo anotar, fue la ignorancia que tenía acerca de las exigencias que un estudio de esta enverga-
dura demandaba. Es así como a través de tres largos años se maduró el trabajo aquí presentado.
Totalmente convencido de que eéste no es un estudio definitivo, presento esta investigación
como un nuevo acercamiento que irá enriqueciéndose, madurando y perfilando a través de
los años y bajo la pluma de varios investigadores a los cuales atrape el tema y la época. Lo
que tiene el lector en sus manos es un avance significativo en cuanto al acercamiento de la
vida y obra de José Joaquín, ya que en menor o mayor medida se ha tratado de abordar varios
aspectos que lo conforman como persona y artista: su hipotética procedencia, sus orígenes
raciales, sus vínculos artísticos, su vida personal y su desarrollo social, amén de haber sepa-
rado la personalidad de uno de sus hijos, homónimo del padre, y que se creía era el mismo.
Aparte de que Magón había sido contratado gran cantidad de veces por el obispo de Puebla
y su cabildo catedralicio, como era común con los pintores de su envergadura, también había
sido llamado a trabajar muy frecuentemente para la orden de Nuestra Señora del Carmen. Este
descubrimiento y la necesidad de perfilar mi tesis de licenciatura hicieron que incorporara y
me sujetara particularmente a ese otro gran universo, que es visto parcialmente en este trabajo.
En cuanto a la orden carmelita se halló una corporación atípica, ya que sus oscuros orí-
genes hicieron que para el siglo de Magón, el xviii, se tratara de imponer una historia cuyos
primeros pasos eran puestos en duda por varios grupos, entre ellos los bolandistas. Este ori-
gen se trató de cimentar en la figura veterotestamentaria del profeta Elías, cuya paternidad y
doctrina había pasado “legítimamente” a los frailes carmelitas a través de la sucesión continua
de varios personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, hasta los frailes que la conformaron
como actualmente la conocemos. Esta defensa de un pasado sombrío dotó a las obras que en
esta época se generaron de un carácter especial, casi apologético.
Finalmente, la utilización de la imagen por la gran “reformadora” o “fundadora” del
carmelo, santa Teresa de Ávila, también generó interesantes particularidades en las obras
de arte consagradas por la orden, ya que la santa abulense las consideraba como legítimos
vehículos que ayudaban a la oración mental; uno de los carismas fundamentales de los car-
melitas descalzos.
Al momento de desarrollar las ideas en torno a la utilización de la imagen en el Carmen y
vincularlo con la producción de Magón para la orden, surgió la hipótesis de que los testimo-
nios encontrados permiten inferir la cercanía que se llegó a dar entre ambos interlocutores.
En el último capítulo de este trabajo se presenta la idea de que José Joaquín fue un pintor
que llegó a conocer a profundidad la orden, cuestión que le permitió no sólo reproducir sino
crear discursos visuales en los que se representan las principales ideas que la orden quería
propagar. La reconstrucción de esta relación cliente-artista se ha basado en las ideas y datos
que se pueden inferir a través del análisis de las obras pictóricas ya que, a excepción de un
par de breves menciones que se hacen en un caso inquisitorial, no se ha podido encontrar
información documental que hable al respecto.
Asimismo, animo a que en un futuro se profundice más acerca del contexto histórico de
José Joaquín, donde será vital una reconstrucción de la historia del Convento de los Remedios
y de la orden del Carmen en la Puebla del siglo xviii, ya que prácticamente la información
es nula y sin ella no podemos conocer a las cabezas que estuvieron tras los encargos hechos
al pintor por parte de la orden.
Esperamos que este primer acercamiento a la figura de José Joaquín le devuelva el papel
preponderante que le corresponde, constituyéndose como un fragmento más de esa gran
historia del arte poblano que se sigue escribiendo día con día. Con la divulgación de este
trabajo, ahora realizada gracias a su publicación, se ha dado un paso más para que este deseo
se materialice a través de una nueva mirada y valoración que el lector atribuya al personaje.
[7] Es necesario aclarar que mucho más de lo que aquí se analiza ha sido escrito en
torno a Magón y su papel como pintor; sin embargo, he decidido dejar de lado algunos
textos ya que han repetido lo que los autores que citamos han dicho, o bien sus opinio-
nes no han hecho eco en el estudio de la pintura virreinal.
[8] Berndt, Beatriz, “Memória pictórica de la fiesta barroca en la Nueva España” en Los San antonio
pinceles de la historia, de la patria criolla a la nación mexicana 1750-1860, conaculta, José Joaquín Magón | s. xviii
México, 2000, p. 93. Colección particular
30 el pincel de elías
currencia de notables o el regocijo de la multitud”[9]; en este contexto
es que se inscribe la obra magoniana.
Para efectos de lo que este trabajo propone, inútil sería realizar un
análisis al texto completo, labor que sería de profundo interés para
entender las fiestas profanas en la ciudad de los Ángeles y que debe
dejarse para los especialistas en literatura. En el caso que nos ocupa
sólo se reflexionará en torno a las pocas estrofas en las que se hace
alusión al trabajo de nuestro pintor, del cual se menciona:
Nada nos diría este texto acerca de nuestro pintor si no fuera por la
referencia que el desconocido autor pone al pie de página en la primera
línea del segundo párrafo, marcada por un asterisco, en la cual men-
ciona: “El feliz ingenio del maestro Joseph Joachin Magón, poblano,
[9] Ibídem.
[10] El desconocido autor de los versos hace aquí la siguiente nota: “fuente del Parnaso
o vena de poesía”.
[11] Autor desconocido, “Rasgo épico de la solemne proclamación que celebró al Rey
N. Sr. (Dios lo guarde) el señor D. Carlos III de Borbón, la muy ilustre cesarea ciudad
de la Puebla de los Angeles, el 20 de julio de este año de 1760”, Imprenta de la Biblio-
theca Mexicana, México, 1760, p. 4.
[12] Ibídem.
[13] Hay que recalcar que uno de los principales fines del texto es la exaltación, no
sólo del monarca recién elegido, sino también de la ciudad de Puebla, la cual le rinde
vasallaje y que enalteciéndose a sí misma enaltece al rey. Esta cuestión es notable varias
veces en el texto; inclusive, la idea de utilizar las artes para ennoblecer a la ciudad se
deja ver claramente en otro de los versos, en el que dice: “La ciudad, que en gigante
Architectura es un audaz Prometeo Americano a quien Minerva docta en la estructura
de el texido, le han dado rueca, y mano para alear en sus vuelos; con tanta alma que de
luz se iba a los cielos.”
32 el pincel de elías
maestro José Joaquín Magón”, la palabra ingenio era definida en
el siglo xviii como: “Facultad o potencia en el hombre, con que
sutilmente discurre o inventa trazas, modos, máquinas y artificios,
o razones y argumentos, o percibe y aprehende fácilmente de las
ciencias”.[14] Es decir, en general el escritor del rasgo épico considera
que Magón tiene capacidad inventiva y creativa, la cual desarrolla con
“facultad” (definida como potencia o virtud de hacer alguna cosa),[15]
tanto en la pintura como en la poesía.
El “Rasgo épico” también relata de manera particular acerca de
las cualidades o artificios con los que se debían de desempeñar cada
una las artes que José Joaquín ejecutó. En el caso de la pintura habla
de “la fantasía del pincel”, el término fantasía era entendido como
la “facultad de formar imágenes o representaciones mentales”.[16]
Como bien lo dice Juana Gutiérrez Haces en el caso de Cabrera, la
utilización de esta palabra en un elogio pictórico significaba el re-
conocimiento del carácter liberal que algunos pintores de esa época
luchaban por conseguir para su arte,[17] cuestión de la que se hablará
más adelante. Con esto se da por sentado que el autor del libro que
aquí se analiza consideraba a Magón como un artista liberal.
Finalmente, en el caso de la poesía, tenida desde mucho antes
como arte liberal, se habla del “estro”, el cual es definido como: “Ar-
doroso y eficaz estímulo con que se inflaman, al componer sus obras,
los poetas y artistas capaces de sentirlo”.[18] Es decir, la capacidad o
“ingenio” de José Joaquín deben ser entendidos como que podía
manejar dos artes liberales con las más altas cualidades de cada una:
la pintura con fantasía y la poesía con el estro.
Como dato extra cabe destacar que el hermanamiento o la com-
paración de la pintura con la poesía, en este caso encarnada bajo
la figura de Magón y a cuyo pretexto se enlazan, tenía ya desde esa
época una tradición antigua, como bien lo señala Paula Mues Orts
en su libro La libertad del pincel:
[19] Mues Orts, Paula, La libertad del pincel, los discursos sobre la nobleza de la pintura
en Nueva España, Universidad Iberoamericana, México, 2008, p. 99.
[20] Gutierrez Haces, Juana, Fortuna y decadencia de una generación, de prodigios de la
pintura a glorias nacionales, op. cit., p. 42.
34 el pincel de elías
Dura todavía la memoria de la humillación en que este Ilus-
tre Ayuntamiento tuvo a los artesanos en aquellos tiempos
bárbaros en que con los pesos se adquiría el derecho de
gobernar a los pueblos, por medio de las varas vendibles y
renunciables. Para eterno oprobio de aquella Edad de Hie-
rro, vimos a los dos inmortales Coras, a los Magones, a los
Zendejas, y otros artistas ilustres, confundidos y adocenados
con los doradores, tintoreros y almonederos, y si aquellos a
pesar de la nobleza de su profesión se vieron tan mal parados,
¿qué sería de los otros? Las elecciones anuales de alcalde y
veedor, los exámenes para poner talleres públicos, el Ángel
del Viernes Santo y otras mil socaliñas, al paso que los empo-
brecían los exasperaban, por el tono desdeñoso y altivo con
que han sido tratados por la célebre comisión llamada Fiel
Ejecutoría, cuyas boletas para sacar el Ángel cada gremio,
se pusieron aún en el año pasado, con la amenaza de cárcel
y multa antes de saber la contumacia del Alcalde.[21]
[21] Pérez Salazar, Francisco, Historia de la pintura en Puebla, unam, México, 1963,
p. 99.
[22] Castro Morales, Efraín, Estudio preliminar, en Olivares Iriarte, Bernardo, Álbum
artístico, Gobierno del Estado de Puebla, Puebla, 1987, p. xxxii.
[23] Olivares Iriarte, Bernardo, Álbum artístico, op. cit., p. 25.
[24] Miguel Jerónimo Zendejas gozó en el siglo xix de gran fama, lo cual, en su mo- San Juan nEpoMucEno
mento, hizo que no se lograra ver con cierta objetivdad las diferentes calidades que José Joaquin Magón | s. xviii
presenta su obra. Parroquia de la Santa Cruz, Puebla.
36 el pincel de elías
mandó desde la capital del virreinato a la Catedral poblana por en-
cargo de su cabildo, impactó grandemente en la conciencia artística
de Magón, quien inclusive retocó el “Viacrucis” que pintara Ibarra
por haber llegado en pésimas condiciones a Puebla. A su vez, Magón
fue maestro de Zendejas, quien nutrió enormemente su obra con las
enseñanzas de su maestro. Con esto es de notarse que no son sólo tres
pintores separados los alabados en el escrito de Olivares, sino un grupo
unificado que trabajaba con un canon estético-estilístico similar, el cual
repercutió enormemente en toda una generación de artistas; esa que
entre líneas es enaltecida por nuestro escritor mediante la referencia
de sus tres ejecutantes más reconocidos.
La otra mención de Magón en el Álbum artístico se encuentra en
el apartado “Carta al señor Pina, profesor de pintura de la Academia
de la capital de México, sobre la historia de la pintura”. Esta carta,
fechada en 1873, nace bajo la influencia de la famosa obra de José
Bernardo Couto, Diálogos sobre la historia de la pintura en México,
cuyo autor, utilizando el recurso literario del diálogo a tres voces,
la suya y la de los pintores Pelegrín Clavé y José Salomé Pina, narra
una breve historia de la pintura virreinal. Este libro llegó a las manos
de Bernardo Olivares, quien enormemente satisfecho con su lectura
decidió escribir una carta a uno de los interlocutores ficticios del
diálogo, el maestro de pintura José Salomé Pina, enumerando a los
principales pintores que se habían desarrollado en la Puebla novo-
hispana, algunas de sus obras, las características de éstas, un juicio
sobre ellas y, en algunos casos, datos acerca de la vida de ellos.
Acerca de Magón, Olivares menciona:
La información que aporta este texto empieza desde que Olivares an-
tepone el título de “Don” al nombre de nuestro pintor, es importante
resaltar que de los artífices que se mencionan en la carta sólo tres son
nombrados de esta manera: Miguel de Mendoza, de quien explica el autor
él mismo firmaba sus obras con esa dignidad por la cual cree pudo haber
sido cacique; Miguel Jerónimo Zendejas, que siempre gozó de una fama
inmensa en el siglo xix al grado de que en algún momento fue tachado
como el mejor pintor de la humanidad,[26] y José Joaquín Magón, dán-
dose a entender con esto el gran respeto y admiración del que gozaba.[27]
En la carta a Pina, Olivares reitera la alta apreciación que todavía en
el siglo xix había por la obra de Magón, mencionando que sus pinturas
habían disfrutado de “completa aceptación” en la ciudad, esto lo escribe
en pasado, por lo cual se puede creer que la buena fama del pintor no
había menguado desde la época del mencionado “Rasgo épico…” hasta
la fecha de creación del Álbum artístico, dejando asentado que hasta ese
momento contaba con “aficionados” a su arte. En cuanto a la calidad de
las obras menciona que es uniforme, al grado de que es difícil “encontrar
una obra suya mal concluida y hecha aprisa”, dando a entender que todas
son de buen pincel al tiempo que gusta de su estilo. También menciona
que su pintura se caracteriza por un tono espalto que desagrada a varios.
El espalto es definido por la Real Academia de la Lengua como un “co-
lor oscuro, transparente y suave que se utiliza para dulcificar los tonos
pintados”, de esto se puede colegir que es el tono grisáceo o cenizo[28]
que tienen en general las obras del siglo xviii, presente en los lienzos
de los también citados Ibarra y Zendejas.[29]
38 el pincel de elías
De sumo interés son las referencias que hace en cuanto a sus obras,
ya que gracias a ello se puede identificar su emplazamiento original,
como es el caso de las pinturas del Carmen y la Virgen de la Asunción
de la Catedral, que actualmente se encuentran en espacios diferentes.
El hecho de que las obras El patrocinio de la Inmaculada, El cenácu-
lo y El lavatorio, localizadas en la sacristía catedralicia, son atribuidas
a su pincel, demuestra que desde esa época su obra ya se relacionaba
con la de Luis Berruecos, autor verdadero de los mencionados lienzos,
y que probablemente fue su maestro.
40 el pincel de elías
co. En cambio, los cuadros del Lavatorio y el Cenáculo
de la misma sacristía, sí pueden ser de este último. Sin
embargo, para asegurarlo no tengo prueba documental
en que apoyarme.[32]
[32] Ibídem.
[33] A últimas fechas se me ha informado y mostrado la foto de un lienzo que pre-
senta la misma temática y que se encuentra firmado por Magón. La obra en cuestión
se encuentra en el museo de la Casa Provincial de los jesuitas en el DF, por lo cual no
sería raro que sea la que consignó Pérez Salazar en la iglesia de la Compañía de Puebla.
Agradezco enormemente a Alejandro Hernández García por el dato.
aLEGoría dE La diVina proVidEncia
José Joaquín Magón | s. xviii [34] Gracias a la investigadora Galia Hernández por haber proporcionado este valioso
Parroquia de Santa María Tochtepec, Puebla documento para la historia del arte en Puebla.
42 el pincel de elías
Manuel toussaint, opiniones encontradas y el rechazo a toda una
generación
Fundamental para los estudios de la historia del arte novohispano, desde
su aparición hasta la fecha, ha sido la obra de Manuel Toussaint y Ritter,
académico nacido en 1890. Dentro de sus logros más sobresalientes está
la creación de la cátedra de Historia del arte colonial en la escuela prepa-
ratoria y la fundación en 1939 del Laboratorio de arte de la Universidad
de México, conocido hoy como Instituto de Investigaciones Estéticas de
la unam. Su labor por el rescate del arte virreinal fue vasta, pasando desde
las conferencias dictadas en otros países hasta la edición de varios libros,
entre los que destacan: La pintura en México durante el siglo xvi (1936),
Paseos coloniales (1939), La Catedral de México, su historia, su tesoro y su
arte (1948)[38] y las obras que aquí analizaremos: Arte colonial en México
(1948) y Pintura colonial en México, editado póstumamente en 1965.
Es importante mencionar que la opinión de Toussaint en torno
a la pintura del siglo xviii se fue modificando en ciertos criterios a
lo largo de su vida, es por eso que en Pintura colonial en México, el
último en editarse pero el primero en escribirse (1936), se puede
encontrar opiniones distintas a las dichas en Arte colonial en México.
Con respecto al libro de pintura, Manuel Toussaint señaló en su pró-
logo a los Diálogos de la pintura en México de José Bernardo Couto:
“el autor se congratula de no haber publicado entonces tal obra que
hoy resultaría completamente atrasada […]. He emprendido, pues la
revisión del trabajo —tarea más enojosa que redactar de nuevo— y es-
pero, Dios me da vida y ánimos, sacarla a la luz menos pergeñada”.[39]
Se sabe que cuando Toussaint dio el borrador de Pintura colo-
nial a Xavier Moyssén, pretendía que fuera corregido por ambos a
su regreso de Europa, cosa que nunca ocurrió, por lo tanto, la obra
fue editada póstumamente sin haberse hecho las correcciones que
el autor deseaba. Probablemente dentro de estos cambios estaba una
modificación discursiva en torno a la pintura “barroca”.
Para empezar a leer la opinión de Toussaint en torno a nuestro
pintor es fundamental conocer su visión sobre la pintura del siglo
xviii. Para ejemplificar esta posición se tomará parte de lo dicho en
el Arte colonial en México, donde menciona:
[38] S/A, Manuel Toussaint y Ritter en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas,
volumen VI, número 24, unam, México, 1956, p. 5.
[39] El planteamiento de cambio de perspectiva de Manuel Toussaint es anotado por
Paula Mues Orts en Mues Orts, Paula, La libertad del pincel, los discursos sobre la noble-
za de la pintura en Nueva España, op. cit. p. 38. De ahí mismo fue sacada la referencia
textual de lo escrito por Manuel Toussaint en su Prólogo al libro de Bernardo Couto.
[40] Toussaint, Manuel, Arte colonial en México, unam, México, 1984, pp. 126-127.
[41] Ídem. p. 127.
[42] Ibídem.
[43] Para tener un conocimiento más profundo acerca de don Pantaleón Álvarez de
Abreu y las relaciones familiares con la corte española, revisar Salazar Andreu, Juan
Pablo, Obispos de Puebla, periodo de los Borbones (1700-1821), Editorial Porrúa, Mé-
xico, 2006, p. 89.
44 el pincel de elías
se caracterizó por haber fomentado las artes en su diócesis, entre
ellas particularmente la pintura, habiéndose probado hasta la fecha
su relación con pintores, tanto de la capital como José de Ibarra[44]
y Miguel Cabrera,[45] como del ambiente artístico local como Pablo
José de Talavera,[46] Gaspar Muñoz de Salazar, [47] Luis Berruecos,[48]
José Joaquín Magón[49] y Miguel Jerónimo Zendejas,[50] esos mismos
que Toussaint cita dentro de la generación de la “decadencia”.
Asentado esto, hablar de un gusto decadente ilustrado en el ambien-
te novohispano probablemente sería criticar negativamente toda una
estética hispana, renovada por el gusto Borbón, y que incluía paráme-
tros estilísticos tanto de Francia, como de Italia y de la misma España.
Otro de los puntos que menciona el escritor y académico es el
siguiente:
[44] José de Ibarra realiza la serie del Viacrucis que se encuentra en la Catedral de Pue-
bla, justo en el tiempo en que el obispo Pantaleón se encontraba en la silla episcopal
de la diócesis.
[45] En el museo “José Luis Bello y Zetina” se conserva una pintura firmada por Mi-
guel Cabrera en la que se hace alusión al prelado Abreu.
[46] En el gran lienzo de La traslación de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad
a su nuevo santuario, firmado por Pablo Talavera, se encuentra el retrato del obispo
Pantaleón, quien fue uno de los benefactores en la construcción de dicha iglesia y
convento carmelita.
[47] El retrato oficial de Pantaleón Álvarez de Abreu que cuelga en la sala capitular de
la Catedral está firmado por este pintor.
[48] Recordemos el gran lienzo de La erección de esta santa iglesia, que se encuentra en
la sacristía de la Catedral poblana, cuya autoría es de Berruecos y en el cual se aprecia
la figura del obispo Pantaleón.
[49] Las obras que se encuentran en el templo del Carmen, el convento de la Soledad y
la iglesia de la Merced de Atlixco, prueban la filiación de nuestro pintor con el obispo,
como más adelante trataremos de manera extensa.
[50] Es sabido que las pinturas que hasta hace unos años engalanaban el coro de la
iglesia de Santa Rosa, firmadas por Zendejas en una de las bancas, se realizaron bajo
las inspección de Abreu. También el dibujo de su pira funeraria se encuentra signado
por el mismo pintor.
Baste para desmentir esta idea el hecho de que una gran cantidad de
pinturas se realizaron como elementos independientes, es decir, sin
intenciones de pertenecer a una estructura retablística.
Por demás interesante es analizar los valores estéticos que Manuel
Toussaint califica de “decadentes”, idea de lo cual nos podemos dar
en dos breves menciones que hace en su Arte colonial en México;
la primera de ellas cuando habla del pintor Juan Rodríguez Juárez:
“Sufría ya la influencia de Murillo y lo asimiló en sus obras; pero
conservó todavía el decoro y dignidad en su arte”.[52]
En otra parte del mencionado libro, donde introduce al estudio de
la pintura dieciochesca, menciona: “Esa decadencia, entre nosotros,
es tanto más de sentirse cuanto que ahogó en su vulgaridad suave y
rosada a verdaderos talentos que en otro ambiente hubieran desco-
llado, por lo menos tanto como sus antecesores”.[53]
Lo que tanto llama decadencia pictórica nuestro autor, es la transi-
ción de una forma de pintar a otra más dulce, de carácter intimista, y
que tradicionalmente se ha venido ligando, como ya hemos anotado,
a la producción pictórica del sevillano Bartolomé Esteban Murillo,
quien justamente tampoco salía bien parado en la crítica española
contemporánea al “Arte colonial” de Toussaint.
Teniendo ya en cuenta la opinión general que Toussaint tenía acerca
de la pintura novohispana de la centuria dieciochesca, mencionaremos lo
que el autor escribe acerca de José Joaquín Magón. La primera referencia
que da en Pintura colonial en México es la siguiente: “la relación entre los
pintores del 1700 con los del siglo anterior, es la misma que en México:
Magón es a Borgraf y a García Ferrer, lo que Cabrera es a Echave y a Ar-
teaga: Magón es el Ibarra de la pintura poblana y Zendejas el Cabrera”.[54]
Con estas líneas es patente la importancia que Toussaint le da a
Magón, declarando que es en su centuria tan notorio como Pedro Gar-
cía Ferrer y Diego de Borgraf, pintores fundamentales en el quehacer
artístico de la Puebla del siglo xvii, la Puebla de Palafox. Asimismo,
46 el pincel de elías
resulta curiosa la línea en que dice que Magón es el Ibarra poblano
y Zendejas el Cabrera; parangón bastante entendible si tenemos en
cuenta que hablamos de un contexto cronológico común, una bús-
queda artística similar, de dos pintores eclipsados por la fama de sus
dos sucesores inmediatos, ya que a pesar de que Magón seguía siendo
una figura de respeto en el ambiente conocedor de Puebla, Zendejas
siempre ha sido el pintor más tratado y afamado del dieciocho poblano.
La siguiente mención en el libro es cuando Manuel Toussaint habla
ya directamente de Magón; sin embargo, nada nuevo es aportado,
sólo se limita a referir lo dicho por Pérez de Salazar y a aumentar el
catálogo de obras del artista, por lo que, para fines de este análisis,
no referenciaré estos párrafos y pasaré a la parte en que se habla de
Zendejas, del cual hablando de su estilo menciona:
La visión contemporánea
Después de Toussaint se pueden encontrar varios autores que han
mencionado o estudiado a Magón, muchos bajo los cánones que
Toussaint dejó establecidos en Pintura colonial, por lo tanto, sólo
analizaré en esta parte las opiniones que han hecho eco en la historia
del arte novohispano, o que han significado un esfuerzo por revalo-
rar al pintor, ya sea mediante la aportación de datos biográficos y de
obras, o a través de una nueva crítica a sus obras.
La primera referencia que aquí se estudiará es la que dejara la
doctora Elisa Vargaslugo en la Introducción a la Historia de la pintura
en Puebla de Pérez Salazar, donde afirma:
48 el pincel de elías
Sin que se sepa exactamente en qué años florecieron, pero
pertenecientes también a esta etapa (siglo xviii), sobresalen
dos figuras: José Rubí de Marimón, una de cuyas mejores
obras es el Cristo con la cruz a cuestas, del sagrario de
la iglesia de San José, y José Joaquín Magón, que entre
otras obras nos dejó La santa Pulqueria que actualmente
se halla en la Universidad de Puebla. Estos últimos son de
los artistas menos conocidos, y en realidad no se les ha
estudiado, si bien las pocas obras que conocemos de ellos
demuestran, desde luego, una calidad digna de atención.
Conservan aún ciertos valores pictóricos heredados del arte
del xvii, que en Puebla fue tan de primer orden; su dibujo,
aunque mediano, es serio y cuidadoso, sus composiciones
ambiciosas; su colorido tiene todavía gran riqueza de to-
nos y emplea bastante las sombras y los contraste. Magón,
particularmente, parece tener más calidad que Marimón
y desde luego fue mucho mejor pintor que el tan afamado
Zendejas. Manuel Toussaint también lo pensó así, y nos
lo dijo: “El pintor digno de mejor fama en Puebla, aunque
ésta la disfruta Zendejas, Magón viene a ser para Puebla
lo que Ibarra es para México, en tanto que a Zendejas se
le puede llamar el ‘Cabrera poblano’”.[58]
[59] Ibídem.
[60] Castro Morales, Efraín, Notas, en Olivares Iriarte, Bernardo, Álbum artístico, op.
cit., p. 148.
50 el pincel de elías
bajando nuestro artífice, sin citar tampoco algún documento o contrato
que lo pruebe, por lo tanto, inferimos que este dato fue sacado de la
datación de sus pinturas, ya que la obra fechada más temprana que
de él tenemos es un “Calvario” albergado en la sacristía del Santuario
de Ocotlán, el cual presenta junto a la firma el año de 1754. Cuestión
aparte, crea obra para la Catedral desde 1750, como se verá adelante.
La información documental que aporta es sujeta a un análisis pro-
fundo, ya que los primeros dos datos que da –el contrato para la cons-
trucción de la pira en honor a la reina Amalia de Sajonia y la ejecución
del arco triunfal para la jura de Carlos III– son efectivamente y sin lugar
a dudas obra del artífice que aquí estudiamos, mientras que las noticias
de su matrimonio y la apertura de informaciones inquisitoriales en su
contra tratan de un hijo suyo, ya que las referencias del documento y
las fechas de sus obras no parecen hablarnos de un mismo personaje,
como se explicará en el segundo capítulo. En una búsqueda en torno
a los mencionados documentos, sólo el referente de su matrimonio no
ha sido encontrado, ya que en la versión microfilmada del libro de ma-
trimonios de la parroquia de la Santa Cruz y Soledad correspondiente
al año 1778, que se encuentra en el Archivo General de la Nación, no
hay referencia al mencionado enlace.
Para 1993, la Universidad Iberoamericana saca a la luz una com-
pilación de escritos en torno a la Nueva España bajo el título de Once
del Virreinato, dentro de este pequeño libro se encuentra un trabajo
de la investigadora Virginia Aspe Armella, el cual, con el título de
“Un retablo novohispano pintado en el siglo xviii”, hace una compi-
lación de noticias sobre José Joaquín Magón; el artículo versa acerca
de un retablo pintado por nuestro artífice, y, que por cierto, nunca
se había dado a conocer.
Dentro de los datos que se nos mencionan de su vida, la mayoría
extractados de Pérez Salazar y Toussaint, resalta la noticia que hace
de un documento referente al matrimonio de José Antonio León y
Magón e Hipólita de los Dolores Villagrán, ocurrido el año 1745 en la
parroquia de la Santa Cruz.[61] Bien hace la autora en establecer un lazo
familiar entre este personaje y nuestro pintor, ya que a pesar de que el
apellido Magón, si no es imposible encontrarlo en otro lado, tampoco
es muy común. Hay varias circunstancias que ligan a ambos personajes:
José Antonio es poblano, es morisco (casta relacionada con el origen
racial de José Joaquín, como se analizará más adelante); tiene amistad
La VirGEn dE La Lactación [61] Aspe Armella, Virginia, “Un retablo novohispano pintado en el siglo xviii”, en
José Joaquin Magón (atribuido) | s. xviii Once del Virreinato, Universidad Iberoamericana, México, 1993, pp. 81-82.
Parroquia de Santa María Nativitas, Tlaxcala
Este documento inédito, del que el autor señala que consultó una
copia en el Archivo Cervantes, es la referencia más antigua que se
[62] Tovar y de Teresa, Guillermo, Repertorio de artistas en México, tomo II, Grupo
Financiero Bancomer, México, 1996, p. 292.
San VicEntE FErrEr
[63] Tovar y de Teresa, Guillermo, Repertorio de artistas en México, tomo I, Grupo José Joaquín Magón | s. xviii
Financiero Bancomer, México, 1996, p. 164. Museo Soumaya
52 el pincel de elías
tiene del pintor; en esta misma se sigue haciendo patente la relación
que tiene con la familia Berrueco, esta vez con otros dos miembros
de su familia, probablemente sus hijos.
El año 2002, Velia Morales Pérez y Eduardo Merlo sacaron a la
luz Estudio, devoción y belleza, obras selectas de la Pinacoteca Uni-
versitaria, siglos xvii-xx, libro que trata acerca de los pintores cuya
obra se encuentra en el museo Casa de los Muñecos. Dentro de los
personajes enlistados se encuentra José Joaquín Magón, del cual se
reconstruye una biografía tomando los datos previamente dados por
Pérez Salazar, Toussaint y Morales Castro. La noticia más importante
que presenta este trabajo es la ubicación de nuevas obras, como son
las de Tecamachalco, Tochtepec y Acatzingo, haciendo la reflexión
de que en estos dos últimos lugares, así como en el coro de la iglesia
de Santa Rosa, Magón y Zendejas comparten el mismo espacio.[64]
Finalmente, la última referencia que aquí estudiaremos es la que
hace el doctor Jaime Cuadriello en su libro Las glorias de la Repúbli-
ca de Tlaxcala, donde al hablar del pintor Juan Manuel Yllanes del
Huerto, menciona: “Merced a ello el pincel de Yllanes es un digno
epígono de la escuela cabreriana del siglo xviii y más específicamente
de la hegemonía estilística que impuso en la pintura poblana la paleta
del célebre José Joaquín Magón”.[65]
El establecimiento de semejanzas artísticas entre Magón e Yllanes
resulta muy sugerente, como se abordará más adelante. Sin embargo,
la afirmación más esclarecedora que da Cuadriello en torno a Magón
es la siguiente:
[64] Merlo Juárez, Eduardo, Morales Pérez, Velia, Estudio, devoción y belleza, Obras
selectas de la Pinacoteca Universitaria, siglos xvii-xx, buap, Puebla, 2002, pp. 111-112.
[65] Cuadriello, Jaime, Las glorias de la República de Tlaxcala, o la conciencia como
imagen sublime, unam-munal, México, 2004, p. 42.
[66] Op. cit., p. 216.
54 el pincel de elías
Capítulo 2
De la espada de Elías a la espada del alférez:
un esbozo biográfico de José Joaquín Magón
ambientes
Para principios del siglo xviii el arte empezó a experimentar nuevos
aires en la pujante Nueva España. Los más afamados pintores de la
segunda mitad de la centuria anterior, Cristóbal de Villalpando y
Juan Correa, cabezas de todo un estilo pictórico, llegaron al ocaso
de sus días en la segunda década del siglo xviii, al tiempo que una
nueva “modernidad” en las artes se iría imponiendo gradualmente.
Este cambio se ha visto tradicionalmente ligado con la figura de
los hermanos Nicolás y Juan Rodríguez Juárez.[67] Testigo perdura-
ble hasta nuestros días de estas nuevas formas de pintar es el Altar
de los reyes de la Catedral de México, el cual conjunta la más pura
modernidad del periodo bajo la traza de Balbás y el pincel de Juan
Rodríguez Juárez.
El cambio tan drástico que vivió el arte de la pintura en los albores
de esta época fue multifactorial; desde la economía novohispana que
permitía la renovación continua de templos, retablos y la fábrica de
nuevos conjuntos pictóricos u obras sueltas, tanto para las catedrales
y templos, como para el uso y devoción de los particulares; hasta las
complejas razones de cambio en la mentalidad religiosa, propuestas
por Paula Mues, en las que se abandera la idea de la humanización
de los personajes sacros, en pos de una religiosidad más intimista y
cercana al devoto.[68] Escenas pictóricas nuevas que, en muchos casos,
por medio de la cotidianidad, se acercaban a la vida del espectador y
le creaban una comunión con la obra, amén de la empatía que pro-
dujeran los nuevos rostros que mostraban un requiebro novedoso
y que se alejaban, parcialmente, del aspecto impersonal y frío de
Santos y Vírgenes.
Dentro del territorio de las influencias plásticas que privaron en la
mayor parte de la pintura de la centuria dieciochesca, debe anotarse
puntualmente que la pintura novohispana parece configurarse con
un derrotero estilístico conformado por influencias artísticas pro-
venientes de distintas latitudes europeas, dentro de las que, si bien
siempre se ha hecho énfasis de la presencia de la pintura sevillana de
Bartolomé Esteban Murillo y sus seguidores, es cierto que también
hay mucho de la practicada en Madrid a la cabeza de Juan Carreño
de Miranda y la ejercitada en otros dos puntos esenciales del mapa
[67] Burke, Marcus, Pintura y escultura en la Nueva España, el barroco, Grupo Aza-
bache, Italia, 1992, p. 133.
[68] Mues Orts, Paula, El pintor José de Ibarra, imágenes retóricas y discursos pin-
tados, tesis para obtener el grado de doctora en Historia del Arte por la Universidad
Nacional Autónoma de México, 2009, pp. 61-62.
58 el pincel de elías
Poco se conserva de información acerca de esas academias, de lo que
nos queda es interesante rescatar algunos puntos, como es el cambio
del título de maestro por el de profesor, el cual buscaba borrar nexos
con la estructura de los gremios, la no inclusión de castas en el arte
de la pintura y la aprobación y patronato regio sobre ellas.[73]
En Puebla no se ha podido documentar la existencia de una aca-
demia, sin embargo, algunos documentos parecen dar indicios de que
los pintores angelopolitanos pudieron tener inquietudes semejantes
en torno a la nueva forma de pensar su arte. Cabe destacar que el
alegato más temprano que se ha encontrado en Nueva España de-
fendiendo la liberalidad de la pintura es, justamente, dado en la An-
gelópolis, cuando en 1655 el pintor Pedro de Benavides presentó un
escrito en el cual pedía que no se le cobrara alcabala, argumentando
que la pintura era un arte liberal. Estas ideas estaban influenciadas por
otro personaje español que ya había ayudado a Vicente Carducho en
sus argumentos de liberalidad en la pintura: Juan Rodríguez de León
Pinelo, quien para 1632 había obtenido una canonjía en Puebla.[74]
No se ha podido rastrear si estas ideas fueron sostenidas por otros
pintores poblanos y si pervivieron en la segunda mitad del siglo xvii.
Dentro de las claves que hacen inferir que existió –o pervivió– el
concepto en el siglo xviii, se encuentra en primer lugar la creación
de ordenanzas para el gremio, un paso que en el caso de la ciudad de
México, según la investigadora Paula Mues, ya trazaba parte de las
nuevas ideas que se tenían sobre la pintura, pues “pareciera fundir,
de alguna manera, los dos tipos de organización” (la gremial y la
académica).[75] Estas nuevas ordenanzas se dictaron en México hacia
1687, a la cabeza de Antonio Rodríguez y José Rodríguez Carnero.
Poco tiempo después, aunque con fecha incierta, en la ciudad de
Puebla se presentaron ordenanzas para el gremio de pintores y dorado-
res, las cuales se encontraban firmadas, mayoritariamente, por artífices
reconocidos del pincel poblano como Antonio de Santander, Juan de Vi-
llalobos, Pascual Pérez, Manuel Marimón y Cristóbal de Talavera. Junto
a los angelopolitanos figura uno de origen capitalino, pero que trabajó
mucho tiempo en Puebla: José Rodríguez Carnero, que como se ha visto
participó en la creación de la nuevas ordenanzas en la ciudad de México,
influyendo decisivamente en el carácter de sus coetáneos de Puebla.
[73] Mues Orts, Paula, La Libertad del pincel, los discursos sobre la nobleza de la pintura
en la Nueva España, Universidad Iberoamericana, México, 2008, pp. 261-267.
[74] Ídem, p. 209.
[75] Mues Orts, Paula, La Libertad del pincel…, p. 255.
[76] Con esto se referían a que los indígenas no podían pintar con pigmentos impor-
tados y únicamente podían acceder a los extraídos en la Nueva España.
[77] Dato proporcionado por Paula Mues en comunicación personal.
60 el pincel de elías
nos puede hablar de un gesto de afecto y relación con los pintores de
la capital, esos que luchaban por mejorar las condiciones de su arte.
En 1754 la liberalidad de la pintura ya era reconocida en Puebla,
o por lo menos eso parece asentar un documento del mencionado
año, en el que los maestros de escultura José Joaquín Ayala y Manuel
Ramos denunciaron ante el virrey a Juan García, maestro carpintero,
por intentar obligarlos a examinarse. Entre los argumentos que dan
para no someterse a examen con García se menciona la diferencia
que existía entre el desempeño de la carpintería y de la escultura,
argumentando que a diferencia de la primera, la escultura era un arte
noble y liberal, ya que estaba hermanada con la pintura por medio de
la utilización del dibujo.[78] La argumentación de sostener la libera-
lidad de la escultura por medio de su relación con la pintura es una
muestra de lo fuerte que era la idea de liberalidad y nobleza de esta
última, algo que parece ser en el documento se toma como indiscu-
tible y se tiene tan sólido que los escultores se fundamentan en ella.
Otra prueba más de esta idea aparece en 1755, en un pleito acerca
de una oferta que hacen los pintores Gabriel de Zúñiga y Miguel del
Castillo para la puesta de un arco triunfal costeado por el Ayunta-
miento. En el documento los artífices son mencionados como “maes-
tros en el arte liberal de la pintura”,[79] lo cual nos habla del orgullo que
tenían los pintores en cuanto a la nobleza de su arte, ya que parece
ser que ellos mismos, Zúñiga y Castillo, redactan el documento.
Con estas líneas queremos afirmar que, aunque no tenemos la
suficiente documentación que demuestre la llegada de las ideas mo-
dernas en torno al ejercicio de la pintura, como consta en el caso de
los pintores capitalinos, sí existen varias ideas sueltas que prueban la
llegada de esta nueva forma de pensar el arte del pincel en la ciudad
de Puebla. Es necesario mencionar que estas hipótesis deben de ser
maduradas y desarrolladas en un trabajo específico y con una bús-
queda documental más extensa.
En cuanto al cambio de derrotero estilístico en la ciudad de Puebla,
si bien es patente que hubo una modificación en la forma de pintar
a finales del siglo xvii, la cual pudo haber cambiado las formas de
pintores ya establecidos, como Juan Tinoco (1641-1703), y haber
[78] Lorenzo Macías, José María, “De mecánico a liberal: la creación del gremio de
las ‘nobles y muy liberales artes de ensamblar, escribir, tallar y dorar’ en la ciudad de
Puebla”, en Boletín de Monumentos Históricos, tercera época, número 6, inah, México,
2006, p. 47.
[79] Pérez Salazar, Francisco, Historia de la pintura en Puebla, unam, México, 1963,
pp. 171-175.
62 el pincel de elías
Puebla de los Ángeles, en un mismo periodo de tiempo, principios
del siglo xviii.
Tomando en cuenta los pocos datos biográficos que tenemos de Be-
rrueco, se puede fechar que para 1720 ya era viudo,[80] lo cual nos hace
pensar que debió haber nacido a finales del siglo xvii, o por mucho en
los primeros años del siglo xviii. Para 1728 debió tener una situación
económica holgada, probablemente producto de ejercer el oficio de pin-
tor ya con un cierto renombre, pues en ese año se casó por cuarta vez. [81].
En contraste, los primeros datos que se han encontrado de Magón
como pintor provienen de un documento de 1742, del cual se hablará
con profundidad posteriormente. La actividad pictórica de este per-
sonaje puede datarse desde esta fecha hasta la década de los sesenta
de ese siglo, lo cual puede mostrarnos que Berruecos era mayor en
edad que Magón y que, por lo tanto, en cuestiones cronológicas sí
pudo haber sido su maestro. Para mayor sustento de esto existe un
documento fechado en 1750, donde se menciona el trabajo de ambos
pintores para la Catedral de Puebla; mientras que a Berrueco se le
menciona en el documento como “el maestro don Luis Berruecos”,
José Joaquín sólo es llamado “maestro Magón”, la inclusión del “don”
en el primero nos hace creer que éste ya era un pintor acreditado
y respetado, por lo tanto, con más años desempeñando su oficio,
mientras que Magón todavía no llegaba al respeto del que gozaba
Berrueco.[82] En 1760 ya se mencionaría a Magón con el título de “don”
en el “Rasgo épico…”, del cual ya se ha tratado al inicio de esta obra.
Sin embargo, estas reflexiones de poco o nada servirían sin la
posibilidad que nos brindan las obras de ambos artífices de encontrar
lazos estilísticos que las unen fuertemente y que nos remiten a un
aprendizaje directo. Para ejemplificar esta situación tomaremos como
referencia tres pinturas de José Joaquín, en las cuales pueden encon-
trarse relaciones directas con otros tres lienzos de Luis Berruecos.
La primera de estas comparaciones es la que parece ser un ver-
dadero paradigma para observar la relación entre ambos artistas del
pincel, la que se puede establecer entre la Santa Rosalía (Il. 1) de Luis
Berrueco que se custodia en el museo universitario de la Casa de los
Muñecos y la Mater Pulchrae Dilectionis o Madre del amor hermoso
(Il. 3)
EL patrocinio dE nuEStra SEñora
dEL carMEn SoBrE Su ordEn
Luis Berruecos | s. xviii
Parroquia de Nuestra Señora de la Natividad, Atlixco. [83] Ruiz Gomar, Rogelio, “El gremio y la cofradía de pintores de la Nueva España”,
en Vargaslugo, Elisa, y Curiel, Gustavo, Juan Correa, su vida y su obra, segundo tomo,
(Il. 4) cuerpo de documentos, tomo III, unam, México, 1992, pp. 206-208.
MadrE SantíSiMa dE La Luz
Luis Berruecos | s. xviii [84] Tovar y de Teresa, Guillermo, Repertorio de artistas en México, tomo 1, Grupo
Museo Universitario Casa de los Muñecos, buap Financiero Bancomer, México, 1995, p. 164.
[85] Agradecimiento especial a Manuel Ramos Medina, director del archivo del Cen-
tro de Estudios de Historia de México por su ayuda para intentar localizar el docu-
mento.
[86] Tovar y de Teresa, Guillermo, Repertorio de artistas…, p. 164.
[87] Ibídem. (Il. 5)
[88] Agradezco a la doctora Paula Mues haber informado de la existencia de estas inMacuLada concEpción
obras. José Berruecos | s. xviii
Templo de Sta. María Magdalena,
[89] Toussaint, Manuel, Pintura colonial en México, unam, México, 1965, p. 123. San Martín Texmelucan.
68 el pincel de elías
Juan Polo con Bernardina de la Huerta y Polo,[90] quien era esposa
del mencionado Miguel Berruecos,[91] con lo cual se demuestra una
relación entre estos dos pintores que va más allá del hermanamiento
de ejercer un oficio en común.
Finalmente, se menciona el nombre de Pablo José de Talavera,
uno de los personajes más interesantes y enigmáticos de la pintura
poblana. Fue hijo de Cristóbal de Talavera, quien en 1731, casi un año
antes de su muerte, firmó como maestro la gran obra Los frutos de la
religión seráfica del convento de San Francisco, Puebla (Il. 6). Parece
ser que a diferencia de los otros pintores que hicieron la postura para
el arco, Pablo ya gozaba de un cierto reconocimiento, pues trabajó
junto a Luis Berrueco, en fecha incierta, la serie de la vida de san Juan
de Dios para el hospital del mismo nombre en Atlixco.
Esta no sería la única vez que trabajaron juntos, ya que como se
asienta en documentación Talavera trabajó como oficial de Berruecos
en las mencionadas obras de la sacristía de Catedral.[92]
Las pinturas más importantes de Pablo José de Talavera son dos
enormes lienzos de medio punto que se encuentran en el templo de
la Soledad en Puebla y que representan la aprobación de la fundación
del convento de carmelitas de la Soledad y la traslación de las monjas
(Il. 7) al mismo; este último hecho sucedido en 1748. Ambas obras
son fundamentales para la historia del arte virreinal poblano, no sólo
por la cantidad de retratos que presenta y la circunstancia de ser una
pintura de corte histórico, sino por el hecho de que en ella se observa
un lenguaje plástico avanzado, un poco alejado a lo que se hacía en
Puebla y con mayor consonancia a lo que se encontraba en boga en
la capital del virreinato, principalmente en la cuestión del color, que
toma un tono menos vivo.[93]
Una de las obras que da la idea de Talavera como un pintor culto
es lo que parece haber sido un retrato o autorretrato, cuyo paradero
actual es desconocido, conservándose únicamente una copia dibu-
jada por Bernardo Olivares para ilustrar una versión alternativa de
su Álbum artístico (Il. 8). Esta imagen debió haber sido copiada de
un retrato, ya que todo un siglo de distancia separa a ambos perso-
(Il. 8)
[94] Mues Orts, Paula, La Libertad del pincel…,. p. 32.
rEtrato dE paBLo JoSé dE taLaVEra [95] Ibídem, p. 266.
Bernardo Olivares Iriarte | s. xviii
Álbum artístico. [96] Ídem, pp. 261-262.
72 el pincel de elías
resultado de la mezcla de negros y españoles, a los cuales también se
les llamaba mulatos, este último nombre con una carga peyorativa, ya
que venía de la comparación con los mulos. Para el siglo xviii, debido
a la importancia militar que ocuparon estos personajes, el termino
mulato entró en parcial desuso y se mudó por el más decoroso de
pardo o moreno, el cual alude al color de su piel.[99]
Es casi seguro que José Joaquín Magón fue pardo, ya que no hay
noticia de que personajes de otro carácter racial hayan participado en
los regimientos o milicias de este grupo, antes bien se ha concedido
la idea de que estas agrupaciones militares tenían una cierta auto-
nomía y servían como elementos de cohesión entre los individuos
de la mencionada casta[100]. A pesar de la idea que generalmente se
ha impuesto acerca de que nacer marcado con el estigma de una
casta inferior era sinónimo de pobreza e imposibilidad de ascenso
social, existen gran cantidad de ejemplos que bien podrían rebatir lo
contrario, verbigracia tenemos a los también afamados pintores Juan
Correa, que inclusive llego a firmar como “mulato libre, maestro de
pintor” y a José de Ibarra, que era “de color quebrado”, y con quien
Magón guarda algunas semejanzas
En cuanto a las agrupaciones militares de pardos, se tienen regis-
tros de su existencia desde el siglo xvi, aunque realmente alcanza-
ron una fuerza importante a finales del xvii y principios del xviii,
principalmente en las ciudades grandes, como es el caso de Valla-
dolid, Campeche, Mérida, Veracruz, Guadalajara y Puebla.[101] El
agrupamiento de morenos o pardos en facciones militares debe de
entenderse más allá de una vocación, si no como una forma de ad-
quirir ciertas prerrogativas que debido a su condición racial no eran
comúnmente accesibles para ellos, y que mediante el estrechamiento
de las relaciones de vasallaje con la corona, a través del préstamo de
servicios militares, se convertían en una posibilidad.
La entrada a los regimientos por parte de los morenos o mulatos
era visto, en palabras de Ben Vinson, como un “blanqueamiento
social”, ya que los hacía dueños de un tratamiento especial y les per-
mitía ejercer derechos a los que por naturaleza de la estructura no
podían alcanzar, como es el caso de la obtención del fuero; así mis-
[102] Ídem p. 89
[103] Ídem p. 95.
[104] Gutierrez Haces, Juana et. al., Cristóbal de Villalpando, Fomento Cultural Bana-
mex, México, 1997, p. 83.
[105] “Filiaciones del nuevo regimiento e infantería de la Puebla, compuesto por dos
batallones, hecha por el mariscal de campo Don Juan Fernando de Palacios en el día (Il. 9)
diez y nueve de septiembre de mil setecientos sesenta y cinco en que pasó en posesión aLFEérEz nicoLáS caLVo dE La puErta
de sus empleos al sargento mayor y ayudantes dándoles a reconocer como así mismo a José Joaquín Magón | s. xviii
los tenientes de las compañías”. Archivo Municipal de Puebla, fojas 53-479. Museo Soumaya, df.
74 el pincel de elías
Regresando al documento que compete, el alférez del regimiento
de Pardos José Joaquín Magón hizo una petición al mencionado Don
Miguel de Urriola y a Joseph de Salazar, justicia mayor y teniente
de capitán en Puebla, para que se le diera de baja del mencionado
cargo de alférez, expresando que le es imposible seguir con este tra-
bajo debido a que sufre “accidentes a la salud grabosos” los cuales lo
“privan meses enteros” y no lo permiten usar de su “exercicio” que
es justamente el de pintor. Esto bien puede explicar el por qué no se
conoce obra temprana firmada por Magón, ya que probablemente
fue poca a causa de la enfermedad y los deberes militares.
Otra de las situaciones que toca brevemente el documento es la
situación económica y familiar de José Joaquín, ya que el mismo
declara: “busco cotidiano alimento de mujer, hijos y crecida familia
que hoy escasamente y con necesidad pasamos faltándome por ella
el correspondiente adorno y desencia de mi persona”. Con esto sa-
bemos que para 1746 Magón ya se encontraba casado y con hijos,
así que no podía ser menor de 20 años, por lo cual considero que su
nacimiento puede ubicarse entre 1700 y 1726, ya que tampoco po-
dría haber tenido una edad muy avanzada para ese entonces, debido
a las actividades que desempeñaba como alférez, las cuales se han
acotado líneas arriba.
La petición, que nos ha llegado por una transcripción notarial
de 1755, fue acompañada por un testimonio del sargento mayor del
tercio miliciano de pardos, Matheo Bertel, en el cual corrobora todo
lo mencionado por Magón en cuanto a su salud, situación económica
y familiar. Finalmente el 23 de mayo del mismo año el menciona-
do teniente Miguel de Urriola excusa a José Joaquín de su trabajo
como alférez, mas no lo cesa totalmente del deber militar, ya que lo
convirtió en teniente.
La elección de Magón para el cargo de teniente generaría una
nueva petición en 1755 ante Pedro Montesinos de Lara, coronel de
los reales ejércitos, gobernador político y militar de la ciudad de
Puebla, para que se le depusiera del cargo de teniente, y así mismo
“de cualquier ejercicio militar” pidiendo “no volver a ser molestado
por oficial alguno”. Para esta nueva petición, José Joaquín ahondará
un poco más en la descripción de su padecimiento, mencionando
que sufre “inminente peligro de vida, así como por la naturaleza
de esta enfermedad como por los golpes y heridas que me causa
la privación del sentido al tiempo que me da motivo porque se me
dificulta trabajar en mi oficio de pintor”. Complementando este tes-
timonio se encuentra el del coronel del tercio militar de pardos libres
de las indias, quien es llamado a corroborar lo dicho por Magón,
[106] “Petición de José Joaquín Magón para ser dado de baja del puesto de alférez…”
op. cit.
[107] de Horta, Pedro, Informe médico moral de la penosísima y rigurosa enfermedad
de la epilepsia, edición facsimilar en Calva Rodríguez, Roberto, Reseña histórica del
informe médico moral de la penosísima y rigurosa enfermedad de la epilepsia “1754”,
Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, Puebla, 2004, p. 3.
76 el pincel de elías
…lasitud, dolor gravativo con perturbación de sentidos,
desacostumbrado pavor, zumbido en los oídos, obscu-
recimiento de vista. En otros palpitacion del corazon,
hipo y otras particulares convulsiones: aventamientos,
ardores, ruido de vientre: á ratos, con modo exquisito,
se dificulta la respiracion: frio en los miembros exter-
nos, orinas largas. En otros se siente subir de las partes
inferiores al corazon, y cerebro, al modo varios efectos
que suelen preceder, despues de algunos o alguno de es-
tos y muchas veces sin haber precedido sintoma alguno,
repentinamente caen en tierra, cerrando fuertemente las
manos y torciendo los ojos, se privan de sentidos, arrojan
espumas por la boca algun sonido, se muerden la lengua,
temblando al mismo tiempo, o sacudiendo los miembros,
como brazos o piernas. Otras veces queda todo el cuerpo
rigido, como un palo, a que acompañan otros accidentes.
Cediendo despues de largo o breve rato, vuelve el pacien-
te, quejandose de dolor, torpeza, gravazon en la cabeza, y
de lasitud o cansancio en todo el cuerpo.[108]
78 el pincel de elías
alejandro julián andrade campos 79
relacionado a ellas, como la podría ser, en todo caso, la presencia de
un sacerdote o confesor que ayudara al tratamiento o que dictaminara
junto a Carranza.
Finalmente, cabe destacar que la epilepsia era una enfermedad
común en la ciudad de Puebla, así lo asienta el mismo Pedro de Horta
en el prólogo de su libro, donde comienza diciendo que “Mas ha de
veinte y cinco años que en esta ciudad de la Puebla de los Ángeles se
observa casi endemica la rigurosísima enfermedad de la epilepsia”.[114]
Como ejemplo de esto se tiene el famoso caso que originó el opúsculo
de Horta, ocurrido en el Convento de Jerónimas de la ciudad alre-
dedor del año de 1754, en el cual 77 religiosas manifestaron signos
de epilepsia, cesando este “brote” gracias a que las monjas juraron
como patrona a la Virgen de Guadalupe.
Este caso es de suma importancia para la investigación, ya que
existe un óleo atribuido a José Joaquín Magón que puede considerarse
como exvoto de las monjas hacia la Virgen (Il. 10). En este cuadro
se observa a la Santísima Trinidad rodeando a la Virgen de Guada-
lupe, la cual es sostenida, cual “atlas seraphicus” por San Jerónimo,
patrono de la orden. Bajo el manto de Nuestra Señora se observan
varias monjas jerónimas y la imagen del obispo Pantaleón Álvarez
de Abreu, quien probablemente fungió como patrono de la obra,
ya que incluso el mismo prelado aprobó la idea de que las madres
proclamaran patrona a Nuestra Señora de Guadalupe. A los lados
de la Virgen, y sosteniendo su manto se observa a santa Teresa,[115]
a cuya intercesión acudió la superiora del convento para el delicado
asunto del rompimiento de la clausura por los médicos, y a santa
Paula, patrona general de la orden. Con esto nos queda un valioso
testimonio de cómo un pintor epiléptico creó un cuadro exvoto en
acción de gracias por el cese de un “brote” de epilepsia sucedido en
un convento de su propia ciudad.
80 el pincel de elías
nado en los libros de fábrica espiritual de la Catedral de Puebla, donde
se encuentra un recibo por la cantidad de trece pesos por la factura
del óvalo que se encuentra en el coro del referido templo (Il. 11)[116].
En esta obra, que todavía se encuentra en su emplazamiento ori-
ginal, se observa una escena que a primera vista remite al nacimiento
de Cristo. En la imagen central se observa la imagen del Niño Dios
recostado en el pesebre y flanqueado por San José y la Virgen María,
entre ellos se encuentra San Miguel Arcángel, patrono la Angelo-
politana ciudad, y a los extremos los arcángeles Gabriel y Rafael,
justo en el mismo orden en el que se pueden observar en el altar de
San Miguel de la misma Catedral. En la parte superior se halla un
rompimiento de gloria dominado por Dios Padre y por el Espíritu
Santo, quienes se encuentran acompañados de varios ángeles y un
óvalo de querubines que enmarca la inscripción: “hic est chorum
angelorum” que significa “aquí está el coro de ángeles”.
En la parte baja del óvalo se encuentra otra inscripción rodeada
por una rocalla, la cual reza lo siguiente: “natalis ob diem tvi hymni
tribvtum soluimus” que significa “Al nacer el dia acudimos a tribu-
tarte tu himno”.[117] A los lados de esta inscripción se observa la ima-
gen de dos santos vestidos de canónigos y sosteniendo unos libros,
el de la izquierda es San Juan Nepomuceno, confesor y mártir que se
desempeñó como canónigo de la Catedral de Praga; haciendo espejo
está la imagen de San Pedro Arbues, primer inquisidor de Aragón y
quien, al igual que San Juan Nepomuceno, fue mártir y canónigo, este
en la Catedral de Zaragoza. Al entender que el lugar para el que fue
hecha la pintura es el coro, y que este es considerado como el lugar por
excelencia del cabildo catedralicio, se explica perfectamente porque la
inclusión de estos dos santos, canónigos ejemplos de santidad y que
gozaban de una especial devoción por parte del clero, especialmente
San Juan Nepomuceno, que actualmente remata el facistol del mismo
coro de la Catedral, ocupando el lugar que en algún momento tuvo
una pequeña imagen de la Inmaculada Concepción.
La escena misma no deja de recordar otra muy representada: la
“adoración de los pastores”, en la cual también se observa a Cristo
en el pesebre acompañado por sus padres y por varios pastores en
referencia al pasaje evangélico. Esta obra bien podría leerse como
una reinterpretación de esta escena motivada por los mismos canó-
nigos, ya que la figura sacerdotal siempre se ha tenido como la de
[118] Olivares Iriarte, Bernardo, Álbum artístico, edición, estudio preliminar y notas
de Efraín Castro Morales, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 1987, P. 97.
[119] Carrión, Antonio, Historia de la ciudad de Puebla de los Ángeles, editorial José M.
Cajica, Puebla, 1970 [1897], p.296.
[120] Para un estudio detallado de las obras se recomienda consultar: Fraile Martín,
Isabel, Los tesoros de la Catedral, las pinturas del Ochavo, buap-upaep, México, 2011.
(Il. 13)
[121] Bargellini, Clara, “El Ochavo, Kunstkammer americana”, en Galí, Montserrat, El aSunción o inMacuLada concEpción
mundo de las catedrales novohispanas, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, José Joaquín Magón | s. xviii
Puebla, 2002, p. 119-132. Basílica Catedral de Puebla.
84 el pincel de elías
Juan Tinoco, entre otras, nos demuestra que la obra de Magón fue tan
estimada por los encargados de ornamentar la Catedral, que incluso
mereció un lugar en su “cámara de tesoros”.
Dentro del ambiente catedralicio cabe destacar la relación ar-
tística que Magón entretejió con Domingo Pantaleón Álvarez de
Abreu, obispo angelopolitano de 1743 a 1763. Durante su periodo
fue reconocido por su intensa actividad pastoral, su acendrada de-
voción a la figura de Juan de Palafox y su gran patrocinio a las artes,
reflejado en la gran cantidad de retablos, esculturas y pinturas que
bajo su auspicio se mandaron a hacer. Una de las muestras de su
intensa actividad a favor de las artes es el gran número de óleos en
los que se mandó a retratar, haciendo uso del pincel de varios artis-
tas, entre los que destacan Pablo José de Talavera, Gaspar Muñoz,
Luis Berruecos, José Joaquín Magón y, ya al final de sus días, Miguel
Jerónimo Zendejas.[122]
Tal parece ser que José Joaquín fue su pintor predilecto, así lo
acredita el buen número de retratos en los que dejó inmortalizado al
prelado. De estos hay dos tipos, en primer lugar los retratos indepen-
dientes, como el atribuído en la Basílica de Guadalupe, este último
se encuentra debajo del que hiciera Miguel Cabrera de fray Juan de
Zumárraga.[123] También existe otro firmado por el mismo Magón, y
que fue destinado a las monjas carmelitas del convento de la Soledad.
También el prelado gustó de ser retratado dentro de composicio-
nes religiosas, ya sea para mostrar su posición de donante o como
parte de un discurso religioso-devocional, como se estudiará en
una de las obras del Catálogo. De este tipo de lienzos, firmados por
Magón, se encuentran: La oración en el huerto realizada para el con-
vento de Nuestra Señora del Carmen en Puebla y La confirmación
de San Pedro Nolasco (Il. 14) localizada en el templo de la Merced de
Atlixco, en esta obra Pantaleón funge como el obispo que administra
el sacramento, acción que ejerce de nueva cuenta en la obra Orden
sacerdotal (Il. 15) que también presenta la firma de Magón y que es
parte de una serie de los sacramentos que se conserva en la parro-
quia de Tochtepec. Finalmente la figura del prelado se encuentra en
[122] Acerca del mecenazgo del obispo Álvarez de Abreu consultar: Amador Marrero,
Pablo Francisco, “Relaciones artísticas entre Puebla de los Ángeles y las Islas Canarias,
protagonistas y legados escultóricos” en Ensayos de escultura virreinal en Puebla de los
Ángeles, Museo Amparo- IIE, México, 2012, p. 337-411.
(Il. 14) [123] Para más información de este cuadro consultar: Cuadriello Jaime, Zodiaco Ma-
conFirMación dE San pEdro noLaSco riano, “una alegoría de Miguel Cabrera”, en Zodiaco Mariano, 250 años de la declara-
José Joaquín Magón | s. xviii ción pontificia de María de Guadalupe como patrona de México, Museo de la Basílica de
Templo de Nuestra Señora de la Merced, Atlixco. Guadalupe, Museo Soumaya, México, 2004, P. 81.
86 el pincel de elías
(Il. 16)
EL caLVario
José Joaquín Magón | s. xviii
Santuario de Nuestra Señora de Ocotlán, Tlaxcala.
88 el pincel de elías
Universidad de Puebla, y que pudo haber sido parte de la obra que
ejecutó para la iglesia y colegio jesuita de San Javier[127]. También en el
museo de la misma universidad existen dos cuadros, uno de ellos fir-
mado, que debieron haber sido parte de una serie de la vida de Santo
Domingo, probablemente encargo del convento del mismo nombre
que, como ya se ha visto, también posee obra de José de Ibarra. [128]
Finalmente, existen otras dos obras de Cabrera ligadas a los círcu-
los de poder episcopales poblanos para los que tanto trabajó Magón,
una Virgen de Guadalupe que se encuentra en su capilla en Catedral,
y un pequeño cuadro que representa a San José, esta pieza, que ac-
tualmente se conserva en el museo José Luis Bello y Zetina, tiene la
particularidad de que está dedicada y obsequiada al obispo Pantaleón
Álvarez de Abreu por el mismo Cabrera (Il. 19).
Probablemente el gusto de éstos y otros clientes por la moderni-
dad estilística que había impulsado la capital, y que en ese momento
se encontraba en pleno auge, motivó a José Joaquín a un cambio en
su forma de pintar, aunque es cierto que algunos de estos modelos ya
habían sido adoptados por sus predecesores como Luis Berruecos o
Pablo José de Talavera, especialmente en el tratamiento de los rostros,
la dulcificación de las imágenes y el establecimiento de una mayor
intimidad con el espectador. Sin embargo, la obra de Magón es de las
más tempranas en las que se puede datar un cambio colorístico en la
pintura poblana, que abandonaría parcialmente los colores saturados
con tonos encendidos y contrastes pronunciados en pos de colores
pasteles con tonos grisáceos u ocres, cuestión que ayuda a darle mayor
calidez a las escenas. Si bien aquí se trata de establecer que Magón fue
el responsable de esta modificación que tanto permeó en la pintura
poblana, tampoco se debe dejar de lado que otros pintores contempo-
ráneos a José Joaquín también la implementaron en sus obras, como
es el caso del todavía desconocido José Gregorio de Lara (Il. 20); sin
embargo, el hecho de que Magón interactuara con la obra de Ibarra
para restaurarla y la huella tan importante que dejó en la pintura po-
blana, recordada con relevancia todavía en el siglo xix, hacen creer que
José Joaquín fue el pionero, o tal vez hasta el responsable, de este giro
artístico que tanto nutrió los pinceles de los pintores posteriores.[129]
90 el pincel de elías
al joven gobernante en contra de su hermana, logrando con esto que
la santa fuera expulsada de Constantinopla. El recurso de la man-
zana como símbolo del engaño de la mujer hacia el hombre remite
inmediatamente al pecado de Adán y Eva. Junto a ambos personajes
están representados Marciano, esposo casto de Pulcheria, y sus tres
hermanas vírgenes: Flacila, Arcadia y Marina.
En la parte superior del cuadro están Cristo y a María, quienes ofre-
cen en conjunto dos palmas y dos coronas, mismas que encuentran su
(Il. 18) significado en el texto de Paredes: “El papa san León en corresponden-
EL patrocinio dE San JoSé cia de los dos herejes vencidos le dio en nombre de toda la Iglesia las
SoBrE LoS EStudiantES JESuitaS
Miguel Cabrera | s. xviii gracias, adjudicándole dos palmas y dos coronas”.[133] Las herejías a las
Edificio Carolino, buap que se refiere el texto son el Monofisismo, encabezado por Eutiques, y
(Il. 19)
el Nestorianismo promovido por el propio Nestorio; ambos personajes
San JoSé se representaron a los pies de la santa, siendo aplastados por ella como
Miguel Cabrera | s. xviii símbolo de su triunfo sobre las mencionadas doctrinas.
Museo José Luis Bello y Zetina.
(Il. 20)
La ÚLtiMa cEna [133] De Paredes, Antonio, Novena de la emperatriz augusta, Virgen gloriosa, Santa
José Gregorio Lara| s. xviii Pulcheria Flavia, Patrona de la Iglesia, Tutelar de las Doncellas, Abogada contra los ter-
Convento franciscano de San Gabriel, Puebla. remotos, México, Imprenta de la Bibliotheca del Lic. Joseph Jauregui, 1776, s/p.
92 el pincel de elías
Al centro del cuadro Pulcheria se yergue triunfante, sosteniendo
dos libros en cuyo lomo tienen inscritos los nombres de los concilios
de Éfeso y Calcedonia,[134] mismos a los que ella convocó; sobre ellos
se posa la basílica que ella misma consagraría a “María Madre de
Dios”, dogma que defendió durante el mencionado concilio de Éfeso.
Sobre el pecho de la santa se colocó un rico pectoral que a base de
perlas y joyas construye un águila bicéfala, símbolo de la monarquía
española. Es interesante el símil que a través de esta joya se entabla
entre la corona y la santa; probablemente su razón radique en que
ambos lucharon por la aceptación de dos dogmas marianos: mien-
tras que Pulcheria logró el reconocimiento oficial de María como
Madre de Dios, la monarquía hispana buscó desesperadamente la
proclamación innegable de la Inmaculada Concepción.
La rica pintura se integra dentro del espectro devocional jesuita,
orden que utilizó particularmente el recurso de la imagen para la
difusión de sus significativos cultos, verbigracia el caso de los santos
propios de la Compañía o el de la imágenes marianas propias, como
Nuestra Señora del Refugio, a quien por esas fechas habían conse-
guido consagrar un Santuario en la Angelópolis. Tanto la novena
como la pintura deben entenderse en conjunto como parte de una
empresa devocional probablemente gestada por el referido Antonio
de Paredes quien, a través de la compleja síntesis de elementos dic-
tados al pintor demostró el amplio conocimiento que tenía acerca de
la historia de la particular santa que, a excepción de este cuadro y de
otro que presumiblemente se encuentra en la iglesia de San Matías
Apetomatitlán, Tlaxcala, no fue representada en el arte novohispano.
La representación de una santa tan atípica debió de haberle causado
cierta complejidad al pintor, prueba de esto es que cuando el lienzo
fue intervenido hace unos años se encontró un pentimiento en la
mano derecha de Pulcheria, ya que originalmente el pintor la había
pintado con una palma, símbolo que representa el martirio y que
no iba de acuerdo a la historia de la santa. El error fue enmendado
al sobreponer una azucena, símbolo de la virginidad que decidió
conservar; esto pudo haberse debido al poco conocimiento acerca
de la hagiografía del personaje.
El mismo factor de desconocimiento puede explicar la forma tan
convencional en que José Joaquín resolvió la escena, ya que probable-
mente al no contar con grabados que representaran a la santa y pu-
dieran guiarlo en el proceso creativo, el pintor terminó plasmándola
(Il. 21 b)
dEtaLLES ánGELES, hErManaS dE puLchEria, [134] Consultado el 23 de septiembre del 2015 en el sitio http://www.preguntasan-
FiruLa con áGuiLa BicéFaLa y hErEJE nEStorio toral.es/2013/02/santa-pulqueria/
94 el pincel de elías
Desgraciadamente no conozco ninguna obra de José Mirabal que
pudiera compararse con la de José Joaquín para que diera pistas de
esta posible relación alumno-maestro; sin embargo, tengo el dato de
que, al igual que su suegro, estuvo reclutado en la milicia, como se
declara en el mencionado documento de 1765.[139]
Por otro lado, hay que recordar que para 1746 José Joaquín había
declarado a las autoridades que buscaba “cotidiano alimento de mujer,
hijos y crecida familia”, tomando en cuenta esta referencia, probable-
mente para el año de 1759 por lo menos alguno de los hijos o hijas
que Magón declaró tener en el pasado ya estaba en edad casadera,
por lo tanto Ana Josefa tendría edad para haber sido uno de esos
niños por los cuales el pintor se preocupaba de mantener con decoro.
Al siguiente año del matrimonio de su hija, José Joaquín se en-
contraba ejecutando un nuevo encargo de gran envergadura, el arco
triunfal que el Ayuntamiento erigió para festejar el ascenso al trono de
Carlos III. Los festejos que realizó la ciudad de Puebla para celebrar
el acontecimiento quedaron inmortalizados por anónima pluma en
el ya mencionado impreso: Rasgo épico de la solemne proclamación
que celebró al Rey N. Sr. (Dios lo guarde) el señor D. Carlos III de Bor-
bón, la M. Ilustre Cesárea Ciudad de la Puebla de los Ángeles, el 20 de
julio de este año de 1760. Como ya se apuntó en el primer capítulo de
este trabajo, en el escrito se habla del trabajo de José Joaquín para la
fábrica del arco triunfal. Como la referencia textual del rasgo épico
ya ha sido expuesta en la primera parte del estudio, solo me limitaré
a hacer un análisis de su contenido sin volver a repetir la cita.
En este escrito se menciona que José Joaquín tiene la facultad
“para atreverse a cualquiera cosa con la fantasía de el pincel que con
el estro de la poesía”.[140] Vale la pena ahondar un poco acerca de las
dotes poéticas de Magón, ya que la unión de pintura y poesía como
artes hermanas se concebía desde tiempo atrás, como bien lo cita
Paula Mues:
[141] Mues Orts, Paula, La libertad del pincel… op. cit. p. 101..
[142] ídem p.99.
96 el pincel de elías
Antonio Buzeta por haber construido un acueducto en la ciudad
de Guadalajara.[143] Ya tiempo después, en plena época neoclásica,
se encuentra el ejemplo del también pintor y arquitecto Francisco
Eduardo Tresguerras, quien dejó varios escritos en prosa y verso en
sus Ocios literarios.[144] Dentro del plano de la escritura en prosa se
cuenta con la Maravilla Americana que hizo Miguel Cabrera; en el
mismo libro se menciona que Ibarra había escrito unos papeles acerca
de la pintura mexicana, pero desgraciadamente nada se sabe de ellos.
Ninguna obra poética de Magón ha llegado hasta nuestros días,
aunque bien se puede inferir por el texto que él pudo haber sido quien
escribió los versos que acompañaron el arco triunfal efectuado por el
mismo para la proclamación de Carlos III en Puebla, sin embargo,
esto nos ayuda a entenderlo como un pintor culto o “humanista”
como bien lo dice Paula Mues en el caso de Ibarra.[145]
El 8 de mayo José Joaquín hace contrato ante notario con An-
tonio Basilio de Arteaga y Solórzano y José Joaquín de Aguilera,
capitanes y regidores de la ciudad encomendados por el cabildo civil
para el asunto, con el fin de que el pintor realizara la pira funeraria
en honor a la reina María Amalia de Sajonia,[146] esposa de Carlos
III, rey para el cual Magón había efectuado el arco triunfal del año
anterior. Conforme dice el documento, José Joaquín se obliga a
efectuar el túmulo funerario según “lo tiene delineado en el mapa
por lo que toca a su arte de pintura” con lo cual puedo asegurar
que presentó un dibujo preparatorio o boceto para su aprobación,
dando a entender que esto era un presupuesto dentro de sus obli-
gaciones como pintor.
Dentro del contrato se mencionan algunas especificaciones de
cómo se debería de llevar a cabo la obra, que tendría letras doradas y
“versos como ha sido constumbre”. Así mismo, se estipula que la pira
debería de ser colocada en Catedral el 8 de julio de ese mismo año
y que se debería quitar a cuenta del pintor y llevarse “a la bodega u
oficina donde se guarda” sin que eso le generara otro gasto a la ciudad,
[143] Mues Orts Paula, El Arte Maestra, traducción novohispana de un tratado pictóri-
co italiano, Museo de la Basílica de Guadalupe, México, 2006, p. 77-78.
[144] Cuadriello, Jaime, “comentario a los ocios de don Francisco Eduardo Tresgue-
rras”, en Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte, Nueva España,
tomo I, Museo Nacional de Arte, México, 1999, p. 156-160.
[145] Mues Orts Paula, El Arte Maestra, op. cit, p. 76-77.
[146] “Contrato con José Joaquín Magón para la realización de la pira funeraria en
honor a María Amelia y Sajonia”, Archivo General de Notaría del Estado de Puebla,
notaría 1, caja 29, años 1766 y 1769, f.f. 6-7.
[147] “Contrato con José Joaquín Magón para la realización de la pira funeraria…”
op. cit.
98 el pincel de elías
bordada. El estimado de las piezas fue de 485 pesos y ocho tomines.[148]
De las obras tazadas poco se puede decir, más que es notorio el
fervor guadalupano que profesaba la familia, ya que poseían tres
imágenes de la Virgen de Guadalupe. Igualmente es interesante el
hecho de que tuvieran una imagen de Sor María de Jesús Ágreda, ya
que esto demuestra que más allá de la influencia que tuvieron sus
escritos en la sociedad novohispana, y en especial en los pintores de
la época, también se tenía su retrato, símbolo de un cariño especial
o probablemente hasta de una devoción a ella.
Independiente del trabajo que realizó Magón como valuador,
cuestión muy común en los pintores de la época, la riqueza verdadera
del documento radica en mostrar junto a que personajes desempeñó
el trabajo, lo cual puede dar una idea de la importancia que tenía
José Joaquín dentro de su arte. Los hombres que intervinieron en
el avalúo junto al pintor fueron Diego Larios, platero; Joseph María
de la Carrera, mercader; Joseph de Santa María, maestro mayor de
arquitectura y Antonio Bravo, maestro carrocero.[149]
De los mencionados personajes, dos son los que interesa reseñar
su papel en la Puebla del siglo xviii, ya que son por su trabajo los
más afines a Magón. En primer lugar se encuentra el platero Diego
Mathías de Larios, quien se examinó como maestro en su arte en
1749, junto a su padre Diego Martín de Larios.[150] Para 1754 Diego
Mathías entró como platero mayor de la Catedral en sustitución de
su padre, que murió el mismo año[151], para lograr adquirir ese puesto
debió de haber tenido cuatro fiadores que dieran depósito de 500
pesos a la Catedral.[152] Las obligaciones del platero mayor consistían
no solamente en la creación de nuevas piezas, sino también en la
limpieza, compostura e inventariado de las anteriores.[153]
[148] “Inventario de bienes del Capitán Don Francisco Mendibil”, Archivo General de
Notarías del Estado de Puebla, notaría 1, caja 20, años 1742, 1749, 1766-1769, proto-
colos de 1757 a 1768, f.f. 217-225.
[149] ibídem.
[150] GArduño Pérez, María Leticia, Un siglo de platería en la Catedral de Puebla a través
de sus inventarios de Alhajas (siglo xviii), tesis para obtener el grado de Doctora en His-
toria del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2011, p. 43.
[151] Ídem p. 81.
[152] Ídem p. 79.
[153] Ídem p. 38.
[154] Ibídem.
[155] Ídem p. 84.
[156] Ídem p.54.
[157] Ídem p.184.
[158] Ídem p.145.
[159] Terán Bonilla José Antonio y Velázquez Thierry, Luz de Lourdes, José Miguel de
Santa María, arquitecto del barroco poblano, Secretaría de Cultura del Estado de Pue-
bla, Puebla, 2007, p. 83.
[160] Ídem p.84.
[161] Ídem p.86
[162] Ídem p.97.
[163] Ídem p.84.
[164] Ídem p.98.
[165] Ídem p.83.
[168] Filiaciones del nuevo regimiento e infantería de la Puebla… op. cit. f.f. 321.
[169] Toussaint, Manuel, Pintura Colonial en México, op. cit. p. 186.
(Il. 22)
EL patrocinio dE La VirGEn a [172] Castro Morales, Efraín. “notas”, en Olivares Irirarte, Bernardo, Álbum artístico,
LaS MuJErES dE La FaMiLia MunuEra op. cit. p. 137
Miguel Jerónimo Zendejas | s. xviii
Museo José Luis Bello y González [173] Pérez de Salazar, Francisco, Historia de la Pintura en Puebla. op.cit. p.170.
(Il. 23)
[174] Armella Aspe, Virginia, “Un retablo novohispano pintado en el siglo xviii”, en aparición dE nuEStra SEñora dE ocotLán
Once del virreinato, Presencia de México en el Mundo, Universidad Iberoamericana, Manuel Caro | s. xviii
México, 1993, p. 82. Santuario de Nuestra Señora de Ocotlán, Tlaxcala.
(Il. 25)
[177] Castro Morales, Efraín. “notas”, en Olivares Irirarte, Bernardo, Álbum artístico, EScEnaS dE La paSión dE criSto
op. cit. p.148 y Tovar de Teresa, Guillermo, Repertorio de Artistas en México, tomo 2, Castillo | s. xviii
Grupo Financiero Bancomer, México, 1995, p 292. Templo de San Juan de Dios, Puebla.
[180] Ibídem.
[181] Verbigracia el lienzo del Patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe que Miguel
Cabrera realizó para el Colegio de Propaganda Fide en Zacatecas.
[189] de la Madre de Dios, fray Agustín, Tesoro escondido en el Monte Carmelo Mexi-
cano, versión paleográfica, introducción y notas de Eduardo Báez Macías, Universidad
Nacional Autónoma de México, México, 1986, p.12.
[190] Abundis Canales, Jaime, La huella carmelitana en San Ángel, tomo I, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México, 2007. p.228-233.
[191] de la Madre de Dios, fray Agustín, Tesoro escondido en el Monte Carmelo, op.
cit. p. 19.
[192] Ídem. P.31.
[193] Abundis Canales, Jaime, La huella carmelitana en San Ángel, op. cit. p. 234.
[194] de la Madre de Dios, fray Agustín, Tesoro escondido en el Monte Carmelo, op.
cit. p.15.
[195] Ídem, p. 31-32.
[196] Ídem, p. 38
Con esto se puede ver que la afición de la santa por las imágenes
venía desde la juventud. Posteriormente, en el mismo libro de la
vida, Teresa se pronunciaría de manera más extensa acerca del uso
que de ellas hacía:
[205] Macca Valentino, “santa Teresa de Jesús” en Santos del Carmelo, Editorial de es-
piritualidad, Madrid, 1982, p. 456-488. También véase: de Cepeda y Ahumada, Teresa,
El libro de la vida, introducción de Maximiliano Herráiz ocd, adaptación de Ángela
Nattero Ferrero, editorial santa Teresa, México, 2009.
[206] de Cepeda y Ahumada, Teresa, El libro de la vida, introducción de Maximiliano
Herráiz OCD, adaptación de Ángela Nattero Ferrero, editorial santa Teresa, México,
2009, p. 66.
[217] Elogio a santa Teresa de Jesús, Discurso compuesto y leído por el director de
la Academia en la junta pública del 18 de abril de 1815. Consultado en:https://docs.
google.com/viewer?a=v&q=cache:V6i1dyPRy3UJ:
www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/elogio-de-santa-teresa-de-jess-discurso-
compuesto-y-ledo-por-el-director-de-la-academia-en-la-junta-pblica-del-18-de-abril
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m-E_rTvIL0YbgCg. 12 de febrero del 2013, a las 19:28.
Para asegurar esto el autor de la obra señala que hay varias pruebas,
como el testimonio de escritores antiguos, la defensa jurídica de la
universidad de Cantabria hecha en tiempos de Gregorio IX (1170-
1241) donde se dicta sentencia a favor del origen veterotestamentario
de la orden[219] y el hecho de que el hábito carmelita conserva los co-
lores primigenios que debió de haber tenido el ropaje de los primeros
eremitas del monte Carmelo, café y blanco, los cuales recuerdan el
colorido natural de la lana.[220]
[218] de Santa María, Francisco, Historia profética de la orden de Nuestra Señora del
Carmen, Imprenta de Diego de la Carrera, Madrid, 1641, p. 65.
[219] Ibíd. p.69
[220] Ibíd. p 70
[224] El mismo texto conserva una nota en la que especifica:”Esta frente del púlpito un
lienzo, muy grande, de la chronología de la religión”. Probablemente era un lienzo que
se conservara en la iglesia carmelita de san Sebastián, ya que el sermón fue dictado en
este lugar.
[225] de San Miguel, Andrés, La quinta essencia de la virtud: santa Teresa de Jesús,
sermón panegírico de sus glorias, predicado en su día 15 de octubre de 1719, patente
el Santísimo Sacramento en el convento de san Sebastián de los carmelitas descalzos de
México con asistencia del Excelentísimo Señor Marqués de Valero, Virrey, Gobernador
y Capitán general de esta Nueva España, Imprenta de los herederos de Juan Joseph (Il. 27)
Guillerna Carrasco, México, 1720. aLEGoría dE La ordEn dE
nuEStra SEñora dEL carMEn
[226] Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española, consultado en: http://bus- Diego de Borgraf | s. xviii
con.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0. Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla.
[227] de Santa María, Francisco, Historia profética de la orden de Nuestra Señora del
Carmen, op. cit, p. 58.
Capítulo 4
Los artistas del carmelo poblano yla aportación
de José Joaquín a los discursos pictóricos de la orden
contexto artístico del carmen de puebla y sus directrices estéticas
Dentro de los pasajes y anécdotas en torno a la vida de santa Teresa se
encuentra uno que habla acerca del ornato y calidad de las imágenes,
este punto reflexionado dentro de del contexto de su espiritualidad e
idea de pobreza. El relato en cuestión menciona lo siguiente:
[230] Rodríguez Miaja, Fernando, Diego de Borgraf, un destello en la noche de los tiem-
pos, Patronato Editorial para la Cultura, Arte e Historia de Puebla, a.c., Puebla, 2001,
p. 81-86.
[231] Cabe destacar que los encargos artísticos más importantes del proyecto pala-
foxiano eran destinados a Pedro García Ferrer, distribuyéndose las otras tareas entre
Diego de Bograf y otros artífices como Gaspar Conrrado o Pedro de Benavides. Me
parece muy interesante la idea que me proporciona la doctora Paula Mues en cuanto
a que Borgraf fue designado para hacer el retrato de Palafox debido a su condición
flamenca, ya que los pintores de esa zona destacaban en este género.
[232] Toussaint, Manuel, Arte Colonial en México, unam, México, 1983, p.129.
[233] Se conservan pocas obras firmadas por Gaspar Conrrado, estas son: La apari-
ción de la Virgen del Pilar en el sagrario catedralicio, La muerte de san Francisco Javier
en la pinacoteca de la Profesa en la ciudad de México y un San Cristóbal en el Museo
Nacional de Arte, aparte de la serie de la vida de la Virgen que se encuentra distribuida
entre el Museo Universitario Casa de los Muñecos, el Museo de San Pedro y el Instituto
de Artes visuales del Estado de Puebla. Por otro lado existen algunos lienzos atribui-
bles al pintor en el templo de san José, la iglesia de Santa Catalina y el Templo de San
Francisco, siendo curioso que en estos dos últimos lugares se sabe que fue contratado.
[234] Galí Bodella, “Juan de Palafox y el arte. Pintores, arquitectos y otros artífices al
servicio de Juan de Palafox”, en Palafox: Iglesia, cultura y Estado en el siglo xvii: Con-
greso Internacional IV Centenario del Nacimiento de Don Juan de Palafox y Mendoza,
España, Universidad de Navarra, 2000, p. 376.
[235] Fernández Gracia, Ricardo, Iconografía de Don Juan de Palafox, España, Gobier-
no de Navarra, 2002,P. 60-65.
[236] Galí Bodella, “Juan de Palafox y el arte. Pintores, arquitectos y otros artífices al
servicio de Juan de Palafox”, en Palafox: Iglesia, cultura y Estado en el siglo xvii…, op.
cit. P.376.
[237] Para más información del pintor consultar: Tovar y de Teresa, Guillermo, Reper-
torio de artista en México, tomo 1, México, Grupo Financiero Bancomer, 1995, p.356.
[238] Existen dos obras más de Echave Rioja en suelo poblano. Una es El Lavatorio de
Pies que se conserva en el convento dominico de Izúcar de Matamoros, la Segunda es
una Inmaculada custodiada en el Museo Universitario Casa de los Muñecos.
[239] Mues Orts, Paula, La libertad del pincel, los discursos sobre la nobleza de la pin-
tura en Nueva España, Universidad Iberoamericana, México, 2008, p. 209.
[240] Ídem, p.235
[241] Para conocer más de estos artífices se recomiendan las Siguientes obras: Velás- (Il. 28)
quez Gutierrez, María Elisa, Juan Correa, “mulato libre, maestro de pintor”, Círculos de criSto con La cruz a cuEStaS
Arte, México, 1998; Gutierrez Haces, Juana et. al., Cristóbal de Villalpando, Fomento Baltazar Echave Rioja | s. xviii
Cultural Banamex, México, 1997. Convento de Nuestra Señora del Carmen, Puebla.
[242] Vargaslugo, Elisa, Guadalupe Victoria, José, Juan Correa, su vida y su obra, Ca-
tálogo, tomo III, segunda parte, unam, México, 1985, p.297.
[243] Dentro de la producción que Juan Correa tiene en la región poblana destacan:
dos lienzos que se encuentran en la iglesia de san Agustín en Atlixco, una Virgen de
Guadalupe que se conserva en el templo de Santo Domingo en la capital y algunos
cuadros con escenas de la vida de la Virgen que actualmente se resguardan en el museo
de Santa Mónica
[244] La actividad pictórica de Cristóbal de Villalpando en el obispado de Puebla se
encuentra mejor estudiada, En el retablo del convento de Huaquechula existen una
serie de cuadros firmados por el artista, los cuales se presume son de sus obras más
tempranas. De ese periodo se conservan otras pinturas en la iglesia de Jesús Nazareno
Tlatempa, en Cholula y una más en el templo del Santo Entierro de la misma locali-
dad. Por otro lado se sabe que el cabildo eclesiástico de la Angelópolis mandó a traerlo
para la decoración de la cúpula del altar de los reyes de la Catedral y para otras obras
referentes al mismo edificio, como lo son el gran lienzo de la transfiguración y algunas
láminas de cobre que ornamentan el ochavo.
[245] Pérez Salazar, Francisco, Historia de la pintura en Puebla, unam, México, 1963,
p.81.
[246] La obra de Pascual Pérez es abundante en la región, y aunque muchas veces ha
recibido críticas negativas, tiene ejemplos de excelente calidad que acreditan la fama
(Il. 29) que en algún momento debió de haber tenido y que lo hizo trabajar tanto. De sus pin-
EL Martirio dE San anaStaSio turas sobresalientes se encuentran una “Piedad” y “El levantamiento de la cruz” en el
Juan Correa | s. xviii vestíbulo de la iglesia de San José, así como el magnífico “Juicio final” que alberga la
Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla. parroquia de San Andrés Cholula.
(Il. 30)
EStiGMatización [247] La imagen de la beata resulta casi idéntica a la que se representa en el grabado
Pascual Pérez | s. xviii que hicieran Pedro de la Rosa y Joseph Rs. Juene y que fue incluido en la biografía que
Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla. de Catarina hiciera el padre Alonso Ramos.
[248] Pérez Salazar, Francisco, Historia de la pintura en Puebla, op. cit. p.80.
(Il. 31)
patrocinio dE nuEStra SEñora dEL carMEn [249] La obra de Villalobos es de alta calidad y también es abundante en Puebla, ejem-
Pascual Pérez | s. xviii plos de su obra se conservan en las iglesias de Tochimilco y Nopalucan, mientras que
Capilla de santa Teresa, Templo de Nstra. Sra. del Carmen. en la capital la iglesia de la Compañía guarda varios lienzos de él en su sacristía.
[250] De sus obras más importantes, y que revelan lo estimado que fue, se encuentran
los grandes lienzos de la sacristía de la Catedral, los cuales representan “el cenáculo”,
“el lavatorio de pies”, “las institución de la iglesia Catedral”, “la aparición de la Virgen
del Pilar” y “la imposición de la casulla a San Ildefonso”, encargados por el cabildo
catedralicio y pagados en 1750.
[251] Gracias a la doctora Paula Mues por la información de este cuadro.
[252] Pérez Salazar, Francisco, Historia de la pintura en Puebla, op. cit. p.82.
[253] Para más información de ambos pintores volver al capítulo segundo de este tra-
bajo.
[254] En la Capilla se conservan dos grandes lienzos con los temas de “El juicio de (Il. 32)
Jesús”, de especial interés por la complejidad de su composición, y una “negación de EccE hoMo
Pedro”, así como un apostolado y una serie de santos servitas distribuidos en los reta- Juan de Villalobos | s. xviii
blos laterales de la capilla. Convento de Nuestra Señora del Carmen, Puebla.
[255] Castro Morales Efraín, Notas, en Olivares Iriarte Bernardo, Álbum artístico, Go-
(Il. 35) bierno del Estado de Puebla, Puebla, 1987, p. 182.
San ELiSEo
Mariano Morlete | s. xviii [256] Esto en opinión de la experta en la escultura de la familia Cora: la doctora Fran-
Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla. ziska Neff, a quien agradezco enormemente haber compartido esta idea.
[257] de la Peña, Francisco Javier, Puebla sagrada y profana, informe dado a su muy
ilustre ayuntamiento el año de 1746 (facsímil), buap, Puebla, 1997, p.89.
[258] “Petición para llevar de Veracruz a Cádiz y de Cádiz a Inglaterra unas pinturas
de Murillo, regalo de los Carmelitas Descalzos a Cochvane Johnstone”, Archivo Gene-
ral de la Nación, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, Cajas 1000-1999, Caja
1426, Expediente 036
[259] Mues Orts, Paula, “De Murillo al murillismo o del cambio en la mirada: guiños
sobre la suavidad en la pintura novohispana”, en Caminos del barroco, entre Andalucía
y Nueva España, Museo Nacional de San Carlos, México, 2011, p. 90. (Il. 36)
nuEStra SEñora dE La Luz
[260] “Petición para llevar de Veracruz a Cádiz y de Cádiz a Inglaterra unas pinturas Castillo | s. xviii
de Murillo, regalo de los Carmelitas Descalzos a Cochvane Johnstone” op. cit. Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla.
[261] de la Peña, Francisco Javier, Puebla sagrada y profana, informe dado a su muy
ilustre ayuntamiento el año de 1746 (facsímil), op. cit. p. 89.
[262] BoccardO, Piero y di Fabio, Claro, “Pinturas del siglo de oro en Génova, entre
los siglos xvii y xix”, en España y Génova, obras artistas y coleccionistas, Fundación
Carolina, Madrid, 2004,p. 237
[263] Desgraciadamente no existe ningún estudio acerca de esta imagen, y solo se
(Il. 37) conoce el material del que está constituido gracias a referencias de gente que ha es-
inMacuLada concEpción tado cerca de él, por lo cual no se puede decir nada más de tan interesante escultura.
Zendejas | s. xviii Agradezco al doctor Pablo Francisco Amador Marrero por haberme dado su opinión
Templo de Nuestra Señora del Carmen, Puebla. acerca de la imagen, esto a partir de la fotografía que aquí aparece y de lo aquí descrito.
[264] Gracias al maestro Fabián Valdivia Pérez por haberme hecho la observación.
[267] Esto se sabe gracias a que la escena de Cristo en la cárcel de Caifás nació del texto
de Ágreda. Para mayor información consultar: Agreda, Sor María de Jesús, Mística
Ciudad de Dios, Introducción, notas y edición por Celestino Solaguren, ofm, Librería
Espiritual, Ecuador, S/F, p. 968.
[268] Olivares Iriarte, Bernardo, Álbum artístico, edición, estudio preliminar y notas
de Efraín Castro Morales, Puebla, 1987, Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de
Cultura, P. 96.
[271] Merlo Juárez, Eduardo, y Quintana Fernández, José Antonio, Las iglesias de la
Puebla de los Ángeles, tomo 1, upaep, Puebla, 2001, p.284.
[272] Agradezco a la doctora Paula Mues, quien me ha comentado que existe la posi-
bilidad de que sea la representación de toda la Nueva España, esto debido a la cantidad
y diversidad de los personajes.
[273] Existe una obra en el convento de la Soledad llamada El ministerio de san José, la
cual se encuentra firmada por Magón y fechada en 1762).
[274] Para más información del paradigma inferencial consultar: Ginzburg, Carlo,
“Raíces de un paradigma de inferencias indiciales” en Mitos, emblemas, indicios, mor-
fología e historia, editorial Gedisa, España, 1994.
[275] Ginzburg, Carlo, “Raíces de un paradigma de inferencias indiciales” en Mitos,
emblemas, indicios, morfología e historia, editorial Gedisa, España, 1994, p. 163.
[1] Por su temática el lienzo debe de provenir del ex convento de Nuestra Señora del Carmen, ya que se sabe que varias obras de este lugar pasaron a la parroquia.
Firmadas
Pintura de Retablo
• Retablo de Nuestra Señora del Carmen s. xviii, Retablo pintado, bodegas del Museo Nacional de Arte.
Dios Padre
• José Joaquín Magón, Dios padre, s. xviii, óleo sobre tela, Casa de Jesuitas.
Temas Cristológicos.
• José Joaquín Magón, La Santísima Trinidad, s. xviii, óleo sobre tela, Bautisterio de la Parroquia de santa María
Magdalena, Quecholac, Puebla.
• José Joaquín Magón, Serie de la pasión de Cristo (seis lienzos) s. xviii, óleo sobre tela, Capilla del Calvario,
Acatzingo, Puebla.
• José Joaquín Magón (probablemente el hijo), Serie de la pasión de Cristo (cuatro lienzos) s. xviii, óleo sobre
tela, Templo de San Juan del Río, Puebla.
• José Joaquín Magón, Serie de la pasión de Cristo (cuatro lienzos) s. xviii, óleo sobre tela, San Jerónimo Alo-
jojuca, Puebla.
• José Joaquín Magón, La oración en el huerto, s. xviii, óleo sobre tela, Templo Conventual de Nuestra Señora
del Carmen.
• José Joaquín Magón, La flagelación, s. xviii, óleo sobre tela, Templo Conventual de Nuestra Señora del Carmen.
Temas Marianos.
• José Joaquín Magón, Nuestra Señora del Carmen, s. xviii, óleo sobre tela, Capilla doméstica del Convento de
Nuestra Señora del Carmen, Puebla.
• José Joaquín Magón, Nuestra Señora del Carmen con san José, san Juan Bautista, san Pedro, Apóstol y santos
carmelitas, s. xviii, óleo sobre tela, Templo Conventual de Nuestra Señora del Carmen.
• José Joaquín Magón, Mater Pidorae Dilectionis, s. xviii, óleo sobre tela, Colección Andrés Blastein, DF.
• José Joaquín Magón, La Inmaculada Concepción s. xviii, óleo sobre tela, Sacristía de la Santa Basílica Catedral
de la Inmaculada Concepción, Puebla.
Santos
• José Joaquín Magón, San Juan Nepomuceno, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de la Santa Cruz, Puebla.
• José Joaquín Magón, Escenas de la vida de san Juan de la Cruz (seis lienzos), s. xviii, óleo sobre tela, Templo
Conventual de Nuestra Señora del Carmen.
• José Joaquín Magón, San José, S. xviii, óleo sobre tela, Museo de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María
de Guadalupe.
• José Joaquín Magón, San José, S. xviii, óleo sobre tela, Colección privada.
• José Joaquín Magón, Los desposorios místicos de Santa Rosa, óleo sobre tela, Museo de la evangelización,
Huejotzingo.
• José Joaquín Magón, San Antonio, s. xviii, óleo sobre tela, Convento de San Diego de Alcalá, Huejotzingo.
• José Joaquín Magón, San Antonio, óleo sobre tela, s. xviii, colección particular, Guadalajara.
• José Joaquín Magón, La confirmación de san Pedro Nolasco (con retrato de don Domingo Pantaleón Álvarez de
Abreu), s. xviii, óleo sobre tela, Templo de Nuestra Señora de la Merced, Atlixco.
• José Joaquín Magón, San Vicente Ferrer, s. xviii, óleo sobre tela, Museo Soumaya, DF.
Los sacramentos
• José Joaquín Magón,El Bautizo de la Santísima Virgen, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de la Inmaculada
Concepción, Tecamachalco, Puebla.
• José Joaquín Magón, Alegoría de la Virgen guiando al alma cristiana, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de la
Inmaculada Concepción, Tecamachalco, Puebla.
• José Joaquín Magón, El Bautizo de san Juan Bautista, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de la Inmaculada
Concepción, Tecamachalco, Puebla.
• José Joaquín Magón, El Bautizo de Cristo, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de la Inmaculada Concepción,
Tecamachalco, Puebla.
• José Joaquín Magón, Serie de los siete Sacramentos (siete lienzos), s. xviii, óleo sobre tela, Bautisterio de la
Parroquia de Nuestra Señora de la Natividad, Tochtepec, Puebla.
Pintura de castas
• José Joaquín Magón, Serie de castas (dieciséis lienzos), s. xviii, óleo sobre tela, Museo Nacional de Etnología,
Madrid, España.
•
Retratos
• José Joaquín Magón, Alférez Nicolás Calvo de la Puerta, s. xviii, óleo sobre tela, Museo Soumaya, Distrito
Federal.
• José Joaquín Magón, Obispo Pantaleón Álvarez de Abreu, s. xviii, óleo sobre tela, Convento de Carmelitas
descalzas Puebla.
• José Joaquín Magón, Doña Manuela María de Ovando y Ovando y Riva de Neyra, Óleo sobre tela, Colección
particular.
Pinturas atribuidas
Temas Cristológicos
• José Joaquín Magón (atribuido), Cristo en meditación s. xviii, óleo sobre tela, Capilla doméstica del Convento
de Nuestra Señora del Carmen.
• José Joaquín Magón (atribuido), El bautismo de Cristo s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de Nativitas Tlaxcala.
Temas Marianos
• José Joaquín Magón, El patrocinio de Nuestra Señora de Guadalupe sobre las monjas jerónimas, s. xviii, óleo
sobre tela, Museo Regional del Instituto de Antropología e Historia, Puebla.
• José Joaquín Magón, Serie de la vida de la Virgen, s. xviii, óleo sobre tela, Coro del convento de Santa Rosa
de lima.
• José Joaquín Magón, Nuestra Señora de la Luz, s. xviii, óleo sobre tela, Templo de Santa Ana (Capuchinas).
• José Joaquín Magón, Nuestra Señora del Refugio, s. xviii, óleo sobre tela. colección particular, Cholula.
• José Joaquín Magón (atribuido), La Virgen de la Leche, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de Nativitas Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), La adoración de los reyes, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de Nativitas
Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), El niño perdido y hallado en el Templo, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de
Nativitas Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), La Anunciación, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de Nativitas Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), Los desposorios, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de Nativitas Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), La presentación de la Virgen en el templo, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia
de Nativitas Tlaxcala.
• José Joaquín Magón (atribuido), El nacimiento de la Virgen, s. xviii, óleo sobre tela, Pinacoteca de San Juan
de Dios, Atlixco, Puebla.
Santos
• José Joaquín Magón (atribuido) Las lágrimas de San Pedro, s. xviii, óleo sobre tela, Colección privada.
• José Joaquín Magón (atribuido), San José con santos y donante, s. xviii, óleo sobre tela, Parroquia de San
Jerónimo Caleras.
• José Joaquín Magón (atribuido), San José de la Luz, s. xviii, óleo sobre tela, colección particular, Puebla.
• José Joaquín Magón (atribuido), Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, s. xviii, óleo sobre tela, colección
particular, Puebla.
Alegorías
• José Joaquín Magón (atribuido), Alegoría de la fuente del Carmelo con el obispo Juan de Palafox y Mendoza,
sigloXVIII, óleo sobre tela, Templo Conventual de Nuestra Señora del Carmen.
• José Joaquín Magón (atribuido), Apoteosis de la orden del Monte Carmelo, s. xviii, óleo sobre tela, Templo
Conventual de Nuestra Señora del Carmen.
• José Joaquín Magón (atribuido), Alegoría de la Santísima Trinidad con santa Teresa y san Juan de la Cruz, s.
xviii, óleo sobre tela, Templo parroquial de Nuestra Señora de la Natividad Atlixco.
Pintura de castas
• José Joaquín Magón, Serie de castas (16 lienzos), s. xviii, óleo sobre tela, colección privada, Monterrey.
Pintura de conmemorativa
• José Joaquín Magón (atribuido), Portada erigida en la Catedral de Puebla para la entrada del Virrey Marqués
de las Amarillas, s. xviii, óleo sobre tela, Colección Privada.
Temas mitológicos.
• José Joaquín Magón (atribuido), Clío, Terpsícore y Melpómene, s. xviii, Biombo, Museo Soumaya, Distrito
Federal.
Atribuciones desmentidas
Temas marianos.
• José Joaquín Magón (atribuido), El patrocinio de la Virgen sobre el cabildo catedralicio, s. xviii, óleo sobre tela,
Sacristía de la Santa Basílica Catedral de la Inmaculada Concepción, Puebla.
• José Joaquín Magón (atribuido), Nuestra Señora del Pilar se aparece a Santiago, s. xviii, óleo sobre tela, Sa-
cristía de la Santa Basílica Catedral de la Inmaculada Concepción, Puebla.
• José Joaquín Magón (atribuido), La imposición de la casulla a san Ildefonso, s. xviii, óleo sobre tela, Sacristía
de la Santa Basílica Catedral de la Inmaculada Concepción, Puebla.
Fuentes secundarias
• abundis canales, Jaime, La huella carmelitana en San Ángel, tomo I, Instituto Nacional de Antropología e
Historia, México, 2007.
• acuña castrellón, Patricia Eugenia, Análisis de un acervo conventual carmelitano, ejemplo de vinculación
entre la historia del arte y la conservación patrimonial, tesis que para obtener el grado de Doctor en Historia
del Arte por la Universidad Autónoma de México, 2005.
• amador marrero, Pablo Francisco, “Relaciones artísticas entre Puebla de los Ángeles y las Islas Canarias:
protagonistas y legados escultóricos” en amador marrero, Pablo Francisco (coord.), Ensayos de escultura